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Oct 31, 2023 359 0 Carol Osburn, EUA
Disfrutar

Ven a mí

Cuando todo a tu alrededor se convierte en caos, alguna vez te has preguntado: «¿Qué quiere Dios?»

Mi vida, como la de todos ustedes, es única e insustituible. Dios es bueno y estoy agradecida por mi vida, incluso con todos sus altibajos. Nací de padres católicos y fui bautizada católica en la fiesta de Cristo Rey. Asistí a una primaria católica, así como un año en una secundaria católica. No podía esperar para ser confirmada y convertirme en un soldado de Cristo. Recuerdo haberle dicho a Jesús que nunca faltaría a misa. Me casé con un hombre católico y crié a nuestros hijos como católicos. Sin embargo, mi fe estaba en mi cabeza y aún no se había trasladado a mi corazón.

Rastreo

En algún lugar durante el camino, perdí de vista a Jesús como mi amigo. Como una mujer joven, recién casada, recuerdo haber faltado a misa algunas veces, porque pensé que disfrutaría hacer lo que quisiera. Estaba tan equivocada. Agradezco la involuntaria intervención de mi suegra: un domingo de esos, me preguntó cómo estuvo la misa. Logré ignorar su pregunta y cambiar de tema, pero Dios me alcanzó a través de su pregunta. El domingo siguiente fui a misa y decidí no faltar nunca más.

Como muchas mamás, estaba ocupada con la vida familiar, como voluntaria en la escuela, enseñando catecismo, trabajando a tiempo parcial, etc. Francamente, no sabía cómo decirle “no” a nadie. Yo estaba agotada. Sí, era una buena mujer y trataba de hacer cosas buenas, pero no conocía muy bien a Jesús. Sabía que era mi amigo y lo recibía en misa todas las semanas, pero ahora me doy cuenta de que simplemente estaba dejándome llevar por todo.

Cuando mis hijos estaban en la secundaria, me diagnosticaron fibromialgia, lo que me llevó a experimentar un dolor constante; así que decidí que volvería a casa del trabajo y descansaría. El dolor hizo que dejara de hacer muchas cosas. Un día me llamó un amigo para preguntarme cómo estaba; todo lo que hice fue quejarme de mí misma y de mi dolor. Entonces mi amigo me preguntó: “¿Qué quiere Dios?” Me sentí incómoda y comencé a llorar. Entonces me enojé y rápidamente colgué. “¿Qué tiene que ver Dios con mi dolor?”, pensé. La pregunta de mi amigo me perseguía; era todo en lo que podía pensar.

Aunque hasta el día de hoy no puedo recordar quién me invitó a un fin de semana de mujeres, no olvido que en el momento en que escuché sobre un retiro en mi parroquia llamado Cristo Renueva su Parroquia (CRSP), inmediatamente dije: «¡Sí!» Todo lo que pensaba era que pasaría un fin de semana fuera de casa, recuperando el sueño y teniendo a alguien esperándome; una vez más, estaba muy equivocada. Prácticamente cada minuto del fin de semana estaba planificado. ¿Descansar? Conseguí hacerlo muy poco; nada como esperaba.

Note mi enfoque en “yo, yo misma y yo”. ¿Dónde estaba el Señor? No sabía que mi “sí” a este fin de semana lleno del Espíritu, abriría la puerta de mi corazón.

Presencia abrumadora

Durante una de las charlas, me emocioné hasta las lágrimas. Me sentí obligada a hacer una pausa, y en mi corazón, decirle directamente a Dios las palabras que cambiarían mi vida; palabras que quise decirle con todo mi corazón, palabras que finalmente abrieron la puerta de mi corazón, para que entrara Jesús y comenzara a mover mi conocimiento sobre Dios, de mi cabeza a mi corazón.

“Señor, te amo”, le dije, “soy toda tuya; haré todo lo que me pidas, e iré a donde me envíes”.

Mi corazón necesitaba expandirse para poder aprender a amar como Dios me ama. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Esa oración provocó una conversión, una metanoia, un giro de mi corazón hacia Dios. Había experimentado el amor incondicional de Dios y, de repente, Dios se convirtió en lo primero y lo más importante en mi vida. Es tan difícil describir esto, pero sé que nunca lo olvidaré. Sentí que Dios tomó mi mano en la oscuridad y corrió conmigo. Estaba ardiendo en el fuego de su amor, feliz y sorprendida por lo que el Señor estaba haciendo y sigue haciendo en mi vida.

Poco tiempo después de mi conversión y después de un seminario de Vida en el Espíritu, fui sanada de mi fibromialgia. Miré mi vida y le pedí al Señor que me ayudara a ser más como Él. Me di cuenta de que necesitaba aprender a perdonar, así que pedí a Dios que me mostrara a quién tenía que perdonar o pedir perdón. Lo hizo, y poco a poco aprendí a perdonar y aceptar el perdón. Experimenté la sanación de una de mis relaciones más importantes: mi relación con mi madre. Finalmente aprendí a amarla como Dios la hizo.

Mi familia también experimentó la sanación. Comencé a orar más; la oración era emocionante para mí. El silencio fue donde me encontré con el Señor. En 2003 sentí que Dios me llamaba a Kenia y en 2004 me ofrecí como voluntaria en un orfanato durante tres meses. Desde CRSP, me sentí llamada a convertirme en directora espiritual y pasé a ser una directora espiritual certificada. Hay mucho más; siempre hay mucho más cuando llegas a conocer a Jesucristo.

Mirando hacia atrás en mi vida, no cambiaría nada, porque me ha convertido en lo que soy hoy. Sin embargo, me pregunto qué habría pasado si no hubiera dicho esas palabras que cambiaron mi vida.

Dios te ama. Dios te conoce completamente —lo bueno y lo malo—, pero aun así te ama. Dios quiere que vivas a la luz de su amor. Dios quiere que seas feliz y le traigas todas tus cargas. “Venid a mí todos los que están trabajados y cargados, y yo los haré descansar”. (Mateo 11, 28).

Te animo a decir esta oración desde lo más profundo de tu corazón: “Señor, te amo. Soy todo tuyo. Haré todo lo que me pidas, e iré a donde me envíes”. Oro para que tu vida nunca vuelva a ser la misma y que sin importar lo que suceda a tu alrededor, encuentres descanso y paz porque caminas con el Señor.

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Carol Osburn

Carol Osburn is a spiritual director and writer. Married for over 46 years, she and her husband live in Illinois. They have three children and nine grandchildren.

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