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Ago 06, 2019 894 0 Shalom Tidings
Encuentro

DEL DOLOR A LA PAZ

Susan entró presurosa por el corredor del hospital cargando en brazos a su pequeña hija que lloraba. El temor se apoderaba de ella y luchaba por poner un pie frente al otro. Ya afuera de la clínica pediátrica, Susan contenía la respiración y la tremenda ansiedad que sentía, mientras esperaba a su pequeña hija dos años, Eve. La verdad estaba en aquel expediente médico de su hija que contenía los resultados del examen de sangre y que estaba a unos centímetros de donde ella estaba parada. Susan y su esposo Joe ya de por sí venían padeciendo la devastadora noticia de que Eve tenía leucemia, y que necesitaría un trasplante de médula ósea. Les habían informado que encontrar donadores idóneos para este tipo de pacientes era mucho más complejo que empatar tipos de sangre, y que podría pasar algún tiempo antes de encontrar al donador perfecto para su hija. Joe y Susan se habían ofrecido como voluntarios para la donación, y esperaban que les dieran los resultados en su próxima cita.

 

¡De ningún modo!
Se abrió la puerta del consultorio y al ver a Susan, la Dra. Grainne le hizo una señal para que ambos entraran, lo que hizo que Susan temblara aún más y su esposo la abrazó de la cintura para apoyarla. En un tono suave, la doctora preguntó cómo había estado Eve desde su última visita, y al percatarse de que Susan estaba muy nerviosa, se mostró más gentil aun al dirigirse a ella, diciéndole que se necesitarían más estudios para asegurarse de que ella pudiera ser un candidato idóneo para su hija, y dirigiéndose a Joe, le informó que él de ningún modo podría ser candidato a la donación. Al escuchar las palabras “de ningún modo”, Joe repitió algo irritado las palabras de la doctora: “¡De ningún modo! ¿Cómo está eso? ¡Yo soy su padre!” La doctora, con voz tranquila pero firme, le informó que su sangre no correspondía al tipo sanguíneo de Eve.

 

Terrible dolor
Habían transcurrido tres meses desde aquellas incomprensibles palabras de la doctora que seguían resonando en los oídos de Joe. El hecho de que él no fuera el verdadero padre de Eve le producía descargas eléctricas por todo el cuerpo y la mente. La noticia no había modificado en nada el amor que sentía por su pequeña bebé, a quien había amado desde el momento en que nació. Susan había apostado a la probabilidad de que Eve fuera su hija pensando que de ser así, se arriesgaría a decirle a su esposo sobre el breve romance que había sostenido con un colega de trabajo sin que hubiera de por medio ninguna razón. “Lo que él no sabe no le hará daño,” le había dicho una amiga, y ella pensó que esa frase se podía aplicar en su situación. Sin embargo, la ciencia se encargó de probar lo contrario, y los resultados vinieron a dañar considerablemente su matrimonio. Joe, sumamente molesto, se había salido de su casa, aunque seguía acudiendo a las citas del hospital, y a petición de Susan, tomaba decisiones sobre los cuidados de Eve. El padre biológico de Eve se deslindó de toda responsabilidad rechazando hacerse una prueba y ver si podía ser un posible donador. Tenía una familia propia y no quería que su vida se derrumbara con ese escándalo.

Alimento para una reflexión espiritual
Tres años después, Joe asistió a la Conferencia del 25 Aniversario de Medjugorje en RDS Dublin, en la que yo también participé activamente. Joe aún no había podido superar el engaño y la aventura de
Susan, y estaba muy lejos de perdonarla. El comité de la Conferencia había organizado para el evento del fin de semana, una atractiva serie de conferencias con ponentes de América y de Bosnia-
Herzegovina. Las historias de sanación espiritual, milagros físicos y conversiones, fueron un poderoso testimonio del poder de la oración y de la infinita, amorosa y tierna misericordia de Dios para las almas que se sienten incurables, depravadas y perdidas. “Uno podría ser perdonado por pensar que nada se podía hacer con ellos”, dijo Joe refiriéndose a la historia del Padre Donald Calloway, de la Congregación de Padres Marianos de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, que hablaba sobre los escandalosos y rebeldes años juveniles. “¿Joe, tienes la esperanza de que quizás algún día te sea posible perdonar, te reconcilies con Susan y regreses a tu casa con tu familia?”, le pregunté, y Joe me contestó, “de seguro que eso es alimento para una reflexión espiritual.”

Jamás dejes de creer
En las pláticas de esa tarde, Colleen Willard de Chicago contó la historia de cómo en Medjugorje, fue milagrosamente curada de 13 complicadas condiciones médicas, incluyendo un tumor cerebral
incurable y una ruptura de disco que la había confinado a la silla de ruedas. “¿Cómo estás, Joe?”, le pregunté aquella tarde antes de que comenzara el programa. “Wow”, contestó. “Estoy empezando a creer que todo es posible con Dios y a través de la oración”. Animé a Joe a que jamás dejara de creer que Dios podía sanar la ruptura de su matrimonio y de su corazón, y le dije: “Tú
sabes que Jesús también fue traicionado y que conoce muy bien ese terrible dolor.” Joe sentía un profundo amor por su esposa y por su pequeña Eve, quien le decía “papito,” y esto provocaba que
constantemente Joe derramara lágrimas de dolor y compasión, pero también de alegría.

El camino desde el dolor
Eve había recibido un trasplante de médula ósea y estaba en remisión. Joe no podía soportar la idea de no tener a Eve en su vida, y la palabra remisión pasó de noche por su cabeza. Susan lo había invitado a la adopción oficial de Eve, y aunque Joe sopesaba la posibilidad, se lo impedía su incapacidad para perdonar a su esposa quien, por otro lado, padecía profundamente las consecuencias de su irresponsable acción porque también su propia familia le había declarado la guerra y Susan padecía su frialdad; se sentía sola y aislada. Sabiendo que ella había sido la causante del terrible dolor que padecía y del que había provocado en los que la rodeaban, les había pedido perdón a sus familiares y a Joe en varias ocasiones.

Al borde de la paz
Nuestro último exponente fue Goran Curkovi de Medjugorje programado para dar su ponencia aquel domingo. Su inspiradora historia sobre su recuperación de la adicción a la heroína, su situación de indigencia, su esquizofrenia, paranoia y auto destrucción de muchos años, causó abundantes lágrimas y
ocasionales risas de los asistentes. Joe ya había escuchado más que suficiente para convencerse de que Dios existía y que Él era quien hacía los milagros. Joe no se fue de la convención sin haberse confesado, y compartió con el sacerdote su historia entre lágrimas de enojo y decepción. Escuchó con el corazón abierto los consejos que le dio el confesor, tales como que el perdón le ayudaría a sanar y le darían paz y amor, que la amargura y el coraje sólo acabarían produciendo más caos y destrucción emocional tanto para él como para su esposa y su hija, y que era tiempo de que él tomara una decisión. Han pasado ya muchos años de eso. Eve cumplió las 14 primaveras, Joe se convirtió oficialmente en su ‘papito’, y finalmente Joe se reconcilió con Susan. Ahora son una pareja muy activa en la fe y son un testimonio silencioso de su camino de perdón.
Oración:
“Señor, ayúdame a perdonar a la persona que me ha causado este dolor, angustia y sufrimiento. Dame la fuerza para decir esas palabras que mis labios se niegan a pronunciar.
En tu nombre, oh Señor, bendigo a…… (decir el nombre). Amén.

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