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Abr 18, 2020 763 0 John Pridmore
Comprometer

¡De Pandillero a Hijo de Dios!

John Pridmore nació en Walthamstow, al este de Londres. A la edad de 13 años, comenzó a robar, y para la edad de 15 años él fue puesto en un centro de detención (reclusorio juvenil). A los 19, el fue puesto en la prisión otra vez y, debido a su mal comportamiento, fue puesto en confinamiento solitario. 

Estar en confinamiento solitario fue como tener un espejo puesto frente a ti. Yo odiaba lo que veía, así que me odiaba a mi mismo y a la manera en que estaba viviendo mi vida.

Yo fui bautizado Católico, pero no crecí como Católico, así que nunca fui a la iglesia o a la escuela Católica. Mis padres eran muy amorosos conmigo, pero comenzaron a discutir mucho. Cuando tenía 10 años, me pidieron que escogiera con cuál de ellos iba a vivir, porque se iban a divorciar. Las dos personas en quienes yo más confiaba en este mundo me acababan de aplastar. Realmente pensaba que yo no era amado, así que, en ese mismo momento, tomé una decisión inconscientemente: ya no volvería a amar. Yo pensaba que si no amaba no sería lastimado. Realmente creo que su divorcio me llevó a tomar muchas decisiones muy malas en mi vida.

Me volvi muy feo amargado, y siempre peleaba y perdía mi temperamento, lo cual yo creo que era un síntoma de ese divorcio. Mi mamá me visitaba en la escuela en secreto, y cuando mi padre se enteró de eso, tuvo una enorme pelea con ella en frente de mí. En ese instante, me sentí completamente no amado, y le cerré mi corazón a todos. La iglesia enseña que el divorcio está mal, y yo creo que mi comportamiento fue el fruto de eso. Cuando los padres se divorcian, tu vida realmente se destruye.

Llenando el Espacio Vacío

Comencé a salir a los clubs en los extremos este y oeste de Londres. ¡Me gustaba pelear, y pensé que sería mejor que me pagaran por hacerlo! Conocí unos muchachos que parecían tener lo mejor de todo. Tenían poder y respeto, por las razones equivocadas, pero yo deseaba ese respeto, así que comencé a vender drogas para ellos. En poco tiempo, ya no estaba trabajando para ellos, sino que con ellos. Estos eran los muchachos que dirigian la mayor parte del crimen organizado en Londres. Cuando yo tenía 20 años, estaba ganando entre 20,000 y 30,000 libras al mes.

Era increíble el dinero, pero también lo era el vacío. Trate de llenar ese vacío con lo que el mundo  me ofrecía. Yo consumía cocaína, fumaba droga, y tomaba mucho. También era muy promiscuo: con frecuencia despertaba con chicas cuyos nombres yo desconocía. Entre más promiscuo me volvía y más droga consumía, me sentía más dominado por mi vacío. Aunque muchos me veían como un hombre duro, por dentro era un hombre con miedo: miedo de ser rechazado por lo que yo realmente era. Yo no le confiaba mis sentimientos a nadie, porque tenía miedo de ser rechazado.

Estaba trabajando en un club del cual éramos parcialmente dueños al extremo oeste de Londres, cuando golpie a un hombre con mis puño, solo para impresionar a unos de los jefes de pandillas. Lo vi tirado en el piso, y pensé que lo había matado. ¡Lo que más me asustó es que en realidad eso no me importaba! Me había convertido en una persona que podía matar y sin que me importara. Cuando yo era un niño, si me importaba: yo quería ayudar a las personas y mejorar al mundo. Pero aquí estaba yo, lastimando a las personas a mi alrededor. Yo nunca desperté y me dije “Hoy voy a ser malo.” Fue un proceso lento de decirle NO a todo lo bueno y SI a todo lo malo.

Cuando Dios Me Habló

Después de casi quitarle la vida a ese hombre, algo increíble sucedió. Una tarde normal, me di cuenta de una voz que me hablaba, y yo sabía que era la voz de Dios. Él me decía todas la cosas horrendas que yo había hecho. Sentí que me estaba muriendo en ese momento y que iría al infierno. Lloré y supliqué por otra oportunidad, no porque estuviera arrepentido, sino porque no quería ir al infierno. De repente,  me sentí elevado, y oré por primera vez en mi vida: “Hasta ahora to lo que he hecho es quitarte, pero ahora quiero dar.” Mientras yo decía esto en oración, mi vacío interior fue llenado por el Espíritu Santo y el sentido del amor de Dios en mi vida.

Mi mamá era la única persona con fe que yo conocía. Yo casi no la visitaba, pero en ocasiones le daba un regalo caro cuando me sentía culpable. Cuando le dije que había escuchado a la voz de Dios hablarme, las lágrimas rodaron por su cara mientras ella me confesaba que había estado orando por mi cada dia de mi vida. Mi padrastro me regaló mi primera Biblia. Cuando la abrí, mi mirada fue puesta en la historia del hijo pródigo. Me di cuenta de que yo era como él–con hambre de ser amado.

Cara a Cara con Dios

Después, me invitaron a un retiro con unos 250 jóvenes. Algunos de estos jóvenes tenían un jozo que yo nunca antes había visto. Algunos de ellos venían y me abrazaban, lo cual me impactó mucho. Como pandillero, nunca había sido tocado por el amor. Un Sacerdote dio una plática, “Entregame Tu Corazón Herido,” acerca de cómo cada pecado que cometemos es como una herida en nuestro corazón. Mientras miraba al crucifijo, me llene de un dolor real por mis pecados. ¡El gozo agobiante era mucho más que ese dolor! Sentí que Jesús me estaba diciendo “¡John, yo te amo tanto que volvería hacer esto por ti una y otra vez!” Comencé a llorar por primera vez desde que mis padres se divorciaron cuando yo tenía 10 años.

Entonces, escuche un susurro en mi corazón que me insistió a que fuera a la confesión. Nunca había ido a confesarme, y, a la edad de 27, había rompido cada mandamiento. Fui a confesarme, y no exclui nada. Tenía miedo de lo que el sacerdote podría pensar de mí, pero cuando lo miré a los ojos él estaba llorando. No me estaba juzgando. Él era Jesús para mi. Al final, el sacerdote puso sus manos sobre mi cabeza y me absolvió de mis pecados. Pero no era su mano, era la mano de  Cristo y, en mi corazón, yo sabía que estaba perdonado. Yo podía ver cuando Dios me amaba, a pesar de que yo era indigno. Tome todos mis pecados y los dejé a los pies de Jesús. ¡Sentí que volvía a vivir!

Después de la confesión hubo una Misa. Como yo no había crecido en la iglesia, cuando dijeron que la hostia blanca era Jesús, no tenía ningún sentido para mi. Dije una simple oración, “si realmente eres Tu, Jesús, entonces  demuestramelo porque yo no entiendo.” Cuando recibí a Jesús ese día, cada sentimiento bueno que yo había sentido en mi vida, incluyendo mi experiencia del amor de Dios para mi y como me sentí cuando salí de la confesión, se magnificó y supe que era Jesús–cuerpo, sangre, alma y divinidad. Yo creí, no porque alguien me lo hubiese enseñado de algún libro, sino porque Jesús me había demostrado personalmente en respuesta a mis oraciones. Supe que sería Católico hasta el dia de mi muerte. Él me había infundido el conocimiento de que todo lo que la iglesia enseña es verdadera enseñanza de Jesús, y que Él mora en cada tabernáculo a través del mundo.

El Dia que Conoci a un Santo

Cuando salí del retiro, sentí que necesitaba comenzar a dar porque ya estaba tan cansado de quitar. Terminé por irme al Bronx de Nueva York con los hermanos de la Renovación Franciscana. Mientra estaba allí, tuve el privilegio de conocer a Santa Teresa de Calcuta y pasar casi seis horas con ella. Fue una experiencia maravillosa estar en la presencia de alguien que está tan llena del amor de Dios. Ella me dijo algo que me cambió la vida: “cuando compartimos nuestra historia, glorificamos a Jesús.” Yo creo que era un mensaje de Dios pidiéndome que compartiera mi historia.

Durante los últimos 20 años, he tenido el honor de hablar con más de tres millones de personas alrededor del mundo. En el 2008, hable en la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney, Australia, en la presencia del Papa Benedicto XVI. En la escuela me habían dicho que era un tonto porque tenía dislexia y no podía escribir o leer: desde que le entregue mi corazón a Jesús , he escrito cuatro libros.

¡Si hay alguien que pueda tener dudas, Dios tiene un plan para ti! Yo estuve muerto por 27 dias, pero ahora he vuelto a la vida, y la alegría más grande de mi vida es hablar de parte de Él. Durante los últimos 20 años, he vivido completamente de la providencia de Dios, viajando por el mundo para compartir mi historia. Le hice tres promesas a Dios: yo sería célibe—es un don y gozo ser célibe para Dios; me comprometi a la pobreza—así que no tengo permitido ganar dinero, o cualquier dinero que ganemos será usado para apoyar la comunidad y el trabajo que hacemos; y prometí ser obediente a la Santa Iglesia Catolica. Creo que esta es la voluntad de Dios para nosotros. Nos protege y nos mantiene seguros.

Hubo un tiempo en el que nunca salía de mi casa sin una arma de fuego. Ahora, nunca saldría sin mi rosario. Jesús es mi mejor amigo. Él es también verdaderamente mi salvador.

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John Pridmore

John Pridmore is an ex-London gangster turned Christian, international Catholic speaker and author.

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