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Jul 05, 2024 10 0 Diácono Jim McFadden
Evangelizar

Alimento para el viaje

¿Estás cansado de todas las dificultades en tu vida? ¡Este súper alimento podría ser justo lo que necesitas!

“La Odisea” de Homero, “Moby Dick” de Herman Melville, “En el camino” de Jack Kerouac… todos tienen algo en común: Los protagonistas se encuentran abriéndose paso a través del viaje de su vida. Estos libros nos pueden servir para recordarnos que también nosotros nos encontramos en un viaje.

El ganador se lleva todo

En el punto más álgido de su ministerio, el profeta Elías se encontró cara a cara con los profetas de Baal, el dios pagano. Elías estaba en la cima del Monte Carmelo con 400 profetas paganos y los retó a un “duelo profético”; él les dijo: “Ustedes rogarán a su Dios y yo invocaré el nombre de Yahvé. El verdadero Dios será el que responda enviando fuego” (1 Reyes 18,24). Era una gran confrontación, una prueba real; podríamos imaginar cómo sería promocionado este duelo en un evento de “pago por evento” en televisión.

Los sacerdotes de Baal se lo tomaron realmente en serio: oraron y danzaron frenéticamente, mientras pedían a su dios que hiciera lo suyo; pero nada pasó. Elías se burló de ellos diciendo: “Griten más fuerte, cierto que Baal es un dios, pero debe estar ocupado, debe andar de viaje, o tal vez esté dormido y necesiten despertarlo” (1 Reyes 18,27). Entonces ellos aumentaron sus esfuerzos, clamaron y clamaron, se cortaron entre ellos con espadas y lanzas hasta convertirse en un desastre sanguinolento; pero … por supuesto, nada paso.

En contraste, Elías tranquilamente invocó el nombre de Yahvé solo una vez, y Él envió un fuego que consumió el sacrificio, probando que solo hay un Dios verdadero: Yahvé. Con eso la multitud quedó asombrada, y postrándose exclamaban: “El Señor es el Dios verdadero, el Señor es el Dios verdadero” (1Reyes 18,39).  Entonces Elías ordenó a la multitud que apresara a los profetas paganos y los llevaran al torrente de Cisón, donde los degolló. ¡Hablamos de que el ganador se lleva todo!

Un giro inesperado

Ahora podemos imaginar que la reina pagana Jezabel no estaba feliz al tener a 400 de sus profetas humillados y sacrificados. Ella tenía que hacer algo para guardar las apariencias y mantener sus prerrogativas imperiales. Si Baal era desacreditado, ella también lo sería; así que en secreto envió mercenarios a perseguir a Elías, quien para entonces había huído. Él se encontró corriendo por su vida, porque sabía que si lo capturaban, lo asesinarían.

Hemos escuchado que Elías “caminó todo un día por el desierto y se sentó debajo de un solitario enebro. Allí deseó la muerte y dijo: <<Ya Basta; Señor, toma mi vida ahora, pues yo no soy mejor que mis ancestros>>” (1 Reyes 19,4). Su vida, que acababa de pasar por un momento fuerte con la confrontación de los profetas paganos, ahora había tocado fondo. Se encontraba temeroso, triste, y tan deprimido que le rogaba a Dios que le quitara la vida, él quería morir, se encontraba cansado de huir.

El clamor del profeta por morir no fue escuchado, su misión no había terminado aún. Entonces el ángel del Señor, un mensajero de Dios, vino a él: “De pronto un ángel lo tocó y le dijo: ´Levántate y come´. Elías miró y vio en su cabecera pan horneado sobre piedras calientes y una jarra de agua. Se levantó, comió, bebió y se volvió a acostar. El ángel del Señor vino por segunda vez, lo tocó, y le dijo: ´Levántate y come, si no, el camino será demasiado largo para ti´” (1 Reyes 19,5-7).

El ángel lo guió al monte Horeb, que es otro nombre del Monte Sinaí, el monte santo. Sostenido por la misteriosa comida y bebida, Elías fue capaz de caminar por cuarenta días; un número muy significativo, que en el contexto bíblico significa perfección; lo que nos deja ver que tuvo una revelación, al igual que Moisés. Así que tenemos una historia que comienza con desesperación y termina con el profeta nuevamente comprometido con la obra de Dios.

La Jezabel de ahora

Nosotros podemos no ser perseguidos por los mercenarios de Jezabel, pero tenemos que lidiar con las influencias malignas en nuestra vida diaria, así que nos podemos identificar con el profeta Elías fácilmente. Muchos de nosotros, especialmente aquellos que hemos vivido más, hemos tenido momentos de dificultad en nuestras vidas. No tenemos la misma energía que teníamos cuando éramos jóvenes, y el entusiasmo por vivir ha disminuido. En ocasiones, es todo lo que podemos hacer para pasar el día, y eso antes de enfrentarnos a pandemias, racismo, transgresiones a nuestra democracia y la degradación del medio ambiente; la vida realmente nos está dando una paliza. Hay solo un número limitado de problemas psicológicos que podemos manejar; además de eso, nuestra práctica religiosa se ha vuelto demasiado familiar, incluso mecánica. Algunas veces parece que hemos perdido la dirección y el propósito; nos volvemos como el profeta Elías.

Cuando tocamos fondo de esa manera, ¿qué necesitamos? Lo mismo que Elías: alimento para el camino y un renovado sentido de dirección y propósito. Encontramos nuestro alimento en Jesús, quien dijo: “Yo soy el pan vivo … quien coma de este pan vivirá para siempre” (Juan 6,51). Entendamos dos cosas: Jesús, el pan vivo, es el medio y el fin. Él no es sólo el alimento para el camino, Él también es el destino.

El alimento en el que nos convertimos

Cuando celebramos la Santa Misa, nos ofrecemos nosotros mismos como ofrenda a Dios, simbolizado por el pan y el vino; a cambio recibimos la presencia real de Cristo mismo, que se dona a nosotros. Cuando consumimos la Eucaristía, nosotros no hacemos que el pan y el vino cobren vida, ¡sino que el pan celestial, consagrado, nos hace vivir a nosotros porque nos asemeja a él! Cuando recibimos su cuerpo y su sangre, estamos recibiendo su alma y su divinidad; cuando eso pasa, somos atraídos a su ser, a su vida divina. Ahora tenemos los medios para ver como Jesús ve, y vivir una vida similar a la suya: valorando todo lo que hacemos para servir al Padre.

La Eucaristía es también el fin de nuestro viaje, tenemos una probadita del cielo en la tierra, porque entramos en el misterio de Dios. A través de la Eucaristía experimentamos el cielo en tiempo y espacio, experimentamos la unidad con Dios, con los demás y con toda la creación. ¡Experimentamos la plenitud de nuestro ser, que es lo que nuestro corazón anhela ahora y siempre!

Si deseas tener el alimento y el coraje para el viaje, haz de la Eucaristía -el pan de vida-, el verdadero centro de tu vida. Si deseas el gozo y la satisfacción de una vida completamente invadida por Dios, recibe el regalo de Jesús en el Pan de Vida.

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Diácono Jim McFadden

Diácono Jim McFadden ministro en la Iglesia Católica de San Juan Bautista en Folsom, California. Sirve en la formación en la fe de adultos, preparación bautismal y dirección espiritual.

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