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Hoy en la montaña, ante una gran multitud, proclamaré que no hay otro Dios sino Tú.
Esther Ahn Kim caminó lentamente hacia el santuario en la cima de la montaña, con sus estudiantes siguiéndola en silencio. La joven profesora de música sabía que cuando llegaran a aquel lugar de adoración, serían forzados a tomar una decisión que cambiaría sus vidas. Los japoneses, que habían tomado control de Corea en 1937, estaban obligando a todo el mundo a inclinarse ante el altar de su “dios sol”. El castigo para todo el que se rehusara a hacerlo sería la cárcel, torturas e incluso la muerte.
A pesar de que muchos otros cristianos habían decidido que estaría bien arrodillarse ante el ídolo solo ante la mirada de los japoneses, pero seguir rindiendo culto a Cristo en sus corazones, Esther no podía tomar tal decisión. Oró a Dios en silencio. “Hoy en la montaña, ante esta gran multitud, proclamaré que no hay otro Dios sino Tú” declaró.
Una gran multitud se había reunido, de pie y erguidos en filas, temerosos de moverse ante la mirada cruel de los policías japoneses. El corazón de Esther comenzó a latir fuertemente, aterrada por lo que estaba a punto de hacer. Una sensación de intranquilidad la sobrecogió, y silenciosamente oró el Padre Nuestro, una y otra vez. “Señor” oraba ella, “¡Soy tan débil! Por favor ayúdame a hacer esto, cuídame mientras Te defiendo”
Cuando uno de los oficiales gritó “¡Inclinémonos ante Amaterasu Omikami!” todas aquellas personas se arrodillaron, inclinándose solemnemente ante el santuario. Esther fue la única que se mantuvo de pie, mirando al cielo. El miedo y la incertidumbre que se habían apoderado de ella solo hacía unos minutos se habían desvanecido. La paz había inundado su corazón. Sabía que había hecho lo que Dios quería que ella hiciera.
Su valiente forma de “levantarse” por Cristo le valió seis horrorosos años en las prisiones japonesas. Durante este tiempo, a pesar de que su cuerpo se debilitó con el sufrimiento, su alma brillaba con un amor sobrenatural por sus persecutores y compañeros de prisión.
En medio de una noche helada, Esther escuchó lo que describió como un sonido “misterioso, similar a quejidos.” Fue informada por un carcelero de que se trataba de una prisionera china de 20 años de edad, a la cual iban a ejecutar por asesinar a su esposo. Incapaz de dejar de pensar en aquella mujer, Esther pidió que trajeran a esta peligrosa prisionera a su celda. El carcelero le advirtió a Esther “Esa mujer está loca. Muerde a todo el mundo”. Esther, aun así, insistió en que se la trajeran.
Los siguientes días fueron arduos para Esther, física, emocional y espiritualmente. Le cedió su escasa ración de comida a esta mujer, que estaba sucia y desequilibrada mentalmente. En vez de despreciarla, como todos los demás, Esther oró por ella sin descanso, sacrificando su propia comodidad para alcanzar el corazón de la asesina. Con el tiempo, fue capaz de compartir el amor de Cristo con su nueva amiga. Los demás prisioneros estaban impactados al ver la transformación de aquella mujer.
Cuando esta joven mujer fue llevada a su ejecución, los ojos de Esther se llenaron de lágrimas, cuando la vio caminar hacia su verdugo “… como si estuviera presurosa a encontrarse con Jesucristo”. Como Esther decidió abrazar a esta ‘loca’ y ‘peligrosa’ mujer con un amor que esta nunca antes había conocido, muchos otros han seguido su increíble ejemplo de sufrir valientemente para Cristo. Al abrir sus brazos para recibirla, así como cuando había recibido al mismo Jesucristo, llevó a muchas otras personas hacia el Reino de Dios; individuos que, si no hubiese sido por Esther, jamás habrían escuchado del Evangelio.
¿Estoy yo preparado para sufrir de forma correcta por Jesucristo? En medio de nuestras comodidades, es fácil pensar “Claro, si viniera una persecución yo jamás negaría el nombre de Cristo. Claro, si me encarcelaran, permanecería fiel a mi Fe.”
Debemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿De veras estoy “muriendo a mí mismo” diariamente, como lo hizo Esther? ¿O estoy más preocupado por proteger mis propias comodidades e intereses?
Mary Clare
Algo me hizo detenerme ese día… y todo cambió. Estaba a punto de comenzar el grupo del rosario en el asilo de ancianos donde trabajo como agente de cuidado pastoral, cuando vi a Norman, de 93 años, sentado solo en la capilla, bastante desolado. Los temblores del Parkinson parecían bastante pronunciados. Me acerqué a él y le pregunté cómo estaba. Con un encogimiento de hombros, derrotado, murmuró algo en italiano y se puso bastante lloroso. Sabía que no estaba bien. Su lenguaje corporal me resultaba muy familiar. Lo había visto en mi padre unos meses antes de que muriera: la frustración, la tristeza, la soledad, la angustia del “¿por qué tengo que seguir viviendo así?”, el dolor físico evidente por la cabeza fruncida y los ojos vidriosos... Me puse muy sentimental y no pude hablar por unos momentos. En silencio, puse mi mano sobre sus hombros asegurándole que estaba allí con él. Un mundo completamente nuevo Era la hora del té por la mañana. Sabía que para cuando lograra llegar al comedor, se perdería el servicio de té. Así que me ofrecí a prepararle una taza. Con mi mínimo italiano, pude interpretar sus preferencias. En la cocina cercana del personal, le hice una taza de té con leche y azúcar. Le advertí que estaba bastante caliente. Sonrió indicando que así le gustaba. Revolví la bebida muchas veces porque no quería que se quemara y, cuando ambos sentimos que estaba a la temperatura adecuada, se la ofrecí. Debido a su Parkinson, no podía sostener la taza con firmeza. Le aseguré que sostendría la taza; con mi mano y la suya temblorosa, sorbió el té sonriendo tan deliciosamente como si fuera la mejor bebida que hubiera tomado en su vida. ¡Terminó hasta la última gota! Sus temblores pronto cesaron y se sentó más alerta. Con su distinguida sonrisa exclamó: “¡Gracias!” Incluso se unió a los otros residentes que pronto se acercaron a la capilla y se quedó para el Rosario. Solo era una taza de té, pero significó el mundo entero para él, no solo para saciar una sed física, sino también un hambre emocional. Recordando Mientras lo ayudaba a beber su taza de té, recordé a mi padre. Los momentos en los que disfrutaba de las comidas que teníamos juntos sin prisa, sentándome con él en su lugar favorito del sofá mientras lidiaba con sus dolores de cáncer, acompañándolo en su cama, escuchando su música favorita, viendo misas de sanación juntos en línea… ¿Qué me llevó a encontrarme con Norman en su necesidad esa mañana? Seguramente no fue mi naturaleza débil y carnal. Mi plan era preparar rápidamente la capilla porque llegaba tarde. Tenía una tarea que cumplir. ¿Qué me hizo detenerme? Fue Jesús quien entronizó su gracia y misericordia en mi corazón para responder a las necesidades de alguien. En ese momento, comprendí la profundidad de la enseñanza de San Pablo: "Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Gálatas 2, 20). Me pregunto si, cuando llegue a la edad de Norman y anhele un cappuccino 'con leche de almendra, medio fuerte, extra caliente', ¿alguien me hará uno con tanta misericordia y gracia también?
By: Dina Mananquil Delfino
MoreNunca me había dado cuenta del significado real de "yugo" hasta que... Esta mañana tenía una sensación de pesadez; entendí que era un claro llamado a pasar más tiempo en oración. Sabiendo que la presencia de Dios es el antídoto para todos los males, me acomodé en mi “armario de oración”, que por hoy estaba ubicado en mi porche delantero. Sola, excepto por el canto de los pájaros y una brisa tranquila que se filtraba entre los árboles, descansé con los sonidos de la suave música de adoración que provenía de mi celular. A menudo he experimentado la libertad que proviene de apartar la vista de mí misma, de mis relaciones o de las preocupaciones del mundo. Dirigir mi atención a Dios me recordó el versículo del Salmo 22: “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel” (3). En efecto, Dios habita en las alabanzas de su pueblo. Comencé a sentirme centrada una vez más, libre de las cargas que se cernían sobre nuestra nación y el mundo. La paz volvió cuando sentí que mi llamado no era a llevar, sino a abrazar el yugo que Jesús ofrece en el Evangelio de Mateo: “Vengan a mí todos los que están cansados y cargados, y yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas.” (11; 28-29). El sello de un cristiano Mis padres crecieron en granjas. Es posible que alguno de ustedes haya visto dos animales conectados por un travesaño de madera sujeto al cuello, pero ese no fue mi caso. Siempre había interpretado ese versículo imaginando a Jesús asociándose con nosotros en la vida: Él, soportando la mayor parte de la carga, y yo caminando a su lado, logrando lo que me correspondía hacer con su ayuda y guía. Pero recientemente aprendí que un "yugo" era una expresión judía del primer siglo, que significaba algo completamente diferente a la imagen agraria de dos bueyes conectados por sus cuellos. “Yugo”, como lo usó Jesús, se refiere a la colección de enseñanzas de un rabino. Al elegir seguir las enseñanzas de un rabino en particular, una persona se convierte en su discípulo y elige caminar con él. Jesús, en efecto, está diciendo: “Te estoy mostrando cómo es caminar con Dios”. ¡No es un deber ni una obligación, sino un privilegio y un don! Aunque había experimentado el “yugo” de Jesús como un privilegio y un regalo, los “problemas del mundo” que prometió que experimentaríamos a menudo, lograron empañar el gozo que debería ser en mí el sello distintivo de una cristiana. Durante la oración de esta mañana, abrí un libro escrito hace casi veinticinco años por un sacerdote franciscano, y pasé a una página que sonaba como si estuviera escrita hoy: “Cuando la gracia ya no es una realidad experimentada, parece ser que el reino de la libertad se pierde también… Es tan fácil demonizar al otro lado, al que piensa diferente. Así lo podemos ver escrito con letras grandes en las elecciones de este país: Todo lo que cualquiera de las partes sabe hacer es atacar al otro. No tenemos nada positivo que nos lleve a creer, nada que sea iluminador, que nos enriquezca o nos interpele de manera profunda. La identidad negativa, superficial como es, surge más fácilmente que la elección dedicada. Francamente, es mucho más fácil estar en contra que a favor. Incluso en la Iglesia, muchos no tienen una visión positiva de lo que tienen enfrente, por lo que llevan la carga hacia atrás o en contra. Tengamos en cuenta que el concepto de Jesús del "Reino de Dios" es totalmente positivo; no está basado en el miedo ni en contra de algún individuo, grupo, pecado o problema. (“Everything Belongs”, [Todo Pertenece], 1999). Poco a poco La pesadez que había estado sintiendo era el resultado no solo de la división en nuestro país, sino también entre los integrantes de mi propio círculo que, como yo, llaman a Jesús “Señor”, pero parecen incapaces de honrar los diferentes llamados y caminos de otras personas. Sabiendo que Jesús restauró la dignidad a aquellos a quienes la sociedad había avergonzado, ¿no es esto lo que nosotros como sus seguidores deberíamos hacer por los demás?: Incluir, no excluir; extender la mano, no alejarla; escuchar, no condenar. Yo misma luché contra eso. Era difícil entender cómo otros podían ver las cosas de una manera que a mí me parecían contrarias al mensaje cristiano; pero tenían la misma dificultad para mirar desde la lente a través de la cual yo misma podía ver ahora el “yugo” de Jesús. Aprendí hace años el valor de tener un espíritu abierto a ser enseñado. Es fácil para nosotros sentir que tenemos la única verdad; sin embargo, si somos discípulos firmes, expandiremos continuamente nuestra visión no solo a través de la oración, sino también a través de la lectura, la meditación en las Escrituras y escuchando a aquellos que son más sabios que nosotros. Es de suma importancia la elección de las personas a quienes les permitimos tener un lugar de influencia sobre nosotros. Las personas de fe e integridad probadas, que han llevado “vidas dignas de su llamamiento” merecen nuestra atención. Sobre todo, el ejemplo de quienes modelan el amor, buscando el bien de todos, nos ayudará a crecer y cambiar a lo largo de los años. Nuestro carácter será refinado, poco a poco, a medida que seamos “transformados a imagen de Cristo”. Si nosotros, con toda nuestra iluminación, todavía sentimos que debemos decir la verdad de la manera como la entendemos, aun con el amor con el que hablemos, podremos fácilmente cometer el error de pensar que somos la voz del Espíritu Santo en la vida de alguien más. Solo Dios conoce el corazón, la mente y la obediencia de la persona que vive para Él. La obra de su Espíritu y la respuesta de otro no son nuestras jurisdicciones. Ciertamente, un buen padre no señalaría con el dedo a un niño pequeño e insistiría en que actúe como un adulto. Un buen padre entiende que se necesitan muchos años, mucha enseñanza y un buen ejemplo para que el niño madure. ¡Afortunadamente, tenemos un Padre muy bueno! El Salmo 22 me vino a la mente de nuevo. El mismo salmo que Jesús citó desde la cruz, en lo más profundo de su dolor y sufrimiento, termina con el recordatorio de que cada generación contará a sus hijos las cosas buenas que el Señor ha hecho. La gracia abunda y le sigue la libertad. Decidí nuevamente ofrecer ambas a aquellos que no entiendo y que no me entienden a mí. Aquel con quien estoy en “yugo” de por vida, me muestra el camino.
By: Emmanuel
MoreDios no envía a nadie con las manos vacías, excepto a aquellos que están llenos de sí mismos. Una vez escuché a un maestro de Taekwondo corregir con mucho tacto a un joven adolescente que buscaba ser su estudiante de artes marciales: “Si quieres aprender artes marciales conmigo”, dijo, “primero debes servir el té en tu taza, y luego traer de vuelta la taza vacía.” Para mí, el significado del maestro fue claro y conciso: no quería un estudiante orgulloso. Una taza llena de té no tiene espacio para más; no importa cuán bueno sea lo que se intente agregar, desbordará la taza. Del mismo modo, ningún estudiante puede aprender incluso del mejor de los maestros si ya está lleno de sí mismo. Mientras mis ojos seguían al joven que se alejaba indignado, me dije a mí misma que nunca caería en esa trampa orgullosa. Sin embargo, unos años más tarde, me encontré trayendo una taza rebosante de té amargo a Dios, mi Maestro. Lleno hasta el borde Me asignaron enseñar religión a estudiantes desde prescolar hasta segundo grado, en una pequeña escuela católica de Texas. Recibí ese encargo de mi superior religioso con pesar y desaliento. Para mí, la razón era bastante comprensible: había completado mi Maestría en Teología, porque quería convertirme en profesora universitaria de Sagrada Escritura y, más tarde, en una solicitada oradora. Claramente, esta tarea no cumplía con mis expectativas y requirió mucho menos de mí de lo que pensé que podría dar. Caí postrada en llanto en el suelo de la capilla del convento y me quedé allí durante mucho tiempo. ¿Cómo puedo ir a enseñar a un grupo de niños pequeños?, ¿qué beneficio puedo obtener por trabajar entre niños? De hecho, mi taza de té estaba llena hasta el borde. Pero incluso en mi orgullo, no podía soportar alejarme de mi Maestro. La única salida era rogarle por ayuda. El Maestro me vio de principio a fin y estaba listo para ayudarme a vaciar mi taza de té, para poder llenarla con un té más sabroso. Irónicamente, eligió usar a los mismos niños que puso a mi cargo para enseñarme humildad y vaciar mi copa de orgullo. Para mi sorpresa, comencé a darme cuenta de que los niños estaban apenas comenzando a formarse; eran como pequeños teólogos. De cuando en cuando, sus preguntas y comentarios me dieron una mayor comprensión y percepción de la naturaleza de Dios. La pregunta de Andrew, un pequeño de cuatro años me llevó a una respuesta sorprendente: “¿Cómo puede Dios estar dentro de mí?”, preguntó. Mientras organizaba mis pensamientos y preparaba una respuesta teológica sofisticada, la pequeña Lucy respondió sin dudarlo un momento: “Dios es como el aire. Él está en todos lados." Luego respiró hondo para mostrar cómo Dios podía ser como el aire dentro de ella. Entrenada por el verdadero Maestro Dios no solo se valió de los niños para ayudarme a vaciar mi taza, sino también para enseñarme ‘artes marciales’ para mis batallas espirituales. Mientras veía un breve video sobre la historia del fariseo y el recaudador de impuestos, el pequeño Mateo se echó a llorar. Cuando le pregunté el por qué, admitió con humildad: “El otro día me sentí orgulloso de haber compartido mi helado con mi amigo”. Sus palabras me recordaron que debía permanecer en guardia contra el pecado del orgullo. Al final del año, aprendí que mientras yo vaciaba mi taza de té, Dios la llenaba de Sí mismo. Hasta los niños me lo dijeron. Un día, Austin preguntó a escondidas: “Hermana, ¿qué es la Biblia?” Sin esperar respuesta, me señaló: “Tú eres la Biblia”, dijo. Estaba un poco sorprendida y confundida, pero la pequeña Nicole proporcionó la explicación: "Porque en ti todo se trata de Dios", dijo. Fue a través de los niños que Dios vertió té nuevo en mi taza. Muchos de nosotros acudimos a Dios para pedirle que nos enseñe cómo pelear nuestras batallas espirituales, sin darnos cuenta de que nuestra taza está demasiado llena de orgullo como para dejar espacio a su enseñanza. He aprendido que es más fácil traer una taza vacía y pedirle a nuestro Maestro que la llene con su propia vida y sabiduría. Dejemos que el verdadero Maestro nos entrene y nos dé ejercicios para nuestro viaje de vida y para las batallas que inevitablemente libraremos. Puede que nos sorprenda y se sirva de niños pequeños, o de otras personas que menospreciamos, para enseñarnos; pero recordemos que “Dios escogió a los humildes y despreciados del mundo, a los que nada valen, para reducir a nada a los que son algo, para que ningún ser humano se gloríe delante de Dios” (1 Corintios 1, 28-29).
By: Hermana Theresa Joseph Nguyen, O.P.
MoreTenía 65 años y estaba buscando cambiar mi póliza de seguro de vida. Por supuesto, requirieron algunas pruebas de laboratorio. Pensé: "Está bien, hare lo que me pidan". Hasta entonces, todas las pruebas de laboratorio que había tomado habían sido normales, incluidas las radiografías de tórax, los electrocardiogramas y las colonoscopias, todas normales. Mi presión arterial era de 126/72 y mi IMC era de 26. Hacia ejercicio cuatro veces por semana y comía una dieta bastante saludable. Me sentía bien y estaba totalmente asintomático. Todos mis resultados de laboratorio salieron normales... excepto mi PSA, fue de 11 ng/ml (lo normal es menos de 4.5 ng/ml). Tres años antes había sido normal. ¡Caramba! Entonces, fui a ver a mi médico. Durante el examen rectal, encontró mi próstata agrandada y endurecida. "Sospecho de cáncer, te voy a referir a un urólogo", dijo. Problemas, otra vez. Once de once biopsias de próstata fueron positivas para el cáncer. Mi puntaje de Gleason fue de 4 + 5, lo que significaba que era un cáncer de alto grado y podía crecer y propagarse más rápidamente. Entonces, me sometí a una prostatectomía radical, radioterapia y terapia hormonal con Lupron. ¡Oh esos sofocos! Señoras créanme cuando digo; Sé por lo que están pasando. Problemas, una vez más. Entonces, ¿por qué solo "problemas" y no "no lo creo, no puede ser, voy a morir? ¿Dios me está castigando”? Bueno, déjame decirte por qué. Antes de que la insuficiencia renal de mi madre requiriera diálisis peritoneal en casa, mis padres viajaban bastante, especialmente a México. Cuando la diálisis diaria detuvo los viajes, pasaron más tiempo trabajando en rompecabezas, leyendo y estudiando su Biblia. Esto los acercó mucho más a Dios. Entonces, cuando sus médicos le dijeron que no había nada más que pudieran hacer por ella, ella estaba de acuerdo con eso. Ella me dijo: "Estoy cansada, estoy lista para estar con mi Padre. Estoy en paz con mi familia y amigos, conmigo misma, pero lo más importante, estoy en paz con Dios". Unos días más tarde, murió pacíficamente con una sonrisa en su rostro. "Estoy en paz con Dios". Eso es lo que quería. Ya no quería ser solo un católico de la misa dominical. Fue entonces cuando comencé el camino que me ha llevado más cerca de Dios: leer y estudiar la Biblia tanto en inglés como en español, orar, rezar el Rosario, dar gracias por mis bendiciones y ser voluntario como maestro de catecismo. Pronto, espero terminar mi pasantía como capellán voluntario de hospital y estoy a punto de completar mi curso de guía espiritual. Entonces, sí, tener cáncer de próstata es un fastidio, pero eso es todo lo que es, porque estoy en paz con Dios.
By: Dr. Victor M. Nava
MoreChristopher estaba esperando a que su padre lo recogiera de la iglesia. Él estaba meditando sobre lo que su maestro de Catecismo le había enseñado acerca de la Misa Negra y los adoradores de Satanás que maltrataban a Jesús burlándose y profanando a la Hostia Eucarística consagrada . Nunca antes había oído hablar de una Misa Negra y él sintió lástima por Jesús. En su inocencia, Christopher trató de elaborar un plan. De repente, su atención fue captada un lagarto que se autoamputó su cola y la derramó para distraer al depredador, un ave de color marrón. Christopher notó que la cola cortada se estaba moviendo y girando, y el ave de color marrón continuamente luchaba con su pico contra la cola sin darse cuenta de que el lagarto había huido. Mirando eso, Christopher pensó, ¿qué pasaría si Jesús se va del Santísimo Sacramento? ¿Y si Jesús pudiera escapar de los adoradores de Satanás, como el lagarto? ¿y si Jesús pudiera eliminar su presencia en el Santísimo Sacramento para que no tuviera que sufrir? Si Jesús renuncia, entonces la hostia Consagrada se convertiría en pan común. De esa manera, los adoradores de Satanás, o aquellos que participan en la Misa Negra, no podrían humillar a Jesús. Más tarde ese día, cuando su padre vino a recogerlo, Christopher detalló extasiado su nuevo plan para Jesús. "Papá, ¿por qué Jesús no puede renunciar al Santísimo Sacramento? De esa manera, él no tendría que sufrir, ¿verdad?”. Christopher preguntó. Por un momento, su padre se quedó en silencio. Esta era una pregunta extraña y su padre nunca había pensado en esto antes. “Hijo mío, Jesús no puede dejar el Santísimo Sacramento porque Él es fiel a Su palabra”, dijo finalmente su padre. “El sacerdote usa las palabras de Jesús cuando bendice la Eucaristía. Cuando Jesús dice: "Este es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados", nos ha hecho una promesa. Él nunca se retractará de Su promesa. Así que, para la humanidad, sufrirá cualquier humillación. Jesús sufrió y renunció a su vida en el Calvario para salvar a la humanidad hace dos mil años. Todavía está sufriendo hoy.” ¿Nos damos cuenta de cuánto está sufriendo Jesús en el Santísimo Sacramento debido a nuestro pecado, ignorancia y falta de respeto? Oremos por la conversión de aquellos que participan en las Misas Negras y todos los demás pecadores. Oremos también para que toda la humanidad respete y ame a Jesús en el Santísimo Sacramento.
By: Rosemaria Thomas
MoreQuizás estés familiarizado con el centurión que perforó el costado de Jesús mientras el Señor estaba clavado en la Cruz. Según algunas tradiciones y leyendas, el soldado se llamaba Longinos, un nombre que aparece por primera vez en el evangelio apócrifo de Nicodemo. El soldado no es nombrado en los evangelios canónicos. Según las leyendas, después de sufrir heridas en batallas pasadas, Longinos fue cruelmente burlado por sus compañeros soldados por su falta de visión. En el momento en que perforó el costado del Señor, la sangre salpicó sus ojos. Inmediatamente su vista fue restaurada. En el Evangelio de San Marcos lo escuchamos exclamar: "¡Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!" La tradición también nos dice que Longinos abandonó al ejército, tomó la instrucción de los apóstoles y se hizo un monje en Capadocia. Allí fue detenido por su fe, sus dientes arrancados a la fuerza y su lengua cortada. Sin embargo, Longinos milagrosamente siguió hablando claramente y logró destruir a varios ídolos en presencia del gobernador. El gobernador, que fue cegado por los demonios que se escaparon de los ídolos, hizo restaurar su vista milagrosamente por Longinos. Cuando Longinos fue decapitado, parte de su sangre salpicó los ojos del gobernador y el gobernador fue sanado instantáneamente. San Longinos es uno de los primeros mártires de la Iglesia. Su lanza es una de las muchas reliquias asociadas con Cristo y se puede encontrar en uno de los cuatro pilares sobre el altar principal de la Basílica de San Pedro.
By: Shalom Tidings
MoreSan Francisco de Asís tuvo un gran temor y aborrecimiento de los leprosos. Él confesó que la vista de un leproso era tan repugnante para él que se negaba incluso a acercarse a sus viviendas. Si veía a uno de ellos o pasaba por el leprosario durante sus viajes, volteaba la cabeza y se cubría la nariz. A medida que tomó más seriamente su fe y tomó la amonestación de Cristo de amar a los demás como te amas a ti mismo, se avergonzó de su actitud. Así que un día cuando un hombre afligido con lepra cruzó su camino, él venció sus sentimientos de horror y asco y, en lugar de alejarse, salto de su caballo, besó al leproso y puso dinero en su mano. Pero cuando Francisco montó de nuevo y volteó hacia atrás, no podía encontrar al leproso en ninguna parte. Con entusiasmo, se dio cuenta de que era Jesús a quien había besado. Después de recaudar algunos fondos, fue al hospital de leprosos y dio limosna a cada uno, besando sus manos con reverencia mientras lo hacía. Lo que antes había parecido desagradable para él — ver o tocar a un leproso — fue transformado en dulzura. Más tarde Francisco escribió, "cuando yo estaba en pecado, ver a los leprosos me causaba asco más allá de toda medida; pero entonces Dios mismo me llevó a su compañía, y yo tuve piedad de ellos. Cuando los conocí, lo que antes me había causado náuseas se convirtió en la fuente de consuelo espiritual y físico para mí". Hoy en día, a menudo vemos a personas a nuestro alrededor que están afectadas con la lepra espiritual. La mayoría de las veces tratamos de mantenernos alejados de ellos, pero no nos damos cuenta de que también ha entrado en nuestros propios corazones. Así que en lugar de juzgar y señalar a los demás, limpiémonos de la mente y dureza del corazón. En primer lugar, Dios nos concedió su gracia y misericordia aunque estemos quebrantados y heridos. Lleguemos a los demás con esta misericordia y compasión que recibimos incondicionalmente.
By: Shalom Tidings
MorePasión del Martirio Santa Perpetua era una noble de 22 años, bien educada y madre de un hijo pequeño que vivía en Cartago, en el norte de África, en el siglo II. Durante el reinado del emperador romano Septimio Severo, quien prohibió la conversión al cristianismo. Fue arrestada junto con Felicitas, una esclava que estaba embarazada de ocho meses. Perpetua, Felicitas y algunos otros catecúmenos fueron colocados en una mazmorra oscura y más tarde sentenciados a enfrentarse a animales salvajes en un anfiteatro en el cumpleaños del emperador. Mientras estaba en la prisión, Perpetua llevaba un diario de las visiones que se le dieron sobre el futuro. En una visión, vio una escalera alta, pero estrecha, que llegaba hasta el cielo. Espadas, lanzas, ganchos y dagas estaban unidos a los lados de la escalera y al pie de la escalera había un enorme dragón. Inspirada por las palabras de uno de sus compañeros que ya había subido la escalera, Perpetua llegó sin miedo a la cima. Como era ilegal quitarle la vida a las mujeres embarazadas, Felicitas estaba profundamente preocupada porque no sería capaz de abrazar el martirio con sus amigos. Sus compañeros rezaron fervientemente y Felicitas dio a luz a una niña dos días antes de la fecha fijada para su muerte. Su fe impresionó tanto al carcelero que se convirtió al cristianismo. El día de su martirio, las mujeres marcharon al anfiteatro con alegría, con rostros tranquilos. Perpetua y Felicitas fueron arrojadas frente a una vaquilla loca para ser mutiladas. Cuando la vaquilla arrojó a Perpetua al suelo, se sentó, bajó su túnica para cubrir su cuerpo, pensando más en su modestia que en su dolor. Entonces se ordenó que Perpetua y sus compañeros fueran asesinados por un gladiador. Cuando fue el turno de Perpetua, ¡tomó la mano temblorosa del joven gladiador y la guió a su garganta! Tal fe no era rara entre los primeros cristianos. Su valor nos desafía a preguntarnos si estaríamos dispuestos a renunciar a nuestra vida en lugar de nuestra fe.
By: Shalom Tidings
MoreEn las primeras horas del 2 de septiembre de 2020, David Blaine, el mago y artista mundialmente famoso, hizo algo que otros sólo podían soñar. De hecho, lo que hizo comenzó con un sueño que vio en una película que vio con su madre cuando tenía 5 años. David, que había prometido no realizar actos de miedo desde que su niña pequeña Dessa llegó a su vida, quería inspirar a su hija haciendo algo hermoso. Se aferró a 52 grandes globos de helio y voló hacia el cielo. Mientras lentamente adquirió altura, él mantuvo los pesos que llevaba sobre él para mantener el ascenso controlado. Finalmente subió a una impresionante altura de 24,900 pies (algunas de las avionetas más pequeñas vuelan así de alto). Desde allí, se separó de los globos y saltó. Cuando alcanzó los 7000 pies, abrió su paracaídas y pronto aterrizó con seguridad. Una vez que recuperó su compostura, habló con su hija que lo escuchaba a través de la radio inalámbrica y le dijo que lo hizo todo por ella y que la ama mucho. Y ella dijo, "Gracias, lo lograste, gracias". Esta historia de amor entre un padre y su hija nos recuerda el amor de nuestro Padre celestial que por su amor a nosotros entregó a su único hijo, quien no solo vivió entre nosotros en nuestro estado humilde, sino que aceptó voluntariamente el sufrimiento y las heridas para que usted y yo pudiéramos ser sanados. Él fue hasta la cruz y murió y resucitó por nosotros, para que pudiéramos estar con él por la eternidad. Él continúa amándonos con la misma intensidad incluso hoy, incluso ahora. ¿Qué tipo de amor es ese? Uno podría estar asombrado, sorprendido, aturdido, confuso, deslucido y estupeficado por lo que David hizo por su niña. Pero cuánto más abrumados y sin palabras debemos estar en lo que nuestro Padre celestial ha hecho por nosotros. Nosotros también podemos llorar con alegría, "¡Gracias! ¡lo has logrado! ¡Gracias!"
By: Shalom Tidings
More¿Dios realmente se interesa por lo que está ocurriendo en tu vida? Esta historia, ya sea ficticia o no, seguramente cambiará tu perspectiva. Durante la Segunda Guerra Mundial, un soldado fue separado de su pelotón. La batalla había sido intensa, pero entre el fuego y el humo había perdido contacto con sus camaradas. Una vez sólo en la jungla, escuchó que se acercaban los soldados del ejército enemigo. En su búsqueda desesperada por refugio, se escabulló a un risco alto donde encontró unas cuevas pequeñas. Rápidamente, se metió en una de ellas. A pesar de que estaba a salvo en ese momento, se dio cuenta de que si los soldados lo seguían hacia ese risco y buscaban dentro de las cuevas, iban a encontrarlo. Mientras esperaba ansiosamente, oró así “Señor, por favor salva mi vida. Pase lo que pase, te amo y confío en ti. Amén.” El sonido de las pesadas botas de los enemigos se acercaba más y más. “Bueno, supongo que el Señor no va a ayudarme a salir de esta” pensó, derrotado. Malhumoradamente, vio cómo una araña tejía una telaraña frente a su cueva. “Ajá” se quejó el soldado, “lo que necesito es una muralla de ladrillos y el Señor me manda una telaraña. Dios de verdad que tiene un sentido del humor”. Mientras los enemigos se acercaban a su cueva, el soldado protagonista de esta historia se preparó para enfrentarlos por última vez, cuando escuchó a alguien decir “No tiene sentido que busquemos en esta cueva… ¡Si alguien hubiera entrado ahí, hubiera tenido que romper esta telaraña!” Para su asombro, luego de mirar la cueva superficialmente, los soldados enemigos se fueron de ahí. La frágil telaraña le había salvado la vida. “Señor, perdóname.” Oró. “Había olvidado que Tú puedes hacer que una telaraña sea más fuerte que una muralla de ladrillos. "Dios ha escogido lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos." (1 Corintios 1: 27)
By: Shalom Tidings
MoreMi verdadera intención era que todos los seminaristas de Winona-Rochester se pusieran de pie por un momento durante mi homilía en la misa de instalación. Había dicho a los fieles, en palabras de Juan Pablo II: “Ecclesia de Eucharistia”, lo que significa que: La Iglesia viene de la Eucaristía; y puesto que la Eucaristía viene de los sacerdotes, se deduce lógicamente que, si no hay sacerdotes, no habrá Iglesia. Por eso buscaba que todos vieran y reconocieran a los jóvenes de nuestra diócesis que están discerniendo activamente un llamado a esta forma de vida indispensable e importante. Durante la ovación, algo me vino como inspiración. No había planeado decirlo, no estaba en mi texto, pero lo solté cuando los aplausos se estaban apagando: "¡Vamos a duplicar el número de seminaristas en los próximos cinco años!" Una confirmación de que esto fue tal vez del Espíritu Santo es que los fieles, en cada visita que he realizado hasta ahora en la diócesis, me han repetido con entusiasmo esas palabras. De hecho, la líder de uno de los grupos de Serra me ha comentado que ella y sus compañeros han decidido aceptar el reto. Tenemos veinte seminaristas, tanto en el nivel universitario como en el de teología principal, lo cual es bastante bueno para una diócesis de nuestro tamaño. Y tenemos una maravillosa cuadrilla de sacerdotes, tanto activos como 'jubilados', que están ocupados sirviendo a nuestras casi cien parroquias. Pero los que están por debajo de la edad de jubilación sólo son alrededor de sesenta, y todos nuestros sacerdotes están al límite. Además, no habrá ordenaciones sacerdotales en Winona-Rochester durante los próximos dos años. Por lo tanto, no hay duda: necesitamos más sacerdotes. Ahora bien, el papel que desempeñan los obispos y los sacerdotes es clave para el fomento de las vocaciones. Lo que atrae a un joven al sacerdocio es, sobre todo, el testimonio de sacerdotes felices y sanos. Hace algunos años, la Universidad de Chicago realizó una encuesta para determinar qué profesiones eran las más felices. Por un margen bastante amplio, los que se consideraron más satisfechos fueron los miembros del clero. Además, una variedad de encuestas ha demostrado que, a pesar de los problemas de los últimos años, los sacerdotes católicos reportaron niveles muy altos de satisfacción personal en sus vidas. Teniendo en cuenta estos datos, una recomendación que haría a mis hermanos sacerdotes es la siguiente: ¡Que la gente lo vea! Hazles saber cuánta alegría sientes al ser sacerdote. Pero pienso que los laicos tienen un papel aún más importante que desempeñar en el cultivo de las vocaciones. Dentro del contexto protestante, a veces el hijo de un gran predicador sigue los pasos de su padre para que un ministro engendre efectivamente a otro. Pero esto, por razones obvias, no puede suceder en un entorno católico. En cambio los sacerdotes, sin excepción, provienen de los laicos; tienen su origen en una familia. La decencia, la oración, la bondad y el aliento de los padres, hermanos, abuelos, tías y tíos marcan una enorme diferencia en el fomento de la vocación al sacerdocio. Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia es el de mi padre, arrodillado en intensa oración después de la comunión un domingo en la parroquia de Santo Tomás Moro en Troy, Michigan. Yo solo tenía cinco o seis años en ese momento, y consideraba a mi padre el hombre más poderoso de la tierra. El hecho de que estuviera arrodillado en súplica ante alguien más poderoso moldeó profundamente mi imaginación religiosa; y, como puedes ver, nunca he olvidado ese momento. Mis padres amaban y respetaban a los sacerdotes y se aseguraban de que los niños tuviéramos un contacto constante con ellos. Créeme, su apertura de espíritu con respecto a los sacerdotes afectó profundamente mi vocación. Y no podemos olvidar a quienes no son miembros de una familia, que también pueden encender la llama de una vocación. Estudio tras estudio se ha demostrado que uno de los factores más importantes para convencer a un joven a entrar en el seminario es que un amigo, colega o anciano de confianza le dijo que sería un buen sacerdote. Sé que hay muchas personas que albergan en sus corazones la convicción de que un joven debe ingresar al seminario, porque han notado sus dones de bondad, oración, inteligencia, etcétera, pero nunca han reunido el coraje ni se han tomado el tiempo para decírselo. Tal vez han asumido que otros ya lo han hecho; pero esto significa que trágicamente se ha perdido una oportunidad. Yo diría simplemente esto: si has observado virtudes en un joven que lo llevarían a ser un buen sacerdote, asume que el Espíritu Santo te ha dado esta visión para que puedas compartirla con ese joven. Créeme, las palabras más sencillas que pronuncies podrían ser semillas que darán fruto al treinta, sesenta y ciento por uno. Por último, si te sientes muy convencido de las vocaciones: ora por ellas. En la Biblia, nada de importancia se logra sin la oración. Dios se deleita cuando cooperamos con su gracia, aunque la obra de salvación es suya al final del día. ¡Así que pregúntale a Él! ¿Podría sugerirte un intercesor especial para estos casos? Santa Teresa de Lisieux, la “Pequeña Flor”; ella dijo que entró en el convento "para salvar almas y especialmente para rezar por los sacerdotes". También dijo que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra; que le pidiéramos por tanto, su intercesión, mientras pedimos al Señor que duplique el número de nuestros seminaristas en los años por venir.
By: Obispo Robert Barron
More¿Alguna vez has mirado a los ojos de alguien con un asombro interminable, esperando que ese momento nunca pase? “Estén siempre alegres, oren sin cesar, y en todo momento den gracias a Dios” (1 Tes 5, 16-18). La pregunta más importante que la gente se hace es: “¿Cuál es el propósito de la vida?” Con el riesgo de que parezca que simplifico la realidad, lo diré, y muchas veces lo he dicho en el púlpito: “Ésta vida se trata de aprender a orar”. Nosotros venimos de Dios y nuestro destino es regresar a Dios… y cuando oramos iniciamos nuestro camino de regreso a Él. san Pablo nos dice que vayamos aún más lejos; esto es, orar sin cesar. Pero, ¿cómo podemos hacer esto? ¿Qué podemos hacer para orar sin cesar? Entendemos lo que significa orar antes de misa, orar antes de comer, orar antes de ir a dormir, pero ¿cómo puede uno orar sin cesar? El gran clásico espiritual, “El peregrino ruso”, escrito por un campesino desconocido del siglo XIX en Rusia , aborda esa misma cuestión. Este trabajo se centra en la oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” En el rito oriental lo repiten constantemente utilizando una cuerda de oración que es similar a un rosario, pero tiene 100 o 200 nudos, algunos incluso llegan a tener hasta 300 nudos. Una vela encendida Obviamente, no podemos estar constantemente repitiendo esta oración, por ejemplo, cuando estamos hablando con alguien más, en alguna reunión, cuando estamos trabajando… Entonces, ¿cómo funciona esto? El propósito detrás de repetir esta oración constantemente es el de crear un hábito en nuestra alma, una disposición. Comparémoslo con aquéllos que tienen una disposición musical. Aquéllos que han sido bendecidos con el don de la música casi siempre tienen una melodía sonando en su mente, puede ser una canción que escucharon en la radio, o una canción en la que estén trabajando si son músicos. La melodía no está al frente de sus mentes, es como una música de fondo. De la misma manera, orar sin cesar es orar en el fondo de nuestra mente, de manera constante. Una inclinación a orar ha sido desarrollada como el resultado de la constante repetición de ésta oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” Pero de la misma manera puede ocurrir con aquellos que acostumbran rezar el rosario frecuentemente: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega Señora por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.” Lo que sucede es que eventualmente, las palabras dejan de ser necesarias porque el verdadero significado de lo que expresan viene a habitar y se imprime en nuestro subconsciente, y a pesar de que la mente se encuentre preocupada con cualquier situación, como realizar algún pago o tomar una importante llamada, el alma está orando en el silencio, sin necesidad de palabras, como una vela que permanece encendida. Es en ese momento cuando comenzamos a orar sin cesar; comenzamos con palabras, pero eventualmente, vamos más allá de las palabras. Oración del asombro Existen diferentes tipos de oración: de petición, intercesión, acción de gracias, alabanza, adoración. El tipo de oración más elevado que cada uno de nosotros está llamado a realizar es la oración de adoración. En palabras del P. Gerald Vann, esta es la oración del asombro: “La mirada tranquila y sin palabras de la adoración, es propia del amante. No está hablando, no está ocupado o agitado, no está pidiendo nada: está tranquilo, solamente acompañando, y hay amor y asombro en su corazón”. Este tipo de oración es mucho más difícil de lo que solemos pensar, pues se trata de ponerse frente a la presencia de Dios, en silencio, enfocando toda nuestra atención en Dios. Esto es difícil porque repentinamente somos distraídos por todo tipo de pensamientos, y nuestra atención va de un lado a otro, sin que nos demos cuenta. Pero en el momento que logramos ser conscientes de esto, solo tenemos que volver a enfocar nuestra atención en Dios, habitando en su presencia; pero en menos de un minuto, nuestra mente vuelve a divagar, distrayéndose con infinidad de pensamientos. Es en este momento cuando las pequeñas oraciones se vuelven tan importantes y nos ayudan; como la oración de Jesús, o alguna otra frase de los Salmos, por ejemplo: “Dios ven en mi auxilio, date prisa Señor en socorrerme” (Sal 69, 2), o “en tus manos encomiendo mi espíritu” (Sal 31, 6). Repetir estas pequeñas frases nos ayudará a tranquilizar nuestro interior y a regresar a su presencia. Mediante la constancia, eventualmente seremos capaces de estar en silencio ante la presencia de Dios, incluso por largo tiempo sin distracciones. Y es también un tipo de oración que nos brinda una gran sanación para nuestro subconsciente, pues muchos de los pensamientos que vienen a nuestra mente en esos momentos, son generalmente heridas no sanadas que han estado reprimidas en nuestro subconsciente, y aprender a soltarlas nos da una profunda sanación y paz; porque gran parte de nuestra vida cotidiana está impulsada por estos recuerdos no sanados en el inconsciente, razón por la cual suele haber una gran agitación en la vida interior de los fieles. Una partida en paz Hay dos tipos de personas en este mundo: aquellos quienes creen que esta vida es una preparación para la vida eterna, y aquellos que creen que esta vida es todo lo que hay y que lo que hacemos es sólo una preparación para la vida en este mundo. He visto a una gran cantidad de personas en los hospitales en estos últimos meses, personas que han perdido su movilidad, que tuvieron que pasar meses en una cama de hospital, y muchos que murieron después de un largo tiempo. Para aquellos que no tuvieron una vida espiritual y no cultivaron el hábito de orar a través de su vida, esos últimos meses son con frecuencia muy dolorosos e incómodos; he ahí el por qué la eutanasia se está volviendo tan popular. Pero para aquellos con una fuerte vida espiritual, aquellos que usaron su tiempo en esta vida para preparase para la vida eterna aprendiendo a orar sin cesar, sus meses o años finales, incluso en una cama de hospital, no son para nada insoportables. Visitar a estas personas es inclusive gratificante, porque hay una profunda paz en ellos, y se encuentran agradecidos. Y lo asombroso de ellos es que no están pidiendo la eutanasia. En vez de hacer de su acto final un acto de rebeldía y de muerte, su muerte se convierte en su oración final, un ofrecimiento, un sacrificio de alabanza y agradecimiento por todo lo que recibieron a lo largo de sus vidas.
By: Diácono Doug McManaman
MoreP – No siento la presencia de Dios cuando oro. ¿Estoy progresando en la vida espiritual si no me siento cerca de Él? R – Si te cuesta sentir la presencia de Dios en tu vida de oración ¡no estás solo en esto! La mayoría de los grandes santos pasaron por una época de sequía. La Madre Teresa, por ejemplo, pasó treinta y cinco años sin sentir su presencia. Todos los días, durante años, cuando san Juan de la Cruz anotaba en su diario las percepciones o inspiraciones espirituales que recibía en la oración, escribía solo una palabra: "Nada". Santa Teresa de Lisieux escribió esto sobre su oscuridad: "Mi alegría consiste en estar privada de toda alegría aquí en la tierra. Jesús no me guía abiertamente; ni lo veo ni lo oigo". San Ignacio de Loyola llamó "desolación" a la experiencia de sentir que Dios está lejos, cuando nuestras oraciones se sienten huecas y rebotan en el techo. En la desolación no sentimos deleite en la vida espiritual, y cada actividad espiritual se siente como si fuera una tarea y un trabajo cuesta arriba. Es un sentimiento común en la vida espiritual. Debemos tener claro que la desolación no es lo mismo que la depresión. La depresión es una enfermedad mental que afecta todos los aspectos de la vida. La desolación impacta específicamente la vida espiritual: Una persona que está pasando por desolación, en general disfruta su vida (¡y las cosas pueden ir muy bien!); solo está luchando con su vida espiritual. A veces las dos cosas se juntan, y algunas personas pueden experimentar desolación mientras atraviesan otro tipo de sufrimiento; pero es distinto y no es lo mismo. ¿Por qué ocurre la desolación? La desolación puede tener una de dos causas: A veces, la causa puede ser un pecado no confesado. Si le hemos dado la espalda a Dios, y tal vez no lo estamos reconociendo, Dios puede retirar el sentido de su presencia como un medio para atraernos de regreso a Él. Cuando Él está ausente, ¡podemos tener más sed de Él! Pero muchas veces, la desolación no es causada por el pecado, sino que es una invitación de Dios a buscarlo más puramente. Él quita el caramelo espiritual para que lo busquemos solo a Él y no solo por lo bien que nos hace sentir. Esto ayuda a purificar nuestro amor por Dios, para que lo amemos porque Él es bueno. ¿Qué hacemos en tiempo de desolación? Primero, debemos mirar dentro de nuestra propia vida para ver si necesitamos arrepentirnos de algún pecado oculto. Si no, entonces debemos perseverar en la oración y en el sacrificio con una positiva determinación. Uno nunca debe dejar de orar, especialmente cuando es difícil. Sin embargo, podría ser útil diversificar nuestra vida de oración: si rezamos el rosario todos los días, tal vez deberíamos ir a la adoración o leer las Escrituras en su lugar. He descubierto que una amplia variedad de prácticas de oración puede proporcionar a Dios una diversidad de vías para hablarme y moverme en mi vida. Pero la buena noticia es que ¡la fe no es un sentimiento! Independientemente de lo que 'sintamos' en nuestra relación con Dios, es más importante mantenernos firmes en lo que Él ha revelado. Incluso si sentimos que Él está lejos, recordamos la promesa: "Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20). Si estamos luchando por motivarnos a orar o practicar la virtud, nos mantenemos firmes en la promesa: "ojo no vio, ni oído oyó ni corazón humano concibió lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1Corintios 2,9). Cuando luchamos por encontrar la presencia de Dios debido a los sufrimientos que nos han sobrevenido, recordamos la promesa: "Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán para su bien" (Romanos 8,28), y entendemos que nuestra fe debe estar basada en algo más profundo que el hecho de que sintamos o no su presencia. Por el contrario, sentirnos cerca de Dios no siempre es una garantía de que estemos bajo su gracia. El hecho de que 'sintamos' que una elección es correcta, no la hace correcta si va en contra de la ley de Dios que ha revelado en las Escrituras y la Iglesia. ¡Nuestros sentimientos no son lo mismo que nuestra fe! La desolación es una lucha para cada santo y pecador, que enfrentará a medida que continúe en la vida espiritual. La clave para progresar no son los sentimientos, sino la perseverancia en la oración a través de los desiertos, ¡hasta que lleguemos a la tierra prometida de la presencia permanente de Dios!
By: Padre Joseph Gill
More¿Tiene Dios preferencias y favoritos? Mi padre, un italiano inmigrante de primera generación, tenía una cálida, llena de vida, y acogedora familia. Tú habrías sido bienvenido y recibido con doble beso en su hogar; y también el siempre presente aroma, ya sea de un expreso, ajo, pizza o canelones le habrían dado la bienvenida a tu nariz y estómago. Mi madre, por otro lado, viene de generaciones con profundas raíces multiculturales de Kentucky. Su lado de la familia hacía los mejores pays de manzana sureños, pero tenían comportamientos y afectos más distantes y refinados. Cada lado de la familia tiene su propio set de comportamientos y expectativas de conductas a seguir de acuerdo a su costumbre, y ha sido confuso para mí comprender cuál manera es la correcta. Estas diferencias y la percibida necesidad de escoger entre ambas, ha sido un dilema permanente para mí. Pensándolo bien, me parece que siempre he tratado de entender el mundo buscando la última fuente de la verdad. Haciendo que todo tenga sentido Al paso de los años he tratado de encontrar razonamientos sobre cómo y por qué el mundo y todas sus partes, funcionan juntas. Dios debió saber que estaba destinada a cuestionar las cosas y a ser inquisitiva acerca de su creación, porque Él se aseguró de que estuviera apuntando en la dirección correcta para volverme hacia Él. En la escuela católica básica a la cual asistí, tenía a una maravillosa y joven religiosa como maestra. Ella parecía tener el mismo amor y curiosidad del mundo que Dios me dio a mí. Si ella no tenía todas las respuestas, yo estaba casi segura de que ella sabría quién las tendría. A ambas se nos enseñó que había un solo Dios y que todos habíamos sido hechos a su imagen y semejanza. Cada uno de nosotros es único, y Dios nos ama a todos muchísimo. Dios nos ama tanto que aun antes de que Adan y Eva conocieran las profundas ramificaciones de su pecado, Él ya tenía el misericordioso plan de enviar a Jesús, su Hijo, para salvarnos de ese pecado original. En aquella lección había demasiada enseñanza para que desempacara y entendiera una pequeña niña. Sin embargo, la “imagen y semejanza” era la parte de la lección que necesitaba explorar. Observando mi familia, el salón y comunidad, era obvio que había vastas diferencias en el color de cabello, color de piel y otras características. Si cada uno de nosotros era único, aun si habíamos sido hechos a imgen y semejanza del único Dios verdadero, entonces, ¿cuál era el aspecto de Dios? ¿Tendría el cabello oscuro como yo, o rubio como mi major amiga? ¿Su piel sería apiñonada de tal forma que se oscurecería mucho en el Verano, como nos sucede a mi papa y a mí? ¿O sería de piel clara como la de mi mamá, que se pone roja y se quema fácilmente bajo el ariente sol de Kentucky? Hermosa diversidad Yo crecí en la diversidad, me sentía cómoda en medio de la diversidad y amé la diversidad. Pero me preguntaba: ¿Tendrá Dios alguna preferencia? En el Kentucky de los años sesenta, parecía que aun cuando Dios no tenía preferencias, algunas personas sí las tenían. Eso fue muy difícil de entender para mí. ¿Qué no me había dicho la joven religiosa que Dios nos había hecho a todos? ¿No significaba eso que Él a propósito había echo toda la maravillosa diversidad en este mundo? Así que busqué Ia fuente de la verdad, y alguna vez, al entrar en mis treintas, un profundo anhelo de conocer más sobre Dios me llevó a la oración y a la sagrada escritura. Allí, fui bendecida al aprender que Él también estaba buscándome. El Salmo 51, 6 me habló directo al corazón: “He aquí que Tú amas la verdad en lo más íntimo de mi ser; enséñame, pues, sabiduría en lo secreto de mi corazón”. Conforme fue pasando el tiempo, Dios me mostró que existía una diferencia entre la manera en que Él veía las cosas en comparación con la forma en la que las veía el mundo. Cuanto más leía la biblia, oraba y hacía preguntas, más comprendía que Dios es la fuente de la verdad. “Jesús les dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí»” (Juan 14,6). Qué maravilloso fue entender finalmente que Jesús es la fuente de la verdad. Sin embargo, ¡eso no era todo! Dios era el maestro ahora, y Él quería estar seguro de que yo entendiera la lección. “Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida»” (Juan 8, 12). Tuve que leer nuevamente… “Jesús les dijo: «Yo soy la luz del mundo…»” Mi cerebro comenzó a acelerarse, los engranes embonaron, y las piezas comenzaron a caer en su lugar. Las lecciones de ciencia de mi niñez me enseñaron que la luz era la fuente de todos los colores; por lo tanto, si Jesús es la luz, entonces Él abarca todos los colores, todos los colores de la raza humana. Esa insistente pregunta infantil había sido finalmente respondida. ¿De qué color es Dios? Muy simple: Él es la luz. Nosotros hemos sido hechos a su imagen y semejanza, y Él no tiene preferencia en algún color porque ¡Él es todos los colores! Todos sus colores están en nosotros, y todos nuestros colores están en Él. Todos nosotros somos hijos de Dios y somos llamados a “vivir como hijos de la luz” (Efesios 5,8). Pensemos entonces, ¿por qué el mundo es tan sensible sobre los muchos y maravillosos colores de la piel humana? Dios no prefiere uno u otro color; así que, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros? Dios nos ama y ama toda la diversidad de colores que creó para nosotros. Es muy simple: somos llamados a ser su reflejo; somos llamados a traer su luz al mundo. En otras palabras, somos llamados a traer la presencia de Dios al mundo que no ve las cosas como Dios desea que sean vistas. Él necesita y desea toda nuestra diversidad para completar su imagen. Tratemos de reflejarlo en este mundo siendo la luz de la cual fuimos creados y para la cual fuimos creados. Como sus hijos amados, comencemos a apreciar todas sus imágenes como parte del único Dios que nos hizo.
By: Teresa Ann Weider
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