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Aquella soleada y agradable mañana salí nuevamente como cada día rumbo a la Universidad de San Miguel en la India,
renombrada universidad de mi ciudad natal donde estaba estudiando. Poco sabía que sería un día inolvidable.
Las clases se interrumpieron abruptamente no mucho después de haber comenzado; el sindicato universitario había
declarado una “protesta” en respuesta a una decisión que había tomado el gobierno estatal. El rector declaró día libre
para los estudiantes universitarios. Los estudiantes activistas políticos salieron en bola hacia la calle atravesando los
límites del campus universitario, y comenzaron a bloquear el servicio público de transporte.
Mis compañeros de clases decidieron disfrutar el día libre y comenzaron a jugar cricket dentro del área universitaria y
yo me uní a ellos. Fue un acto de desobediencia de mi parte, porque mi padre me había instruido estrictamente salir
de la universidad lo antes posible en caso de una protesta.
Mientras disfrutábamos del juego, las cosas comenzaron a ponerse peores por todos lados. La protesta se tornó
violenta. Los estudiantes comenzaron a lanzar piedras contra los policías y éstos respondían a “macanazos”. Los
estudiantes regresaron al campus y desde allí siguieron lanzando piedras; la policía tenía prohibida la entrada al área
universitaria.
Con el paso del tiempo la situación se fue saliendo de control. Un par de oficiales policiacos tenían heridas graves.
Finalmente, la policía irrumpió en el área universitaria y los aterrados estudiantes comenzaron a correr por todas
partes. ¡No teníamos otra opción más que correr! Nosotros nos dirigimos al Seminario del “Sagrado Corazón” cerca de
la universidad, en donde las autoridades intentaron ayudarnos encerrándonos en un corredor, pero no fue suficiente.
Nos detuvieron y nos llevaron a la estación de policía. Se presentaron cargos y nos llevaron a la corte, y la corte
dictaminó prisión preventiva. Nos tomó cuatro días presentar una fianza, y dos años para que nos absolvieran de
todos los cargos. Durante ese tiempo, tuve que presentarme en la estación de policía cada semana para pasar lista, y
en la corte para escuchar audiencias casi una vez al mes.
Más tarde, cuando comencé mi camino con el SEÑOR, pude fácilmente relacionar aquel incidente con la manera en
que escuchaba y seguía al Señor. Todas las ocasiones en que le había puesto atención, habían llovido bendiciones
sobre mi vida; y las veces que no lo hice, fui víctima de una gran cantidad de tentaciones en las que finalmente había
caído. He aquí algunas de las lecciones que aprendí:
La desobediencia siempre trae una etiqueta con precio: Cuando desobedecemos a Dios pagamos un precio
por ello. Al principio quizás nos liberemos de serias consecuencias, pero si continuamos desobedeciendo,
invariablemente terminaremos pagándolo. En mi caso, no era la primera vez que desobedecía a mi padre,
pero como no tuve ningún problema grave, seguí desobedeciendo hasta que terminé pagando un alto precio.
No se trata de un castigo, sino de consecuencias naturales: “…sino que cada uno es probado por su propia
concupiscencia que le arrastra y le seduce." (Santiago 1,14). Mi padre jamás me castigó por desobedecer, sino
que intentaba evitar que me metiera en problemas. Todos los sufrimientos que padecí, fueron consecuencias
naturales de mi desobediencia. Asimismo, cuando desobedezco a Dios, los problemas que enfrento son
consecuencias naturales de mis actos, y no un castigo del cielo.
La desobediencia lastima a otros: Mi acto de desobediencia no sólo me causó sufrimiento a mí, sino a toda mi
familia. Desde el segundo día en la prisión, me recuperé de la batalla inicial y comencé a ajustarme a la vida de
la prisión. Las autoridades nos habían puesto en un solo corredor, y pasados dos días nos permitieron jugar
juegos de mesa. Comenzamos a disfrutar la vida de la cárcel, pero en casa mis padres y mis hermanos sufrían
profundamente hasta que regresé a casa. De igual manera, cuando nos alejamos de Dios por desobedecerle,
nos adaptamos rápidamente a nuestra dolorosa y penosa situación, pero el cielo estará inquieto hasta que
regresemos.
Oración:
“Abba, Padre, deseo obedecerte en todos y cada uno de los momentos de mi vida, pero muchas veces no escucho tus
palabras y fracaso. Estoy muy arrepentido, Señor, de haberte causado tanto dolor. Te pido que derrames abundantes
gracias sobre mí para que jamás vuelva a herirte. Amén.”
Antony Kalapurackal serves in the Editorial Council of Shalom Tidings. Antony lives in Brisbane with his wife Vinita and children Abiel, Ashish, and Lucina.
¿Cuál es la forma de salir del miedo, la ansiedad y la depresión? Los cristianos creemos que Dios es tres en uno. Profesamos nuestra fe en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. No obstante, conductualmente ponemos nuestro énfasis en las dos primeras personas de la Trinidad: oramos el Padre Nuestro y creemos que Él envió a su Hijo Jesús, para nuestra salvación. Y mientras reconocemos que el Espíritu Santo es el divino "Señor y dador de vida", tendemos a olvidar al Espíritu y ¡no le damos la oportunidad de darnos vida! Volvamos a ver la historia de Pentecostés y redescubramos cómo el Espíritu Santo puede ser el "Señor y dador de vida" para nosotros; porque sin el Espíritu, nuestra fe se convierte en un moralismo estéril y sin alegría. El segundo capítulo de Hechos (vs. 1-11) describe el encuentro de los apóstoles con el Espíritu Santo y cómo se comportaron después. Luego de cincuenta días de incertidumbre, algo grande estaba a punto de suceder: Jesús había confiado su misión a los apóstoles la semana anterior, pero ¿estaban listos para proclamar al Señor resucitado?, ¿podrían dejar de lado sus dudas y temores? La venida del Espíritu Santo lo cambió todo. Los discípulos ya no tuvieron miedo. Antes temían por sus vidas; ahora, estaban listos para predicar la buena nueva a todas las naciones con un fervor que no se podía suprimir. El Espíritu Santo no les quitó todas las dificultades ni las oposiciones del establecimiento religioso; pero les dotó de un dinamismo que les permitió proclamar las buenas noticias hasta los confines de la tierra. ¿Cómo sucedió esto? La vida de los apóstoles necesitaba ser cambiada radicalmente y el don del Espíritu es quien produjo ese cambio. En el Espíritu, se encontraron con la tercera persona de la Trinidad: una persona real, no solamente una fuerza, sino una persona con la que podían tener una relación. Mientras conocemos al Padre como creador, y al Hijo como redentor, llegamos a conocer al Espíritu como el santificador que nos hace santos. Es el Espíritu Santo quien hace que Jesús viva dentro de nosotros. Aun cuando Jesús ya no está físicamente presente entre nosotros, él permanece dentro de nosotros por el Espíritu Santo. Y ese Espíritu trae paz; una paz que no nos libera de problemas y dificultades, pero que nos permite encontrar paz en nuestros problemas, perseverar y esperar porque ¡sabemos que no estamos solos! La fe no es una empresa de resolución de problemas: cuando un problema desaparece, otro toma su lugar. Pero la fe nos asegura que Dios está con nosotros en nuestras luchas, y que el amor de Dios y la paz que Jesús prometió serán nuestros si los pedimos. En el mundo frenético de hoy, sobrecargado por las redes sociales y nuestros dispositivos digitales, nos encontramos arrastrados en mil direcciones, y a veces terminamos agobiados. Entonces buscamos la solución rápida, a veces recurriendo a la automedicación; desde tomar alcohol o cualquier cantidad de píldoras, hasta buscar una emoción hedonista tras otra. Durante tal inquietud, Jesús entra a nuestras vidas por del Espíritu Santo y nos dice: "¡La paz sea con ustedes!" Jesús nos arroja un ancla de esperanza. Como dice San Pablo en su carta a los Romanos, el Espíritu nos impide volver a caer en el miedo, pues nos hace darnos cuenta de que somos hijos amados de nuestro Padre celestial (cfr. Rom 8,15). El Espíritu Santo es el consolador que lleva el tierno amor de Dios al interior de nuestros corazones. Sin el Espíritu, nuestra vida católica se desmorona. Sin el Espíritu, Jesús es poco más que una interesante figura histórica; pero con el Espíritu Santo, él es el Cristo resucitado, una poderosa presencia viva en nuestras vidas, aquí y ahora. Sin el Espíritu, la Escritura es un documento muerto; pero, con el Espíritu, la Biblia se convierte en la Palabra viva de Dios, una Palabra de vida. El Dios vivo nos habla y nos renueva a través de su Palabra. El cristianismo sin el Espíritu es moralismo sin gozo; con el Espíritu, nuestra fe es la vida misma, una vida que podemos vivir y compartir con los demás. ¿Cómo podemos invitar al Espíritu Santo a nuestros corazones y almas? Una forma es recitando una oración simple: "Veni Sancte Spiritus," ("ven, Espíritu Santo"). Otra forma de profundizar nuestra relación con el Espíritu Santo es meditar sobre los siete dones del Espíritu Santo que recibimos en la confirmación; encontrar un comentario sobre la sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad y temor del Señor y esforzarnos por integrar esos dones en nuestra vida cotidiana. Una buena manera de saber si estás viviendo los dones del Espíritu es preguntarte si tu vida manifiesta los frutos del Espíritu Santo (que encontramos en la carta de Pablo a los Gálatas [5: 22-23]). Si el amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, gentileza y autocontrol están presentes en tu vida, ¡entonces sabes que el Espíritu Santo está obrando! Oración: ¡Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en nosotros el fuego de tu amor divino! Dótanos de tus dones y haz de nuestras vidas un terreno fértil que produzca una abundancia de amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, gentileza y autocontrol. Amén.
By: Deacon Jim McFadden
MoreDios responde las oraciones y, a veces, va mucho más allá de lo que jamás creímos que podría suceder... Hay un comercial de televisión popular que se transmitió durante muchos años y muestra a una persona herida que grita desesperadamente: "¡Ayuda, me he caído y no puedo levantarme!" Aunque solo son actores que venden un sistema de alerta médica que solicita ayuda en caso de emergencia, cada vez que veo ese comercial me pregunto cómo sería estar en una posición tan vulnerable y desesperada. Estar solo e incapaz de volver a levantarse después de una caída debe ser estresante y aterrador. Afortunadamente, existen empresas y dispositivos en los que podemos confiar para implementar medidas de seguridad para nosotros o nuestros seres queridos en peligro. Dilema recurrente Ese comercial me vino a la mente un día cuando estaba haciendo un exámen de conciencia en preparación para recibir el Sacramento de la Penitencia (también conocido como Reconciliación o Confesión). Después de reflexionar sobre las cosas que ofendían a Dios y que me alejaban de su presencia, era frustrante desviarme del camino de la santidad una y otra vez. Ocurrió que había cosas que necesitaba confesar que anteriormente había confesado a menudo. San Pablo habla de sus luchas con el mismo dilema. En el libro de Romanos (7:15-19) dijo: “No puedo entender mi propio comportamiento. Fallo en llevar a cabo las cosas que quiero hacer, y me encuentro haciendo las mismas cosas que odio... en lugar de hacer las cosas buenas que quiero hacer, llevo a cabo las cosas pecaminosas que no quiero.” Esta es una lucha que todos experimentamos. El Catecismo de la Iglesia Católica define esta inclinación indeseada al pecado como “concupiscencia”. Fue fácil relacionarme con el actor en el comercial porque espiritualmente me había caído y sentía que no podía volver a levantarme. Alejarme de Dios me colocó en una posición desesperada y vulnerable, privada de muchas de las gracias que Él nos ofrece. Mi relación con Dios estaba dañada y la idea de permanecer en ese estado era estresante y aterradora. Sin embargo, Jesús me ama. Él es misericordioso y ha establecido medidas de seguridad para todos los que todavía sufrimos con la inclinación indeseada al pecado. Oración incesante La iglesia a la que asistía mi familia ofrecía el Sacramento de la Penitencia una hora antes de la Misa de Vigilia del sábado por la noche. Era importante para mí confesarme el sábado porque valoraba mi relación con Dios y quería restaurarla. Le pregunté a mi esposo si se uniría a mí cuando terminaran las confesiones, para que pudiéramos asistir a Misa juntos. Para mi deleite, accedió. Fue criado como metodista y durante más de 25 años había sido mi oración incesante que Dios pusiera en su corazón el deseo de llegar a la plenitud de su fe, convirtiéndose en miembro de la Iglesia Católica. Por ahora, estaba esperando el tiempo de Dios y estaba feliz de que estuviéramos juntos. La iglesia no estaba abarrotada, así que al poco tiempo estaba arrodillada ante el sacerdote para confesar mis pecados. Confesar el pecado requiere humildad, pero el gozo de la absolución me dejó sintiéndome nueva y restaurada. Después de completar la penitencia del sacerdote, mi corazón ya no se sentía pesado por el pecado. Todo a mi alrededor y en mí estaba en silencio, mientras una sensación de paz invadía mi espíritu una vez más. Repetidamente, agradecí a Dios por Su misericordia. En un momento, suspiré con satisfacción: “Señor, no quiero estropear este momento pidiéndote nada. Solo quiero agradecerte una y otra vez. Quiero ser como el leproso que volvió para agradecerte después de que lo sanaste”. Me arrodillé allí envuelta en su santa presencia y entendí lo que realmente se siente al estar en un estado de gracia. Jesús había restaurado nuestra relación y éramos uno de nuevo. Sin embargo, estar quieta y en silencio es una virtud que es una lucha constante para mí. No pasó mucho tiempo antes de que un fuerte impulso de pedirle a Dios una sola cosa apareciera en mi cabeza. “Señor, solo una cosa y no es para mí. Por favor, dale a mi esposo el deseo de convertirse en católico. Quiero que sepa cómo se siente esto”. El tiempo de oración en silencio pasó rápidamente y no pasó mucho tiempo antes de que mi esposo se sentara a mi lado. He oído decir que cuando oras en estado de gracia, tus oraciones son escuchadas claramente por Dios. Estás tan cerca de Él que puede escuchar los susurros de tu corazón. No estoy seguro de si esa es una doctrina católica sólida, pero demuestra cuán importante es permanecer cerca de Dios. Cuando comenzó la Misa esa noche, el sacerdote dio la bienvenida a todos y nos pidió que tomáramos un momento para ofrecer nuestra Misa por cualquier intención personal que pudiéramos tener esa noche. Su incitación fue maravillosa, pero no de la forma en que solía abrir la Misa. No queriendo desperdiciar el momento, inmediatamente repetí la oración para que mi esposo entrara en la fe católica. Nunca había escuchado a ese sacerdote comenzar la misa así antes o después de esa noche. En retrospectiva, fue una buena indicación de que la respuesta de Dios a mi oración era inminente. La intención permaneció en mi corazón por el resto de la Misa y me sentí muy conectada tanto con Dios como con mi esposo. Noticias alarmantes De camino a casa, mi esposo me dijo inesperadamente que tenía algo que decirme. Fue muy bueno que él condujera, porque las siguientes palabras podrían haberme sobresaltado y haberme desviado de la carretera. “He decidido que quiero inscribirme en el programa RICA (Rito de Iniciación Cristiana de Adultos) en nuestra iglesia y ver si quiero convertirme en católico”. Aturdida, no dije nada. Pensamientos y emociones se arremolinaban en mi mente y cuerpo. Recuerdo haberle preguntado a Dios: “¿Qué estaba pasando aquí? ¿El Sacramento de la Reconciliación había aclarado la conexión para que escucharas mi oración? ¿Había sido escuchada mi intención personal de Misa? ¿Estabas realmente respondiendo mis oraciones después de todos estos años?” Después de recuperar la compostura, mi esposo y yo hablamos sobre su decisión. Habíamos asistido a Misa juntos durante todo nuestro matrimonio y para él era importante que nuestra familia fuera a una iglesia. A través de los años, había tenido muchas preguntas, pero había llegado a amar y confiar en la Iglesia Católica como su familia. El Espíritu Santo lo guió a comprender que era el momento adecuado para comprometerse plenamente a formar parte de esa familia y poder participar de todos los sacramentos y sus gracias. La siguiente Vigilia Pascual, después de haber completado el programa RICA, mi esposo finalmente fue confirmado como miembro de la Iglesia Católica, lo que nos llenó a ambos de gran alegría. Mi corazón sigue danzando de alegría, agradeciendo incesantemente a Dios por esta esperada respuesta a mi oración. ¡Más sorpresas guardadas! Pero espera hay mas! Dios sabía que le había preguntado si realmente había escuchado y respondido mis oraciones. Quería asegurarse de que yo supiera con certeza que lo había hecho, porque me esperaban más sorpresas. Dos de nuestros hijos estaban en relaciones sólidas. Ambas eran jóvenes maravillosas que habían crecido caminando con el Señor en su fe protestante. Ellas también habían sido incluidos regularmente en mis oraciones por la conversión a la fe católica, aunque no había orado específicamente por ellas esa noche. Una semana después de esa misa especial, independientemente la una de la otra, ambas jóvenes me dijeron que tenían la intención de convertirse en católicas. Sé con certeza que la decisión de mi esposo de convertirse al catolicismo no fue una mera coincidencia y como un bono adicional: esas maravillosas jóvenes ahora son mis nueras. ¡Alabado sea el Señor! No pretendo conocer la mente de Dios, ni como los 3, independientes el uno del otro, decidieron hacerse católicos. Es un milagro para mí y estoy feliz de dejarlo así. Bueno, no exactamente... una cosa más. Creo que cuando hacemos algo que daña nuestra relación con Dios, debemos ir a Él en confesión y decir que lo sentimos. Creo que cuando realmente queremos enderezar nuestra relación con Dios, Él quiere bendecirnos. Creo que la oración realmente funciona y Él quiere respondernos. Creo que Dios me ama y me bendijo no una, ni dos, sino tres veces ese sábado, pero también quería que yo supiera que Él escucha TODAS mis oraciones en TODO momento sin importar en qué estado me encuentre. Sabía que había caído y, por la concupiscencia, es probable que vuelva a caer. ¡Aleluya, hay buenas noticias! Incluso cuando no puedo entender mi propio comportamiento; incluso cuando no puedo llevar a cabo las cosas que quiero hacer, y me encuentro haciendo las cosas que odio... incluso cuando no hago las cosas buenas que quiero hacer, y llevo a cabo las cosas pecaminosas que no deseo; con la gracia de Dios y a través de Su perdón, sé que no estoy solo, no tengo que estar estresado, asustado o caído. PUEDO volver a levantarme. San Pablo, ruega por nosotros. Amén.
By: Teresa Ann Weider
MoreUna entrevista especial con el Dr. Thomas D. Jones, quien realizó cuatro misiones separadas del transbordador con la NASA. ¡En una de esas misiones, pudo llevar la Eucaristía con él! Cuéntanos cómo fue estar en el espacio mirando las estrellas y de vuelta a la Tierra. ¿Cómo impactó eso en tu fe en Jesús? Para hacer realidad mi sueño profesional de volar en el espacio, que todo astronauta espera, tuve que esperar casi 30 años. Así que mi primer vuelo fue la realización de un sueño de la infancia. Contemplar esta inmensa vista del cosmos que rodea nuestro planeta natal, me dio la oportunidad de pensar por qué estaba allí. Fue una experiencia tan emotiva ver realmente la increíble belleza del universo y nuestro planeta natal en toda su encantadora variedad, realmente impresionante. Me sentí muy agradecido con Dios por la oportunidad de estar allí físicamente, abrumado por Su gracia y Presencia. Eres conocido como uno de los astronautas que fue capaz de llevar la Eucaristía al espacio. Para todos los que somos creyentes, eso es muy inspirador. ¿Podría compartir toda esa experiencia? Sin duda fue increíble para todos los que participamos. Uno no puede ir a ningún lugar tan remoto como el espacio y olvidarse de su vida espiritual. Es la fe lo que me ayudó a tener éxito en la Tierra y esta es la misma fe con la que contaba para ayudarme a tener éxito en el espacio. En mi primer vuelo en 1994, a bordo del transbordador Endeavour, había otros dos astronautas católicos. Cuando nos reunimos para prepararnos para la misión de 11 días, hablamos de lo maravilloso que sería llevar la Eucaristía con nosotros al espacio. Entonces, debido a que Kevin Chilton, nuestro piloto en el vuelo, era un ministro extraordinario de la Sagrada Comunión, pudimos recibir el permiso de nuestro pastor para traer el Santísimo Sacramento con nosotros. Cada momento del vuelo de once días estaba muy programado, pero nuestro comandante católico, Sid Gutiérrez, pudo encontrar un lugar unos siete días después, cuando nos sentíamos cómodos con cómo iba la misión, para un servicio de Comunión de diez minutos. Entonces, ese domingo, nuestro segundo domingo en el espacio, hicimos una pausa de todos los asuntos de la misión para pasar diez minutos a solas en la cabina con el Dios que había hecho todo esto posible, y compartir la Sagrada Comunión con Él. De hecho, fue un reconocimiento de que nunca podríamos haber llegado a ese punto sin Su presencia entre nosotros. Fue realmente satisfactorio traer nuestra vida de fe al espacio y saber que Él estaba allí, físicamente, con nosotros. ¿Alguna vez te ha resultado difícil unir la Ciencia y la Fe? ¿Podría profundizar en la relación entre la ciencia y la fe? A lo largo de mi carrera profesional, he conocido a muchos científicos que son espirituales, y tienen sus propias prácticas de fe. Aquí mismo, en el norte de Virginia, he conocido a varios científicos e ingenieros católicos en mi propia iglesia que comparten una fe fuerte. Ellos creen en la Creación de Dios, y en la inspiración bíblica de cómo entendemos el universo. Creo que la mayoría de las personas tienen algunos elementos espirituales en sus vidas. He conocido astronautas que no son formalmente religiosos, pero todos se sintieron conmovidos por la experiencia espiritual de los viajes espaciales. Así que he descubierto que la mayoría de las personas están abiertas a lo que el universo y el mundo natural que nos rodea revelan en términos de cómo entendemos la Creación. Los científicos son tan curiosos, como todos los humanos, sobre la naturaleza del universo y lo que podemos aprender sobre él. Para mí, esta es una señal de que la ciencia y la espiritualidad van de la mano. Nuestra curiosidad e interés en la naturaleza y cómo funciona, cómo se arma el universo y cómo fue creado, esa curiosidad nos fue dada porque estamos hechos a semejanza de Dios. Eso es parte de Su personalidad impartida a nosotros. Así que creo que esta búsqueda de la verdad sobre el mundo natural es parte de nuestra naturaleza innata como seres humanos. Creo que la búsqueda del conocimiento es algo que le da a Dios mucho placer: ver a las criaturas que Él ha hecho buscando los secretos de cómo ha unido el universo. Eso sí, Él no está tratando de mantenerlo en secreto. Solo quiere que se revele a través de nuestros propios esfuerzos, ingenio y curiosidad. Entonces, para mí, no hay mucho conflicto entre la Ciencia y la Naturaleza y la Espiritualidad. Creo que las personas que intentan separarlos están tratando de dividir la naturaleza humana en una mitad racional y una mitad espiritual. Por supuesto, eso no se puede hacer. Una persona es un ser humano cuya naturaleza no se puede separar. En tus misiones espaciales estabas cumpliendo, en muchos sentidos, el epítome del logro humano. Hacer algo realmente grande, y sin embargo encontrar algo mucho mayor en magnitud: la gloria y la majestuosidad de la creación de Dios... ¿Cómo fue haber logrado tanto, sin dejar de reconocer tu propia pequeñez en comparación con Dios? Para mí todo cristalizó en mi última misión. Estaba ayudando a construir la estación espacial, haciendo tres caminatas espaciales para instalar un laboratorio de ciencias llamado Destiny. Cerca del final de mi última caminata espacial, estaba en la parte delantera de la estación espacial. Como estaba adelantado a nuestro horario de trabajo, el Control de Misión de la NASA me permitió pasar el rato durante unos cinco minutos por ahí. Al aferrarme al frente de la estación espacial con la punta de los dedos, pude girar para poder ver la inmensidad del espacio que me rodeaba. Miré hacia la Tierra, 220 millas directamente más allá de mis botas hasta el azul profundo del Océano Pacífico. Estaba flotando allí mirando hacia el horizonte, a mil millas de distancia, y luego el cielo infinito y negro sobre mi cabeza. A unos 100 pies sobre mí, la estación espacial brillaba como el oro con la luz del sol reflejada por sus paneles solares, mientras caíamos silenciosamente alrededor del mundo juntos. Esta increíble vista era tan increíblemente hermosa que me trajo lágrimas a los ojos. Me sentí abrumado por este sentimiento: 'Aquí estoy, un astronauta altamente entrenado en esta estación espacial, navegando alrededor de la Tierra, sin embargo, soy solo un ser humano insignificante en comparación con este vasto cosmos que existe'. Dios bajó un poco la cortina por mí, dejándome ver esa magnífica inmensidad de una manera personal. Sentí: "Sí, eres muy especial porque estás viendo este punto de vista", pero me recordó lo insignificantes que somos todos en el vasto universo que Dios ha creado. Sentirse importante y ser humillado al mismo tiempo fue un regalo de Dios. Literalmente me trajo lágrimas a los ojos mientras agradecía al Señor, emocionado de compartir este punto de vista con Él. Muy pocos humanos tienen la experiencia y el privilegio de ver la Tierra desde esa perspectiva, y todo fue gracias a Él. Hay mucha confusión en el mundo en este momento ... mucha oscuridad y sufrimiento; pero cuando miras el mundo, ya sea desde ese punto de vista único que tenías en el Espacio, o ahora en tu estado actual de vida, ¿qué te está dando esperanza? Creo que lo que me inspira es que Dios nos ha dado mentes muy curiosas. Tenemos esta curiosidad innata y eso nos ha convertido en solucionadores de problemas y exploradores. Entonces, incluso con todos los desafíos que nos acosan hoy, ya sea una pandemia, o la amenaza de guerra, o alimentar a siete mil millones de personas en todo el mundo, tenemos las habilidades que se nos han dado y estamos llamados a darles un buen uso para resolver estos problemas. Hay un vasto universo ahí fuera, lleno de recursos. Nos desafía, pero si miramos más allá de nuestro mundo natal hacia el sistema solar y el universo, hay muchas cosas de las que podemos hacer uso. Vastos recursos materiales en la Luna y asteroides cercanos pueden complementar los que encontramos en la tierra. Hay un suministro colosal de energía solar que podría cosecharse del espacio y transmitirse al mundo para ayudar a suministrar a todos la energía y la electricidad que necesitan para tener éxito. Tenemos la capacidad de protegernos de los asteroides destructivos que a menudo han golpeado la Tierra, y debido a que tenemos habilidades espaciales y las mentes para desarrollar una forma de defender nuestro planeta, podemos prevenir estos desastres naturales más terribles. Por lo tanto, no tenemos que seguir el camino de los dinosaurios si usamos las habilidades que hemos adquirido y nos ponemos a la tarea. Vivimos en un mundo que nos anima a utilizar nuestra curiosidad e inteligencia para resolver estos problemas. Así que soy muy optimista de que al aplicar nuestras habilidades y la tecnología que desarrollamos, podemos adelantarnos a todos estos desafíos. Miren la vacuna que desarrollamos este año para combatir el virus. Esa es una marca de lo que podemos hacer cuando ponemos nuestras mentes en algo, ya sea poner a un hombre en la Luna o enviar a la primera mujer a Marte. Creo que también estamos en buena forma para el futuro. El artículo se basa en la entrevista especial dada por el Dr. Thomas D. Jones para el programa Shalom World "Gloria a Dios". Para ver el episodio visite: shalomworld.org/episode/an-astronauts-faith-dr-thomas-d-jones
By: Dr. Thomas D Jones
MoreUna razón principal por la que el movimiento de los derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960 fue tan exitoso tanto moral como prácticamente fue el hecho que fue dirigido en gran medida por personas con una fuerte sensibilidad religiosa. El más notable de estos líderes fue, por supuesto, Martin Luther King. Para apreciar la sutil relación entre el compromiso religioso de King y su trabajo práctico, quisiera llamar su atención sobre dos escritos: su Carta desde la cárcel de Birmingham City y su discurso "Tengo un sueño", ambos de 1963. Mientras estaba encarcelado en Birmingham por dirigir una protesta no violenta, King respondió a algunos de sus compañeros ministros cristianos que lo habían criticado por ir demasiado rápido, esperando que el cambio social sucediera de la noche a la mañana. El ministro Bautista respondió a sus críticos de una manera tal vez sorprendente, invocando la ayuda de un teólogo católico medieval. King llamó su atención sobre las reflexiones de Santo Tomás de Aquino acerca del derecho y la ley, específicamente la teoría de Tomás de que el derecho positivo encuentra su justificación en relación con la ley natural, que encuentra su justificación en relación con la ley eterna. Tomás de Aquino quiso decir que lo que justifica a una ley práctica y cotidiana es que de alguna manera esprese los principios de la ley moral, que a su vez reflejan de la propia mentalidad de Dios. Por lo tanto, King concluyó que las leyes positivas injustas, tales como las regulaciones de Jim Crow que él mismo estaba impugnando, no son sólo leyes malas, sino que son inmorales y finalmente ofensivas para Dios. Aquí está el propio lenguaje de King: "Uno bien puede preguntarse: '¿Cómo puedes abogar por romper algunas leyes y obedecer a otras?' La respuesta está en el hecho de que hay dos tipos de leyes: justas e injustas. Yo sería el primero en abogar por obedecer las leyes justas. Uno no sólo tiene una responsabilidad legal sino moral de obedecer leyes justas". Pero entonces King contrasta esto con la obediencia a una ley injusta: "Por el contrario, uno tiene la responsabilidad moral de desobedecer las leyes injustas. Estoy de acuerdo con San Agustín en que ‘una ley injusta no es ley.’” Y al aclarar la diferencia, se dirige a Tomás de Aquino: “ahora, ¿cuál es la diferencia entre las dos? ¿Cómo se determina si una ley es justa o injusta? Una ley justa es un código hecho por el hombre que cuadra con la ley moral o la ley de Dios. Una ley injusta es un código que está fuera de armonía con la ley moral. Para decirlo en los términos de Santo Tomás de Aquino: Una ley injusta es una ley humana que no está arraigada en la ley eterna y en la ley natural". Esto no es un asunto piadoso; más bien, revela lo que dio al movimiento de King su justificación y propósito. La misma dinámica estuvo en exhibición seis meses después, cuando King se dirigió a la multitud que se había reunido en el Lincoln Memorial para la marcha en Washington. No estaba dando un sermón, sino que estaba dando un discurso político, abogando por un cambio social en un lugar público. Pero pongan atención al lenguaje que usó: “Yo tengo el sueño de que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del Señor será revelada y toda la carne la verá al unísono”. Estaba directamente relacionando la revolución social que estaba defendiendo con la visión mística del profeta Isaías. Y escucha la magnífica conclusión del discurso en el que mezcla ingeniosamente la letra de una canción patriótica americana con la letra de una canción que él y su familia cantaron en la iglesia: “y cuando esto suceda, y cuando permitamos que suene la libertad, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, podrán unir sus manos y cantar las palabras del viejo Negro espiritual: ¡por fin libre! ¡por fin gratis! Gracias a Dios Todopoderoso, ¡por fin somos libres!" Una vez más, en la lectura de King, lo políticos anida dentro de lo moral, que anida dentro de lo sagrado. Martin Luther King derivó de su herencia religiosa no sólo la metafísica que le informó de su activismo social, sino también del método no violento que él empleó. Lo que Jesús revela en la retórica del Sermón de la Montaña ("Amen a sus enemigos"; "bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan";“Si alguien les golpea en la mejilla derecha, prestenle también la mejilla isquierda ”; etc.) y aún más sorprendente en sus palabras de perdón en la cruz es que el camino de Dios es el camino de la paz, la no violencia y la compasión. Como cristiano, King sabía que reaccionar a la opresión con violencia sólo exacerbaría las tensiones dentro de la sociedad. Resume este principio en uno de sus sermones más conocidos: “devolver el odio multiplica el odio, añadir más oscuridad a una noche ya borra las estrellas. La oscuridad no puede sacar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo. El odio no puede sacar al odio; solo el amor puede hacerlo”. Dentro de los límites de este breve artículo, no puedo empezar a abordar adecuadamente la agitación social que se está produciendo en nuestra cultura hoy. Pero diré simplemente lo siguiente: Es indudable que hay graves déficits morales en nuestra sociedad que deben ser abordados, pero la mejor manera de hacerlo es desde un marco moral y finalmente religioso. Que el modelo de liderazgo de Martin Luther King en este sentido sea un ejemplo a seguir.
By: Bishop Robert Barron
MoreEl coronavirus está causando estragos en nuestro mundo hoy; Pero ¿existe un virus más mortal que este? Mientras escribo esto, casi todo el mundo está en las garras de un virus que ha paralizado a la humanidad. ¿Quién hubiera pensado que en esta era de avances tecnológicos, con descubrimientos científicos diarios, un virus vendría a tomarnos por sorpresa? O que, en tiempos donde la humanidad ha llegado a planetas vecinos, ¿quién hubiese imaginado que nuestros planes de vida y nuestro futuro juntos en la Tierra podría verse tan afectado que nos obligaría a adoptar un estilo de vida tan inferior a lo que estábamos acostumbrados? El año 2020 a penas está en su primera mitad, pero Australia (lugar en el que vivo) ya ha sufrido eventos desastrosos que han culminado en la crisis actual. El año empezó con incendios forestales catastróficos que arrasaron con gran cantidad de terreno, mataron a numerosas personas y animales y destruyeron muchas casas y propiedades. El humo oscureció nuestros cielos, se introdujo en nuestros hogares e incluso interfirió con eventos deportivos. Justo cuando estábamos empezando a recuperarnos de eso, fuimos golpeados por tormentas y fuertes lluvias, que causaron granizadas e inundaciones repentinas. Y justo cuando pensamos que podíamos empezar a seguir adelante, el coronavirus invadió nuestras vidas. Ahora, todos estamos soportando las estrictas restricciones, que están afectando nuestra economía, nuestras comunidades, nuestra educación y nuestro acceso a los sacramentos. La humanidad está asustada y aunque muchos aun intentan demostrar valentía, todos estamos conscientes de que algunos no viviremos para ver un mañana. Actualmente, gran parte del mundo está en una situación similar a una guerra. Algunos están luchando para conseguir papel higiénico, almacenar comida para meses y aislarse de cualquier contacto físico. Todos los lugares públicos, excepto algunos servicios esenciales están cerrados y Nueva York – el centro de negocios internacionales- está bajo supervisión de la guardia Nacional. Este es un tiempo extraordinariamente difícil para los líderes de todas las naciones, que se aventuran en terrenos desconocidos. Algunos de ellos incluso han contraído el virus. El virus, y todas las restricciones que ha causado, solo puede dañarnos física y psicológicamente. La Escritura nos enseña que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, así que debemos protegerlo y cuidarlo, pero Jesús nos recuerda que no debemos temerle a aquello que solo daña al cuerpo. Nuestras almas son valiosas ante Dios y viven eternamente. Jesús vino a un mundo que solo se enfocaba en la vida terrena y las cosas materiales para demostrarnos que la vida espiritual es más importante que todo lo demás. La carne puede fallecer, pero el alma vivirá eternamente. El virus que realmente ha paralizado a la humanidad hoy es el PECADO. Ningún otro virus ha causado mayor daño que el pecado, el cual nos ha lisiado y degenerado tanto, que muchos ya son muertos vivientes, vidas vacías, cumpliendo ningún otro propósito salvo el de entretenerse a sí mismos. El pecado nos ha distanciado de Dios, oscurecido nuestras mentes, endurecido nuestros corazones, ensordecido nuestros oídos, cegado nuestros ojos y enfermado nuestras almas. Esto es mucho más terrible que no poder movilizarse libremente ni hacer lo que queramos. Podríamos enfrentar una eternidad separados de todo lo que es bueno, a menos que cambiemos nuestro camino. Jesús tomó el yugo de los pecados de la humanidad y murió por todos nosotros, para que podamos vivir junto a Él para siempre. Así que no debemos temer a la muerte si aceptamos Su salvación y Lo seguimos diariamente. Todos moriremos algún día, y como nuestra esperanza está puesta en Jesús, nos podemos alegrar cuando acerque la hora de nuestra muerte. Así que si eres cristiano, este es el momento para demostrar tu fe, para confiar plenamente en la vida que Jesús ya ha ofrecido y preparado para nosotros. Este es el tiempo en que la Iglesia enseña a recibir la comunión espiritual. El corazón de un cristiano debe estar lleno de alegría en este tiempo porque nada nos puede separar del amor de Cristo. Como dice San Pablo “Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” Filipenses 1:21. Ahora debemos, sin excusa, orar pidiendo misericordia y perdón para nuestros hermanos y hermanas que no conocen a Jesús y no lo han aceptado como su Señor y Salvador, y no se dan cuenta de la alegría que contiene esta relación. Debemos también hacer todo lo posible para ayudar a aquellos que están a nuestro alrededor, inspirados por el Espíritu Santo a realizar obras de caridad. Si solo tienes una relación superficial con Dios, este es tu momento para buscarlo en lo profundo de tu corazón, donde Cristo te espera. Ahí es donde Él siempre te ha buscado. En vez de llenar tu tiempo libre con cosas vacías durante esta cuarentena, busca la oportunidad para pasar tiempo en silencio, leer la Biblia y permitirle a Su palabra hacerse vida en tu vida. No hay mejor tiempo que este para pedirle perdón a aquellos a quienes hemos ofendido. Jesús declara que Él es el camino, la verdad y la vida. Esto significa que si estás buscando la verdad, todos los caminos te llevarán a Jesucristo. ¿Estás buscando la verdad, o te conformas con las migajas que caen de la mesa? Si eres de aquellos que dependen solo de sus buenas obras o no buscas nada en concreto, este es su momento para reflexionar en tu vida personal y darle tu alma y corazón a Jesús. “Haz la prueba y verás lo bueno que es el Señor” Salmos 34:8. Preparémonos, porque nuestro último día vendrá cuando menos lo esperemos. Podría ser cuando Jesús regrese con gloria para reunir a todos los que lo aman y lo siguen. O podría venir en cualquier momento antes de eso. Chris Hadfield (el primer canadiense en ir al espacio) dice que “los astronautas no van al espacio con los dedos cruzados” y que “mientras más conoces, menos temes”. Te invito a que pases este tiempo, en el que están distanciado de tus amigos y actividades, para que renueves tu amistad con Jesucristo, el Hijo de Dios, porque conocerlo es conocer la verdad (Juan 8:32) y tener vida eterna (Juan 17:3). Reconozcamos que el virus que realmente nos aflige es el pecado. Permitámosle a Jesús que se apodere de nuestras vidas, nos libre del pecado y nos lleve a la vida eterna.
By: Cyril Abraham
MoreLa semana pasada tuve la alegría de hablar el Día de la Juventud, en el Congreso de Educación Religiosa de Los Ángeles. Mi audiencia era alrededor de cuatrocientos estudiantes de secundaria de todo el país; y mi tema, a petición de los organizadores del congreso, era la relación entre religión y ciencia. Sabían, como he estado argumentando durante años, que una de las principales razones por las que muchos jóvenes se están desafiliando de nuestra Iglesia es el supuesto conflicto entre la ciencia y la fe. Le dije a mi joven audiencia que esta "guerra" es de hecho una fantasía, una ilusión, el fruto de un trágico malentendido. E intenté mostrar esto analizando cuatro temas, que resumiré brevemente en este artículo. Primero, en un sentido muy real, las ciencias físicas modernas provienen de la religión. Los grandes fundadores de la ciencia —Kepler, Copérnico, Galileo, Newton, Descartes, etc.— fueron, sin excepción, formados en escuelas y universidades patrocinadas eclesialmente. Fue bajo la tutela de la Iglesia que aprendieron la física, astronomía y matemáticas que desarrollaron. Más específicamente, aprendieron en esas instituciones dos verdades esencialmente teológicas, necesarias para el surgimiento de las ciencias experimentales; a saber, que el universo no es Dios y que el universo, en cada rincón y grieta, está marcado por la inteligibilidad. Si la naturaleza fuera divina, como de hecho es considerada por muchas religiones, filosofías y misticismos, entonces nunca podría ser materia apta para la observación, el análisis y la experimentación. Y si la naturaleza fuera simplemente caótica, vacía de forma, nunca revelaría las armonías y las inteligibilidades modeladas que los científicos buscan de buen grado. Cuando se obtienen estas dos verdades, las cuales están en función de la doctrina de la creación, las ciencias pueden ponerse en marcha. En segundo lugar, podemos ver que cuando la ciencia y la teología se entienden correctamente, no están en conflicto; esto debido a que no están compitiendo por la primacía en el mismo campo de juego, como equipos de fútbol opuestos. Utilizando el método científico, las ciencias físicas estudian eventos, objetos, dinámicas y relaciones humanas dentro del orden empíricamente verificable. La teología, empleando un método completamente diferente, estudia sobre Dios y las cosas de Dios; y Dios no es un objeto en el mundo, no es una realidad circunscrita dentro del contexto de la naturaleza. Como dijo Tomás de Aquino, Dios no es ens summum (ser más elevado), más bien es ipsum esse (el acto de ser como tal); es decir, Dios no es un ser entre los seres, sino la razón por la que de hecho hay un universo empíricamente observable. En este sentido, Dios es como el autor de una novela enriquecida y compleja. Charles Dickens nunca aparece como personaje en alguna de sus extensas narrativas; aún así, él es la razón por la que cualquiera de esos personajes existe. En consecuencia, las ciencias, como tales, no pueden adjudicarse la resolución de los cuestionamientos sobre la existencia de Dios ni hablar sobre su actividad o atributos. Se requiere otro tipo de racionalidad, que no compita con el razonamiento científico, para la determinación de esos asuntos. Y esto me lleva a mi tercer punto: el cientificismo no es ciencia. Tristemente desenfrenado hoy en día, especialmente entre los jóvenes, el cientificismo es la reducción de todo el conocimiento a la forma científica del conocimiento. El innegable éxito de las ciencias físicas y la extraordinaria utilidad de las tecnologías a las que han dado lugar, han producido en la mente de muchos esta convicción, pero esto representa un trágico empobrecimiento. Un químico podría decirnos la composición química de las pinturas que Miguel Ángel usó en el techo de la Capilla Sixtina, pero no podría, como científico, decirnos nada sobre lo que hizo de esa obra de arte algo tan hermoso. Un geólogo podría hablarnos sobre la estratificación de la tierra debajo de la ciudad de Chicago, pero jamás podría explicarnos como científico si esa ciudad está siendo gobernada justa o injustamente. No hay rastro del método científico en Romeo y Julieta, pero ¿quién sería tan ingenuo como para afirmar que esa obra no nos habla sobre la verdadera naturaleza del amor? De manera similar, los grandes textos de la Biblia y la tradición teológica no son "científicos"; sin embargo, nos hablan de las verdades más profundas sobre Dios, creación, pecado, redención, gracia, etc. Tanto la causa como el efecto del cientificismo, tristemente, es la atenuación de las artes liberales en nuestras instituciones de educación superior. Hoy en día, en lugar de apreciar la literatura, historia, filosofía y religión como conductos de la verdad objetiva, muchos los relegan a la arena del sentimiento subjetivo o los someten a una crítica ideológica que los hace ver marchitos. Mi cuarto y último punto es el siguiente: Galileo es un párrafo en un capítulo de un libro muy largo. El gran astrónomo es a menudo invocado como el santo patrón de los científicos heroicos que luchan por liberarse del oscurantismo y la irracionalidad de la religión. La censura de sus libros por parte de la Iglesia, y el virtual encarcelamiento del gran científico a instancias del Papa, se toma como el oscuro paradigma de la relación Iglesia/ciencia. Obviamente, el episodio de Galileo no fue el mejor momento de la Iglesia; de hecho, Juan Pablo II expresando una verdadera contrición, se disculpó explícitamente por ello. Pero usarlo como la lente para observar el juego entre la fe y la ciencia es crucialmente inadecuado. Han existido, desde los primeros días de las ciencias modernas, miles de personas profundamente religiosas involucradas en la investigación y desarrollo científico. Por nombrar solo algunos: Copérnico, cosmólogo revolucionario y dominico de la tercera orden; Nicolás Steno, el padre de la geología y obispo de la Iglesia; Luis Pasteur, uno de los fundadores de la microbiología y un devoto laico católico; Gregorio Mendel, padre de la genética moderna y fraile agustino; Georges Lemaitre, formulador de la teoría del Big Bang sobre el origen del cosmos y sacerdote católico; Mary Kenneth Keller, la primera mujer en los Estados Unidos en recibir un doctorado en ciencias de la computación y hermana religiosa católica. Creo que es justo decir que todas estas personalidades de la ciencia entendieron los puntos fundamentales que he expuesto en este artículo y, por lo tanto, contemplaron que sí podían dedicarse por completo tanto a su ciencia como a su fe. En conclusión, podría instar especialmente a los científicos católicos de hoy —investigadores, médicos, físicos, astrónomos, químicos, etc.— a hablar con los jóvenes sobre este tema. Díganles por qué la supuesta guerra entre la religión y la ciencia es de hecho una ilusión, y aún más importante, muéstrenles cómo ustedes han reconciliado la ciencia y la religión en su propia vida. Simplemente no podemos permitir que esta tonta justificación para la desafiliación se mantenga.
By: Bishop Robert Barron
MoreLa pregunta del por qué El físico Christian Simon de 33 años, fue un ateo por largo tiempo; así que esperaba que todas las respuestas a las preguntas apremiantes de la vida vinieran de la ciencia, hasta que se encontró con sus límites. Crecí católico, recibí todos los sacramentos como es costumbre y también fui muy devoto cuando era niño. Desafortunadamente, con el tiempo desarrollé una terrible y falsa imagen de Dios: Dios como un juez severo que arroja a los pecadores al infierno; además, muy distante y sin un verdadero interés en mí. Dudaba mucho que para Dios fuera importante mi bienestar. En mi juventud, incluso me convencí cada vez más, que Dios tenía algo en contra mía. Imaginé que él actuaba haciendo siempre exactamente lo contrario a lo que yo pedía. En algún punto nuestra relación terminó para mí. No quería saber nada más acerca de Dios. Religión: Cosa de raritos A los 18 años, estaba convencido de que Dios no existía. Para mí, solo contaba lo que podía experimentar con mis sentidos o lo que podía medirse por las ciencias naturales. La religión, parecía ser solo algo para bichos raros que tenían demasiada imaginación o simplemente estaban totalmente adoctrinados y nunca habían cuestionado su fe. Estaba convencido de que, si todos fueran tan inteligentes como yo, nadie creería en Dios. Después de trabajar varios años por mi cuenta, comencé a estudiar física a los 26 años. Estaba muy interesado en cómo funciona el mundo y esperaba encontrar mis respuestas en la física. ¿Quién podría culparme? La física puede parecer muy misteriosa con sus matemáticas increíblemente sofisticadas que muy pocas personas en el mundo pueden entender. Es fácil tener la idea de que, si pudieras descifrar estos formularios y símbolos codificados, se abrirían horizontes inimaginables de conocimiento, y que literalmente cualquier cosa sería posible. Después de estudiar todo tipo de subcampos de la física e incluso de familiarizarme con la física fundamental más actualizada, me senté a trabajar en mi tesis de maestría sobre un tema teórico abstracto; uno que no me convencía de que alguna vez fuera a tener relación con el mundo real. Finalmente me estaba dando cuenta de los límites de la física: el objetivo más alto que la física podría alcanzar sería una completa descripción matemática de la naturaleza. Y eso es de por sí un pensamiento muy optimista. En el mejor de los casos, la física puede describir cómo funciona algo, pero nunca por qué funciona exactamente en la forma que lo hace y no de manera diferente. Pero esta pregunta sobre el por qué me atormentaba en ese momento. La Probabilidad de Dios Por razones que no puedo explicar satisfactoriamente, en otoño de 2019 me envolvió la enorme duda sobre la existencia de Dios. Esta era una duda que me había asaltado de vez en cuando, pero esta vez no me dejaba ir. Exigía una respuesta, y no me detendría hasta encontrarla. No hubo una experiencia clave o golpe del destino que me hubiera llevado a ella. Incluso el coronavirus no era un problema para mí en ese momento. Durante medio año, todos los días devoré todo lo que pude encontrar sobre el tema de "Dios". Durante ese tiempo prácticamente no hice nada más; tanto así me cautivó la pregunta. Quería saber si Dios existía y qué tenían que decir las diversas religiones y cosmovisiones al respecto. Al hacerlo, mi enfoque fue muy científico. Pensé que una vez que hubiera recopilado todos los argumentos y pistas, eventualmente podría determinar la probabilidad sobre la existencia de Dios; si fuera mayor al 50 por ciento, entonces creería en Dios, de lo contrario no. Bastante simple, ¿no es así? ¡La verdad es que no! Durante este intenso período de investigación, aprendí una cantidad increíble. Primero, me di cuenta de que no alcanzaría mi meta solamente con razonamientos. Segundo, había pensado hasta el final las consecuencias de una realidad sin Dios. Inevitablemente llegué a la conclusión de que en última instancia, en un mundo sin Dios, nada tendría sentido. Ciertamente, uno podría dar sentido incluso a su propia vida; pero ¿qué sería eso sino una ilusión, una presunción, una mentira? Desde un punto de vista puramente científico, sabemos que en algún momento se apagarán todas las luces en el universo. Si no existe nada más allá de eso, ¿qué diferencia hacen mis pequeñas y grandes decisiones?; de hecho, ¿cualquier cosa? Ante esta triste perspectiva de un mundo sin Dios, en la primavera del 2020 decidí darle una segunda oportunidad. ¿Qué mal podría causar simplemente fingir que creía en Dios por un tiempo y probar haciendo todo lo que hacen las personas que creen en Dios? Así que traté de orar, asistí a los servicios de la iglesia y solo quería saber cómo repercutiría eso en mí. Por supuesto, mi apertura básica a la existencia de Dios no me había convertido aún en un cristiano; después de todo, había otras religiones. Pero mi investigación me había convencido rápidamente de que la resurrección de Jesús era un hecho histórico. Para mí, la autoridad de la Iglesia, así como de las Sagradas Escrituras, se derivan de eso. Prueba de Dios Entonces, ¿cómo resultó mi experimento de "fe"? El Espíritu Santo despertó mi conciencia de sus años de hibernación. Me dejó muy claro que necesitaba cambiar radicalmente mi vida y me recibió con los brazos abiertos. Básicamente, mi historia está en la parábola bíblica del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32). Recibí el sacramento de la reconciliación por primera vez con todas mis fuerzas. Hasta el día de hoy, después de cada confesión, me siento como si hubiera renacido. Siento esto por todo mi cuerpo: el alivio, el amor desbordante de Dios que lava todo nubarrón del alma. Esta experiencia por sí sola es una prueba de Dios para mí, ya que supera con creces cualquier intento de explicación científica. Además, Dios me ha regalado una plétora de grandes encuentros en los últimos dos años. Justo al principio, cuando comencé a asistir a los servicios de la Iglesia, conocí a una persona que representó para mí la ayuda perfecta ante la situación de dudas y problemas que atravesaba en ese momento. Hasta el día de hoy, él es un buen y fiel amigo. Desde entonces, casi todos los meses he conocido a personas increíbles, que me han ayudado mucho en mi camino hacia Jesús, ¡y este proceso aún continúa! "Felices coincidencias" como éstas se han acumulado hasta un punto tan abrumador, que ya no soy capaz de creer en las coincidencias. Hoy, he centrado completamente mi vida en Jesús. Por supuesto, ¡fallo en eso todos los días! Pero también me levanto cada vez. ¡Gracias a Dios que Dios es misericordioso! Lo conozco un poco mejor cada día y se me permite dejar atrás al viejo cristiano Simón. Esto a menudo es muy doloroso, pero siempre es sanador y me fortalece. Recibir regularmente la Eucaristía ha contribuido en gran medida a mi fortalecimiento. Para mí, una vida sin Jesús hoy en día es inimaginable. Lo busco en la oración diaria, la alabanza, las escrituras, el servicio a los demás y los sacramentos. Nadie me ha amado como él lo hace; y a él pertenece mi corazón, para siempre.
By: Christian Simon
MoreTodos hemos llorado incontables lágrimas a lo largo de nuestra vida. Pero ¿sabías que Dios ha recolectado cada una de ellas? ¿Por qué lloramos? Lloramos porque estamos tristes o hartos. Lloramos porque estamos heridos y solos. Lloramos porque hemos sido traicionados o desilusionados. Lloramos porque nos arrepentimos, nos preguntamos por qué, cómo, dónde, qué. Lloramos porque... bueno, ¡a veces ni siquiera sabemos por qué estamos llorando! Si alguna vez has cuidado a un bebé, conoces el estrés de tratar de entender por qué el niño está llorando, ¡especialmente después de haberlo alimentado, cambiado, ponerlo a dormir una siesta! A veces solo quieren estar en tus brazos. En ocasiones, del mismo modo nosotros también solo queremos ser sostenidos en el abrazo de Dios, pero somos conscientes de nuestra pecaminosidad que parece distanciarnos de él. De Los Ojos Al Corazón De Dios Las escrituras nos dicen que incluso Jesús lloró: "Y Jesús lloró" (Juan 11:35); el versículo más corto del Evangelio abre una ventana al corazón de Jesús. En Lucas 19: 41-44 aprendemos que Jesús “derramó lágrimas sobre Jerusalén” porque sus habitantes “no reconocieron el tiempo de su visitación". En el libro del Apocalipsis, encontramos que Juan "lloró amargamente" porque no había nadie apto para abrir el pergamino y leerlo (Apocalipsis 5:4). Esta conciencia de la condición humana puede limitar nuestra capacidad de captar la plenitud de la vida que Dios ofrece continuamente a cada uno de nosotros. Apocalipsis 21:4 nos recuerda que “Dios enjugará toda lágrima”; sin embargo, el Salmo 80, 5 dice que el Señor “los ha alimentado con el pan de lágrimas y los ha hecho beber lágrimas en gran medida”. Entonces, ¿cuál de las dos?: ¿Quiere Dios secar las lágrimas y consolarnos, o quiere hacernos llorar? Jesús lloró porque hay poder en las lágrimas; hay solidaridad en las lágrimas. Porque ama tanto a cada persona que no puede soportar la ceguera que nos impide aceptar las oportunidades que nos da para estar cerca de él, para ser amados por él y experimentar su gran misericordia. Jesús se sintió abrumado por la compasión cuando vio a Marta y María sufrir la pérdida de su hermano Lázaro. Pero sus lágrimas también pueden haber sido una respuesta a la profunda herida del pecado que causa la muerte. La muerte ha consumido la creación de Dios desde el tiempo de Adán y Eva. Sí, Jesús lloró... por Lázaro y por sus hermanas. Sin embargo, durante esta dolorosa experiencia, Jesús realiza uno de sus mayores milagros: "¡Sal!", dice, y su buen amigo Lázaro sale de la tumba. El amor siempre tiene la última palabra. Otra hermosa Palabra que habla sobre las lágrimas y ofrece una imagen que atesoro, se encuentra en el Salmo 56:9: "Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu frasco; ¿acaso no están en tu libro?" Nos llena de humildad y consuelo pensar que el Señor recoge nuestras lágrimas. Son preciosas para el Padre; pueden ser una ofrenda a nuestro Dios misericordioso. Oraciones Sin Palabras Las lágrimas pueden sanar el corazón, limpiar el alma y acercarnos a Dios. En su gran obra maestra, “El Diálogo”, Santa Catalina de Siena dedicó un capítulo entero al significado espiritual de las lágrimas. Para ella, las lágrimas expresan "una sensibilidad exquisita, profunda, una capacidad de conmoción y de ternura”. En su libro, “Discerniendo corazones”, el Dr. Anthony Lilles dice que Santa Catalina "presenta esos afectos santos como la única respuesta adecuada al gran amor revelado en Cristo crucificado. Estas lágrimas nos alejan del pecado y nos llevan al corazón mismo de Dios". Recordemos a la mujer que ungió los pies de Jesús con precioso nardo, los lavó con sus lágrimas y los secó con su cabello. Su dolor es real, pero también lo es su experiencia de ser infinitamente amada. Nuestras lágrimas nos recuerdan que necesitamos a Dios y a los demás caminando con nosotros al peregrinar en la vida. Las situaciones de la vida pueden hacernos llorar, pero a veces esas lágrimas pueden regar las semillas de nuestra felicidad futura. Charles Dickens nos recordó que "nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son lluvia sobre el polvo cegador de la tierra, que cubre nuestros duros corazones". A veces, las lágrimas son el único puente para que lleguemos a Dios, para pasar de la muerte a la vida, de la crucifixión a la resurrección. Cuando Jesús se encontró con María Magdalena el día de la resurrección, le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras?" Pero pronto, él transformó sus lágrimas en una explosión de alegría pascual al mandarla a ser la primera persona en llevar el mensaje de su resurrección. A medida que continuemos nuestro peregrinaje, a veces luchando por comprender la locura de la Cruz, podremos llorar por aquellas cosas que hacen llorar a Jesús: guerra, enfermedades, pobreza, injusticia, terrorismo, violencia, odio, por cualquier cosa que menosprecie a nuestros hermanos y hermanas. Lloramos con ellos; lloramos por ellos. Y cuando las lágrimas se precipiten sobre nosotros en los momentos más inesperados, podremos descansar en la paz de saber que nuestro Dios tomará en sus manos cada lágrima con gentileza y cuidado. Él conoce cada lágrima y sabe qué la causó. Él las recoge y las mezcla con las lágrimas divinas de su Hijo. ¡Un día, unidos a Cristo, nuestras lágrimas serán lágrimas de alegría!
By: Sister M. Louise O’Rourke
MoreAlgunas veces las pequeñas cosas de la vida nos pueden enseñar valiosas lecciones. Recientemente una amiga compartió una historia interesante. Ella y su esposo estaban manejando en una incómoda y calurosa tarde, por lo que decidieron encender el aire acondicionado que no habían utilizado en todo el invierno. Inmediatamente un hedor horrible llenó el auto. Era tan desagradable que mi amiga empezó a sentir náuseas. Apenas pudo decir a su esposo: “¡Rápido, apágalo, huele como que algo murió aquí!”. Él apagó el aire acondicionado y abrió las ventanas para eliminar el mal olor. Al llegar a casa, su esposo comenzó a investigar. Empezó buscando en el filtro del aire y eso fue suficiente; allí encontró a un ratón acurrucado, muerto. Debido a que el ratón había muerto durante el invierno, el olor no los había molestado hasta que comenzó el deshielo de la primavera. El esposo de mi amiga sacó al ratón junto con su nido y encendió el aire acondicionado hasta que el hedor se fue por completo. Maneras en las que habla Dios Una historia así me hace pensar en las parábolas. En los evangelios, Jesús acostumbraba a usar ejemplos del día a día para enseñarle a la gente cómo vivir y cómo revelar las verdades sobre ellos mismos y el Padre. Job 33:14 dice: "Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso." Me esfuerzo en ser una persona que pone atención al Señor; por lo que tengo el hábito de preguntarle: “Señor, ¿estás tratando de enseñarme algo con esto que estoy pasando? ¿Cuál es el mensaje aquí?” Mientras reflexionaba sobre el ratón escondido en el auto de mis amigos y del hedor que causó, pensé en cómo algunas cosas en nuestra vida permanecen escondidas y de pronto aparecen y se convierten en un problema inesperado. El no querer perdonar o el resentimiento son buenos ejemplos. Estas emociones, como el roedor en descomposición, a menudo permanecen latentes en nosotros sin que nos demos cuenta. Entonces un día se activa un interruptor emocional y el hedor inunda el ambiente. Guardar resentimientos o no perdonar, o cualquier otra emoción negativa puede traer serias consecuencias. Infectan y causan estragos en nuestras mentes, corazones y nuestras relaciones interpersonales. A menos que lidiemos con la fuente, esto nos causará un gran daño. ¿Qué hay dentro? Entonces, ¿cómo podemos darnos cuenta si existe algún apestoso roedor escondido en nuestros corazones? Un método excelente nos los muestra San Ignacio de Loyola, quien nos aconseja prestar atención a las profundas mociones de nuestra alma; un método que él llama “discernimiento de espíritus”. Así que pregúntate: “¿Qué me agita o inquieta?, ¿qué me llena de alegría, paz y contentamiento?” Para “discernir” espíritus en nuestras vidas, primero debemos reconocer que hay espíritus en nuestras vidas – buenos y malos. Nosotros tenemos tanto un Abogado como un enemigo. Nuestro Abogado, el Espíritu Santo, nos inspira y guía hacía la plenitud y la paz. El enemigo de nuestras almas, Satán, el acusador, es un mentiroso y ladrón que quiere “robar, matar y destruir” (Juan 10:10). San Ignacio recomienda que pasemos tiempo cada día en reflexión silenciosa para reconocer qué es lo que se mueve en nuestro interior, así como invitar al Señor a ayudarnos a reflexionar y revisar: “¿Estoy ansioso, calmado, feliz, inquieto? ¿Qué está causando estas mociones? ¿Necesito actuar… Perdonar a alguien… Arrepentirme de algo y asistir a la confesión? ¿Necesito dejar de quejarme y ser más agradecido?” Prestar atención con la ayuda de Dios a estas profundas mociones de nuestros corazones, nos facilitará identificar áreas problemáticas que requieren nuestra atención, para que no puedan sorprendernos en el futuro. Mis amigos tomaron acción sólo después de haberse dado cuenta que algo apestaba. Y al lidiar rápidamente con el problema fueron capaces de disfrutar un aire limpio y fresco en su vehículo por el resto del verano. Si nos tomáramos un tiempo de silencio cada día con el Señor y le pidiéramos que nos revelara lo que está “apagado” en nuestro espíritu, él nos lo mostraría y nos enseñaría cómo manejarlo. Entonces el aire fresco del Espíritu Santo podrá fluir entre nosotros y traer alegría y libertad a nuestras vidas y relaciones interpersonales.
By: Ellen Hogarty
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