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Feb 05, 2021
Evangelizar Feb 05, 2021

¿Te despertaste hoy para llevar una vida mediocre?

Estás llamado a un plan mayor, mejor y más alto.

Señales y Maravillas

“En verdad les digo: el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre. Y todo lo que pidan en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden algo en Mi nombre, lo haré”. (Juan 14:12-14).

¡Sí, has leído eso correctamente, Jesucristo nos dijo que haremos cosas más grandes que las que hizo él! ¡Cosas más grandes que las de Dios que tomó forma humana y habitó entre nosotros! ¿Podemos aceptarlo de verdad? ¿Se refería Jesús a esto literalmente? ¿Cómo podemos interpretar eso? ¿Más que curar a leprosos, ciegos o sordos? ¿Incluso más grandes que resucitar a los muertos? ¿Podría ser que Jesús nos estaba diciendo que literalmente haremos las obras que hizo, pero mayor en número ya que estaba listo para ascender a su Padre? ¿Realmente creemos que las ‘señales’ que Jesús dijo que [acompañarían] a los que han creído podrían ser para cada uno de nosotros cuando dijo ‘en Mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien’. (Marcos 16:17-18)????

Durante los últimos años me he ofrecido como voluntario con una organización benéfica local en mi ciudad natal de Manchester, Inglaterra, donde diferentes iglesias cristianas locales, de diferentes denominaciones, se turnan para acoger por la noche a los solicitantes de asilo sin hogar, cada noche de la semana, dándoles una cama por la noche, comida por la tarde y desayuno por la mañana antes de que se vayan. El sábado por la noche era el turno de la iglesia católica a la que asistía. A menudo tuve la bendición de ser parte del equipo que se quedaba por la noche y compartir la cena. Simplemente pasar tiempo con estos hermosos hombres fue una bendición que va más allá de las palabras. Muchos de ellos eran musulmanes.

La Teoría del Caos

Hubo muchos milagros a lo largo de los años. Uno en particular se destaca, de una manera sobrenatural. Empezó la noche, como siempre, cuando partí con otro voluntario, un buen amigo mío, para recoger a los hombres. Al tocar la campana y entrar en el edificio, me recibió una señora que me dio un pedazo de papel con un nombre en él. Me dijo que era el nombre de un hombre que había sido traído por la policía de las calles en un estupor de tomar drogas. Aunque ella me aseguró que él estaba bien ahora después de dormir, yo no estaba contento con eso y le pedí ver al hombre yo mismo. Cuando nos vimos, le miré a los ojos y vi mucha oscuridad. Me sentí inmediatamente repelido, así que le dije que, por desgracia, no podría quedarse con nosotros esa noche. Esto fue difícil porque sabía que significaba que él pasaría una noche en las calles, pero claramente no era correcto que él viniera y se quedara. Le expliqué que nos habían informado que había tomado drogas, que había mujeres en el refugio y que teníamos a los otros hombres en los que pensar también.

No podíamos cuidar a un hombre y descuidar al resto. Aunque insistió en que estaría bien, le dije que tristemente no sería posible que se quedara con nosotros esa noche porque la organización benéfica tenía una política de cero tolerancia en relación a las drogas. Empezó a gritar y a jurar que entraría de todos modos, pero le dije que no lo dejarían entrar sin nosotros. Mientras irrumpió en la noche de la ciudad, estalló una pelea en otra parte de la habitación con otros dos hombres. ¡Fue un caos! En consecuencia, tuve que informar a un segundo hombre que no podía unirse a nosotros. Esto tampoco salió bien. Le aseguré nuestras oraciones, pero esto no fue suficiente consuelo para un hombre que ya estaba iracundo, preocupado y probablemente intoxicado.

¿Aconsejando a Dios?

Mientras salíamos juntos, los otros hombres vinieron a estrecharme la mano, me agradecieron por no permitir que los dos hombres se quedaran con nosotros, ya que ambos les habían causado muchos problemas cada noche. Se sintieron aliviados y muy agradecidos por que pasarían una noche en paz. Mientras caminábamos, nos encontramos con una furgoneta de policía con luces intermitentes en el medio de la carretera. Un agente de policía gritó órdenes de que todos se alejaran, estirando sus brazos para mantener a la gente alejada de un hombre que estaba inconsciente en el suelo. Otro policía se arrodilló al lado del hombre para buscarle el pulso porque había dejado de respirar. Rápidamente me di cuenta de que era el primer hombre musulmán que había causado un alboroto unos minutos antes. Inmediatamente, me arrodillé y le puse las manos encima.

«¿Qué crees que estás haciendo?», gritó el policía, pero insistí en que necesitaba orar por él. Clamé al Señor inmediatamente. ‘Respiraste vida en este mundo al principio de los tiempos, respira vida a este hombre. Jesús, tú sacaste a tu amigo Lázaro de la tumba, por favor resucita a este hombre ahora’. Dudé al pensar: «¿Quién creo que soy yo para aconsejar a Dios con palabras terrenales? Es Dios a quien me dirijo». Qué inadecuadas eran mis palabras humanas. Por supuesto que venían de mi corazón. Entonces comencé a orar usando el don sobrenatural del Espíritu Santo con el que he sido bendecido – el don de orar en lenguas (1 Corintios 12:1-11 & 14:1-5).

Cuando mi Corazón se Derrumbó

San Pablo nos dice que ‘El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios’ (Romanos 8:26-27). No tengo ni idea de cuánto tiempo me arrodillé allí orando, pero de repente el policía que checaba el pulso exclamó: «¡Puedo sentir un pulso!». Mi corazón cantó. Me sentí eufórico y no podía dejar de agradecer a Jesús. Momentos más tarde, llegó una ambulancia. Fue una bendición ver que el monitor de corazón grababa los latidos en la pantalla. Una vez más, agradecí y alabé a Jesús con total asombro.

Yo había sido totalmente ajeno a mi entorno, ya que había actuado puramente por instinto. Creo que fue Dios quien me instó a orar por este hombre. Al levantarme, me di cuenta de que una multitud más grande se había reunido. Una vez más fui recibido con apretones de manos de los solicitantes de asilo, agradeciéndome por ser lo suficientemente abierto como para orar por él.

Unas semanas más tarde, fui voluntario de nuevo en el refugio nocturno cuando otro hombre musulmán se me acercó con una sonrisa masiva en su rostro ansioso por hablarme acerca de este hombre con el que había orado. Me dijo que el hombre había sido adicto al alcohol y las drogas desde que llegó a Inglaterra hace tres años. Cuando se había topado con él unos días antes, ya no era adicto al alcohol y las drogas y se había mudado a su propia casa, por lo que ya no dormía en las calles. Me quedé asombrado de nuevo y alabé a Dios. Sin embargo, el Señor no había terminado allí. En medio de este hermoso momento, pude percibir un profundo dolor en este hombre que estaba sentado delante de mí. Pude compartir el Evangelio con él y oramos juntos. Tenemos un Dios que nunca deja de derramar sus bendiciones.

¡Dios, de verdad, es grande!

Debemos tener fe. Jesus nos dice que incluso las más pequeñas semillas de fe son suficientes para mover montañas (Marcos 11:22-25) y que ‘para Dios todo es posible’ (Mateo 19:26). Nuestro Dios Trino, El Creador, El Redentor y El Santificador; Padre, Hijo y Espíritu Santo vive dentro de cada cristiano creyente bautizado. Tenemos que realmente creer eso y vivirlo. ‘Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre’ (Hebreos 13:8) y Sus palabras son ‘Espíritu y Vida’ (Juan 6:63).

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By: Sean Booth

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Nov 17, 2020
Evangelizar Nov 17, 2020

En relación con un proyecto académico mío, recientemente he estado revisando el libro del Éxodo y numerosos comentarios al respecto. El segundo libro más famoso del Antiguo Testamento se refiere principalmente a la manera en que Dios da forma a su pueblo para que pueda convertirse en un faro radiante, una ciudad situada en una colina. En la lectura bíblica, Israel es elegido, pero nunca es elegido para sí mismo, sino para todas las naciones del mundo.

Yo diría que esta formación tiene lugar en tres etapas principales: Primero, Dios enseña a Israel a confiar en su poder; segundo, le da a Israel una ley moral; y tercero, instruye a su pueblo en santidad a través de la alabanza correcta. La lección de confianza ocurre, por supuesto, a través del gran acto de liberación de Dios. Los esclavos completamente impotentes encuentran libertad, no confiando en sus propios recursos, sino en la amable intervención de Dios. La instrucción moral se lleva a cabo a través de los diez Mandamientos y su legislación correspondiente. Finalmente, la formación en santidad se realiza a través de la sumisión del pueblo a un elaborado conjunto de leyes litúrgicas y ceremoniales. Es este último movimiento el que quizás nos parezca hoy más peculiar, pero yo diría que eso tiene una resonancia particular en nuestro extraño período del COVID.

Probablemente a la mayoría de nosotros nos parece evidente que la educación en la religión incluye instrucción moral. Y esto es porque, nos guste o no, apoyamos la filosofía de Immanuel Kant, el filósofo del siglo XVIII quien sostuvo que toda la religión se puede reducir a la ética. A final de cuentas, la religión se trata de hacernos más justos, amorosos, amables y compasivos, argumentó Kant. En el lenguaje contemporáneo, el kantianismo en la religión suena así: «Mientras seas una buena persona, realmente no importa lo que creas o cómo rindes culto».

Ahora, no hay duda de que el libro del Éxodo y la Biblia en general coinciden en que la moralidad es esencial para la formación adecuada del pueblo de Dios. Aquellos que busquen seguir al Señor, quien es justicia y amor, deben ser conformados a la justicia y el amor. Y es precisamente por eso que encontramos, en la gran alianza del Sinaí, órdenes de no robar, no cometer adulterio, no codiciar, no matar, etc. Hasta ahora, todo parece Kantiano.

Pero lo que probablemente sorprende a la mayoría de los lectores contemporáneos del libro de Exodus es que, inmediatamente después de la disposición de los mandamientos morales, el autor pasa prácticamente el resto del texto, capítulos 25 a 40, delineando las prescripciones litúrgicas que el pueblo debe seguir. Por ejemplo, encontramos una sección larguísima en la construcción del Arca de la Alianza: “Haz un arca de madera de acacia, de un metro con diez centímetros de largo, setenta centímetros de ancho y setenta centímetros de alto. Recúbrela de oro puro por dentro y por fuera, y ponle en su derredor una moldura de oro”. Y como ornamento en la parte superior del arca, “Haz dos querubines de oro… En cada uno de los extremos irá un querubín… Los querubines deberán tener las alas extendidas por encima del propiciatorio, y cubrirlo con ellas”. Después encontramos instrucciones sobre el elaborado mobiliario dentro del tabernáculo, incluyendo un candelero, una mesa para el llamado “pan de la presencia”, pilares y varios ornamentos que colgaban. Finalmente, se da una enorme cantidad de espacio a la descripción de las vestiduras que deben usar los sacerdotes de Israel. Aquí hay un ejemplo: “Las vestiduras que le harás son las siguientes: un pectoral, un efod, un manto, una túnica bordada, un turbante y una faja. Estas vestiduras sagradas… se usará oro, púrpura, carmesí, escarlata y lino”.

No se da ningún tipo de indicio de que las prescripciones morales son de alguna manera más importantes que las prescripciones litúrgicas. En todo caso, parece que ocurre lo contrario, ya que el Éxodo es seguido inmediatamente por el libro de Levítico, que consta de veintiocho capítulos de ley dietética y litúrgica. Entonces, ¿qué debemos entender de esto nosotros, los Post- Kantianos? En primer lugar, debemos observar que los autores bíblicos no piensan por un momento que Dios de alguna manera requiere rectitud litúrgica, como si la corrección de nuestra adoración añade algo a su perfección o satisface alguna necesidad psicológica suya. Si tienes alguna duda sobre este tema, recomendaría una lectura cuidadosa del primer capítulo del profeta Isaías y del Salmo número 50. Dios no necesita el arca y el tabernáculo y las vestiduras sacerdotales y la adoración regular, pero nosotros sí. A través de los gestos y símbolos de su alabanza litúrgica, Israel se alinea con Dios, ordenado a él. La ley moral dirige nuestra voluntad a la bondad divina, pero la ley litúrgica dirige nuestras mentes, nuestros corazones, nuestras emociones e incluso nuestros cuerpos al esplendor divino. Observe cuán bien las instrucciones ceremoniales del Éxodo implican color, sonido y olor (hay mucho escrito sobre el incienso) y cómo estos conducen hacia la producción de la belleza.

Dije antes que el énfasis de Éxodo en lo litúrgico y ceremonial tiene una profunda relevancia para nuestro tiempo, y aquí está el porqué. Por muy buenas razones, nos hemos abstenido completamente de la adoración pública, e incluso ahora nuestra capacidad de adorar juntos es muy limitada. En la mayoría de las diócesis de nuestro país, la obligación de asistir a la misa dominical ha sido suspendida, por razones válidas. Mi temor es que cuando llegue el momento propicio, cuando podamos volver a Misa, muchos católicos se mantengan alejados, ya que se han acostumbrado a ausentarse de la adoración. Y mi preocupación toma una forma más específicamente kantiana: Se dirán muchos católicos: «Sabes, mientras yo sea básicamente una buena persona, ¿qué sentido tiene toda esta adoración formal de Dios?»

¿Puedo recomendarte que saques tu Biblia, abras el libro del Éxodo, especialmente los capítulos 25 a 40, y consideres cuán importante es para Dios la adoración correcta ofrecida por su pueblo santo? La liturgia siempre ha importado. La misa —que involucra vestiduras, gestos, rituales, olores y campanas, canto y silencio— sigue siendo importante, a lo grande. ¿No es suficiente para Dios que seas una buena persona? Para no poner un punto demasiado ligero sobre ello: no, no lo es.

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By: Obispo Robert Barron

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Sep 02, 2020
Evangelizar Sep 02, 2020

¿Te preguntas cómo responder a esos comentarios sobre tu testimonio de vida? ¡Aquí están las 3 mejores respuestas sólo para ti!

La semana pasada, estacioné nuestra gran camioneta en la parte delantera de la tienda local. Después de rápidamente obtener algunos artículos de comida, volví y  encontré a mis hijos conversando con los ocupantes del vehículo estacionado junto a nosotros: un padre y su hijo joven.

En una pequeña ciudad tal como nuestra, siempre hay relaciones tenues con otras personas. En este caso, el joven en la camioneta había asistido al preescolar con nuestro cuarto hijo y quiso saludarlo.

La puerta a nuestra camioneta fue abierta para dar lugar a tal saludo.

Pude ver la mente del padre sobresaltarse cuando contó el número los niños en mi vehículo, seis, y luego el noto que mi barriga anunciaba la espera del número siete.

Su comentario fue uno de aquellos con los que las familias grandes se encuentran tan a menudo que molestan: “Debería conseguir una Televisión”.

Añadió “o algo”  a su comentario y una risa torpe que sólo demostró que había reconocido la grosería de su comentario. Pero ya era demasiado tarde para devolverlo.

Sonriendo con una sonrisa muy forzada, nos despedimos y volvimos a casa. Esta no era la primera vez que había encontrado tales comentarios, y no sería la última. La verdad es que el tamaño de mi familia de alguna manera enfrenta oposición por una gran parte de la sociedad.

“Ellos simplemente no pueden entender”, dice una amiga mía, y mamá de seis, “qué alegría experimentamos al ser bendecidas con una familia tan grande”.

Ella tiene razón. Ser bendecido con una familia numerosa es algo muy diferente a adherirse a los 2 o 1 hijos por familia y, desde el exterior, parece muy contracultural.

Por supuesto, es contracultural, pero no debería serlo. No todos estamos llamados a tener una familia «grande», pero estamos llamados a estar abiertos a la vida. Para algunos, esto significa una familia grande, pero para otros significa una familia pequeña,  encontrarse con el embarazo y la pérdida del bebé, lucha con la fertilidad, crianza o la adopción.

Independientemente del tamaño o la forma de nuestra familia, todos podemos dar testimonio de la profunda bendición de estar abiertos a la vida.

1.Irradiar alegría

La noticia de un nuevo embarazo debe ser de gran alegría. Hay algunas veces y algunas situaciones, cuando esta noticia podría ser más tenue.

Independientemente de lo que sea, siempre se debe celebrar una nueva vida.

Cuando te encuentres con otros, ya sea que compartan tu perspectiva abierta a la vida o no, déjales ver la alegría que este anuncio lleva consigo.

La alegría es contagiosa, y algo que a menudo lamentablemente falta en nuestro mundo de hoy.

Tal vez todavía no pueden entender por qué querrías tener tu cuarto, sexto, séptimo o undécimo hijo, pero aun así deberían poder dejar su encuentro contigo sabiendo que estás encantada de estar esperando otro bebe que te causa alegría.

2.Responder con humor, no con ira

Hay algún número de respuestas que uno podría dar a esas frases: “¿que no tienes una televisión?” O, «¿que no tienes las manos llenas?» y así sucesivamente. Pero algunos probablemente no son caritativos.

No vamos a cambiar corazones al responder con coraje, o, seamos honestos, con cualquier respuesta que demos. Pero, tal vez podamos sembrar una semilla.

A una madre conocida mia le gusta contar la siguiente historia de la respuesta de una madre a las siguientes preguntas : “¿por qué tienes tantos hijos? o ¿vas a tener otro?»

La respuesta descarada: “¡Vamos a seguir hasta que nos guste uno!”

O, alternativamente: «Sólo nos aseguramos de que tengamos muchos hijos para que nos cuiden en nuestra vejez».

Quizás estas bromas no sean para todos. Pero el sentido del humor puede ser un gran instrumento en responder a las preguntas más complejas de los más seculares entre nosotros.

San Juan Cantius nos anima a: «Luchar contra todos los errores, pero hacerlo con buen humor, paciencia, bondad y amor. La dureza dañará tu propia alma y arruinará la mejor causa.»

A lo mejor añadirle una dosis de humor será lo correcto.

3.Testigo sin palabras

Aunque he recibido comentarios menos que ideales sobre el tamaño de nuestra familia, también he recibido los más hermosos.

Una señora mayor en particular comenzó con el cliché: “¿no has tenido las manos llenas?” y agregó: «y eres tan bendecida»

Claro que tiene razón. Somos increíblemente bendecidos y los que nos conoce, saben que nuestra apertura a la vida se extiende mucho más allá de nuestro propio hogar.

Hemos tenido personas que vienen a nosotros en busca de ayuda, orientación y apoyo frente a embarazos no planeados, períodos difíciles después del parto, la realización de la adopción, y los altibajos generales de la crianza. A menudo los conocidos que no son católicos buscan nuestro consejo. En virtud del tamaño de nuestra familia, de alguna manera transmitimos nuestra creencia sincera de que todas las vidas son preciosas.

Esta ha sido una consecuencia involuntaria de tener una gran nidada. En sí mismo, ha sido una inmensa bendición para nosotros apoyar a los demás.

Sin querer deliberadamente pretendemos hacerlo, seguimos el consejo de San Francisco de Asís: «Predicad el Evangelio en todo momento. Cuando sea necesario, use palabras.»

Por lo tanto, aunque puedes esperar comentarios impertinentes, eso no significa que debas bajar el tono de tu propio entusiasmo al compartir las noticias de un embarazo, ya sea tuyo o de otra persona.

Responde con alegría y humor, y continúa dando testimonio de la belleza y dignidad de toda la vida humana.

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By: Emily Shaw

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May 26, 2020
Evangelizar May 26, 2020

El coronavirus está causando estragos en nuestro mundo hoy;

Pero ¿existe un virus más mortal que este?

Mientras escribo esto, casi todo el mundo está en las garras de un virus que ha paralizado a la humanidad. ¿Quién hubiera pensado que en esta era de avances tecnológicos, con descubrimientos científicos diarios, un virus vendría a tomarnos por sorpresa? O que, en tiempos donde la humanidad ha llegado a planetas vecinos, ¿quién hubiese imaginado que nuestros planes de vida y nuestro futuro juntos en la Tierra podría verse tan afectado que nos obligaría a adoptar un estilo de vida tan inferior a lo que estábamos acostumbrados?

El año 2020 a penas está en su primera mitad, pero Australia (lugar en el que vivo) ya ha sufrido eventos desastrosos que han culminado en la crisis actual. El año empezó con incendios forestales catastróficos que arrasaron con gran cantidad de terreno, mataron a numerosas personas y animales y destruyeron muchas casas y propiedades. El humo oscureció nuestros cielos, se introdujo en nuestros hogares e incluso interfirió con eventos deportivos. Justo cuando estábamos empezando a recuperarnos de eso, fuimos golpeados por tormentas y fuertes lluvias, que causaron granizadas e inundaciones repentinas. Y justo cuando pensamos que podíamos empezar a seguir adelante, el coronavirus invadió nuestras vidas. Ahora, todos estamos soportando las estrictas restricciones, que están afectando nuestra economía, nuestras comunidades, nuestra educación y nuestro acceso a los sacramentos. La humanidad está asustada y aunque muchos aun intentan demostrar valentía, todos estamos conscientes de que algunos no viviremos para ver un mañana.

Actualmente, gran parte del mundo está en una situación similar a una guerra. Algunos están luchando para conseguir papel higiénico, almacenar comida para meses y aislarse de cualquier contacto físico. Todos los lugares públicos, excepto algunos servicios esenciales están cerrados y Nueva York – el centro de negocios internacionales- está bajo supervisión de la guardia Nacional. Este es un tiempo extraordinariamente difícil para los líderes de todas las naciones, que se aventuran en terrenos desconocidos. Algunos de ellos incluso han contraído el virus.

El virus, y todas las restricciones que ha causado, solo puede dañarnos física y psicológicamente. La Escritura nos enseña que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, así que debemos protegerlo y cuidarlo, pero Jesús nos recuerda que no debemos temerle a aquello que solo daña al cuerpo. Nuestras almas son valiosas ante Dios y viven eternamente. Jesús vino a un mundo que solo se enfocaba en la vida terrena y las cosas materiales para demostrarnos que la vida espiritual es más importante que todo lo demás. La carne puede fallecer, pero el alma vivirá eternamente.

El virus que realmente ha paralizado a la humanidad hoy es el PECADO. Ningún otro virus ha causado mayor daño que el pecado, el cual nos ha lisiado y degenerado tanto, que muchos ya son muertos vivientes, vidas vacías, cumpliendo ningún otro propósito salvo el de entretenerse a sí mismos. El pecado nos ha distanciado de Dios, oscurecido nuestras mentes, endurecido nuestros corazones, ensordecido nuestros oídos, cegado nuestros ojos y enfermado nuestras almas. Esto es mucho más terrible que no poder movilizarse libremente ni hacer lo que queramos. Podríamos enfrentar una eternidad separados de todo lo que es bueno, a menos que cambiemos nuestro camino.

Jesús tomó el yugo de los pecados de la humanidad y murió por todos nosotros, para que podamos vivir junto a Él para siempre. Así que no debemos temer a la muerte si aceptamos Su salvación y Lo seguimos diariamente. Todos moriremos algún día, y como nuestra esperanza está puesta en Jesús, nos podemos alegrar cuando acerque la hora de nuestra muerte.

Así que si eres cristiano, este es el momento para demostrar tu fe, para confiar plenamente en la vida que Jesús ya ha ofrecido y preparado para nosotros. Este es el tiempo en que la Iglesia enseña a recibir la comunión espiritual. El corazón de un cristiano debe estar lleno de alegría en este tiempo porque nada nos puede separar del amor de Cristo. Como dice San Pablo “Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” Filipenses 1:21. Ahora debemos, sin excusa, orar pidiendo misericordia y perdón para nuestros hermanos y hermanas que no conocen a Jesús y no lo han aceptado como su Señor y Salvador, y no se dan cuenta de la alegría que contiene esta relación. Debemos también hacer todo lo posible para ayudar a aquellos que están a nuestro alrededor, inspirados por el Espíritu Santo a realizar obras de caridad.

Si solo tienes una relación superficial con Dios, este es tu momento para buscarlo en lo profundo de tu corazón, donde Cristo te espera. Ahí es donde Él siempre te ha buscado. En vez de llenar tu tiempo libre con cosas vacías durante esta cuarentena, busca la oportunidad para pasar tiempo en silencio, leer la Biblia y permitirle a Su palabra hacerse vida en tu vida. No hay mejor tiempo que este para pedirle perdón a aquellos a quienes hemos ofendido.

Jesús declara que Él es el camino, la verdad y la vida. Esto significa que si estás buscando la verdad, todos los caminos te llevarán a Jesucristo. ¿Estás buscando la verdad, o te conformas con las migajas que caen de la mesa?

Si eres de aquellos que dependen solo de sus buenas obras o no buscas nada en concreto, este es su momento para reflexionar en tu vida personal y darle tu alma y corazón a Jesús. “Haz la prueba y verás lo bueno que es el Señor” Salmos 34:8.

Preparémonos, porque nuestro último día vendrá cuando menos lo esperemos. Podría ser cuando Jesús regrese con gloria para reunir a todos los que lo aman y lo siguen. O podría venir en cualquier momento antes de eso.

Chris Hadfield (el primer canadiense en ir al espacio) dice que “los astronautas no van al espacio con los dedos cruzados” y que “mientras más conoces, menos temes”. Te invito a que pases este tiempo, en el que están distanciado de tus amigos y actividades, para que renueves tu amistad con Jesucristo, el Hijo de Dios, porque conocerlo es conocer la verdad (Juan 8:32) y tener vida eterna (Juan 17:3). Reconozcamos que el virus que realmente nos aflige es el pecado. Permitámosle a Jesús que se apodere de nuestras vidas, nos libre del pecado y nos lleve a la vida eterna.

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By: Cyril Abraham

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Abr 20, 2020
Evangelizar Abr 20, 2020

Tú vida nunca será la misma, cuando te enamores de Cristo.

¿Has tenido formación cristiana?

En virtud de nuestro bautismo estamos a ser llamados discípulos misioneros.  El Cristo resucitado encomendó a sus seguidores para llevar a cabo su misión.  “Id, pues, y haced discípulos a todas las personas bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, (Matero 28:19). Para hacer esto, necesitamos empoderarnos de Cristo.  ¿qué significa esto?

Un buen lugar para comenzar es Juan 15 “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador”, “todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta y todo el da fruto, lo limpia, para que dé más fruto” (Juan 15-1-2).  Para ser transformados necesitamos ser podados por la oración y el sufrimiento.  Si bien la oración es necesaria para participar en la vida divina, es el sufrimiento el que puede romper los límites que nos separan de Dios.  En ciertos momentos de la vida, como durante una profunda pérdida, rechazo o fracaso, perdemos el control.  Tarde o temprano todos experimentamos el dolor.

En esos momentos el Señor está contigo en su dolor.  Lo ha sufrido todo, él te ama y sostiene tú ser, cada momento de tú existencia.  Descansando en sus brazos, uniéndote a él, puedes hacer lo imposible.  Si has sido rechazado, traicionado o perjudicado, usted podrá perdonar a través de la gracia de Dios.

El perdón es un componente clave para la transformación.  Cuando no perdonamos nos quedamos atrapados en esa dolorosa experiencia.  Se reprime nuestra relación con Dios, los demás y nosotros mismos.  Cuando permites que Dios tome el control, el perdón llega y el dolor desaparece.  Esto pasa a pesar de ti.  Ocurre cuando dices “sí” a la voluntad de Dios, como lo hizo nuestra Santísima Madre en la Anunciación, “he aquí la sierva del Señor, hágase en mi según su palabra” (Lucas 1:38).

¿Enamorarse de Jesús?

Irónicamente para algunos católicos esta invitación parece extraña.  Muchos católicos tienen dificultades hasta para decir el nombre de Jesús, y mucho menos para decir “Amo a Jesús”, porque parece protestante o evangélico.  Usted está hecho a imagen y semejanza de Dios.  Él es amor, así que estás hecho para amar y ser amado por Dios.  Como hijo amado de Dios, ¿cómo puedes temer a Dios, a quien Jesús nos invita a llamar Padre?, es por eso que Jesús dice en Juan 15,  “no os llamo siervos, a vosotros los he llamado amigos”.  Este es el modelo de amistad de la genuina religión.

Como dijo Santa Catalina de Génova, “Dios es mi profundidad”.  Mil años antes de Santa Catalina, San Anastasio que hizo tanto para luchar contra el arrianismo y contribuir al Credo de Nicea, dijo: “El hijo de Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera convertirse en Dios”.  Participar en esta realidad es la transformación. Por eso el misterio cristiano encarna al verdadero yo en la Divina Trinidad.  Es por eso que el sufrimiento no es lo peor que te puede pasar, porque al parecer, es la forma más efectiva de eliminar al falso yo.

La cruz lleva a la Resurrección.   Ese es el misterio Pascual, que nosotros estamos llamados vivir todos los días. Lo que le sucede a Cristo Jesús, esta destinado a pasarnos porque somos miembros de su cuerpo místico, La Iglesia.   San Ignacio de Antioquía expresó la necesidad del sufrimiento de la siguiente manera:

Era necesario que Cristo sufriera:  Era imposible para su Pasión, que no hubiera pasado… (sus discípulos) no pudieron reconocer que él tuvo que sufrir para entrar en su Gloria.   Dejando atrás la gloria que tuvo con su Padre, salió a salvar a su pueblo antes de que se hiciera el Mundo.  Esta salvación sólo puede ser alcanzada por el sufrimiento del autor de nuestra vida, cuando lo enseño Pablo cuando dijo: “el autor de la vida misma se perfeccionó a través del sufrimiento” (de un discurso).

La Iglesia como cuerpo de Cristo, debemos pasar por el mismo proceso de transformación que se produce por el sufrimiento.  Lo importante es encontrar a Dios en medio de tus aflicciones.  Una vez encuentres a Dios en todas las cosas, te vuelvas indestructible porque Dios está trabajando en ti.

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By: Diácono Jim McFadden

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Abr 18, 2020
Evangelizar Abr 18, 2020

Ancla de la Esperanza

Cuando nos enfrentamos a momentos difíciles, Dios con frecuencia presenta personas excepcionales en nuestras vidas, quienes traen esperanza y paz. Cuando yo estaba lamentando la perdida de mi vista, Chev. Benny Punnathara entró a mi vida, trayendome la luz de Cristo en mis momentos más obscuros. Dios usó a este hombre para revelarme cuanto me ama y me valora el Padre celestial. A Través de él, aprendí acerca de las grandiosas obras que Dios ha logrado a través del ministerio Shalom. Desde entonces, este ministerio ha formado una gran parte de mi jornada espiritual.

A Través de los retiros de reavivamiento espiritual del ministerio Shalom, Dios ha derramado Su gracia dándome la bienvenida a una relación más íntima con mi salvador. En cada evento de Shalom, me he convencido más del valor de cada alma. El reconocer la importancia del valor de cada alma me abrió los ojos, nos olo mi alma ni el alma de mis seres queridos, sino la salvación de cada persona en el mundo.

Ofreciendolo

Obtener la salvación de una sola alma es más grande que que cualquier bendición material. Esa es la razón por la cual nuestro Salvador estuvo dispuesto a dar Su vida por nuestra Salvación. Mientras descubrí los santos y sus historias fascinantes, me inspiró la manera en que ellos ofrecieron sus sufrimientos para la salvación de las almas. ¿Cuántas almas podría yo ganar para mi Señor si alegremente ofrecía mis pequeños sufrimientos en unión con Jesús? En el Diario de Santa Faustina, Jesús le dijo: “Hay solo un precio con el cual se compran las almas, y es el sufrimiento unido con Mi Sufrimiento en la Cruz”

Como una persona ciega, enfrento muchos obstáculos en mi vida personal y laboral, pero cuando enfrento un reto o una situación difícil, en vez de frustrarme o decepcionarme con el incidente, le pido a Dios que me de la gracia para ofrecerlo por la salvación de las almas. No siempre lo logro. Han habido muchas veces en las que he faltado a entregar mis sufrimientos  por la salvación de las almas, especialmente después de haber perdido a mi sobrina. Entonces recuerdo que Jesús lloró por la muerte de Su amigo Lázaro y en Su agonía en la cruz. Así que, yo le ofrezco mi estado emocional y le pido que lo una a Su dolor. Dios conoce nuestra naturaleza fragil y debil. Él está con nosotros en la adversidad. Eel puede tomar nuestra ofrenda imperfecta y hacerla perfecta.

Como Shalom juega un papel muy importante en esparcir la buena nueva a millones de personas a través del mundo, también ofrezco mis aflicciones por su éxito en llegar a los que más lo necesitan. Rezo por esos que aún tienen el don de la vista para que lo usen sabiamente para disfrutar programas inspiradores, artículos y retiros que produce Shalom, para que de esa manera puedan recibir en amor de su salvador. 

¡No desperdicies tus oportunidades! 

Nada en nuestras vidas pasa sin que Nuestro Padre celestial lo sepa o lo permita. Si Dios ha permitido alguna dificultad en nuestras vidas, puede traernos algo bueno al final si lo compartimos con Él. Tal Vez no entendemos cómo esto puede ser cuando estamos en el momento, o hasta que llegamos a la eternidad, pero si ponemos nuestra confianza en Él, Él logrará lo que nosotros no podemos lograr.

En este mundo caído, vamos a enfrentar muchas situaciones difíciles y dolorosas. Cuando cosas incómodas e inesperadas suceden en nuestras vidas, nosotros podemos escoger cómo respondemos. Podemos desperdiciar nuestro sufrimiento quejándonos, y hasta culpando a Dios, o podemos ofrecerlo en unión con el sufrimiento de Cristo en la cruz por la salvación de las almas.

En su diario, Santa Faustina escribió: “Vi al Señor Jesús clavado a la cruz en medio de grandes tormentos. Un suave gemido salió de Su Corazón. Después de algún tiempo, dijo, ‘Tengo sed. Tengo sed por salvación de las almas. Ayudame, hija mia, a salvar almas. Une tu sufrimiento a Mi pasión y ofrecelos al Padre celestial por los pecadores’” Unirnos a Cristo de esta manera es una de las mejores maneras en las que podemos ayudar a aliviar el dolor de Nuestro Señor. Hagamos el mejor uso de estas oportunidades preciosas para ayudar a más almas a tengan una relación con Nuestro Señor quien los ama mucho.

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By: Susan Uthup

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Ago 06, 2019
Evangelizar Ago 06, 2019

Mi esposa y yo compramos un maravilloso DVD, “El gran Milagro”, una película animada sobre la Santa Misa. En una de las escenas durante el Ofertorio, se muestra que junto a cada una de las personas asistentes se encuentra su ángel guardián, y cuando comienza el Ofertorio, algunos de los ángeles pueden volar hacia el altar para depositar lo que han ofrecido los fieles a quienes cuidan, pero otros se quedan inmóviles con el semblante sumamente triste, porque las personas a su cuidado no ofrecieron oraciones ni nada, y esos ángeles no tienen nada que depositar en el altar junto con el pan y el vino. ¿Cuántas veces he ignorado lo que está sucediendo en la Misa? Con esta actitud, no le he permitido a Dios encontrarme en la escena más poderosa de la historia: la Santa Misa. ¿Cuántas veces he entristecido a mi ángel guardián?

El precio

En Samuel 2,24, leemos que Areuna intentaba ofrecer sus seis bueyes al Rey David para que ofreciera un sacrificio, y la rastra y los yugos como leña, ¡y todo eso sin costo alguno! Él no quería recibir ningún pago del Rey David, pero David le dice: "Gracias, Areuna, pero yo no voy a ofrecer a Yavé algo que no me cueste nada. Por eso, te lo quiero comprar todo."  Mi actitud en la Santa Misa frecuentemente ha sido muy diferente a la de David, quien le hizo una súplica al Señor ofreciéndole un sacrificio que le costó. Yo voy a la Santa Misa varias veces, pero no ofrezco nada; participo de un sacrificio que no me ha costado nada. ¿Qué podría ofrecer que me costara algo? Jesús me recuerda el sacrificio que hizo en la Cruz, cuando todo el mundo parecía estar en su contra y lo insultaban y maldecían; Jesús sufrió muchísimo. Como ser humano, la tentación habría sido reaccionar violentamente contra sus perseguidores gritándoles con furia, o bien quedarse callado sin decir una sola palabra, pero guardando coraje en el corazón. Jesús no sólo venció la tentación, sino que oró a Dios diciendo:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”

Aquellas palabras agradaron al Padre porque el Hijo no había participado de un sacrificio que no le costaranada sino antes, al contrario: le costó absolutamente todo. Siendo inocente, Jesús decidió perdonar. Este es el pago que Dios espera que le ofrezca en la Santa Misa: vencer mi rabia, mi frustración y mis heridas en el altar. Necesito ofrecerlo durante el Ofertorio y mi ángel guardián estallará de alegría. Si ofrezco todo lo negativo que traigo en mi interior, permitiré que Dios me encuentre. En la Misa, me resulta más difícil ofrecerle a Jesús todo mi dolor que mi dinero; el verdadero costo será ofrecerle mi negativa a perdonar a los que me han herido.

Seguir de cerca
Me convencí de esto cuando medité Hechos 7, 54-60, en donde se describe el martirio de San Esteban. En laprofesión de fe, proclamamos que Jesús está sentado a la derecha de Dios. En el relato del martirio, vemos cómo San Esteban, lleno del Espíritu Santo, se prepara para ser ejecutado. En una visión ve la gloria de Dios y al Hijo del Hombre a su derecha. San Esteban, colmado de un amor incondicional a Dios, tiene esa imagen celestial poco antes de morir. Él ve a Jesús, el Hijo de Dios, que está allí parado. Jesús lo está animando; quizás le esté aplaudiendo alentándolo a llegar a la meta final. ¡Qué imagen tan maravillosa! Sería factible asumir que los ojos de Jesús hubieran estado puestos en su amado siervo Esteban, o que ambos se miraran fijamente
a los ojos. En el verso 58 entra en escena un hombre joven, Saul, el perseguidor de la Iglesia, pero quedémonos allí porel momento. En el verso 59, se afirma que mientras apedreaban a Esteban, éste exclamó: “Señor Jesús, recibe mi espíritu.” ¿Hemos escuchado esas palabras antes? El Evangelio de Lucas nos dice que Jesús pronunció esas mismas palabras en la Cruz: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Y Jesús expiró.

Cuando Esteban dijo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu,” la Biblia no dice que de inmediato lanzó su último suspiro. Esteban, después de tener esa gran visión de Jesús apoyándolo, se emocionó de ir al cielo. Jesús fue crucificado; Esteban fue apedreado. Esteban sigue la fórmula diciendo: “Señor, recibe mi espíritu,” sin embargo, su espíritu no abandona su cuerpo, sigue vivo. ¿Por qué?

Más de cerca

Aquí es cuando Esteban mira nuevamente el rostro de Jesús y comprende realmente la divina misericordia. Mientras a Esteban le tiran piedras, Jesús se queda allí alentándolo y quizás hasta aplaudiendo, pero los ojos del Señor en realidad no están fijos en Esteban sino en Saulo. Esteban se percata de que Jesús mira a Saulo con una gran compasión, sin rencores, enojo, o decepción; en el rostro de Jesús sólo hay un amor radical. Es cuando Esteban se percata de la gran diferencia que existe entre él y Jesús. A Esteban le urgía llegar al cielo y por eso dijo, “Señor, recibe mi espíritu,” pero no había pronunciado la oración que Jesús había hecho antes de ofrecer Su Espíritu: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” Esteban se dio cuenta de que
estaba ofreciendo un sacrificio que no le había costado nada. Jesús es la Divina Misericordia. Tenemos un Salvador que, al exhalar su último aliento, miró con bondad a los mismos que lo crucificaban deseando que estuvieran para siempre con Él en la eternidad; esa es la naturaleza de la Divina Misericordia. En la sociedad actual, nuestro Salvador misericordioso también mira compasivamente a los perpetradores de crímenes y asesinatos con la esperanza de redimirlos. ¿Nos molesta esta actitud de Jesús? San Esteban no se convirtió en santo por haber sido apedreado por su fe en Jesús. Cuando San Pablo habla sobre el amor, nos dice: “aunque entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.”

¿Estás listo a pagar el precio?

Cuando San Esteban no murió como se esperaba y miró el rostro de la Divina Misericordia, comprendió el deseo oculto del Sagrado Corazón: Jesús se sentía dichoso porque Esteban iría al cielo, pero se sentiría más dichoso aún si también Saúl, el asesino, fuera al cielo. La Divina Misericordia le extiende una invitación a Esteban: ‘¿Harías la oración de perdón que yo hice en la Cruz por toda la humanidad? ¿Pedirías por la conversión de las almas que están muriendo? ¿Intercederías por los que están acabando con tu vida?’ Es en ese momento que Esteban comprende el amor insondable de la Divina Misericordia, y suplica sinceramente: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado,” catapultándolo a la meta final del cielo. Al perdonar a los que lo apedreaban, su sacrificio fue agradable a Dios porque le había costado, lo había pagado venciendo su rabia contra los que le mataban, y esa oración fue la que lo santificó. La Biblia dice que después de hacer esa
oración, se quedó dormido.

Preguntémonos nuevamente: ¿nos molesta esta acción de Jesús? ¿Nos demuestra menos amor al mirar compasivamente a los que nos persiguen y nos hacen sufrir? No lo creo. Pienso que deberíamos interpretar esta actitud de la Misericordia Divina de la siguiente manera: Para Dios es muy valiosa y agradable la oración de perdón, de conversión y de intercesión que ofrecemos por los demás. Él responde a estas oraciones cuando salen del corazón porque nos ama a todos, y desea sinceramente que todos estemos con Él en el cielo. Es muy difícil rezar por aquellos que nos persiguen, pero ¿podríamos hacerlo sinceramente para que ellos también vayan al cielo? Dios puede hacer mucho con lo poco que ofrecemos, y si se lo pedimos, Él nos ayudará a interceder de corazón por la conversión de los pecadores. Esta respuesta a la Divina Misericordia nos ayudará a alcanzar la meta final de nuestras vidas para encontrarnos con el Salvador en el cielo. Eso es lo
que nos hará santos; eso fue lo que hizo de Esteban un santo. “Señor Jesús, ayúdame para que puedas encontrarme cada vez que vaya a la Santa Misa o cuando haga oración. Ayúdame a renunciar a todo lo negativo que llevo en mi interior. Ayúdame a ofrecer un sacrificio digno y costoso como el que tú ofreciste por mí para que, agradando así al Padre, pueda recibir todas las gracias de la Eucaristía y con ello alegrar a mi querido ángel guardián. Amén.”

 

 

 

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By: Jenson Joseph

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Feb 06, 2019
Evangelizar Feb 06, 2019

Tengo una gran intención de oración, pero antes de ofrecerla, reviso todos los ángulos como si estuviese comprando un automóvil. Las llantas están fuertes porque, definitivamente, esta oración no se trata de mí; en realidad, es la oración menos egoísta que jamás haya hecho, y sé que acumularé muchas millas. Si mi oración es respondida, hará que muchas personas experimenten felicidad, alegría, descanso y conversión. ¿Qué cosa no se podría querer o desear de esta intención? Sin embargo, hay un engaño sutil, y es que se me olvidó revisar debajo del toldo y preguntar: ‘¿y será la voluntad de Dios?’

No faltarían algunos ateos y anti cristianos que, ante esta pregunta, saltaran exclamando: ‘¡Ajá! Si Dios no responde ante tan gran intención, ha de ser porque no existe, o por lo menos, es un Dios malo que permite que sus hijos se enfermen de cáncer.

Si Dios es amor, es prácticamente imposible que sea malo, y por mi propia experiencia de vida puedo dar testimonio de eso y de su existencia. Con todo, ¿qué razón tendría Dios para objetar algo a una intención como ésta? La respuesta es que Él desea el mayor bien, o el bien, para todos.

Si bien lo que yo pido es sólo una intención aislada -y digo aislada porque como ser humano sólo veo una pequeña parte de todo el panorama- Dios VE el panorama completo; y no sólo eso, sino que Él puede ver mi limitada visión del mundo y la intrincada forma en que todo lo que veo toca situaciones de las que no estoy consciente, y la vida de personas que jamás pensé considerar.

Hubo un ejemplo muy claro en las noticias, en donde vi que un buen hombre era ferozmente atacado por unos ideólogos. Fue una situación muy loca e inverosímil en muchos sentidos. Obviamente me puse a rezar pidiéndole a Dios que protegiera a ese hombre y le diera la gracia de vencer a sus atacantes.

¿Y si Dios quisiera que a través del sufrimiento de ese hombre sus atacantes se convirtieran? Si Dios cuida a todas las almas, me parece ver cuál sería su prioridad. Y tú ¿la puedes ver? Quizás la conversión de una de esas personas suscite al San Pablo de nuestros días que le lleve muchas almas a Jesús.

 

Confía en el Señor con todo el corazón,

y no te fíes de tu propia sabiduría.

En cualquiera cosa que hagas,

tenlo presente:

él aplanará tus caminos.

 

 

  • PROVERBIOS 3,5-6

 

Si crees que el ejemplo que acabo de poner significa que no debemos orar o pedir algo en particular, no es eso a lo que me refiero, sino que es un llamado a confiar en Dios. Por supuesto que hay que pedir por todos, pero al mismo tiempo hay que confiar y dejar en sus manos las situaciones porque Él es el único que tiene el panorama completo. Yo ofrezco mis oraciones pidiéndole a Dios que se haga su voluntad y confiando plenamente en que Él permitirá el mejor bien que, por lo demás, siempre sobrepasa, y por mucho, lo que yo había pedido.

Si comienzas a orar con confianza cambiará toda tu vida, de tal modo que cuando lleguen las dificultades tendrás la plena seguridad de que de cada situación saldrá un mayor bien aunque tú no puedas verlo. Te angustiarás menos y hasta te emocionará ver que Dios responde de formas insospechadas e increíbles a tus oraciones.

En resumen, nosotros no conocemos la voluntad de Dios que trasciende todo cuanto podamos imaginar, y si bien es cierto que lo que pedimos en la oración a veces coincide con su voluntad, también es cierto que otras veces no es así.

Si aprendes a confiar en la voluntad de Dios y dejas de querer controlar las situaciones, descubrirás que cada oración no sólo es siempre respondida, sino que actúa para mayor gloria de Dios.

 

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By: Jacqueline Vick

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