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Es posible visitar a todas y cada una de las diez millones de personas encarceladas en todo el mundo en cualquier momento. ¿Te preguntas cómo? Sigue leyendo…
“Cuando estaba en la cárcel, me visitaste”. Estas son algunas de las personas que Jesús prometió recompensar en el día del juicio. Existen regulaciones que limitan las visitas a los presos, pero ¿existe alguna manera de que alguien pueda visitar a cualquiera de los diez millones de personas encarceladas en todo el mundo? ¡SÍ!
En primer lugar, orando regularmente por todos los presos, mencionando a cualquiera que conozcas personalmente por su nombre. Esto puede ir acompañado de una vela encendida, para simbolizar la oración que sube a Dios y trae luz a la oscuridad de la vida de un prisionero. Cuando estuve en la cárcel, mi familia y amigos encendieron velas como una llama viva de ofrenda a Dios todopoderoso, específicamente para mí. Lo encontré muy efectivo; era asombroso cómo un rayo de alegría irradiaba repentinamente a través de la cotidiana penumbra de la prisión. Algo pequeño, pero tan significativo que me permitía olvidar por un momento dónde estaba y en qué circunstancias; esto me llevó a pensar: «después de todo, hay un Dios», incluso aquí.
Pero creo que la forma más poderosa de ayudar a los que están en prisión, o a cualquier persona que tenga gran necesidad de oración, es considerar las santas y preciosas heridas que nuestro Señor sufrió durante su pasión, desde su arresto en la noche del jueves santo hasta su muerte en la tarde del viernes santo.
Contempla todos los golpes y agresiones sobre su cuerpo, incluyendo la cruel flagelación y el dolor constante de las heridas de la corona de espinas, pero particularmente las preciosísimas cinco llagas en sus manos, pies y costado.
Santa Faustina nos dice cuánto agrada a Jesús cuando contemplamos sus llagas, y cómo promete derramar un océano de misericordia cuando lo hagamos. Aprovecha esta oferta misericordiosa y generosa que Él reservó para esta época. Oren por gracia y misericordia para ustedes, para aquellos a quienes conocen por nombre, y para los 10 millones de encarcelados que languidecen en prisión por todo tipo de razones, justas e injustas. Él quiere salvar a cada alma, llamando a cada uno de regreso a Él para recibir su misericordia y perdón.
Oren también por los oprimidos, los marginados, los pobres, los enfermos y postrados en cama, así como por los que sufren en silencio y que no tienen a nadie que eleve su voz por ellos. Oren por todos aquellos que tienen hambre: de comida, conocimiento o la oportunidad de usar los talentos que Dios les ha dado. Oren por los no nacidos y los impíos. Todos somos prisioneros de un tipo u otro, pero particularmente, somos prisioneros del pecado en todas sus formas insidiosas.
Él nos pide que nos acerquemos al pie de la cruz que está empapada de su preciosa sangre; presentemos nuestras peticiones ante Él, y cualquiera que sea la intención, Él responderá con misericordia.
No perdamos ninguna oportunidad de implorar los incalculables tesoros que nuestro Señor misericordioso nos ha prometido. Cuando rezamos por esos 10 millones de presos en todo el mundo, cada uno de ellos recibe el 100 por ciento del beneficio de nuestra oración porque, así como nuestro buen Señor se entrega enteramente a cada uno de nosotros en la Eucaristía, así también multiplica nuestra única oración como un megáfono, llegando al corazón de cada uno de ellos.
Nunca pienses “¿qué hará mi única oración por tanta gente?” Recuerda el milagro de los panes y los peces y no dudes más.
Sean Hampsey is an author, singer/songwriter and has 10 albums and 7 books to his credit. A retiree at eighty-five, he is passionate about his faith and keen on embracing the Sacraments, especially the Holy Mass and Perpetual Adoration. Sean lives in New South Wales, Australia. He is happy to be contacted at: [email protected]
Una historia sobre cómo un verso de la Biblia cambió la vida de una niña hindú, y su viaje transformador. No dejes de leer… Nací y crecí en una familia hindú, en la India. Crecí en una familia religiosa; siempre me animaron a pasar tiempo en oración. Cuando era niña, nunca fui a la escuela sin un tilak (tilak es una marca, generalmente hecha en la frente de un hindú, que sirve para indicar la afiliación sectaria de una persona). Creía en los dioses y diosas hindús, aunque realmente era una relación muy convencional. Mis oraciones para ellos se limitaban a la semana previa a los exámenes escolares. Irónicamente fui a una escuela católica, donde fui introducida al cristianismo; pero siempre vi al cristianismo como algo que no tenía nada que ver conmigo. A pesar de haber estado doce años en una escuela católica, nunca entendí realmente quién era Jesús ni lo que había hecho por mí. Me gradué de la secundaria satisfactoriamente. Estaba súper contenta porque mis oraciones a los dioses hindús habían sido escuchadas. Aseguré mi admisión a la mejor universidad de la ciudad. Paradójicamente, esta era una universidad dirigida por padres jesuitas. Un absurdo golpe Durante mi primer año de universidad asistí a una clase obligatoria de religión donde la gente hablaba sobre su fe. Me di cuenta de que mientras los estudiantes cristianos tenían mucho que decir sobre Jesús, los hindúes como yo permanecíamos callados cuando se trataba de profesar nuestra fe. No sabía nada sobre el Gita (el Bhagavad Gita es una de las sagradas escrituras del hinduismo); todo lo que sabía era cómo pedirle a Dios para que cumpliera mis deseos. Me sentía avergonzada de llamarme hindú. Entonces un profesor cristiano puso un video sobre Jesús, de la película de La Pasión de Cristo. Vi la manera tan brutal en la que fue azotado y cuánto sufrió cuando fue clavado en la cruz. Tenía lágrimas en mis ojos. A duras penas logré ver la crucifixión. Tristemente, aun entonces, no sabía la verdadera razón del por qué Él había muerto en esa cruz en el Calvario. Pero después de ver el video, comencé a tener interés en saber más sobre Jesús. Visité librerías públicas para buscar una biblia, pero no tuve mucha suerte. Entonces decidí leer la versión de la biblia en PDF. Empecé buscando el libro del Génesis, pero no encontré a Jesús ahí. Entonces, comencé a buscar de manera aleatoria versículos de la biblia en Google. Me encontré con un versículo de Mateo: “Y, ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7,3). Este verso nos enseña a no juzgar a los demás. Unas semanas después tuvimos otra clase de religión, impartida por un profesor diferente. Nos pidió a todos y cada uno que compartiéramos nuestras creencias y pensamientos sobre nuestras respectivas religiones. De la nada, levanté mi mano y hablé sobre el verso de Mateo: ¡Una niña tímida, hindú, compartiendo sus pensamientos sobre un versículo de la Biblia cristiana! Creo que mi valentía en ese momento fue obra del Espíritu Santo. El profesor no tenía idea de que yo era hindú. Le gustó mi explicación y animó a más personas a hablar sobre su religión. Este incidente fue un trampolín en mi conversión a la fe católica. Momentos de la verdad Durante este tiempo, cuando estaba conociendo a Jesús y al cristianismo, a menudo me preguntaba: “¿Por qué me siento con tanta paz siempre que estoy en una iglesia?”. Mi experiencia en los templos hindúes era completamente diferente: Ahí siempre me distraía por los gritos de los vendedores, el ruido de las campanas del templo, los sacerdotes cantando los mantras, y la avalancha de gente empujando a través de grandes multitudes para ver el rostro de los dioses. La paz que encontraba en la iglesia representaba un fuerte contraste. Un día, durante la pandemia del COVID, me encontré con un video de YouTube en el que un sacerdote explicó de una manera lúcida, que sin importar cuántos pecados hubiéramos cometido a lo largo de nuestra vida, todavía podíamos reunirnos con Dios, porque su Hijo pagó el precio por nuestros pecados. Jesucristo, Hijo de Dios, se convirtió en humano, vivió entre nosotros, nos amó, nos sanó, perdonó nuestros pecados, murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, y ahora vive con nosotros hasta el final de los tiempos. Conocer el evangelio cambió mi vida. Aprendí que Jesús me conoce y que me amaría incluso como hindú. Antes, veía a Jesús como uno de los muchos dioses que adoraba; pero ahora, me daba cuenta de quién es el verdadero Dios. Ninguno de los dioses hindúes que había conocido, sufrieron y murieron por mis pecados. Mi corazón se llenó de amor por Jesús; y de ese día en adelante, me consideré una seguidora de Jesucristo. Lágrimas de Felicidad El Espíritu Santo me guió para aprender más sobre Jesús. Compré una biblia y la empecé a leer. Me sentía llena de admiración y amor por Jesús. Previamente, mi relación con Dios había sido convencional. El hecho de que Dios me amara justo tal y como soy era un concepto extraño para mí. Aprendí que Jesús quiere hablar conmigo todos los días, y que además desea tener una relación personal conmigo. Él me ama a pesar de ser una pecadora. Él está dispuesto a perdonar todos mis pecados y aceptarme amorosamente en sus brazos. No soy digna de su amor; pero, aun así, Él me ama. Hoy, mi relación personal con Jesús es la cosa más importante en mi vida. Mientras me encontraba en este recorrido de establecer una relación personal con Él, tuve un sueño en el que vi a un hombre vestido con una capa de color rojo pardo, caminando frente a mí en una carretera. El otro lado del camino se encontraba plagado de monstruos. Los monstruos querían hacerme daño y hacían ruidos aterradores. Como sea, estas criaturas comenzaron a perder fuerza a causa del hombre que caminaba frente a mí, porque era muy poderoso; los monstruos no pudieron herirme ni asustarme. Me sentí protegida y segura en su presencia. No entendí de qué se trataba el sueño. Pero mucho más tarde, una monja que conocí de las Misioneras de la Caridad me ayudó a interpretar el sueño. El hombre que caminaba frente a mí era Jesús: Él vino a mí para reforzar mi fe en Él y para protegerme del maligno. Lágrimas de felicidad recorrieron mi rostro al darme cuenta de que el creador del sol, la luna y las estrellas, me conocía y se preocupaba por mí. Me tomó dos años convertirme a la fe católica; pero cuando Dios abre una puerta, ninguna persona puede cerrarla. El Espíritu Santo mandó ángeles disfrazados de hombres y mujeres en mi camino hacia el catolicismo. El 25 de junio del 2022 recibí los sacramentos del bautismo, la santa comunión y la confirmación. Hoy predico a las personas, cómo Jesús murió en la cruz por cada uno de ellos. Veo a Cristo en cada persona con la que me cruzo. Quiero poder seguir compartiendo la alegría del evangelio en cualquier lugar que pueda.
By: Sarina Christina Pradhan
MoreSigue leyendo este artículo para descubrir un camino nuevo en la vida de oración. Hace algunos años, la casa de mi hermana tuvo un gran problema de plomería; había una fuga de agua no detectada en algún lugar de la propiedad que causó que el recibo del agua aumentara de $70 dólares al mes a $400 dólares. Trataron de encontrar la raíz de la fuga, hasta pusieron a su hijo a excavar y excavar sin tener éxito. Después de días de búsqueda infructuosa, a un amigo se le ocurrió una solución; su idea fue la de olvidarse de tratar de encontrar la fuga, en su lugar, ir a la tubería principal de agua, conectar una tubería nueva y evitar el área que sabían que era problemática debido a la acumulación de agua; colocar la nueva tubería a lo largo de un nuevo camino y abandonar la tubería vieja por completo. Así que eso es lo que hicieron; después de un día de arduo trabajo y mucha excavación, lograron ejecutar el plan y, ¡voilà! El problema se solucionó y el recibo del agua de mi hermana volvió a la normalidad. Al reflexionar sobre esto, mis pensamientos se volvieron hacia las oraciones sin respuesta; a veces estamos orando por personas o por situaciones y esas oraciones no parecen hacer ninguna diferencia; la tubería al oído de Dios parece "permeable". Tal vez oramos y oramos y oramos para que alguien tenga una conversión, para que regrese a la Iglesia; oramos para que alguien que haya estado desempleado por algún tiempo encuentre un trabajo; oramos por la sanación de alguien que lucha contra problemas de salud graves; cualquiera que sea la situación, no vemos ningún progreso y nuestras oraciones se sienten como si fueran desperdiciadas o inútiles. Recuerdo orar por un conflicto de personal muy difícil en la organización misionera con la que trabajo, esta fue una situación muy estresante y agotadora para mí emocional y físicamente; nada de lo que intenté en un nivel natural parecía resolverlo, y mis oraciones por una solución parecían no tener ningún efecto; en mi oración de un día, clamé una vez más a Dios con desesperación y escuché una voz apacible y tranquila en mi corazón: "Suéltamelo a mí, yo me encargaré de eso". Me di cuenta de que necesitaba un cambio en mi enfoque, un "desvío de plomería"; por así decirlo, mi actitud hasta este punto era tratar de resolver la situación con mis esfuerzos: mediar, hablar, intentar varios compromisos, aplacar a las partes involucradas; pero como nada había funcionado y las cosas solo empeoraron, sabía que necesitaba dejar que Dios se hiciera cargo, así que le di mi consentimiento: "Señor, te lo entrego todo, haz lo que necesites hacer y cooperaré". Dentro de las 48 horas posteriores a esa oración, ¡la situación se resolvió por completo! Con una velocidad que me dejó sin aliento, una de las partes tomó una decisión que cambió absolutamente todo, y el estrés y el conflicto se eliminaron de esa manera. Estaba asombrada y no podía creer lo que acababa de suceder. ¿Qué aprendí? Si estoy orando de cierta manera por algo o alguien y he estado atorado, y no estoy viendo avances, tal vez necesito cambiar la forma en que estoy orando; detenerme y preguntarle al Espíritu Santo: "¿Hay otra manera en que debería orar por esta persona? ¿Hay algo más que debería estar pidiendo, como una gracia específica que necesitan en este momento?” Tal vez tengamos que probar un "desvío de plomería". En lugar de tratar de encontrar la fuga o la fuente de la resistencia, podemos orar para que Dios la evite. Dios es muy creativo (la fuente de la creatividad, el creador original) y si seguimos cooperando con Él, Él encontrará otras formas de resolver problemas y traer la gracia en la que ni siquiera hemos pensado. Deja que Dios sea Dios y dale espacio para moverse y actuar. En mi caso, necesitaba apartarme del camino, reconocer con humildad que lo que había estado haciendo no estaba funcionando, y entregarme más profundamente al Señor para que Él pudiera actuar. Pero cada situación es diferente, así que pregúntale a Dios qué quiere que hagas y escucha sus instrucciones; síguelas lo mejor que puedas y deja los resultados en sus manos. Y recuerda lo que Jesús dijo: "Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios". Lc. 18, 27
By: Ellen Hogarty
MorePractica esto y nunca te arrepentirás... Una antífona del último Adviento me llamó la atención: “Veamos su rostro y seremos salvos”. Sí, oré: Jesús, déjame ver tu rostro. Pienso en María y José mirando tu rostro por primera vez mientras te abrazaban suavemente y besaban tu cabeza, y te acostaban sobre la paja cubierta con una cálida manta. Qué hermoso eres, incluso antes de que tus ojos se abran y me devuelvas la mirada. Reaviva tu amor Por esa época, leí un libro de la Hermana Immaculata, una monja carmelita, (“Los caminos de la oración: COMUNION CON DIOS”; publicado por Ermita Monte Carmelo, 1981) algo que también tocó mi corazón. En su libro, ella habló de cómo podemos mantener nuestro amor por ti, Jesús, que profesamos en nuestros tiempos formales de oración y en la Eucaristía cuando te recibimos en nuestros cuerpos y almas. Leí ansiosamente sobre esto, ya que había estado luchando con la idea de conseguir una cosa más para comer o beber en la cocina cercana. Mientras estaba sentada en mi rincón de oración, me di cuenta de la verdad de un dicho que alguien colocó en su refrigerador: “Lo que estás buscando no está aquí”. Sí, podría recurrir a ti en lugar de ir a mi nevera, ¿no? Así que quería leer lo que la Hermana Immaculata tenía que decir acerca de reavivar mi Amor. La autora afirmó: “La constante conversación con Dios en su presencia viva es el generador que alimenta el alma; mantiene el calor y la sangre fluyendo… Debe haber una gran fidelidad en esta práctica de intercambio amoroso con Dios en la vida de fe”. La hermana mostró cómo “se debe cuidar especialmente que esta mirada interior a Dios, por breve que sea, preceda y concluya toda acción exterior”. Ella comenzó a compartir cómo la gran mística, Santa Teresa de Ávila, habló de esto con sus monjas: “Si puede, que practique el recogimiento en oración muchas veces al día.” Santa Teresa entendía que no sería fácil al principio, pero decía que “si tu practicas por un año, o quizá por solo seis meses, lo lograrás con éxito”— esto es un gran tesoro y beneficio. Los santos “nos enseñan que esta comunión constante es un medio sumamente eficaz para llegar rápidamente a un alto grado de santidad. Estos actos de amor disponen el alma para tomar conciencia del toque del Espíritu Santo y la preparan para esa infusión amorosa de Dios en el alma que llamamos contemplación... que nos permite cumplir con nuestra obligación cristiana de orar siempre y en todas partes.” En el ciclo del hábito Estas son algunas maneras en las que he estado incorporando esta práctica. Al subir y bajar escaleras, o incluso al caminar por ciertos caminos, digo al compás de mis pasos: “Jesús, María y José, los amo. Salven almas”. Cuando me siento a comer, le pido a Jesús que se siente conmigo. Al terminar de comer, le doy gracias. La práctica más difícil era orar antes de tomar cualquier refrigerio o bocado cuando no estaba en una comida, o cuando preparaba para una. Hice esto para la cuaresma y finalmente estoy formando un nuevo hábito. Cuando paso por una iglesia o capilla, digo alguna variación de “Jesús, gracias por tu presencia en la Eucaristía. Por favor, bendice a todos desde este lugar sagrado”. Al renunciar a un dulce durante la cuaresma o los viernes, rezo por alguien o por algún país en gran necesidad. Sor Immaculata nos asegura: “Dios se revelará; tiene sed de hacerlo, pero no podrá a menos que el corazón y la mente estén preparados para recibirlo. Nuestra vida de oración no comienza realmente hasta que hemos puesto los cimientos de una conciencia pura, desapego y la práctica de permanecer en su presencia”. “La verdadera libertad es la libertad del egoísmo. El hábito del recogimiento constante y la oración continua en la presencia de Dios es el remedio para ese miedo a morir al yo y al egoísmo que están tan arraigados en nosotros... La oración y la abnegación están tan inseparablemente unidas... porque el amor de Jesús hace que una persona se desprecie a sí misma.” Este capítulo termina con una cita de la “Imitación de Cristo”: “Sé humilde y pacífico, y Jesús estará contigo. Sé devoto y tranquilo, y Jesús se quedará contigo. Si quieres probar la infinita dulzura del Señor, necesitas despegar tu corazón de las criaturas, y tenerlo puro y elevado hacia Dios” (Libro II, capítulo 8). A medida que descubro las áreas en las que me complazco sin haber orado primero, me siento inspirada para buscar una oración que me acerque más al Señor a quien amo, sirvo y a quien oro durante horas todos los días. Jesús, sí, ayúdame a crecer en la práctica de vivir en tu presencia, buscando ver tu rostro cada vez más”.
By: Hermana Jane M. Abeln SMIC
MoreNo es fácil decir 'perdono' y perdonar de verdad hasta que hagas esto... "Por la libertad Cristo nos ha liberado". (Gálatas 5:1) Estoy seguro de que la mayoría de las personas serían conscientes de que el perdón está en el corazón mismo del mensaje cristiano, pero muchos se sorprenderían al saber que no perdonar a alguien puede resultar en dolor físico. Lo sé por experiencia personal. Varias veces, he sido testigo del poder del Espíritu Santo en la curación de esta terrible, a menudo paralizante, enfermedad. No es un cliché Las primeras palabras que Jesús pronunció, mientras moría en la Cruz, fueron palabras de perdón (Lucas 23:34). Su amoroso sacrificio era el momento que la humanidad había esperado, para liberarlos del pecado y la muerte. El perdón estaba de nuevo en Sus labios cuando se encontró con Sus discípulos después de que resucitó de entre los muertos, dándoles el poder de concederlo en Su nombre (Juan 20:19-23). Cuando los apóstoles le preguntaron cómo orar, Jesús respondió con una oración que nos permitió dirigirnos a Dios como 'Padre Nuestro', y pidiéndole que 'nos perdonara nuestras ofensas (pecados) como perdonamos a los que transgreden (pecado) contra nosotros' (Mateo 6:12). Si esperamos el perdón nosotros mismos, debemos perdonar a los demás (Mateo 5:23-26; 6:14). La falta de perdón se puede comparar con un puño. Un puño está tenso y a menudo se aprieta con ira. En realidad, solo es apto para una cosa, para golpear a alguien, o al menos para estar listo para hacerlo. Si ese puño golpea a alguien, entonces es una suposición justa esperar que se lo devuelva, creando más animosidad. Si el puño está apretado, no está abierto. Una mano abierta es capaz de recibir, pero si está cerrada y apretada no es posible aceptar lo que puede ser ofrecido. Alternativamente, cuando abrimos nuestras manos para que podamos recibir, también somos capaces de dar lo que recibimos. Cuando se libera Mientras oraba sobre esto en la Misa, tuve una imagen de un bastón, y me di cuenta de que cuando no perdonamos, esto obstaculiza nuestro caminar por la vida. Después de la misa, un hombre se acercó mientras charlábamos afuera, pidiéndonos que le tomáramos una foto fuera de la iglesia. Cuando noté su bastón, tuve la sensación de que su enfermedad era causada por la falta de perdón. A medida que la conversación continuaba, comenzó a contarme sobre su pasado, concluyendo con una petición de mantenerlo en mis oraciones, ya que estaba sufriendo con problemas de espalda. Lo invité a orar conmigo inmediatamente porque Jesús quería sanarlo, pero requeriría algo de él. Intrigado y abierto, estuvo de acuerdo, preguntando qué se requeriría. Le dije que tendría que perdonar a las personas que acababa de mencionar y a cualquier otra persona que lo hubiera herido. Pude verlo luchando internamente, así que lo animé con la seguridad de que no tenía que depender de su propia fuerza para perdonar. Si perdonaba en el nombre de Jesús, entonces Jesús lo empoderaría, lo guiaría y lo liberaría. Sus ojos se iluminaron mientras susurraba: "Con la fuerza de mi Señor, sí, puedo perdonar". Lo guie en una oración, que terminó orando por la curación de su espalda imponiendo las manos en el área problemática (Marcos 16: 15-18). Le dije que hiciera lo que Jesús dijo y reclamara la curación dando gracias a Dios en la creencia de que la había recibido, (Marcos 11:22-25). Esto fue el viernes por la noche. El domingo, me envió un mensaje de texto: "Alabado sea el Señor, Jesús me ha sanado la espalda". De hecho, alabé al Señor, dándole gracias con todo mi corazón. Me llamó especialmente la atención este detalle. Habíamos pedido la curación el viernes por el poder y los méritos de la Cruz. La respuesta fue recibida al tercer día, domingo, el día de la Resurrección. C.S. Lewis escribió una vez: "La gente piensa que el perdón es algo encantador hasta que tienen algo que perdonar". Es importante saber que el perdón es un acto de la voluntad; es algo que elegimos. Eso no quiere decir que sea una elección fácil, ya que a menudo puede parecer la decisión más difícil y dolorosa del mundo, pero cuando enfrentamos todo en el Nombre de Jesús, "a través de Él, con Él y en Él", aprendemos que "con Dios nada será imposible" (Lucas 1:37). Es esencial que nos preguntemos si hay alguien en nuestras vidas que necesitemos perdonar. Jesús nos enseña: "Siempre que os levantéis para orar, si tenéis algo en contra de alguien, perdónalos, para que vuestro Padre Celestial os perdone vuestros pecados" (Marcos 11:25). Por lo tanto, debemos traer todo a Jesús y permitirle que nos libere, porque "Si el Hijo te hace libre, serás realmente libre". (Juan 8:36).
By: Sean Booth
MoreUna oración poderosa para abrir la puerta de la Misericordia, y toma solo 7 minutos Era un día cálido y agradable. El musgo que colgaba de los enormes robles de agua en nuestro patio delantero volaba de lado espolvoreando la hierba con escombros. Acababa de revisar el buzón cuando Lia, una de mis mejores amigas, se detuvo en el camino de entrada. Se apresuró a acercarse y pude ver en su rostro que estaba extremadamente afectada. “Mi mamá fue al hospital hace dos noches. Sus células cancerosas se han diseminado desde sus pulmones hasta su cerebro”, dijo Lia. Los hermosos ojos marrones de Lia brillaban con lágrimas que corrían por sus mejillas. Verla fue desgarrador. Tomé su mano. "¿Puedo ir contigo a verla?", Le pregunté. "Sí, iré esta tarde", dijo. "Está bien, te veré allí", le dije. Cuando entré a la habitación del hospital, Lia estaba junto a la cama de su madre. Su madre me miró, su rostro se contrajo por el dolor. “Espero que esté bien que haya venido a verte", le dije. "Por supuesto. Es bueno verte de nuevo", dijo. "¿Has tenido noticias de ese sacerdote amigo tuyo?", Preguntó, con voz débil pero amable. “Sí, hablamos de vez en cuando” dije. "Estoy tan contenta de haber podido verlo ese día", dijo. Lia y yo habíamos sido parte de un grupo de oración del Rosario que se reunía todas las semanas alrededor del tiempo en que su madre recibió su primer diagnóstico. Un sacerdote, conocido por sus dones espirituales, había venido a una de nuestras reuniones y estábamos ansiosos para se uniera a nosotros en oración y escuchara nuestras confesiones. La madre de Lia fue criada como Católica, pero cuando se casó, decidió integrarse a la familia de su esposo y adoptar su fe griega ortodoxa. Sin embargo, a lo largo de los años, se sintió cada vez menos en casa en ambas comunidades religiosas. Preocupada porque su madre había estado lejos de la Iglesia y los sacramentos durante tantos años, Lia la invitó a nuestro grupo de Rosario para que pudiera conocer a nuestro sacerdote especial. No fue hasta que el sacerdote se estaba preparando para irse que la mamá de Lia finalmente entró por la puerta trasera. Lia me lanzó una sonrisa de alivio. Su mamá y el sacerdote hablaron solos durante unos veinte minutos. Más tarde, Lia me llamó para decirme que su madre no tenía palabras suficientes para expresar lo amable y cariñoso que había sido el sacerdote con ella. Ella le dijo a Lia que después de hablar, él había escuchado su confesión y ella se había llenado de paz. Ahora, acostada en la cama del hospital, ya no se parecía a ella. El color de su piel y la mirada de sus ojos revelaban el cansancio y el sufrimiento, los estragos de una enfermedad prolongada y progresiva. “Me preguntaba si les gustaría orar juntos”, le pregunté. “Hay una oración especial llamada La Coronilla de la Divina Misericordia. Es una oración poderosa que Jesús le dio a una monja llamada Sor Faustina para que fuera difundida Su misericordia por todo el mundo. Tarda unos siete minutos y una de las promesas de la oración es que aquellos que la recen entrarán por la puerta de la misericordia en lugar del juicio. Yo la rezo a menudo”, dije. La mamá de Lia me miró con una ceja levantada. "¿Cómo puede ser verdad?" ella preguntó. "¿Qué quieres decir?" Dije. “¿Me estás diciendo que si un criminal implacable hace esa oración minutos antes de morir, entra por la puerta de la misericordia en lugar del juicio? Eso no parece correcto ", dijo. “Bueno, si un criminal implacable se toma el tiempo de rezarlo y rezarlo con sinceridad, entonces debe haber esperanza en él, a pesar de todo lo que haya hecho. ¿Quién puede decir si el corazón se abre a Dios y cuándo? Creo que donde hay vida hay esperanza”. Ella me miró fijamente. Yo continué. “Si su hijo fuera un criminal empedernido, ¿no lo amaría aunque odiara sus crímenes? ¿No esperarías siempre su cambio de opinión debido al gran amor que le tiene? " "Sí", dijo débilmente. “Dios nos ama mucho más de lo que podríamos amar a nuestros hijos y siempre está listo para entrar en cualquier corazón con Su misericordia. Espera esos momentos con paciencia y con muchas ganas porque nos ama mucho ”. Ella asintió. "Eso tiene sentido. Sí, lo rezaré contigo ”, dijo. Los tres rezamos juntas la Coronilla de la Divina Misericordia, charlamos unos minutos más y luego me fui. Más tarde esa noche, Lia me llamó. "La enfermera de mi mamá me llamó para decirme que, justo después de que yo dejara el hospital, mamá perdió toda lucidez". Lloramos juntas, oramos y esperamos la recuperación de su madre. La mamá de Lia murió unos días después. La noche de su muerte tuve un sueño. En mi sueño, entré en su habitación del hospital y la encontré sentada en la cama con un hermoso vestido rojo. Se veía radiante, llena de vida y alegría, sonriendo de oreja a oreja. La noche del velorio cuando me acerqué al ataúd para presentar mis respetos, ¡me sorprendió verla con un vestido rojo! Los escalofríos recorrieron mi columna vertebral. Nunca había estado en un velorio en el que el difunto vistiera un vestido rojo. Fue muy poco convencional y completamente inesperado. Después del funeral, agarré a Lia y la lleve a un lado. "¿Qué te hizo ponerle un vestido rojo a tu mamá?" Yo pregunté. “Mi hermana y yo lo discutimos y decidimos que le pondríamos a mamá su vestido favorito. ¿Crees que no deberíamos haberlo hecho? ella preguntó. "No, no es eso. La noche en que murió tu mamá soñé que entré en su habitación del hospital, la encontré sentada sonriendo de oreja a oreja ... ¡y con un vestido rojo! " le dije. Lia quedó boquiabierta y sus ojos se abrieron. "¿Qué? No hay manera ”, dijo. “Sí, hay manera”, dije. Con lágrimas corriendo por sus mejillas, Lia dijo: “Tú y yo fuimos las últimas personas que vio antes de que su cerebro se apagara. ¡Y eso significa que lo último que hizo fue rezar la Coronilla de la Divina Misericordia! " Agarré a Lia y la abracé. “Estoy muy agradecida de que vinieras conmigo ese día, que oraramos con mi mamá y de haber estado con ella antes de que perdiera el conocimiento”, dijo. "No puedo creer el hecho de que la viste en tu sueño tan feliz y con un vestido rojo. Creo que Jesús nos está diciendo que ella realmente entró por la puerta de la misericordia”. "Gracias Jesús.", dijo “Amén”, respondí.
By: Rosanne Pappas
More¿Estás orando por tus seres queridos? Aquí hay una historia para mantenerte esperanzado. Apenas Ayer Lo recuerdo como si fuera ayer, sentada en una sala iluminada con poca luz con mi futuro suegro después de una comida de vacaciones. Era la primera vez que conocía a los padres de mi novio, y estaba notablemente nerviosa. La familia se había separado después de la cena, dejándonos a Harry y a mí para tener una pequeña charla junto al fuego. Había oído hablar mucho de él y estaba emocionada por tener esta oportunidad de conversar. Harry era realmente más grande que la vida con un increíble sentido del humor. Era padre de seis hijos: trabajador, poseedor de registros ecuestres y veterano de una organización militar de élite. Yo estaba saliendo con su hijo mayor. Le admiraba desde mucho antes de conocerlo y esperaba causar una buena impresión. Yo también venía de una familia numerosa y era una católica devota, algo que esperaba que viera favorablemente. Sabía que Harry había crecido en la Iglesia Católica, pero se alejó mucho antes de casarse y comenzar una familia. Esto fue algo que despertó mi curiosidad y quería saber más: entender por qué. ¿Qué podría haberlo hecho dejar esa fe que yo, incluso cuando era adolescente, amaba tanto? Cuando el tema de la religión finalmente surgió en la conversación, compartí con entusiasmo con él mi devoción por la fe. Su respuesta fue inesperada y desgarradora. Él, casi fríamente, declaró que una vez fue católico, incluso un monaguillo, pero ahora no estaba seguro de si podía recordar El Padrenuestro. Queriendo responder sin sonar irrespetuosa, mencioné en voz baja lo triste que era, y lo sentí profundamente. Esta conversación me dejó una impresión y mantuve este recuerdo cerca Luces brillantes Los años fueron y vinieron, y mi esposo y yo mantuvimos a Harry cerca en oración - esperando que algún día él regresará a la fe. Harry estuvo con su hijo en la Iglesia Católica el día de nuestra boda. Él estuvo presente en las celebraciones sacramentales para nuestros hijos, e incluso estuvo presente el día que su propio hijo se convirtió en católico. Incapaz de contener mis lágrimas de alegría mientras observaba el bautismo de mi marido, el recuerdo de mi conversación con su padre, diez años antes, volvió a inundarme y sentí el más mínimo calor de ira, ira que el padre de mi marido lo había privado de una educación llena de fe. Mi marido quería más para sus propios hijos. No sólo había apoyado la crianza de nuestra familia en la fe católica, sino que él mismo sintió un anhelo interno de más. Su iniciación a la Iglesia Católica fue un maravilloso ejemplo de su profunda fe y confianza. Vi pequeños destellos de fe en Harry a lo largo de los años, y siempre creí que todavía había alguna convicción enterrada en lo profundo de su corazón. Cuando a mi esposo le diagnosticaron cáncer, mi suegro me dijo con confianza que estaba rezando a la Virgen por él, ya que siempre había tenido una profunda devoción a ella. Esto era algo que nunca le había dicho a nadie, y confió en mí. Sentí una verdadera felicidad al saber que esta dedicación, aunque invisible, estaba todavía presente. Con optimismo, mi marido y yo continuamos orando por el regreso total de Harry a la fe. Un Regalo Incalculable El año 2020 fue cruel para muchos, y mi querido suegro fue una de sus víctimas. Después de sufrir una mala caída, fue internado en un centro de rehabilitación sin contacto personal durante semanas. Su salud se estaba empezando a deteriorar, y este hombre fuerte y vibrante estaba empezando a reducirse - tanto en estatura como en luz - ya que el inicio de la demencia también se había hecho evidente. Mi marido decidió tomar una oportunidad y preguntarle a su padre si le gustaría una visita de un sacerdote católico. Para nuestra completa sorpresa, aceptó ansiosamente y me pidió que le trajera una copia del Padre Nuestro para refrescar su memoria. Una vez más, me vino a la mente mi conversación con él como adolescente, pero esta vez sentí entusiasmo y esperanza. En los días siguientes, mi esposo acompañó a un sacerdote a la casa de su padre ya que la movilidad era limitada ahora. Harry participó con confianza en el Sacramento de la Penitencia y aceptó la ofrenda de la Santa Comunión de su propio hijo. Recibir ambos Sacramentos por primera vez en casi sesenta años fue un don incalculable. Harry también recibió la Unción de los Enfermos, y estos preciosos Sacramentos indiscutiblemente le dieron las gracias para vivir sus últimas semanas en paz. En sus últimos días, su hijo le trajo un rosario, y rezó con el rosario alrededor de su cama con nuestros hijos—sabiendo que Harry estaba ahora caminando la línea fina entre esta vida y la siguiente. Como un niño devoto de nuestra Señora, esto parecía un Adiós adecuado. Harry falleció pacíficamente poco después, y nuestros corazones se llenarán para siempre de gratitud a nuestro Dios misericordioso y a nuestra Señora por traer a Harry de vuelta a la fe antes de que él pasara. Saber que Harry está en paz con los ángeles celestiales es de gran consuelo para nosotros. Quizás le tomó décadas reconocerlo, después de años de oraciones incesantes, y una última oferta de oportunidad de su hijo amoroso, pero su fe estaba presente. Siempre estuvo presente.
By: Mary Therese Emmons
MoreEl ROSARIO es una íntima conversación espiritual que tú tienes con la Santísima Virgen María y con DIOS para presentar tus miedos, tus necesidades y deseos. El Rosario te da a TI el poder espiritual para lograr lo que quieras en la vida y superar lo imposible. Esta conversación espiritual meditativa se puede hacer en cualquier momento y en cualquier lugar. Puedes hacerlo en grupo o solo. Puedes rezar el Rosario con tus hijos, con tu cónyuge o la persona con quien estás saliendo y con tus amigos. Puedes hacer que sea un asunto familiar. También puedes recitar el Rosario mientras cocinas, conduces, tomas el transporte público, esperas en fila, o tomas una ducha. No hay límites a donde puedes rezar el Rosario. Cada vez que rezas el Rosario, te vuelves más fortalecido espiritualmente, obtienes más sanidad, más confianza, más inspiración, más cambios milagrosos en tu vida, más conciencia espiritual y más gracias divinas en tu vida. ¡SÍ...el Rosario lleva PODER MILAGROSO! Recitar el Rosario trae paz para ti y para el mundo, y te da un propósito superior, fuerza, victoria, sanidad, milagros, serenidad, claridad, determinación, visión, unidad y armonía para ti y para tu familia. ¡más bendiciones pueden entrar en tu vida cuando recitas el Rosario! Cada vez que rezas el Rosario, tu alma se llena con renovada esperanza, inspiración, energía y sanación. Soy un testimonio de eso. Cada Ave María es un momento de Gracia, un momento de Misericordia, un momento de Sanación, un momento de esperanza, un momento de gratitud, un momento de humildad y un momento de rendición. Siempre que tengas dudas, o encuentres un obstáculo para alcanzar tus metas; en cualquier momento que te sientas solo, deprimido o ansioso; Cada vez que te sientas intimidado, rechazado o como si el mundo entero estuviera en contra de ti, reza el Rosario fervientemente con fe y amor en tu corazón para fortalecer tu mente, cuerpo y alma. Esta herramienta de empoderamiento espiritual te animará a no renunciar a ti mismo. Usa el Rosario para hacer peticiones personales y para orar por las necesidades de los demás y del mundo, especialmente por la sanación. En ese espacio de contemplación y oración, al ofrecer tu gratitud a Dios y a la Santísima Virgen María por los acontecimientos del Evangelio, puedes recibir la orientación espiritual que necesitas. ¡Si no sabes sobre el Rosario, esta es tu oportunidad de descubrir su poder y darle una oportunidad! El Rosario es uno de los mayores legados que puedes dejar a tus hijos y un regalo fantástico para compartir con tu familia y amigos.
By: Dahla Louis
More“Camino por fe, no por vista”, dice sonriendo Mario Forte mientras comparte un asombroso testimonio de vida. Nací con glaucoma, así que al comienzo de mi vida, apenas veía parcialmente con el ojo izquierdo y absolutamente nada con el derecho. A lo largo de los años, he tenido más de 30 cirugías, la primera cuando tenía solo tres meses ... A la edad de siete años, los médicos me extirparon el ojo derecho con la esperanza de mantener la vista en mi ojo izquierdo. Cuando tenía doce años, me atropelló un automóvil mientras cruzaba la calle de camino a casa desde la escuela. Al salir disparado por el aire, creí que era Superman por un momento. Caí fuertemente y terminé con un desprendimiento de retina, entre otras cosas, tuve tres meses fuera de la escuela recuperándome y sometiéndome a más operaciones, así que tuve que repetir el séptimo grado. Todo es posible De niño, la ceguera era normal para mí porque no podía compararla con ninguna otra cosa, pero Dios me dio una idea. Desde muy temprana edad, antes de recibir cualquier instrucción oficial, hablaba con Dios, como con cualquier otra persona porque estaba acostumbrado a comunicarme con personas que no podía ver. Solo lograba distinguir la diferencia entre la luz y la oscuridad, pero un día, en un abrir y cerrar de ojos, todo se volvió negro, como una luz que se apaga. Aunque he estado en total oscuridad durante más de 30 años, la gracia de Dios me ha dado el valor para seguir adelante. Ahora, no es la luz física lo que veo, sino la luz de Dios en el interior. Sin Él, no sería mas que un trozo de madera. El Espíritu Santo hace todo posible. A veces, la gente incluso se olvida de que soy ciego porque puedo moverme por la casa, manejar una computadora y cuidar de mí mismo. Esto es gracias a mis padres que siempre me animaron a hacer las cosas por mi cuenta. Mi padre era un electricista que me llevaba consigo para ayudarme a comprender su oficio, incluso me hizo instalar tomas de corriente e interruptores. Me enseñó a pensar de forma lógica para que pudiera adaptarme e improvisar cuando las cosas salieran mal. Mi madre, con su naturaleza cariñosa y amorosa, sembró las semillas de mi fe. Ella se aseguró de que rezáramos juntos el Rosario y la Coronilla de la Divina Misericordia todos los días, para que esas oraciones quedasen grabadas en mi memoria. Me permitieron graduarme con éxito con un título en informática. Con su ayuda, contactaba a tutores para obtener el esquema del curso antes de que comenzara el trimestre. Luego íbamos a la biblioteca a copiar todos los materiales relevantes para que la Royal Blind Society pudiera transcribirlos por mí. Una llamada superior En mi adolescencia, tuve una experiencia extraordinaria cuando Dios me llamó. En ese momento, todavía tenía algo de vista en mi ojo izquierdo. Un día, mientras oraba en la iglesia, el altar mayor se iluminó de repente con una luz intensa y una voz interior me habló con ternura, diciendo: “Ven, ven a mí”. Esto sucedió tres veces. Desde entonces, he sentido Su mano protegiéndome con un amor y misericordia que no merezco. Este llamado me llevó a considerar si sería posible convertirme en sacerdote o diácono. Desde luego era poco realista, pero mis estudios de teología profundizaron mi fe. Comencé a liderar la devoción a la Divina Misericordia en un grupo carismático de oración con el apoyo del párroco. A pesar de todos los contratiempos que he sufrido, estoy agradecido de poder estar al servicio del Señor y las personas que he conocido a través de los eventos que organizo, las devociones a la Divina Misericordia, la adoración durante toda la noche y 40 Días por la Vida, también me han ayudado. Después de la muerte de mis padres, mi hermana y mi sobrina se han convertido en mi familia y me ayudan semanalmente con las tareas domésticas y las necesidades especiales de transporte. En lo profundo de mi corazón Los hechos más trágicos de mi vida no son la pérdida de mi vista sino la pérdida de mis parientes más cercanos, por lo que estoy especialmente agradecido a estos amigos que me acompañan al cementerio para compartir algo de comer junto a las tumbas de mis seres queridos y rezar la Coronilla de la Divina Misericordia por sus almas. Intento concentrarme en lo positivo, en lo que tengo, en lugar de lo que me falta. Me esfuerzo por hacer lo mejor que puedo para cumplir los mandamientos de Dios sobre el amor. Todos los días, estoy decidido a poner la voluntad de Dios en primer lugar y poner el Evangelio en acción. San Pablo dijo: "Por fe caminamos, no por vista". (2 Corintios 5: 7.) A menudo bromeo diciendo que literalmente hago esto. Ese pequeño verso dice mucho. No veremos los frutos de nuestro trabajo en esta vida. Es un gran gozo trabajar en la viña de Dios. Jesús sufrió y murió por mí. Cada persona puede decir esto. Cualquiera que quiera conocerlo puede venir a recibir al Señor. Doy gracias y alabo al Señor por habernos dado la oportunidad de recibir Su gloriosa presencia en nuestro ser. Su Palabra viva puede revivirnos con la esperanza de la Resurrección, para que podamos vivir cada día en Su presencia y cumplir Su mandato de amar. En mi corazón, canto ¡Aleluya! Dios eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable; Míranos con bondad y aumenta Tu misericordia para que en los momentos difíciles no nos desesperemos, sino que nos sometamos con gran confianza a Tu santa voluntad, que es el amor y la misericordia mismos. Amén.
By: Mario Forte
More¿Te despertaste hoy para llevar una vida mediocre? Estás llamado a un plan mayor, mejor y más alto. Señales y Maravillas “En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre. Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden algo en Mi nombre, lo haré”. (Juan 14:12-14). ¡Sí, has leído eso correctamente, Jesucristo nos dijo que haremos cosas más grandes que las que hizo él! ¡Cosas más grandes que las de Dios que tomó forma humana y habitó entre nosotros! ¿Podemos aceptarlo de verdad? ¿Se refería Jesús a esto literalmente? ¿Cómo podemos interpretar eso? ¿Más que curar a leprosos, ciegos o sordos? ¿Incluso más grandes que resucitar a los muertos? ¿Podría ser que Jesús nos estaba diciendo que literalmente haremos las obras que hizo, pero mayor en número ya que estaba listo para ascender a su Padre? ¿Realmente creemos que las ‘señales’ que Jesús dijo que [acompañarían] a los que han creído podrían ser para cada uno de nosotros cuando dijo ‘en Mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien’. (Marcos 16:17-18)???? Durante los últimos años me he ofrecido como voluntario con una organización benéfica local en mi ciudad natal de Manchester, Inglaterra, donde diferentes iglesias cristianas locales, de diferentes denominaciones, se turnan para acoger por la noche a los solicitantes de asilo sin hogar, cada noche de la semana, dándoles una cama por la noche, comida por la tarde y desayuno por la mañana antes de que se vayan. El sábado por la noche era el turno de la iglesia católica a la que asistía. A menudo tuve la bendición de ser parte del equipo que se quedaba por la noche y compartir la cena. Simplemente pasar tiempo con estos hermosos hombres fue una bendición que va más allá de las palabras. Muchos de ellos eran musulmanes. La Teoría del Caos Hubo muchos milagros a lo largo de los años. Uno en particular se destaca, de una manera sobrenatural. Empezó la noche, como siempre, cuando partí con otro voluntario, un buen amigo mío, para recoger a los hombres. Al tocar la campana y entrar en el edificio, me recibió una señora que me dio un pedazo de papel con un nombre en él. Me dijo que era el nombre de un hombre que había sido traído por la policía de las calles en un estupor de tomar drogas. Aunque ella me aseguró que él estaba bien ahora después de dormir, yo no estaba contento con eso y le pedí ver al hombre yo mismo. Cuando nos vimos, le miré a los ojos y vi mucha oscuridad. Me sentí inmediatamente repelido, así que le dije que, por desgracia, no podría quedarse con nosotros esa noche. Esto fue difícil porque sabía que significaba que él pasaría una noche en las calles, pero claramente no era correcto que él viniera y se quedara. Le expliqué que nos habían informado que había tomado drogas, que había mujeres en el refugio y que teníamos a los otros hombres en los que pensar también. No podíamos cuidar a un hombre y descuidar al resto. Aunque insistió en que estaría bien, le dije que tristemente no sería posible que se quedara con nosotros esa noche porque la organización benéfica tenía una política de cero tolerancia en relación a las drogas. Empezó a gritar y a jurar que entraría de todos modos, pero le dije que no lo dejarían entrar sin nosotros. Mientras irrumpió en la noche de la ciudad, estalló una pelea en otra parte de la habitación con otros dos hombres. ¡Fue un caos! En consecuencia, tuve que informar a un segundo hombre que no podía unirse a nosotros. Esto tampoco salió bien. Le aseguré nuestras oraciones, pero esto no fue suficiente consuelo para un hombre que ya estaba iracundo, preocupado y probablemente intoxicado. ¿Aconsejando a Dios? Mientras salíamos juntos, los otros hombres vinieron a estrecharme la mano, me agradecieron por no permitir que los dos hombres se quedaran con nosotros, ya que ambos les habían causado muchos problemas cada noche. Se sintieron aliviados y muy agradecidos por que pasarían una noche en paz. Mientras caminábamos, nos encontramos con una furgoneta de policía con luces intermitentes en el medio de la carretera. Un agente de policía gritó órdenes de que todos se alejaran, estirando sus brazos para mantener a la gente alejada de un hombre que estaba inconsciente en el suelo. Otro policía se arrodilló al lado del hombre para buscarle el pulso porque había dejado de respirar. Rápidamente me di cuenta de que era el primer hombre musulmán que había causado un alboroto unos minutos antes. Inmediatamente, me arrodillé y le puse las manos encima. "¿Qué crees que estás haciendo?", gritó el policía, pero insistí en que necesitaba orar por él. Clamé al Señor inmediatamente. 'Respiraste vida en este mundo al principio de los tiempos, respira vida a este hombre. Jesús, tú sacaste a tu amigo Lázaro de la tumba, por favor resucita a este hombre ahora’. Dudé al pensar: "¿Quién creo que soy yo para aconsejar a Dios con palabras terrenales? Es Dios a quien me dirijo". Qué inadecuadas eran mis palabras humanas. Por supuesto que venían de mi corazón. Entonces comencé a orar usando el don sobrenatural del Espíritu Santo con el que he sido bendecido - el don de orar en lenguas (1 Corintios 12:1-11 & 14:1-5). Cuando mi Corazón se Derrumbó San Pablo nos dice que ‘El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios’ (Romanos 8:26-27). No tengo ni idea de cuánto tiempo me arrodillé allí orando, pero de repente el policía que checaba el pulso exclamó: "¡Puedo sentir un pulso!". Mi corazón cantó. Me sentí eufórico y no podía dejar de agradecer a Jesús. Momentos más tarde, llegó una ambulancia. Fue una bendición ver que el monitor de corazón grababa los latidos en la pantalla. Una vez más, agradecí y alabé a Jesús con total asombro. Yo había sido totalmente ajeno a mi entorno, ya que había actuado puramente por instinto. Creo que fue Dios quien me instó a orar por este hombre. Al levantarme, me di cuenta de que una multitud más grande se había reunido. Una vez más fui recibido con apretones de manos de los solicitantes de asilo, agradeciéndome por ser lo suficientemente abierto como para orar por él. Unas semanas más tarde, fui voluntario de nuevo en el refugio nocturno cuando otro hombre musulmán se me acercó con una sonrisa masiva en su rostro ansioso por hablarme acerca de este hombre con el que había orado. Me dijo que el hombre había sido adicto al alcohol y las drogas desde que llegó a Inglaterra hace tres años. Cuando se había topado con él unos días antes, ya no era adicto al alcohol y las drogas y se había mudado a su propia casa, por lo que ya no dormía en las calles. Me quedé asombrado de nuevo y alabé a Dios. Sin embargo, el Señor no había terminado allí. En medio de este hermoso momento, pude percibir un profundo dolor en este hombre que estaba sentado delante de mí. Pude compartir el Evangelio con él y oramos juntos. Tenemos un Dios que nunca deja de derramar sus bendiciones. ¡Dios, de verdad, es grande! Debemos tener fe. Jesus nos dice que incluso las más pequeñas semillas de fe son suficientes para mover montañas (Marcos 11:22-25) y que ‘para Dios todo es posible’ (Mateo 19:26). Nuestro Dios Trino, El Creador, El Redentor y El Santificador; Padre, Hijo y Espíritu Santo vive dentro de cada cristiano creyente bautizado. Tenemos que realmente creer eso y vivirlo. ‘Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre’ (Hebreos 13:8) y Sus palabras son ‘Espíritu y Vida’ (Juan 6:63).
By: Sean Booth
MoreEn el interior de Nigeria, sin recursos ni asistencia adecuados, este sacerdote fue testigo de increíbles intervenciones sobrenaturales. No era ajeno a las peleas. Midiendo 1.88 metros y siendo cinturón negro en kickboxing, evidentemente tuvo un pasado muy colorido antes de convertirse en sacerdote católico. Pero sintiendo la dirección divina cuando asumió el cargo de Superior de los Somascos en Usen, Nigeria, el reverendo Varghese Parakudiyil se vio envuelto en lo que él llamó, la "pelea definitiva": Una guerra directa entre el bien y el mal en la vida cotidiana. De hecho, se había mudado al semillero del Juju; es decir, al lugar de la brujería africana. Los brujos locales eran muy apreciados en todo el continente por sus "poderes". Entre sus clientes había muchas figuras destacadas, incluidas figuras políticas importantes e incluso algunos cristianos locales. Pero "donde abunda el pecado, sobreabundará la gracia" (Romanos 5,20), y el Reverendo Varghese seguramente experimentó el poder de Dios como nunca antes. La sola mención del nombre de Jesús liberaba a los afligidos de los espíritus malignos; había una protección divina para los cristianos que las maldiciones combinadas de los curanderos no podían penetrar, así como muchas otras poderosas demostraciones del poder divino. Pero un hubo un incidente de intervención sobrenatural que en verdad se destacó. Todo lo que tengo Sucedió en octubre de 2012, apenas unas semanas después de que el padre Varghese se mudara a Usen desde la India. Un día, una señora se acercó a él y, después de saludarlo, levantó la parte superior de su ropa sobre su estómago. El Reverendo se alarmó cuando ella se quitó un trozo de plástico negro pegado a su estómago, dejando a la vista un agujero del tamaño de una naranja al lado de su ombligo. La operación de la hernia necesaria para curarla tenía un costo de 400 mil nairas (moneda nigeriana), algo que no podía permitirse. “¿Puedes ayudarme?”, ella preguntó. El reverendo recuerda que estaba realmente arruinado, por lo que le dijo que no estaba en condiciones de ayudarla. Pero más como un acto de despido, la animó a hacerse la operación de alguna manera... Mientras ella se alejaba lentamente, el reverendo Varghese sintió como si observara partir a su propia madre (quien había fallecido recientemente). Impotente y con el corazón apesadumbrado, susurró una de sus más sinceras oraciones por ella. El clon sobrenatural El domingo anterior al año nuevo, una señora acompañada de sus dos hijas llegó hasta la casa del sacerdote, llevando un gran racimo de plátanos y una bolsa llena de frutas y verduras. Arrodillándose, se frotó las palmas de las manos (un gesto nigeriano que expresa extrema gratitud o disculpa) y le ofreció los plátanos y la bolsa. El sacerdote estaba desconcertado; y aunque le resultaba extrañamente familiar, no podía reconocerla. “¿No te acuerdas de mí, padre?” ella preguntó. Cuando ella se descubrió el estómago, se dio cuenta de que era la misma señora que había acudido a él con aterioridad, en busca de ayuda. Ahora parecía totalmente curada, obviamente gracias a una operación, porque las marcas de sutura aún eran visibles. Cuando ella le dio las gracias, el sacerdote se quedó desconcertado, incapaz de comprender qué había hecho para merecer ese agradecimiento. "Porque pagaste la cuenta", dijo la señora confundida. Totalmente desconcertado por su comentario, le pidió que se lo aclarara. Después de su fatídico encuentro, la señora aparentemente fue ingresada en un hospital en la ciudad de Benin para la operación de su hernia, y esperaba regresar a casa a tiempo para las celebraciones de navidad y año nuevo. Cuando le dijo al personal del hospital que pagaría después de la cirugía, por alguna extraña razón, ellos aceptaron. Una vez terminada la cirugía y llevada de regreso a su habitación, les dijo que regresaría a su casa y vendería su terreno para pagar la cuenta, pero comprensiblemente no la dejarían irse sin pagar. El siguiente paso lógico habría sido entregarla a la policía. Pero un poco más tarde, una enfermera entró en su habitación agitando su factura y le dijo: "Alabado sea el Señor, tu párroco acaba de venir y pagar tu factura. Puedes irte ahora", añadió: "el oyibo (como llaman a los extranjeros no africanos), el alto”. Misterios inexplicables ¡El reverendo Varghese experimentó una gran sacudida sin precedentes! No había otros sacerdotes 'oyibo' en la diócesis de la ciudad de Benin en ese momento. "No fui yo", dijo el padre Varghese, "si acaso fue otro sacerdote quien pagó la cuenta, ¡alabado sea Dios!; pero creo que fue mi ángel de la guarda quien lo hizo”. Todavía no sabemos qué dio a la mujer el valor de operarse sin dinero. ¿Pensó que de alguna manera el sacerdote lograría pagar su cuenta? ¿O sintió que estar encarcelada era una mejor opción que el sufrimiento que estaba padeciendo? Lleno de humildad por estas y muchas otras experiencias que lo convencieron de la providencia permanente del Señor, el Reverendo Varghese ha continuado su ministerio con celo evangélico. Actualmente desempeña el doble papel de Superior en la Casa Madre Somasca en Italia y Director del Noviciado Internacional. "Definitivamente no estoy tan lleno de acción como en África o la India, pero esta es ahora la tarea que Dios me ha dado", suele decir con humildad.
By: Zacharias Antony Njavally
MoreCuando la lucha y el dolor persisten, ¿qué nos mantiene avanzando? Mi hijo de 11 años se sentó pacientemente en la mesa de exploración mientras la doctora examinaba su fuerza muscular, como ya lo había hecho tantas veces. Durante los últimos ocho años, la había visto examinar su piel y probar su fuerza muscular, y cada vez, el pánico me atravesó. Después de terminar su examen, dio un paso atrás, miró a mi hijo de 11 años y pronunció suavemente las palabras que yo temía: “Tus músculos muestran signos de debilidad; creo que la enfermedad está activa nuevamente”. Mi hijo me miró y luego bajó la cabeza; mi estómago se retorció; ella le pasó el brazo por los hombros y le dijo. "Espera un poco; sé que a lo largo de los años los brotes no han sido fáciles para ti; sé que son muy dolorosos, pero los hemos manejado antes y podremos hacerlo de nuevo”. Exhalando lentamente, me apoyé en el escritorio que estaba a mi lado para estabilizarme. Ella me miró mientras preguntaba: "¿Estás bien?" “Sí, el bebé está en una posición rara, eso es todo”, dije. “¿Estás segura de que no quieres sentarte?” Con una sonrisa pintada, murmuré: "No, estoy bien, gracias". Se dirigió hacia mi hijo: "Vamos a probar un nuevo medicamento". "Pero, ¿no le fue bien con el medicamento anterior?", pregunté. "Así fue, pero las dosis altas de esteroides no son buenas para el cuerpo". Y entonces pensé: ¿Por qué hice preguntas cuando realmente no quiero escuchar las respuestas? "Creo que es hora de probar un medicamento diferente"; me explicó. Mi hijo apartó la mirada y se frotó las rodillas con ansiedad, mientras que la doctora se dirigió a él para decirle: “Intenta no preocuparte. Tendremos esto bajo control.” "Está bien", respondió mi hijo. Y ella subrayó: “La medicación tiene algunos inconvenientes, pero afrontaremos lo que venga”. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho: ¿Inconvenientes? Ella se volvió hacia mí y me dijo: “Hagamos un análisis de sangre. Te llamaré en una semana para elaborar un plan”. Después de una semana de ansiedad, la doctora llamó con los resultados de las pruebas. Ella nos explicó: “Mis sospechas se confirmaron. Está teniendo un nuevo brote, por lo que comenzaremos con la nueva medicina inmediatamente. Sin embargo, es posible que experimente algunos efectos secundarios difíciles”. "¿Efectos secundarios?", pregunté. "Sí"; respondió. El pánico se apoderó de ella cuando enumeró los posibles efectos secundarios. ¿Estaban siendo respondidas mis oraciones o estaba perdiendo a mi hijo poco a poco? “Llámame inmediatamente si notas alguno de estos”, afirmó. Las lágrimas rodaron por mis mejillas. Le compartí la noticia a mi esposo y le dije: “No estoy bien en este momento. Estoy colgando de un hilo. Los niños no pueden verme así. Necesito llorar y recuperarme”. Puso sus manos sobre mis hombros, me miró a los ojos y me dijo: “Estás temblando, debería ir contigo; no quiero que entres en labor de parto antes de tiempo”. “No, no lo haré; estaré bien. Sólo necesito recomponerme”. Le respondí. "Bueno. Tengo todo bajo control aquí. Todo va a estar bien”; dijo para tranquilizarme. Rendirse… Conduciendo hacia la capilla sollocé: “Ya no puedo hacer esto. He tenido suficiente. Ayúdame Dios. Ayúdame." Sola en la capilla, miré con tristeza a Jesús Sacramentado y oré: “Jesús, por favor, por favor… Detén todo esto. ¿Cómo es que mi hijo continúa con esta enfermedad?, ¿por qué tiene que tomar una medicina tan peligrosa?, ¿por qué tiene que sufrir? Esto es tan difícil para él. Por favor, Jesús, por favor protégelo”. Cerré los ojos y me imaginé el rostro de Jesús. Respiré profundamente y le rogué que llenara mi mente y mi corazón. Mientras el torrente de mis lágrimas menguaba, recordé las palabras de Jesús en el libro del arzobispo Fulton Sheen, “La vida de Cristo”: “Yo creé el universo, puse los planetas en movimiento; y las estrellas, la luna y el sol me obedecen”. En mi mente, lo escuché decir: “¡Yo estoy a cargo! Los efectos de su medicación no son rival para mí. Déjame tus preocupaciones. Confía en mí." ¿Eran estos mis pensamientos o estaba Dios hablándome? No estaba segura, pero sabía que las palabras eran verdaderas. Tuve que dejar de lado mis miedos y confiar que Dios cuidaría a mi hijo. Tomé aire profundamente y lo exhalé de manera lenta con la intención de liberar mis miedos, y oré: “Jesús, sé que siempre estás conmigo. Por favor, envuélveme en tus brazos y consuélame. Estoy tan cansada de tener miedo”. Llega la respuesta… De repente, unos brazos me rodearon por detrás. ¡Era mi hermano! "¿Qué estás haciendo aquí?" Le pregunté. “Llamé a la casa buscándote… Pensé que podrías estar aquí; cuando vi tu auto en el estacionamiento, pensé en entrar y ver cómo estabas”, me dijo. “Le estaba pidiendo a Dios que me rodeara con sus brazos cuando tú te acercaste y me abrazaste”, respondí. Sus ojos se abrieron de par en par cuando preguntó: "¿En verdad?" "¡Sí, en serio!", le confirmé. Mientras caminábamos hacia el estacionamiento, le agradecí por venir a ver cómo estaba, y le dije: “Tu abrazo me recordó que Dios revela su presencia en acciones amorosas. Incluso mientras sufro, Él ve, oye y comprende. Su presencia lo hace todo soportable y me permite confiar y aferrarme a Él. Así que gracias por ser una vasija llena de su amor, para mí hoy”. Nos abrazamos y las lágrimas brotaron de mis ojos. Me sentí conmovida hasta lo más profundo por una sensación abrumadora de la amorosa presencia de Dios.
By: Rosanne Pappas
MorePasar de ser una musulmana fiel que rezaba a Alá tres veces al día, ayunaba, daba limosna y hacía Namaz, hasta ser bautizada en la Capilla Privada del Papa; ¡el viaje de Munira tiene giros y vueltas que pueden sorprenderte! Mi imagen de Alá era la de un maestro severo que castigaría mi más mínimo error. Si quería algo, tenía que comprar el favor de Alá con ayuno y oración. Siempre tuve miedo de que si hacía algo malo, sería castigada. La primera semilla Un primo mío tuvo una experiencia cercana a la muerte y me compartió que experimentó una visión de él adentrándose en un túnel oscuro, al final del cual vio una luz brillante y a dos personas que estaban allí: Jesús y María. Yo estaba confundida; ¿no debería haber visto al profeta Mahoma o al Imam Ali? Como estaba tan seguro de que eran Jesús y María, le pedimos una explicación a nuestro Imam. Él respondió que Isa (Jesús) también es un gran profeta; por eso cuando morimos, él viene a escoltar nuestras almas. Su respuesta no me satisfizo, pero me llevó a inicilar la búsqueda de la verdad sobre Jesús. La búsqueda A pesar de tener muchos amigos cristianos, no sabía por dónde comenzar. Me invitaron a una novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y comencé a asistir a las novenas con regularidad, escuchando atentamente las homilías que explicaban la palabra de Dios. Aunque no entendí mucho, creo que fue María quien entendió lo que yo necesitaba y eventualmente me condujo a la verdad. En una serie de sueños a través de los cuales el Señor me fue hablando a lo largo de los años, vi un dedo señalando a un hombre vestido de pastor mientras una voz me llamaba por mi nombre, diciendo: “Munira, síguelo”. Sabía que el pastor era Jesús, así que pregunté quién hablaba. Él respondió: “Él y yo somos uno”. Quería seguirlo, pero no sabía cómo. ¿Crees en los ángeles? Teníamos unos amigos cuya hija parecía estar poseída. Como padres se sentían tan desesperados que incluso acudieron a mí para pedirme una solución. Como musulmana, les dije que contábamos con nuestros Baba a quienes ellos podrían acudir. Dos meses después, quedé asombrada cuando volví a ver a su hija. En lugar de la figura fantasmal, delgada y débil que había visto antes, la adolescente se había convertido en una muchacha sana, radiante y robusta. Me dijeron que un sacerdote, el padre Rufus, la había liberado en el Nombre de Jesús. Después de negarnos en varias ocasiones, finalmente aceptamos su invitación de unirnos a ellos en misa con el Padre Rufus. El sacerdote oró por mí y me pidió que leyera un versículo de la Biblia; en ese momento sentí tanta paz que sabía que no habría vuelta atrás. El Padre habló sobre el hombre en la cruz que murió por los musulmanes, los hindúes y toda la humanidad en todo el mundo. Esto despertó en mí un profundo deseo de saber más sobre Jesús, y sentí que Dios había enviado al Padre Rufus en respuesta a mi oración de conocer la Verdad. Cuando llegué a casa, abrí la Biblia por primera vez y comencé a leerla con interés. El padre Rufus me aconsejó que buscara un grupo de oración; pero yo no sabía cómo hacer esto, así que comencé a orar a Jesús por mi cuenta. En un momento dado, estuve leyendo alternativamente la Biblia y el Corán, y pregunté al Señor: “¿Cuál es la verdad? Si tú eres la verdad, entonces dame el deseo de leer sólo la Biblia”. A partir de entonces, el Señor me condujo a abrir sólo la Biblia. Cuando una amiga me invitó a un grupo de oración, inicialmente dije que no, pero ella insistió y la tercera vez tuve que ceder. La segunda vez que fui, llevé a mi hermana… y resultó que nos cambió la vida a ambas. Cuando el predicador habló, dijo que había recibido un mensaje: “Aquí hay dos hermanas que han venido buscando la verdad. Ahora su búsqueda ha terminado”. Conforme asistimos a las reuniones semanales de oración, poco a poco comencé a comprender la Palabra y me di cuenta de que tenía que hacer dos cosas: perdonar y arrepentirme. Mi familia quedó intrigada al notar cambios visibles en mí, así que comenzaron a asistir también al grupo. Cuando mi papá se enteró de la importancia del rezo del Rosario, sorprendentemente sugirió que empezáramos a rezarlo juntos en casa. A partir de entonces, nosotros, una familia musulmana, nos arrodillábamos y rezábamos el Rosario todos los días. Maravillas sin fin Mi creciente amor por Jesús me impulsó a unirme a una peregrinación a Tierra Santa. Antes de irnos, una voz en un sueño me dijo que aunque tuviera miedo e ira en lo más profundo de mi ser, pronto iba a ser liberada. Cuando hablé a mi hermana sobre este sueño, preguntándome qué podría significar, ella me aconsejó que preguntara al Espíritu Santo. Estaba desconcertada porque realmente no sabía quién era el Espíritu Santo; pero eso pronto cambiaría de una manera sorprendente. Cuando visitamos la Iglesia de San Pedro (donde él tuvo ese sueño sobre todos los animales que ahora Dios les permitía comer, que leemos en Hechos 10, 11-16), encontramos las puertas de la Iglesia cerradas porque habíamos llegado tarde. El padre Rufus tocó el timbre, pero nadie respondió. Después de unos 20 minutos, dijo: “Oremos afuera de la Iglesia”, pero de pronto sentí una voz dentro de mí que decía: “Munira, ve a tocar el timbre”; con el permiso del padre Rufus, toqué el timbre. En cuestión de segundos, esas enormes puertas se abrieron; el sacerdote estaba sentado junto a ellas, pero sólo escuchó el timbre cuando yo lo toqué. El padre Rufus exclamó: "Los gentiles recibirán el Espíritu Santo". ¡Yo era la gentil! En Jerusalén visitamos el cenáculo donde tuvo lugar la última cena y el descenso del Espíritu Santo. Mientras alabábamos a Dios, escuchamos el rugir de un trueno, un viento entró en la habitación y fui bendecida con el don de lenguas. ¡No lo podía creer! Él me bautizó con su Santo Espíritu en el mismo lugar donde la Madre María y los apóstoles recibieron al Paráclito. Incluso nuestro guía turístico judío quedó asombrado; cayó de rodillas y oró con nosotros. El brote sigue creciendo Cuando regresé a casa deseaba mucho poder bautizarme, pero mi mamá me dijo: “Mira Munira, seguimos a Jesús, creemos en Jesús, amamos a Jesús; pero la conversión… no creo que debamos hacerla; tú sabes que habría muchas repercusiones por parte de nuestra comunidad”. Pero había un profundo deseo dentro de mí de recibir al Señor, especialmente después de un sueño en el que Él me pedía que asistiera a la Eucaristía todos los días. Recuerdo haber implorado al Señor como la mujer cananea y le dije: “La alimentaste con las migajas de tu mesa; trátame como a ella y haz que sea posible para mí asistir a la Eucaristía”. Poco después, mientras caminaba con mi papá llegamos inesperadamente a una iglesia donde apenas comenzaba la celebración eucarística. Después de asistir a la misa, mi papá dijo: “Permitámonos asistir aquí todos los días”. Siento que ahí comenzó mi camino hacia el bautismo. El regalo inesperado Mi hermana y yo decidimos unirnos al grupo de oración en un viaje a Roma y Medjugorje. La hermana Hazel, quien ahora organizaba otro viaje, me preguntó casualmente si me gustaría bautizarme en Roma. Yo quería un bautismo tranquilo, pero el Señor tenía otros planes. Ella habló con el obispo, quien nos consiguió una cita de cinco minutos con un cardenal, que finalmente duró dos horas y media. El cardenal dijo que se encargaría de todos los preparativos para que fuéramos bautizadas en Roma. Así que fuimos bautizadas en la capilla privada del Papa por el Cardenal. En el sacramento elegí tomar el nombre de Fátima y mi hermana el de María. Allí celebramos con alegría nuestro almuerzo bautismal con muchos cardenales, sacerdotes y religiosas. Simplemente sentí que a pesar de todo, el Señor nos estaba diciendo: “Prueben y vean que bueno es el Señor; felices los que en Él se refugian” (Salmo 34,8). Pronto llegó la cruz del calvario. Nuestra familia experimentó una crisis financiera que la gente de nuestra comunidad atribuyó a nuestra conversión al cristianismo. Sorprendentemente, el resto de mi familia tomó el camino opuesto. En lugar de darnos la espalda a nosotros y a nuestra fe, también pidieron el bautismo. En medio de la adversidad y la oposición, encontraron fuerza, coraje y esperanza en Jesús. Papá lo expresó bien: "No hay cristianismo sin cruz". Hoy continuamos animándonos unos a otros en nuestra fe y compartiéndola con otros siempre que tenemos oportunidad. Cuando estaba hablando con mi tía sobre mi experiencia de conversión, ella me preguntó por qué me dirigía a Dios como "Padre"; Dios para ella, es Alá. Le dije que lo llamo Padre porque Él me ha invitado a ser su hija amada; me regocijo al tener una relación amorosa con aquel que me ama tanto que envió a su Hijo para lavarme de todos mis pecados y revelarme la promesa de la vida eterna. Después de compartir mis notables experiencias, le pregunté si seguiría a Alá si estuviera en mi lugar. Ella no tuvo respuesta.
By: Munira Millwala
MoreUna combinación ganadora se está cocinando en nuestro interior. ¿Quieres probarla? En 1953, el obispo Fulton Sheen escribió: “La gran mayoría de las personas en las civilizaciones occidentales están comprometidas con la tarea de conseguir”. Estas palabras contienen mucha verdad, aún ahora. Seamos honestos; hoy en día, existe toda una subcultura de los llamados influencers, cuyos lujosos estilos de vida se financian mediante una exitosa manera de influir en sus seguidores, llevándolos a comprar los productos que ellos defienden. Abundan la influencia, el consumismo y la codicia. Deseamos el modelo más nuevo de celular, incluso antes de que llegue a los estantes; queremos tener en nuestras manos las prendas más modernas mientras todavía están de moda. Sabemos que, dado el patrón de tendencias en constante cambio, no pasará mucho tiempo antes de que estos mismos productos se anuncien a través de medios alternativos, con un letrero de "semi-nuevo, en excelentes condiciones"; o, peor aún: "saldos de nuevos con etiquetas". “La acumulación de riqueza”, observa Sheen, “tiene un efecto peculiar en el alma: intensifica el deseo de conseguir”. En otras palabras, cuanto más obtenemos, más queremos conseguir. Esta búsqueda interminable de gratificación a través de la riqueza, nos deja vacíos y fatigados, nos demos cuenta o no. Entonces, si acumular riqueza es esencialmente un deseo insaciable, ¿cómo encontramos felicidad, autoestima y satisfacción en el mundo consumista en el que vivimos? Valor y gratitud San Pablo nos indica: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en todo; porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5, 16-18). La mayoría de nosotros admitiríamos que es más fácil decirlo que hacerlo; ¿pero eso significa que es imposible? A pesar de llevar una vida de peligros y conflictos, San Pablo, uno de los padres del cristianismo, nos guía con su ejemplo. ¿Fue encarcelado por promover el cristianismo? Absolutamente. ¿Estaba su vida en peligro? Constantemente. ¿Naufragó, fue apedreado y ridiculizado? Sin duda. Y a pesar de todos estos (y otros) desafíos, San Pablo exhortaba regularmente a los cristianos: “No se preocupen por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.” (Filipenses 4,6-7). De hecho, la acción de dar las gracias y el sentido del deber ser agradecido, así como la alabanza a Dios fueron un tema recurrente y, me atrevo a decir, constante en las cartas que dirigió a las Iglesias. Desde Roma hasta Corinto, desde Éfeso hasta Filipos, los primeros cristianos fueron alentados a dar gracias (a ser agradecidos) en toda circunstancia, no sólo en las buenas. Entonces, como ahora, este estímulo es a la vez oportuno y confrontativo. Sin embargo, ser agradecido en toda circunstancia requiere oración, esfuerzo y perseverancia. Ser agradecido y dar las gracias Si siguiéramos el ejemplo de San Pablo y examináramos lo que poseemos, con gratitud, ¿qué resultaría de esto? ¿Estaríamos agradecidos de tener un techo sobre nuestras cabezas, dinero para pagar las cuentas y alimentar a la familia, y suficiente para gastar en pequeños lujos a lo largo del camino? ¿Estaríamos agradecidos por la familia y los amigos que tenemos a nuestro alrededor, la vocación y los talentos con los que Dios nos ha bendecido? ¿O aún desearíamos seguir ciegamente las tendencias y desperdiciar nuestro dinero, energía y felicidad en cosas que no necesitamos ni apreciamos? ¿O podríamos al menos dar un enfoque más ordenado y prudente hacia lo que poseemos y hacia las cosas en las que gastamos nuestro dinero? Por supuesto, la medida de nuestro éxito en la práctica de la gratitud dependerá de la energía que le pongamos. Como cualquier esfuerzo espiritual, no vamos a dominar la gratitud de la noche a la mañana. Va a llevar tiempo y esfuerzo. De forma lenta pero segura, la gratitud dará color a la forma en que vemos el mundo. Al apreciar y agradecer lo que tenemos y no perseguir más de lo que necesitamos, estaremos mucho más dispuestos a dar a los demás que a recibir de los otros. Esta combinación de gratitud y generosidad es una dupla ganadora. Una vez más, el obispo Fulton Sheen está de acuerdo con esto: “La razón por la que hay mayor bendición en dar que en recibir es porque esto ayuda a separar el alma de lo material y temporal para aliarla con un espíritu de altruismo y caridad, que es la esencia de religión. Hay más felicidad al alegrarnos por el bien ajeno que por nuestro propio bien. El que recibe se alegra por el bien conseguido; el dador, por el gozo de los demás; a él le llega la paz que nada en el mundo podría dar”. Dale una oportunidad a la gratitud Expresar gratitud implica una mentalidad en crecimiento. Crecer en gratitud es crecer en autoconocimiento, así como en el conocimiento de Dios y de su plan para nosotros. Al separarnos de la naturaleza cíclica de acumular riqueza y de la inútil búsqueda de la felicidad, nos abrimos a encontrar la felicidad dondequiera que estemos. Así mismo, aseguramos el correcto orden en nuestra vida y en los beneficios resultantes de la bondad de Dios. Como San Pablo, podemos reconocer: “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por siempre. Amén." (Romanos 11:36). Esta actitud de gratitud que brota rítmica y poéticamente de la lengua, también nos ayuda a ver el lado positivo de las cosas que no siempre resultan como hubiéramos querido. Y este es el aspecto más conmovedor y hermoso de la gratitud: el aspecto espiritual. Como explica San Agustín, “Dios es tan bueno, que en su mano incluso el mal produce el bien. Él nunca habría permitido que ocurriera el mal si no dispusiera, por su perfecta bondad, de su capacidad de utilizarlo”.
By: Emily Shaw
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