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May 27, 2023 599 0 Holly Rodriguez
Encuentro

Cuando una atea escuchó la voz de Dios

Holly Rodríguez había sido atea toda su vida, nunca pensó en Dios ni jamás hubiera imaginado unirse a ninguna religión, o asistir a alguna iglesia, hasta que un día…

Era diciembre de 2016, me había despertado una mañana de invierno sin querer nada más que mi taza de café habitual. Yo había sido atea toda mi vida, nunca había pensado en Dios y ciertamente nunca había considerado unirme a una religión; sin embargo, ese día, sin ninguna razón en absoluto, sentí un deseo repentino de ir a la iglesia. No había nada inusual en mi vida para provocar este repentino cambio de corazón, había estado viviendo una vida bastante normal y tranquila como artista independiente en una pequeña ciudad costera en Kent, Inglaterra.

Busqué el templo más cercano que estuviera abierto ese día y encontré una iglesia católica romana a poca distancia; esto fue una sorpresa para mí porque, aunque había pasado por esa área muchas veces, nunca la había visto. Es asombroso lo ciegos que estamos ante la presencia de Dios y lo cerca que está Él de nosotros, cuando vamos por los caminos de la vida con un corazón cerrado.

Regresando la llamada

Marqué a la iglesia y una señora muy amable contestó el teléfono, se presentó como la secretaria de la parroquia, y le hice algunas preguntas las cuáles ella estaba feliz de responder; me dijo que la iglesia era católica y que le haría saber al sacerdote que había llamado por teléfono, y nos despedimos. Yo era tímida y no sabía qué esperar; siempre he sido una de esas personas a las que les gusta saber todo sobre una situación antes de tomar una decisión; no sabía lo que era una iglesia católica, y nunca había conocido a un sacerdote. Decidí tomarme el día libre del trabajo y aprender sobre la fe católica; leí mucho en Wikipedia durante varias horas.

De pronto sonó mi teléfono, en la otra línea había una voz amable: un sacerdote que se presentó como padre Mark; fue muy amable y entusiasta, lo que fue un “shock” para mí. Nunca en mi vida había conocido a alguien tan ansioso por conocerme y darme la bienvenida. Programamos una hora para visitar la iglesia al día siguiente; cuando llegué, padre Mark estaba allí revestido en su sotana para saludarme, era la primera vez que veía a un sacerdote en persona y recuerdo estar realmente fascinada por su vestimenta. Supongo que nunca había reparado en pensar cómo es un sacerdote en realidad; solo había visto al Papa brevemente en las noticias en televisión, pero nunca nada más allá de eso.

Padre Mark se sentó conmigo y hablamos durante un par de horas, luego me invitó a unirme a las clases de «RCIA» (Catecismo para adultos en Estados Unidos); también sugirió que era una buena idea comenzar a asistir a misa de inmediato, así que eso hice. Aún puedo recordar la primera misa a la que fui; era el Domingo de Gaudete (tercer domingo de Adviento). Me senté en el banco delantero, absolutamente ajena al protocolo; todos a mi alrededor estaban de pie y luego sentados y luego de pie de nuevo y a veces arrodillados, y recitando el credo y otras oraciones; yo era nueva y encontré esto un poco intimidante, pero también fascinante e intrigante. Seguí lo que todos los demás estaban haciendo lo mejor que pude; el sacerdote llevaba una hermosa vestimenta rosa que parecía muy ornamentada y delicada, él cantaba en el altar y yo observaba y escuchaba atentamente mientras el incienso llenaba la capilla; fue una misa en inglés muy hermosa y desde entonces supe que volvería.

Directo al corazón

Me gustó tanto la misa que seguí volviendo cada fin de semana e incluso comencé a asistir diariamente; mi amor por Jesús creció en cada encuentro. Durante mi primera misa de Noche Buena, el sacerdote llevaba tiernamente en procesión la figura del niño Jesús envuelta en su humeral (de la misma manera en la que se sostiene la custodia) alrededor de la capilla; al ver esta escena me conmoví hasta las lágrimas, todo esto era tan encantador, nunca en mi vida había visto nada parecido.

Al prepararme para ser recibida en la Iglesia católica, tuve que pasar mucho tiempo leyendo en casa, especialmente del catecismo que me dieron los sacerdotes de la parroquia. Una semana antes de mi bautismo me dijeron que tendría que elegir un santo para mi confirmación; pero, había miles de santos y no sabía cómo elegiría a uno entre tantos, no sabía nada de ellos, solo había escuchado sobre santa Filomena ya que el sacerdote había hablado sobre ella en una homilía un domingo por la mañana. Por providencia divina me encontré con un libro fascinante mientras era voluntaria en el café de la parroquia: “Castillos Interiores”; éste fue escrito por una mujer española de la que nunca había escuchado hablar: la monja carmelita, santa Teresa de Ávila; como mi familia es de ascendencia española, la elegí como mi santa patrona, aunque no sabía mucho sobre ella.

Finalmente, durante la misa de la Vigilia Pascual el 15 de abril de 2017, fui bautizada y confirmada en la Iglesia católica; me emocionaba también el poder recibir el santísimo sacramento de la Eucaristía en lugar de recibir la bendición que hace el sacerdote cuando todavía no podía comulgar; y el Domingo de Pascua estaba muy puntual para cantar con el coro en la misa principal. Al tiempo me uní a la legión de María, empecé a rezar el rosario y a elaborarlos; también comencé a hacer trabajo misionero en la ciudad para atraer a misa a los católicos alejados y a rezar el rosario con las personas en sus casas.

Santa Teresa siguió siendo una influencia y guía en mi vida, enseñándome a amar a Jesús cada vez más; pero no tenía idea de quiénes eran los carmelitas hasta que me uní a una de sus parroquias en una peregrinación al santuario de santo Simón Stock en “Aylesford Priory”, uno de los hogares de los frailes carmelitas.

Un cambio radical

Años más tarde, me toparía con otro español: San Josemaría Escrivá, que también tenía un gran amor por santa Teresa de Ávila y los carmelitas; fue el fundador del Opus Dei, una prelatura dentro de la Iglesia católica a la que me uní como cooperadora, con la misión de rezar por sus miembros y sacerdotes. Sentí que Dios me llamaba a un compromiso más profundo, pero no sabía si eso era con el Opus Dei, o en la vida religiosa como monja; un amigo sacerdote me dijo que tenía que decidirme y elegir qué camino tomar, que no podía quedarme suspendida en la incertidumbre para siempre. Él tenía razón, así que comencé a orar y ayunar tratando de escuchar la llamada de Dios; mi vida había pasado por muchos cambios en un período de tiempo muy corto y ahí experimenté una “noche oscura” del alma.

Mi cruz se sentía muy pesada, pero sabía que si seguía perseverando en mi fe, todo estaría bien; tuve que dejar de lado la necesidad de tener el control total, permitir que Dios liderara el camino y dejé de luchar contra su voluntad. Había estado tan envuelta en mi propio ego y mis deseos, que no podía escucharlo; al hacerme consiente de esto decidí soltar el control, vivir cada día como un regalo de Dios y dejar que Él liderara el camino; adopté la filosofía de que Dios nos coloca donde estamos en la vida porque ahí es donde Él nos necesita en ese momento específico; me hice un instrumento para su divina voluntad. Cuando me abandoné a Dios, Él me mostró que todo había sucedido porque Él me estaba llamando desde el principio.

Conduce mi vida, amable luz

Seguí recibiendo regalos de los santos que me llevaban al Carmelo; un día, me llamó la atención que una rosa de color brillante crecía desde el cemento, después descubrí que era el cumpleaños de santa Teresa de Lisieux quien dijo que enviaría rosas a las personas como señal del cielo. Ese mismo día, estaba en una tienda de incienso secular cuando me encontré con una caja de bonitas varitas de incienso con aroma a rosas con una imagen de santa Teresa de Lisieux en la caja; estos pequeños signos ayudaron a plantar semillas de vocación y semillas de fe en mi vida.

Mientras escribo esto, estoy a punto de celebrar mi 6º aniversario como católica y preparándome para entrar en el jardín sagrado de Nuestra Señora del Monte Carmelo, aceptando esta vocación de ser monja de clausura, si Dios quiere que así sea, pasaré mi vida rezando por la Iglesia, por el mundo y por los sacerdotes. Ha sido un largo viaje, y he conocido a muchas personas maravillosas por el camino.

Santa Teresa de Lisieux se refirió al Carmelo como su desierto, donde nuestro Señor pasó cuarenta días en contemplación y oración; pero para mí es el jardín de Getsemaní donde nuestro Señor se sentó entre los olivos en agonía. Me uno a Él en su agonía con amor desenfrenado, y camino con Él por la vía dolorosa; juntos sufrimos por las almas y ofrecemos al mundo nuestro amor.

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Holly Rodriguez

Holly Rodriguez is an artist and author of “Loving Christ through St. Josemaria Escriva and “The Sentinel of the Soul.” Currently she is in California, preparing to join the Carmelites as a cloistered nun. Her life story exemplifies that God doesn’t need anybody to reach out to you. He simply knocked at the door of her heart and she welcomed Him.

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