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Cuando te asalten pensamientos de inutilidad, prueba esto…
Apestaba. Su cuerpo sucio y hambriento se consumió como su herencia desperdiciada. La vergüenza lo envolvió. Lo había perdido todo: su riqueza, reputación, familia; su vida estaba destrozada. La desesperación lo consumió. Entonces, de pronto, el rostro amable de su padre apareció en su mente. La reconciliación parecía imposible, pero en su desesperación “partió y fue donde su padre; pero cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y se llenó de compasión; corrió, lo rodeó con sus brazos y lo besó. Entonces el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.’ Pero el padre dijo: ‘este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; ¡estaba perdido y ha sido encontrado!’ Y comenzaron a celebrar” (Lucas 15,20-24).
Aceptar el perdón de Dios es difícil. Admitir nuestros pecados significa admitir que necesitamos a nuestro Padre. Y mientras tú y yo luchamos con la culpa y la vergüenza de ofensas pasadas, Satanás el acusador nos ataca con sus mentiras: “No son dignos de ser amados ni perdonados”. ¡Pero el Señor nos llama a rechazar esta mentira!
En el bautismo, tu identidad como hijo de Dios quedó estampada en tu alma para siempre. Y al igual que el hijo pródigo, estás llamado a descubrir tu verdadera identidad y valor. Dios nunca deja de amarte, no importa lo que hayas hecho. “No rechazaré al que viene a mí” (Juan 6,37).
¡Tú y yo no somos excepciones! Entonces, ¿cómo podemos tomar medidas prácticas para aceptar el perdón de Dios? Busca al Señor, abraza su misericordia y sé restaurado por su poderosa gracia.
Busca al Señor
Busca tu iglesia o capilla de adoración más cercana y encuentra al Señor cara a cara. Pídele a Dios que te ayude a verte a través de sus ojos misericordiosos, con su amor incondicional.
A continuación, haz un inventario honesto y valiente de tu alma. Sé valiente y mira a Cristo en el crucifijo mientras reflexionas: acércate al Señor. Admitir la realidad de nuestros pecados es doloroso, pero un corazón auténtico y vulnerable está dispuesto a recibir los frutos del perdón.
Recuerda, eres un hijo de Dios: ¡el Señor no te rechazará!
Abraza la misericordia de Dios
Luchar contra la culpa y la vergüenza puede ser como intentar mantener una pelota de playa bajo la superficie del agua. ¡Se necesita mucho esfuerzo! Además de esto, el diablo a menudo nos lleva a creer que no somos dignos del amor y el perdón de Dios. Pero en la cruz brotaron sangre y agua del costado de Cristo, para limpiarnos, sanarnos y salvarnos. Tú y yo estamos llamados a confiar radicalmente en esta divina misericordia. Intenta decir: “Soy un hijo de Dios. Jesús me ama. Soy digno de perdón”. Repite esta verdad todos los días. Escríbelo en algún lugar que veas con frecuencia. Pide al Señor que te ayude a liberarte en su tierno abrazo de misericordia. Suelta la pelota de playa y entrégasela a Jesús: ¡nada es imposible para Dios!
Ser restaurado
En el sacramento de la reconciliación somos restaurados por las gracias de sanación y fortaleza de Dios. Lucha contra las mentiras del diablo y encuentra a Cristo en este poderoso sacramento. Di al sacerdote si estás luchando contra la culpa o la vergüenza, y cuando digas tu acto de contrición, invita al Espíritu Santo a inspirar tu corazón. Elige creer en la infinita misericordia de Dios al escuchar las palabras de absolución: “Que Dios te dé el perdón y la paz; y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. ¡Ahora estás restaurado en el amor incondicional y el perdón de Dios!
A pesar de mis fracasos, le pido a Dios todos los días que me ayude a aceptar su amor y su perdón. Puede que hayamos caído como el hijo pródigo, pero tú y yo seguimos siendo hijos e hijas de Dios, dignos de su infinito amor y compasión. Dios te ama, aquí y ahora; entregó su vida por amor a ti. ¡Ésta es la esperanza transformadora de la Buena Nueva! Entonces, abraza el perdón de Dios y atrévete a aceptar con valentía su divina misericordia. ¡La compasión inagotable de Dios te espera! “No teman, porque yo los he redimido; te puse tu nombre, tú eres mío” (Isaías 43,1).
'Le diagnosticaron un TOC crónico y la medicaron de por vida. Entonces, ocurrió algo inesperado
En los años noventa, me diagnosticaron un trastorno obsesivo compulsivo. El médico me prescribió medicamentos y me dijo que tendría que tomarlos el resto de mi vida. Algunas personas creen que los problemas de salud mental se deben a la falta de fe, pero mi fe no tenía nada de malo. Siempre había amado profundamente a Dios y confiaba en Él en todas las cosas, pero también sentía una culpa permanente que me incapacitaba. No había podido sacudirme la idea de que todo lo que estaba mal en el mundo era culpa mía.
Me había graduado en Derecho, pero mi corazón nunca estuvo allí. Estudié leyes para impresionar a mi madre, quien pensaba que mi idea de elegir la enseñanza como profesión, no era suficientemente buena. Pero me había casado y había dado a luz a mi primer hijo justo antes de terminar la carrera, y luego había tenido siete hijos preciosos. Así que había pasado más tiempo aprendiendo a ser madre que trabajando como abogada. Cuando nos mudamos a Australia, la ley era diferente, así que volví a la universidad para estudiar finalmente mi primer amor: Magisterio. Pero incluso cuando conseguí un trabajo haciendo lo que me gustaba, sentí que intentaba justificar mi existencia ganando dinero. De algún modo, no me parecía suficiente cuidar a mi familia y a las personas que me habían sido confiadas. De hecho, con mi agobiante sentimiento de culpa y de incapacidad, nada me parecía suficiente.
Totalmente inesperado
Debido al tamaño de nuestra familia, no siempre era fácil salir en los días festivos, así que nos entusiasmamos cuando oímos hablar del Carry Home de Pemberton, donde el pago era una donación de lo que uno podía permitirse. El lugar estaba en un entorno campestre hermoso, cerca del bosque. Planeamos visitar el lugar en un fin de semana de retiro familiar; los organizadores también tenían un grupo de oración y adoración en Perth. Cuando me uní, me hicieron sentir muy bienvenida.
Allí, en uno de los retiros, ocurrió algo totalmente inesperado y sobrecogedor. Acababan de orar por mí cuando de pronto caí al suelo. Mientras estaba en el suelo en posición fetal solo podía gritar y gritar. Me sacaron a una vieja y desvencijada terraza de madera y continuaron orando hasta que dejé de gritar.
Fue algo totalmente inesperado, no buscado; pero sabía que era una liberación.
Me sentía vacía, como si algo me hubiera abandonado. Después del retiro, mis amigos continuaron al pendiente y rezando por mí, pidiendo la intercesión de María para que los dones del Espíritu Santo se manifestaran en mi vida. Me sentí tan mejorada que al cabo de una o dos semanas, decidí reducir mi dosis de medicamentos. Al cabo de tres meses, había dejado de tomar las medicinas y me sentía mejor que nunca.
Derritiéndome
Ya no sentía la necesidad de probarme a mí misma, ni de fingir que era mejor de lo que era. No sentía que tuviera que sobresalir en todas las cosas. Me sentía agradecida por el don de la vida, mi familia, mi comunidad de oración y esta tremenda conexión con Dios. Liberada de la necesidad de justificar mi existencia, entendí que en realidad nadie puede justificar su existencia. Es un don: la vida, la familia, la oración, la conexión con Dios… son regalos que nunca te vas a ganar. Los aceptas y das gracias a Dios.
Me convertí en mejor persona. No tenía que presumir, competir o insistir arrogantemente en que mi manera de hacer las cosas era la mejor. Me di cuenta de que no tenía que ser mejor que la otra persona porque no importaba. Dios me ama, Dios se preocupa por mí.
Una vez fuera de las garras de mi culpa incapacitante, pude darme cuenta de que «si Dios no me quisiera, habría hecho a otra persona».
Mi relación con mi madre siempre fue ambivalente. Incluso después de ser madre, seguía luchando con esos sentimientos de ambivalencia. Pero esta experiencia había cambiado todo para mí. Así como Dios eligió a María para traer a Jesús al mundo, Él había elegido a María para ayudarme en mi camino. Mis problemas en la relación con mi madre, y posteriormente con la Santa Madre, se fueron desvaneciendo poco a poco.
Me sentí como Juan al pie de la cruz cuando Jesús le dijo: «He ahí a tu Madre». He llegado a conocer a María como la Madre perfecta. Ahora, cuando mi mente falla, ¡el Rosario entra en acción para rescatarme! Nunca me di cuenta de cuánto la necesitaba hasta que se convirtió para mí en una parte indispensable de mi vida. Ahora, no podría imaginar mi vida sin ella.
'En la noche más oscura vemos las estrellas más brillantes. Deja que tu luz brille.
Imagínense la anticipación de una noche tranquila y oscura en las profundidades de una cueva toscamente excavada. Lo suficientemente cerca de la ciudad como para escuchar el parloteo de Belén que estaba a reventar, pero lo suficientemente lejos como para sentirse separado. La cueva, un establo alfombrado de paja y con un fuerte olor a animales y tierra, está sumida en la oscuridad.
Escucha. Oye las oraciones y los murmullos ahogados, la succión satisfecha de un bebé amamantado. Un niño, robusto y precioso, acunado por su madre y su padre. Arriba, una brillante luz celestial brilla sobre esta cueva, la única señal de que esto no es un evento desfavorable.
El bebé, recién nacido y envuelto en pañales hechos y bordados por su madre… contento con su alimento, reposa en paz. Afuera, en la bulliciosa ciudad de Belén, nadie es consciente de la magnitud de este acontecimiento.
Una cueva profunda y oscura
En la tradición ortodoxa, el ícono de la Natividad está representado en las profundidades de una cueva. Existe una doble razón: En primer lugar, en la época en la que nació nuestro Señor, los establos a menudo se escababan en la roca de una manera burda. La segunda razón es más simbólica…
Es precisamente esta cueva oscura la que proporciona la yuxtaposición de la luz de Cristo, atravesando el tiempo, el espacio y la roca: Dios descendiendo a la tierra. También esta cueva de apariencia sepulcral, prefigura su pasión y muerte.
Aquí, en este ícono, está escrita la realidad de un evento que sacudió y cambió la vida del hombre para siempre. Este único niño, este dulce bebé acurrucado en los brazos de su madre llena de gracia “está destinado para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser signo de contradicción” (Lucas 2, 34).
Un corazón profundo y oscuro
Cada uno de nosotros ha heredado una naturaleza humana caída. Es nuestra concupiscencia –nuestra inclinación a pecar– que hace que nuestro corazón se oscurezca. No sorprende entonces que encontremos en el Evangelio de Mateo la exhortación: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5,8).
Nos gustaría pensar que si estuviéramos vivos en el tiempo de Jesús, no habríamos fallado al reconocerlo entre nosotros. Pero me temo que esta es una forma orgullosa de pensar. Es mucho más probable que hubiéramos tenido problemas para encontrarlo aunque Él estuviera justo frente a nosotros; a menos que nuestra fe estuviera construida sobre una base sólida y estuviéramos abiertos a la llegada del Mesías.
De hecho, algunas veces fallamos al no reconocerlo en nuestro tiempo, cuando está justo frente a nosotros. ¿Realmente lo reconocemos en la Eucaristía?, ¿o bajo el angustioso disfraz de los pobres?, ¿o incluso en las personas que nos rodean, especialmente en aquellas que nos molestan?
No siempre; y tal vez ni siquiera de manera consistente; pero hay remedios para eso.
Refleja la luz
San Josemaría Escrivá nos advierte: “Pero no olvidemos que no somos nosotros la fuente de esta luz: sólo la reflejamos”. Si pensamos en nuestro corazón como si fuera un espejo, nos damos cuenta de que incluso las pequeñas marcas en la superficie alterarán el reflejo. Cuanto más se mancha el espejo, menos reflejamos la luz de Cristo a los demás. Sin embargo, si mantenemos rutinariamente la limpieza del espejo, su reflejo no se oscurecerá de ninguna manera.
Entonces, ¿cómo mantenemos limpio nuestro corazón? Prueba estos cinco sencillos pasos esta Navidad para que nuestros corazones estén lo suficientemente limpios como para reflejar la luz de ese bebé -el Príncipe de Paz-, a los demás. Que lo reconozcamos en la cueva, en el mundo y en las personas que nos rodean.
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Ora por un corazón limpio
Pide a nuestro Señor que te ayude a resistir las tentaciones del pecado y a fortalecer tus hábitos diarios de oración. Recíbelo dignamente en la Eucaristía para que Él te consuma. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva dentro de mí un espíritu recto” (Salmo 51,10).
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Ejercita la humildad
Tropezarás más de una vez en tu viaje espiritual. Frecuenta el sacramento de la reconciliación y busca un buen y santo sacerdote para recibir dirección espiritual.
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Lee los evangelios
Leer y meditar en los Evangelios son maneras maravillosas de llegar a una comprensión más profunda y una relación más cercana con nuestro Señor. “Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes” (Santiago 4,8).
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Recibe la luz
Acepta de buena gana y con amor las enseñanzas de Cristo y su Iglesia, incluso cuando sea difícil. Ora por claridad y comprensión cuando no estés seguro de lo que se espera de ti.
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Desvía la oscuridad
Santa Madre Teresa de Calcuta dijo una vez: “Las palabras que no dan la luz de Cristo aumentan la oscuridad”. En otras palabras, si cualquier conversación o medios electrónicos que utilicemos, no nos traen la luz de Cristo, entonces se deduce que están haciendo lo contrario. Al ser cuidadosos en cuanto al entretenimiento o las influencias que disfrutamos, estamos realmente desviando aquellos que no traen la luz de Cristo.
'En el interior de Nigeria, sin recursos ni asistencia adecuados, este sacerdote fue testigo de increíbles intervenciones sobrenaturales.
No era ajeno a las peleas. Midiendo 1.88 metros y siendo cinturón negro en kickboxing, evidentemente tuvo un pasado muy colorido antes de convertirse en sacerdote católico. Pero sintiendo la dirección divina cuando asumió el cargo de Superior de los Somascos en Usen, Nigeria, el reverendo Varghese Parakudiyil se vio envuelto en lo que él llamó, la «pelea definitiva»: Una guerra directa entre el bien y el mal en la vida cotidiana.
De hecho, se había mudado al semillero del Juju; es decir, al lugar de la brujería africana. Los brujos locales eran muy apreciados en todo el continente por sus «poderes». Entre sus clientes había muchas figuras destacadas, incluidas figuras políticas importantes e incluso algunos cristianos locales. Pero «donde abunda el pecado, sobreabundará la gracia» (Romanos 5,20), y el Reverendo Varghese seguramente experimentó el poder de Dios como nunca antes.
La sola mención del nombre de Jesús liberaba a los afligidos de los espíritus malignos; había una protección divina para los cristianos que las maldiciones combinadas de los curanderos no podían penetrar, así como muchas otras poderosas demostraciones del poder divino.
Pero un hubo un incidente de intervención sobrenatural que en verdad se destacó.
Todo lo que tengo
Sucedió en octubre de 2012, apenas unas semanas después de que el padre Varghese se mudara a Usen desde la India. Un día, una señora se acercó a él y, después de saludarlo, levantó la parte superior de su ropa sobre su estómago. El Reverendo se alarmó cuando ella se quitó un trozo de plástico negro pegado a su estómago, dejando a la vista un agujero del tamaño de una naranja al lado de su ombligo.
La operación de la hernia necesaria para curarla tenía un costo de 400 mil nairas (moneda nigeriana), algo que no podía permitirse. “¿Puedes ayudarme?”, ella preguntó. El reverendo recuerda que estaba realmente arruinado, por lo que le dijo que no estaba en condiciones de ayudarla. Pero más como un acto de despido, la animó a hacerse la operación de alguna manera…
Mientras ella se alejaba lentamente, el reverendo Varghese sintió como si observara partir a su propia madre (quien había fallecido recientemente). Impotente y con el corazón apesadumbrado, susurró una de sus más sinceras oraciones por ella.
El clon sobrenatural
El domingo anterior al año nuevo, una señora acompañada de sus dos hijas llegó hasta la casa del sacerdote, llevando un gran racimo de plátanos y una bolsa llena de frutas y verduras. Arrodillándose, se frotó las palmas de las manos (un gesto nigeriano que expresa extrema gratitud o disculpa) y le ofreció los plátanos y la bolsa. El sacerdote estaba desconcertado; y aunque le resultaba extrañamente familiar, no podía reconocerla.
“¿No te acuerdas de mí, padre?” ella preguntó. Cuando ella se descubrió el estómago, se dio cuenta de que era la misma señora que había acudido a él con aterioridad, en busca de ayuda. Ahora parecía totalmente curada, obviamente gracias a una operación, porque las marcas de sutura aún eran visibles.
Cuando ella le dio las gracias, el sacerdote se quedó desconcertado, incapaz de comprender qué había hecho para merecer ese agradecimiento. «Porque pagaste la cuenta», dijo la señora confundida. Totalmente desconcertado por su comentario, le pidió que se lo aclarara.
Después de su fatídico encuentro, la señora aparentemente fue ingresada en un hospital en la ciudad de Benin para la operación de su hernia, y esperaba regresar a casa a tiempo para las celebraciones de navidad y año nuevo. Cuando le dijo al personal del hospital que pagaría después de la cirugía, por alguna extraña razón, ellos aceptaron. Una vez terminada la cirugía y llevada de regreso a su habitación, les dijo que regresaría a su casa y vendería su terreno para pagar la cuenta, pero comprensiblemente no la dejarían irse sin pagar. El siguiente paso lógico habría sido entregarla a la policía. Pero un poco más tarde, una enfermera entró en su habitación agitando su factura y le dijo: «Alabado sea el Señor, tu párroco acaba de venir y pagar tu factura. Puedes irte ahora», añadió: «el oyibo (como llaman a los extranjeros no africanos), el alto”.
Misterios inexplicables
¡El reverendo Varghese experimentó una gran sacudida sin precedentes! No había otros sacerdotes ‘oyibo‘ en la diócesis de la ciudad de Benin en ese momento.
«No fui yo», dijo el padre Varghese, «si acaso fue otro sacerdote quien pagó la cuenta, ¡alabado sea Dios!; pero creo que fue mi ángel de la guarda quien lo hizo”.
Todavía no sabemos qué dio a la mujer el valor de operarse sin dinero. ¿Pensó que de alguna manera el sacerdote lograría pagar su cuenta? ¿O sintió que estar encarcelada era una mejor opción que el sufrimiento que estaba padeciendo?
Lleno de humildad por estas y muchas otras experiencias que lo convencieron de la providencia permanente del Señor, el Reverendo Varghese ha continuado su ministerio con celo evangélico. Actualmente desempeña el doble papel de Superior en la Casa Madre Somasca en Italia y Director del Noviciado Internacional. «Definitivamente no estoy tan lleno de acción como en África o la India, pero esta es ahora la tarea que Dios me ha dado», suele decir con humildad.
'Una combinación ganadora se está cocinando en nuestro interior. ¿Quieres probarla?
En 1953, el obispo Fulton Sheen escribió: “La gran mayoría de las personas en las civilizaciones occidentales están comprometidas con la tarea de conseguir”. Estas palabras contienen mucha verdad, aún ahora.
Seamos honestos; hoy en día, existe toda una subcultura de los llamados influencers, cuyos lujosos estilos de vida se financian mediante una exitosa manera de influir en sus seguidores, llevándolos a comprar los productos que ellos defienden.
Abundan la influencia, el consumismo y la codicia. Deseamos el modelo más nuevo de celular, incluso antes de que llegue a los estantes; queremos tener en nuestras manos las prendas más modernas mientras todavía están de moda. Sabemos que, dado el patrón de tendencias en constante cambio, no pasará mucho tiempo antes de que estos mismos productos se anuncien a través de medios alternativos, con un letrero de «semi-nuevo, en excelentes condiciones»; o, peor aún: «saldos de nuevos con etiquetas».
“La acumulación de riqueza”, observa Sheen, “tiene un efecto peculiar en el alma: intensifica el deseo de conseguir”. En otras palabras, cuanto más obtenemos, más queremos conseguir. Esta búsqueda interminable de gratificación a través de la riqueza, nos deja vacíos y fatigados, nos demos cuenta o no.
Entonces, si acumular riqueza es esencialmente un deseo insaciable, ¿cómo encontramos felicidad, autoestima y satisfacción en el mundo consumista en el que vivimos?
Valor y gratitud
San Pablo nos indica: “Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias en todo; porque esta es la voluntad de Dios para con nosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5, 16-18). La mayoría de nosotros admitiríamos que es más fácil decirlo que hacerlo; ¿pero eso significa que es imposible?
A pesar de llevar una vida de peligros y conflictos, San Pablo, uno de los padres del cristianismo, nos guía con su ejemplo. ¿Fue encarcelado por promover el cristianismo? Absolutamente. ¿Estaba su vida en peligro? Constantemente. ¿Naufragó, fue apedreado y ridiculizado? Sin duda.
Y a pesar de todos estos (y otros) desafíos, San Pablo exhortaba regularmente a los cristianos: “No se preocupen por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también. Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender; y esta paz cuidará sus corazones y sus pensamientos por medio de Cristo Jesús.” (Filipenses 4,6-7).
De hecho, la acción de dar las gracias y el sentido del deber ser agradecido, así como la alabanza a Dios fueron un tema recurrente y, me atrevo a decir, constante en las cartas que dirigió a las Iglesias. Desde Roma hasta Corinto, desde Éfeso hasta Filipos, los primeros cristianos fueron alentados a dar gracias (a ser agradecidos) en toda circunstancia, no sólo en las buenas.
Entonces, como ahora, este estímulo es a la vez oportuno y confrontativo. Sin embargo, ser agradecido en toda circunstancia requiere oración, esfuerzo y perseverancia.
Ser agradecido y dar las gracias
Si siguiéramos el ejemplo de San Pablo y examináramos lo que poseemos, con gratitud, ¿qué resultaría de esto? ¿Estaríamos agradecidos de tener un techo sobre nuestras cabezas, dinero para pagar las cuentas y alimentar a la familia, y suficiente para gastar en pequeños lujos a lo largo del camino? ¿Estaríamos agradecidos por la familia y los amigos que tenemos a nuestro alrededor, la vocación y los talentos con los que Dios nos ha bendecido?
¿O aún desearíamos seguir ciegamente las tendencias y desperdiciar nuestro dinero, energía y felicidad en cosas que no necesitamos ni apreciamos? ¿O podríamos al menos dar un enfoque más ordenado y prudente hacia lo que poseemos y hacia las cosas en las que gastamos nuestro dinero?
Por supuesto, la medida de nuestro éxito en la práctica de la gratitud dependerá de la energía que le pongamos. Como cualquier esfuerzo espiritual, no vamos a dominar la gratitud de la noche a la mañana. Va a llevar tiempo y esfuerzo.
De forma lenta pero segura, la gratitud dará color a la forma en que vemos el mundo. Al apreciar y agradecer lo que tenemos y no perseguir más de lo que necesitamos, estaremos mucho más dispuestos a dar a los demás que a recibir de los otros. Esta combinación de gratitud y generosidad es una dupla ganadora.
Una vez más, el obispo Fulton Sheen está de acuerdo con esto: “La razón por la que hay mayor bendición en dar que en recibir es porque esto ayuda a separar el alma de lo material y temporal para aliarla con un espíritu de altruismo y caridad, que es la esencia de religión.
Hay más felicidad al alegrarnos por el bien ajeno que por nuestro propio bien. El que recibe se alegra por el bien conseguido; el dador, por el gozo de los demás; a él le llega la paz que nada en el mundo podría dar”.
Dale una oportunidad a la gratitud
Expresar gratitud implica una mentalidad en crecimiento. Crecer en gratitud es crecer en autoconocimiento, así como en el conocimiento de Dios y de su plan para nosotros. Al separarnos de la naturaleza cíclica de acumular riqueza y de la inútil búsqueda de la felicidad, nos abrimos a encontrar la felicidad dondequiera que estemos.
Así mismo, aseguramos el correcto orden en nuestra vida y en los beneficios resultantes de la bondad de Dios. Como San Pablo, podemos reconocer: “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por siempre. Amén.» (Romanos 11:36).
Esta actitud de gratitud que brota rítmica y poéticamente de la lengua, también nos ayuda a ver el lado positivo de las cosas que no siempre resultan como hubiéramos querido. Y este es el aspecto más conmovedor y hermoso de la gratitud: el aspecto espiritual. Como explica San Agustín, “Dios es tan bueno, que en su mano incluso el mal produce el bien. Él nunca habría permitido que ocurriera el mal si no dispusiera, por su perfecta bondad, de su capacidad de utilizarlo”.
'P – Estados Unidos se encuentra en medio de una campaña de tres años de «Renacimiento Eucarístico», que busca inspirar una mayor fe en la presencia real de Cristo. ¿Cuáles serían algunas maneras prácticas que llevaran a mi familia a practicar una mayor reverencia por la Eucaristía?
R – Un estudio reciente señaló que sólo un tercio de los católicos creen que Jesucristo está verdaderamente presente en la Sagrada Eucaristía. En respuesta, la Iglesia está tratando de volver a despertar lo que San Juan Pablo II llamó «asombro eucarístico»; asombrarse y maravillarse ante la presencia real: Jesús, escondido, pero verdaderamente presente en la Eucaristía.
¿Cómo podemos hacer esto como familia? Aquí hay algunas sugerencias:
Primero, la presencia
Si supiéramos que alguien está regalando libremente mil dólares cada semana en un lugar determinado, nos aseguraríamos de estar allí; sin embargo, al acudir a misa recibimos algo mucho más valioso: a Dios mismo. El Dios que creó todo el oro del universo, el Dios que te amó aun antes de existir, el Dios que murió para comprar tu salvación eterna, el único Dios que puede hacernos felices en la vida eterna.
El primer paso para una vida eucarística es hacer los sacrificios necesarios para llegar a misa al menos semanalmente (o más a menudo, si es necesario). Recuerdo que mi padre a menudo hacía todo lo posible para llevarnos a mí y a mis hermanos a misa después de ir al campamento de niños exploradores; era tal el grado de compromiso por ir el domingo a misa, que mi hermano no pudo hacer la prueba para un equipo de béisbol de élite porque las pruebas fueron el domingo por la mañana. A dondequiera que íbamos de vacaciones, mis padres se aseguraban de localizar la iglesia católica más cercana. Considerando cuán inmensamente valiosa es la Eucaristía, entendemos que ¡Jesús vale cada sacrificio!
Segundo, la pureza
Asegurarse de que nuestras almas están limpias de pecado grave es un requisito previo para el banquete eucarístico; nadie se sentaría en la cena de Acción de Gracias sin lavarse las manos, y ningún cristiano debería acercarse a la Eucaristía sin haber sido purificado con la confesión.
En tercer lugar, el ardor
A lo largo de la historia, los católicos han arriesgado sus vidas por asistir a misa; incluso hoy en día, hay al menos 12 países en el mundo donde existen restricciones significativas para los católicos, como China, Corea del Norte e Irán; y sin embargo, están dispuestos a asistir, a pesar de los desafíos. ¿Tenemos nosotros esa misma hambre por Él? Si no, ¡reafírmalo en tu corazón! Date cuenta de que estamos convocados a la sala del trono del Rey; recibimos un asiento de primera fila para el sacrificio del calvario. De hecho, ¡participamos en una especie de adelanto del cielo en cada misa!
Cuarto, la oración
Una vez que hemos recibido a Jesús Eucaristía, debemos pasar mucho tiempo en oración. El gran evangelista de Roma, San Felipe Neri, solía enviar a dos monaguillos con velas encendidas para seguir a cualquiera que saliera temprano de misa, reconociendo que la persona era literalmente ¡un tabernáculo viviente después de haber recibido a Cristo! Inmediatamente después de recibirlo, tenemos un tiempo muy privilegiado para compartir nuestro corazón con Él, ya que Él habita sustancialmente solo a unos centímetros bajo nuestros corazones, ¡en nuestros cuerpos!
Pero esta oración en la presencia eucarística de Cristo también debe durar mucho después de que concluya la misa. Hubo una vez un santo que quería vivir una vida eucarística, pero solo podía llegar a misa los domingos; dedicó jueves, viernes y sábado a una preparación espiritual para la sagrada Comunión; luego, el domingo, se regocijó de poder recibirlo, ¡y pasó el lunes, martes y miércoles en acción de gracias por haberlo recibido! Por lo tanto, debemos pasar tiempo en oración durante toda la semana para agradecer a Dios por la Eucaristía que hemos recibido y preparar nuestros corazones para recibir este regalo nuevamente.
Quinto, alabanza
Una vida eucarística continúa por la adoración eucarística, pues continuamos en adoración al cuerpo eucarístico de nuestro Señor. Asiste a la adoración tan a menudo como puedas, como dijo el Beato Carlo Acutis: «Cuando nos exponemos al sol, nos bronceamos, pero cuando permanecemos frente a Jesús Eucaristía, nos convertimos en santos». Él sabía que sólo Dios nos hace santos; y al estar en su presencia, ¡Él hará la obra!
Yo puedo dar testimonio de ello; mi parroquia comenzó la adoración perpetua (24 horas al día, siete días a la semana) cuando yo era adolescente; y comencé a pasar una hora en la adoración semanal. Fue allí donde me di cuenta de cuánto me amaba el Señor y de que estaba siendo llamado a entregarle mi vida como sacerdote. La adoración fue una gran parte de mi propia conversión. De hecho, mi parroquia tiene 160 años de haber sido construída; en esos años no había surgido ni una sola vocación religiosa de algún joven feligrés; pero en solo 20 años de adoración perpetua, nuestra parroquia ha producido más de 12 vocaciones religiosas.
El Beato Carlo Acutis nos recuerda de nuevo: «La Eucaristía es mi camino al Cielo».
No necesitamos mirar muy lejos para preguntarnos dónde mora Dios y cómo encontrarlo: ¡Él habita en cada Tabernáculo, en cada Iglesia Católica del mundo!
'¿Hay puertas en tu vida que se niegan a abrirse, sin importar tus esfuerzos? Conoce el secreto detrás de esas puertas cerradas a través de esta profunda experiencia.
Una vez que se abrieron las puertas de la Catedral de San Judas, mi esposo y yo encontramos nuestros asientos en medio de una gran multitud reunida para el funeral de una mujer que había conocido hace mucho tiempo, cuando yo solo tenía 20 años. Al momento de su deceso, ella y su esposo servían como líderes pastorales de una Comunidad Católica Carismática de Oración. Si bien ella y yo no éramos amigas personales cercanas, ella había influido en mi vida de manera significativa cuando estuve involucrada en este grupo dinámico y lleno de fe. Su hijo mediano, Ken, era ahora el padre Ken, y ese día también celebraba el 25º aniversario de su ordenación sacerdotal.
Echar un vistazo a la comunidad reunida, me permitió reconocer muchas caras familiares, tanto de mi pasado como de mi presente. El conmovedor homenaje del padre Ken a su madre y los cariñosos elogios de sus hermanos reflejaron el impacto que el grupo de oración tuvo en su propia familia, así como en muchos de los asistentes ese día. Sus palabras hicieron que me pasaran por la mente recuerdos de cómo el Espíritu Santo usó esta comunidad para cambiar muchas vidas, especialmente la mía.
Arrastrada al amor
Me criaron dos padres católicos muy devotos que asistían a misa todos los días, pero cuando era adolescente, solo participaba de mala gana en la vida de la Iglesia. Me sentía resentida por la insistencia de mi padre en rezar el Rosario familiar todas las noches y dar las gracias no solo antes de las comidas, sino también al terminar. Asistir a la adoración del Santísimo Sacramento un viernes por la noche a las 10 p.m. no presagiaba nada bueno para mi estatus social cuando tenía 15 años, especialmente cuando mis amigos me preguntaban qué había hecho durante el fin de semana. Ser católica, para mí entonces, implicaba muchas reglas, requisitos y rituales. Mi experiencia cada semana no fue de gozo o compañerismo con otros creyentes sino más bien de deber.
Aún así, acepté cuando mi hermana me invitó a unirme a ella en el retiro de fin de semana de su universidad, el otoño después de graduarme de la escuela secundaria. Mi pequeña ciudad ofrecía pocas experiencias nuevas, y esto definitivamente estaría fuera de lo normal para mí. Al final, resultó que este retiro ¡marcó la trayectoria para el resto de mi vida!
Entre la cálida camaradería de los participantes, así como la enorme sonrisa que cubrió el rostro del Padre Bill cuando compartió acerca del Señor con nosotros, vi algo que nunca había visto en mi parroquia natal, y supe que eso era lo que realmente quería en mi vida: ¡ALEGRÍA! Cerca del final del retiro, durante el tiempo de descanso al aire libre, ofrecí mi vida a Dios, sin saber exactamente lo que eso en verdad significaba.
Casos desesperados
Menos de dos años después, mi hermana y yo nos mudamos hacia el oeste de la costa este de Florida; primero por su trabajo y luego porque me aceptaron en una universidad en San Petersburgo. Nuestros esfuerzos por encontrar un lugar para vivir dentro de nuestras posibilidades se vieron frustrados una y otra vez debido a la falta de voluntad de numerosos administradores de departamentos para alquilar una unidad de solo un dormitorio a dos mujeres, ¡a pesar de que habíamos compartido un dormitorio toda nuestra vida y éramos hermanas! Desanimadas tras una nueva negativa, nos detuvimos en la Catedral de San Judas para orar. Sin saber nada acerca de este Santo, vimos una estampa de oración y descubrimos que San Judas era el «patrón de los casos desesperados».
Después de una difícil búsqueda de viviendas asequibles, nuestra insignificante situación parecía calificarse como un caso desesperado, por lo que nos arrodillamos para invocar la intercesión de San Judas. He aquí que, después de llegar al siguiente complejo de apartamentos de nuestra lista, fuimos recibidas nuevamente con la misma vacilación. Sin embargo, esta vez, la mujer mayor me miró, hizo una pausa y dijo: “Me recuerdas a mi nieta; no alquilo departamentos de una habitación a dos mujeres, pero… ¡me agradas y voy a hacer una excepción!
Llegamos a descubrir que la Iglesia Católica más cercana a nuestro nuevo hogar era la Santa Cruz, donde un grupo llamado “Comunidad de Oración Presencia de Dios” se reunía cada martes por la noche. Si hubiéramos podido alquilar cualquier otro departamento, no habríamos sido guiadas a este grupo de personas llenas de alegría que pronto llamamos “familia”. Estaba claro que el Espíritu Santo estaba obrando y su presencia se reveló una y otra vez durante los 17 años que estuve involucrada activamente en el grupo.
Completando el círculo
Volviendo a San Judas, la celebración de la vida ese día no fue sólo la de nuestros antiguos líderes pastorales, sino que también fue como ¡mi propia celebración! Al recordar mi quebrantamiento que viví como joven adulto, y la soledad e inseguridad que sentí en ese tiempo, me maravillé al ver cómo el Señor había cambiado mi vida. Él usó su Espíritu y su pueblo para sanarme emocional y espiritualmente, llenando mi vida de amistades ricas y profundas que han permanecido a pesar del paso del tiempo. Me ayudó a descubrir los dones que me otorgó: la comunidad me ofreció un lugar para servir de diversas maneras hasta que me di cuenta de que mis habilidades naturales, como la de organización, podían usarse con fines espirituales.
Después de varios años, me invitaron a un nuevo Equipo Pastoral cuyo líder dinámico me guió con el ejemplo. A través de su aliento y apoyo, desarrollé habilidades de liderazgo que resultaron en el inicio de nuevos ministerios para servir en las comunidades de oración “Familia de fe” y a los “Más pequeños de estos”, fuera de las puertas de la iglesia.
Cuando algunos años después se abrió una nueva parroquia cercana, me pidieron que me uniera al ministerio de música de esa comunidad naciente y, con el impulso del Espíritu, también participé en algunos otros ministerios. Al incorporar todo lo que había aprendido y experimentado a lo largo de los años, pude organizar muchos eventos que ofrecieron oportunidades de sanación, conversión y crecimiento dentro de nuestra comunidad parroquial. Durante los últimos 14 años, he tenido la suerte de tomar parte en la formación un grupo de amistad y comunión de mujeres, iniciado por mí y una amiga que, como yo, fue transformada por el amor y el cuidado de las comunidades cristianas.
He descubierto que todas las promesas de Dios en las Escrituras son verdaderas. ¡Él es fiel, perdonador, bondadoso, compasivo y la fuente de gozo más profunda ¡que jamás haya podido imaginar! Él ha proporcionado significado y propósito a mi vida, y con su gracia y dirección, he podido asociarme con Jesús, sirviendo en su viña durante más de 40 años. No tuve que “vagar por el desierto” durante ese tiempo, como hicieron los israelitas. El mismo Dios que guió a su pueblo con “una columna de nube en el día y una columna de fuego en la noche” (Éxodo 13,22), me ha guiado día tras día, año tras año, mostrándome los planes que tiene para mí a lo largo del camino.
Un canto que recuerdo de mis días en el grupo de oración resuena en mi mente: «¡Oh, qué bueno, qué maravilloso es cuando los hermanos viven unidos!» (Salmo 133:1). Mirando a mi alrededor ese día, vi evidencia clara de eso. El Espíritu que obraba en la madre del padre Ken produjo muchos frutos de las semillas que plantó, tanto en su hogar como en nuestra comunidad de fe. Ese mismo Espíritu luego produjo una cosecha de las semillas plantadas y regadas en mi vida a lo largo de los años.
El apóstol Pablo lo dijo mejor en su carta a los Efesios:
“Y a Aquel que es poderoso para hacer muchísimo más que todo lo que pedimos o imaginamos, según su poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. ¡Amén!» (3,20-21).
'Además de los muchos dones espirituales con los que fue honrado, San Juan Bosco a menudo tenía sueños que revelaban mensajes celestiales.
En uno de esos sueños, cuenta que lo llevaron a un prado junto al patio del recreo y le mostraron una enorme serpiente enroscada en la hierba; asustado, quiso huir, pero la persona que lo acompañaba lo detuvo, pidiéndole que se acercara y mirara bien; don Bosco tenía miedo, pero su compañero lo animó a seguir adelante; le entregó una cuerda y le pidió que abofeteara a la serpiente con ella. El sacerdote vacilante azotó a la serpiente, esta saltó quedando atrapada en la cuerda que había tomado la forma de un nudo de ahorcado; luchó un poco y rápidamente murió.
Su compañero tomó la cuerda y la puso en una caja; al abrir la caja unos minutos más tarde, don Bosco vio que la cuerda se había convertido en las palabras «Ave María»; la serpiente, símbolo del diablo, fue derrotada, destruida por el poder del «Ave María» o «Dios te salve María». Si un solo “Ave María” puede hacer eso, ¡imagina el poder del Rosario! San Juan Bosco tomó esto como una señal e incluso recibió innumerables confirmaciones sobre la poderosa intercesión de la Virgen María a lo largo de su vida.
Después de la muerte de su querido alumno Domingo Savio, el santo tuvo una visión de él con atuendo celestial. Este humilde maestro le preguntó al niño santo cuál había sido su mayor consuelo en el momento de la muerte; y él respondió: «Lo que más me consoló en el momento de la muerte fue la ayuda de la poderosa y adorable Madre del Salvador, María Santísima; ¡diles esto a tus jóvenes para que no se olviden de rezarle mientras vivan!»
San Juan Bosco escribió más tarde: «Digamos devotamente un “Ave María” cada vez que seamos tentados, y estaremos seguros de ganar».
'Dicen que las perlas son producidas por un molusco, como una acción defensiva causada por la intrusión de un cuerpo extraño, que encuentra su camino hacia el interior del caparazón del molusco. Una vez que el objeto extraño entra en la ostra, el molusco secreta sobre el mismo varias capas de la sustancia luminosa que utiliza para crear la parte más interna de su concha; esto lo hace en capas concéntricas, formando eventualmente una perla redonda y brillante.
Las ostras no son muy atractivas, y producir una perla no es el propósito final de una ostra; sin embargo, en el curso de su supervivencia, como un dispositivo de autoprotección, la ostra se reconstruye alrededor de una intrusión inesperada, produciendo algo bello.
En medio de la paz de una vida tranquila, cuando las intrusiones no deseadas entran en mi corazón y amenazan con comerme por dentro, ¿podrá la ostra darme una lección de vida? Cuando los fracasos, las barreras insuperables, y todas y cada una de las cargas que pueden venir a mí por elección propia o por los errores cometidos por otros, ¿podrán llevarme a secretar una capa delgada que cubra mi alma?
He descubierto que si me entrego al dador del amor eterno, mi alma se llena lentamente de Él. Mientras contemplo la Eucaristía durante horas interminables con nada más que gratitud, mientras recibo la hostia en mi alma con el mayor anhelo, mientras me siento a sus pies y escucho con confianza su voz, ese amor va llenando lentamente mi alma.
De ahora en adelante, cada pequeña perturbación que entre en mi vida amenazando con robar mi paz, será cubierta por el amor interior que proviene de Dios; la cubrirá, una capa a la vez; y eventualmente, perlas preciosas de santa luminosidad se formarán y serán cosechadas por su mano divina para adornar con ellas, muchas vidas.
'¿Conoces al primer mártir que prefirió morir antes que revelar el secreto de la confesión? En Praga, en el siglo XIV, vivía el Padre Juan Nepomuceno que era un famoso predicador. A medida que su fama se extendió, el rey Wenceslao IV lo invitó a la corte para resolver discusiones y atender las necesidades de la gente de la ciudad. Eventualmente, se convirtió en el confesor de la reina, guiándola espiritualmente para soportar pacientemente la cruz de la crueldad del rey.
Un día, el rey que era infame por sus arrebatos de ira y celos, llamó al sacerdote a sus aposentos y comenzó a interrogarlo sobre las confesiones de la reina; el padre Juan se negó a revelar los secretos de la confesión a pesar de los intentos de soborno y tortura del rey. En consecuencia, fue encarcelado; el rey continuó coaccionándolo, incluso le ofreció riquezas y honores a cambio de romper su silencio. Pero cuando vio que el soborno no funcionaría, amenazó al sacerdote con la pena de muerte. El padre fue obligado a someterse a todo tipo de torturas, incluyendo la quema de sus costados con antorchas; pero ni eso lo hizo hablar.
Finalmente, el rey ordenó que lo pusieran en cadenas, lo condujeran a través de la ciudad con un bloque de madera en la boca y lo arrojaran desde el Puente de Carlos (el Karlsbrücke) al río Moldava. La respuesta del santo continuó siendo la misma hasta el punto de exclamar: «Prefiero morir mil veces». Ante esta respuesta, la cruel orden del rey fue ejecutada el 20 de marzo de 1393; el cuerpo de Juan Nepomuceno fue sacado de Moldavia y sepultado en la Catedral de Praga.
En 1719, cuando se abrió su tumba en la catedral, se encontró que su lengua estaba intacta, aunque arrugada; fue canonizado por el Papa Benedicto XIII en 1729. A menudo es representado cerca de un puente con un dedo en los labios y con cinco estrellas sobre su cabeza. Se cree que la noche en que el Padre Juan fue asesinado, se vieron cinco estrellas sobre el lugar donde se ahogó; por su valiente acto de fidelidad a las normas confesionales, el padre Juan Nepomuceno es considerado como el santo patrón de los confesores.
'¿Alguna vez has pensado dos veces antes de tomar una decisión de vida, por detenerte a tomar en cuenta los puntos ciegos?
Conocemos la importancia de comprobar los puntos ciegos de nuestro coche, especialmente antes de cambiar de carril, dar marcha atrás o girar. Desafortunadamente, a veces aprendemos de la manera más difícil.
Últimamente me ha asaltado la idea de que todos poseemos puntos ciegos físicos y espirituales. Jesús nos enseñó a tener cuidado con esto cuando dijo: “«Yo he venido a este mundo para que los ciegos vean y los que ven se queden ciegos». Algunos fariseos que estaban con Él le oyeron decir esto y preguntaron: «¿Acaso nosotros también somos ciegos?» Jesús dijo: «Si fueran ciegos, no serían culpables de pecado; pero como dicen que ven, son culpables».” (Juan 9,39-41). ¿Qué nos está diciendo Jesús con esto?
Debemos cuidar mucho el tiempo que permanecemos sentados a los pies de Jesús prestando atención a sus instrucciones, aprendiendo de Él y manteniéndonos abiertos a sus correcciones. Tan pronto como pensemos que “hemos llegado” o que “hemos dominado este estilo de vida cristiano”, nos encontraremos en territorio peligroso. Nuestros pensamientos más sabios, nuestros mayores sacrificios y nuestros amores más profundos son meras inspiraciones comparadas con la infinita sabiduría de amor de Dios.
Esto es porque solo vemos parcialmente; no vemos el panorama completo, el plan maestro: Solo Dios lo hace. San Pablo lo expresa así: “Ahora sólo vemos un reflejo como en un espejo, pero un día veremos cara a cara. Mi conocimiento ahora es imperfecto; pero un día conoceré a Dios como Él me ha conocido desde siempre” (1 Corintios 13:12).
Aprender de la manera difícil
Mirando hacia atrás en mi vida, recuerdo que nunca me di cuenta realmente de mi orgullo, mis pecados, defectos, juicios, presunciones, prejuicios, miedos ni de mi falta de confianza. Afortunadamente, Dios introdujo personas y eventos en mi vida, que me ayudaron a descubrir algunas de estas áreas ocultas por mi ceguera espiritual.
Tiendo a aprender de la manera más difícil. Durante años, no pude entender por qué una mujer me evitaba constantemente. Eso creó mucha tensión, ya que formábamos parte del mismo grupo de servicio y oración. Finalmente, tuve el coraje y la humildad de preguntarle en qué forma la había ofendido. Su respuesta me dolió muchísimo y, aunque nunca nos hicimos amigas, al menos ahora soy consciente de uno de mis puntos ciegos que antes pasaba desapercibido.
Se necesita un corazón humilde para permitir que las personas nos quiten las astillas de los ojos; y nuestro problema es que muchas veces no somos lo suficientemente humildes.
En muchas ocasiones a lo largo de mi vida, no fui consciente del daño que causé por mi falta de perdón, orgullo, necesidad de control, tolerancia al pecado o mi falta de gratitud. No deseo hacer una confesión pública aquí, pero entiendo que Dios poco a poco me ha ido quitando las capas de mi ceguera espiritual. Pudo haber sido doloroso, pero he obtenido una mayor libertad espiritual.
Aprender más cada día
Una amiga sabia me dijo una vez que cada año espera con emoción la cuaresma. Nunca he sido una de esas almas santas, así que mis oídos se abrieron cuando dijo eso. Me dijo que ella no elige los sacrificios o renuncias que hace durante la cuaresma. Ella deja que su marido lo haga por ella. Me quedé absolutamente anonadada por este concepto.
¿Qué pasaría si acudiéramos a nuestro cónyuge o amigo de confianza y le preguntáramos cómo podemos crecer espiritualmente, o qué hábito pecaminoso deberíamos confesar?
Muchas veces, la raíz de nuestro pecado está enterrada bajo las situaciones más obvias. Por ejemplo, la ira puede deberse a la falta de perdón, la preocupación puede deberse a la necesidad de controlar y el perfeccionismo a menudo implica orgullo. La mayoría de los pecados surgen de la falta de confianza en la bondad de Dios.
El poder de la dirección
Hay un poder real que surge cuando eres capaz de nombrar la raíz de tu pecado. Si puedes identificarla, podrás arrepentirte y liberarte del mismo. Sin embargo, los pecados que han echado raíz guardan algunas trampas… les gusta permanecer enterrados. Contar con un buen confesor habitual o un buen director espiritual será de gran ayuda. Santa Faustina escribió: “Oh, si hubiera tenido un director espiritual desde el principio, entonces no habría desperdiciado tantas gracias de Dios”.
Podemos buscar socios responsables. Dios a menudo usa a otras personas para ayudarnos a «observar» mejor nuestro interior; los miembros de la familia, especialmente aquellos que siguen activamente a Cristo, pueden ser excelentes verificadores de puntos ciegos, ya que nos observan en los mejores y peores momentos. Y no olvidemos simplemente pedir a Dios que nos muestre cuáles son nuestros puntos ciegos.
¿Qué pasaría si nos preparásemos para la confesión pidiéndole al Espíritu Santo que nos mostrara un área de pecado que obviamos o ignoramos? ¿Y si hiciéramos lo mismo al final de cada día?
Recomiendo particularmente buscar el consejo de hermanos sabios en la fe, antes de tomar decisiones importantes. De la misma manera que comprobamos los puntos ciegos cuando planeamos salir de un estacionamiento o cambiar de dirección en un vehículo, debemos ser cuidadosos al discernir nuestra vocación, elección profesional y otras decisiones importantes de la vida.
Padre Celestial, danos corazones humildes y atentos para que puedas transformarnos en mejores personas. Concédenos tu visión de crecer en nuestro amor a ti y a nuestro prójimo.
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