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P – Me encuentro luchando con los mismos pecados una y otra vez. Por mucho que los confieso y trato de cambiar, me encuentro cayendo en ellos de nuevo. ¿Qué puedo hacer para romper un hábito de pecado?
R – Puede ser frustrante confesar los mismos pecados una y otra vez. Pero, como un sacerdote me dijo una vez, ¡es bueno que no llegues con pecados nuevos!
El evangelista católico australiano Matthew Kelly nos dice: «Nuestras vidas cambiarán cuando cambien nuestros hábitos». ¡Esto es muy cierto! Si hacemos lo que siempre hemos hecho, obtendremos lo que siempre hemos obtenido. Entonces, ¿qué pasos prácticos podemos tomar para salir de una rutina espiritual?
Primero, trabaja en tu vida de oración. Lo único más fuerte que el pecado es el amor. Cuando amemos a Jesús más de lo que amamos a nuestro pecado, estaremos libres de nuestro pecado. Conocí a un hombre que tenía una adicción particularmente fuerte. Comenzaba a desesperarse, pero clamó desesperado a la Santísima Madre. Sintió que ella le decía a su alma: «Cuando hayas rezado un Rosario por cada vez que has caído en ese pecado, serás libre.» Pensó: «¡Ay, esos serán muchos rosarios!» Pero comenzó, y a medida que su amor por Dios y la Santísima Madre crecía, fue lentamente, lentamente liberado de la adicción.
En segundo lugar, implementa el ayuno. Los seres humanos están hechos de cuerpo y alma. Al principio, Dios tenía la intención de que el cuerpo (con sus pasiones, emociones, sentidos y deseos) estuviera bajo el control del alma (con nuestro intelecto mostrándonos lo que es verdaderamente bueno, y nuestro libre albedrío eligiéndolo). ¡Pero debido al pecado original, nuestro cuerpo se rebela contra el alma y tan a menudo toma el control! ¿Cuántas veces hemos prometido no caer en chismes, pero nos parece demasiado jugoso? ¿Con qué frecuencia hemos agarrado casi automáticamente esa dona adicional o hemos pulsado ese botón de espera? San Pablo nos enseña que «la carne tiene deseos contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne; estos se oponen entre sí, para que no hagas lo que quieras» (Gálatas 5:17).
Así que la clave para superar la rebelión natural de nuestro cuerpo es fortalecer la voluntad. Lo hacemos a través del ayuno. Al renunciar a una pieza de chocolate, se hace más fácil renunciar a un pecado. Al negarnos a nosotros mismos una segunda ayuda, nos hacemos más fuertes y podemos negarnos un placer ilícito. Renunciamos a algo bueno para que sea más fácil renunciar a algo malo. Nuestro libre albedrío parece como un músculo: cuando se ejercita, se hace más fuerte. Elige algún tipo de mortificación voluntaria todos los días, y descubrirás que tu autodominio crecerá.
Tercero, debemos estudiar y ejercer la virtud opuesta de nuestro pecado. Si nos encontramos luchando contra la ira, leemos citas de las Escrituras sobre la paz o participamos en la meditación católica. Si la lujuria es nuestro pecado obstinado, buscamos la castidad y estudiamos la Teología del Cuerpo. Si luchamos con los pecados de la lengua, leemos Santiago 3 y practicamos la retención de palabras imprudentes. Crezca en la virtud opuesta, y el pecado desaparecerá.
¡Finalmente, no te rindas nunca! Mi papá siempre decía: «¡El desaliento es del diablo!» Dios a menudo nos permite luchar para que crezcamos en humildad, reconociendo que lo necesitamos. ¡Confía en Su misericordia, y aunque se lleve toda una vida, sigue trabajando en la superación de ese pecado obstinado! ¡Si lo lleves a la sociedad, él ganará la victoria de tu vida!
'¿Cuál es el mayor antídoto para la soledad?
Era un domingo ordinario en el internado de estudiantes donde me estaba quedando. La mayoría de mis amigos se habían ido a sus casas durante el fin de semana. Luego de finalizar mis quehaceres y estudios del día, me preparé para ir a la Misa de la tarde en una pequeña capilla del convento cercano. Cuando me dirigí hacia a la capilla, me sentí abrumado por un fuerte sentimiento de soledad. A pesar del hecho de que estaba a muchas millas de distancia de mi familia, algo más me angustiaba, pero no podía descifrar qué era. La soledad no era nada nuevo para mí. Ya había pasado más de 6 años en la universidad como estudiante interna, solo con la única posibilidad de visitar a mis padres, quienes trabajaban en otro país, durante las vacaciones.
Cuando llegué a la capilla, me sorprendió verla llena de gente, lo cual era inusual. Sin embargo, logré encontrar un lugar en la primera banca y me senté, aún inmersa en mis pensamientos. La Misa se llevó a cabo, pero no podía concentrarme en mis oraciones. Cuando llegó el momento de la comunión, el dolor dentro de mí se había intensificado. Hice la fila para la comunión y luego de recibir a Jesús, me regresé para arrodillarme y dar gracias.
En un momento, me di cuenta de que el intenso sentimiento de soledad y tristeza se había desvanecido. Fue como si me hubieran quitado un yugo pesado de los hombros en un instante. Estaba muy sorprendida por esta transformación, porque no había orado mucho durante la misa, ni le había dicho a Jesús cómo me sentía. Pero el Señor me miraba desde el altar. Él sabía que yo estaba sufriendo y que necesitaba ayuda.
El pequeño incidente dejó una marca profunda en mi memoria. Incluso después de muchos años, recuerdo cómo el Señor me mostró su ternura. Jesús Eucaristía ha sido mi refugio durante todos los momentos difíciles de mi vida. En ningún momento ha fallado en ayudarme con Su gracia y misericordia. Cuando nos sentimos abatidos por las tormentas de esta vida, con incertidumbre de si podremos encontrar la dirección correcta, todo lo que tenemos que hacer es correr hacia Él. Algunos de nosotros gastamos mucho dinero en consultas con psicólogos clínicos, pero no nos damos cuenta de que el mejor consejero siempre está listo para escuchar nuestros problemas en todo momento, ¡y no tenemos que apartar una cita!
No existe mayor antídoto para la soledad que la presencia de Dios. Si alguna vez sientes que nadie te entiende ni se preocupa por ti, ve confiadamente ante el Santísimo Sacramento. Nuestro Señor te espera para que experimentes Su consuelo, fuerza y amor.
“El tiempo que pases junto a Jesús en el Santísimo Sacramento es el mejor que pasarás en la Tierra” – Santa Teresa de Calcuta
Jesús mío, que estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento, ayúdame a confiarte todas mis preocupaciones sobre el futuro. Confío en Ti y creo firmemente que no hay nada imposible para Ti. Que tu amor infinito me consuele y fortalezca. Amén.
'¿Jesús aún sana y realiza milagros hoy en día?
Un Llamado Intenso
Recuerdo que cuando yo tenía ocho años de edad, mi madre y yo vimos un anuncio por televisión, el cual pedía donaciones para los niños pobres y hambrientos de África. Sentí un dolor y una atracción casi magnética por un niño de una edad parecida a la mía que aparecía llorando. Sentí que su mirada quemaba mis ojos mientras que una mosca se paró sobre sus labios y él ni siquiera se dio cuenta. A la misma vez, me sentí envuelto por una agobiante ola de amor y dolor.
Veía a personas morir por falta de comida mientras que yo estaba cómodamente sentado cerca de un refrigerador lleno de comida. No podía comprender la injusticia y me preguntaba qué podría hacer. Cuando le pregunté a mi mamá que cómo podía ayudar, ella me dijo que podíamos enviar dinero, pero sentí la necesidad de hacer algo de manera personal, de forma directa. Ese sentimiento hizo eco en mi corazón varias veces a lo largo de mi vida, pero realmente no entendía cómo podía hacer algo más directo o personal. Crecí creyendo que tenía un llamado en mi vida, que yo existía para traer un cambio, y que había nacido para amar, servir y ayudar a los demás. Pero la vida siempre parecía interponerse en mi camino de obrar sobre esas convicciones.
Escribiendo a lo Largo de la Vida
En el 2013, serví en una prisión Inglesa por un tiempo. Fue allí donde tuve un encuentro con el Señor resucitado en la experiencia que más cambió mi vida. El espacio no me permite explicarme (Refiérase a mi biografía acreditada al final del artículo para obtener el enlace al episodio del programa «Jesús mi Salvador» de Shalom World TV donde cuento esa parte de mi historia), pero después de ese encuentro yo le entregué mi vida al Señor y he estado en la jornada más increíble de mi vida desde entonces.
En el 2015, cuando conocí a un hermano religioso Americano que trabajaba con los pobres de Calcuta, India, finalmente reconocí la oportunidad de servir entre los pobres. Y dentro de unos meses yo estaba en un avión rumbo a la India para servir como voluntario con los Misioneros de la Caridad de la Madre Teresa.
Tan pronto como aterricé, miré al cielo nocturno y sentí la presencia de Dios. Cuando me senté en el taxi, pensé de inmediato, ‘estoy en casa’. Sin embargo, aquí estaba yo en un lugar donde nunca antes había estado. Cuando comencé mi trabajo de voluntario comprendí porque me sentía como en casa: La casa está donde está el corazón.
Encontré a Jesús en la gente pobre y hermosa de la India un sinnúmero de veces. La Madre Teresa dijo que el Evangelio se puede contar en 5 dedos: ‘me… lo… hiciste… a … mi’ (Mt 25:40), y yo regularmente veía los ojos de Jesús en los pobres. Experimenté el amor cada día, desde el momento en que me levantaba para orar hasta el momento en que mi cabeza descansaba sobre una almohada por la noche. Cada noche antes de irme a dormir me sentaba en la terraza y escribía en mi diario hasta las altas horas de la noche. La gente se preguntaba cómo seguía adelante, por qué no me desplomé. Hay una sola explicación: el fuego del Espíritu Santo que está en mi corazón.
Ventana al Alma
Se dice que los ojos son la ventana del alma. Con frecuencia me conecto con personas a través de los ojos. Me conecté de esta manera con un joven discapacitado al cual cuidaba y quien cada día me invitaba a un juego de cartas. Ya que él era mudo y no podía usar sus manos ni sus piernas, él señalaba la carta que quería que yo volteara. Al pasar de los días, nos comunicamos más y más aunque no salían palabras de su boca. Solíamos comunicarnos con los ojos en el lenguaje universal del amor. Un día, él me pidió que lo empujara en su silla de ruedas dentro de la casa y me llevó a una imagen de La Divina Misericordia que se extendía desde el piso hasta el techo. Le pregunté si él amaba a Jesus, y me sonrió y me dijo que sí con su cabeza. Fuimos a la capilla y cuando lo llevé cerca del tabernáculo, él se salió de su silla y se tiró al piso. Pensé que se había caído y fui a ayudarlo, pero él me alejó e hizo uno de los más hermosos actos de adoración que jamás he visto. Usando toda su fuerza, se movió y se puso de rodillas. Con lágrimas en los ojos, me arrodillé a su lado. Mientras yo dirigía el Padre Nuestro, el Ave Maria y el Gloria, él hacía ruidos que iban en perfecta sintonía con el ritmo y el tono de mis palabras. Desde su nacimiento, este hombre había vivido una vida de sufrimiento, rechazo y aislamiento. Su cuerpo estaba lisiado, y aun así se arrodillaba para rezar y dar gracias a Dios con una luz radiante y mostrándome cómo se debe hacer una oración.
Otro día, me mostró sus pertenencias. Abrió una pequeña caja de zapatos, la cual guardaba unas fotografías que él estaba ansioso por mostrarme. Las fotografías eran de él cuando los hermanos Misioneros de la Caridad lo encontraron y lo trajeron a casa. Otra era de su Bautizo, una de su Primera Comunión y otra de su Confirmación. A él le encantaba mostrarme esas fotografías y a mi me encantaba verlas y ver la alegría con la que él me las mostraba.
Más Precioso que el Oro
Cuando llegó el momento de mi regreso a casa, mis ojos se inundaron en lágrimas y se me hacía casi imposible despedirme de mi amigo. Estábamos a lado de su cama cuando él señaló a su almohada amarilla. Yo no entendía, pero otro residente, un niño con síndrome de down, levantó la almohada de mi amigo y me mostró unas cuentas de rosario. Mi amigo las tomó de la mejor manera posible con sus manos lisiadas, se me acercó y me las entregó. Sabiendo lo poco que él tenía, le dije que no podía tomarlo. Me miró con sus cejas fruncidas como diciéndome que tenía que hacerlo. Extendí mi mano renuentemente y él las dejó caer sobre la palma de mi mano. Tan pronto como me tocó el rosario, sentí el amor corriendo por mi cuerpo. El rosario estaba hecho de hilos de plástico, pero su valor era más grande que el del oro o perlas preciosas. Los besé a él y al rosario, y me fui sintiéndome pasmado por la manera en que Dios me había bendecido a través de la belleza y el amor de este ser humano. Como la viuda del Evangelio, él había entregado algo en medio de su pobreza extrema.
El 4 de septiembre del 2016, la Madre Teresa fue declarada Santa. Tuve el privilegio de estar en la plaza de San Pedro durante la Misa de Canonización. En la mañana del día siguiente (el 5 de septiembre, el día de su fiesta), antes de tomar mi vuelo de regreso, decidí visitar la Basílica de San Juan Letrán para agradecerle a Dios por mi experiencia y por la Madre Teresa. Entre a la iglesia temprano esa mañana y la encontré casi vacía, pues sólo habían dos monjas paradas a lado de la reliquia de primera clase de la Madre Teresa. Les pregunté si era posible que mis cuentas de rosario tocaran a la reliquia mientras yo oraba. Les expliqué quién me las había dado y les di las gracias por aceptar. Cuando me regresó el rosario, lo besé y me entregó una tarjeta de oración de la Madre Teresa la cual tenía escrito: ‘Todo por Jesús a través de Maria’. Esa frase explotó en mi corazón. Le había estado pidiendo a Jesús que me mostrara lo que más le agradaba, y esta tarjeta trajo la respuesta a mi oración. Mientras oraba dando gracias, sentí que alguien tocaba mi hombro. Una mujer que llevaba mascarilla quirúrgica me estaba viendo directamente a los ojos. “No importa lo que estés pidiendo,” me dijo, “no temas. Dios está contigo”. Me levanté de inmediato y con un amor que estallaba desde lo más profundo de mi ser, besé a la mujer.
Me dijo que tenía cáncer. “Pero lo interesante es”, me dijo, “que no lo puedo curar yo misma”. “Es verdad,” le dije, “no lo puedes curar tu misma, pero Dios sí puede hacerlo y necesitas tener fe para que eso suceda.”
Respondió diciendo que solo tenía un poco de fe. Le dije que estaba bien porque Jesús nos dice que solo necesitamos “fe como un grano de mostaza” para mover montañas (Marcos 11:22-25). “Si podemos mover montañas, sin duda podemos mover el cáncer”, le dije. Le pedí que repitiera conmigo ‘cree que ya lo has recibido’ (Marcos 11:24). Lo repitió y nos fuimos, le di un rosario que había conseguido en Medjugorje e intercambiamos números de teléfono. Durante las siguientes semanas, a través de textos y correos electrónicos, yo la motivaba a confiar en Jesús y a seguir afirmando su sanación.
Poder Indescriptible
Pasaron algunas semanas. Una tarde recibí un mensaje de parte de ella cuando estaba a punto de entrar a la iglesia para orar. Ella estaba a punto de ir al hospital para una revisión y pidió mis oraciones. Su examen anterior mostraba que el cáncer se había esparcido. Mientras oraba, sentí los rayos del sol cayendo sobre mí a través del vitral. ¡Más tarde, me envió otro mensaje diciendo que los doctores no podían explicar lo sucedido!
No solo estaba mejor, sino que el cáncer había desaparecido por completo. Más tarde, recordé algo acerca del momento en que ella tocó mi hombro en Roma cuando sentí la fuerte necesidad de besarla. Unos instantes antes de ese beso, yo había besado las cuentas del rosario que había tocado la reliquia de la Madre Teresa. Cuando le expliqué esto, ella se quedó atónita y me dijo que la Madre Teresa la había invitado a unirse a su comunidad cuando se habían conocido unos años antes. Pero, por temor a decir que si al llamado, la mujer optó por casarse. Pero ahora en esta sanación dramática ella había quedado inesperadamente conectada, a través de mi, las hermanas en la basílica y la reliquia sagrada, a una mujer santa a quien ella había conocido años atrás.
Una y otra vez, los acontecimientos de mi vida me han mostrado que Dios responde a las oraciones, que Jesús aún sana, y que los milagros sí ocurren. Tenemos la intercesión de los santos y el poder del Rosario para ayudarnos. Y eso es suficiente para mover montañas
Querido Jesús, te amo sobre todas las cosas en este mundo. Ayúdame a verte en los que me rodean, especialmente en mi familia, y a compartir la alegría de amarte. Quiero amarte cada día más y más. Amen.
'Dios tiene un plan para ti, pero ¿qué pasa si no encaja en el tuyo?
«Estoy preocupado», admitió gravemente el técnico de ultrasonido. Nuestros corazones se hundieron. Toda la emoción y la alegría que habíamos acumulado con la esperanza de ver a nuestro pequeño se vio amenazada por dos palabras que no esperábamos oír.
Mi marido y yo habíamos estado casados durante un año y medio, tratando de concebir durante esa misma cantidad de tiempo. Juntos habíamos soñado felizmente juntos con un futuro con una familia en crecimiento. Ambos deseábamos fervientemente traer vida a este mundo, criar y amar a esos niños, y ayudarnos el uno al otro a ser mejores personas y los mejores padres que podríamos esperar llegar a ser.
Después de un año y medio de tratar de quedar embarazada, sintiendo decepción tras decepción cada vez que veíamos un signo negativo en una prueba de embarazo, te puedes imaginar la alegría y la euforia que sentimos cuando finalmente vimos un resultado positivo. ¡Por fin éramos padres! Íbamos a tener un bebé y estábamos muy emocionados.
Esperamos tres semanas hasta nuestro primer ultrasonido y ninguno de nosotros imaginó que habría motivos de preocupación. Al final de nuestra cita, el técnico nos pidió que volviéramos en una semana para un segundo ultrasonido con el médico, porque el bebé no estaba midiendo como debería en casi ocho semanas.
En lugar de sumergirnos profundamente en el miedo y la preocupación, decidimos agradecer a Jesús por el don de la vida y confiar en Sus planes, fueran cuales fueran. Aún así, ambos oramos creyendo que la preocupación expresada en el primer ultrasonido era falsa y que nuestro pequeño estaba bien. Oramos con fe y oramos con confianza.
Sin embargo, a veces las cosas no salen de la manera que uno lo espera. A veces ni siquiera se sabe por qué. Volvimos para el segundo ultrasonido diez días después de el primero y nos dieron la mala noticia de que no había latidos del corazón y que un aborto era inevitable.
Cuando mi marido y yo caminamos por las puertas de ese hospital para nuestro segundo ultrasonido, ambos estábamos seguros de que Dios nos mostraría un bebé sano y próspero en la pantalla, y creíamos que eso era lo que veríamos. Sin embargo, Dios tenía otros planes—planes que eran difíciles de aceptar.
En un instante habíamos pasado de hacer crecer a nuestra familia a llorar la pérdida de nuestro bebé. No quería aceptar la noticia. Quería controlar el resultado y no quería que esto fuera nuestra nueva realidad, pero no había nada que pudiera hacer para cambiarlo.
Dios tenía diferentes planes en mente para nosotros, planes que implicaban dolor, sufrimiento y pérdida. Incluso en medio de toda la tristeza, decidimos aceptar Sus planes y seguir adelante en la búsqueda de esos planes, fueran los que fueran. Aun así, el aceptar los planes de Dios no siempre equivale a comprender los planes de Dios, ni la aceptación de los planes de Dios equivale a sentirse cómodo con los planes de Dios. Queríamos que los planes de Dios fueran diferentes, pero teníamos que preguntarnos si íbamos a estar enojados con Dios o si íbamos a aceptar Sus planes para nosotros y confiar en él.
Después de todo, Dios dijo,
“Porque yo sé los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza. Ustedes me invocarán y vendrán a rogarme, y yo los escucharé. Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré hallar de ustedes, y restauraré su bienestar…” -Jeremías 29:11-14
Si creemos en Jesús, entonces tenemos que confiar en Sus promesas, ¿no? El Padre Joe McMahon dijo una vez: «O Jesús mintió o no confiamos en Él». Jesús desea nuestra confianza. Desea nuestra creencia. Desea nuestra fe.
Así que cada vez que me siento destrozada por el vacío y la soledad que el aborto espontáneo produce, vuelvo a las palabras de Jeremías 29:11-14. Cada vez que siento dolor porque no vamos a tener a nuestro bebé los brazos aquí en la tierra, vuelvo a esas palabras.
¿Creo que Jesús es un mentiroso, o es posible que no yo confíe lo suficiente en Él en medio de mi dolor? ¿Creo que Jesús es un mentiroso, o es posible que me haya alejado de Él a causa de mi dolor?
¿Y tú? ¿Confías en el que te hizo existir? ¿Confías en la historia que Dios ha escrito para tu vida? ¿Confías en adónde te está guiando? ¿Confías en Él en medio de tu dolor?
No importa cuáles sean tus heridas y tus penas, AHORA es el momento de llevar esas heridas y penas al pie de La Cruz, de dejarlas allí para que tu Creador las maneje y las sane. Cuando estás en medio del dolor y la incertidumbre es exactamente cuándo debes poner toda tu confianza en el Señor, sin importar qué tan difícil o doloroso parezca.
Pregúntate, ¿crees que Jesús mintió? ¿Crees que NO tiene un futuro de bienestar y esperanza diseñado solo para ti? ¿O es posible que simplemente no confíes lo suficiente en él?
Haz crecer tu confianza en el Señor. Entregale tu dolor y tu pena para que Él pueda hacerte de nuevo y revelar tu futuro destino. Permítete ser pequeño ante Él para que Él pueda mostrarte cuán grande es.
Oh Jesús, que cuando me sienta débil e indefenso, déjame sentir Tu presencia. Ayúdame a confiar en Tu amor protector y en tu poder fortalecedor, para que nada me asuste o me preocupe. En cambio, dejame vivir cerca de Ti, déjame ver Tu mano, Tu propósito, Tu voluntad a través de todas las cosas. Amén.
'El 18 de agosto de 1996, cuando la misa concluyó en la iglesia de Santa María y Caballito Almagro, una mujer informó que una hostia consagrada había sido abandonada en un polvoriento portavelas en la parte trasera de la iglesia. Puesto que no estaba en condiciones adecuadas para ser consumida, el sacerdote siguió los protocolos normales colocando la hostia consagrada en agua y depositandola en el tabernáculo.
Al lunes siguiente, cuando el templo fue abierto, la Hostia parecía estar cubierta de una sustancia sangrienta. Esto fue relatado al Obispo Jorge Bergoglio (el futuro Papa Francisco, entonces Obispo Auxiliar y pronto después Arzobispo de Buenos Aires), luego fue trasladada a un lugar seguro donde la apariencia de la Hostia continuó cambiando hasta convertirse en pura carne. El Arzobispo Bergoglio dirigió una investigación sobre el milagro después de que la Hostia Sangrante fuera milagrosamente preservada por varios años.
El 5 de octubre de 1999, en presencia de los representantes del Arzobispo, un científico tomó una muestra del fragmento y lo envió a Nueva York para ser analizada. El origen de la muestra no fue revelado a los científicos. El Dr. Frederick Zugibe, un cardiólogo y patólogo forense muy reconocido, determinó que la sustancia analizada era carne y sangre real que contenía ADN humano y había sido tomada del corazón de una persona viva que había sido torturada.
Declaró que «el material analizado es un fragmento del músculo cardíaco responsable de la contracción del corazón. El músculo cardíaco está en una condición inflamatoria y contiene un gran número de glóbulos blancos. Esto indica que el corazón estaba vivo en el momento en que se tomó la muestra. Opino que el corazón estaba vivo, ya que los glóbulos blancos mueren fuera de un organismo vivo. Por lo tanto, su presencia indica que el corazón estaba vivo cuando se tomó la muestra. Es más, los glóbulos blancos penetraron el tejido, lo que indica además que el corazón había estado bajo un estrés severo, como si su dueño hubiera sido golpeado severamente sobre el pecho.»
'En el 1926, cuando la guerra de los Cristeros comenzó, los mexicanos habían sufrido persecución religiosa durante muchos años. Las iglesias fueron confiscadas y cerradas. La educación religiosa y las reuniones fueron prohibidas. Religiosos y sacerdotes fueron obligados a esconderse.
Una noche, policías vestidos de civil llegaron a una casa donde sospechaban que la gente se reunía para recibir la Comunión. Un hombre se acercó y rápidamente volteó la solapa de su chaqueta de traje, como para mostrar la placa de un teniente.
«¿Qué está pasando?», Preguntó. «Creemos que hay un sacerdote dentro», respondieron. «Espera aquí mientras yo reviso», mandó. Vigilaban mientras él entró a distribuir vigorosamente la Santa Comunión a los fieles que esperaban adentro.
El padre Miguel Pro era famoso por sus imitaciones. Usando una variedad de disfraces inteligentes, y a menudo en la oscuridad de la noche, se atrevió a bautizar a los bebés, bendecir matrimonios, celebrar misa, escuchar confesiones, ungir a los enfermos y distribuir la Santa Comunión. En más de una ocasión, penetró en una cárcel disfrazado de oficial de policía, para llevar los Santos Óleos a los católicos que estaban a la espera de ser ejecutados. Vestido de hombre de negocios con estilo, incluso frecuentaba los barrios de sus mayores enemigos para recoger colecta para los pobres.
Armado de brazo con una joven, o vestido con los trapos de un mendigo, trajó alegremente alivio espiritual y material a los católicos mexicanos acosados, a riesgo de su vida. Conocido por su ingenio listo, se rió ante la muerte: «Si me encuentro con algún santo de cara larga en el Cielo, lo animaré con un baile de sombrero mexicano”. Después de poco más de un año de este ministerio clandestino, sus enemigos estaban desesperados por erradicar su influencia. Falsamente acusándolo de un intento de asesinato, fue sentenciado a muerte sin juicio, inmediatamente después de su captura.
'Hay un pasaje interesante y curioso en el tercer capítulo de la carta de San Pablo a los Romanos, el cual en el contexto de la misiva parece ser casi descartado, pero ha demostrado ser una piedra angular en la teología moral Católica durante los últimos dos mil años. Al responder a algunos de sus críticos, Pablo dice: “¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos afirman que nosotros decimos): Hagamos el mal para que venga el bien? La condenación de los tales es justa” (Romanos 3:8). Uno podría formular esta declaración algo enrevesada de Pablo de la siguiente manera: nunca debemos hacer el mal para conseguir el bien.
De hecho, hay personas verdaderamente malvadas que parecen disfrutar hacer el mal por su propio bien. Aristóteles los llamó viciosos o, en casos extremos, “bestias”. Pero la mayoría de nosotros que hacemos cosas malas típicamente podemos justificar nuestros actos apelando a un buen resultado que esperábamos conseguir. “No me siento orgulloso de lo que hice,” podremos decir, “pero por lo menos me trajo consecuencias positivas”. Pero la Iglesia, siguiendo el aviso de San Pablo, siempre ha rechazado esta manera de pensar, precisamente porque le abre la puerta a un caos moral. Al mismo tiempo, ha reconocido ciertos actos (esclavitud, adulterio, abuso sexual de niños, asesinato directo de inocentes, etc.) como «intrínsecamente malvados», es decir, incapaces de ser justificados mediante un llamado a la motivación, circunstancias atenuantes o consecuencias. Hasta aquí todo obvio.
Pero este principio ha llegado recientemente a mi mente, no tanto en lo que respecta a los actos morales de los individuos, sino a las presunciones morales que parecen guiar a gran parte de nuestra sociedad. Yo podría sugerir que un cambio radical ocurrió en el 1995 con juicio de O.J. Simpson. Me parece justo decir que la gran mayoría de la gente razonable estaría de acuerdo en que Simpson cometió los terribles crímenes de los que fue acusado, y aun así fue exonerado por un jurado de sus compañeros y apoyado vehementemente por grandes segmentos de nuestra sociedad. ¿cómo se puede explicar tal anomalía? La exculpación de O.J. Simpson fue justificada por muchos, porque se consideró que contribuía a la solución del gran problema social del perfil racial y la persecución de los afroamericanos por parte del departamento de policía de Los Ángeles en particular y los oficiales de policia en todo el pais en general. Permitir la liberación de un hombre culpable y permitir que una asquerosa injusticia siguiera sin atenderse fueron, como mínimo, toleradas, porque parecían conducir a un bien mayor.
La Simpsonizacion de nuestro pensamiento legal se mostró mucho más recientemente en el triste caso del Cardenal George Pell. Una vez más, dada la increíble inverosimilitud de los cargos y la completa falta de evidencia que lo corrobore, personas razonables debían concluir que el Cardenal Pell nunca debería haber sido llevado a juicio y mucho menos condenado. Y, sin embargo, el Cardenal Pell fue declarado culpable y sentenciado a prisión, y una apelación posterior confirmó la condena original. ¿Cómo podríamos explicar esta desconexión? Muchos en la sociedad Australiana, legítimamente indignados por el abuso de niños por parte de sacerdotes y el posterior encubrimiento por parte de la autoridad de la iglesia, sintieron que el encarcelamiento del Cardenal Pell abordaría de alguna manera este problema general. Así que, una vez más, violando el principio de San Pablo, el mal fue hecho para conseguir un bien.
El mismo problema es evidente con respecto a la agresión sexual contra las mujeres. A raíz de la situación de Harvey Weinstein y el posterior movimiento #MeToo, ninguna persona seria dudaría que varias mujeres han sido maltratadas inconcebiblemente por hombres de poder y que su abuso es un cáncer en el cuerpo político. Por lo tanto, para lograr el bien de resolver este problema, los hombres a veces son acusados, hostigados, y condenados efectivamente sin investigación ni juicio. Para demostrar que no tengo un hacha partidista que pulir aquí, llamaré la atención sobre el tratamiento tanto del juez Brett Kavanaugh como, en los últimos días, del ex vicepresidente Joe Biden. El pensamiento parece ser, nuevamente, que el buscar el bien en el mal general justifica un comportamiento moralmente irresponsable en casos particulares.
La prevalencia de este consecuencialismo moral en nuestra sociedad es sumamente peligroso, porque en el momento en que decimos que el mal se puede hacer para conseguir el bien, hemos negado efectivamente que haya actos intrínsecamente malos, y en el momento en que lo hacemos, el apoyo intelectual para nuestro sistema moral cede automáticamente. Y luego vienen las furias. Un ejemplo de este principio es el terror que siguió a la Revolución Francesa. Como la clase aristocrática había cometido (indudablemente) tremendas injusticias a los pobres en la Francia del siglo XVIII, cualquier persona que pareciera ser enemiga de la revolución era, sin distinción o discriminacion alguna, arrastrada a la guillotina. Si inocentes morían junto a los culpables, que así sea, pues servía para construir la nueva sociedad. Me parece que no es ninguna exageración decir que la sociedad occidental aún necesita recuperarse por completo del caos moral que nos visitó por el consecuencialismo letal de esa época.
Por lo tanto, aunque estemos legítimamente luchando contra el mal en la sociedad de nuestros tiempos, debemos recordar el principio simple pero mordaz de San Pablo: Nunca hagas el mal para conseguir el bien.
'Si logras pasar la noche, habrá un día más claro…
Todo estará bien si te aferras a Él.
Abrumados por el Pánico
Cuando la pandemia inició, sacudió nuestras vidas, nuestros hogares y nuestra realidad como si fuera un huracán. De repente, frases como “distanciamiento de dos metros”, “lávate las manos”, “quédate en casa”, “no recibas visitas” se volvieron cotidianas. Sentimos temor sobre el futuro, recelo hacia la persona que pasaba cerca de nosotros o miedo del escozor en la garganta que sentimos al despertar en las mañanas.
¿Será que tengo Covid-19? ¿La tiene mi esposo? ¿Está en mi casa? El miedo y la ansiedad se apoderaron de las personas. “Te enfermarás y morirás solo, sin que tu familia pueda acompañarte. No podrás alimentar a tu familia ni pagar tus cuentas”, decían algunos. Las noticias sobre las últimas medidas de restricción y predicciones de cifras de mortalidad llenaron nuestras redes sociales, aumentando nuestro pánico mientras esta condena invisible nos amenazaba desde todos los ángulos. ´Sobreviviremos esto´; ´Estamos juntos en esto´ nos decían, pero ¿Dónde está Dios? ¿Por qué ocurrió todo esto?
Angustia Indescriptible
Hace muchos años, fui vencida por el miedo y sumergida dentro de una angustia indescriptible. Un neurólogo pediatra nos dijo a mi esposo y a mí que nuestro hijo de año y medio podría morir de una rara enfermedad y que no había nada que pudiéramos hacer al respecto. Sus palabras me destruyeron. Me llevaron a desarrollar una profunda desesperación, que me hizo arrodillarme y rogarle a Dios por la vida de mi hijo. En una búsqueda desesperada por oraciones, milagros y esperanza, pedí el asesoramiento de un sacerdote local que me aconsejó aprender a orar y enseñarle a mi familia cómo hacerlo. No fue el consuelo que estaba buscando.
Esperanza contra todo
Mi esposo y yo buscamos al mejor especialista del mundo en esta enfermedad en particular. Nos dijo muy directamente “No sabemos qué causa esta condición, así que no existe una cura, pero intentaré ayudarlos.” Hospitalizaron a mi hijo en un hospital pediátrico de Chicago, a dos mil millas de distancia de nuestra casa donde nuestra lucha continuaba. Un día, mi hijo se desmayó luego de haber sido puncionado una decena de veces en un intento fallido de colocarle una línea intravenosa.
Me desplomé en el suelo sollozando, y una mujer me tomó de los brazos para levantarme. Sus ojos estaban llenos de amor y compasión mientras me preguntó “¿Desayunaste esta mañana? ¿Te pusiste tu maquillaje?“
La miré incrédula. ¿Acaso estaba bromeando? “No” Le respondí.
“¿Qué tiene tu hijo?” Me preguntó. Cuando le conté, me dijo “Bien, tienes esperanza” y entonces abrió la cortina de la camilla de al lado, que dejó al descubierto a un niño de unos 12 años. “Este es mi hijo Charles. Tiene un tumor cerebral doble. Acaban de operarlo, pero no pudieron extirpar el tumor. La operación lo ha dejado mudo.”
“¿Qué harán con él?” Pregunté en un suspiro.
“Nada. Le han dado dos meses de vida.” Reveló la mujer. Estaba impactada, pero ella continuó su relato. “Yo me levanto todas las mañanas, me pongo mi maquillaje y tomo mi desayuno, no por mí sino por este niño, y oro diciendo estas palabras: Gracias Jesús porque tengo a mi hijo Charles hoy. Eso es todo lo que importa.”
Su historia me dejó sin palabras. Esa mujer no tenía razón para guardar las esperanzas, pero aún así lo hacía. Yo, que sí tenía razón para tener esperanza, era un desastre. En los siguientes ocho días, la vi ir de cuarto en cuarto, llevando alegría y esperanza a otras familias sufrientes. Era increíble. ¿Cómo tenía la fortaleza para hacer eso mientras su hijo estaba mudo en esa cama de hospital, donde mi hijo le hablaba incesantemente sobre Star Wars?
Pasando por el Horno Ardiente
Regresamos a casa luego de que los médicos decidieran implantarle de forma quirúrgica un catéter de infusión a mi hijo para que pudiera recibir sus medicamentos tres veces a la semana, luego de lo cual se nos citó para regresar a Chicago a ver a su doctora. Desde casa, mi esposo le envió a Charles una gorra de futbol americano firmada por el equipo Gators, ya que habíamos descubierto que Charles amaba a dicho equipo. Tristemente, no tuvimos respuesta de Charles o su mamá.
Cuando nuestro hijo finalmente empezó a mejorar, me mantuve en oración. Nuestros sueños y ambiciones pasadas habían desaparecido. Nos mantuvimos expectantes, viendo a nuestro hijo mejorar, tener recaídas, mejorar de nuevo, volver a recaer. Una y otra vez, de un lado a otro, observando, orando, esperando…
Unos dos años después, mientras estábamos en el pasillo del hospital esperando los resultados de laboratorio de mi hijo, escuché que alguien llamaba mi nombre. Me volví hacia la voz que me llamaba, y me alegré mucho de ver… a ¡Charles y su madre! Él corrió hacia nuestro hijo, lo levantó y le dio vueltas diciendo “No podía hablarte antes, pero ahora sí puedo”. Su madre me miró con lágrimas en los ojos y me dijo “No es el mejor de su equipo de basquetbol ni un estudiante de A, pero,Gracias Jesús. Tengo a mi Charles hoy y eso es todo lo que importa.” Ni siquiera un tumor cerebral doble fue lo suficientemente grande para detener la voluntad de Dios. Me maravillé de la Fe de esta mujer, y pensé en las palabras de las Escrituras.
¿Acaso no te has enterado?
El Señor es el Dios eterno,
el creador de los confines de la tierra.
No se cansa ni se fatiga,
y su inteligencia es insondable.
Él fortalece al cansado
y acrecienta las fuerzas del débil.
Aun los jóvenes se cansan, se fatigan,
y los muchachos tropiezan y caen;
pero los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas;
volarán como las águilas:
correrán y no se fatigarán,
caminarán y no se cansarán.
Isaías 40: 28-31
Se suponía que mi hijo no llegaría a cumplir 4 años, pero los cumplió. Luego fue al jardín niños y a la escuela primaria. Se graduó con honores de la escuela secundaria. Hoy día está culminando su doctorado en Teología. Ha estado enfermo intermitentemente toda su vida, así que yo siempre he permanecido en oración. El sacerdote con el que hablé aquella vez tenía razón. El sufrimiento me ha mantenido en oración y me ha enseñado lo pequeña que soy, el poco control que tengo sobre los acontecimientos, y sobre todo, me ha mostrado las cosas que son realmente importantes. Mi vida no es la vida que imaginé para mí, pero cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que fui bendecida abundantemente a través de este sufrimiento. Enterneció mi corazón y me reveló que sin importar lo que venga y lo desesperante que parezca ser una situación, puedo confiar en la bondad de Dios para que cuide de mí y de mi familia.
'¿Buscas la belleza que nunca se desvanece? ¡Entonces esto es para ti!
Mark Twain, el célebre escritor y humorista estadounidense, dijo una vez: «La edad es una cuestión de voluntad. No importa si no te importa”. Dejando el humor fuera, todos sabemos que no es fácil lidiar con el envejecimiento, independientemente de quienes somos. Y para los ricos y famosos, es especialmente difícil ver la juventud y la belleza desvanecerse.
Volando Alto
Cuando era adolescente, a principios de la década de los 60, Mary Ann era hermosa, encantadora y llena de energía. Cuando vio la película Ven a Volar Conmigo de Dolores Hart en el 1963, quedó fascinada por el estatus y el privilegio de las azafatas trotamundos que fueron las protagonistas de la película. La película glorificó el glamour, el prestigio y la aventura de ser azafata. Empezó a soñar con ser como el personaje de Dolores Hart viajando por el mundo en busca de romance y emoción.
Encontrar un trabajo como azafata en aquellos días era difícil. Pero Mary Ann era inteligente y hermosa y pronto consiguió ese trabajo soñado. TWA, en aquellos días, era una de las aerolíneas internacionales más prestigiosas y Mary Ann pronto apareció en la revista Skyliner de la compañía y recibió mucha atención. Eventualmente cambió su carrera a la publicación y el periodismo, y de nuevo encontró mucho éxito. Ella disfrutó de la atención que recibió, y mantuvo un estilo de una vida activo. Para cuando llegó a los cincuenta años, comenzó a notar arrugas en su cara. La horrorizaron. ¿Cómo podría seguir siendo quien era sin su belleza y su sonrisa juvenil?
Encuentro con la Madre Superiora
Una amiga cercana notó el cambio en el estado de ánimo de Mary Ann. Cuando hablaron, Mary Ann confesó su preocupación por el proceso de envejecimiento. Su amiga le recomendó que conociera a alguien especial en un convento Benedictino cercano de Regina Laudis, un claustro ubicado en Bethlehem, Connecticut. El día de la reunión, su amiga presentó a Mary Ann a la Madre Superiora, la Madre Dolores Hart. Mary Ann rápidamente notó el parecido entre la Superiora y la actriz que adoraba en la película de los años 60. ¡La Madre Dolores le aseguró que era la misma Dolores! Mary Ann no podía creer que la actriz favorita de su adolescencia era la Madre Superiora de un convento, ¡y un convento enclaustrado! En su tiempo a solas, Mary Ann le contó a la Madre Dolores sobre el dolor de envejecer y cómo le aterraba la idea de perder su belleza y encanto.
Ahí estaba Mary Ann hablando con una mujer que, antes de entrar al convento, fue una actriz prominente a lo largo de las décadas de los 50 y 60. No sólo había recibido el Premio Mundial de Teatro y una nominación al Premio Tony, sino que fue la primera actriz en besar a Elvis Presley en la televisión. Ella había crecido cerca de Sunset Boulevard en Hollywood, y soñaba con convertirse en una estrella de cine. Y su sueño se hizo realidad. Pero Dios tenía otros planes.
Fuera de la Luz del Espectáculo
A principios de la década de 1960, Dolores actuó en los teatros de Broadway en la ciudad de Nueva York. Durante un largo periodo de descanso, no tenía una casa a la que ir como otros actores que vivían en la zona. Un amigo le habló de un convento en Connecticut, que, de acuerdo con la orden de San Benito, operaba cuartos de invitados.
Dolores decidió quedarse en ese convento de clausura. Estaba fascinada por cómo las hermanas trabajaban duro y, sin embargo, seguían siendo tan amables. ¡Su estancia en el convento la cautivó tanto que supo que pronto volvería allí! Finalmente, Dolores reconoció un llamamiento a la vida religiosa y rompió su compromiso con su prometido, abandonó su carrera de actriz y la vida que había tenido para así poder abrazar su nueva vida en un claustro.
Una Lección de Vida
Mientras Mary Ann se sintió totalmente absorbida por la historia que estaba escuchando. La madre Dolores le dijo que en lo alto de su carrera se miró al espejo un día y se dio cuenta de que su fama había llegado debido a su belleza y juventud, pero era una belleza que no duraría mucho. Llegó a entender que la única belleza que dura es la belleza interior.
Después de esa conversación, Mary Ann se fue con una nueva perspectiva de vida. Aunque todavía era una mujer bella, era la belleza interior de la Madre Dolores la que emanaba de ella. El cuerpo es un templo para el alma y cuando cuidamos la belleza del alma, esa belleza interior se ve reflejada en la cara y en todo lo que hacemos. La Madre Dolores había aprendido esa lección. Y ahora, Mary Ann también.
'¿Sabías que preocuparte funciona? ¡El 90% de las cosas que te preocupan nunca suceden!
Antes de ahogarte
La última vez que vi a mi padre vivo, hablábamos en su cuarto del hospital. Él se encontraba luchando contra el cáncer por muchos meses, y se acercaba al final de la batalla.
Habiendo liderado varios estudios bíblicos y dado tantos discursos en su vida, me dijo, “Si Dios me da una oportunidad más de enseñar sobre Su Palabra, voy a hablar de lo que llamo el undécimo mandamiento: “No os preocupeis”.
Este era el tema favorito de mi papá, quien era un hombre de gran fe y confianza en el Señor. Él amaba enseñarle a las personas cómo obtener la victoria y derrotar la preocupación confiando en la providencia de Dios.
Mi padre fue llamado a la casa del Señor seis semanas después, así que nunca dió esa última charla. Pero me gustaría compartir la esencia de ella aquí.
En el corto pasaje de Mateo 6: 25-34, Jesús nos dice tres veces: “No preocuparse”. Él nos dice que no nos preocupemos de nuestra vida, ni de lo que comeremos o beberemos, tampoco de nuestros cuerpos, o de lo que vestiremos. “En efecto, el Padre del Cielo, el Padre de ustedes, sabe que necesitan todas estas cosas”. Jesús nos asegura.
Preocuparse demuestra falta de confianza en Dios. Sin embargo, es tan normal en nuestra cultura y sociedad. Creemos que una mujer es buena madre cuando se preocupa por sus hijos, o una persona es un buen dueño de negocio porque se preocupa de su compañía o de su trabajo. No vemos la preocupación como desobediencia. Pero lo es.
La palabra preocupación en Inglés es “worry” que proviene de un viejo término Inglés: “wyrgan” , que quiere decir “ahogar” o “estrangular”. Eso es lo que hace la preocupación con nuestra fe: la ahoga o la estrangula. Empezamos a orar por alguien, ya sea por un niño, pariente enfermo, matrimonio en problemas; y antes que nos demos cuenta, estamos distraídos con las preocupaciones, el miedo nos sobrecoge y nuestra fe se ahoga.
El difícil orar, o siquiera pensar claramente cuando estamos preocupados. Si alguna vez has visto un jardín crecido con maleza, has visto que la maleza estrangula las flores y vegetales que están tratando de crecer con ellas. Así se estrangula nuestra fe con la preocupación.
Deja de preocuparte
¿Y cómo detenemos nuestra tendencia a preocuparnos? Hay dos lugares donde Podemos atacar el mal hábito de la preocupación.
Primero, planta la Palabra de Dios en tu corazón. Aprende sobre las promesas de Dios y escríbelas. Léelas una y otra vez hasta que la Palabra de Dios se arraigue en tu alma. Filipenses 4:6-7 es un buen comienzo: “No se inquieten por nada; antes bien, en toda ocasión presenten sus peticiones a Dios y junten la acción de gracias a la súplica. Y la paz de Dios, que es mayor de lo que se puede imaginar, guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.»
Segundo, ante el Santísimo Sacramento. Lleva todos tus problemas ante el Señor y déjalos a Sus pies. Admite tu incapacidad de arreglar las cosas y pídele a Jesús que se haga cargo. Un hombre sabio y santo me dijo una vez: “Los problemas de las personas suelen esfumarse cuando estás en adoración frente al Santísimo Sacramento. No saben cómo ni por qué, pero sus problemas comienzan a arreglarse cuando adoran al Señor en la Eucaristía.”
Todo va a estar bien
Meses después de la muerte de mi papá, algo ocurrió que me impresionó profundamente y me recordó su enseñanza acerca de la preocupación.
Mi papá fue un leal fanático de los Red Sox de Boston por muchos años. Durante las finales del baseball del 2003, las últimas que él vio, los Red Sox perdieron contra sus archirrivales, los Yankees de Nueva York. A pesar de que ese año parecían tener una gran oportunidad de llegar a la Serie Mundial. Fue una derrota amarga para todos los fanáticos de los Red Sox, incluyendo a mi papá.
Meses después, justo antes que mi papá falleciera, mi hermana menor, también fanática de los Red Sox, le dijo: “¡Papá, cuando llegues al cielo, asegúrate que los Red Sox venzan a los Yankees este año!” Mi papá sonrió.
Él murió en Abril del 2004, y para Octubre de ese año los Yankees y los Red Sox se enfrentaban en las finales. No soy fanática de los deportes, pero seguía la temporada de baseball en honor a mi papá. Con gran confianza, le dije a mis amigos que eran leales fanáticos de los Red Sox: “Los Red Sox van a ganar este año”
¡Y ellos procedieron a perder los primeros 3 juegos seguidos! Las cosas no se veían bien.
Tras el tercer juego perdido, yo caminaba por el rancho donde vivía, sintiéndome triste, extrañando a mi padre y decepcionada de que su equipo estuviera perdiendo. Uno de mis amigos estaba enojado conmigo por haberle dado falsas esperanzas. A medida que reflexionaba sobre esto, tuve de repente una imagen mental de mi padre sonriendo ampliamente, confortandome y diciendo: “¿Ell, por qué te preocupas? Todo va a estar bien.” Escuché a mi padre decirle esas palabras a mi madre cientos, si no miles de veces, mientras crecía. Ella era quien se preocupaba, pero no importaba cuán desolador fuera el panorama, mi papá le aconsejaba que no se preocupara, que Dios iba a hacer que todo funcionara para bien. Y Dios siempre lo hacía de formas sorprendentes.
Sorpresivamente, los Red Sox comenzaron a ganar los siguientes cuatro juegos consecutivos, algo que nunca había sucedido en la historia del baseball. No solo ganaron el juego contra los Yankees, sino que ganaron la Serie Mundial en una racha de cuatro juegos ganados, concluyendo la sequía de 86 años desde la última Serie Mundial ganada en el 1918.
A través de esta Victoria deportiva sin importancia, sabía que mi papá enfocaba mi mirada a algo mucho más grande. Me recordaba su tema favorito: ¡No te preocupes! Confía en Dios. Todo se va a arreglar, aún cuando parezca imposible.
La vida trae problemas grandes y pequeños. Pero no importa qué problemas estés enfrentando ahora: dificultades financieras, problemas de salud, relaciones estresantes. Recuerda que tu Padre del Cielo sabe lo que necesitas y se regocija en cuidar de ti. Deja tus preocupaciones y dale espacio para que Él trabaje.
«Depositen en él todas sus preocupaciones, porque él cuida de ustedes.»(1 Pedro 5:7)
'«Mira. Mira las llagas. Entra en las llagas. Por esas llagas fuimos sanados. ¿Sientes amargura, tristeza, sientes que la vida no es sólo ir por el camino correcto y que tambien hay mal? Mira allí. En silencio.”
Con estas palabras el Papa Francisco nos dice cuán profundamente uno puede ser sanado a través de las cinco llagas de Jesús, las perforaciones en sus manos, pies y pecho. Muchos católicos están familiarizados con la devoción a estas cinco llagas. Pero ¿has escuchado de la sexta llaga de Jesús?
En el siglo XII, un Abbott y místico Francés, San Bernardo de Claraval, preguntó a Jesús cuál era su mayor sufrimiento no registrado, y el Señor le respondió: «Tuve sobre mi hombro, mientras llevaba mi cruz en el Camino de los Dolores, una dolorosa llaga que fue más dolorosa que las demás, y que no está registrada por los hombres.»
En el siglo XX, otro santo confirmó esta sexta llaga: San Pío de Pietrelcina. Conocido Popularmente como un Santo viviente, por más de 50 años él padeció las llagas de Cristo en su cuerpo. El Padre Pío una vez tuvo una conversación interesante con Karol Wojtyla, el futuro Santo Papa Juan Pablo II, donde el Padre Wojtyla le preguntó qué llaga de sus estigmas le provocó el mayor dolor, esperando al Padre Pío que dijera que fue la llaga en el pecho. En lugar de eso, el Padre Pío respondió: «Es la llaga en mi hombro, la que nadie conoce y nunca ha sido curada o tratada».
Después de la muerte del Padre Pío, el Hermano Modestino, a quien le fue asignada la tarea de realizar un inventario de todas las pertenencias del santo, descubrió que una de las camisetas del Padre Pío tenía un círculo de manchas de sangre en el área del hombro derecho. En esa misma tarde, el Hermano Modestino le pidió al Padre Pío en oración que le aclarara el significado de la camiseta manchada de sangre. Pidió una señal de que el Padre Pío verdaderamente tenía la llaga de Cristo en el hombro. El Hermano Modestino despertó en medio de esa noche con un insoportable dolor en su hombro, como si hubiera sido cortado con un cuchillo hasta el hueso. Sentía que moriría si el dolor continuaba, pero solo duró poco tiempo. En seguida, el cuarto se llenó con el aroma de un perfume celestial, el signo de la presencia espiritual del padre Pío, y oyó una voz que decía: «¡Esto es lo que tuve que sufrir!».
Piensa en esto: Jesús permitió que sus pies fueran clavados en la cruz; Él voluntariamente entregó sus manos, y permitió que le abrieran el costado. Pero su hombro que llevaba el aplastante peso de la cruz, ese hombro herido y sangriento que, según él evangelio de san Juan, soportó el peso de nuestros pecados sin ninguna ayuda o alivio, ese hombro siguió disponible a lo largo de toda su agonía.
Y hoy en día sigue estando disponible, para nosotros y para todos los que lo necesiten.
Así que «Mira allí. En silencio», como sugiere el Papa Francisco. Mira y escucha la voz de Jesús que te invita a inclinarte sobre Su hombro y a descansar tu cabeza allí y sentir el amor que le permitió aguantar el insoportable dolor de las terribles heridas por el bien de todos nosotros.
Para fomentar la devoción a la llaga del Hombro de Cristo, San Bernardo de Claraval escribió esta oración a la Llaga del Hombro de Cristo:
Oh amado Jesús, manso Cordero de Dios, a pesar de ser yo una criatura miserable y pecadora, te adoro y venero la llaga causada por el peso de vuestra cruz que abriendo vuestras carnes desnudo los huesos de vuestro hombro sagrado y de la cual vuestra Madre Dolorosa tanto se compadeció. También yo, oh carísimo Jesús, me compadezco de Vos y desde el fondo de mi corazón te glorifico y te agradezco por esta llaga dolorosa de vuestro hombro en la que quisiste cargar vuestra cruz por mi salvación. Ah! por los sufrimientos que padeciste y que aumentaron el enorme peso de vuestra cruz, ruégote con mucha humildad, ten piedad de mi pobre criatura pecadora, perdona mis pecados y condúceme al cielo por el camino de la cruz. Amen
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