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May 27, 2023 403 0 Shalom Tidings
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SUPERESTRELLA ASCÉTICA

A la edad de 20 años, Antonio perdió a sus padres y se quedó con una gran herencia y la responsabilidad de cuidar a su hermana. En ese tiempo, escuchó una lectura del Evangelio de Mateo donde Jesús le dice a un joven rico: «Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y da el dinero a los pobres». Antonio creía que él era ese joven rico. Poco después, regaló la mayor parte de su propiedad, vendió casi todo lo demás y se quedó solo con lo que necesitaba para cuidar de sí mismo y de su hermana. ¡Pero eso no era exactamente lo que el Señor había ordenado!

Poco después, Antonio estaba en Misa una vez más y escuchó el pasaje del Evangelio: “No se preocupen por el mañana; el día de mañana se encargará de sí mismo” (Mateo 6, 34). De nuevo, supo que Jesús le estaba hablando directamente, así que entregó hasta lo poco que había ahorrado, encomendó a su hermana al cuidado de unas santas mujeres y se adentró en el desierto para vivir una vida de pobreza, soledad, oración y mortificación.

En ese duro paisaje desértico, el diablo lo atacó de innumerables maneras diciéndole: “¡Piensa en todo el bien que podrías haber hecho con ese dinero que regalaste!”. Firme en la oración y la mortificación, Antonio luchó contra el demonio y sus manifestaciones. Muchos se sintieron atraídos por su sabiduría, y los animó a buscar la la negación de sí mismos, y una vida de abstinencia. No es de extrañar que después de su muerte se convirtiera en San Antonio el Grande o San Antonio del Desierto, el padre del monaquismo cristiano.

Una vez un hermano renunció al mundo y dio sus bienes a los pobres, pero retuvo un poco para sus gastos personales. Fue a ver a Abba Antonio. Cuando le dijo esto, el anciano le dijo: «Si quieres ser monje, ve al pueblo, compra algo de carne, cubre tu cuerpo desnudo con ella y ven aquí así». Así lo hizo el hermano, y los perros y los pájaros desgarraron su carne. Cuando volvió, el anciano le preguntó si había seguido su consejo. Le mostró su cuerpo herido, y San Antonio dijo: «Aquellos que renuncian al mundo pero quieren conservar algo para sí mismos, son desgarrados de esta manera por los demonios que les hacen la guerra».

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