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Jul 10, 2020 1252 0 Obispo Robert Barron, EUA
Encuentro

Palabras de Sabiduría : POR QUÉ NO PODEMOS HACER EL MAL AUNQUE SE PUEDA CONSEGUIR EL BIEN

Hay un pasaje interesante y curioso en el tercer capítulo de la carta de San Pablo a los Romanos, el cual en el contexto de la misiva parece ser casi descartado, pero ha demostrado ser una piedra angular en la teología moral Católica durante los últimos dos mil años. Al responder a algunos de sus críticos, Pablo dice: “¿Y por qué no decir (como se nos calumnia, y como algunos afirman que nosotros decimos): Hagamos el mal para que venga el bien? La condenación de los tales es justa” (Romanos 3:8). Uno podría formular esta declaración algo enrevesada de Pablo de la siguiente manera: nunca debemos hacer el mal para conseguir el bien.

De hecho, hay personas verdaderamente malvadas que parecen disfrutar hacer el mal por su propio bien. Aristóteles los llamó viciosos o, en casos extremos, “bestias”. Pero la mayoría de nosotros que hacemos cosas malas típicamente podemos justificar nuestros actos apelando a un buen resultado que esperábamos conseguir. “No me siento orgulloso de lo que hice,” podremos decir, “pero por lo menos me trajo consecuencias positivas”. Pero la Iglesia, siguiendo el aviso de San Pablo, siempre ha rechazado esta manera de pensar, precisamente porque le abre la puerta a un caos moral. Al mismo tiempo, ha reconocido ciertos actos (esclavitud, adulterio, abuso sexual de niños, asesinato directo de inocentes, etc.) como «intrínsecamente malvados», es decir, incapaces de ser justificados mediante un llamado a la motivación, circunstancias atenuantes o consecuencias. Hasta aquí todo obvio.

Pero este principio ha llegado recientemente a mi mente, no tanto en lo que respecta a los actos morales de los individuos, sino a las presunciones morales que parecen guiar a gran parte de nuestra sociedad. Yo podría sugerir que un cambio radical ocurrió en el 1995 con juicio de O.J. Simpson. Me parece justo decir que la gran mayoría de la gente razonable estaría de acuerdo en que Simpson cometió los terribles crímenes de los que fue acusado, y aun así fue exonerado por un jurado de sus compañeros y apoyado vehementemente por grandes segmentos de nuestra sociedad. ¿cómo se puede explicar tal anomalía? La exculpación de O.J. Simpson fue justificada por muchos, porque se consideró que contribuía a la solución del gran problema social del perfil racial y la persecución de los afroamericanos por parte del departamento de policía de Los Ángeles en particular y los oficiales de policia en todo el pais en general. Permitir la liberación de un hombre culpable y permitir que una asquerosa injusticia siguiera sin atenderse fueron, como mínimo, toleradas, porque parecían conducir a un bien mayor.

La Simpsonizacion de nuestro pensamiento legal se mostró mucho más recientemente en el triste caso del Cardenal George Pell. Una vez más, dada la increíble inverosimilitud de los cargos y la completa falta de evidencia que lo corrobore, personas razonables debían concluir que el Cardenal Pell nunca debería haber sido llevado a juicio y mucho menos condenado. Y, sin embargo, el Cardenal Pell fue declarado culpable y sentenciado a prisión, y una apelación posterior confirmó la condena original. ¿Cómo podríamos explicar esta desconexión? Muchos en la sociedad Australiana, legítimamente indignados por el abuso de niños por parte de sacerdotes y el posterior encubrimiento por parte de la autoridad de la iglesia, sintieron que el encarcelamiento del Cardenal Pell abordaría de alguna manera este problema general. Así que, una vez más, violando el principio de San Pablo, el mal fue hecho para conseguir un bien.

El mismo problema es evidente con respecto a la agresión sexual contra las mujeres. A raíz de la situación de Harvey Weinstein y el posterior movimiento #MeToo, ninguna persona seria dudaría que varias mujeres han sido maltratadas inconcebiblemente por hombres de poder y que su abuso es un cáncer en el cuerpo político. Por lo tanto, para lograr el bien de resolver este problema, los hombres a veces son acusados, hostigados, y condenados efectivamente sin investigación ni juicio. Para demostrar que no tengo un hacha partidista que pulir aquí, llamaré la atención sobre el tratamiento tanto del juez Brett Kavanaugh como, en los últimos días, del ex vicepresidente Joe Biden. El pensamiento parece ser, nuevamente, que el buscar el bien en el mal general justifica un comportamiento moralmente irresponsable en casos particulares.

La prevalencia de este consecuencialismo moral en nuestra sociedad es sumamente peligroso, porque en el momento en que decimos que el mal se puede hacer para conseguir el bien, hemos negado efectivamente que haya actos intrínsecamente malos, y en el momento en que lo hacemos, el apoyo intelectual para nuestro sistema moral cede automáticamente. Y luego vienen las furias. Un ejemplo de este principio es el terror que siguió a la Revolución Francesa. Como la clase aristocrática había cometido (indudablemente) tremendas injusticias a los pobres en la Francia del siglo XVIII, cualquier persona que pareciera ser enemiga de la revolución era, sin distinción o discriminacion alguna, arrastrada a la guillotina. Si inocentes morían junto a los culpables, que así sea, pues servía para construir la nueva sociedad. Me parece que no es ninguna exageración decir que la sociedad occidental aún necesita recuperarse por completo del caos moral que nos visitó por el consecuencialismo letal de esa época.

Por lo tanto, aunque estemos legítimamente luchando contra el mal en la sociedad de nuestros tiempos, debemos recordar el principio simple pero mordaz de San Pablo: Nunca hagas el mal para conseguir el bien.

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Obispo Robert Barron

Obispo Robert Barron is the founder of Word on Fire Catholic Ministries and Auxiliary Bishop of the Archdiocese of Los Angeles. Bishop Barron is a #1 Amazon bestselling author and has published numerous books, essays, and articles on theology and the spiritual life. ARTICLE originally published at wordonfire.org. Reprinted with permission.

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