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A veces lo que comienza como un pasatiempo inofensivo puede hacer que tu vida se convierta en un abismo oscuro.
Encontrando mi Destino
Durante la mayor parte de mi adolescencia, luché por confiar en Dios y de esta falta de confianza surgió mi decisión de confiarme a mí misma y a mi futuro en las manos de poderes que prometían prosperidad, amor y felicidad. Me di cuenta de las creencias de la Nueva Era y pronto me encontré entrelazada con cartas de tarot, psiquicos, horóscopos y magia.
Al principio, interesarme superficialmente en estas cosas me parecía divertido y emocionante. Debido a las prácticas de la Nueva Era, sentí que ya no caminaba ciegamente — claramente vi el camino de mi destino y recibí una guía útil para mi vida. Creí que las cartas y los psíquicos me conocían. Entendían lo que estaba pasando en mi vida personal que no había compartido con nadie, y por esto creí en ellos con toda mi alma. Muy pronto, lo que comenzó como un pasatiempo aparentemente inofensivo se convirtió en una obsesión que me alejó de Dios.
Más allá de la Obsesión
Consultaba constantemente a mis cartas de tarot, desesperada por encontrar respuestas a los problemas de mi vida. Adoré a falsos ídolos – dioses y diosas – suplicandoles una ayuda que nunca vino. Empecé a buscar hechizos que se suponía me ayudarían a salir de situaciones incómodas o a mejorar mi vida. Afortunadamente solo llegué a «mirar hacia», pero estuve muy cerca de lanzar hechizos. Si no fuera por la culpa que sentí mientras investigaba la brujería, probablemente lo habría hecho. Al ver hacia atrás, creo que fue la gracia de Dios que me mantenía alejada de algo que me habría llevado por un camino aún más oscuro.
Mi obsesión impactó mi fe drásticamente. Aunque había crecido católica, ya no me consideraba católica. Sentí que me relacionaba con las creencias de la Nueva Era más que con cualquier otra cosa. Les dije a mis amigos y familiares que no estaba segura si todavía creía en un Dios. Después de todo, si Dios existiera, ¿por qué me sentía tan perdida y sin esperanza? ¿Por qué hizo Dios milagros para los demás, pero no para mí? Nunca me imaginé que regresaría a la fe católica, no después de toda la «verdad» que había aprendido sobre la «iluminación».
Pensé que los cristianos eran los ciegos, los que no podían ver la verdad que estaba delante de ellos, mientras yo podía ver más allá de las mentiras y el engaño del mundo. No sabía que yo era la ciega que caminaba sola por la vida. Estaba desesperada por recibir una guía y pensé que las creencias de la Nueva Era me darían algo en qué esperar.
Regresa a Mi
For weeks, my tarot cards were giving me mixed messages. They no longer made any sense, nor did they apply to what I was asking of them. I felt hopeless, frustrated.
My Tarot cards were my only assurance that things would turn out okay, but even they stopped working. It was like everything was spiraling, and I no longer had any control over my life. But that was just it! I was so obsessed with control that when I lost it, I felt weak and vulnerable.
Durante semanas, mis cartas de tarot me daban mensajes mixtos. Ya no tenían ningún sentido, ni se aplicaban a lo que les estaba pidiendo. Me sentí frustrada y sin esperanza.
Mis cartas del Tarot eran lo único que me aseguraba que las cosas saldrían bien, pero incluso dejaron de funcionar. Era como si todo girara en espiral y yo ya no tenía ningún control sobre mi vida. ¡pero era justamente eso! Estaba tan obsesionada con el control que cuando lo perdí, me sentía débil y vulnerable.
Pronto me di cuenta de que Dios quiere que seamos vulnerables para que podamos aprender a entregarle todo el control y poner toda nuestra fe en Él. Al final, fue Jesús quien me salvó y me devolvió a la verdad que había estado buscando durante tanto tiempo. Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su vida, que no tiene dominio sobre su destino (Jeremías 10:23). Empecé a oír a Dios susurrando en mi corazón y decirme que era hora de que confiara en él. Le abrí la puerta al Señor, y él no dudó en entrar.
Después de años de lanzar un llanto a nadie en particular, recibí una inspiración de Dios. Dios me condujo a la naturaleza donde me sentí más en paz y me abrazó con sus brazos de amor. Mire el cielo y Dios me habló a mí, escondido en las nubes durante esa tarde profética. «Vuelve a mí», dijo, y yo sentí mucho más amor de lo que jamás había sentido en mi vida. «Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos, reconocerlo, y él hará tus caminos rectos» (Proverbios 3:5-6).
Solo me tomó un día dejar que la luz del Espíritu Santo llenara esos espacios de mi vida que había dejado en la oscuridad durante varios años. ¡Esta es la belleza de los poderes sanadores de Dios para iluminar incluso a las almas más oscuras! Sin embargo, sabía que tenía que mostrarle al Señor que realmente quería experimentar su gracia. Esa noche, en mi habitación, le derramé todo a Dios. Le dije que lamentaba haber estado tan lejos y me arrepentí de todos los pecados que había cometido. Le dije a Dios que de ahora en adelante le confiaría toda mi vida.
Puse mi destino en las manos de Dios y renuncié a las creencias de la Nueva Era. Caí en los brazos de un Dios que me amaba como Su hija. Una vez que sentí el consuelo de descansar en los brazos misericordiosos de Dios, comencé a ver la fe católica como algo en lo que podía confiar con todo mi corazón, y ya no sentí la necesidad de dirigir mi propio destino. Ya no me obsesiono con las respuestas; ahora confío en el plan del Señor para mí. «Sométanse, pues, a Dios. Resiste al diablo, y él huirá de ti» (Santiago 4:7).
'Lea la extraordinaria historia de Cintia, quien fue milagrosamente salvada de las garras del suicidio
Labios Gozosos
Crecí en una familia de clase media en Brasil. Mi padre era un cirujano pediatra quien le enseñó a los estudiantes antes de convertirse en gerente de salud. Y mi madre es enfermera, así que había bastante dinero para las cosas materiales, buenas escuelas, una casa hermosa, comida deliciosa. Como ese era el segundo matrimonio de mi padre y tenía dos familias que mantener, él trabajaba mucho y mi madre también. En veces yo no la veía en casa por dos o tres días, debido a los horarios en los que trabajaba. Teníamos a alguien que trabajaba en la casa para ocuparse de nosotros y de las tareas domésticas, pero yo de verdad extrañaba a mis padres.
Cuando yo tenía 16 años de edad, mi padre traiciono a mi madre con otra mujer y ellos se separaron. Me sentí aún más abandonada y la frustración se hizo sentir dentro de mí, ya que me sentía tan impotente e indefensa. Aunque teníamos todas las cosas materiales, no éramos felices.
Aunque mis hermanos y yo habíamos sido bautizados, no habíamos ido a clases de catecismo. Íbamos a Misa dominical ocasionalmente, pero nos parecía aburrida porque no entendíamos lo que ocurría. Creíamos en Dios, pero no teníamos una relación con Él. Nos faltaban la oración regular y el entendimiento de la fe Católica.
Mi amiga y yo estábamos lamentando la falta de buenos amigos y sentíamos la necesidad de construir algo mejor en nuestras vidas. Entonces, el amigo de mi hermano dijo, “yo se donde puedes conocer a muchos jóvenes que podrían ser buenos amigos porque siguen a Dios. Son de la Iglesia Católica. Tal vez podrías ir a Misa o a un retiro allí.”
A mi amiga y a mi nos gustó la idea, así que fuimos. Fue algo muy diferente a lo que había experimentado: muchos jóvenes estaban cantando y alabando a Dios con música hermosa. Entonces escuché a un joven decir muchas cosas a las que me podía relacionar. Todas las cosas que había guardado dentro, el vacío, la tristeza y la sed por Dios que yo no había entendido. No me había dado cuenta de que era Dios a quien yo realmente buscaba.
Cuando asistí a un retiro de cuatro días, fue la primera vez que realmente experimenté a Dios. Pasé cuatro días llorando mucho mientras escuchaba muchos elementos básicos de la fe explicados por primera vez. Por primera vez sentí la presencia de Dios, así que empecé a leer mucho la Biblia y a orar todos los días sola en mi habitación.
Un Terreno Dificil
Mis padre siempre había puesto énfasis en la importancia de tener una buena profesión para que pudiera obtener un buen trabajo, tener dinero y ser independiente. Lo tomé muy seriamente, pero también me sentía vacía, siempre en busca de algo. Yo no sabía que Dios nos podía ayudar de esa manera.
Porque me sentía muy frustrada por la situación de mi familia, cuando un muchacho de la escuela me invitó a ser su novia, me lanze a la oportunidad para salir de mi casa. Porque nadie me había enseñado el camino de Dios y no tenía a nadie que me guiara, pronto me encontré sumergida en una relación muy difícil.
Comenzamos a hacer muchas cosas que no eran buenas. El comenzó a controlar todo en mi vida. Al principio él iba conmigo a la iglesia pero lo usaba para manipular mis pensamientos. Utilizaba palabras que escuchaba en la iglesia o en la Biblia para que yo me sometiera a él e hiciera todo lo que él quería. Me faltaba tanto la formación que no me daba cuenta de lo equivocado que él estaba, y comenzó a alejarme de la Iglesia.
Lo perdí todo por confiar en él. Me alejó de mi familia y amigos e incluso interrumpió mis estudios universitarios. Después de cuatro años de relación, yo estaba muy mal, me sentía aplastada por la presión. Finalmente, comencé a orar cuando estaba sola. Le dije a Jesús: “hace tres años, yo sentía verdadero amor de parte tuya, pero ahora estoy tan triste. ¿Qué ha pasado?”. Le rogué a Dios que me ayudara con las muchas cosas que me estaban preocupando. Le entregué todo a Jesús otra vez y le prometí que viviría a su manera, no a mi manera. Quería ser libre y confiar en que si Dios murió por mí, me salvaría.
No tenía la fuerza para romper esa relación, pero mi novio obtuvo un trabajo en otra ciudad a unas doce horas de distancia. Finalmente, pude romper la relación y él estaba demasiado lejos para venir tras de mí. Fue como un milagro, porque no había sido capaz de hacer eso durante mucho tiempo.
Inclinada al Borde
Sin embargo, todavía tenía mucho dolor dentro de mi por todo lo que había pasado. Un día, todo me pareció demasiado. No podía soportar más esta angustia. Pensamientos suicidas me torturaron y un día cedí. Fui a la ventana y me preparé para saltar y suicidarme. Quería quitarme la vida, pero afortunadamente, no tuve el valor de saltar. Me incliné más y fui dejando que mi peso me llevara por el borde. De repente, sentí una gran mano en mi pecho empujándome hacia atrás. Me caí hacia atrás y empecé a llorar porque no entendía por qué me sentía así.
Dios me había dado una segunda oportunidad. Él me salvó y yo no entendía por qué. Grité, “¿Qué quieres de mí?” Entonces sentí que Él decía, «Enciende la televisión». Cuando encendí la televisión, vi a un sacerdote hablando de por qué no deberíamos renunciar a la vida. Las lágrimas se derramaron en mis ojos mientras sus palabras penetraban profundamente en mi corazón. Escuché atentamente durante una hora mientras él predicaba ardientemente sobre el don de nuestras vidas. Una y otra vez enfatizó: «Tu vida es importante». Finalmente entendí por qué Jesús me salvó y que yo necesitaba ayuda porque no podía hacer nada sola.
Mi madre notó mis lágrimas y me preguntó si necesitaba ayuda. Finalmente lo admití. Cuando comencé la terapia, pude volver a mis estudios. Al mismo tiempo, entendí que necesitaba volver a la Iglesia. Necesitaba desesperadamente a Jesús. Debido a que me salvó la vida y me dio una segunda oportunidad, le prometí que confiaría en Él y aprendería a hacer lo que Él quisiera.
En el 2009, pasé un año en la comunidad de Palavra Viva en su escuela de evangelización. Dentro de unos meses, Dios reveló mi vocación. Me habló en lo profundo del corazón y me pidió que fuera una mujer consagrada. Me sentía confundida porque esperaba casarme, ya que amo a los niños. Empecé a discernir si este llamado a la vida consagrada era real. Finalmente tuve gente que me podía ayudar y guiar mi discernimiento vocacional. Cuando entendí que mi llamado era a la vida consagrada y que esa era la voluntad de Dios, dije “esta bien, lo haré”, aunque no lo entendía por completo. En 2011 profesé mis primeros votos de pobreza, castidad y obediencia. En 2017 tomé mis votos perpetuos y vine a Tasmania donde hoy vivo mi vocación. Soy sólo un ser humano limitado con muchos, muchos pecados, pero si confío en él todo estará bien.
'¿Sabías que el milagro eucarístico más antiguo proviene de los Padres del Desierto en Egipto, que fueron unos de los primeros monjes cristianos? Uno de los monjes de los monasterios de Scetis (en Egipto gobernado por los romanos) era un trabajador que carecía de instrucción en la Fe. En su ignorancia él decía: ‘El Pan que recibimos no es realmente el cuerpo de Cristo, sino un símbolo de ese cuerpo’.
Dos de los monjes más experimentados escucharon su comentario y sabiendo que era un monje bueno y piadoso, decidieron hablar con él. Le dijeron amablemente: ‘Lo que estás diciendo contradice nuestra fe’. El monje sin educación respondió: ‘a menos que me puedan mostrar evidencia, no cambiaré de opinión’. Los monjes mayores dijeron: «Oraremos a Dios acerca de este misterio y creemos que Dios nos mostrará la verdad»
En la Misa del siguiente domingo, mientras se pronunciaban las palabras de consagración, todos excepto el monje sin educación, vieron a un pequeño niño en lugar de la hostia. Cuando el sacerdote levantó el pan eucaristico, los monjes vieron un ángel traspasando al niño con una espada. Mientras el sacerdote partía la sagrada hostia, la sangre comenzó a correr hacia el cáliz. Los monjes se acercaron para recibir la comunión y cuando el monje escéptico miró hacia abajo, su pan se había convertido en carne ensangrentada. Al ver esto exclamó: “Señor, yo creo que el pan es Tu Cuerpo y que Tu Sangre está en el cáliz”. Inmediatamente, la carne se volvió a convertir en pan y el monje lo recibió con reverencia y le dio gracias a Dios.
Este relato se remonta a los primeros siglos del cristianismo y se encuentra en las palabras de los Padres del Desierto cuya vida en el desierto siguió el ejemplo de San Antonio, Abad. El milagro es solo el primero de muchos que han experimentado otros hombres y mujeres santos a lo largo de los siglos. Llegaron a creer que cada Misa es como la Navidad cuando Cristo desciende del cielo para estar en nuestros altares y en nuestros corazones «morando entre nosotros» bajo la apariencia de pan y vino.
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¡Durante la navidad pasada, Sean Booth recibió un inesperado regalo de navidad que ha quedado grabado en su memoria para siempre!
He recibido muchas bendiciones durante mi vida, pero el regalo de navidad más memorable que he recibido en mi vida tiene que ver con pagarle a una prostituta.
Reunión Tentadora
Alrededor de tres años atrás, yo ayudaba en un centro para personas sin hogar en Manchester, Inglaterra, donde compartimos el evangelio con las personas que llegaban allí los domingos para recibir alimentos. Uno de los hombres que iba era un hombre musulmán. No estaba sin hogar, pero se unía a nosotros para tener compañerismo. En el transcurso de unos meses, logramos un vínculo estrecho, compartiendo nuestras respectivas creencias. Con frecuencia nuestras conversaciones duraban horas. Conforme se acercaba la navidad, yo le expliqué el significado tan especial que tenía la navidad para nosotros los cristianos, y lo invité a la Misa de medianoche. Aceptó la invitación con gusto, ya que nunca antes había estado en una iglesia católica y mucho menos había asistido a Misa.
A la misma vez, estaba de voluntario en un centro católico que le proveía camas y alimentos a las personas sin hogar que buscaban asilo. Muchos de esos hombres también eran musulmanes. Por gracia de Dios, estuve en rotación para dormir allí en nochebuena. Estuvimos muy atareados, ya que los sacerdotes estaban ocupados preparándose para celebrar Misa. Mientras compartimos los alimentos esa noche, invité a los hombres a ir Misa y cinco de ellos aceptaron. Les expliqué que tenía que recoger a un amigo antes de Misa.
Después de recoger a mi amigo musulmán, manejamos hacia el centro de asilo. Cuando íbamos en camino, vimos a una mujer angustiada que saludaba. Aunque pensé que era una prostituta, di la vuelta y me detuve para asegurarme de que estuviera bien. Cuando baje la ventana, me suplicó que la llevara a la farmacia, ya que los autobuses no estaban circulando y la farmacia cierra a medianoche. Yo acepté llevarla. Mientras manejaba, ella se inclinó hacia adelante y me preguntó si me gustaría ‘algo de negocios’. Rechacé su oferta y le expliqué que nosotros creíamos en Dios y que estábamos en camino a un servicio de la iglesia. Enseguida la invite a que nos acompañara.
Necesitaba Dinero
Ella nos ofreció una disculpa y dijo que no podía ir con nosotros porque tenía que ‘ganar algo de dinero’ en las calles. Llegamos a la farmacia a tiempo y ella entró. Sentí la necesidad de seguirla y preguntarle si podía orar por ella. Mientras le preparaban los medicamentos, ella cerró los ojos y estrechó ambas manos. Oramos, de pie ante el mostrador, tomados de las manos. Fue hermoso. Ella era muy abierta.
Después de que salimos, le volví a pedir que nos acompañara, pero una vez más me explicó que no podía venir porque necesitaba dinero. En ese momento se me ocurrió algo. Había traído dinero para la colecta de la Misa, pero si lo gastaba en traerla a la casa de Dios, todavía se lo estaría entregando a la iglesia. Quizás eso le podría ayudar a abrir su corazón y tener un encuentro con Dios en la Misa, donde el cielo y la tierra se unen, mientras que también la mantenía alejada del mal. Le ofrecí el dinero, explicando que solo duraría una hora y por lo menos haría menos frío que esperar en las calles. Lo pensó y terminó aceptando. Mi corazón se detuvo por un momento y le di gracias a Dios. Llegamos a la iglesia cuando solo faltaban dos minutos para la medianoche y encontramos a los hombres del asilo esperándonos en la entrada. Estaba completamente asombrado por la obra de Dios. Antes de que entráramos, les pregunté a todos si podíamos orar juntos. Le pedí al Señor que bendijera a cada una de estas personas hermosas para que se sintieran bienvenidos y que la paz de Dios cayera sobre ellos. La mujer me preguntó si yo era un sacerdote y se sorprendió cuando me reí y le dije que no.
Llorando como un Bebe
Cuando estábamos entrando a la iglesia, todo parecía un sueño, pensé que me debía pellizcar, me sentí tan bendecido. Solo Dios pudo haber planeado esto. Quedé con lágrimas en los ojos, dándole gracias a Dios, en completo asombro por su bondad, agradeciéndole por permitirme estar en su presencia con un nuevo grupo de amigos. El sentimiento de amor y gratitud explotaron en mi corazón. No había ningún otro lugar en el mundo, donde yo hubiera preferido estar.
Durante la distribución de la Santa Comunión, les expliqué que podían recibir una bendición personal de Cristo a través del sacerdote. La mujer me dijo, ‘mírame, mira la ropa que traigo. La gente me mirará. Yo no puedo ir’. Le dije que si de verdad eran cristianos no la juzgaran, porque Jesús nos pidió no juzgar, para que no seamos juzgados por los pecados de los que nos avergonzamos. Les dije que Jesús vino por los pecadores, los marginados y los que están al borde de la sociedad. Incluso defendió a una mujer que fue encontrada cometiendo adulterio. (Juan 8:1-11). A menudo comía con los publicanos y las prostitutas. Le aseguré que ella era digna y bienvenida.
Mi amigo musulmán escuchó todo y reconoció que era cierto. Le dije que la mirada de Dios era la única mirada por la cual ella se debía preocupar. Ella se levantó y fue a recibir la bendición llorando como un bebe. Si tan solo cada persona fuera a recibir una bendición o la Santa Comunión consciente de su propia indignidad y quebrantamiento como esta hermosa hija de Dios, tendríamos una iglesia muy diferente.
Una vez un sacerdote me dijo en la confesión: ‘La Iglesia no es un club exclusivamente para santos, sino un hospital para los pecadores’. San Pablo también nos recuerda que ‘todos han pecado y están privados de la gloria de Dios’ (Romanos 3:23). ¡Todos nosotros! Cuando volvimos a nuestros asientos, ella lloró de nuevo. Los hombres del asilo y el hombre musulmán también fueron a recibir la bendición de Cristo, a través del sacerdote. Mientras contemplaba la realidad de la verdadera presencia de Jesús en la Santa Comunión, pude orar con un amor más fuerte por mis compañeros.
El Regalo más Grande
Al concluir la Misa, el sacerdote nos deseó una feliz navidad a todos antes de la bendición final. En el estilo católico típico y reservado, no hubo mucha respuesta, aparte de una persona, mi amiga, que respondió: «Y una muy feliz Navidad para usted también Padre». Al instante, me vino una sonrisa enorme y mis entrañas se iluminaron. El sacerdote, casi sorprendido, sonrió y le dio las gracias. Cuando la gente volteó para ver quién había hablado, ella dijo: ‘¡Bueno, él nos lo dijo!’. Nadie podría negar decir Amén a eso.
Al comienzo mencioné que este había sido el regalo de navidad más memorable que jamás haya recibido, y que gran bendición, privilegio y honor fue estar con esas hermosas personas esa noche. Sin embargo, nada se puede comparar con el primer y más grande regalo que el mundo entero recibió hace más de 2000 años, en esa primera Navidad, cuando Dios mismo se encarnó para convertirse en un bebé indefenso; cuando la Luz nació en nuestras tinieblas y el mundo cambió para siempre.
Este es el verdadero mensaje de navidad: darle la bienvenida a Dios en nuestra vida, por primera vez o una vez más. Esta es la verdadera entrega y recepción. Permitirle que nazca dentro de nosotros, darle la bienvenida con gozo, amor y asombro. Él se entrega a nosotros en cada momento de cada día. Debemos escuchar como los pastores que fueron invitados a ir y ver. Después de su encuentro con Jesús, se marcharon ‘glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído’ (Lucas 2:20). También debemos ser como ángeles, mensajeros de Dios, invitando y dirigiendo a otras personas a que descubran a Jesús por sí mismos.
‘El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz’ (Isaías 9:2). Esta Navidad, ¿darás testimonio de esta Luz a los que están en los lugares más oscuros? ¿Los solitarios, los deprimidos, los oprimidos, los rechazados, los abatidos, los olvidados, los perdidos, los abandonados, los enfermos, los que no tienen techo, los prisioneros, los ancianos, los huérfanos y las viudas? Puede que no tengas que mirar muy lejos. Podrían ser miembros de su propio hogar o tu familia. Podría ser tan simple como recordarlos en tus oraciones. ¿O saldrás esta Navidad para compartir personalmente el mayor regalo que alguien podría desear recibir: el regalo de Jesucristo? Haz de esta tu Navidad más memorable para otras personas, así como para ti mismo.
“Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”’. Hechos 20:35
Recordemos al mundo que la navidad se trata de Cristo.
'¡En una condición debilitante durante casi nueve años, Juliana Elarde luchó para encontrar sentido en el dolor y el sufrimiento, hasta que una peregrinación a Lourdes le cambió la vida!
Era un día como cualquier otro cuando Juliana entró en el ascensor. Se sentía sana, fuerte e independiente, pero su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Un dolor punzante irradió repentinamente a través de su espalda baja y bajó por la pierna derecha. Se derrumbó en el suelo en agonía. A pesar de las pruebas y tratamientos, su condición continuó deteriorándose hasta que ella se vio completamente debilitada. Los médicos pudieron darle un nombre—Síndrome de Dolor Regional Complejo—pero alrededor de cincuenta especialistas médicos en ocho años y medio no pudieron ofrecerle tratamiento efectivo ni alivio del dolor y ciertamente ninguna esperanza de una cura. Una y otra vez, probó tratamientos complicados y costosos con la esperanza de que algo marcara la diferencia, pero fue en vano.
Dolor Insoportable
Se sentía desesperada e indefensa. Desde la rodilla hasta los dedos de los pies, su pierna derecha estaba muy hinchada y morada por la falta de circulación y una gangrena amenazaba con formarse. Los dedos de sus pies se superponían y eran dolorosos y una llaga abierta sin curación apareció durante años. La carga constante sobre sus brazos por usar el andador resultó en el síndrome del túnel carpiano, el cual le enviaba un dolor disparando a través de sus muñecas, por lo que le era difícil hacer las cosas más pequeñas por sí misma. Incluso tomar una ducha era insoportablemente doloroso. El agua se sentía como clavos perforando a través de la pierna y la más leve abrasión se sentía como un cuchillo raspando la piel.
Cada noche, Juliana estaba despierta con un dolor tan insoportable que 2 horas de inquieto dormitamiento era todo lo que podía esperar. «Pensé que mi vida había terminado. Me habían quitado la independencia. Estaba tan enojada con Dios. Lo culpé y no pude ver ningún significado en este dolor. Emocional, espiritual y físicamente yo era un completo desastre».
Mundo de Felicidad
A pesar de que Juliana había sido criada en una familia católica croata devota que rezaba el Rosario todas las noches, había abandonado la práctica de su fe cuando tenía sólo 19 años. Solo acudía ocasionalmente a las misas de Pascua y Navidad. Ella había querido estar a cargo de su propia vida, así que no quería a Dios en su vida. Pero cuanto más había buscado la felicidad en el mundo, más solitaria y más inquieta se había vuelto. Ella no entendía el concepto de ofrecer su sufrimiento a Jesús, como alguien le había aconsejado después de que comenzó su enfermedad. Sin embargo, cuando le dieron una tarjeta de oración, ella comenzó a orar la coronilla de la Divina Misericordia. «Aunque no tenía ningún sentimiento en mi corazón, me sentí obligada a hacerlo».
Como Juliana no tenía devoción a la Virgen Maria, se sorprendió cuando un amigo le sugirió que pidiera su intercesión. Hasta le recomendaron que hiciera un viaje a Lourdes, con la esperanza de recibir una sanación milagrosa. «Si Jesús quiere sanarte, puede hacerlo.» Juliana se sentía como una hipócrita. ¿Cómo podría pedirle a María que la ayudara cuando no tenía devoción por ella e incluso temía a María? Pero ella decidió que no tenía nada que perder, así que humildemente comenzó a pedirle a María que orara por ella.
Paz Como un Rio
Sin saber nada sobre su significado, fue a una Misa especial el Domingo de la Divina Misericordia. Ese día, hizo una confesión general de todos los pecados que recordaba de toda su vida. De ahí en adelante todo cambió espiritualmente para ella. Comenzó a orar por una hora, tres veces al día y cumplió la promesa de pasar una Hora Santa ante el Santísimo Sacramento cada lunes de 4 a 5 pm. A su hija de siete años le encantaba pasar ese tiempo allí con ella.
Una vez que entendió el significado de su dolor y sufrimiento y los unió a nuestro Señor en Su Divina Misericordia, pudo entregar su voluntad a la Voluntad de Dios y confiar en el gran plan que Él tenía para su vida. Aprendió a lidiar con el dolor y el sufrimiento alabando y dando gracias a Dios en cada momento del día. Sabía que llegaría el momento perfecto para viajar a Lourdes, así que estaba en paz.
Con la ayuda de su madre y su hija, Juliana finalmente pudo unirse a Harvest Pilgrimages en su peregrinación a Lourdes en el 2008 para el 150 aniversario de las visiones de Nuestra Señora a Santa Bernardita. Pablo, el líder del grupo, le ayudó mucho y ella se sintió muy motivada por la fuerza de la devoción que él le tenía a la virgen.
Esperando su turno en los baños, Juliana se sintió muy nerviosa. Como se le había dicho que el agua estaba helada, temía que le causara espasmos y aumentara su dolor. Antes de entrar en la bañera, miró a una estatua de la Virgen María y le pidió que calentara el agua. Para su sorpresa, cuando los asistentes la bajaron suavemente al agua, el agua estaba completamente tibia. Ella se sintió superada por la emoción de que esa simple oración había sido respondida tan completamente, pero aún había más por venir.
Cuando la regresaron a su silla de ruedas, su hija se dio cuenta de que las manchas negras en los dedos de sus pies estaban desapareciendo. Las manchas se estaban volviendo más rosadas. Cuando la sacaron en su silla de ruedas, sintió una sensación como de agua fría que fluía por encima de su pie. Ella seguía preguntándoles a su madre y a su hija si su pie estaba mojado, pero no lo estaba. El dolor en sus muñecas también había desaparecido.
Al día siguiente, fue a la Procesión del Santísimo Sacramento y la bendición en la basílica subterránea. Mientras esperaba en su silla de ruedas en la primera fila, mirando a Jesús en el Santísimo Sacramento, le pidió, «Si es Tu santa voluntad, ¿podrías sanarme espiritualmente, así como físicamente, para que yo pueda ser la madre que siempre he querido ser para mi hija?»
Cuando el sacerdote levantó el Santísimo Sacramento para la Bendición, Juliana sintió una tremenda sacudida desde la cintura hasta los dedos de ambos pies. Se sentía como si estuviera siendo electrocutada. Tal intenso dolor, encima de su agonía habitual, hizo que ella quisiera gritar, pero agarró los brazos de la silla de ruedas firmemente y sostuvo el sufrimiento en lo profundo de su interior. Mientras el sacerdote comenzaba las alabanzas al Santísimo Sacramento y lo colocaba sobre el altar, el dolor empezó a desaparecer, de la cintura hasta las piernas, parte por parte.
Momento Mistico
En ese momento, sabía que algo había ocurrido, pero ¿qué? Todavía sentía dolor, pero la pierna derecha se sentía muy ligera. Sintió en su corazón que Jesús la estaba llamando a ir a la Gruta de inmediato para que pudiera rezar el Rosario en el lugar donde la Virgen María se le había aparecido a Santa Bernardita.
Mientras rezaban el Rosario en la Gruta, ella experimentó un momento muy especial y místico con la Virgen. Aunque el sol brillaba a su derecha, vio una pequeña luz en el cielo delante de ella. Tenía la profunda sensación de que la Virgen María estaba detrás de esa luz y escuchó la voz de María en su corazón diciendo: “Juliana no te preocupes, todo estará bien. ¡Sólo confía!»
Inmediatamente Juliana sintió un amor profundo, tierno y maternal de María, y el amor por María estalló espontáneamente dentro del corazón de Juliana. Sin juzgar ni temer, Juliana sintió que realmente podía confiar en la Virgen. Sólo entonces, el Señor permitió completar su sanación física.
Los dedos de sus pies, que habían estado tan retorcidos y destrozados, se sentían como si estuvieran siendo estirados. Empezó a llorar: «¡Mis dedos!» Cuando su madre se quitó el zapato, los dedos se estaban moviendo. El dolor en la espalda baja y la pierna había desaparecido por completo y podía incluso tocarse la pierna sin estremecerse, lo que había sido imposible durante los últimos ocho años y medio.
«¡Creo que puedo ponerme de pie!», Exclamó. Cuando Pablo y su madre la levantaron de la silla de ruedas, se alegró al poder estar de pie sin ningún dolor. «¡Creo que puedo caminar!», declaró, sintiendo como si se estuviera deslizando sobre una nube, mientras se movía hacia la hermosa estatua que marcaba el lugar donde Santa Bernadita había visto a la Virgen. «¡Guau! ¿está sucediendo esto realmente?», pensó, asombrada por la falta del dolor que había sido su compañero constante durante ocho años y medio. Más tarde, se daría cuenta de que el día y la hora de su sanación era la de su hora santa habitual frente al Santísimo Sacramento.
La herida abierta en su pierna, que no había podido sanar durante varios años, se cerró unos días después y sanó de forma permanente. Aparte de una fisioterapia inicial para fortalecer los músculos desusados, no ha necesitado ningún tratamiento adicional. No tiene más síntomas ni efectos posteriores del Síndrome de Dolor Regional Complejo, una condición que se le había dicho que era incurable. Los dedos morados y destrozados en sus pies volvieron a la normalidad en Lourdes y están en perfecto estado desde entonces. El síndrome del túnel carpiano, que sanó inmediatamente después del baño en Lourdes, tampoco ha regresado. Su médico todavía se refiere a ella como su «paciente milagrosa».
Lo más importante es que en Lourdes experimentó el amor de su Madre Celestial, el momento de María, como ella lo llama. Ella admiró ese momento y apreció el afecto materno que María le había dado al orar el Rosario cada día. Para mantener siempre a María con ella, ella invita a María a unirse a ella en todas las actividades de su vida diaria. Le pide a María que la utilice como su pequeño instrumento y, como resultado, «nunca he sido más feliz en toda mi vida».
La Virgen ha intercedido para que se le concedieran muchas cosas, incluso las cosas que ella creía que eran demasiado pedir. Lo más importante es que María le trajo un esposo amoroso para compartir su vida y ser un padrastro maravilloso —siguiendo el modelo de San José— para su hija cuando entró en su adolescencia.
Aún mejor, comparte su amor por María y por Jesús en Su Divina Misericordia. Ella lo conoció en la peregrinación a Lourdes. Es Pablo, quien la cuidó con tanta ternura y estaba presente cuando ella fue sanada. Juliana y Pablo esperan con ansias su décimo aniversario de bodas.
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¡Puedes ser de mucha ayuda para que tu pareja se acerque a Dios! La historia de STEPHEN KING y su conversión al Catolicismo seguramente te inspirará.
Científicamente discapacitado
Cuando Stephen King creció como protestante en Irlanda del Norte, nunca imaginó que algún día se encontraría en una encrucijada y terminaría convirtiéndose al catolicismo. Los problemas entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte hicieron que Stephen y su familia se alejaran de la religión. A pesar de que ocasionalmente iba a la escuela dominical en su juventud temprana, luego de la muerte de su padre cuando tenía 11 años, la familia dejó de ir a la iglesia completamente.
Stephen desarrolló una visión cínica y materialista de la vida, en la cual esperaba que la ciencia tuviera la respuesta para todo. No sentía necesidad de Dios y pensaba que la religión sólo causaba problemas, así que se mantenía alejado de ella. “Ser un científico materialista es una terrible discapacidad dentro de la fe. Te da una arrogancia de la cual es muy difícil deshacerse”.
Después de finalizar sus estudios de Geología, trabajó para una compañía basada en Trinity College, Dublin. A pesar de que él había desestimado el significado del nombre, el Señor no había abandonado a Stephen. Su trabajo frecuentemente lo llevó a mudarse al extranjero y se le pidió que se estableciera en Brisbane, Australia. Vino a Australia, sin conocer a nadie y sin tener mucho apoyo, pero en Su providencia, Nuestro Señor le tendió Su mano.
El amor está en el aire
En el tren de camino al trabajo, había notado a otra pasajera regular; una joven hermosa cuyos hombros y cabeza se erguían sobre la mayoría de los otros pasajeros. Nicole Davies, a su vez, sintió una fuerte atracción hacia este alto y guapo joven—uno de los pocos que podía sobrepasarla en estatura.
Luego de seis meses de admirarlo de lejos, su hermana la retó a invitarlo a salir. “Ese mismo día, estábamos solo nosotros en la plataforma y luego en el vagón del tren, pero yo aún no podía hablarle. Pero cuando nos bajamos del vagón recordé las palabras de mi hermana: ‘No me vuelvas a mencionar a ese hombre si no lo invitas a salir’”. Así que Nicole reunió su valentía y corrió tras de él para invitarlo a salir. Al inició se rehusó, pero ella insistió.
Pronto desarrollaron una afinidad entre sí, tan fuerte que Nicole ya le estaba hablando de matrimonio. Stephen estaba enamorado, pero no se sentía listo para eso. Sin embargo, Nicole estaba clara en que si su relación no se encaminaba hacia el matrimonio en 18 meses, ella empezaría a buscar por otro lado. Así que, luego de un año de novios, él la invitó a que lo acompañara a Europa a conocer a su familia, ir a esquiar y conocer lugares.
Una revelación mayor
Nicole era una católica alejada, pero su madre recientemente había experimentado una reconversión. Justo antes de irse a Europa, Nicole había acompañado a su madre a una plática dada por una visionaria católica. Algo increíble ocurrió esa noche. Experimentó una gran revelación de Nuestro Señor. Simplemente escuchar que Jesús la amaba cambió su forma de pensar respecto a todo. De repente, todo tenía sentido y esto la sobrecogió. Desde ese momento, su fe la llevó a convertirse en una católica devota y comprometida. A pesar de que estas eran buenas noticias para ella, también era el inicio de un periodo difícil en su relación con Stephen.
La película “El Caso de Cristo” muestra una situación similar; la relación entre un periodista ateo y su esposa luego de que ella se convirtió. Sus sentimientos de ira, enojo e inconveniencia reflejaban los de Stephen. Él no estaba feliz de que la madre de Nicole la había llevado a esta reunión con la visionaria y había cambiado todo. Su viaje a Europa se convirtió en un completo desastre. “Nicole quería ir a ver todas las iglesias por donde pasábamos, y hay muchas iglesias en Europa.” Cada día había discusiones y cada noche terminaba con llanto en la mesa de la cena. “Creo que todos los meseros querían matarme”. Eventualmente, ella regresó a Australia antes de lo planeado.
Stephen pensó que habían terminado. ¿Cómo podían continuar estando juntos luego de esto? A pesar de que una conversión personal estaba lejos de sus pensamientos, él aun amaba a Nicole y no sabía qué hacer sin ella. Él la buscó de nuevo al regresar a Australia, se reconcilió con ella e hizo que las cosas funcionaran. Dentro de siete meses, estaban casados. “A pesar de que estábamos en polos opuestos respecto a la religión, yo amaba a esta mujer y estábamos moralmente alineados, lo cual pienso que es muy importante en las relaciones”
Hubo dificultades terribles para Nicole porque ninguno de sus amigos era religioso. En cualquier discusión, Nicole estaba sola contra todos ellos en contra de su religión. De alguna manera, ella encontró la fortaleza para mantener su fe. Como el camino de fe de Nicole había empezado a través del testimonio de una visionaria, la idea se le hacía muy extraña a Stephen. Él no creía que ninguno de estos milagros o visiones podía ser real. Ella estaba aun experimentando el fervor de la conversión junto con su madre. Stephen no se acercaba a algunas de las personas que ella conocía en la Iglesia, quienes, a pesar de profesar la fe, no parecían ser buenas personas. Así que eso no lo atrajo.
Un favor hecho
Luego de un tiempo, Nicole empezó a reflexionar más y luego de probar distintas parroquias, empezó a ir a la Misa en Latín. El sacerdote era el Padre Gregory Jordan SJ. Él se convirtió en una gran parte de sus vidas y en un buen amigo para ellos. Un día, llevó a Stephen aparte y le dijo “Nicole de veras está teniendo problemas para llevar a los niños a misa. ¿Me harías un favor? ¿Podrías venir a misa con ella un domingo, solo para ayudarla a cuidar a los niños? No tienes que comprometerte a convertirte ni hacer nada. Le harías la vida mucho más fácil.” Eso parecía razonable, así que él empezó a acompañarla todas las semanas a la misa y absorbía lo que ocurría a su alrededor. Disfrutaba pasar tiempo con sus hijos y luego conversar con sus amigos.
“Resultó no ser una gran imposición para mí. Algunas personas se pueden intimidar mucho por lo reglamentada que es la misa en latín, pero me gustó mucho la reverencia. Eso me atrajo. Un día un amigo me dio un libro titulado ¿La ciencia ha enterrado a Dios? Del profesor John Lennox, que enseña matemáticas en Cambridge. Leí este libro y me abrió los ojos a la posibilidad de la fe. Me hacía preguntas que la ciencia no podía responder. El increíble universo de Nuestro Señor es mucho más complejo de lo que ninguno de nosotros podría comprender. El pensar que todo vino de la nada es incomprensible para mí ahora.
Luego de sentarme en la iglesia católica por un tiempo, se me hizo claro que la Iglesia única y verdadera era la respuesta. Me moví muy lentamente en mi camino de fe. El Señor me dio una patada en los pantalones cuando tuve un ataque al corazón en el 2015 y eso realmente me cambió la realidad. Cambió mi línea de tiempo. Me di cuenta de que no iba a vivir para siempre. Más me valía empezar a trabajar en lo que es real e importante y hacerlo pronto. El Señor me había estado hablando todo este tiempo, pero Él tuvo que golpearme en la cabeza con un martillo para que pudiera escucharlo. Soy malo escuchando.”
Mientras se estaba recuperando, luego de tres meses fuera del trabajo para sentarse y pensar, empezó a leer la Biblia. Mientras pensaba en ello y rezaba al respecto, gradualmente se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión. “No tuve una revelación mayor, pero se me hizo claro que era lo que tenía que hacer, la forma correcta de vivir mi vida y la forma correcta de ser un buen padre para mis hijos y un buen esposo para mi esposa.”
Tres meses después, fue aceptado dentro de la Iglesia Católica. Fue un día muy emotivo para todo el mundo; especialmente para su familia al verlo regresar a la Iglesia luego de tantos años. Al recibir la Santa Comunión por primera vez, se dio cuenta de cuanto necesitaba la ayudar del Señor. “Siempre había sido egocéntrico y pensaba que tenía todo lo que necesitaba para seguir adelante. En esa primera Santa Comunión, me di cuenta de que Él era lo que yo necesitaba.”
“Cuando Nicole se volvió católica inicialmente, era muy molesto para mí. Trajo algo a nuestras vidas que yo no quería. No me atraía para nada. El cambio vino cuando conocí a católicos a los que de hecho admiraba y pude ver lo buenas personas que eran. El Padre Jordan fue una gran parte de eso. Sin él no creo que hubiera podido terminar de esta forma.”
“Confío en el apoyo y guía de Nuestro Señor ahora, intentando vivir mi vida en una forma distinta, de la manera en la que alguien que conoce a Cristo debe vivirla. Digo el Rosario con mi familia ahora e intento leer la Biblia todos los días, reflexionando sobre las gracias que he recibido. Voy a misa de forma distinta. Estoy mistificado por el sacrificio que Jesús hizo por nosotros. Ha cambiado mi vida para siempre. Aunque haya dificultades, seré católico por el resto de mi vida.”
'En las apariciones de María, su mensaje predominante era “oren bien”. ¿Has comprendido el poder de la oración en tu vida?
Mi esposa y yo tenemos una tradición navideña de reunir a nuestros hijos y nietos para las celebraciones navideñas. El día de Boxeo mi esposa lleva a los nietos a una pantomima, acompañada por algunos de nuestros hijos adultos. Sé que los nietos esperaban con mucho entusiasmo el panto. La última vez que lo hicimos fue hace cuatro años. Como los nietos han crecido un poco, el pantomima no es muy atractivo como solía serlo.
Hace catorce años, tuve un ataque al corazón. Después de que me dieron dos stents y un poco de rehabilitación, estaba absolutamente bien. Pero 10 años después, a las 3 de la mañana del día de Boxeo, me desperté con mucho dolor. Sentí como una repetición de mi ataque al corazón. Como no quería molestar a mi esposa, me levanté y bajé a orar en la cocina. Decidí no llamar a una ambulancia, principalmente porque no quería estropear todas las celebraciones de Navidad.
Nunca había orado tan duro o tan fervientemente en toda mi vida, implorando a la Virgen María que pidiera a su hijo, Jesús, que esto no sucediera en ese momento, no por mi bien, sino por mi familia. Imaginé la angustia que esto les causaría a todos si me llevaran al hospital. En mi oración a nuestra Señora, recordé como le concedió su petición en el Milagro de Caná. Me dio tanta esperanza que ella escuchara mis súplicas. A medida que pasa el tiempo, el dolor aumenta cada vez más. Diez años atrás, yo había sufrido los mismos síntomas. Para mi alivio, después de varias horas de oración ferviente y urgente, el dolor se calmó y luego desapareció completamente. Estaba tan agradecido con nuestra Santa Madre por consolarme en mi dolor y ansiedad e interceder por mí.
Ahora, cuatro años más tarde, he permanecido completamente sin dolor de mi condición cardíaca y soy capaz de andar en bicicleta muchas millas cada semana.
Confía en el poder de la oración.
'¿Sabías que tienes un padre omnipresente? Continúa leyendo si estás buscando su amor.
Cuando miras atrás
Hace dieciséis años, yo estaba dando una clase de catecismo en la Prisión de Folsom, una cárcel de máxima seguridad en California, para preparar a algunos de los reclusos para su Confirmación. Un recluso llamado Juan comenzó a relatar su historia. Nos compartió que su padre biológico había abandonado a la familia cuando él era un niño y que su padrastro era indiferente y abusivo. Dicho en otras palabras, nos dio a entender que su conexión emocional con cualquier figura paterna estaba irremediablemente dañada. Esa podría ser la razón, nos dijo, por la cual está apegado a la fe de su infancia; aún está buscando a su padre. Yo le dije “Juan, Dios ES tu Padre, y Jesús te invita a que lo llames ‘Abba’.”
“¿Qué significa ‘Abba’?” Me preguntó
“Significa Papá. Jesús te da permiso de que le llames a Dios papá.” Le contesté.
Con lágrimas en los ojos, Juan recitó la oración del Padre Nuestro lenta y reverencialmente. Lo hizo con tanto poder y convicción que parecía como si lo estuviera haciendo por primera vez.
La simplicidad del Padre Nuestro y nuestra propia familiaridad con esta oración pueden enmascarar la joya que esta fue en la historia de nuestra religión. Jesús no llama a Dios “Juez” u “Omnisciente” o “Poder del Cielo” ni ningún otro título que represente la trascendencia de Dios. En vez de eso, Jesús llama a Dios “Padre”, lo cual evoca un sentido de familiaridad, recordándonos cómo un niño se vuelve hacia su padre, con la confianza de saberse amado por él.
Llenando el vacío
Si alguien siente que su padre ha estado ausente, los juzga o es duro, es posible que proyecten estas cualidades en Dios. Si esperan poco de sus padres, puede que esperen muy poco o nada de Dios. Si su padre no se comunicaba con ellos, pueden pensar que Dios es igual. Pero Jesús nos enseñó a llamarle a Dios Abba, que significa “mi padre” y evoca un sentimiento de intimidad, calidez, seguridad y amor.
En el libro de Oseas podemos encontrar a Dios como un padre amoroso, ya que el profeta captura esta íntima relación de padre e hijo a la cual Jesús nos invita:
«Cuando Israel era niño, yo le amé,
y de Egipto llamé a mi hijo.
Cuanto más los llamaba,
más se alejaban de mí:
a los Baales sacrificaban,
y a los ídolos ofrecían incienso.
Yo enseñé a Efraím a caminar,
tomándole por los brazos,
pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos.
Con cuerdas humanas los atraía,
con lazos de amor,
y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me
inclinaba hacia él y le daba de comer.» (Oseas 11: 1-4)
Qué imagen tan tierna la de nuestro Dios como aquel que “alza a un niño contra su mejilla”
Esa es la imagen que derritió el corazón de un prisionero llamado Juan y llenó sus ojos de lágrimas. Muchas personas pasan su vida buscando una figura paterna. Pero Jesús nos dice que tenemos un padre que nos ama más que cualquier padre terrenal podría amarnos. Simplemente tenemos que ir ante él y, con la simplicidad de un niño, decirle “¡Abba!”
Padre del Cielo, me entrego completamente en tus brazos como un niño, y confío en tu Divina Providencia. Cada día, déjame sentir esos lazos de amor invisibles con los cuales me acercas a ti. Amén.
'
Una razón principal por la que el movimiento de los derechos civiles de las décadas de 1950 y 1960 fue tan exitoso tanto moral como prácticamente fue el hecho que fue dirigido en gran medida por personas con una fuerte sensibilidad religiosa. El más notable de estos líderes fue, por supuesto, Martin Luther King. Para apreciar la sutil relación entre el compromiso religioso de King y su trabajo práctico, quisiera llamar su atención sobre dos escritos: su Carta desde la cárcel de Birmingham City y su discurso «Tengo un sueño», ambos de 1963.
Mientras estaba encarcelado en Birmingham por dirigir una protesta no violenta, King respondió a algunos de sus compañeros ministros cristianos que lo habían criticado por ir demasiado rápido, esperando que el cambio social sucediera de la noche a la mañana. El ministro Bautista respondió a sus críticos de una manera tal vez sorprendente, invocando la ayuda de un teólogo católico medieval. King llamó su atención sobre las reflexiones de Santo Tomás de Aquino acerca del derecho y la ley, específicamente la teoría de Tomás de que el derecho positivo encuentra su justificación en relación con la ley natural, que encuentra su justificación en relación con la ley eterna. Tomás de Aquino quiso decir que lo que justifica a una ley práctica y cotidiana es que de alguna manera esprese los principios de la ley moral, que a su vez reflejan de la propia mentalidad de Dios. Por lo tanto, King concluyó que las leyes positivas injustas, tales como las regulaciones de Jim Crow que él mismo estaba impugnando, no son sólo leyes malas, sino que son inmorales y finalmente ofensivas para Dios.
Aquí está el propio lenguaje de King: «Uno bien puede preguntarse: ‘¿Cómo puedes abogar por romper algunas leyes y obedecer a otras?’ La respuesta está en el hecho de que hay dos tipos de leyes: justas e injustas. Yo sería el primero en abogar por obedecer las leyes justas. Uno no sólo tiene una responsabilidad legal sino moral de obedecer leyes justas». Pero entonces King contrasta esto con la obediencia a una ley injusta: «Por el contrario, uno tiene la responsabilidad moral de desobedecer las leyes injustas. Estoy de acuerdo con San Agustín en que ‘una ley injusta no es ley.’” Y al aclarar la diferencia, se dirige a Tomás de Aquino: “ahora, ¿cuál es la diferencia entre las dos? ¿Cómo se determina si una ley es justa o injusta? Una ley justa es un código hecho por el hombre que cuadra con la ley moral o la ley de Dios. Una ley injusta es un código que está fuera de armonía con la ley moral. Para decirlo en los términos de Santo Tomás de Aquino: Una ley injusta es una ley humana que no está arraigada en la ley eterna y en la ley natural». Esto no es un asunto piadoso; más bien, revela lo que dio al movimiento de King su justificación y propósito.
La misma dinámica estuvo en exhibición seis meses después, cuando King se dirigió a la multitud que se había reunido en el Lincoln Memorial para la marcha en Washington. No estaba dando un sermón, sino que estaba dando un discurso político, abogando por un cambio social en un lugar público. Pero pongan atención al lenguaje que usó: “Yo tengo el sueño de que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del Señor será revelada y toda la carne la verá al unísono”. Estaba directamente relacionando la revolución social que estaba defendiendo con la visión mística del profeta Isaías. Y escucha la magnífica conclusión del discurso en el que mezcla ingeniosamente la letra de una canción patriótica americana con la letra de una canción que él y su familia cantaron en la iglesia: “y cuando esto suceda, y cuando permitamos que suene la libertad, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos, podrán unir sus manos y cantar las palabras del viejo Negro espiritual: ¡por fin libre! ¡por fin gratis! Gracias a Dios Todopoderoso, ¡por fin somos libres!» Una vez más, en la lectura de King, lo políticos anida dentro de lo moral, que anida dentro de lo sagrado.
Martin Luther King derivó de su herencia religiosa no sólo la metafísica que le informó de su activismo social, sino también del método no violento que él empleó. Lo que Jesús revela en la retórica del Sermón de la Montaña («Amen a sus enemigos»; «bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan»;“Si alguien les golpea en la mejilla derecha, prestenle también la mejilla isquierda ”; etc.) y aún más sorprendente en sus palabras de perdón en la cruz es que el camino de Dios es el camino de la paz, la no violencia y la compasión. Como cristiano, King sabía que reaccionar a la opresión con violencia sólo exacerbaría las tensiones dentro de la sociedad. Resume este principio en uno de sus sermones más conocidos: “devolver el odio multiplica el odio, añadir más oscuridad a una noche ya borra las estrellas. La oscuridad no puede sacar a la oscuridad; solo la luz puede hacerlo. El odio no puede sacar al odio; solo el amor puede hacerlo”.
Dentro de los límites de este breve artículo, no puedo empezar a abordar adecuadamente la agitación social que se está produciendo en nuestra cultura hoy. Pero diré simplemente lo siguiente: Es indudable que hay graves déficits morales en nuestra sociedad que deben ser abordados, pero la mejor manera de hacerlo es desde un marco moral y finalmente religioso. Que el modelo de liderazgo de Martin Luther King en este sentido sea un ejemplo a seguir.
'¿Alguna vez te has preguntado por qué tenemos que perdonar a los que nos lastiman? Perdonar es difícil; sigue leyendo para saber cómo hacerlo fácilmente.
Más allá de los límites
“Si no perdonas a los demás, tu Padre tampoco perdonará tus ofensas.” (Mateo 6:15)
Como cristianos, toda nuestra esperanza depende únicamente de una cosa: El perdón de Dios. A menos que él perdone nuestros pecados, es claro que nunca podríamos llegar al cielo. Agradecemos a Dios por ser tan amoroso y por siempre buscar razones para perdonar a sus hijos. Él quiere perdonar nuestros pecados, sin importar cuántos y qué tan graves sean. ¡Simplemente tenemos que reconocer el mal que hemos hecho, pedir Su perdón y extender voluntariamente ese perdón a los demás! ¡Es como si estuviéramos resolviendo un examen con el libro abierto! Sin embargo, ¡la mayoría de nosotros tiene dificultades para cumplir con esta condición!
Con nuestra naturaleza está manchada por el pecado, el perdón incondicional está más allá de nuestra capacidad. Necesitamos la Gracia Divina para perdonar. Sin embargo, nuestra decisión y voluntad para hacerlo son importantes. Una vez que demos estos pasos, comenzaremos a experimentar la Gracia que nos otorga el Señor.
Entonces, ¿cómo hacemos nuestra parte? Algo que podemos hacer es buscar razones para perdonar. Estas son algunas de mis razones para perdonar.
¿Por qué debería perdonar?
Respuesta 1: Porque merezco una vida saludable
Perdonar es liberar a un preso y ¡descubrir que el preso era usted!—Lewis B. Smedes
La investigación científica moderna ha aceptado lo que la Escritura enseñó hace mucho tiempo: ¡la necesidad de perdonar! El perdón reduce la ira, el dolor, la depresión y el estrés y aumenta el sentimiento de optimismo, esperanza y compasión. El perdón reduce la hipertensión. Las personas que perdonan tienden a tener no sólo menos estrés, sino también mejores relaciones interpersonales, menos problemas de salud general y menor incidencia de las enfermedades más graves, incluyendo depresión, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer.
Aquí, mi enfoque está en mi propio bienestar. La vida es un don del Creador, y es mi responsabilidad vivir una buena vida. El guardar rencor me impide disfrutar de una buena calidad de vida. Así que necesito perdonar.
Respuesta 2: Porque Dios quiere que perdone
“Ser cristiano es perdonar lo inexcusable porque Dios ha perdonado lo inexcusable en usted.” C. S. Lewis
Esto es muy sencillo. Elijo perdonar porque Dios lo espera de mí. Mi enfoque es ser obediente a Dios. Dependo de Su Gracia para poder perdonar.
Respuesta 3: Porque no soy mejor que quien me ha ofendido
“No hay nadie que sea justo, ni siquiera uno” (Romanos 3:10)
Este enfoque está en mi naturaleza pecaminosa. Intento ponerme en los zapatos de la otra persona. ¿Cuál sería mi respuesta si estuviera en su lugar? Muchas veces, cuando dejamos de lado nuestras propias excusas y comenzamos a meditar en ocasiones en que hemos lastimado a otros, comenzamos a darnos cuenta de que no somos mejores que los demás. Admitirlo hará que nuestro trabajo de perdonar sea más fácil.
Respuesta 4: Debido a que Dios ha estado usando esas situaciones dolorosas para mi bien
“Sabemos que todas las cosas funcionan juntas para bien para aquellos que aman a Dios, que son llamados según su propósito” (Romanos 8:28)
En el libro de Hechos de los Apóstoles, leemos sobre la ejecución de San Esteban. ¡Justo antes de la ejecución, Esteban vio la gloria de Dios y a Jesús que está de pie en la mano derecha de Dios! Mientras la muchedumbre le apedreaba, Esteban oró por sus verdugos, pidiéndole a Dios que no les eche en cara su pecado. Aquí vemos otro elemento clave que podría ayudarnos a perdonar a los demás, ¡conociendo la recompensa! Esteban vio la gloria de Dios. Después de experimentarla, creo que Esteban deseaba estar con Dios lo antes posible. Por lo tanto, podría haber sido más fácil para él perdonar a sus perseguidores, ya que los veía como las personas que le estaban ayudando a llegar más rápidamente a su destino final junto a Nuestro Señor.
Es una tendencia humana el pensar sólo en las consecuencias negativas de algún acontecimiento doloroso. Nos sorprendería todo lo que descubriríamos si dejamos de considerar solo los aspectos negativos y empezamos a contar las bendiciones que recibimos debido a esos acontecimientos. Por ejemplo, puede que yo haya perdido mi trabajo debido a la jugada sucia de algún colega, pero luego eso me llevó a encontrar, con éxito, un mejor trabajo. También puedo contar beneficios no materiales. Esos incidentes podrían haberme ayudado a crecer en mi espiritualidad o podrían haberme hecho una persona más fuerte, y así sucesivamente. Una vez que empecemos a darnos cuenta de esto, será mucho más fácil para nosotros perdonar a aquellos que nos han herido.
Respuesta 5: ¿Perdonarlo? ¿Para qué? ¿Qué hizo?
“No recordaré más sus pecados” (Hebreos 8:12)
¡Solo sentimos la necesidad de perdonar cuando creemos que la otra persona nos lastimó a propósito! Si su acción no me lastimó, perdonar se vuelve irrelevante.
A continuación relataré un incidente de la vida de un amigo. Una vez estaba a punto de salir a una cita importante vistiendo un atuendo cuidadosamente escogido, bien planchado. Justo antes de salir de la casa, notó que su hija bebé gateaba hacia él con una hermosa sonrisa. Inmediatamente la tomó en sus brazos y la abrazó por un momento. Después de unos segundos, sintió humedad en su camisa y se dio cuenta, con gran sorpresa, de que la bebé no llevaba pañal. Se enojó y trató a su esposa con dureza.
Mi amigo se cambió de ropa apresuradamente. En el camino, sintió que el Señor comenzó a hablar a su corazón.
“¿La perdonaste?» Le preguntó el Señor
“Fue su culpa… debería haber sido más responsable”, le respondió mi amigo, aún enojado.
El Señor repitió la pregunta, «A lo que me refiero es… ¿Perdonaste a tu hija?»
«¿A mi hija? ¿Qué tengo que perdonarle? Ella no sabe lo que hace»
De esta forma, el Señor abrió su corazón para que pudiera entender el significado del ‘perdón’ en el diccionario divino.
Recuerden la oración que Jesús exclamó en la cruz; «Padre, perdónalos; porque no saben lo que están haciendo. (Lucas 23:34)» Idealmente, debemos poder perdonar a quienes nos hacen daño como Jesús perdonó a quienes lo crucificaron, pero esto sólo se puede lograr con abundante gracia del Señor. Lo que podemos hacer es decidir perdonar y elevar al cielo nuestro deseo de hacerlo. No nos hace falta razones para perdonar. Cambiemos poco a poco y pidamos al Señor que nos ayude.
Querido Dios, me doy cuenta cuán profundamente tu Amado Hijo me amó, tanto que bajó a la tierra y sufrió dolores inimaginables para que mis pecados pudieran ser perdonados. Tu misericordia fluye a través de Sus heridas a pesar de mis defectos y fracasos. Ayúdame a imitar a Jesús amando incondicionalmente incluso a los que me lastiman. Y ayúdame a experimentar la compasión producto de perdonar verdaderamente. Amén.
'¿Tiene Dios un sentido del humor? ¡Sí, tú y yo somos una prueba viva de esto!
No Hay Palabras
Las palabras nos rodean y son utilizadas para hacernos sentir o reaccionar a cosas y eventos. Las palabras son herramientas poderosas para levantarnos o derribarnos. En esta era de comunicación de internet de alta velocidad, el buscar palabras que inspiran y dan esperanza es más importante que nunca. Años atrás, había etiquetas en los parachoques que decían “Juan 3:16”. Yo no tenía idea de a qué se referían esas palabras. Un día, una amiga me explicó que era un versículo de la Biblia. Después de finalmente buscar ese versículo, puedo decir honestamente que esas han sido las palabras más inspiradoras que he leído. Esta escritura se ha vuelto tan popular que la mayoría de las personas puede recitar algunas, si no todas, las palabras que la componen de memoria. ¿Por qué tantas personas memorizarían e imprimirían este versículo para colocarlo como referencia en lugares públicos? Es simplemente porque el mensaje de estas palabras está lleno de amor, esperanza y salvación.
Juan nos dice en su evangelio que “tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Este mensaje no solamente nos da la esperanza de nuestra salvación, sino que es un mensaje en amor inmenso. Léelo una vez más … ¡Tanto amó Dios al mundo! Deja que eso penetre tu mente por unos minutos. Dios nos ama a TODOS y a TODO lo que hay en el mundo que Él creó. Es un mensaje muy poderoso, el cual vale la pena digerir, pero debo retroceder un poco para explicar cómo llegué a comprender la profundidad de Juan 3:16, en mi rincón del mundo.
Una mañana, hace muchos años, mi esposo se había ido a trabajar, nuestros hijos se habían ido a la escuela, ¡y la casa estaba TRANQUILA! Aun en mi pijama, me senté a la mesa con una taza de té caliente, con el plan de establecerme con mi Señor para completar una lectura semanal de estudio Bíblico. Era un día de invierno frío y acogedor en California. Llovería por un largo rato, y después saldría el sol detrás de las nubes, justo a tiempo para hacer que todo brillara antes de que llegara la siguiente ola de lluvia fragante. El ritmo de la lluvia y el sol en el norte de California forman los arcoíris más encantadores que a menudo me hacen recordar la alianza de Dios con nosotros. “Él es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo. Él es mi Dios y yo soy de Él…. (¡suspiraba de felicidad!).” Qué manera tan hermosa de comenzar una lectura de estudio Bíblico.
Cuando Brilla el Sol
He escuchado que Dios tiene un sentido del humor, pero esa mañana no estaba de humor para disfrutar de Su ingenio. Acababa de abrir todos mis libros, preparar un lápiz y probar algo de té cuando sentí un impulso sentimental. De repente, apareció la lluvia y salió el sol. Intenté ignorar el impulso urgente, pero se volvió más fuerte. “Pero Señor,” me quejé, “aun estoy en pijamas.” Teníamos dos perritos y sentí que Dios quería que yo me cambiara rápidamente, atara a los perros y los sacara a caminar mientras estaba soleado. No me iba a llevar nada. Experimenté un sentido de urgencia tranquilo pero fuerte. Dentro de unos minutos, estaba fuera de la casa. Pensé que Dios me había dado una pequeña ventana de tiempo para tomar un poco de sol, ya que recientemente había sido diagnosticada con deficiencia de vitamina D. El médico me había informado que la luz del sol ayudaría a contrarrestar eso. Pero no pensé que Dios estaba a punto de facilitarme una forma única de estudio Bíblico.
Al otro lado de mi colonia hay una entrada a un laberinto de senderos para caminar. Cerca de la entrada, me di cuenta de que había un camión de carga estacionado adelante. Aunque mi estómago comenzó a ponerse tenso por la anticipación, Dios parecía instar a que continuara. Cerca del camión estaba de pie un oficial correccional armado listo. «Oh Señor, ¿qué estás tramando? Esto no es gracioso», pensé. Yo intenté actuar como si todo fuese casual mientras pasaba frente al guardia. Lo saludé con la cabeza, pero seguí caminando.
Presionando el Botón de Pánico
Hay un arroyo de agua paralelo al sendero, el cual se llena cuando llueve. Al mirar el arroyo vi unos 6 a 8 hombres con vestiduras de color naranja, el tipo de vestimentas que usan los reclusos de la prisión local. Dos castores habían decidido represar el arroyo y habían causado un problema en el drenaje. Los hombres vestidos de naranja eran presos de baja seguridad que habían sido enviados para limpiar los escombros del arroyo. Sin embargo, estaban siendo vigilados por guardias armados. Agarré mi rosario y seguí caminando.
Los presos habían dejado de trabajar justo cuando yo pasaba por ahí, y apenas pude escuchar que algunos de ellos hicieron comentarios acerca de mis perritos. Justo en ese momento, uno de mis perros decidió que era hora de responder al llamado de la naturaleza. Se detuvo a plena vista de los trabajadores. Repentinamente, otro oficial correccional apareció de la nada y se acercó a mis perros y a mí. Por alguna razón me sentí culpable por detenerme, pero estaba a la merced del tiempo de mi perro. Lo único que quería era apresurarme.
Mientras el segundo oficial se acercó, mis entrañas comenzaron a llenarse de tensión. Entonces me oí a mí misma preguntando, “¿Qué están haciendo?” Me sorprendió oír mi propia voz rompiendo el silencio ya que pregunté en voz alta, aunque yo ya sabía lo que estaban haciendo. ¿De dónde vino esta pregunta? Los oficiales confirmaron mis sospechas e intercambiamos algunas palabras. Después, limpié el área y seguí caminando.
Beso en la Mejilla
Mientras caminaba, me preguntaba por qué Dios había querido que me saliera de mi casa tan rápidamente. Una vez más pensé en el hecho que la luz del sol es un regalo de Dios, y seguí caminando tranquilamente. La presencia de Dios me rodeaba y, en la comodidad de Su presencia, decidí caminar más de lo planeado. El rosario en mi mano se convirtió en nuestra conversación mientras rezaba los misterios del día. Cuando había completado las primeras dos décadas del rosario, el viento comenzó a levantarse y una niebla ligera besó mi cara como si los labios de Dios tocaran suavemente mis mejillas. Sin embargo, la niebla ligera rápidamente se convirtió en una ligera lluvia, la cual se convirtió en un aguacero pesado que nos empapó a mí y a mis perros. “Muy chistoso…” pensé. No había llevado un paraguas. “¡Me dijiste que no llevara nada conmigo!” Me reí por el sentido del humor de Dios, le di gracias a Dios por la lluvia y me apresuré a casa. Pero Dios aún no había terminado.
¿Seguían allí los guardias y los presos? Al acercarme a la salida del camino, me di cuenta de que allí seguía el camión blanco. Por alguna razón, sentí alivio al ver que aun no se habían ido. Todavía más extraño, de repente me convencí de que necesitaba darles algo. Pero ¿qué podía darles? ¿Agua? ¿Galletas? ¿Qué? ¿Qué tenía? Mi mente aceleró. Había hecho un pan de plátano que se estaba enfriando en la cocina. ¡Si, eso es … ahora rápido … entra y córtalo! El sentido de urgencia se intensificó. ¡No te entretengas! Algo me estaba guiando. Rápidamente corté el pan, lo puse sobre un plato, lo cubrí, y salí de mi casa apresuradamente justo cuando el camión blanco de la prisión pasaba en frente de mi casa.
Una Sonrisa Divina
Como una señal, saludé al conductor con una sonrisa. Me reconoció y cuidadosamente se detuvo. Levanté el pan como si fuera una ofrenda. Bajó el vidrio de la ventana y le dije, “Pensé que le gustaría que sus custodiados comieran esto. Trabajaron muy duro.” Apenas había completado mis palabras cuando el oficial sonrió y asintió para aceptar mi ofrecimiento. No podía ver ninguna cara, pero oí a un hombre en los asientos traseros exclamar «Aah». El oficial tomó el pan y justo antes de que él cerrara la ventana, un preso asomó su cabeza, y con una sonrisa divina y sin dientes dijo “¡gracias, gracias!”. “Que Dios los bendiga,” les dije, y, uno por uno, me repitieron el mismo sentimiento. Mientras se alejaban, lentamente volví a la casa y sollocé lágrimas de alegría. Había sido bendecida.
Yo creo que todo lo que sucedió esa mañana sucedió por una razón. Cada segundo contaba. La lluvia y la luz del sol trabajaron como señal. Incluso la ternura de mis perros y el llamado de la naturaleza jugaron un papel. Dios preparó el escenario y me dio un papel a desempeñar en una poderosa lección del estudio Bíblico que me recordó que Él nos ama a todos y nunca se olvida de ninguno de nosotros. Él nos ama sin importar dónde estemos, cómo nos veamos o qué hayamos hecho. Él me amó, amó a los oficiales compasivos, amó a los reclusos, amó a mis perros. Incluso amó y trabajó con el viento, el son, la lluvia, y el arco iris ese día.
Tal vez nunca vuelva a ver esos hombres en mi vida. Les entregué un pan de plátano para llenar sus estómagos por un momento, pero Dios los ama tanto que entregó a Su Hijo unigénito, el verdadero e infinito pan del cielo. ¡Cuando Dios mandó a Su Hijo para nuestra salvación, fue porque Su amor! Él ama a toda Su creación. Todo lo creado por Dios contiene Su amor, y Él nos dará la vida eterna a través de Su Hijo Jesucristo. Desde ese día, no he vuelto a ver a Juan 3:16 de la manera. Ahora veo el amor de Dios en todo. También me he vuelto una aficionada de la expresión, “Aprovecha que brilla el sol” (frase que, en inglés, podría leerse como ´Aprovecha que el Hijo te acompaña’).” Pero le he agregado algo: “… ¡porque no te quieres perder las lecciones o bendiciones de Dios!”
Padre amoroso, te alabo y te doy gracias por amarnos sin medidas. En cada momento, yo estoy a tu vista y conoces lo más profundo de mi corazón. Hoy propongo firmemente amarte con todo mi corazón y nunca alejarme de la luz de tu amor incesante. Amen
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