Evangelizar
El virus que paralizó al mundo
El coronavirus está causando estragos en nuestro mundo hoy;
Pero ¿existe un virus más mortal que este?
Mientras escribo esto, casi todo el mundo está en las garras de un virus que ha paralizado a la humanidad. ¿Quién hubiera pensado que en esta era de avances tecnológicos, con descubrimientos científicos diarios, un virus vendría a tomarnos por sorpresa? O que, en tiempos donde la humanidad ha llegado a planetas vecinos, ¿quién hubiese imaginado que nuestros planes de vida y nuestro futuro juntos en la Tierra podría verse tan afectado que nos obligaría a adoptar un estilo de vida tan inferior a lo que estábamos acostumbrados?
El año 2020 a penas está en su primera mitad, pero Australia (lugar en el que vivo) ya ha sufrido eventos desastrosos que han culminado en la crisis actual. El año empezó con incendios forestales catastróficos que arrasaron con gran cantidad de terreno, mataron a numerosas personas y animales y destruyeron muchas casas y propiedades. El humo oscureció nuestros cielos, se introdujo en nuestros hogares e incluso interfirió con eventos deportivos. Justo cuando estábamos empezando a recuperarnos de eso, fuimos golpeados por tormentas y fuertes lluvias, que causaron granizadas e inundaciones repentinas. Y justo cuando pensamos que podíamos empezar a seguir adelante, el coronavirus invadió nuestras vidas. Ahora, todos estamos soportando las estrictas restricciones, que están afectando nuestra economía, nuestras comunidades, nuestra educación y nuestro acceso a los sacramentos. La humanidad está asustada y aunque muchos aun intentan demostrar valentía, todos estamos conscientes de que algunos no viviremos para ver un mañana.
Actualmente, gran parte del mundo está en una situación similar a una guerra. Algunos están luchando para conseguir papel higiénico, almacenar comida para meses y aislarse de cualquier contacto físico. Todos los lugares públicos, excepto algunos servicios esenciales están cerrados y Nueva York – el centro de negocios internacionales- está bajo supervisión de la guardia Nacional. Este es un tiempo extraordinariamente difícil para los líderes de todas las naciones, que se aventuran en terrenos desconocidos. Algunos de ellos incluso han contraído el virus.
El virus, y todas las restricciones que ha causado, solo puede dañarnos física y psicológicamente. La Escritura nos enseña que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, así que debemos protegerlo y cuidarlo, pero Jesús nos recuerda que no debemos temerle a aquello que solo daña al cuerpo. Nuestras almas son valiosas ante Dios y viven eternamente. Jesús vino a un mundo que solo se enfocaba en la vida terrena y las cosas materiales para demostrarnos que la vida espiritual es más importante que todo lo demás. La carne puede fallecer, pero el alma vivirá eternamente.
El virus que realmente ha paralizado a la humanidad hoy es el PECADO. Ningún otro virus ha causado mayor daño que el pecado, el cual nos ha lisiado y degenerado tanto, que muchos ya son muertos vivientes, vidas vacías, cumpliendo ningún otro propósito salvo el de entretenerse a sí mismos. El pecado nos ha distanciado de Dios, oscurecido nuestras mentes, endurecido nuestros corazones, ensordecido nuestros oídos, cegado nuestros ojos y enfermado nuestras almas. Esto es mucho más terrible que no poder movilizarse libremente ni hacer lo que queramos. Podríamos enfrentar una eternidad separados de todo lo que es bueno, a menos que cambiemos nuestro camino.
Jesús tomó el yugo de los pecados de la humanidad y murió por todos nosotros, para que podamos vivir junto a Él para siempre. Así que no debemos temer a la muerte si aceptamos Su salvación y Lo seguimos diariamente. Todos moriremos algún día, y como nuestra esperanza está puesta en Jesús, nos podemos alegrar cuando acerque la hora de nuestra muerte.
Así que si eres cristiano, este es el momento para demostrar tu fe, para confiar plenamente en la vida que Jesús ya ha ofrecido y preparado para nosotros. Este es el tiempo en que la Iglesia enseña a recibir la comunión espiritual. El corazón de un cristiano debe estar lleno de alegría en este tiempo porque nada nos puede separar del amor de Cristo. Como dice San Pablo “Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” Filipenses 1:21. Ahora debemos, sin excusa, orar pidiendo misericordia y perdón para nuestros hermanos y hermanas que no conocen a Jesús y no lo han aceptado como su Señor y Salvador, y no se dan cuenta de la alegría que contiene esta relación. Debemos también hacer todo lo posible para ayudar a aquellos que están a nuestro alrededor, inspirados por el Espíritu Santo a realizar obras de caridad.
Si solo tienes una relación superficial con Dios, este es tu momento para buscarlo en lo profundo de tu corazón, donde Cristo te espera. Ahí es donde Él siempre te ha buscado. En vez de llenar tu tiempo libre con cosas vacías durante esta cuarentena, busca la oportunidad para pasar tiempo en silencio, leer la Biblia y permitirle a Su palabra hacerse vida en tu vida. No hay mejor tiempo que este para pedirle perdón a aquellos a quienes hemos ofendido.
Jesús declara que Él es el camino, la verdad y la vida. Esto significa que si estás buscando la verdad, todos los caminos te llevarán a Jesucristo. ¿Estás buscando la verdad, o te conformas con las migajas que caen de la mesa?
Si eres de aquellos que dependen solo de sus buenas obras o no buscas nada en concreto, este es su momento para reflexionar en tu vida personal y darle tu alma y corazón a Jesús. “Haz la prueba y verás lo bueno que es el Señor” Salmos 34:8.
Preparémonos, porque nuestro último día vendrá cuando menos lo esperemos. Podría ser cuando Jesús regrese con gloria para reunir a todos los que lo aman y lo siguen. O podría venir en cualquier momento antes de eso.
Chris Hadfield (el primer canadiense en ir al espacio) dice que “los astronautas no van al espacio con los dedos cruzados” y que “mientras más conoces, menos temes”. Te invito a que pases este tiempo, en el que están distanciado de tus amigos y actividades, para que renueves tu amistad con Jesucristo, el Hijo de Dios, porque conocerlo es conocer la verdad (Juan 8:32) y tener vida eterna (Juan 17:3). Reconozcamos que el virus que realmente nos aflige es el pecado. Permitámosle a Jesús que se apodere de nuestras vidas, nos libre del pecado y nos lleve a la vida eterna.
Cyril Abraham encountered Jesus Christ at a cafe in 2002 and has since been blessed to serve in God's vineyard in different capacities. Husband to his beautiful wife, Raifiel and father to two angels, Zakar and Zane (now in heaven), he currently lives and works in Canberra, Australia.
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Encuentro
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Una razón principal por la que el movimiento de los derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960 fue tan exitoso tanto moral como prácticamente fue el hecho que fue dirigido en gran medida por personas con una fuerte sensibilidad religiosa. El más notable de estos líderes fue, por supuesto, Martin Luther King. Para apreciar la sutil relación entre el compromiso religioso de King y su trabajo práctico, quisiera llamar su atención sobre dos escritos: su Carta desde la cárcel de Birmingham City y su discurso "Tengo un sueño", ambos de 1963.
Mientras estaba encarcelado en Birmingham por dirigir una protesta no violenta, King respondió a algunos de sus compañeros ministros cristianos que lo habían criticado por ir demasiado rápido, esperando que el cambio social sucediera de la noche a la mañana. El ministro Bautista respondió a sus críticos de una manera tal vez sorprendente, invocando la ayuda de un teólogo católico medieval. King llamó su atención sobre las reflexiones de Santo Tomás de Aquino acerca del derecho y la ley, específicamente la teoría de Tomás de que el derecho positivo encuentra su justificación en relación con la ley natural, que encuentra su justificación en relación con la ley eterna. Tomás de Aquino quiso decir que lo que justifica a una ley práctica y cotidiana es que de alguna manera esprese los principios de la ley moral, que a su vez reflejan de la propia mentalidad de Dios. Por lo tanto, King concluyó que las leyes positivas injustas, tales como las regulaciones de Jim Crow que él mismo estaba impugnando, no son sólo leyes malas, sino que son inmorales y finalmente ofensivas para Dios.
Aquí está el propio lenguaje de King: "Uno bien puede preguntarse: '¿Cómo puedes abogar por romper algunas leyes y obedecer a otras?' La respuesta está en el hecho de que hay dos tipos de leyes: justas e injustas. Yo sería el primero en abogar por obedecer las leyes justas. Uno no sólo tiene una responsabilidad legal sino moral de obedecer leyes justas". Pero entonces King contrasta esto con la obediencia a una ley injusta: "Por el contrario, uno tiene la responsabilidad moral de desobedecer las leyes injustas. Estoy de acuerdo con San Agustín en que ‘una ley injusta no es ley.’” Y al aclarar la diferencia, se dirige a Tomás de Aquino: “ahora, ¿cuál es la diferencia entre las dos? ¿Cómo se determina si una ley es justa o injusta? Una ley justa es un código hecho por el hombre que cuadra con la ley moral o la ley de Dios. Una ley injusta es un código que está fuera de armonía con la ley moral. Para decirlo en los términos de Santo Tomás de Aquino: Una ley injusta es una ley humana que no está arraigada en la ley eterna y en la ley natural". Esto no es un asunto piadoso; más bien, revela lo que dio al movimiento de King su justificación y propósito.
La misma dinámica estuvo en exhibición seis meses después, cuando King se dirigió a la multitud que se había reunido en el Lincoln Memorial para la marcha en Washington. No estaba dando un sermón, sino que estaba dando un discurso político, abogando por un cambio social en un lugar público. Pero pongan atención al lenguaje que usó: “Yo tengo el sueño de que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del Señor será revelada y toda la carne la verá al unísono”. Estaba directamente relacionando la revolución social que estaba defendiendo con la visión mística del profeta Isaías. Y escucha la magnífica conclusión del discurso en el que mezcla ingeniosamente la letra de una canción patriótica americana con la letra de una canción que él y su familia cantaron en la iglesia: “y cuando esto suceda, y cuando permitamos que suene la libertad, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, podrán unir sus manos y cantar las palabras del viejo Negro espiritual: ¡por fin libre! ¡por fin gratis! Gracias a Dios Todopoderoso, ¡por fin somos libres!" Una vez más, en la lectura de King, lo políticos anida dentro de lo moral, que anida dentro de lo sagrado.
Martin Luther King derivó de su herencia religiosa no sólo la metafísica que le informó de su activismo social, sino también del método no violento que él empleó. Lo que Jesús revela en la retórica del Sermón de la Montaña ("Amen a sus enemigos"; "bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan";“Si alguien les golpea en la mejilla derecha, prestenle también la mejilla isquierda ”; etc.) y aún más sorprendente en sus palabras de perdón en la cruz es que el camino de Dios es el camino de la paz, la no violencia y la compasión. Como cristiano, King sabía que reaccionar a la opresión con violencia sólo exacerbaría las tensiones dentro de la sociedad. Resume este principio en uno de sus sermones más conocidos: “devolver el odio multiplica el odio, añadir más oscuridad a una noche ya borra las estrellas. La oscuridad no puede sacar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo. El odio no puede sacar al odio; solo el amor puede hacerlo”.
Dentro de los límites de este breve artículo, no puedo empezar a abordar adecuadamente la agitación social que se está produciendo en nuestra cultura hoy. Pero diré simplemente lo siguiente: Es indudable que hay graves déficits morales en nuestra sociedad que deben ser abordados, pero la mejor manera de hacerlo es desde un marco moral y finalmente religioso. Que el modelo de liderazgo de Martin Luther King en este sentido sea un ejemplo a seguir.
By: Bishop Robert Barron
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Ago 06, 2019
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Ago 06, 2019
Aquella soleada y agradable mañana salí nuevamente como cada día rumbo a la Universidad de San Miguel en la India,
renombrada universidad de mi ciudad natal donde estaba estudiando. Poco sabía que sería un día inolvidable.
Las clases se interrumpieron abruptamente no mucho después de haber comenzado; el sindicato universitario había
declarado una “protesta” en respuesta a una decisión que había tomado el gobierno estatal. El rector declaró día libre
para los estudiantes universitarios. Los estudiantes activistas políticos salieron en bola hacia la calle atravesando los
límites del campus universitario, y comenzaron a bloquear el servicio público de transporte.
Mis compañeros de clases decidieron disfrutar el día libre y comenzaron a jugar cricket dentro del área universitaria y
yo me uní a ellos. Fue un acto de desobediencia de mi parte, porque mi padre me había instruido estrictamente salir
de la universidad lo antes posible en caso de una protesta.
Mientras disfrutábamos del juego, las cosas comenzaron a ponerse peores por todos lados. La protesta se tornó
violenta. Los estudiantes comenzaron a lanzar piedras contra los policías y éstos respondían a “macanazos”. Los
estudiantes regresaron al campus y desde allí siguieron lanzando piedras; la policía tenía prohibida la entrada al área
universitaria.
Con el paso del tiempo la situación se fue saliendo de control. Un par de oficiales policiacos tenían heridas graves.
Finalmente, la policía irrumpió en el área universitaria y los aterrados estudiantes comenzaron a correr por todas
partes. ¡No teníamos otra opción más que correr! Nosotros nos dirigimos al Seminario del “Sagrado Corazón” cerca de
la universidad, en donde las autoridades intentaron ayudarnos encerrándonos en un corredor, pero no fue suficiente.
Nos detuvieron y nos llevaron a la estación de policía. Se presentaron cargos y nos llevaron a la corte, y la corte
dictaminó prisión preventiva. Nos tomó cuatro días presentar una fianza, y dos años para que nos absolvieran de
todos los cargos. Durante ese tiempo, tuve que presentarme en la estación de policía cada semana para pasar lista, y
en la corte para escuchar audiencias casi una vez al mes.
Más tarde, cuando comencé mi camino con el SEÑOR, pude fácilmente relacionar aquel incidente con la manera en
que escuchaba y seguía al Señor. Todas las ocasiones en que le había puesto atención, habían llovido bendiciones
sobre mi vida; y las veces que no lo hice, fui víctima de una gran cantidad de tentaciones en las que finalmente había
caído. He aquí algunas de las lecciones que aprendí:
La desobediencia siempre trae una etiqueta con precio: Cuando desobedecemos a Dios pagamos un precio
por ello. Al principio quizás nos liberemos de serias consecuencias, pero si continuamos desobedeciendo,
invariablemente terminaremos pagándolo. En mi caso, no era la primera vez que desobedecía a mi padre,
pero como no tuve ningún problema grave, seguí desobedeciendo hasta que terminé pagando un alto precio.
No se trata de un castigo, sino de consecuencias naturales: “…sino que cada uno es probado por su propia
concupiscencia que le arrastra y le seduce." (Santiago 1,14). Mi padre jamás me castigó por desobedecer, sino
que intentaba evitar que me metiera en problemas. Todos los sufrimientos que padecí, fueron consecuencias
naturales de mi desobediencia. Asimismo, cuando desobedezco a Dios, los problemas que enfrento son
consecuencias naturales de mis actos, y no un castigo del cielo.
La desobediencia lastima a otros: Mi acto de desobediencia no sólo me causó sufrimiento a mí, sino a toda mi
familia. Desde el segundo día en la prisión, me recuperé de la batalla inicial y comencé a ajustarme a la vida de
la prisión. Las autoridades nos habían puesto en un solo corredor, y pasados dos días nos permitieron jugar
juegos de mesa. Comenzamos a disfrutar la vida de la cárcel, pero en casa mis padres y mis hermanos sufrían
profundamente hasta que regresé a casa. De igual manera, cuando nos alejamos de Dios por desobedecerle,
nos adaptamos rápidamente a nuestra dolorosa y penosa situación, pero el cielo estará inquieto hasta que
regresemos.
Oración:
“Abba, Padre, deseo obedecerte en todos y cada uno de los momentos de mi vida, pero muchas veces no escucho tus
palabras y fracaso. Estoy muy arrepentido, Señor, de haberte causado tanto dolor. Te pido que derrames abundantes
gracias sobre mí para que jamás vuelva a herirte. Amén.”
By: Antony Kalapurackal
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