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Practica esto y nunca te arrepentirás…
Una antífona del último Adviento me llamó la atención: “Veamos su rostro y seremos salvos”. Sí, oré: Jesús, déjame ver tu rostro. Pienso en María y José mirando tu rostro por primera vez mientras te abrazaban suavemente y besaban tu cabeza, y te acostaban sobre la paja cubierta con una cálida manta. Qué hermoso eres, incluso antes de que tus ojos se abran y me devuelvas la mirada.
Por esa época, leí un libro de la Hermana Immaculata, una monja carmelita, (“Los caminos de la oración: COMUNION CON DIOS”; publicado por Ermita Monte Carmelo, 1981) algo que también tocó mi corazón. En su libro, ella habló de cómo podemos mantener nuestro amor por ti, Jesús, que profesamos en nuestros tiempos formales de oración y en la Eucaristía cuando te recibimos en nuestros cuerpos y almas. Leí ansiosamente sobre esto, ya que había estado luchando con la idea de conseguir una cosa más para comer o beber en la cocina cercana. Mientras estaba sentada en mi rincón de oración, me di cuenta de la verdad de un dicho que alguien colocó en su refrigerador: “Lo que estás buscando no está aquí”. Sí, podría recurrir a ti en lugar de ir a mi nevera, ¿no? Así que quería leer lo que la Hermana Immaculata tenía que decir acerca de reavivar mi Amor.
La autora afirmó: “La constante conversación con Dios en su presencia viva es el generador que alimenta el alma; mantiene el calor y la sangre fluyendo… Debe haber una gran fidelidad en esta práctica de intercambio amoroso con Dios en la vida de fe”. La hermana mostró cómo “se debe cuidar especialmente que esta mirada interior a Dios, por breve que sea, preceda y concluya toda acción exterior”. Ella comenzó a compartir cómo la gran mística, Santa Teresa de Ávila, habló de esto con sus monjas:
“Si puede, que practique el recogimiento en oración muchas veces al día.” Santa Teresa entendía que no sería fácil al principio, pero decía que “si tu practicas por un año, o quizá por solo seis meses, lo lograrás con éxito”— esto es un gran tesoro y beneficio. Los santos “nos enseñan que esta comunión constante es un medio sumamente eficaz para llegar rápidamente a un alto grado de santidad. Estos actos de amor disponen el alma para tomar conciencia del toque del Espíritu Santo y la preparan para esa infusión amorosa de Dios en el alma que llamamos contemplación… que nos permite cumplir con nuestra obligación cristiana de orar siempre y en todas partes.”
Estas son algunas maneras en las que he estado incorporando esta práctica. Al subir y bajar escaleras, o incluso al caminar por ciertos caminos, digo al compás de mis pasos: “Jesús, María y José, los amo. Salven almas”. Cuando me siento a comer, le pido a Jesús que se siente conmigo. Al terminar de comer, le doy gracias. La práctica más difícil era orar antes de tomar cualquier refrigerio o bocado cuando no estaba en una comida, o cuando preparaba para una. Hice esto para la cuaresma y finalmente estoy formando un nuevo hábito.
Cuando paso por una iglesia o capilla, digo alguna variación de “Jesús, gracias por tu presencia en la Eucaristía. Por favor, bendice a todos desde este lugar sagrado”. Al renunciar a un dulce durante la cuaresma o los viernes, rezo por alguien o por algún país en gran necesidad.
Sor Immaculata nos asegura: “Dios se revelará; tiene sed de hacerlo, pero no podrá a menos que el corazón y la mente estén preparados para recibirlo. Nuestra vida de oración no comienza realmente hasta que hemos puesto los cimientos de una conciencia pura, desapego y la práctica de permanecer en su presencia”.
“La verdadera libertad es la libertad del egoísmo. El hábito del recogimiento constante y la oración continua en la presencia de Dios es el remedio para ese miedo a morir al yo y al egoísmo que están tan arraigados en nosotros… La oración y la abnegación están tan inseparablemente unidas… porque el amor de Jesús hace que una persona se desprecie a sí misma.” Este capítulo termina con una cita de la “Imitación de Cristo”:
“Sé humilde y pacífico, y Jesús estará contigo. Sé devoto y tranquilo, y Jesús se quedará contigo. Si quieres probar la infinita dulzura del Señor, necesitas despegar tu corazón de las criaturas, y tenerlo puro y elevado hacia Dios” (Libro II, capítulo 8).
A medida que descubro las áreas en las que me complazco sin haber orado primero, me siento inspirada para buscar una oración que me acerque más al Señor a quien amo, sirvo y a quien oro durante horas todos los días. Jesús, sí, ayúdame a crecer en la práctica de vivir en tu presencia, buscando ver tu rostro cada vez más”.
Hermana Jane M. Abeln SMIC is a Missionary Sister of the Immaculate Conception. She taught English and religion in the United States, Taiwan, and the Philippines and has been in the Catholic Charismatic Renewal for 50 years.
En la noche más oscura vemos las estrellas más brillantes. Deja que tu luz brille. Imagínense la anticipación de una noche tranquila y oscura en las profundidades de una cueva toscamente excavada. Lo suficientemente cerca de la ciudad como para escuchar el parloteo de Belén que estaba a reventar, pero lo suficientemente lejos como para sentirse separado. La cueva, un establo alfombrado de paja y con un fuerte olor a animales y tierra, está sumida en la oscuridad. Escucha. Oye las oraciones y los murmullos ahogados, la succión satisfecha de un bebé amamantado. Un niño, robusto y precioso, acunado por su madre y su padre. Arriba, una brillante luz celestial brilla sobre esta cueva, la única señal de que esto no es un evento desfavorable. El bebé, recién nacido y envuelto en pañales hechos y bordados por su madre... contento con su alimento, reposa en paz. Afuera, en la bulliciosa ciudad de Belén, nadie es consciente de la magnitud de este acontecimiento. Una cueva profunda y oscura En la tradición ortodoxa, el ícono de la Natividad está representado en las profundidades de una cueva. Existe una doble razón: En primer lugar, en la época en la que nació nuestro Señor, los establos a menudo se escababan en la roca de una manera burda. La segunda razón es más simbólica… Es precisamente esta cueva oscura la que proporciona la yuxtaposición de la luz de Cristo, atravesando el tiempo, el espacio y la roca: Dios descendiendo a la tierra. También esta cueva de apariencia sepulcral, prefigura su pasión y muerte. Aquí, en este ícono, está escrita la realidad de un evento que sacudió y cambió la vida del hombre para siempre. Este único niño, este dulce bebé acurrucado en los brazos de su madre llena de gracia “está destinado para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser signo de contradicción” (Lucas 2, 34). Un corazón profundo y oscuro Cada uno de nosotros ha heredado una naturaleza humana caída. Es nuestra concupiscencia –nuestra inclinación a pecar– que hace que nuestro corazón se oscurezca. No sorprende entonces que encontremos en el Evangelio de Mateo la exhortación: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5,8). Nos gustaría pensar que si estuviéramos vivos en el tiempo de Jesús, no habríamos fallado al reconocerlo entre nosotros. Pero me temo que esta es una forma orgullosa de pensar. Es mucho más probable que hubiéramos tenido problemas para encontrarlo aunque Él estuviera justo frente a nosotros; a menos que nuestra fe estuviera construida sobre una base sólida y estuviéramos abiertos a la llegada del Mesías. De hecho, algunas veces fallamos al no reconocerlo en nuestro tiempo, cuando está justo frente a nosotros. ¿Realmente lo reconocemos en la Eucaristía?, ¿o bajo el angustioso disfraz de los pobres?, ¿o incluso en las personas que nos rodean, especialmente en aquellas que nos molestan? No siempre; y tal vez ni siquiera de manera consistente; pero hay remedios para eso. Refleja la luz San Josemaría Escrivá nos advierte: “Pero no olvidemos que no somos nosotros la fuente de esta luz: sólo la reflejamos”. Si pensamos en nuestro corazón como si fuera un espejo, nos damos cuenta de que incluso las pequeñas marcas en la superficie alterarán el reflejo. Cuanto más se mancha el espejo, menos reflejamos la luz de Cristo a los demás. Sin embargo, si mantenemos rutinariamente la limpieza del espejo, su reflejo no se oscurecerá de ninguna manera. Entonces, ¿cómo mantenemos limpio nuestro corazón? Prueba estos cinco sencillos pasos esta Navidad para que nuestros corazones estén lo suficientemente limpios como para reflejar la luz de ese bebé -el Príncipe de Paz-, a los demás. Que lo reconozcamos en la cueva, en el mundo y en las personas que nos rodean. Ora por un corazón limpio Pide a nuestro Señor que te ayude a resistir las tentaciones del pecado y a fortalecer tus hábitos diarios de oración. Recíbelo dignamente en la Eucaristía para que Él te consuma. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva dentro de mí un espíritu recto” (Salmo 51,10). Ejercita la humildad Tropezarás más de una vez en tu viaje espiritual. Frecuenta el sacramento de la reconciliación y busca un buen y santo sacerdote para recibir dirección espiritual. Lee los evangelios Leer y meditar en los Evangelios son maneras maravillosas de llegar a una comprensión más profunda y una relación más cercana con nuestro Señor. “Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes” (Santiago 4,8). Recibe la luz Acepta de buena gana y con amor las enseñanzas de Cristo y su Iglesia, incluso cuando sea difícil. Ora por claridad y comprensión cuando no estés seguro de lo que se espera de ti. Desvía la oscuridad Santa Madre Teresa de Calcuta dijo una vez: “Las palabras que no dan la luz de Cristo aumentan la oscuridad”. En otras palabras, si cualquier conversación o medios electrónicos que utilicemos, no nos traen la luz de Cristo, entonces se deduce que están haciendo lo contrario. Al ser cuidadosos en cuanto al entretenimiento o las influencias que disfrutamos, estamos realmente desviando aquellos que no traen la luz de Cristo.
By: Emily Shaw
MoreUna historia sobre cómo un verso de la Biblia cambió la vida de una niña hindú, y su viaje transformador. No dejes de leer… Nací y crecí en una familia hindú, en la India. Crecí en una familia religiosa; siempre me animaron a pasar tiempo en oración. Cuando era niña, nunca fui a la escuela sin un tilak (tilak es una marca, generalmente hecha en la frente de un hindú, que sirve para indicar la afiliación sectaria de una persona). Creía en los dioses y diosas hindús, aunque realmente era una relación muy convencional. Mis oraciones para ellos se limitaban a la semana previa a los exámenes escolares. Irónicamente fui a una escuela católica, donde fui introducida al cristianismo; pero siempre vi al cristianismo como algo que no tenía nada que ver conmigo. A pesar de haber estado doce años en una escuela católica, nunca entendí realmente quién era Jesús ni lo que había hecho por mí. Me gradué de la secundaria satisfactoriamente. Estaba súper contenta porque mis oraciones a los dioses hindús habían sido escuchadas. Aseguré mi admisión a la mejor universidad de la ciudad. Paradójicamente, esta era una universidad dirigida por padres jesuitas. Un absurdo golpe Durante mi primer año de universidad asistí a una clase obligatoria de religión donde la gente hablaba sobre su fe. Me di cuenta de que mientras los estudiantes cristianos tenían mucho que decir sobre Jesús, los hindúes como yo permanecíamos callados cuando se trataba de profesar nuestra fe. No sabía nada sobre el Gita (el Bhagavad Gita es una de las sagradas escrituras del hinduismo); todo lo que sabía era cómo pedirle a Dios para que cumpliera mis deseos. Me sentía avergonzada de llamarme hindú. Entonces un profesor cristiano puso un video sobre Jesús, de la película de La Pasión de Cristo. Vi la manera tan brutal en la que fue azotado y cuánto sufrió cuando fue clavado en la cruz. Tenía lágrimas en mis ojos. A duras penas logré ver la crucifixión. Tristemente, aun entonces, no sabía la verdadera razón del por qué Él había muerto en esa cruz en el Calvario. Pero después de ver el video, comencé a tener interés en saber más sobre Jesús. Visité librerías públicas para buscar una biblia, pero no tuve mucha suerte. Entonces decidí leer la versión de la biblia en PDF. Empecé buscando el libro del Génesis, pero no encontré a Jesús ahí. Entonces, comencé a buscar de manera aleatoria versículos de la biblia en Google. Me encontré con un versículo de Mateo: “Y, ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7,3). Este verso nos enseña a no juzgar a los demás. Unas semanas después tuvimos otra clase de religión, impartida por un profesor diferente. Nos pidió a todos y cada uno que compartiéramos nuestras creencias y pensamientos sobre nuestras respectivas religiones. De la nada, levanté mi mano y hablé sobre el verso de Mateo: ¡Una niña tímida, hindú, compartiendo sus pensamientos sobre un versículo de la Biblia cristiana! Creo que mi valentía en ese momento fue obra del Espíritu Santo. El profesor no tenía idea de que yo era hindú. Le gustó mi explicación y animó a más personas a hablar sobre su religión. Este incidente fue un trampolín en mi conversión a la fe católica. Momentos de la verdad Durante este tiempo, cuando estaba conociendo a Jesús y al cristianismo, a menudo me preguntaba: “¿Por qué me siento con tanta paz siempre que estoy en una iglesia?”. Mi experiencia en los templos hindúes era completamente diferente: Ahí siempre me distraía por los gritos de los vendedores, el ruido de las campanas del templo, los sacerdotes cantando los mantras, y la avalancha de gente empujando a través de grandes multitudes para ver el rostro de los dioses. La paz que encontraba en la iglesia representaba un fuerte contraste. Un día, durante la pandemia del COVID, me encontré con un video de YouTube en el que un sacerdote explicó de una manera lúcida, que sin importar cuántos pecados hubiéramos cometido a lo largo de nuestra vida, todavía podíamos reunirnos con Dios, porque su Hijo pagó el precio por nuestros pecados. Jesucristo, Hijo de Dios, se convirtió en humano, vivió entre nosotros, nos amó, nos sanó, perdonó nuestros pecados, murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, y ahora vive con nosotros hasta el final de los tiempos. Conocer el evangelio cambió mi vida. Aprendí que Jesús me conoce y que me amaría incluso como hindú. Antes, veía a Jesús como uno de los muchos dioses que adoraba; pero ahora, me daba cuenta de quién es el verdadero Dios. Ninguno de los dioses hindúes que había conocido, sufrieron y murieron por mis pecados. Mi corazón se llenó de amor por Jesús; y de ese día en adelante, me consideré una seguidora de Jesucristo. Lágrimas de Felicidad El Espíritu Santo me guió para aprender más sobre Jesús. Compré una biblia y la empecé a leer. Me sentía llena de admiración y amor por Jesús. Previamente, mi relación con Dios había sido convencional. El hecho de que Dios me amara justo tal y como soy era un concepto extraño para mí. Aprendí que Jesús quiere hablar conmigo todos los días, y que además desea tener una relación personal conmigo. Él me ama a pesar de ser una pecadora. Él está dispuesto a perdonar todos mis pecados y aceptarme amorosamente en sus brazos. No soy digna de su amor; pero, aun así, Él me ama. Hoy, mi relación personal con Jesús es la cosa más importante en mi vida. Mientras me encontraba en este recorrido de establecer una relación personal con Él, tuve un sueño en el que vi a un hombre vestido con una capa de color rojo pardo, caminando frente a mí en una carretera. El otro lado del camino se encontraba plagado de monstruos. Los monstruos querían hacerme daño y hacían ruidos aterradores. Como sea, estas criaturas comenzaron a perder fuerza a causa del hombre que caminaba frente a mí, porque era muy poderoso; los monstruos no pudieron herirme ni asustarme. Me sentí protegida y segura en su presencia. No entendí de qué se trataba el sueño. Pero mucho más tarde, una monja que conocí de las Misioneras de la Caridad me ayudó a interpretar el sueño. El hombre que caminaba frente a mí era Jesús: Él vino a mí para reforzar mi fe en Él y para protegerme del maligno. Lágrimas de felicidad recorrieron mi rostro al darme cuenta de que el creador del sol, la luna y las estrellas, me conocía y se preocupaba por mí. Me tomó dos años convertirme a la fe católica; pero cuando Dios abre una puerta, ninguna persona puede cerrarla. El Espíritu Santo mandó ángeles disfrazados de hombres y mujeres en mi camino hacia el catolicismo. El 25 de junio del 2022 recibí los sacramentos del bautismo, la santa comunión y la confirmación. Hoy predico a las personas, cómo Jesús murió en la cruz por cada uno de ellos. Veo a Cristo en cada persona con la que me cruzo. Quiero poder seguir compartiendo la alegría del evangelio en cualquier lugar que pueda.
By: Sarina Christina Pradhan
MoreEs posible visitar a todas y cada una de las diez millones de personas encarceladas en todo el mundo en cualquier momento. ¿Te preguntas cómo? Sigue leyendo… “Cuando estaba en la cárcel, me visitaste”. Estas son algunas de las personas que Jesús prometió recompensar en el día del juicio. Existen regulaciones que limitan las visitas a los presos, pero ¿existe alguna manera de que alguien pueda visitar a cualquiera de los diez millones de personas encarceladas en todo el mundo? ¡SÍ! En primer lugar, orando regularmente por todos los presos, mencionando a cualquiera que conozcas personalmente por su nombre. Esto puede ir acompañado de una vela encendida, para simbolizar la oración que sube a Dios y trae luz a la oscuridad de la vida de un prisionero. Cuando estuve en la cárcel, mi familia y amigos encendieron velas como una llama viva de ofrenda a Dios todopoderoso, específicamente para mí. Lo encontré muy efectivo; era asombroso cómo un rayo de alegría irradiaba repentinamente a través de la cotidiana penumbra de la prisión. Algo pequeño, pero tan significativo que me permitía olvidar por un momento dónde estaba y en qué circunstancias; esto me llevó a pensar: "después de todo, hay un Dios", incluso aquí. Pero creo que la forma más poderosa de ayudar a los que están en prisión, o a cualquier persona que tenga gran necesidad de oración, es considerar las santas y preciosas heridas que nuestro Señor sufrió durante su pasión, desde su arresto en la noche del jueves santo hasta su muerte en la tarde del viernes santo. Promesa infalible Contempla todos los golpes y agresiones sobre su cuerpo, incluyendo la cruel flagelación y el dolor constante de las heridas de la corona de espinas, pero particularmente las preciosísimas cinco llagas en sus manos, pies y costado. Santa Faustina nos dice cuánto agrada a Jesús cuando contemplamos sus llagas, y cómo promete derramar un océano de misericordia cuando lo hagamos. Aprovecha esta oferta misericordiosa y generosa que Él reservó para esta época. Oren por gracia y misericordia para ustedes, para aquellos a quienes conocen por nombre, y para los 10 millones de encarcelados que languidecen en prisión por todo tipo de razones, justas e injustas. Él quiere salvar a cada alma, llamando a cada uno de regreso a Él para recibir su misericordia y perdón. Oren también por los oprimidos, los marginados, los pobres, los enfermos y postrados en cama, así como por los que sufren en silencio y que no tienen a nadie que eleve su voz por ellos. Oren por todos aquellos que tienen hambre: de comida, conocimiento o la oportunidad de usar los talentos que Dios les ha dado. Oren por los no nacidos y los impíos. Todos somos prisioneros de un tipo u otro, pero particularmente, somos prisioneros del pecado en todas sus formas insidiosas. Él nos pide que nos acerquemos al pie de la cruz que está empapada de su preciosa sangre; presentemos nuestras peticiones ante Él, y cualquiera que sea la intención, Él responderá con misericordia. No perdamos ninguna oportunidad de implorar los incalculables tesoros que nuestro Señor misericordioso nos ha prometido. Cuando rezamos por esos 10 millones de presos en todo el mundo, cada uno de ellos recibe el 100 por ciento del beneficio de nuestra oración porque, así como nuestro buen Señor se entrega enteramente a cada uno de nosotros en la Eucaristía, así también multiplica nuestra única oración como un megáfono, llegando al corazón de cada uno de ellos. Nunca pienses “¿qué hará mi única oración por tanta gente?” Recuerda el milagro de los panes y los peces y no dudes más.
By: Sean Hampsey
MoreSigue leyendo este artículo para descubrir un camino nuevo en la vida de oración. Hace algunos años, la casa de mi hermana tuvo un gran problema de plomería; había una fuga de agua no detectada en algún lugar de la propiedad que causó que el recibo del agua aumentara de $70 dólares al mes a $400 dólares. Trataron de encontrar la raíz de la fuga, hasta pusieron a su hijo a excavar y excavar sin tener éxito. Después de días de búsqueda infructuosa, a un amigo se le ocurrió una solución; su idea fue la de olvidarse de tratar de encontrar la fuga, en su lugar, ir a la tubería principal de agua, conectar una tubería nueva y evitar el área que sabían que era problemática debido a la acumulación de agua; colocar la nueva tubería a lo largo de un nuevo camino y abandonar la tubería vieja por completo. Así que eso es lo que hicieron; después de un día de arduo trabajo y mucha excavación, lograron ejecutar el plan y, ¡voilà! El problema se solucionó y el recibo del agua de mi hermana volvió a la normalidad. Al reflexionar sobre esto, mis pensamientos se volvieron hacia las oraciones sin respuesta; a veces estamos orando por personas o por situaciones y esas oraciones no parecen hacer ninguna diferencia; la tubería al oído de Dios parece "permeable". Tal vez oramos y oramos y oramos para que alguien tenga una conversión, para que regrese a la Iglesia; oramos para que alguien que haya estado desempleado por algún tiempo encuentre un trabajo; oramos por la sanación de alguien que lucha contra problemas de salud graves; cualquiera que sea la situación, no vemos ningún progreso y nuestras oraciones se sienten como si fueran desperdiciadas o inútiles. Recuerdo orar por un conflicto de personal muy difícil en la organización misionera con la que trabajo, esta fue una situación muy estresante y agotadora para mí emocional y físicamente; nada de lo que intenté en un nivel natural parecía resolverlo, y mis oraciones por una solución parecían no tener ningún efecto; en mi oración de un día, clamé una vez más a Dios con desesperación y escuché una voz apacible y tranquila en mi corazón: "Suéltamelo a mí, yo me encargaré de eso". Me di cuenta de que necesitaba un cambio en mi enfoque, un "desvío de plomería"; por así decirlo, mi actitud hasta este punto era tratar de resolver la situación con mis esfuerzos: mediar, hablar, intentar varios compromisos, aplacar a las partes involucradas; pero como nada había funcionado y las cosas solo empeoraron, sabía que necesitaba dejar que Dios se hiciera cargo, así que le di mi consentimiento: "Señor, te lo entrego todo, haz lo que necesites hacer y cooperaré". Dentro de las 48 horas posteriores a esa oración, ¡la situación se resolvió por completo! Con una velocidad que me dejó sin aliento, una de las partes tomó una decisión que cambió absolutamente todo, y el estrés y el conflicto se eliminaron de esa manera. Estaba asombrada y no podía creer lo que acababa de suceder. ¿Qué aprendí? Si estoy orando de cierta manera por algo o alguien y he estado atorado, y no estoy viendo avances, tal vez necesito cambiar la forma en que estoy orando; detenerme y preguntarle al Espíritu Santo: "¿Hay otra manera en que debería orar por esta persona? ¿Hay algo más que debería estar pidiendo, como una gracia específica que necesitan en este momento?” Tal vez tengamos que probar un "desvío de plomería". En lugar de tratar de encontrar la fuga o la fuente de la resistencia, podemos orar para que Dios la evite. Dios es muy creativo (la fuente de la creatividad, el creador original) y si seguimos cooperando con Él, Él encontrará otras formas de resolver problemas y traer la gracia en la que ni siquiera hemos pensado. Deja que Dios sea Dios y dale espacio para moverse y actuar. En mi caso, necesitaba apartarme del camino, reconocer con humildad que lo que había estado haciendo no estaba funcionando, y entregarme más profundamente al Señor para que Él pudiera actuar. Pero cada situación es diferente, así que pregúntale a Dios qué quiere que hagas y escucha sus instrucciones; síguelas lo mejor que puedas y deja los resultados en sus manos. Y recuerda lo que Jesús dijo: "Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios". Lc. 18, 27
By: Ellen Hogarty
MoreNo es fácil decir 'perdono' y perdonar de verdad hasta que hagas esto... "Por la libertad Cristo nos ha liberado". (Gálatas 5:1) Estoy seguro de que la mayoría de las personas serían conscientes de que el perdón está en el corazón mismo del mensaje cristiano, pero muchos se sorprenderían al saber que no perdonar a alguien puede resultar en dolor físico. Lo sé por experiencia personal. Varias veces, he sido testigo del poder del Espíritu Santo en la curación de esta terrible, a menudo paralizante, enfermedad. No es un cliché Las primeras palabras que Jesús pronunció, mientras moría en la Cruz, fueron palabras de perdón (Lucas 23:34). Su amoroso sacrificio era el momento que la humanidad había esperado, para liberarlos del pecado y la muerte. El perdón estaba de nuevo en Sus labios cuando se encontró con Sus discípulos después de que resucitó de entre los muertos, dándoles el poder de concederlo en Su nombre (Juan 20:19-23). Cuando los apóstoles le preguntaron cómo orar, Jesús respondió con una oración que nos permitió dirigirnos a Dios como 'Padre Nuestro', y pidiéndole que 'nos perdonara nuestras ofensas (pecados) como perdonamos a los que transgreden (pecado) contra nosotros' (Mateo 6:12). Si esperamos el perdón nosotros mismos, debemos perdonar a los demás (Mateo 5:23-26; 6:14). La falta de perdón se puede comparar con un puño. Un puño está tenso y a menudo se aprieta con ira. En realidad, solo es apto para una cosa, para golpear a alguien, o al menos para estar listo para hacerlo. Si ese puño golpea a alguien, entonces es una suposición justa esperar que se lo devuelva, creando más animosidad. Si el puño está apretado, no está abierto. Una mano abierta es capaz de recibir, pero si está cerrada y apretada no es posible aceptar lo que puede ser ofrecido. Alternativamente, cuando abrimos nuestras manos para que podamos recibir, también somos capaces de dar lo que recibimos. Cuando se libera Mientras oraba sobre esto en la Misa, tuve una imagen de un bastón, y me di cuenta de que cuando no perdonamos, esto obstaculiza nuestro caminar por la vida. Después de la misa, un hombre se acercó mientras charlábamos afuera, pidiéndonos que le tomáramos una foto fuera de la iglesia. Cuando noté su bastón, tuve la sensación de que su enfermedad era causada por la falta de perdón. A medida que la conversación continuaba, comenzó a contarme sobre su pasado, concluyendo con una petición de mantenerlo en mis oraciones, ya que estaba sufriendo con problemas de espalda. Lo invité a orar conmigo inmediatamente porque Jesús quería sanarlo, pero requeriría algo de él. Intrigado y abierto, estuvo de acuerdo, preguntando qué se requeriría. Le dije que tendría que perdonar a las personas que acababa de mencionar y a cualquier otra persona que lo hubiera herido. Pude verlo luchando internamente, así que lo animé con la seguridad de que no tenía que depender de su propia fuerza para perdonar. Si perdonaba en el nombre de Jesús, entonces Jesús lo empoderaría, lo guiaría y lo liberaría. Sus ojos se iluminaron mientras susurraba: "Con la fuerza de mi Señor, sí, puedo perdonar". Lo guie en una oración, que terminó orando por la curación de su espalda imponiendo las manos en el área problemática (Marcos 16: 15-18). Le dije que hiciera lo que Jesús dijo y reclamara la curación dando gracias a Dios en la creencia de que la había recibido, (Marcos 11:22-25). Esto fue el viernes por la noche. El domingo, me envió un mensaje de texto: "Alabado sea el Señor, Jesús me ha sanado la espalda". De hecho, alabé al Señor, dándole gracias con todo mi corazón. Me llamó especialmente la atención este detalle. Habíamos pedido la curación el viernes por el poder y los méritos de la Cruz. La respuesta fue recibida al tercer día, domingo, el día de la Resurrección. C.S. Lewis escribió una vez: "La gente piensa que el perdón es algo encantador hasta que tienen algo que perdonar". Es importante saber que el perdón es un acto de la voluntad; es algo que elegimos. Eso no quiere decir que sea una elección fácil, ya que a menudo puede parecer la decisión más difícil y dolorosa del mundo, pero cuando enfrentamos todo en el Nombre de Jesús, "a través de Él, con Él y en Él", aprendemos que "con Dios nada será imposible" (Lucas 1:37). Es esencial que nos preguntemos si hay alguien en nuestras vidas que necesitemos perdonar. Jesús nos enseña: "Siempre que os levantéis para orar, si tenéis algo en contra de alguien, perdónalos, para que vuestro Padre Celestial os perdone vuestros pecados" (Marcos 11:25). Por lo tanto, debemos traer todo a Jesús y permitirle que nos libere, porque "Si el Hijo te hace libre, serás realmente libre". (Juan 8:36).
By: Sean Booth
MoreUna oración poderosa para abrir la puerta de la Misericordia, y toma solo 7 minutos Era un día cálido y agradable. El musgo que colgaba de los enormes robles de agua en nuestro patio delantero volaba de lado espolvoreando la hierba con escombros. Acababa de revisar el buzón cuando Lia, una de mis mejores amigas, se detuvo en el camino de entrada. Se apresuró a acercarse y pude ver en su rostro que estaba extremadamente afectada. “Mi mamá fue al hospital hace dos noches. Sus células cancerosas se han diseminado desde sus pulmones hasta su cerebro”, dijo Lia. Los hermosos ojos marrones de Lia brillaban con lágrimas que corrían por sus mejillas. Verla fue desgarrador. Tomé su mano. "¿Puedo ir contigo a verla?", Le pregunté. "Sí, iré esta tarde", dijo. "Está bien, te veré allí", le dije. Cuando entré a la habitación del hospital, Lia estaba junto a la cama de su madre. Su madre me miró, su rostro se contrajo por el dolor. “Espero que esté bien que haya venido a verte", le dije. "Por supuesto. Es bueno verte de nuevo", dijo. "¿Has tenido noticias de ese sacerdote amigo tuyo?", Preguntó, con voz débil pero amable. “Sí, hablamos de vez en cuando” dije. "Estoy tan contenta de haber podido verlo ese día", dijo. Lia y yo habíamos sido parte de un grupo de oración del Rosario que se reunía todas las semanas alrededor del tiempo en que su madre recibió su primer diagnóstico. Un sacerdote, conocido por sus dones espirituales, había venido a una de nuestras reuniones y estábamos ansiosos para se uniera a nosotros en oración y escuchara nuestras confesiones. La madre de Lia fue criada como Católica, pero cuando se casó, decidió integrarse a la familia de su esposo y adoptar su fe griega ortodoxa. Sin embargo, a lo largo de los años, se sintió cada vez menos en casa en ambas comunidades religiosas. Preocupada porque su madre había estado lejos de la Iglesia y los sacramentos durante tantos años, Lia la invitó a nuestro grupo de Rosario para que pudiera conocer a nuestro sacerdote especial. No fue hasta que el sacerdote se estaba preparando para irse que la mamá de Lia finalmente entró por la puerta trasera. Lia me lanzó una sonrisa de alivio. Su mamá y el sacerdote hablaron solos durante unos veinte minutos. Más tarde, Lia me llamó para decirme que su madre no tenía palabras suficientes para expresar lo amable y cariñoso que había sido el sacerdote con ella. Ella le dijo a Lia que después de hablar, él había escuchado su confesión y ella se había llenado de paz. Ahora, acostada en la cama del hospital, ya no se parecía a ella. El color de su piel y la mirada de sus ojos revelaban el cansancio y el sufrimiento, los estragos de una enfermedad prolongada y progresiva. “Me preguntaba si les gustaría orar juntos”, le pregunté. “Hay una oración especial llamada La Coronilla de la Divina Misericordia. Es una oración poderosa que Jesús le dio a una monja llamada Sor Faustina para que fuera difundida Su misericordia por todo el mundo. Tarda unos siete minutos y una de las promesas de la oración es que aquellos que la recen entrarán por la puerta de la misericordia en lugar del juicio. Yo la rezo a menudo”, dije. La mamá de Lia me miró con una ceja levantada. "¿Cómo puede ser verdad?" ella preguntó. "¿Qué quieres decir?" Dije. “¿Me estás diciendo que si un criminal implacable hace esa oración minutos antes de morir, entra por la puerta de la misericordia en lugar del juicio? Eso no parece correcto ", dijo. “Bueno, si un criminal implacable se toma el tiempo de rezarlo y rezarlo con sinceridad, entonces debe haber esperanza en él, a pesar de todo lo que haya hecho. ¿Quién puede decir si el corazón se abre a Dios y cuándo? Creo que donde hay vida hay esperanza”. Ella me miró fijamente. Yo continué. “Si su hijo fuera un criminal empedernido, ¿no lo amaría aunque odiara sus crímenes? ¿No esperarías siempre su cambio de opinión debido al gran amor que le tiene? " "Sí", dijo débilmente. “Dios nos ama mucho más de lo que podríamos amar a nuestros hijos y siempre está listo para entrar en cualquier corazón con Su misericordia. Espera esos momentos con paciencia y con muchas ganas porque nos ama mucho ”. Ella asintió. "Eso tiene sentido. Sí, lo rezaré contigo ”, dijo. Los tres rezamos juntas la Coronilla de la Divina Misericordia, charlamos unos minutos más y luego me fui. Más tarde esa noche, Lia me llamó. "La enfermera de mi mamá me llamó para decirme que, justo después de que yo dejara el hospital, mamá perdió toda lucidez". Lloramos juntas, oramos y esperamos la recuperación de su madre. La mamá de Lia murió unos días después. La noche de su muerte tuve un sueño. En mi sueño, entré en su habitación del hospital y la encontré sentada en la cama con un hermoso vestido rojo. Se veía radiante, llena de vida y alegría, sonriendo de oreja a oreja. La noche del velorio cuando me acerqué al ataúd para presentar mis respetos, ¡me sorprendió verla con un vestido rojo! Los escalofríos recorrieron mi columna vertebral. Nunca había estado en un velorio en el que el difunto vistiera un vestido rojo. Fue muy poco convencional y completamente inesperado. Después del funeral, agarré a Lia y la lleve a un lado. "¿Qué te hizo ponerle un vestido rojo a tu mamá?" Yo pregunté. “Mi hermana y yo lo discutimos y decidimos que le pondríamos a mamá su vestido favorito. ¿Crees que no deberíamos haberlo hecho? ella preguntó. "No, no es eso. La noche en que murió tu mamá soñé que entré en su habitación del hospital, la encontré sentada sonriendo de oreja a oreja ... ¡y con un vestido rojo! " le dije. Lia quedó boquiabierta y sus ojos se abrieron. "¿Qué? No hay manera ”, dijo. “Sí, hay manera”, dije. Con lágrimas corriendo por sus mejillas, Lia dijo: “Tú y yo fuimos las últimas personas que vio antes de que su cerebro se apagara. ¡Y eso significa que lo último que hizo fue rezar la Coronilla de la Divina Misericordia! " Agarré a Lia y la abracé. “Estoy muy agradecida de que vinieras conmigo ese día, que oraramos con mi mamá y de haber estado con ella antes de que perdiera el conocimiento”, dijo. "No puedo creer el hecho de que la viste en tu sueño tan feliz y con un vestido rojo. Creo que Jesús nos está diciendo que ella realmente entró por la puerta de la misericordia”. "Gracias Jesús.", dijo “Amén”, respondí.
By: Rosanne Pappas
More¿Estás orando por tus seres queridos? Aquí hay una historia para mantenerte esperanzado. Apenas Ayer Lo recuerdo como si fuera ayer, sentada en una sala iluminada con poca luz con mi futuro suegro después de una comida de vacaciones. Era la primera vez que conocía a los padres de mi novio, y estaba notablemente nerviosa. La familia se había separado después de la cena, dejándonos a Harry y a mí para tener una pequeña charla junto al fuego. Había oído hablar mucho de él y estaba emocionada por tener esta oportunidad de conversar. Harry era realmente más grande que la vida con un increíble sentido del humor. Era padre de seis hijos: trabajador, poseedor de registros ecuestres y veterano de una organización militar de élite. Yo estaba saliendo con su hijo mayor. Le admiraba desde mucho antes de conocerlo y esperaba causar una buena impresión. Yo también venía de una familia numerosa y era una católica devota, algo que esperaba que viera favorablemente. Sabía que Harry había crecido en la Iglesia Católica, pero se alejó mucho antes de casarse y comenzar una familia. Esto fue algo que despertó mi curiosidad y quería saber más: entender por qué. ¿Qué podría haberlo hecho dejar esa fe que yo, incluso cuando era adolescente, amaba tanto? Cuando el tema de la religión finalmente surgió en la conversación, compartí con entusiasmo con él mi devoción por la fe. Su respuesta fue inesperada y desgarradora. Él, casi fríamente, declaró que una vez fue católico, incluso un monaguillo, pero ahora no estaba seguro de si podía recordar El Padrenuestro. Queriendo responder sin sonar irrespetuosa, mencioné en voz baja lo triste que era, y lo sentí profundamente. Esta conversación me dejó una impresión y mantuve este recuerdo cerca Luces brillantes Los años fueron y vinieron, y mi esposo y yo mantuvimos a Harry cerca en oración - esperando que algún día él regresará a la fe. Harry estuvo con su hijo en la Iglesia Católica el día de nuestra boda. Él estuvo presente en las celebraciones sacramentales para nuestros hijos, e incluso estuvo presente el día que su propio hijo se convirtió en católico. Incapaz de contener mis lágrimas de alegría mientras observaba el bautismo de mi marido, el recuerdo de mi conversación con su padre, diez años antes, volvió a inundarme y sentí el más mínimo calor de ira, ira que el padre de mi marido lo había privado de una educación llena de fe. Mi marido quería más para sus propios hijos. No sólo había apoyado la crianza de nuestra familia en la fe católica, sino que él mismo sintió un anhelo interno de más. Su iniciación a la Iglesia Católica fue un maravilloso ejemplo de su profunda fe y confianza. Vi pequeños destellos de fe en Harry a lo largo de los años, y siempre creí que todavía había alguna convicción enterrada en lo profundo de su corazón. Cuando a mi esposo le diagnosticaron cáncer, mi suegro me dijo con confianza que estaba rezando a la Virgen por él, ya que siempre había tenido una profunda devoción a ella. Esto era algo que nunca le había dicho a nadie, y confió en mí. Sentí una verdadera felicidad al saber que esta dedicación, aunque invisible, estaba todavía presente. Con optimismo, mi marido y yo continuamos orando por el regreso total de Harry a la fe. Un Regalo Incalculable El año 2020 fue cruel para muchos, y mi querido suegro fue una de sus víctimas. Después de sufrir una mala caída, fue internado en un centro de rehabilitación sin contacto personal durante semanas. Su salud se estaba empezando a deteriorar, y este hombre fuerte y vibrante estaba empezando a reducirse - tanto en estatura como en luz - ya que el inicio de la demencia también se había hecho evidente. Mi marido decidió tomar una oportunidad y preguntarle a su padre si le gustaría una visita de un sacerdote católico. Para nuestra completa sorpresa, aceptó ansiosamente y me pidió que le trajera una copia del Padre Nuestro para refrescar su memoria. Una vez más, me vino a la mente mi conversación con él como adolescente, pero esta vez sentí entusiasmo y esperanza. En los días siguientes, mi esposo acompañó a un sacerdote a la casa de su padre ya que la movilidad era limitada ahora. Harry participó con confianza en el Sacramento de la Penitencia y aceptó la ofrenda de la Santa Comunión de su propio hijo. Recibir ambos Sacramentos por primera vez en casi sesenta años fue un don incalculable. Harry también recibió la Unción de los Enfermos, y estos preciosos Sacramentos indiscutiblemente le dieron las gracias para vivir sus últimas semanas en paz. En sus últimos días, su hijo le trajo un rosario, y rezó con el rosario alrededor de su cama con nuestros hijos—sabiendo que Harry estaba ahora caminando la línea fina entre esta vida y la siguiente. Como un niño devoto de nuestra Señora, esto parecía un Adiós adecuado. Harry falleció pacíficamente poco después, y nuestros corazones se llenarán para siempre de gratitud a nuestro Dios misericordioso y a nuestra Señora por traer a Harry de vuelta a la fe antes de que él pasara. Saber que Harry está en paz con los ángeles celestiales es de gran consuelo para nosotros. Quizás le tomó décadas reconocerlo, después de años de oraciones incesantes, y una última oferta de oportunidad de su hijo amoroso, pero su fe estaba presente. Siempre estuvo presente.
By: Mary Therese Emmons
MoreEl ROSARIO es una íntima conversación espiritual que tú tienes con la Santísima Virgen María y con DIOS para presentar tus miedos, tus necesidades y deseos. El Rosario te da a TI el poder espiritual para lograr lo que quieras en la vida y superar lo imposible. Esta conversación espiritual meditativa se puede hacer en cualquier momento y en cualquier lugar. Puedes hacerlo en grupo o solo. Puedes rezar el Rosario con tus hijos, con tu cónyuge o la persona con quien estás saliendo y con tus amigos. Puedes hacer que sea un asunto familiar. También puedes recitar el Rosario mientras cocinas, conduces, tomas el transporte público, esperas en fila, o tomas una ducha. No hay límites a donde puedes rezar el Rosario. Cada vez que rezas el Rosario, te vuelves más fortalecido espiritualmente, obtienes más sanidad, más confianza, más inspiración, más cambios milagrosos en tu vida, más conciencia espiritual y más gracias divinas en tu vida. ¡SÍ...el Rosario lleva PODER MILAGROSO! Recitar el Rosario trae paz para ti y para el mundo, y te da un propósito superior, fuerza, victoria, sanidad, milagros, serenidad, claridad, determinación, visión, unidad y armonía para ti y para tu familia. ¡más bendiciones pueden entrar en tu vida cuando recitas el Rosario! Cada vez que rezas el Rosario, tu alma se llena con renovada esperanza, inspiración, energía y sanación. Soy un testimonio de eso. Cada Ave María es un momento de Gracia, un momento de Misericordia, un momento de Sanación, un momento de esperanza, un momento de gratitud, un momento de humildad y un momento de rendición. Siempre que tengas dudas, o encuentres un obstáculo para alcanzar tus metas; en cualquier momento que te sientas solo, deprimido o ansioso; Cada vez que te sientas intimidado, rechazado o como si el mundo entero estuviera en contra de ti, reza el Rosario fervientemente con fe y amor en tu corazón para fortalecer tu mente, cuerpo y alma. Esta herramienta de empoderamiento espiritual te animará a no renunciar a ti mismo. Usa el Rosario para hacer peticiones personales y para orar por las necesidades de los demás y del mundo, especialmente por la sanación. En ese espacio de contemplación y oración, al ofrecer tu gratitud a Dios y a la Santísima Virgen María por los acontecimientos del Evangelio, puedes recibir la orientación espiritual que necesitas. ¡Si no sabes sobre el Rosario, esta es tu oportunidad de descubrir su poder y darle una oportunidad! El Rosario es uno de los mayores legados que puedes dejar a tus hijos y un regalo fantástico para compartir con tu familia y amigos.
By: Dahla Louis
More“Camino por fe, no por vista”, dice sonriendo Mario Forte mientras comparte un asombroso testimonio de vida. Nací con glaucoma, así que al comienzo de mi vida, apenas veía parcialmente con el ojo izquierdo y absolutamente nada con el derecho. A lo largo de los años, he tenido más de 30 cirugías, la primera cuando tenía solo tres meses ... A la edad de siete años, los médicos me extirparon el ojo derecho con la esperanza de mantener la vista en mi ojo izquierdo. Cuando tenía doce años, me atropelló un automóvil mientras cruzaba la calle de camino a casa desde la escuela. Al salir disparado por el aire, creí que era Superman por un momento. Caí fuertemente y terminé con un desprendimiento de retina, entre otras cosas, tuve tres meses fuera de la escuela recuperándome y sometiéndome a más operaciones, así que tuve que repetir el séptimo grado. Todo es posible De niño, la ceguera era normal para mí porque no podía compararla con ninguna otra cosa, pero Dios me dio una idea. Desde muy temprana edad, antes de recibir cualquier instrucción oficial, hablaba con Dios, como con cualquier otra persona porque estaba acostumbrado a comunicarme con personas que no podía ver. Solo lograba distinguir la diferencia entre la luz y la oscuridad, pero un día, en un abrir y cerrar de ojos, todo se volvió negro, como una luz que se apaga. Aunque he estado en total oscuridad durante más de 30 años, la gracia de Dios me ha dado el valor para seguir adelante. Ahora, no es la luz física lo que veo, sino la luz de Dios en el interior. Sin Él, no sería mas que un trozo de madera. El Espíritu Santo hace todo posible. A veces, la gente incluso se olvida de que soy ciego porque puedo moverme por la casa, manejar una computadora y cuidar de mí mismo. Esto es gracias a mis padres que siempre me animaron a hacer las cosas por mi cuenta. Mi padre era un electricista que me llevaba consigo para ayudarme a comprender su oficio, incluso me hizo instalar tomas de corriente e interruptores. Me enseñó a pensar de forma lógica para que pudiera adaptarme e improvisar cuando las cosas salieran mal. Mi madre, con su naturaleza cariñosa y amorosa, sembró las semillas de mi fe. Ella se aseguró de que rezáramos juntos el Rosario y la Coronilla de la Divina Misericordia todos los días, para que esas oraciones quedasen grabadas en mi memoria. Me permitieron graduarme con éxito con un título en informática. Con su ayuda, contactaba a tutores para obtener el esquema del curso antes de que comenzara el trimestre. Luego íbamos a la biblioteca a copiar todos los materiales relevantes para que la Royal Blind Society pudiera transcribirlos por mí. Una llamada superior En mi adolescencia, tuve una experiencia extraordinaria cuando Dios me llamó. En ese momento, todavía tenía algo de vista en mi ojo izquierdo. Un día, mientras oraba en la iglesia, el altar mayor se iluminó de repente con una luz intensa y una voz interior me habló con ternura, diciendo: “Ven, ven a mí”. Esto sucedió tres veces. Desde entonces, he sentido Su mano protegiéndome con un amor y misericordia que no merezco. Este llamado me llevó a considerar si sería posible convertirme en sacerdote o diácono. Desde luego era poco realista, pero mis estudios de teología profundizaron mi fe. Comencé a liderar la devoción a la Divina Misericordia en un grupo carismático de oración con el apoyo del párroco. A pesar de todos los contratiempos que he sufrido, estoy agradecido de poder estar al servicio del Señor y las personas que he conocido a través de los eventos que organizo, las devociones a la Divina Misericordia, la adoración durante toda la noche y 40 Días por la Vida, también me han ayudado. Después de la muerte de mis padres, mi hermana y mi sobrina se han convertido en mi familia y me ayudan semanalmente con las tareas domésticas y las necesidades especiales de transporte. En lo profundo de mi corazón Los hechos más trágicos de mi vida no son la pérdida de mi vista sino la pérdida de mis parientes más cercanos, por lo que estoy especialmente agradecido a estos amigos que me acompañan al cementerio para compartir algo de comer junto a las tumbas de mis seres queridos y rezar la Coronilla de la Divina Misericordia por sus almas. Intento concentrarme en lo positivo, en lo que tengo, en lugar de lo que me falta. Me esfuerzo por hacer lo mejor que puedo para cumplir los mandamientos de Dios sobre el amor. Todos los días, estoy decidido a poner la voluntad de Dios en primer lugar y poner el Evangelio en acción. San Pablo dijo: "Por fe caminamos, no por vista". (2 Corintios 5: 7.) A menudo bromeo diciendo que literalmente hago esto. Ese pequeño verso dice mucho. No veremos los frutos de nuestro trabajo en esta vida. Es un gran gozo trabajar en la viña de Dios. Jesús sufrió y murió por mí. Cada persona puede decir esto. Cualquiera que quiera conocerlo puede venir a recibir al Señor. Doy gracias y alabo al Señor por habernos dado la oportunidad de recibir Su gloriosa presencia en nuestro ser. Su Palabra viva puede revivirnos con la esperanza de la Resurrección, para que podamos vivir cada día en Su presencia y cumplir Su mandato de amar. En mi corazón, canto ¡Aleluya! Dios eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable; Míranos con bondad y aumenta Tu misericordia para que en los momentos difíciles no nos desesperemos, sino que nos sometamos con gran confianza a Tu santa voluntad, que es el amor y la misericordia mismos. Amén.
By: Mario Forte
More¿Te despertaste hoy para llevar una vida mediocre? Estás llamado a un plan mayor, mejor y más alto. Señales y Maravillas “En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre. Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden algo en Mi nombre, lo haré”. (Juan 14:12-14). ¡Sí, has leído eso correctamente, Jesucristo nos dijo que haremos cosas más grandes que las que hizo él! ¡Cosas más grandes que las de Dios que tomó forma humana y habitó entre nosotros! ¿Podemos aceptarlo de verdad? ¿Se refería Jesús a esto literalmente? ¿Cómo podemos interpretar eso? ¿Más que curar a leprosos, ciegos o sordos? ¿Incluso más grandes que resucitar a los muertos? ¿Podría ser que Jesús nos estaba diciendo que literalmente haremos las obras que hizo, pero mayor en número ya que estaba listo para ascender a su Padre? ¿Realmente creemos que las ‘señales’ que Jesús dijo que [acompañarían] a los que han creído podrían ser para cada uno de nosotros cuando dijo ‘en Mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien’. (Marcos 16:17-18)???? Durante los últimos años me he ofrecido como voluntario con una organización benéfica local en mi ciudad natal de Manchester, Inglaterra, donde diferentes iglesias cristianas locales, de diferentes denominaciones, se turnan para acoger por la noche a los solicitantes de asilo sin hogar, cada noche de la semana, dándoles una cama por la noche, comida por la tarde y desayuno por la mañana antes de que se vayan. El sábado por la noche era el turno de la iglesia católica a la que asistía. A menudo tuve la bendición de ser parte del equipo que se quedaba por la noche y compartir la cena. Simplemente pasar tiempo con estos hermosos hombres fue una bendición que va más allá de las palabras. Muchos de ellos eran musulmanes. La Teoría del Caos Hubo muchos milagros a lo largo de los años. Uno en particular se destaca, de una manera sobrenatural. Empezó la noche, como siempre, cuando partí con otro voluntario, un buen amigo mío, para recoger a los hombres. Al tocar la campana y entrar en el edificio, me recibió una señora que me dio un pedazo de papel con un nombre en él. Me dijo que era el nombre de un hombre que había sido traído por la policía de las calles en un estupor de tomar drogas. Aunque ella me aseguró que él estaba bien ahora después de dormir, yo no estaba contento con eso y le pedí ver al hombre yo mismo. Cuando nos vimos, le miré a los ojos y vi mucha oscuridad. Me sentí inmediatamente repelido, así que le dije que, por desgracia, no podría quedarse con nosotros esa noche. Esto fue difícil porque sabía que significaba que él pasaría una noche en las calles, pero claramente no era correcto que él viniera y se quedara. Le expliqué que nos habían informado que había tomado drogas, que había mujeres en el refugio y que teníamos a los otros hombres en los que pensar también. No podíamos cuidar a un hombre y descuidar al resto. Aunque insistió en que estaría bien, le dije que tristemente no sería posible que se quedara con nosotros esa noche porque la organización benéfica tenía una política de cero tolerancia en relación a las drogas. Empezó a gritar y a jurar que entraría de todos modos, pero le dije que no lo dejarían entrar sin nosotros. Mientras irrumpió en la noche de la ciudad, estalló una pelea en otra parte de la habitación con otros dos hombres. ¡Fue un caos! En consecuencia, tuve que informar a un segundo hombre que no podía unirse a nosotros. Esto tampoco salió bien. Le aseguré nuestras oraciones, pero esto no fue suficiente consuelo para un hombre que ya estaba iracundo, preocupado y probablemente intoxicado. ¿Aconsejando a Dios? Mientras salíamos juntos, los otros hombres vinieron a estrecharme la mano, me agradecieron por no permitir que los dos hombres se quedaran con nosotros, ya que ambos les habían causado muchos problemas cada noche. Se sintieron aliviados y muy agradecidos por que pasarían una noche en paz. Mientras caminábamos, nos encontramos con una furgoneta de policía con luces intermitentes en el medio de la carretera. Un agente de policía gritó órdenes de que todos se alejaran, estirando sus brazos para mantener a la gente alejada de un hombre que estaba inconsciente en el suelo. Otro policía se arrodilló al lado del hombre para buscarle el pulso porque había dejado de respirar. Rápidamente me di cuenta de que era el primer hombre musulmán que había causado un alboroto unos minutos antes. Inmediatamente, me arrodillé y le puse las manos encima. "¿Qué crees que estás haciendo?", gritó el policía, pero insistí en que necesitaba orar por él. Clamé al Señor inmediatamente. 'Respiraste vida en este mundo al principio de los tiempos, respira vida a este hombre. Jesús, tú sacaste a tu amigo Lázaro de la tumba, por favor resucita a este hombre ahora’. Dudé al pensar: "¿Quién creo que soy yo para aconsejar a Dios con palabras terrenales? Es Dios a quien me dirijo". Qué inadecuadas eran mis palabras humanas. Por supuesto que venían de mi corazón. Entonces comencé a orar usando el don sobrenatural del Espíritu Santo con el que he sido bendecido - el don de orar en lenguas (1 Corintios 12:1-11 & 14:1-5). Cuando mi Corazón se Derrumbó San Pablo nos dice que ‘El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios’ (Romanos 8:26-27). No tengo ni idea de cuánto tiempo me arrodillé allí orando, pero de repente el policía que checaba el pulso exclamó: "¡Puedo sentir un pulso!". Mi corazón cantó. Me sentí eufórico y no podía dejar de agradecer a Jesús. Momentos más tarde, llegó una ambulancia. Fue una bendición ver que el monitor de corazón grababa los latidos en la pantalla. Una vez más, agradecí y alabé a Jesús con total asombro. Yo había sido totalmente ajeno a mi entorno, ya que había actuado puramente por instinto. Creo que fue Dios quien me instó a orar por este hombre. Al levantarme, me di cuenta de que una multitud más grande se había reunido. Una vez más fui recibido con apretones de manos de los solicitantes de asilo, agradeciéndome por ser lo suficientemente abierto como para orar por él. Unas semanas más tarde, fui voluntario de nuevo en el refugio nocturno cuando otro hombre musulmán se me acercó con una sonrisa masiva en su rostro ansioso por hablarme acerca de este hombre con el que había orado. Me dijo que el hombre había sido adicto al alcohol y las drogas desde que llegó a Inglaterra hace tres años. Cuando se había topado con él unos días antes, ya no era adicto al alcohol y las drogas y se había mudado a su propia casa, por lo que ya no dormía en las calles. Me quedé asombrado de nuevo y alabé a Dios. Sin embargo, el Señor no había terminado allí. En medio de este hermoso momento, pude percibir un profundo dolor en este hombre que estaba sentado delante de mí. Pude compartir el Evangelio con él y oramos juntos. Tenemos un Dios que nunca deja de derramar sus bendiciones. ¡Dios, de verdad, es grande! Debemos tener fe. Jesus nos dice que incluso las más pequeñas semillas de fe son suficientes para mover montañas (Marcos 11:22-25) y que ‘para Dios todo es posible’ (Mateo 19:26). Nuestro Dios Trino, El Creador, El Redentor y El Santificador; Padre, Hijo y Espíritu Santo vive dentro de cada cristiano creyente bautizado. Tenemos que realmente creer eso y vivirlo. ‘Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre’ (Hebreos 13:8) y Sus palabras son ‘Espíritu y Vida’ (Juan 6:63).
By: Sean Booth
MoreSi no hubiera pasado por esa oscuridad, no estaría donde estoy ahora. Mis padres realmente querían tener una familia, pero mi mamá no pudo quedar embarazada hasta los 40 años. Yo era su bebé milagro, nacida en su cumpleaños, exactamente un año después de que completara una novena especial para pedir un hijo. Y al año siguiente, me regalaron un hermanito. Mi familia era católica nominal; íbamos a la misa del domingo y recibíamos los sacramentos, pero no había nada más. Cuando tenía alrededor de 11 o 12 años, mis padres se alejaron de la Iglesia y mi vida de fe hizo una pausa increíblemente larga. Una agonía insoportable La adolescencia estuvo llena de presión, mucha de la cual me puse yo misma. Me comparaba con otras chicas; no estaba contenta con mi apariencia. Era muy tímida y ansiosa. Aunque sobresalía académicamente, la escuela se me hacía difícil porque era muy ambiciosa. Quería salir adelante, demostrarle a la gente que podía ser exitosa e inteligente. No teníamos mucho dinero como familia, así que pensé que estudiar bien y conseguir un buen trabajo lo resolvería todo. Al contrario, me puse cada vez más triste. Iba a eventos deportivos y celebraciones, pero al día siguiente me despertaba sintiéndome vacía. Tenía algunos buenos amigos, pero ellos también tenían sus propias luchas. Recuerdo intentar apoyarlos y terminar cuestionándome el porqué de todo el sufrimiento a mi alrededor. Estaba perdida, y esta tristeza me hacía encerrarme y hacerme chiquita en mí misma. A los 15 años, caí en el hábito de autolesionarme; como me di cuenta más tarde, a esa edad no tenía la madurez ni la capacidad de hablar sobre lo que sentía. A medida que la presión se intensificaba, varias veces cedí a pensamientos suicidas. Durante una hospitalización, uno de los médicos me vio en tanta agonía que me dijo: "¿Crees en Dios? ¿Crees en algo después de la muerte?" Me pareció la pregunta más extraña; pero esa noche, recuerdo haber reflexionado sobre ella. Fue entonces cuando clamé a Dios por ayuda: "Dios, si existes, por favor ayúdame. Quiero vivir, me gustaría pasar mi vida haciendo el bien, pero ni siquiera soy capaz de amarme a mí misma. Todo lo que hago termina en agotamiento si no tengo un sentido para todo esto." Una mano amiga Comencé a hablar con la Virgen María, con la esperanza de que tal vez ella pudiera entenderme y ayudarme. Poco después, una amiga de mi madre me invitó a ir a una peregrinación a Medjugorje. Realmente no quería ir, pero acepté la invitación más por la curiosidad de conocer un nuevo país y un clima agradable. Rodeada de gente que rezaba el Rosario, ayunaba, subía montañas e iba a misa; me sentía fuera de lugar, pero a la vez un poco intrigada. Era la época del Festival Católico Juvenil, y había alrededor de 60,000 jóvenes allí, asistiendo a misa y a la adoración, rezando el Rosario todos los días; no porque los obligaran, sino con alegría, por puro deseo. Me preguntaba si estas personas tenían familias perfectas que les hacían realmente fácil creer, aplaudir, bailar y todo eso. La verdad es que dentro de mí, ¡anhelaba esa alegría! Mientras estábamos en la peregrinación, escuchamos los testimonios de muchachas y muchachos en una Comunidad cercana llamada “Cenacolo”, y eso realmente cambió las cosas para mí. En 1983, una monja italiana fundó la Comunidad “Cenacolo” para ayudar a los jóvenes cuyas vidas habían tomado un mal camino. Ahora, la organización se puede encontrar en muchos países del mundo. Escuché la historia de una chica de Escocia que tenía problemas de drogas; ella también había intentado quitarse la vida. Pensé para mí misma: "Si ella puede vivir tan felizmente, si puede salir de todo ese dolor y sufrimiento y creer genuinamente en Dios, tal vez haya algo en eso para mí también." Otra gran gracia que recibí cuando estuve en Medjugorje fue que me confesé por primera vez en muchos años. No sabía qué esperar, pero ir a confesarme y finalmente decirle en voz alta a Dios todas las cosas que me habían lastimado, todo lo que había hecho para lastimar a los demás y a mí misma, fue un enorme peso quitado de mis hombros. Sentí paz y me sentí lo suficientemente limpia como para comenzar de nuevo. Regresé conmovida y comencé la universidad en Irlanda, pero lamentablemente no tuve el apoyo adecuado, y terminé nuevamente en el hospital. Encontrando el camino Al darme cuenta de que necesitaba ayuda, regresé a Italia y me uní a la Comunidad Cenacolo. No fue fácil. Todo era nuevo: el idioma, las oraciones, las personalidades diferentes, las culturas. Pero había algo auténtico en ese lugar. Nadie trataba de convencerme de nada; todos vivían su fe a través de la oración, el trabajo y la amistad verdadera, y eso los sanaba. Vivían en paz y con alegría, y era real, no algo fingido. Yo los veía todo el día, todos los días, y eso era lo que yo quería. Lo que realmente me ayudó en esos días fue la Adoración al Santísimo Sacramento. No sé cuántas veces lloré frente a la Eucaristía. No tenía a un terapeuta hablándome ni nadie me daba medicamentos, pero sentía como si me estuvieran limpiando. En la comunidad no había nada particularmente especial, excepto la presencia de Dios. Otra cosa que me ayudó mucho a salir de la depresión fue el comenzar a servir a los demás. Mientras más me enfocaba en mí misma, en mis propias heridas y problemas, más me hundía. La vida comunitaria me obligó a salir de mí misma, mirar a los demás y tratar de darles esperanza, la esperanza que estaba encontrando en Cristo. Me ayudó mucho cuando otras jóvenes llegaban a la comunidad, chicas con problemas similares a los míos o incluso peores. Las cuidaba, trataba de ser una hermana mayor e incluso a veces una madre para ellas. Empecé a pensar en lo que mi madre habría pasado conmigo cuando me autolesionaba o estaba triste. A menudo hay una sensación de impotencia; pero con la fe, aun cuando no puedes ayudar a alguien con tus palabras, puedes hacerlo de rodillas. He visto el cambio en tantas chicas y en mi propia vida gracias a la oración. No es algo místico ni algo que pueda explicar teológicamente, pero la fidelidad al rosario, la oración y los sacramentos ha cambiado mi vida y la de muchas otras personas, y nos ha dado nuevas ganas de vivir. Compartiendo mi alegría Regresé a Irlanda para estudiar enfermería; de hecho, más que una carrera, sentía profundamente que era así como quería vivir mi vida. Ahora vivo con jóvenes, algunos de los cuales están pasando por lo mismo que yo a su edad: luchando contra la autolesión, la depresión, la ansiedad, el abuso de sustancias o la impureza. Siento que es importante contarles lo que Dios hizo en mi vida, así que a veces durante la comida les digo que realmente no podría hacer este trabajo, ver todo el sufrimiento y el dolor, si no creyera que hay algo más en la vida que solo la muerte después de una enfermedad. La gente a menudo me dice: " tu nombre es Joy (Alegría), te queda perfecto; ¡eres tan feliz y sonriente!". Me río por dentro y pienso: "¡Si supieran de dónde viene!" Mi alegría surgió del sufrimiento; por eso es una alegría verdadera. Se mantiene incluso cuando hay dolor. Y quiero que los jóvenes tengan la misma alegría porque no es solo mía, es una alegría que viene de Dios, y esta disponible para que todos la puedan experimentar. Solo quiero poder compartir esta alegría infinita de Dios para que otros sepan que se puede atravesar el dolor, la miseria y las dificultades, y aún así salir de ellas, agradecidos y llenos de gozo con nuestro Padre.
By: Joy Byrne
MoreMi nueva heroína es la Madre Alfred Moes. Me doy cuenta de que no es un nombre familiar, incluso entre los católicos; pero ella debería de serlo. Ella apareció en mi radar solo hasta después de que me convertí en el obispo de la Diócesis de Winona-Rochester, donde la Madre Alfred realizó la mayor parte de su trabajo y donde además fue sepultada. Su historia está llena de un coraje sobresaliente, fe, perseverancia y un espíritu puro de determinación. Créeme, una vez que te adentres en los detalles de sus aventuras, se te vendrán a la mente un sin número de otras Madres católicas: Cabrini, Teresa, Drexel y Angélica, por nombrar algunas. La Madre Alfred nació como María Catherine Moes, en Luxemburgo, en 1828. De niña quedó fascinada con la posibilidad de hacer trabajo misionero entre los pueblos nativos de Norte América. En consecuencia, viajó con su hermana al Nuevo Mundo en 1851. Primero se unió a la escuela de Hermanas de Notre Dame in Milwaukee, pero luego se cambió con las Hermanas de la Santa Cruz en La Porte, Indiana, un grupo asociado con el Padre Sorin, fundador de la Universidad de Notre Dame. Después de haber tenido un desacuerdo con sus superiores, un hecho bastante típico para una joven tan luchadora y segura de sí misma, se dirigió hacia Joliet, Illinois, donde se convirtió en la superiora de una nueva congregación de Hermanas Franciscanas, adoptando el nombre de “Madre Alfred”. Cuando el Obispo Foley de Chicago trató de interferir con las finanzas y con los proyectos de construcción de su comunidad, ella “partió hacia pastos más verdes” en Minnesota, donde el Gran Arzobispo de Irlanda la acogió y le permitió establecer una escuela en Rochester. Fue en este pequeño pueblo del sur de Minnesota donde Dios comenzó a obrar poderosamente a través de ella. En 1883, un terrible tornado arrasó Rochester, matando a muchos y dejando a otros más sin hogar y en la indigencia. Un médico local, William Worrall Mayo, se encargó de atender a las víctimas del desastre. Abrumado por el número de víctimas, se contactó con las Hermanas de la Madre Alfred para que lo ayudaran. A pesar de que eran maestras y no enfermeras, y de que no tenían alguna capacitación formal en medicina, ellas aceptaron la misión. Justo después del desastre, la Madre tranquilamente informó al doctor Mayo que había tenido una visión en la que un hospital sería construido en Rochester, no nada más para servir a la comunidad local sino para servir a todo el mundo. Asombrado por esta propuesta totalmente irreal, el Doctor Mayo le dijo a la Madre Alfred que necesitaría recaudar la cantidad de 40,000 dólares (una cifra astronómica para la época y el lugar), para poder construir una instalación de ese tipo. Ella, a su vez, le dijo al doctor que, si lograba recaudar los fondos para construir el hospital, esperaba que él y sus dos hijos que también eran médicos, trabajaran ahí. En un corto periodo de tiempo, ella consiguió el dinero, y se estableció el hospital de Santa María. Estoy seguro de que ya habrás adivinado, que esta fue la semilla a partir de la cual crecería la poderosa Clínica Mayo, un sistema hospitalario que, de hecho, como la Madre Alfred había visualizado tiempo atrás, sirve al mundo entero. Esta intrépida monja continuó con su trabajo como constructora, organizadora y administradora, no solamente del hospital que había fundado, sino de otras instituciones del Sur de Minnesota, hasta su muerte en 1899, a la edad de 71 años. Hace apenas unas semanas, escribí acerca de la necesidad apremiante de sacerdotes en nuestra diócesis, e invité a todos a formar parte de una misión para incrementar el numero de vocaciones al sacerdocio. Con la Madre Alfred en mente, ¿podría aprovechar la ocasión para pedir más vocaciones de mujeres a la vida religiosa? De alguna manera, las últimas tres generaciones de mujeres han tenido una tendencia a ver la vida religiosa como algo indigno de ser considerado. El número de monjas se ha desplomado desde el Concilio Vaticano II, y la mayoría de los católicos, cuando se les pregunta acerca de esto, probablemente dirían que ser una hermana religiosa no es una perspectiva viable en nuestra era feminista. ¡Que tontería! La Madre Alfred, dejó su hogar siendo una mujer muy joven, cruzó el océano hacia una tierra extranjera, se convirtió en religiosa, siguió sus instintos y su sentido de misión, incluso cuando la llevó a tener conflictos con superiores poderosos, incluidos varios obispos, inspiró al Dr. Mayo a establecer el más impresionante centro médico del planeta y presidió el desarrollo de una orden de hermanas que construyeron y dotaron de personal a numerosas instituciones de salud y enseñanza. Ella fue una mujer de una extraordinaria inteligencia, empuje, pasión, coraje e inventiva. Si alguien le hubiera sugerido que estaba viviendo de una manera indigna deacuerdo a sus dones y por debajo de su valor como mujer, me imagino que ella tendría algunas palabras para responder. ¿Estas buscando una heroína feminista? Puedes quedarte con Gloria Steinem; yo me dejaré inspirar por la Madre Alfred cada día de la semana. Así que, si conoces a una joven mujer que pudiera ser una buena religiosa, que está marcada por la inteligencia, energía, creatividad y la capacidad de levantarse, comparte con ella la historia de la Madre Alfred Moes. Y dile que ella podría aspirar a ese mismo tipo de heroísmo.
By: Obispo Robert Barron
MoreEl ruido de una alarma interrumpió el sonido de la noche; me desperté con un sobresalto, y mi primera reacción fue de frustración; pero a medida que el tiempo pasaba y la alarma continuaba sonando, me di cuenta de que algo estaba mal. Más por curiosidad que por valentía, salí para dar un vistazo. Vi a mi vecino John trabajando bajo el capó de su carro, y le pregunté si escuchó la alarma; pero al parecer no le había prestado atención. Él simplemente se cruzó de brazos y dijo: “Esas cosas suenan todo el tiempo… se apagará sola en unos minutos.” Yo estaba muy confundido: “Pero ¿qué pasaría si alguien entró en la casa?”, pregunté. “En ese caso, si ellos tienen su servicio de alarma por alguna compañía, alguien tendría que venir para revisar, pero probablemente no sería nada. Como te dije, esas cosas suenan todo el tiempo por las razones más extrañas; relámpagos, carros ruidosos… y tantas cosas más.” Caminé de regreso a mi casa y me quedé observando el panel de la alarma sobre la pared cerca de nuestra puerta principal, mientras me preguntaba: “¿De qué sirve una alarma si nadie le presta atención?” ¿Cuántas veces el mensaje del Evangelio se proclama a través de los vecindarios o de las ciudades como una voz que clama en el desierto, como una alarma que anuncia un peligro inminente en medio de la noche? “Vuelvan su mirada a Dios,” nos exhorta, “arrepiéntanse y busquen su misericordia.” Muchos de nosotros simplemente nos cruzamos de brazos, damos la vuelta y continuamos “husmeando” dentro del capó de nuestros carros; contentos con nuestros estilos de vida, relaciones y en nuestra zona de confort. “¿Acaso no la escuchas?” pregunta alguien de vez en cuando; probablemente la respuesta es: “La he escuchado desde que era niño, pero no te preocupes, en algún momento sola se apaga.” “Busquen al Señor ahora que lo pueden encontrar, llámenlo ahora que Él está cerca” (Is 55,6).
By: Richard Maffeo
MoreA principios de 1900, el Papa León XIII solicitó a la congregación de Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón que fueran a los Estados Unidos para dar la atención necesaria a un número significativo de italianos que habían migrado hacia allá. La fundadora de la congregación, la Madre Cabrini, deseaba hacer una misión en China, pero obedientemente escuchó el llamado de la Iglesia y se embarcó en un largo viaje a través del mar. Como casi se ahogó cuando era niña, tenía un gran miedo al agua. Aun así, en obediencia, ella cruzó al otro lado del mar. Al llegar, ella y sus hermanas se encontraron con que su ayuda financiera no había sido autorizada y que no tenían dónde vivir. Estas fieles hijas del Sagrado Corazón perseveraron y comenzaron a servir a las personas marginadas. En pocos años, su misión entre los inmigrantes floreció tan fructíferamente que, hasta su fallecimiento, esta monja con fobia al agua realizó 23 viajes transatlánticos alrededor del mundo, fundando centros educativos y sanitarios en Francia, España, Gran Bretaña y América del Sur. Su obediencia y atención al llamado misionero de la Iglesia fueron recompensadados eternamente. Hoy en día, la Iglesia la venera como patrona de los inmigrantes y de los administradores de hospitales.
By: Shalom Tidings
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