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Nov 17, 2020 779 0 Reshma Thomas
Comprometer

El Cielo es Real

Criar hijos en la fe no es tarea fácil.

¡Les esperan muchas sorpresas a aquellos que realmente lo intentan!

Alegría Burbujeante

«Los niños entran en mi vida… con su risa y su canción.

¿Cuándo seré como ellos?… Enséñame, Señor, a cantar…»

Cada vez que cantaba estas letras de la canción «Las aguas vivas fluyen» mi corazón anhelaba tener mis propios hijos. Como hija única, siempre me atrajeron los niños y nada podía superar la alegría que experimentaba cuando estaba con ellos. De hecho, escogí la vocación del matrimonio para tener estos montones de alegría burbujeante.

Recuerdo que escribía en mi diario acerca de las canciones que les enseñaría y las historias de los Santos que les contaría. Anhelaba tanto criar a mis pequeños en el camino de la santidad, enseñándoles a amar a Jesús y a nuestra Madre María con todo su corazón, que hasta compré libros de historias bíblicas para niños antes de mi boda. Tales fueron los profundos revuelos en mi corazón, que desde el comienzo de mi primer embarazo rodeé a mi pequeña con oraciones, cantos de alabanza a Dios y numerosas señales de la Cruz sobre mi vientre. Ser puesta en reposo de cama sólo duplicó mi fervor para orar más. Nunca sospeché que Dios planeaba traer a mi bebé al mundo a las 27 semanas de embarazo. Cuando sostuve a mi hija primogénita en mis brazos, mi alegría se desbordó con himnos de alabanza. Incluso cuando pasó sus primeros 45 días en la unidad de cuidados intensivos atada con agujas y cánulas en su cuerpo me alegré con el regalo de mi hija.

Le hablaba constantemente de Jesús a mi pequeña Ana. A pesar de que sólo tenía unos minutos con ella cada día, nunca me olvidé de hacer la señal de la Cruz dondequiera que pudiera encontrar su piel libre de yeso y tubos, susurrando que no estaba sola y que nuestra Madre María y Jesús estaban a su lado. A veces, cuando hacía un himno, las enfermeras cantaban y la unidad se convertía en una casa de oración. Cuando finalmente pude llevarme a mi bebé a casa mi alegría no conocía límites.

A Través de las Lágrimas

Unos tres meses después, nos enteramos de que nuestra pequeña Ana no sería como los demás niños. Además de sus discapacidades físicas, su intelecto había sido severamente afectado. Los doctores dijeron que su cerebro se había encogido debido a la falta de oxígeno durante el parto. Yo seguía orando por ella y cantándole himnos. Extrañamente, aunque nunca me miró a los ojos, había una alegría en su rostro que era contagiosa. Cada vez que rezaba el Santo Rosario, todos sus corajes y berrinches se convertían en tranquilidad pacífica. Se sentía como si estuviéramos rodeadas de ángeles que oraban junto con nosotros. Nunca me cansé de contarle historias de santos, sin saber si entendía algo de eso. Hubo días en los que lloré mientras rezaba el Rosario con ella, preguntándome si la pequeña Ana alguna vez podría orar conmigo.

Pasaron cuatro años pasaron y tres abortos espontáneos aumentaron nuestro dolor. Los doctores dijeron que sería imposible que yo tuviera bebés saludables. ¡Se necesitaría un milagro! En Su infinito amor y misericordia, Dios nos bendijo con dos querubines, Issa y Aárico, con dos años de diferencia. Ahora mi pequeña Ana tiene 6 años, con un hermanito y una hermana para unirse a su sinfonía de llantos.

Después de los nacimientos de Issa y Aárico volví a orar y cantar como lo había hecho con Ana. Pero no pude conseguir el ambiente espiritual que había sido tan fuerte alrededor de Anna. Cuando trataba de bendecir a Aárico con la señal de la cruz o trataba de colocar mi mano sobre su cabeza, huiría como un vampiro al ver la Cruz; Issa simplemente me miraba y parpadeaba como diciendo «¿Es en serio?»

¡Fue difícil darme cuenta de que criar a los niños con fe no es tarea fácil después de todo!

Podrías pensar que es una broma que me preocupara tanto por la formación de fe de mi hijo de 2 años y mi bebe de 5 meses. ¡No es broma! En serio empecé a preguntarme: «¿Lo estoy haciendo bien? ¿Se están alejando de Jesús en lugar de acercarse a él? ¿Soy demasiado compulsiva al tratar de enseñarles a amar a Dios?

Los Latidos de mi Corazón se Detuvieron

Una noche, mientras yo meditaba sobre estas preguntas, Aárico se subió a la cama, estiró la mano hacia una cita bíblica enmarcada colgada en la pared, y luego movió su mano a los labios de la bebé Issa. De repente me di cuenta. ¡Lo entiende! Regularmente traigo a Aárico a nuestra imagen del Sagrado Corazón de Jesús, pongo mi mano sobre la imagen y luego toco sus labios. Me di cuenta de que Aárico no sólo imitaba mis gestos, sino que entendía que lo que tocaba en la pared no era una imagen ordinaria, sino algo sagrado. Me recordó a Jeremías 15:16

Al encontrarme con tus palabras,

yo las devoraba;

ellas eran mi gozo

y la alegría de mi corazón,

porque yo llevo tu nombre,

Señor Dios Todopoderoso.

De ese incidente recibí el claro mensaje de que no tenía que estresarme por la fe de mis hijos. De hecho, mis hijos me enseñarían sobre la fe.

Cuando los niños lloran constantemente buscando mi atención y no me dejan salir de su vista, recuerdo la frecuencia con la que trato de llamar la atención de Dios y hacer que me mire. Me veo obligada a preguntarme: «¿Soy tan persistente al tratar de estar cerca de él todo el día como lo son mis hijos al tratar de acercarse a mí?”

Cuando disciplino a mi hijo por sus travesuras, nunca pierde un segundo antes de venir a abrazarme y hacer las paces. Pero cuando he hecho un comentario desagradable o exagerado de alguna manera, ¿cuán pronto me dirijo a Dios para pedir perdón? Dios también nos disciplina y luego espera que lo abracemos y hagamos las paces.

Si yo amo a estos niños que crean tal desorden para el cual los días, semanas y meses no son suficientes para limpiar, entonces ¿cuánto más debe amarnos Dios incluso cuando hacemos nuestros propios desórdenes?

Impenetrable a la Vista

A veces, mientras veo la adoración transmitida por la televisión en vivo, veo a Aárico levantar los brazos y al bebé Issa balanceándose con las canciones de alabanza. Me doy cuenta de que nuestros hijos imitan nuestras expresiones de fe. Sé que no importa lo bien que hable de Jesús o trate de inspirarlos con historias de santos, lo que más ven es lo que hago. ¿Soy tierna y humilde como Jesús? ¿Amo a los que no me aman como Jesús me instruyó? A medida que crecen, los niños son más conscientes de lo que hacemos que de lo que decimos.

Siempre me fascina cuando mi pequeña Ana se enciende durante la Santa Misa. Ella siempre es pacífica. Durante la Misa, sus gritos fuertes y de alto tono están completamente ausentes. Tal es la vigilia que ella mantiene. En el momento en que el sacerdote dice, “Y así con los ángeles y arcángeles… con los coros y los poderes celestiales cantamos el himno de Tu gloria y cantamos sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del Universo…” los ojos brillosos de la pequeña Ana se lanzan como si estuviera viendo objetos voladores. Ella se emociona y su rostro se vuelve tan celestial que una mirada a ella sería suficiente para convencerte de que el Cielo es real. El éxtasis en el rostro de la pequeña Ana me convenció de que los ángeles y los santos están con nosotros celebrando la Santa Misa como una verdadera fiesta.

Mis hijos me recuerdan las palabras de Jesús: «… a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos”. Entonces, con gran sencillez y la fe de un niño, ofrezcamos nuestras oraciones que van a atravesar las nubes y llegarán hasta los cielos.

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Reshma Thomas

Reshma Thomas is a wife and mother of four wonderful children. She finds great joy in doing little works for Jesus, and making known his merciful love revealed through her life-experiences. She lives with her family in Kerala, India.

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