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Cuando recobré la conciencia, no sabía dónde estaba, qué día de la semana era o qué edad tenía. Ese día todo se volvió muy desconocido para mi.
Conduciré a los ciegos por un camino que no conocen, por sendas que no conocen los guiaré; cambiaré delante de ellos las tinieblas en luz y lo escabroso en llanura. Estas cosas haré, y no y no los abandonaré (Isaías 42:16).
Debido a que nací con una masa anormal en mi cerebro, comencé a tener convulsiones cuando era una bebe. Me había acostumbrado a que las convulsiones formarían parte de mi vida regular, hasta que un nuevo tipo de convulsiones interrumpió mi vida diaria.. Una mañana, estaba desayunando con mi mamá cuando repentinamente perdí la conciencia. Me caí de la silla y tuve una convulsión que duró de 10 a 15 minutos.
Perdida y Desesperada
Cuando recobre la conciencia, pude reconocer a mi mamá, pero no reconocí la casa ni las cosas que me rodeaban. No sabía dónde estaba, qué día de la semana era o qué edad tenía. En mi casa, no podía identificar mi recamara. Todo me parecía muy desconocido. La convulsión me había causado que perdiera una gran parte de mi memoria. Me sentía perdida. Esto continuó por casi dos semanas, y me sentía desesperada.
Una noche, en medio de mi desesperación, mire a la imagen de la Divina Misericordia que colgaba de mi pared, y clamé al Señor. Le pedí que me diera fuerzas, que me guiara, pero sobre todo que me sostuviera muy cerca de Él. Señor Jesus, no permitas que esta situación me aleje de ti. Al contrario, por favor utiliza esto como una herramienta para acercarme más a ti. Jesus, en ti confío.
Esa misma noche, desperté a eso de las 2 de la madrugada y tuve una visión: Me vi a mi misma caer en un profundo abismo. Entonces, de repente, vi que una mano me sostenía y evitaba que yo me siguiera hundiendo. Era la mano del Señor. En cuestión de segundos, mi dolor y desesperación se transformaron en paz y gozo. De allí en adelante supe que estaba en las manos del Señor y me senti segura.
Dolor Repentino
Dos semanas después de la convulsión, comencé a recuperar recuerdos de mi infancia, pero la mayoría de ellos eran dolorosos. Yo no quería recordar eso. Yo quería recordar solamente los momentos bellos y felices de mi vida. Al principio no entendía porque estaba recuperando mayormente recuerdos dolorosos. Los neurólogos y psicólogos tendrían una explicación: los recuerdos con mayor impacto psicológico son los que mejor se graban en el cerebro. Pero la fe tenía otra explicación: El Señor quería que yo identificara mis heridas y sanara.
Una noche, mientras hacía mis oraciones de la noche, recordé los nombres y las caras de las personas que me habían herido profundamente. Lloré con un profundo dolor, pero, para mi sorpresa, no sentí rabia ni resentimiento hacia ellos. En cambio, sentí la necesidad de orar por ellos y pedir por su conversión y arrepentimiento, y lo hice. Más tarde me di cuenta de que había sido el Espíritu Santo quien me había incitado a orar por ellos porque quería sanarme. El Señor estaba sanando mis heridas.
Una Respuesta Diferente
Tengo un diario, y comencé a leerlo para recordar algunas cosas. Mientras lo leía, me dí cuenta de que había asistido a un retiro de crecimiento Shalom en Marzo, la semana antes de que comenzara el cierre por Covid-19. En el retiro, me rendí ante el Señor y le pedí que dirigiera mi vida. Más tarde, en Mayo, asistí a una Misa de Sanación en mi parroquia local, y le pedí al Señor que me ayudara a identificar mis heridas y a sanarlas.
Nunca me imaginé que el Señor respondería de tal manera. Para mi, la convulsión, la pérdida de memoria y los demás acontecimientos fueron una respuesta perfecta de Dios a mis oraciones. Quizás se pregunten por que Dios respondió a mis oraciones de tal manera, y mi respuesta es esta: cada momento de sufrimiento es una invitación a acercarnos más a Dios, cada dificultad es una invitación a confiar más en Dios, y cada situación en la que perdemos el control es una invitación a recordar que Dios es quien tiene el control y que Sus planes son mejores que los nuestros.
Un Paseo para Recordar
Esto es algo que nunca antes había experimentado. Ciertamente el Señor me llevó por una senda muy desconocida, pero Él estuvo constantemente a mi lado. Aunque olvidé muchas cosas, Él nunca permitió que yo olvidara su amor. Las lecturas bíblicas diarias, las reflexiones, la imagen de la Divina Misericordia, los sueños y las personas que oraban por mí eran un recordatorio constante de Su amor. Lo sentí caminar conmigo a lo largo del camino, lo cual hizo que esta senda desconocida se volviera suave y llevadera. Es por esto que las bendiciones fueron mucho más grandes que el sufrimiento.
Por casi un año, le había servido al Señor traduciendo artículos Católicos y otros documentos, y pude continuar haciéndolo durante estos meses. Aunque olvidé muchas cosas, no perdí la capacidad de traducir, y estoy muy agradecida por eso, porque me permitió trabajar para Su reino durante los momentos de dificultad. Ahora, varios meses más tarde, ya he recuperado mucha memoria. Aún olvido cosas en ocasiones, y me he vuelto lenta en ciertas cosas, pero le doy gracias a Dios por la memoria que he recuperado y todas las bendiciones que he recibido durante estos meses.
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Si el Señor te ha llevado por una senda desconocida, entrégate a Su voluntad y pídele que haga que los caminos se vuelvan suaves y llevaderos. Recuerda que Sus planes son mejores que los nuestros. Él no me abandonó y a ti tampoco te abandonará.
'¿Es la ira o el resentimiento la única forma de afrontar la infidelidad en tu vida? Sarah Juszczak descubre el camino menos transitado, a través de su historia de dolor y triunfo.
El encuentro de los dos
Vengo de una familia italiana encantadora. Me crié y crecí como católica, pero durante mi adolescencia, aunque iba a misa los domingos, no vivía realmente la fe.
Cuando tenía dieciséis años, me uní a un grupo de jóvenes y allí conocí a Tomasz. Nos pidieron a Tom y a mí que dirigiéramos un fin de semana para jóvenes, así que acabamos pasando mucho tiempo juntos tratando de organizarlo. Poco después, comenzamos a “salir”. Ninguno de los dos quería ponerle una etiqueta a nuestra relación, no había ninguna intención.
Yo era bastante rebelde en mis años de juventud, cosa que Tom odiaba. Al ser polaco, su fe católica era importante para él y tenía muchos valores tradicionales. Ninguno de los dos conocía realmente su fe ni la vivía, y como él no entendía realmente las razones de sus valores, no me resultó difícil convencerle de lo contrario. No estaba claro hacia dónde se dirigía esta relación y no era la más sana, pero nos preocupábamos el uno por el otro.
Niebla en el cristal
Después de casi tres años juntos, Tom y yo empezamos a pensar en el matrimonio. Tom estaba terminando la universidad y siempre había soñado con pasar unos meses viajando por Europa antes de conseguir un trabajo a tiempo completo. Yo estaba muy insegura al respecto, pero algo en mi corazón me decía que era importante. Este tiempo de separación nos haría más fuertes o nos separaría.
Justo antes de que Tom se fuera a Europa, nos unimos a nuestro grupo de jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud 2008 en Sidney. En ese momento de mi vida, me estaba dando cuenta de que mi vida de fe tenía que cambiar. No podía seguir flotando en lo que era realmente un «ateísmo práctico». Fui a la Jornada Mundial de la Juventud con esta pregunta en mi corazón: «Dios, si existes, muéstrate ante mí. Quiero conocerte».
Un par de charlas y experiencias realmente me impresionaron mucho esa semana. Una noche, en el tren de vuelta a casa, mientras reflexionaba sobre lo que había escuchado, abrí el manual del peregrino con una cita de San Agustín: «Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti». En ese momento, tuve una conciencia repentina y abrumadora de la presencia de Dios. Mi centro de gravedad cambió. Supe que Dios era real, y que nada volvería a ser igual.
Poco después, Tomasz se fue a Europa y de repente tuve mucho tiempo libre. Escuché charlas sobre la Teología del Cuerpo, leí más sobre la vida de los santos y visité semanalmente al Santísimo. Los seis meses que Tom estuvo fuera fueron un tiempo de conversión para mí, que culminó con un curso de formación de líderes juveniles de un mes de duración. Durante ese tiempo, me di cuenta de que, si quería continuar en este camino con Dios, tenía que dejar de lado las cosas que me alejaban de Él para poder seguirle con todo mi corazón.
¿La peor parte?
Con Tomasz lejos, en Europa, me preguntaba si las cosas funcionarían para nosotros cuando él volviera a casa. Él seguía atrapado en un mundo que yo había decidido dejar atrás, y nuestros valores y prioridades estaban ahora muy alejados. Seguí presentando esto en la oración y rezando por Tom. Intenté plantar algunas semillas, y cuando algunos de sus planes de viaje se desbarataron, conseguí convencerle de que hiciera un desvío a Lourdes, la cual fue una experiencia poderosa para él, pero todavía no estaba preparado para hacer cambios.
Cuando volvió de Europa, supe que debíamos tener una conversación sincera. Salimos a cenar y traté de contarle algunas de las cosas que habían pasado en mi vida. Le dije que había cosas que necesitábamos cambiar en nuestra relación. En su mayor parte parecía estar de acuerdo, hasta que le dije que quería que dejara de ver pornografía. Apenas dudó antes de responder con un rotundo «No». Esto me sorprendió bastante. Pensé que al menos estaría abierto a ello. Más tarde me dijo que estaba luchando con una adicción a la pornografía, aunque no era realmente consciente de ello en ese momento.
Mientras la niebla se desvanece
A medida que íbamos contando nuestras experiencias durante el tiempo que estuvimos separados, le fue quedando claro que yo era diferente, y se sintió algo incómodo. Cuando le revelé que realmente quería rezar el Rosario con mi familia todos los días cuando estuviera casada, reaccionó muy fuertemente en contra. Yo intentaba desafiarle y animarle. Cuando le describía mi imagen de la vida familiar y cómo esperaba vivir mi vida, él se oponía. Él ya no era lo más importante en mi vida, y eso no le gustaba nada.
Empecé a sentir que no debía estar en esta relación, así que le pedí al Señor una respuesta. Sabía que Él quería que terminara con Tom, pero era difícil porque estábamos muy comprometidos. Intenté terminar con él varias veces, pero para Tom era todo o nada. Lo amaba y no lo quería fuera de mi vida por completo. Le dije al Señor que no tenía suficiente fuerza para terminar la relación yo misma. La única manera de que sucediera era si Tom hacia algo grave, pero yo estaba segura de que eso no era posible.
Completamente ingenua
Poco después, Tom vino a verme. Claramente estaba muy nervioso, pero finalmente se armó de valor para confesar. Me había estado engañando. Yo estaba destrozada. ¿Cómo pudo haberme traicionado, cuando yo confiaba en él por completo? ¿Cómo pudo mentir tan convincentemente, sin pestañear? ¿Cómo pude ser tan ingenua?
Esta revelación me hizo cuestionar muchas cosas que creía saber. Nunca pensé que Tom fuera capaz de engañarme cuando yo me consideraba una buena juez de caracteres. Descubrí que él tenía el hábito de mentir y que lo había hecho durante algún tiempo. Era terriblemente bueno en ello.
Naturalmente, me dejé de Tom de inmediato. Siempre he tenido un don para el drama, así que esa noche empaqué una caja con sus cosas y le llamé para que las recogiera. Cuando me encontré con él fuera de mi casa, perdí completamente la cabeza. Me enfurecí. Para mi sorpresa, no intentó dar explicaciones ni defenderse, simplemente se tiró al suelo y lloró.
Abrazada por Dios
Es difícil articular lo que sucedió en ese momento. Al ver llorar a Tom, toda la ira que había en mí se disolvió al instante. Me sentí tan conmovida por la compasión y el amor que me arrodillé junto a él y lo abracé. Sólo puedo describir ese momento como una visión del Corazón del Padre. Sentí el amor y la misericordia de Dios fluyendo a través de mí y vi que yo no era diferente a Tomasz. En ese momento, Dios me dio una visión de su propio Corazón cuando me abrazó y me perdonó mi propia infidelidad.
Más tarde, Tomasz describió esta experiencia de manera similar, como si hubiera sido Dios envolviéndolo en su abrazo misericordioso y amoroso. No soy una persona que se desprenda rápidamente de las cosas, así que la gracia de perdonar a Tomasz tan magnánimamente vino definitivamente de Dios, no de mí.
Conectando los puntos
A pesar de que perdoné a Tom, ambos sabíamos que debíamos seguir caminos separados. Tom diría más tarde que el haber terminado con él fue una de las mejores cosas que le pudieron pasar. Dios había estado guiando a Tom en su propio camino, y necesitaba hacer esta parte sin mí. En ese desvío a Lourdes, meses antes, experimentó que Dios lo guiaba. De hecho, Dios le guió directamente al confesionario. Cuando empezó a sacar las cosas a la luz, recibió la gracia de ser finalmente sincero conmigo.
Tras nuestra ruptura, Tomasz hizo un esfuerzo consciente por dar un giro a su vida. Empezó a visitar al Santísimo y asistir a la Hora Santa con regularidad, acudió a un sacerdote amigo nuestro para que le orientara, y finalmente se puso a escuchar los discos compactos (CD) sobre la Teología del Cuerpo que yo le había estado insistiendo desde su regreso de Europa.
Poco sabía yo
Tom y yo estuvimos juntos tres años antes de terminar nuestra relación y estuvimos separados durante tres años antes de que Dios nos volviera a unir. Durante ese tiempo, pudimos reconstruir nuestra amistad. Yo estaba terminando mis estudios, disfrutando de una nueva carrera en publicidad y comunicaciones y discerniendo una vocación. Estaba bastante segura de que iba a ser religiosa. Tom se ganaba bien la vida como consultor de rehabilitación, pero cada vez estaba más inquieto. Ambos queríamos descubrir la voluntad de Dios para nuestras vidas.
La oportunidad de asistir a la JMJ 2011 en Madrid surgió para cada uno de nosotros en peregrinaciones separadas. Ambos fuimos con la intención de descubrir lo que Dios quería para nosotros. Yo esperaba encontrarme con la orden religiosa a la que debía unirme, y Tom se preparaba para dejar su trabajo, pero no sabía a dónde ir después. Al final de la peregrinación, Tom había decidido inscribirse en un curso de teología. Yo no conseguí encontrar una orden religiosa. En cambio, mientras visitaba Polonia con mi grupo de peregrinos, me encontré pensando en Tom y en que no me parecía correcto visitar su tierra natal sin él.
Poco después de volver a casa, me di cuenta de que realmente necesitaba rezar sobre la voluntad de Dios con respecto a mi relación con Tom, así que comencé una novena. Ese mismo día, Tom me invitó a acompañarlo a una novena del Rosario de cincuenta y cuatro días por una intención particular: 27 días para rezar por la intención y 27 días para dar gracias. Acepté, pero añadí mi segunda intención secreta para nuestra relación.
A los veintisiete días de esa novena, Tom y yo estábamos en un retiro de liderazgo. Tom ayudaba a dirigir el retiro mientras yo servía en la cocina. Pasé a escucharle dar una charla y me sorprendió lo mucho que había crecido. Realmente se estaba convirtiendo en un hombre de Dios. Pensé: «He aquí un hombre al que podría confiarme». Resultó que él compartía la misma intención en la Novena. Cuando reanudamos el noviazgo, sentí una paz total porque ambos buscábamos la voluntad de Dios, así que no había nada que temer.
Para abreviar la historia, Tom y yo nos comprometimos en la solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora. Tom me dijo que había elegido ese día, no sólo porque amaba a la Virgen, sino porque indicaba la meta del matrimonio que él me proponía: El Cielo. Nos casamos el sábado de Pascua, o sea, la víspera del domingo de la Divina Misericordia, y rezamos para que nuestro matrimonio pudiera dar testimonio del poder transformador de la Misericordia de Dios. Dios había tomado el desastre que habíamos hecho de nuestra relación la primera vez y lo había convertido en algo completamente nuevo.
El matrimonio es un compromiso, una vocación, una unión. Cuando hicimos el compromiso de amarnos ante el altar, fue hasta que la muerte nos separe. Aquí es donde realmente aprendemos sobre el amor. Dios no suele pedirnos que muramos por nuestro cónyuge, como hizo Jesús por nosotros: Su Iglesia, pero nos pide que muramos a nosotros mismos perdonándonos mutuamente en pequeñas maneras cada día. El matrimonio tiene que estar basado en el perdón amoroso. Dios nos perdonó incluso antes de que pidiéramos perdón. Nos dijo: «Ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado». Cuando lo imitamos y perdonamos sin rencor, entonces compartimos el verdadero amor en una relación centrada en Cristo. Esa relación durará hasta la eternidad.
'En un paseo reciente, mi hija estaba afligida por un mal humor justo cuando habíamos trepado a una caverna espectacular. Mientras todos nos maravillamos de la belleza natural, ella mantuvo su mirada constantemente hacia abajo, negándose a mirar hacia arriba. Parecía ilógico negarse a sí misma una sola mirada a la grandeza que nos rodeaba, sólo mirar la tierra bajo sus pies o sujetar sus manos sobre sus ojos evitando que un vistazo la sacara de su estado de ánimo.
Al reflexionar, me recordó los tiempos en que estoy tan inmerso en las ansiedades y la carga de trabajo de la vida cotidiana que no aprecio los tesoros que Dios ha puesto ante mí: la maravilla de la sonrisa de un niño; el calor del sol en una mañana de invierno; la comida preparada con amor por mi esposo; o los increíbles amaneceres y puestas de sol que Dios pinta en el cielo todos los días.
¿Con qué frecuencia nos distraemos de nuestras preocupaciones al pasar mucho tiempo frente al televisor? Innumerables variedades de películas, series, programas de televisión de personas ordinarias en la realidad, deportes, redes sociales y videojuegos compiten por nuestra atención. Sin embargo, nunca parece haber suficiente tiempo para la oración, las actividades familiares y los deberes en el hogar. A menudo lamentamos que no tenemos tiempo suficiente para interactuar con amigos en la vida real. Sin embargo, incluso nuestro tiempo con amigos o familiares a menudo se centra alrededor de una pantalla, o todos tienen una pantalla en la mano.
Tal vez sea hora de apagar las pantallas, sacar los auriculares, y olvidar las ansiedades y la carga de trabajo por un tiempo mientras fijamos nuestras miradas hacia arriba para abrazar la gloria que el Señor nos ofrece cada día. Demos gracias a Dios e invitemoslo a nuestro compromiso diario con el mundo real que nos rodea.
'Yo estaba orando por un milagro y luego escuché la suave voz de María, mi madre.
A tu Corazón
Soy hija única, amada y apreciada por mis padres. Mi padre era católico devoto, pero mi madre era miembro de la Iglesia Protestante de Escocia. Sin embargo, estaba muy feliz de que me criaran en la Fe Católica, así que asistí a una escuela católica donde tuve la suerte de ser enseñada por las Hermanas de la Misericordia y los Hermanos Maristas. Recuerdo que cantaba todos los himnos que había aprendido, pero, como mi mamá no era católica, los himnos a la Virgen Maria le eran desconocidos.
Sorprendentemente, estos se convirtieron en sus cantos favoritos y ella los cantaba con orgullo cuando asistía a las devociones y procesiones marianas en mayo con mi padre y yo. Ella me animó a unirme a los hijos de María y fue su amor por la Madre de Dios lo que la llevó a unirse a la Iglesia Católica muchos años después.También tuve la suerte de tener una tía muy devota que fomentó mi amor por María. En mi camino a casa, me encantaba pasar a la hermosa iglesia de Nuestra Señora de las Victorias, que estaba junto a mi escuela, y pasar unos minutos frente al Altar de la Virgen y sentía que esto era agradable para ella y que ella me amaba.
Esta relación que nació en mi infancia continuó en mi vida adulta, así que en tiempos de estrés o dificultades recurría a María, mi Madre y siempre sentía su ternura, preocupación y apoyo amoroso. Tuve un matrimonio muy difícil, debido a que mi marido tenía una adicción al alcohol, así que un día decidí rezar una novena a nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Mi parroquia en ese momento estaba dirigida por los Redentoristas que tienen una devoción particular a nuestra Señora bajo ese título. ¡una semana después mi marido dejó de beber! Tuvimos 14 meses de sobriedad pacífica, pero desafortunadamente la adicción volvió. Sin embargo, estoy muy agradecida con María, porque durante ese tiempo nació mi hija menor, Alice, una cuarta bendición.
¿Pentecostés sin María?
En 1989, experimenté el Bautismo en el Espíritu Santo. Mi vida espiritual se enriqueció al formar parte de un grupo de oración carismática y ayudé a organizar talleres de «vida en el Espíritu» para varias parroquias. Luego, en 1993, empecé a dirigir un grupo de oración y volvimos a organizar estos talleres. Siempre he estado agradecida por la nueva relación con Jesús que surgió como resultado de mi Bautismo en el Espíritu Santo, pero me di cuenta de que nuestra Santísima Madre no era mencionada porque los talleres estaban basados en un programa introducido por las iglesias pentecostales. ¿Cómo podemos tener una experiencia de Pentecostés sin María? Cuando sugerí que esto era una omisión, mi buen amigo John Vaughan Neil estuvo de acuerdo y reescribió su excelente programa, “Hijos e Hijas del Dios Viviente” con oraciones para llevar a los participantes a una nueva y más profunda relación con su Madre Celestial.
En I994, sentí un fuerte llamamiento de nuestra Señora para visitar Medjugorje y aunque la guerra seguía en Bosnia, mi amiga, Anne y yo logramos viajar allí con un pequeño grupo de Irlanda. Esto trajo un cambio radical en mi vida espiritual. Tuvimos el privilegio de estar en este pueblo santo durante el décimo aniversario de la Consagración del Mundo al Inmaculado Corazón de María. El 25 de marzo, participamos en una procesión por la colina de las Apariciones (Podbrdo) dirigida por un obispo checoslovaco que era amigo personal del Papa Juan Pablo II.
Allí nos instó a consagrarnos a nosotros mismos y a nuestras familias al corazón Inmaculado de María, diciéndonos que este era un lugar de refugio y seguridad para todo el mundo. Hice esto, sintiéndome feliz de haber ofrecido una oración tan hermosa. Al día siguiente, me sorprendió descubrir que repetía la misma oración, palabra por palabra, y me di cuenta de que me la había dado nuestra Señora. Lo he rezado todos los días desde entonces. También he rezado los 33 días de Consagración a María, escrito por San Luis de Montfort. Confiarlo todo en las manos de nuestra Santisima Madre y a su intercesión más poderosa es experimentar su cuidado maternal y encontrar la paz verdadera.
Una Suave Voz
Necesitaría todo su apoyo inquebrantable en 2016 cuando mi hijo menor Ruairi, fue diagnosticado con un tumor cerebral. Solo tenía 33 años, un padre de 2 niños pequeños, sano y en forma. Inmediatamente clamé a nuestra Señora, pidiéndole que sostuviera a mi hijo en sus brazos tal como ella había sostenido a Jesús y que se sentara con él en su regazo, al pie de la Cruz. También le pedí a Jesús que Él sólo viera a Ruairi en los brazos de su Madre. Lamentablemente, a pesar del tratamiento que recibió y de todas las personas que estaban orando por él, se hizo evidente en julio de 2017 que no había milagro. Mi hijo estaba muriendo. Un sábado en la Misa, sentí una suave voz dentro de mí diciendo: «Necesito tu permiso». Traté de ignorarlo, pero continuó, suave pero persistentemente, «Necesito tu permiso».
Sabía que era nuestra Señora pidiéndome que le diera permiso de llevarse a Ruairi. Lloré tantas lágrimas, pero sabía que Dios amaba a mi hijo y quería lo mejor para él, así que di mi permiso. Qué tan amable es nuestra querida Madre para pedir permiso. Días después, mi querido hijo falleció, pero saber que estaba con nuestra Madre Celestial fue un gran consuelo para mí. Ahora, 3 años más tarde, puedo incluso agradecer a Dios el gran privilegio que él me concedió, permitiéndome compartir los dolores y sufrimientos de María. Ambas hemos experimentado la agonía de perder a un hijo. Ruairi eligió a San Maximiliano Kolbe como su santo de confirmación. Al igual que este gran santo, amaba a nuestra Santa Madre y el Memorare era su oración favorita. San Maximiliano dijo: «Nunca tengas miedo de amar a María demasiado porque nunca podrás amarla tanto como Jesús». ¡Es verdad! Pon tu mano en la suya y deja que ella te lleve al Cielo.
'A veces lo que comienza como un pasatiempo inofensivo puede hacer que tu vida se convierta en un abismo oscuro.
Encontrando mi Destino
Durante la mayor parte de mi adolescencia, luché por confiar en Dios y de esta falta de confianza surgió mi decisión de confiarme a mí misma y a mi futuro en las manos de poderes que prometían prosperidad, amor y felicidad. Me di cuenta de las creencias de la Nueva Era y pronto me encontré entrelazada con cartas de tarot, psiquicos, horóscopos y magia.
Al principio, interesarme superficialmente en estas cosas me parecía divertido y emocionante. Debido a las prácticas de la Nueva Era, sentí que ya no caminaba ciegamente — claramente vi el camino de mi destino y recibí una guía útil para mi vida. Creí que las cartas y los psíquicos me conocían. Entendían lo que estaba pasando en mi vida personal que no había compartido con nadie, y por esto creí en ellos con toda mi alma. Muy pronto, lo que comenzó como un pasatiempo aparentemente inofensivo se convirtió en una obsesión que me alejó de Dios.
Más allá de la Obsesión
Consultaba constantemente a mis cartas de tarot, desesperada por encontrar respuestas a los problemas de mi vida. Adoré a falsos ídolos – dioses y diosas – suplicandoles una ayuda que nunca vino. Empecé a buscar hechizos que se suponía me ayudarían a salir de situaciones incómodas o a mejorar mi vida. Afortunadamente solo llegué a «mirar hacia», pero estuve muy cerca de lanzar hechizos. Si no fuera por la culpa que sentí mientras investigaba la brujería, probablemente lo habría hecho. Al ver hacia atrás, creo que fue la gracia de Dios que me mantenía alejada de algo que me habría llevado por un camino aún más oscuro.
Mi obsesión impactó mi fe drásticamente. Aunque había crecido católica, ya no me consideraba católica. Sentí que me relacionaba con las creencias de la Nueva Era más que con cualquier otra cosa. Les dije a mis amigos y familiares que no estaba segura si todavía creía en un Dios. Después de todo, si Dios existiera, ¿por qué me sentía tan perdida y sin esperanza? ¿Por qué hizo Dios milagros para los demás, pero no para mí? Nunca me imaginé que regresaría a la fe católica, no después de toda la «verdad» que había aprendido sobre la «iluminación».
Pensé que los cristianos eran los ciegos, los que no podían ver la verdad que estaba delante de ellos, mientras yo podía ver más allá de las mentiras y el engaño del mundo. No sabía que yo era la ciega que caminaba sola por la vida. Estaba desesperada por recibir una guía y pensé que las creencias de la Nueva Era me darían algo en qué esperar.
Regresa a Mi
For weeks, my tarot cards were giving me mixed messages. They no longer made any sense, nor did they apply to what I was asking of them. I felt hopeless, frustrated.
My Tarot cards were my only assurance that things would turn out okay, but even they stopped working. It was like everything was spiraling, and I no longer had any control over my life. But that was just it! I was so obsessed with control that when I lost it, I felt weak and vulnerable.
Durante semanas, mis cartas de tarot me daban mensajes mixtos. Ya no tenían ningún sentido, ni se aplicaban a lo que les estaba pidiendo. Me sentí frustrada y sin esperanza.
Mis cartas del Tarot eran lo único que me aseguraba que las cosas saldrían bien, pero incluso dejaron de funcionar. Era como si todo girara en espiral y yo ya no tenía ningún control sobre mi vida. ¡pero era justamente eso! Estaba tan obsesionada con el control que cuando lo perdí, me sentía débil y vulnerable.
Pronto me di cuenta de que Dios quiere que seamos vulnerables para que podamos aprender a entregarle todo el control y poner toda nuestra fe en Él. Al final, fue Jesús quien me salvó y me devolvió a la verdad que había estado buscando durante tanto tiempo. Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su vida, que no tiene dominio sobre su destino (Jeremías 10:23). Empecé a oír a Dios susurrando en mi corazón y decirme que era hora de que confiara en él. Le abrí la puerta al Señor, y él no dudó en entrar.
Después de años de lanzar un llanto a nadie en particular, recibí una inspiración de Dios. Dios me condujo a la naturaleza donde me sentí más en paz y me abrazó con sus brazos de amor. Mire el cielo y Dios me habló a mí, escondido en las nubes durante esa tarde profética. «Vuelve a mí», dijo, y yo sentí mucho más amor de lo que jamás había sentido en mi vida. «Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos, reconocerlo, y él hará tus caminos rectos» (Proverbios 3:5-6).
Solo me tomó un día dejar que la luz del Espíritu Santo llenara esos espacios de mi vida que había dejado en la oscuridad durante varios años. ¡Esta es la belleza de los poderes sanadores de Dios para iluminar incluso a las almas más oscuras! Sin embargo, sabía que tenía que mostrarle al Señor que realmente quería experimentar su gracia. Esa noche, en mi habitación, le derramé todo a Dios. Le dije que lamentaba haber estado tan lejos y me arrepentí de todos los pecados que había cometido. Le dije a Dios que de ahora en adelante le confiaría toda mi vida.
Puse mi destino en las manos de Dios y renuncié a las creencias de la Nueva Era. Caí en los brazos de un Dios que me amaba como Su hija. Una vez que sentí el consuelo de descansar en los brazos misericordiosos de Dios, comencé a ver la fe católica como algo en lo que podía confiar con todo mi corazón, y ya no sentí la necesidad de dirigir mi propio destino. Ya no me obsesiono con las respuestas; ahora confío en el plan del Señor para mí. «Sométanse, pues, a Dios. Resiste al diablo, y él huirá de ti» (Santiago 4:7).
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Labios Gozosos
Crecí en una familia de clase media en Brasil. Mi padre era un cirujano pediatra quien le enseñó a los estudiantes antes de convertirse en gerente de salud. Y mi madre es enfermera, así que había bastante dinero para las cosas materiales, buenas escuelas, una casa hermosa, comida deliciosa. Como ese era el segundo matrimonio de mi padre y tenía dos familias que mantener, él trabajaba mucho y mi madre también. En veces yo no la veía en casa por dos o tres días, debido a los horarios en los que trabajaba. Teníamos a alguien que trabajaba en la casa para ocuparse de nosotros y de las tareas domésticas, pero yo de verdad extrañaba a mis padres.
Cuando yo tenía 16 años de edad, mi padre traiciono a mi madre con otra mujer y ellos se separaron. Me sentí aún más abandonada y la frustración se hizo sentir dentro de mí, ya que me sentía tan impotente e indefensa. Aunque teníamos todas las cosas materiales, no éramos felices.
Aunque mis hermanos y yo habíamos sido bautizados, no habíamos ido a clases de catecismo. Íbamos a Misa dominical ocasionalmente, pero nos parecía aburrida porque no entendíamos lo que ocurría. Creíamos en Dios, pero no teníamos una relación con Él. Nos faltaban la oración regular y el entendimiento de la fe Católica.
Mi amiga y yo estábamos lamentando la falta de buenos amigos y sentíamos la necesidad de construir algo mejor en nuestras vidas. Entonces, el amigo de mi hermano dijo, “yo se donde puedes conocer a muchos jóvenes que podrían ser buenos amigos porque siguen a Dios. Son de la Iglesia Católica. Tal vez podrías ir a Misa o a un retiro allí.”
A mi amiga y a mi nos gustó la idea, así que fuimos. Fue algo muy diferente a lo que había experimentado: muchos jóvenes estaban cantando y alabando a Dios con música hermosa. Entonces escuché a un joven decir muchas cosas a las que me podía relacionar. Todas las cosas que había guardado dentro, el vacío, la tristeza y la sed por Dios que yo no había entendido. No me había dado cuenta de que era Dios a quien yo realmente buscaba.
Cuando asistí a un retiro de cuatro días, fue la primera vez que realmente experimenté a Dios. Pasé cuatro días llorando mucho mientras escuchaba muchos elementos básicos de la fe explicados por primera vez. Por primera vez sentí la presencia de Dios, así que empecé a leer mucho la Biblia y a orar todos los días sola en mi habitación.
Un Terreno Dificil
Mis padre siempre había puesto énfasis en la importancia de tener una buena profesión para que pudiera obtener un buen trabajo, tener dinero y ser independiente. Lo tomé muy seriamente, pero también me sentía vacía, siempre en busca de algo. Yo no sabía que Dios nos podía ayudar de esa manera.
Porque me sentía muy frustrada por la situación de mi familia, cuando un muchacho de la escuela me invitó a ser su novia, me lanze a la oportunidad para salir de mi casa. Porque nadie me había enseñado el camino de Dios y no tenía a nadie que me guiara, pronto me encontré sumergida en una relación muy difícil.
Comenzamos a hacer muchas cosas que no eran buenas. El comenzó a controlar todo en mi vida. Al principio él iba conmigo a la iglesia pero lo usaba para manipular mis pensamientos. Utilizaba palabras que escuchaba en la iglesia o en la Biblia para que yo me sometiera a él e hiciera todo lo que él quería. Me faltaba tanto la formación que no me daba cuenta de lo equivocado que él estaba, y comenzó a alejarme de la Iglesia.
Lo perdí todo por confiar en él. Me alejó de mi familia y amigos e incluso interrumpió mis estudios universitarios. Después de cuatro años de relación, yo estaba muy mal, me sentía aplastada por la presión. Finalmente, comencé a orar cuando estaba sola. Le dije a Jesús: “hace tres años, yo sentía verdadero amor de parte tuya, pero ahora estoy tan triste. ¿Qué ha pasado?”. Le rogué a Dios que me ayudara con las muchas cosas que me estaban preocupando. Le entregué todo a Jesús otra vez y le prometí que viviría a su manera, no a mi manera. Quería ser libre y confiar en que si Dios murió por mí, me salvaría.
No tenía la fuerza para romper esa relación, pero mi novio obtuvo un trabajo en otra ciudad a unas doce horas de distancia. Finalmente, pude romper la relación y él estaba demasiado lejos para venir tras de mí. Fue como un milagro, porque no había sido capaz de hacer eso durante mucho tiempo.
Inclinada al Borde
Sin embargo, todavía tenía mucho dolor dentro de mi por todo lo que había pasado. Un día, todo me pareció demasiado. No podía soportar más esta angustia. Pensamientos suicidas me torturaron y un día cedí. Fui a la ventana y me preparé para saltar y suicidarme. Quería quitarme la vida, pero afortunadamente, no tuve el valor de saltar. Me incliné más y fui dejando que mi peso me llevara por el borde. De repente, sentí una gran mano en mi pecho empujándome hacia atrás. Me caí hacia atrás y empecé a llorar porque no entendía por qué me sentía así.
Dios me había dado una segunda oportunidad. Él me salvó y yo no entendía por qué. Grité, “¿Qué quieres de mí?” Entonces sentí que Él decía, «Enciende la televisión». Cuando encendí la televisión, vi a un sacerdote hablando de por qué no deberíamos renunciar a la vida. Las lágrimas se derramaron en mis ojos mientras sus palabras penetraban profundamente en mi corazón. Escuché atentamente durante una hora mientras él predicaba ardientemente sobre el don de nuestras vidas. Una y otra vez enfatizó: «Tu vida es importante». Finalmente entendí por qué Jesús me salvó y que yo necesitaba ayuda porque no podía hacer nada sola.
Mi madre notó mis lágrimas y me preguntó si necesitaba ayuda. Finalmente lo admití. Cuando comencé la terapia, pude volver a mis estudios. Al mismo tiempo, entendí que necesitaba volver a la Iglesia. Necesitaba desesperadamente a Jesús. Debido a que me salvó la vida y me dio una segunda oportunidad, le prometí que confiaría en Él y aprendería a hacer lo que Él quisiera.
En el 2009, pasé un año en la comunidad de Palavra Viva en su escuela de evangelización. Dentro de unos meses, Dios reveló mi vocación. Me habló en lo profundo del corazón y me pidió que fuera una mujer consagrada. Me sentía confundida porque esperaba casarme, ya que amo a los niños. Empecé a discernir si este llamado a la vida consagrada era real. Finalmente tuve gente que me podía ayudar y guiar mi discernimiento vocacional. Cuando entendí que mi llamado era a la vida consagrada y que esa era la voluntad de Dios, dije “esta bien, lo haré”, aunque no lo entendía por completo. En 2011 profesé mis primeros votos de pobreza, castidad y obediencia. En 2017 tomé mis votos perpetuos y vine a Tasmania donde hoy vivo mi vocación. Soy sólo un ser humano limitado con muchos, muchos pecados, pero si confío en él todo estará bien.
'¿Sabías que el milagro eucarístico más antiguo proviene de los Padres del Desierto en Egipto, que fueron unos de los primeros monjes cristianos? Uno de los monjes de los monasterios de Scetis (en Egipto gobernado por los romanos) era un trabajador que carecía de instrucción en la Fe. En su ignorancia él decía: ‘El Pan que recibimos no es realmente el cuerpo de Cristo, sino un símbolo de ese cuerpo’.
Dos de los monjes más experimentados escucharon su comentario y sabiendo que era un monje bueno y piadoso, decidieron hablar con él. Le dijeron amablemente: ‘Lo que estás diciendo contradice nuestra fe’. El monje sin educación respondió: ‘a menos que me puedan mostrar evidencia, no cambiaré de opinión’. Los monjes mayores dijeron: «Oraremos a Dios acerca de este misterio y creemos que Dios nos mostrará la verdad»
En la Misa del siguiente domingo, mientras se pronunciaban las palabras de consagración, todos excepto el monje sin educación, vieron a un pequeño niño en lugar de la hostia. Cuando el sacerdote levantó el pan eucaristico, los monjes vieron un ángel traspasando al niño con una espada. Mientras el sacerdote partía la sagrada hostia, la sangre comenzó a correr hacia el cáliz. Los monjes se acercaron para recibir la comunión y cuando el monje escéptico miró hacia abajo, su pan se había convertido en carne ensangrentada. Al ver esto exclamó: “Señor, yo creo que el pan es Tu Cuerpo y que Tu Sangre está en el cáliz”. Inmediatamente, la carne se volvió a convertir en pan y el monje lo recibió con reverencia y le dio gracias a Dios.
Este relato se remonta a los primeros siglos del cristianismo y se encuentra en las palabras de los Padres del Desierto cuya vida en el desierto siguió el ejemplo de San Antonio, Abad. El milagro es solo el primero de muchos que han experimentado otros hombres y mujeres santos a lo largo de los siglos. Llegaron a creer que cada Misa es como la Navidad cuando Cristo desciende del cielo para estar en nuestros altares y en nuestros corazones «morando entre nosotros» bajo la apariencia de pan y vino.
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¡Durante la navidad pasada, Sean Booth recibió un inesperado regalo de navidad que ha quedado grabado en su memoria para siempre!
He recibido muchas bendiciones durante mi vida, pero el regalo de navidad más memorable que he recibido en mi vida tiene que ver con pagarle a una prostituta.
Reunión Tentadora
Alrededor de tres años atrás, yo ayudaba en un centro para personas sin hogar en Manchester, Inglaterra, donde compartimos el evangelio con las personas que llegaban allí los domingos para recibir alimentos. Uno de los hombres que iba era un hombre musulmán. No estaba sin hogar, pero se unía a nosotros para tener compañerismo. En el transcurso de unos meses, logramos un vínculo estrecho, compartiendo nuestras respectivas creencias. Con frecuencia nuestras conversaciones duraban horas. Conforme se acercaba la navidad, yo le expliqué el significado tan especial que tenía la navidad para nosotros los cristianos, y lo invité a la Misa de medianoche. Aceptó la invitación con gusto, ya que nunca antes había estado en una iglesia católica y mucho menos había asistido a Misa.
A la misma vez, estaba de voluntario en un centro católico que le proveía camas y alimentos a las personas sin hogar que buscaban asilo. Muchos de esos hombres también eran musulmanes. Por gracia de Dios, estuve en rotación para dormir allí en nochebuena. Estuvimos muy atareados, ya que los sacerdotes estaban ocupados preparándose para celebrar Misa. Mientras compartimos los alimentos esa noche, invité a los hombres a ir Misa y cinco de ellos aceptaron. Les expliqué que tenía que recoger a un amigo antes de Misa.
Después de recoger a mi amigo musulmán, manejamos hacia el centro de asilo. Cuando íbamos en camino, vimos a una mujer angustiada que saludaba. Aunque pensé que era una prostituta, di la vuelta y me detuve para asegurarme de que estuviera bien. Cuando baje la ventana, me suplicó que la llevara a la farmacia, ya que los autobuses no estaban circulando y la farmacia cierra a medianoche. Yo acepté llevarla. Mientras manejaba, ella se inclinó hacia adelante y me preguntó si me gustaría ‘algo de negocios’. Rechacé su oferta y le expliqué que nosotros creíamos en Dios y que estábamos en camino a un servicio de la iglesia. Enseguida la invite a que nos acompañara.
Necesitaba Dinero
Ella nos ofreció una disculpa y dijo que no podía ir con nosotros porque tenía que ‘ganar algo de dinero’ en las calles. Llegamos a la farmacia a tiempo y ella entró. Sentí la necesidad de seguirla y preguntarle si podía orar por ella. Mientras le preparaban los medicamentos, ella cerró los ojos y estrechó ambas manos. Oramos, de pie ante el mostrador, tomados de las manos. Fue hermoso. Ella era muy abierta.
Después de que salimos, le volví a pedir que nos acompañara, pero una vez más me explicó que no podía venir porque necesitaba dinero. En ese momento se me ocurrió algo. Había traído dinero para la colecta de la Misa, pero si lo gastaba en traerla a la casa de Dios, todavía se lo estaría entregando a la iglesia. Quizás eso le podría ayudar a abrir su corazón y tener un encuentro con Dios en la Misa, donde el cielo y la tierra se unen, mientras que también la mantenía alejada del mal. Le ofrecí el dinero, explicando que solo duraría una hora y por lo menos haría menos frío que esperar en las calles. Lo pensó y terminó aceptando. Mi corazón se detuvo por un momento y le di gracias a Dios. Llegamos a la iglesia cuando solo faltaban dos minutos para la medianoche y encontramos a los hombres del asilo esperándonos en la entrada. Estaba completamente asombrado por la obra de Dios. Antes de que entráramos, les pregunté a todos si podíamos orar juntos. Le pedí al Señor que bendijera a cada una de estas personas hermosas para que se sintieran bienvenidos y que la paz de Dios cayera sobre ellos. La mujer me preguntó si yo era un sacerdote y se sorprendió cuando me reí y le dije que no.
Llorando como un Bebe
Cuando estábamos entrando a la iglesia, todo parecía un sueño, pensé que me debía pellizcar, me sentí tan bendecido. Solo Dios pudo haber planeado esto. Quedé con lágrimas en los ojos, dándole gracias a Dios, en completo asombro por su bondad, agradeciéndole por permitirme estar en su presencia con un nuevo grupo de amigos. El sentimiento de amor y gratitud explotaron en mi corazón. No había ningún otro lugar en el mundo, donde yo hubiera preferido estar.
Durante la distribución de la Santa Comunión, les expliqué que podían recibir una bendición personal de Cristo a través del sacerdote. La mujer me dijo, ‘mírame, mira la ropa que traigo. La gente me mirará. Yo no puedo ir’. Le dije que si de verdad eran cristianos no la juzgaran, porque Jesús nos pidió no juzgar, para que no seamos juzgados por los pecados de los que nos avergonzamos. Les dije que Jesús vino por los pecadores, los marginados y los que están al borde de la sociedad. Incluso defendió a una mujer que fue encontrada cometiendo adulterio. (Juan 8:1-11). A menudo comía con los publicanos y las prostitutas. Le aseguré que ella era digna y bienvenida.
Mi amigo musulmán escuchó todo y reconoció que era cierto. Le dije que la mirada de Dios era la única mirada por la cual ella se debía preocupar. Ella se levantó y fue a recibir la bendición llorando como un bebe. Si tan solo cada persona fuera a recibir una bendición o la Santa Comunión consciente de su propia indignidad y quebrantamiento como esta hermosa hija de Dios, tendríamos una iglesia muy diferente.
Una vez un sacerdote me dijo en la confesión: ‘La Iglesia no es un club exclusivamente para santos, sino un hospital para los pecadores’. San Pablo también nos recuerda que ‘todos han pecado y están privados de la gloria de Dios’ (Romanos 3:23). ¡Todos nosotros! Cuando volvimos a nuestros asientos, ella lloró de nuevo. Los hombres del asilo y el hombre musulmán también fueron a recibir la bendición de Cristo, a través del sacerdote. Mientras contemplaba la realidad de la verdadera presencia de Jesús en la Santa Comunión, pude orar con un amor más fuerte por mis compañeros.
El Regalo más Grande
Al concluir la Misa, el sacerdote nos deseó una feliz navidad a todos antes de la bendición final. En el estilo católico típico y reservado, no hubo mucha respuesta, aparte de una persona, mi amiga, que respondió: «Y una muy feliz Navidad para usted también Padre». Al instante, me vino una sonrisa enorme y mis entrañas se iluminaron. El sacerdote, casi sorprendido, sonrió y le dio las gracias. Cuando la gente volteó para ver quién había hablado, ella dijo: ‘¡Bueno, él nos lo dijo!’. Nadie podría negar decir Amén a eso.
Al comienzo mencioné que este había sido el regalo de navidad más memorable que jamás haya recibido, y que gran bendición, privilegio y honor fue estar con esas hermosas personas esa noche. Sin embargo, nada se puede comparar con el primer y más grande regalo que el mundo entero recibió hace más de 2000 años, en esa primera Navidad, cuando Dios mismo se encarnó para convertirse en un bebé indefenso; cuando la Luz nació en nuestras tinieblas y el mundo cambió para siempre.
Este es el verdadero mensaje de navidad: darle la bienvenida a Dios en nuestra vida, por primera vez o una vez más. Esta es la verdadera entrega y recepción. Permitirle que nazca dentro de nosotros, darle la bienvenida con gozo, amor y asombro. Él se entrega a nosotros en cada momento de cada día. Debemos escuchar como los pastores que fueron invitados a ir y ver. Después de su encuentro con Jesús, se marcharon ‘glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído’ (Lucas 2:20). También debemos ser como ángeles, mensajeros de Dios, invitando y dirigiendo a otras personas a que descubran a Jesús por sí mismos.
‘El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz’ (Isaías 9:2). Esta Navidad, ¿darás testimonio de esta Luz a los que están en los lugares más oscuros? ¿Los solitarios, los deprimidos, los oprimidos, los rechazados, los abatidos, los olvidados, los perdidos, los abandonados, los enfermos, los que no tienen techo, los prisioneros, los ancianos, los huérfanos y las viudas? Puede que no tengas que mirar muy lejos. Podrían ser miembros de su propio hogar o tu familia. Podría ser tan simple como recordarlos en tus oraciones. ¿O saldrás esta Navidad para compartir personalmente el mayor regalo que alguien podría desear recibir: el regalo de Jesucristo? Haz de esta tu Navidad más memorable para otras personas, así como para ti mismo.
“Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”’. Hechos 20:35
Recordemos al mundo que la navidad se trata de Cristo.
'¡En una condición debilitante durante casi nueve años, Juliana Elarde luchó para encontrar sentido en el dolor y el sufrimiento, hasta que una peregrinación a Lourdes le cambió la vida!
Era un día como cualquier otro cuando Juliana entró en el ascensor. Se sentía sana, fuerte e independiente, pero su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Un dolor punzante irradió repentinamente a través de su espalda baja y bajó por la pierna derecha. Se derrumbó en el suelo en agonía. A pesar de las pruebas y tratamientos, su condición continuó deteriorándose hasta que ella se vio completamente debilitada. Los médicos pudieron darle un nombre—Síndrome de Dolor Regional Complejo—pero alrededor de cincuenta especialistas médicos en ocho años y medio no pudieron ofrecerle tratamiento efectivo ni alivio del dolor y ciertamente ninguna esperanza de una cura. Una y otra vez, probó tratamientos complicados y costosos con la esperanza de que algo marcara la diferencia, pero fue en vano.
Dolor Insoportable
Se sentía desesperada e indefensa. Desde la rodilla hasta los dedos de los pies, su pierna derecha estaba muy hinchada y morada por la falta de circulación y una gangrena amenazaba con formarse. Los dedos de sus pies se superponían y eran dolorosos y una llaga abierta sin curación apareció durante años. La carga constante sobre sus brazos por usar el andador resultó en el síndrome del túnel carpiano, el cual le enviaba un dolor disparando a través de sus muñecas, por lo que le era difícil hacer las cosas más pequeñas por sí misma. Incluso tomar una ducha era insoportablemente doloroso. El agua se sentía como clavos perforando a través de la pierna y la más leve abrasión se sentía como un cuchillo raspando la piel.
Cada noche, Juliana estaba despierta con un dolor tan insoportable que 2 horas de inquieto dormitamiento era todo lo que podía esperar. «Pensé que mi vida había terminado. Me habían quitado la independencia. Estaba tan enojada con Dios. Lo culpé y no pude ver ningún significado en este dolor. Emocional, espiritual y físicamente yo era un completo desastre».
Mundo de Felicidad
A pesar de que Juliana había sido criada en una familia católica croata devota que rezaba el Rosario todas las noches, había abandonado la práctica de su fe cuando tenía sólo 19 años. Solo acudía ocasionalmente a las misas de Pascua y Navidad. Ella había querido estar a cargo de su propia vida, así que no quería a Dios en su vida. Pero cuanto más había buscado la felicidad en el mundo, más solitaria y más inquieta se había vuelto. Ella no entendía el concepto de ofrecer su sufrimiento a Jesús, como alguien le había aconsejado después de que comenzó su enfermedad. Sin embargo, cuando le dieron una tarjeta de oración, ella comenzó a orar la coronilla de la Divina Misericordia. «Aunque no tenía ningún sentimiento en mi corazón, me sentí obligada a hacerlo».
Como Juliana no tenía devoción a la Virgen Maria, se sorprendió cuando un amigo le sugirió que pidiera su intercesión. Hasta le recomendaron que hiciera un viaje a Lourdes, con la esperanza de recibir una sanación milagrosa. «Si Jesús quiere sanarte, puede hacerlo.» Juliana se sentía como una hipócrita. ¿Cómo podría pedirle a María que la ayudara cuando no tenía devoción por ella e incluso temía a María? Pero ella decidió que no tenía nada que perder, así que humildemente comenzó a pedirle a María que orara por ella.
Paz Como un Rio
Sin saber nada sobre su significado, fue a una Misa especial el Domingo de la Divina Misericordia. Ese día, hizo una confesión general de todos los pecados que recordaba de toda su vida. De ahí en adelante todo cambió espiritualmente para ella. Comenzó a orar por una hora, tres veces al día y cumplió la promesa de pasar una Hora Santa ante el Santísimo Sacramento cada lunes de 4 a 5 pm. A su hija de siete años le encantaba pasar ese tiempo allí con ella.
Una vez que entendió el significado de su dolor y sufrimiento y los unió a nuestro Señor en Su Divina Misericordia, pudo entregar su voluntad a la Voluntad de Dios y confiar en el gran plan que Él tenía para su vida. Aprendió a lidiar con el dolor y el sufrimiento alabando y dando gracias a Dios en cada momento del día. Sabía que llegaría el momento perfecto para viajar a Lourdes, así que estaba en paz.
Con la ayuda de su madre y su hija, Juliana finalmente pudo unirse a Harvest Pilgrimages en su peregrinación a Lourdes en el 2008 para el 150 aniversario de las visiones de Nuestra Señora a Santa Bernardita. Pablo, el líder del grupo, le ayudó mucho y ella se sintió muy motivada por la fuerza de la devoción que él le tenía a la virgen.
Esperando su turno en los baños, Juliana se sintió muy nerviosa. Como se le había dicho que el agua estaba helada, temía que le causara espasmos y aumentara su dolor. Antes de entrar en la bañera, miró a una estatua de la Virgen María y le pidió que calentara el agua. Para su sorpresa, cuando los asistentes la bajaron suavemente al agua, el agua estaba completamente tibia. Ella se sintió superada por la emoción de que esa simple oración había sido respondida tan completamente, pero aún había más por venir.
Cuando la regresaron a su silla de ruedas, su hija se dio cuenta de que las manchas negras en los dedos de sus pies estaban desapareciendo. Las manchas se estaban volviendo más rosadas. Cuando la sacaron en su silla de ruedas, sintió una sensación como de agua fría que fluía por encima de su pie. Ella seguía preguntándoles a su madre y a su hija si su pie estaba mojado, pero no lo estaba. El dolor en sus muñecas también había desaparecido.
Al día siguiente, fue a la Procesión del Santísimo Sacramento y la bendición en la basílica subterránea. Mientras esperaba en su silla de ruedas en la primera fila, mirando a Jesús en el Santísimo Sacramento, le pidió, «Si es Tu santa voluntad, ¿podrías sanarme espiritualmente, así como físicamente, para que yo pueda ser la madre que siempre he querido ser para mi hija?»
Cuando el sacerdote levantó el Santísimo Sacramento para la Bendición, Juliana sintió una tremenda sacudida desde la cintura hasta los dedos de ambos pies. Se sentía como si estuviera siendo electrocutada. Tal intenso dolor, encima de su agonía habitual, hizo que ella quisiera gritar, pero agarró los brazos de la silla de ruedas firmemente y sostuvo el sufrimiento en lo profundo de su interior. Mientras el sacerdote comenzaba las alabanzas al Santísimo Sacramento y lo colocaba sobre el altar, el dolor empezó a desaparecer, de la cintura hasta las piernas, parte por parte.
Momento Mistico
En ese momento, sabía que algo había ocurrido, pero ¿qué? Todavía sentía dolor, pero la pierna derecha se sentía muy ligera. Sintió en su corazón que Jesús la estaba llamando a ir a la Gruta de inmediato para que pudiera rezar el Rosario en el lugar donde la Virgen María se le había aparecido a Santa Bernardita.
Mientras rezaban el Rosario en la Gruta, ella experimentó un momento muy especial y místico con la Virgen. Aunque el sol brillaba a su derecha, vio una pequeña luz en el cielo delante de ella. Tenía la profunda sensación de que la Virgen María estaba detrás de esa luz y escuchó la voz de María en su corazón diciendo: “Juliana no te preocupes, todo estará bien. ¡Sólo confía!»
Inmediatamente Juliana sintió un amor profundo, tierno y maternal de María, y el amor por María estalló espontáneamente dentro del corazón de Juliana. Sin juzgar ni temer, Juliana sintió que realmente podía confiar en la Virgen. Sólo entonces, el Señor permitió completar su sanación física.
Los dedos de sus pies, que habían estado tan retorcidos y destrozados, se sentían como si estuvieran siendo estirados. Empezó a llorar: «¡Mis dedos!» Cuando su madre se quitó el zapato, los dedos se estaban moviendo. El dolor en la espalda baja y la pierna había desaparecido por completo y podía incluso tocarse la pierna sin estremecerse, lo que había sido imposible durante los últimos ocho años y medio.
«¡Creo que puedo ponerme de pie!», Exclamó. Cuando Pablo y su madre la levantaron de la silla de ruedas, se alegró al poder estar de pie sin ningún dolor. «¡Creo que puedo caminar!», declaró, sintiendo como si se estuviera deslizando sobre una nube, mientras se movía hacia la hermosa estatua que marcaba el lugar donde Santa Bernadita había visto a la Virgen. «¡Guau! ¿está sucediendo esto realmente?», pensó, asombrada por la falta del dolor que había sido su compañero constante durante ocho años y medio. Más tarde, se daría cuenta de que el día y la hora de su sanación era la de su hora santa habitual frente al Santísimo Sacramento.
La herida abierta en su pierna, que no había podido sanar durante varios años, se cerró unos días después y sanó de forma permanente. Aparte de una fisioterapia inicial para fortalecer los músculos desusados, no ha necesitado ningún tratamiento adicional. No tiene más síntomas ni efectos posteriores del Síndrome de Dolor Regional Complejo, una condición que se le había dicho que era incurable. Los dedos morados y destrozados en sus pies volvieron a la normalidad en Lourdes y están en perfecto estado desde entonces. El síndrome del túnel carpiano, que sanó inmediatamente después del baño en Lourdes, tampoco ha regresado. Su médico todavía se refiere a ella como su «paciente milagrosa».
Lo más importante es que en Lourdes experimentó el amor de su Madre Celestial, el momento de María, como ella lo llama. Ella admiró ese momento y apreció el afecto materno que María le había dado al orar el Rosario cada día. Para mantener siempre a María con ella, ella invita a María a unirse a ella en todas las actividades de su vida diaria. Le pide a María que la utilice como su pequeño instrumento y, como resultado, «nunca he sido más feliz en toda mi vida».
La Virgen ha intercedido para que se le concedieran muchas cosas, incluso las cosas que ella creía que eran demasiado pedir. Lo más importante es que María le trajo un esposo amoroso para compartir su vida y ser un padrastro maravilloso —siguiendo el modelo de San José— para su hija cuando entró en su adolescencia.
Aún mejor, comparte su amor por María y por Jesús en Su Divina Misericordia. Ella lo conoció en la peregrinación a Lourdes. Es Pablo, quien la cuidó con tanta ternura y estaba presente cuando ella fue sanada. Juliana y Pablo esperan con ansias su décimo aniversario de bodas.
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¡Puedes ser de mucha ayuda para que tu pareja se acerque a Dios! La historia de STEPHEN KING y su conversión al Catolicismo seguramente te inspirará.
Científicamente discapacitado
Cuando Stephen King creció como protestante en Irlanda del Norte, nunca imaginó que algún día se encontraría en una encrucijada y terminaría convirtiéndose al catolicismo. Los problemas entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte hicieron que Stephen y su familia se alejaran de la religión. A pesar de que ocasionalmente iba a la escuela dominical en su juventud temprana, luego de la muerte de su padre cuando tenía 11 años, la familia dejó de ir a la iglesia completamente.
Stephen desarrolló una visión cínica y materialista de la vida, en la cual esperaba que la ciencia tuviera la respuesta para todo. No sentía necesidad de Dios y pensaba que la religión sólo causaba problemas, así que se mantenía alejado de ella. “Ser un científico materialista es una terrible discapacidad dentro de la fe. Te da una arrogancia de la cual es muy difícil deshacerse”.
Después de finalizar sus estudios de Geología, trabajó para una compañía basada en Trinity College, Dublin. A pesar de que él había desestimado el significado del nombre, el Señor no había abandonado a Stephen. Su trabajo frecuentemente lo llevó a mudarse al extranjero y se le pidió que se estableciera en Brisbane, Australia. Vino a Australia, sin conocer a nadie y sin tener mucho apoyo, pero en Su providencia, Nuestro Señor le tendió Su mano.
El amor está en el aire
En el tren de camino al trabajo, había notado a otra pasajera regular; una joven hermosa cuyos hombros y cabeza se erguían sobre la mayoría de los otros pasajeros. Nicole Davies, a su vez, sintió una fuerte atracción hacia este alto y guapo joven—uno de los pocos que podía sobrepasarla en estatura.
Luego de seis meses de admirarlo de lejos, su hermana la retó a invitarlo a salir. “Ese mismo día, estábamos solo nosotros en la plataforma y luego en el vagón del tren, pero yo aún no podía hablarle. Pero cuando nos bajamos del vagón recordé las palabras de mi hermana: ‘No me vuelvas a mencionar a ese hombre si no lo invitas a salir’”. Así que Nicole reunió su valentía y corrió tras de él para invitarlo a salir. Al inició se rehusó, pero ella insistió.
Pronto desarrollaron una afinidad entre sí, tan fuerte que Nicole ya le estaba hablando de matrimonio. Stephen estaba enamorado, pero no se sentía listo para eso. Sin embargo, Nicole estaba clara en que si su relación no se encaminaba hacia el matrimonio en 18 meses, ella empezaría a buscar por otro lado. Así que, luego de un año de novios, él la invitó a que lo acompañara a Europa a conocer a su familia, ir a esquiar y conocer lugares.
Una revelación mayor
Nicole era una católica alejada, pero su madre recientemente había experimentado una reconversión. Justo antes de irse a Europa, Nicole había acompañado a su madre a una plática dada por una visionaria católica. Algo increíble ocurrió esa noche. Experimentó una gran revelación de Nuestro Señor. Simplemente escuchar que Jesús la amaba cambió su forma de pensar respecto a todo. De repente, todo tenía sentido y esto la sobrecogió. Desde ese momento, su fe la llevó a convertirse en una católica devota y comprometida. A pesar de que estas eran buenas noticias para ella, también era el inicio de un periodo difícil en su relación con Stephen.
La película “El Caso de Cristo” muestra una situación similar; la relación entre un periodista ateo y su esposa luego de que ella se convirtió. Sus sentimientos de ira, enojo e inconveniencia reflejaban los de Stephen. Él no estaba feliz de que la madre de Nicole la había llevado a esta reunión con la visionaria y había cambiado todo. Su viaje a Europa se convirtió en un completo desastre. “Nicole quería ir a ver todas las iglesias por donde pasábamos, y hay muchas iglesias en Europa.” Cada día había discusiones y cada noche terminaba con llanto en la mesa de la cena. “Creo que todos los meseros querían matarme”. Eventualmente, ella regresó a Australia antes de lo planeado.
Stephen pensó que habían terminado. ¿Cómo podían continuar estando juntos luego de esto? A pesar de que una conversión personal estaba lejos de sus pensamientos, él aun amaba a Nicole y no sabía qué hacer sin ella. Él la buscó de nuevo al regresar a Australia, se reconcilió con ella e hizo que las cosas funcionaran. Dentro de siete meses, estaban casados. “A pesar de que estábamos en polos opuestos respecto a la religión, yo amaba a esta mujer y estábamos moralmente alineados, lo cual pienso que es muy importante en las relaciones”
Hubo dificultades terribles para Nicole porque ninguno de sus amigos era religioso. En cualquier discusión, Nicole estaba sola contra todos ellos en contra de su religión. De alguna manera, ella encontró la fortaleza para mantener su fe. Como el camino de fe de Nicole había empezado a través del testimonio de una visionaria, la idea se le hacía muy extraña a Stephen. Él no creía que ninguno de estos milagros o visiones podía ser real. Ella estaba aun experimentando el fervor de la conversión junto con su madre. Stephen no se acercaba a algunas de las personas que ella conocía en la Iglesia, quienes, a pesar de profesar la fe, no parecían ser buenas personas. Así que eso no lo atrajo.
Un favor hecho
Luego de un tiempo, Nicole empezó a reflexionar más y luego de probar distintas parroquias, empezó a ir a la Misa en Latín. El sacerdote era el Padre Gregory Jordan SJ. Él se convirtió en una gran parte de sus vidas y en un buen amigo para ellos. Un día, llevó a Stephen aparte y le dijo “Nicole de veras está teniendo problemas para llevar a los niños a misa. ¿Me harías un favor? ¿Podrías venir a misa con ella un domingo, solo para ayudarla a cuidar a los niños? No tienes que comprometerte a convertirte ni hacer nada. Le harías la vida mucho más fácil.” Eso parecía razonable, así que él empezó a acompañarla todas las semanas a la misa y absorbía lo que ocurría a su alrededor. Disfrutaba pasar tiempo con sus hijos y luego conversar con sus amigos.
“Resultó no ser una gran imposición para mí. Algunas personas se pueden intimidar mucho por lo reglamentada que es la misa en latín, pero me gustó mucho la reverencia. Eso me atrajo. Un día un amigo me dio un libro titulado ¿La ciencia ha enterrado a Dios? Del profesor John Lennox, que enseña matemáticas en Cambridge. Leí este libro y me abrió los ojos a la posibilidad de la fe. Me hacía preguntas que la ciencia no podía responder. El increíble universo de Nuestro Señor es mucho más complejo de lo que ninguno de nosotros podría comprender. El pensar que todo vino de la nada es incomprensible para mí ahora.
Luego de sentarme en la iglesia católica por un tiempo, se me hizo claro que la Iglesia única y verdadera era la respuesta. Me moví muy lentamente en mi camino de fe. El Señor me dio una patada en los pantalones cuando tuve un ataque al corazón en el 2015 y eso realmente me cambió la realidad. Cambió mi línea de tiempo. Me di cuenta de que no iba a vivir para siempre. Más me valía empezar a trabajar en lo que es real e importante y hacerlo pronto. El Señor me había estado hablando todo este tiempo, pero Él tuvo que golpearme en la cabeza con un martillo para que pudiera escucharlo. Soy malo escuchando.”
Mientras se estaba recuperando, luego de tres meses fuera del trabajo para sentarse y pensar, empezó a leer la Biblia. Mientras pensaba en ello y rezaba al respecto, gradualmente se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión. “No tuve una revelación mayor, pero se me hizo claro que era lo que tenía que hacer, la forma correcta de vivir mi vida y la forma correcta de ser un buen padre para mis hijos y un buen esposo para mi esposa.”
Tres meses después, fue aceptado dentro de la Iglesia Católica. Fue un día muy emotivo para todo el mundo; especialmente para su familia al verlo regresar a la Iglesia luego de tantos años. Al recibir la Santa Comunión por primera vez, se dio cuenta de cuanto necesitaba la ayudar del Señor. “Siempre había sido egocéntrico y pensaba que tenía todo lo que necesitaba para seguir adelante. En esa primera Santa Comunión, me di cuenta de que Él era lo que yo necesitaba.”
“Cuando Nicole se volvió católica inicialmente, era muy molesto para mí. Trajo algo a nuestras vidas que yo no quería. No me atraía para nada. El cambio vino cuando conocí a católicos a los que de hecho admiraba y pude ver lo buenas personas que eran. El Padre Jordan fue una gran parte de eso. Sin él no creo que hubiera podido terminar de esta forma.”
“Confío en el apoyo y guía de Nuestro Señor ahora, intentando vivir mi vida en una forma distinta, de la manera en la que alguien que conoce a Cristo debe vivirla. Digo el Rosario con mi familia ahora e intento leer la Biblia todos los días, reflexionando sobre las gracias que he recibido. Voy a misa de forma distinta. Estoy mistificado por el sacrificio que Jesús hizo por nosotros. Ha cambiado mi vida para siempre. Aunque haya dificultades, seré católico por el resto de mi vida.”
'En las apariciones de María, su mensaje predominante era “oren bien”. ¿Has comprendido el poder de la oración en tu vida?
Mi esposa y yo tenemos una tradición navideña de reunir a nuestros hijos y nietos para las celebraciones navideñas. El día de Boxeo mi esposa lleva a los nietos a una pantomima, acompañada por algunos de nuestros hijos adultos. Sé que los nietos esperaban con mucho entusiasmo el panto. La última vez que lo hicimos fue hace cuatro años. Como los nietos han crecido un poco, el pantomima no es muy atractivo como solía serlo.
Hace catorce años, tuve un ataque al corazón. Después de que me dieron dos stents y un poco de rehabilitación, estaba absolutamente bien. Pero 10 años después, a las 3 de la mañana del día de Boxeo, me desperté con mucho dolor. Sentí como una repetición de mi ataque al corazón. Como no quería molestar a mi esposa, me levanté y bajé a orar en la cocina. Decidí no llamar a una ambulancia, principalmente porque no quería estropear todas las celebraciones de Navidad.
Nunca había orado tan duro o tan fervientemente en toda mi vida, implorando a la Virgen María que pidiera a su hijo, Jesús, que esto no sucediera en ese momento, no por mi bien, sino por mi familia. Imaginé la angustia que esto les causaría a todos si me llevaran al hospital. En mi oración a nuestra Señora, recordé como le concedió su petición en el Milagro de Caná. Me dio tanta esperanza que ella escuchara mis súplicas. A medida que pasa el tiempo, el dolor aumenta cada vez más. Diez años atrás, yo había sufrido los mismos síntomas. Para mi alivio, después de varias horas de oración ferviente y urgente, el dolor se calmó y luego desapareció completamente. Estaba tan agradecido con nuestra Santa Madre por consolarme en mi dolor y ansiedad e interceder por mí.
Ahora, cuatro años más tarde, he permanecido completamente sin dolor de mi condición cardíaca y soy capaz de andar en bicicleta muchas millas cada semana.
Confía en el poder de la oración.
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