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Cómo iniciar una conversación con
alguien por quien sientes cariño? quí hay un
consejo simple que no debes perderte.
He tomado en serio el consejo del apóstol San Pablo de «hablar la verdad con amor» (Efesios 4:15). A menudo, con buenas intenciones, he seguido ese consejo y tratado de compartir la verdad con los demás. Pero muchas veces el resultado ha sido decepción, desacuerdo y malentendido. ¿Alguna vez has experimentado esto? Al meditar sobre por qué he encontrado este resultado negativo, me pregunté qué palabras de sabiduría podría tener mi Madre Santísima para mí, inmediatamente, y en voz alta y clara, escuché sus palabras a los siervos de Caná: «Hagan lo que Él les diga» (Juan 2:5). Pero eso no era todo.
Mientras viajaba por los evangelios con mi mano en la suya, recordé lo que se dice sobre ella en el evangelio de Lucas al final de la narración de la infancia de Jesús: «Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lucas 2:51). Eso me ayudó a empezar a entender por qué mis esfuerzos impulsivos no dieron buenos frutos: Primero necesito observar / estudiar / reflexionar a través de los ojos de María y necesito entender cómo Jesús habló la verdad con amor antes de tratar de imitar su acción. Necesito descubrir y a veces re-descubrir la alegría de saborear la palabra de Dios en lugar de simplemente consumirla. Entonces, ¿cómo habló Jesús la verdad con amor?
Un ejemplo temprano de Jesús hablando la verdad en el amor es el encuentro de Jesús con el joven rico. En respuesta a la pregunta del joven sobre lo que debe hacer para heredar la vida eterna, Jesús señala los mandamientos que nos llaman a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. De estos mandamientos, el joven dice: «Maestro, todos los que he observado desde mi juventud» (Marcos 10:20).
El punto de partida de Jesús en esta discusión es lo que el joven hace bien, esas acciones, ideas y patrones de pensamiento que en el joven son recomendables y dignos de elogio. Pero la observación más reveladora es lo que sigue. El relato de Marcos nos dice que «Jesús, mirándolo, lo amó» (Marcos 10:21). Aquí se revela el punto de partida de Jesús: el amor. Jesús comienza con el amor por aquel a quien le va a revelar una verdad dura.
Al hablar de asuntos de fe con otra persona, si mi esfuerzo por compartir la Buena Nueva del Evangelio parece no dar fruto, debo admitir que siento frustración. Sin embargo, en esta historia, Jesús, que sabe exactamente cómo el joven va a responder a su invitación, lo mira y lo ama en lugar de experimentar la más mínima irritación. Jesús probablemente sabe en ese momento que el joven va a sentir tristeza y marcharse. Pero tal vez el Señor esté lleno de esperanza de que más tarde el joven pueda ceder a la gracia ofrecida en su encuentro con Jesús.
¿Hacemos lo que Jesús hizo? ¿Comenzamos con amor cuando tenemos una verdad que compartir?
Otra lección útil sobre cómo hablar la verdad con amor proviene del Antiguo Testamento en la historia del profeta Natan que confronta al rey David acerca de sus graves pecados de adulterio y asesinato (2 Samuel 12). La pregunta clave en este encuentro es: ¿por qué Natan comienza por contarle a David una parábola acerca de un hombre rico que actúa injustamente hacia un hombre pobre? ¿Por qué no ir directo al grano y decirle a David que ha cometido una grave injusticia contra otro ser humano?
Mientras David escucha la historia ficticia de Natan, aprendemos que se enoja terriblemente con ese hombre que cree se comportó injustamente hacia su prójimo (2 Samuel 12:5). Natan no comienza confrontando a David con su desorden, sino evocando el sentido de justicia que estaba en lo profundo de su corazón. Si David no fuera un hombre justo, no habría expresado una intensa ira hacia el hombre rico de la parábola, exigiendo saber su nombre. Cuando Natan pronunció esas famosas palabras «Ese hombre eres tú», David respondió con profundo arrepentimiento, que más adelante el salmista expresó tan bellamente en el Salmo 51. Por lo tanto, si alguno de nosotros es llamado a discutir con alguien sus decisiones morales sería bueno seguir el ejemplo de Natan y comenzar por evocar lo bueno en el individuo, y resistir la tentación de tener prisa por exponer su desorden.
El segundo ejemplo del evangelio que muestra cómo Jesús dijo la verdad con amor se encuentra en el encuentro entre Jesús y Pedro después de la resurrección (Juan 21:15-18). En la orilla del lago después de que Jesus les diera el desayuno a los discípulos, Jesús le preguntó a Pedro tres veces: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
El padre Daniel Poovannathil, un aclamado predicador de Kerala, al sur de la India, comparte estas ideas. Cuando Jesús fue arrestado en el Huerto de Getsemaní, Pedro sabía que esto no iba a terminar bien para Jesús. Pero él sí lo siguió, aunque a distancia, mostrando que él estaba arriesgando su vida. Su principal lucha era entre la fidelidad y el miedo. Finalmente, cuando fue confrontado, sucumbió al miedo y negó a Jesús. Pero Lucas añade este detalle adicional que dice: «El Señor volteó y miró a Pedro».
El padre Daniel explica que a diferencia de Judas, Pedro no se desesperó hasta el punto en que se salió de la línea de visión de Jesús. Su amor por Jesús como su Señor llevó a Pedro a la ‘zona final’ a pesar de su acto vergonzoso en un momento de debilidad. Así que, cuando Jesús se volteó y lo miró, fue como si su visión arrojará una red que atrajo a Pedro y lo sostuvo hasta que Jesús pudiera ministrar a su alma.
Cuando nos enfrentamos a personas que saben que han cometido errores, ¿dónde empezamos la conversación?
En conclusión, nos preguntamos: “¿Me veo en alguno de los escenarios descritos anteriormente?” ¿Comienzo encuentros difíciles de la misma manera que Natán y Jesús?
El inspirador orador católico, el Dr. Mark Nimo, a menudo dice: «Nuestra historia no comenzó con el pecado, comenzó con el amor». Si Jesús está dispuesto a acercarse a los pecadores primero con lo que es bueno en ellos, ¿no deberíamos hacer lo mismo?
Querido Jesús, ayúdame a decir la verdad con amor tal como tú lo hiciste. Deja que mis palabras construyan a los que me rodean. Incluso si la decepción se filtra, déjame ver a través de tus ojos y confiar en que tu mensaje que da vida entrará en cada corazón. Pido especialmente por aquellos que han perdido su camino. Que Tu Espíritu guíe cada palabra y me haga una fuente de amor y sanación. Amén.
Jenson Joseph has been part of Shalom Media as a speaker at the Shalom Conferences. He lives with his family in Michigan, USA. Watch his series at shalomworld.org/show/discipleship
La semana pasada tuve la alegría de hablar el Día de la Juventud, en el Congreso de Educación Religiosa de Los Ángeles. Mi audiencia era alrededor de cuatrocientos estudiantes de secundaria de todo el país; y mi tema, a petición de los organizadores del congreso, era la relación entre religión y ciencia. Sabían, como he estado argumentando durante años, que una de las principales razones por las que muchos jóvenes se están desafiliando de nuestra Iglesia es el supuesto conflicto entre la ciencia y la fe. Le dije a mi joven audiencia que esta "guerra" es de hecho una fantasía, una ilusión, el fruto de un trágico malentendido. E intenté mostrar esto analizando cuatro temas, que resumiré brevemente en este artículo. Primero, en un sentido muy real, las ciencias físicas modernas provienen de la religión. Los grandes fundadores de la ciencia —Kepler, Copérnico, Galileo, Newton, Descartes, etc.— fueron, sin excepción, formados en escuelas y universidades patrocinadas eclesialmente. Fue bajo la tutela de la Iglesia que aprendieron la física, astronomía y matemáticas que desarrollaron. Más específicamente, aprendieron en esas instituciones dos verdades esencialmente teológicas, necesarias para el surgimiento de las ciencias experimentales; a saber, que el universo no es Dios y que el universo, en cada rincón y grieta, está marcado por la inteligibilidad. Si la naturaleza fuera divina, como de hecho es considerada por muchas religiones, filosofías y misticismos, entonces nunca podría ser materia apta para la observación, el análisis y la experimentación. Y si la naturaleza fuera simplemente caótica, vacía de forma, nunca revelaría las armonías y las inteligibilidades modeladas que los científicos buscan de buen grado. Cuando se obtienen estas dos verdades, las cuales están en función de la doctrina de la creación, las ciencias pueden ponerse en marcha. En segundo lugar, podemos ver que cuando la ciencia y la teología se entienden correctamente, no están en conflicto; esto debido a que no están compitiendo por la primacía en el mismo campo de juego, como equipos de fútbol opuestos. Utilizando el método científico, las ciencias físicas estudian eventos, objetos, dinámicas y relaciones humanas dentro del orden empíricamente verificable. La teología, empleando un método completamente diferente, estudia sobre Dios y las cosas de Dios; y Dios no es un objeto en el mundo, no es una realidad circunscrita dentro del contexto de la naturaleza. Como dijo Tomás de Aquino, Dios no es ens summum (ser más elevado), más bien es ipsum esse (el acto de ser como tal); es decir, Dios no es un ser entre los seres, sino la razón por la que de hecho hay un universo empíricamente observable. En este sentido, Dios es como el autor de una novela enriquecida y compleja. Charles Dickens nunca aparece como personaje en alguna de sus extensas narrativas; aún así, él es la razón por la que cualquiera de esos personajes existe. En consecuencia, las ciencias, como tales, no pueden adjudicarse la resolución de los cuestionamientos sobre la existencia de Dios ni hablar sobre su actividad o atributos. Se requiere otro tipo de racionalidad, que no compita con el razonamiento científico, para la determinación de esos asuntos. Y esto me lleva a mi tercer punto: el cientificismo no es ciencia. Tristemente desenfrenado hoy en día, especialmente entre los jóvenes, el cientificismo es la reducción de todo el conocimiento a la forma científica del conocimiento. El innegable éxito de las ciencias físicas y la extraordinaria utilidad de las tecnologías a las que han dado lugar, han producido en la mente de muchos esta convicción, pero esto representa un trágico empobrecimiento. Un químico podría decirnos la composición química de las pinturas que Miguel Ángel usó en el techo de la Capilla Sixtina, pero no podría, como científico, decirnos nada sobre lo que hizo de esa obra de arte algo tan hermoso. Un geólogo podría hablarnos sobre la estratificación de la tierra debajo de la ciudad de Chicago, pero jamás podría explicarnos como científico si esa ciudad está siendo gobernada justa o injustamente. No hay rastro del método científico en Romeo y Julieta, pero ¿quién sería tan ingenuo como para afirmar que esa obra no nos habla sobre la verdadera naturaleza del amor? De manera similar, los grandes textos de la Biblia y la tradición teológica no son "científicos"; sin embargo, nos hablan de las verdades más profundas sobre Dios, creación, pecado, redención, gracia, etc. Tanto la causa como el efecto del cientificismo, tristemente, es la atenuación de las artes liberales en nuestras instituciones de educación superior. Hoy en día, en lugar de apreciar la literatura, historia, filosofía y religión como conductos de la verdad objetiva, muchos los relegan a la arena del sentimiento subjetivo o los someten a una crítica ideológica que los hace ver marchitos. Mi cuarto y último punto es el siguiente: Galileo es un párrafo en un capítulo de un libro muy largo. El gran astrónomo es a menudo invocado como el santo patrón de los científicos heroicos que luchan por liberarse del oscurantismo y la irracionalidad de la religión. La censura de sus libros por parte de la Iglesia, y el virtual encarcelamiento del gran científico a instancias del Papa, se toma como el oscuro paradigma de la relación Iglesia/ciencia. Obviamente, el episodio de Galileo no fue el mejor momento de la Iglesia; de hecho, Juan Pablo II expresando una verdadera contrición, se disculpó explícitamente por ello. Pero usarlo como la lente para observar el juego entre la fe y la ciencia es crucialmente inadecuado. Han existido, desde los primeros días de las ciencias modernas, miles de personas profundamente religiosas involucradas en la investigación y desarrollo científico. Por nombrar solo algunos: Copérnico, cosmólogo revolucionario y dominico de la tercera orden; Nicolás Steno, el padre de la geología y obispo de la Iglesia; Luis Pasteur, uno de los fundadores de la microbiología y un devoto laico católico; Gregorio Mendel, padre de la genética moderna y fraile agustino; Georges Lemaitre, formulador de la teoría del Big Bang sobre el origen del cosmos y sacerdote católico; Mary Kenneth Keller, la primera mujer en los Estados Unidos en recibir un doctorado en ciencias de la computación y hermana religiosa católica. Creo que es justo decir que todas estas personalidades de la ciencia entendieron los puntos fundamentales que he expuesto en este artículo y, por lo tanto, contemplaron que sí podían dedicarse por completo tanto a su ciencia como a su fe. En conclusión, podría instar especialmente a los científicos católicos de hoy —investigadores, médicos, físicos, astrónomos, químicos, etc.— a hablar con los jóvenes sobre este tema. Díganles por qué la supuesta guerra entre la religión y la ciencia es de hecho una ilusión, y aún más importante, muéstrenles cómo ustedes han reconciliado la ciencia y la religión en su propia vida. Simplemente no podemos permitir que esta tonta justificación para la desafiliación se mantenga.
By: Bishop Robert Barron
MoreTodos hemos llorado incontables lágrimas a lo largo de nuestra vida. Pero ¿sabías que Dios ha recolectado cada una de ellas? ¿Por qué lloramos? Lloramos porque estamos tristes o hartos. Lloramos porque estamos heridos y solos. Lloramos porque hemos sido traicionados o desilusionados. Lloramos porque nos arrepentimos, nos preguntamos por qué, cómo, dónde, qué. Lloramos porque... bueno, ¡a veces ni siquiera sabemos por qué estamos llorando! Si alguna vez has cuidado a un bebé, conoces el estrés de tratar de entender por qué el niño está llorando, ¡especialmente después de haberlo alimentado, cambiado, ponerlo a dormir una siesta! A veces solo quieren estar en tus brazos. En ocasiones, del mismo modo nosotros también solo queremos ser sostenidos en el abrazo de Dios, pero somos conscientes de nuestra pecaminosidad que parece distanciarnos de él. De Los Ojos Al Corazón De Dios Las escrituras nos dicen que incluso Jesús lloró: "Y Jesús lloró" (Juan 11:35); el versículo más corto del Evangelio abre una ventana al corazón de Jesús. En Lucas 19: 41-44 aprendemos que Jesús “derramó lágrimas sobre Jerusalén” porque sus habitantes “no reconocieron el tiempo de su visitación". En el libro del Apocalipsis, encontramos que Juan "lloró amargamente" porque no había nadie apto para abrir el pergamino y leerlo (Apocalipsis 5:4). Esta conciencia de la condición humana puede limitar nuestra capacidad de captar la plenitud de la vida que Dios ofrece continuamente a cada uno de nosotros. Apocalipsis 21:4 nos recuerda que “Dios enjugará toda lágrima”; sin embargo, el Salmo 80, 5 dice que el Señor “los ha alimentado con el pan de lágrimas y los ha hecho beber lágrimas en gran medida”. Entonces, ¿cuál de las dos?: ¿Quiere Dios secar las lágrimas y consolarnos, o quiere hacernos llorar? Jesús lloró porque hay poder en las lágrimas; hay solidaridad en las lágrimas. Porque ama tanto a cada persona que no puede soportar la ceguera que nos impide aceptar las oportunidades que nos da para estar cerca de él, para ser amados por él y experimentar su gran misericordia. Jesús se sintió abrumado por la compasión cuando vio a Marta y María sufrir la pérdida de su hermano Lázaro. Pero sus lágrimas también pueden haber sido una respuesta a la profunda herida del pecado que causa la muerte. La muerte ha consumido la creación de Dios desde el tiempo de Adán y Eva. Sí, Jesús lloró... por Lázaro y por sus hermanas. Sin embargo, durante esta dolorosa experiencia, Jesús realiza uno de sus mayores milagros: "¡Sal!", dice, y su buen amigo Lázaro sale de la tumba. El amor siempre tiene la última palabra. Otra hermosa Palabra que habla sobre las lágrimas y ofrece una imagen que atesoro, se encuentra en el Salmo 56:9: "Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu frasco; ¿acaso no están en tu libro?" Nos llena de humildad y consuelo pensar que el Señor recoge nuestras lágrimas. Son preciosas para el Padre; pueden ser una ofrenda a nuestro Dios misericordioso. Oraciones Sin Palabras Las lágrimas pueden sanar el corazón, limpiar el alma y acercarnos a Dios. En su gran obra maestra, “El Diálogo”, Santa Catalina de Siena dedicó un capítulo entero al significado espiritual de las lágrimas. Para ella, las lágrimas expresan "una sensibilidad exquisita, profunda, una capacidad de conmoción y de ternura”. En su libro, “Discerniendo corazones”, el Dr. Anthony Lilles dice que Santa Catalina "presenta esos afectos santos como la única respuesta adecuada al gran amor revelado en Cristo crucificado. Estas lágrimas nos alejan del pecado y nos llevan al corazón mismo de Dios". Recordemos a la mujer que ungió los pies de Jesús con precioso nardo, los lavó con sus lágrimas y los secó con su cabello. Su dolor es real, pero también lo es su experiencia de ser infinitamente amada. Nuestras lágrimas nos recuerdan que necesitamos a Dios y a los demás caminando con nosotros al peregrinar en la vida. Las situaciones de la vida pueden hacernos llorar, pero a veces esas lágrimas pueden regar las semillas de nuestra felicidad futura. Charles Dickens nos recordó que "nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son lluvia sobre el polvo cegador de la tierra, que cubre nuestros duros corazones". A veces, las lágrimas son el único puente para que lleguemos a Dios, para pasar de la muerte a la vida, de la crucifixión a la resurrección. Cuando Jesús se encontró con María Magdalena el día de la resurrección, le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras?" Pero pronto, él transformó sus lágrimas en una explosión de alegría pascual al mandarla a ser la primera persona en llevar el mensaje de su resurrección. A medida que continuemos nuestro peregrinaje, a veces luchando por comprender la locura de la Cruz, podremos llorar por aquellas cosas que hacen llorar a Jesús: guerra, enfermedades, pobreza, injusticia, terrorismo, violencia, odio, por cualquier cosa que menosprecie a nuestros hermanos y hermanas. Lloramos con ellos; lloramos por ellos. Y cuando las lágrimas se precipiten sobre nosotros en los momentos más inesperados, podremos descansar en la paz de saber que nuestro Dios tomará en sus manos cada lágrima con gentileza y cuidado. Él conoce cada lágrima y sabe qué la causó. Él las recoge y las mezcla con las lágrimas divinas de su Hijo. ¡Un día, unidos a Cristo, nuestras lágrimas serán lágrimas de alegría!
By: Sister M. Louise O’Rourke
MoreAlgunas veces las pequeñas cosas de la vida nos pueden enseñar valiosas lecciones. Recientemente una amiga compartió una historia interesante. Ella y su esposo estaban manejando en una incómoda y calurosa tarde, por lo que decidieron encender el aire acondicionado que no habían utilizado en todo el invierno. Inmediatamente un hedor horrible llenó el auto. Era tan desagradable que mi amiga empezó a sentir náuseas. Apenas pudo decir a su esposo: “¡Rápido, apágalo, huele como que algo murió aquí!”. Él apagó el aire acondicionado y abrió las ventanas para eliminar el mal olor. Al llegar a casa, su esposo comenzó a investigar. Empezó buscando en el filtro del aire y eso fue suficiente; allí encontró a un ratón acurrucado, muerto. Debido a que el ratón había muerto durante el invierno, el olor no los había molestado hasta que comenzó el deshielo de la primavera. El esposo de mi amiga sacó al ratón junto con su nido y encendió el aire acondicionado hasta que el hedor se fue por completo. Maneras en las que habla Dios Una historia así me hace pensar en las parábolas. En los evangelios, Jesús acostumbraba a usar ejemplos del día a día para enseñarle a la gente cómo vivir y cómo revelar las verdades sobre ellos mismos y el Padre. Job 33:14 dice: "Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso." Me esfuerzo en ser una persona que pone atención al Señor; por lo que tengo el hábito de preguntarle: “Señor, ¿estás tratando de enseñarme algo con esto que estoy pasando? ¿Cuál es el mensaje aquí?” Mientras reflexionaba sobre el ratón escondido en el auto de mis amigos y del hedor que causó, pensé en cómo algunas cosas en nuestra vida permanecen escondidas y de pronto aparecen y se convierten en un problema inesperado. El no querer perdonar o el resentimiento son buenos ejemplos. Estas emociones, como el roedor en descomposición, a menudo permanecen latentes en nosotros sin que nos demos cuenta. Entonces un día se activa un interruptor emocional y el hedor inunda el ambiente. Guardar resentimientos o no perdonar, o cualquier otra emoción negativa puede traer serias consecuencias. Infectan y causan estragos en nuestras mentes, corazones y nuestras relaciones interpersonales. A menos que lidiemos con la fuente, esto nos causará un gran daño. ¿Qué hay dentro? Entonces, ¿cómo podemos darnos cuenta si existe algún apestoso roedor escondido en nuestros corazones? Un método excelente nos los muestra San Ignacio de Loyola, quien nos aconseja prestar atención a las profundas mociones de nuestra alma; un método que él llama “discernimiento de espíritus”. Así que pregúntate: “¿Qué me agita o inquieta?, ¿qué me llena de alegría, paz y contentamiento?” Para “discernir” espíritus en nuestras vidas, primero debemos reconocer que hay espíritus en nuestras vidas – buenos y malos. Nosotros tenemos tanto un Abogado como un enemigo. Nuestro Abogado, el Espíritu Santo, nos inspira y guía hacía la plenitud y la paz. El enemigo de nuestras almas, Satán, el acusador, es un mentiroso y ladrón que quiere “robar, matar y destruir” (Juan 10:10). San Ignacio recomienda que pasemos tiempo cada día en reflexión silenciosa para reconocer qué es lo que se mueve en nuestro interior, así como invitar al Señor a ayudarnos a reflexionar y revisar: “¿Estoy ansioso, calmado, feliz, inquieto? ¿Qué está causando estas mociones? ¿Necesito actuar… Perdonar a alguien… Arrepentirme de algo y asistir a la confesión? ¿Necesito dejar de quejarme y ser más agradecido?” Prestar atención con la ayuda de Dios a estas profundas mociones de nuestros corazones, nos facilitará identificar áreas problemáticas que requieren nuestra atención, para que no puedan sorprendernos en el futuro. Mis amigos tomaron acción sólo después de haberse dado cuenta que algo apestaba. Y al lidiar rápidamente con el problema fueron capaces de disfrutar un aire limpio y fresco en su vehículo por el resto del verano. Si nos tomáramos un tiempo de silencio cada día con el Señor y le pidiéramos que nos revelara lo que está “apagado” en nuestro espíritu, él nos lo mostraría y nos enseñaría cómo manejarlo. Entonces el aire fresco del Espíritu Santo podrá fluir entre nosotros y traer alegría y libertad a nuestras vidas y relaciones interpersonales.
By: Ellen Hogarty
MoreSabemos que cada uno de nosotros tiene un ángel de la guarda. Pero, ¿con qué frecuencia le pedimos ayuda? La primera vez que me di cuenta de que mi ángel de la guarda era motivo de gran esperanza, fue cuando me invitaron a impartir tres talleres en una conferencia de escritura cristiana, a varias horas de distancia en coche. Me desperté con una migraña horrible y lloré mientras me preguntaba como podría realizar el viaje. No quería parecer poco profesional cancelando en el último minuto. Lloré porque hay un elemento de vergüenza en tener una enfermedad crónica; sucede que sufro dolores de cabeza por migraña que pueden debilitarme durante casi la mitad de los días de un mes, y no quería admitir lo débil que estaba. Así que recé a mi ángel que me llevara a salvo tanto en la ida como al regreso. Aun no sé cómo hice el largo viaje. Puse mi CD para rezar el Rosario y después escuché el Evangelio de Juan, pensando en lo hermoso que sería tener a Jesús en mi corazón si muriera. No era que quisiera morir; mis hijos todavía estaban pequeños, mi esposo me echaría de menos y yo estaba amando mi vida de escritora aún más desde que nos habíamos convertido al catolicismo. Quería que todos tuvieran lo que yo tenía: ¡Jesús! Y ¡ah! Me llegó la revelación: Mi ángel de la guarda no está aquí solo para protegerme de lesiones corporales, sino para asegurarse de que yo llegue al cielo. ¡El cielo!, ése es el objetivo. Dios nos ama tanto que desde el momento de nuestra concepción nos asigna un ángel para protegernos de todo peligro y guiarnos a nuestro hogar eterno. Esta conciencia que he tenido desde que era un niña pequeña, todavía me asombra. Cuando era niña, tenía total confianza en la protección de Dios. Pero el sufrimiento estaba tan presente en mi vida que era difícil reconciliar la idea de un Dios omnipotente. Así que, a los doce años, perdí mi fe y terminé mis invocaciones a mi ángel de la guarda. Pero, sin yo estar consiente, mi ángel continuaba guiándome. Estoy muy agradecida con mi ángel por protegerme de la muerte cuando estaba en mis veintes; porque si yo hubiera muerto entonces, con mi mente nublada por el pecado, pude haber rechazado la misericordia de Dios y pude haberme ido al infierno. Es por la gracia de Dios, la paciencia y el largo sufrimiento de mi ángel de la guarda, que he podido escuchar sus indicaciones y volver a Dios. Y cuando mis planes se descarrilan, recuerdo orar: “no mi voluntad, sino la tuya, Señor”. También estoy regresando a ese estado infantil de completa confianza y rendición. Si estoy ansiosa por algo, le pido a mi ángel que se ocupe de la situación. Invoco a los ángeles guardianes de mis hijos cuando estoy a punto de perder la paciencia. También invoco a los ángeles de las personas para las cuales quiero ser un testigo fiel del Señor. Qué consuelo es recurrir a la ayuda celestial. Los ángeles de la guarda llevan nuestras oraciones y ofrendas al trono de Dios; ellos vienen con nosotros al santo sacrificio de la misa y si no podemos asistir, como fue el caso de muchos durante la pandemia, podemos pedir a nuestros ángeles que vayan en nuestro lugar para alabar y adorar a nuestro bendito Señor. Estas criaturas celestiales son un regalo para nosotros; recordemos siempre que están velando por nosotros y quieren que lleguemos al cielo. Cultiva una relación con tu ángel; ellos son un regalo de Dios para cada uno de nosotros. “¡Querido ángel! Siempre a mi lado. Cuán amoroso debes ser para dejar tu casa en el cielo a fin de cuidar a un infeliz culpable como yo.” - Fr. Frederick William Faber (1814-1863)
By: Vijaya Bodach
MoreCada uno de nosotros tenemos debilidades con las que luchamos. ¡Pero el Espíritu Santo es nuestro Ayudante! Sed alegres en la esperanza, pacientes en la aflicción, fieles en la oración. (Romanos 12:12) La paciencia no era mi punto fuerte antes de que me renovaran en mi fe. Me avergüenzo cuando recuerdo momentos en los que perdí los estribos, como la vez que critiqué a alguien en la tienda por ser "racista" con mi madre; el incidente en el trabajo en las Filipinas cuando irrumpí en la oficina del general exigiendo justicia para los empleados; las muchas ocasiones en que hice una señal grosera con mi dedo a alguien que se me atravesó (¡Tal vez es por eso que el Señor no me permitió seguir manejando!); y todos los pequeños episodios patéticos de intolerancia, comportamientos groseros o mi mal humor cuando no me salí con la mía. Era tan impaciente que, si alguien no llegaba en el momento en que acordamos reunirnos, partía de inmediato, justificando que no eran dignos de mi tiempo. Cuando el Señor me hizo su llamado, la paciencia fue uno de los primeros frutos que obtuve del Espíritu Santo. El Señor me insistió en que no podía ser una buena sierva si no tenía un corazón compasivo, paciente y comprensivo. Aprendiendo a Esperar Recientemente, mi esposo me llevó al Hospital de ojos y oídos Melbourne para un chequeo de emergencia. Me trajo recuerdos de los años en que viajaba diariamente al CBD, uniéndome a miles de trabajadores de la cuidad que parecían tan infelices pero que se sentían cómodos con la idea de que tenían el trabajo de su vida. Incluso trabajé muchas horas extras, pensando que me haría rica al hacerlo (no lo hice). Trabajando en el sector corporativo, la única alegría que tenía era asistir a la misa que se celebraba a la hora del almuerzo en San Patricio o San Francisco. Si estaba realmente aburrida, deambulaba sin rumbo por el centro comercial Myer, haciendo compras sin sentido de cosas que me daban una felicidad temporal. Todos los días, le preguntaba al Señor, cuándo me "liberaría" del tedioso viaje diario y de los trabajos insatisfactorios. Hubiera dicho que fue una pérdida de mi valioso tiempo de no haber sido por las misas diarias, los buenos amigos que conocí y la forma en que usé el tiempo en el tren: orando, leyendo buenos libros y bordando tapices. Al mirar hacia atrás, tardó muchos años en responder a mi oración, para darme un trabajo significativo cerca de mi localidad, a solo quince minutos en automóvil de mi casa. Había persistido en mi oración, sin perder la esperanza y la confianza en que Él tendría misericordia de mí y atendería mi petición. Cuando finalmente me despedí del trabajo de la cuidad, sentí que el peso se me levantaba de los hombros. Finalmente me liberé de la monotonía diaria. Aunque estaba agradecida por la experiencia, me sentí renovada, esperando un ritmo de vida más pacífico. Con un cuerpo envejecido, mi mente se estaba desacelerando y mis mecanismos de defensa se estaban volviendo más limitados. Cuando volví a caminar por esas calles familiares, parecía que nada había cambiado mucho: los mendigos de la calle todavía estaban allí; algunas esquinas todavía olían a orina y vómito; personas subían y bajaban, caminaban, corrían o perseguían el siguiente tren; la gente hacía fila para hacer pedidos en los restaurantes que habían proliferado; y las tiendas minoristas todavía se apresuraban a mostrar tentadoramente sus productos para aflojar las billeteras. El sonido de las sirenas abundaba. La presencia policial era fuerte, y oré por mi hija, preguntándome cómo estaba lidiando con su trabajo protegiendo la vida de la cuidad. Todo era tan familiar que se sentía como un déjà vu, pero el único refugio cómodo que encontré fue en la Catedral de San Patricio, donde había sido lectora en la misa a la hora del almuerzo, y en San Francisco, donde me había arrodillado ante la Madre María para encender una vela, en mi primera llegada a Australia. Mi oración ferviente por un buen esposo fue respondida en tres semanas. Dios sabe cuándo las cosas son urgentes. Virtud Muy Necesaria El sitio web de IBelieve comparte esta maravillosa enseñanza. El dicho popular "la paciencia es una virtud" proviene de un poema alrededor de 1360. Sin embargo, incluso antes de eso, la Biblia a menudo menciona la paciencia como una cualidad valiosa. La paciencia se define comúnmente como la capacidad de aceptar o tolerar el retraso, los problemas o el sufrimiento sin enojarse o molestarse. En otras palabras, la paciencia es esencialmente "esperar con gracia". Parte de ser cristiano es la capacidad de aceptar circunstancias desafortunadas con gracia mientras tenemos fe en que finalmente encontraremos una resolución en Dios. En Gálatas 5:22, la paciencia aparece como uno de los frutos del Espíritu. Si la paciencia es una virtud, entonces esperar es el mejor (y a menudo el más desagradable) medio por el cual el Espíritu Santo hace crecer la paciencia en nosotros. Pero nuestra cultura no valora la paciencia de la misma manera que Dios. ¿Por qué ser paciente? ¡La gratificación instantánea es mucho más divertida! Nuestra creciente capacidad para satisfacer instantáneamente nuestros deseos puede estar quitando la bendición de aprender a esperar bien. ¿Entonces cómo esperamos “bien"? Te recomiendo que leas el artículo completo. La paciencia está esperando en silencio; está esperando ansiosamente. La paciencia espera hasta el final; está esperando expectante. La paciencia espera con alegría; está esperando con gracia. Pero lo único que no debemos esperar y no posponer por otro segundo es reconocer a Jesús como Señor y Salvador de nuestras vidas. En un abrir y cerrar de ojos, podríamos ser llamados a entregar nuestra vida. Persiguiendo la paciencia Desde la fiesta de Pentecostés hace 20 años, he sido renovada en mi fe. Estoy profundamente agradecida al Espíritu Santo por darme la virtud de la paciencia, cambiándome de una pecadora miserable y enojada a alguien que tiene la capacidad de esperar por Su guía y ayuda. Este es el misterio de este don. No puedes hacerlo solo, necesitas la Gracia Divina. No me convertí en una persona gentil y paciente de la noche a la mañana, y cada día es un campo de prueba para mí. Se dice que la paciencia es el "plátano" de los frutos del Espíritu Santo, ya que puede pudrirse rápidamente. Sigo siendo probada, pero el Espíritu Santo no me ha defraudado. Mientras escribía este artículo, ¡logré esperar en el teléfono durante 4 horas para resolver un problema! El mundo nunca deja de llamarme para que me apresure. El diablo siempre está tratando de atraerme a otra trampa molestándome hasta que pierda el control. Mi ser egocéntrico siempre está exigiendo que yo sea primero, por lo que necesito mucho del Espíritu Santo para que me ayude a mantener mi paciencia y autocontrol. Sin embargo, para ejercitar verdaderamente la paciencia con todos los que nos rodean, San Francisco de Sales nos dice que primero debemos ser pacientes con nosotros mismos. Una palabra de precaución. La paciencia no se trata de permitirnos ser víctimas de abuso o permitir un comportamiento pecaminoso. Pero ese es un tema para otro momento, así que les pido paciencia. "La clave de todo es la paciencia. Obtienes el pollo incubando el huevo, no rompiéndolo". – Arnold Glasow
By: Dina Mananquil Delfino
MoreLo que parece ser insignificante en nuestra vida cotidiana puede tener un valor inmenso desde la perspectiva del Cielo. ¿Difícil de creer? Sigue leyendo para saber más... "Haz pequeñas cosas con gran amor" - Mi camiseta presenta esta cita conocida de la Madre Teresa. Aunque uso la camiseta frecuentemente en casa, nunca había considerado su mensaje profundamente. ¿Quién realmente quiere hacer cosas pequeñas o incluso considerarlas importantes? Para ser honesta, la mayoría de nosotros soñamos con hacer algo grande, algo extraordinario y notable que nos traerá aplausos, admiración, reconocimiento, autosatisfacción y un sentido de grandeza. El mundo nos dice que vayamos a lo grande o que nos vayamos a casa. Solo somos admirados y considerados grandes cuando tenemos éxito en todas las áreas de la vida. Entonces, de alguna manera, nos hemos suscrito a esta noción: Grandes cosas = Grandeza. Verdadera grandeza Durante la mayor parte de mi vida, había creído lo mismo. Tal vez, esta fue la razón por la que nunca estuve muy contenta. Le rogué a Dios que cambiara mis circunstancias. Lloré millones de lágrimas por haber recibido niños con necesidades especiales. Quería una vida diferente. Estar allí para las necesidades de mis hijos se sentía como estar atrapada entre cuatro paredes en casa. Busqué significancia y propósito fuera de los planes de Dios. En lugar de prestar mucha atención a lo que Él quería que hiciera, perseguí mis propios deseos. Me negué a hacer "cosas pequeñas" para hacer cosas grandes simplemente por reconocimiento. Prefería hacer diferentes cosas y obras que pensaba que traerían valor a mi vida, y el sentido de grandeza y realización. Lo tenía todo equivocado. En lugar de estar contenta en el reino donde Dios me había colocado, estaba creando mi propio reino para mi propia felicidad y gloria. Me tomó años entender que la grandeza no proviene de hacer mi propia voluntad, demostrar mi propio valor al mundo, ganar elogios o incluso demostrar mis talentos y habilidades, sino que proviene de permanecer en el centro de la voluntad de Dios. La grandeza proviene de influir, impactar y servir en mi propio hogar, entre mi propia comunidad. A veces, este reino puede parecer pequeño e insignificante, pero servir con amor como lo hizo El finalmente revelará la imagen más amplia de Sus planes. Como dice el pastor Tony Evans en su libro Destiny, "Cuando estás viviendo tu vida de acuerdo con el propósito de Dios, Él hará que todas las cosas en tu vida se mezclen para bien. Cuando estás comprometido con Él por encima de todo, Él medirá todo en tu vida: lo bueno, lo malo y lo amargo y los mezclará en algo divino". En esencia, todo en tu vida, incluso lo más pequeño, puede producir un resultado significativo para Su gloria cuando permaneces fiel a lo poco que se te ha confiado (recordando la Parábola de los Talentos Mt 25). El ejemplo del Maestro Jesús redefine la definición de grandeza mostrándonos un camino que es contrario al mundo. Pequeñas cosas = Grandeza. Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera llegar a ser grande entre vosotros debe ser vuestro siervo, y el que quiera ser el primero debe ser vuestro esclavo" (Mt 20,26-27). Lo reiteró una y otra vez y lo demostró la noche antes de que muriera cuando se arrodilló ante Sus apóstoles y les lavó los pies. A menudo consideramos el "servicio" como insignificante, y debajo de nosotros, pero Jesús nos muestra, en cada palabra y acción, el tremendo significado que las cosas más pequeñas pueden tener en la construcción de Su Reino. En Sus parábolas, Él compara esas acciones con una pequeña semilla de mostaza que crece en el más grande de los árboles o una pizca de levadura que hace que la masa crezca y se vuelva más sabrosa. Eligió nacer en un establo común en lugar de un palacio real. Se dio cuenta y le dio más valoró a las dos monedas de la viuda en medio de la gran riqueza arrojada al tesoro de lo que otros tenían de sobra. Transformó el regalo del almuerzo de un niño en una fiesta de todo lo que pueda comer para más de cinco mil. Invitó a los pequeños a venir a Él incluso cuando estaba cansado. Se comparó a sí mismo con un buen pastor que nota una oveja que falta en el rebaño y la busca en la oscuridad. Comparó Su muerte con un grano de trigo que cae al suelo y muere, pero finalmente produce una gran cosecha. Proclamó que las personas más pequeñas son las más preciosas en los ojos de Dios. ¡Las cosas pequeñas se consideran grandes en Su reino! Él nos demostró esto al convertirse en uno de nosotros. "El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir, y a dar su vida como rescate por muchos". Mt 20:28. Para seguirlo verdaderamente, necesito estar preparada para poner las necesidades de los demás por delante de las mías, para entregarme al servicio de los demás, tratando a cada persona que conozco como me gustaría ser tratada. En su libro, "En Cargo", el Dr. Myles Munroe escribe: "La grandeza en nuestro mundo materialista se define como fama, popularidad, logros escolares o económicos y notoriedad. La grandeza puede resultar de estas cualidades, pero no son la definición de grandeza. Más bien, la grandeza proviene de tu servicio al mundo. Cuando sirves con tus dones, te vuelves significativo para la humanidad y la gente te describirá como "grande". En resumen, la grandeza es significado. Proviene del valor que agregas a la vida de los demás al servirles. La grandeza no se trata de cuántas personas te están sirviendo, sino de cuántas estás sirviendo a lo largo de tu vida. " Entonces, ¿Qué Te Hace Grande? Eres grande cuando estás sirviendo a los demás. Eres grande cuando estás haciendo ese trabajo menos apreciado para satisfacer las necesidades de tu familia. Eres grande cuando estás cuidando a un ser querido que no está bien. Eres grande cuando estás haciendo una diferencia en las vidas de los desfavorecidos con tu tiempo y talentos. Eres grande cuando estás animando a un amigo. Eres grande cuando estás dejando que tu vida haga mella en el universo con una fuerza positiva. Eres grande cuando estás cocinando comidas para tu familia. Eres grande cuando estás criando a tus hijos. ¡Y eres grande cuando haces pequeñas cosas con gran amor!
By: Elizabeth Livingston
MoreP – Jesús nos dice que necesitamos “ser como niños pequeños” para entrar en el Reino de los Cielos, pero San Pablo nos dice que debemos ser cristianos maduros (Efesios 4). ¿Cuál es? R – ¡Son ambos! Pero examinemos lo que Jesús y San Pablo quieren decir, porque las virtudes de los niños y de los creyentes maduros son diferentes pero complementarias. Primero, ¿cuáles son las características positivas de los niños? Son inocentes y puros, son alegres y aman de todo corazón. La madre de un niño de siete años llamado Christopher me contó la vez que le estaba contando a su hijo la historia de San Juan Vianney. San Juan Vianney era tan santo que una vez se le apareció el diablo y le dijo que si hubiera tres hombres tan santos como él en la tierra, el reino del diablo sería destruido. Al escuchar esa historia, Christopher comenzó a llorar. Cuando su madre le preguntó qué le pasaba, Christopher dijo: “Estoy triste porque solo ha habido una persona tan santa en la tierra. ¡Quiero ser el segundo!”. Este amor incondicional de niño es lo que Jesús quiere que imitemos. Los niños a menudo se ríen porque no se toman a sí mismos demasiado en serio. Pueden ser tontos porque no son tímidos ni orgullosos. ¡Jesús quiere que vivamos con ese mismo abandono! Con frecuencia, un niño pequeño me da un gran abrazo, ¡incluso si nunca los he visto antes! En su inocencia y pureza, pueden amar a los demás incondicionalmente. Así es como estamos llamados a comportarnos. Los niños no juzgan a los demás por su ropa o apariencia; solo ven a un amigo potencial. Jesús nos llama a ser como niños. Pero debemos distinguir entre ser como niños y ser infantiles, lo que significa mostrar el egoísmo, la ignorancia y la volubilidad que también caracterizan a los niños. San Pablo nos dice que no debemos ser niños en la fe, sino hombres y mujeres maduros en Cristo. ¿Qué significa ser maduro en Cristo? Un creyente maduro ha perseverado a través de las dificultades, camina en profunda intimidad con Cristo y posee sabiduría. Enseño en una escuela católica llamada Cardinal Kung Academy, que lleva el nombre del cardenal Ignatius Kung. El cardenal Kung era un obispo chino que había sido arrestado por el gobernante Partido Comunista en 1955 y encarcelado durante más de 30 años, muchos de los cuales estuvieron en régimen de aislamiento. Después de años de encarcelamiento y tortura, las autoridades lo llevaron a un estadio repleto en Beijing donde se esperaba que negara la Fe. En cambio, se puso de pie frente a decenas de miles y declaró: "¡Viva Cristo Rey!". Con gran afecto la gente respondió: “¡Viva el obispo Kung!”. Esto enfureció a las autoridades, que aumentaron la tortura del obispo, pero él nunca abandonó la fe. He aquí un discípulo que perseveró a través de intensos sufrimientos, forjando madurez espiritual en el duro crisol de pruebas y tribulaciones. Después de escapar a los EE. UU. en 1986, testificó que fue su oración diaria e íntima con Jesucristo lo que le permitió mantenerse firme en la fe. A pesar de todo, salió sin amargura ni ira, pero rebosante de sabiduría. Por tanto, seguir a Cristo es tener las bellas virtudes de los niños: el amor sincero, incondicional; burbujeante alegría y asombro; inocencia y pureza, y la probada y verdadera perseverancia, la sabiduría y la intimidad diaria con el Señor que caracterizan a aquellos que son maduros en la fe. ¡Que podamos seguir a Cristo viviendo una fe de madurez infantil!
By: EL PADRE JOSEPH GILL
MoreTenía 65 años y estaba buscando cambiar mi póliza de seguro de vida. Por supuesto, requirieron algunas pruebas de laboratorio. Pensé: "Está bien, hare lo que me pidan". Hasta entonces, todas las pruebas de laboratorio que había tomado habían sido normales, incluidas las radiografías de tórax, los electrocardiogramas y las colonoscopias, todas normales. Mi presión arterial era de 126/72 y mi IMC era de 26. Hacia ejercicio cuatro veces por semana y comía una dieta bastante saludable. Me sentía bien y estaba totalmente asintomático. Todos mis resultados de laboratorio salieron normales... excepto mi PSA, fue de 11 ng/ml (lo normal es menos de 4.5 ng/ml). Tres años antes había sido normal. ¡Caramba! Entonces, fui a ver a mi médico. Durante el examen rectal, encontró mi próstata agrandada y endurecida. "Sospecho de cáncer, te voy a referir a un urólogo", dijo. Problemas, otra vez. Once de once biopsias de próstata fueron positivas para el cáncer. Mi puntaje de Gleason fue de 4 + 5, lo que significaba que era un cáncer de alto grado y podía crecer y propagarse más rápidamente. Entonces, me sometí a una prostatectomía radical, radioterapia y terapia hormonal con Lupron. ¡Oh esos sofocos! Señoras créanme cuando digo; Sé por lo que están pasando. Problemas, una vez más. Entonces, ¿por qué solo "problemas" y no "no lo creo, no puede ser, voy a morir? ¿Dios me está castigando”? Bueno, déjame decirte por qué. Antes de que la insuficiencia renal de mi madre requiriera diálisis peritoneal en casa, mis padres viajaban bastante, especialmente a México. Cuando la diálisis diaria detuvo los viajes, pasaron más tiempo trabajando en rompecabezas, leyendo y estudiando su Biblia. Esto los acercó mucho más a Dios. Entonces, cuando sus médicos le dijeron que no había nada más que pudieran hacer por ella, ella estaba de acuerdo con eso. Ella me dijo: "Estoy cansada, estoy lista para estar con mi Padre. Estoy en paz con mi familia y amigos, conmigo misma, pero lo más importante, estoy en paz con Dios". Unos días más tarde, murió pacíficamente con una sonrisa en su rostro. "Estoy en paz con Dios". Eso es lo que quería. Ya no quería ser solo un católico de la misa dominical. Fue entonces cuando comencé el camino que me ha llevado más cerca de Dios: leer y estudiar la Biblia tanto en inglés como en español, orar, rezar el Rosario, dar gracias por mis bendiciones y ser voluntario como maestro de catecismo. Pronto, espero terminar mi pasantía como capellán voluntario de hospital y estoy a punto de completar mi curso de guía espiritual. Entonces, sí, tener cáncer de próstata es un fastidio, pero eso es todo lo que es, porque estoy en paz con Dios.
By: Dr. Victor M. Nava
MoreMuchas veces nos reducimos a preocupaciones e inquietudes, y la vida se vuelve desordenada. ¿Cuál es la salida? "¡Qué mundo! ¡Qué mundo!", declaró la Bruja Malvada del Oeste en "El Mago de Oz" mientras se derretía invisiblemente, después de ser lavada con un cubo de agua. ¿Cuántas veces hemos escuchado a personas usar palabras similares porque el mundo parece estar volviéndose un poco loco? Los problemas y los asuntos mundiales pueden hacernos sentir impotentes, perdidos y ahogados en cubos de negatividad. Nos enfrentamos a desafíos y a una cultura que se vuelve más desordenada cada día. ¡Qué mundo! ¡Qué mundo! Efecto dominó Si bien es fácil culpar al "mundo" por nuestros problemas, somos los individuos que colectivamente conformamos "el mundo". Nuestras acciones o inacciones tienen un efecto dominó dentro de nuestras familias y comunidades que continúan ondulando hacia afuera. Nuestras vidas tocan a las personas que nos rodean y las cambian. Ellos a su vez tocan a otros. La propagación global del virus Covid-19 demuestra cuán increíblemente conectada está la humanidad. Entonces, ¿por qué estamos en tal lío? Tal vez, es porque hemos perdido el rumbo. Tal vez somos como el apóstol Pedro que salió de la barca hacia el agua, pero vio la tormenta furiosa y se asustó, y alejando su mirada de Jesús comenzó a hundirse (Mateo 14:30). Cuando alejamos nuestra mirada de Jesús, es fácil perder nuestro coraje y hundirnos en los problemas que nos envuelven. La vida puede complicarse muy rápido. ¿Qué significa alejar nuestra mirada de Jesús? Lo explicaré compartiendo mi historia. Cuando mis 4 hijos eran pequeños y nuestra vida familiar estaba extremadamente ocupada, mi rutina diaria dejaba poco tiempo para pasar en oración con Dios. Sin embargo, cada mañana lo invitaba a acompañarme en cada actividad. Además de todas mis obligaciones diarias, tenía un gran interés en la costura. Mi deseo de coser se convirtió en una industria artesanal que eventualmente creció tan rápidamente que no pude seguir el ritmo. Después de un día completo cuidando a mi familia, cosía cuando ellos dormían. Pero las semanas de operar con muy poco sueño, cambiaron negativamente mi disposición, y eso afectó a mi familia. Se puso en marcha un efecto dominó negativo. Una noche, estaba excepcionalmente cansada y me enfrenté a otra noche agotadora de costura, una presa de lágrimas se abrió. Sollozando y lleno de frustración, recordé que Dios me acompañó todo este tiempo, así que pensé que era una buena idea culparlo por mi situación. "¿Por qué Dios?" Pregunté. "¿Por qué me diste el interés y el talento para coser y no me diste el tiempo para coser? ¿POR QUÉ?" Desconectado Parecía que Dios había estado esperando que yo hiciera esa pregunta, porque tan pronto como salió volando de mi boca, Él respondió: "¡Porque te lo di por placer, no por ganancia!" Estaba tan aturdido que las lágrimas se detuvieron y se secaron instantáneamente. No tuve ninguna refutación. De repente me di cuenta de que no había buscado la guía de Dios ni había discernido Su voluntad antes de comenzar mi negocio de costura. Me había conformado con dejarlo "acompañarme". Me sentí tan avergonzado. Había salido por mi cuenta y me había olvidado de orar. Lo coloqué detrás de mí donde no podía verlo. Y con mis ojos fuera de Jesús me estaba hundiendo. Mi negocio de costura estaba teniendo un efecto negativo en mí, mi familia y mi mundo. Había olvidado que Dios, quien puede y quiere ayudarnos, debe guiar, no seguir detrás de mí. Pero afortunadamente, hay ayuda para nosotros cuando alejamos nuestra mirada de Jesús. Jesús nos dijo: "Venid a mí, todos los que están cansados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mateo 11:28) No debemos buscar consuelo o respuestas de otras personas, cosas o los falsos dioses de este mundo. Nuestro primer "ir a" siempre debe ser volver en oración a nuestro Dios misericordioso que espera pacientemente a que lo busquemos. Al igual que con San Pedro, Dios quiere extender su mano a nosotros, salvarnos, subirnos a nuestros botes y llevarnos a un lugar seguro. Y todo comienza con "preguntar". Jesús lo dijo claramente en el evangelio de San Mateo: "Pide y te será dado; busca y encontrarás; llama y la puerta estará abierta para ti. Para todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y para el que llama, se le abrirá la puerta. … Si vosotros, que sois malvados, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas a los que se lo pidan? (Mateo 7:7-11) Como un buen padre, Dios estableció algunas condiciones para contestar la oración. El apóstol Juan nos dice "si pedimos algo según su voluntad, Él nos oye" (1 Juan 5:14). Nuestras oraciones no pueden ir en contra de la voluntad de Dios. Así que necesitamos conocer a Dios y orar de acuerdo con Su voluntad. (1 Juan 5:14) ¿Cómo llegamos a conocer la voluntad de Dios? Jesús nos dice: "Si permaneces en Mí y Mis Palabras permanecen en ti, pide lo que quieras, y esto se hará por ti". (Juan 15:7) Esto significa que para entender Su voluntad, tenemos que conocerlo. Para llegar a conocerlo tenemos que recoger nuestras Biblias. En las Sagradas Escrituras podemos escucharlo, aprender de Él y acerca de Él, y entender Su voluntad. Y luego debemos permanecer cerca de Él en oración y a través de los sacramentos. Una promesa para siempre San Pablo también interviene en el tema de la oración. Él nos dice: "No os preocupéis por nada, sino que en cada situación, por medio de la oración y la petición, con acción de gracias, presentad vuestras peticiones a Dios" (Filipenses 4:6). Pablo tiene claro que no debemos dejar que las preocupaciones del mundo nos agobien. Necesitamos acercarnos a Dios con un corazón confiado y agradecido. Si nos diéramos cuenta de que estamos pidiendo ayuda al Creador del Universo quien nos ama y puede hacer cualquier cosa, ¿estaríamos ansiosos por algo? En el Evangelio según San Marcos, Jesús nos dice: "Por eso os digo, todo lo que pedís en la oración, creed que lo habéis recibido, y será vuestro" (11,24). Si realmente creemos que Dios contestará nuestras oraciones, debemos estar agradecidos incluso antes de que sean respondidas, porque sabemos que serán respondidas. Hay un dicho flotando en Internet que dice: "No le digas a Dios cuán grandes son tus problemas. ¡Dile a tus problemas cuán grande es Dios!" Buen consejo que puede ayudar a colocar nuestros problemas en una perspectiva más pequeña. Para muchos de nosotros la idea de la oración es desalentadora. Queremos volvernos a Dios en oración, pero es posible que no sepamos por dónde empezar. Hace muchos años, mi vida se sentía pesada. Sabía que necesitaba orar, pero no sabía cómo. Pedí ayuda y Dios me respondió enviando al Espíritu Santo para que me guiara. La siguiente oración llenó mi ser tan rápidamente que sentí que simplemente había escrito lo que el Espíritu Santo dictaba. Querido Jesús, Enséñame a orar, Señor. Enséñame a orar para que te conozca. Enséñame a orar por las cosas que te agradan y me llevan a Tu perfecta voluntad para mi vida. Enséñame a orar con todos mis sentidos... mis ojos, mis oídos, mi nariz, mi boca, mi tacto. Enséñame a orar con mis ojos, solo mirando y por las cosas que te glorifican. Enséñame a orar con mis oídos, escuchando sólo verdades afirmativas que te veneran. Enséñame a orar con mi nariz. Recuérdame Tu Aliento de Vida y Tu Espíritu Santo que descansa dentro de mí, mientras mis pulmones se llenan con cada respiración. Enséñame a orar con mis palabras para que te exalten a Ti y a Tu precioso nombre. Enséñame a orar con mis manos extendiéndolas con amor a los demás en Tu nombre. Enséñame a recordar de orar. Enséñame a orar llamándote para que me guíes en todas mis necesidades. Enséñame a orar en y a través de las turbulencias de mi vida. Enséñame a orar por los demás y a recordar sus intenciones como si fueran las mías. Enséñame a conocer Tu verdad, Tu camino, Tu paz, Tu gracia y Tu protección. Enséñame a orar en acción de gracias por las bendiciones y gracias que generosamente me otorgas. Enséñame a calmar mi mente y orar en silencio para que pueda escuchar Tus palabras hacia mí. Enséñame a orar para que pueda escuchar y conocer Tu Espíritu Santo en mí, para que pueda reconocer cuando el Maestro se dirige a mí, Su siervo. Enséñame a orar para que te ame con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas y con toda mi mente. Enséñame a permitir que toda mi vida sea una oración para Ti. Jesús, te pido que estés conmigo. Jesús, te invito a residir en mí. Jesús, humildemente te pido que trabajes a través de mí. Jesús, enséñame a orar. Amén. Los invito a rezar esta oración y recuerden que, aunque podamos estar cansados de las pruebas en este mundo, ciertamente no estamos indefensos. ¡Tenemos el poder de la oración! Ahora por el resto de la historia de Pedro. Cuando Pedro se dio cuenta de que había alejado su mirada de Jesús y comenzó a ahogarse, no se rindió. El Gritó: "¡Señor! ¡Sálvame!". ¡Y de inmediato Jesús extendió su mano y lo sostuvo! Y cuando ambos subieron al bote, el viento se calmó. Ahora por el resto de mi historia... Cuando me di cuenta de que había apartado mis ojos de Jesús y me estaba ahogando en demasiadas actividades y falta de sueño, yo también le pedí a Jesús que me salvara. Se subió a mi bote y redirigió mi vida. Completé mis obligaciones y luego convertí mi costura en una actividad placentera y relajante. La oración cambia las cosas para nosotros y para el mundo que nos rodea. Si oramos por nosotros mismos y por los demás, podemos crear un efecto dominó positivo. Mi oración es que algún día pronto, en lugar de lamentarme "¡Qué mundo! ¡Qué mundo!", nos haremos eco de la canción clásica de Louis Armstrong: "What a Wonderful World".
By: Teresa Ann Weider
MoreNo le quedaba mucho tiempo, pero el P. John Hilton eligió prosperar con las promesas, inspirando a millones y cambiando vidas. Mi viaje por la vida no ha sido muy tranquilo, pero desde el momento en que decidí seguir a Cristo, mi vida nunca ha sido la misma. Con la Cruz de Cristo delante de mí y el mundo detrás de mí, puedo decir firmemente: "No hay vuelta atrás..." Durante mis días escolares en Bede's College en Mentone, sentí un fuerte llamado desde adentro. Tuve grandes mentores allí, incluido el hermano Owen, quien inspiró y fomentó mi amor por Jesús. A la tierna edad de 17 años, me uní a los Misioneros del Sagrado Corazón. Después de 10 años de estudio, incluyendo una temporada en la Universidad de Canberra y un título en Teología en Melbourne, finalmente fui ordenado. Prueba con el destino Mi primera cita fue en Papúa Nueva Guinea, donde recibí una base práctica de vida entre personas sencillas con un gran sentido de vivir en el momento presente. Más tarde, me enviaron a París para estudiar liturgia. Los estudios de doctorado en Roma se vieron interrumpidos por dolores de cabeza por tensión, que me impidieron completarlos. Y pronto quedó claro que mi llamado no era enseñar en el seminario. A mi regreso a Australia, me involucré en el ministerio parroquial y probé 16 parroquias en varios estados diferentes de todo el país. Me revitalizó mi participación en dos movimientos fabulosos que nutren y reviven el matrimonio y la vida familiar: los Equipos de Nuestra Señora y el Encuentro Matrimonial. Me sentí contento. La vida iba muy bien. Pero de repente, el 22 de julio de 2015, todo cambió. No salió totalmente de la nada. Durante los últimos seis meses, había visto sangre en la orina en un par de ocasiones. Pero ahora ni siquiera podía orinar. En medio de la noche, me dirigí al hospital. Después de una serie de pruebas, recibí noticias alarmantes. Me habían diagnosticado cáncer de riñón que ya había alcanzado la cuarta etapa. Me encontré en estado de shock. Me sentí aislado de la gente normal. El médico me había informado que incluso con los medicamentos, solo podía esperar vivir otros tres años y medio. No pude evitar pensar en los pequeños hijos de mi hermana. Nunca vería crecer a estos encantadores niños pequeños. Hasta que ocurrió esta crisis, me había encantado rezar las meditaciones de la mañana, pero a partir de entonces luché. Después de un tiempo, encontré una manera más fácil de meditar. Descansando ante la presencia del Señor, repetí un mantra inspirado por Dante: "Tu voluntad es mi paz". Esta simple forma de meditación me permitió restaurar mi paz y confianza en Dios. Pero a medida que avanzaba en mi día normal, lo encontré mucho más difícil. A menudo me distraían pensamientos como 'No estaría por mucho más tiempo...' El mejor consejo Después de tres meses de tratamiento, se realizaron pruebas para ver si el medicamento estaba funcionando bien. Los resultados fueron positivos. Hubo una reducción significativa en la mayoría de las áreas, y me aconsejaron que consultara a un cirujano para extirpar el riñón afectado. Sentí un estallido de alivio porque en el fondo de mi mente dudaba si el medicamento realmente estaba funcionando. Así que esta fue una gran noticia. Después de la operación, me recuperé y volví a ser párroco. Esta vez, me sentí con más energía hacia la evangelización. Sin saber cuánto tiempo podría hacer este trabajo, puse todo mi corazón en todo lo que me involucré. Cada seis meses, se realizaban pruebas. Inicialmente, los resultados fueron buenos, pero después de un tiempo el medicamento que había estado tomando se volvió menos efectivo. El cáncer comenzó a crecer en mis pulmones y en mi espalda, causándome ciática y haciéndome cojear. Tuve que someterme a quimioterapia y comenzar un nuevo tratamiento de inmunoterapia. Fue decepcionante, pero no una sorpresa. Cualquiera que esté en un viaje con cáncer sabe que las cosas cambian. Puedes estar bien en un momento y al siguiente momento ocurre un desastre. Una hermosa amiga mía, que ha sido enfermera en el departamento de oncología durante muchos años, me dio el mejor consejo: Sigue viviendo tu vida tan normalmente como puedas. Tomate un café si te gusta el café, o coma con amigos. Sigue haciendo las cosas normales. Me encantó ser sacerdote y me sentí emocionado por las cosas maravillosas que suceden en nuestra parroquia. A pesar de que el viaje ya no era fácil, todavía amaba lo que hacía. Siempre me encantó celebrar la Misa y ministrar los sacramentos. Es algo que tenía muy preciado y siempre estuve agradecido a Dios por este gran privilegio. Más allá de los horizontes Tenía una fuerte convicción de que realmente necesitamos hacer mayores esfuerzos para revertir el número cada vez menor de personas que vienen a la Iglesia siendo proactivos. En nuestra parroquia nos esforzamos por hacer que el domingo sea más atractivo. Como siempre había amado el lado contemplativo de nuestra Iglesia, quería crear un oasis de oración y paz trayendo un poco del espíritu monástico a nuestra parroquia. Así que todos los lunes por la noche, celebramos una misa contemplativa a la luz de las velas con música contemplativa relajante. En lugar de dar un sermón, leía una reflexión. Una de las canciones que me conmovió profundamente es el sencillo ganador del GRAMMY "10,000 razones (Alaba al Señor) de Matt Redman. Cada vez que cantaba el tercer verso de la canción, casi me atragantaba. Y ese día cuando mi fuerza este fallando. El final se acerca Y mi momento haya llegado Aun así, mi alma Cantara tu alabanza sin fin Diez mil años Y luego para siempre Eternamente Me pareció muy conmovedor porque lo que en última instancia estamos tratando de hacer es dar alabanza a Dios y desarrollar nuestra relación con Jesús. A pesar de mi enfermedad, fue uno de los momentos más emocionantes de mi vida como sacerdote. Me recordó las palabras que Jesús dijo: "He venido para que tengan vida y la tengan en plenitud". Juan 10:10 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------- "Mi esposo, que no es católico y que apenas comenzaba a aprender sobre la fe, conoció al Padre John por casualidad. Más tarde dijo: "Por lo que sé de este tipo, Jesús... El padre John parece ser como él. Saber que vas a morir y seguir dando de ti mismo cada vez más y más a pesar de que las personas que te rodean no se dan cuenta de que estos son tus últimos días ..." Kaitlyn McDonnell Una de las cosas que Juan tenía muy claro era su propósito en la vida. Él era un conductor absoluto y realmente hizo a Jesús real en este mundo. A menudo me preguntaba qué habría pasado si no hubiera sido fuerte en términos de su fe y valores. Podría haber sido muy desafiante para él, pero todos los domingos cuando nos encontrábamos con él, tenía la misma energía. Independientemente de lo que sucediera a su alrededor o con él, tenía una sensación de serenidad a su alrededor. Fue un regalo increíble. Dennis Hoiberg Tuvimos que recordarle que tenía limitaciones, pero esto no lo frenó. Fue una inspiración porque este es un hombre al que le han dicho que tienes un tiempo limitado. Sin embargo, siguió dando en lugar de dejarse vencer por su enfermedad y pensar en ella. Shaun Sunnasy
By: Late Father John Hilton Rate
MoreLa semana pasada tuve la alegría de hablar el Día de la Juventud, en el Congreso de Educación Religiosa de Los Ángeles. Mi audiencia era alrededor de cuatrocientos estudiantes de secundaria de todo el país; y mi tema, a petición de los organizadores del congreso, era la relación entre religión y ciencia. Sabían, como he estado argumentando durante años, que una de las principales razones por las que muchos jóvenes se están desafiliando de nuestra Iglesia es el supuesto conflicto entre la ciencia y la fe. Le dije a mi joven audiencia que esta "guerra" es de hecho una fantasía, una ilusión, el fruto de un trágico malentendido. E intenté mostrar esto analizando cuatro temas, que resumiré brevemente en este artículo. Primero, en un sentido muy real, las ciencias físicas modernas provienen de la religión. Los grandes fundadores de la ciencia —Kepler, Copérnico, Galileo, Newton, Descartes, etc.— fueron, sin excepción, formados en escuelas y universidades patrocinadas eclesialmente. Fue bajo la tutela de la Iglesia que aprendieron la física, astronomía y matemáticas que desarrollaron. Más específicamente, aprendieron en esas instituciones dos verdades esencialmente teológicas, necesarias para el surgimiento de las ciencias experimentales; a saber, que el universo no es Dios y que el universo, en cada rincón y grieta, está marcado por la inteligibilidad. Si la naturaleza fuera divina, como de hecho es considerada por muchas religiones, filosofías y misticismos, entonces nunca podría ser materia apta para la observación, el análisis y la experimentación. Y si la naturaleza fuera simplemente caótica, vacía de forma, nunca revelaría las armonías y las inteligibilidades modeladas que los científicos buscan de buen grado. Cuando se obtienen estas dos verdades, las cuales están en función de la doctrina de la creación, las ciencias pueden ponerse en marcha. En segundo lugar, podemos ver que cuando la ciencia y la teología se entienden correctamente, no están en conflicto; esto debido a que no están compitiendo por la primacía en el mismo campo de juego, como equipos de fútbol opuestos. Utilizando el método científico, las ciencias físicas estudian eventos, objetos, dinámicas y relaciones humanas dentro del orden empíricamente verificable. La teología, empleando un método completamente diferente, estudia sobre Dios y las cosas de Dios; y Dios no es un objeto en el mundo, no es una realidad circunscrita dentro del contexto de la naturaleza. Como dijo Tomás de Aquino, Dios no es ens summum (ser más elevado), más bien es ipsum esse (el acto de ser como tal); es decir, Dios no es un ser entre los seres, sino la razón por la que de hecho hay un universo empíricamente observable. En este sentido, Dios es como el autor de una novela enriquecida y compleja. Charles Dickens nunca aparece como personaje en alguna de sus extensas narrativas; aún así, él es la razón por la que cualquiera de esos personajes existe. En consecuencia, las ciencias, como tales, no pueden adjudicarse la resolución de los cuestionamientos sobre la existencia de Dios ni hablar sobre su actividad o atributos. Se requiere otro tipo de racionalidad, que no compita con el razonamiento científico, para la determinación de esos asuntos. Y esto me lleva a mi tercer punto: el cientificismo no es ciencia. Tristemente desenfrenado hoy en día, especialmente entre los jóvenes, el cientificismo es la reducción de todo el conocimiento a la forma científica del conocimiento. El innegable éxito de las ciencias físicas y la extraordinaria utilidad de las tecnologías a las que han dado lugar, han producido en la mente de muchos esta convicción, pero esto representa un trágico empobrecimiento. Un químico podría decirnos la composición química de las pinturas que Miguel Ángel usó en el techo de la Capilla Sixtina, pero no podría, como científico, decirnos nada sobre lo que hizo de esa obra de arte algo tan hermoso. Un geólogo podría hablarnos sobre la estratificación de la tierra debajo de la ciudad de Chicago, pero jamás podría explicarnos como científico si esa ciudad está siendo gobernada justa o injustamente. No hay rastro del método científico en Romeo y Julieta, pero ¿quién sería tan ingenuo como para afirmar que esa obra no nos habla sobre la verdadera naturaleza del amor? De manera similar, los grandes textos de la Biblia y la tradición teológica no son "científicos"; sin embargo, nos hablan de las verdades más profundas sobre Dios, creación, pecado, redención, gracia, etc. Tanto la causa como el efecto del cientificismo, tristemente, es la atenuación de las artes liberales en nuestras instituciones de educación superior. Hoy en día, en lugar de apreciar la literatura, historia, filosofía y religión como conductos de la verdad objetiva, muchos los relegan a la arena del sentimiento subjetivo o los someten a una crítica ideológica que los hace ver marchitos. Mi cuarto y último punto es el siguiente: Galileo es un párrafo en un capítulo de un libro muy largo. El gran astrónomo es a menudo invocado como el santo patrón de los científicos heroicos que luchan por liberarse del oscurantismo y la irracionalidad de la religión. La censura de sus libros por parte de la Iglesia, y el virtual encarcelamiento del gran científico a instancias del Papa, se toma como el oscuro paradigma de la relación Iglesia/ciencia. Obviamente, el episodio de Galileo no fue el mejor momento de la Iglesia; de hecho, Juan Pablo II expresando una verdadera contrición, se disculpó explícitamente por ello. Pero usarlo como la lente para observar el juego entre la fe y la ciencia es crucialmente inadecuado. Han existido, desde los primeros días de las ciencias modernas, miles de personas profundamente religiosas involucradas en la investigación y desarrollo científico. Por nombrar solo algunos: Copérnico, cosmólogo revolucionario y dominico de la tercera orden; Nicolás Steno, el padre de la geología y obispo de la Iglesia; Luis Pasteur, uno de los fundadores de la microbiología y un devoto laico católico; Gregorio Mendel, padre de la genética moderna y fraile agustino; Georges Lemaitre, formulador de la teoría del Big Bang sobre el origen del cosmos y sacerdote católico; Mary Kenneth Keller, la primera mujer en los Estados Unidos en recibir un doctorado en ciencias de la computación y hermana religiosa católica. Creo que es justo decir que todas estas personalidades de la ciencia entendieron los puntos fundamentales que he expuesto en este artículo y, por lo tanto, contemplaron que sí podían dedicarse por completo tanto a su ciencia como a su fe. En conclusión, podría instar especialmente a los científicos católicos de hoy —investigadores, médicos, físicos, astrónomos, químicos, etc.— a hablar con los jóvenes sobre este tema. Díganles por qué la supuesta guerra entre la religión y la ciencia es de hecho una ilusión, y aún más importante, muéstrenles cómo ustedes han reconciliado la ciencia y la religión en su propia vida. Simplemente no podemos permitir que esta tonta justificación para la desafiliación se mantenga.
By: Bishop Robert Barron
MoreLa pregunta del por qué El físico Christian Simon de 33 años, fue un ateo por largo tiempo; así que esperaba que todas las respuestas a las preguntas apremiantes de la vida vinieran de la ciencia, hasta que se encontró con sus límites. Crecí católico, recibí todos los sacramentos como es costumbre y también fui muy devoto cuando era niño. Desafortunadamente, con el tiempo desarrollé una terrible y falsa imagen de Dios: Dios como un juez severo que arroja a los pecadores al infierno; además, muy distante y sin un verdadero interés en mí. Dudaba mucho que para Dios fuera importante mi bienestar. En mi juventud, incluso me convencí cada vez más, que Dios tenía algo en contra mía. Imaginé que él actuaba haciendo siempre exactamente lo contrario a lo que yo pedía. En algún punto nuestra relación terminó para mí. No quería saber nada más acerca de Dios. Religión: Cosa de raritos A los 18 años, estaba convencido de que Dios no existía. Para mí, solo contaba lo que podía experimentar con mis sentidos o lo que podía medirse por las ciencias naturales. La religión, parecía ser solo algo para bichos raros que tenían demasiada imaginación o simplemente estaban totalmente adoctrinados y nunca habían cuestionado su fe. Estaba convencido de que, si todos fueran tan inteligentes como yo, nadie creería en Dios. Después de trabajar varios años por mi cuenta, comencé a estudiar física a los 26 años. Estaba muy interesado en cómo funciona el mundo y esperaba encontrar mis respuestas en la física. ¿Quién podría culparme? La física puede parecer muy misteriosa con sus matemáticas increíblemente sofisticadas que muy pocas personas en el mundo pueden entender. Es fácil tener la idea de que, si pudieras descifrar estos formularios y símbolos codificados, se abrirían horizontes inimaginables de conocimiento, y que literalmente cualquier cosa sería posible. Después de estudiar todo tipo de subcampos de la física e incluso de familiarizarme con la física fundamental más actualizada, me senté a trabajar en mi tesis de maestría sobre un tema teórico abstracto; uno que no me convencía de que alguna vez fuera a tener relación con el mundo real. Finalmente me estaba dando cuenta de los límites de la física: el objetivo más alto que la física podría alcanzar sería una completa descripción matemática de la naturaleza. Y eso es de por sí un pensamiento muy optimista. En el mejor de los casos, la física puede describir cómo funciona algo, pero nunca por qué funciona exactamente en la forma que lo hace y no de manera diferente. Pero esta pregunta sobre el por qué me atormentaba en ese momento. La Probabilidad de Dios Por razones que no puedo explicar satisfactoriamente, en otoño de 2019 me envolvió la enorme duda sobre la existencia de Dios. Esta era una duda que me había asaltado de vez en cuando, pero esta vez no me dejaba ir. Exigía una respuesta, y no me detendría hasta encontrarla. No hubo una experiencia clave o golpe del destino que me hubiera llevado a ella. Incluso el coronavirus no era un problema para mí en ese momento. Durante medio año, todos los días devoré todo lo que pude encontrar sobre el tema de "Dios". Durante ese tiempo prácticamente no hice nada más; tanto así me cautivó la pregunta. Quería saber si Dios existía y qué tenían que decir las diversas religiones y cosmovisiones al respecto. Al hacerlo, mi enfoque fue muy científico. Pensé que una vez que hubiera recopilado todos los argumentos y pistas, eventualmente podría determinar la probabilidad sobre la existencia de Dios; si fuera mayor al 50 por ciento, entonces creería en Dios, de lo contrario no. Bastante simple, ¿no es así? ¡La verdad es que no! Durante este intenso período de investigación, aprendí una cantidad increíble. Primero, me di cuenta de que no alcanzaría mi meta solamente con razonamientos. Segundo, había pensado hasta el final las consecuencias de una realidad sin Dios. Inevitablemente llegué a la conclusión de que en última instancia, en un mundo sin Dios, nada tendría sentido. Ciertamente, uno podría dar sentido incluso a su propia vida; pero ¿qué sería eso sino una ilusión, una presunción, una mentira? Desde un punto de vista puramente científico, sabemos que en algún momento se apagarán todas las luces en el universo. Si no existe nada más allá de eso, ¿qué diferencia hacen mis pequeñas y grandes decisiones?; de hecho, ¿cualquier cosa? Ante esta triste perspectiva de un mundo sin Dios, en la primavera del 2020 decidí darle una segunda oportunidad. ¿Qué mal podría causar simplemente fingir que creía en Dios por un tiempo y probar haciendo todo lo que hacen las personas que creen en Dios? Así que traté de orar, asistí a los servicios de la iglesia y solo quería saber cómo repercutiría eso en mí. Por supuesto, mi apertura básica a la existencia de Dios no me había convertido aún en un cristiano; después de todo, había otras religiones. Pero mi investigación me había convencido rápidamente de que la resurrección de Jesús era un hecho histórico. Para mí, la autoridad de la Iglesia, así como de las Sagradas Escrituras, se derivan de eso. Prueba de Dios Entonces, ¿cómo resultó mi experimento de "fe"? El Espíritu Santo despertó mi conciencia de sus años de hibernación. Me dejó muy claro que necesitaba cambiar radicalmente mi vida y me recibió con los brazos abiertos. Básicamente, mi historia está en la parábola bíblica del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32). Recibí el sacramento de la reconciliación por primera vez con todas mis fuerzas. Hasta el día de hoy, después de cada confesión, me siento como si hubiera renacido. Siento esto por todo mi cuerpo: el alivio, el amor desbordante de Dios que lava todo nubarrón del alma. Esta experiencia por sí sola es una prueba de Dios para mí, ya que supera con creces cualquier intento de explicación científica. Además, Dios me ha regalado una plétora de grandes encuentros en los últimos dos años. Justo al principio, cuando comencé a asistir a los servicios de la Iglesia, conocí a una persona que representó para mí la ayuda perfecta ante la situación de dudas y problemas que atravesaba en ese momento. Hasta el día de hoy, él es un buen y fiel amigo. Desde entonces, casi todos los meses he conocido a personas increíbles, que me han ayudado mucho en mi camino hacia Jesús, ¡y este proceso aún continúa! "Felices coincidencias" como éstas se han acumulado hasta un punto tan abrumador, que ya no soy capaz de creer en las coincidencias. Hoy, he centrado completamente mi vida en Jesús. Por supuesto, ¡fallo en eso todos los días! Pero también me levanto cada vez. ¡Gracias a Dios que Dios es misericordioso! Lo conozco un poco mejor cada día y se me permite dejar atrás al viejo cristiano Simón. Esto a menudo es muy doloroso, pero siempre es sanador y me fortalece. Recibir regularmente la Eucaristía ha contribuido en gran medida a mi fortalecimiento. Para mí, una vida sin Jesús hoy en día es inimaginable. Lo busco en la oración diaria, la alabanza, las escrituras, el servicio a los demás y los sacramentos. Nadie me ha amado como él lo hace; y a él pertenece mi corazón, para siempre.
By: Christian Simon
MoreTodos hemos llorado incontables lágrimas a lo largo de nuestra vida. Pero ¿sabías que Dios ha recolectado cada una de ellas? ¿Por qué lloramos? Lloramos porque estamos tristes o hartos. Lloramos porque estamos heridos y solos. Lloramos porque hemos sido traicionados o desilusionados. Lloramos porque nos arrepentimos, nos preguntamos por qué, cómo, dónde, qué. Lloramos porque... bueno, ¡a veces ni siquiera sabemos por qué estamos llorando! Si alguna vez has cuidado a un bebé, conoces el estrés de tratar de entender por qué el niño está llorando, ¡especialmente después de haberlo alimentado, cambiado, ponerlo a dormir una siesta! A veces solo quieren estar en tus brazos. En ocasiones, del mismo modo nosotros también solo queremos ser sostenidos en el abrazo de Dios, pero somos conscientes de nuestra pecaminosidad que parece distanciarnos de él. De Los Ojos Al Corazón De Dios Las escrituras nos dicen que incluso Jesús lloró: "Y Jesús lloró" (Juan 11:35); el versículo más corto del Evangelio abre una ventana al corazón de Jesús. En Lucas 19: 41-44 aprendemos que Jesús “derramó lágrimas sobre Jerusalén” porque sus habitantes “no reconocieron el tiempo de su visitación". En el libro del Apocalipsis, encontramos que Juan "lloró amargamente" porque no había nadie apto para abrir el pergamino y leerlo (Apocalipsis 5:4). Esta conciencia de la condición humana puede limitar nuestra capacidad de captar la plenitud de la vida que Dios ofrece continuamente a cada uno de nosotros. Apocalipsis 21:4 nos recuerda que “Dios enjugará toda lágrima”; sin embargo, el Salmo 80, 5 dice que el Señor “los ha alimentado con el pan de lágrimas y los ha hecho beber lágrimas en gran medida”. Entonces, ¿cuál de las dos?: ¿Quiere Dios secar las lágrimas y consolarnos, o quiere hacernos llorar? Jesús lloró porque hay poder en las lágrimas; hay solidaridad en las lágrimas. Porque ama tanto a cada persona que no puede soportar la ceguera que nos impide aceptar las oportunidades que nos da para estar cerca de él, para ser amados por él y experimentar su gran misericordia. Jesús se sintió abrumado por la compasión cuando vio a Marta y María sufrir la pérdida de su hermano Lázaro. Pero sus lágrimas también pueden haber sido una respuesta a la profunda herida del pecado que causa la muerte. La muerte ha consumido la creación de Dios desde el tiempo de Adán y Eva. Sí, Jesús lloró... por Lázaro y por sus hermanas. Sin embargo, durante esta dolorosa experiencia, Jesús realiza uno de sus mayores milagros: "¡Sal!", dice, y su buen amigo Lázaro sale de la tumba. El amor siempre tiene la última palabra. Otra hermosa Palabra que habla sobre las lágrimas y ofrece una imagen que atesoro, se encuentra en el Salmo 56:9: "Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu frasco; ¿acaso no están en tu libro?" Nos llena de humildad y consuelo pensar que el Señor recoge nuestras lágrimas. Son preciosas para el Padre; pueden ser una ofrenda a nuestro Dios misericordioso. Oraciones Sin Palabras Las lágrimas pueden sanar el corazón, limpiar el alma y acercarnos a Dios. En su gran obra maestra, “El Diálogo”, Santa Catalina de Siena dedicó un capítulo entero al significado espiritual de las lágrimas. Para ella, las lágrimas expresan "una sensibilidad exquisita, profunda, una capacidad de conmoción y de ternura”. En su libro, “Discerniendo corazones”, el Dr. Anthony Lilles dice que Santa Catalina "presenta esos afectos santos como la única respuesta adecuada al gran amor revelado en Cristo crucificado. Estas lágrimas nos alejan del pecado y nos llevan al corazón mismo de Dios". Recordemos a la mujer que ungió los pies de Jesús con precioso nardo, los lavó con sus lágrimas y los secó con su cabello. Su dolor es real, pero también lo es su experiencia de ser infinitamente amada. Nuestras lágrimas nos recuerdan que necesitamos a Dios y a los demás caminando con nosotros al peregrinar en la vida. Las situaciones de la vida pueden hacernos llorar, pero a veces esas lágrimas pueden regar las semillas de nuestra felicidad futura. Charles Dickens nos recordó que "nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son lluvia sobre el polvo cegador de la tierra, que cubre nuestros duros corazones". A veces, las lágrimas son el único puente para que lleguemos a Dios, para pasar de la muerte a la vida, de la crucifixión a la resurrección. Cuando Jesús se encontró con María Magdalena el día de la resurrección, le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras?" Pero pronto, él transformó sus lágrimas en una explosión de alegría pascual al mandarla a ser la primera persona en llevar el mensaje de su resurrección. A medida que continuemos nuestro peregrinaje, a veces luchando por comprender la locura de la Cruz, podremos llorar por aquellas cosas que hacen llorar a Jesús: guerra, enfermedades, pobreza, injusticia, terrorismo, violencia, odio, por cualquier cosa que menosprecie a nuestros hermanos y hermanas. Lloramos con ellos; lloramos por ellos. Y cuando las lágrimas se precipiten sobre nosotros en los momentos más inesperados, podremos descansar en la paz de saber que nuestro Dios tomará en sus manos cada lágrima con gentileza y cuidado. Él conoce cada lágrima y sabe qué la causó. Él las recoge y las mezcla con las lágrimas divinas de su Hijo. ¡Un día, unidos a Cristo, nuestras lágrimas serán lágrimas de alegría!
By: Sister M. Louise O’Rourke
MoreAlgunas veces las pequeñas cosas de la vida nos pueden enseñar valiosas lecciones. Recientemente una amiga compartió una historia interesante. Ella y su esposo estaban manejando en una incómoda y calurosa tarde, por lo que decidieron encender el aire acondicionado que no habían utilizado en todo el invierno. Inmediatamente un hedor horrible llenó el auto. Era tan desagradable que mi amiga empezó a sentir náuseas. Apenas pudo decir a su esposo: “¡Rápido, apágalo, huele como que algo murió aquí!”. Él apagó el aire acondicionado y abrió las ventanas para eliminar el mal olor. Al llegar a casa, su esposo comenzó a investigar. Empezó buscando en el filtro del aire y eso fue suficiente; allí encontró a un ratón acurrucado, muerto. Debido a que el ratón había muerto durante el invierno, el olor no los había molestado hasta que comenzó el deshielo de la primavera. El esposo de mi amiga sacó al ratón junto con su nido y encendió el aire acondicionado hasta que el hedor se fue por completo. Maneras en las que habla Dios Una historia así me hace pensar en las parábolas. En los evangelios, Jesús acostumbraba a usar ejemplos del día a día para enseñarle a la gente cómo vivir y cómo revelar las verdades sobre ellos mismos y el Padre. Job 33:14 dice: "Habla Dios una vez, y otra vez, sin que se le haga caso." Me esfuerzo en ser una persona que pone atención al Señor; por lo que tengo el hábito de preguntarle: “Señor, ¿estás tratando de enseñarme algo con esto que estoy pasando? ¿Cuál es el mensaje aquí?” Mientras reflexionaba sobre el ratón escondido en el auto de mis amigos y del hedor que causó, pensé en cómo algunas cosas en nuestra vida permanecen escondidas y de pronto aparecen y se convierten en un problema inesperado. El no querer perdonar o el resentimiento son buenos ejemplos. Estas emociones, como el roedor en descomposición, a menudo permanecen latentes en nosotros sin que nos demos cuenta. Entonces un día se activa un interruptor emocional y el hedor inunda el ambiente. Guardar resentimientos o no perdonar, o cualquier otra emoción negativa puede traer serias consecuencias. Infectan y causan estragos en nuestras mentes, corazones y nuestras relaciones interpersonales. A menos que lidiemos con la fuente, esto nos causará un gran daño. ¿Qué hay dentro? Entonces, ¿cómo podemos darnos cuenta si existe algún apestoso roedor escondido en nuestros corazones? Un método excelente nos los muestra San Ignacio de Loyola, quien nos aconseja prestar atención a las profundas mociones de nuestra alma; un método que él llama “discernimiento de espíritus”. Así que pregúntate: “¿Qué me agita o inquieta?, ¿qué me llena de alegría, paz y contentamiento?” Para “discernir” espíritus en nuestras vidas, primero debemos reconocer que hay espíritus en nuestras vidas – buenos y malos. Nosotros tenemos tanto un Abogado como un enemigo. Nuestro Abogado, el Espíritu Santo, nos inspira y guía hacía la plenitud y la paz. El enemigo de nuestras almas, Satán, el acusador, es un mentiroso y ladrón que quiere “robar, matar y destruir” (Juan 10:10). San Ignacio recomienda que pasemos tiempo cada día en reflexión silenciosa para reconocer qué es lo que se mueve en nuestro interior, así como invitar al Señor a ayudarnos a reflexionar y revisar: “¿Estoy ansioso, calmado, feliz, inquieto? ¿Qué está causando estas mociones? ¿Necesito actuar… Perdonar a alguien… Arrepentirme de algo y asistir a la confesión? ¿Necesito dejar de quejarme y ser más agradecido?” Prestar atención con la ayuda de Dios a estas profundas mociones de nuestros corazones, nos facilitará identificar áreas problemáticas que requieren nuestra atención, para que no puedan sorprendernos en el futuro. Mis amigos tomaron acción sólo después de haberse dado cuenta que algo apestaba. Y al lidiar rápidamente con el problema fueron capaces de disfrutar un aire limpio y fresco en su vehículo por el resto del verano. Si nos tomáramos un tiempo de silencio cada día con el Señor y le pidiéramos que nos revelara lo que está “apagado” en nuestro espíritu, él nos lo mostraría y nos enseñaría cómo manejarlo. Entonces el aire fresco del Espíritu Santo podrá fluir entre nosotros y traer alegría y libertad a nuestras vidas y relaciones interpersonales.
By: Ellen Hogarty
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