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May 27, 2023 811 0 Obispo Robert Barron
Encuentro

Palabras de sabiduría: El veneno del chisme

En una ocasión me encontraba en la abadía de San José en Louisiana, no muy lejos de Nueva Orleans, para dirigirme a una treintena de abades benedictinos de todo el país que se habían reunido para tener unos días de reflexión y retiro; cubriendo las paredes de la iglesia de la abadía y el refectorio del monasterio se encuentran las maravillosas pinturas creadas por el P. Gregory De Wit, un monje de Mont César en Bélgica, que trabajó durante muchos años en nuestro país tanto en San Meinrad en Indiana como en San José, antes de su fallecimiento en 1978. Durante mucho tiempo he admirado su arte muy distintivo, peculiar y teológicamente ilustrativo. En la cúpula de la iglesia de la abadía, De Wit representó una serie de magníficos ángeles alados que flotan sobre las imágenes de los siete pecados capitales, transmitiendo la profunda verdad de que la adoración correcta hacia Dios supera nuestra disfunción espiritual; pero una novedad en el programa pintado de De Wit es que agregó un octavo pecado mortal el cuál sintió que era particularmente destructivo dentro de un monasterio: el chisme.

Por supuesto que tenía razón sobre los monasterios, pero yo diría que habría tenido razón sobre cualquier tipo de comunidad humana: familia, escuela, lugar de trabajo, parroquia, etc. El chisme es veneno, y punto. La pintura de De Wit anticipó proféticamente el magisterio de nuestro actual Papa, que a menudo ha hecho del chisme el objeto de un oprobio particular. Podremos verlo claramente en las palabras de un discurso reciente de su Santidad: «Por favor, hermanos y hermanas, tratemos de no chismorrear; el chisme es una plaga peor que el COVID ¡Peor! Hagamos un gran esfuerzo, de vivir sin chismes»; y para que de alguna manera no perdiéramos el punto, continuó: «El diablo es el mayor chismoso»; esta última observación no es solo una retórica colorida, porque el Papa sabe bien que los dos nombres principales del diablo en el Nuevo Testamento son diábolos (el dispersor) y Satanás (el acusador); no puedo pensar en una mejor caracterización de lo que hace el chisme y lo que es esencialmente.

No hace mucho, un amigo me envió un video de YouTube de una charla de Dave Ramsey, un consultor de negocios y finanzas; con la vehemencia del Papa Francisco, Ramsey habló en contra de los chismes en el lugar de trabajo, especificando que tiene una política de cero tolerancia con respecto a su práctica. Útilmente, definió el chisme de la siguiente manera: “discutir cualquier cosa negativa con alguien que no puede resolver el problema”; para poner un ejemplo más concreto, es como si una persona en la organización murmurara y se quejara sobre los problemas del departamento de informática con un colega que no tiene competencia o autoridad para resolver esos asuntos; o si alguien estuviera chismorreando sobre su jefe a personas en la cadena de mando que no están en absolutamente ninguna posición para responder constructivamente a sus críticas. Ramsey proporciona un ejemplo puntual de su propia experiencia; cuenta que tuvo una reunión con todo su equipo administrativo, esbozando un nuevo enfoque que quería que adoptaran, salió de la reunión, pero luego se dio cuenta de que había olvidado sus llaves y regresó a la habitación; allí descubrió que se estaba llevando a cabo a sus espaldas, «una reunión después de la reunión», dirigida por una de sus empleadas, y ésta denunciaba al jefe con una voz altanera y vociferante a los demás. Sin dudarlo, Ramsey convocó a la mujer a su oficina y, de acuerdo con su política de cero tolerancia a los chismes, la despidió.

Eso sí, nada de esto quiere decir que los problemas nunca surjan dentro de las sociedades humanas, y menos aún que las quejas nunca deban expresarse; pero sí quiere decir que deben expresarse de manera benevolente y en la cadena de mando, precisamente para aquellos que pueden tratarlos constructivamente; si se sigue ese método, el chisme no está en juego. Podría complementar la visión de Ramsey con una de John Shea, un exmaestro mío; hace años, Shea nos dijo que deberíamos sentirnos completamente libres de criticar a otra persona en la medida en que estemos dispuestos a ayudar a la persona a lidiar con el problema que hemos identificado; si estamos totalmente comprometidos a ayudar, debemos criticar tan vigorosamente como queramos. Si tenemos una voluntad moderada de ayudar, nuestra crítica debe ser mitigada; si, como suele ser el caso, no tenemos la más mínima inclinación a ayudar, debemos mantener la boca cerrada.

Dirigir una queja de manera pacífica hacia arriba en la cadena de mando, es ser útil; dirigirlo por la cadena de mando y en mezquindad de espíritu, es chismorrear, y esa es la obra del diablo.
¿Puedo hacer una sugerencia amistosa? Estamos en la cúspide de la cuaresma, la gran temporada de penitencia y autodisciplina de la Iglesia; en lugar de renunciar a los postres o no fumar esta cuaresma, deje de chismorrear; durante cuarenta días, trate de no comentar negativamente a aquellos que no tienen la capacidad de lidiar con el problema y si te sientes tentado a romper esta resolución, piensa en los ángeles de De Wit flotando sobre ti. Confía en mí, tú y todos los que te rodean serán mucho más felices.

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Obispo Robert Barron

© Obispo Robert Barron is the founder of Word on Fire Catholic Ministries and is the bishop of the Diocese of Winona–Rochester. Bishop Barron is a #1 Amazon bestselling author and has published numerous books, essays, and articles on theology and the spiritual life. ARTICLE originally published at wordonfire.org. Reprinted with permission.

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