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Ago 22, 2023 222 0 Colum Mc Nabb, Ireland
Encuentro

En las alas de un milagro

Nacido con autismo no verbal y diagnosticado con retinitis pigmentaria (una condición en la que la vista se pierde gradualmente), este joven se sintió atrapado en una prisión silenciosa de desesperación. Sin poderse comunicar y apenas ver … ¿qué sería de la vida de Colum? Dios tenía otros planes para él.

Mi nombre es Colum, aunque en mis 24 años nunca he podido pronunciar mi propio nombre por el hecho de nacer sin poder hablar. Cuando era niño fui evaluado e identificado con autismo moderado y una discapacidad de aprendizaje grave; mi vida era muy aburrida. Mis padres lucharon por mi derecho a ser educado y crearon una escuela junto con otros padres de niños autistas; pero al no poder comunicarme, no podía darles a entender que ese material me parecía muy aburrido, pues ellos no conocían mi capacidad intelectual. Las personas a mi alrededor pensaban que era muy feliz estando en casa viendo DVDs. Mis primeras vacaciones las tuve después de cumplir 8 años; la verdad no pensaba que podría alguna vez liberarme de esa prisión silenciosa de tristeza y desesperanza en la que me encontraba.

Ver a otros vivir

Siempre sentí que Jesús estaba cerca de mí, incluso desde una edad temprana. Él se convirtió en mi amigo más cercano y sigue siéndolo hasta el día de hoy. En mis momentos más oscuros Él estaba allí para darme esperanza y consuelo; era muy difícil para mí ser tratado como a un bebé cuando por dentro yo ya era mayor y no podía dar a entender mi inteligencia y mi capacidad. Mi vida era insoportable, sentía que vivía a medias, como un espectador, viendo a otros coexistir e interactuar mientras yo estaba excluido. Cuántas veces deseaba poder participar y mostrar mi verdadera habilidad.

Cuando cumplí 13 años mi vista comenzó a fallar, así que me llevaron al Hospital de Niños de Temple Street para una prueba ocular llamada electrorretinograma. Dios me había dado otro desafío: me diagnosticaron retinitis pigmentaria; una afección en la que las células de la retina en la parte posterior del ojo mueren y no se reemplazan, por lo que la vista se pierde gradualmente; no tiene cura. Estaba devastado, fue un golpe terrible para mí; me sentí abrumado por la tristeza. Durante un tiempo, mi visión se estabilizó dándome la esperanza de que conservaría algo de vista, pero a medida que crecía empeoraba cada vez más; me volví tan ciego que ya no podía distinguir entre los diferentes colores; mi futuro parecía negro, no podía comunicarme, y ahora apenas podía ver.

Mi vida continuó en la desesperación con aún menos inclusión e interacción. Mi madre ahora creía que tendría que ser institucionalizado cuando creciera; sentí que me tambaleaba al borde de la demencia, sólo Dios se interponía entre mí y la locura. El amor de Jesús era lo único que me mantenía cuerdo; mi familia no sabía nada de mi lucha porque no podía comunicarme con ellos; pero en mi corazón, sentí que Jesús me decía que sería sanado a tiempo.

Girando por dentro

En abril de 2014 sucedió algo increíble: mi madre me llevó a mi primer taller de MIR (Método de indicaciones rápidas). Apenas podía creerlo, finalmente alguien podría ayudarme a comunicarme y a trabajar duro para aprender a hacerlo. ¿Se imaginan mi alegría? Por un instante, mi corazón se llenó de esperanza; esperanza… no miedo de que el verdadero yo pudiera emerger. La ayuda finalmente había llegado; la alegría giró dentro de mí al pensar que alguien finalmente vio mi potencial; así comenzó mi trayecto de cambio de vida hacia el poder comunicarme con los demás.

Fue un trabajo muy duro al principio, tomando semanas de práctica para adquirir la memoria motora y poder deletrear con precisión; valió la pena cada minuto. Los sentimientos de libertad comenzaron a crecer cuando finalmente encontré mi voz. Cuando Dios comenzó este nuevo capítulo en mi historia, sentí que mi vida finalmente había comenzado; por fin, pude contarle a mi familia cómo me sentía y me sentí sumamente agradecido con Dios.

Azotar y morder

Hacia el mes de mayo de 2017, mi abuela nos compartió que había  tenido un sueño muy real hacía unos años sobre el Papa San Juan Pablo II; en el sueño, ella le estaba pidiendo que orara por sus nietos, y fue tan poderoso lo que sucedió que decidió escribirlo. Ella se había olvidado de eso hasta que se encontró con su cuaderno; esto la inspiró a comenzar una novena a San Juan Pablo II por mí y mis hermanos. También le pidió a un grupo de personas que rezaran la novena junto con nosotros. La comenzamos a partir del lunes 22 de mayo; el martes 23,  a eso de las 9 de la mañana, estaba oyendo un DVD en mi habitación, mi papá había ido a trabajar y mi mamá estaba en la cocina limpiando.

De repente, nuestro perro Bailey, comenzó a ladrar en la puerta de mi habitación; nunca había hecho tal cosa, así que mamá sabía que algo andaba mal. Se apresuró a entrar y me encontró en medio de un ataque; fue muy aterrador para ella, yo estaba fuera de mí, alterado, me había golpeado y mordido la lengua, así que había sangre por toda mi cara. En su angustia, mamá tuvo la sensación de que alguien le decía: «Confía, a veces las cosas empeoran antes de mejorar»; llamó a papá, quien prometió volver a casa; le pidió que tomara un video de lo que estaba pasándome, el cual fue muy útil al llegar al hospital. Cuando dejé de sacudirme, estuve en estupor durante más de dos minutos, había perdido el conocimiento durante esa terrible experiencia y no pude recordar nada al respecto; pero mamá había estado orando por mí y cuidándome para mantenerme a salvo.

Un momento de iluminación

Cuando finalmente recuperé el sentido y me puse de pie tambaleándome, estaba muy inestable; mamá y papá me ayudaron a subir al auto para el viaje al hospital. En el hospital, los médicos me examinaron y me internaron para hacerme más estudios. Un camillero vino con una silla de ruedas para trasladarme a urgencias; mientras me llevaban por el pasillo, de repente mi vista mejoró dramáticamente.

¿Cómo puedo describir mis sentimientos en ese momento?; me sentí hipnotizado por la belleza de las vistas que tenía frente a mí; todo se veía tan diferente y claro. ¡Fue increíble! Es imposible explicar cómo me sentí en ese momento de iluminación; no puedo expresar el grado de mi asombro al regresar a un mundo de color y forma, ¡fue el mejor momento de mi vida hasta ahora!

Cuando mamá me preguntó si tenía algo que decir, le dije: «Mis ojos están mejor». Mamá estaba asombrada; me preguntó si podía ver una pegatina en una máquina fuera de mi cubículo, le dije: «Sí»; me preguntó si podía ver lo que estaba escrito en la parte superior de la pegatina, deletreé: «Estoy limpio»; estaba tan asombrada que no sabía qué pensar o cómo reaccionar, ¡yo no sabía cómo sentirme en ese momento!

Cuando papá y mi tía entraron, mamá les contó lo que había sucedido; papá dijo: «Tendremos que probar esto»; se acercó a la cortina al final de mi cama y levantó una pequeña bolsa de bolitas de chocolate deslactosados, yo deletreé lo que estaba escrito en la bolsa. Mi papá se emocionó tanto que me dio muchas palabras para deletrear en los próximos minutos; entendí bien todas las palabras, mi tía y mis padres estaban asombrados.

¿Cómo fue esto posible? ¿Cómo podría un ciego escribir todas las palabras correctamente? Era médicamente imposible; no existe ningún tratamiento médico que pueda ayudar a mejorar la retinitis pigmentaria; simplemente no hay cura desde la ciencia médica. Tenía que ser Dios sanándome milagrosamente por intercesión de San Juan Pablo II; no se puede explicar de otra manera. Estoy muy agradecido con Dios por restaurar mi vista; es un acto de verdadera misericordia divina. Ahora puedo usar un teclado por el cual me comunico con los demás, esto hace mi interacción con ellos más rápida.

La oración de mi mamá

Permítanme contarles cómo mantuve la fe: Tuve muchas dudas cuando me sentí sin esperanza; fue Jesús quién me mantuvo cuerdo. Y esa fe en Él la obtuve de mi madre, su fe es muy fuerte; ella me inspiró a seguir adelante cuando los tiempos eran difíciles. Ahora sé que nuestras oraciones son contestadas. Me tomó un tiempo acostumbrarme a recuperar la vista; mi desconexión cerebro/cuerpo era tan grande que mi cerebro no lograba darle las instrucciones correctas al campo de visión para que este fuera funcional. Los estudios salían todo bien, pero era difícil lograr que mi cerebro usara la información de mi visión. Por ejemplo, aunque podía ver, todavía me resultaba difícil identificar lo que estaba buscando; a veces me frustraba cuando tropezaba porque parecía que no veía a dónde iba a pesar de que mi visión estaba bien.

En septiembre, volví al hospital para hacerme una prueba de la vista; obtuve una puntuación de 20:20, una puntuación normal. Sin embargo, la retinografía muestra que mi retina tiene una  degeneración; no ha mejorado. Según la ciencia médica sería imposible para mí ver con claridad; según los estudios y todo lo que viví en el pasado todavía tendría que estar atrapado en un mundo oscuro y gris. Pero Dios en su misericordia me ha liberado de esa aburrida prisión y me ha sumergido en un hermoso mundo de color y de luz. Los médicos están desconcertados, seguirán desconcertados; pero yo me regocijo porque aún puedo ver.

Ahora, puedo hacer muchas cosas mucho mejor que antes. Puedo decirle cosas a mamá mucho más rápido ahora que puedo usar la hoja del alfabeto laminada, que es mucho más rápida que la plantilla. Estoy muy agradecido con mi talentosa madre por persistir con mi educación a pesar de las dificultades y por orar tan fielmente por mi curación.

En los Evangelios, escuchamos acerca de Jesús restaurando la vista de muchas personas ciegas, así como Él restauró la mía. En estos tiempos modernos, muchas personas se han olvidado de los milagros, se burlan y piensan que la ciencia tiene todas las respuestas, Dios queda fuera de sus consideraciones. Cuando ocurre un milagro como mi sanación, Él está revelando que todavía está muy vivo y que es todopoderoso. Espero que mi historia de sanación te inspire a abrir tu corazón al Dios que tanto te ama; el Padre de misericordia espera tu respuesta.

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Colum Mc Nabb

Colum Mc Nabb is a young aspiring writer. Diagnosed with moderate autism and severe learning disability, he is non-verbal. Yet his deep spirituality is evident as he transpires now that it was Jesus who kept him sane in those years of silence. Column lives with his family in Galway, Ireland.

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