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Nov 17, 2020 1228 0 Shalom Tidings
Encuentro

¡Un Milagro Maravilloso!

¿Sabías que el milagro eucarístico más antiguo proviene de los Padres del Desierto en Egipto, que fueron unos de los primeros monjes cristianos? Uno de los monjes de los monasterios de Scetis (en Egipto gobernado por los romanos) era un trabajador que carecía de instrucción en la Fe. En su ignorancia él decía: ‘El Pan que recibimos no es realmente el cuerpo de Cristo, sino un símbolo de ese cuerpo’.
Dos de los monjes más experimentados escucharon su comentario y sabiendo que era un monje bueno y piadoso, decidieron hablar con él. Le dijeron amablemente: ‘Lo que estás diciendo contradice nuestra fe’. El monje sin educación respondió: ‘a menos que me puedan mostrar evidencia, no cambiaré de opinión’. Los monjes mayores dijeron: «Oraremos a Dios acerca de este misterio y creemos que Dios nos mostrará la verdad»
En la Misa del siguiente domingo, mientras se pronunciaban las palabras de consagración, todos excepto el monje sin educación, vieron a un pequeño niño en lugar de la hostia. Cuando el sacerdote levantó el pan eucaristico, los monjes vieron un ángel traspasando al niño con una espada. Mientras el sacerdote partía la sagrada hostia, la sangre comenzó a correr hacia el cáliz. Los monjes se acercaron para recibir la comunión y cuando el monje escéptico miró hacia abajo, su pan se había convertido en carne ensangrentada. Al ver esto exclamó: “Señor, yo creo que el pan es Tu Cuerpo y que Tu Sangre está en el cáliz”. Inmediatamente, la carne se volvió a convertir en pan y el monje lo recibió con reverencia y le dio gracias a Dios.
Este relato se remonta a los primeros siglos del cristianismo y se encuentra en las palabras de los Padres del Desierto cuya vida en el desierto siguió el ejemplo de San Antonio, Abad. El milagro es solo el primero de muchos que han experimentado otros hombres y mujeres santos a lo largo de los siglos. Llegaron a creer que cada Misa es como la Navidad cuando Cristo desciende del cielo para estar en nuestros altares y en nuestros corazones «morando entre nosotros» bajo la apariencia de pan y vino.

 

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