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¿Abrumado por las incertidumbres de la vida? Anímate. Una vez estuve ahí – pero Jesús me enseñó el camino indicado.
Tenía treinta y tantos, paseaba con mi vestido favorito por el centro de la ciudad, con un vaporoso estampado azul cielo que me hacía lucir bien, o al menos eso pensaba, por lo que lo usaba con frecuencia. Sin advertencia alguna distinguí mi reflejo en el aparador de una tienda. Asustada por lo que vi, traté de apretar el estómago; pero no resultó. No podía hacer nada, había bultos por todas partes de mi cuerpo. Mis piernas parecían jamones debajo del dobladillo. Me odiaba a mí misma.
Despreocupada
Mi manera de comer y mi peso se habían disparado, saliéndose por completo de control; y más allá de eso, toda mi vida era como un tren descarrilado. Mi divorcio había destruido mi reciente y breve matrimonio. En el exterior pretendía que todo estaba bien, pero por dentro estaba destrozada.
Aislada tras paredes de grasa, no compartí mi angustia con nadie. Para adormecer mi dolor, bebía alcohol, trabajaba y comía en exceso. Los sucesivos intentos de someterme a una dieta solo me llevaron a caer en otro ciclo de obsesión, autocompasión y atracones compulsivos.
Y, debajo de todos esos escombros, los problemas espirituales aumentaron. Aún me llamaba a mí misma católica, pero vivía como una atea. Para mí, Dios estaba muy cómodo allá arriba, lejos y sin darle la menor importancia a mis problemas. ¿Por qué habría de confiar en Él en lo más mínimo? Me presentaba a la Misa dominical solo cuando visitaba a mis padres, para hacerles creer que practicaba mi fe con fidelidad. Lo que en realidad sucedió fue que arruiné mi vida al dejar de pensar en Dios, y seguí adelante haciendo lo que me daba en gana.
Pero el escalofriante recuerdo de mi reflejo en esa ventana me perseguía. Una nueva inquietud se apoderó de mi alma: Un cambio era necesario, pero ¿cuál? No tenía ni idea. Tampoco tenía idea de que Dios mismo se estaba moviendo en ese momento, y comenzaba a exponer todo el dolor de mi corazón con sus gentiles dedos.
Enfrentándome a Goliat
En el trabajo, una mujer me compartió su incomodidad por su alimentación y su peso, y en ese momento conectamos. Un día, ella mencionó que había comenzado a asistir a un grupo de 12 pasos. En el grupo le enseñaron que el desorden alimenticio está relacionado con nuestra vida emocional y espiritual; por lo que para perder peso y mantenerse, se deberían atender también esas cuestiones. Ese enfoque integrado me atrajo. A pesar de mi rechazo al grupo, probé ir a algunas reuniones. Pronto me enganché, comencé a asistir con regularidad y, aunque rara vez hablaba en las reuniones, llegué a experimentar en mí algunas de las ideas que escuchaba. Este enfoque funcionó de alguna manera; unos meses después me emocioné al ver que mi peso comenzó a bajar. Sin embargo, aunque no admití esto ante nadie, me encontré compitiendo con un vicioso Goliat que atentaba con destruir mi progreso.
Mientras estaba en mi trabajo comencé a seguir un plan alimenticio que me permitía comer de manera moderada y minimizar las tentaciones. Pero todos los días a las 5:00 p.m. sentía que moría de hambre. Me apresuraba para ir a casa y volaba hacia una agitación por lograr rellenar mi cara de comida, sin parar hasta colapsar en mi cama. Impotente por esta bestia y aterrada de que los kilos se acumularían sin demora, terminaba disgustada conmigo misma. ¿Qué debería hacer? No tenía idea. El sombrío patrón continuó, y la desesperanza se apoderó de mí.
Una idea apareció
Entonces, inesperadamente, el pensamiento más extravagante apareció en mi cabeza. En lugar de ir directamente a casa desde el trabajo, podría alcanzar la Misa de las 5:15 p.m. Al menos eso pospondría mi atracón y lo reduciría una hora menos. Al principio esta idea parecía patética ¿No sería esto un recurso provisional y absurdo? Pero sin otras opciones a la vista, la desesperación me impulsó a intentarlo. Pronto estaba asistiendo a Misa y recibiendo la Sagrada Comunión todos los días.
Mi único objetivo era reducir mis atracones. Aparentemente, para Jesús eso era suficiente. Verdaderamente presente en Su Cuerpo y Sangre, Él me esperaba allí, complacido de que hubiera regresado. Fue hasta mucho tiempo después que pude darme cuenta de que Dios también tenía un plan en todo esto: uno increíblemente más elevado, más amplio y profundo que el mío. Él sabía exactamente lo que necesitaba y cómo dármelo.
Con tierno cuidado, Jesús usó mi desesperación para llevar mis vacilantes pies a tierra firme, y comenzó en mí lo que sería un largo proceso para sanar mi corazón y conectarlo con el suyo. En la Misa de cada día me alimentó con Su propia Carne y Sangre, comenzó a remediar mis males bañándome con sus gracias sobrenaturales, irradiando su luz en mi oscuridad, y equipándome para combatir el mal que me amenazaba.
Al fin libre
Sus gracias Eucarísticas me encendieron y vigorizaron, elevando mi participación en el programa a un nuevo nivel. Antes, solo había incursionado; ahora había brincado con ambos pies y, a medida que pasaron los días, me encontré con dos regalos que resultaron ser indispensables: una comunidad que me respaldaba y se quedaba conmigo en los días buenos y en los malos, así como un arsenal de estrategias prácticas. Sin todo esto, me habría desanimado y dado por vencida. Pero en lugar de eso, por un largo período, a medida que aprendí a dejar que Jesús fuera el Salvador que había dado su vida por mí, a medida que mis amigos de los doce pasos me enriquecieron y fortalecieron, y que usé las herramientas y la sabiduría que me habían dado, encontré la libertad de mi desorden alimenticio, así como un plan estable y duradero de recuperación que continúa hasta el día de hoy.
En este proceso, la fe que alguna vez solo existía en mi cabeza había pasado a mi corazón, y la falsa imagen que tenía de un Dios remoto e indiferente, se desmoronó en pedazos. Jesús, Bendito Salvador que continúa encaminándome a Él, convirtió gran parte de mi amargura en dulzura. Hasta hoy, mientras siga cooperando, Él continuará transformando otros baches y baldíos que me impiden florecer. ¿Qué hay de ti?, ¿a qué obstáculos imposibles te enfrentas hoy?
Ya sea que te preocupe tu alimentación, te angustie que un ser querido se haya apartado de la fe, o sientas que estás siendo aplastado por otras cargas, anímate. Abraza en adoración a Jesús en la Sagrada Eucaristía. Él está esperándote. Entrégale tu dolor, tu amargura y tus desórdenes; Él anhela ayudarte, así como me rescató a mí de todas mis angustias. Ningún problema es demasiado grande o pequeño para Él.
'¡Entra por el oído y directamente al corazón!
Una manera asombrosa de renacer hoy tu alma.
Mis visitas como trabajadora de cuidado pastoral, ofreciendo oraciones a través de la liturgia y la música a las residencias de ancianos, en especial con los que necesitan cuidados continuos, siempre están llenas de una mezcla de emociones encontradas. Se me advierte que estos residentes pueden pasar horas o incluso días sin responder.
Cuando veo a los participantes, tan frágiles y golpeados por las distintas batallas de la vida, esperando a su hora, con los ojos fijos en la “nada”, hay una parte de mí que duda que lo que les he preparado les sea de gran provecho.
Sin embargo, en muchas ocasiones me he equivocado. Tan pronto comienzan a escuchar cantos como Sublime Gracia (Amazing Grace), Qué grande eres (How Great Thou Art), Un día a la vez y otros himnos muy queridos, las cabezas se levantan, los ojos empiezan a abrirse o empiezan a parpadear y las lágrimas corren por sus mejillas.
Nunca olvidaré
Una vez, un caballero frágil y paralizado estaba sentado en una silla cómoda y me agarró de la mano y me la apretó con fuerza. Algunas de mis lágrimas rodaron ese día. Otro, que se había mostrado reticente y hostil, cantó alegremente la canción, una y otra vez, con su espléndida voz de barítono hasta que algunos residentes le hicieron callar, quienes se sintieron molestos por su “ruido” y luego me guiñaron un ojo y con su pulgar me mostraron su aprobación.
Según unos estudios sobre la demencia, en sus diferentes etapas, revelan que la música ayuda a las personas a conectarse con sus buenos recuerdos y está demostrando ser una medicina efectiva. Las melodías las recuerdan incluso después de haber olvidado los nombres, las caras y las palabras.
A veces olvidamos el poder de la música para despertar esa parte del cerebro: provocar las respuestas, reconectarse con los seres queridos y mejorar la concentración. Aumenta la felicidad y disminuye la fatiga, haciendo que desaparezca la oscuridad y el velo que nos separa de lo que queremos olvidar y de lo que queremos recordar se haga más transparente.
El Centro Clay de Salud Mental para jóvenes dice que la música es la terapia de arte mejor estudiada y ayuda a reducir la ansiedad, la depresión, el trauma, la psicosis y el estrés. La música ayuda a sanar.
Canta para Él
El sermón del obispo Brewer del domingo, 4 de octubre del 2015 cita algunos de los distintos propósitos que la música ofrece para nuestras vidas. Dice que la música nos enseña el evangelio; nos conecta con Dios de formas únicas; nos permite expresar nuestro amor a Dios con todo nuestro ser y si se usa para la adoración, cumple el mandato de Dios. Afirma además que la música que honra a Dios hará que nuestro corazón cante. Y cuando nuestro corazón canta, se lleva a cabo la adoración. Nos transformamos por dentro.
He descubierto que esto es verdad. Pertenezco a un grupo de oración donde nos reunimos todos los viernes para alabar y para adorar a nuestro Señor, que también son servicios que ofrecemos en nuestra comunidad. En los últimos 23 años, hemos compartido la música juntos que nos ha llevado a una comunión más profunda con Dios.
Mi transformación personal ha sido en parte debido a la alabanza y la adoración. Cuando canto al Señor, el Espíritu Santo revela mis verdades y mis necesidades de cambiar mi interior. Soy más consciente de mi necesidad de recibir la gracia de Dios y lloro al ver mis pecados, pero me llena de gozo el ser consciente de que el Señor venció el pecado y la muerte. Cuando estoy deprimida, la música me reconforta; cuando lucho contra las batallas, me da la fuerza y la fe para seguir adelante. Cuando estoy alegre, la música me inspira a bailar y a compartir mi esperanza con los demás y cuando el diablo me tienta, la alabanza y la adoración lo detienen en seco.
La base de la armonía
Si quieres profundizar más, lee el artículo escrito por John Michael Talbot en Music of God (La Música de Dios). Dice: “Dios es la música espiritual perfecta. Muchas de las principales religiones del mundo dicen que Dios creó el universo a través de la música. Pero la música de la que hablan no es una mera canción terrenal. Es profundamente espiritual y mística. Los místicos dicen que en el estado sobrenatural se puede ver el sonido y oír el color. Esta era nuestra forma original y lo volverá a ser en la eternidad. Esta música armoniosa es parte del ser mismo de Dios.
“Dios es una armonía perfecta autosuficiente, trascendente y es bondad eterna y un amor desinteresado. Este asombroso equilibrio y pacífica armonía se manifiesta perfectamente en la Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es una lógica perfecta, pero más allá del alcance de la simple lógica». Según otro compositor de música, la armonía está ordenada por Dios; la base de la armonía es una tríada, un trío de notas que están unidas perfectamente entre sí.
Es posible que no hayamos tenido mucha música en el 2020 debido al COVID 19; muchos de nosotros hemos perdido el ritmo de la vida, al ser superado por las incertidumbres y nuestras vidas al ser desgarradas por notas discordantes de pérdidas y de dudas. Pero a todos nos anima que en el año 2021 debemos recuperar lo que hemos perdido y redescubrir la esperanza, la confianza y la fe en lo que Dios nos ordenó que fuésemos: una creación de armonía, paz y alegría.
Es posible que la pandemia del coronavirus nos haya desviado, pero recordemos una vez más lo que nos dice el Apocalipsis 5, 8-9: “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un cántico nuevo.”
Cantemos nuestras viejas canciones de nuevo o creamos algunas nuevas mientras continuamos componiendo música para el Señor, para que podamos unirnos al coro celestial. Si dejamos ir nuestro falso yo discordante, impulsado por el ruido y el miedo y buscamos a Dios en su lugar, lo escucharemos y nos hablará de nuevo con una melodía pacífica de confianza y de buenas nuevas con gratitud.
'El ROSARIO es una íntima conversación espiritual que tú tienes con la Santísima Virgen María y con DIOS para presentar tus miedos, tus necesidades y deseos. El Rosario te da a TI el poder espiritual para lograr lo que quieras en la vida y superar lo imposible.
Esta conversación espiritual meditativa se puede hacer en cualquier momento y en cualquier lugar. Puedes hacerlo en grupo o solo. Puedes rezar el Rosario con tus hijos, con tu cónyuge o la persona con quien estás saliendo y con tus amigos. Puedes hacer que sea un asunto familiar. También puedes recitar el Rosario mientras cocinas, conduces, tomas el transporte público, esperas en fila, o tomas una ducha. No hay límites a donde puedes rezar el Rosario.
Cada vez que rezas el Rosario, te vuelves más fortalecido espiritualmente, obtienes más sanidad, más confianza, más inspiración, más cambios milagrosos en tu vida, más conciencia espiritual y más gracias divinas en tu vida. ¡SÍ…el Rosario lleva PODER MILAGROSO!
Recitar el Rosario trae paz para ti y para el mundo, y te da un propósito superior, fuerza, victoria, sanidad, milagros, serenidad, claridad, determinación, visión, unidad y armonía para ti y para tu familia. ¡más bendiciones pueden entrar en tu vida cuando recitas el Rosario!
Cada vez que rezas el Rosario, tu alma se llena con renovada esperanza, inspiración, energía y sanación. Soy un testimonio de eso. Cada Ave María es un momento de Gracia, un momento de Misericordia, un momento de Sanación, un momento de esperanza, un momento de gratitud, un momento de humildad y un momento de rendición.
Siempre que tengas dudas, o encuentres un obstáculo para alcanzar tus metas; en cualquier momento que te sientas solo, deprimido o ansioso; Cada vez que te sientas intimidado, rechazado o como si el mundo entero estuviera en contra de ti, reza el Rosario fervientemente con fe y amor en tu corazón para fortalecer tu mente, cuerpo y alma. Esta herramienta de empoderamiento espiritual te animará a no renunciar a ti mismo.
Usa el Rosario para hacer peticiones personales y para orar por las necesidades de los demás y del mundo, especialmente por la sanación. En ese espacio de contemplación y oración, al ofrecer tu gratitud a Dios y a la Santísima Virgen María por los acontecimientos del Evangelio, puedes recibir la orientación espiritual que necesitas.
¡Si no sabes sobre el Rosario, esta es tu oportunidad de descubrir su poder y darle una oportunidad! El Rosario es uno de los mayores legados que puedes dejar a tus hijos y un regalo fantástico para compartir con tu familia y amigos.
'Mi monasterio administra una escuela y el año pasado se me dio el gran honor de enseñarle Teología a los estudiantes de séptimo grado. Tenía veintidós de ellos en la última hora de clases todos los días de la semana. Ahora, ningún profesor en su sano juicio elegiría enseñar su materia en la última hora de clases, y los estudiantes de séptimo grado superan a los demás grados en intranquilidad. Así que inventamos un juego llamado “Sorprende al Monje” el cual jugábamos los últimos cinco minutos de la clase, con la condición de que durante la clase el grupo se portara muy, muy bien.
La mejor forma de “sorprender al monje” que escuché vino de un niño inquieto, pelirrojo y pecoso llamado Chad: “Si Jesús nos ama tanto,” me dijo “ entonces ¿por qué no simplemente baja del cielo y se aparece ante nosotros?”
“Jesús sí se aparece ante nosotros,” le dije, “cada vez que recibimos la Eucaristía”
“Claro, claro.” Me contestó con un suspiro, “pero lo que estoy preguntando es: ¿por qué no aparece de forma personal, físicamente, y nos visita?”
“¡Sí lo hace!” Le repliqué, “En la Eucaristía Él personal y físicamente baja del cielo y nos visita.”
“Eso no es a lo que me refiero,” dijo, “Yo quiero saber por qué personas como yo no podemos verlo cara a cara.”
“Bueno, Él se muestra así también,” le dije “Sólo tienes que ser paciente.”
Me di cuenta de que Chad no iba a quedar tranquilo tan fácilmente. “Así que usted me está diciendo,” me dijo, “que usted ha visto a Jesucristo cara a cara, en persona, físicamente. ¿Usted lo ha visto? ¿Usted ha visto personalmente a Dios?”
Lo miré a los ojos y le dije “Sí, Chad, lo he visto.”
“¡Bien!” me dijo, “Entonces, ¿Cómo es Jesucristo físicamente?”
Hubo un silencio ansioso en el salón de clases mientras él y otros estudiantes esperaban mi respuesta. Y por un momento o dos, me temí que iba a tener que retractarme de mis palabras. Pero la respuesta me llegó como un regalo del cielo. “Chad,” le dije “He visto a Jesús, cara a cara. Y ¿sabes qué? Se parece mucho a ti.”
“Y así Dios creó a la humanidad en Su imagen, a su semejanza los creó…” (Génesis 1:27)
'Aquí tienes 3 maneras de ayudarte a pelear en la buena batalla.
¿Por qué a menudo evitamos las cosas que queremos hacer y las que no queremos hacer si las hacemos? San Pablo tampoco pudo averiguarlo (véa Romanos 7:15). ¿Y por qué se necesita una pandemia para eliminar las distracciones no deseadas de nuestras vidas? Parece ser una parte desafortunada de nuestra naturaleza humana. Pero tal vez la pandemia actual que ha traído enfermedades graves y la muerte en todo el mundo pueda ayudarnos a superar algunos aspectos de nuestra naturaleza humana obstinada.
El distanciamiento social ha sido un desafío de varias maneras, pero irónicamente para algunos también ha demostrado ser útil y beneficioso. El mayor tiempo que muchos de nosotros hemos experimentado a solas ha proporcionado oportunidades inesperadas para enfocarnos en lo que es realmente importante y para acercarnos más a Dios. Cuando estas restricciones terminen será demasiado fácil volver a nuestros viejos hábitos. Así que, para mantener cualquier progreso que hayamos hecho, hagamos lo que hacen los buenos católicos: Ensuciemos nuestras las manos, sacudamos el polvo de las cuentas del Rosario, encendamos las velas en el altar de casa y elevemos nuestras mentes en el cielo mientras examinamos tres pasos simples que pueden impedir que perdamos terreno.
Oren sin cesar
Aunque es maravilloso que su vida de oración se haya vuelto más fervorosa durante este tiempo de crisis, recuerde que generalmente es más fácil orar cuando tenemos una intención decidida y apremiante en nuestra mente. Así que, cuando las cosas se alivien, tenga cuidado de no volverse perezoso y perder el fervor.
No cambie su tiempo de oración para que se ajuste a su rutina mientras restablece su nueva vida ‘normal’, cambie su rutina para que se ajuste a su tiempo de oración. Si ha conseguido dedicar más tiempo a la oración, la meditación y la contemplación durante la pandemia, procure mantener su rutina cuando las escuelas y los lugares de trabajo reanuden las operaciones.
Encuentre soluciones que se adapten a sus circunstancias: los podcasts o los CDs que puede tocar en el coche en su viaje diario, el Rosario familiar alrededor del comedor mientras los más pequeños todavía están atados a sus sillas para ninos, lectio Divina con la familia o lectura bíblica por la noche.
Hacer que el domingo sea más que una obligación
Asistir a la Misa y recibir a nuestro Señor en la Eucaristía suena atractivo para muchos de nosotros en este momento. La falta de acceso a los Sacramentos nos hace anhelar esto. Como dicen, «no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.»
Pero, ¿conservaremos nuestro anhelo por la Misa una vez que podamos volver a asistir libremente? Nos tomará esfuerzo para acercarnos a cada Misa con la misma intensidad que sentimos ahora. De lo contrario, en algún momento después de que nuestras iglesias sean reabiertas, podemos encontrarnos cada vez más complacientes y tratar nuestra fe como una obligación en lugar del don y privilegio que realmente es.
Reflexionando sobre esta misma idea, Josemaría Escrivá dijo: «Muchos cristianos toman su tiempo y tienen suficiente tiempo libre en su vida social (no hay prisa aquí). También están relajados en sus actividades profesionales (no hay prisa aquí tampoco). Pero, ¿no es extraño cómo esos mismos cristianos se encuentran en tal prisa y quieren apresurar al sacerdote en su ansiedad para acortar el tiempo dedicado al sacrificio más Santo del Altar?»
¿Cómo podemos dedicarle más tiempo a Dios?
Haga que el domingo —todo el día— sea dedicado al Señor. Sí, asista a la Misa, pero no se detenga allí. Construya una comunidad en su parroquia. ¿Qué tal un té por la mañana después de la Misa, o quizás invitar a otra familia católica a su casa para un té o un almuerzo? ¿Tal vez podrías intentar llegar temprano a la Misa, hacer uso del Sacramento de la Confesión, ofrecer un Rosario juntos como familia, o pasar tiempo en oración tranquila?
Reparte los extras
El encierro y el distanciamiento social han alterado drásticamente el número de cosas a las que les dedicamos tiempo. Tal vez la pandemia nos haya invitado a pensar en las actividades de nuestras vidas. ¿Qué echamos de menos y qué no echamos de menos? ¿Qué necesitamos y qué no?
¿Estamos sobre programados? ¿Todo lo que hacemos nos causa estrés y crea pesadillas logísticas? ¿Nuestros hijos necesitan asistir a todas las actividades extracurriculares que hay? ¿Les estamos fallando si limitamos sus actividades extracurriculares o les estamos haciendo un mayor favor? Tal vez sea hora de reevaluar esas actividades extracurriculares para que pueda encontrar un equilibrio saludable para su familia.
Menos tiempo en actividades estructuradas significa más tiempo no estructurado juntos como familia. Y son las actividades no estructuradas las que nos traen un mejor tiempo de calidad. Juegos de mesa espontáneos, galletas para hornear y paseos en bicicleta no planificados forman los recuerdos que los niños atesoran.
La pandemia nos ha dado la oportunidad de evaluar nuestras vidas y prioridades de oración. Sin duda, el sufrimiento y los desafíos que enfrentamos durante este tiempo irán acompañados de gracia que nos ayudará a hacer cambios para mejor.
No hay tiempo como el presente para hacer un balance de nuestras vidas.
'Cómo iniciar una conversación con
alguien por quien sientes cariño? quí hay un
consejo simple que no debes perderte.
Alegría de Saborear
He tomado en serio el consejo del apóstol San Pablo de «hablar la verdad con amor» (Efesios 4:15). A menudo, con buenas intenciones, he seguido ese consejo y tratado de compartir la verdad con los demás. Pero muchas veces el resultado ha sido decepción, desacuerdo y malentendido. ¿Alguna vez has experimentado esto? Al meditar sobre por qué he encontrado este resultado negativo, me pregunté qué palabras de sabiduría podría tener mi Madre Santísima para mí, inmediatamente, y en voz alta y clara, escuché sus palabras a los siervos de Caná: «Hagan lo que Él les diga» (Juan 2:5). Pero eso no era todo.
Mientras viajaba por los evangelios con mi mano en la suya, recordé lo que se dice sobre ella en el evangelio de Lucas al final de la narración de la infancia de Jesús: «Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lucas 2:51). Eso me ayudó a empezar a entender por qué mis esfuerzos impulsivos no dieron buenos frutos: Primero necesito observar / estudiar / reflexionar a través de los ojos de María y necesito entender cómo Jesús habló la verdad con amor antes de tratar de imitar su acción. Necesito descubrir y a veces re-descubrir la alegría de saborear la palabra de Dios en lugar de simplemente consumirla. Entonces, ¿cómo habló Jesús la verdad con amor?
Dejo de Frustración
Un ejemplo temprano de Jesús hablando la verdad en el amor es el encuentro de Jesús con el joven rico. En respuesta a la pregunta del joven sobre lo que debe hacer para heredar la vida eterna, Jesús señala los mandamientos que nos llaman a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. De estos mandamientos, el joven dice: «Maestro, todos los que he observado desde mi juventud» (Marcos 10:20).
El punto de partida de Jesús en esta discusión es lo que el joven hace bien, esas acciones, ideas y patrones de pensamiento que en el joven son recomendables y dignos de elogio. Pero la observación más reveladora es lo que sigue. El relato de Marcos nos dice que «Jesús, mirándolo, lo amó» (Marcos 10:21). Aquí se revela el punto de partida de Jesús: el amor. Jesús comienza con el amor por aquel a quien le va a revelar una verdad dura.
Al hablar de asuntos de fe con otra persona, si mi esfuerzo por compartir la Buena Nueva del Evangelio parece no dar fruto, debo admitir que siento frustración. Sin embargo, en esta historia, Jesús, que sabe exactamente cómo el joven va a responder a su invitación, lo mira y lo ama en lugar de experimentar la más mínima irritación. Jesús probablemente sabe en ese momento que el joven va a sentir tristeza y marcharse. Pero tal vez el Señor esté lleno de esperanza de que más tarde el joven pueda ceder a la gracia ofrecida en su encuentro con Jesús.
¿Hacemos lo que Jesús hizo? ¿Comenzamos con amor cuando tenemos una verdad que compartir?
Ese Hombre Eres Tu
Otra lección útil sobre cómo hablar la verdad con amor proviene del Antiguo Testamento en la historia del profeta Natan que confronta al rey David acerca de sus graves pecados de adulterio y asesinato (2 Samuel 12). La pregunta clave en este encuentro es: ¿por qué Natan comienza por contarle a David una parábola acerca de un hombre rico que actúa injustamente hacia un hombre pobre? ¿Por qué no ir directo al grano y decirle a David que ha cometido una grave injusticia contra otro ser humano?
Mientras David escucha la historia ficticia de Natan, aprendemos que se enoja terriblemente con ese hombre que cree se comportó injustamente hacia su prójimo (2 Samuel 12:5). Natan no comienza confrontando a David con su desorden, sino evocando el sentido de justicia que estaba en lo profundo de su corazón. Si David no fuera un hombre justo, no habría expresado una intensa ira hacia el hombre rico de la parábola, exigiendo saber su nombre. Cuando Natan pronunció esas famosas palabras «Ese hombre eres tú», David respondió con profundo arrepentimiento, que más adelante el salmista expresó tan bellamente en el Salmo 51. Por lo tanto, si alguno de nosotros es llamado a discutir con alguien sus decisiones morales sería bueno seguir el ejemplo de Natan y comenzar por evocar lo bueno en el individuo, y resistir la tentación de tener prisa por exponer su desorden.
La Zona Final
El segundo ejemplo del evangelio que muestra cómo Jesús dijo la verdad con amor se encuentra en el encuentro entre Jesús y Pedro después de la resurrección (Juan 21:15-18). En la orilla del lago después de que Jesus les diera el desayuno a los discípulos, Jesús le preguntó a Pedro tres veces: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
El padre Daniel Poovannathil, un aclamado predicador de Kerala, al sur de la India, comparte estas ideas. Cuando Jesús fue arrestado en el Huerto de Getsemaní, Pedro sabía que esto no iba a terminar bien para Jesús. Pero él sí lo siguió, aunque a distancia, mostrando que él estaba arriesgando su vida. Su principal lucha era entre la fidelidad y el miedo. Finalmente, cuando fue confrontado, sucumbió al miedo y negó a Jesús. Pero Lucas añade este detalle adicional que dice: «El Señor volteó y miró a Pedro».
El padre Daniel explica que a diferencia de Judas, Pedro no se desesperó hasta el punto en que se salió de la línea de visión de Jesús. Su amor por Jesús como su Señor llevó a Pedro a la ‘zona final’ a pesar de su acto vergonzoso en un momento de debilidad. Así que, cuando Jesús se volteó y lo miró, fue como si su visión arrojará una red que atrajo a Pedro y lo sostuvo hasta que Jesús pudiera ministrar a su alma.
Cuando nos enfrentamos a personas que saben que han cometido errores, ¿dónde empezamos la conversación?
En conclusión, nos preguntamos: “¿Me veo en alguno de los escenarios descritos anteriormente?” ¿Comienzo encuentros difíciles de la misma manera que Natán y Jesús?
El inspirador orador católico, el Dr. Mark Nimo, a menudo dice: «Nuestra historia no comenzó con el pecado, comenzó con el amor». Si Jesús está dispuesto a acercarse a los pecadores primero con lo que es bueno en ellos, ¿no deberíamos hacer lo mismo?
Querido Jesús, ayúdame a decir la verdad con amor tal como tú lo hiciste. Deja que mis palabras construyan a los que me rodean. Incluso si la decepción se filtra, déjame ver a través de tus ojos y confiar en que tu mensaje que da vida entrará en cada corazón. Pido especialmente por aquellos que han perdido su camino. Que Tu Espíritu guíe cada palabra y me haga una fuente de amor y sanación. Amén.
'¿Te despertaste hoy para llevar una vida mediocre?
Estás llamado a un plan mayor, mejor y más alto.
Señales y Maravillas
“En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre. Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden algo en Mi nombre, lo haré”. (Juan 14:12-14).
¡Sí, has leído eso correctamente, Jesucristo nos dijo que haremos cosas más grandes que las que hizo él! ¡Cosas más grandes que las de Dios que tomó forma humana y habitó entre nosotros! ¿Podemos aceptarlo de verdad? ¿Se refería Jesús a esto literalmente? ¿Cómo podemos interpretar eso? ¿Más que curar a leprosos, ciegos o sordos? ¿Incluso más grandes que resucitar a los muertos? ¿Podría ser que Jesús nos estaba diciendo que literalmente haremos las obras que hizo, pero mayor en número ya que estaba listo para ascender a su Padre? ¿Realmente creemos que las ‘señales’ que Jesús dijo que [acompañarían] a los que han creído podrían ser para cada uno de nosotros cuando dijo ‘en Mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien’. (Marcos 16:17-18)????
Durante los últimos años me he ofrecido como voluntario con una organización benéfica local en mi ciudad natal de Manchester, Inglaterra, donde diferentes iglesias cristianas locales, de diferentes denominaciones, se turnan para acoger por la noche a los solicitantes de asilo sin hogar, cada noche de la semana, dándoles una cama por la noche, comida por la tarde y desayuno por la mañana antes de que se vayan. El sábado por la noche era el turno de la iglesia católica a la que asistía. A menudo tuve la bendición de ser parte del equipo que se quedaba por la noche y compartir la cena. Simplemente pasar tiempo con estos hermosos hombres fue una bendición que va más allá de las palabras. Muchos de ellos eran musulmanes.
La Teoría del Caos
Hubo muchos milagros a lo largo de los años. Uno en particular se destaca, de una manera sobrenatural. Empezó la noche, como siempre, cuando partí con otro voluntario, un buen amigo mío, para recoger a los hombres. Al tocar la campana y entrar en el edificio, me recibió una señora que me dio un pedazo de papel con un nombre en él. Me dijo que era el nombre de un hombre que había sido traído por la policía de las calles en un estupor de tomar drogas. Aunque ella me aseguró que él estaba bien ahora después de dormir, yo no estaba contento con eso y le pedí ver al hombre yo mismo. Cuando nos vimos, le miré a los ojos y vi mucha oscuridad. Me sentí inmediatamente repelido, así que le dije que, por desgracia, no podría quedarse con nosotros esa noche. Esto fue difícil porque sabía que significaba que él pasaría una noche en las calles, pero claramente no era correcto que él viniera y se quedara. Le expliqué que nos habían informado que había tomado drogas, que había mujeres en el refugio y que teníamos a los otros hombres en los que pensar también.
No podíamos cuidar a un hombre y descuidar al resto. Aunque insistió en que estaría bien, le dije que tristemente no sería posible que se quedara con nosotros esa noche porque la organización benéfica tenía una política de cero tolerancia en relación a las drogas. Empezó a gritar y a jurar que entraría de todos modos, pero le dije que no lo dejarían entrar sin nosotros. Mientras irrumpió en la noche de la ciudad, estalló una pelea en otra parte de la habitación con otros dos hombres. ¡Fue un caos! En consecuencia, tuve que informar a un segundo hombre que no podía unirse a nosotros. Esto tampoco salió bien. Le aseguré nuestras oraciones, pero esto no fue suficiente consuelo para un hombre que ya estaba iracundo, preocupado y probablemente intoxicado.
¿Aconsejando a Dios?
Mientras salíamos juntos, los otros hombres vinieron a estrecharme la mano, me agradecieron por no permitir que los dos hombres se quedaran con nosotros, ya que ambos les habían causado muchos problemas cada noche. Se sintieron aliviados y muy agradecidos por que pasarían una noche en paz. Mientras caminábamos, nos encontramos con una furgoneta de policía con luces intermitentes en el medio de la carretera. Un agente de policía gritó órdenes de que todos se alejaran, estirando sus brazos para mantener a la gente alejada de un hombre que estaba inconsciente en el suelo. Otro policía se arrodilló al lado del hombre para buscarle el pulso porque había dejado de respirar. Rápidamente me di cuenta de que era el primer hombre musulmán que había causado un alboroto unos minutos antes. Inmediatamente, me arrodillé y le puse las manos encima.
«¿Qué crees que estás haciendo?», gritó el policía, pero insistí en que necesitaba orar por él. Clamé al Señor inmediatamente. ‘Respiraste vida en este mundo al principio de los tiempos, respira vida a este hombre. Jesús, tú sacaste a tu amigo Lázaro de la tumba, por favor resucita a este hombre ahora’. Dudé al pensar: «¿Quién creo que soy yo para aconsejar a Dios con palabras terrenales? Es Dios a quien me dirijo». Qué inadecuadas eran mis palabras humanas. Por supuesto que venían de mi corazón. Entonces comencé a orar usando el don sobrenatural del Espíritu Santo con el que he sido bendecido – el don de orar en lenguas (1 Corintios 12:1-11 & 14:1-5).
Cuando mi Corazón se Derrumbó
San Pablo nos dice que ‘El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios’ (Romanos 8:26-27). No tengo ni idea de cuánto tiempo me arrodillé allí orando, pero de repente el policía que checaba el pulso exclamó: «¡Puedo sentir un pulso!». Mi corazón cantó. Me sentí eufórico y no podía dejar de agradecer a Jesús. Momentos más tarde, llegó una ambulancia. Fue una bendición ver que el monitor de corazón grababa los latidos en la pantalla. Una vez más, agradecí y alabé a Jesús con total asombro.
Yo había sido totalmente ajeno a mi entorno, ya que había actuado puramente por instinto. Creo que fue Dios quien me instó a orar por este hombre. Al levantarme, me di cuenta de que una multitud más grande se había reunido. Una vez más fui recibido con apretones de manos de los solicitantes de asilo, agradeciéndome por ser lo suficientemente abierto como para orar por él.
Unas semanas más tarde, fui voluntario de nuevo en el refugio nocturno cuando otro hombre musulmán se me acercó con una sonrisa masiva en su rostro ansioso por hablarme acerca de este hombre con el que había orado. Me dijo que el hombre había sido adicto al alcohol y las drogas desde que llegó a Inglaterra hace tres años. Cuando se había topado con él unos días antes, ya no era adicto al alcohol y las drogas y se había mudado a su propia casa, por lo que ya no dormía en las calles. Me quedé asombrado de nuevo y alabé a Dios. Sin embargo, el Señor no había terminado allí. En medio de este hermoso momento, pude percibir un profundo dolor en este hombre que estaba sentado delante de mí. Pude compartir el Evangelio con él y oramos juntos. Tenemos un Dios que nunca deja de derramar sus bendiciones.
¡Dios, de verdad, es grande!
Debemos tener fe. Jesus nos dice que incluso las más pequeñas semillas de fe son suficientes para mover montañas (Marcos 11:22-25) y que ‘para Dios todo es posible’ (Mateo 19:26). Nuestro Dios Trino, El Creador, El Redentor y El Santificador; Padre, Hijo y Espíritu Santo vive dentro de cada cristiano creyente bautizado. Tenemos que realmente creer eso y vivirlo. ‘Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre’ (Hebreos 13:8) y Sus palabras son ‘Espíritu y Vida’ (Juan 6:63).
'En relación con un proyecto académico mío, recientemente he estado revisando el libro del Éxodo y numerosos comentarios al respecto. El segundo libro más famoso del Antiguo Testamento se refiere principalmente a la manera en que Dios da forma a su pueblo para que pueda convertirse en un faro radiante, una ciudad situada en una colina. En la lectura bíblica, Israel es elegido, pero nunca es elegido para sí mismo, sino para todas las naciones del mundo.
Yo diría que esta formación tiene lugar en tres etapas principales: Primero, Dios enseña a Israel a confiar en su poder; segundo, le da a Israel una ley moral; y tercero, instruye a su pueblo en santidad a través de la alabanza correcta. La lección de confianza ocurre, por supuesto, a través del gran acto de liberación de Dios. Los esclavos completamente impotentes encuentran libertad, no confiando en sus propios recursos, sino en la amable intervención de Dios. La instrucción moral se lleva a cabo a través de los diez Mandamientos y su legislación correspondiente. Finalmente, la formación en santidad se realiza a través de la sumisión del pueblo a un elaborado conjunto de leyes litúrgicas y ceremoniales. Es este último movimiento el que quizás nos parezca hoy más peculiar, pero yo diría que eso tiene una resonancia particular en nuestro extraño período del COVID.
Probablemente a la mayoría de nosotros nos parece evidente que la educación en la religión incluye instrucción moral. Y esto es porque, nos guste o no, apoyamos la filosofía de Immanuel Kant, el filósofo del siglo XVIII quien sostuvo que toda la religión se puede reducir a la ética. A final de cuentas, la religión se trata de hacernos más justos, amorosos, amables y compasivos, argumentó Kant. En el lenguaje contemporáneo, el kantianismo en la religión suena así: «Mientras seas una buena persona, realmente no importa lo que creas o cómo rindes culto».
Ahora, no hay duda de que el libro del Éxodo y la Biblia en general coinciden en que la moralidad es esencial para la formación adecuada del pueblo de Dios. Aquellos que busquen seguir al Señor, quien es justicia y amor, deben ser conformados a la justicia y el amor. Y es precisamente por eso que encontramos, en la gran alianza del Sinaí, órdenes de no robar, no cometer adulterio, no codiciar, no matar, etc. Hasta ahora, todo parece Kantiano.
Pero lo que probablemente sorprende a la mayoría de los lectores contemporáneos del libro de Exodus es que, inmediatamente después de la disposición de los mandamientos morales, el autor pasa prácticamente el resto del texto, capítulos 25 a 40, delineando las prescripciones litúrgicas que el pueblo debe seguir. Por ejemplo, encontramos una sección larguísima en la construcción del Arca de la Alianza: “Haz un arca de madera de acacia, de un metro con diez centímetros de largo, setenta centímetros de ancho y setenta centímetros de alto. Recúbrela de oro puro por dentro y por fuera, y ponle en su derredor una moldura de oro”. Y como ornamento en la parte superior del arca, “Haz dos querubines de oro… En cada uno de los extremos irá un querubín… Los querubines deberán tener las alas extendidas por encima del propiciatorio, y cubrirlo con ellas”. Después encontramos instrucciones sobre el elaborado mobiliario dentro del tabernáculo, incluyendo un candelero, una mesa para el llamado “pan de la presencia”, pilares y varios ornamentos que colgaban. Finalmente, se da una enorme cantidad de espacio a la descripción de las vestiduras que deben usar los sacerdotes de Israel. Aquí hay un ejemplo: “Las vestiduras que le harás son las siguientes: un pectoral, un efod, un manto, una túnica bordada, un turbante y una faja. Estas vestiduras sagradas… se usará oro, púrpura, carmesí, escarlata y lino”.
No se da ningún tipo de indicio de que las prescripciones morales son de alguna manera más importantes que las prescripciones litúrgicas. En todo caso, parece que ocurre lo contrario, ya que el Éxodo es seguido inmediatamente por el libro de Levítico, que consta de veintiocho capítulos de ley dietética y litúrgica. Entonces, ¿qué debemos entender de esto nosotros, los Post- Kantianos? En primer lugar, debemos observar que los autores bíblicos no piensan por un momento que Dios de alguna manera requiere rectitud litúrgica, como si la corrección de nuestra adoración añade algo a su perfección o satisface alguna necesidad psicológica suya. Si tienes alguna duda sobre este tema, recomendaría una lectura cuidadosa del primer capítulo del profeta Isaías y del Salmo número 50. Dios no necesita el arca y el tabernáculo y las vestiduras sacerdotales y la adoración regular, pero nosotros sí. A través de los gestos y símbolos de su alabanza litúrgica, Israel se alinea con Dios, ordenado a él. La ley moral dirige nuestra voluntad a la bondad divina, pero la ley litúrgica dirige nuestras mentes, nuestros corazones, nuestras emociones e incluso nuestros cuerpos al esplendor divino. Observe cuán bien las instrucciones ceremoniales del Éxodo implican color, sonido y olor (hay mucho escrito sobre el incienso) y cómo estos conducen hacia la producción de la belleza.
Dije antes que el énfasis de Éxodo en lo litúrgico y ceremonial tiene una profunda relevancia para nuestro tiempo, y aquí está el porqué. Por muy buenas razones, nos hemos abstenido completamente de la adoración pública, e incluso ahora nuestra capacidad de adorar juntos es muy limitada. En la mayoría de las diócesis de nuestro país, la obligación de asistir a la misa dominical ha sido suspendida, por razones válidas. Mi temor es que cuando llegue el momento propicio, cuando podamos volver a Misa, muchos católicos se mantengan alejados, ya que se han acostumbrado a ausentarse de la adoración. Y mi preocupación toma una forma más específicamente kantiana: Se dirán muchos católicos: «Sabes, mientras yo sea básicamente una buena persona, ¿qué sentido tiene toda esta adoración formal de Dios?»
¿Puedo recomendarte que saques tu Biblia, abras el libro del Éxodo, especialmente los capítulos 25 a 40, y consideres cuán importante es para Dios la adoración correcta ofrecida por su pueblo santo? La liturgia siempre ha importado. La misa —que involucra vestiduras, gestos, rituales, olores y campanas, canto y silencio— sigue siendo importante, a lo grande. ¿No es suficiente para Dios que seas una buena persona? Para no poner un punto demasiado ligero sobre ello: no, no lo es.
'¿Te preguntas cómo responder a esos comentarios sobre tu testimonio de vida? ¡Aquí están las 3 mejores respuestas sólo para ti!
La semana pasada, estacioné nuestra gran camioneta en la parte delantera de la tienda local. Después de rápidamente obtener algunos artículos de comida, volví y encontré a mis hijos conversando con los ocupantes del vehículo estacionado junto a nosotros: un padre y su hijo joven.
En una pequeña ciudad tal como nuestra, siempre hay relaciones tenues con otras personas. En este caso, el joven en la camioneta había asistido al preescolar con nuestro cuarto hijo y quiso saludarlo.
La puerta a nuestra camioneta fue abierta para dar lugar a tal saludo.
Pude ver la mente del padre sobresaltarse cuando contó el número los niños en mi vehículo, seis, y luego el noto que mi barriga anunciaba la espera del número siete.
Su comentario fue uno de aquellos con los que las familias grandes se encuentran tan a menudo que molestan: “Debería conseguir una Televisión”.
Añadió “o algo” a su comentario y una risa torpe que sólo demostró que había reconocido la grosería de su comentario. Pero ya era demasiado tarde para devolverlo.
Sonriendo con una sonrisa muy forzada, nos despedimos y volvimos a casa. Esta no era la primera vez que había encontrado tales comentarios, y no sería la última. La verdad es que el tamaño de mi familia de alguna manera enfrenta oposición por una gran parte de la sociedad.
“Ellos simplemente no pueden entender”, dice una amiga mía, y mamá de seis, “qué alegría experimentamos al ser bendecidas con una familia tan grande”.
Ella tiene razón. Ser bendecido con una familia numerosa es algo muy diferente a adherirse a los 2 o 1 hijos por familia y, desde el exterior, parece muy contracultural.
Por supuesto, es contracultural, pero no debería serlo. No todos estamos llamados a tener una familia «grande», pero estamos llamados a estar abiertos a la vida. Para algunos, esto significa una familia grande, pero para otros significa una familia pequeña, encontrarse con el embarazo y la pérdida del bebé, lucha con la fertilidad, crianza o la adopción.
Independientemente del tamaño o la forma de nuestra familia, todos podemos dar testimonio de la profunda bendición de estar abiertos a la vida.
1.Irradiar alegría
La noticia de un nuevo embarazo debe ser de gran alegría. Hay algunas veces y algunas situaciones, cuando esta noticia podría ser más tenue.
Independientemente de lo que sea, siempre se debe celebrar una nueva vida.
Cuando te encuentres con otros, ya sea que compartan tu perspectiva abierta a la vida o no, déjales ver la alegría que este anuncio lleva consigo.
La alegría es contagiosa, y algo que a menudo lamentablemente falta en nuestro mundo de hoy.
Tal vez todavía no pueden entender por qué querrías tener tu cuarto, sexto, séptimo o undécimo hijo, pero aun así deberían poder dejar su encuentro contigo sabiendo que estás encantada de estar esperando otro bebe que te causa alegría.
2.Responder con humor, no con ira
Hay algún número de respuestas que uno podría dar a esas frases: “¿que no tienes una televisión?” O, «¿que no tienes las manos llenas?» y así sucesivamente. Pero algunos probablemente no son caritativos.
No vamos a cambiar corazones al responder con coraje, o, seamos honestos, con cualquier respuesta que demos. Pero, tal vez podamos sembrar una semilla.
A una madre conocida mia le gusta contar la siguiente historia de la respuesta de una madre a las siguientes preguntas : “¿por qué tienes tantos hijos? o ¿vas a tener otro?»
La respuesta descarada: “¡Vamos a seguir hasta que nos guste uno!”
O, alternativamente: «Sólo nos aseguramos de que tengamos muchos hijos para que nos cuiden en nuestra vejez».
Quizás estas bromas no sean para todos. Pero el sentido del humor puede ser un gran instrumento en responder a las preguntas más complejas de los más seculares entre nosotros.
San Juan Cantius nos anima a: «Luchar contra todos los errores, pero hacerlo con buen humor, paciencia, bondad y amor. La dureza dañará tu propia alma y arruinará la mejor causa.»
A lo mejor añadirle una dosis de humor será lo correcto.
3.Testigo sin palabras
Aunque he recibido comentarios menos que ideales sobre el tamaño de nuestra familia, también he recibido los más hermosos.
Una señora mayor en particular comenzó con el cliché: “¿no has tenido las manos llenas?” y agregó: «y eres tan bendecida»
Claro que tiene razón. Somos increíblemente bendecidos y los que nos conoce, saben que nuestra apertura a la vida se extiende mucho más allá de nuestro propio hogar.
Hemos tenido personas que vienen a nosotros en busca de ayuda, orientación y apoyo frente a embarazos no planeados, períodos difíciles después del parto, la realización de la adopción, y los altibajos generales de la crianza. A menudo los conocidos que no son católicos buscan nuestro consejo. En virtud del tamaño de nuestra familia, de alguna manera transmitimos nuestra creencia sincera de que todas las vidas son preciosas.
Esta ha sido una consecuencia involuntaria de tener una gran nidada. En sí mismo, ha sido una inmensa bendición para nosotros apoyar a los demás.
Sin querer deliberadamente pretendemos hacerlo, seguimos el consejo de San Francisco de Asís: «Predicad el Evangelio en todo momento. Cuando sea necesario, use palabras.»
Por lo tanto, aunque puedes esperar comentarios impertinentes, eso no significa que debas bajar el tono de tu propio entusiasmo al compartir las noticias de un embarazo, ya sea tuyo o de otra persona.
Responde con alegría y humor, y continúa dando testimonio de la belleza y dignidad de toda la vida humana.
'El coronavirus está causando estragos en nuestro mundo hoy;
Pero ¿existe un virus más mortal que este?
Mientras escribo esto, casi todo el mundo está en las garras de un virus que ha paralizado a la humanidad. ¿Quién hubiera pensado que en esta era de avances tecnológicos, con descubrimientos científicos diarios, un virus vendría a tomarnos por sorpresa? O que, en tiempos donde la humanidad ha llegado a planetas vecinos, ¿quién hubiese imaginado que nuestros planes de vida y nuestro futuro juntos en la Tierra podría verse tan afectado que nos obligaría a adoptar un estilo de vida tan inferior a lo que estábamos acostumbrados?
El año 2020 a penas está en su primera mitad, pero Australia (lugar en el que vivo) ya ha sufrido eventos desastrosos que han culminado en la crisis actual. El año empezó con incendios forestales catastróficos que arrasaron con gran cantidad de terreno, mataron a numerosas personas y animales y destruyeron muchas casas y propiedades. El humo oscureció nuestros cielos, se introdujo en nuestros hogares e incluso interfirió con eventos deportivos. Justo cuando estábamos empezando a recuperarnos de eso, fuimos golpeados por tormentas y fuertes lluvias, que causaron granizadas e inundaciones repentinas. Y justo cuando pensamos que podíamos empezar a seguir adelante, el coronavirus invadió nuestras vidas. Ahora, todos estamos soportando las estrictas restricciones, que están afectando nuestra economía, nuestras comunidades, nuestra educación y nuestro acceso a los sacramentos. La humanidad está asustada y aunque muchos aun intentan demostrar valentía, todos estamos conscientes de que algunos no viviremos para ver un mañana.
Actualmente, gran parte del mundo está en una situación similar a una guerra. Algunos están luchando para conseguir papel higiénico, almacenar comida para meses y aislarse de cualquier contacto físico. Todos los lugares públicos, excepto algunos servicios esenciales están cerrados y Nueva York – el centro de negocios internacionales- está bajo supervisión de la guardia Nacional. Este es un tiempo extraordinariamente difícil para los líderes de todas las naciones, que se aventuran en terrenos desconocidos. Algunos de ellos incluso han contraído el virus.
El virus, y todas las restricciones que ha causado, solo puede dañarnos física y psicológicamente. La Escritura nos enseña que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, así que debemos protegerlo y cuidarlo, pero Jesús nos recuerda que no debemos temerle a aquello que solo daña al cuerpo. Nuestras almas son valiosas ante Dios y viven eternamente. Jesús vino a un mundo que solo se enfocaba en la vida terrena y las cosas materiales para demostrarnos que la vida espiritual es más importante que todo lo demás. La carne puede fallecer, pero el alma vivirá eternamente.
El virus que realmente ha paralizado a la humanidad hoy es el PECADO. Ningún otro virus ha causado mayor daño que el pecado, el cual nos ha lisiado y degenerado tanto, que muchos ya son muertos vivientes, vidas vacías, cumpliendo ningún otro propósito salvo el de entretenerse a sí mismos. El pecado nos ha distanciado de Dios, oscurecido nuestras mentes, endurecido nuestros corazones, ensordecido nuestros oídos, cegado nuestros ojos y enfermado nuestras almas. Esto es mucho más terrible que no poder movilizarse libremente ni hacer lo que queramos. Podríamos enfrentar una eternidad separados de todo lo que es bueno, a menos que cambiemos nuestro camino.
Jesús tomó el yugo de los pecados de la humanidad y murió por todos nosotros, para que podamos vivir junto a Él para siempre. Así que no debemos temer a la muerte si aceptamos Su salvación y Lo seguimos diariamente. Todos moriremos algún día, y como nuestra esperanza está puesta en Jesús, nos podemos alegrar cuando acerque la hora de nuestra muerte.
Así que si eres cristiano, este es el momento para demostrar tu fe, para confiar plenamente en la vida que Jesús ya ha ofrecido y preparado para nosotros. Este es el tiempo en que la Iglesia enseña a recibir la comunión espiritual. El corazón de un cristiano debe estar lleno de alegría en este tiempo porque nada nos puede separar del amor de Cristo. Como dice San Pablo “Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” Filipenses 1:21. Ahora debemos, sin excusa, orar pidiendo misericordia y perdón para nuestros hermanos y hermanas que no conocen a Jesús y no lo han aceptado como su Señor y Salvador, y no se dan cuenta de la alegría que contiene esta relación. Debemos también hacer todo lo posible para ayudar a aquellos que están a nuestro alrededor, inspirados por el Espíritu Santo a realizar obras de caridad.
Si solo tienes una relación superficial con Dios, este es tu momento para buscarlo en lo profundo de tu corazón, donde Cristo te espera. Ahí es donde Él siempre te ha buscado. En vez de llenar tu tiempo libre con cosas vacías durante esta cuarentena, busca la oportunidad para pasar tiempo en silencio, leer la Biblia y permitirle a Su palabra hacerse vida en tu vida. No hay mejor tiempo que este para pedirle perdón a aquellos a quienes hemos ofendido.
Jesús declara que Él es el camino, la verdad y la vida. Esto significa que si estás buscando la verdad, todos los caminos te llevarán a Jesucristo. ¿Estás buscando la verdad, o te conformas con las migajas que caen de la mesa?
Si eres de aquellos que dependen solo de sus buenas obras o no buscas nada en concreto, este es su momento para reflexionar en tu vida personal y darle tu alma y corazón a Jesús. “Haz la prueba y verás lo bueno que es el Señor” Salmos 34:8.
Preparémonos, porque nuestro último día vendrá cuando menos lo esperemos. Podría ser cuando Jesús regrese con gloria para reunir a todos los que lo aman y lo siguen. O podría venir en cualquier momento antes de eso.
Chris Hadfield (el primer canadiense en ir al espacio) dice que “los astronautas no van al espacio con los dedos cruzados” y que “mientras más conoces, menos temes”. Te invito a que pases este tiempo, en el que están distanciado de tus amigos y actividades, para que renueves tu amistad con Jesucristo, el Hijo de Dios, porque conocerlo es conocer la verdad (Juan 8:32) y tener vida eterna (Juan 17:3). Reconozcamos que el virus que realmente nos aflige es el pecado. Permitámosle a Jesús que se apodere de nuestras vidas, nos libre del pecado y nos lleve a la vida eterna.
'Tú vida nunca será la misma, cuando te enamores de Cristo.
¿Has tenido formación cristiana?
En virtud de nuestro bautismo estamos a ser llamados discípulos misioneros. El Cristo resucitado encomendó a sus seguidores para llevar a cabo su misión. “Id, pues, y haced discípulos a todas las personas bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, (Matero 28:19). Para hacer esto, necesitamos empoderarnos de Cristo. ¿qué significa esto?
Un buen lugar para comenzar es Juan 15 “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador”, “todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta y todo el da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” (Juan 15-1-2). Para ser transformados necesitamos ser podados por la oración y el sufrimiento. Si bien la oración es necesaria para participar en la vida divina, es el sufrimiento el que puede romper los límites que nos separan de Dios. En ciertos momentos de la vida, como durante una profunda pérdida, rechazo o fracaso, perdemos el control. Tarde o temprano todos experimentamos el dolor.
En esos momentos el Señor está contigo en su dolor. Lo ha sufrido todo, él te ama y sostiene tú ser, cada momento de tú existencia. Descansando en sus brazos, uniéndote a él, puedes hacer lo imposible. Si has sido rechazado, traicionado o perjudicado, usted podrá perdonar a través de la gracia de Dios.
El perdón es un componente clave para la transformación. Cuando no perdonamos nos quedamos atrapados en esa dolorosa experiencia. Se reprime nuestra relación con Dios, los demás y nosotros mismos. Cuando permites que Dios tome el control, el perdón llega y el dolor desaparece. Esto pasa a pesar de ti. Ocurre cuando dices “sí” a la voluntad de Dios, como lo hizo nuestra Santísima Madre en la Anunciación, “he aquí la sierva del Señor, hágase en mi según su palabra” (Lucas 1:38).
¿Enamorarse de Jesús?
Irónicamente para algunos católicos esta invitación parece extraña. Muchos católicos tienen dificultades hasta para decir el nombre de Jesús, y mucho menos para decir “Amo a Jesús”, porque parece protestante o evangélico. Usted está hecho a imagen y semejanza de Dios. Él es amor, así que estás hecho para amar y ser amado por Dios. Como hijo amado de Dios, ¿cómo puedes temer a Dios, a quien Jesús nos invita a llamar Padre?, es por eso que Jesús dice en Juan 15, “no os llamo siervos, a vosotros los he llamado amigos”. Este es el modelo de amistad de la genuina religión.
Como dijo Santa Catalina de Génova, “Dios es mi profundidad”. Mil años antes de Santa Catalina, San Anastasio que hizo tanto para luchar contra el arrianismo y contribuir al Credo de Nicea, dijo: “El hijo de Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera convertirse en Dios”. Participar en esta realidad es la transformación. Por eso el misterio cristiano encarna al verdadero yo en la Divina Trinidad. Es por eso que el sufrimiento no es lo peor que te puede pasar, porque al parecer, es la forma más efectiva de eliminar al falso yo.
La cruz lleva a la Resurrección. Ese es el misterio Pascual, que nosotros estamos llamados vivir todos los días. Lo que le sucede a Cristo Jesús, esta destinado a pasarnos porque somos miembros de su cuerpo místico, La Iglesia. San Ignacio de Antioquía expresó la necesidad del sufrimiento de la siguiente manera:
Era necesario que Cristo sufriera: Era imposible para su Pasión, que no hubiera pasado… (sus discípulos) no pudieron reconocer que él tuvo que sufrir para entrar en su Gloria. Dejando atrás la gloria que tuvo con su Padre, salió a salvar a su pueblo antes de que se hiciera el Mundo. Esta salvación sólo puede ser alcanzada por el sufrimiento del autor de nuestra vida, cuando lo enseño Pablo cuando dijo: “el autor de la vida misma se perfeccionó a través del sufrimiento” (de un discurso).
La Iglesia como cuerpo de Cristo, debemos pasar por el mismo proceso de transformación que se produce por el sufrimiento. Lo importante es encontrar a Dios en medio de tus aflicciones. Una vez encuentres a Dios en todas las cosas, te vuelvas indestructible porque Dios está trabajando en ti.
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