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Mar 26, 2021
Comprometer Mar 26, 2021

La conclusión evangélica es la exclamación: «Jesucristo ha resucitado de entre los muertos». Estrechamente vinculado a esa declaración está la convicción de que Jesús es quien dijo ser, que las propias afirmaciones de Jesús de actuar y hablar en la misma persona de Dios están justificadas. Y desde la divinidad de Jesús viene el humanismo radical del cristianismo.

Es este tercer principio evangélico que quisiera explorar, aunque brevemente, en este artículo. Los padres de la Iglesia resumieron consistentemente el significado de la Encarnación usando la fórmula «Dios se hizo humano, para que los humanos se convirtieran en Dios». La entrada de Dios en nuestra humanidad, incluso hasta el punto de la unión personal, equivale, y vieron, a la mayor afirmación y elevación posible del ser humano. San Ireneo, el gran teólogo del siglo II, podría expresar la esencia del cristianismo con el adagio conciso «la gloria de Dios es un ser humano plenamente vivo».

Ahora me doy cuenta de que gran parte de esto es contraintuitivo. Para muchos, el cristianismo católico es antihumanista, un sistema caracterizado por una serie de leyes que controlan la autoexpresión, especialmente en el ámbito de la sexualidad. De acuerdo con la narración moderna estándar de la historia, el progreso humano equivale a un aumento de la libertad personal, y el enemigo de este progreso (si se permite que surja el sub-texto más oscuro de la narrativa) es el cristianismo quisquilloso y moralizador. ¿Cómo hemos pasamos del exuberante humanismo cristiano de San Ireneo a la sospecha moderna del cristianismo como principal oponente del progreso humano? Mucho depende de cómo construimos la libertad.

La visión de la libertad que ha dado forma a nuestra cultura es lo que podríamos llamar la libertad de indiferencia. En esta lectura, la libertad es la capacidad de decir «sí» o «no» simplemente sobre la base de sus propias inclinaciones y de acuerdo con su propia decisión. Aquí, la elección personal es primordial. Podemos ver claramente este privilegio de elección en los ámbitos económicos, políticos y culturales contemporáneos. Pero hay una comprensión más clásica de la libertad, que podría caracterizarse como libertad para la excelencia. En esta lectura, la libertad es la disciplina del deseo para hacer posible el logro del bien, primero posible, y luego sin esfuerzo. Por lo tanto, me vuelvo cada vez más libre en mi uso del idioma inglés cuanto más mi mente y mi voluntad se formen en las reglas y la tradición del inglés. Si estoy completamente moldeado por el mundo del inglés, me convierto en un usuario completamente libre del idioma, capaz de decir lo que quiero, lo que sea que tenga que decirse.

De manera similar, me vuelvo más libre en jugar al baloncesto cuanto más se colocan los movimientos del juego, a través del ejercicio y la disciplina, en mi cuerpo. Si estuviera completamente formado por el mundo del baloncesto, podría superar a Michael Jordan, porque sería capaz de hacer, sin esfuerzo, lo que el juego me exigiera. Para la libertad de indiferencia, las reglas objetivas, los órdenes y las disciplinas son problemáticos, ya que se sienten, necesariamente, como limitaciones. Pero para el segundo tipo de libertad, tales leyes son liberadoras, porque hacen posible el logro de un gran bien.

San Pablo dijo: «Yo soy el esclavo de Cristo Jesús» y «es por la libertad que Cristo os ha liberado». Para un defensor de la libertad de indiferencia, la comparación de esas dos afirmaciones no tiene sentido. Ser esclavo de cualquiera es, necesariamente, no ser libre de elegir. Pero para el devoto de la libertad para la excelencia, las declaraciones de Pablo son completamente coherentes. Cuanto más me rindo a Cristo Jesús, quien el mayor bien posible, la encarnación de Dios, con más libertad soy quien se supone que soy. Cuanto más Cristo se convierte en el maestro de mi vida, más interiorizo sus demandas morales, más libre soy para ser hijo de Dios, para responder rápidamente al llamado del Padre.

Por último, los seres humanos no tienen hambre de elegir; tienen hambre de elegir lo bueno. No quieren la libertad del libertino; quieren la libertad del santo. Y es precisamente esta última libertad la que ofrece la evangelización, porque ofrece a Cristo.

Por extraño que sea, uno de los evangelistas más grandes del Nuevo Testamento es Poncio Pilato. Presentando a Jesús azotado a la multitud, dice: «Aquí tienen a su hombre». En la deliciosa ironía del Evangelio de Juan, Pilato llama involuntariamente la atención sobre el hecho de que Jesús, completamente sometido a la voluntad de su Padre, incluso hasta el punto de aceptar la tortura y la muerte, es en realidad «el hombre», la humanidad en su máximo estado y maxima libertad.”

El evangelista de hoy hace lo mismo. El sostiene a Cristo, la libertad humana y la verdad divina en perfecta armonía, y dice: «Contemplad a la humanidad; contemplad lo mejor que pueda ser».

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By: Obispo Robert Barron

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Mar 26, 2021
Comprometer Mar 26, 2021

P – Me entristece el corazón ver tanta división en el mundo. Ya sea que se trate de divisiones entre razas, animosidad política e incluso divisiones dentro de la Iglesia, parece que no hay nada más que odio, división e ira en nuestra cultura de hoy. Como católico, ¿Que puedo hacer para traer sanidad a nuestro mundo que está tan dividido?

R – Desde Caín y Abel, la división y el odio han sido una herramienta primordial del maligno. Hoy, a través de las redes sociales y con los temas que la gente siente fuertemente, creo que estamos experimentando un tiempo sin precedentes de animosidad dentro de nuestro mundo. ¡Pero nuestra Fe Católica puede mostrarnos un mejor camino!

Primero, debemos recordar la verdad fundamental de que todo ser humano está hecho a imagen de Dios, esto incluye a nuestros enemigos. Como dijo una vez la Madre Teresa, «hemos olvidado que nos pertenecemos unos a otros». La persona de una raza diferente o persuasión política, esa persona con la que estamos discutiendo en Facebook o que está de pie en el lado opuesto de la fila, es un hijo amado de Dios por quien Jesús murió. Es fácil para nosotros etiquetar a las personas y despedirlas, decimos, “Oh, es tan ignorante por creer en X” o “es tan malvado por respaldar a tal candidato”, pero esto desestima su gran dignidad. Nuestros oponentes tienen el potencial de convertirse en santos, y son receptores de la misericordia y el amor de Dios, al igual que nosotros.

Uno de los grandes errores del mundo moderno es decir que para amar a alguien, siempre debemos estar de acuerdo con ellos. ¡Esto es absolutamente falso! Podemos amar a personas que tienen convicciones políticas, orientaciones sexuales y puntos de vista teológicos diferentes. De hecho, debemos amarlos. Es mucho más importante ganar un alma para Cristo que ganar un argumento, y la única manera de ganar un alma es a través del amor. Como dijo una vez el Papa San Juan Pablo II, «la única respuesta apropiada para un ser humano es el amor».

El amor a nuestros oponentes toma muchas formas. Tratamos de hacer obras concretas de misericordia para ellos, así que si los vemos sedientos porque están protestando en un caluroso día de verano, les ofrecemos agua, incluso si no estamos de acuerdo con su mensaje. Nos aseguramos de que nuestro diálogo con ellos sea respetuoso y se adhiera a los problemas, en lugar de implicarse en una sesión de insulto (especialmente cuando les respondemos en internet). Oramos por ellos, por su conversión, por una sanación más profunda, por su santificación y por bendiciones materiales. Realmente tratamos de entender su posición, en lugar de simplemente descartarla. Incluso las personas que tienen creencias erróneas tienen algo en común con nosotros: busquen eso que tienen en común, afirmenlo y construyan sobre él para conducirlos a la verdad. Y a veces ese amor se puede mostrar mejor ofreciéndoles la verdad de Cristo de una manera amorosa. Además,

deberíamos ser lo suficientemente humildes como para reconocer que a veces somos los que estamos equivocados y necesitamos que nos enseñen las ideas y la experiencia de los demás.

Por último, creo que es importante evitar sitios web y artículos de noticias que son intencionalmente inflamatorios. Muchos medios de comunicación y sitios de redes sociales se ganan la vida provocando indignación e ira. ¡Pero Dios desea que los cristianos se llenen de paz y amor! Así que evite esos sitios web, artículos o autores que simplemente tratan de suscitar controversia por el bien de las calificaciones o los clics en el sitio web.

San Pablo, en Romanos 12,  nos da una buena amonestación: «No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos, hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos. Y también: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber. Así harás que le arda la cara de vergüenza.” No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence el mal con el bien.

Solo la verdadera caridad cristiana, llevada a cabo con palabras y hechos, sanará las divisiones de nuestra cultura y de nuestro mundo.

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By: EL PADRE JOSEPH GILL

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Feb 06, 2021
Comprometer Feb 06, 2021

A la luz de la publicación del Papa Francisco en su encíclica más reciente Fratelli Tutti, hay una gran cantidad de comentarios negativos respecto a la actitud del papa hacia el capitalismo y la propiedad privada. Muchos lectores interpretaron las palabras de Francisco como que el sistema capitalista es, en sí mismo, explotador y que el poseer propiedades privadas es moralmente problemático. Como la mayoría de los que escriben de manera profética, el Papa Francisco de hecho tiende a utilizar un lenguaje fuerte y retador, y por lo tanto, es lo suficientemente fácil comprender cómo esto crea oposición. Pero es muy importante leer lo que dice con cuidado e interpretarlo dentro del contexto de la larga tradición de enseñanza social católica.

Primero, respecto al capitalismo, o lo que la Iglesia prefiere llamar la “economía de mercado”, el papa dice esto: “Los negocios son esencialmente una vocación noble, dirigida a producir riquezas y mejorar nuestro mundo” (Fratelli Tutti, 123). De esta forma él se distancia de cualquier ideología que demonice el capitalismo, y claramente afirma que un arreglo económico ejemplar es aquel que no solo distribuye riquezas sino que las crea a través de emprendimiento. Incluso, debate, un cierto interés propio, que incluye el obtener las ganancias, no es repugnante para el propósito moral de la actividad económica: “En el plan de Dios, cada individuo está llamado a promocionar su propio desarrollo, y esto incluye encontrar los mejores medios económicos y tecnológicos para multiplicar sus bienes y aumentar sus riquezas” (123). Al hacer estas observaciones, Francisco se afirma en la tradición de San Juan Pablo II, quien veía la economía de mercado como un campo para ejercitar la creatividad humana, la ingenuidad, el coraje, y que se empeñó en atraer a más personas a su dinamismo. También reitera la enseñanza del fundador de la tradición social católica moderna, el gran Papa León XIII, quien, en Rerum Novarum, incansablemente defendió la propiedad privada y, usando un número de argumentos, repudió los arreglos socialistas de la economía. Así que espero que podamos dejar atrás el bulo tonto de que el Papa Francisco es un enemigo del capitalismo y un animador del socialismo global.

Ahora, sin negar nada de esto, debemos, al mismo tiempo, señalar que, como todos sus predecesores papales, en la tradición social, sin excepción, Francisco también recomienda límites, tanto legales como morales, para la economía de mercado. Y en este contexto, insiste sobre lo que la teología católica clásica se refiere como “el destino universal de los bienes.” A continuación está cómo Francisco explica esta idea en Fratelli Tutti: “El derecho a la propiedad privada está siempre acompañado por el principio primario y principal de la subordinación de toda la propiedad privada al destino universal de los bienes de la Tierra, y así al derecho de todos a utilizarlos” (123). Acerca de la distinción entre la posesión y el uso, el Papa Francisco nos hace escuchar a Santo Tomás de Aquino, quien hizo esa distinción relevante en la pregunta 66 del secunda secundae del Summa Theologiae. Por una variedad de razones, Santo Tomás argumenta, las personas tienen el derecho de procurar y dispensar los bienes del mundo y por lo tanto, considerarlos de su propiedad. Pero respecto al uso de lo que poseen legítimamente, deben siempre tener como prioridad el bienestar general: “En este aspecto, el hombre debe poseer las cosas externas no como suyas, sino como comunes, para que, según su juicio, esté listo para compartirlas con otros en sus necesidades.”

Ahora, respecto a esta distinción, el propio Tomás fue el heredero de una tradición antigua, que se remonta a los Padres de la Iglesia. El Papa Francisco cita a San Juan Crisóstomo así: “No compartir nuestras riquezas con los pobres es robarles y quitarles su sustento. Las riquezas que poseemos no son nuestras, sino de ellos también.” Y cita a San Gregorio Magno en la misma secuencia: “Cuando le damos a los necesitados sus necesidades básicas, les estamos dando lo que les pertenece a ellos, no a nosotros.” La forma más simple de entender la distinción entre poseer y utilizar es imaginar un escenario en el cual llega un hombre, muriendo de hambre, a pedir ayuda  la puerta de tu casa tarde en la noche. Aunque estés en tu propia casa, que es legítimamente tuya, y ante una puerta que tú has trancado con justa razón para evitar intrusos, tú de igual manera te verías obligado a darle algo de tu propiedad al mendigo que está tan necesitado. Para resumir, la propiedad privada es un derecho, pero no un derecho “inviolable”—si con eso nos referimos a que no tiene cualificaciones ni condiciones—y afirmar esto no es lo mismo que abogar por el socialismo.

Lo que podríamos caracterizar como una novedad en la encíclica del Papa Francisco es la aplicación de esta distinción a las relaciones entre naciones y no simplemente individuos. Una nación-estado de hecho tiene derecho a sus propias riquezas, ganadas a través de la energía y creatividad de su gente, y podría legítimamente mantener y defender sus fronteras; sin embargo, estas prerrogativas no son moralmente absolutas. En las palabras de Francisco, “Podemos decir que cualquier país también le pertenece al extranjero, ya que los bienes de un territorio no deben ser negados a una persona necesitada que viene de otro lado” (124). Esto no es “globalismo” o una negación de la integridad de una nación; es simplemente la distinción de Santo Tomás de Aquino entre poseer y utilizar, extrapolado a un nivel internacional.

Una vez más, para que no veamos las enseñanzas del Papa Francisco como escandalosas, me gustaría darle la última palabra a León XIII, un ardiente defensor de la propiedad privada e igualmente ardiente oponente del socialismo: “Cuando lo que una necesidad exige ha sido proveído, y la posición de uno es justamente considerada, se convierte en un deber darle al indigente de lo que quede” (Rerum Novarum, 22).

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By: Obispo Robert Barron

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Feb 05, 2021
Comprometer Feb 05, 2021

Pasión del Martirio

Santa Perpetua era una noble de 22 años, bien educada y madre de un hijo pequeño que vivía en Cartago, en el norte de África, en el siglo II. Durante el reinado del emperador romano Septimio Severo, quien prohibió la conversión al cristianismo. Fue arrestada junto con Felicitas, una esclava que estaba embarazada de ocho meses. Perpetua, Felicitas y algunos otros catecúmenos fueron colocados en una mazmorra oscura y más tarde sentenciados a enfrentarse a animales salvajes en un anfiteatro en el cumpleaños del emperador.

Mientras estaba en la prisión, Perpetua llevaba un diario de las visiones que se le dieron sobre el futuro. En una visión, vio una escalera alta, pero estrecha, que llegaba hasta el cielo. Espadas, lanzas, ganchos y dagas estaban unidos a los lados de la escalera y al pie de la escalera había un enorme dragón. Inspirada por las palabras de uno de sus compañeros que ya había subido la escalera, Perpetua llegó sin miedo a la cima.

Como era ilegal quitarle la vida a las mujeres embarazadas, Felicitas estaba profundamente preocupada porque no sería capaz de abrazar el martirio con sus amigos. Sus compañeros rezaron fervientemente y Felicitas dio a luz a una niña dos días antes de la fecha fijada para su muerte. Su fe impresionó tanto al carcelero que se convirtió al cristianismo.

El día de su martirio, las mujeres marcharon al anfiteatro con alegría, con rostros tranquilos. Perpetua y Felicitas fueron arrojadas frente a una vaquilla loca para ser mutiladas. Cuando la vaquilla arrojó a Perpetua al suelo, se sentó, bajó su túnica para cubrir su cuerpo, pensando más en su modestia que en su dolor. Entonces se ordenó que Perpetua y sus compañeros fueran asesinados por un gladiador. Cuando fue el turno de Perpetua, ¡tomó la mano temblorosa del joven gladiador y la guió a su garganta!

Tal fe no era rara entre los primeros cristianos. Su valor nos desafía a preguntarnos si estaríamos dispuestos a renunciar a nuestra vida en lugar de nuestra fe.

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By: Shalom Tidings

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Feb 05, 2021
Comprometer Feb 05, 2021

¿Cuál es tu recuerdo más memorable?

¿Alguna vez te has preguntado qué es lo que lo hace tan rico y vívido?

En el baúl de los recuerdos

En la emoción del momento, recientemente decidí visitar a un buen amigo mío que es sacerdote. Mi amigo está envejeciendo y es difícil saber cuánto tiempo le queda de vida. Recientemente he estado pensando más en el tiempo; ya que hemos sido amigos por más de 30 años, y me doy cuenta de cuántos momentos hermosos hemos compartido y que yo he olvidado, algunos de esos recuerdos los puedo recuperar si me concentro mucho en ello, o si algo los trae a mi mente. Estos recuerdos son de las muchas veces que lo visité a lo largo de los años en las diferentes parroquias a las que fue asignado.

Lo que me sorprende de estos recuerdos es precisamente lo mucho que excluyen, lo mucho que he olvidado ya. Hay una tremenda riqueza en el momento presente, el cual rápidamente pasa a ser del pasado, y luego de un tiempo estos momentos simplemente se pierden en la memoria. Pero recordar estos momentos nos permite estar conscientes de lo que solo hubiésemos sentido subconscientemente en el momento presente, sobre todo esa riqueza y sentido de bendición que nos gustaría recuperar.

El tiempo es corto y por eso decidí ir a verlo; pensé que esta noche sería también un momento lleno de riquezas escondidas que se convertirán un día en un recuerdo distante. Una gran parte de ese momento presente, cuando pase, será perdido. Lo que quede revelará algo que estaba escondido cuando ese momento fue un “ahora”, como un tesoro escondido en un campo (Mateo 13: 44-46).

El Centro de la Vida

¿Qué hace que estos recuerdos con mi amigo sean tan memorables, me pregunto? ¿Qué es lo que les da valor? Eso no es difícil de contestar. Es aquello que nos une en amistad. Generalmente, las amistades están basadas en cualidades e intereses comunes. Algunos intereses comunes y características son triviales, y así que la amistad basada en ellos es trivial. Pero nuestra amistad no es trivial, así que ¿qué no-trivialidad tenemos en común? La respuesta es nuestro amor por Cristo. Él está en el centro. Lo que tenemos en común es nuestro amor por la fe Católica, por la Misa, por la Confesión, nuestro amor por el desenlace teológico de la fe. Cuando estamos juntos, pasamos gran parte del tiempo discutiendo ideas teológicas, las implicaciones de ciertas reflexiones teológicas, homilías, buenos libros, asuntos actuales políticos u otros, bajo la luz de los principios de la fe. Todo esto nace de aquello que más amamos, que es Cristo.

Y ¿quién es Cristo? Es la eternidad unida al tiempo. Como Boecio lo definió, la eternidad es la “posesión completa, simultánea y perfecta de la vida interminable”. Dios es eterno; nosotros no lo somos, porque no poseemos los momentos temporales de nuestra vida perfecta y simultáneamente, sino imperfecta, parcial y secuencialmente. Y así la vida en el tiempo está muy caracterizada por la imperfección y la insatisfacción. El corazón desea poseerlo todo perfectamente; tanto la posesión perfecta de nuestra propia vida y de la vida eterna (interminable). Resumiendo, deseamos la eternidad; deseamos a Dios. Entonces, lo que está escrito en Eclesiastés es cierto: “Todo es vanidad de vanidades, perseguir al viento” (Eclesiastés 1:2). La vida en el tiempo no puede darnos lo que deseamos. Pero la eternidad entró en el tiempo, el Verbo eterno se hizo carne (Juan 1:14). Como resultado, el tiempo está unido y contenido por algo que puede darnos lo que nuestro corazón desea, es decir la eternidad.

La eternidad en el Presente

 Deseamos al Verbo en quien vemos al Padre y en quien empezamos a entender el misterio de nosotros mismos, que es nuestra capacidad de reunir fragmentos de nuestra vida en un solo todo. Deseamos a Cristo. Y cuando nuestras amistades y nuestro día a día están centrados en él, cimentados en él, enfocados en él, el tiempo se vuelve incalculablemente significativo. El significado contenido en el momento presente supera los límites de lo que el presente puede contener, y los recuerdos nos dan un vistazo de lo que experimentamos cuando ocurrió pero que no podíamos articular completa o conscientemente. Fue una posesión inconsciente, porque al unirse con la naturaleza humana, el Hijo se unió a Sí mismo con toda la humanidad. Lo que deseamos está dentro de nosotros, porque “el reino de Dios está dentro de ustedes” (Lucas 17:21) y está fuera de nosotros, unido a cada momento del tiempo.

Descubrir a Cristo es descubrir el misterio de la eternidad en el momento presente. Perder el contacto con Cristo es perder el contacto con la riqueza del momento presente, y esa pérdida le da paso a un ansioso deseo de descansar; empezamos a vivir del pasado, a menudo recordando resentimientos pasados, y sin vivir verdaderamente el presente vivimos por un futuro que aún no existe y que podría nunca existir—podríamos morir un año después de haber alcanzado todo lo que nos propusimos, morir quizás en la sala de una casa hermosa que nos construimos con los ahorros acumulados para nuestra jubilación, la cual se vio acortada por obstáculos que no pudimos controlar, como el cáncer, un accidente vehicular o una aneurisma cerebral. Como no vivimos para Cristo, no pudimos descubrir la belleza y riqueza del momento presente; en cambio buscamos la belleza y la riqueza en lo que aún no existía, es decir el futuro. Fallar en encontrar a Cristo es fallar en todo. Una vida fallada es una vida desperdiciada. Detenerse para oler las rosas es un cliché sobre utilizado, pero la rosa viviente proclama a Cristo coronado con espinas, y su olor anuncia la belleza fragrante en la que la vida se convierte cuando Su sangre corre por nuestras venas.

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By: Diácono Doug McManaman

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Feb 05, 2021
Comprometer Feb 05, 2021

¿Es usted un padre preocupado por su hijo?

¿Has estado orando por tu cónyuge durante mucho tiempo?

Entonces aquí hay alguien que necesitas conocer.

Ancla de la esperanza

Me presentaron a Santa Mónica hace unos años. Cuando descubrí que había orado por la conversión de su hijo Agustín durante muchos años y también por la conversión de su marido pagano, sabía que tenía que averiguar más sobre este Santa del tercer siglo. He estado orando por la conversión de mi familia durante varios años. Santa Mónica me ha dado la esperanza de preservar mis oraciones por mis seres queridos.

Santa Mónica nació alrededor del año 331 en Tagaste, África del Norte, de una familia cristiana que la crió en la fe. Su matrimonio con Patricio, un funcionario pagano romano, no fue feliz, pero fue pacífico y estable debido principalmente a la paciencia y prudencia de Mónica. Mónica y Patricio fueron bendecidos con tres hijos. Agustín era el mayor, Navigius era el segundo hijo, y luego llegó una hija llamada Perpetua. Patricio estaba muy molesto con la donación caritativa de su esposa y sus hábitos de oración, pero se dijo que a pesar de su temperamento siempre la percibía con reverencia genuina.

Mónica estaba muy entristecida porque su marido no le permitía bautizar a sus hijos. Pero cuando Agustín cayó gravemente enfermo, le rogó a su marido que le permitiera ser bautizado y Patricio cedió. Pero cuando Agustín se recuperó antes del bautismo, Patricio retiró su consentimiento. No puedo imaginar su angustia y dolor al no poder criar a sus hijos en la fe que tanto amaba. Pero aún así perseveraba en su fe.

Bondad Recompensada

Mónica también perseveró en su matrimonio, soportando los arrebatos violentos de su marido con la mayor paciencia. Las otras esposas y madres en su ciudad natal que también sufrieron los violentos arrebatos de sus maridos admiraban su paciencia y la respetaban profundamente. Con sus palabras y su ejemplo, Mónica les mostró cómo amar a sus maridos. Y a pesar de las dificultades de su matrimonio, Mónica continuó orando por la conversión de su esposo.

La fe de Mónica fue finalmente recompensada. Un año antes de su muerte, Patricio aceptó la fe cristiana de su esposa. Esta oración contestada llegó cuando Agustín tenía 17 años. Es de esperar que la conversión de su padre hubiera impactado a Agustín. Pero parece que tuvo el efecto contrario: Agustín continuó sus caminos paganos y cayó en grave pecado. Mónica continuó orando constantemente rogando la misericordia de Dios por su hijo.

Mientras Agustín continuó su estilo de vida de libertinaje y ambiciones mundanas, Mónica luchó con Dios por el alma de su hijo. La misión de su vida parecía ser ver a su hijo y a su marido en el cielo. Mientras ella era una mujer de profunda oración y acción, Agustín vio a su madre como dominante, controlando y fijada en conseguir que se convirtiera. Pero, ¿cuántas madres católicas hoy también estarían dispuestas a hacer todo lo necesario para transmitirle a sus hijos la fe que tanto aman? ¿Cuántas veces, me pregunto, le entregó entre lágrimas a Dios su hijo que tanto amaba y rogó por su misericordia?

Un viaje tedioso

En un punto, Mónica decidió seguir a su hijo descarriado a Milán, aunque era demasiada pobre para hacer el viaje. Lista para hacer cualquier sacrificio necesario para apartar a su hijo de su vida pecaminosa, Mónica vendió algunas de sus preciadas posesiones para recaudar el dinero necesario para el tedioso viaje en barco a Milán, persiguiéndolo como un perro sabueso. Fue durante este viaje que Mónica conoció a Ambrosio, el obispo de Milán que finalmente traería a Agustín a la fe. Después de seis meses de instrucciones, Agustín fue bautizado por San Ambrosio en la Iglesia de San Juan Bautista de Milán. Mónica debe haber estado encantada y alabando a Dios por esta misericordia sobre su hijo.

Antes de la conversión de San Agustín, Mónica había buscado el consejo de un obispo anónimo en cuanto a su hijo obstinado. El Obispo la consoló diciendo: «El hijo de esas lágrimas nunca perecerá”. Mónica vivió tres años más después de la conversión de Agustín. Su misión aquí en la tierra estaba se había cumplido. Dios la había llamado a orar y ofrecer su sufrimiento por la conversión de su hijo y su esposo. En el año 387, cuando tenía 56 años, Dios llamó a Mónica a su recompensa celestial. Agustín tenía 33 años cuando su madre murió. Estoy seguro de que desde el reino celestial continuó orando por su hijo y alabó a Dios incesantemente por verlo convertirse en el Obispo de Hipona y finalmente declarado Doctor de la Iglesia.

Levántate y brilla

En la autobiografía de San Agustín, «Confesiones», él escribe acerca de su madre con profunda devoción y reverencia. Cuando ella murió, él se entristeció profundamente y escribió de ella: «Ella ya estaba segura con respecto a mi miserable condición hasta este punto, que mientras ella constantemente lloraba por mí a tu vista como por un hombre muerto, era porque yo aunque muerto aún podía ser resucitado; ella me ofreció a Ti en el vier de su meditación, rogándote que le dijeras al hijo de esta viuda, ‘Joven, levántate’ para que volviera a vivir y empezara a hablar para que puedas devolverlo a su madre».

Mónica le dijo una vez a Agustín que estaba segura de que lo vería convertirse en un cristiano fiel antes de partir de esta vida. Busquemos una fe tan confiada. Recordemos que el llamado a la maternidad/paternidad es un llamado a dar a luz a los santos, un llamado a transformarlos y hacer santos. ¡El verdadero propósito de ser padres en la tierra es aumentar el número de santos en el cielo!

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By: Connie Beckman

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Feb 05, 2021
Comprometer Feb 05, 2021

P. Esta crisis causada por el virus me ha hecho darme cuenta de cuán corta es la vida, y ahora me estoy empezando a preocupar—me preocupa enfermarme, y tengo miedo a la muerte. ¿Cómo puedo estar en paz cuando no sé si me enfermaré del coronavirus?

R.Todos los noticiarios han estado cubriendo la pandemia del coronavirus con regularidad. Es difícil evitar las noticias de esta enfermedad—está literalmente en todas partes. Incluso la Iglesia ha tenido que involucrarse—la nación completa cerró las Misas públicas por varios meses al inicio de este año. ¡Nunca antes había visto una iglesia con desinfectante para manos bendito frente a la fuente de Agua Bendita!

Las precauciones son una cosa, pero el pánico es otra. Creo que muchas personas (¡e instituciones!) han caído en este estado de pánico que ni es realista, ni es de ayuda en un tiempo como este. Hay tres cosas que recordar si queremos mantenernos saludables durante este virus:

Primero, no tengan miedo. Esta es una de las frases más repetidas en la Biblia. De hecho, se ha dicho que la frase “No tengan miedo” aparece 365 veces en la Biblia—una para cada día del año, porque necesitamos escucharla todos los días.

¿Por qué no deberíamos tener miedo? Porque Dios tiene el control. En nuestra cultura racionalista, basada en la ciencia, tendemos a olvidar esto—creemos que el destino de la raza humana está en nuestras manos. Por el contrario—Dios tiene el control, y su Voluntad siempre prevalece. Si es Su Voluntad que contraigamos esta enfermedad, debemos someter nuestra voluntad a la de Él. Sí, tomar medidas de precaución, pero en nuestro corazón no debemos olvidar que nuestras vidas están en Sus manos. Él es un buen Padre que no abandona a Sus hijos, sino que obra todo para nuestro bien. Sí, “todas las cosas obran bien de aquellos que aman a Dios”—todas las cosas, incluyendo al coronavirus.

Segundo, como Cristianos debemos tener en cuenta el hecho de que todos vamos a morir. Dice la Escritura (Romanos 14:8) que “si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor; entonces, si vivimos o morimos, pertenecemos al Señor.” A veces pensamos que podemos evitar la muerte para siempre, pero no podemos. Nuestras vidas no son nuestras para que nos aferremos a ellas – nos las ha dado el Señor en forma de un don, como un préstamo, y tendremos que regresárselas a Jesús de una forma u otra. ¡Qué paz tenemos cuando reconocemos que algún día le regresaremos estos dones al Padre!

Como dijo el escritor cristiano John Eldridge, “El hombre más poderoso en la Tierra es aquel que ha hecho las paces con su propia muerte.” En otras palabras, si no le temes a la muerte, entonces eres imparable. De la misma forma, una vez que los cristianos aceptan el hecho de que sus vidas no son suyas, que tendremos que ir ante Dios de una forma u otra, esto nos libera de la necesidad de temerle a la muerte. Nos libera de nuestro apego frenético a la vida, como si esta vida física fuera lo más importante que debemos proteger y preservar. Sí, la vida es un don, y debemos llegar muy lejos para defenderla. Pero el regalo de la vida no es absoluto—debemos regresarle ese don a Dios en algún punto. No importa si es el coronavirus o cáncer, un accidente automovilístico y la vejez, todos debemos morir. Los cristianos debemos mantener nuestra mirada fija en la eternidad, donde la vida nunca termina.

Finalmente, debemos recordar nuestro deber hacia los enfermos. Tenemos un deber de no abandonar a los enfermos—incluso si son contagiosos. Como dijo San Carlos Borromeo durante la plaga de 1576, “Estén listos para abandonar esta vida mortal antes que a aquellos que están bajo su cuidado.” Recientemente, celebramos el memorial de Santa Francisca de Roma, quien vivió en la década de 1440, durante un tiempo de gran levantamiento social. Le dedicó su vida a los enfermos. Escucha las palabras de una contemporánea suya:

Muchas enfermedades distintas plagaban Roma. Había enfermedades fatales y plagas por todas partes, pero la santa ignoró el riesgo de contagio y demostró las más profundas manifestaciones de bondad hacia los pobres y necesitados. Los buscaba en sus refugios y en los hospitales públicos, y les refrescaba la sed, les estiraba las sábanas, y les vendaba las llagas. Mientras más desagradable y enfermizo era el hedor, con mayor amor y cuidado los trataba. Por treinta años Francisca continuó este servicio hacia los enfermos y los extraños… (“La vida de Santa Francisca en Roma” por Sor María Madgalena Anguillaria).

Nosotros también debemos buscar formas de cuidar a las víctimas de esta enfermedad. ¡No abandonemos aquellos a quienes se han infectado! Es nuestro deber cristiano y una de las Obras Corporales de Misericordia. Tomemos precauciones, claro, pero si llegamos a contagiarnos del virus de algún infectado al que estamos sirviendo, es una forma de martirio, de amor en acción.

Y finalmente, recordemos que todo esto está en las manos de Dios. Si es Su Voluntad que nos mantengamos sanos, alabémoslo por eso. Si es Su Voluntad que nos enfermemos, entonces debemos sufrir bien por Él. Si es Su Voluntad que muramos por este virus, pongamos nuestras vidas en Sus Manos.

Así que sí, tomemos las precauciones, quedémonos en casa si estamos enfermos (¡no estás cometiendo un pecado si no vas a misa porque estás enfermo!), lavémonos las manos frecuentemente e intentemos mantenernos sanos. Y dejémosle el resto a Dios.

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By: EL PADRE JOSEPH GILL

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Feb 05, 2021
Comprometer Feb 05, 2021

Las tormentas de la vida pueden ser totalmente aterradoras, pero cuando soplan, nunca estamos solos.

Crecí en Hawái y durante mi tercer año de secundaria participé como profesora aprendiz de un programa educativo que enseñaba a los niños sobre biología marina. Llevamos a grupos de estudiantes en un gran velero para excursiones de 4 horas que incluyen coleccionar muestras sedimentarias en el fondo del océano, aprender navegación básica, y lanzar una gran red para pescar y aprender sobre las criaturas del mar.

Parte de nuestro trabajo voluntario incluyó ayudar a la tripulación contratada a navegar el yate a cada una de las islas hawaianas para que pudiéramos ofrecerles este excelente programa a los estudiantes en las escuelas de todo el estado. Recuerdo vivamente la noche que navegábamos por la isla de Maui. Dos de nosotros voluntarios estábamos vigilando cuando de repente se produjo una gran tormenta. Las olas se lavaron sobre los lados del barco mientras mi compañero y yo luchamos por mantener el timón apuntando en la dirección correcta. La tripulación entrenada subió para ayudarnos. Los vientos eran tan fuertes que nos estaban llevando fuera de curso. Para evitar ser barridos al agua, tuvimos que amarrar los arneses y engancharnos a los rieles. Luchamos contra la tormenta durante varias horas antes de llegar a un puerto protegido.

A menudo pienso en esta experiencia cuando leo el evangelio sobre Jesús y los discípulos atrapados en la tormenta en el mar. “Cuando entró Jesúsen la barca, Sus discípulos lo siguieron. Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar de Galilea, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido. Llegándose a Él, lo despertaron, diciendo: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!’ Y Él les contestó: ‘¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?’. Entonces Jesús se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se maravillaron, y decían: ‘¿Quién es Este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?’”. Mateo 8:23-27

Los discípulos habían pasado sus vidas trabajando en el mar, y seguramente todos ellos conocían a personas que habían muerto debido a las tormentas. Sabían qué peligroso estos chubascos repentinos podrían ser y qué aterrador debe ser estar en un barco que es sacudido por el poder del viento y las olas.

¡Y aún así Jesús era capaz de dormir en medio de esa tormenta! Sus discípulos tuvieron que despertarlo para obtener su ayuda y él parecía estar sorprendido de que estuvieran aterrorizados. Se dirigió con calma y restauró el orden y la paz de la naturaleza, todo con el asombro absoluto de sus amigos. Maravillados se preguntaron, «¿Qué tipo de hombre es este, que hasta los vientos y el mar lo obedecen?”

¿Qué podemos aprender de este episodio? El año 2020 ha sido un año tormentoso de muchas maneras: Una pandemia mundial, desastres naturales, tensiones raciales, crisis económicas, por nombrar algunas. Muchos están plagados con preocupación y ansiedad en estos tiempos inciertos que sienten que la fundación en la cual estamos de pie cambia y se tuerce bajo nosotros.

En mi propia familia la tensión del desempleo es lo que nos ha sacudido. Mi hermana perdió su trabajo al comienzo de la pandemia y mi hermano había estado buscando trabajo incluso antes de que comenzaran los encierros. Parecía que no había esperanza de encontrar trabajo, ya que las empresas cerraron y la gente estaba despedida. Pero clamamos al Señor, «despertando» a Jesús con nuestras oraciones día tras día pidiéndole que hiciera lo imposible. Y Jesús oyó nuestras súplicas. Mi hermano consiguió un trabajo con una compañía justo días antes de que detuvieran las contrataciones y mi hermana encontró trabajo de buen pago como asesora.

Las tormentas nunca son fáciles. ¡De hecho, pueden ser totalmente aterradoras! Pero Dios está con nosotros en cada tormenta. Jesús está en la barca y nunca sale de nuestro lado. Esa es su promesa: «Nunca te dejaré ni te abandonaré.« (Hebreos. 13:5), y ese es su nombre: Emmanuel, «Dios con nosotros».

Cuando parezca que las olas te van a inundar y te sientes vulnerable y solo, clama a Dios. Sigue clamando, aunque parezca que él está dormido. Mira con los ojos de la fe y verás a Jesús en la barca contigo. Recuerda: “Nadie hay como el Dios de Jesurún… que cabalga los cielos para venir en tu ayuda, y las nubes, en Su majestad. El eterno Dios es tu refugio y debajo están los brazos eternos” (Deuteronomio 33: 26-27).

No importa cuál sea la tormenta.

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By: Ellen Hogarty

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Feb 05, 2021
Comprometer Feb 05, 2021

Con demasiada frecuencia estamos dispuestos a anotar nuestras resoluciones; pero no las mantenemos. ¿Qué tal si hacemos un cambio esta vez?

A la Deriva sin Rumbo Fijo

En esta época del año, la sensación de que mi vida estaba a la deriva era algo que se daba anualmente. El final de un año y el comienzo de otro, inevitablemente me llevaba a contemplar los cambios que quería hacer en mi vida y dentro de mí misma. Sin embargo, unas semanas después del año, las resoluciones de año Nuevo tenían menos importancia. La energía que estas intenciones me dieron del 31 de diciembre y hasta enero inevitablemente comenzó a disminuir. Siempre quise seguir adelante en la búsqueda de la santidad y mejorarme a mí misma, pero muy a menudo me quedé atorada. Aunque las buenas intenciones aún estaban presentes, saber cómo llevarlas a cabo y apegarme a ellas, a menudo me eludía. Hablando figurativamente, me sentía como si estuviera inmóvil o a la deriva sin rumbo fijo.

Conociendo mi amor por las palabras, Dios tiene una manera de hablar el lenguaje de mi corazón. Una noche hace unos años, cuando la rutina anual de año Nuevo pesaba en mi corazón, un poema parecía fluir de mi corazón como una respuesta a mi oración.

 

Yo, Yo misma y Yo sola

 

Había un barco que se quedó

en medio del mar profundo,

las únicas almas a bordo eran

Yo, Yo misma y Yo sola

 

Nos sentamos y vimos cada puesta de sol

con silencio, sin un sonido.

pensé que había un susurro

Y me levanté para mirar alrededor.

 

Una presencia llenó el aire esa noche.

que nadie podía ver.

su mensaje estaba dirigido a

Yo, Yo misma y Yo sola

 

Mi voz se rompió en la noche

Me dije a mí misma

“¿Cómo podemos estar sentados aquí?

¡hemos perdido nuestro destino!”

 

Me dije a mí misma que tomara el timón

Y fíjara un rumbo.

Me apoderé del timón del capitán

para guiarnos a través del mar.

 

El barco no hizo ningún movimiento.

Me quedé sentada en medio del mar.

Teníamos la voluntad de hacer su movimiento,

pero no pudimos….

ni yo misma, ni yo.

 

Se escuchó un susurro una vez más,

y me dijo estas palabras

“llama al viento y pide ayuda,

¡su poder te puede liberar!”

 

Yo, yo sola me tomé de la mano conmigo misma

Nos inclinamos sobre rodilla doblada.

Le pedimos al Espíritu en el viento

«¡Ayúdanos a movernos a través del mar!»

 

Sentimos un cambio, una moción,

Nuestro curso, ¿cuál sería?.

El Barco giró dentro del viento,

Para deslizarse sin esfuerzo

 

No sabíamos la dirección

ni lo áspero que sería el mar.

tuvimos que confiar en el Espíritu

para guiarnos,

a mi, yo misma y yo sola

 

A Solo Una Llamada

El primer borrador de este poema fluyó de mi pluma tan rápidamente;No podía escribir lo suficientemente rápido como para seguir el ritmo del mensaje que Dios quería que contemplara. Ves, por una gran parte de mi vida yo consideraba a Dios como mi propio y maravilloso plan de seguro. Las decisiones relativas a mi vida eran mías y si algo no salía bien, le pediría que me sacara de un aprieto. Lo llamaría como si fuera un agente de seguros.

Siempre supe que estaba allí, pero no me parecía correcto abrumarlo con las decisiones cotidianas mundanas. Era como: Me alegro de que mi agente de seguros está a solo una llamada de distancia, pero no necesito que conduzca conmigo en mi coche todos los días.

¡El mundo me dijo que yo era la capitana de mi propio barco! Creía que yo era la capitana de mi propio barco, pero con cada año que pasaba me di cuenta de que no poseía mi propia brújula. ¡Qué tontería! Además, ni siquiera sabía navegar. ¡No sabía ni lo básico de la navegación o cómo establecer un rumbo a través de las aguas! Fue este tipo de pensamiento equivocado lo que me dejó atrapada o a la deriva durante los primeros meses de cada año nuevo. Dios nunca fue mi plan de seguro. Él conoce el plan para mi vida mejor que yo. ¡Él era y es el plan!

Un Nuevo Giro

Era importante reconocer la necesidad de mejorar mi vida y desear la santidad, pero no podía hacerlo por mi propia cuenta o por mi propia fuerza. Cuando contemplé las palabras que se desbordaron en el poema, sentí que Dios llamaba a mi corazón para asegurarme que Él estaba allí, esperando que le pidiera que dirigiera mi vida. Quería darme el plan y los medios para hacerlo. Dios nos dice en Proverbios 3:5-8: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión.”

Como cada resolución fue hecha y olvidada, tomó mucho tiempo para que me diera cuenta de que debía preguntarle a Dios cuál era su plan para mí en el año nuevo. Cuando empecé a alinear mi voluntad con su voluntad, quedó claro que no carecía de fuerza de voluntad. Qué tonta había sido. Cuando alineé mi voluntad con la suya, recibí Su poder a través de mí. San Pablo nos dice en Filipenses 4:13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

Mis resoluciones de Año Nuevo tienen un nuevo giro en ellos en estos días. En la oración contemplativa le pido a Dios que revele, a Su tiempo, su plan de Año Nuevo para mí. Con humildad, le pido al Espíritu Santo que me guíe y haga que las cosas sucedan de acuerdo con el santo plan de Dios. Pido el don de la fe, para que incluso en las aguas oscuras reconozca su presencia, confíe en que él me está guiando y acepte su Santa voluntad para mi vida. Jeremias 29:11 dice, “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. ¿no es eso encantador?

Para  nosotros que tenemos el beneficio de la edad y la experiencia, está claro que hay estaciones y tiempos para todo en la vida. Este puede ser el momento para dejar de desviarse y este puede ser el momento para alinear tus resoluciones de año nuevo con la Santa voluntad de Dios para tu vida. Que Dios Todopoderoso te bendiga y te hable en el lenguaje de tu corazón.

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By: Teresa Ann Weider

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Nov 17, 2020
Comprometer Nov 17, 2020

¿Cuál es tu programa favorito? ¿Realmente te atrae?

Ver televisión en exceso: Un pasatiempo que hoy se encuentra en los primeros lugares de nuestra lista de actividades a las cuales acudir. La única parte extenuante es elegir ese programa perfecto en medio de la gran cantidad de opciones a través de múltiples plataformas de transmisión. Cruzar ese obstáculo y luego un solo clic en «Play» nos aleja de los mundos fuera de los nuestros, lejos de nuestras preocupaciones diarias.

Cuando nos llegó el primer encierro debido a la pandemia, mi esposo y yo encontramos una serie que alcanzó la mayoría de nuestras expectativas. Rápido y con un gran trama, la serie fue lo suficientemente apasionante como para llenar los fines de semana. No fue difícil ver cómo el programa había obtenido una gran base de fans junto con altas calificaciones de los críticos.

Sin embargo, a medida que avanzabamos  por las varias temporadas, notamos una tendencia perturbadora en la historia. La práctica de la fe católica fue diseccionada y retorcida y se convirtió en la actividad principalmente de los villanos, no de los buenos. Parecía que la intención subyacente era transmitir esta falsificación malévola poco a poco, a medida que los espectadores eran más y más absorbidos por el programa.

Tales intentos por hacer que los espectadores cuestionen su creencia en un poder superior pueden no ser siempre obvios. Algunos contenidos podrían tratar de desensibilizarnos lentamente a los vicios más básicos. Una comedia popular que empecé a ver parecía tratar los crímenes con demasiado humor. Otro espectáculo de tendencias se centró en el deseo humano de vivir para siempre a través de un avatar virtual, una alternativa al final percibido por la muerte.

Afortunadamente, también tenemos esas creaciones que siguen inspirándonos y motivándonos: Superhéroes, historias de amor, historias de triunfo contra todas las probabilidades, luchas valientes por la paz y más. ¿no es increíble cuánto impacto puede tener esa pantalla de televisión? Me alegré de encontrar uno de esos programas recientemente, pero después me enteré de que no había atraído a suficientes espectadores para seguir siendo desarrollado. No es la primera vez que esto ocurre con programas de esta naturaleza.

Quizás los programas que rompen las normas hacen un mejor trabajo a la hora de mantener nuestro interés. Las viejas películas familiares ya no son algo que recomendamos cuando hablamos de los programas que encontramos recientemente.

Ver contenido que provoca pensamientos puede tener sus beneficios, pero las dudas que algunos programas desencadenan acerca de nuestras creencias básicas pueden ir en ambas direcciones. O nos basamos en nuestras experiencias de vida y en las enseñanzas cristianas para permanecer más firmes en nuestra fe, o podemos sentirnos atraídos a un contenido aún más cuestionable que intensifica nuestras dudas. Esto puede ser bastante peligroso en lo que respecta a los jóvenes. Todo lo que se necesita es un carácter atractivo y aparentemente inteligente que en nombre de la conciencia social habla diálogo casual que desdiende la religión. Esto puede confundir a las mentes jóvenes que valoran la responsabilidad social y podría hacerlos preguntarse si la iglesia comparte esos valores.

Entonces, ¿cómo podemos ser conscientes de todo lo que nos rodea sin dejar que nada sacuda nuestros corazones? ¿Cómo tomamos sólo lo bueno de lo que observamos y descartamos lo malo? Oremos a Dios nuestro Señor y pidámosle el don del discernimiento. Teniendo en cuenta que no tenemos que acostumbrarnos a la forma en que nos sentimos después de ver algo. Invitar a los miembros de la familia a reunirse en el comedor y compartir sus puntos de vista nos puede conducir a una comprensión más saludable de lo que apoya los valores cristianos y lo que no. Si algo no lo hace, seamos conscientes y tomemos las medidas apropiadas.

Y mientras seguimos disfrutando de la creatividad que la industria del entretenimiento tiene para ofrecer, concentrémonos y disfrutemos del conocimiento sublime que se encuentra en las páginas de nuestra Biblia, el amor de nuestro Padre, el héroe supremo Jesús, los superpoderes de los santos y la maravilla del Reino eterno. Ayudémonos mutuamente a darnos cuenta de lo impresionante que es conocer a un Dios que nos ama, murió por nosotros y quiere que estemos con él para siempre. Y que nada nos impida sostener esa fe hasta el final

“Por tanto, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien ahora está sentado a la derecha del trono de Dios”. (Hebreos 12:1-2)

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By: Michelle Harold

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Nov 17, 2020
Comprometer Nov 17, 2020

¿Cómo es posible que sea bautizado como católico y después vuelva a nacer?

O eres católico, en cuyo caso naces de nuevo en tu bautismo y tus padres/padrinos invitan al Señor a tu vida en tu nombre. O naces de nuevo el día en que aceptas a Jesús como tu Señor y Salvador personal, como dirían mis hermanos y hermanas protestantes. ¡O eres ambos! Ese es el caso en mi vida y en la vida de miles de hermanos y hermanas que conozco en la iglesia católica. ¡¿Cómo puede ser eso?!, podrias preguntar

Charla en el café

Nací en una familia católica y me crié como un niño católico ‘bueno’, sirviendo en el altar, yendo a la escuela católica, aprendiendo oraciones católicas, y finalmente asistiendo a una universidad católica. Mi fe hoy es una suma de todas esas partes. Sin embargo, no tuve una relación personal con Dios hasta un día en un café durante mis días en la universidad. Durante una charla casual, uno de los hermanos de una iglesia (visitando la India desde los Estados Unidos) me preguntó si tenía una relación personal con Dios y si me gustaría aceptar a Cristo como mi Salvador personal.

Yo pregunté, «¿Qué quiere decir con eso? ¿Cómo puedo hacerlo?» Él respondió: «Solo tienes que aceptarlo en tu corazón/vida como tu Salvador personal a través de una profesión de tu fe». Pregunté apasionadamente, “¿pero cómo hago eso y cuándo?”. Dijo: «Si estás listo, aquí mismo, ahora mismo». Le recordé que estábamos en un Café y que los católicos no hacen ese tipo de cosas. Pero de alguna manera, yo estuve de acuerdo y algunos de nosotros en la mesa nos levantamos e hicimos una oración y oficialmente invité a Cristo a mi vida como mi Señor y Salvador personal. No hubo el trueno, ni el relámpago o la tormenta del cielo que yo esperaba. Pero mis hermanos y hermanas recién encontrados me felicitaron diciendo que ahora oficialmente había «vuelto a nacer.»

Aunque no sentía nada exterior o interiormente, más tarde ese día a solas en mi habitación del hotel empecé a orar y las palabras de acción de gracias fluyeron de mí como un río. Nunca había orado así antes. No podía creer mis palabras. Me sorprendió, pero pronto me di cuenta de que la oración simple y auténtica que había hecho en el café unas horas antes fue tomada muy seriamente en el cielo. Y el Señor del cielo y de la tierra mismo había hecho su morada en mí.

Una Probadita de Dios

Con mi nuevo amor por el Señor y por el grupo de amigos que me llevaron a esa etapa, comencé a ir a reuniones de oración y tomé pasos pequeños en el Espíritu. Inicialmente, casi deje de ir a Misa por completo, ya que aquí encontré lo que nunca había encontrado allí, al menos no hasta ese día.

Entonces un día, el Espíritu Santo me habló al corazón pidiéndome que fuera a participar en la Misa diaria en la capilla. Esta era una Misa Syro-Malankara de la cual nunca había entendido una sola palabra. Pero yo obedecí al Espíritu y fui a la Misa. Para mi sorpresa, entendí cada oración y participé en la Misa como nunca antes. Sabía que el Señor me había traído de vuelta a casa.

Mientras continuaba yendo al servicio protestante y a las reuniones de oración, también asistí a la Misa y al final de mis estudios pude entender y recitar cada oración de los 3 ritos que se celebraban en un idioma que no podía leer ni escribir. Ahora soy un católico devoto no solo por mi educación, sino porque he probado y visto personalmente que el Señor es bueno.

Sé que hay muchos que no han probado la bondad del Señor de manera personal y que no han experimentado la alegría de tal relación ni han conocido la alegría de participar en la Iglesia Católica con toda su riqueza: El cuerpo y la sangre de Cristo, los misterios sacramentales y la comunión de los santos. ¡Sin mencionar a la Santísima Madre!

Si eres católico, te invito esta Navidad a profundizar tu fe invitando al Señor a venir y tomar el control de tu vida. Si eres protestante, te invito a profundizar tu fe abrazando a la Iglesia Católica y sus enseñanzas y, por tanto, a experimentar la plenitud de la verdad y la luz de Cristo. Si no eres ninguno de los dos, querido amigo, los invito a que «Prueben y vean que el Señor es bueno» (Salmo 34:8). No sólo bueno, sino que es el mejor bien que podrías esperar buscar o encontrar. ¡Feliz Navidad!

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By: Cyril Abraham

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