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En una hermosa tarde en la clínica pediátrica, de vez en cuando entraban pequeños angelitos como si fuera un desfile. Sus sonrisas inocentes y las miradas de admiración de sus padres, se añadían al gozo que se vivía allí. Mi pequeño hijo de siete meses no se cansó de evocar sonrisas que entretenían perfectamente hasta aquellos hombres bigotudos. Por todas partes mis ojos se encontraban con sonrisas, incluyendo las de totales desconocidos. Sin embargo, detrás de la sonrisa que le dedicaba a mi pequeño hijo sentado en mi regazo, desfilaron por mi mente imágenes de cuando había entrado a esa misma clínica con mi hija unos años atrás.
Un aire de cambio
Todavía recuerdo que durante mi boda, le había pedido a Dios con todo mi corazón que nos permitiera tener hijos, y que nos diera la gracia de criarlos en santidad y poder hacer de ellos ¡grandes santos! Nuestra dicha no conoció límites cuando supimos que estaba embarazada, pero no tardé mucho en sentir algo extraño de que algo andaba mal. Mi peor pesadilla ocurrió como a las 27 semanas de embarazo, porque no sentía ningún movimiento del bebé. De inmediato fuimos al hospital y descubrimos que los latidos de su corazón estaban disminuyendo. En ese momento se ordenó proceder a una cesárea de emergencia, y nuestra prematura bebé fue puesta en una incubadora en donde luchaba por su vida. Tuve que ver a mi pequeñísima hija cubierta por los cuatro costados con cánulas, y cómo le insertaban por catéter cantidad de agujas para inyectarle medicinas o sacarle sangre cada hora. Cuando lloraba de dolor mi corazón se encogía, pero yo confiaba en Dios. Sabía que nada sucede sin su conocimiento, y que mi pequeñita estaba a salvo en Su Corazón misericordioso. Al cabo de 45 días en la Unidad de Cuidados Intensivos para Recién Nacidos, finalmente sucedió el milagro de tener a nuestra bebé en los brazos. Pensé que la tranquilidad regresaba a nuestra vida.
Zarandeados por las olas
Gradualmente, día con día, nuestra hija se iba fortaleciendo hasta que al cumplir los tres meses, los doctores le diagnosticaron microcefalia, una anomalía que consiste en un desarrollo insuficiente del cráneo causada por un daño cerebral. Conforme nos fueron dando los reportes, comprendimos que nuestra hija sufría de un daño cerebral severo que conducía a la parálisis cerebral y discapacidad intelectual. Después de haber dado a luz, fue cuando supimos que era un problema congénito con mi útero que era bicorne, es decir, un útero deforme en forma de corazón. En las palabras del doctor: “El útero está compartimentalizado en dos secciones, y no había espacio para que el bebé creciera; por eso fue la emergencia. Lo peor de todo, es que tus próximos bebés tendrán que extraerse alrededor de los siete meses de embarazo y colocados en incubadora en la Unidad de Cuidados Intensivos para Recién Nacidos.” El sólo hecho de imaginar que todo ese tiempo el bebé había estado luchando en mi vientre y que, peor tantito, por un defecto mío se había visto en tal calvario, me causó una angustia estrujante. Fue el periodo más oscuro de mi vida, y comencé a culparme de su condición. Mi corazón se rompía a pedazos cada vez que la veía tener extrañas convulsiones epilépticas. En tales condiciones no resultaba nada fácil esperar en la clínica pediátrica donde los pequeños niños brincaban por todos lados llenos de gozo, mientras mi pequeña hija sólo estaba tendida en mis piernas con la mirada ausente y fija en las paredes; ella no me veía ni sonreía. Aquellos felices padres miraban con curiosidad a mi pequeña niña, y algunos incluso me hicieron algunas preguntas. Cansada de estar esperando mi turno, me sentí aliviada cuando decidí regresar a casa.
La tormenta en todo su apogeo
Hasta entonces pensé que jamás tendría que confesar mis recelos, pero ahora, sólo de ver a un pequeño pajarillo brincando de aquí para allá mi mente solloza pensando que hasta un pequeño pájaro con un cerebro tan pequeño puede brincar y volar, pero mi bebé no puede hacer nada.
Sin embargo, con el tiempo la gracia de Dios me permitió apreciar su creación, agradecerle siempre por la perfección que me rodeaba y que podía ver, y a no quejarme por lo que le faltaba a mi hija. Para ese entonces, había concebido tres veces, pero había abortado cada una. Por ese entonces también me diagnosticaron poliquistosis ovárica, un trastorno que implicaba que no me sería fácil volver a concebir. Comencé a odiar mi cuerpo y a mí misma. Esta es mi culpa. Si tan sólo hubiese nacido con un útero normal, hubiera tenido embarazos normales e hijos normales y sanos; mi
corazón anhelaba lo imposible.
Tenía un pequeño libro para rezar el Rosario cuya portada tenía una imagen de la Santísima Virgen María con el niño Jesús mirándola amorosamente, y la Santa Madre le correspondía al Hijo con una mirada de amor indescriptible. Jamás me quejé con Jesús, pero ante su Madre derramé mi corazón, incluso tomándome la libertad de decirle: “Tú tuviste a tu bebé Jesús que te miraba, te sonreía y hacía todo lo que un bebé normal hace. ¿Cómo entonces Madre, podrías comprender mi súplica?” “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír” (Isaías 59,1)
Oración del corazón
Muchos me sugerían rezar pidiendo un milagro, y me ponían en la mano una estampa o un Rosario, y yo sólo atinaba a llorar en presencia del Señor, y si rezaba el Rosario en voz alta, aquello se convertía en un largo lamento de dolor, pero jamás me quejé con Dios; todo lo dejaba en sus manos. Claro que eso nunca fue fácil porque casi siempre me sentía muy agobiada. Cuando pedía en la oración una sanación milagrosa sentía una profunda tristeza, no porque mi fe estuviera menguando, sino por pensar que le estaba pidiendo a Dios corregir el regalo que nos había enviado, porque nuestra hija era ciertamente el regalo más valioso de Dios. Entonces no sabía por qué motivo rezar. Sentada ante Jesús expuesto en la Santa Eucaristía, lo miraba fijamente y pensaba, ‘¿En verdad sabes por lo que estoy pasando? ¿Realmente puedes verme aquí, Jesús?’
Una vez una amiga me dijo con mucha firmeza: “Nuestro Dios no está sentado en su trono en algún lugar del Cielo, desde donde casualmente te mira desde arriba y exclama, ‘¡Oh, no sabía que te pasaría esto!’ ¡No! Los ojos de Dios siempre están sobre ti. Él no se equivoca o comete errores de cálculo. Todo lo sabe.” Aquellas palabras realmente me ayudaron a CONFIAR en la misericordia y bondad de Dios, y aunque sentía que mi vida iba a la deriva como un barco atrapado en una gran tormenta en el que Jesús iba plácidamente dormido, no quería despertarlo.
En el ojo de la tormenta
En mi sueño, Jesús se dignaba ver mi angustia. En agosto del 2017, asistimos con mi pequeña hija a un retiro de un día en el Centro Mariano de Retiros, conducido por el Padre Dominic Valanmanal, un sacerdote con muchos dones. Aceptando plenamente mi condición y la enfermedad de mi hija, le dije a Jesús: “Si es tu voluntad, te pido que sanes a mi hija, pero si no es tu voluntad, la acepto con todo mi corazón, y sólo te suplico que me des un bebé sano…” Sabía que eso era imposible dada mi condición, pero también sabía que nada era imposible para Dios.
Al mes nos enteramos de que estaba embarazada de nuestro quinto bebé. Comprendí que la Fuente de Vida, y la insondable misericordia de Dios, había envuelto nuestras vidas durante aquél retiro. Inexplicablemente me sentía más serena, y en mi corazón no había ni rastro de temor.
“Estad quietos…”
Jesús había desaparecido mis temores como una nube. Me hicieron un ultrasonido y, por la gracia de Dios, el bebé estaba bien, y para nuestra mayor sorpresa, los doctores no encontraron rastro de un útero bicornio ni de ovarios policísticos. Los doctores estaban más sorprendidos que nosotros: ¡ni siquiera pudieron encontrar un pequeño doblez en mi útero! Por la misericordia de Dios, ¡llevé en mi vientre a nuestro bebé durante 39 semanas! ¡Dios nos bendijo con un pequeño niño sano que florecía en Su amor y misericordia! Después de la cesárea, lo primero que le pregunté a la doctora fue cómo estaba mi útero, y me dijo que mi útero estaba normal, con una sola cavidad entera (incluso me checó a fondo con la mano). Dios nos había bendecido con un bebé sano, y nos dio la esperanza de tener muchos más bebés sanos. Me había curado por completo. Eso es imposible para el hombre. No hay ninguna operación que hubiera podido cambiar mi condición, y sólo
existía un 1% de probabilidades de que mi útero cambiara por sí solo. ¡Para Dios todo es posible!
“Y conoced que Yo Soy Dios”
Ahora mi bebé me mira y sonríe, jamás se cansa de mirarme. Mi bebé quiere VERME siempre, y entonces pensé: ‘así como mi pequeño hijo me mira, así Dios siempre nos está mirando. Nos mira hastaen nuestros peores momentos, y aunque no sintamos su presencia y sus cuidados, especialmente cuando nos sentimos hundir bajo las olas de la desesperación en algunos momentos de la vida, y aunque nos cuestionemos la existencia de un Dios que nos mira desde el cielo, ¡real y verdaderamente
Dios está allí!
Hoy, mientras espero mi turno en la clínica pediátrica, gratamente divertida con las travesuras de mi pequeño, nadie sabe del ángel de cuatro años que me espera en casa que todavía no puede sentarse o pararse sin ayuda. No sé si algún día me dirá “mamá” o juegue conmigo como lo hacen los niños normales, pero a su modo me expresa su amor libre de toda mancha mundana. La sonrisa de nuestro pequeño hijo lleva alegría a nuestras vidas, pero la sonrisa de nuestra hija es la que más brilla y alegra grandemente nuestros corazones.
¡No teman!
Si Jesús pudo derribar todos nuestros temores y renovar toda nuestra vida, ¡también lo hará por ti! Deja todo en sus manos porque Él te ama. No importa cuál sea la situación por la que estés pasando, ¡Dios la conoce y sus ojos están puestos en ti! Sólo confía plenamente en su infinita misericordia, porque el camino a la paz no la encontraremos en reuniones encumbradas, en arsenales de armamento, o en la adquisición de bienes materiales; la paz en nuestra vida sólo la encontraremos confiando en la misericordia de Dios. “Señor Jesús, nos ofrecemos a ti, y te entregamos todas nuestras ansiedades, temores y nuestra pequeñez. Confiamos en esa Divina Misericordia que brota de tu Corazón colmado de amor. Sumérgenos, oh Señor, en el océano infinito de tu misericordia. Fortalece y renueva nuestras vidas para que, con tu gracia, enfrentemos valientemente las tormentas de la vida hasta que lleguemos a las playas eternas de la tierra prometida del Padre.” Amén.
Reshma Thomas is a wife and mother of four wonderful children. She finds great joy in doing little works for Jesus, and making known his merciful love revealed through her life-experiences. She lives with her family in Kerala, India.
Existe una meditación poética de principios del siglo XX de un novelista griego llamado Nikos Kazantzakis que guardo en mi mesita de noche cuando comienza el Adviento cada año. Presenta a Cristo como un adolescente observando al pueblo de Israel desde la cima de una colina distante, aún sin estar listo para comenzar su ministerio, pero aguda y dolorosamente sensible al anhelo y sufrimiento de su pueblo. El Dios de Israel está allí entre ellos, pero aún no lo saben. El otro día estaba leyendo esto a mis alumnos, como hago todos los años al comienzo del Adviento, y uno de ellos me dijo después de clase: "Apuesto a que así es como Jesús se siente también en estos tiempos". Le pregunté a qué se refería. Él dijo: "sabemos que Jesús está presente en el Sagrario y nosotros simplemente pasamos como si Él ni siquiera estuviera allí"; desde entonces, en mis oraciones de Adviento, he tenido esta nueva imagen de Jesús esperando en el Tabernáculo, mirando a su pueblo, escuchando nuestros gemidos, nuestras súplicas y nuestros clamores. Esperando... De alguna manera, esta es la forma en que Dios elige venir a nosotros. El Nacimiento del Mesías es EL ACONTECIMIENTO CLAVE EN TODA LA HISTORIA HUMANA y, sin embargo, Dios quiso que se llevara a cabo "tan silenciosamente que el mundo siguiera con sus asuntos como si nada hubiera sucedido". Algunos pastores se dieron cuenta de lo que pasaba, también lo hicieron los reyes magos (e incluso podríamos mencionar a Herodes, que se dio cuenta aunque por las razones equivocadas); luego, aparentemente, todo quedó en el olvido… por un tiempo. De algún modo debe haber algo muy provechoso para nosotros en la espera, pues Dios mismo elige que esperemos; Él elige hacernos esperar en Él, y cuando lo meditas bajo esta luz, toda la historia de la salvación se convierte en una historia de espera. Podemos también observar que existe un sentido simultáneo de urgencia en nuestra pronta respuesta al llamado que Dios nos hace, y la necesidad de que Él también nos responda pronto: "Respóndeme, Señor, cuando te llame", dice el salmista, hay algo tan atrevido en este versículo que resulta encantador. Existe un sentido de urgencia en los salmos; pero también existe la sensación de que debemos aprender a ser pacientes y esperar, esperar con gozosa esperanza y encontrar la respuesta de Dios en la espera.
By: Padre Augustine Wetta O.S.B
MoreComo hija única tenía esta "fantasía sobre bebés". Cada vez que nacía un primito, me preparaba con mucho mimo, cortando mis uñas y lavándome bien para poder tocar al bebé. Esperar la navidad se sentía igual; me preparaba para recibir al niño Jesús en mi corazón. Una vez en la universidad, durante la misa de navidad, me asaltó un pensamiento: este adorable niño Jesús pronto subirá al calvario y será crucificado, porque solo faltaban unos meses para la cuaresma. Estaba perturbada, pero luego Dios me dio la convicción de que no existe la vida sin la cruz. Jesús sufrió para poder estar con nosotros en nuestros sufrimientos. No comprendí completamente el significado sublime del sufrimiento hasta que mi pequeña Anna nació prematuramente a las 27 semanas de embarazo y enfrenté todas las complicaciones que siguieron: daño cerebral severo, ataques epilépticos y microcefalia. Comenzaron las noches de insomnio y los llantos constantes; no hubo un día fácil a partir de entonces. Tenía una gran cantidad de sueños y aspiraciones, pero como mi pequeña me necesitaba tanto, tuve que renunciar a todo. Un día, estaba reflexionando sobre cómo mi vida había sido confinada en casa con Anna, quien ahora tiene unos 7 años, mientras ella se estiraba sobre mi regazo y bebía agua muy lentamente. En mi mente había mucho ruido, pero podía escuchar claramente música angelical, y las palabras se repetían una y otra vez: “Jesús… Jesús… ella es Jesús”. Con sus largos brazos y piernas y su esbelto cuerpo extendido sobre mi regazo, de repente me di cuenta de que había un sorprendente parecido con la Piedad, recordando cómo al pie de la cruz, Jesús yacía silenciosamente en el regazo de su madre. Las lágrimas fluyeron y fui llevada a la realidad de la presencia de Dios en mi vida. Cuando estoy agobiada por los cuidados y preocupaciones de la vida, -a veces me quedo sin aliento incluso ante las tareas más insignificantes-, entonces recuerdo que no estoy sola. Cada niño que Dios nos regala es verdaderamente una bendición. Mientras Anna representa al Jesús sufriente, nuestro hijo de 5 años limpia la baba del rostro de Anna y rápidamente le da medicina. Me recuerda al niño Jesús ayudando a su padre y a su madre con las tareas diarias. Nuestra pequeña hija de 3 años no se cansa de agradecer a Jesús incluso por las cosas más triviales, recordando cómo el niño Jesús creció en sabiduría y amor. Nuestro querubín de un año, con sus mejillas pequeñas, manos y piernas redondeadas y regordetas, se parece al niño Jesús esculpido, lo que nos recuerda cómo Mamá María crió y cuidó al pequeño. Mientras sonríe y se da vuelta cuando duerme, se vislumbra incluso al niño Jesús durmiendo suavemente. Si Jesús no hubiera bajado para estar entre nosotros, ¿todavía tendría la paz y el gozo que experimento todos los días? Si no hubiera conocido su amor, ¿experimentaría la belleza de ver a Jesús en mis hijos y hacer todo por ellos como lo haría por Él?
By: Reshma Thomas
MoreCuando era niña quería convertirme en superheroína, pero finalmente acepté que era el sueño tonto de una infante, hasta que... Cuando era niña, me levantaba temprano los sábados por la mañana para ver los Super-amigos, una caricatura sobre un grupo de superhéroes que salvaban al mundo; y como resultado, soñaba ser una superheroína cuando creciera; imaginaba recibir una señal de alguien que necesitaba ayuda y volaba rápidamente a su auxilio. Todos los superhéroes que veía en la televisión tenían una identidad secreta. Para el mundo, parecían personas normales con vidas aburridas; sin embargo, en tiempos difíciles se movilizaban rápidamente y trabajaban juntos para salvar a la humanidad de los malos. Al ir creciendo, reconocí que los superhéroes de los dibujos animados eran personajes imaginarios, asi que renuncié a mis tontas aspiraciones; hasta que un día conocí a un verdadero superhéroe que me abrió los ojos. De vez en cuando pasaba a rezar a la capilla de adoración perpetua en una iglesia local; dado que alguien tiene que estar presente en todo momento durante la adoración eucarística, los voluntarios se inscriben por intervalos cortos (de una hora). En muchas de mis visitas, noté a un hombre mayor en una silla de ruedas que se sentó y oró durante horas en la capilla, parecía tener unos 90 años; de vez en cuando, él sacaba diferentes artículos de una bolsa: una Biblia, un rosario o un pedazo de papel que supongo, era una lista de oración. Me preguntaba qué tipo de trabajo hacía cuando era más joven y físicamente sano; lo que sea que hiciera antes, probablemente no era tan significativo como lo que estaba haciendo ahora. Me di cuenta de que este caballero en silla de ruedas estaba haciendo algo mucho más importante que la mayoría de nosotros que parecíamos estar siempre corriendo y ocupados. Recordé que los superhéroes con su identidad secreta pasaban desapercibidos a los ojos de los demás. Esto quería decir que yo también podía ser un superhéroe de oración. Respondiendo a los SOS Decidí unirme a la cadena de oración de la iglesia; este es un grupo de personas comprometidas a interceder por otros en privado. Muchos de estos guerreros de oración son ancianos, algunos son personas con discapacidades, otros se encuentran temporalmente confinados en casa por diversas razones. Recibimos notificaciones por correo electrónico de los nombres de las personas que solicitan oraciones. Al igual que los superhéroes de los dibujos animados que vi hace mucho tiempo, nuestro grupo recibe una señal cuando alguien necesita ayuda. Las peticiones de oración llegan a todas horas del día: el Sr. “X” se cayó de una escalera y está siendo llevado al hospital; la Sra. “Y” ha sido diagnosticada con cáncer; un nieto ha estado involucrado en un accidente automovilístico; el hermano de un hombre ha sido secuestrado en Nigeria; una familia ha perdido su casa en un tornado… Las necesidades son muchas. Nos tomamos muy en serio nuestra responsabilidad como intercesores; dejamos de hacer lo que estamos haciendo y nos ponemos a orar. Somos un ejército de guerreros de oración, luchamos contra las fuerzas invisibles de la oscuridad; por lo tanto, nos ponemos toda la armadura de Dios y luchamos con armas espirituales; oramos en nombre de otros que están en necesidad. Con perseverancia y dedicación ofrecemos continuamente nuestras peticiones a Dios. El efecto héroe ¿Puede la oración hacer una diferencia? De vez en cuando, recibimos comentarios de las personas que han solicitado oración: Nos dijeron que el hombre secuestrado en Nigeria fue liberado en una semana; muchos experimentan curaciones milagrosas; pero sobre todo, las personas son fortalecidas y consoladas en tiempos de sufrimiento. ¡Jesús oró y revolucionó el mundo! La oración era parte de su ministerio de sanación, liberación y provisión para los necesitados. Jesús estaba en constante comunicación con el Padre, incluso enseñó a sus discípulos a orar. La oración nos permite entender la perspectiva de Dios y alinear nuestra voluntad con su naturaleza divina. Cuando intercedemos por los demás nos convertimos en socios de Cristo en su ministerio de amor; cuando compartimos nuestras preocupaciones con Dios omnipotente, omnisciente y omnipresente, hay un cambio en la atmósfera; nuestra oración fiel, unida a la voluntad de Dios, puede mover montañas. "Te suplicamos Señor que nos ayudes y nos defiendas: libera a los oprimidos, compadécete de los insignificantes, levanta a los caídos, muéstrate a los necesitados, sana a los enfermos, trae de vuelta a los de tu pueblo que se han extraviado, alimenta a los hambrientos, levanta a los débiles, quita las cadenas de los prisioneros; que todas las naciones lleguen a saber que solo tú eres Dios, que Jesús es tu Hijo y que nosotros somos tu pueblo, tu rebaño, amén" (San Clemente).
By: Nisha Peters
MoreCuando la lucha y el dolor persisten, ¿qué nos mantiene avanzando? Mi hijo de 11 años se sentó pacientemente en la mesa de exploración mientras la doctora examinaba su fuerza muscular, como ya lo había hecho tantas veces. Durante los últimos ocho años, la había visto examinar su piel y probar su fuerza muscular, y cada vez, el pánico me atravesó. Después de terminar su examen, dio un paso atrás, miró a mi hijo de 11 años y pronunció suavemente las palabras que yo temía: “Tus músculos muestran signos de debilidad; creo que la enfermedad está activa nuevamente”. Mi hijo me miró y luego bajó la cabeza; mi estómago se retorció; ella le pasó el brazo por los hombros y le dijo. "Espera un poco; sé que a lo largo de los años los brotes no han sido fáciles para ti; sé que son muy dolorosos, pero los hemos manejado antes y podremos hacerlo de nuevo”. Exhalando lentamente, me apoyé en el escritorio que estaba a mi lado para estabilizarme. Ella me miró mientras preguntaba: "¿Estás bien?" “Sí, el bebé está en una posición rara, eso es todo”, dije. “¿Estás segura de que no quieres sentarte?” Con una sonrisa pintada, murmuré: "No, estoy bien, gracias". Se dirigió hacia mi hijo: "Vamos a probar un nuevo medicamento". "Pero, ¿no le fue bien con el medicamento anterior?", pregunté. "Así fue, pero las dosis altas de esteroides no son buenas para el cuerpo". Y entonces pensé: ¿Por qué hice preguntas cuando realmente no quiero escuchar las respuestas? "Creo que es hora de probar un medicamento diferente"; me explicó. Mi hijo apartó la mirada y se frotó las rodillas con ansiedad, mientras que la doctora se dirigió a él para decirle: “Intenta no preocuparte. Tendremos esto bajo control.” "Está bien", respondió mi hijo. Y ella subrayó: “La medicación tiene algunos inconvenientes, pero afrontaremos lo que venga”. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho: ¿Inconvenientes? Ella se volvió hacia mí y me dijo: “Hagamos un análisis de sangre. Te llamaré en una semana para elaborar un plan”. Después de una semana de ansiedad, la doctora llamó con los resultados de las pruebas. Ella nos explicó: “Mis sospechas se confirmaron. Está teniendo un nuevo brote, por lo que comenzaremos con la nueva medicina inmediatamente. Sin embargo, es posible que experimente algunos efectos secundarios difíciles”. "¿Efectos secundarios?", pregunté. "Sí"; respondió. El pánico se apoderó de ella cuando enumeró los posibles efectos secundarios. ¿Estaban siendo respondidas mis oraciones o estaba perdiendo a mi hijo poco a poco? “Llámame inmediatamente si notas alguno de estos”, afirmó. Las lágrimas rodaron por mis mejillas. Le compartí la noticia a mi esposo y le dije: “No estoy bien en este momento. Estoy colgando de un hilo. Los niños no pueden verme así. Necesito llorar y recuperarme”. Puso sus manos sobre mis hombros, me miró a los ojos y me dijo: “Estás temblando, debería ir contigo; no quiero que entres en labor de parto antes de tiempo”. “No, no lo haré; estaré bien. Sólo necesito recomponerme”. Le respondí. "Bueno. Tengo todo bajo control aquí. Todo va a estar bien”; dijo para tranquilizarme. Rendirse… Conduciendo hacia la capilla sollocé: “Ya no puedo hacer esto. He tenido suficiente. Ayúdame Dios. Ayúdame." Sola en la capilla, miré con tristeza a Jesús Sacramentado y oré: “Jesús, por favor, por favor… Detén todo esto. ¿Cómo es que mi hijo continúa con esta enfermedad?, ¿por qué tiene que tomar una medicina tan peligrosa?, ¿por qué tiene que sufrir? Esto es tan difícil para él. Por favor, Jesús, por favor protégelo”. Cerré los ojos y me imaginé el rostro de Jesús. Respiré profundamente y le rogué que llenara mi mente y mi corazón. Mientras el torrente de mis lágrimas menguaba, recordé las palabras de Jesús en el libro del arzobispo Fulton Sheen, “La vida de Cristo”: “Yo creé el universo, puse los planetas en movimiento; y las estrellas, la luna y el sol me obedecen”. En mi mente, lo escuché decir: “¡Yo estoy a cargo! Los efectos de su medicación no son rival para mí. Déjame tus preocupaciones. Confía en mí." ¿Eran estos mis pensamientos o estaba Dios hablándome? No estaba segura, pero sabía que las palabras eran verdaderas. Tuve que dejar de lado mis miedos y confiar que Dios cuidaría a mi hijo. Tomé aire profundamente y lo exhalé de manera lenta con la intención de liberar mis miedos, y oré: “Jesús, sé que siempre estás conmigo. Por favor, envuélveme en tus brazos y consuélame. Estoy tan cansada de tener miedo”. Llega la respuesta… De repente, unos brazos me rodearon por detrás. ¡Era mi hermano! "¿Qué estás haciendo aquí?" Le pregunté. “Llamé a la casa buscándote… Pensé que podrías estar aquí; cuando vi tu auto en el estacionamiento, pensé en entrar y ver cómo estabas”, me dijo. “Le estaba pidiendo a Dios que me rodeara con sus brazos cuando tú te acercaste y me abrazaste”, respondí. Sus ojos se abrieron de par en par cuando preguntó: "¿En verdad?" "¡Sí, en serio!", le confirmé. Mientras caminábamos hacia el estacionamiento, le agradecí por venir a ver cómo estaba, y le dije: “Tu abrazo me recordó que Dios revela su presencia en acciones amorosas. Incluso mientras sufro, Él ve, oye y comprende. Su presencia lo hace todo soportable y me permite confiar y aferrarme a Él. Así que gracias por ser una vasija llena de su amor, para mí hoy”. Nos abrazamos y las lágrimas brotaron de mis ojos. Me sentí conmovida hasta lo más profundo por una sensación abrumadora de la amorosa presencia de Dios.
By: Rosanne Pappas
MoreÍñigo López nació en una familia noble en la España del siglo XV. Inflamado por los ideales del amor cortés y la caballería, se convirtió en un feroz guerrero. Mientras defendía su ciudad natal de Palermo contra los invasores franceses, Íñigo resultó gravemente herido por una bala de cañón durante una batalla en 1521. Con heridas serias, pero todavía lleno de coraje, Íñigo se ganó la admiración de los soldados franceses que lo escoltaron a casa para que se recuperara, en lugar de enviarlo a prisión. Planeó pasar su período de recuperación en cama, disfrutando de novelas románticas; sin embargo, Íñigo se sintió decepcionado al descubrir que los únicos libros disponibles en el lugar, trataban sobre la vida de los santos. Pasó por las páginas de estos libros a regañadientes, pero pronto se sumergió en ellas, leyendo asombrado sobre estas gloriosas vidas. Inspirado por las historias, se preguntó: “Si ellos pueden, ¿por qué yo no?”. Esta pregunta lo perseguía mientras se recuperaba de su lesión en la rodilla. Pero esta santa perturbación que los mismos santos habían sembrado en él, se hizo más fuerte, y eventualmente lo transformó en uno de los más grandes santos de la Iglesia: Ignacio de Loyola. Una vez recuperado, Ignacio dejó su cuchillo y su espada en el altar de Nuestra Señora de Montserrat. Su valor y pasión no disminuyeron, pero en adelante sus batallas serían para el ejército celestial, ganando almas para Cristo. Sus escritos, especialmente los “Ejercicios Espirituales”, han tocado innumerables vidas y las han encaminado por el camino de la santidad y de Cristo.
By: Shalom Tidings
MoreEncuentra el camino que ha sido trazado para ti incluso antes de que comenzara tu tiempo en la tierra, y tu vida nunca será la misma. La perfección, o la dirección correcta, es la expresión que a menudo he usado con mis hijos cuando han necesitado alguna corrección. Han argumentado frustradamente que espero que sean perfectos. Yo respondo: "No estoy pidiendo la perfección, solo quiero que vayas en la dirección correcta". La expectativa de Dios Para mí, esto refleja la humildad de su corazón; si uno de mis hijos reconoce que tomó una mala decisión y que sus acciones fueron en contra de los valores que creemos que son verdaderos y correctos, entonces un simple: “Sé que me equivoqué, y lo siento, ¿qué puedo hacer para mejorar las cosas?”, es la forma más rápida de perdonar y restaurar la unidad. Sin embargo, si argumentan que de alguna manera estaba bien para ellos desobedecer o hacer algo que está fuera de las reglas establecidas de nuestro hogar, entonces la duración de la separación relacional y las consecuencias naturalmente se incrementan. Es lo mismo en nuestro caminar con Jesús; se nos han dado las expectativas de Dios para con nosotros en los diez mandamientos, y Jesús las aclaró en el sermón del monte (Mateo 5-7). Y si eso no fuera suficiente, San Pablo, San Pedro y los otros apóstoles reiteran los mandamientos de Dios a lo largo de sus epístolas de una manera muy tangible. Verán, no tenemos forma de evitarlo, la dirección correcta ha sido muy clara para toda la humanidad. Es demasiado obvio: O elegimos el camino de Dios o luchamos contra Él en rebelión. Y así, hemos comenzado a ver una sociedad empeñada en pervertir las sagradas Escrituras y doblar los caminos de Dios para apaciguar la culpa de sus lujurias carnales. Estamos enfrentando un tiempo como ningún otro, donde muchos se han alejado de la Verdad de Dios; se han convencido de que, si simplemente cambian la narrativa, de alguna manera pueden eludir el resultado ordenado. Desafortunadamente, ellos malinterpretan los caminos de Dios y la realidad de su Verdad. Amigos, es por lo que el Evangelio es el mensaje más simple y a su vez más incomprensible que jamás se haya revelado. Giros y vueltas La buena noticia es que has sido perdonado, en el pasado, en el presente y en el futuro; sin embargo, se requiere arrepentimiento y un firme compromiso de continuar día a día luchando por permanecer en el camino correcto. La belleza del Evangelio es que, aunque no podemos hacer lo que Cristo hizo a través de su pasión y resurrección, podemos recibir el beneficio de su obra. Cuando nos rendimos a su camino, Él continúa guiándonos en la dirección correcta. En el Nuevo Testamento, Jesús dijo: "A menos que su justicia sobrepase a la de los fariseos, no podrán entrar en el Reino de los Cielos". En otras palabras, la mayoría de las personas religiosas en esta tierra todavía no eran lo suficientemente buenas a través de sus propias obras para entrar en el Reino de Dios. La perfección no es la respuesta, y tampoco es el requisito para una relación; la humildad si lo es. Cuando lees a Mateo capítulos 5-7, te podrá parecer como una tarea imposible lo que Jesús presenta ante nosotros. Encuentra tu camino de regreso He fallado en guardar muchos de estos preceptos a lo largo de los años y, sin embargo, Jesús no estaba trazando los caminos de Dios para enterrarnos bajo la opresión de reglas inalcanzables. Imagínate a ti mismo con Jesús de pie en la cima de una colina, con vistas a un gran valle; ves un sendero claro, el cual se teje a través de bosques, ríos y otras creaciones naturales; así es Mateo 5-7, es el sendero. Pero, en lugar de que Jesús diga: "Bueno, es mejor que estés en camino", Él te presenta al Espíritu Santo, te da una brújula (la Biblia) y te recuerda que Él nunca te dejará ni te abandonará; luego te dirá: "Si eres humilde y tu corazón permanece centrado en mí, entonces podrás encontrar el camino, aunque éste te lleve por encrucijadas, subidas y bajadas. Y si sucede que te pierdes o eliges un camino diferente al mío, todo lo que tienes que hacer es llamarme con un corazón arrepentido, y te ayudaré a encontrar tu camino de regreso". Esto es lo que algunos han denominado el mayor escándalo de todos los tiempos: El Dios del cielo, quien creó todo lo que vemos e incluso lo que no podemos ver, se rebajó para salvar su creación; así que no tenemos más que un sencillo trabajo, continuar en su dirección. Oro para que hoy, no importa dónde estés y no importa lo que hayas hecho, te encuentres humildemente inclinado ante la cruz y de regreso al camino que Dios ha trazado para ti antes de que comenzara tu tiempo en esta tierra.
By: Stephen Santos
More¿Tus luchas parecen interminables? Cuando la desesperación se apodera de tu corazón, ¿qué haces? Estaba sentada en una silla de gran tamaño retorciendo mis manos y esperando que el psicólogo entrara en la habitación, quería levantarme y correr; el psicólogo me saludó, me hizo algunas preguntas básicas y luego comenzó la sesión de asesoramiento; sostenía una tableta y un bolígrafo, y cada vez que yo decía algo o hacia un gesto con la mano, tomaba notas en la tableta. Después de poco tiempo, supe desde el fondo de mi corazón que él determinaría que yo estaba más allá de cualquier ayuda. La sesión terminó con la sugerencia de que tomara tranquilizantes para ayudarme a lidiar con el desorden en mi vida, le dije que lo pensaría; pero instintivamente sabía que esa no era la solución. Desesperada y solitaria Cuando me encontraba en el mostrador de la recepcionista para programar la siguiente cita, divagué una y otra vez sobre el desorden en mi vida; ella, quien me escuchaba con amabilidad, me preguntó si alguna vez había considerado ir a una reunión de Al-Anon, me explicó que Al-Anon era para miembros de familias cuyas vidas están siendo afectadas por el alcoholismo de algún familiar o alguien cercano, me dio un nombre y un número de teléfono y me dijo que esta señora me llevaría a una reunión. En mi auto, con lágrimas rodando por mis mejillas, miré fijamente el nombre y número de teléfono; al no haber obtenido alivio del psicólogo, y con mi vida hecha un desastre, estaba desesperada por intentar algo diferente. Llegué a la conclusión de que, si el psicólogo me había diagnosticado las pastillas, era porque ya no había más ayuda que esa; así que llamé a la señora de Al-Anón. Este fue el momento en que Dios entró en el lío en el que se encontraba mi vida y comenzó mi viaje de recuperación. Me gustaría decir que fue fácil el camino de recuperación después de comenzar el programa de 12 pasos de Al-Anon, pero había montañas empinadas y valles oscuros y solitarios por recorrer, aunque siempre con un rayo de esperanza. Asistí fielmente a dos reuniones de Al-Anon por semana; el programa de 12 pasos de Al-Anon se convirtió en mi salvavidas; me abrí a los demás miembros poco a poco. Un rayo de sol entró en mi vida, comencé a orar de nuevo y a confiar en Dios. Después de dos años de reuniones de Al-Anon, supe que necesitaba ayuda profesional adicional; un amable amigo de Al-Anon me animó a entrar en un programa de hospitalización de 30 días. Dejar ir Debido a que estaba enojada con el alcohol, no quería estar cerca de ninguno de los "borrachos” en ese programa de tratamiento; sin embargo, durante el programa intensivo estuve rodeada de muchos alcohólicos y drogadictos; parece que Dios sabía lo que necesitaba para sanar. Mi corazón comenzó a ablandarse cuando fui testigo del dolor personal de mis compañeros adictos y el profundo dolor que habían causado a sus familias. Fue durante este tiempo de entrega y abandono en las manos de Dios, que también llegué a los términos de aceptación de mi propio alcoholismo. Aprendí que bebía para cubrir mi dolor; me di cuenta de que yo también había estado abusando del alcohol y que sería mejor si me abstuviera de beber por completo. Durante ese mes dejé ir mi ira hacia mi esposo y lo puse en las manos de Dios; solo después de hacer esto, pude perdonarlo. Después de mi programa de 30 días, por la gracia de Dios, mi esposo ingresó a un programa de tratamiento para su alcoholismo. La vida estaba mejorando para mí, para mi esposo y para nuestros dos hijos adolescentes; regresamos a la Iglesia católica y nuestro matrimonio estaba siendo sanado un día a la vez. Dolor desgarrador Entonces la vida nos dio un golpe inimaginable que destrozó nuestros corazones en un millón de pedazos; nuestro hijo de diecisiete años y su amigo murieron en un devastador accidente automovilístico. El accidente fue causado por exceso de velocidad y consumo de alcohol; estuvimos en shock durante semanas. Con nuestro hijo arrancado violentamente de nosotros, nuestra familia de cuatro se redujo repentinamente a tres; mi esposo, yo y nuestro hijo de 15 años nos aferramos el uno al otro, a nuestros amigos y a nuestra fe. Tomarlo un día a la vez era más de lo que podía manejar, tuve que tomarlo un minuto, una hora a la vez; pensé que el dolor nunca nos abandonaría. Por la gracia de Dios entramos en un período prolongado de consejería. El consejero amable y cariñoso, sabiendo que cada miembro de la familia lidia con la muerte de un ser querido a su manera y en su propio tiempo, trabajó con cada uno de nosotros individualmente para procesar nuestro dolor. Meses después de la muerte de mi hijo, todavía estaba consumida por la ira y la rabia; fue aterrador para mí darme cuenta de que mis emociones estaban totalmente fuera de control. No estaba enojada con Dios por llevarse a mi hijo, sino con mi hijo por su decisión irresponsable la noche en que murió; eligió beber alcohol y ser pasajero en un automóvil que era conducido por alguien que también estaba bebiendo, me enfurecí con el alcohol en cualquier forma. Un día en nuestro supermercado local vi una exhibición de cerveza al final de un pasillo; cada vez que pasaba por delante de la exhibición, me sentía rabiar, quería demoler la exhibición hasta que no quedara nada de ella; salí corriendo de la tienda antes de que mi ira explotara en una rabia incontrolable. Compartí la historia con nuestro consejero familiar y él se ofreció a llevarme al campo de tiro donde podría usar su rifle para apuntar, disparar y demoler tantas latas de cerveza vacías como necesitara para liberar con seguridad la poderosa ira que me controlaba. Amor que sana Pero Dios en su sabiduría infinita tenía otros planes más suaves para mí. Me tomé una semana libre del trabajo y asistí a un retiro espiritual; en el segundo día del retiro, participé en una meditación de sanación interior en la que me imaginé a Jesús, mi hijo y yo en un hermoso jardín rodeado de flores coloridas, hierba verde y magníficos árboles llenos de pájaros azules que cantaban suavemente; era tranquilo y sereno, me llené de alegría de estar en la presencia de Jesús y poder abrazar a mi precioso hijo. Jesús, mi hijo y yo caminamos tranquilamente de la mano, sintiendo en silencio un inmenso amor fluyendo entre nosotros. Después de la meditación, sentí una profunda paz; no fue hasta después de regresar a casa del retiro que me di cuenta de que mi ira y rabia se habían evaporado; Jesús me había sanado de mi ira incontrolable y la había reemplazado con un derramamiento de su gracia. En lugar de enojo, solo sentí amor por mi precioso hijo. Estaba agradecida por el amor, la alegría y la felicidad que mi hijo me había dado a lo largo de su corta vida; mi pesada carga se estaba volviendo más ligera. Cuando la muerte trágica golpea a una familia, cada miembro puede ser superado por el dolor; procesar la pérdida es un desafío, lo que nos obliga a caminar a través de valles oscuros. El amor de Dios y su asombrosa gracia pueden traer rayos de luz y esperanza a nuestras vidas. El dolor, saturado por el amor de Dios, nos cambia de adentro hacia afuera, transformándonos poco a poco en personas de amor y compasión. Esperanza inagotable A través de muchos años de lidiar con los efectos de la adicción y la locura que esta conlleva, junto con el duelo por la muerte de mi hijo, me he aferrado a Jesucristo, quien es mi roca y mi salvación. Nuestro matrimonio sufrió tremendamente después de la muerte de nuestro hijo, pero por la gracia de Dios y nuestra voluntad de buscar ayuda, continuamos, un día a la vez, amándonos y aceptándonos el uno al otro; se necesita entrega diaria, confianza, aceptación, oración y aferramiento a la esperanza que tenemos en Jesucristo, nuestro Salvador y nuestro Señor. Cada uno de nosotros tiene una historia que contar, a menudo es una historia de angustia, desafío y tristeza, con una mezcla de alegría y esperanza; todos estamos buscando a Dios, lo reconozcamos o no; como decía san Agustín: "Nos has hecho para ti mismo, oh, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". En nuestra búsqueda de Dios, cualquiera de nosotros ha tomado desvíos que nos han llevado a lugares oscuros y solitarios; algunos de nosotros hemos evitado los desvíos y hemos buscado una relación más profunda con Jesús; pero no importa por lo que estés pasando actualmente en tu vida, hay esperanza y sanación. En todo momento Dios nos está buscando, todo lo que necesitamos es extender nuestra mano y dejar que Él la tome y nos guíe. "Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; a través de los ríos, no serás arrastrado. Cuando camines a través del fuego, no serás quemado, ni las llamas te consumirán. Yo, el Señor, soy tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador". Isaías 43, 2-3.
By: Connie Beckman
MoreP: Mis hijos preadolescentes me están insistiendo por un teléfono celular para poder acceder a las redes sociales, al igual que todos sus amigos. Me siento tan confundido, pues por un lado no quisiera que se quedaran fuera, pero sé lo peligroso que puede ser. ¿Cuál es su opinión? R: Las redes sociales se pueden usar para el bien. Conozco a un niño de doce años que hace breves reflexiones bíblicas en TikTok y obtiene cientos de visitas. Otro joven que conozco tiene una cuenta de Instagram dedicada a publicar sobre los santos. Otros adolescentes que conozco van a Discord u otras salas de chat para debatir con ateos o para alentar a otros jóvenes en su fe. Sin duda, hay buenos usos para las redes sociales en la evangelización y formación de la comunidad cristiana. Y sin embargo... ¿Los beneficios superan los riesgos? Una buena regla en la vida espiritual es: "Confía inmensamente en Dios... ¡Nunca confíes en ti mismo!" ¿Debemos confiar a un joven el acceso sin restricciones a internet? Incluso si comienzan con las mejores intenciones, ¿son lo suficientemente fuertes como para resistir las tentaciones? Las redes sociales pueden ser un pozo negro, no solo tentaciones obvias como la pornografía o glorificar la violencia, sino tentaciones aún más insidiosas como la ideología de género, la intimidación, volverse adicto a la adrenalina de obtener “me gusta” y “vistas”, y sentimientos de insuficiencia cuando los adolescentes comienzan a compararse con otros en las redes sociales. En mi opinión, los riesgos superan los beneficios de permitir que los jóvenes accedan a un mundo secular que tratará de formarlos lejos de la mente de Cristo. Recientemente, una madre de familia y yo estábamos discutiendo el mal comportamiento y actitud de su hija adolescente, que estaba correlacionado con su uso de TikTok y su acceso sin restricciones al internet. La madre dijo con un suspiro de resignación: "Es tan triste que los adolescentes sean tan adictos a sus teléfonos ... Pero ¿qué puede uno hacer?" ¿Qué pueden hacer? ¡Pueden ser padres! Sí, sé que la presión de grupo es tremenda para permitir a sus hijos un teléfono o dispositivo con acceso gratuito sin fin a todo lo peor que la humanidad tiene para ofrecer (también conocido como redes sociales), pero como padre o madre, su trabajo es formar a sus hijos para que sean santos. Sus almas están en sus manos. Debemos ser esa primera línea de defensa contra los peligros del mundo. Nunca les permitiríamos pasar tiempo con un pedófilo; si supiéramos que están siendo intimidados, trataríamos de protegerlos; si algo estuviera dañando su salud, no escatimaríamos gastos para llevarlos al médico. Entonces, ¿por qué les permitiríamos una ventana al pozo negro de la pornografía, odio y basura que están disponibles en internet sin ofrecer una guía cuidadosa? Estudio tras estudio se ha demostrado los efectos negativos del internet en general, en particular las redes sociales, pero aun así nos hacemos de “la vista gorda” y nos preguntamos por qué nuestros hijos e hijas adolescentes batallan con crisis de identidad, depresión, odio a sí mismos, adicciones, comportamiento aberrante, pereza, falta de deseo de santidad. ¡Padres, no abdiquen de su autoridad y de su responsabilidad! Al final de sus vidas, el Señor les preguntará qué tan bien pastorearon estas almas que Él les confió… si las llevaron o no al cielo y si preservaron sus almas del pecado lo mejor que pudieron. No podemos usar la excusa: "Señor, mira los hijos de los demás tienen un celular, ¡así que mi hijo quedaría fuera si no tuviera uno! ¿Tus hijos se enojarán contigo? Tal vez incluso dirán que te odian, si pones restricciones en sus dispositivos; pero su ira será temporal, su gratitud será eterna. Recientemente, otra amiga que viaja por el país hablando sobre los peligros de las redes sociales me dijo que después de su charla siempre se le acercan muchos adultos jóvenes con una de dos reacciones: "En ese momento estaba furiosa con mis padres por quitarme el teléfono, pero ahora estoy agradecida". O "Realmente desearía que mis padres me hubieran protegido de perder tanta inocencia". ¡Nadie ha estado agradecido de que sus padres fueran tan permisivos! Entonces, ¿qué se puede hacer? Primero, no les dé a los adolescentes (o más jóvenes) teléfonos con internet o aplicaciones. Si por alguna razón tiene que darle un teléfono que tenga acceso a internet, imponga restricciones parentales sobre ellos. Instale Covenant Eyes (aplicación que restringe acceso a sitios peligrosos y pornográficos en la red) en los teléfonos de su hijo y en las computadoras de su hogar, casi todas las confesiones que escucho involucran pornografía, que es mortalmente pecaminosa y puede llevar a su hijo a ver a las mujeres como nada más que objetos, lo que tendrá enormes ramificaciones en sus relaciones futuras. No les permita usar sus pantallas en las comidas o mientras están solos en sus habitaciones. Busque el apoyo de otras familias que tienen las mismas políticas. Lo más importante: no trate de ser amigo de su hijo, sino su padre. El amor auténtico requiere límites, disciplina y sacrificio. El bienestar eterno de su hijo vale la pena, así que no diga: "Por desgracia, no puedo hacer nada, mi hijo necesita encajar". ¡Es mejor destacar aquí en la tierra para que podamos encajar en la comunión de los santos!
By: EL PADRE JOSEPH GILL
MoreConoce el poder más grande del universo que es capaz de transformarte... y la faz del mundo En 2019, nuestra parroquia completó una renovación de la iglesia que agregó un espacio de reunión, bancas, ascensores y baños que hicieron que nuestra iglesia fuera más accesible y acogedora. Pero tres años después de la renovación, parece que pocos feligreses conocen la adición más transformadora de todas: la Capilla de Adoración Perpetua ubicada en el sótano de nuestra iglesia. El mejor momento en la tierra Escondido entre nuestra nueva sala de adolescentes/adultos y una escalera concurrida se encuentra un santuario hermoso e íntimo reservado para la Adoración Eucarística. Los católicos creen que Jesús está verdaderamente presente —Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad— en la Sagrada Eucaristía. La Adoración Eucarística es nuestra adoración de la Eucaristía fuera de la Misa. Las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, cualquier persona puede ingresar a este espacio íntimo para pasar tiempo en adoración del Señor Eucarístico exhibido en una hermosa custodia en el altar. Santa Teresa de Calcuta dijo una vez: “El tiempo que pasas con Jesús en el Santísimo Sacramento es el mejor tiempo que pasarás en la tierra. Cada momento que pases con Jesús profundizará tu unión con Él y hará que tu alma sea eternamente más gloriosa y hermosa en el cielo, y ayudará a traer una paz eterna en la tierra”. ¿Traer paz eterna en la tierra? ¿Quién no querría hacer eso? Y, sin embargo, la mayoría de los días solo trato de ser una mejor madre. Una fuerte compañía Durante el último año, la Adoración Eucarística se ha convertido en una parte esencial de mi relación con Jesús y de mi esfuerzo por ser padres más amorosos. Porque “si tengo una fe que puede mover montañas, pero no tengo amor, nada soy” (1 Corintios 13:1). La Capilla de Adoración es a donde voy cuando me siento lejos de Jesús. Es donde afronto la lucha diaria de acompañar a mi familia en el camino de la santidad. Una vez vi un letrero afuera de una iglesia que decía: “Entra tal como eres; adentro puedes cambiar.”Así es como me siento de camino a la Adoración, sin necesidad de vestirme o hacer una preparación especial. Incluso si ha pasado un tiempo, entro en la capilla y retomo donde lo dejé. Mi tiempo de adoración es muy parecido al tiempo que paso cara a cara con las personas que más amo. Al igual que una “cita nocturna” con nuestro cónyuge, o tener una larga conversación con un buen amigo, fortalece esas relaciones, la Adoración genera confianza en Dios y desarrolla el tipo de compañerismo que se siente cómodo con el silencio y con la presencia. ¿Qué hace uno en la Adoración? Mi rutina varía. A veces rezo el Rosario, otras veces medito en un pasaje de las Escrituras o paso tiempo escribiendo un diario. Tendemos a esforzarnos tanto por encontrar a Dios que no le damos tiempo para que nos encuentre. Entonces, la mayoría de las veces, simplemente me pongo en la presencia del Señor y digo: “Señor, aquí estoy. Por favor guíame." Entonces manifiesto las situaciones con las que necesito ayuda, y oro por cualquiera por quien prometí oración esa semana. Por lo general, salgo de la capilla sintiéndome fortalecida, en paz o incentivada en una nueva dirección. Pasar tiempo uno a uno con nuestro Señor hace que nuestra relación sea más íntima. Cuando escuchas a un miembro de la familia bajar las escaleras, sabes quién es por el sonido de sus pasos. Esa familiaridad resulta de la cantidad de tiempo que pasamos con los miembros de la familia y nos da una profunda sensación de conocerlos y apreciarlos. La adoración fomenta ese tipo de familiaridad con Dios. Cualquiera que sea su situación, si no ha estado asistiendo a Misa con regularidad, si necesita dejar sus luchas a los pies del Señor, si quiere convertirse en un padre más amoroso, o si solo necesita alejarse del caos de su día y entrar en el silencio sagrado de la Adoración—no importa la necesidad, siempre es bienvenido a la presencia del Señor. El tiempo regular en adoración nos formará como discípulos cristianos y como padres. Como nos dice la Madre Teresa, incluso puede "traer la paz eterna en la tierra".
By: Jessica Braun
MorePregunta: Tengo dos hijos pequeños, y me preocupa cómo mantenerlos en la Fe. En nuestro mundo que parece estar volviéndose más profano cada año, ¿hay alguna manera de inculcar la fe católica profundamente dentro de ellos para que se mantengan católicos a medida que envejecen? Respuesta: Esta es de hecho una situación difícil para muchos padres, ya que nuestra cultura es a menudo abiertamente hostil a nuestra fe católica. ¿Cómo mantenerlos católicos cuando parece que la baraja está apilada contra ellos? Parte del desafío es que la gracia de Dios es un misterio. Un centenar de personas pueden escuchar la misma charla u homilía, y para algunos esta cambiará sus vidas y otros la encontrarán aburrida y sin sentido. En mi propia familia, tengo un hermano que se identifica como ateo, -- ambos, un sacerdote y un ateo de la misma familia, con los mismos padres y educación! Por lo tanto, debemos reconocer que la gracia es un misterio, pero también estamos convencidos de que Dios ama a sus hijos más de lo que usted podría hacerlo, y Él está haciendo todo lo posible para ganar sus corazones y guiarlos a la salvación. Dicho esto, hay algunas cosas que los padres pueden hacer para ayudar a los niños a encontrar a Cristo y permanecer fieles a Él. Aunque no tengo hijos, he trabajado con miles de niños y adolescentes en los últimos diecisiete años de ministerio juvenil, y he visto algunas estrategias exitosas que las familias emplean para mantener a sus hijos fieles. Primero, haga que la misa dominical no sea negociable. Recuerdo que mis padres nos llevaban a misa cuando estábamos de vacaciones, y nunca permitían que uno de nuestros juegos deportivos interfiriera con la misa. El ejemplo de un padre que va a misa sobre sus hijos es especialmente crítico. Hay un adagio que dice: "Si una madre va a misa, los niños irán a misa, pero si un padre va a misa, los nietos irán a misa". Mi padre solía hacer viajes especiales a nuestros campamentos de boy scouts para llevarnos a mí y a mi hermano a misa, ¡y luego devolvernos al campamento cuando terminara la misa! Esto tuvo un gran impacto en mí y me enseñó que nada, absolutamente nada, se interpuso entre nosotros y la misa dominical. Esa fue la verdadera piedra angular de nuestra familia. Si alguna vez está de vacaciones, puede visitar www.masstimes.org que enumera todas las misas en todo el mundo, ya sea que esté en París, Buenos Aires o Disney World, ¡aún puede encontrar una misa dominical! Segundo, oren juntos como familia. Mi familia solía rezar el Rosario en el camino a la Misa, y teníamos oraciones especiales alrededor de la Corona de Adviento. Asistíamos juntos a las Estaciones de la Cruz durante la Cuaresma, y mis padres nos llevaban a la Adoración Eucarística con frecuencia. Aunque hubo momentos en que me quejé de ser arrastrado a estas cosas, ellos también me introdujeron en una relación personal con Cristo, una que se ha mantenido fuerte hasta el día de hoy. Además, nunca olvide orar y ayunar por sus hijos, ¡todos los días! Tercero, mantén el pecado fuera de tu hogar. Si permite que sus hijos tengan un teléfono inteligente, póngale un filtro. Asegúrese de que los programas de televisión y las películas que ven, la música que escuchan y los libros que leen sean saludables. Aunque sus hijos pueden quejarse, ¡los padres deberían estar más preocupados por la felicidad eterna de sus hijos que por un placer temporal rápido de ver una mala película! Otra cosa buena que puede hacer, es hacer de su hogar un santuario. Llénalo con crucifijos, imágenes sagradas, estatuas de los santos y libros sobre la Fe. El viejo adagio es cierto: "Fuera de la vista, fuera de la mente". Cuanto más podamos recordar las realidades eternas, más nos mantendremos fieles a ellas. Quinto, rodee a sus hijos con una buena comunidad católica, tanto de compañeros como de adultos. Ellos necesitan buenos amigos que tengan valores similares, así que tal vez pídales que se unan a un grupo de jóvenes o que vayan a un campamento de verano católico. También necesitan mentores adultos que amen la fe, así que hágase amigo de otras buenas familias católicas. Invita a tu párroco a cenar. Reúnanse para una fiesta con otros feligreses. Cuando era más joven, mi padre a veces me llevaba a su grupo de hombres los sábados por la mañana, y nunca olvidaré el impacto de ver a estos hombres; hombres que conocía, respetaba y admiraba, quienes eran plomeros y abogados y entrenadores deportivos, orando y cantando y apasionados por Jesús. ¡Me hizo dar cuenta de que era genial y normal tener fe en el Señor! Una pregunta relacionada es dónde enviar a su hijo a la escuela. La respuesta es bastante simple: ¿quién está cambiando a quién? Si su hijo va a la escuela y trae la luz de Cristo allí, entonces es un buen ambiente. Pero si su hijo comienza a adoptar los valores del mundo, entonces tal vez sea hora de cambiar de escuela. Lamentablemente, muchas escuelas católicas no proporcionan un ambiente verdaderamente centrado en Cristo, así que tenga cuidado incluso si elige escuelas católicas. Finalmente, ¡la mejor y más efectiva manera de transmitir la fe a los niños es ser un padre que busca al Señor en su propia vida personal! Mi padre siempre ha rezado el Rosario diario desde antes de que yo naciera, y mis padres discutieron cómodamente su vida de fe en casa. Pude verlos estudiando la Fe por su cuenta, leyendo libros sobre santos o espiritualidad. Como dice el viejo refrán, "La fe es más atrapada que enseñada", y nuestras acciones hablan más fuerte que las palabras. Eso no significa que seamos perfectos, pero sí tenemos que ser sinceros al buscar el rostro del Señor en nuestros propios corazones. Ninguna de estas son garantías, por supuesto, ya que nuestros hijos tienen libre albedrío y pueden elegir si seguir o no al Señor. Pero al hacer estas cosas, les estamos dando el fundamento y permitiendo a Dios la oportunidad de ganar sus corazones. Es solo Su gracia la que mantiene a los niños católicos, ¡solo somos conductos de esa gracia! Nunca olvides que por mucho que ames a tus hijos, Dios los ama infinitamente más, ¡y desea su salvación!
By: EL PADRE JOSEPH GILL
MoreMi verdadera intención era que todos los seminaristas de Winona-Rochester se pusieran de pie por un momento durante mi homilía en la misa de instalación. Había dicho a los fieles, en palabras de Juan Pablo II: “Ecclesia de Eucharistia”, lo que significa que: La Iglesia viene de la Eucaristía; y puesto que la Eucaristía viene de los sacerdotes, se deduce lógicamente que, si no hay sacerdotes, no habrá Iglesia. Por eso buscaba que todos vieran y reconocieran a los jóvenes de nuestra diócesis que están discerniendo activamente un llamado a esta forma de vida indispensable e importante. Durante la ovación, algo me vino como inspiración. No había planeado decirlo, no estaba en mi texto, pero lo solté cuando los aplausos se estaban apagando: "¡Vamos a duplicar el número de seminaristas en los próximos cinco años!" Una confirmación de que esto fue tal vez del Espíritu Santo es que los fieles, en cada visita que he realizado hasta ahora en la diócesis, me han repetido con entusiasmo esas palabras. De hecho, la líder de uno de los grupos de Serra me ha comentado que ella y sus compañeros han decidido aceptar el reto. Tenemos veinte seminaristas, tanto en el nivel universitario como en el de teología principal, lo cual es bastante bueno para una diócesis de nuestro tamaño. Y tenemos una maravillosa cuadrilla de sacerdotes, tanto activos como 'jubilados', que están ocupados sirviendo a nuestras casi cien parroquias. Pero los que están por debajo de la edad de jubilación sólo son alrededor de sesenta, y todos nuestros sacerdotes están al límite. Además, no habrá ordenaciones sacerdotales en Winona-Rochester durante los próximos dos años. Por lo tanto, no hay duda: necesitamos más sacerdotes. Ahora bien, el papel que desempeñan los obispos y los sacerdotes es clave para el fomento de las vocaciones. Lo que atrae a un joven al sacerdocio es, sobre todo, el testimonio de sacerdotes felices y sanos. Hace algunos años, la Universidad de Chicago realizó una encuesta para determinar qué profesiones eran las más felices. Por un margen bastante amplio, los que se consideraron más satisfechos fueron los miembros del clero. Además, una variedad de encuestas ha demostrado que, a pesar de los problemas de los últimos años, los sacerdotes católicos reportaron niveles muy altos de satisfacción personal en sus vidas. Teniendo en cuenta estos datos, una recomendación que haría a mis hermanos sacerdotes es la siguiente: ¡Que la gente lo vea! Hazles saber cuánta alegría sientes al ser sacerdote. Pero pienso que los laicos tienen un papel aún más importante que desempeñar en el cultivo de las vocaciones. Dentro del contexto protestante, a veces el hijo de un gran predicador sigue los pasos de su padre para que un ministro engendre efectivamente a otro. Pero esto, por razones obvias, no puede suceder en un entorno católico. En cambio los sacerdotes, sin excepción, provienen de los laicos; tienen su origen en una familia. La decencia, la oración, la bondad y el aliento de los padres, hermanos, abuelos, tías y tíos marcan una enorme diferencia en el fomento de la vocación al sacerdocio. Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia es el de mi padre, arrodillado en intensa oración después de la comunión un domingo en la parroquia de Santo Tomás Moro en Troy, Michigan. Yo solo tenía cinco o seis años en ese momento, y consideraba a mi padre el hombre más poderoso de la tierra. El hecho de que estuviera arrodillado en súplica ante alguien más poderoso moldeó profundamente mi imaginación religiosa; y, como puedes ver, nunca he olvidado ese momento. Mis padres amaban y respetaban a los sacerdotes y se aseguraban de que los niños tuviéramos un contacto constante con ellos. Créeme, su apertura de espíritu con respecto a los sacerdotes afectó profundamente mi vocación. Y no podemos olvidar a quienes no son miembros de una familia, que también pueden encender la llama de una vocación. Estudio tras estudio se ha demostrado que uno de los factores más importantes para convencer a un joven a entrar en el seminario es que un amigo, colega o anciano de confianza le dijo que sería un buen sacerdote. Sé que hay muchas personas que albergan en sus corazones la convicción de que un joven debe ingresar al seminario, porque han notado sus dones de bondad, oración, inteligencia, etcétera, pero nunca han reunido el coraje ni se han tomado el tiempo para decírselo. Tal vez han asumido que otros ya lo han hecho; pero esto significa que trágicamente se ha perdido una oportunidad. Yo diría simplemente esto: si has observado virtudes en un joven que lo llevarían a ser un buen sacerdote, asume que el Espíritu Santo te ha dado esta visión para que puedas compartirla con ese joven. Créeme, las palabras más sencillas que pronuncies podrían ser semillas que darán fruto al treinta, sesenta y ciento por uno. Por último, si te sientes muy convencido de las vocaciones: ora por ellas. En la Biblia, nada de importancia se logra sin la oración. Dios se deleita cuando cooperamos con su gracia, aunque la obra de salvación es suya al final del día. ¡Así que pregúntale a Él! ¿Podría sugerirte un intercesor especial para estos casos? Santa Teresa de Lisieux, la “Pequeña Flor”; ella dijo que entró en el convento "para salvar almas y especialmente para rezar por los sacerdotes". También dijo que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra; que le pidiéramos por tanto, su intercesión, mientras pedimos al Señor que duplique el número de nuestros seminaristas en los años por venir.
By: Obispo Robert Barron
More¿Alguna vez has mirado a los ojos de alguien con un asombro interminable, esperando que ese momento nunca pase? “Estén siempre alegres, oren sin cesar, y en todo momento den gracias a Dios” (1 Tes 5, 16-18). La pregunta más importante que la gente se hace es: “¿Cuál es el propósito de la vida?” Con el riesgo de que parezca que simplifico la realidad, lo diré, y muchas veces lo he dicho en el púlpito: “Ésta vida se trata de aprender a orar”. Nosotros venimos de Dios y nuestro destino es regresar a Dios… y cuando oramos iniciamos nuestro camino de regreso a Él. san Pablo nos dice que vayamos aún más lejos; esto es, orar sin cesar. Pero, ¿cómo podemos hacer esto? ¿Qué podemos hacer para orar sin cesar? Entendemos lo que significa orar antes de misa, orar antes de comer, orar antes de ir a dormir, pero ¿cómo puede uno orar sin cesar? El gran clásico espiritual, “El peregrino ruso”, escrito por un campesino desconocido del siglo XIX en Rusia , aborda esa misma cuestión. Este trabajo se centra en la oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” En el rito oriental lo repiten constantemente utilizando una cuerda de oración que es similar a un rosario, pero tiene 100 o 200 nudos, algunos incluso llegan a tener hasta 300 nudos. Una vela encendida Obviamente, no podemos estar constantemente repitiendo esta oración, por ejemplo, cuando estamos hablando con alguien más, en alguna reunión, cuando estamos trabajando… Entonces, ¿cómo funciona esto? El propósito detrás de repetir esta oración constantemente es el de crear un hábito en nuestra alma, una disposición. Comparémoslo con aquéllos que tienen una disposición musical. Aquéllos que han sido bendecidos con el don de la música casi siempre tienen una melodía sonando en su mente, puede ser una canción que escucharon en la radio, o una canción en la que estén trabajando si son músicos. La melodía no está al frente de sus mentes, es como una música de fondo. De la misma manera, orar sin cesar es orar en el fondo de nuestra mente, de manera constante. Una inclinación a orar ha sido desarrollada como el resultado de la constante repetición de ésta oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” Pero de la misma manera puede ocurrir con aquellos que acostumbran rezar el rosario frecuentemente: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega Señora por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.” Lo que sucede es que eventualmente, las palabras dejan de ser necesarias porque el verdadero significado de lo que expresan viene a habitar y se imprime en nuestro subconsciente, y a pesar de que la mente se encuentre preocupada con cualquier situación, como realizar algún pago o tomar una importante llamada, el alma está orando en el silencio, sin necesidad de palabras, como una vela que permanece encendida. Es en ese momento cuando comenzamos a orar sin cesar; comenzamos con palabras, pero eventualmente, vamos más allá de las palabras. Oración del asombro Existen diferentes tipos de oración: de petición, intercesión, acción de gracias, alabanza, adoración. El tipo de oración más elevado que cada uno de nosotros está llamado a realizar es la oración de adoración. En palabras del P. Gerald Vann, esta es la oración del asombro: “La mirada tranquila y sin palabras de la adoración, es propia del amante. No está hablando, no está ocupado o agitado, no está pidiendo nada: está tranquilo, solamente acompañando, y hay amor y asombro en su corazón”. Este tipo de oración es mucho más difícil de lo que solemos pensar, pues se trata de ponerse frente a la presencia de Dios, en silencio, enfocando toda nuestra atención en Dios. Esto es difícil porque repentinamente somos distraídos por todo tipo de pensamientos, y nuestra atención va de un lado a otro, sin que nos demos cuenta. Pero en el momento que logramos ser conscientes de esto, solo tenemos que volver a enfocar nuestra atención en Dios, habitando en su presencia; pero en menos de un minuto, nuestra mente vuelve a divagar, distrayéndose con infinidad de pensamientos. Es en este momento cuando las pequeñas oraciones se vuelven tan importantes y nos ayudan; como la oración de Jesús, o alguna otra frase de los Salmos, por ejemplo: “Dios ven en mi auxilio, date prisa Señor en socorrerme” (Sal 69, 2), o “en tus manos encomiendo mi espíritu” (Sal 31, 6). Repetir estas pequeñas frases nos ayudará a tranquilizar nuestro interior y a regresar a su presencia. Mediante la constancia, eventualmente seremos capaces de estar en silencio ante la presencia de Dios, incluso por largo tiempo sin distracciones. Y es también un tipo de oración que nos brinda una gran sanación para nuestro subconsciente, pues muchos de los pensamientos que vienen a nuestra mente en esos momentos, son generalmente heridas no sanadas que han estado reprimidas en nuestro subconsciente, y aprender a soltarlas nos da una profunda sanación y paz; porque gran parte de nuestra vida cotidiana está impulsada por estos recuerdos no sanados en el inconsciente, razón por la cual suele haber una gran agitación en la vida interior de los fieles. Una partida en paz Hay dos tipos de personas en este mundo: aquellos quienes creen que esta vida es una preparación para la vida eterna, y aquellos que creen que esta vida es todo lo que hay y que lo que hacemos es sólo una preparación para la vida en este mundo. He visto a una gran cantidad de personas en los hospitales en estos últimos meses, personas que han perdido su movilidad, que tuvieron que pasar meses en una cama de hospital, y muchos que murieron después de un largo tiempo. Para aquellos que no tuvieron una vida espiritual y no cultivaron el hábito de orar a través de su vida, esos últimos meses son con frecuencia muy dolorosos e incómodos; he ahí el por qué la eutanasia se está volviendo tan popular. Pero para aquellos con una fuerte vida espiritual, aquellos que usaron su tiempo en esta vida para preparase para la vida eterna aprendiendo a orar sin cesar, sus meses o años finales, incluso en una cama de hospital, no son para nada insoportables. Visitar a estas personas es inclusive gratificante, porque hay una profunda paz en ellos, y se encuentran agradecidos. Y lo asombroso de ellos es que no están pidiendo la eutanasia. En vez de hacer de su acto final un acto de rebeldía y de muerte, su muerte se convierte en su oración final, un ofrecimiento, un sacrificio de alabanza y agradecimiento por todo lo que recibieron a lo largo de sus vidas.
By: Diácono Doug McManaman
MoreP – No siento la presencia de Dios cuando oro. ¿Estoy progresando en la vida espiritual si no me siento cerca de Él? R – Si te cuesta sentir la presencia de Dios en tu vida de oración ¡no estás solo en esto! La mayoría de los grandes santos pasaron por una época de sequía. La Madre Teresa, por ejemplo, pasó treinta y cinco años sin sentir su presencia. Todos los días, durante años, cuando san Juan de la Cruz anotaba en su diario las percepciones o inspiraciones espirituales que recibía en la oración, escribía solo una palabra: "Nada". Santa Teresa de Lisieux escribió esto sobre su oscuridad: "Mi alegría consiste en estar privada de toda alegría aquí en la tierra. Jesús no me guía abiertamente; ni lo veo ni lo oigo". San Ignacio de Loyola llamó "desolación" a la experiencia de sentir que Dios está lejos, cuando nuestras oraciones se sienten huecas y rebotan en el techo. En la desolación no sentimos deleite en la vida espiritual, y cada actividad espiritual se siente como si fuera una tarea y un trabajo cuesta arriba. Es un sentimiento común en la vida espiritual. Debemos tener claro que la desolación no es lo mismo que la depresión. La depresión es una enfermedad mental que afecta todos los aspectos de la vida. La desolación impacta específicamente la vida espiritual: Una persona que está pasando por desolación, en general disfruta su vida (¡y las cosas pueden ir muy bien!); solo está luchando con su vida espiritual. A veces las dos cosas se juntan, y algunas personas pueden experimentar desolación mientras atraviesan otro tipo de sufrimiento; pero es distinto y no es lo mismo. ¿Por qué ocurre la desolación? La desolación puede tener una de dos causas: A veces, la causa puede ser un pecado no confesado. Si le hemos dado la espalda a Dios, y tal vez no lo estamos reconociendo, Dios puede retirar el sentido de su presencia como un medio para atraernos de regreso a Él. Cuando Él está ausente, ¡podemos tener más sed de Él! Pero muchas veces, la desolación no es causada por el pecado, sino que es una invitación de Dios a buscarlo más puramente. Él quita el caramelo espiritual para que lo busquemos solo a Él y no solo por lo bien que nos hace sentir. Esto ayuda a purificar nuestro amor por Dios, para que lo amemos porque Él es bueno. ¿Qué hacemos en tiempo de desolación? Primero, debemos mirar dentro de nuestra propia vida para ver si necesitamos arrepentirnos de algún pecado oculto. Si no, entonces debemos perseverar en la oración y en el sacrificio con una positiva determinación. Uno nunca debe dejar de orar, especialmente cuando es difícil. Sin embargo, podría ser útil diversificar nuestra vida de oración: si rezamos el rosario todos los días, tal vez deberíamos ir a la adoración o leer las Escrituras en su lugar. He descubierto que una amplia variedad de prácticas de oración puede proporcionar a Dios una diversidad de vías para hablarme y moverme en mi vida. Pero la buena noticia es que ¡la fe no es un sentimiento! Independientemente de lo que 'sintamos' en nuestra relación con Dios, es más importante mantenernos firmes en lo que Él ha revelado. Incluso si sentimos que Él está lejos, recordamos la promesa: "Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20). Si estamos luchando por motivarnos a orar o practicar la virtud, nos mantenemos firmes en la promesa: "ojo no vio, ni oído oyó ni corazón humano concibió lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1Corintios 2,9). Cuando luchamos por encontrar la presencia de Dios debido a los sufrimientos que nos han sobrevenido, recordamos la promesa: "Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán para su bien" (Romanos 8,28), y entendemos que nuestra fe debe estar basada en algo más profundo que el hecho de que sintamos o no su presencia. Por el contrario, sentirnos cerca de Dios no siempre es una garantía de que estemos bajo su gracia. El hecho de que 'sintamos' que una elección es correcta, no la hace correcta si va en contra de la ley de Dios que ha revelado en las Escrituras y la Iglesia. ¡Nuestros sentimientos no son lo mismo que nuestra fe! La desolación es una lucha para cada santo y pecador, que enfrentará a medida que continúe en la vida espiritual. La clave para progresar no son los sentimientos, sino la perseverancia en la oración a través de los desiertos, ¡hasta que lleguemos a la tierra prometida de la presencia permanente de Dios!
By: Padre Joseph Gill
More¿Tiene Dios preferencias y favoritos? Mi padre, un italiano inmigrante de primera generación, tenía una cálida, llena de vida, y acogedora familia. Tú habrías sido bienvenido y recibido con doble beso en su hogar; y también el siempre presente aroma, ya sea de un expreso, ajo, pizza o canelones le habrían dado la bienvenida a tu nariz y estómago. Mi madre, por otro lado, viene de generaciones con profundas raíces multiculturales de Kentucky. Su lado de la familia hacía los mejores pays de manzana sureños, pero tenían comportamientos y afectos más distantes y refinados. Cada lado de la familia tiene su propio set de comportamientos y expectativas de conductas a seguir de acuerdo a su costumbre, y ha sido confuso para mí comprender cuál manera es la correcta. Estas diferencias y la percibida necesidad de escoger entre ambas, ha sido un dilema permanente para mí. Pensándolo bien, me parece que siempre he tratado de entender el mundo buscando la última fuente de la verdad. Haciendo que todo tenga sentido Al paso de los años he tratado de encontrar razonamientos sobre cómo y por qué el mundo y todas sus partes, funcionan juntas. Dios debió saber que estaba destinada a cuestionar las cosas y a ser inquisitiva acerca de su creación, porque Él se aseguró de que estuviera apuntando en la dirección correcta para volverme hacia Él. En la escuela católica básica a la cual asistí, tenía a una maravillosa y joven religiosa como maestra. Ella parecía tener el mismo amor y curiosidad del mundo que Dios me dio a mí. Si ella no tenía todas las respuestas, yo estaba casi segura de que ella sabría quién las tendría. A ambas se nos enseñó que había un solo Dios y que todos habíamos sido hechos a su imagen y semejanza. Cada uno de nosotros es único, y Dios nos ama a todos muchísimo. Dios nos ama tanto que aun antes de que Adan y Eva conocieran las profundas ramificaciones de su pecado, Él ya tenía el misericordioso plan de enviar a Jesús, su Hijo, para salvarnos de ese pecado original. En aquella lección había demasiada enseñanza para que desempacara y entendiera una pequeña niña. Sin embargo, la “imagen y semejanza” era la parte de la lección que necesitaba explorar. Observando mi familia, el salón y comunidad, era obvio que había vastas diferencias en el color de cabello, color de piel y otras características. Si cada uno de nosotros era único, aun si habíamos sido hechos a imgen y semejanza del único Dios verdadero, entonces, ¿cuál era el aspecto de Dios? ¿Tendría el cabello oscuro como yo, o rubio como mi major amiga? ¿Su piel sería apiñonada de tal forma que se oscurecería mucho en el Verano, como nos sucede a mi papa y a mí? ¿O sería de piel clara como la de mi mamá, que se pone roja y se quema fácilmente bajo el ariente sol de Kentucky? Hermosa diversidad Yo crecí en la diversidad, me sentía cómoda en medio de la diversidad y amé la diversidad. Pero me preguntaba: ¿Tendrá Dios alguna preferencia? En el Kentucky de los años sesenta, parecía que aun cuando Dios no tenía preferencias, algunas personas sí las tenían. Eso fue muy difícil de entender para mí. ¿Qué no me había dicho la joven religiosa que Dios nos había hecho a todos? ¿No significaba eso que Él a propósito había echo toda la maravillosa diversidad en este mundo? Así que busqué Ia fuente de la verdad, y alguna vez, al entrar en mis treintas, un profundo anhelo de conocer más sobre Dios me llevó a la oración y a la sagrada escritura. Allí, fui bendecida al aprender que Él también estaba buscándome. El Salmo 51, 6 me habló directo al corazón: “He aquí que Tú amas la verdad en lo más íntimo de mi ser; enséñame, pues, sabiduría en lo secreto de mi corazón”. Conforme fue pasando el tiempo, Dios me mostró que existía una diferencia entre la manera en que Él veía las cosas en comparación con la forma en la que las veía el mundo. Cuanto más leía la biblia, oraba y hacía preguntas, más comprendía que Dios es la fuente de la verdad. “Jesús les dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí»” (Juan 14,6). Qué maravilloso fue entender finalmente que Jesús es la fuente de la verdad. Sin embargo, ¡eso no era todo! Dios era el maestro ahora, y Él quería estar seguro de que yo entendiera la lección. “Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida»” (Juan 8, 12). Tuve que leer nuevamente… “Jesús les dijo: «Yo soy la luz del mundo…»” Mi cerebro comenzó a acelerarse, los engranes embonaron, y las piezas comenzaron a caer en su lugar. Las lecciones de ciencia de mi niñez me enseñaron que la luz era la fuente de todos los colores; por lo tanto, si Jesús es la luz, entonces Él abarca todos los colores, todos los colores de la raza humana. Esa insistente pregunta infantil había sido finalmente respondida. ¿De qué color es Dios? Muy simple: Él es la luz. Nosotros hemos sido hechos a su imagen y semejanza, y Él no tiene preferencia en algún color porque ¡Él es todos los colores! Todos sus colores están en nosotros, y todos nuestros colores están en Él. Todos nosotros somos hijos de Dios y somos llamados a “vivir como hijos de la luz” (Efesios 5,8). Pensemos entonces, ¿por qué el mundo es tan sensible sobre los muchos y maravillosos colores de la piel humana? Dios no prefiere uno u otro color; así que, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros? Dios nos ama y ama toda la diversidad de colores que creó para nosotros. Es muy simple: somos llamados a ser su reflejo; somos llamados a traer su luz al mundo. En otras palabras, somos llamados a traer la presencia de Dios al mundo que no ve las cosas como Dios desea que sean vistas. Él necesita y desea toda nuestra diversidad para completar su imagen. Tratemos de reflejarlo en este mundo siendo la luz de la cual fuimos creados y para la cual fuimos creados. Como sus hijos amados, comencemos a apreciar todas sus imágenes como parte del único Dios que nos hizo.
By: Teresa Ann Weider
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