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Durante años, Margaret Fitzimmons sufrió profundo dolor y vergüenza hasta que escuchó las cuatro palabras que cambiaron su vida para siempre.
Vine al mundo en 1945, cuando Alemania, devastada por la guerra, estaba luchando por reconstruir su dañada infraestructura y por los millones de personas que habían sido desplazadas. Mi madre luchó para poder criarme como madre soltera mientras sostuvo una serie de relaciones. Para pagar el alquiler, mi madre aceptaba trabajos adicionales como barrer las escaleras del edificio bajo el cual vivíamos, y yo estaba allí con el recogedor tratando de ayudar.
Mi pseudo-padre favorito, era un buen hombre. Un policía. Concibieron un hijo juntos, pero ella no quería al bebé, así que se hizo un aborto. Luego dejó esa relación y comenzó a trabajar en hoteles. Mientras mamá estaba abajo trabajando y bebiendo con los clientes, yo solía estar sola en el dormitorio del ático. Cuando mi madre se embriagaba se ponía de mal genio, y cuando llegaba a casa se molestaba sin motivo. Ella siempre me dejaba una larga lista de cosas por hacer, pero nunca pude completarla a su satisfacción. Las cosas empeoraron y una noche terminó en la cárcel después de pelear con la nueva novia del policía.
Después de que su hermano menor emigrara a Australia, mi abuelo pensó que sería buena idea que mi madre y mi tío estuvieran en el mismo país; así que lo seguimos a Australia en 1957 y vivimos con él durante un tiempo. Mamá consiguió un trabajo como cocinera y yo lavaba todas las ollas y sartenes. Si me pillaba distraída de mi trabajo, me tiraba cosas, como alguno de los cubiertos. Como yo solo tenía doce años y a menudo cometía errores, terminé con cicatrices por todo mi cuerpo. Cuando estaba ebria era aún peor; y comencé a odiarla.
Para entonces estábamos viviendo en una pensión, y ella había conocido a mucha gente nueva que le gustaba conducir al campo y sentarse bajo los árboles a beber. Yo tenía casi trece años, así que no me dejaba sola en casa, pero me dejaba sentada con cualquier persona que estuviera cerca mientras ella se iba hacia los arbustos. Una de esas noches, fui abusada sexualmente por los integrantes de una pandilla; pero tenía demasiado miedo como para compartir esto con mi madre.
Otra noche, conduciendo por la autopista, un coche estuvo alcanzándonos hasta que finalmente nos detuvo. Resultó ser un policía encubierto. Nos llevaron a la estación de policía y nos interrogaron individualmente. Cuando se percataron de que había sido abusada, un médico vino a examinarme. Le dieron a mamá un citatorio para que se presentara uno o dos días después en la corte; pero tan pronto como llegamos a casa, comenzó a empacar y tomamos el siguiente tren para que nos llevara fuera del pueblo. Llegamos a un pequeño poblado donde ella consiguió trabajo como cocinera y a mí me pusieron como servidora doméstica. Fue una vida difícil, pero aprendí a sobrevivir.
Mamá conoció a un nuevo compañero llamado Wilson y nos fuimos a vivir con él a Tully. Wilson había estado en una institución mental después de la muerte de su primera esposa. Mamá pronto lo corrompió y comenzaron a pelear al embriagarse. Yo odiaba estar en medio de sus peleas. Cuando mi madre quedo embarazada, me dijo: “Marchémonos a Sídney en el coche de Wilson y comencemos una nueva vida. La verdad es que no quiero casarme ni tener este bebé.” Me sentí horrible, estaba cansada de estar sola, y por años había querido un hermano o una hermana. Así que fui a decírselo a Wilson. Después de que Wilson se enfrentara a mi madre terminaron casándose, pero mi madre me hizo responsable y me dijo que yo me haría cargo de ese bebé porque ella no lo quería. Mi hermanita se convirtió en mi mundo hasta el día que conocí a Tom.
Yo estaba harta de los pleitos, y Tom prometió casarse conmigo cuando yo fuera lo suficientemente mayor, así que llegado el tiempo me fui de casa. Pensé que mi vida seria fantástica con Tom, pero no fue así. La madre de Tom era encantadora y trataba de cuidarme, pero Tom se embriagaba y al llegar a casa abusaba de mí. Tom continuó embriagándose y lo despedieron de un trabajo tras otro, por ese motivo nos mudábamos constantemente. Cuando nos casamos, esperaba que Tom se estableciera y comenzara a tratarme mejor, pero seguía golpeándome y teniendo aventuras. Tuve que escapar de esa miseria. Así que recogí mis cosas y me mudé a Brisbane, donde conseguí un trabajo lavando platos.
Una noche después del trabajo, al bajarme del autobús observé a alguien parado al otro lado de la calle: sabía que era Tom. Aunque estaba aterrada, me quedé cerca de la luz en caso de que intentara hacer alguna estupidez. Me siguió, pero le dije que no volvería con él y que quería divorciarme de él.
Cuando llegué a casa, hice las maletas, tome un tren a Sídney y me subí a un autobús fuera de la ciudad. Durante meses tuve pesadillas sobre Tom persiguiéndome. Me armé de valor y conseguí un trabajo como conserje en un hospital, donde pude hacer nuevos amigos. En el hospital había una joven con un inglés limitado que se parecía mucho a mí. Ella y yo nos llevamos bien y juntas comenzamos nuestro entrenamiento de enfermería, para posteriormente trabajar en el mismo hospital.
Mi amiga conocía a un chico que estaba haciendo servicio nacional en el ejército. Cuando él la invitó a un baile, ella me consiguió una cita a ciegas para que pudiéramos ir juntas. No me impresionó la cita, pero era una buena excusa para salir. Uno de los chicos del ejército que estaban sirviendo la comida, de nombre Peter, se mostró interesado en mí y me pareció mejor prospecto que el chico de mi cita; así que bailamos un par de veces y nos llevamos bien. Nos seguimos viendo, pero después de unas semanas Peter me dijo que lo enviarían a hacer un curso de aviación. Esto me hizo sentir terriblemente decepcionada.
Ambos habíamos compartido la historia de nuestras vidas, así que él sabía lo que pasaba conmigo, pero no se dio por vencido y nos mantuvimos en contacto. Cuanto más lo conocía, más me gustaba; pero yo no quería volver a casarme después del desastre de mi primer matrimonio. Eventualmente me presentó a su familia, y nos comprometimos antes de que terminara su entrenamiento. Peter fue enviado a Townsville donde yo había vivido con Tom. Aunque yo no quería revivir los horrores de mi pasado, no podía negarme a estar con Peter; así que vivimos juntos durante casi dos años antes de poder casarnos legalmente. Aunque Peter creció como católico, dejó de practicar su religión ante las demandantes jornadas del entrenamiento militar, así que simplemente nos casamos en nuestro patio trasero.
En ocasiones me sentía sola porque con frecuencia Peter se encontraba lejos de casa dando servicio a helicópteros en el campo; así que yo conseguí un trabajo como asistente de laboratorio en la escuela secundaria. Peter y yo nos dimos cuenta de que algo estaba faltando en nuestra vida. Teníamos todo, pero todavía había un vacío. Entonces Peter sugirió: “Vamos a la Iglesia.” Las primeras veces, nos sentamos en el banco trasero, pero a medida que nuestros corazones se abrieron a la presencia del Señor, nos fuimos integrando a las actividades de la Iglesia. Nos enteramos de que se llevaría a cabo un Encuentro Matrimonial ese fin de semana y nos inscribimos. La experiencia que vivimos resultó ser un verdadero despertar para ambos; nuestros corazones se conmovieron.
Ese fin de semana aprendimos cómo comunicarnos escribiendo nuestras inquietudes y sentimientos. Nunca había podido expresar con palabras lo que sentía. Mamá siempre me había dicho que me callara, así que aprendí a quedarme en silencio; me había convertido en una persona que no podía compartir sus emociones.
Cuando escuche por primera vez las palabras: “Dios no hace basura,” sabía que esas palabras eran para mí. Una ola de emociones me cubrió. “Dios me hizo; estoy bien; no soy basura.” Todos esos años que pasé humillándome, culpándome por las cosas horribles que me habían sucedido: la violación, casarme con un alcohólico, el divorcio, el abuso de mi madre… Estaba volviendo a la vida. Mi corazón mejoraba cada vez que iba a una misa o a una reunión de oración; ¡estaba tan enamorada de Dios y de mi esposo!
Hasta este momento, nunca había perdonado a nadie. Había puesto mis heridas en el fondo de mi alma y las había encerrado con llave como si nunca hubieran sucedido. Cuando Peter y yo nos comprometimos, quería hacérselo saber a mi madre. Envíe cartas, pero ella las devolvió “al remitente”; así que me di por vencida. Después, soñé que veía a mi madre colgada de un árbol; sus brillantes ojos azules estaban abiertos y atentos hacia mí. La miré con lastima y dije: “Dios, ella me desagrada, pero no tanto.” De alguna manera, ese sueño me enseñó a no odiar. Incluso si me desagradaban las acciones de alguna persona, entendí que odiar estába mal. Perdoné a mi madre por completo y eso abrió otras puertas a la gracia. Poco a poco se suavizó mi corazón y me llevó a buscar nuevamente a mi madre hasta que finalmente respondió; entonces la visitamos y nos quedamos con ella un par de días. Cuando mi hermana me llamó para decirme que había muerto repentinamente de un ataque al corazón, me eché a llorar.
Después de su muerte, sentí que no había perdonado a mamá correctamente, pero el asesoramiento y la oración de un buen sacerdote me ayudaron a restaurar mi paz. Cuando pronuncié las palabras de perdón, la luz del Espíritu Santo penetró en mi ser y supe que la había perdonado.
Mi inquietud por poder perdonar a Tom me llevó a continuar asistiendo a la oración. Esto me tomó bastante tiempo, y tuve que decir en voz alta más de una vez que perdonaba a Tom por las veces que abusó de mí, por sus traiciones y por no cuidarme adecuadamente. Sé que lo he perdonado; eso no borra los malos recuerdos, pero aleja el dolor de mí.
El perdón no es algo que se dé una sola vez. Deberemos perdonar cada vez que el resentimiento resurja. Una y otra vez tendremos que renunciar al deseo de guardar el rencor, rindiéndolo a Jesús. Mi manera de orar es: “Jesús, te entrego todo a ti, encárgate de todo.’’ Y él lo hace. Me siento totalmente en paz una vez que he hecho esta oración un par de veces.
Pasó mucho tiempo antes que pudiera sentir que era lo suficientemente fuerte como para llevar el perdón sanador a mi experiencia de haber sido violada. Simplemente lo hice a un lado; ni siquiera quería pensar en ello. Pero esta herida también sanó una vez que se la presenté a Cristo y perdoné a mis violadores. Jamás ha vuelto a afectarme; Dios limpió mi corazón, porque le pedí que viniera a mí y se llevara cualquier cosa que no fuera de él.
Ahora, entrego las cosas a Dios a medida que suceden, y su paz cae sobre mí. Tenemos un Dios asombroso, que perdona por la mañana, por la tarde y por la noche. Cualquiera que sea la oscuridad que tengamos en nuestra vida, Dios está ahí esperando que le expresemos nuestro arrepentimiento y pidamos su perdón para que él pueda limpiarnos y levantarnos.
Margaret Fitzsimmons Der ARTIKEL basiert auf dem Zeugnis von Margaret Fitzsimmons, welches sie für das Shalom World Programm 'Siebzig mal Sieben' gegeben hat. Margaret lebt mit ihrem Mann in Brisbane, Australien.
¿Anhelas sentir el amor de Dios en lo profundo de tu corazón? Todo lo que necesitas hacer es preguntar Escuché que la camioneta de mi hijo se detuvo en el camino de entrada. Rápidamente me sequé las lágrimas, me limpié la cara con la manga y salí al garaje para saludarlo. "Hola mamá", dijo con una sonrisa. "Hola cariño. "¿Qué te trae aquí esta mañana", le pregunté? "Papá dijo que recibí un paquete. Voy a agarrarlo antes de dirigirme a la oficina", dijo. "Oh, está bien", respondí. Agarró el paquete y lo seguí hasta su camioneta. Me dio un fuerte abrazo. "¿Estás bien mamá?", preguntó. "Estoy bien", respondí encogiéndome de hombros. Volví la cara para ocultar mis lágrimas. "Ella está pasando por una mala racha, estará bien", dijo suavemente refiriendose a su hermana. "Sí, lo sé. Sin embargo, es difícil. Es demasiada tristeza. Su tristeza es demasiado dura para mí. No sé por qué, pero desde muy joven he estado rodeado de gente luchando contra la tristeza. ¿Es mi suerte en la vida?" Levantó las cejas cuestionando. "O tal vez", continué, "aquí hay algo que necesito ver". “Quizás. Estoy aquí mamá si me necesitas”, dijo el. Memoria inquietante "La depresión puede ser parte de un sistema familiar", dijo mi terapeuta. "Tú y tu hija son muy cercanos, pero a veces las relaciones pueden enredarse. Lo que quiero decir es que tiene que haber límites, una separación saludable para el crecimiento y la independencia. ". "Siento que he trabajado muy duro para hacer cambios, pero honestamente, no puedo soportar su tristeza", respondí. "Y las pequeñas cosas se sienten tan grandes. Como la noche de Pascua. Después de la cena, mi hija preguntó si podía visitar a su novio. Una vez la vi salir del camino de entrada una ola de temor y pánico se apoderó de mí. Sé que su partida no se trataba de mí, pero sentí mucha vergüenza", le dije. "¿Puedes recordar cuándo sentiste por primera vez ese tipo de pánico y temor “, preguntó el terapeuta? Comencé a compartir el difícil recuerdo que surgió de inmediato: "Todos estábamos en la habitación de mis padres", le dije. "Papá estaba enojado. Mamá era un desastre. Ella estaba sosteniendo a mi hermanito y tratando de calmar a mi padre, pero él estaba demasiado enojado. Nos estábamos preparando para vender nuestra casa para mudarnos a una nueva. Papá estaba furioso porque la casa estaba en ruinas, como él dijo". "¿Cuántos años tenías?" "Alrededor de siete", dije. "Volvamos a esa habitación en su memoria y hagamos un poco de trabajo", dijo. A medida que procesábamos la memoria, descubrí que me había centrado en los sentimientos de mis padres y hermanos, pero no en los míos. Cuando finalmente me puse en contacto con lo que estaba sintiendo, las compuertas se abrieron. Era difícil dejar de llorar; había tanta tristeza. Había creído que la felicidad de todos era mi responsabilidad. Cuando mi terapeuta me preguntó qué me habría ayudado a sentirme segura y cuidarme en esa experiencia, me di cuenta de lo que necesitaba, pero no recibí. Asumí la responsabilidad del niño herido de siete años dentro de mí. Aunque no había recibido lo que necesitaba entonces, el yo adulto satisfacía esas necesidades y disipaba la mentira de que ella era responsable de hacer felices a los demás. Cuando terminamos, mi terapeuta dijo: "Sé que fue difícil. Pero puedo asegurarles que valdrá la pena. He visto a muchos padres sanar a través de las luchas de sus hijos". Encuentro de Sanidad Poco después de mi sesión, mi amiga, Anne, llamó inesperadamente. "Quieres encontrarte conmigo en la misa de sanación de hoy", preguntó. "Claro", le dije. Después de la Misa, una fila formada por personas que buscan oraciones de sanación. Esperé y pronto me dirigieron a dos directoras espirituales femeninas. "¿Qué te gustaría pedirle a Jesús?" "Curarlas heridas de mi infancia", le dije. Comenzaron a orar en silencio por mí. Entonces una de las mujeres oró en voz alta, "Jesús, cura las heridas de su infancia. Ella era solo una niña pequeña parada en medio de toda esa rabia, confusión y caos, sintiéndose sola y desesperada por alivio. Jesús, sabemos que ella no estaba sola. Sabemos que Tu estabas allí con ella. Y sabemos que Tu siempre has estado con ella, a lo largo de su vida. Gracias, Jesús por su sanación y la curación de su familia". En el ojo de mi mente vi a Jesús de pie a mi lado. Me miró atentamente, con amor y compasión. Entendí que la tristeza y el dolor de mis padres y hermanos nunca fueron míos, y que Jesús siempre había estado conmigo compartiendo el peso de la tristeza y el dolor. Él había orquestado el momento exacto en que los lugares ocultos en mi corazón se llenarían de Su amor sanador y misericordia. En silencio, lloré. Me alejé asombrada. La oración de esa mujer describía perfectamente lo que había experimentado hace tanto tiempo. Este encuentro íntimo con Jesús fue increíblemente sanador. Oración Contestada Pronto me di cuenta de que mi deseo de levantar a los demás y satisfacer sus necesidades era, en parte, un deseo subconsciente de satisfacer mis propias necesidades y ser sanado. Mientras cargaba con el peso de la tristeza de otras personas, no era consciente de mi océano de dolor que nunca había expresado. Recientemente, mi hija me dijo que se sentía culpable por su tristeza y que sentía que era una carga para mí. Me sentí horrible. ¿Cómo podría sentirse así? Pero entonces lo entendí. Ella no era una carga, pero su tristeza sí. Había sentido la presión de mejorarla para poder sentirme mejor. Y eso la hizo sentir culpable. Mi sanación me ha traído alivio. Saber que Jesús está con mi hija, orquestando su sanación, me libera para amarla tal como es. Con la gracia de Dios, continuaré asumiendo la responsabilidad de la hermosa vida que Dios me ha dado. Le permitiré que continúe sanándome para que pueda ser un recipiente abierto para que el amor de Dios fluya. Una vez le pregunté a un sabio consejero: "Sé que Jesús siempre está conmigo y que puedo confiar en Su bondad para cuidarme, pero ¿alguna vez lo sentiré en mi corazón?" "Sí, lo harás", dijo. "Él lo hará así". Amén. Así es.
By: Rosanne Pappas
MoreNo le quedaba mucho tiempo, pero el P. John Hilton eligió prosperar con las promesas, inspirando a millones y cambiando vidas. Mi viaje por la vida no ha sido muy tranquilo, pero desde el momento en que decidí seguir a Cristo, mi vida nunca ha sido la misma. Con la Cruz de Cristo delante de mí y el mundo detrás de mí, puedo decir firmemente: "No hay vuelta atrás..." Durante mis días escolares en Bede's College en Mentone, sentí un fuerte llamado desde adentro. Tuve grandes mentores allí, incluido el hermano Owen, quien inspiró y fomentó mi amor por Jesús. A la tierna edad de 17 años, me uní a los Misioneros del Sagrado Corazón. Después de 10 años de estudio, incluyendo una temporada en la Universidad de Canberra y un título en Teología en Melbourne, finalmente fui ordenado. Prueba con el destino Mi primera cita fue en Papúa Nueva Guinea, donde recibí una base práctica de vida entre personas sencillas con un gran sentido de vivir en el momento presente. Más tarde, me enviaron a París para estudiar liturgia. Los estudios de doctorado en Roma se vieron interrumpidos por dolores de cabeza por tensión, que me impidieron completarlos. Y pronto quedó claro que mi llamado no era enseñar en el seminario. A mi regreso a Australia, me involucré en el ministerio parroquial y probé 16 parroquias en varios estados diferentes de todo el país. Me revitalizó mi participación en dos movimientos fabulosos que nutren y reviven el matrimonio y la vida familiar: los Equipos de Nuestra Señora y el Encuentro Matrimonial. Me sentí contento. La vida iba muy bien. Pero de repente, el 22 de julio de 2015, todo cambió. No salió totalmente de la nada. Durante los últimos seis meses, había visto sangre en la orina en un par de ocasiones. Pero ahora ni siquiera podía orinar. En medio de la noche, me dirigí al hospital. Después de una serie de pruebas, recibí noticias alarmantes. Me habían diagnosticado cáncer de riñón que ya había alcanzado la cuarta etapa. Me encontré en estado de shock. Me sentí aislado de la gente normal. El médico me había informado que incluso con los medicamentos, solo podía esperar vivir otros tres años y medio. No pude evitar pensar en los pequeños hijos de mi hermana. Nunca vería crecer a estos encantadores niños pequeños. Hasta que ocurrió esta crisis, me había encantado rezar las meditaciones de la mañana, pero a partir de entonces luché. Después de un tiempo, encontré una manera más fácil de meditar. Descansando ante la presencia del Señor, repetí un mantra inspirado por Dante: "Tu voluntad es mi paz". Esta simple forma de meditación me permitió restaurar mi paz y confianza en Dios. Pero a medida que avanzaba en mi día normal, lo encontré mucho más difícil. A menudo me distraían pensamientos como 'No estaría por mucho más tiempo...' El mejor consejo Después de tres meses de tratamiento, se realizaron pruebas para ver si el medicamento estaba funcionando bien. Los resultados fueron positivos. Hubo una reducción significativa en la mayoría de las áreas, y me aconsejaron que consultara a un cirujano para extirpar el riñón afectado. Sentí un estallido de alivio porque en el fondo de mi mente dudaba si el medicamento realmente estaba funcionando. Así que esta fue una gran noticia. Después de la operación, me recuperé y volví a ser párroco. Esta vez, me sentí con más energía hacia la evangelización. Sin saber cuánto tiempo podría hacer este trabajo, puse todo mi corazón en todo lo que me involucré. Cada seis meses, se realizaban pruebas. Inicialmente, los resultados fueron buenos, pero después de un tiempo el medicamento que había estado tomando se volvió menos efectivo. El cáncer comenzó a crecer en mis pulmones y en mi espalda, causándome ciática y haciéndome cojear. Tuve que someterme a quimioterapia y comenzar un nuevo tratamiento de inmunoterapia. Fue decepcionante, pero no una sorpresa. Cualquiera que esté en un viaje con cáncer sabe que las cosas cambian. Puedes estar bien en un momento y al siguiente momento ocurre un desastre. Una hermosa amiga mía, que ha sido enfermera en el departamento de oncología durante muchos años, me dio el mejor consejo: Sigue viviendo tu vida tan normalmente como puedas. Tomate un café si te gusta el café, o coma con amigos. Sigue haciendo las cosas normales. Me encantó ser sacerdote y me sentí emocionado por las cosas maravillosas que suceden en nuestra parroquia. A pesar de que el viaje ya no era fácil, todavía amaba lo que hacía. Siempre me encantó celebrar la Misa y ministrar los sacramentos. Es algo que tenía muy preciado y siempre estuve agradecido a Dios por este gran privilegio. Más allá de los horizontes Tenía una fuerte convicción de que realmente necesitamos hacer mayores esfuerzos para revertir el número cada vez menor de personas que vienen a la Iglesia siendo proactivos. En nuestra parroquia nos esforzamos por hacer que el domingo sea más atractivo. Como siempre había amado el lado contemplativo de nuestra Iglesia, quería crear un oasis de oración y paz trayendo un poco del espíritu monástico a nuestra parroquia. Así que todos los lunes por la noche, celebramos una misa contemplativa a la luz de las velas con música contemplativa relajante. En lugar de dar un sermón, leía una reflexión. Una de las canciones que me conmovió profundamente es el sencillo ganador del GRAMMY "10,000 razones (Alaba al Señor) de Matt Redman. Cada vez que cantaba el tercer verso de la canción, casi me atragantaba. Y ese día cuando mi fuerza este fallando. El final se acerca Y mi momento haya llegado Aun así, mi alma Cantara tu alabanza sin fin Diez mil años Y luego para siempre Eternamente Me pareció muy conmovedor porque lo que en última instancia estamos tratando de hacer es dar alabanza a Dios y desarrollar nuestra relación con Jesús. A pesar de mi enfermedad, fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida como sacerdote. Me recordó las palabras que Jesús dijo: "He venido para que tengan vida y la tengan en plenitud". Juan 10:10 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------- "Mi esposo, que no es católico y que apenas comenzaba a aprender sobre la fe, conoció al Padre John por casualidad. Más tarde dijo: "Por lo que sé de este tipo, Jesús... El padre John parece ser como él. Saber que vas a morir y seguir dando de ti mismo cada vez más y más a pesar de que las personas que te rodean no se dan cuenta de que estos son tus últimos días ..." Kaitlyn McDonnell Una de las cosas que Juan tenía muy claro era su propósito en la vida. Él era un conductor absoluto y realmente hizo a Jesús real en este mundo. A menudo me preguntaba qué habría pasado si no hubiera sido fuerte en términos de su fe y valores. Podría haber sido muy desafiante para él, pero todos los domingos cuando nos encontrábamos con él, tenía la misma energía. Independientemente de lo que sucediera a su alrededor o con él, tenía una sensación de serenidad a su alrededor. Fue un regalo increíble. Dennis Hoiberg Tuvimos que recordarle que tenía limitaciones, pero esto no lo frenó. Fue una inspiración porque este es un hombre al que le han dicho que tienes un tiempo limitado. Sin embargo, siguió dando en lugar de dejarse vencer por su enfermedad y pensar en ella. Shaun Sunnasy
By: Late Father John Hilton Rate
MoreUna oración poderosa para abrir la puerta de la Misericordia, y toma solo 7 minutos Era un día cálido y agradable. El musgo que colgaba de los enormes robles de agua en nuestro patio delantero volaba de lado espolvoreando la hierba con escombros. Acababa de revisar el buzón cuando Lia, una de mis mejores amigas, se detuvo en el camino de entrada. Se apresuró a acercarse y pude ver en su rostro que estaba extremadamente afectada. “Mi mamá fue al hospital hace dos noches. Sus células cancerosas se han diseminado desde sus pulmones hasta su cerebro”, dijo Lia. Los hermosos ojos marrones de Lia brillaban con lágrimas que corrían por sus mejillas. Verla fue desgarrador. Tomé su mano. "¿Puedo ir contigo a verla?", Le pregunté. "Sí, iré esta tarde", dijo. "Está bien, te veré allí", le dije. Cuando entré a la habitación del hospital, Lia estaba junto a la cama de su madre. Su madre me miró, su rostro se contrajo por el dolor. “Espero que esté bien que haya venido a verte", le dije. "Por supuesto. Es bueno verte de nuevo", dijo. "¿Has tenido noticias de ese sacerdote amigo tuyo?", Preguntó, con voz débil pero amable. “Sí, hablamos de vez en cuando” dije. "Estoy tan contenta de haber podido verlo ese día", dijo. Lia y yo habíamos sido parte de un grupo de oración del Rosario que se reunía todas las semanas alrededor del tiempo en que su madre recibió su primer diagnóstico. Un sacerdote, conocido por sus dones espirituales, había venido a una de nuestras reuniones y estábamos ansiosos para se uniera a nosotros en oración y escuchara nuestras confesiones. La madre de Lia fue criada como Católica, pero cuando se casó, decidió integrarse a la familia de su esposo y adoptar su fe griega ortodoxa. Sin embargo, a lo largo de los años, se sintió cada vez menos en casa en ambas comunidades religiosas. Preocupada porque su madre había estado lejos de la Iglesia y los sacramentos durante tantos años, Lia la invitó a nuestro grupo de Rosario para que pudiera conocer a nuestro sacerdote especial. No fue hasta que el sacerdote se estaba preparando para irse que la mamá de Lia finalmente entró por la puerta trasera. Lia me lanzó una sonrisa de alivio. Su mamá y el sacerdote hablaron solos durante unos veinte minutos. Más tarde, Lia me llamó para decirme que su madre no tenía palabras suficientes para expresar lo amable y cariñoso que había sido el sacerdote con ella. Ella le dijo a Lia que después de hablar, él había escuchado su confesión y ella se había llenado de paz. Ahora, acostada en la cama del hospital, ya no se parecía a ella. El color de su piel y la mirada de sus ojos revelaban el cansancio y el sufrimiento, los estragos de una enfermedad prolongada y progresiva. “Me preguntaba si les gustaría orar juntos”, le pregunté. “Hay una oración especial llamada La Coronilla de la Divina Misericordia. Es una oración poderosa que Jesús le dio a una monja llamada Sor Faustina para que fuera difundida Su misericordia por todo el mundo. Tarda unos siete minutos y una de las promesas de la oración es que aquellos que la recen entrarán por la puerta de la misericordia en lugar del juicio. Yo la rezo a menudo”, dije. La mamá de Lia me miró con una ceja levantada. "¿Cómo puede ser verdad?" ella preguntó. "¿Qué quieres decir?" Dije. “¿Me estás diciendo que si un criminal implacable hace esa oración minutos antes de morir, entra por la puerta de la misericordia en lugar del juicio? Eso no parece correcto ", dijo. “Bueno, si un criminal implacable se toma el tiempo de rezarlo y rezarlo con sinceridad, entonces debe haber esperanza en él, a pesar de todo lo que haya hecho. ¿Quién puede decir si el corazón se abre a Dios y cuándo? Creo que donde hay vida hay esperanza”. Ella me miró fijamente. Yo continué. “Si su hijo fuera un criminal empedernido, ¿no lo amaría aunque odiara sus crímenes? ¿No esperarías siempre su cambio de opinión debido al gran amor que le tiene? " "Sí", dijo débilmente. “Dios nos ama mucho más de lo que podríamos amar a nuestros hijos y siempre está listo para entrar en cualquier corazón con Su misericordia. Espera esos momentos con paciencia y con muchas ganas porque nos ama mucho ”. Ella asintió. "Eso tiene sentido. Sí, lo rezaré contigo ”, dijo. Los tres rezamos juntas la Coronilla de la Divina Misericordia, charlamos unos minutos más y luego me fui. Más tarde esa noche, Lia me llamó. "La enfermera de mi mamá me llamó para decirme que, justo después de que yo dejara el hospital, mamá perdió toda lucidez". Lloramos juntas, oramos y esperamos la recuperación de su madre. La mamá de Lia murió unos días después. La noche de su muerte tuve un sueño. En mi sueño, entré en su habitación del hospital y la encontré sentada en la cama con un hermoso vestido rojo. Se veía radiante, llena de vida y alegría, sonriendo de oreja a oreja. La noche del velorio cuando me acerqué al ataúd para presentar mis respetos, ¡me sorprendió verla con un vestido rojo! Los escalofríos recorrieron mi columna vertebral. Nunca había estado en un velorio en el que el difunto vistiera un vestido rojo. Fue muy poco convencional y completamente inesperado. Después del funeral, agarré a Lia y la lleve a un lado. "¿Qué te hizo ponerle un vestido rojo a tu mamá?" Yo pregunté. “Mi hermana y yo lo discutimos y decidimos que le pondríamos a mamá su vestido favorito. ¿Crees que no deberíamos haberlo hecho? ella preguntó. "No, no es eso. La noche en que murió tu mamá soñé que entré en su habitación del hospital, la encontré sentada sonriendo de oreja a oreja ... ¡y con un vestido rojo! " le dije. Lia quedó boquiabierta y sus ojos se abrieron. "¿Qué? No hay manera ”, dijo. “Sí, hay manera”, dije. Con lágrimas corriendo por sus mejillas, Lia dijo: “Tú y yo fuimos las últimas personas que vio antes de que su cerebro se apagara. ¡Y eso significa que lo último que hizo fue rezar la Coronilla de la Divina Misericordia! " Agarré a Lia y la abracé. “Estoy muy agradecida de que vinieras conmigo ese día, que oraramos con mi mamá y de haber estado con ella antes de que perdiera el conocimiento”, dijo. "No puedo creer el hecho de que la viste en tu sueño tan feliz y con un vestido rojo. Creo que Jesús nos está diciendo que ella realmente entró por la puerta de la misericordia”. "Gracias Jesús.", dijo “Amén”, respondí.
By: Rosanne Pappas
More¡Entra por el oído y directamente al corazón! Una manera asombrosa de renacer hoy tu alma. Mis visitas como trabajadora de cuidado pastoral, ofreciendo oraciones a través de la liturgia y la música a las residencias de ancianos, en especial con los que necesitan cuidados continuos, siempre están llenas de una mezcla de emociones encontradas. Se me advierte que estos residentes pueden pasar horas o incluso días sin responder. Cuando veo a los participantes, tan frágiles y golpeados por las distintas batallas de la vida, esperando a su hora, con los ojos fijos en la “nada”, hay una parte de mí que duda que lo que les he preparado les sea de gran provecho. Sin embargo, en muchas ocasiones me he equivocado. Tan pronto comienzan a escuchar cantos como Sublime Gracia (Amazing Grace), Qué grande eres (How Great Thou Art), Un día a la vez y otros himnos muy queridos, las cabezas se levantan, los ojos empiezan a abrirse o empiezan a parpadear y las lágrimas corren por sus mejillas. Nunca olvidaré Una vez, un caballero frágil y paralizado estaba sentado en una silla cómoda y me agarró de la mano y me la apretó con fuerza. Algunas de mis lágrimas rodaron ese día. Otro, que se había mostrado reticente y hostil, cantó alegremente la canción, una y otra vez, con su espléndida voz de barítono hasta que algunos residentes le hicieron callar, quienes se sintieron molestos por su “ruido” y luego me guiñaron un ojo y con su pulgar me mostraron su aprobación. Según unos estudios sobre la demencia, en sus diferentes etapas, revelan que la música ayuda a las personas a conectarse con sus buenos recuerdos y está demostrando ser una medicina efectiva. Las melodías las recuerdan incluso después de haber olvidado los nombres, las caras y las palabras. A veces olvidamos el poder de la música para despertar esa parte del cerebro: provocar las respuestas, reconectarse con los seres queridos y mejorar la concentración. Aumenta la felicidad y disminuye la fatiga, haciendo que desaparezca la oscuridad y el velo que nos separa de lo que queremos olvidar y de lo que queremos recordar se haga más transparente. El Centro Clay de Salud Mental para jóvenes dice que la música es la terapia de arte mejor estudiada y ayuda a reducir la ansiedad, la depresión, el trauma, la psicosis y el estrés. La música ayuda a sanar. Canta para Él El sermón del obispo Brewer del domingo, 4 de octubre del 2015 cita algunos de los distintos propósitos que la música ofrece para nuestras vidas. Dice que la música nos enseña el evangelio; nos conecta con Dios de formas únicas; nos permite expresar nuestro amor a Dios con todo nuestro ser y si se usa para la adoración, cumple el mandato de Dios. Afirma además que la música que honra a Dios hará que nuestro corazón cante. Y cuando nuestro corazón canta, se lleva a cabo la adoración. Nos transformamos por dentro. He descubierto que esto es verdad. Pertenezco a un grupo de oración donde nos reunimos todos los viernes para alabar y para adorar a nuestro Señor, que también son servicios que ofrecemos en nuestra comunidad. En los últimos 23 años, hemos compartido la música juntos que nos ha llevado a una comunión más profunda con Dios. Mi transformación personal ha sido en parte debido a la alabanza y la adoración. Cuando canto al Señor, el Espíritu Santo revela mis verdades y mis necesidades de cambiar mi interior. Soy más consciente de mi necesidad de recibir la gracia de Dios y lloro al ver mis pecados, pero me llena de gozo el ser consciente de que el Señor venció el pecado y la muerte. Cuando estoy deprimida, la música me reconforta; cuando lucho contra las batallas, me da la fuerza y la fe para seguir adelante. Cuando estoy alegre, la música me inspira a bailar y a compartir mi esperanza con los demás y cuando el diablo me tienta, la alabanza y la adoración lo detienen en seco. La base de la armonía Si quieres profundizar más, lee el artículo escrito por John Michael Talbot en Music of God (La Música de Dios). Dice: “Dios es la música espiritual perfecta. Muchas de las principales religiones del mundo dicen que Dios creó el universo a través de la música. Pero la música de la que hablan no es una mera canción terrenal. Es profundamente espiritual y mística. Los místicos dicen que en el estado sobrenatural se puede ver el sonido y oír el color. Esta era nuestra forma original y lo volverá a ser en la eternidad. Esta música armoniosa es parte del ser mismo de Dios. “Dios es una armonía perfecta autosuficiente, trascendente y es bondad eterna y un amor desinteresado. Este asombroso equilibrio y pacífica armonía se manifiesta perfectamente en la Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es una lógica perfecta, pero más allá del alcance de la simple lógica". Según otro compositor de música, la armonía está ordenada por Dios; la base de la armonía es una tríada, un trío de notas que están unidas perfectamente entre sí. Es posible que no hayamos tenido mucha música en el 2020 debido al COVID 19; muchos de nosotros hemos perdido el ritmo de la vida, al ser superado por las incertidumbres y nuestras vidas al ser desgarradas por notas discordantes de pérdidas y de dudas. Pero a todos nos anima que en el año 2021 debemos recuperar lo que hemos perdido y redescubrir la esperanza, la confianza y la fe en lo que Dios nos ordenó que fuésemos: una creación de armonía, paz y alegría. Es posible que la pandemia del coronavirus nos haya desviado, pero recordemos una vez más lo que nos dice el Apocalipsis 5, 8-9: “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un cántico nuevo.” Cantemos nuestras viejas canciones de nuevo o creamos algunas nuevas mientras continuamos componiendo música para el Señor, para que podamos unirnos al coro celestial. Si dejamos ir nuestro falso yo discordante, impulsado por el ruido y el miedo y buscamos a Dios en su lugar, lo escucharemos y nos hablará de nuevo con una melodía pacífica de confianza y de buenas nuevas con gratitud.
By: Dina Mananquil Delfino
More¿Adicto, insomne, ansioso y te sientes perdido? Anímate, hay esperanza. "Hay esperanza." Estas fueron las últimas palabras que me dijo mi padre antes de morir a la edad de 77 años. Estas palabras me serían dichas dos veces más y cambiarían mi vida. Me llevarían de una vida de adicción a ser discípulo de Jesús dirigiendo una organización benéfica para adictos en recuperación, donde la buena nueva del Evangelio toma forma como una existencia cotidiana y tangible, dando esperanza a todos los que buscan la verdad. déjame empezar por el principio. Nací como el menor de 6 hermanos en lo que ustedes considerarían una familia católica normal de clase media donde recibí los fundamentos de la fe católica. Pero a pesar de esta sólida base en La Iglesia, tuve problemas de disciplina, comprensión y oración. Asistí a misa, pero mi fe era débil. Cuando llegué a la adolescencia, estaba decayendo rápidamente, y cuando fui a la universidad, todo lo que quería hacer era tocar música en vivo en una banda de rock. Soñé con ser un héroe de la guitarra mientras disfrutaba de la vida de fiesta. Logré reconocimiento, al menos localmente, pero para funcionar siempre necesitaba una sustancia intoxicante dentro de mí. Mi sustancia preferida se convirtió en alcohol, aunque luego me volví dependiente de muchas sustancias. Pasaron los años y bebí cada vez más, ya fuera feliz o triste, enojado o en paz, bebía. En casa o fuera de casa, en concierto o levantándome para trabajar al día siguiente, no había ninguna diferencia. Yo era dependiente del alcohol, pero no me di cuenta ni lo admití durante muchos años. Después de la muerte de mi padre, mi ansiedad se elevó a niveles nuevos. Abusaba de los medicamentos recetados, desde bloqueadores de ansiedad hasta pastillas para dormir, analgésicos y antidepresivos. Mi vida estaba fuera de control. Fui hospitalizado varias veces durante varios años, y una vez pasé una semana desintoxicando médicamente del alcohol. Fue entonces cuando escuché esas palabras por segunda vez. Me desperté en mi cama del hospital delirando y balbuceando, pero una enfermera me tomaba la mano y me decía: "Mark, está bien, hay esperanza". Pasaron unos años, y estoy en el mismo hospital, solo que esta vez estoy en una sala después de admitir pensamientos suicidas. Mi cuerpo era una mezcla tóxica de drogas, analgésicos y alcohol. Me di cuenta del paciente en la cama a mi lado que estaba hablando con su compañero por teléfono, y todo lo que decía me irritaba. Esa conversación se enredó con voces que escuché en mi propia cabeza y que durante años me habían condenado. Inexplicablemente, de repente sentí la necesidad de matar al hombre en la cama a mi lado. Me quedé allí hasta la medianoche pensando que, sin alcohol o pastillas para dormir, no podría dormir. Me enojé extremadamente. Creció la necesidad de violentar al hombre que estaba a mi lado. Me imaginé ahogándolo. ¿Tenía ganas de estrangular a alguien? Quizás lo hice. Pensé en ponerle una almohada sobre la cabeza y dejarlo sin aliento. Me imaginé golpeándolo lo más fuerte posible y dejándolo inconsciente. Entonces, me contuve. “Espera, ¿acabo de asesinar a un hombre inocente en una cama de hospital? No una, ni dos, sino tres veces. ¿Quién era yo? ¿En qué me había convertido? ¡Había matado a un hombre en mi corazón tres veces! " Dirigí mi ira hacia Dios. “Creo en ti, y ahora necesitas ayudarme”, llore. Pero también lo culpé. "¿Por qué me creaste solo para atormentarme y enviarme al infierno?" Me di cuenta de que estaba débil y que no tenía fuerza para otra pelea. Debido a que había agotado toda mi fe en la humanidad, necesitaba algo o alguien a quien aferrarme. Debía tener esperanza. Había intentado docenas de veces limpiarme por mi cuenta, pero siempre tenía el mismo resultado. Ahora hice algo que no había hecho en muchos años. Aunque me había alejado de Dios y de la fe de mi infancia, recordé mis oraciones y comencé a orar. “Me entrego a Ti, Jesús. Sálvame. Sé que eres mi Dios y Salvador, ¡ayúdame! " Seguí rezando. Comencé a citar las Escrituras: "Pide y recibirás". Dije: “Señor Jesús, estas son tus palabras. Te estoy citando, así que debes escucharme. Estas no son mis palabras, sino las tuyas”. Sabía que estaba citando la Biblia y sabía que era verdad, pero no tenía idea de qué pasaje era. Ahora sé que estaba citando Mateo 7: 7: “Pidan y se les dará; Busca y encontraras; llama a la puerta y se te abrirá. Las últimas palabras de mi padre habían sido "Hay esperanza" y aquí estaba citando Mateo 7: 7. Alrededor de las 7:00 am, me desperté con el sonido de una enfermera preguntándome si quería una taza de té. ¡Había dormido siete horas! La mayoría de la gente sabe que un hospital no es un lugar para dormir bien por la noche, pero allí me estaba retirando del alcohol, las pastillas para dormir y todo tipo de otras sustancias y acababa de dormir la mejor noche en años. Mientras la enfermera me ofrecía té y tostadas, escuché otra voz murmurar: "Hay esperanza". ¿Fue la enfermera o Dios me estaba hablando? Decidí que Jesús había respondido a mis oraciones: había dormido durante horas y de nuevo estaba escuchando: "Hay esperanza". Pero lo más importante es que algo había cambiado, algo profundo. Mi ansiedad se había ido y tenía una leve sensación de felicidad y alegría. No estaba seguro de qué lo causó, pero los demonios que me habían atormentado durante muchos años se habían ido. Este fue el comienzo del milagro de mi conversión, el primero de muchos. Me quedé allí en total paz y le di las gracias a Jesús. Mi viaje con Jesucristo comenzó ese día y continúo caminando el camino en el cual El me sigue guiando.
By: Mark Yates
MoreEn ese momento sentí como que la Madre Santísima me había envuelto en su En 1947, nací en un pequeño pueblo de Italia, cerca de Casalbordino, el sitio de la aparición de "Nuestra Señora de los Milagros". El día que nací cae entre el día de la fiesta de "Nuestra Señora de los Milagros" y la fiesta de San Antonio, entonces por esa razón mis padres me nombraron María Antonia. Emigramos a Canadá cuando tenía 7 años. Mis padres no eran ávidos asistentes a la iglesia, pero se aseguraron de que nosotros siguiéramos la fe católica, además yo no presté mucha atención a la importancia y el significado de Nuestra Señora hasta que mis padres visitaron Medjugorje en 1983. Mi mamá estaba muy afectada por la experiencia, así que vino a casa y nos contó lo que estaba pasando allí. Entre los rosarios, las medallas, los anillos y las baratijas que trajo de vuelta había una pequeña tarjeta postal con una foto de la Virgen rodeada de los seis visionarios. Cada vez que yo entraba en su dormitorio, veía esta imagen en un pequeño estante en la esquina de su cocina, y me toco sinceramente. Podía sentir a la Virgen mirándome al corazón. En 1995, mientras veía un video sobre los acontecimientos en Medjugorje, sentí que la Virgen me preguntaba: "¿Cuándo vienes? Soy tu madre y te estoy esperando." Al año siguiente, oímos hablar de un peregrinaje desde Calgary hasta Medjugorje y me sentí obligada a inscribirme. Debido a la guerra en Bosnia, muchas personas se retiraron del peregrinaje por temor a lo que pudiera pasar, pero yo estaba determinada a ir. En Medjugorje, sentí una profunda confirmación de que la Virgen me estaba llamando. Un día, conocí al Padre Slavko Barbaric, quien me miró y me dijo: "Cuando te vayas a casa, me gustaría que inicies un grupo de oración y las oraciones tienen que estar dirigidas a ayudar a la familia porque la familia está en crisis hoy". Después de regresar, comenzamos la Hora de oración en San Buenaventura. Cada año, llegan más personas que se unen a nosotros para orar. Visité Medjugorje seriamente comprometida a hacer cambios drásticos. Sabía que necesitaba una profunda conversión de corazón, así que busqué la ayuda de Nuestra Señora para entender mejor la Escritura, para crecer en mi vida de oración y para una experiencia con alegría y amor en mi corazón mientras rezaba el Rosario. Todas estas bendiciones, y más, fueron otorgadas. Durante ese tiempo, pensé que era solo "mi" peregrinación porque no me di cuenta de que nuestra Señora me estaba invitando a traer más personas a ella. En 1998 el padre Slavko había insistido que yo trajera a mi marido, así que fuimos juntos. Me sentía llamada a traer más personas a nuestra Señora, pero le pedí a nuestra Señora una señal para confirmarlo. Poco después, dos señoras se me acercaron, buscando mi ayuda para ir a Medjugorje. Cada año desde entonces, tengo una conversación íntima con nuestra Señora sobre si debo ir de nuevo. Cada vez recibo la respuesta de que hay más personas que necesitan recibir gracia y bendiciones del Señor con la ayuda de Nuestra Santísima Madre, que está llena de gracia... Nuestras vidas no han sido perfectas y también hemos tenido momentos que ponen a prueba nuestra fe. Hace ocho años, recibimos noticias que nos impactaron. Mi hija fue diagnosticada con leucemia. Inmediatamente nos dirigimos al Señor, pero estando en tal pánico, fue difícil enfocarnos en Dios y en lo que Él puede hacer por nosotros. Un día en particular, pasamos por un momento muy difícil. Se había desarrollado un coágulo en el puerto, entonces no se podía administrar medicamentos y los médicos tenían que averiguar cómo tratarla. Como de costumbre, llevamos nuestras preocupaciones a la presencia del Señor en la Capilla de la Adoración para recibir su consuelo. Miré hacia arriba al Señor y le pregunté por qué le estaba pasando esto a nuestra hija y “¿por qué nosotros?” Muy claramente, le escuché responder "¿por qué no tu?" Me di cuenta de que Él pasó por un sufrimiento tan terrible y Él nos acompañaba en nuestro sufrimiento, para que pudiéramos crecer en Su amor. En ese momento, sentí que la Madre Bendita me envolvió en su manto, manteniéndome cerca igual como ella había sostenido a su Hijo después de Su nacimiento y después de Su muerte. Cuando regresamos al hospital, nuestra hija estaba rodeada por un equipo de personas que resolvían los problemas que impedían su tratamiento. Me sentí segura de que nuestras oraciones habían sido escuchadas. Nuestro Señor y Nuestra Señora estaban allí. Todo lo que teníamos que hacer era confiar. Todo iba a estar bien. Siempre estarían en nuestra vida, cuidando de nosotros. El año pasado, nuestra hija celebró su 25 aniversario de bodas. Dios ha sido tan bueno con nosotros. Nuestra Señora en Medjugorje nos dio 5 piedras para construir el fundamento de nuestra fe: 1. Rezar todos los días, especialmente el Rosario. 2. Leer las Escrituras todos los días, para recibir la Palabra de Dios. 3. Participar en la Santa Misa con la mayor frecuencia posible, si no todos los días, al menos los domingos. 4. Recibir la sanación y el perdón del Señor en el Sacramento de la Penitencia, al menos una vez al mes sin falta. 5. Ayunar con pan y agua los miércoles y viernes. Esto no es fácil, especialmente si eres nuevo en ello. Toma mucho tiempo construir estos hábitos y el aguante para seguirlos, pero Nuestra Señora siguió animándonos. Lo que más me sorprendió fue que cuando fuimos más consistentes en rezar el Rosario, pudimos practicar las otras piedras más fácilmente. El Rosario nos ayudó a tener la confianza de ponerlos en nuestra vida cotidiana y desarrollarlos en una rutina de la que hemos crecido para amar y depender. Se ha convertido en una presencia diaria en nuestras vidas. Muchos de sus mensajes nos dicen, no puedo lograr el plan de Dios sin ti. Te necesito. Dame tus problemas y reza por mis intenciones que son las de todas las personas que están rezando el Rosario. Así que cuando rezamos el Rosario por las intenciones de María nos sentimos conectados con todos. Hemos visto muchos cambios asombrosos a medida que las personas que vienen en las peregrinaciones regresan y se involucran en tantos ministerios vitales. Medjugorje ha sido una escuela de amor para mí. Ella es tan «llena de gracia» que cuando nos unimos a ella en oración, nos abrimos a todas las gracias y bendiciones que Nuestro Señor tiene que ofrecer.
By: Marie Paolini
MorePuede que te sientas perdido y solo. ¡Anímate, porque Dios sabe exactamente dónde estás! Sola en la ducha, podía gritar sin ser escuchada. El agua caía sobre mi cabeza mientras que la angustia rompía mi corazón. Mi mente imaginaba lo peor, un pequeño ataúd y una pérdida demasiado grande para soportar. Mi corazón dolía, como si estuviera siendo atornillado. Era más que un dolor físico, pero me sentía torturada con un sentimiento opresivo, similar a un ahogo. Este sentimiento invadía mi ser. Nada podía aliviar el dolor y nadie podía consolarme. El sufrimiento es parte de la condición humana, es inevitable. Una cruz particular ha sido creada para que cada uno de nosotros la cargue, pero yo no quería cargar ésta. Me quejaba con desesperación bajo su peso. “Por favor, Dios, dame una cruz distinta, no ésta. No puedo cargar ésta. Tomaré cualquier dolor, cualquier enfermedad, cualquier cosa, pero no esto, no a mi hijo. Esta cruz es demasiado grande. No puedo, por favor,” Rogué. Las náuseas me sobrecogieron. Vomité y luego caí al piso de la ducha, sollozando. Mi ´no´ fue inútil. Rendirme era el único camino a seguir. Exhausta, oré, “Si no me cambias ésta cruz, Dios, por favor dame la fuerza para cargarla… (la imagen de un pequeño ataúd pasó por mi mente de nuevo)… sin importar dónde me lleve. Ayúdame. No puedo hacer esto sin Ti.” Mi dulce y pequeño hijo había sido admitido al hospital en estado de gravedad. Por ocho años estuve junto a él en su cama de hospital. Su espíritu no había sido amedrentado por su enfermedad pero ya no era el mismo. Moretones morados y rosas coloreaban sus mejillas, pasaban por el puente de su nariz y sobre sus brazos y piernas. La medicina que le daba un respiro hacía que su cara y cuerpo se hincharan. Cuando él se dormía, que era muy poco, yo sollozaba hasta dormirme. Mis oraciones, mis esfuerzos para distraerlo, y el mecer su frágil cuerpo eran las únicas contribuciones que podía hacer en su batalla para sobrevivir. Le leía y dibujaba caricaturas en una libreta de dibujo que le habían regalado antes de ser hospitalizado. Era terapéutico para ambos. A pesar de que nunca había dibujado antes, en mis esfuerzos para darle un poco de alegría, descubrí que podía dibujar con facilidad. Finalmente, mi hijo fue dado de alta del hospital con un plan de tratamiento, esperanza y oraciones para que alcanzara la remisión. Nuestra nueva normalidad se estableció. Mi mamá sugirió que yo explorara mi nueva capacidad de dibujo. Tomamos una clase de arte juntas en el estudio de bellas artes local. La maestra de arte nos pidió que lleváramos una foto que nos conmoviera. Yo elegí una tarjeta de Navidad que mostraba a Nuestra Madre Santísima sosteniendo al Niño Jesús. La profesora de arte pensó que como me faltaba experiencia y entrenamiento, debería dibujar algo más simple, como una flor. Me giré en mi banco para mirarla, declarando “Mi hijo debería está muerto, pero está vivo. Jesús y la Virgen Santísima son todo lo que me interesa. Ellos son los que me mueven.” Abrió sus ojos grandemente. “Oh, no tenía idea sobre su hijo. Lo siento mucho. Sólo tenga cuidado con sus valores.” Estaba confundida. “¿Qué tienen que ver mi moral con mi dibujo?” Pregunté. “Me refiero a los valores de color claro y oscuro.” Me contestó gentilmente. “Oh, está bien” dije, un poco avergonzada. Retorné a mi caballete, cerré mis ojos y oré. “Ven Espíritu Santo, ayúdame a dibujar una pintura que ayude a otros a amar y a necesitar a Jesús y a María como yo lo hago en estos momentos.” Mientras dibujaba, me apoyé en la fortaleza, amor y sabiduría del Cielo para que me guiaran. Mi deseo encontró su expresión en el arte. Cada nueva obra de arte era una oración y un don de Dios. Una mañana, mientras dejaba la Iglesia luego de la misa, un sacerdote visitante se me acercó, diciendo “Cuando estaba en casa de tu hermana, vi la pintura que hiciste de Cristo y el ángel en el Huerto de Getsemaní durante La Agonía. Me conmovió profundamente. Tu hermana me contó sobre tu hijo y cómo descubriste inesperadamente tu habilidad para dibujar en medio de tu angustia. Tu arte de veras es una bendición que nació del sufrimiento, es un don.” “Gracias”, repliqué, “Lo es. Cuando miro atrás veo que este don artístico era un presagio.” “¿Por qué? ¿A qué te refieres?” Preguntó. “Dibujar me ha enseñado a ver todo de forma distinta. Descubrí que el contraste de claro y oscuro en una pintura crea profundidad, riqueza y belleza. Sin la claridad, la oscuridad en una pintura es un abismo vacío. La oscuridad del sufrimiento es como la oscuridad de una pintura. Sin la luz de Cristo, el sufrimiento amenaza con sumergirme en la profundidad de la desesperación. Cuando finalmente entregué mi dolor y mis circunstancias a Jesús, caí sobre sus brazos amorosos y me acogí a Su plan para mi vida. Entonces Cristo, el Artista Principal, usó la oscuridad de mi sufrimiento para enternecer mi corazón y hacer espacio para que la fe, la compasión, la esperanza y el amor crecieran dentro de mí. La luz de Cristo iluminó la oscuridad y nos trajo bendiciones inexplicables a través de los sufrimientos de mi hijo, mi matrimonio y nuestra familia.” “Ahora entiendo. Verdaderamente es cierto. El arte imita la vida y el sufrimiento unido a Cristo trae grandes bendiciones. Gloria a Dios.” Exclamó el sacerdote. Y yo contesté “Amén.”
By: Rosanne Pappas
MoreCuando recobré la conciencia, no sabía dónde estaba, qué día de la semana era o qué edad tenía. Ese día todo se volvió muy desconocido para mi. Conduciré a los ciegos por un camino que no conocen, por sendas que no conocen los guiaré; cambiaré delante de ellos las tinieblas en luz y lo escabroso en llanura. Estas cosas haré, y no y no los abandonaré (Isaías 42:16). Debido a que nací con una masa anormal en mi cerebro, comencé a tener convulsiones cuando era una bebe. Me había acostumbrado a que las convulsiones formarían parte de mi vida regular, hasta que un nuevo tipo de convulsiones interrumpió mi vida diaria.. Una mañana, estaba desayunando con mi mamá cuando repentinamente perdí la conciencia. Me caí de la silla y tuve una convulsión que duró de 10 a 15 minutos. Perdida y Desesperada Cuando recobre la conciencia, pude reconocer a mi mamá, pero no reconocí la casa ni las cosas que me rodeaban. No sabía dónde estaba, qué día de la semana era o qué edad tenía. En mi casa, no podía identificar mi recamara. Todo me parecía muy desconocido. La convulsión me había causado que perdiera una gran parte de mi memoria. Me sentía perdida. Esto continuó por casi dos semanas, y me sentía desesperada. Una noche, en medio de mi desesperación, mire a la imagen de la Divina Misericordia que colgaba de mi pared, y clamé al Señor. Le pedí que me diera fuerzas, que me guiara, pero sobre todo que me sostuviera muy cerca de Él. Señor Jesus, no permitas que esta situación me aleje de ti. Al contrario, por favor utiliza esto como una herramienta para acercarme más a ti. Jesus, en ti confío. Esa misma noche, desperté a eso de las 2 de la madrugada y tuve una visión: Me vi a mi misma caer en un profundo abismo. Entonces, de repente, vi que una mano me sostenía y evitaba que yo me siguiera hundiendo. Era la mano del Señor. En cuestión de segundos, mi dolor y desesperación se transformaron en paz y gozo. De allí en adelante supe que estaba en las manos del Señor y me senti segura. Dolor Repentino Dos semanas después de la convulsión, comencé a recuperar recuerdos de mi infancia, pero la mayoría de ellos eran dolorosos. Yo no quería recordar eso. Yo quería recordar solamente los momentos bellos y felices de mi vida. Al principio no entendía porque estaba recuperando mayormente recuerdos dolorosos. Los neurólogos y psicólogos tendrían una explicación: los recuerdos con mayor impacto psicológico son los que mejor se graban en el cerebro. Pero la fe tenía otra explicación: El Señor quería que yo identificara mis heridas y sanara. Una noche, mientras hacía mis oraciones de la noche, recordé los nombres y las caras de las personas que me habían herido profundamente. Lloré con un profundo dolor, pero, para mi sorpresa, no sentí rabia ni resentimiento hacia ellos. En cambio, sentí la necesidad de orar por ellos y pedir por su conversión y arrepentimiento, y lo hice. Más tarde me di cuenta de que había sido el Espíritu Santo quien me había incitado a orar por ellos porque quería sanarme. El Señor estaba sanando mis heridas. Una Respuesta Diferente Tengo un diario, y comencé a leerlo para recordar algunas cosas. Mientras lo leía, me dí cuenta de que había asistido a un retiro de crecimiento Shalom en Marzo, la semana antes de que comenzara el cierre por Covid-19. En el retiro, me rendí ante el Señor y le pedí que dirigiera mi vida. Más tarde, en Mayo, asistí a una Misa de Sanación en mi parroquia local, y le pedí al Señor que me ayudara a identificar mis heridas y a sanarlas. Nunca me imaginé que el Señor respondería de tal manera. Para mi, la convulsión, la pérdida de memoria y los demás acontecimientos fueron una respuesta perfecta de Dios a mis oraciones. Quizás se pregunten por que Dios respondió a mis oraciones de tal manera, y mi respuesta es esta: cada momento de sufrimiento es una invitación a acercarnos más a Dios, cada dificultad es una invitación a confiar más en Dios, y cada situación en la que perdemos el control es una invitación a recordar que Dios es quien tiene el control y que Sus planes son mejores que los nuestros. Un Paseo para Recordar Esto es algo que nunca antes había experimentado. Ciertamente el Señor me llevó por una senda muy desconocida, pero Él estuvo constantemente a mi lado. Aunque olvidé muchas cosas, Él nunca permitió que yo olvidara su amor. Las lecturas bíblicas diarias, las reflexiones, la imagen de la Divina Misericordia, los sueños y las personas que oraban por mí eran un recordatorio constante de Su amor. Lo sentí caminar conmigo a lo largo del camino, lo cual hizo que esta senda desconocida se volviera suave y llevadera. Es por esto que las bendiciones fueron mucho más grandes que el sufrimiento. Por casi un año, le había servido al Señor traduciendo artículos Católicos y otros documentos, y pude continuar haciéndolo durante estos meses. Aunque olvidé muchas cosas, no perdí la capacidad de traducir, y estoy muy agradecida por eso, porque me permitió trabajar para Su reino durante los momentos de dificultad. Ahora, varios meses más tarde, ya he recuperado mucha memoria. Aún olvido cosas en ocasiones, y me he vuelto lenta en ciertas cosas, pero le doy gracias a Dios por la memoria que he recuperado y todas las bendiciones que he recibido durante estos meses. ____________________________________________________________________ Si el Señor te ha llevado por una senda desconocida, entrégate a Su voluntad y pídele que haga que los caminos se vuelvan suaves y llevaderos. Recuerda que Sus planes son mejores que los nuestros. Él no me abandonó y a ti tampoco te abandonará.
By: Maria Angeles Montoya
MoreAños de Dolor de Corazón Cuando mi esposa y yo nos casamos, estábamos ansiosos por comenzar a formar una familia, pero mes tras mes, estábamos afligidos al ver que Johanna no quedaba embarazada. Después de un año, visitamos a un médico que ordenó algunos exámenes médicos. Johanna tuvo un chequeo y confirmó que tenía problemas médicos que harían muy difícil que quedara embarazada. También me diagnosticaron subfertilidad. Aunque vivimos en Darwin, Australia, cruzamos el continente al menos una o dos veces al año para visitar a mi oftalmólogo en Melbourne. Ya que su clínica estaba justo al otro lado de la calle de la Catedral de San Patricio, siempre íbamos allí a orar. Cuando nos arrodillamos delante de una estatua de nuestra Santisima Madre, oramos para que se hiciera la voluntad de Dios, pero oramos con la esperanza de que su voluntad fuera que tuviéramos un hijo. Después de muchos años de intentar diferentes tratamientos, Johanna finalmente quedó embarazada de Gabriela. Nos alegramos y le dimos gracias al Señor por responder a nuestras oraciones después de ocho años de dolor de corazón. En nuestra próxima visita a Melbourne, encendimos una vela delante de la estatua de nuestra Santisima Madre y oramos con agradecimiento sincero por su intercesión. Cuando Gabriela nació en perfecta salud, nos alegramos de las bendiciones generosas de Dios. Luego, a los cuatro meses, nos sorprendió cuando tuvo una convulsión durante una clase de natación. Aunque los médicos al principio pensaron que era solo una convulsión febril, Gabriela siguió teniendo convulsiones siempre que tenía el más mínimo resfriado. Finalmente, se le diagnosticó el síndrome de Dravet, un tipo de epilepsia con convulsiones que son difíciles de controlar. Deberíamos habernos sentido destrozados cuando recibimos el diagnóstico, porque la posibilidad de recibir una lesión cerebral grave era bastante alta, pero sentíamos que la mano de Dios nunca estaba lejos de nosotros incluso en este momento. Cuando creció, empezó a correr, bailar, cantar y jugar, acurrucánándonos para decir, "Te quiero." En mis oídos aún resuena su risa cuando me dijo "papá eres gracioso". Bebe Milagrosa Esperábamos que Gabriela no fuera una hija única, pero no habíamos podido concebir de forma natural. Así que volvimos al médico para buscar el mismo tratamiento de fertilidad que nos ayudó a concebir a Gabriela. Para nuestra sorpresa, descubrimos que Dios ya nos había bendecido. ¡no tuvimos que empezar el tratamiento ya que Johanna ya estaba embarazada de Sofía! Llamamos a Sofía nuestra 'bebé milagrosa'. En medio de nuestras pruebas, nos sentimos tan bendecidos al haberla concebido sin ninguna intervención. Después de leer la hermosa explicación del Papa Juan Pablo II sobre los propósitos unitivos y procreativos del matrimonio en su Teología del Cuerpo, habíamos tomado en serio nuestros votos matrimoniales y estado abiertos a la vida que Dios deseaba para nuestro matrimonio. Sin embargo, Gabriela y Sofía fueron las únicas hijas que Dios nos dio. Como Gabriela seguía rebotando de sus convulsiones, teníamos esperanza. Pero cuando tenía 3 años, mientras estábamos todavía en medio de la emoción y el duro trabajo de apreciar a nuestra nueva bebé, Gabriela fue diagnosticada con gastroenteritis. Estábamos acostumbrados a que sufriera convulsiones cada vez que se enfermaba, pero esta vez las convulsiones continuaron durante cuatro días. Cuando fue puesta en un coma inducido y llevada a cuidados intensivos, no estábamos seguros de si lo lograría. Estábamos en shock, pero el amor de Dios nos sostuvo a través de las largas horas en el hospital y la tristeza al ver a nuestra brillante y hermosa niña deteriorándose. Vimos cada momento, cada día como una bendición. Si solo pudiéramos tenerla con nosotros por otro año o dos, entonces este momento sería lo suficientemente bueno y la rodearíamos con nuestro amor. Apoyada por la oración, sorprendió a sus médicos por sus ganas de sobrevivir, pero las convulsiones recurrentes le habían causado una lesión cerebral grave que eliminaría su capacidad para caminar, hablar o comer, así que tuvo que pasar 3 meses en el hospital. Alti-Bajos El siguiente desafío fue llevarla a casa en silla de ruedas, totalmente dependiente de nosotros para todo, mientras también teníamos que cuidar a la bebé. Gabriela lloraba todo el tiempo, día y noche, pero cuando recibía medicamento para aliviar su llanto constante, dormía todo el tiempo. No estábamos seguros de qué hacer con la niña que estaba llorando o durmiendo todo el tiempo. Es difícil ver a una niña inocente sufriendo tanto cuando no le había hecho nada malo a nadie. ¿Cómo era posible? ¿por qué ella? ¿y por qué nosotros? Estábamos en un altibajo emocional, viéndola tan mal y sin poder ayudarla. Así que, la encomendamos a Dios que respondió a nuestras oraciones con amor. Lo sentimos diciendo: "Yo soy tu Padre. Yo soy el Señor que guía tu vida". Aunque estaba fuera de nuestras manos, él nos dio la fuerza para caminar esta jornada con ella. Nos sentimos seguros de que si Dios quería esto para nosotros, él permanecería y lucharía junto a nosotros. Era difícil, pero tener a esta niña con una discapacidad nos permitió confiar unos en otros y cambiar nuestro enfoque de nuestros propios problemas y debilidades, así que podríamos poner toda nuestra energía en esta niña que nos necesita tanto. Nunca podríamos haber hecho esto sin el apoyo de nuestra comunidad. Cuando nos mudamos a Brisbane para tener acceso a las terapias que han ayudado a Gabriela, fuimos apoyados por nuestra comunidad Neo-Catecumenal. Su ayuda y el apoyo con la recaudación de fondos de la comunidad católica en general fueron críticos para los desafíos que nos esperaban. Gabriela tiene un depende en otras personas para poder completar tareas y no puede ser dejada sola. No puede cepillarse el pelo o los dientes, alimentarse o ir al baño. No habla y no puede caminar. Johanna y yo estamos agradecidos por haber obtenido ayuda para sus cuidados y terapias a través del Plan Nacional de Seguro de discapacidad (NDIS). Además de las terapias, Gabriela necesitaba operaciones para realinear sus caderas. Cuando tenía siete años, la insuficiencia cardíaca después de una operación la dejó luchando por su vida otra vez. Los médicos nos dijeron que lleváramos a nuestra familia para despedirse de ella. Sentimos dolor en el corazón. Una vez más, no estábamos listos para abandonar a nuestra hija anhelada. Pedí la intercesión de San Juan Pablo II, Santa María de la Cruz (MacKillop) y Nuestra Señora. Fue un momento de intensa e incesante oración, pidiendo la voluntad de Dios, pero también orando por un milagro. Por su gracia, Dios nos había enviado mensajeros en forma de nuestros hermanos y hermanas en nuestra comunidad neo-catecúmena. Era como Isaías 50:4 "El Señor Dios me ha dado lengua de discípulo, para que Yo sepa sostener con una palabra al fatigado”. Nuestros hermanos y hermanas en Cristo oraron con nosotros la Liturgia de las horas y el Rosario. Cuando la encomendamos a Dios, también rezamos con confianza y esperanza. Nos habían dicho al comienzo de ese día que la vida de Gabriela era "hora por hora". La oración vespertina de esa noche estuvo acompañada conmovedoramente por la breve lectura de Job 1:21 "el Señor da y el Señor quita". Me llamó la atención el significado de esas palabras en ese momento. Le pedimos a Dios que tuviera misericordia de nosotros y que preparara nuestros corazones. Nuestro sacerdote se unió a nosotros en el hospital para ungirla y orar con nosotros junto a su cama. Nos aconsejó que oraramos, cada hora, una palabra que los israelitas habían orado en el desierto—"Dayenu". Esta palabra, vinculada con la Pascua y la Historia de la Salvación, dice "Dios, debes ser alabado por todo lo que hagas... si solo nos hubieras sacado de Egipto, habría sido lo suficientemente bueno... si solo nos hubieras traído a través del mar, habría sido lo suficientemente bueno". Esta fue una palabra poderosa para nosotros en ese momento más difícil de nuestras vidas. Alrededor de las 3 de la mañana, de repente comenzó a mejorar y continuó su recuperación hasta que estuvo lo suficientemente bien para salir del hospital. Creo que fue un milagro que Gabriela sobreviviera. Ninguno de los médicos de la unidad de cuidados intensivos esperaba que sobreviviera. Cosas favoritas A pesar de sus discapacidades, a Gabriela le encanta la vida. Ella se deleita en unirse a sus amigos en una Escuela Especial con un gran sentido de comunidad, donde disfruta de actividades como la pintura y el interruptor - ella levanta su mano derecha para pulsar un interruptor y cambiar las páginas en un libro digital en el iPad. Ella se comunica con un parpadeo y un ligero movimiento de la cabeza para decir ‘si’ y desviando la mirada para un 'no'. Las preguntas especialmente estructuradas ayudan a este proceso. Gabriela se deleita con su hermana, primos y amigos. Sus cosas favoritas incluyen música, películas, obras musicales, luces brillantes, colores y comida. Puede comer sopas espesas, helados, salsas y chocolate. Le gusta mucho salir al sol y visitar el jardín de hierbas en los Jardines Botánicos donde puede oler diferentes plantas olorosas. A Gabriela le encanta bailar y ha sido parte de Superstars, un grupo de danza, por más de seis años. La ayudan a participar moviendo sus brazos y moviéndola. Las otras chicas bailan a su alrededor para incluirla en las rutinas de baile. Un Gigante de Oración Gabriela sabe que Dios la ama y la ayuda con los muchas cruces y dificultades que enfrenta. Uno de los momentos más destacados de su semana es ir a la Misa. Ella adora recibir la Santa Comunión y participar en la música en la liturgia infantil y en nuestra oración en casa, con su hermana ayudándole a tocar instrumentos de percusión, como los tambores o el xilófono. La oración es una parte importante de la vida de Gabriela. Tiene una foto del Papa San Juan Pablo II junto a su cama, junto a iconos y una colorida cruz tradicional de El Salvador. Gabriela conoce muchas oraciones, como el Padre Nuestro y el Shema (Deuteronomio 6:4-10) que recitamos con ella antes de que ella duerma y cuando se despierta. A pesar de que no habla, sus ojos se iluminan con el reconocimiento. Si una familia está luchando con la discapacidad, aún así pueden alabar a Dios, y seguir caminando hacia él. Debido a todo lo que hemos pasado, hemos sido capaces de aconsejar y guiar a las parejas que tienen problemas en su matrimonio. A pesar de nuestras luchas, no abandonamos a Dios. La oración diaria en casa y con nuestra comunidad eclesiástica nos ha ayudado a enfocarnos en Dios y a confiar en que hay un propósito para todo en nuestras vidas. A lo largo de nuestras vidas, ha habido muchas cruces, pero Jesús dijo, "toma tu Cruz y Sígueme" (Mateo 16:24). Ha sido posible para mí ver las dificultades en nuestra vida, como las frustraciones de Gabriela cuando su lesión cerebral le impide hacer cosas que solía hacer, como oportunidades para llevar la Cruz. No sabemos lo que Dios ha planeado para nuestro futuro, para ella o para nosotros, pero podemos ver cada día como una bendición. Veo el propósito de Gabriela en su conexión con Dios. Ella es muy consciente de Dios en su vida y de su papel como mensajera para ser testigo del amor de Dios. La gente se siente atraída por ella y quieren saber más acerca de su historia y Dios continúa respondiendo a sus oraciones de maneras profundas.
By: Kevin and Johanna Caldwell
MoreLea la extraordinaria historia de Cintia, quien fue milagrosamente salvada de las garras del suicidio Labios Gozosos Crecí en una familia de clase media en Brasil. Mi padre era un cirujano pediatra quien le enseñó a los estudiantes antes de convertirse en gerente de salud. Y mi madre es enfermera, así que había bastante dinero para las cosas materiales, buenas escuelas, una casa hermosa, comida deliciosa. Como ese era el segundo matrimonio de mi padre y tenía dos familias que mantener, él trabajaba mucho y mi madre también. En veces yo no la veía en casa por dos o tres días, debido a los horarios en los que trabajaba. Teníamos a alguien que trabajaba en la casa para ocuparse de nosotros y de las tareas domésticas, pero yo de verdad extrañaba a mis padres. Cuando yo tenía 16 años de edad, mi padre traiciono a mi madre con otra mujer y ellos se separaron. Me sentí aún más abandonada y la frustración se hizo sentir dentro de mí, ya que me sentía tan impotente e indefensa. Aunque teníamos todas las cosas materiales, no éramos felices. Aunque mis hermanos y yo habíamos sido bautizados, no habíamos ido a clases de catecismo. Íbamos a Misa dominical ocasionalmente, pero nos parecía aburrida porque no entendíamos lo que ocurría. Creíamos en Dios, pero no teníamos una relación con Él. Nos faltaban la oración regular y el entendimiento de la fe Católica. Mi amiga y yo estábamos lamentando la falta de buenos amigos y sentíamos la necesidad de construir algo mejor en nuestras vidas. Entonces, el amigo de mi hermano dijo, “yo se donde puedes conocer a muchos jóvenes que podrían ser buenos amigos porque siguen a Dios. Son de la Iglesia Católica. Tal vez podrías ir a Misa o a un retiro allí.” A mi amiga y a mi nos gustó la idea, así que fuimos. Fue algo muy diferente a lo que había experimentado: muchos jóvenes estaban cantando y alabando a Dios con música hermosa. Entonces escuché a un joven decir muchas cosas a las que me podía relacionar. Todas las cosas que había guardado dentro, el vacío, la tristeza y la sed por Dios que yo no había entendido. No me había dado cuenta de que era Dios a quien yo realmente buscaba. Cuando asistí a un retiro de cuatro días, fue la primera vez que realmente experimenté a Dios. Pasé cuatro días llorando mucho mientras escuchaba muchos elementos básicos de la fe explicados por primera vez. Por primera vez sentí la presencia de Dios, así que empecé a leer mucho la Biblia y a orar todos los días sola en mi habitación. Un Terreno Dificil Mis padre siempre había puesto énfasis en la importancia de tener una buena profesión para que pudiera obtener un buen trabajo, tener dinero y ser independiente. Lo tomé muy seriamente, pero también me sentía vacía, siempre en busca de algo. Yo no sabía que Dios nos podía ayudar de esa manera. Porque me sentía muy frustrada por la situación de mi familia, cuando un muchacho de la escuela me invitó a ser su novia, me lanze a la oportunidad para salir de mi casa. Porque nadie me había enseñado el camino de Dios y no tenía a nadie que me guiara, pronto me encontré sumergida en una relación muy difícil. Comenzamos a hacer muchas cosas que no eran buenas. El comenzó a controlar todo en mi vida. Al principio él iba conmigo a la iglesia pero lo usaba para manipular mis pensamientos. Utilizaba palabras que escuchaba en la iglesia o en la Biblia para que yo me sometiera a él e hiciera todo lo que él quería. Me faltaba tanto la formación que no me daba cuenta de lo equivocado que él estaba, y comenzó a alejarme de la Iglesia. Lo perdí todo por confiar en él. Me alejó de mi familia y amigos e incluso interrumpió mis estudios universitarios. Después de cuatro años de relación, yo estaba muy mal, me sentía aplastada por la presión. Finalmente, comencé a orar cuando estaba sola. Le dije a Jesús: “hace tres años, yo sentía verdadero amor de parte tuya, pero ahora estoy tan triste. ¿Qué ha pasado?”. Le rogué a Dios que me ayudara con las muchas cosas que me estaban preocupando. Le entregué todo a Jesús otra vez y le prometí que viviría a su manera, no a mi manera. Quería ser libre y confiar en que si Dios murió por mí, me salvaría. No tenía la fuerza para romper esa relación, pero mi novio obtuvo un trabajo en otra ciudad a unas doce horas de distancia. Finalmente, pude romper la relación y él estaba demasiado lejos para venir tras de mí. Fue como un milagro, porque no había sido capaz de hacer eso durante mucho tiempo. Inclinada al Borde Sin embargo, todavía tenía mucho dolor dentro de mi por todo lo que había pasado. Un día, todo me pareció demasiado. No podía soportar más esta angustia. Pensamientos suicidas me torturaron y un día cedí. Fui a la ventana y me preparé para saltar y suicidarme. Quería quitarme la vida, pero afortunadamente, no tuve el valor de saltar. Me incliné más y fui dejando que mi peso me llevara por el borde. De repente, sentí una gran mano en mi pecho empujándome hacia atrás. Me caí hacia atrás y empecé a llorar porque no entendía por qué me sentía así. Dios me había dado una segunda oportunidad. Él me salvó y yo no entendía por qué. Grité, “¿Qué quieres de mí?” Entonces sentí que Él decía, "Enciende la televisión". Cuando encendí la televisión, vi a un sacerdote hablando de por qué no deberíamos renunciar a la vida. Las lágrimas se derramaron en mis ojos mientras sus palabras penetraban profundamente en mi corazón. Escuché atentamente durante una hora mientras él predicaba ardientemente sobre el don de nuestras vidas. Una y otra vez enfatizó: "Tu vida es importante". Finalmente entendí por qué Jesús me salvó y que yo necesitaba ayuda porque no podía hacer nada sola. Mi madre notó mis lágrimas y me preguntó si necesitaba ayuda. Finalmente lo admití. Cuando comencé la terapia, pude volver a mis estudios. Al mismo tiempo, entendí que necesitaba volver a la Iglesia. Necesitaba desesperadamente a Jesús. Debido a que me salvó la vida y me dio una segunda oportunidad, le prometí que confiaría en Él y aprendería a hacer lo que Él quisiera. En el 2009, pasé un año en la comunidad de Palavra Viva en su escuela de evangelización. Dentro de unos meses, Dios reveló mi vocación. Me habló en lo profundo del corazón y me pidió que fuera una mujer consagrada. Me sentía confundida porque esperaba casarme, ya que amo a los niños. Empecé a discernir si este llamado a la vida consagrada era real. Finalmente tuve gente que me podía ayudar y guiar mi discernimiento vocacional. Cuando entendí que mi llamado era a la vida consagrada y que esa era la voluntad de Dios, dije “esta bien, lo haré”, aunque no lo entendía por completo. En 2011 profesé mis primeros votos de pobreza, castidad y obediencia. En 2017 tomé mis votos perpetuos y vine a Tasmania donde hoy vivo mi vocación. Soy sólo un ser humano limitado con muchos, muchos pecados, pero si confío en él todo estará bien.
By: Cintia Ramos Sozinho Amorim
MoreLa semana pasada tuve la alegría de hablar el Día de la Juventud, en el Congreso de Educación Religiosa de Los Ángeles. Mi audiencia era alrededor de cuatrocientos estudiantes de secundaria de todo el país; y mi tema, a petición de los organizadores del congreso, era la relación entre religión y ciencia. Sabían, como he estado argumentando durante años, que una de las principales razones por las que muchos jóvenes se están desafiliando de nuestra Iglesia es el supuesto conflicto entre la ciencia y la fe. Le dije a mi joven audiencia que esta "guerra" es de hecho una fantasía, una ilusión, el fruto de un trágico malentendido. E intenté mostrar esto analizando cuatro temas, que resumiré brevemente en este artículo. Primero, en un sentido muy real, las ciencias físicas modernas provienen de la religión. Los grandes fundadores de la ciencia —Kepler, Copérnico, Galileo, Newton, Descartes, etc.— fueron, sin excepción, formados en escuelas y universidades patrocinadas eclesialmente. Fue bajo la tutela de la Iglesia que aprendieron la física, astronomía y matemáticas que desarrollaron. Más específicamente, aprendieron en esas instituciones dos verdades esencialmente teológicas, necesarias para el surgimiento de las ciencias experimentales; a saber, que el universo no es Dios y que el universo, en cada rincón y grieta, está marcado por la inteligibilidad. Si la naturaleza fuera divina, como de hecho es considerada por muchas religiones, filosofías y misticismos, entonces nunca podría ser materia apta para la observación, el análisis y la experimentación. Y si la naturaleza fuera simplemente caótica, vacía de forma, nunca revelaría las armonías y las inteligibilidades modeladas que los científicos buscan de buen grado. Cuando se obtienen estas dos verdades, las cuales están en función de la doctrina de la creación, las ciencias pueden ponerse en marcha. En segundo lugar, podemos ver que cuando la ciencia y la teología se entienden correctamente, no están en conflicto; esto debido a que no están compitiendo por la primacía en el mismo campo de juego, como equipos de fútbol opuestos. Utilizando el método científico, las ciencias físicas estudian eventos, objetos, dinámicas y relaciones humanas dentro del orden empíricamente verificable. La teología, empleando un método completamente diferente, estudia sobre Dios y las cosas de Dios; y Dios no es un objeto en el mundo, no es una realidad circunscrita dentro del contexto de la naturaleza. Como dijo Tomás de Aquino, Dios no es ens summum (ser más elevado), más bien es ipsum esse (el acto de ser como tal); es decir, Dios no es un ser entre los seres, sino la razón por la que de hecho hay un universo empíricamente observable. En este sentido, Dios es como el autor de una novela enriquecida y compleja. Charles Dickens nunca aparece como personaje en alguna de sus extensas narrativas; aún así, él es la razón por la que cualquiera de esos personajes existe. En consecuencia, las ciencias, como tales, no pueden adjudicarse la resolución de los cuestionamientos sobre la existencia de Dios ni hablar sobre su actividad o atributos. Se requiere otro tipo de racionalidad, que no compita con el razonamiento científico, para la determinación de esos asuntos. Y esto me lleva a mi tercer punto: el cientificismo no es ciencia. Tristemente desenfrenado hoy en día, especialmente entre los jóvenes, el cientificismo es la reducción de todo el conocimiento a la forma científica del conocimiento. El innegable éxito de las ciencias físicas y la extraordinaria utilidad de las tecnologías a las que han dado lugar, han producido en la mente de muchos esta convicción, pero esto representa un trágico empobrecimiento. Un químico podría decirnos la composición química de las pinturas que Miguel Ángel usó en el techo de la Capilla Sixtina, pero no podría, como científico, decirnos nada sobre lo que hizo de esa obra de arte algo tan hermoso. Un geólogo podría hablarnos sobre la estratificación de la tierra debajo de la ciudad de Chicago, pero jamás podría explicarnos como científico si esa ciudad está siendo gobernada justa o injustamente. No hay rastro del método científico en Romeo y Julieta, pero ¿quién sería tan ingenuo como para afirmar que esa obra no nos habla sobre la verdadera naturaleza del amor? De manera similar, los grandes textos de la Biblia y la tradición teológica no son "científicos"; sin embargo, nos hablan de las verdades más profundas sobre Dios, creación, pecado, redención, gracia, etc. Tanto la causa como el efecto del cientificismo, tristemente, es la atenuación de las artes liberales en nuestras instituciones de educación superior. Hoy en día, en lugar de apreciar la literatura, historia, filosofía y religión como conductos de la verdad objetiva, muchos los relegan a la arena del sentimiento subjetivo o los someten a una crítica ideológica que los hace ver marchitos. Mi cuarto y último punto es el siguiente: Galileo es un párrafo en un capítulo de un libro muy largo. El gran astrónomo es a menudo invocado como el santo patrón de los científicos heroicos que luchan por liberarse del oscurantismo y la irracionalidad de la religión. La censura de sus libros por parte de la Iglesia, y el virtual encarcelamiento del gran científico a instancias del Papa, se toma como el oscuro paradigma de la relación Iglesia/ciencia. Obviamente, el episodio de Galileo no fue el mejor momento de la Iglesia; de hecho, Juan Pablo II expresando una verdadera contrición, se disculpó explícitamente por ello. Pero usarlo como la lente para observar el juego entre la fe y la ciencia es crucialmente inadecuado. Han existido, desde los primeros días de las ciencias modernas, miles de personas profundamente religiosas involucradas en la investigación y desarrollo científico. Por nombrar solo algunos: Copérnico, cosmólogo revolucionario y dominico de la tercera orden; Nicolás Steno, el padre de la geología y obispo de la Iglesia; Luis Pasteur, uno de los fundadores de la microbiología y un devoto laico católico; Gregorio Mendel, padre de la genética moderna y fraile agustino; Georges Lemaitre, formulador de la teoría del Big Bang sobre el origen del cosmos y sacerdote católico; Mary Kenneth Keller, la primera mujer en los Estados Unidos en recibir un doctorado en ciencias de la computación y hermana religiosa católica. Creo que es justo decir que todas estas personalidades de la ciencia entendieron los puntos fundamentales que he expuesto en este artículo y, por lo tanto, contemplaron que sí podían dedicarse por completo tanto a su ciencia como a su fe. En conclusión, podría instar especialmente a los científicos católicos de hoy —investigadores, médicos, físicos, astrónomos, químicos, etc.— a hablar con los jóvenes sobre este tema. Díganles por qué la supuesta guerra entre la religión y la ciencia es de hecho una ilusión, y aún más importante, muéstrenles cómo ustedes han reconciliado la ciencia y la religión en su propia vida. Simplemente no podemos permitir que esta tonta justificación para la desafiliación se mantenga.
By: Bishop Robert Barron
MoreLa pregunta del por qué El físico Christian Simon de 33 años, fue un ateo por largo tiempo; así que esperaba que todas las respuestas a las preguntas apremiantes de la vida vinieran de la ciencia, hasta que se encontró con sus límites. Crecí católico, recibí todos los sacramentos como es costumbre y también fui muy devoto cuando era niño. Desafortunadamente, con el tiempo desarrollé una terrible y falsa imagen de Dios: Dios como un juez severo que arroja a los pecadores al infierno; además, muy distante y sin un verdadero interés en mí. Dudaba mucho que para Dios fuera importante mi bienestar. En mi juventud, incluso me convencí cada vez más, que Dios tenía algo en contra mía. Imaginé que él actuaba haciendo siempre exactamente lo contrario a lo que yo pedía. En algún punto nuestra relación terminó para mí. No quería saber nada más acerca de Dios. Religión: Cosa de raritos A los 18 años, estaba convencido de que Dios no existía. Para mí, solo contaba lo que podía experimentar con mis sentidos o lo que podía medirse por las ciencias naturales. La religión, parecía ser solo algo para bichos raros que tenían demasiada imaginación o simplemente estaban totalmente adoctrinados y nunca habían cuestionado su fe. Estaba convencido de que, si todos fueran tan inteligentes como yo, nadie creería en Dios. Después de trabajar varios años por mi cuenta, comencé a estudiar física a los 26 años. Estaba muy interesado en cómo funciona el mundo y esperaba encontrar mis respuestas en la física. ¿Quién podría culparme? La física puede parecer muy misteriosa con sus matemáticas increíblemente sofisticadas que muy pocas personas en el mundo pueden entender. Es fácil tener la idea de que, si pudieras descifrar estos formularios y símbolos codificados, se abrirían horizontes inimaginables de conocimiento, y que literalmente cualquier cosa sería posible. Después de estudiar todo tipo de subcampos de la física e incluso de familiarizarme con la física fundamental más actualizada, me senté a trabajar en mi tesis de maestría sobre un tema teórico abstracto; uno que no me convencía de que alguna vez fuera a tener relación con el mundo real. Finalmente me estaba dando cuenta de los límites de la física: el objetivo más alto que la física podría alcanzar sería una completa descripción matemática de la naturaleza. Y eso es de por sí un pensamiento muy optimista. En el mejor de los casos, la física puede describir cómo funciona algo, pero nunca por qué funciona exactamente en la forma que lo hace y no de manera diferente. Pero esta pregunta sobre el por qué me atormentaba en ese momento. La Probabilidad de Dios Por razones que no puedo explicar satisfactoriamente, en otoño de 2019 me envolvió la enorme duda sobre la existencia de Dios. Esta era una duda que me había asaltado de vez en cuando, pero esta vez no me dejaba ir. Exigía una respuesta, y no me detendría hasta encontrarla. No hubo una experiencia clave o golpe del destino que me hubiera llevado a ella. Incluso el coronavirus no era un problema para mí en ese momento. Durante medio año, todos los días devoré todo lo que pude encontrar sobre el tema de "Dios". Durante ese tiempo prácticamente no hice nada más; tanto así me cautivó la pregunta. Quería saber si Dios existía y qué tenían que decir las diversas religiones y cosmovisiones al respecto. Al hacerlo, mi enfoque fue muy científico. Pensé que una vez que hubiera recopilado todos los argumentos y pistas, eventualmente podría determinar la probabilidad sobre la existencia de Dios; si fuera mayor al 50 por ciento, entonces creería en Dios, de lo contrario no. Bastante simple, ¿no es así? ¡La verdad es que no! Durante este intenso período de investigación, aprendí una cantidad increíble. Primero, me di cuenta de que no alcanzaría mi meta solamente con razonamientos. Segundo, había pensado hasta el final las consecuencias de una realidad sin Dios. Inevitablemente llegué a la conclusión de que en última instancia, en un mundo sin Dios, nada tendría sentido. Ciertamente, uno podría dar sentido incluso a su propia vida; pero ¿qué sería eso sino una ilusión, una presunción, una mentira? Desde un punto de vista puramente científico, sabemos que en algún momento se apagarán todas las luces en el universo. Si no existe nada más allá de eso, ¿qué diferencia hacen mis pequeñas y grandes decisiones?; de hecho, ¿cualquier cosa? Ante esta triste perspectiva de un mundo sin Dios, en la primavera del 2020 decidí darle una segunda oportunidad. ¿Qué mal podría causar simplemente fingir que creía en Dios por un tiempo y probar haciendo todo lo que hacen las personas que creen en Dios? Así que traté de orar, asistí a los servicios de la iglesia y solo quería saber cómo repercutiría eso en mí. Por supuesto, mi apertura básica a la existencia de Dios no me había convertido aún en un cristiano; después de todo, había otras religiones. Pero mi investigación me había convencido rápidamente de que la resurrección de Jesús era un hecho histórico. Para mí, la autoridad de la Iglesia, así como de las Sagradas Escrituras, se derivan de eso. Prueba de Dios Entonces, ¿cómo resultó mi experimento de "fe"? El Espíritu Santo despertó mi conciencia de sus años de hibernación. Me dejó muy claro que necesitaba cambiar radicalmente mi vida y me recibió con los brazos abiertos. Básicamente, mi historia está en la parábola bíblica del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32). Recibí el sacramento de la reconciliación por primera vez con todas mis fuerzas. Hasta el día de hoy, después de cada confesión, me siento como si hubiera renacido. Siento esto por todo mi cuerpo: el alivio, el amor desbordante de Dios que lava todo nubarrón del alma. Esta experiencia por sí sola es una prueba de Dios para mí, ya que supera con creces cualquier intento de explicación científica. Además, Dios me ha regalado una plétora de grandes encuentros en los últimos dos años. Justo al principio, cuando comencé a asistir a los servicios de la Iglesia, conocí a una persona que representó para mí la ayuda perfecta ante la situación de dudas y problemas que atravesaba en ese momento. Hasta el día de hoy, él es un buen y fiel amigo. Desde entonces, casi todos los meses he conocido a personas increíbles, que me han ayudado mucho en mi camino hacia Jesús, ¡y este proceso aún continúa! "Felices coincidencias" como éstas se han acumulado hasta un punto tan abrumador, que ya no soy capaz de creer en las coincidencias. Hoy, he centrado completamente mi vida en Jesús. Por supuesto, ¡fallo en eso todos los días! Pero también me levanto cada vez. ¡Gracias a Dios que Dios es misericordioso! Lo conozco un poco mejor cada día y se me permite dejar atrás al viejo cristiano Simón. Esto a menudo es muy doloroso, pero siempre es sanador y me fortalece. Recibir regularmente la Eucaristía ha contribuido en gran medida a mi fortalecimiento. Para mí, una vida sin Jesús hoy en día es inimaginable. Lo busco en la oración diaria, la alabanza, las escrituras, el servicio a los demás y los sacramentos. Nadie me ha amado como él lo hace; y a él pertenece mi corazón, para siempre.
By: Christian Simon
MoreTodos hemos llorado incontables lágrimas a lo largo de nuestra vida. Pero ¿sabías que Dios ha recolectado cada una de ellas? ¿Por qué lloramos? Lloramos porque estamos tristes o hartos. Lloramos porque estamos heridos y solos. Lloramos porque hemos sido traicionados o desilusionados. Lloramos porque nos arrepentimos, nos preguntamos por qué, cómo, dónde, qué. Lloramos porque... bueno, ¡a veces ni siquiera sabemos por qué estamos llorando! Si alguna vez has cuidado a un bebé, conoces el estrés de tratar de entender por qué el niño está llorando, ¡especialmente después de haberlo alimentado, cambiado, ponerlo a dormir una siesta! A veces solo quieren estar en tus brazos. En ocasiones, del mismo modo nosotros también solo queremos ser sostenidos en el abrazo de Dios, pero somos conscientes de nuestra pecaminosidad que parece distanciarnos de él. De Los Ojos Al Corazón De Dios Las escrituras nos dicen que incluso Jesús lloró: "Y Jesús lloró" (Juan 11:35); el versículo más corto del Evangelio abre una ventana al corazón de Jesús. En Lucas 19: 41-44 aprendemos que Jesús “derramó lágrimas sobre Jerusalén” porque sus habitantes “no reconocieron el tiempo de su visitación". En el libro del Apocalipsis, encontramos que Juan "lloró amargamente" porque no había nadie apto para abrir el pergamino y leerlo (Apocalipsis 5:4). Esta conciencia de la condición humana puede limitar nuestra capacidad de captar la plenitud de la vida que Dios ofrece continuamente a cada uno de nosotros. Apocalipsis 21:4 nos recuerda que “Dios enjugará toda lágrima”; sin embargo, el Salmo 80, 5 dice que el Señor “los ha alimentado con el pan de lágrimas y los ha hecho beber lágrimas en gran medida”. Entonces, ¿cuál de las dos?: ¿Quiere Dios secar las lágrimas y consolarnos, o quiere hacernos llorar? Jesús lloró porque hay poder en las lágrimas; hay solidaridad en las lágrimas. Porque ama tanto a cada persona que no puede soportar la ceguera que nos impide aceptar las oportunidades que nos da para estar cerca de él, para ser amados por él y experimentar su gran misericordia. Jesús se sintió abrumado por la compasión cuando vio a Marta y María sufrir la pérdida de su hermano Lázaro. Pero sus lágrimas también pueden haber sido una respuesta a la profunda herida del pecado que causa la muerte. La muerte ha consumido la creación de Dios desde el tiempo de Adán y Eva. Sí, Jesús lloró... por Lázaro y por sus hermanas. Sin embargo, durante esta dolorosa experiencia, Jesús realiza uno de sus mayores milagros: "¡Sal!", dice, y su buen amigo Lázaro sale de la tumba. El amor siempre tiene la última palabra. Otra hermosa Palabra que habla sobre las lágrimas y ofrece una imagen que atesoro, se encuentra en el Salmo 56:9: "Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu frasco; ¿acaso no están en tu libro?" Nos llena de humildad y consuelo pensar que el Señor recoge nuestras lágrimas. Son preciosas para el Padre; pueden ser una ofrenda a nuestro Dios misericordioso. Oraciones Sin Palabras Las lágrimas pueden sanar el corazón, limpiar el alma y acercarnos a Dios. En su gran obra maestra, “El Diálogo”, Santa Catalina de Siena dedicó un capítulo entero al significado espiritual de las lágrimas. Para ella, las lágrimas expresan "una sensibilidad exquisita, profunda, una capacidad de conmoción y de ternura”. En su libro, “Discerniendo corazones”, el Dr. Anthony Lilles dice que Santa Catalina "presenta esos afectos santos como la única respuesta adecuada al gran amor revelado en Cristo crucificado. Estas lágrimas nos alejan del pecado y nos llevan al corazón mismo de Dios". Recordemos a la mujer que ungió los pies de Jesús con precioso nardo, los lavó con sus lágrimas y los secó con su cabello. Su dolor es real, pero también lo es su experiencia de ser infinitamente amada. Nuestras lágrimas nos recuerdan que necesitamos a Dios y a los demás caminando con nosotros al peregrinar en la vida. Las situaciones de la vida pueden hacernos llorar, pero a veces esas lágrimas pueden regar las semillas de nuestra felicidad futura. Charles Dickens nos recordó que "nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son lluvia sobre el polvo cegador de la tierra, que cubre nuestros duros corazones". A veces, las lágrimas son el único puente para que lleguemos a Dios, para pasar de la muerte a la vida, de la crucifixión a la resurrección. Cuando Jesús se encontró con María Magdalena el día de la resurrección, le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras?" Pero pronto, él transformó sus lágrimas en una explosión de alegría pascual al mandarla a ser la primera persona en llevar el mensaje de su resurrección. A medida que continuemos nuestro peregrinaje, a veces luchando por comprender la locura de la Cruz, podremos llorar por aquellas cosas que hacen llorar a Jesús: guerra, enfermedades, pobreza, injusticia, terrorismo, violencia, odio, por cualquier cosa que menosprecie a nuestros hermanos y hermanas. Lloramos con ellos; lloramos por ellos. Y cuando las lágrimas se precipiten sobre nosotros en los momentos más inesperados, podremos descansar en la paz de saber que nuestro Dios tomará en sus manos cada lágrima con gentileza y cuidado. Él conoce cada lágrima y sabe qué la causó. Él las recoge y las mezcla con las lágrimas divinas de su Hijo. ¡Un día, unidos a Cristo, nuestras lágrimas serán lágrimas de alegría!
By: Sister M. Louise O’Rourke
MoreAlgunas veces las pequeñas cosas de la vida nos pueden enseñar valiosas lecciones. Recientemente una amiga compartió una historia interesante. Ella y su esposo estaban manejando en una incómoda y calurosa tarde, por lo que decidieron encender el aire acondicionado que no habían utilizado en todo el invierno. Inmediatamente un hedor horrible llenó el auto. Era tan desagradable que mi amiga empezó a sentir náuseas. Apenas pudo decir a su esposo: “¡Rápido, apágalo, huele como que algo murió aquí!”. Él apagó el aire acondicionado y abrió las ventanas para eliminar el mal olor. Al llegar a casa, su esposo comenzó a investigar. Empezó buscando en el filtro del aire y eso fue suficiente; allí encontró a un ratón acurrucado, muerto. Debido a que el ratón había muerto durante el invierno, el olor no los había molestado hasta que comenzó el deshielo de la primavera. El esposo de mi amiga sacó al ratón junto con su nido y encendió el aire acondicionado hasta que el hedor se fue por completo. Maneras en las que habla Dios Una historia así me hace pensar en las parábolas. En los evangelios, Jesús acostumbraba a usar ejemplos del día a día para enseñarle a la gente cómo vivir y cómo revelar las verdades sobre ellos mismos y el Padre. Job 33:14 dice: "Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso." Me esfuerzo en ser una persona que pone atención al Señor; por lo que tengo el hábito de preguntarle: “Señor, ¿estás tratando de enseñarme algo con esto que estoy pasando? ¿Cuál es el mensaje aquí?” Mientras reflexionaba sobre el ratón escondido en el auto de mis amigos y del hedor que causó, pensé en cómo algunas cosas en nuestra vida permanecen escondidas y de pronto aparecen y se convierten en un problema inesperado. El no querer perdonar o el resentimiento son buenos ejemplos. Estas emociones, como el roedor en descomposición, a menudo permanecen latentes en nosotros sin que nos demos cuenta. Entonces un día se activa un interruptor emocional y el hedor inunda el ambiente. Guardar resentimientos o no perdonar, o cualquier otra emoción negativa puede traer serias consecuencias. Infectan y causan estragos en nuestras mentes, corazones y nuestras relaciones interpersonales. A menos que lidiemos con la fuente, esto nos causará un gran daño. ¿Qué hay dentro? Entonces, ¿cómo podemos darnos cuenta si existe algún apestoso roedor escondido en nuestros corazones? Un método excelente nos los muestra San Ignacio de Loyola, quien nos aconseja prestar atención a las profundas mociones de nuestra alma; un método que él llama “discernimiento de espíritus”. Así que pregúntate: “¿Qué me agita o inquieta?, ¿qué me llena de alegría, paz y contentamiento?” Para “discernir” espíritus en nuestras vidas, primero debemos reconocer que hay espíritus en nuestras vidas – buenos y malos. Nosotros tenemos tanto un Abogado como un enemigo. Nuestro Abogado, el Espíritu Santo, nos inspira y guía hacía la plenitud y la paz. El enemigo de nuestras almas, Satán, el acusador, es un mentiroso y ladrón que quiere “robar, matar y destruir” (Juan 10:10). San Ignacio recomienda que pasemos tiempo cada día en reflexión silenciosa para reconocer qué es lo que se mueve en nuestro interior, así como invitar al Señor a ayudarnos a reflexionar y revisar: “¿Estoy ansioso, calmado, feliz, inquieto? ¿Qué está causando estas mociones? ¿Necesito actuar… Perdonar a alguien… Arrepentirme de algo y asistir a la confesión? ¿Necesito dejar de quejarme y ser más agradecido?” Prestar atención con la ayuda de Dios a estas profundas mociones de nuestros corazones, nos facilitará identificar áreas problemáticas que requieren nuestra atención, para que no puedan sorprendernos en el futuro. Mis amigos tomaron acción sólo después de haberse dado cuenta que algo apestaba. Y al lidiar rápidamente con el problema fueron capaces de disfrutar un aire limpio y fresco en su vehículo por el resto del verano. Si nos tomáramos un tiempo de silencio cada día con el Señor y le pidiéramos que nos revelara lo que está “apagado” en nuestro espíritu, él nos lo mostraría y nos enseñaría cómo manejarlo. Entonces el aire fresco del Espíritu Santo podrá fluir entre nosotros y traer alegría y libertad a nuestras vidas y relaciones interpersonales.
By: Ellen Hogarty
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