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Oct 31, 2023
Evangelizar Oct 31, 2023

Por lo general la gente se sorprende cuando les digo que mi amigo más cercano en el monasterio es Fr. Phillip, quien resulta tener 94 años. Siendo el monje más viejo de la comunidad, y yo el más joven, somos todo un dúo; otro compañero monje, se refiere a nosotros cariñosamente como los “alfa y omega”. Además de nuestra discrepancia de edad, hay algunas otras diferencias entre nosotros: Fr. Phillip sirvió en la guardia costera antes de entrar al monasterio; estudió botánica e inglés, ha vivido en Roma y Ruanda y habla varios idiomas con fluidez. En resumen, él tiene más experiencias de vida que yo. Dicho esto, puedo decir que sí tenemos ciertas cosas en común: Ambos somos nativos de California y convertidos del protestantismo (él presbiteriano y yo bautista). Disfrutamos inmensamente de la ópera y, lo más importante, llevamos una vida de oración juntos.

Es natural seleccionar amigos que compartan nuestros intereses. Pero a medida que envejecemos y nuestras situaciones de vida cambian, nos encontramos a nosotros mismos perdiendo algunos amigos a la par que vamos ganando otros nuevos. Aristóteles decía que todas las amistades deben compartir algo en común; las amistades duraderas son aquellas que comparten cosas duraderas. Por ejemplo, la amistad entre dos surfistas durará mientras haya olas para montar. Sin embargo, si no hay olas o si alguno se lesiona y ya no puede surfear, la amistad se desvanecerá, a menos que encuentren algo nuevo para compartir. Por lo que, si deseamos tener amistades que duren toda la vida, la clave es encontrar algo que pueda ser compartido de por vida, o mejor aún, para la eternidad.

El sumo sacerdote, Caifás, acusó a Jesús de blasfemia cuando afirmó ser el hijo de Dios. Mayor blasfemia la declaración de Jesús cuando dijo a sus discípulos: “Ustedes son mis amigos”. Porque ¿qué podría tener en común el Hijo de Dios con pescadores, un recaudador de impuestos y un zelote? ¿Qué puede tener Dios en común con nosotros? Él es mucho mayor que nosotros; tiene más experiencias de vida; Él es tanto alfa como omega. Todo lo que compartimos en común, nos fue dado por Él en primer lugar. Entre los muchos dones que comparte con nosotros, la escritura es explícita sobre cuál de ellos dura más tiempo: “Su amor inquebrantable dura para siempre”, “el amor…soporta todo”; “el amor nunca termina”. Como resultado, ser amigos de Dios es bastante simple: Todo lo que tenemos que hacer es “amar porque Él nos amó primero”.

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By: Hermano John Baptist Santa Ana, O.S.B.

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Oct 31, 2023
Evangelizar Oct 31, 2023

La historia de esta familia parece salida de una película, pero el final seguramente te sorprenderá

Nuestra historia comienza en casa, en San Antonio, Texas, donde crecí con mis dos hermanos menores: Oscar y Louis. Papá era ministro de música en nuestra iglesia, mientras que mamá tocaba el piano. Nuestra infancia fue feliz, todo giraba en torno a la iglesia y la familia, junto con mis abuelos que vivían cerca. Pensamos que todo estaba bien, pero cuando cursaba el sexto grado, mamá y papá nos dijeron que se iban a divorciar. Al principio no sabíamos lo que eso significaba porque nadie en mi familia se había divorciado, pero pronto nos enteramos. Estuvimos de casa en casa mientras peleaban por la custodia.

Aproximadamente un año después, papá salió de la ciudad durante el fin de semana; se suponía que mis hermanos y yo íbamos a estar con mamá, pero terminamos quedándonos con algunos amigos en el último minuto. Nos sorprendió cuando papá voló a casa temprano para recogernos, y quedamos devastados cuando nos dijo por qué: mamá había sido encontrada muerta en su auto en un estacionamiento desierto. Al parecer, dos hombres la habían asaltado a punta de pistola, le quitaron el bolso y las joyas; luego, ambos la violaron en el asiento trasero antes de dispararle en la cara tres veces y dejarla morir en el piso de su automóvil. Cuando papá nos habló sobre esto, no podíamos creerlo. ¿Por qué alguien querría matar a mamá? Nos preguntábamos si iban a venir también tras nosotros; el miedo se convirtió en parte de nuestras jóvenes vidas.

Las secuelas

Después del funeral, tratamos de volver a la vida normal con papá; pero he aprendido que la normalidad nunca regresa para las víctimas de delitos graves. Papá tenía un negocio de construcción; un año después del asesinato de mamá, fue arrestado con dos de sus empleados y acusado de asesinato capital y solicitud criminal por contratar a estos dos hombres para matar a mamá. Los tres se culpaban mutuamente; uno de los empleados afirmó que escuchó a papá contratar al otro tipo para cometer el asesinato. Papá se decía inocente, y le creímos, pero su fianza fue negada, y todo cambió para nosotros. Cuando mataron a mamá, éramos los hijos de la víctima; la gente, especialmente en la iglesia, quería ayudarnos a través del proceso, eran generosos y amables; sin embargo, después de que papá fue arrestado, de repente nos trataron de manera diferente: Hay un estigma cuando se es el hijo de un delincuente; la gente nos describió como bienes dañados que no equivaldrían a nada.

Nos mudamos con mis tíos, comencé la escuela secundaria en Austin, pero continuamos visitando a papá en la cárcel del condado porque lo amábamos y creíamos en su inocencia. Dos años y medio después, papá finalmente fue llevado a juicio; fue muy difícil para nosotros ver todos los detalles salpicados en todas las noticias; particularmente porque él y yo compartíamos el mismo nombre. Cuando lo declararon culpable, quedamos devastados; especialmente cuando fue sentenciado a muerte y trasladado a Huntsville para esperar la ejecución. Cuando eres miembro de la familia de un recluso, es como si tu vida estuviera en espera.

Confesión impactante

Durante mi último año en la universidad, hubo un nuevo desarrollo en el caso; el secretario del fiscal de distrito reveló que el fiscal había alterado la evidencia para demostrar que papá era culpable. Siempre habíamos creído en la inocencia de papá, así que estábamos muy contentos. Papá fue removido del corredor de la muerte y enviado de vuelta a la cárcel del condado para esperar un nuevo juicio que tuvo lugar cuatro años después. Mis hermanos y yo testificamos a su favor, y el jurado lo declaró inocente de asesinato capital, lo que significaba que no sería ejecutado. No puedo expresar el alivio que sentí al saber que no iba a perder a papá de esa manera. Sin embargo, lo encontraron culpable del cargo de asesinato en menor grado, que conllevaba cadena perpetua. A pesar de esto, todos sabíamos que pronto sería puesto en libertad condicional; habíamos hecho todo lo posible durante todos esos años para regresar a papá a casa, así que estábamos muy emocionados porque eso estaba a punto de suceder, y porque pronto vendría a vivir con nuestra familia.

Mientras lo visitaba antes de su liberación, le pedí que aclarara algunas de las cuestiones que habían surgido durante el juicio. Dijo que podía preguntarle cualquier cosa; pero cuando llegué a una pregunta en particular, me miró directamente a la cara y dijo: «Jim, lo hice, y ella se lo merecía»; me sorprendió, estaba confesando el hecho y ni siquiera se arrepentía de ello. Le estaba echando la culpa a mamá; pensó que él era la víctima porque estaba en prisión. Yo estaba furioso, quería que supiera que él no era la víctima; mi madre, que yacía bajo tierra, ella era la víctima. No puedo describir lo traicionados que todos nos sentimos porque nos estuvo mintiendo durante todo ese tiempo; se sentía como si todos estuviéramos llorando a mamá por primera vez, porque cuando papá fue arrestado, toda la atención se volcó hacia él. Mi familia protestó su libertad condicional, por lo que la junta de libertad condicional se la negó. Volví a verlo en la cárcel para decirle que volvería a prisión, no al corredor de la muerte donde estaba a salvo de otros prisioneros; sino a una prisión de máxima seguridad por el resto de su vida. Le dije que nunca nos volvería a ver; habíamos estado visitándolo todos estos años, escribiéndole y poniendo dinero en su cuenta de la prisión; él había sido parte importante de nuestras vidas… pero ahora le dabamos la espalda.

Dejar el gancho

Después de cuatro años sin contacto, volví a ver a papá en prisión. Ahora yo tenía mi propio hijo, y jamás había pasado por mi cabeza la idea de lastimarlo. Digo esto porque me enteré de que papá también había contratado a esos hombres para matarnos a mis hermanos y a mí. Quería algunas respuestas, pero lo primero que hizo al verme fue disculparse conmigo por lo que nos había hecho a mamá, a mis hermanos y a mí. Era un hombre que nunca había pedido perdón por nada. No podía creerlo, pero aprendí que cuando escuchas a alguien decir que lo siente, comienzas a sanar. Lo siguiente que dijo fue: «Jim, finalmente entregué mi vida a Dios y me convertí al cristianismo, después haber tocado fondo en prisión».

Durante el año siguiente, visité a papá una vez al mes. Durante ese tiempo, pasé por un proceso de perdón. A primera vista, me parecía imposible poder perdonar a papá por matar a mi madre. Trabajo con muchas víctimas de delitos, lo que he aprendido es que, si no perdonas a un ofensor o a alguien que te ha lastimado, te amargas, te enojas y te deprimes. No quería que papá me controlara más, así que lo perdoné; no para dejarlo libre, sino para liberarme a mí. No quería ser ese hombre amargado, enojado y deprimido. En el proceso de reconciliación, perdoné en nombre de mamá, hablé por ella pues le habían quitado su voz. Durante ese año, mientras hablábamos sobre los problemas, vi un cambio de vida en papá.

Aproximadamente un año después de reanudar el contacto, recibí una llamada del capellán de la prisión diciéndome que papá había sufrido un aneurisma cerebral; se encontraba con muerte cerebral, así que tuvimos que tomar la decisión de quitarle el soporte vital, lo que suena fácil; pero no lo fue. A pesar de todo, todavía lo amaba. Reclamamos su cuerpo para no atravesar por la mala fortuna de tener a nuestro padre enterrado en los terrenos de la prisión. Nos sorprendió ver al alcaide y al capellán de la prisión en el funeral. Ellos nos dijeron que, por primera vez, se había aprobado tener un servicio conmemorativo para nuestro padre en la capilla de la prisión. Cuando llegamos, nos sentamos en la primera fila con 300 reclusos detrás de nosotros, rodeados de guardias; durante las siguientes tres horas, los hombres se acercaron al micrófono, uno por uno, nos miraron directamente a la cara y nos contaron sus historias de cómo se habían vuelto a Cristo porque papá había compartido su fe con ellos y cambiado sus vidas. Mi padre, al admitir y arrepentirse de sus malas decisiones, al asumir la responsabilidad de sus acciones y pedirle perdón a Dios, había llevado su vida a una nueva dirección, y había guiado a otros con él. Cuando escuchas a una persona decir eso, es poderoso, pero escucharlo de 300 es abrumador.

Comencé a hablar en iglesias, prisiones y programas de justicia restaurativa, a víctimas y delincuentes que desean rehabilitarse, compartiendo nuestra historia de restauración después de un proceso de perdón. He sido testigo una y otra vez de cómo las personas pueden cambiar. Cuando cuento nuestra historia, puedo honrar a nuestros padres: a mamá por el impacto positivo que tuvo en nuestras vidas y a papá por su decisión de arrepentirse verdaderamente de sus pecados. El final de nuestra historia pudimos ver cómo Dios puede tomar situaciones horribles y convertirlas en buenas; lo que hemos aprendido acerca del arrepentimiento y el perdón nos ha hecho mucho mejores esposos y padres, porque trabajamos para dar a nuestras familias algo mejor. Hemos aprendido a través de esta amarga experiencia que, para arrepentirse verdaderamente, tienes que seguir arrepintiéndote, y para perdonar verdaderamente, tienes que seguir perdonando; no una vez, sino constantemente.

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By: Shalom Tidings

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Ago 22, 2023
Evangelizar Ago 22, 2023

La otra noche tuve el privilegio de participar en una de las sesiones de escucha de la fase continental del proceso sinodal. La base de nuestra discusión fue un extenso documento producido por el Vaticano después de haber recopilado datos y testimonios de todo el mundo católico. Como he estado estudiando y hablando sobre la sinodalidad, disfruté mucho el intercambio de puntos de vista. Pero me encontré cada vez más incómodo con dos palabras que ocupan un lugar destacado en el documento y que dominaron gran parte de nuestra discusión; a saber: «inclusión» y «acogida».

Una y otra vez, escuchamos que la Iglesia debe convertirse en un lugar más inclusivo y acogedor para una variedad de grupos: mujeres, personas LGBT+, divorciados y vueltos a casar civilmente, etc. Pero todavía tengo que encontrar una definición precisa de cualquiera de los dos términos. ¿Cómo sería exactamente una Iglesia acogedora e inclusiva? ¿Siempre llegaría a todos con un espíritu de invitación? Si es así, la respuesta parece obviamente ser sí. ¿Siempre trataría a todos, sin importar su origen, etnia o sexualidad, con respeto y dignidad? Si es así, de nuevo, la respuesta es sí. ¿Esta Iglesia escucharía siempre con atención pastoral las preocupaciones de todos? Si es así, afirmativo. Pero, una Iglesia que exhiba estas cualidades ¿alguna vez representaría un desafío moral para aquellos que buscan entrar? ¿Ratificaría el comportamiento y las opciones de estilo de vida de cualquiera que se presente para la admisión? ¿Abandonaría efectivamente su propia identidad y lógica estructurante para acomodar a todos y cada uno de los que se presenten? Espero que sea igualmente evidente que la respuesta a todas estas preguntas es un rotundo no. La ambigüedad de los términos es un problema que podría socavar gran parte del proceso sinodal.

Para juzgar este asunto, sugeriría que miremos no tanto el medio ambiente cultural de la actualidad, sino a Cristo Jesús. Su actitud de acogida radical se manifiesta con gran claridad en su comunión de mesa abierta; es decir, su práctica constante, contracultural en extremo, de comer y beber no sólo con los justos, sino también con los pecadores, con los fariseos, con los cobradores de impuestos y prostitutas. Estas comidas de comunión sagrada, Jesús las comparó incluso con el banquete del cielo. A lo largo de su ministerio público, Jesús se acercó a los considerados inmundos o malvados: la mujer junto al pozo, el ciego de nacimiento, Zaqueo, la mujer sorprendida en adulterio, el ladrón crucificado a su lado, etc. Entonces, no hay duda de que era hospitalario, cortés y sí, acogedor con todos.

De la misma manera, esta inclusividad del Señor fue acompañada de manera inequívoca y consistente por su llamado a la conversión. De hecho, la primera palabra que sale de la boca de Jesús en su discurso inaugural en el Evangelio de Marcos no es «¡Bienvenido!» sino más bien «¡Arrepiéntanse!» A la mujer sorprendida en adulterio, Él le dijo: “Vete y no peques más”; después de encontrarse con el Señor, Zaqueo prometió cambiar sus caminos pecaminosos y compensar generosamente sus fechorías; en presencia de Jesús, el buen ladrón reconoció su propia culpa; y Cristo resucitado obligó al principal de los apóstoles, que tres veces lo había negado, a afirmar su amor tres veces.

En una palabra, hay un notable equilibrio en la pastoral de Jesús entre la acogida y el desafío, entre la promoción y la llamada al cambio. Es por eso que caracterizaría su enfoque no simplemente como “inclusivo” o “acogedor”, sino más bien como amoroso. Tomás de Aquino nos recuerda que amar es “querer el bien del otro”. En consecuencia, quien ama verdaderamente a otro se acerca con bondad, sin duda, pero al mismo tiempo no duda, cuando es necesario, en corregir, advertir, incluso juzgar. En una ocasión le preguntaron a mi mentor, el cardenal Francis George, por qué no le gustaba el sentimiento detrás de la canción: «Todos son bienvenidos». Él respondió que pasó por alto el simple hecho de que, aunque todos son bienvenidos en la Iglesia, es «en los términos de Cristo, no en los suyos».

Una preocupación general que tengo, muy relacionada con el uso constante de los términos «acogida» e «inclusividad», es la superación de la doctrina, la antropología y el argumento teológico real, por el sentimiento. O para decirlo de otra manera: la tendencia a psicologizar los asuntos en consideración: La Iglesia no prohíbe los actos homosexuales porque tenga un miedo irracional a los homosexuales; ni niega la comunión a quienes tienen arreglos matrimoniales irregulares porque disfruta siendo excluyente; ni rechaza la ordenación de mujeres porque los viejos gruñones en el poder simplemente no soportan a las mujeres. Para cada una de estas posiciones, la Iglesia articula argumentos basados ​​en las Escrituras, la filosofía y la tradición teológica, y cada una ha sido ratificada por la enseñanza autorizada de obispos en comunión con el Papa. Cuestionar todas estas enseñanzas asentadas porque no corresponden a los cánones de nuestra cultura contemporánea sería poner a la Iglesia en una verdadera crisis. Y sinceramente no creo que esta sacudida de los cimientos fuera lo que el Papa Francisco tenía en mente cuando llamó a un sínodo sobre la sinodalidad.

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By: Obispo Robert Barron

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Abr 12, 2023
Evangelizar Abr 12, 2023

La semana pasada me reuní con los decanos de nuestra diócesis para discutir una serie de temas; el más destacado fue el proceso para fusionar algunas de nuestras parroquias y reorganizar otras en grupos. Estos movimientos que han estado ocurriendo en los últimos años, son necesarios por una serie de factores: la disminución del número de sacerdotes, los cambios demográficos en nuestras ciudades y pueblos, la situación económica, etc. Y conforme fui expresando mi aprobación en algunos de estos cambios, pedí a los decanos que, para cada estrategia de consolidación, también hubiera una estrategia de crecimiento.

Simplemente me niego a aceptar el hecho de que yo, o cualquier otro obispo, debería presidir la decadencia de nuestras iglesias. Por su propia naturaleza, el cristianismo es centrífugo, con tendencia a estar en salida, con un propósito y alcance universal. Jesús no dijo: “Predica el Evangelio a un puñado de tus amigos” o “proclama la Buena Nueva a tu propia cultura”. Lo que en verdad dijo a sus discípulos fue: “Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan pues, y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28:18–19). También enseñó a sus seguidores que incluso las puertas del mismo infierno no prevalecerían contra la Iglesia luchadora que Él estableció. Por lo tanto, mantener las cosas como están, manejar el declive o mantenerse a flote, no es en absoluto lo que Jesús quiere o espera de nosotros.

Permítanme decir, enseguida, que la expansión de nuestra Iglesia no es en modo alguno responsabilidad exclusiva de obispos y sacerdotes. Como enseña claramente el Vaticano II, todo católico bautizado tiene el encargo de ser evangelizador; así que estamos todos juntos en esto. Por lo tanto, ¿cuáles son algunas de las estrategias de crecimiento que puede emplear cualquier católico? Lo primero que destacaría es simplemente esto: Cada familia que asiste regularmente a Misa debe asumir la responsabilidad evangélica de traer a otra familia a Misa el próximo año. Todo fiel asistente a Misa que lea estas palabras conoce a personas que deberían ir a Misa y no lo hacen. Pueden ser sus propios hijos o nietos. Pueden ser compañeros de trabajo que alguna vez fueron fervientes católicos y que simplemente se alejaron de la práctica de la fe, o tal vez personas que están enojadas con la Iglesia. Es necesario que cada uno identifique estas ovejas descarriadas y se asegure de que su propio desafío evangélico sea traerlas de regreso a Misa. Si todos hiciéramos esto con éxito, duplicaríamos el tamaño de nuestras parroquias en un año.

Una segunda recomendación es orar por la expansión de la Iglesia. Según las Escrituras, nada que sea grande se ha logrado sin oración. Pidan pues al Señor con insistencia, con fervor, incluso con terquedad, que haga volver a sus ovejas descarriadas. Así como tenemos que rogar al dueño de la mies para que envíe obreros a recoger su cosecha, así tenemos que rogar para que aumente su redil. Yo quisiera alentar a los ancianos y a quienes están confinados en su casa, en cada parroquia, a asumir esta tarea específica. Y podría pedir a los que practican regularmente la Adoración Eucarística que dediquen quince o treinta minutos al día a pedirle al Señor este favor específico; o podría sugerir a los planificadores de la liturgia, que incluyan peticiones para el crecimiento de la parroquia en la oración de los fieles de la misa dominical.

Un tercer llamado es invitar a los buscadores de respuestas a plantear sus preguntas. Sé por muchas experiencias concretas que he vivido en los últimos veinte años, que muchos jóvenes, incluso aquellos que han mostrado ser hostiles a la fe, en realidad están profundamente interesados en la religión. Así como Herodes escuchaba la predicación de Juan el Bautista en prisión, también quienes muestran ser aparentemente antirreligiosos visitarán sitios web cristianos y prestarán atención a lo que se está discutiendo. Así que los animo a preguntar a quienes se han desafiliado, por qué ya no asisten a Misa. Puede que se sorprendan de lo dispuestos que están a responder. Pero entonces, tendrán que escuchar la recomendación de San Pedro: “Estén siempre preparados para responder a cualquiera que les demande razón de su esperanza” (1Pe 3,15). En otras palabras, si los animan a preguntar, es mejor que estén preparados para dar algunas respuestas. Esto significa que tendrán que profundizar en su teología, apologética, Escrituras, filosofía y la historia de la Iglesia. Si eso suena desalentador, recuerden que en los últimos veinticinco años ha habido una explosión de literatura en estas áreas, enfocándose precisamente en el tipo de preguntas que los jóvenes buscadores de respuestas tienden a hacer… y la mayor parte está disponible en línea.

Una cuarta y última sugerencia que deseo compartirles es simplemente esta: Sean amables. Sherry Waddell, autor del libro “Formando discípulos con intención”, que se ha convertido en un clásico moderno en el campo de la evangelización, dice que un primer paso crucial para traer a alguien a la fe es establecer la confianza. Si alguien piensa que eres una persona buena y decente, es mucho más probable que te escuche hablar sobre tu fe. ¿Puedo ser franco? Incluso la mirada más casual a las redes sociales católicas revela una gran cantidad de comportamientos desagradables. Demasiados parecen decididos a pregonar su propia corrección, centrándose en cuestiones limitadas que son ininteligibles e irrelevantes para la mayoría de las personas, así como decididos a derribar a sus enemigos. Me temo que esta realidad en las redes sociales puede ser una amplificación de las actitudes de la Iglesia fuera del espacio digital. Estas actitudes son enemigas de la evangelización. Un colega mío ha relatado que, en sus conversaciones con los alienados y no afiliados, lo que los mantiene alejados de la Iglesia es su experiencia de lo que describen como mezquindad de parte de los creyentes. Así que, tanto en línea como en la vida real, sé amable. Nadie estará interesado en escuchar acerca de la vida de fe de personas obviamente amargadas e infelices.

Entonces, tenemos nuestras órdenes de marcha: Proclamar al Señor Jesucristo a todas las naciones. Comencemos con nuestras propias parroquias, nuestras propias familias; y nunca nos permitamos quedar conformes solo manteniendo el status quo.

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By: Obispo Robert Barron

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Abr 12, 2023
Evangelizar Abr 12, 2023

Deja que Dios escriba una hermosa historia en tu vida

Era un hermoso día de verano en el que nos relajábamos y platicábamos con amigos, mientras los niños reían y jugaban en el arroyo. Nuestros amigos nos contaron con orgullo sobre su hijo mayor que se había ido a México para continuar su carrera de odontología, porque era más asequible en su país de origen. Su hijo les había compartido sobre los nuevos amigos que estaba haciendo. Una de las chicas que había conocido lo dejó asombrado por su comportamiento y actitud, que no coincidía con sus valores conservadores, así que decidió apartarse de ella. Ellos se sentían muy orgullosos de su hijo, porque había sido capaz de percibir que no era una buena idea continuar con la amistad, o siquiera relacionarse con esa chica. Podía entender su precaución, pero yo tenía una perspectiva diferente, porque alguna vez fui ‘esa chica’.

Creciendo

Nací en un pequeño pueblo en Quebec, que habría sido un gran lugar para formar una familia. Desafortunadamente, mis padres se divorciaron cuando tenía tan solo dos años. Así fue como crecí con mi mamá y su pareja; y solo visitaba a mi papá una vez cada quince días. Siempre sentí una falta de amor y nunca me presentaron realmente a Jesús. Aunque mis padres eran católicos, mi madre solo se aseguró de que recibiera mis sacramentos, jamás me llevaba a misa los domingos, ni orábamos en casa, ni siquiera el rosario o dar las gracias por los alimentos. Mi fe era bastante básica. Mi padre era italiano, pero creció en Canadá. Su madre era una católica devota que nunca dejó pasar un día sin haber rezado. Es una pena que jamás haya seguido sus pasos. Aun así, Dios tenía otros planes para mí, supongo.

Conforme fui creciendo, me sentí rechazada por los otros niños debido al color de mi piel. Mi madre era de Costa Rica, por lo que no era la típica francocanadiense. Sin embargo, me las arreglé para hacerme de muchos amigos, aunque no todos fueron una buena influencia. Cuando entré a la pubertad, me convertí en una joven atractiva que aparentaba más años de los que en realidad tenía. Me aproveché de esto para volverme popular y no tuve problemas para conseguir novios. Mi mamá jamás me dio la educación sexual que necesitaba, y el ambiente en el que vivía no era conservador. Conforme pasó el tiempo, sufrí decepción tras decepción. Me sentía vacía. Mi “alegría” siempre era temporal y muy pronto terminaba en los brazos de alguien más.

Buscando el amor

Cuando por fin terminé la secundaria, decidí tomarme un año sabático e irme a Costa Rica a vivir con mi tía antes de empezar la universidad. Como ya tenía un trabajo de medio tiempo para comprar mi propia ropa de moda, maquillaje, perfume, etc., ahorré dinero para financiar el viaje y aprender español en una academia. Llegué durante la temporada navideña, por lo que se estaban llevando a cabo muchas festividades. Como mis relaciones con los hombres siempre terminaban mal, decidí (a mis 18) que había terminado con los hombres; así que decidí mejor pasar el tiempo con mi familia; pero Dios, tenía otros planes para mí.

Cinco días después de mi llegada, mi primo me llevó a un restaurante-bar donde se encontraría con algunos amigos. Tan pronto nos sentamos, un chico muy apuesto me sonrió. Me sonrojé y le devolví la sonrisa. Preguntó si podía acompañarnos y acepté con gusto. Ambos sentimos una conexión instantánea y acordamos volver a vernos al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente y así sucesivamente. A pesar de nuestras diferencias culturales, teníamos mucho en común y logramos conectar de una manera que no creíamos que sería posible. Él me dijo: “Lo que más me importa es lo que hay en tu cabeza y en tu corazón”. Nadie me había dicho algo así antes.

William y yo nos volvimos inseparables. Incluso me invitó a ir a Misa con él antes de ir a cualquier otra parte. Aunque en realidad no prestaba atención, igual me agradaba porque estaba con él. Luego me invitó a hacer una peregrinación con su familia a la Basílica de Cartago, lo que significaban 4 horas de caminata. De nuevo, en realidad no fui por mi fe.

Un corazón desbordado

Estaba asombrada de ver a miles y miles de personas llegando a la iglesia para pedir favores a la Bendita Virgen María, o dándole las gracias por los milagros que habían recibido. Era increíble: Todos y cada uno de ellos entraban a la iglesia, se arrodillaban o avanzaban sobre sus rodillas todo el camino desde el pasillo hasta el altar. Cuando llegó nuestro turno me sentía perfectamente bien, pero tan pronto mis rodillas tocaron el suelo, sentí que me faltaba el aire. Se me hizo un gran nudo en la garganta y exploté en llanto. Lloré como un bebé todo el camino hasta el altar. William me miró preguntándose que estaba sucediendo, pero no dijo nada. Cuando salimos de la iglesia, su madre, Sandra, me preguntó qué había pasado. “No lo sé”, suspiré. Ella me dijo que Jesús había visitado mi corazón. Yo sabía que ella estaba en lo correcto. Fue como haberme encontrado con una persona a la que amas profundamente, después de una larga separación. Algo sobrenatural, fuera de mi control, se estaba apoderado de mí.

A partir de ese momento me sentí como una nueva persona y mi vida tenía ahora un nuevo comienzo. William me llevó a confesarme por primera vez desde mi Confirmación a los 11 años. Mi lista era larga… Pienso que el sacerdote quiso retirarse tras oír mi confesión. ¡Tenemos mucho trabajo por hacer! -dijo.

William y yo nos casamos 4 años después y Dios nos bendijo con 3 hermosos hijos. En 2016 consagramos nuestra familia al Inmaculado Corazón de María. Mi fe ha seguido creciendo; comencé a servir en la Iglesia en diversos ministerios: más recientemente como catequista. Dios realmente dio un giro a mi vida hacia una dirección diferente. Él continúa puliendo mi alma, transformándome en Su obra maestra. Incluso los momentos de dificultad han sido parte de su plan. Cuando abrazo mi cruz y lo sigo, Él me conduce hacia su reino. Jesús me eligió para servir como Él lo hizo.

Cuando ofrezco mis pequeñas molestias y humillaciones en sacrificio por Él, las convierte en algo tan hermoso que ni siquiera podría imaginar, así como me ha cambiado a mí.

Mientras reflexionaba sobre lo que habían dicho mis amigos, pensé en mi vieja yo, en lo perdida que estaba y en la manera tan drástica que Dios trasformó mi existencia a través de la vida de William. Les aconsejé que animaran a su hijo a no rechazar una amistad de manera tan precipitada, sino que permitiera que la luz de Dios iluminara sus almas. Tal vez, Él tenga un plan…

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By: Claudia D’Ascanio

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Abr 12, 2023
Evangelizar Abr 12, 2023

¿Abrumado por las incertidumbres de la vida? Anímate. Una vez estuve ahí – pero Jesús me enseñó el camino indicado.

Tenía treinta y tantos, paseaba con mi vestido favorito por el centro de la ciudad, con un vaporoso estampado azul cielo que me hacía lucir bien, o al menos eso pensaba, por lo que lo usaba con frecuencia. Sin advertencia alguna distinguí mi reflejo en el aparador de una tienda. Asustada por lo que vi, traté de apretar el estómago; pero no resultó. No podía hacer nada, había bultos por todas partes de mi cuerpo. Mis piernas parecían jamones debajo del dobladillo. Me odiaba a mí misma.

Despreocupada

Mi manera de comer y mi peso se habían disparado, saliéndose por completo de control; y más allá de eso, toda mi vida era como un tren descarrilado. Mi divorcio había destruido mi reciente y breve matrimonio. En el exterior pretendía que todo estaba bien, pero por dentro estaba destrozada.

Aislada tras paredes de grasa, no compartí mi angustia con nadie. Para adormecer mi dolor, bebía alcohol, trabajaba y comía en exceso. Los sucesivos intentos de someterme a una dieta solo me llevaron a caer en otro ciclo de obsesión, autocompasión y atracones compulsivos.

Y, debajo de todos esos escombros, los problemas espirituales aumentaron. Aún me llamaba a mí misma católica, pero vivía como una atea. Para mí, Dios estaba muy cómodo allá arriba, lejos y sin darle la menor importancia a mis problemas. ¿Por qué habría de confiar en Él en lo más mínimo? Me presentaba a la Misa dominical solo cuando visitaba a mis padres, para hacerles creer que practicaba mi fe con fidelidad. Lo que en realidad sucedió fue que arruiné mi vida al dejar de pensar en Dios, y seguí adelante haciendo lo que me daba en gana.

Pero el escalofriante recuerdo de mi reflejo en esa ventana me perseguía. Una nueva inquietud se apoderó de mi alma: Un cambio era necesario, pero ¿cuál? No tenía ni idea. Tampoco tenía idea de que Dios mismo se estaba moviendo en ese momento, y comenzaba a exponer todo el dolor de mi corazón con sus gentiles dedos.

Enfrentándome a Goliat

En el trabajo, una mujer me compartió su incomodidad por su alimentación y su peso, y en ese momento conectamos. Un día, ella mencionó que había comenzado a asistir a un grupo de 12 pasos. En el grupo le enseñaron que el desorden alimenticio está relacionado con nuestra vida emocional y espiritual; por lo que para perder peso y mantenerse, se deberían atender también esas cuestiones. Ese enfoque integrado me atrajo. A pesar de mi rechazo al grupo, probé ir a algunas reuniones. Pronto me enganché, comencé a asistir con regularidad y, aunque rara vez hablaba en las reuniones, llegué a experimentar en mí algunas de las ideas que escuchaba. Este enfoque funcionó de alguna manera; unos meses después me emocioné al ver que mi peso comenzó a bajar. Sin embargo, aunque no admití esto ante nadie, me encontré compitiendo con un vicioso Goliat que atentaba con destruir mi progreso.

Mientras estaba en mi trabajo comencé a seguir un plan alimenticio que me permitía comer de manera moderada y minimizar las tentaciones. Pero todos los días a las 5:00 p.m. sentía que moría de hambre. Me apresuraba para ir a casa y volaba hacia una agitación por lograr rellenar mi cara de comida, sin parar hasta colapsar en mi cama. Impotente por esta bestia y aterrada de que los kilos se acumularían sin demora, terminaba disgustada conmigo misma. ¿Qué debería hacer? No tenía idea. El sombrío patrón continuó, y la desesperanza se apoderó de mí.

Una idea apareció

Entonces, inesperadamente, el pensamiento más extravagante apareció en mi cabeza. En lugar de ir directamente a casa desde el trabajo, podría alcanzar la Misa de las 5:15 p.m. Al menos eso pospondría mi atracón y lo reduciría una hora menos. Al principio esta idea parecía patética ¿No sería esto un recurso provisional y absurdo? Pero sin otras opciones a la vista, la desesperación me impulsó a intentarlo. Pronto estaba asistiendo a Misa y recibiendo la Sagrada Comunión todos los días.

Mi único objetivo era reducir mis atracones. Aparentemente, para Jesús eso era suficiente. Verdaderamente presente en Su Cuerpo y Sangre, Él me esperaba allí, complacido de que hubiera regresado. Fue hasta mucho tiempo después que pude darme cuenta de que Dios también tenía un plan en todo esto: uno increíblemente más elevado, más amplio y profundo que el mío. Él sabía exactamente lo que necesitaba y cómo dármelo.

Con tierno cuidado, Jesús usó mi desesperación para llevar mis vacilantes pies a tierra firme, y comenzó en mí lo que sería un largo proceso para sanar mi corazón y conectarlo con el suyo. En la Misa de cada día me alimentó con Su propia Carne y Sangre, comenzó a remediar mis males bañándome con sus gracias sobrenaturales, irradiando su luz en mi oscuridad, y equipándome para combatir el mal que me amenazaba.

Al fin libre

Sus gracias Eucarísticas me encendieron y vigorizaron, elevando mi participación en el programa a un nuevo nivel. Antes, solo había incursionado; ahora había brincado con ambos pies y, a medida que pasaron los días, me encontré con dos regalos que resultaron ser indispensables: una comunidad que me respaldaba y se quedaba conmigo en los días buenos y en los malos, así como un arsenal de estrategias prácticas. Sin todo esto, me habría desanimado y dado por vencida. Pero en lugar de eso, por un largo período, a medida que aprendí a dejar que Jesús fuera el Salvador que había dado su vida por mí, a medida que mis amigos de los doce pasos me enriquecieron y fortalecieron, y que usé las herramientas y la sabiduría que me habían dado, encontré la libertad de mi desorden alimenticio, así como un plan estable y duradero de recuperación que continúa hasta el día de hoy.

En este proceso, la fe que alguna vez solo existía en mi cabeza había pasado a mi corazón, y la falsa imagen que tenía de un Dios remoto e indiferente, se desmoronó en pedazos. Jesús, Bendito Salvador que continúa encaminándome a Él, convirtió gran parte de mi amargura en dulzura. Hasta hoy, mientras siga cooperando, Él continuará transformando otros baches y baldíos que me impiden florecer. ¿Qué hay de ti?, ¿a qué obstáculos imposibles te enfrentas hoy?

Ya sea que te preocupe tu alimentación, te angustie que un ser querido se haya apartado de la fe, o sientas que estás siendo aplastado por otras cargas, anímate. Abraza en adoración a Jesús en la Sagrada Eucaristía. Él está esperándote. Entrégale tu dolor, tu amargura y tus desórdenes; Él anhela ayudarte, así como me rescató a mí de todas mis angustias. Ningún problema es demasiado grande o pequeño para Él.

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By: Margaret Ann Stimatz

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Sep 02, 2021
Evangelizar Sep 02, 2021

¡Entra por el oído y directamente al corazón!

Una manera asombrosa de renacer hoy tu alma.

Mis visitas como trabajadora de cuidado pastoral, ofreciendo oraciones a través de la liturgia y la música a las residencias de ancianos, en especial con los que necesitan cuidados continuos, siempre están llenas de una mezcla de emociones encontradas. Se me advierte que estos residentes pueden pasar horas o incluso días sin responder.

Cuando veo a los participantes, tan frágiles y golpeados por las distintas batallas de la vida, esperando a su hora, con los ojos fijos en la “nada”, hay una parte de mí que duda que lo que les he preparado les sea de gran provecho.

Sin embargo, en muchas ocasiones me he equivocado. Tan pronto comienzan a escuchar cantos como Sublime Gracia (Amazing Grace), Qué grande eres (How Great Thou Art), Un día a la vez y otros himnos muy queridos, las cabezas se levantan, los ojos empiezan a abrirse o empiezan a parpadear y las lágrimas corren por sus mejillas.

Nunca  olvidaré

Una vez, un caballero frágil y paralizado estaba sentado en una silla cómoda y me agarró de la mano y me la apretó con fuerza. Algunas de mis lágrimas rodaron ese día. Otro, que se había mostrado reticente y hostil, cantó alegremente la canción, una y otra vez, con su espléndida voz de barítono hasta que algunos residentes le hicieron callar, quienes se sintieron molestos por su “ruido” y luego me guiñaron un ojo y con su pulgar me mostraron su aprobación.

Según unos estudios sobre la demencia, en sus diferentes etapas, revelan que la música ayuda a las personas a conectarse con sus buenos recuerdos y está demostrando ser una medicina efectiva. Las melodías las recuerdan incluso después de haber olvidado los nombres, las caras y las palabras.

A veces olvidamos el poder de la música para despertar esa parte del cerebro: provocar las respuestas, reconectarse con los seres queridos y mejorar la concentración. Aumenta la felicidad y disminuye la fatiga, haciendo que desaparezca la oscuridad y el velo que nos separa de lo que queremos olvidar y de lo que queremos recordar se haga más transparente.

El Centro Clay de Salud Mental para jóvenes dice que la música es la terapia de arte mejor estudiada y ayuda a reducir la ansiedad, la depresión, el trauma, la psicosis y el estrés. La música ayuda a sanar.

Canta para Él

El sermón del obispo Brewer del domingo, 4 de octubre del 2015 cita algunos de los distintos propósitos que la música ofrece para nuestras vidas. Dice que la música nos enseña el evangelio; nos conecta con Dios de formas únicas; nos permite expresar nuestro amor a Dios con todo nuestro ser y si se usa para la adoración, cumple el mandato de Dios. Afirma además que la música que honra a Dios hará que nuestro corazón cante. Y cuando nuestro corazón canta, se lleva a cabo la adoración. Nos transformamos por dentro.

He descubierto que esto es verdad. Pertenezco a un grupo de oración donde nos reunimos todos los viernes para  alabar y para  adorar a nuestro Señor, que también son servicios que ofrecemos en nuestra comunidad. En los últimos 23 años, hemos compartido la música juntos que nos ha llevado a una comunión más profunda con Dios.

Mi transformación personal  ha sido en parte debido a la alabanza y la adoración. Cuando canto al Señor, el Espíritu Santo revela mis verdades y mis necesidades de cambiar mi interior. Soy más consciente de mi necesidad de recibir la gracia de Dios y lloro al ver mis pecados, pero me llena de gozo el ser consciente de que el Señor venció el pecado y la muerte. Cuando estoy deprimida, la música me reconforta; cuando lucho contra las batallas, me da la fuerza y ​​la fe para seguir adelante. Cuando estoy alegre, la música me inspira a bailar y a compartir mi esperanza con los demás y cuando el diablo me tienta, la alabanza y la adoración lo detienen en seco.

La base de la armonía

Si quieres profundizar más, lee el artículo escrito por John Michael Talbot en Music of God (La Música de Dios). Dice: “Dios es la música espiritual perfecta. Muchas de las principales religiones del mundo dicen que Dios creó el universo a través de la música. Pero la música de la que hablan no es una mera canción terrenal. Es profundamente espiritual y mística. Los místicos dicen que en el estado sobrenatural se puede ver el sonido y oír el color. Esta era nuestra forma original y lo volverá a ser en la eternidad. Esta música armoniosa es parte del ser mismo de Dios.

“Dios es una armonía perfecta autosuficiente, trascendente y es bondad eterna y un amor desinteresado. Este asombroso equilibrio y pacífica armonía se manifiesta perfectamente en la Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es una lógica perfecta, pero más allá del alcance de la simple lógica». Según otro compositor de música, la armonía está ordenada por Dios; la base de la armonía es una tríada, un trío de notas que están unidas perfectamente entre sí.

Es posible que no hayamos tenido mucha música en el 2020 debido al COVID 19; muchos de nosotros hemos perdido el ritmo de la vida, al ser superado por las incertidumbres y nuestras vidas al ser desgarradas por notas discordantes de pérdidas y de dudas. Pero a todos nos anima que en el año 2021 debemos recuperar lo que hemos perdido y redescubrir la esperanza, la confianza y la fe en lo que Dios nos ordenó que fuésemos: una creación de armonía, paz y alegría.

Es posible que la pandemia del coronavirus nos haya desviado, pero recordemos una vez más lo que nos dice el Apocalipsis 5, 8-9: “Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un cántico nuevo.”

Cantemos nuestras viejas canciones de nuevo o creamos algunas nuevas mientras continuamos componiendo música para el Señor, para que podamos unirnos al coro celestial. Si dejamos ir nuestro falso yo discordante, impulsado por el ruido y el miedo y buscamos a Dios en su lugar, lo escucharemos y nos hablará de nuevo con una melodía pacífica de confianza y de buenas nuevas con gratitud.

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By: Dina Mananquil Delfino

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Sep 02, 2021
Evangelizar Sep 02, 2021

El ROSARIO es una íntima conversación espiritual que tú tienes con la Santísima Virgen María y con DIOS para presentar tus miedos, tus necesidades y deseos. El Rosario te da a TI el poder espiritual para lograr lo que quieras en la vida y superar lo imposible.

Esta conversación espiritual meditativa se puede hacer en cualquier momento y en cualquier lugar. Puedes hacerlo en grupo o solo. Puedes rezar el Rosario con tus hijos, con tu cónyuge o la persona con quien estás saliendo y con tus amigos. Puedes hacer que sea un asunto familiar. También puedes recitar el Rosario mientras cocinas, conduces, tomas el transporte público, esperas en fila, o tomas una ducha. No hay límites a donde puedes rezar el Rosario.

Cada vez que rezas el Rosario, te vuelves más fortalecido espiritualmente, obtienes más sanidad, más confianza, más inspiración, más cambios milagrosos en tu vida, más conciencia espiritual y más gracias divinas en tu vida. ¡SÍ…el Rosario lleva PODER MILAGROSO!

Recitar el Rosario trae paz para ti y para el mundo, y te da un propósito superior, fuerza, victoria, sanidad, milagros, serenidad, claridad, determinación, visión, unidad y armonía para ti y para tu familia. ¡más bendiciones pueden entrar en tu vida cuando recitas el Rosario!

Cada vez que rezas el Rosario, tu alma se llena con renovada esperanza, inspiración, energía y sanación. Soy un testimonio de eso. Cada Ave María es un momento de Gracia, un momento de Misericordia, un momento de Sanación, un momento de esperanza, un momento de gratitud, un momento de humildad y un momento de rendición.

Siempre que tengas dudas, o encuentres un obstáculo para alcanzar tus metas; en cualquier momento que te sientas solo, deprimido o ansioso; Cada vez que te sientas intimidado, rechazado o como si el mundo entero estuviera en contra de ti, reza el Rosario fervientemente con fe y amor en tu corazón para fortalecer tu mente, cuerpo y alma. Esta herramienta de empoderamiento espiritual te animará a no renunciar a ti mismo.

Usa el Rosario para hacer peticiones personales y para orar por las necesidades de los demás y del mundo, especialmente por la sanación. En ese espacio de contemplación y oración, al ofrecer tu gratitud a Dios y a la Santísima Virgen María por los acontecimientos del Evangelio, puedes recibir la orientación espiritual que necesitas.

¡Si no sabes sobre el Rosario, esta es tu oportunidad de descubrir su poder y darle una oportunidad! El Rosario es uno de los mayores legados que puedes dejar a tus hijos y un regalo fantástico para compartir con tu familia y amigos.

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By: Dahla Louis

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Mar 26, 2021
Evangelizar Mar 26, 2021

Mi monasterio administra una escuela y el año pasado se me dio el gran honor de enseñarle Teología a los estudiantes de séptimo grado. Tenía veintidós de ellos en la última hora de clases todos los días de la semana. Ahora, ningún profesor en su sano juicio elegiría enseñar su materia en la última hora de clases, y los estudiantes de séptimo grado superan a los demás grados en intranquilidad. Así que inventamos un juego llamado “Sorprende al Monje” el cual jugábamos los últimos cinco minutos de la clase, con la condición de que durante la clase el grupo se portara muy, muy bien.

La mejor forma de “sorprender al monje” que escuché vino de un niño inquieto, pelirrojo y pecoso llamado Chad: “Si Jesús nos ama tanto,” me dijo “ entonces ¿por qué no simplemente baja del cielo y se aparece ante nosotros?”

“Jesús sí se aparece ante nosotros,” le dije, “cada vez que recibimos la Eucaristía”

“Claro, claro.” Me contestó con un suspiro, “pero lo que estoy preguntando es: ¿por qué no aparece de forma personal, físicamente, y nos visita?”

“¡Sí lo hace!” Le repliqué, “En la Eucaristía Él personal y físicamente baja del cielo y nos visita.”

“Eso no es a lo que me refiero,” dijo, “Yo quiero saber por qué personas como yo no podemos verlo cara a cara.”

“Bueno, Él se muestra así también,” le dije “Sólo tienes que ser paciente.”

Me di cuenta de que Chad no iba a quedar tranquilo tan fácilmente. “Así que usted me está diciendo,” me dijo, “que usted ha visto a Jesucristo cara a cara, en persona, físicamente. ¿Usted lo ha visto? ¿Usted ha visto personalmente a Dios?”

Lo miré a los ojos y le dije “Sí, Chad, lo he visto.”

“¡Bien!” me dijo, “Entonces, ¿Cómo es Jesucristo físicamente?”

Hubo un silencio ansioso en el salón de clases mientras él y otros estudiantes esperaban mi respuesta. Y por un momento o dos, me temí que iba a tener que retractarme de mis palabras. Pero la respuesta me llegó como un regalo del cielo. “Chad,” le dije “He visto a Jesús, cara a cara. Y ¿sabes qué? Se parece mucho a ti.”

“Y así Dios creó a la humanidad en Su imagen, a su semejanza los creó…” (Génesis 1:27)

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By: Padre Augustine Wetta O.S.B

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Feb 05, 2021
Evangelizar Feb 05, 2021

Aquí tienes 3 maneras de ayudarte a pelear en la buena batalla.

¿Por qué a menudo evitamos las cosas que queremos hacer y las que no queremos hacer si las hacemos? San Pablo tampoco pudo averiguarlo (véa Romanos 7:15). ¿Y por qué se necesita una pandemia para eliminar las distracciones no deseadas de nuestras vidas? Parece ser una parte desafortunada de nuestra naturaleza humana. Pero tal vez la pandemia actual que ha traído enfermedades graves y la muerte en todo el mundo pueda ayudarnos a superar algunos aspectos de nuestra naturaleza humana obstinada.

El distanciamiento social ha sido un desafío de varias maneras, pero irónicamente para algunos también ha demostrado ser útil y beneficioso. El mayor tiempo que muchos de nosotros hemos experimentado a solas ha proporcionado oportunidades inesperadas para enfocarnos en lo que es realmente importante y para acercarnos más a Dios. Cuando estas restricciones terminen será demasiado fácil volver a nuestros viejos hábitos. Así que, para mantener cualquier progreso que hayamos hecho, hagamos lo que hacen los buenos católicos: Ensuciemos nuestras las manos, sacudamos el polvo de las cuentas del Rosario, encendamos las velas en el altar de casa y elevemos nuestras mentes en el cielo mientras examinamos tres pasos simples que pueden impedir que perdamos terreno.

Oren sin cesar

Aunque es maravilloso que su vida de oración se haya vuelto más fervorosa durante este tiempo de crisis, recuerde que generalmente es más fácil orar cuando tenemos una intención decidida y apremiante en nuestra mente. Así que, cuando las cosas se alivien, tenga cuidado de no volverse perezoso y perder el fervor.

No cambie su tiempo de oración para que se ajuste a su rutina mientras restablece su nueva vida ‘normal’, cambie su rutina para que se ajuste a su tiempo de oración. Si ha conseguido dedicar más tiempo a la oración, la meditación y la contemplación durante la pandemia, procure mantener su rutina cuando las escuelas y los lugares de trabajo reanuden las operaciones.

Encuentre soluciones que se adapten a sus circunstancias: los podcasts o los CDs que puede tocar en el coche en su viaje diario, el Rosario familiar alrededor del comedor mientras los más pequeños todavía están atados a sus sillas para ninos, lectio Divina con la  familia o lectura bíblica por la noche.

Hacer que el domingo sea más que una obligación

Asistir a la Misa y recibir a nuestro Señor en la Eucaristía suena atractivo para muchos de nosotros en este momento. La falta de acceso a los Sacramentos nos hace anhelar esto. Como dicen, «no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes.»

Pero, ¿conservaremos nuestro anhelo por la Misa una vez que podamos volver a asistir libremente? Nos tomará esfuerzo para acercarnos a cada Misa con la misma intensidad que sentimos ahora. De lo contrario, en algún momento después de que nuestras iglesias sean reabiertas, podemos encontrarnos cada vez más complacientes y tratar nuestra fe como una obligación en lugar del don y privilegio que realmente es.

Reflexionando sobre esta misma idea, Josemaría Escrivá dijo: «Muchos cristianos toman su tiempo y tienen suficiente tiempo libre en su vida social (no hay prisa aquí). También están relajados en sus actividades profesionales (no hay prisa aquí tampoco). Pero, ¿no es extraño cómo esos mismos cristianos se encuentran en tal prisa y quieren apresurar al sacerdote en su ansiedad para acortar el tiempo dedicado al sacrificio más Santo del Altar?»

¿Cómo podemos dedicarle más tiempo a Dios?

Haga que el domingo —todo el día— sea dedicado al Señor. Sí, asista a la Misa, pero no se detenga allí. Construya una comunidad en su parroquia. ¿Qué tal un té por la mañana después de la Misa, o quizás invitar a otra familia católica a su casa para un té o un almuerzo? ¿Tal vez podrías intentar llegar temprano a la Misa, hacer uso del Sacramento de la Confesión, ofrecer un Rosario juntos como familia, o pasar tiempo en oración tranquila?

Reparte los extras

El encierro y el distanciamiento social han alterado drásticamente el número de cosas a las que les dedicamos tiempo.  Tal vez la pandemia nos haya invitado a pensar en las actividades de nuestras vidas. ¿Qué echamos de menos y qué no echamos de menos? ¿Qué necesitamos y qué no?

¿Estamos sobre programados? ¿Todo lo que hacemos nos causa estrés y crea pesadillas logísticas? ¿Nuestros hijos necesitan asistir a todas las actividades extracurriculares que hay? ¿Les estamos fallando si limitamos sus actividades extracurriculares o les estamos haciendo un mayor favor? Tal vez sea hora de reevaluar esas actividades extracurriculares para que pueda encontrar un equilibrio saludable para su familia.

Menos tiempo en actividades estructuradas significa más tiempo no estructurado juntos como familia. Y son las actividades no estructuradas las que nos traen un mejor tiempo de calidad. Juegos de mesa espontáneos, galletas para hornear y paseos en bicicleta no planificados forman los recuerdos que los niños atesoran.

La pandemia nos ha dado la oportunidad de evaluar nuestras vidas y prioridades de oración. Sin duda, el sufrimiento y los desafíos que enfrentamos durante este tiempo irán acompañados de gracia que nos ayudará a hacer cambios para mejor.

No hay tiempo como el presente para hacer un balance de nuestras vidas.

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By: Emily Shaw

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Feb 05, 2021
Evangelizar Feb 05, 2021

Cómo iniciar una conversación con

alguien por quien sientes cariño? quí hay un

consejo simple que no debes perderte.

Alegría de Saborear

He tomado en serio el consejo del apóstol San Pablo de «hablar la verdad con amor» (Efesios 4:15). A menudo, con buenas intenciones, he seguido ese consejo y tratado de compartir la verdad con los demás. Pero muchas veces el resultado ha sido decepción, desacuerdo y malentendido. ¿Alguna vez has experimentado esto? Al meditar sobre por qué he encontrado este resultado negativo, me pregunté qué palabras de sabiduría podría tener mi Madre Santísima para mí, inmediatamente, y en voz alta y clara, escuché sus palabras a los siervos de Caná: «Hagan lo que Él les diga» (Juan 2:5). Pero eso no era todo.

Mientras viajaba por los evangelios con mi mano en la suya, recordé lo que se dice sobre ella en el evangelio de Lucas al final de la narración de la infancia de Jesús: «Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lucas 2:51). Eso me ayudó a empezar a entender por qué mis esfuerzos impulsivos no dieron buenos frutos: Primero necesito observar / estudiar / reflexionar a través de los ojos de María y necesito entender cómo Jesús habló la verdad con amor antes de tratar de imitar su acción. Necesito descubrir y a veces re-descubrir la alegría de saborear la palabra de Dios en lugar de simplemente consumirla. Entonces, ¿cómo habló Jesús la verdad con amor?

Dejo de Frustración

Un ejemplo temprano de Jesús hablando la verdad en el amor es el encuentro de Jesús con el joven rico. En respuesta a la pregunta del joven sobre lo que debe hacer para heredar la vida eterna, Jesús señala los mandamientos que nos llaman a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. De estos mandamientos, el joven dice: «Maestro, todos los que he observado desde mi juventud» (Marcos 10:20).

El punto de partida de Jesús en esta discusión es lo que el joven hace bien, esas acciones, ideas y patrones de pensamiento que en el joven son recomendables y dignos de elogio. Pero la observación más reveladora es lo que sigue. El relato de Marcos nos dice que «Jesús, mirándolo, lo amó» (Marcos 10:21). Aquí se revela el punto de partida de Jesús: el amor. Jesús comienza con el amor por aquel a quien le va a revelar una verdad dura.

Al hablar de asuntos de fe con otra persona, si mi esfuerzo por compartir la Buena Nueva del Evangelio parece no dar fruto, debo admitir que siento frustración. Sin embargo, en esta historia, Jesús, que sabe exactamente cómo el joven va a responder a su invitación, lo mira y lo ama en lugar de experimentar la más mínima irritación. Jesús probablemente sabe en ese momento que el joven va a sentir tristeza y marcharse. Pero tal vez el Señor esté lleno de esperanza de que más tarde el joven pueda ceder a la gracia ofrecida en su encuentro con Jesús.

¿Hacemos lo que Jesús hizo? ¿Comenzamos con amor cuando tenemos una verdad que compartir?

Ese Hombre Eres Tu

Otra lección útil sobre cómo hablar la verdad con amor proviene del Antiguo Testamento en la historia del profeta Natan que confronta al rey David acerca de sus graves pecados de adulterio y asesinato (2 Samuel 12). La pregunta clave en este encuentro es: ¿por qué Natan comienza por contarle a David una parábola acerca de un hombre rico que actúa injustamente hacia un hombre pobre? ¿Por qué no ir directo al grano y decirle a David que ha cometido una grave injusticia contra otro ser humano?

Mientras David escucha la historia ficticia de Natan, aprendemos que se enoja terriblemente con ese hombre que cree se comportó injustamente hacia su prójimo (2 Samuel 12:5). Natan no comienza confrontando a David con su desorden, sino evocando el sentido de justicia que estaba en lo profundo de su corazón. Si David no fuera un hombre justo, no habría expresado una intensa ira hacia el hombre rico de la parábola, exigiendo saber su nombre. Cuando Natan pronunció esas famosas palabras «Ese hombre eres tú», David respondió con profundo arrepentimiento, que más adelante el salmista expresó tan bellamente en el Salmo 51. Por lo tanto, si alguno de nosotros es llamado a discutir con alguien sus decisiones morales sería bueno seguir el ejemplo de Natan y comenzar por evocar lo bueno en el individuo, y resistir la tentación de tener prisa por exponer su desorden.

La Zona Final

El segundo ejemplo del evangelio que muestra cómo Jesús dijo la verdad con amor se encuentra en el encuentro entre Jesús y Pedro después de la resurrección (Juan 21:15-18). En la orilla del lago después de que Jesus les diera el desayuno a los discípulos, Jesús le preguntó a Pedro tres veces: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»

El padre Daniel Poovannathil, un aclamado predicador de Kerala, al sur de la India, comparte estas ideas. Cuando Jesús fue arrestado en el Huerto de Getsemaní, Pedro sabía que esto no iba a terminar bien para Jesús. Pero él sí lo siguió, aunque a distancia, mostrando que él estaba arriesgando su vida. Su principal lucha era entre la fidelidad y el miedo. Finalmente, cuando fue confrontado, sucumbió al miedo y negó a Jesús. Pero Lucas añade este detalle adicional que dice: «El Señor volteó y miró a Pedro».

El padre Daniel explica que a diferencia de Judas, Pedro no se desesperó hasta el punto en que se salió de la línea de visión de Jesús. Su amor por Jesús como su Señor llevó a Pedro a la ‘zona final’ a pesar de su acto vergonzoso en un momento de debilidad. Así que, cuando Jesús se volteó y lo miró, fue como si su visión arrojará una red que atrajo a Pedro y lo sostuvo hasta que Jesús pudiera ministrar a su alma.

Cuando nos enfrentamos a personas que saben que han cometido errores, ¿dónde empezamos la conversación?

En conclusión, nos preguntamos: “¿Me veo en alguno de los escenarios descritos anteriormente?” ¿Comienzo encuentros difíciles de la misma manera que Natán y Jesús?

El inspirador orador católico, el Dr. Mark Nimo, a menudo dice: «Nuestra historia no comenzó con el pecado, comenzó con el amor». Si Jesús está dispuesto a acercarse a los pecadores primero con lo que es bueno en ellos, ¿no deberíamos hacer lo mismo?

Querido Jesús, ayúdame a decir la verdad con amor tal como tú lo hiciste. Deja que mis palabras construyan a los que me rodean. Incluso si la decepción se filtra, déjame ver a través de tus ojos y confiar en que tu mensaje que da vida entrará en cada corazón. Pido especialmente por aquellos que han perdido su camino. Que Tu Espíritu guíe cada palabra y me haga una fuente de amor y sanación.  Amén.

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By: Jenson Joseph

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