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Ene 25, 2023 1938 0 Hermana M. Louise O’Rourke
Comprometer

El Poder De Las Lágrimas

Todos hemos llorado incontables lágrimas a lo largo de nuestra vida. Pero ¿sabías que Dios ha recolectado cada una de ellas?

¿Por qué lloramos? Lloramos porque estamos tristes o hartos. Lloramos porque estamos heridos y solos. Lloramos porque hemos sido traicionados o desilusionados. Lloramos porque nos arrepentimos, nos preguntamos por qué, cómo, dónde, qué. Lloramos porque… bueno, ¡a veces ni siquiera sabemos por qué estamos llorando!  Si alguna vez has cuidado a un bebé, conoces el estrés de tratar de entender por qué el niño está llorando, ¡especialmente después de haberlo alimentado, cambiado, ponerlo a dormir una siesta! A veces solo quieren estar en tus brazos. En ocasiones, del mismo modo nosotros también solo queremos ser sostenidos en el abrazo de Dios, pero somos conscientes de nuestra pecaminosidad que parece distanciarnos de él.

De Los Ojos Al Corazón De Dios

Las escrituras nos dicen que incluso Jesús lloró: «Y Jesús lloró» (Juan 11:35); el versículo más corto del Evangelio abre una ventana al corazón de Jesús.  En Lucas 19: 41-44 aprendemos que Jesús “derramó lágrimas sobre Jerusalén” porque sus habitantes “no reconocieron el tiempo de su visitación». En el libro del Apocalipsis, encontramos que Juan «lloró amargamente« porque no había nadie apto para abrir el pergamino y leerlo (Apocalipsis 5:4). Esta conciencia de la condición humana puede limitar nuestra capacidad de captar la plenitud de la vida que Dios ofrece continuamente a cada uno de nosotros. Apocalipsis 21:4 nos recuerda que “Dios enjugará toda lágrima”; sin embargo, el Salmo 80, 5 dice que el Señor “los ha alimentado con el pan de lágrimas y los ha hecho beber lágrimas en gran medida”. Entonces, ¿cuál de las dos?: ¿Quiere Dios secar las lágrimas y consolarnos, o quiere hacernos llorar?

Jesús lloró porque hay poder en las lágrimas; hay solidaridad en las lágrimas. Porque ama tanto a cada persona que no puede soportar la ceguera que nos impide aceptar las oportunidades que nos da para estar cerca de él, para ser amados por él y experimentar su gran misericordia.  Jesús se sintió abrumado por la compasión cuando vio a Marta y María sufrir la pérdida de su hermano Lázaro.  Pero sus lágrimas también pueden haber sido una respuesta a la profunda herida del pecado que causa la muerte. La muerte ha consumido la creación de Dios desde el tiempo de Adán y Eva. Sí, Jesús lloró… por Lázaro y por sus hermanas. Sin embargo, durante esta dolorosa experiencia, Jesús realiza uno de sus mayores milagros: «¡Sal!», dice, y su buen amigo Lázaro sale de la tumba.  El amor siempre tiene la última palabra.

Otra hermosa Palabra que habla sobre las lágrimas y ofrece una imagen que atesoro, se encuentra en el Salmo 56:9: «Tú has tomado en cuenta mi vida errante; pon mis lágrimas en tu frasco; ¿acaso no están en tu libro?» Nos llena de humildad y consuelo pensar que el Señor recoge nuestras lágrimas. Son preciosas para el Padre; pueden ser una ofrenda a nuestro Dios misericordioso.

Oraciones Sin Palabras

Las lágrimas pueden sanar el corazón, limpiar el alma y acercarnos a Dios.  En su gran obra maestra, “El Diálogo”, Santa Catalina de Siena dedicó un capítulo entero al significado espiritual de las lágrimas.  Para ella, las lágrimas expresan «una sensibilidad exquisita, profunda, una capacidad de conmoción y de ternura”.  En su libro, “Discerniendo corazones”, el Dr. Anthony Lilles dice que Santa Catalina «presenta esos afectos santos como la única respuesta adecuada al gran amor revelado en Cristo crucificado. Estas lágrimas nos alejan del pecado y nos llevan al corazón mismo de Dios».  Recordemos a la mujer que ungió los pies de Jesús con precioso nardo, los lavó con sus lágrimas y los secó con su cabello. Su dolor es real, pero también lo es su experiencia de ser infinitamente amada.

Nuestras lágrimas nos recuerdan que necesitamos a Dios y a los demás caminando con nosotros al peregrinar en la vida. Las situaciones de la vida pueden hacernos llorar, pero a veces esas lágrimas pueden regar las semillas de nuestra felicidad futura. Charles Dickens nos recordó que «nunca debemos avergonzarnos de nuestras lágrimas, porque son lluvia sobre el polvo cegador de la tierra, que cubre nuestros duros corazones«.  A veces, las lágrimas son el único puente para que lleguemos a Dios, para pasar de la muerte a la vida, de la crucifixión a la resurrección.  Cuando Jesús se encontró con María Magdalena el día de la resurrección, le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras?»  Pero pronto, él transformó sus lágrimas en una explosión de alegría pascual al mandarla a ser la primera persona en llevar el mensaje de su resurrección.

A medida que continuemos nuestro peregrinaje, a veces luchando por comprender la locura de la Cruz, podremos llorar por aquellas cosas que hacen llorar a Jesús: guerra, enfermedades, pobreza, injusticia, terrorismo, violencia, odio, por cualquier cosa que menosprecie a nuestros hermanos y hermanas. Lloramos con ellos; lloramos por ellos. Y cuando las lágrimas se precipiten sobre nosotros en los momentos más inesperados, podremos descansar en la paz de saber que nuestro Dios tomará en sus manos cada lágrima con gentileza y cuidado.  Él conoce cada lágrima y sabe qué la causó. Él las recoge y las mezcla con las lágrimas divinas de su Hijo. ¡Un día, unidos a Cristo, nuestras lágrimas serán lágrimas de alegría!

 

 

 

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Hermana M. Louise O’Rourke

Hermana M. Louise O’Rourke is a Disciple of the Divine Master (PDDM), a religious order founded to evangelise through social communications and more specifically through art and beauty. She currently serves in Dublin, Ireland. She blogs over at: https:// pilgrimsprogresspddm.blogspot.com/.

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