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Abr 12, 2023 569 0 Padre Fiorello Mascarenhas SJ
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¿ENOJADO CON DIOS?

¿Alguna vez te has preguntado por qué suceden cosas malas en la vida? La razón puede sorprenderte.

A menudo, cuando nos enfrentamos a pruebas y sufrimientos severos, nos sentimos tentados a culpar a Dios: «¿Por qué Dios me está haciendo esto?» o «¿Por qué un Dios amoroso no viene inmediatamente en mi ayuda?» En el proceso, olvidamos convenientemente que la biblia nos dice que también existe una misteriosa fuerza maligna obrando en nuestro mundo cuyo único propósito es «robar, matar y destruir» (Juan 10, 10). Jesús llamó a este poder maligno como diablo y lo describió como «un asesino desde el principio… mentiroso, y es el padre de las mentiras» (Juan 8, 44).

«Eso es obra de un enemigo» (Mateo 13, 28). Jesús nos enseñó específicamente que nunca debemos culpar al Padre «Abba» por nuestros sufrimientos. En su perspicaz parábola, cuando los siervos le preguntaron acerca de la aparición de la cizaña entre el buen trigo que se les dio para sembrar, el maestro respondió categóricamente: «Algún enemigo ha hecho esto, no yo. »

Elige tu victoria.

¡Dios no es una deidad malhumorada, tiránica o indiferente que causa cánceres, rupturas matrimoniales y tsunamis para fastidiar a sus amados hijos! ¡La causa radica en la misteriosa batalla espiritual entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal que involucra a cada ser humano! El precioso don del libre albedrío, dado a nosotros por el creador, nos permite a cada uno de nosotros «elegir la vida o elegir la muerte» (Deuteronomio 30, 15-20) o a permanecer felizmente del lado del bien o pasar al lado del enemigo.

Y esta elección es hecha no solo por individuos, sino también por comunidades. Además del pecado individual, existe el pecado colectivo: en donde agrupaciones e instituciones opresivas bien organizadas perpetúan la injusticia social y la persecución religiosa. La biblia nos dice que Jesús ha ganado la victoria sobre todas las fuerzas del mal y que en el «cielo nuevo y la tierra nueva» (Ap 21, 22) cualquier cosa que apartara a la creación de su propósito original será destruida por el bien de la nueva creación, que cumplirá la oración del Señor: «Venga tu reino».

En su carta encíclica de 1986 sobre el Espíritu Santo, San Juan Pablo II explicó esta guerra espiritual cósmica cuando explicó como el pecado de Adán y Eva permitió que «el genio perverso de la sospecha» entrara en el mundo. Esta acertada frase expresa correctamente que el enemigo es un genio (como un ángel caído, su inteligencia es superior a la nuestra), pero un genio perverso (usa su inteligencia para fines malignos en lugar de usarla para el bien), y su estrategia (exitosa) ha sido sembrar sospechas en las mentes de las criaturas de Dios (nosotros) contra Dios creador. El verdadero enemigo queda impune:

“Pues, a pesar de todo el testimonio de la creación y de la economía salvífica inherente a ella, el espíritu de las tinieblas es capaz de mostrar a Dios como enemigo de la propia criatura y, ante todo, como enemigo del hombre, como fuente de peligro y de amenaza para el hombre. De esta manera Satanás injerta en el ánimo del hombre el germen de la oposición a aquél que «desde el principio» debe ser considerado como enemigo del hombre y no como Padre. El análisis del pecado en su dimensión originaria indica que, por parte del «padre de la mentira», se dará a lo largo de la historia de la humanidad una constante presión al rechazo de Dios por parte del hombre, hasta llegar al odio: «Amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios».  El hombre será propenso a ver en Dios ante todo una propia limitación y no la fuente de su liberación y la plenitud del bien”. (Dominum et vivificantem, n.38).

Motivo de sospecha.

¿Acaso nuestras experiencias personales no nos confirman esto? A lo largo de la historia, se ha ejercido una presión constante sobre la humanidad para que sospeche de Dios. Y por ello, explica san Juan Pablo II, «hay en las profundidades de Dios un dolor inimaginable e inexpresable. Este inescrutable e indescriptible ‘dolor’ paterno traerá, sobre todo, la maravillosa economía del amor redentor en Jesucristo, para que el «amor pueda manifestarse en la historia humana más fuerte que el pecado» (Dominum et vivificantem, 39).

Cuando era párroco en la Iglesia de la Sagrada Familia, en Mumbai, me sorprendió saber que se esperaba que asegurara mi iglesia “contra Dios”. El contrato de seguro que tuve que renovar, contenía esta cláusula: Aseguramos este edificio contra inundaciones, incendios, terremotos y “tales actos de Dios”. Protesté ante el agente de seguros que mi Dios, el Dios revelado por Jesucristo, nunca podría ser culpado por calamidades naturales, sino que era un Dios de “amor incomparable”. (Finalmente firmé el contrato, pero solo después de tachar tales palabras ofensivas).

El incidente me enseñó cómo una «sospecha perversa de Dios» se había arraigado tanto en las costumbres y tradiciones humanas, que un Dios bueno es representado como una “deidad malhumorada y tiránica”, en lugar de reconocer que la causa de la miseria y el sufrimiento que plaga nuestro mundo, es el rechazo del hombre a ser un administrador obediente de la creación de Dios (ver Génesis 1, 28); el mundo secular (e incluso, a menudo religioso) prefiere hacer de Dios el chivo expiatorio de todo lo que está mal.

Sin embargo, no podemos culpar a Dios por nuestros males humanos resultantes del calentamiento global, el terrorismo, las guerras, la pobreza, la falta de perdón, las enfermedades contagiosas, etc. Por el contrario, del misterio de la terrible crucifixión y resurrección de su propio hijo, debemos concluir que Dios siempre desea nuestro bien, y que «donde abunda el mal, su gracia abunda aún más» (Romanos 5, 20).

Hay una batalla espiritual que se libra imperceptiblemente entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal. Incluso en 2023, la humanidad necesita que se le recuerde que, a pesar de todo su progreso tecnológico y logros científicos, esta batalla espiritual continúa e involucra a todos los seres humanos.

«Porque no estamos luchando contra carne y sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los gobernantes del mundo de esta oscuridad presente, contra los ejércitos espirituales de la maldad en los lugares celestiales» (Efesios 6, 12).

Así que por favor, ¡pongamos la culpa donde pertenece y nunca culpemos a Jesús y a nuestro Padre Dios!

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Padre Fiorello Mascarenhas SJ

Padre Fiorello Mascarenhas SJ is the Chairman of the Catholic Bible Institute, Mumbai. He was the Director and Chairman (1981-1987) of the International Council for Catholic Charismatic Renewal, as resident in Vatican City. Father Mascarenhas was awarded the Doctor of Ministry degree in Biblical Spirituality by the Catholic Theological Union, Chicago.

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