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Oct 31, 2023
Contratar Oct 31, 2023

El padre Joseph Gill, columnista habitual de Shalom Tidings, abre su corazón para compartir la historia de su vida y de cómo se enamoró.

Supongo que mi vocación no es como tal, un llamado; sino más una historia de amor con Aquel que me creó y atrajo mi corazón. Desde que yo era muy joven amaba a Dios; recuerdo que cuando tenía entre 8 y 9 años leía la biblia en mi cuarto. La Palabra me inspiraba al grado de querer escribir mi propio libro de la biblia (no hace falta decir que no fue lo suficientemente bueno). Soñaba con ser un misionero o un mártir, o entregar generosamente mi vida a Cristo.

Pero llegué a la adolescencia, y mi pasión por Cristo fue enterrada bajo preocupaciones mundanas. Mi vida empezó a girar en torno al béisbol, las chicas y la música. Mi nueva ambición se centraba en ser un famoso y millonario músico de rock o un comentarista deportivo.

Golpe al alma

Doy infinitas gracias al Señor por no darse por vencido conmigo. Cuando tenía catorce tuve el privilegio de viajar a Roma en una peregrinación con mi grupo juvenil. Estando de pie ante el Coliseo, pensé: “En este mismo lugar, más de diez mil hombres, mujeres y niños derramaron su sangre por Cristo. ¿Por qué no le doy un poco más de importancia a mi fe?” La Capilla Sixtina me impresionó; no por el techo, sino por el arte de la pared del fondo: el “Juicio Final” de Miguel Ángel. Ahí, la consecuencia de las decisiones de toda la vida se representa poderosamente: el cielo y el infierno. Me golpeó el alma el hecho de pensar que pasaré la eternidad en uno de esos dos lugares; entonces pensé… “¿Hacia dónde me dirijo?”

Cuando regresé, sabía que necesitaba hacer algunos cambios… pero eso puede ser algo complicado de hacer. Estaba atrapado en un montón de pecados propios de los adolescentes, así como angustia y drama. A medias, traté de desarrollar una vida de oración, pero ésta no echó raíces. Tampoco puedo decir que realmente me esforcé por la santidad. Se necesitaron más encuentros para que el Señor se ganara mi corazón.

Primero, mi parroquia comenzó con la adoración perpetua, proporcionando una oportunidad 24/7 para que las personas oraran antes de la Eucaristía. Mis padres se habían anotado para una hora de adoración a la semana y me invitaron a asistir. Al principio, me negué; ¡no me quería perder mis programas favoritos de televisión! Pero entonces pensé: “Si realmente creo en lo que digo, creo en la eucaristía: Es verdaderamente el cuerpo y la sangre de Jesús. ¿Por qué no querría pasar una hora con Él?”. Así que, a regañadientes comencé a ir a la adoración… y me enamoré de Él. Esa hora semanal de silencio, las escrituras y la oración, me llevaron a darme cuenta del amor personal y pasional que tiene Dios por mí… y comencé a desear devolver todo ese amor con toda mi vida.

Solo la verdadera felicidad

Por aquellos días, Dios me guio en algunos retiros que fueron muy transformadores. Uno de ellos fue un campamento de verano familiar, católico, llamado: Catholic Family Land (Tierra de la familia católica), en Ohio. Ahí, por primera vez, encontré niños de mi edad que tenían un profundo amor por Jesús; y me di cuenta de que era posible (incluso fabuloso), luchar por la santidad como una persona joven. Entonces, comencé a asistir a retiros de fin de semana para niños de secundaria con los legionarios de Cristo, e hice aún más amigos cuyo amor por Cristo benefició mi viaje espiritual.

Finalmente, como un estudiante del último año de secundaria, comencé a tomar clases en un colegio comunitario local. Hasta entonces, fui educado en casa, así que había sido bastante protegido. Pero en estas clases universitarias me encontré con profesores ateos y compañeros hedonistas cuyas vidas giraban en torno a la próxima fiesta, el próximo cheque de pago y la próxima conexión. Sin embargo, me di cuenta de que en realidad ¡se veían muy infelices! Estaban luchando todo el tiempo por un placebo, sin vivir por otra cosa que no fuera para ellos mismos. Esto me hizo darme cuenta de que la única verdadera felicidad es dar tu vida por Cristo y por los demás.

A partir de ese punto, sabía que mi vida tenía que tratarse de Jesús. Comencé mi formación en la Universidad Franciscana y asistí al seminario de Mount en St. Mary en Maryland. Pero incluso como sacerdote, el viaje continúa. Cada día el señor me muestra más evidencias de su amor, y me lleva a un lugar cada vez más profundo de su corazón. Mi oración es para que todos ustedes, mis queridos lectores de Shalom Tidings, ¡para que puedan ver su fe como una historia hermosa y radical de amor, con el gran “amante de nuestras almas”!

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By: EL PADRE JOSEPH GILL

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Oct 31, 2023
Contratar Oct 31, 2023

P – En mi familia estamos teniendo un problema con una de mis hermanas, y a menudo tengo que hablar de ella con mis otros hermanos. ¿Estaré desahogándome o estoy ya entrando al terreno del chisme? ¿Estoy obrando correctamente o estoy cometiendo pecado con esto?
R – El apóstol Santiago reconoce los desafíos de controlar la lengua; en el tercer capítulo de su epístola escribe: «Cuando ponemos freno en la boca a los caballos para que nos obedezcan, controlamos todo su cuerpo. Lo mismo pasa con la lengua; es una parte muy pequeña del cuerpo, pero es capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, de aves, de serpientes y de animales del mar, y los ha dominado. Con la lengua, lo mismo bendecimos a nuestro Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga» (Santiago 3, 3-12).

El presentador de radio estadounidense Bernard Meltzer una vez estableció tres reglas sobre si deberíamos o no decir algo sobre otra persona: ¿Es necesario?, ¿es cierto?, ¿es bueno?

¡Estas son tres grandes preguntas para hacer! Cuando hable de su hermana, ¿es necesario que los otros miembros de su familia sepan acerca de sus faltas y fallas?; ¿estás transmitiendo la verdad objetiva o exagerando sus puntos débiles?, ¿asumes la mejor de sus intenciones o impugnas los motivos negativos de sus acciones?

En cierta ocasión, una mujer fue a San Felipe Neri y confesó el pecado del chisme; como penitencia, el Padre Neri le asignó tomar una almohada llena de plumas y abrirla en la parte superior de una torre alta; la mujer pensó que era una extraña penitencia, pero lo hizo y vio las plumas volar a los cuatro vientos. Al regresar al santo, ella le preguntó qué significaba eso, él respondió: «Ahora, ve y recoge todas esas plumas»; ella respondió que era imposible. «Así sucede con las palabras que decimos: nunca podremos llevarlas de vuelta porque han sido enviadas por los vientos a lugares que nunca entenderemos», le replicó este gran santo.

Ahora, hay momentos en que es necesario compartir cosas negativas sobre los demás. Yo enseño en una escuela católica, y a veces necesito compartir algo sobre el comportamiento de un estudiante con un colega; esto siempre me obliga a detenerme un poco para preguntarme: ¿lo estoy haciendo por las razones correctas? ¿Realmente quiero lo mejor para este estudiante? Muchas veces me encuentro disfrutando el hecho de contar historias sobre estudiantes que los reflejan bajo una mala luz; y cuando disfruto de las desgracias o el mal comportamiento de otra persona, entonces definitivamente he cruzado la línea hacia el pecado.

Hay tres tipos de pecados que dañan la reputación de otra persona: Primero está el “juicio precipitado”, que significa que asumimos demasiado rápido lo peor sobre el comportamiento o la intención de una persona; en segundo lugar, está la “calumnia”, que significa decir mentiras negativas sobre otro; finalmente, la “murmuración”, que es revelar las faltas o fallas de otra persona sin una razón válida para hacerlo. Entonces, en el caso de tu hermana: ¿es parte de una murmuración el compartir sus defectos?; podrías preguntarte: si comparto sus faltas, ¿ella u otra persona sufrirán por ésto? Si la respuesta es afirmativa y es únicamente para «desahogarse», entonces si has caído en el pecado de la murmuración. Pero si es realmente necesario para el bien de la familia, entonces es legítimo hablar de ella a sus espaldas.

Para combatir los pecados de la lengua, recomiendo tres cosas: Primero, ¡difunde “cosas buenas” sobre tu hermana! Todo el mundo tiene cualidades redentoras de las que podemos hablar; segundo, reza las “alabanzas divinas”, es una hermosa oración que glorifica y alaba a Dios, y que ayudará a reparar por el mal uso que hemos dado a nuestra lengua. Finalmente, considera cómo nos gustaría que se hablara de nosotros mismos; a nadie le gusta que se ventilen sus fallas. Así que, con compasión, tratemos bien a los demás con nuestras palabras, ¡con la esperanza de que recibamos la misma amabilidad!

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By: EL PADRE JOSEPH GILL

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Oct 31, 2023
Contratar Oct 31, 2023

Íñigo López nació en una familia noble en la España del siglo XV. Inflamado por los ideales del amor cortés y la caballería, se convirtió en un feroz guerrero. Mientras defendía su ciudad natal de Palermo contra los invasores franceses, Íñigo resultó gravemente herido por una bala de cañón durante una batalla en 1521. Con heridas serias, pero todavía lleno de coraje, Íñigo se ganó la admiración de los soldados franceses que lo escoltaron a casa para que se recuperara, en lugar de enviarlo a prisión.

Planeó pasar su período de recuperación en cama, disfrutando de novelas románticas; sin embargo, Íñigo se sintió decepcionado al descubrir que los únicos libros disponibles en el lugar, trataban sobre la vida de los santos. Pasó por las páginas de estos libros a regañadientes, pero pronto se sumergió en ellas, leyendo asombrado sobre estas gloriosas vidas. Inspirado por las historias, se preguntó: “Si ellos pueden, ¿por qué yo no?”.

Esta pregunta lo perseguía mientras se recuperaba de su lesión en la rodilla. Pero esta santa perturbación que los mismos santos habían sembrado en él, se hizo más fuerte, y eventualmente lo transformó en uno de los más grandes santos de la Iglesia: Ignacio de Loyola.

Una vez recuperado, Ignacio dejó su cuchillo y su espada en el altar de Nuestra Señora de Montserrat. Su valor y pasión no disminuyeron, pero en adelante sus batallas serían para el ejército celestial, ganando almas para Cristo. Sus escritos, especialmente los “Ejercicios Espirituales”, han tocado innumerables vidas y las han encaminado por el camino de la santidad y de Cristo.

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By: Shalom Tidings

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Oct 31, 2023
Contratar Oct 31, 2023

La belleza atemporal ya no es un sueño lejano

Nuestro anhelo de lucir atractivos es universal; desde los tiempos bíblicos, hombres y mujeres por igual han tratado de embellecer sus cuerpos a través del aseo, la dieta, el ejercicio, los cosméticos, las joyas, la ropa y otros adornos. Debido a que estamos hechos a imagen y semejanza de nuestro creador, quien es “la belleza”, no es de extrañar que aspiremos a manifestar aspectos de su hermosura en nuestra apariencia física; en efecto, glorificando a Dios en nuestros cuerpos, como se nos exhorta a hacerlo en 1 Corintios 6, 20.

Sin embargo, nuestra actual era secular difunde nuestras deficiencias cada día: no somos lo suficientemente bonitos, no somos lo suficientemente guapos, o delgados, jóvenes, elegantes, etc. Cada año, los consumidores susceptibles a este deseo, compran cantidades excesivas de cosméticos, productos de belleza y servicios relacionados e innecesarios; lamentablemente, las cirugías invasivas, inyecciones, rellenos y otros procedimientos cosméticos dudosos son cada vez más comunes, incluso entre los menores de cuarenta años.

Belleza impecable

Como cristianos viviendo en el mundo, sin ser del mundo, ¿cómo podremos aspirar a esa belleza? San Agustín, lidiando con esa misma pregunta hace siglos, nos dio esta respuesta eterna en una antigua homilía: «Amando a Aquel que siempre es hermoso, y en la medida en que el amor crezca en ti, en la misma medida crecerá tu belleza; porque la caridad es verdaderamente la belleza del alma» (“Diez homilías sobre la Primera Epístola de Juan”, Novena Homilía, párrafo 9).

La verdadera belleza emana del amor que brilla en nuestros ojos, la «lámpara del cuerpo» (Lucas 11, 34), no del color de nuestro cabello o labios. De hecho, Jesús nos llama «la luz del mundo» (Mateo 5, 14); nuestras sonrisas deben irradiar su amor e iluminar la vida de los demás. En última instancia, la belleza de nuestro testimonio cristiano debe atraer a otros a la belleza de Cristo y de su Iglesia; esa es nuestra misión principal en la vida terrena.

Sin embargo, aunque nuestros espíritus están dispuestos, nuestra carne a veces sucumbe al falso evangelio de insuficiencia del mundo. Durante esos momentos de vulnerabilidad humana, me siento animada por el mensaje inequívoco de Dios en el Cantar de los Cantares: «¡Toda hermosa eres, amada mía, no hay defecto en ti!» (4, 7).
Si bien pude haber usado mi cuerpo durante varios años, estoy agradecida de haber vivido lo suficiente para recibir la «corona» gris de mis canas (Proverbios 16, 31), aunada a mis arrugas, que representan una multitud de experiencias y bendiciones que nunca cambiaría por una piel suave.

Tal vez eres madre y tu figura ha cambiado con el embarazo, pero tu cuerpo es milagroso: concibió, llevó y dio a luz a un hijo de Dios; ¡regocíjate en tu fecundidad que ha aumentado su reino!

Tal vez eres un adolescente, y tu cuerpo está experimentando cambios incómodos, y para complicar las cosas, quizá sientas que no encajas y no seas de los “populares”; pero tú eres una obra de Dios en proceso, una obra maestra que Él está siempre perfeccionando para cumplir su misión especial en esta vida. En cuanto a las personas «populares», puedes rezar por ellas, sólo Dios sabe las inseguridades que puedan cargar.

Tal vez eres de mediana edad y has aumentado algunos kilos de más a lo largo de los años, o tal vez siempre has luchado contra la obesidad; aunque la dieta y el ejercicio son importantes para lograr y mantener un cuerpo sano, Dios te ama exactamente como eres; sé paciente contigo mismo y confíate a sus manos gentiles.

Tal vez estás luchando contra una enfermedad como el cáncer y estás sufriendo los efectos visibles de un tratamiento; mientras tu cuerpo flaquea, Cristo lleva la cruz contigo; ofrece tu sufrimiento con Él, y Él te dará suficiente fuerza y resistencia para convertirte en un faro de esperanza para aquellos que te rodean y enfrentan sus propios desafíos. Que tu consuelo sea la buena obra de Dios realizada a través de tu valiente ejemplo.

Tal vez tengas cicatrices permanentes o desfiguración por un problema de salud anterior o actual; puedes consolarte sabiendo que las marcas de viruela de Santa Kateri desaparecieron milagrosamente después de su muerte; de hecho, en nuestro verdadero hogar del cielo, Cristo transformará nuestros débiles cuerpos para que sean como su cuerpo glorioso (Filipenses 3, 20-21), y brillaremos como las estrellas (Daniel 12, 3).

Perfectamente adornado

Por ahora, somos como Dios nos quiere; no tenemos que cambiar nuestro exterior o mejorar la belleza que Él ya nos ha dado; debemos aceptarnos tal como somos y amarnos como somos. Lo más importante que podemos hacer es amar a Jesús. En la medida que nuestros corazones estén llenos de su amor, nuestros cuerpos reflejarán su belleza.

Pero este no es un concurso de belleza; aunque el mundo típicamente opera bajo el principio de la escasez, para que sintamos que debemos competir para obtener nuestra justa parte, Cristo actúa según el precepto de la providencia, para que siempre haya lo necesario y a veces un poco más: «al que tiene, más se le dará» (Mateo 13, 12). Si confiamos en el Señor que «viste los lirios» (Mateo 6, 28), estaremos satisfechos con el cuerpo que Dios nos ha dado; además, reconoceremos que nuestra belleza dada por Dios no solo es suficiente, sino generosa.

Así mismo, esta no es una competencia sobre quién se ve mejor; aunque a menudo nos sentimos tentados a compararnos con los demás: somos irrepetibles. Dios no nos formó en el vientre de nuestra madre para parecernos a cualquier otra persona; de hecho, cada uno de nosotros se encuentra en un punto distinto de una travesía que nos llevará a convertirnos en espejos visibles de la belleza consumada de Jesucristo: Así es como nuestro Padre Dios nos ha adornado a la perfección.

La próxima vez que te mires en el espejo, recuerda que el Señor te ha creado maravillosamente bien, y que se deleita al ver cómo reflejas su belleza.

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By: Donna Marie Klein

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Oct 31, 2023
Contratar Oct 31, 2023

San Januarius (o Gennaro, como se le conoce en su Italia natal), nació en Nápoles durante el siglo II en una familia aristócrata con mucho poder económico. Fue ordenado sacerdote a la notable edad de 15 años. Para cuando tenía 20, ya era obispo de Nápoles. Durante la persecución cristiana iniciada por el emperador Diocleciano, Gennaro escondió a muchos cristianos, incluido su antiguo compañero de clase, Sossius, quien también se convirtió en santo. Sossius fue expuesto como cristiano y fue encarcelado; cuando Gennaro lo visitó en la cárcel, él también fue arrestado. Los relatos sobre él varían en cuanto a si él y sus compañeros fueron arrojados a animales salvajes que se negaron a atacarlos, o si fueron llevados a un horno del cual salieron ilesos.

Pero todas las historias coinciden en que Gennaro fue finalmente decapitado alrededor del año 305 d.C. Y aquí es donde la historia se pone interesante: Los seguidores piadosos reunieron parte de su sangre en frascos de vidrio y la conservaron como reliquia. Esa sangre, sigue preservada hoy, y manifiesta cualidades notables. Tres veces al año, desde que sucedió por primera vez en 1389, la sangre coagulada se licúa.

Almacenada en ampollas de vidrio, la sangre seca de color rojo oscuro que se adhiere a un lado del recipiente se convierte milagrosamente en líquido que llena la botella de lado a lado. Además de su fiesta, el 19 de septiembre, el milagro también ocurre el mismo día que sus restos fueron trasladados a Nápoles y en el aniversario en que esta ciudad se salvó de los efectos de la erupción del Monte Vesubio en 1631.

Varias investigaciones científicas han intentado y han fallado a la hora de explicar cómo es que la sangre sólida logra licuarse; y cualquier engaño o juego sucio ha sido excluido. Gritos alegres de: ¡El milagro ha sucedido!, llenan la catedral de Nápoles mientras los fieles besan el relicario que sostiene la sangre del santo. Qué regalo tan asombroso le ha dado Dios a la Iglesia en este notable santo, y en el milagro que cada año nos recuerda como Gennaro – y muchos otros más – derramaron su sangre por el bien de su Señor. Como dijo Tertuliano: “La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia”.

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By: Graziano Marcheschi

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Ago 22, 2023
Contratar Ago 22, 2023

«Todos andábamos como ovejas errantes, cada cual seguía su propio camino …» (Isaías 53, 6).

Mi auto actual tiene un sistema de advertencia de salida de carril; cada vez que me salgo de mi carril designado mientras conduzco, el automóvil me lanza una señal de advertencia.

Esto fue al principio molesto para mí, pero ahora lo agradezco; mi auto viejo no tenía esta tecnología tan avanzada; no me había dado cuenta de la frecuencia con la que me salía de los límites mientras conducía.

En los últimos meses, he comenzado a participar en el sacramento de la reconciliación (confesión); práctica que había ignorado, durante años.

Sentía que era una pérdida de tiempo; a menudo pensaba: ¿Por qué una persona necesita confesar sus pecados a un sacerdote cuando puede hablar directamente con Dios?; es incómodo examinar la conciencia regularmente. Admitir tus pecados, en voz alta, es humillante; pero la alternativa es aún peor, es como negarse a mirarse en un espejo durante años: puedes tener todo tipo de cosas pegadas en tu cara, pero vas por ahí bajo la falsa impresión de que te ves bien.

En estos días trato de ir a la confesión semanalmente, me tomo tiempo para la autorreflexión y el examen de mi conciencia; he notado un cambio dentro de mí. Ahora, mi sistema de alerta interno se ha reactivado; cada vez que me desvío del camino y me voy por otro lado distinto al de la bondad y el amor, mi conciencia me da una señal. Esto me permite volver al “carril” antes de adentrarme demasiado en la zona de peligro.

«Pues eran ovejas descarriadas, pero han vuelto al pastor y guardián de sus almas». (1 Pedro 2, 25)

El sacramento de la reconciliación es un don que ignoré durante demasiado tiempo; yo era como una oveja que se había alejado, pero ahora he vuelto a mi pastor, al guardián de mi alma. Él revisa mi espíritu cuando me desvío y me redirige al camino de la bondad y la seguridad.

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By: Nisha Peters

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Ago 22, 2023
Contratar Ago 22, 2023

Es posible visitar a todas y cada una de las diez millones de personas encarceladas en todo el mundo en cualquier momento. ¿Te preguntas cómo? Sigue leyendo…

“Cuando estaba en la cárcel, me visitaste”. Estas son algunas de las personas que Jesús prometió recompensar en el día del juicio. Existen regulaciones que limitan las visitas a los presos, pero ¿existe alguna manera de que alguien pueda visitar a cualquiera de los diez millones de personas encarceladas en todo el mundo? ¡SÍ!

En primer lugar, orando regularmente por todos los presos, mencionando a cualquiera que conozcas personalmente por su nombre. Esto puede ir acompañado de una vela encendida, para simbolizar la oración que sube a Dios y trae luz a la oscuridad de la vida de un prisionero. Cuando estuve en la cárcel, mi familia y amigos encendieron velas como una llama viva de ofrenda a Dios todopoderoso, específicamente para mí. Lo encontré muy efectivo; era asombroso cómo un rayo de alegría irradiaba repentinamente a través de la cotidiana penumbra de la prisión. Algo pequeño, pero tan significativo que me permitía olvidar por un momento dónde estaba y en qué circunstancias; esto me llevó a pensar: «después de todo, hay un Dios», incluso aquí.

Pero creo que la forma más poderosa de ayudar a los que están en prisión, o a cualquier persona que tenga gran necesidad de oración, es considerar las santas y preciosas heridas que nuestro Señor sufrió durante su pasión, desde su arresto en la noche del jueves santo hasta su muerte en la tarde del viernes santo.

Promesa infalible

Contempla todos los golpes y agresiones sobre su cuerpo, incluyendo la cruel flagelación y el dolor constante de las heridas de la corona de espinas, pero particularmente las preciosísimas cinco llagas en sus manos, pies y costado.

Santa Faustina nos dice cuánto agrada a Jesús cuando contemplamos sus llagas, y cómo promete derramar un océano de misericordia cuando lo hagamos. Aprovecha esta oferta misericordiosa y generosa que Él reservó para esta época. Oren por gracia y misericordia para ustedes, para aquellos a quienes conocen por nombre, y para los 10 millones de encarcelados que languidecen en prisión por todo tipo de razones, justas e injustas. Él quiere salvar a cada alma, llamando a cada uno de regreso a Él para recibir su misericordia y perdón.

Oren también por los oprimidos, los marginados, los pobres, los enfermos y postrados en cama, ​​así como por los que sufren en silencio y que no tienen a nadie que eleve su voz por ellos. Oren por todos aquellos que tienen hambre: de comida, conocimiento o la oportunidad de usar los talentos que Dios les ha dado. Oren por los no nacidos y los impíos. Todos somos prisioneros de un tipo u otro, pero particularmente, somos prisioneros del pecado en todas sus formas insidiosas.

Él nos pide que nos acerquemos al pie de la cruz que está empapada de su preciosa sangre; presentemos nuestras peticiones ante Él, y cualquiera que sea la intención, Él responderá con misericordia.

No perdamos ninguna oportunidad de implorar los incalculables tesoros que nuestro Señor misericordioso nos ha prometido. Cuando rezamos por esos 10 millones de presos en todo el mundo, cada uno de ellos recibe el 100 por ciento del beneficio de nuestra oración porque, así como nuestro buen Señor se entrega enteramente a cada uno de nosotros en la Eucaristía, así también multiplica nuestra única oración como un megáfono, llegando al corazón de cada uno de ellos.

Nunca pienses “¿qué hará mi única oración por tanta gente?” Recuerda el milagro de los panes y los peces y no dudes más.

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By: Sean Hampsey

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Ago 22, 2023
Contratar Ago 22, 2023

En los primeros días del confinamiento por la pandemia, cuando la única forma en que podía asistir a misa era a través de una transmisión en vivo, sentí que faltaba algo…

El Espíritu Santo está siempre obrando en nuestros corazones, por lo que no debería haberme sorprendido que, en medio de la agitación mundial de los primeros días de la pandemia del Covid 19, Él abriría mi corazón a una experiencia más plena del cuerpo místico de Cristo.

Cuando escuché la noticia de que las iglesias se cerrarían junto con los restaurantes, las tiendas, las escuelas y las oficinas, reaccioné con sorpresa y total incredulidad. «¿Cómo puede ser esto?» Ver la misa en vivo desde nuestra parroquia era familiar y desorientador al mismo tiempo. Allí estaba nuestro pastor, proclamando el Evangelio, predicando su homilía, consagrando el pan y el vino, pero las bancas estaban vacías. Nuestras voces sonaban débiles y las respuestas estaban fuera de lugar en nuestra sala de estar. Y no es de extrañar, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que la liturgia “involucra a los fieles en la vida nueva de la comunidad e implica la ‘participación consciente, activa y fructífera’ de todos” (CIC 1071). Estábamos participando lo mejor que podíamos, pero la comunidad, el “todos”, nos estaba faltando.

Arrodillada junto a la mesa de café a la hora de la comunión, leí la oración de comunión espiritual que estaba en la pantalla, pero estaba distraída e inquieta. Sabía que la hostia consagrada es verdaderamente el cuerpo de Jesús y que consumir la Eucaristía podía unirme a Él y transformarme. Y estaba segura de que eso no iba a suceder a través de una transmisión en vivo en mi sala de estar. La Eucaristía, la presencia real de Jesús, estaba profundamente ausente.

No sabía nada acerca de hacer una comunión espiritual. El Catecismo de Baltimore me dice que la comunión espiritual es para aquellos que tienen un “deseo real de comulgar cuando es imposible recibirla sacramentalmente. El deseo nos obtiene las gracias de la comunión en proporción a la fuerza del deseo.” (Catecismo de Baltimore, 377) Si bien era dolorosamente cierto que era imposible recibir la comunión sacramental, lamento decir que mi deseo esa mañana era simplemente la rutina familiar. Estaba distraída, inquieta e insatisfecha.

El primer domingo dio paso al segundo y al tercero, y luego el jueves santo y el viernes santo. Había sido una cuaresma singularmente dramática, con tantos sacrificios impuestos, sacrificios que nunca hubiera imaginado; sacrificios que acepté un poco a regañadientes. Sin embargo, Dios es bueno, e incluso mis sacrificios imperfectos dieron algún fruto. Así que, en lugar de centrarme en todo lo que faltaba en esas liturgias, comencé a pensar en las personas que no podían asistir a la Eucaristía ni siquiera en tiempos “normales”: Residentes de hogares de ancianos, prisioneros; los ancianos, los enfermos y los discapacitados estaban solos; personas que viven en lugares remotos sin sacerdotes. Para esos católicos, ver misa de manera virtual fue probablemente una bendición, un vínculo con Jesús y su Iglesia. Yo esperaba asistir a misa nuevamente pronto; pero ellos no podrían hacerlo.

¿Cómo fue para estos otros católicos que podían recibir los sacramentos solo ocasionalmente, si es que lo hacían? Ellos son miembros de la Iglesia, del cuerpo místico de Cristo al igual que yo; pero más sustancialmente separados de una comunidad parroquial. A medida que comencé a pensar más en ellos y menos en mis propias decepciones, también comencé a orar por ellos; y durante la misa, comencé a orar con ellos. En cierto modo, se convirtieron en mi comunidad de misa dominical; eran las personas que me rodeaban, al menos en mi pensamiento. Finalmente, pude establecerme consciente y activamente en la misa transmitida en vivo. Unida a los miembros del cuerpo místico de Cristo, realmente deseaba la unión con Jesús, y la comunión espiritual se convirtió en un momento de gracia pacífico y fructífero.

Pasaron las semanas, y esta situación nueva pero anormal, se extendió hasta la temporada de pascua. Un domingo después de la misa transmitida en vivo, nuestro párroco anunció que un banco de alimentos local tenía una necesidad desesperada. Las donaciones de alimentos se habían cortado cuando las iglesias cerraron sus puertas, pero el número de familias que necesitaban alimentos cada semana se multiplicaba. Para ayudar, nuestra parroquia llevaría a cabo una recolección de alimentos el siguiente viernes. “La parroquia ha estado cerrada durante seis semanas”, pensé. «¿Vendrá alguien?»

Ciertamente lo hicieron. Me ofrecí para ayudar ese viernes, y mientras dirigía a los conductores al sitio de entrega en la parte trasera del estacionamiento, ver rostros familiares y sonrientes se sintió tan bien. Aún mejor, ver cómo se acumulaban las donaciones mucho más de lo que nadie esperaba. Ser parte de esa recolección de alimentos fue emocionante; el resultado, creo, del Espíritu Santo obrando. Había llamado a nuestra comunidad parroquial dispersa a la acción para ser el cuerpo vivo de Cristo que cuida a los necesitados. Así como Él movió mi vida de oración personal para desarrollar una mayor unidad con el cuerpo místico de Cristo, ahora Él se estaba revelado en el obrar de nuestra comunidad parroquial, poniendo en nuestros corazones la voluntad de servir a otros en necesidad, incluso cuando no podíamos reunirnos.

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By: Erin Rybicki

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Ago 22, 2023
Contratar Ago 22, 2023

Encuentra el camino que ha sido trazado para ti incluso antes de que comenzara tu tiempo en la tierra, y tu vida nunca será la misma.

La perfección, o la dirección correcta, es la expresión que a menudo he usado con mis hijos cuando han necesitado alguna corrección. Han argumentado frustradamente que espero que sean perfectos. Yo respondo: «No estoy pidiendo la perfección, solo quiero que vayas en la dirección correcta».

La expectativa de Dios

Para mí, esto refleja la humildad de su corazón; si uno de mis hijos reconoce que tomó una mala decisión y que sus acciones fueron en contra de los valores que creemos que son verdaderos y correctos, entonces un simple: “Sé que me equivoqué, y lo siento, ¿qué puedo hacer para mejorar las cosas?”, es la forma más rápida de perdonar y restaurar la unidad. Sin embargo, si argumentan que de alguna manera estaba bien para ellos desobedecer o hacer algo que está fuera de las reglas establecidas de nuestro hogar, entonces la duración de la separación relacional y las consecuencias naturalmente se incrementan.

Es lo mismo en nuestro caminar con Jesús; se nos han dado las expectativas de Dios para con nosotros en los diez mandamientos, y Jesús las aclaró en el sermón del monte (Mateo 5-7). Y si eso no fuera suficiente, San Pablo, San Pedro y los otros apóstoles reiteran los mandamientos de Dios a lo largo de sus epístolas de una manera muy tangible.

Verán, no tenemos forma de evitarlo, la dirección correcta ha sido muy clara para toda la humanidad. Es demasiado obvio: O elegimos el camino de Dios o luchamos contra Él en rebelión.

Y así, hemos comenzado a ver una sociedad empeñada en pervertir las sagradas Escrituras y doblar los caminos de Dios para apaciguar la culpa de sus lujurias carnales.

Estamos enfrentando un tiempo como ningún otro, donde muchos se han alejado de la Verdad de Dios; se han convencido de que, si simplemente cambian la narrativa, de alguna manera pueden eludir el resultado ordenado. Desafortunadamente, ellos malinterpretan los caminos de Dios y la realidad de su Verdad.

Amigos, es por lo que el Evangelio es el mensaje más simple y a su vez más incomprensible que jamás se haya revelado.

Giros y vueltas

La buena noticia es que has sido perdonado, en el pasado, en el presente y en el futuro; sin embargo, se requiere arrepentimiento y un firme compromiso de continuar día a día luchando por permanecer en el camino correcto. La belleza del Evangelio es que, aunque no podemos hacer lo que Cristo hizo a través de su pasión y resurrección, podemos recibir el beneficio de su obra.

Cuando nos rendimos a su camino, Él continúa guiándonos en la dirección correcta.

En el Nuevo Testamento, Jesús dijo: «A menos que su justicia sobrepase a la de los fariseos, no podrán entrar en el Reino de los Cielos». En otras palabras, la mayoría de las personas religiosas en esta tierra todavía no eran lo suficientemente buenas a través de sus propias obras para entrar en el Reino de Dios.

La perfección no es la respuesta, y tampoco es el requisito para una relación; la humildad si lo es.

Cuando lees a Mateo capítulos 5-7, te podrá parecer como una tarea imposible lo que Jesús presenta ante nosotros.

Encuentra tu camino de regreso

He fallado en guardar muchos de estos preceptos a lo largo de los años y, sin embargo, Jesús no estaba trazando los caminos de Dios para enterrarnos bajo la opresión de reglas inalcanzables.

Imagínate a ti mismo con Jesús de pie en la cima de una colina, con vistas a un gran valle; ves un sendero claro, el cual se teje a través de bosques, ríos y otras creaciones naturales; así es Mateo 5-7, es el sendero. Pero, en lugar de que Jesús diga: «Bueno, es mejor que estés en camino», Él te presenta al Espíritu Santo, te da una brújula (la Biblia) y te recuerda que Él nunca te dejará ni te abandonará; luego te dirá: «Si eres humilde y tu corazón permanece centrado en mí, entonces podrás encontrar el camino, aunque éste te lleve por encrucijadas, subidas y bajadas. Y si sucede que te pierdes o eliges un camino diferente al mío, todo lo que tienes que hacer es llamarme con un corazón arrepentido, y te ayudaré a encontrar tu camino de regreso».

Esto es lo que algunos han denominado el mayor escándalo de todos los tiempos: El Dios del cielo, quien creó todo lo que vemos e incluso lo que no podemos ver, se rebajó para salvar su creación; así que no tenemos más que un sencillo trabajo, continuar en su dirección.

Oro para que hoy, no importa dónde estés y no importa lo que hayas hecho, te encuentres humildemente inclinado ante la cruz y de regreso al camino que Dios ha trazado para ti antes de que comenzara tu tiempo en esta tierra.

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By: Stephen Santos

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Ago 22, 2023
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P: No estoy de acuerdo con algunas de las enseñanzas de la Iglesia Católica. ¿Sigo siendo un buen católico si no estoy de acuerdo con todo?

R: La Iglesia es más que una institución humana, es tanto humana como divina. No tiene ninguna autoridad por sí sola para enseñar nada en absoluto; más bien, el papel de la Iglesia es enseñar fielmente lo que Cristo enseñó en la tierra: interpretar auténticamente las Escrituras y transmitir la Tradición apostólica que nos ha llegado de los mismos apóstoles. La palabra «Tradición» proviene de la palabra latina traditio, que significa «entregar».

Hacemos la distinción, sin embargo, entre Tradición (con T mayúscula) y tradiciones (con t minúscula); la Tradición es la enseñanza inmutable y eterna de la Iglesia que tiene sus raíces en los apóstoles y Cristo; ejemplos de esto incluyen el hecho de que solo el pan de trigo y el vino de uva pueden usarse para la sagrada Eucaristía; sólo los hombres pueden llegar a ser sacerdotes; ciertas acciones morales son siempre y en todas partes incorrectas; etc. Las tradiciones se refieren a las que son hechas por el hombre que son cambiantes, como abstenerse de comer carne los viernes (esto ha cambiado en el curso de la historia de la Iglesia), recibir la comunión en la mano, etc. A las personas de buena voluntad se les permite tener diversas opiniones sobre las prácticas pastorales, las disciplinas de la Iglesia y otras tradiciones «pequeñas», que provienen de los seres humanos.

Sin embargo, cuando se trata de la Tradición apostólica (T mayúscula), como buenos católicos debemos aceptarla como proveniente de Cristo a través de los apóstoles.

De todas formas, debemos hacer otra distinción: la diferencia entre la duda y la dificultad. Una «dificultad» implica que luchamos por entender por qué la Iglesia enseña una cosa específica, pero que la aceptamos con humildad y buscamos encontrar la respuesta; después de todo, ¡la fe no es ciega! Los teólogos de la fe tenían una frase: Fides quaerens intellectum, -la fe que busca el entendimiento-. ¡Debemos hacer preguntas y tratar de entender la fe en la que creemos!

Por el contrario, una duda dice: «¡Porque no entiendo, no creeré!» Mientras que las dificultades provienen de la humildad, la duda proviene del orgullo: pensamos que necesitamos entender todo antes de creerlo. Pero seamos honestos: ¿alguno de nosotros es capaz de entender misterios como la Trinidad? ¿Realmente creemos que somos más sabios que San Agustín, Santo Tomás de Aquino y todos los santos y místicos de la Iglesia Católica? ¿Pensamos que la constante Tradición de 2,000 años de antigüedad, que fue transmitida por los apóstoles, está de alguna manera equivocada?

Si encontramos una enseñanza con la que lidiamos, sigamos luchando, pero hagámoslo con humildad y reconozcamos que nuestras mentes son limitadas y que a menudo necesitamos que nos enseñen. Dice la Escritura: “busquen, y encontrarán”. Es recomendable leer el Catecismo o a los Padres de la Iglesia, las encíclicas de los Papas u otros materiales católicos sólidos; busca un sacerdote santo para preguntarle tus dudas; ¡y nunca olvides que todo lo que la Iglesia enseña es para tu felicidad! Las enseñanzas de la Iglesia no están destinadas a hacernos miserables, sino más bien a mostrarnos el camino hacia la libertad y la alegría genuinas, ¡que solo se pueden encontrar en una vida vibrante de santidad en Jesucristo!

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By: EL PADRE JOSEPH GILL

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Ago 22, 2023
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Estaba escuchando con incredulidad las palabras de castigo de mi proveedora de cuidado infantil en casa. Su mirada y tono de desaprobación solo se sumaron a la agitación en mi estómago.

Hay pocas cosas tan comunes en la experiencia humana como sentir el aguijón del rechazo o la crítica. Es difícil escuchar palabras poco halagüeñas sobre nuestro comportamiento o carácter en cualquier momento, pero es particularmente difícil cuando la crítica que se hace es injusta o imprecisa. Como solía decir mi esposo, “la percepción es la realidad”; he llegado a ver la verdad de esa declaración una y otra vez. Así, las acusaciones que hieren más profundamente son aquellas que aparentemente surgen de la nada, cuando el juicio de nuestras acciones puede o no reflejar las intenciones de nuestro corazón. Hace algunos años fui la destinataria de las acciones de alguien que malinterpretó mis intenciones.

Esperando el milagro

En ese momento, yo era una madre en mis 30´s que estaba muy agradecida de tener dos niños pequeños. A pesar de los esfuerzos intencionales y oportunos para concebir durante un año completo, la paternidad había sido simplemente un sueño para mi esposo y para mí. Al salir del consultorio del ginecólogo después de otra visita, acepté de mala gana lo que parecía inevitable: nuestra única opción ahora sería el uso de medicamentos para la fertilidad. Dirigiéndome hacia el automóvil, comenté con tristeza: «Creo que deberíamos detenernos en la farmacia de camino a casa para surtir esta receta». Fue entonces cuando escuché a mi esposo decir: “Démosle a Dios un mes más”. ¿Qué? Ya le habíamos dado un año y llevábamos casados ​​casi dos. Además nuestro noviazgo había tardado en florecer; los años se sumaron y ahora tenía 33 años y escuchaba el “tic-tac” constante de mi reloj biológico. No obstante, mientras conducía a casa supuse que podía esperar un mes más antes de comenzar a tomar esa droga.

Miré hacia abajo al centro de la barrita blanca con la línea que ahora se veía azul. La emoción se apoderó de mí y salí corriendo del baño gritando salvajemente: «¡Estamos embarazados!» Diez días después me paré frente a mi comunidad de oración «familia de fe” y proclamé las buenas nuevas, sabiendo que muchos de estos amigos se habían unido a nosotros para orar por la llegada de este bebé.

Péndulo oscilante

Ahora, cuatro años más tarde, teníamos a nuestra tan esperada niña, Kristen y a nuestro sociable hijo de un año, Timmy; y yo escuchaba con incredulidad las palabras de castigo de mi proveedora de cuidado infantil en casa, la «Señorita Phyllis”. Frases como “la rebelión en los niños necesita ser apagada”. Palabras escritas bajo su mano que describen las consecuencias del aparente error de mi manera de educarlos. Su mirada y tono de desaprobación se sumaron a la agitación en mi estómago. Quería defenderme, explicar cómo había leído un libro de paternidad tras otro y que traté de hacer todo como me sugirieron los “expertos”. Tartamudeé sobre cuánto amaba a mis hijos y estaba tratando con todo mi corazón de ser una buena madre. Conteniendo las lágrimas, cargué a mis hijos y me fui de allí.

Al llegar a casa, puse a Timmy a dormir la siesta y acomodé a Kristen en su habitación con un libro para hojear, así podría tener algo de tiempo para procesar lo que acababa de suceder. Como era mi respuesta habitual a cualquier crisis o problema en mi vida, comencé a orar y buscar al Señor para que me ayudara a comprender lo que estaba pasando. Me di cuenta de que tenía dos opciones: Podía negar las palabras de esta mujer que había sido una cuidadora paciente y cariñosa de mis hijos desde que mi hija tenía 13 meses, tratando de justificar mis acciones, reafirmando mis intenciones y entonces comenzar el proceso de encontrar un nuevo proveedor para mis hijos; o, podría examinar qué pudo haber causado que ella reaccionara de manera inusual y ver si había algo de verdad en su castigo. Elegí lo último y, mientras buscaba al Señor, me di cuenta de que había permitido que el péndulo oscilara demasiado en la dirección del amor y la misericordia hacia mis hijos. Usé su corta edad para excusar su desobediencia, creyendo que si los amaba lo suficiente, eventualmente harían lo que les había pedido.

Antes de la caída

No podía fingir que las palabras de Phyllis no me habían dolido. Lo habían hecho, profundamente. No importaba si su percepción de mi maternidad era realmente cierta. Lo que importaba era si estaba dispuesta a humillarme y aprender de esta situación. Como dice el “Buen Libro”: “El orgullo precede a la caída”, y Dios sabe que ya había caído bastante lejos del pedestal de la crianza perfecta que me había fijado. Ciertamente no podía permitirme otra caída aferrándome a mi orgullo y dolor. Era hora de reconocer que los «expertos» que escriben los libros podrían no ser los únicos que necesitamos escuchar. A veces, es la voz de la experiencia la que merece nuestra atención.

A la mañana siguiente, ayudé a los niños a sentarse en sus asientos y conduje por la ruta familiar hasta la cuidadora de Kristen y Timmy… Phyllis. Sabía que a veces podría no estar de acuerdo con los consejos que pudiera darme en el futuro, pero sí sabía que hacía falta una mujer sabia y valiente para arriesgarse a desafiarme por el bien de nuestra familia. Después de todo, la palabra “disciplinar” proviene de la palabra “discípulo”, que significa “aprender”. Había sido discípula de Jesús durante muchos años, esforzándome por vivir sus ideales y principios; había llegado a confiar en Él al encontrar su amor perdurable una y otra vez en mi vida; aceptaría esta disciplina ahora, sabiendo que era un reflejo de su amor que quería lo mejor no solo para mí, sino también para nuestra familia.

Saliendo del auto, los tres nos acercamos a la puerta principal; ahí me detuve para leer una vez más el letrero de madera tallado a mano que estaba colocado a la altura de los ojos: “En cuanto a mí y mi casa, serviremos al Señor”. Sí, eso era lo que había hecho Phyllis, así como el Señor lo hace por nosotros todos los días si tenemos oídos para oír: Él disciplina a los que ama. Jesús, nuestro Maestro, trabaja a través de aquellos que están dispuestos a arriesgarse al rechazo por el bien de otra persona. Seguramente, Phyllis se esforzaba por seguir sus pasos. Reconociendo que esta mujer llena de fe tenía la intención de transmitir lo que había aprendido del Maestro para mi beneficio, llamé a la puerta principal. Cuando se abrió para permitirnos entrar, también lo hizo la puerta de mi corazón.

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By: Karen Eberts

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