• Latest articles
Ago 22, 2023
Encuentro Ago 22, 2023

Nacido con autismo no verbal y diagnosticado con retinitis pigmentaria (una condición en la que la vista se pierde gradualmente), este joven se sintió atrapado en una prisión silenciosa de desesperación. Sin poderse comunicar y apenas ver … ¿qué sería de la vida de Colum? Dios tenía otros planes para él.

Mi nombre es Colum, aunque en mis 24 años nunca he podido pronunciar mi propio nombre por el hecho de nacer sin poder hablar. Cuando era niño fui evaluado e identificado con autismo moderado y una discapacidad de aprendizaje grave; mi vida era muy aburrida. Mis padres lucharon por mi derecho a ser educado y crearon una escuela junto con otros padres de niños autistas; pero al no poder comunicarme, no podía darles a entender que ese material me parecía muy aburrido, pues ellos no conocían mi capacidad intelectual. Las personas a mi alrededor pensaban que era muy feliz estando en casa viendo DVDs. Mis primeras vacaciones las tuve después de cumplir 8 años; la verdad no pensaba que podría alguna vez liberarme de esa prisión silenciosa de tristeza y desesperanza en la que me encontraba.

Ver a otros vivir

Siempre sentí que Jesús estaba cerca de mí, incluso desde una edad temprana. Él se convirtió en mi amigo más cercano y sigue siéndolo hasta el día de hoy. En mis momentos más oscuros Él estaba allí para darme esperanza y consuelo; era muy difícil para mí ser tratado como a un bebé cuando por dentro yo ya era mayor y no podía dar a entender mi inteligencia y mi capacidad. Mi vida era insoportable, sentía que vivía a medias, como un espectador, viendo a otros coexistir e interactuar mientras yo estaba excluido. Cuántas veces deseaba poder participar y mostrar mi verdadera habilidad.

Cuando cumplí 13 años mi vista comenzó a fallar, así que me llevaron al Hospital de Niños de Temple Street para una prueba ocular llamada electrorretinograma. Dios me había dado otro desafío: me diagnosticaron retinitis pigmentaria; una afección en la que las células de la retina en la parte posterior del ojo mueren y no se reemplazan, por lo que la vista se pierde gradualmente; no tiene cura. Estaba devastado, fue un golpe terrible para mí; me sentí abrumado por la tristeza. Durante un tiempo, mi visión se estabilizó dándome la esperanza de que conservaría algo de vista, pero a medida que crecía empeoraba cada vez más; me volví tan ciego que ya no podía distinguir entre los diferentes colores; mi futuro parecía negro, no podía comunicarme, y ahora apenas podía ver.

Mi vida continuó en la desesperación con aún menos inclusión e interacción. Mi madre ahora creía que tendría que ser institucionalizado cuando creciera; sentí que me tambaleaba al borde de la demencia, sólo Dios se interponía entre mí y la locura. El amor de Jesús era lo único que me mantenía cuerdo; mi familia no sabía nada de mi lucha porque no podía comunicarme con ellos; pero en mi corazón, sentí que Jesús me decía que sería sanado a tiempo.

Girando por dentro

En abril de 2014 sucedió algo increíble: mi madre me llevó a mi primer taller de MIR (Método de indicaciones rápidas). Apenas podía creerlo, finalmente alguien podría ayudarme a comunicarme y a trabajar duro para aprender a hacerlo. ¿Se imaginan mi alegría? Por un instante, mi corazón se llenó de esperanza; esperanza… no miedo de que el verdadero yo pudiera emerger. La ayuda finalmente había llegado; la alegría giró dentro de mí al pensar que alguien finalmente vio mi potencial; así comenzó mi trayecto de cambio de vida hacia el poder comunicarme con los demás.

Fue un trabajo muy duro al principio, tomando semanas de práctica para adquirir la memoria motora y poder deletrear con precisión; valió la pena cada minuto. Los sentimientos de libertad comenzaron a crecer cuando finalmente encontré mi voz. Cuando Dios comenzó este nuevo capítulo en mi historia, sentí que mi vida finalmente había comenzado; por fin, pude contarle a mi familia cómo me sentía y me sentí sumamente agradecido con Dios.

Azotar y morder

Hacia el mes de mayo de 2017, mi abuela nos compartió que había  tenido un sueño muy real hacía unos años sobre el Papa San Juan Pablo II; en el sueño, ella le estaba pidiendo que orara por sus nietos, y fue tan poderoso lo que sucedió que decidió escribirlo. Ella se había olvidado de eso hasta que se encontró con su cuaderno; esto la inspiró a comenzar una novena a San Juan Pablo II por mí y mis hermanos. También le pidió a un grupo de personas que rezaran la novena junto con nosotros. La comenzamos a partir del lunes 22 de mayo; el martes 23,  a eso de las 9 de la mañana, estaba oyendo un DVD en mi habitación, mi papá había ido a trabajar y mi mamá estaba en la cocina limpiando.

De repente, nuestro perro Bailey, comenzó a ladrar en la puerta de mi habitación; nunca había hecho tal cosa, así que mamá sabía que algo andaba mal. Se apresuró a entrar y me encontró en medio de un ataque; fue muy aterrador para ella, yo estaba fuera de mí, alterado, me había golpeado y mordido la lengua, así que había sangre por toda mi cara. En su angustia, mamá tuvo la sensación de que alguien le decía: «Confía, a veces las cosas empeoran antes de mejorar»; llamó a papá, quien prometió volver a casa; le pidió que tomara un video de lo que estaba pasándome, el cual fue muy útil al llegar al hospital. Cuando dejé de sacudirme, estuve en estupor durante más de dos minutos, había perdido el conocimiento durante esa terrible experiencia y no pude recordar nada al respecto; pero mamá había estado orando por mí y cuidándome para mantenerme a salvo.

Un momento de iluminación

Cuando finalmente recuperé el sentido y me puse de pie tambaleándome, estaba muy inestable; mamá y papá me ayudaron a subir al auto para el viaje al hospital. En el hospital, los médicos me examinaron y me internaron para hacerme más estudios. Un camillero vino con una silla de ruedas para trasladarme a urgencias; mientras me llevaban por el pasillo, de repente mi vista mejoró dramáticamente.

¿Cómo puedo describir mis sentimientos en ese momento?; me sentí hipnotizado por la belleza de las vistas que tenía frente a mí; todo se veía tan diferente y claro. ¡Fue increíble! Es imposible explicar cómo me sentí en ese momento de iluminación; no puedo expresar el grado de mi asombro al regresar a un mundo de color y forma, ¡fue el mejor momento de mi vida hasta ahora!

Cuando mamá me preguntó si tenía algo que decir, le dije: «Mis ojos están mejor». Mamá estaba asombrada; me preguntó si podía ver una pegatina en una máquina fuera de mi cubículo, le dije: «Sí»; me preguntó si podía ver lo que estaba escrito en la parte superior de la pegatina, deletreé: «Estoy limpio»; estaba tan asombrada que no sabía qué pensar o cómo reaccionar, ¡yo no sabía cómo sentirme en ese momento!

Cuando papá y mi tía entraron, mamá les contó lo que había sucedido; papá dijo: «Tendremos que probar esto»; se acercó a la cortina al final de mi cama y levantó una pequeña bolsa de bolitas de chocolate deslactosados, yo deletreé lo que estaba escrito en la bolsa. Mi papá se emocionó tanto que me dio muchas palabras para deletrear en los próximos minutos; entendí bien todas las palabras, mi tía y mis padres estaban asombrados.

¿Cómo fue esto posible? ¿Cómo podría un ciego escribir todas las palabras correctamente? Era médicamente imposible; no existe ningún tratamiento médico que pueda ayudar a mejorar la retinitis pigmentaria; simplemente no hay cura desde la ciencia médica. Tenía que ser Dios sanándome milagrosamente por intercesión de San Juan Pablo II; no se puede explicar de otra manera. Estoy muy agradecido con Dios por restaurar mi vista; es un acto de verdadera misericordia divina. Ahora puedo usar un teclado por el cual me comunico con los demás, esto hace mi interacción con ellos más rápida.

La oración de mi mamá

Permítanme contarles cómo mantuve la fe: Tuve muchas dudas cuando me sentí sin esperanza; fue Jesús quién me mantuvo cuerdo. Y esa fe en Él la obtuve de mi madre, su fe es muy fuerte; ella me inspiró a seguir adelante cuando los tiempos eran difíciles. Ahora sé que nuestras oraciones son contestadas. Me tomó un tiempo acostumbrarme a recuperar la vista; mi desconexión cerebro/cuerpo era tan grande que mi cerebro no lograba darle las instrucciones correctas al campo de visión para que este fuera funcional. Los estudios salían todo bien, pero era difícil lograr que mi cerebro usara la información de mi visión. Por ejemplo, aunque podía ver, todavía me resultaba difícil identificar lo que estaba buscando; a veces me frustraba cuando tropezaba porque parecía que no veía a dónde iba a pesar de que mi visión estaba bien.

En septiembre, volví al hospital para hacerme una prueba de la vista; obtuve una puntuación de 20:20, una puntuación normal. Sin embargo, la retinografía muestra que mi retina tiene una  degeneración; no ha mejorado. Según la ciencia médica sería imposible para mí ver con claridad; según los estudios y todo lo que viví en el pasado todavía tendría que estar atrapado en un mundo oscuro y gris. Pero Dios en su misericordia me ha liberado de esa aburrida prisión y me ha sumergido en un hermoso mundo de color y de luz. Los médicos están desconcertados, seguirán desconcertados; pero yo me regocijo porque aún puedo ver.

Ahora, puedo hacer muchas cosas mucho mejor que antes. Puedo decirle cosas a mamá mucho más rápido ahora que puedo usar la hoja del alfabeto laminada, que es mucho más rápida que la plantilla. Estoy muy agradecido con mi talentosa madre por persistir con mi educación a pesar de las dificultades y por orar tan fielmente por mi curación.

En los Evangelios, escuchamos acerca de Jesús restaurando la vista de muchas personas ciegas, así como Él restauró la mía. En estos tiempos modernos, muchas personas se han olvidado de los milagros, se burlan y piensan que la ciencia tiene todas las respuestas, Dios queda fuera de sus consideraciones. Cuando ocurre un milagro como mi sanación, Él está revelando que todavía está muy vivo y que es todopoderoso. Espero que mi historia de sanación te inspire a abrir tu corazón al Dios que tanto te ama; el Padre de misericordia espera tu respuesta.

'

By: Colum Mc Nabb

More
May 27, 2023
Encuentro May 27, 2023

En una ocasión me encontraba en la abadía de San José en Louisiana, no muy lejos de Nueva Orleans, para dirigirme a una treintena de abades benedictinos de todo el país que se habían reunido para tener unos días de reflexión y retiro; cubriendo las paredes de la iglesia de la abadía y el refectorio del monasterio se encuentran las maravillosas pinturas creadas por el P. Gregory De Wit, un monje de Mont César en Bélgica, que trabajó durante muchos años en nuestro país tanto en San Meinrad en Indiana como en San José, antes de su fallecimiento en 1978. Durante mucho tiempo he admirado su arte muy distintivo, peculiar y teológicamente ilustrativo. En la cúpula de la iglesia de la abadía, De Wit representó una serie de magníficos ángeles alados que flotan sobre las imágenes de los siete pecados capitales, transmitiendo la profunda verdad de que la adoración correcta hacia Dios supera nuestra disfunción espiritual; pero una novedad en el programa pintado de De Wit es que agregó un octavo pecado mortal el cuál sintió que era particularmente destructivo dentro de un monasterio: el chisme.

Por supuesto que tenía razón sobre los monasterios, pero yo diría que habría tenido razón sobre cualquier tipo de comunidad humana: familia, escuela, lugar de trabajo, parroquia, etc. El chisme es veneno, y punto. La pintura de De Wit anticipó proféticamente el magisterio de nuestro actual Papa, que a menudo ha hecho del chisme el objeto de un oprobio particular. Podremos verlo claramente en las palabras de un discurso reciente de su Santidad: «Por favor, hermanos y hermanas, tratemos de no chismorrear; el chisme es una plaga peor que el COVID ¡Peor! Hagamos un gran esfuerzo, de vivir sin chismes»; y para que de alguna manera no perdiéramos el punto, continuó: «El diablo es el mayor chismoso»; esta última observación no es solo una retórica colorida, porque el Papa sabe bien que los dos nombres principales del diablo en el Nuevo Testamento son diábolos (el dispersor) y Satanás (el acusador); no puedo pensar en una mejor caracterización de lo que hace el chisme y lo que es esencialmente.

No hace mucho, un amigo me envió un video de YouTube de una charla de Dave Ramsey, un consultor de negocios y finanzas; con la vehemencia del Papa Francisco, Ramsey habló en contra de los chismes en el lugar de trabajo, especificando que tiene una política de cero tolerancia con respecto a su práctica. Útilmente, definió el chisme de la siguiente manera: “discutir cualquier cosa negativa con alguien que no puede resolver el problema”; para poner un ejemplo más concreto, es como si una persona en la organización murmurara y se quejara sobre los problemas del departamento de informática con un colega que no tiene competencia o autoridad para resolver esos asuntos; o si alguien estuviera chismorreando sobre su jefe a personas en la cadena de mando que no están en absolutamente ninguna posición para responder constructivamente a sus críticas. Ramsey proporciona un ejemplo puntual de su propia experiencia; cuenta que tuvo una reunión con todo su equipo administrativo, esbozando un nuevo enfoque que quería que adoptaran, salió de la reunión, pero luego se dio cuenta de que había olvidado sus llaves y regresó a la habitación; allí descubrió que se estaba llevando a cabo a sus espaldas, «una reunión después de la reunión», dirigida por una de sus empleadas, y ésta denunciaba al jefe con una voz altanera y vociferante a los demás. Sin dudarlo, Ramsey convocó a la mujer a su oficina y, de acuerdo con su política de cero tolerancia a los chismes, la despidió.

Eso sí, nada de esto quiere decir que los problemas nunca surjan dentro de las sociedades humanas, y menos aún que las quejas nunca deban expresarse; pero sí quiere decir que deben expresarse de manera benevolente y en la cadena de mando, precisamente para aquellos que pueden tratarlos constructivamente; si se sigue ese método, el chisme no está en juego. Podría complementar la visión de Ramsey con una de John Shea, un exmaestro mío; hace años, Shea nos dijo que deberíamos sentirnos completamente libres de criticar a otra persona en la medida en que estemos dispuestos a ayudar a la persona a lidiar con el problema que hemos identificado; si estamos totalmente comprometidos a ayudar, debemos criticar tan vigorosamente como queramos. Si tenemos una voluntad moderada de ayudar, nuestra crítica debe ser mitigada; si, como suele ser el caso, no tenemos la más mínima inclinación a ayudar, debemos mantener la boca cerrada.

Dirigir una queja de manera pacífica hacia arriba en la cadena de mando, es ser útil; dirigirlo por la cadena de mando y en mezquindad de espíritu, es chismorrear, y esa es la obra del diablo.
¿Puedo hacer una sugerencia amistosa? Estamos en la cúspide de la cuaresma, la gran temporada de penitencia y autodisciplina de la Iglesia; en lugar de renunciar a los postres o no fumar esta cuaresma, deje de chismorrear; durante cuarenta días, trate de no comentar negativamente a aquellos que no tienen la capacidad de lidiar con el problema y si te sientes tentado a romper esta resolución, piensa en los ángeles de De Wit flotando sobre ti. Confía en mí, tú y todos los que te rodean serán mucho más felices.

'

By: Obispo Robert Barron

More
May 27, 2023
Encuentro May 27, 2023

¡Decir “Sí” a Dios es la mejor decisión que puedes tomar!

“Por favor, ayuda”, suplicó una señora en la Iglesia, mientras hacía los anuncios después de la misa: “necesitamos desesperadamente maestros para el programa de educación religiosa de secundaria”. Fingí no escuchar. Acabábamos de regresar a Arizona desde Illinois, y el mayor de nuestros cinco hijos estaba ingresando a la escuela secundaria. Cada domingo, la misma súplica sencilla. Dios debe haber estado trabajando en mí semana tras semana. Sabía que estaba agregando cinco niños a la lista; después de todo, tal vez debería ayudar. Mi negación se desvaneció y me inscribí.

Siempre he dicho que no nací con un “gen no», y las organizaciones pueden verme llegar a una milla de distancia. Este nuevo “sí” es un punto en el caso. “Soy católica de cuna, ¿qué tan difícil puede ser enseñar a los niños?”

Durante los siguientes dos años, los ministros de jóvenes aparecieron por todas partes. Al terminar las actividades, nuestro pastor se me acercó y me dijo que mis compañeros maestros voluntarios me habían recomendado que asumiera el cargo de ministro de jóvenes. ¿A mí? ¿Estás dispuesta a intentarlo? Una vez más, ese “gen no” faltante, no pudo salvarme. Dios obra de maneras misteriosas y, en unas pocas semanas, yo era la nueva dama de la Iglesia de secundaria. Anteriormente supuse que solo los sacerdotes y las monjas podían trabajar para la Iglesia Católica. Recuerdo haber pensado en lo asombroso que sería trabajar en un ambiente tan sagrado con compañeros de trabajo de ideas afines en la viña del Señor. No pasó mucho tiempo para que esa fantasía fuera cumplida.

Poco después de iniciar mi nuevo trabajo, me di cuenta de que alguien que trabajara para la Iglesia debería tener respuestas a las preguntas difíciles y poseer inteligencia teológica. Ese pensamiento me aterrorizó. Yo no tenía experiencia laboral ni educación en nada de la rama eclesiástica. La realidad de que yo me sentía tonta e ignorante cuando se trataba del conocimiento de la fe, me invadió cada momento de vigilia. Más de cuarenta años de ser católica y lo único que sabía era ponerme de rodillas. No estaba al tanto de esa conocida frase que a menudo citan, de que Dios equipa a los que llama. Sin embargo, fue el mismo miedo el que me impulsó a la acción. Asistir a la universidad no era una opción. Esto significaba que necesitaba ser creativa. Encontré un casete de la Hermana Gloria cuando un hijo estaba en su clase de jardín de infantes. Durante ocho años, nunca tuve tiempo de escucharlo. Algo me llevó a hacerlo después de tanto tiempo. Se llamaba “La historia de conversión del Dr. Scott Hahn”. No tenía idea de quién era el Dr. Hahn, pero en un momento de tranquilidad, presioné reproducir. El viaje en la búsqueda de la verdad de este ministro presbiteriano fue fascinante; un viaje que lo llevó a la Iglesia Católica.

Necesitaba más.

En ese momento, nos enteramos de una conferencia de familias católicas en California que se llevaría a cabo ese verano. Nunca había oído hablar de la mayoría de los oradores, pero el Dr. Hahn estaría allí. Mi esposo también estaba intrigado y trajimos a toda la familia. Oradores como Tim Staples, Jesse Romero, Steve Ray y tantos otros conversos nos inspiraron, avivando las brasas de nuestros corazones. Compramos libros y casetes sobre muchos temas, incluida la apologética y el arte de defender la fe. Los niños estaban emocionados, y nosotros también. Una pasión que simplemente no teníamos antes, comenzaba a arder en nosotros. Año tras año, invitábamos a otras familias a unirse a nosotros en la conferencia familiar, y ellas también ardían en llamas.

Necesitaba ser certificada como ministro de jóvenes. Una vez más, Dios proveyó y asistí a la conferencia de verano de San Juan Bosco en la Universidad Franciscana. Todo esto fue una nueva aventura para mí. Nunca había experimentado a Dios a través de la oración, el culto, la adoración, la catequesis y oradores increíbles. Tenía más hambre que nunca, con una voracidad antes no experimentada. Con cada precioso bocado que consumía, deseaba más. ¿Cómo podía ser tan vieja y tan ignorante de Dios y de mi fe?

Al contrario de lo que la gente imagina, expandir tu conocimiento y amor por Dios no es aburrido. Fue estimulante e inspirador. Mi relación con Dios finalmente estaba siendo alimentada. La Misa cobró vida para nosotros; el gozo y el aumento en la fe fueron evidentes para todos los que encontré. Mi pasión entusiasta invadió todos los aspectos de mi vida, especialmente el trabajo ministerial. Dios me bendijo generosamente; sí, y el fruto fue abundante. Todo el tiempo, Dios me había estado acercando a Él, poniendo las migajas de pan que me acercaban paso a paso.

Veintiún años después, todavía trabajo para la Iglesia Católica, pero ahora estoy en preparación para el matrimonio. Todavía busco muchas vías para seguir avivando ese fuego que se encendió hace tantos años. Mi infinita gratitud va para aquellos conversos que, a toda costa, buscaron la verdad y estuvieron abiertos a donde Dios los guiaba. Nunca sabrán cuántas vidas impactó Dios con su “sí”; y por extensión, la mía.

Y esos cinco niños pequeños se casaron por la Iglesia y están criando a sus hijos para que conozcan a Dios y amen su fe católica. Mi esposo también ha sido diácono durante diez años. Toda la gloria a ti, oh Señor. Eres tan generoso y bueno con nosotros; sabías la mejor ruta para prender fuego a mi corazón. No puedo agradecerte lo suficiente. “Además, Dios puede hacer que toda gracia sea abundante para ustedes, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abunden para toda buena obra” (2 Corintios 9, 8).

A través del sufrimiento y la oración, todo lo que me has dado me ha llevado cada vez más cerca de ti y de todos los que has puesto en mi camino. ¡Gracias Señor!

'

By: Barbara Lishko

More
May 27, 2023
Encuentro May 27, 2023

Holly Rodríguez había sido atea toda su vida, nunca pensó en Dios ni jamás hubiera imaginado unirse a ninguna religión, o asistir a alguna iglesia, hasta que un día…

Era diciembre de 2016, me había despertado una mañana de invierno sin querer nada más que mi taza de café habitual. Yo había sido atea toda mi vida, nunca había pensado en Dios y ciertamente nunca había considerado unirme a una religión; sin embargo, ese día, sin ninguna razón en absoluto, sentí un deseo repentino de ir a la iglesia. No había nada inusual en mi vida para provocar este repentino cambio de corazón, había estado viviendo una vida bastante normal y tranquila como artista independiente en una pequeña ciudad costera en Kent, Inglaterra.

Busqué el templo más cercano que estuviera abierto ese día y encontré una iglesia católica romana a poca distancia; esto fue una sorpresa para mí porque, aunque había pasado por esa área muchas veces, nunca la había visto. Es asombroso lo ciegos que estamos ante la presencia de Dios y lo cerca que está Él de nosotros, cuando vamos por los caminos de la vida con un corazón cerrado.

Regresando la llamada

Marqué a la iglesia y una señora muy amable contestó el teléfono, se presentó como la secretaria de la parroquia, y le hice algunas preguntas las cuáles ella estaba feliz de responder; me dijo que la iglesia era católica y que le haría saber al sacerdote que había llamado por teléfono, y nos despedimos. Yo era tímida y no sabía qué esperar; siempre he sido una de esas personas a las que les gusta saber todo sobre una situación antes de tomar una decisión; no sabía lo que era una iglesia católica, y nunca había conocido a un sacerdote. Decidí tomarme el día libre del trabajo y aprender sobre la fe católica; leí mucho en Wikipedia durante varias horas.

De pronto sonó mi teléfono, en la otra línea había una voz amable: un sacerdote que se presentó como padre Mark; fue muy amable y entusiasta, lo que fue un “shock” para mí. Nunca en mi vida había conocido a alguien tan ansioso por conocerme y darme la bienvenida. Programamos una hora para visitar la iglesia al día siguiente; cuando llegué, padre Mark estaba allí revestido en su sotana para saludarme, era la primera vez que veía a un sacerdote en persona y recuerdo estar realmente fascinada por su vestimenta. Supongo que nunca había reparado en pensar cómo es un sacerdote en realidad; solo había visto al Papa brevemente en las noticias en televisión, pero nunca nada más allá de eso.

Padre Mark se sentó conmigo y hablamos durante un par de horas, luego me invitó a unirme a las clases de «RCIA» (Catecismo para adultos en Estados Unidos); también sugirió que era una buena idea comenzar a asistir a misa de inmediato, así que eso hice. Aún puedo recordar la primera misa a la que fui; era el Domingo de Gaudete (tercer domingo de Adviento). Me senté en el banco delantero, absolutamente ajena al protocolo; todos a mi alrededor estaban de pie y luego sentados y luego de pie de nuevo y a veces arrodillados, y recitando el credo y otras oraciones; yo era nueva y encontré esto un poco intimidante, pero también fascinante e intrigante. Seguí lo que todos los demás estaban haciendo lo mejor que pude; el sacerdote llevaba una hermosa vestimenta rosa que parecía muy ornamentada y delicada, él cantaba en el altar y yo observaba y escuchaba atentamente mientras el incienso llenaba la capilla; fue una misa en inglés muy hermosa y desde entonces supe que volvería.

Directo al corazón

Me gustó tanto la misa que seguí volviendo cada fin de semana e incluso comencé a asistir diariamente; mi amor por Jesús creció en cada encuentro. Durante mi primera misa de Noche Buena, el sacerdote llevaba tiernamente en procesión la figura del niño Jesús envuelta en su humeral (de la misma manera en la que se sostiene la custodia) alrededor de la capilla; al ver esta escena me conmoví hasta las lágrimas, todo esto era tan encantador, nunca en mi vida había visto nada parecido.

Al prepararme para ser recibida en la Iglesia católica, tuve que pasar mucho tiempo leyendo en casa, especialmente del catecismo que me dieron los sacerdotes de la parroquia. Una semana antes de mi bautismo me dijeron que tendría que elegir un santo para mi confirmación; pero, había miles de santos y no sabía cómo elegiría a uno entre tantos, no sabía nada de ellos, solo había escuchado sobre santa Filomena ya que el sacerdote había hablado sobre ella en una homilía un domingo por la mañana. Por providencia divina me encontré con un libro fascinante mientras era voluntaria en el café de la parroquia: “Castillos Interiores”; éste fue escrito por una mujer española de la que nunca había escuchado hablar: la monja carmelita, santa Teresa de Ávila; como mi familia es de ascendencia española, la elegí como mi santa patrona, aunque no sabía mucho sobre ella.

Finalmente, durante la misa de la Vigilia Pascual el 15 de abril de 2017, fui bautizada y confirmada en la Iglesia católica; me emocionaba también el poder recibir el santísimo sacramento de la Eucaristía en lugar de recibir la bendición que hace el sacerdote cuando todavía no podía comulgar; y el Domingo de Pascua estaba muy puntual para cantar con el coro en la misa principal. Al tiempo me uní a la legión de María, empecé a rezar el rosario y a elaborarlos; también comencé a hacer trabajo misionero en la ciudad para atraer a misa a los católicos alejados y a rezar el rosario con las personas en sus casas.

Santa Teresa siguió siendo una influencia y guía en mi vida, enseñándome a amar a Jesús cada vez más; pero no tenía idea de quiénes eran los carmelitas hasta que me uní a una de sus parroquias en una peregrinación al santuario de santo Simón Stock en “Aylesford Priory”, uno de los hogares de los frailes carmelitas.

Un cambio radical

Años más tarde, me toparía con otro español: San Josemaría Escrivá, que también tenía un gran amor por santa Teresa de Ávila y los carmelitas; fue el fundador del Opus Dei, una prelatura dentro de la Iglesia católica a la que me uní como cooperadora, con la misión de rezar por sus miembros y sacerdotes. Sentí que Dios me llamaba a un compromiso más profundo, pero no sabía si eso era con el Opus Dei, o en la vida religiosa como monja; un amigo sacerdote me dijo que tenía que decidirme y elegir qué camino tomar, que no podía quedarme suspendida en la incertidumbre para siempre. Él tenía razón, así que comencé a orar y ayunar tratando de escuchar la llamada de Dios; mi vida había pasado por muchos cambios en un período de tiempo muy corto y ahí experimenté una “noche oscura” del alma.

Mi cruz se sentía muy pesada, pero sabía que si seguía perseverando en mi fe, todo estaría bien; tuve que dejar de lado la necesidad de tener el control total, permitir que Dios liderara el camino y dejé de luchar contra su voluntad. Había estado tan envuelta en mi propio ego y mis deseos, que no podía escucharlo; al hacerme consiente de esto decidí soltar el control, vivir cada día como un regalo de Dios y dejar que Él liderara el camino; adopté la filosofía de que Dios nos coloca donde estamos en la vida porque ahí es donde Él nos necesita en ese momento específico; me hice un instrumento para su divina voluntad. Cuando me abandoné a Dios, Él me mostró que todo había sucedido porque Él me estaba llamando desde el principio.

Conduce mi vida, amable luz

Seguí recibiendo regalos de los santos que me llevaban al Carmelo; un día, me llamó la atención que una rosa de color brillante crecía desde el cemento, después descubrí que era el cumpleaños de santa Teresa de Lisieux quien dijo que enviaría rosas a las personas como señal del cielo. Ese mismo día, estaba en una tienda de incienso secular cuando me encontré con una caja de bonitas varitas de incienso con aroma a rosas con una imagen de santa Teresa de Lisieux en la caja; estos pequeños signos ayudaron a plantar semillas de vocación y semillas de fe en mi vida.

Mientras escribo esto, estoy a punto de celebrar mi 6º aniversario como católica y preparándome para entrar en el jardín sagrado de Nuestra Señora del Monte Carmelo, aceptando esta vocación de ser monja de clausura, si Dios quiere que así sea, pasaré mi vida rezando por la Iglesia, por el mundo y por los sacerdotes. Ha sido un largo viaje, y he conocido a muchas personas maravillosas por el camino.

Santa Teresa de Lisieux se refirió al Carmelo como su desierto, donde nuestro Señor pasó cuarenta días en contemplación y oración; pero para mí es el jardín de Getsemaní donde nuestro Señor se sentó entre los olivos en agonía. Me uno a Él en su agonía con amor desenfrenado, y camino con Él por la vía dolorosa; juntos sufrimos por las almas y ofrecemos al mundo nuestro amor.

'

By: Holly Rodriguez

More
May 27, 2023
Encuentro May 27, 2023

A pesar de crecer en la creencia bautista, el alcohol, las drogas y la vida universitaria llevaron a John dentro de un torbellino; ¿será qué Dios lo abandonó? Sigue leyendo para averiguarlo.

Nací y crecí en una familia bautista en el centro de Memphis, en los Estados Unidos; nunca tuve muchos amigos en la escuela, pero si muchos en la Iglesia; ahí es donde estaba mi comunidad. Pasé muchos días con estos chicos, evangelizando y disfrutando de todas las cosas que hacíamos como jóvenes bautistas; me encantó ese período de mi vida, pero cuando cumplí 18 años, mi grupo de amistad se dispersó. Todavía no estaba seguro de lo que quería hacer con mi vida, mientras que la mayoría de ellos se fueron a la universidad. Por primera vez en mi vida me sentí sin una comunidad; en este tiempo también estaba en el punto de mi vida en el que tenía que decidir qué hacer, así que me inscribí en la Universidad de Memphis, una universidad local, y me uní a una fraternidad. Fue entonces cuando comencé a involucrarme en la bebida, las drogas y el ir tras de mujeres; desafortunadamente, llené este vacío con todas esas actividades que se ven en muchas películas. Una noche tomé una mala decisión, una de las peores decisiones de mi vida: consumí cocaína; este acto me atormentó durante los siguientes 17 años de mi vida.

Cuando conocí a Ángela, mi futura esposa, la escuché decir que el hombre con el que algún día se casaría tenía que ser católico; yo quería ser su hombre, y aunque no había ido a la Iglesia por más de 10 años, quería casarme con esta maravillosa mujer. Antes de casarnos, pasé por el programa de catecismo que ofrecen las parroquias en mi país y me convertí en católico; aunque la verdad, la Iglesia católica nunca echó raíces profundas en mí porque solo entraba en ella por puro trámite.

Cuando me convertí en un vendedor exitoso tuve muchas responsabilidades, y con ello vino el estrés; mis ingresos dependían totalmente de las comisiones que ganaba sobre las ventas y tenía clientes muy exigentes. Si un compañero de trabajo cometía un error o causaba un problema, podía perder nuestros ingresos; para aliviar la presión, comencé a consumir drogas por las noches y logré hacerlo en secreto, a espaldas de mi esposa, ella no tenía idea de lo que yo estaba haciendo.

Poco después del nacimiento de Jacob, nuestro primer bebé, a mi madre le diagnosticaron cáncer; tenía solo dos semanas o un par de meses de vida y eso realmente me llevó al límite; recuerdo haberle preguntado a Dios: «¿Cómo puedes dejar que un drogadicto mentiroso como yo viva, pero dejar que alguien como ella, que te ha amado sin falta toda su vida, muera? Si ese es el tipo de Dios que eres, ¡entonces no quiero tener nada que ver contigo!» Ese día, recuerdo mirar al cielo y decir: «¡Te odio y nunca te adoraré de nuevo!» Ese fue el día en que me alejé completamente de Dios.

El punto de inflexión

Tenía algunos clientes con los que era muy difícil tratar; incluso por la noche no había tregua con los mensajes de texto que amenazaban con quitarme sus negocios; todo el estrés me abrumaba, y me lanzaba a las drogas más y más cada vez. Una noche, alrededor de las dos de la mañana, de repente me desperté y me senté en la cama, sentí como si mi corazón fuera a explotar en mi pecho, pensé: “¡Voy a tener un ataque al corazón y morir!” quería clamar a Dios, pero mi naturaleza orgullosa, egoísta y obstinada no se rendiría.

Ese día no morí, pero decidí tirar las drogas y verter el alcohol; al día siguiente por la mañana pude contenerme para no recaer, pero ya para la tarde estaba consumiendo cocaína de nuevo. Volví al mismo círculo vicioso de antes, cuando los clientes enviaban sus acostumbrados mensajes de texto amenazadores, drogándome para conciliar el sueño y despertándome a medianoche.

Un día, mi deseo por drogarme era tan grande que me detuve a comprar cocaína de camino a recoger a mi hijo Jacob, a casa de mi suegro; mientras me alejaba de la casa del traficante de drogas, escuché una sirena de policía, los agentes antidrogas estaban justo detrás de mí. Todavía sentado en la estación de policía siendo interrogado y con mi pierna encadenada a un banco, pensaba que podía salir de esto; como el súper vendedor que era, creía que mi labia me podía sacar de esta situación: ¡Pero no esta vez! Terminé en la cárcel en el centro de Memphis. A la mañana siguiente, pensé que todo había sido una pesadilla, hasta que me golpeé en la cabeza contra la litera de acero en mi celda.

Aguas peligrosas

Cuando me di cuenta de que estaba en la cárcel y no en mi casa, entré en pánico: “Esto no puede estar sucediendo … Todo el mundo se va a enterar… Voy a perder mi trabajo… Mi esposa… mis hijos… todo en mi vida …» Muy lentamente, comencé a mirar hacia atrás en mi vida y pensar en cómo comenzó todo esto; fue entonces cuando me di cuenta de cuánto había perdido cuando me alejé de Jesucristo; mis ojos se llenaron de lágrimas y pasé esa tarde en oración. Más tarde me daría cuenta de que este no era un día cualquiera, era jueves santo, tres días antes de pascua, día en que Jesús reprendió a sus apóstoles cuando no pudieron velar una sola hora con Él mientras oraba en el jardín de Getsemaní. Mientras hablaba con Él en oración, recibí una profunda sensación de certeza de que Jesús nunca me había dejado, incluso cuando yo me había alejado de Él, siempre había estado conmigo, hasta en mis momentos más oscuros.

Cuando mi esposa y mi suegra vinieron a visitarme, me llené de ansiedad; esperaba que mi esposa dijera: «¡He terminado contigo, te dejo y me llevo a los niños!» Se sentía como una escena de “La ley y el orden” donde el prisionero habla por teléfono con su visitante al otro lado del cristal; tan pronto como las vi, rompí a llorar y sollocé: «¡Lo siento, lo siento!» Cuando ella habló, apenas podía creer lo que oía: «John, detente, no me voy a divorciar de ti, aunque esta decisión no tiene nada que ver contigo, sino con los votos que hice en la Iglesia», pronunció. Sin embargo, ella me dijo que aún no podía volver a casa, a pesar de que me estaba rescatando. Cuando salí se suponía que mi hermana debía recogerme esa noche de la cárcel para llevarme a la granja de mi padre en Mississippi; era viernes santo cuando salí de la cárcel, cuando levanté la vista no era mi hermana esperándome, sino mi padre. Estaba nervioso de verlo, pero terminamos teniendo la conversación más real de nuestras vidas en esa hora y media de viaje en automóvil hasta la granja.

Un encuentro casual

Sabía que tenía que hacer algo para cambiar mi vida y quería comenzar con la misa del domingo de pascua, pero cuando llegué a la iglesia para la misa de 11, no había nadie allí; comencé a golpear el volante con los puños con decepción y enojo; por primera vez en 10 años, quería ir a misa y no había nadie allí. ¿Le importaba a Dios en lo absoluto? Al momento siguiente, una hermana se detuvo y me preguntó si quería ir a misa, luego me redirigió a la siguiente ciudad donde encontré la iglesia llena de familias; esto se sintió como otro golpe aplastante porque no estaba con mi propia familia.

En lo único que podía pensar era en mi esposa y en cómo anhelaba ser digno de ella. Reconocí al sacerdote; la última vez que lo vi, muchos años atrás, estaba acompañado por mi esposa. Cuando terminó la misa, me quedé en la banca pidiéndole a Dios que me sanara y me reuniera con mi familia; cuando finalmente me levanté para irme, sentí una mano sobre mi hombro que me sorprendió, ya que no conocía a nadie allí; cuando me di la vuelta, vi que era el sacerdote quien me saludó calurosamente: «Hola, John». Me sorprendió que recordara mi nombre porque habían pasado al menos cinco años desde nuestra última reunión, y eso había durado unos 2 segundos; me tomó de la mano y me dijo: «No sé por qué estás aquí solo o dónde está tu familia, pero Dios quiere que te diga que todo va a estar bien»; me quedé atónito ¿cómo podría saberlo?

Decidí cambiar mi vida e ir a rehabilitación; mi esposa vino conmigo cuando fui admitido y regresó para traerme a casa después de 30 días de atención ambulatoria. Cuando mis hijos me vieron entrar por la puerta, lloraron y me abrazaron; saltaron sobre mí y jugamos hasta que llegó la hora de acostarnos. Mientras estaba acostado en mi cama, me sentí sobrecogido con un sentimiento de gratitud por estar allí, cómodo en mi casa con aire acondicionado y un televisor que podía ver cuando quisiera, comer comida que no fuera basura de la prisión y acostado en mi propia cama otra vez.

Sonreí como si fuera el rey del castillo hasta que miré el lado donde dormía Ángela vacío en la cama; pensé: «Necesito darle un giro a mi vida; dejar de consumir drogas y beber alcohol no es suficiente». Abrí mi mesita de noche buscando una Biblia y encontré un libro que el padre Larry Richards me había dado en una conferencia; solo había leído 3 o 4 páginas en ese entonces, pero cuando lo tomé esa noche, no pude dejarlo hasta que lo leí de principio a fin. Me quedé despierto toda la noche y todavía estaba leyendo cuando mi esposa se despertó a las 6 am; el libro aceleró mi comprensión de lo que significaba ser un buen esposo y padre. Le prometí sinceramente a mi esposa que iba a ser el hombre que se merecía, ese libro me puso en camino de comenzar a leer las Escrituras nuevamente; me di cuenta de lo mucho que había dejado atrás en mi vida y quería recuperar el tiempo perdido. Comencé a llevar a mi familia a misa y oraba durante horas y horas cada noche; en el primer año, leí más de 70 libros católicos. Poco a poco, empecé a cambiar.

Mi esposa me dio la oportunidad de convertirme en el hombre que Dios me había llamado a ser. Ahora, estoy tratando de ayudar a otras personas a hacer lo mismo a través de mi podcast ‘Solo un tipo en la banca’.

El jueves santo, Jesús se preparó para morir, y yo elegí morir a mi antiguo yo; el domingo de pascua, sentí que yo también había resucitado con Él. Sabemos que satanás puede estar tranquilo cuando estamos en un camino lejos de Jesús; es cuando comenzamos a acercarnos más y más a Cristo que comienza a hacernos frente con más fuerza; cuando sus mentiras comienzan a rodearnos, entonces sabemos que estamos haciendo las cosas bien. Nunca te rindas, sigue perseverando en el amor de Dios durante toda tu vida: No te arrepentirás.

'

By: John Edwards

More
Abr 12, 2023
Encuentro Abr 12, 2023

Marino Restrepo trabajó como actor, productor, músico y compositor en la industria del entretenimiento durante unos 20 años. Pero una fatídica Nochebuena, fue secuestrado y llevado al desierto colombiano donde luchó por sobrevivir durante seis meses … ¡Sólo un milagro podría salvarle la vida!

¿Puede darnos un ligero resumen de su infancia habiendo crecido en un pequeño pueblo cafetalero en la Cordillera de los Andes?

Crecí en Colombia en una gran familia católica; el sexto de diez hijos. Como solo había católicos en mi ciudad, no conocía ninguna otra fe o religión. La fe católica fue una parte importante de nuestras vidas. Estábamos activos en las obras pastorales de la Iglesia todos los días, pero para mí era más una religión que una espiritualidad. A la edad de 14 años, cuando nos mudamos a Bogotá, la capital de Colombia, comencé a alejarme de la Iglesia. No tenía idea de lo que estaba pasando en el mundo, así que me sentí atraído por todas las cosas nuevas que vi. Los hippies, el rock and roll y toda la promiscuidad me cautivaron y sedujeron. Muy pronto me alejé de la fe por completo y no volví a la Iglesia.

¿Qué tenían las religiones orientales y la espiritualidad que realmente te atrajo y te ató?

Todas las religiones orientales me fascinaron, especialmente el hinduismo a través del yoga. Comencé a leer libros como Mahabharata y Bhagwat Gita. Al principio fue solo la belleza de la literatura y las filosofías lo que me atraía, pero luego entré en las prácticas de rituales. Comencé a seguir a gurús cuyas enseñanzas me alejaron más de la fe católica. Para entonces había dejado de creer que Jesús era Dios, en cambio, comencé a pensar en Él como otro profeta.

¿Puedes contarnos tus experiencias en Hollywood?

Poco después de mudarme a Los Ángeles, me conecté con algunas personas muy importantes que me ofrecieron muchas oportunidades profesionales. Sony Music me contrató como artista exclusivo en 1985. Lanzaron varios de mis discos y recorrí el mundo, disfrutando de una carrera musical muy exitosa. Cuando no estaba de gira o grabando, estaba en Hollywood, actuando, escribiendo guiones y produciendo películas. Dado que California era el centro mundial del movimiento de la Nueva Era, me sumergí aún más en su magia y misterio.

En la víspera de Navidad de 1997, su vida dio un giro muy drástico. ¿Qué pasó esa noche?

Estaba de vuelta en casa en Colombia para navidad con mi familia. Mientras conducía por la puerta de la plantación de café de mi tío, cerca de mi ciudad natal; seis tipos salieron del bosque con ametralladoras, saltaron a mi Land Cruiser y me obligaron a ir con ellos. Un poco más adelante, abandonaron mi coche y me obligaron a salir con ellos a pie. Subiendo colinas y a través de la selva, nos arrastramos, hora tras hora, luego otro viaje en automóvil y después caminamos otro tanto, hasta que finalmente llegamos a una pequeña cueva. Me sentí aliviado de finalmente dejar de caminar, pero mi situación empeoró rápidamente. Me empujaron a la cueva, me ataron las manos y me pusieron una capucha en la cabeza. Fue horrible. La cueva estaba llena de murciélagos e insectos que me mordían por todas partes, y era imposible escapar.

Mis captores me vendieron a guerrilleros rebeldes que exigieron un enorme rescate y amenazaron con matar a mis hermanas si no se pagaba. Me dijeron que ya estaba condenado a muerte porque había visto sus caras y vería muchas más en el largo proceso de conseguir el dinero. Tan pronto como pagaran el rescate, me ejecutarían para evitar que los atraparan si me liberaran. Me sentí destruido como ser humano. No había esperanza de salir con vida. Mi familia estaba en grave peligro y me robarían todo el dinero que había ganado.

¿Cuáles eran tus pensamientos cuando estabas en cautiverio? ¿Eran de desesperación y fatalidad o alguna vez elevaste tus pensamientos a Dios en esos momentos de oscuridad?

En los primeros 15 días de cautiverio, nunca pensé en elevar mis pensamientos hacia Dios. En cambio, traté de usar todos los poderes mentales y técnicas de la Nueva Era que había aprendido. Nada de eso me ayudó. Pero un día, Dios se acercó a mí en una experiencia mística que cambió mi vida para siempre.

Aunque estaba despierto y consciente, vi una visión. A lo lejos vi el pico de una montaña coronado por una increíble ciudad de luz. Mi alma anhelaba estar en esa ciudad, pero no había forma de llegar allí y me preocupaba. De repente, escuché el sonido de un caudal de agua cayendo la cual se convirtió en muchas voces, luego se redujo a una sola voz que venía de todas partes, incluso dentro de mí. Aunque me había alejado de Dios durante tantos años, supe al instante que era la voz de Dios, iluminando mi conciencia y revelando el estado de mi alma.

Mi vida parecía brillar ante mí y sentí el dolor causado por cada pecado que había cometido, especialmente los que nunca había confesado porque había dejado la Iglesia. No podía manejar todo el amor que el Señor estaba derramando sobre mí porque me sentía muy indigno, pero Él no me dejó hundirme en mi miseria. Me sostuvo cerca, me explicó toda la historia de la salvación y reveló la belleza de su plan sacramental. Necesitaba sanación y el alimento espiritual que Él nos ofrece libremente en los sacramentos. Cuando dejé de confesarme, me volví insensible al daño que mi pecado me estaba causando a mí mismo y a los demás, y me desvié más y más hacia pecados cada vez más atroces. Él ofreció su vida en reparación por todos nuestros pecados, para que pudiéramos ser sanados y renovados, cuando vamos a misa y lo recibimos en la Eucaristía, no solo recibimos esa curación, sino que nosotros mismos nos convertimos en instrumentos de reparación, intercediendo en oración por las almas que necesitan de su gracia.

Cuando terminó la visión, cambié por completo. Ya no tenía miedo de que me mataran, pero tenía miedo de la condenación eterna. Entonces, oré ardientemente para tener la oportunidad de confesarme nuevamente. Al día siguiente me sacaron de la cueva, pero aun así pasé otros cinco meses y medio en cautiverio. En esos meses, mi relación con Dios se hizo más estrecha cada día. Finalmente, el milagro sucedió. De repente fui liberado una noche, abandonado en una carretera sin explicación. Sentí el poder de Dios protegiéndome y supe que Él tenía un plan para el resto de mi vida, comenzando con esa confesión que había estado anhelando.

¿Cómo cambió tu vida después de este milagroso escape?

Tan pronto como pude, fui a confesarme en un monasterio franciscano. Como pueden imaginar, fue la confesión más larga de mi vida. Cuando el sacerdote levantó su mano para absolverme de mis pecados, escuché ruidos extraordinarios que provenían como del suelo; sabía que eran demonios que estaban muy molestos porque me estaban liberando de sus garras. Tan pronto como terminó la oración de absolución, hubo silencio total y paz.

Me enamoré tanto de la Iglesia Católica que me alimentaba diariamente con la presencia salvífica de Cristo en la Eucaristía. Las lecturas diarias de la misa confirmaron mis experiencias místicas y estaba sediento de más, absorbiendo el catecismo, las vidas de los santos y más.

Regresé a California, pero después de dos años, sentí que Dios me estaba llamando de regreso a Colombia, a pesar de mi aterradora experiencia. Llegué al comienzo de la Semana Santa, pero había tanta gente allí para la misa del domingo de ramos que no pude entrar a la iglesia. Mientras estaba afuera, obteniendo breves luces de las acciones de la misa, Jesús vino a mí y tuve otra experiencia mística con Él. Era como si su corazón hablara a mi corazón, sin palabras, pero yo entendía todo. Me dijo que la misión para la que había nacido apenas comenzaba, me llevaría por todo el mundo: cada lugar que visitaría ya estaba elegido y cada persona que escucharía mi historia ya había sido elegida por nombre.

Dejé mi carrera artística y me convertí en misionero católico laico, fundando los «Peregrinos del Amor» (nombre revelado por el Señor) con la arquidiócesis de Bogotá. Durante los últimos 23 años, he visitado más de 121 países en todos los continentes, no para promocionarme, ni para mi propia gloria como lo hice en mis días como músico, sino para proclamar las grandes obras que el Señor ha hecho en mi vida.

Estando involucrado en la espiritualidad de la Nueva Era en el pasado, ¿cuál sería su consejo para aquellos que la practican hoy?

Estuve muy involucrado en las prácticas de la Nueva Era durante 33 años, comenzando a los 14 años cuando me convertí en hippie. Aconsejaría a todos que eviten todas las prácticas de la Nueva Era porque hay un espíritu de maldad que los rodea. Son muy seductoras porque parecen ser positivas, curativas y poderosas, pero eso es engañoso. Como dice San Pablo, Satanás se viste como un ángel de luz, aunque parece ser bueno, realmente daña tu alma. Así que, no recomiendo ninguna práctica de la Nueva Era, porque son ventanas que se abren en la oscuridad, permitiendo que los espíritus malignos accedan a nuestras almas para arruinar nuestras vidas.

¿Podría compartir 3 consejos para fomentar la perseverancia y un amor cada vez más profundo hacia Dios?

La oración diaria alimenta mi perseverancia en el amor a Dios. He cultivado el hábito de rezar el rosario diariamente. Mi primer consejo es hacer tiempo, incluso en los días más ocupados para el rezo del rosario. Mi segundo consejo es ir a misa y confesarse con frecuencia, los sacramentos nos fortalecen para luchar contra las tentaciones. Mi tercer consejo es asegurarnos de que estamos predicando con el ejemplo. Para convertirnos en un verdadero cristiano con un buen corazón y buenas intenciones, tenemos que convertir todo en bueno: buenos pensamientos, buenas intenciones, buenos sentimientos y buenas ideas. Todo lo que hagamos debe reafirmar la bondad de Dios, incluso la forma en que caminamos, hablamos o miramos a las personas. Todos deberían notar que hay algo radicalmente diferente en nuestras vidas.

'

By: Marino Restrepo

More
Abr 12, 2023
Encuentro Abr 12, 2023

Nada lo hace sentirse tan orgulloso que el ser llamado el «niño de mamá». Rob O’ Hara nos narra su hermosa historia de vida viviendo cerca de la Madre de Dios.

¿Dónde empezó todo?

Hace muchos años, cuando era niño, crecí en Dublín como hijo único con padres fantásticos. Les encantaba rezar el rosario todos los días sin dudarlo. El lema del Padre Patrick Payton, «La Familia que ora unida, permanece unida» fue el lema de mi vida hogareña.

Recuerdo haber conocido a Nuestra Señora cuando era un niño pequeño. Mamá y papá invitaron a muchas personas a rezar el rosario en el mes de mayo, el mes de María. Esto al principio no significó mucho para mí, pero de repente, mientras me sentaba entre la multitud de personas rezando el rosario, sentí un fuerte deseo de orar. El aroma de las rosas llenó el aire y sentí la presencia de Nuestra Señora. Cuando terminó el rosario, sentí la necesidad de seguir orando e insté a la gente a quedarse por más tiempo, -recemos otro rosario, Nuestra Señora está aquí- dije. Entonces, rezamos otro rosario, pero eso no parecía ser suficiente. La gente comenzó a irse, pero yo me quedé allí y recé otros 10-15 rosarios en compañía de Nuestra Señora. No la vi, pero sabía que estaba allí.

Cuando tenía cuatro o cinco años, experimenté la gracia y el auxilio de Nuestra Señora por primera vez, de una manera tangible. En los años 80, el desempleo era alto; mi padre había perdido su trabajo y como tenía más de cuarenta años no le era fácil conseguir otro. Escuché esta historia muchas veces mientras crecía, así que los detalles están claros en mi mente. Mis padres se volvieron a Nuestra Señora con confianza. Comenzaron a rezar una novena del rosario y al final de la novena, mi papá consiguió el trabajo que quería.

Vacío persistente

Cuando llegué a la adolescencia, comencé a notar que la fe, la oración e incluso hablar de Nuestra Señora no era «genial». Así que dejé de rezar el rosario y encontré excusas para no estar allí cuando mis padres lo rezaban. Es triste decirlo, caí en el mundo secular y ahí me estacioné. Me olvidé de la paz, la alegría y la satisfacción que había encontrado en la oración cuando era niño y en mi adolescencia. Me volqué a los deportes, a socializar y, finalmente, a mi carrera. Era exitoso y popular, pero siempre tuve un vacío dentro de mí. Anhelaba algo, pero no sabía qué era. Llegaba a casa para ver a mi mamá y a mi papá rezando el rosario y me reía para mí mismo y pasaba de largo.

Cuando este vacío persistente continuó arruinando mi vida, me pregunté por qué este vacío no me dejaba, sin importar lo que hiciera. Aunque tenía un buen trabajo, estaba siendo intimidado tanto que estaba cayendo en depresión. Un día, después de otro día terrible, llegué a casa para ver a mis padres de rodillas, rezando el rosario como de costumbre, se volvieron hacia mí con deleite y me pidieron que me uniera a ellos en oración. No podía pensar en una excusa, así que dije: «Está bien», recogí las cuentas del rosario que una vez fueron tan familiares para mi tacto e incliné la cabeza en oración.

Bajo el manto de María

Fui a misa donde algunos viejos amigos me notaron sentado en la parte trasera de la iglesia, así que me invitaron a unirme a ellos en una reunión de oración. Cuando fui, me sorprendió encontrar a otros jóvenes rezando el rosario. Cuando me arrodillé para orar, todos estos recuerdos encantadores de mi infancia, de mí rezando esta hermosa oración, pasaron por mi mente. Desde que había roto esa relación con mi «Madre» no había hablado con ella durante mucho tiempo. Comencé a verter mi corazón a Nuestra Señora, rezando regularmente el rosario de camino al trabajo.

De vuelta en el abrazo maternal de la Madre María, todas las áreas oscuras de mi vida y la pesadez comenzaron a alejarse y comencé a pasar un buen rato en el trabajo. Cuando me di cuenta de cuánto me amaba Nuestra Señora, comencé a verter más y más mi corazón hacia ella. Me sentí envuelto en su manto azul rodeado de paz y calma.

La gente comenzó a notar lo feliz que estaba y me preguntó qué había cambiado. «Oh, estoy rezando el rosario otra vez», les decía. Estoy seguro de que mis amigos pensaron que esto era un poco extraño para un joven de unos 20 años, pero podían ver lo feliz que estaba. Cuanto más oraba, más me enamoraba de Jesús en el Santísimo Sacramento y la eucaristía. Mi relación con Jesús creció y me volví más y más a Él, comencé a involucrarme en movimientos juveniles católicos en Irlanda como Puros de Corazón Juventud 2000. Devoré libros como «Consagración total a Jesús por María» y «Verdadera devoción a María» de San Luis de Montfort. Su lema Totus Tuus, que el Santo Papa Juan Pablo II había adoptado, me impactó profundamente. También le dije a Nuestra Señora: «Me entrego totalmente a ti». Mi fe creció a medida que era alimentada por estas grandes organizaciones, y sentí una superabundancia de alegría. Pensé: «¡Esto es el cielo, esto es genial!»

Encontrar «la indicada»

Sabía en mi corazón que tenía la vocación de casarme, pero en ese momento simplemente no encontraba a la dama adecuada. Así que acudí a Nuestra Señora y le pedí: «Ayúdame a encontrar la esposa perfecta para mí, para que podamos orar para ti y amar a tu hijo juntos más profundamente». Oré esta oración todos los días y comencé a agradecer a Jesús y María por mi futura esposa y por los hijos con los que esperaba que fuéramos bendecidos. Tres meses después, conocí a mi futura esposa, Bernie. En la primera cita le dije: «Vayamos a la iglesia y recemos el rosario a Nuestra Señora».

Bernie podría haber dicho que no, pero ella dijo: «Sí, hagamos eso» y nos arrodillamos ante la estatua de Nuestra Señora y rezamos el rosario juntos. ¡Esa fue la mejor primera cita que he tenido y la última primera cita que he tenido! A lo largo de nuestro noviazgo rezamos el Rosario todos los días a Nuestra Señora y a San José para ayudarnos a prepararnos para el sacramento y para que estuviera con nosotros en nuestro matrimonio. Nos casamos en Roma y fue el mejor día de nuestras vidas. Poco después, Bernie concibió. Cuando nació nuestra niña, Lucía, la consagramos a Nuestra Señora el día de su Bautismo.

Días tormentosos

En los primeros años de nuestro matrimonio, dejé mi trabajo en el mundo de la banca corporativa. No era el lugar para mí por muchas razones. Mientras estaba desempleado, tratando de pagar el alquiler y criar a una niña pequeña, rezamos el rosario para que llegara el trabajo correcto. Eventualmente, nuestras oraciones fueron respondidas con un trabajo maravilloso para una organización de caridad llamada Vida Humana Internacional. ¡Gloria a Dios y gracias a Nuestra Señora!

Estábamos aún más encantados cuando Bernie concibió gemelos, sin embargo, dieciséis semanas después del embarazo, Bernie tenía mucho dolor así que corrimos al hospital. Los escaneos revelaron que los gemelos no sobrevivirían, pero en lugar de desesperarnos, nos volvimos a Nuestra Señora. Ella estaba con nosotros, animándonos a encomendarnos a ella. Oramos para que ella intercediera por una curación milagrosa. La semana que pasamos en el hospital, estábamos alegres, bromeando y riendo, estábamos tan llenos de esperanza que nunca sentimos desesperación.

El personal del hospital se sorprendió de que esta joven pareja que pasaba por un momento tan difícil de alguna manera mantuviera su alegría y esperanza. Me arrodillaba en la cama y rezábamos el rosario, rogando a Nuestra Señora que estuviera con nosotros. Confiamos a los gemelos al cuidado de Jesús y María, pero el día 6 tuvimos un aborto y confiamos a nuestros hijos a su amoroso cuidado. Fue un día difícil, tuvimos que sostenerlos y enterrarlos. Pero Nuestra Señora estaba con nosotros en nuestro dolor. Cuando me sentí débil, como si me estuviera desmoronando en el suelo, Nuestra Señora me sostuvo. Cuando vi llorar a mi esposa y supe que tenía que mantenerme fuerte, fue Nuestra Señora quien me ayudó.

Señal de gracia

Mientras todavía estábamos afligidos, fuimos en peregrinación a Medjugorje. El primer día, inesperadamente descubrimos que el celebrante de la misa era nuestro muy buen amigo, el Padre Rory. Aunque no sabía que estábamos allí, su homilía parecía estar dirigida a nosotros. Describió cómo una celebridad enfrentó la perdida trágica de un joven amigo, recurriendo a su rosario. El rosario lo llevó a través de ese lugar oscuro. Para nosotros, eso fue una confirmación, un mensaje de Jesús y María; podríamos superar este momento difícil volviéndonos a ellos y rezando el rosario.

Dos años más tarde, fuimos bendecidos con otra niña encantadora, Gemma. Después, mi padre enfermó, y mientras estaba en su lecho de muerte, mi esposa me animó a preguntarle quién era su santo favorito. Cuando le pregunté, una hermosa sonrisa iluminó su rostro mientras respondía con ternura: «María… porque ella es mi madre». Nunca olvidaré eso. Estaba muy cerca del final de su vida, su cara irradiaba una gran alegría al saber lo que lo esperaba.

'

By: Shalom Tidings

More
Ene 25, 2023
Encuentro Ene 25, 2023

La pregunta del por qué

El físico Christian Simon de 33 años, fue un ateo por largo tiempo; así que esperaba que todas las respuestas a las preguntas apremiantes de la vida vinieran de la ciencia, hasta que se encontró con sus límites.

Crecí católico, recibí todos los sacramentos como es costumbre y también fui muy devoto cuando era niño. Desafortunadamente, con el tiempo desarrollé una terrible y falsa imagen de Dios: Dios como un juez severo que arroja a los pecadores al infierno; además, muy distante y sin un verdadero interés en mí. Dudaba mucho que para Dios fuera importante mi bienestar.  En mi juventud, incluso me convencí cada vez más, que Dios tenía algo en contra mía. Imaginé que él actuaba haciendo siempre exactamente lo contrario a lo que yo pedía. En algún punto nuestra relación terminó para mí. No quería saber nada más acerca de Dios.

Religión: Cosa de raritos

A los 18 años, estaba convencido de que Dios no existía. Para mí, solo contaba lo que podía experimentar con mis sentidos o lo que podía medirse por las ciencias naturales. La religión, parecía ser solo algo para bichos raros que tenían demasiada imaginación o simplemente estaban totalmente adoctrinados y nunca habían cuestionado su fe. Estaba convencido de que, si todos fueran tan inteligentes como yo, nadie creería en Dios.

Después de trabajar varios años por mi cuenta, comencé a estudiar física a los 26 años. Estaba muy interesado en cómo funciona el mundo y esperaba encontrar mis respuestas en la física. ¿Quién podría culparme? La física puede parecer muy misteriosa con sus matemáticas increíblemente sofisticadas que muy pocas personas en el mundo pueden entender. Es fácil tener la idea de que, si pudieras descifrar estos formularios y símbolos codificados, se abrirían horizontes inimaginables de conocimiento, y que literalmente cualquier cosa sería posible.

Después de estudiar todo tipo de subcampos de la física e incluso de familiarizarme con la física fundamental más actualizada, me senté a trabajar en mi tesis de maestría sobre un tema teórico abstracto; uno que no me convencía de que alguna vez fuera a tener relación con el mundo real.  Finalmente me estaba dando cuenta de los límites de la física: el objetivo más alto que la física podría alcanzar sería una completa descripción matemática de la naturaleza. Y eso es de por sí un pensamiento muy optimista. En el mejor de los casos, la física puede describir cómo funciona algo, pero nunca por qué funciona exactamente en la forma que lo hace y no de manera diferente. Pero esta pregunta sobre el por qué me atormentaba en ese momento.

La Probabilidad de Dios

Por razones que no puedo explicar satisfactoriamente, en otoño de 2019 me envolvió la enorme duda sobre la existencia de Dios. Esta era una duda que me había asaltado de vez en cuando, pero esta vez no me dejaba ir. Exigía una respuesta, y no me detendría hasta encontrarla. No hubo una experiencia clave o golpe del destino que me hubiera llevado a ella. Incluso el coronavirus no era un problema para mí en ese momento. Durante medio año, todos los días devoré todo lo que pude encontrar sobre el tema de «Dios». Durante ese tiempo prácticamente no hice nada más; tanto así me cautivó la pregunta. Quería saber si Dios existía y qué tenían que decir las diversas religiones y cosmovisiones al respecto. Al hacerlo, mi enfoque fue muy científico. Pensé que una vez que hubiera recopilado todos los argumentos y pistas, eventualmente podría determinar la probabilidad sobre la existencia de Dios; si fuera mayor al 50 por ciento, entonces creería en Dios, de lo contrario no. Bastante simple, ¿no es así? ¡La verdad es que no!

Durante este intenso período de investigación, aprendí una cantidad increíble. Primero, me di cuenta de que no alcanzaría mi meta solamente con razonamientos. Segundo, había pensado hasta el final las consecuencias de una realidad sin Dios. Inevitablemente llegué a la conclusión de que en última instancia, en un mundo sin Dios, nada tendría sentido. Ciertamente, uno podría dar sentido incluso a su propia vida; pero ¿qué sería eso sino una ilusión, una presunción, una mentira? Desde un punto de vista puramente científico, sabemos que en algún momento se apagarán todas las luces en el universo. Si no existe nada más allá de eso, ¿qué diferencia hacen mis pequeñas y grandes decisiones?; de hecho, ¿cualquier cosa?

Ante esta triste perspectiva de un mundo sin Dios, en la primavera del 2020 decidí darle una segunda oportunidad. ¿Qué mal podría causar simplemente fingir que creía en Dios por un tiempo y probar haciendo todo lo que hacen las personas que creen en Dios? Así que traté de orar, asistí a los servicios de la iglesia y solo quería saber cómo repercutiría eso en mí. Por supuesto, mi apertura básica a la existencia de Dios no me había convertido aún en un cristiano; después de todo, había otras religiones. Pero mi investigación me había convencido rápidamente de que la resurrección de Jesús era un hecho histórico. Para mí, la autoridad de la Iglesia, así como de las Sagradas Escrituras, se derivan de eso.

Prueba de Dios

Entonces, ¿cómo resultó mi experimento de «fe»? El Espíritu Santo despertó mi conciencia de sus años de hibernación. Me dejó muy claro que necesitaba cambiar radicalmente mi vida y me recibió con los brazos abiertos. Básicamente, mi historia está en la parábola bíblica del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32). Recibí el sacramento de la reconciliación por primera vez con todas mis fuerzas. Hasta el día de hoy, después de cada confesión, me siento como si hubiera renacido. Siento esto por todo mi cuerpo: el alivio, el amor desbordante de Dios que lava todo nubarrón del alma. Esta experiencia por sí sola es una prueba de Dios para mí, ya que supera con creces cualquier intento de explicación científica.

Además, Dios me ha regalado una plétora de grandes encuentros en los últimos dos años. Justo al principio, cuando comencé a asistir a los servicios de la Iglesia, conocí a una persona que representó para mí la ayuda perfecta ante la situación de dudas y problemas que atravesaba en ese momento. Hasta el día de hoy, él es un buen y fiel amigo. Desde entonces, casi todos los meses he conocido a personas increíbles, que me han ayudado mucho en mi camino hacia Jesús, ¡y este proceso aún continúa! «Felices coincidencias» como éstas se han acumulado hasta un punto tan abrumador, que ya no soy capaz de creer en las coincidencias.

Hoy, he centrado completamente mi vida en Jesús. Por supuesto, ¡fallo en eso todos los días! Pero también me levanto cada vez. ¡Gracias a Dios que Dios es misericordioso! Lo conozco un poco mejor cada día y se me permite dejar atrás al viejo cristiano Simón. Esto a menudo es muy doloroso, pero siempre es sanador y me fortalece. Recibir regularmente la Eucaristía ha contribuido en gran medida a mi fortalecimiento. Para mí, una vida sin Jesús hoy en día es inimaginable. Lo busco en la oración diaria, la alabanza, las escrituras, el servicio a los demás y los sacramentos. Nadie me ha amado como él lo hace; y a él pertenece mi corazón, para siempre.

 

 

'

By: Christian Simon

More
Ene 25, 2023
Encuentro Ene 25, 2023

La devoción mariana no es un fin en sí misma… Es un camino santo que siempre conduce a Cristo

Mi madre y mi abuela tenían una gran devoción a Nuestra Señora y al Sagrado Corazón. Cuando éramos niños, orábamos a menudo a María por las muchas cosas que necesitábamos. Incluso cuando estábamos tratando de encontrar una muñeca perdida o una bicicleta que fue robada, recurríamos a Nuestra Señora. Mi padre trabajaba en el sector de la construcción.  Cuando el trabajo era escaso, que a menudo lo era, mi madre rezaba a María e inevitablemente, poco tiempo después, un contratista llamaba ofreciendo trabajo a mi padre.

Debido a que pensábamos que el rezo era demasiado largo, la mayoría de nosotros los niños nos escondíamos cada vez que escuchábamos la palabra ‘Rosario’. Pero nuestra madre eventualmente nos encontraba y nos reunía para orar. Desgraciadamente, a medida que envejecimos, Nuestra Señora se hizo menos importante para nosotros que cuando éramos niños.

De regreso a los brazos de María

En 2006, la comunidad de San Patricio vino a nuestra parroquia para servir en una misión. Cada día se oficiaba la Santa Misa por la mañana y se compartían charlas y testimonios por la noche. Para el final de la semana, descubrí que mi corazón estaba empezando a cambiar.  Me inundó una ola de recuerdos de la infancia, de cuando orábamos a Nuestra Señora; y recordé el importante papel que ella desempeñó en nuestras vidas. Anhelaba recuperar la relación que tuve con nuestra Madre María en la infancia.

En el último día de la misión, celebramos una hermosa Santa Misa.  Después, los niños de la parroquia se reunieron alrededor de Nuestra Señora encendiéndole velas, y los adultos nos unimos a ellos.  Mientras encendíamos velas y orábamos, los niños hicieron muchas preguntas acerca de la Santísima Madre: «¿Dónde está ahora?» querían saber, y «¿cómo podemos hablar con ella?»  Rezaban fervientemente con los ojos cerrados y las manos unidas.   Una vez más, sentí el deseo de recuperar la piedad de mi infancia. Comencé a hablar con Nuestra Señora de la misma manera que lo hice cuando era niña.  Los adultos a veces nos contentamos con hablarle a ella, pero no con ella. No le hablamos como lo haríamos con nuestras madres.  Durante la misión parroquial, reaprendí a relajarme con Nuestra Señora y a dejar que las oraciones fluyeran en mí.

Un día iba en el coche con mi pequeña hija Sarah y le dije que me encantaría ver a Nuestra Señora. Ella respondió que sería «genial”.  Después dijo: «Espera mamá, sí vemos a Nuestra Señora; la vemos todos los días, pero nadie toma el tiempo para verla realmente o hablar con ella.” Estaba tan asombrada por su comentario que casi me salgo de la carretera. Lo que dijo Sarah se sintió acertado. Cuando me di la vuelta para pedirle que lo explicara, había regresado a jugar con su muñeca.  Estaba convencida de que su comentario había sido inspirado por el Espíritu Santo.  «Porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños » (Mt 11:25).

Sosteniendo las manos de María

Por supuesto, mi devoción a nuestra Santísima Madre incluye rezar el rosario.  Aunque es una oración importante y hermosa, durante muchos años luché para rezarlo porque aún no había superado mi queja de la infancia de que era demasiado larga.  Pero comencé a reconocer la importancia del rosario cuando inicié la meditación en la vida de Jesús. Antes de eso, el rosario era una oración que me apresuraba a terminar.  Pero mientras reflexionaba sobre la vida de Jesús, Nuestra Señora me enseñó que el rosario nos lleva más profundamente al corazón de su Hijo.  Debido a que ella es la Madre de Dios y nuestra Madre también, podemos confiar en que ella nos toma de la mano y nos guía a ese camino más profundo con Cristo, que solo ella entiende completamente.

A medida que avanzamos en la vida, las dificultades que encontramos pueden llevarnos a dudar del amor de Dios o a distanciarnos de Nuestra Señora. Mi cuñada murió de cáncer cuando solamente tenía cuarenta y dos años dejando atrás un esposo y tres hijos. En esos momentos, es natural preguntar: “¿por qué sucedió esto?” Pero, ¿quién puede entender nuestras pruebas mejor que María? Ella se paró al pie de la cruz y observó a su Hijo sufrir y morir. Ella puede ser una compañera para nosotros en cualquier sendero que caminemos, incluso el camino del sufrimiento.

El camino más corto hacia el corazón de Cristo

Fue a través de Nuestra Señora que Dios me guió al verdadero deseo de mi corazón; pero tomó algún tiempo. A través de ella llegué a comprender la importancia de la Eucaristía.  A veces, la devoción de las personas a Nuestra Señora no les conduce a un mayor conocimiento de Cristo.  Pero para Nuestra Señora, todo se trata de su Hijo y de llevarnos a una relación más profunda con él.  Por medio de Nuestra Señora hice la consagración total a Jesús. Es un viaje personal con María hacia su divino Hijo. María es una guía que siempre nos lleva al Sagrado Corazón de Jesús.

En 2009 fui a Medjugorje después de escuchar que Nuestra Señora se estaba apareciendo en ese lugar a seis niños pequeños. Es un lugar simple pero hermoso donde la paz se puede sentir. En Medjugorje había una estatua del Sagrado Corazón alrededor de la cual los peregrinos se reunían para orar.  Cuando llegó mi turno, me acerqué, cerré los ojos y oré con la mano sobre el hombro de la estatua. Pero cuando abrí mis ojos, descubrí que mi mano no descansaba sobre el hombro sino ¡sobre el corazón de Jesús!  Mi sencilla oración había sido: «Jesús, no te conozco tan bien como conozco a tu Madre.» Creo que Nuestra Señora me estaba diciendo: «Bueno, ahora es el momento; es tu hora de ir al corazón de mi hijo». No sabía que el día siguiente ¡era la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús!

Nace un nuevo ministerio

En agosto del 2009, nos visitó un sacerdote que me inspiró a comenzar la devoción a la Divina Misericordia en mi parroquia. Esperaba hacer algo relacionado con el rosario, pero en retrospectiva veo que Nuestra Señora me estaba llevando directamente a su Hijo.  También programé charlas sobre la Divina Misericordia en toda Irlanda, y oraciones por el apostolado de la Adoración Eucarística. Finalmente, me invitaron a ayudar en la planeación del Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Irlanda.  ¡Todas las cosas que nunca imaginé hacer!

Fue al final del Congreso Eucarístico que la semilla de mi ministerio fue plantada en mi corazón. Debido a que había encontrado tanta alegría y gracia fluyendo en el Congreso Eucarístico, me pregunté: «¿Por qué esto tiene que terminar después de una semana de gracia? ¿Por qué no puede continuar?» Y por gracia de Dios, no terminó.  En los últimos diez años, he estado coordinando a los Niños de la Eucaristía, formados bajo el auspicio del apostolado de la Adoración Eucarística en Irlanda.  El objetivo del ministerio es mejorar la fe de nuestros hijos y acercarlos a Cristo a través de la adoración. Este ministerio nació cuando reconocí la necesidad de que los niños aprendieran más sobre la adoración eucarística y la experimentaran regularmente, de una manera amigable para los niños. Después de probar el programa en nuestra escuela primaria local, el programa se extendió rápidamente a muchas escuelas en toda Irlanda.

Cuando era joven, tenía la esperanza de eventualmente dedicarme a la enfermería o alguna otra profesión, pero esos sueños se desvanecieron cuando me casé a los 22 años. Después de comenzar el apostolado de los Niños de la Eucaristía, un sacerdote me dijo: «Tal vez si estuvieras cuidando la salud de las personas, no estarías cuidando la salud de las almas ahora. Estás cuidando el alma de los niños, llevándolos a la adoración, ayudándolos y guiándolos.»

La Madre María no solamente me llevó más cerca de su Hijo, sino que también me inspiró a ayudar a los niños a acercarse a él.  Cuando damos nuestro fiat, nuestro más profundo “sí” a Nuestra Señora, comienza un viaje.  Ella se mueve con nuestro fiat, llevándonos a una unión más profunda con Jesús, a fin de que se cumpla el plan de su Hijo en nuestras vidas.

 

'

By: Antoinette Moynihan

More
Ene 25, 2023
Encuentro Ene 25, 2023

Como joven drogadicto, Jim Wahlberg se sentía despreciado y olvidado por el mundo… ¡hasta que Dios le habló a través de una persona especial!   Lea su inspiradora historia de redención.

Crecí católico, pero más en la tradición católica que en la fe católica.  Me bauticé e hice mi primera comunión. Mis padres nos enviaron a la iglesia, pero no íbamos a la misa dominical como familia. Había 9 niños en mi familia, así que cualquiera que tuviera la edad suficiente para caminar a la iglesia, caminaba a la iglesia. Recuerdo la sensación de no pertenecer: las pocas veces que iba a la iglesia tomaba el boletín y luego me iba a hacer otra cosa.  Dejé de ir por completo. La mayoría de mis hermanos hicieron lo mismo.  Nadie me dijo que Jesús murió por mí o que Dios me amó o que la Virgen María intercedería por mí.  Sentí que no era digno, que la gente en los bancos era mejor que yo y que de alguna manera me estaban juzgando. Estaba hambriento de atención y aceptación.

Persiguiendo Aceptación

Cuando tenía 8 años, vi a los niños del vecindario bebiendo cerveza. Me obligué a entrar en su pequeño grupo y los convencí de que me dieran cerveza. No me convertí en alcohólico ese día, pero obtuve mi primera muestra de aceptación y atención de los niños mayores y «geniales».   Me enganché instantáneamente a la atención y seguí rodeando a las personas que bebían, consumían drogas o fumaban, porque allí encontré aceptación. Pasé el resto de mi adolescencia persiguiendo esa atención.

Crecí durante la integración forzada del sistema de escuelas públicas de Boston, por lo que cada año me subían a un autobús y me enviaban a la escuela en un vecindario diferente.   Atendí siete escuelas diferentes durante mis primeros siete años de escuela primaria, lo que significaba que cada año comenzaba de nuevo como «el niño nuevo».  Dios estaba completamente fuera de la imagen.  La única relación que tuve con Dios fue de temor.  Recuerdo haber escuchado una y otra vez que Dios me iba a atrapar, que Él estaba mirando, y que Él me iba a castigar por todas las cosas malas que estaba haciendo.

Un niño perdido

El viernes por la noche de mi último día del 7º grado me estaba preparando para salir cuando mi papá se volvió hacia mí y me dijo: «no lo olvides, cuando se enciendan esas farolas, es mejor que estés en esta casa, o de lo contrario no te molestes en volver a casa». Esa era su amenaza para asegurarse de que siguiera las reglas.  Yo era un niño de 12 años que salía con otros niños de 12 años que eran todos de hogares rotos.  Todos estábamos bebiendo cerveza, fumando cigarrillos y consumiendo drogas.  Más tarde esa noche, cuando miré hacia arriba y se encendieron las farolas, supe que no iba a llegar a casa.  Como llegaba tarde, ir a casa no era una opción, así que pasé todo ese verano en la calle, a una milla o dos de distancia de casa, pasando el rato con mis amigos.  Consumíamos drogas y bebíamos alcohol todos los días.  Yo era solo un niño perdido.

Durante ese verano, fui arrestado varias veces y me convertí en un pupilo del estado.  No pasó mucho tiempo antes de que ya no fuera bienvenido en casa.  Me colocaron en hogares de acogida, casas de grupo y centros de detención juvenil.  Estaba sin hogar y completamente perdido y solo.  Lo único que llenaba el vacío era el alcohol y las drogas. Los consumía y luego me desmayaba o me iba a dormir. Cuando me levantaba, me llenaba de miedo y necesitaba más drogas y alcohol.  De los 12 a los 17 años, estuve sin hogar, o viviendo en la casa de otra persona, o en detención juvenil.

Encadenado y roto

A los 17 años me arrestaron de nuevo por herir a alguien.  Terminé siendo enviado a la prisión estatal con una sentencia de 3 a 5 años.  Me encontré luchando la misma batalla interior que cuando era más joven, luchando por la atención y la aceptación, tratando de crear una ilusión.  Cumplí los cinco años completos de mi sentencia.

Al final de la pena de prisión, dijeron que podía irme a casa, pero el problema era que no tenía un hogar al que ir.  Un hermano mayor tuvo la amabilidad de decir: «puedes quedarte conmigo hasta que te pongas de pie». Pero eso nunca sucedería.  Mi hermano me recogió en la prisión para llevarme a ver a mi madre.  Pero primero me detuve a tomar una copa en un bar de mi antiguo barrio.  Tuve que tomar una copa antes de poder ver a mi madre.  Fue mi primera bebida legal desde que ahora tenía más de 21 años.  Cuando me senté en la mesa de la cocina de mi madre, ella no me reconoció como su hijo; ella sentía que yo era un extraño.

Había estado fuera de prisión durante aproximadamente seis meses antes de ser arrestado nuevamente por invasión de casa.  La casa en la que irrumpí pertenecía a un oficial de policía de Boston.  En la corte, el oficial habló en mi nombre.  Él dijo: «Mira a este niño, mira su condición. ¿Por qué no le consigues ayuda?  No sé si la cárcel es el lugar adecuado para él». Me mostró simpatía porque podía ver que yo era un drogadicto en toda regla.

De repente estaba de vuelta en prisión cumpliendo una condena de seis años.   Hice todo lo que pude para crear la ilusión de que estaba cambiando mi vida para que la policía me enviara rápido a rehabilitación.  Pero yo no necesitaba rehabilitación, necesitaba a Dios.

El camino hacia la libertad

Después de unos meses de montar este espectáculo de transformación de mi vida, el capellán de las prisión, el Fraile Santiago, se fijó en mí y me ofreció un trabajo como custodio en su capilla.  Mi primer pensamiento fue: «Voy a manipular a este tipo».  Fumaba cigarrillos, bebía café, tenía un teléfono, todas las cosas a las que los reclusos no tienen acceso.  Entonces, tomé el trabajo, los motivos ocultos y todo.

Pero lo que no sabía era que él también tenía un plan.  Cuando se acercó a mí, su objetivo era empujarme tanto como yo planeaba empujarlo.  Pero su manipulación era para la gloria de Dios.  El quería llevarme de vuelta a la Misa, de vuelta al pie de la Cruz.

Poco después de comenzar a trabajar en la capilla, pedí un par de favores al Fraile Santiago.  Cuando accedió a mis peticiones, sentí que mi manipulación estaba funcionando.  Un día, sin embargo, se me acercó y me dijo que quería que viniera a limpiar después de la vigilia del sábado para que la capilla estuviera lista para la misa del Domingo.  Cuando me ofrecí a ir después de la misa, él insistió en que viniera de antemano y me quedara a través de la misa.  Él ya me estaba empujando en dirección a la fe.

Una cita divina

En misa, me sentí incómodo.  No sabía las oraciones o cuándo sentarme o pararme, así que observé lo que todos los demás estaban haciendo para sobrevivir.  Después, el Fraile Santiago me contrató oficialmente para el trabajo de custodio y me dijo que tendríamos un invitado especial en la prisión, «Madre Teresa».  Le dije: «¡Oh, eso es increíble!  ¿Quién es la Madre Teresa?» Mirando hacia atrás, probablemente ni siquiera sabía quién era el Presidente de los Estados Unidos en ese momento; mi vida giraba únicamente en torno al consumo de alcohol, y rara vez me preocupaba por personas y eventos fuera de mi burbuja de adicción.

Pronto, la Madre Teresa llegó a nuestra prisión.  Recuerdo haberla visto a lo lejos y pensar: «¿Quién es esta persona que todos los dignatarios, el alcaide y los prisioneros están rodeando, atentos a cada una de sus palabras?»  Acercándome, noté que su suéter y sus zapatos parecían tener mil años.  Pero también noté la paz en sus ojos y el dinero que llenaba sus bolsillos.  La gente a menudo le daba dinero sabiendo que se lo daría a los pobres.

Como trabajé en la capilla, tuve la bendición de ser parte de la procesión de entrada para la misa con la Madre Teresa.  Como yo era prisionero, estaba rodeada por el cardenal, otros dignatarios y hermanas de su orden.  El cardenal invitó a la Madre Teresa a sentarse en el altar con él, pero ella humildemente se negó, y con una actitud reverente, fue y se arrodilló en el suelo con algunos de los criminales más peligrosos que he conocido en mi vida.

Mirando a los ojos de Dios

Mientras me sentaba en el piso, llamé su atención y sentí como si estuviera mirando a Dios.  La Madre Teresa luego subió los escalones del altar y pronunció palabras que me conmovieron profundamente, palabras que nunca antes había escuchado.  Dijo que Jesús murió por mis pecados, que yo era más que los crímenes que había cometido, que era un hijo de Dios, y que yo le importaba a Dios.  En ese momento, en esa quietud, sentí como si no hubiera nadie más en la habitación, como si ella me estuviera hablando directamente.  Sus palabras llegaron a lo más profundo de mi alma.

Corrí de regreso a la capilla al día siguiente y le dije al Padre: «Necesito saber más sobre el Jesús del que ella estaba hablando, el Dios y la fe católica de la que estaba hablando. » ¡El Padre Santiago estaba encantado!  Él me tenía justo al Pie de la Cruz donde me había querido desde que me ofreció el trabajo de custodio.  Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para aprender más acerca de Jesús, así que el Fraile Santiago comenzó a prepararme para mi Confirmación.

Nos reuníamos cada semana, estudiando el Catecismo para aprender acerca de la fe.  Aunque fui transferido dos veces a otras prisiones, también me conecté con los sacerdotes en esas prisiones y pude seguir creciendo en mi fe.

Un nuevo comienzo

Un año después, era hora de que yo hiciera mi compromiso formal con mi fe.   Mi Confirmación fue un momento reflexivo e intencional en mi vida. Como adulto, sabía que este era un paso importante que me pondría en el camino hacia una relación más profunda con Jesucristo.

Cuando llegó el momento, llamé a mi mamá para decirle que iba a ser confirmada y que me encantaría que ella estuviera allí.  Ella había prometido que nunca me visitaría en la cárcel, así que fue cautelosa.  Después de todo lo que le había hecho pasar, fue herida como madre.  Pero cuando volví a llamar un par de días después, ella aceptó venir. La confirmación fue monumental.  Fue significativo para mí y para mi caminar con Cristo, pero también para mi relación con mi madre.

Al año siguiente, era hora de que me presentara ante la junta de libertad condicional.  Dijeron que tenían una carta de mi madre que había escrito en mi nombre.  Sabía que mi madre nunca mentiría a las autoridades para sacarme de la cárcel.  Su carta decía: «Ante ti está un hombre de Dios. Está bien, puedes dejarlo ir ahora.  No volverá».  Esas palabras significaban todo para mí.

Cuando falleció, tenía demencia.  Con los años había perdido su capacidad de contar historias y su mundo se hizo pequeño.  Pero incluso en esos momentos en que estaba más en las garras de la demencia, pudo recordar mi Confirmación, el momento en que supo que yo había sido salvo.

Jesucristo es mi Salvador, y siento su presencia en mi vida.  Si bien requiere trabajo y esfuerzo, mi relación con Jesús es la más importante en mi vida.  Él siempre me amará y me apoyará, pero a menos que me involucre completamente en la relación, no sabré el consuelo y el amor que anhela compartir conmigo.

Que dios te bendiga.  Es un honor compartir mi viaje.  Jesucristo es nuestro Salvador.

 

'

By: Jim Wahlberg

More
Ene 25, 2023
Encuentro Ene 25, 2023

Durante años, Margaret Fitzimmons sufrió profundo dolor y vergüenza hasta que escuchó las cuatro palabras que cambiaron su vida para siempre.

Infancia rota

Vine al mundo en 1945, cuando Alemania, devastada por la guerra, estaba luchando por reconstruir su dañada infraestructura y por los millones de personas que habían sido desplazadas. Mi madre luchó para poder criarme como madre soltera mientras sostuvo una serie de relaciones. Para pagar el alquiler, mi madre aceptaba trabajos adicionales como barrer las escaleras del edificio bajo el cual vivíamos, y yo estaba allí con el recogedor tratando de ayudar.

Mi pseudo-padre favorito, era un buen hombre. Un policía. Concibieron un hijo juntos, pero ella no quería al bebé, así que se hizo un aborto. Luego dejó esa relación y comenzó a trabajar en hoteles. Mientras mamá estaba abajo trabajando y bebiendo con los clientes, yo solía estar sola en el dormitorio del ático. Cuando mi madre se embriagaba se ponía de mal genio, y cuando llegaba a casa se molestaba sin motivo.  Ella siempre me dejaba una larga lista de cosas por hacer, pero nunca pude completarla a su satisfacción.  Las cosas empeoraron y una noche terminó en la cárcel después de pelear con la nueva novia del policía.

De mal en peor

Después de que su hermano menor emigrara a Australia, mi abuelo pensó que sería buena idea que mi madre y mi tío estuvieran en el mismo país; así que lo seguimos a Australia en 1957 y vivimos con él durante un tiempo. Mamá consiguió un trabajo como cocinera y yo lavaba todas las ollas y sartenes.  Si me pillaba distraída de mi trabajo, me tiraba cosas, como alguno de los cubiertos.  Como yo solo tenía doce años y a menudo cometía errores, terminé con cicatrices por todo mi cuerpo. Cuando estaba ebria era aún peor; y comencé a odiarla.

Para entonces estábamos viviendo en una pensión, y ella había conocido a mucha gente nueva que le gustaba conducir al campo y sentarse bajo los árboles a beber.  Yo tenía casi trece años, así que no me dejaba sola en casa, pero me dejaba sentada con cualquier persona que estuviera cerca mientras ella se iba hacia los arbustos.  Una de esas noches, fui abusada sexualmente por los integrantes de una pandilla; pero tenía demasiado miedo como para compartir esto con mi madre.

Otra noche, conduciendo por la autopista, un coche estuvo alcanzándonos hasta que finalmente nos detuvo. Resultó ser un policía encubierto. Nos llevaron a la estación de policía y nos interrogaron individualmente. Cuando se percataron de que había sido abusada, un médico vino a examinarme. Le dieron a mamá un citatorio para que se presentara uno o dos días después en la corte; pero tan pronto como llegamos a casa, comenzó a empacar y tomamos el siguiente tren para que nos llevara fuera del pueblo. Llegamos a un pequeño poblado donde ella consiguió trabajo como cocinera y a mí me pusieron como servidora doméstica. Fue una vida difícil, pero aprendí a sobrevivir.

Buscando una esperanza

Mamá conoció a un nuevo compañero llamado Wilson y nos fuimos a vivir con él a Tully. Wilson había estado en una institución mental después de la muerte de su primera esposa.  Mamá pronto lo corrompió y comenzaron a pelear al embriagarse.  Yo odiaba estar en medio de sus peleas. Cuando mi madre quedo embarazada, me dijo: “Marchémonos a Sídney en el coche de Wilson y comencemos una nueva vida. La verdad es que no quiero casarme ni tener este bebé.”  Me sentí horrible, estaba cansada de estar sola, y por años había querido un hermano o una hermana. Así que fui a decírselo a Wilson. Después de que Wilson se enfrentara a mi madre terminaron casándose, pero mi madre me hizo responsable y me dijo que yo me haría cargo de ese bebé porque ella no lo quería. Mi hermanita se convirtió en mi mundo hasta el día que conocí a Tom.

Yo estaba harta de los pleitos, y Tom prometió casarse conmigo cuando yo fuera lo suficientemente mayor, así que llegado el tiempo me fui de casa. Pensé que mi vida seria fantástica con Tom, pero no fue así. La madre de Tom era encantadora y trataba de cuidarme, pero Tom se embriagaba y al llegar a casa abusaba de mí. Tom continuó embriagándose y lo despedieron de un trabajo tras otro, por ese motivo nos mudábamos constantemente. Cuando nos casamos, esperaba que Tom se estableciera y comenzara a tratarme mejor, pero seguía golpeándome y teniendo aventuras. Tuve que escapar de esa miseria. Así que recogí mis cosas y me mudé a Brisbane, donde conseguí un trabajo lavando platos.

Una noche después del trabajo, al bajarme del autobús observé a alguien parado al otro lado de la calle: sabía que era Tom. Aunque estaba aterrada, me quedé cerca de la luz en caso de que intentara hacer alguna estupidez. Me siguió, pero le dije que no volvería con él y que quería divorciarme de él.

Un nuevo comienzo

Cuando llegué a casa, hice las maletas, tome un tren a Sídney y me subí a un autobús fuera de la ciudad. Durante meses tuve pesadillas sobre Tom persiguiéndome. Me armé de valor y conseguí un trabajo como conserje en un hospital, donde pude hacer nuevos amigos. En el hospital había una joven con un inglés limitado que se parecía mucho a mí.  Ella y yo nos llevamos bien y juntas comenzamos nuestro entrenamiento de enfermería, para posteriormente trabajar en el mismo hospital.

Mi amiga conocía a un chico que estaba haciendo servicio nacional en el ejército. Cuando él la invitó a un baile, ella me consiguió una cita a ciegas para que pudiéramos ir juntas. No me impresionó la cita, pero era una buena excusa para salir. Uno de los chicos del ejército que estaban sirviendo la comida, de nombre Peter, se mostró interesado en mí y me pareció mejor prospecto que el chico de mi cita; así que bailamos un par de veces y nos llevamos bien. Nos seguimos viendo, pero después de unas semanas Peter me dijo que lo enviarían a hacer un curso de aviación. Esto me hizo sentir terriblemente decepcionada.

Ambos habíamos compartido la historia de nuestras vidas, así que él sabía lo que pasaba conmigo, pero no se dio por vencido y nos mantuvimos en contacto. Cuanto más lo conocía, más me gustaba; pero yo no quería volver a casarme después del desastre de mi primer matrimonio. Eventualmente me presentó a su familia, y nos comprometimos antes de que terminara su entrenamiento. Peter fue enviado a Townsville donde yo había vivido con Tom. Aunque yo no quería revivir los horrores de mi pasado, no podía negarme a estar con Peter; así que vivimos juntos durante casi dos años antes de poder casarnos legalmente. Aunque Peter creció como católico, dejó de practicar su religión ante las demandantes jornadas del entrenamiento militar, así que simplemente nos casamos en nuestro patio trasero.

Palabras que lo cambiaron todo.

En ocasiones me sentía sola porque con frecuencia Peter se encontraba lejos de casa dando servicio a helicópteros en el campo; así que yo conseguí un trabajo como asistente de laboratorio en la escuela secundaria. Peter y yo nos dimos cuenta de que algo estaba faltando en nuestra vida. Teníamos todo, pero todavía había un vacío. Entonces Peter sugirió: “Vamos a la Iglesia.” Las primeras veces, nos sentamos en el banco trasero, pero a medida que nuestros corazones se abrieron a la presencia del Señor, nos fuimos integrando a las actividades de la Iglesia. Nos enteramos de que se llevaría a cabo un Encuentro Matrimonial ese fin de semana y nos inscribimos. La experiencia que vivimos resultó ser un verdadero despertar para ambos; nuestros corazones se conmovieron.

Ese fin de semana aprendimos cómo comunicarnos escribiendo nuestras inquietudes y sentimientos. Nunca había podido expresar con palabras lo que sentía. Mamá siempre me había dicho que me callara, así que aprendí a quedarme en silencio; me había convertido en una persona que no podía compartir sus emociones.

Cuando escuche por primera vez las palabras: “Dios no hace basura,” sabía que esas palabras eran para mí. Una ola de emociones me cubrió. “Dios me hizo; estoy bien; no soy basura.”  Todos esos años que pasé humillándome, culpándome por las cosas horribles que me habían sucedido: la violación, casarme con un alcohólico, el divorcio, el abuso de mi madre… Estaba volviendo a la vida. Mi corazón mejoraba cada vez que iba a una misa o a una reunión de oración; ¡estaba tan enamorada de Dios y de mi esposo!

Remplazando odio por amor

Hasta este momento, nunca había perdonado a nadie. Había puesto mis heridas en el fondo de mi alma y las había encerrado con llave como si nunca hubieran sucedido. Cuando Peter y yo nos comprometimos, quería hacérselo saber a mi madre. Envíe cartas, pero ella las devolvió “al remitente”; así que me di por vencida.  Después, soñé que veía a mi madre colgada de un árbol; sus brillantes ojos azules estaban abiertos y atentos hacia mí. La miré con lastima y dije: “Dios, ella me desagrada, pero no tanto.”  De alguna manera, ese sueño me enseñó a no odiar. Incluso si me desagradaban las acciones de alguna persona, entendí que odiar estába mal. Perdoné a mi madre por completo y eso abrió otras puertas a la gracia. Poco a poco se suavizó mi corazón y me llevó a buscar nuevamente a mi madre hasta que finalmente respondió; entonces la visitamos y nos quedamos con ella un par de días. Cuando mi hermana me llamó para decirme que había muerto repentinamente de un ataque al corazón, me eché a llorar.

Después de su muerte, sentí que no había perdonado a mamá correctamente, pero el asesoramiento y la oración de un buen sacerdote me ayudaron a restaurar mi paz. Cuando pronuncié las palabras de perdón, la luz del Espíritu Santo penetró en mi ser y supe que la había perdonado.

Mi inquietud por poder perdonar a Tom me llevó a continuar asistiendo a la oración. Esto me tomó bastante tiempo, y tuve que decir en voz alta más de una vez que perdonaba a Tom por las veces que abusó de mí, por sus traiciones y por no cuidarme adecuadamente.  Sé que lo he perdonado; eso no borra los malos recuerdos, pero aleja el dolor de mí.

Nueva página

El perdón no es algo que se dé una sola vez. Deberemos perdonar cada vez que el resentimiento resurja. Una y otra vez tendremos que renunciar al deseo de guardar el rencor, rindiéndolo a Jesús. Mi manera de orar es: “Jesús, te entrego todo a ti, encárgate de todo.’’  Y él lo hace.  Me siento totalmente en paz una vez que he hecho esta oración un par de veces.

Pasó mucho tiempo antes que pudiera sentir que era lo suficientemente fuerte como para llevar el perdón sanador a mi experiencia de haber sido violada. Simplemente lo hice a un lado; ni siquiera quería pensar en ello. Pero esta herida también sanó una vez que se la presenté a Cristo y perdoné a mis violadores. Jamás ha vuelto a afectarme; Dios limpió mi corazón, porque le pedí que viniera a mí y se llevara cualquier cosa que no fuera de él.

Ahora, entrego las cosas a Dios a medida que suceden, y su paz cae sobre mí. Tenemos un Dios asombroso, que perdona por la mañana, por la tarde y por la noche. Cualquiera que sea la oscuridad que tengamos en nuestra vida, Dios está ahí esperando que le expresemos nuestro arrepentimiento y pidamos su perdón para que él pueda limpiarnos y levantarnos.

'

By: Margaret Fitzsimmons

More