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Ene 25, 2023 364 0 Vijaya Bodach
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MI QUERIDO GUARDIÁN

Sabemos que cada uno de nosotros tiene un ángel de la guarda. Pero, ¿con qué frecuencia le pedimos ayuda?

La primera vez que me di cuenta de que mi ángel de la guarda era motivo de gran esperanza, fue cuando me invitaron a impartir tres talleres en una conferencia de escritura cristiana, a varias horas de distancia en coche. Me desperté con una migraña horrible y lloré mientras me preguntaba como podría realizar el viaje. No quería parecer poco profesional cancelando en el último minuto. Lloré porque hay un elemento de vergüenza en tener una enfermedad crónica; sucede que sufro dolores de cabeza por migraña que pueden debilitarme durante casi la mitad de los días de un mes, y no quería admitir lo débil que estaba. Así que recé a mi ángel que me llevara a salvo tanto en la ida como al regreso.

Aun no sé cómo hice el largo viaje. Puse mi CD para rezar el Rosario y después escuché el Evangelio de Juan, pensando en lo hermoso que sería tener a Jesús en mi corazón si muriera. No era que quisiera morir; mis hijos todavía estaban pequeños, mi esposo me echaría de menos y yo estaba amando mi vida de escritora aún más desde que nos habíamos convertido al catolicismo. Quería que todos tuvieran lo que yo tenía: ¡Jesús!

Y ¡ah! Me llegó la revelación: Mi ángel de la guarda no está aquí solo para protegerme de lesiones corporales, sino para asegurarse de que yo llegue al cielo. ¡El cielo!, ése es el objetivo.

Dios nos ama tanto que desde el momento de nuestra concepción nos asigna un ángel para protegernos de todo peligro y guiarnos a nuestro hogar eterno.  Esta conciencia que he tenido desde que era un niña pequeña, todavía me asombra. Cuando era niña, tenía total confianza en la protección de Dios. Pero el sufrimiento estaba tan presente en mi vida que era difícil reconciliar la idea de un Dios omnipotente.  Así que, a los doce años, perdí mi fe y terminé mis invocaciones a mi ángel de la guarda. Pero, sin yo estar consiente, mi ángel continuaba guiándome.

Estoy muy agradecida con mi ángel por protegerme de la muerte cuando estaba en mis veintes; porque si yo hubiera muerto entonces, con mi mente nublada por el pecado, pude haber rechazado la misericordia de Dios y pude haberme ido al infierno. Es por la gracia de Dios, la paciencia y el largo sufrimiento de mi ángel de la guarda, que he podido escuchar sus indicaciones y volver a Dios. Y cuando mis planes se descarrilan, recuerdo orar: “no mi voluntad, sino la tuya, Señor”.

También estoy regresando a ese estado infantil de completa confianza y rendición. Si estoy ansiosa por algo, le pido a mi ángel que se ocupe de la situación. Invoco a los ángeles guardianes de mis hijos cuando estoy a punto de perder la paciencia. También invoco a los ángeles de las personas para las cuales quiero ser un testigo fiel del Señor.  Qué consuelo es recurrir a la ayuda celestial.

Los ángeles de la guarda llevan nuestras oraciones y ofrendas al trono de Dios; ellos vienen con nosotros al santo sacrificio de la misa y si no podemos asistir, como fue el caso de muchos durante la pandemia, podemos pedir a nuestros ángeles que vayan en nuestro lugar para alabar y adorar a nuestro bendito Señor.

Estas criaturas celestiales son un regalo para nosotros; recordemos siempre que están velando por nosotros y quieren que lleguemos al cielo. Cultiva una relación con tu ángel; ellos son un regalo de Dios para cada uno de nosotros.

“¡Querido ángel! Siempre a mi lado. Cuán amoroso debes ser para dejar tu casa en el cielo a fin de cuidar a un infeliz culpable como yo.” – Fr. Frederick William Faber (1814-1863)

 

 

 

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Vijaya Bodach

Vijaya Bodach is a scientist-turned-children’s writer with more than 60 books for children and just as many stories, articles and poems in children’s magazines. You can find out more about her at vijayabodach.blogspot.com

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