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La vida a veces parece demasiado difícil, pero si aguantas y confías, los regalos inesperados pueden sorprenderte.
“Protégenos de todo temor y ansiedad mientras esperamos con gozosa esperanza la venida de nuestro Salvador Jesucristo”. Como católica de toda la vida, recitaba esta oración en cada misa. El miedo no ha sido mi compañero durante muchos años, aunque hubo un tiempo en que sí lo fue. Llegué a conocer el “amor perfecto” descrito en 1 Juan 4, 18 y recibí la ayuda necesaria para aprender a vivir en la realidad de Aquel que vence todos los miedos. En la actualidad, rara vez experimento ansiedad; pero una mañana sentí un presentimiento y no pude identificar la causa.
Recientemente tropecé con una acera, y esto me llevó a una caída fuerte que hasta ahora me produce molestias en la cadera y la pelvis. Los dolores agudos que han regresado cada vez que levanto los brazos me han recordado que mis hombros aún necesitan tiempo para sanar. Las nuevas tensiones laborales y la muerte repentina del hijo de un querido amigo han aumentado mi angustia. El estado de nuestro mundo por sí solo puede causar una gran angustia a cualquiera que dedique mucho tiempo a digerir los titulares. A pesar del origen desconocido de mi malestar, supe cómo responder. Cerrando los ojos, entregué la pesada carga que sentía.
Ángeles trabajando horas extras
Al día siguiente, mientras conducía hacia la casa de un paciente, se desarrolló inesperadamente una tormenta tropical. El tráfico era denso y, a pesar de las luces encendidas y la disminución de la velocidad, la visibilidad fue oscurecida por las fuertes lluvias. ¡De la nada, sentí el impacto de otro vehículo empujando mi auto hacia el carril derecho! Sorprendentemente tranquila, me dirigí al carril de emergencia, a pesar del arrastre de un neumático ahora dañado. Pronto llegó un vehículo de bomberos. Un paramédico que se subió a mi coche para evitar el aguacero torrencial me preguntó si estaba herida. No… ¡no lo estaba! Eso parecía muy improbable ya que sólo habían pasado unos días desde que habían cesado las secuelas persistentes de mi caída. Había orado por protección esa mañana antes de partir, sabiendo lo que pronosticaba el tiempo. Claramente, los ángeles habían estado trabajando horas extras; amortiguando primero mi caída, luego el golpe de este choque.
Con mi auto ahora en el taller y el seguro cubriendo las reparaciones, mi esposo Dan y yo empacamos para nuestras vacaciones que habíamos planeado con mucha anticipación. Justo antes de irnos, me desanimó escuchar que era muy probable que nuestra aseguradora declarara la pérdida total de mi auto. Con sólo cinco años de antigüedad y en perfectas condiciones antes del accidente, su valor en el Libro Azul era de apenas 8 mil 150 dólares. ¡Esas no fueron buenas noticias! Teníamos la intención de conservar este híbrido de bajo consumo de combustible mientras siguiera funcionando, e incluso compramos una garantía extendida para asegurar nuestro plan. Así que, respiré profundamente y una vez más actué según lo que había aprendido a hacer en situaciones fuera de mi control: se lo entregué a Dios y le pedí su intervención.
Oración inagotable
Una vez que llegamos a Salt Lake City, aseguramos nuestro coche de alquiler y pronto condujimos por el hermoso Parque Nacional Grand Teton. Esa noche, al entrar al estacionamiento del hotel, retrocedí inusualmente hacia un lugar estrecho. Mientras Dan descargaba nuestro equipaje, noté un tornillo en una llanta. La preocupación de mi marido por el pinchazo le llevó a llamar a varios centros de servicio. Al no encontrar ninguno abierto por ser domingo, decidimos arriesgarnos conduciendo. A la mañana siguiente rezamos una oración y partimos, esperando que el neumático aguantara mientras conducíamos por las estrechas carreteras de la montaña que entraban y salían de Yellowstone. Afortunadamente, el día transcurrió sin incidentes. Al llegar al Hampton Inn, donde Dan había hecho una reservación meses antes, ¡nos quedamos boquiabiertos!, ¡justo al lado había un taller de reparación de neumáticos! ¡El rápido servicio del lunes por la mañana significó que estábamos en camino en menos de una hora! Resultó que la llanta tenía una fuga, por lo que la reparación evitó una posible explosión; ¡esto fue una bendición ya que terminamos conduciendo más de 1200 millas esa semana!
Mientras tanto, mi taller de carrocería autorizó una mayor investigación por “daños ocultos” del accidente. Si hubieran encontrado algo, el costo de la reparación hubiera excedido el valor del automóvil, y definitivamente esto conduciría a la pérdida total del vehículo. Orando diariamente, confié en el resultado y esperé. Finalmente, me informaron que el costo de las reparaciones había llegado justo debajo del límite… ¡después de todo, arreglarían mi auto! (Unas semanas más tarde, cuando fui a recoger mi auto reacondicionado, descubrí que el costo efectivamente había excedido el valor del Libro Azul, ¡pero mi oración también fue respondida!)
Una bendición espectacular
Otro ejemplo del cuidado providencial de Dios llegó mientras continuamos nuestro viaje hacia el Parque Nacional Yellowstone. El estacionamiento estaba abarrotado cuando llegamos. Dimos vueltas sin rumbo cuando, de pronto, ¡encontramos un lugar disponible cerca del frente! Nos estacionamos apresuradamente y caminamos hasta descubrir que se esperaba la próxima erupción del Old Faithful*(viejo fiel) en diez minutos. Con el tiempo justo para llegar al área de observación, ¡el géiser explotó! Recorrimos el camino del malecón a través de las diversas formaciones geológicas, manantiales y géiseres. Mi esposo, amante de las actividades al aire libre, tomaba fotografías afanosamente, una tras otra. Maravillado por el asombroso espectáculo que nos rodeaba, miré mi reloj… se esperaba la próxima erupción del Old Faithful pronto. Los vapores estallaron al aire como se esperaba; esta vez no hubo turistas estorbando la vista, ya que estábamos en la parte trasera del géiser. Sintiéndome agradecida, alabé a Dios por las bendiciones del día: primero, la ubicación perfecta de la tienda de llantas, luego las buenas noticias de la compañía de seguros sobre mi auto y, finalmente, el asombroso espectáculo de la naturaleza.
Reflexionando sobre la presencia activa de Dios, oré: “¡Gracias por amarnos, Señor! Sé que amas mucho a todas las demás personas en la tierra, pero Dan se conecta tan fuertemente contigo en la Creación, ¿te revelarías a él una vez más? Mientras seguíamos deambulando, la batería de la cámara de mi marido se agotó. Sentada mientras la reemplazaba, escuché un sonido extraño. Me di vuelta para ver una gran explosión. Fue espectacular: ¡El Beehive (Colmena) era dos veces más alto que el Old Faithful! Mirando nuestra guía, leímos que ese géiser era uno de los más espectaculares, pero tan impredecible que las erupciones podían ocurrir entre 8 horas y hasta 5 días… ¡y la erupción sucedió justo en el momento en que estábamos allí! ¡Ciertamente Dios se estaba manifestando a mi esposo tal como se lo había pedido!
Nuestra última parada incluyó varios géiseres donde un caballero se ofreció a tomarnos una fotografía. En el momento en que hizo clic en el obturador, ¡ese géiser se liberó! ¡Experimentamos otro regalo inesperado del tiempo y la bendición perfectos de Dios! Como si disfrutar de la belleza de las increíbles vistas, cascadas, montañas, lagos y ríos no fuera suficiente, ¡también experimentamos un clima hermoso! A pesar de la predicción de lluvia todos los días, ¡solo encontramos unos pocos aguaceros breves y temperaturas agradables tanto en el día y como en la noche!
Había cerrado el círculo de mi estrés y ansiedad recientes. ¡La rendición me llevó sumergirme en la protección de Jesús, así como en la asombrosa maravilla de nuestro Creador! ¡Esa oración que había dicho tantas veces en la misa ciertamente fue contestada! Me protegió, tanto del miedo como de las lesiones graves, y al mismo tiempo me liberó de la ansiedad. De hecho, la espera había resultado ser una esperanza gozosa…. el ancla para mi alma.
'No importa la situación que estés atravesando, Dios hará un camino donde parece que no hay…
Hoy mi hijo Aaric trajo a casa su libro de dictado. Había conseguido una estrella roja con un “bien hecho”. Esto podría parecer algo sencillo para un niño de preescolar, pero para nosotros es un logro para celebrar.
La primera semana de escuela recibí un citatorio de su profesor; mi esposo y yo estábamos preocupados por este llamado. Mientras trataba de explicar las habilidades de comunicación de mi hijo (o la falta de ellas) a su maestro; recuerdo haberle confesado que mientras cuidaba de su hermana mayor que tiene necesidades especiales, había caído en un patrón de hacer cosas sin que me las pidieran. Como ella no podía pronunciar ninguna palabra, yo debía de adivinar que necesitaba. Y este mismo método fue usado en Aaric durante sus primeros días.
Incluso antes de que él pidiera agua, ya se la había dado. Nosotros teníamos un vínculo que no necesitaba palabras, un lenguaje de amor… o eso pensaba. ¡Qué equivocada estaba!
No mucho tiempo después, cuando Abraham, su hermano menor tenía 3 meses de edad, nuevamente tuve que tomar ese difícil camino para ver al Consejero Escolar. Esta vez era debido a las deficientes habilidades de escritura de Aaric. Su querida maestra entró en pánico cuando vio que tiró el lápiz y cruzaba sus manos mientras decía: “no quiero escribir”; también nos preocupaba esto. Su hermana pequeña Aksha era una experta en hacer garabatos a los dos años, pero Aaric ni siquiera sostenía el lápiz; simplemente no le gustaba.
El primer paso.
Después de recibir recomendaciones del Consejero fui con el Director, quién sugirió que realizáramos una exhaustiva evaluación en caso de que sus habilidades de comunicación continuaran deficientes; ni siquiera podía pensar en eso entonces. Para nosotros él fue un milagro, después de lo que pasamos en nuestro primer embarazo y después de tres abortos espontáneos; Aaric desafió todas las posibilidades. Él fue un bebé a término, contrario a lo que los doctores predijeron, sus signos vitales fueron normales durante su nacimiento. “¡Es un bebé grande!” exclamó el doctor que realizó la cesárea. Lo vimos crecer paso a paso, casi conteniendo la respiración, rezando para que nada saliera mal.
Aaric pronto comenzó a avanzar en su desarrollo. Sin embargo, cuando tenía un año, mi padre comentó que probablemente podría necesitar terapia de lenguaje. Lo descarté diciendo que era demasiado pronto para poder dar un diagnóstico; pero la verdad era que no tenía la fortaleza para enfrentar otro problema, ya estábamos agotados con todo lo que su hermana mayor estaba pasando. Anna fue una bebé prematura de 27 semanas, después de muchos días agotadores en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales fue diagnosticada con daño cerebral severo a los tres meses, y sufrió ataques epilépticos. Después de todos los tratamientos, nuestra hija de 9 años sigue batallando con su parálisis cerebral y discapacidad intelectual.
Incontables bendiciones
Siempre hay un límite para retrasar lo inevitable, así que hace seis meses llevamos de mala gana a Aaric para que tuviera su evaluación inicial; el trastorno de TDAH fue difícil de recibir. Batallamos para aceptarlo, pero aun así lo llevamos a terapia de lenguaje; en ese momento solamente tartamudeaba algunas palabras.
Hace algunos días reuní el valor para ir con Aaric al hospital y realizarle una completa y exhaustiva evaluación: autismo leve era lo que decían. A medida que avanzábamos por la evaluación me realizaban muchas preguntas, y para mi sorpresa, mi respuesta a la mayoría de las preguntas fue: “No podía hacerlo, pero ahora ya puede”.
¡Bendito sea Dios! Por el poder del Espíritu Santo que vive en él, todo es posible. Yo realmente creo que las oraciones y las bendiciones que le daba todos los días antes de ir a la escuela, hicieron la diferencia. El cambio fue tan radical que incluso comenzó a memorizar versículos de la Biblia; y lo hermoso de todo esto es que él los recita justo cuando los necesito. En efecto, la Palabra de Dios está viva y activa. Yo creo que su transformación continúa y cuando pienso que va lenta, Dios me sorprende haciendo que diga una nueva palabra.
En medio de las rabietas que hace y cuando parece que todo se desmorona, mi pequeña Aksha de tres años, simplemente viene y me da un beso y un abrazo, ella realmente sabe cómo confortar a mamá. Yo realmente creo que Dios intervendrá y sanará a nuestra hija mayor, Anna, ya que nada es imposible para Él. Los avances ya son visibles, la cantidad de veces que ha tenido ataques epilépticos ha disminuido significativamente.
En nuestra vida las cosas pueden no ser como las esperábamos, pero Dios nunca nos deja ni nos desampara. De la misma forma como el oxígeno es esencial pero no lo vemos, Dios siempre está presente, y nos da la vida que tanto necesitamos. Aferrémonos más a Él y no dudemos mientras caminamos en la oscuridad. Mi testimonio revela la verdad de qué tan hermoso, maravilloso y amoroso es Dios; y de cómo nos transforma para decir: “Antes era… pero ahora soy…”
'Me acerqué a Dios para mejorar mis calificaciones, pero Él no se detuvo allí…
Durante mis años de escuela secundaria,experimenté un extraordinario viaje de fe y crecimiento académico. Como católico devoto creía firmemente que la presencia de Dios estaba constantemente conmigo, especialmente cuando se trataba de mis estudios.
Recuerdo de manera especial, un semestre en el que me enfrenté a una enorme cantidad de exámenes y tareas. Los temas parecían acumularse y me sentí abrumado por la gran cantidad de información que necesitaba captar. La duda empezó a invadir mi mente haciéndome dudar de mis habilidades.
En esos momentos de incertidumbre recurrí a la oración como fuente de consuelo y guía. Cada noche me retiraba a mi habitación, encendía una vela y me arrodillaba ante mi crucifijo. Derramé mi corazón ante Dios, expresando mis miedos y dudas mientras pedía fortaleza, sabiduría y claridad en mis estudios.
Una guía invisible
Con el paso de las semanas, noté que algo extraordinario estaba sucediendo; cada vez que me encontraba con un tema desafiante o luchaba con un concepto difícil, encontraba una claridad inesperada. Era como si una luz iluminara mi camino, mostrándome el camino a seguir: Me topaba con recursos útiles o pasajes de libros que me explicaban perfectamente las ideas más complejas, o recibía apoyo inesperado de compañeros y profesores.
Comencé a darme cuenta de que estas no eran meras coincidencias, sino más bien señales de la presencia y ayuda de Dios en mi camino académico. Era como si Él me estuviera guiando, empujándome suavemente hacia los recursos correctos, las personas correctas y la mentalidad correcta.
A medida que continuaba confiando en la guía de Dios, mi confianza creció y mis calificaciones comenzaron a mejorar. Noté una marcada diferencia en mi capacidad para absorber información y comprender conceptos complejos. Ya no estudiaba solo; tenía un compañero invisible a mi lado que me guiaba a través de cada desafío y me animaba a perseverar.
Pero no se trataba sólo de las calificaciones. A través de esta experiencia, aprendí valiosas lecciones sobre la fe y la confianza. Aprendí que la ayuda de Dios no se limitaba a los asuntos espirituales sino que se extendía a todos los aspectos de nuestras vidas, incluidos nuestros estudios. Aprendí que cuando acudimos a Dios con corazones sinceros, Él no solo escucha nuestras oraciones sino que también nos brinda el apoyo que necesitamos.
Mantenerse conectado
Este viaje me enseñó la importancia de mantener una fuerte conexión con Dios, buscar su guía y confiar en su plan. Todo esto me recuerda que el verdadero éxito no se mide únicamente por los logros académicos sino también por el crecimiento del carácter, la resiliencia y la fe.
Mirando hacia atrás, estoy agradecido por los desafíos que enfrenté durante ese semestre, ya que profundizaron mi relación con Dios y fortalecieron mi convicción en su inagotable asistencia. Hoy, mientras continúo con mis actividades académicas, llevo las lecciones aprendidas durante ese tiempo, sabiendo que la guía divina de Dios siempre estará ahí para guiarme por el camino hacia el conocimiento y la realización. En un mundo donde las presiones académicas a menudo pueden consumirnos, es esencial recordar que no estamos solos en nuestro viaje.
Como católicos, tenemos el privilegio de buscar la guía de Dios y encontrar consuelo en su presencia todo el tiempo. A través de esta historia personal, espero inspirar a otros a confiar en el apoyo inquebrantable de Dios, no sólo en sus estudios sino en todos los aspectos de sus vidas. Que todos encontremos consuelo al saber que Dios es nuestro maestro supremo, que nos guía hacia la sabiduría, la comprensión y la fe inquebrantables.
'En tiempo de problemas, ¿alguna vez has pensado: “si tan solo pudiera contar con alguien que me ayudara”, sin realmente comprender que tienes toda una muchedumbre a tu disposición personal?
Mi hija me ha estado preguntando por qué no parezco la típica polaca si soy 100% polaca; nunca tuve una buena respuesta hasta esta semana, cuando me enteré de que algunos de mis antepasados son montañeses górales.
Los górales viven en las montañas a lo largo de la frontera sur de Polonia; son conocidos por su tenacidad, su amor por la libertad y su vestimenta, cultura y música distintivas. Existe una canción folklórica góral que resuena una y otra vez en mi corazón, tanto que le compartí a mi esposo que siento como si me estuviera llamando de regreso a mi país. El enterarme de que tengo ascendencia góral ¡ha hecho que mi corazón se goce!
La búsqueda de las raíces
Creo que hay un cierto deseo dentro de cada uno de nosotros de entrar en contacto con nuestras raíces; eso explica los muchos sitios de genealogía y negocios de pruebas de ADN que han aparecido recientemente. ¿A qué se deberá esto?
Tal vez se deba a la necesidad de saber que somos parte de algo más grande que nosotros mismos; anhelamos el significado y la conexión con aquellos que nos han precedido; descubrir nuestra ascendencia demuestra que somos parte de una historia mucho más profunda.
No solo eso, sino que conocer nuestras raíces ancestrales nos da un sentido de identidad y solidaridad. Todos venimos de algún lugar, pertenecemos a algún lugar, y estamos en un viaje juntos.
Reflexionar sobre esto me hizo darme cuenta de lo importante que es descubrir nuestra herencia espiritual, no solo la física. Después de todo, los humanos somos cuerpo y alma, carne y espíritu; por eso realmente creo que nos beneficiaría mucho conocer a los santos que nos han precedido; no solo debemos conocer sus historias, sino que también debemos familiarizarnos con ellas.
Encontrar la conexión
Tengo que admitir que no siempre he sido muy buena en la práctica de pedir la intercesión de un santo; esta es ciertamente una nueva adición a mi rutina de oración. Lo que me despertó a esta realidad fue el consejo de San Felipe Neri: «La mejor medicina contra la sequedad espiritual es colocarnos como mendigos en la presencia de Dios y de los santos, y andar como un mendigo de uno a otro y pedir limosna espiritual con la misma insistencia con la que un pobre de la calle pediría limosna».
El primer paso es llegar a saber quiénes son los santos; hay muchos buenos recursos en línea. Otra forma es leer la Biblia; existen poderosos intercesores tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y es posible que te identifiques con uno más que con el otro; además, hay innumerables libros sobre los santos y sus escritos. Ora por su guía y Dios te guiará a tu muchedumbre personal de intercesores.
Por ejemplo, le he pedido ayuda a San David rey con mi ministerio musical, San José es mi recurso cuando intercedo por mi esposo y por el discernimiento laboral; pido ayuda a San Juan Pablo II, a San Pedro y a San Pío X cuando me siento llamada a rezar por la Iglesia; rezo por las mamás a través de la intercesión de Santa Ana y Santa Mónica; cuando rezo por las vocaciones, a veces invoco a Santa Teresita y a al Padre Pío.
La lista continúa, el Beato Carlo Acutis es mi recurso para los problemas tecnológicos, Santa Jacinta y San Francisco me enseñan sobre la oración y cómo ofrecer mejor los sacrificios; San Juan Evangelista me ayuda a crecer en la contemplación; y sería negligente de mi parte no mencionar que a menudo pido la intercesión de mis abuelos, ellos oraron por mí mientras estaban en la tierra, y sé que están orando por mí en la vida eterna.
Pero mi intercesora favorita de todos los tiempos siempre ha sido nuestra muy querida y amada Santísima Madre.
A solo una oración de distancia
Con quién pasamos el tiempo es importante; nos moldea en lo que nos convertimos. Realmente hay una «nube de testigos» que nos rodea y con la que estamos conectados de una manera real (Hebreos 12, 1); esforcémonos por conocerlos mejor. Podemos enviar oraciones sencillas y sinceras como: «Santo ____, me gustaría conocerte mejor; por favor, ayúdame».
No estamos destinados a hacerlo solos en este viaje de fe, vamos en el camino de la fe en comunidad, como el cuerpo de Cristo; al mantenernos conectados con los santos, encontramos una brújula que nos proporciona dirección y una ayuda concreta para viajar con seguridad a nuestra patria celestial.
¡Que el Espíritu Santo nos ayude a ponernos en contacto con nuestras raíces espirituales, para que podamos crecer como santos y pasar la eternidad como una gloriosa familia de Dios!
'Existe una meditación poética de principios del siglo XX de un novelista griego llamado Nikos Kazantzakis que guardo en mi mesita de noche cuando comienza el Adviento cada año.
Presenta a Cristo como un adolescente observando al pueblo de Israel desde la cima de una colina distante, aún sin estar listo para comenzar su ministerio, pero aguda y dolorosamente sensible al anhelo y sufrimiento de su pueblo.
El Dios de Israel está allí entre ellos, pero aún no lo saben.
El otro día estaba leyendo esto a mis alumnos, como hago todos los años al comienzo del Adviento, y uno de ellos me dijo después de clase: «Apuesto a que así es como Jesús se siente también en estos tiempos».
Le pregunté a qué se refería. Él dijo: «sabemos que Jesús está presente en el Sagrario y nosotros simplemente pasamos como si Él ni siquiera estuviera allí»; desde entonces, en mis oraciones de Adviento, he tenido esta nueva imagen de Jesús esperando en el Tabernáculo, mirando a su pueblo, escuchando nuestros gemidos, nuestras súplicas y nuestros clamores.
Esperando…
De alguna manera, esta es la forma en que Dios elige venir a nosotros. El Nacimiento del Mesías es EL ACONTECIMIENTO CLAVE EN TODA LA HISTORIA HUMANA y, sin embargo, Dios quiso que se llevara a cabo «tan silenciosamente que el mundo siguiera con sus asuntos como si nada hubiera sucedido». Algunos pastores se dieron cuenta de lo que pasaba, también lo hicieron los reyes magos (e incluso podríamos mencionar a Herodes, que se dio cuenta aunque por las razones equivocadas); luego, aparentemente, todo quedó en el olvido… por un tiempo.
De algún modo debe haber algo muy provechoso para nosotros en la espera, pues Dios mismo elige que esperemos; Él elige hacernos esperar en Él, y cuando lo meditas bajo esta luz, toda la historia de la salvación se convierte en una historia de espera.
Podemos también observar que existe un sentido simultáneo de urgencia en nuestra pronta respuesta al llamado que Dios nos hace, y la necesidad de que Él también nos responda pronto: «Respóndeme, Señor, cuando te llame», dice el salmista, hay algo tan atrevido en este versículo que resulta encantador.
Existe un sentido de urgencia en los salmos; pero también existe la sensación de que debemos aprender a ser pacientes y esperar, esperar con gozosa esperanza y encontrar la respuesta de Dios en la espera.
'Extasiada por la buena noticia de un embarazo tan esperado, su mundo se puso patas arriba durante la ecografía de rutina de la semana 12
Nuestra primogénita Mary Grace estaba creciendo hasta convertirse en una hermosa niña. Nuestra familia y amigos habían estado orando activamente para que tuviéramos otro bebé, así que nos alegró muchísimo saber sobre el embarazo. Las pruebas genéticas arrojaron resultados normales y decidimos mantener el sexo del bebé como una encantadora sorpresa.
Cuando fui a la ecografía de rutina de la semana 12, la doctora me mostró el perfil lateral del bebé y luego, rápidamente apartó la pantalla de mí. Sacaron a mi hija e inmediatamente supe que algo andaba mal. Pensé: “tal vez el bebé tenga algún problema o defecto cardíaco, pero está bien. Dios puede arreglar cualquier cosa y nosotros podemos recurrir a la cirugía”. Pero siendo médico, oré: “Por favor Dios, que no sea anencefalia”. Desde que vi la ecografía, me sentí segura de que sería otra cosa.
Cuando la doctora entró en la habitación, le pregunté: «Por favor, dígame que el bebé está vivo». Con cara solemne, dijo: “Sí, el bebé sí tiene latidos, pero no se ve bien”. Empecé a llorar y llamé a mi marido por Facetime. Era lo que más temía: nuestro bebé tenía anencefalia, uno de los defectos graves que puede tener un bebé en el útero, en el cual el cráneo no se desarrolla adecuadamente; así que la doctora me dijo que el feto no viviría mucho.
Fue desgarrador. Este precioso niño que llevábamos tantos años esperando ¡no iba a vivir! Pensé en lo emocionada que estaba mi hija mayor. En nuestra oración familiar diaria, ella solía decir: “Jesús, por favor déjame tener un hermanito o una hermanita”. Seguía diciendo en mi mente: “Señor, tú puedes sanar, tú puedes sanar al bebé”.
Mi marido bajó inmediatamente. Esforzándome por no llorar, le dije a mi hija que estaba derramando lágrimas de alegría. ¿Qué más podría decir?
La doctora dijo que podíamos interrumpir el embarazo. Le dije: “De ninguna manera; voy a cargar al bebé mientras esté vivo. Si van a ser 40 semanas, serán 40 semanas”. Ella me advirtió que probablemente no sobreviviría tanto tiempo y que, en caso de que el bebé muriera en el útero, existía la posibilidad de que contrajera una infección sanguínea grave. También necesitaba controles frecuentes ya que la acumulación de líquido en mi útero podía ser muy peligrosa. Le dije que estaba dispuesta a afrontar cualquier cosa. Afortunadamente, no me presionaron más, ni siquiera en las siguientes visitas. ¡Sabían que había tomado mi decisión!
Destinados a la esperanza
Regresamos a casa y pasamos tiempo orando y llorando juntos. Llamé a mi hermana que era residente de obstetricia y ginecología. Llamó a muchos amigos, especialmente de su grupo “Jóvenes de Jesús”, y comenzó una novena por zoom esa misma noche. Simplemente le dijimos a nuestra hija: “el bebé está pasando un mal momento, pero está bien”. No se lo dijimos a nuestros padres ni a nuestros suegros; mi hermana se casaría al mes siguiente y no queríamos que la boda se viera afectada. También teníamos el sentimiento de que no podrían manejarlo con la misma fuerza que con que nosotros lo estábamos enfrentando.
Los primeros días mucha gente habló conmigo, ayudándome a confiar en la providencia de Dios y a creer que Él no hace nada que no sea bueno para nosotros. Sentí una paz inmensa. Pensé en la Madre María: la alegría de recibir las buenas nuevas en la Anunciación y el dolor posterior de saber que iba a morir. Decidimos, ese día, abrir la tarjeta de los análisis de sangre que revelaban el sexo porque para entonces queríamos orar por el bebé con nombre.
La llamamos Evangeline Hope, que significa “portadora de buenas nuevas”, porque para nosotros, ella todavía irradiaba la esperanza del amor y la misericordia de Cristo. Ni una sola vez consideramos abortarla porque era una buena noticia, no sólo para nosotros sino para todos nuestros amigos y familiares: una niña que evangelizaría al mundo de muchas maneras.
Me uní a un grupo de apoyo para anencefalia, que me ayudó enormemente en esta etapa de mi vida. Conocí a muchas personas, incluso ateas, que lamentaban profundamente su decisión de abortar a sus bebés. Me puse en contacto con mujeres que cosían vestidos de ángeles a partir de vestidos de novia donados, así como con fotógrafos profesionales que se ofrecieron como voluntarios para documentar el nacimiento a través de hermosas fotografías.
Hicimos una revelación del sexo del bebé en la boda de nuestra hermana, pero aún así no le dijimos a nadie que el bebé estaba enfermo. Sólo queríamos honrar y celebrar su pequeña vida. Mi hermana y mis amigas también organizaron un hermoso baby shower (más bien una celebración de la vida) y, en lugar de regalos, todos le escribieron cartas para que las leyéramos después del parto.
Adoradora perpetua
La cargué hasta la semana 37.
Incluso después de un parto complicado, que incluyó una ruptura de la pared uterina, Evangeline no nació viva. Pero de alguna manera, recuerdo haber sentido una profunda sensación de paz celestial. Fue recibida con mucho amor, dignidad y honor. Un sacerdote y sus padrinos estaban esperando para conocer a Evangeline. Allí, en la habitación del hospital, pasamos un hermoso momento de oración, alabanza y adoración.
Teníamos hermosos vestidos para ella; leímos las cartas que todos le escribieron; queríamos tratarla con más dignidad y honor que a una niña «normal». Lloramos porque extrañamos su presencia y también por la alegría de saber que ella estaba ahora con Jesús. En esa habitación del hospital pensábamos: “Vaya, no podemos esperar a llegar al cielo; hagamos lo mejor que podamos para estar allí con todos los santos”.
Dos días después tuvimos una «celebración de la vida» para ella y todos vistieron de blanco. La misa fue celebrada por cuatro sacerdotes y tuvimos tres seminaristas y un hermoso coro en honor a nuestra preciosa bebé. Evangeline fue enterrada en la sección Ángeles, destinada a los bebés del cementerio que aún visitamos con frecuencia. Aunque ella no está aquí en la tierra, ocupa una gran parte de nuestras vidas. Me siento más cerca de Jesús porque veo cuánto me ama Dios y cómo me eligió para tenerla.
Me siento honrada; en nuestra familia, ella es una adoradora perpetua para llevarnos a la santidad de una forma que no podría lograrse de otra manera. Fue la pura gracia de Dios y la plena aceptación de su voluntad lo que nos dio la fuerza para superar esto. Cuando aceptamos la voluntad de Dios, Él derrama las gracias que necesitamos para atravesar cualquier tribulación. Todo lo que tenemos que hacer es abandonarnos a su providencia.
Levantando santos
Cada niño no nacido es precioso; sanos o enfermos siguen siendo regalos de Dios. Deberíamos abrir nuestro corazón para amar a estos niños hechos a imagen de Cristo, que en mi opinión, son más preciosos que un niño “normal”. Cuidarlos es como cuidar a Cristo herido. Es un honor tener un hijo con discapacidad o necesidades especiales porque cuidarlo nos ayudará a alcanzar un estado de santidad más profundo que cualquier otra cosa en la vida. Si podemos ver a estos niños enfermos por nacer como regalos (almas puras), ni siquiera los sentiremos como una carga. Estaremos levantando dentro de nosotros mismos un santo que se sentará junto a todos los ángeles y santos.
Actualmente estamos esperando un bebé (Gabriel), y confío en Dios que aunque le diagnostiquen algo, igual lo recibiremos con el corazón y los brazos abiertos. Toda vida es un regalo precioso y no somos los autores de la vida. Siempre debemos recordar que Dios da y Dios quita. ¡Bendito sea el nombre del Señor!
'Como hija única tenía esta «fantasía sobre bebés». Cada vez que nacía un primito, me preparaba con mucho mimo, cortando mis uñas y lavándome bien para poder tocar al bebé. Esperar la navidad se sentía igual; me preparaba para recibir al niño Jesús en mi corazón. Una vez en la universidad, durante la misa de navidad, me asaltó un pensamiento: este adorable niño Jesús pronto subirá al calvario y será crucificado, porque solo faltaban unos meses para la cuaresma. Estaba perturbada, pero luego Dios me dio la convicción de que no existe la vida sin la cruz. Jesús sufrió para poder estar con nosotros en nuestros sufrimientos.
No comprendí completamente el significado sublime del sufrimiento hasta que mi pequeña Anna nació prematuramente a las 27 semanas de embarazo y enfrenté todas las complicaciones que siguieron: daño cerebral severo, ataques epilépticos y microcefalia. Comenzaron las noches de insomnio y los llantos constantes; no hubo un día fácil a partir de entonces. Tenía una gran cantidad de sueños y aspiraciones, pero como mi pequeña me necesitaba tanto, tuve que renunciar a todo. Un día, estaba reflexionando sobre cómo mi vida había sido confinada en casa con Anna, quien ahora tiene unos 7 años, mientras ella se estiraba sobre mi regazo y bebía agua muy lentamente. En mi mente había mucho ruido, pero podía escuchar claramente música angelical, y las palabras se repetían una y otra vez: “Jesús… Jesús… ella es Jesús”.
Con sus largos brazos y piernas y su esbelto cuerpo extendido sobre mi regazo, de repente me di cuenta de que había un sorprendente parecido con la Piedad, recordando cómo al pie de la cruz, Jesús yacía silenciosamente en el regazo de su madre.
Las lágrimas fluyeron y fui llevada a la realidad de la presencia de Dios en mi vida. Cuando estoy agobiada por los cuidados y preocupaciones de la vida, -a veces me quedo sin aliento incluso ante las tareas más insignificantes-, entonces recuerdo que no estoy sola.
Cada niño que Dios nos regala es verdaderamente una bendición. Mientras Anna representa al Jesús sufriente, nuestro hijo de 5 años limpia la baba del rostro de Anna y rápidamente le da medicina. Me recuerda al niño Jesús ayudando a su padre y a su madre con las tareas diarias. Nuestra pequeña hija de 3 años no se cansa de agradecer a Jesús incluso por las cosas más triviales, recordando cómo el niño Jesús creció en sabiduría y amor. Nuestro querubín de un año, con sus mejillas pequeñas, manos y piernas redondeadas y regordetas, se parece al niño Jesús esculpido, lo que nos recuerda cómo Mamá María crió y cuidó al pequeño. Mientras sonríe y se da vuelta cuando duerme, se vislumbra incluso al niño Jesús durmiendo suavemente.
Si Jesús no hubiera bajado para estar entre nosotros, ¿todavía tendría la paz y el gozo que experimento todos los días? Si no hubiera conocido su amor, ¿experimentaría la belleza de ver a Jesús en mis hijos y hacer todo por ellos como lo haría por Él?
'Lo único en lo que podía pensar día y noche, era que necesitaba vengarse de aquellos que lo pusieron tras las rejas.
Mi familia emigró a Estados Unidos desde Irak cuando yo tenía 11 años; abrimos una tienda de comestibles y todos trabajamos duro para que tuviera éxito. Era un entorno difícil para crecer; nunca quise que se me percibiera como un debilucho, así que no dejaba que nadie me humillara. Aunque iba a la iglesia regularmente con mi familia y servía en el altar, mis verdaderos dioses eran el dinero y el éxito. Por ese motivo mi familia ese alegró cuando me casé a los 19 años, pues con ello esperaban que sentara cabeza.
Me convertí en un exitoso hombre de negocios haciéndome cargo de la tienda familiar de comestibles. Pensé que era invencible y que podía salirme con la mía, especialmente cuando sobreviví a los disparos de mis rivales. Cuando otro grupo caldeo abrió su propio supermercado cerca, la competencia se volvió feroz; no solo nos estábamos subestimando el uno al otro, estábamos cometiendo delitos para sacarnos el uno al otro del negocio. Provoqué un incendio en su tienda, pero su seguro pagó la reparación; luego les envié una bomba de tiempo, y ellos mandaron gente a matarme. Estaba furioso y decidí vengarme de una vez por todas: iba a matarlos; mi esposa me rogó que no lo hiciera, pero cargué un camión de 14 pies con gasolina y dinamita y lo conduje hacia su edificio; cuando encendí la mecha, todo el camión se incendió de inmediato, quedé atrapado en las llamas y justo antes de que el camión explotara, salté y rodé por la nieve; no podía ver, mi cara, mis manos y mi oreja derecha se derritieron.
Me escapé por la calle y me llevaron al hospital; la policía vino a interrogarme, pero mi abogado me dijo que no me preocupara. Sin embargo, en el último minuto todo cambió; así que me fui a Irak y mi esposa y mis hijos me siguieron. Después de siete meses, regresé silenciosamente a San Diego para ver a mis padres, pero todavía quería ajustar cuentas con mis enemigos, así que los problemas comenzaron de nuevo.
Locas visitas
El FBI allanó la casa de mi mamá; aunque escapé justo a tiempo tuve que abandonar el país de nuevo. Como los negocios iban bien en Irak, decidí no volver a Estados Unidos; luego, mi abogado me llamó y me dijo que, si me entregaba, haría un trato para conseguirme una sentencia de solo 5 a 8 años; regresé, pero me enviaron a la cárcel por 60 a 90 años. En la apelación, el tiempo se redujo de 15 a 40 años, lo que todavía parecía una eternidad.
A medida que pasaba de prisión en prisión, mi reputación de persona violenta me precedía. A menudo me metía en peleas con otros reclusos y la gente me tenía miedo; todavía solía ir a la iglesia, pero estaba lleno de ira y obsesionado con la venganza. Tenía una imagen grabada en mi mente, de entrar en la tienda de mi rival, enmascarado, disparando a todos en la tienda y saliendo; no podía soportar que estuvieran libres mientras yo estaba tras las rejas. Mis hijos crecían sin mi presencia y mi esposa ya se había divorciado de mí.
En mi sexta prisión en diez años, conocí a estos voluntarios locos y santos; trece de ellos que venían todas las semanas con sacerdotes; estaban entusiasmados con Jesús todo el tiempo. Hablaban en lenguas y hablaban de milagros y sanaciones; pensé que estaban locos, pero les agradecí que vinieran. El diácono Ed y su esposa Bárbara habían estado haciendo esto durante trece años; un día, el diácono me preguntó: «Tom, ¿cómo es tu caminar con Jesús?» Le dije que era genial, pero que solo había una cosa que quería hacer, mientras me alejaba; me llamo de regreso y me preguntó: «¿Estás hablando de vengarte?». Le dije que simplemente lo llamaba «desquitarme». Él dijo: «Realmente no sabes lo que significa ser un buen cristiano, ¿verdad?» Me dijo que ser un buen cristiano no solo significaba adorar a Jesús, sino que significaba amar al Señor y hacer todo lo que Jesús hacía, incluyendo perdonar a los enemigos. «Bueno», dije, «ese era Jesús, es fácil para Él, pero no para mí».
El diácono Ed me pidió que orara todos los días: «Señor Jesús, quita de mí esta ira, te pido que te interpongas entre mis enemigos y yo, te pido que me ayudes a perdonarlos y a bendecirlos». ¿Bendecir a mis enemigos? ¡No es posible! Pero sus repetidas lecciones de alguna manera tuvieron efecto en mi y, a partir de ese día, comencé a orar por el perdón y la sanación.
Alzando una plegaria
Durante mucho tiempo no pasó nada, pero un día, mientras pasaba de un canal a otro, vi un predicador en la televisión que decía: «¿Conoces a Jesús? ¿O solo eres un asistente más a la iglesia?» Sentí que me estaba hablando directamente a mí; a las 10 de la noche. Al apagarse la luz de la celda, como de costumbre me senté en mi litera y le dije a Jesús: «Señor, en toda mi vida nunca te conocí, lo tenía todo, ahora no tengo nada; toma mi vida, te la doy, a partir de ahora, úsala para lo que quieras, probablemente harás un mejor trabajo que el que yo hice con ella».
Después de la plegaria me uní al estudio de la Biblia y me uní al grupo de vida en el Espíritu. Un día, durante el estudio de las Escrituras, tuve una visión de Jesús en su esplendorosa gloria, y una especie de láser que bajaba del cielo me llenó del amor de Dios. Las Escrituras me hablaron y descubrí mi propósito: El Señor comenzó a hablarme en sueños y me reveló cosas que estaban viviendo algunas personas, que nunca habían compartido con nadie; empecé a llamarlos desde la cárcel para hablar de lo que el Señor me había dicho, y les prometí orar por ellos. Más tarde, escucharía sobre cómo habían experimentado la sanación en sus vidas.
En una misión
Cuando me trasladaron a otra prisión, no tenían un servicio católico, así que inicié uno y comencé a predicar el Evangelio allí. Empezamos con 11 miembros, crecimos a 58 y se fueron uniendo más. Los reclusos estaban siendo sanados de las heridas que los habían tenido encarcelados incluso antes de entrar en prisión.
Después de 15 años, regresé a casa con una nueva misión: salvar almas y destruir al enemigo.
Mis amigos llegaban a casa y me encontraban leyendo las Escrituras durante horas; no podían entender lo que me había pasado; les dije que el viejo Tom había muerto, yo era una nueva creación en Cristo Jesús, orgulloso de ser su seguidor.
Perdí muchos amigos, pero gané muchos hermanos y hermanas en Cristo.
Quería trabajar con los jóvenes, entregarlos a Jesús para que no terminaran muertos o en la cárcel. Mis primos pensaron que me había vuelto loco y le dijeron a mi madre que lo superaría muy pronto; pero luego me reuní con el obispo, quien dio su aprobación, y encontré a un sacerdote, el padre Caleb, que estaba dispuesto a trabajar conmigo en este apostolado.
Antes de ir a la cárcel, tenía mucho dinero, tenía popularidad y todo tenía que ser a mi manera; era un controlador. En mis viejos tiempos de crimen, todo se trataba de mí; pero después de conocer a Jesús, me di cuenta de que comparado con Él todo en el mundo era basura; ahora, todo giraba en torno a Jesús, que vive en mí, Él me impulsa a hacer todas las cosas, y no puedo hacer nada sin Él.
Escribí un libro sobre mis experiencias para dar esperanza a la gente; no solo a las personas en prisión, sino a cualquiera que esté encadenado a sus pecados. Siempre vamos a tener problemas, pero con su ayuda podemos superar todos los obstáculos de la vida; es solo a través de Cristo que podemos encontrar la verdadera libertad.
Mi Salvador vive, está vivo. ¡Bendito sea el Nombre del Señor!
'En una tarde abrasadora en las calles de Calcuta, conocí a un chico…
La oración es una parte innegable, central y clave en la vida de todo cristiano. Sin embargo, Jesús hizo hincapié en otras dos cosas que iban claramente de la mano de la oración: el ayuno y la limosna (Mateo 6, 1-21). Durante la cuaresma y el adviento, se nos pide específicamente que dediquemos más tiempo y esfuerzo a estas tres prácticas ascéticas. “Más” es la palabra que subrayamos. Cualquiera que sea el tiempo en que nos encontremos, la abnegación y la entrega radicales son una llamada continua para cada creyente bautizado. Hace unos ocho años, Dios me hizo literalmente detenerme a pensar en esto.
Encuentro inesperado
En 2015, tuve el gran privilegio y la bendición de cumplir el sueño de toda mi vida: estar con y servir a algunos de los hermanos y hermanas más necesitados de todo el mundo, en Calcuta, India, donde los pobres son descritos no solo como pobres, sino como «los más pobres de los pobres». Desde el momento en que llegué, fue como si electricidad corriera por mis venas. Sentí una inmensa gratitud y amor en mi corazón por esta increíble oportunidad de servir a Dios en la orden religiosa de la Santa Madre Teresa, las Misioneras de la Caridad. Los días fueron largos, pero absolutamente llenos de acción y de gracia. Mientras estuve allí, no quise perder ni un momento. Después de empezar cada día a las 5 de la mañana con una hora de oración, seguida de la Santa Misa y el desayuno, salíamos para servir en un hogar para enfermos, indigentes y moribundos adultos. Durante la pausa del almuerzo, después de una comida ligera, muchos de los religiosos con los que me alojaba dormían la siesta para recargar las pilas y estar listos para reemprender la marcha por la tarde y hasta la noche.
Un día, en lugar de descansar en casa, decidí dar un paseo en busca de un cibercafé para ponerme en contacto con mi familia por correo electrónico. Al doblar una esquina, me encontré con un niño de unos siete u ocho años. Su rostro expresaba una mezcla de frustración, rabia, tristeza, dolor y cansancio. Parecía que la vida ya había empezado a pasarle factura. Llevaba al hombro la mayor bolsa de plástico transparente y resistente que había visto en mi vida. Estaba llena de botellas y otros objetos de plástico.
Se me partió el corazón mientras ambos nos examinábamos en silencio. Mis pensamientos se dirigieron entonces a preguntarme ¿qué podría darle al pequeño? Me llevé la mano al bolsillo y me di cuenta de que sólo llevaba una pequeña cantidad de cambio para pagar el Internet; era menos de una libra inglesa. Cuando se lo di mirándolo a los ojos, todo su ser pareció cambiar. Estaba tan animado y agradecido, mientras su hermosa sonrisa iluminaba su bello rostro. Nos dimos la mano y siguió caminando. Mientras permanecía de pie en aquel callejón de Calcuta, me quedé asombrado al darme cuenta de que Dios Todopoderoso acababa de enseñarme personalmente una lección tan poderosa a través de este encuentro, que cambiaría el resto de mi vida.
Cosechando bendiciones
Sentí que Dios en ese momento, me había enseñado de una manera maravillosa que lo importante no es el regalo en sí, sino la disposición, la intención y el amor del corazón con los cuales se entrega el regalo. Santa Madre Teresa lo resumió bellamente diciendo: «No todos podemos hacer grandes cosas, pero podemos hacer pequeñas cosas con gran amor». De hecho, San Pablo dijo que aún si damos todo lo que tenemos «pero no tenemos amor», no ganamos nada (1Corintios 13, 3).
Jesús describió la belleza del dar, diciendo que “cuando demos… se nos dará una medida buena, apretada, remecida, rebosante, que se nos pondrá en el regazo. Porque la medida que demos será la medida que recibiremos» (Lc 6, 38). San Pablo nos recuerda también que «todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará» (Ga 6,7). No damos para recibir algo a cambio; pero Dios, en su infinita sabiduría y bondad, nos bendice personalmente en esta vida y también en la otra cuando damos pasos en el amor (Juan 4,34-38). Como nos enseñó Jesús, «hay mayor bendición en dar que en recibir» (Hechos 20,35).
'Asustado y solo en un bote a mitad de un mar tormentoso, el pequeño Vinh hizo un trato con Dios…
Cuando terminó la guerra de Vietnam en 1975, yo era todavía un niño, el penúltimo de 14 hermanos. Mis maravillosos padres eran católicos devotos; pero a raíz de que los cristianos comenzaron a sufrir la persecución en Vietnam, quisieron que los niños escaparan a otros países para encontrar una mejor vida.
Cuando los refugiados dejan sus países, generalmente lo hacen a bordo de pequeñas embarcaciones de madera que con frecuencia zozobran en el mar, sin sobrevivientes. Así que mis padres decidieron que buscarían la manera de que dejáramos el país uno por uno. Esto representó para ellos un enorme sacrificio: poder ahorrar con el fin de saldar el enorme costo que tuvieron que pagar para lograrlo.
La primera vez que yo intenté salir del país, tenía tan solo 9 años. Me llevó dos años y 14 intentos antes de finalmente lograr escapar. A mis padres les tomó otros 10 años para lograr salir del país.
El escape
En un pequeño bote de madera atiborrado con 77 refugiados, mi pequeño “yo” de 11 años, iba solo, por mi cuenta, a mitad de la nada. Enfrentamos muchos peligros; en la séptima noche, cuando una fuerte tormenta nos estaba golpeando, una mujer me suplicó: “Es probable que no sobrevivamos a esta tempestad; cualquiera que sea tu religión, ora a tu Dios”. Y mientras el viento y las olas golpeaban nuestra embarcación aquella noche, yo premetí dedicar mi vida al servicio de Dios y su pueblo por el resto de mi vida.
Cuando desperté al siguiente día, continuábamos a flote y el mar estaba calmado. No obstante, aún corríamos un gran peligro porque se nos habían terminado el agua y los alimentos.
Dos días después, mis plegarias fueron respondidas cuando finalmente nuestra embarcación llegó al puerto de Malasia, después de haber pasado 10 días en el mar.
Comenzando una nueva vida en un campo de refugiados, busqué la manera de mantenerme fiel al trato que había hecho con Dios. Sin padres y sin nadie que se hiciera cargo de mí, sin nadie que me dijera lo que tenía que hacer, puse mi confianza total en Dios y le pedí que me guiara. Yo fui a misa cada día, y el sacerdote pronto me pidió que lo ayudara en el servicio del altar. El padre Simon era un misionero francés que trabajaba muy duro ayudando a los refigiados con todas sus necesidades; especialmente sus documentos de inmigrantes. El se convirtió en mi héroe. El había encontrado tal alegría en servir a los demás, que yo quería ser como él cuando creciera.
Con los retos que estaba enfrentando al iniciar una nueva vida en Australia, olvidé mi antigua promesa al Señor. Al finalizar el décimo año, cuando meditaba sobre lo que realmente me gustaría hacer de mi vida, el Señor me recordó mi deseo de hacerme sacerdote; así que Monseñor Keating, párroco de mi iglesia, organizó para mi una experiencia de trabajo en la parroquia. Me gustó tanto que decidí unirme al seminario una vez que completé mis estudios superiores.
Guardián de promesas
Durante los últimos 26 años he servido como sacerdote en la Arquidiócesis de Perth. Como el padre Simón, he encontrado gran alegría al servir al pueblo de Dios. Mi mayor reto ha sido ser designado para fundar una nueva parroquia en las afueras de Perth en 2015. Estaba perdido; había una escuela pero no las instalaciones necesarias de una iglesia, así que comenzamos reuniéndonos para celebrar la misa en un salón de clases.
Busqué el consejo de mis compañeros sacerdotes. Dos de ellos se me quedaron grabados. Uno dijo: “Construye una iglesia y entonces vendrá la gente”; otro dijo: “Construye una comunidad… cuando llegue la gente, entonces podrás constuir la iglesia”. Me pregunté a mí mismo: “¿Debo tener el huevo o la gallina?” Decidí que necesitaba ambos: el huevo y la gallina. Así que construí ambas: la iglesia y la comunidad.
Un refugiado vietnamita con escasas posibilidades de sobrevivir a la persecución en su propio país, que experimentó el temor de perder la vida en una terrible noche de tormeta en mar abierto, ahora construyendo una comunidad de Iglesia en territorio australiano: Aún estoy asombrado de la maravillosa manera de trabajar del Señor.
Las Hermanas Dominicas me ayudaron a formar la comunidad y también a reunir los fondos para que la construcción del templo de San Juan Pablo II fuera una realidad. Decenas de corazones generosos que acudían de otras parroquias en Perth, así como de otras partes del mundo, extendieron sus manos para ayudar, y estoy agradecido con Dios por el apoyo que nos brindaron. Situaciones como estas me recuerdan de manera continua que la palabra “católica” significa “universal”. Sin importar en qué lugar del mundo nos encontramos, somos el pueblo de Dios. Nuestra Iglesia que comenzó con una docena de personas, ahora reúne a cerca de 400 parroquianos. Los miembros de nuestra comunidad provienen de 31 diferentes culturas; cada semana veo caras nuevas. Conforme he ido aprendiendo sobre la diversidad de culturas de las personas con las que comparto una fe común, he recibido la ayuda para profundizar en mi relación con Dios.
Recibir engendra el dar
Aunque disfruto mi vida y ministerio en Australia, no olvido mis raíces en Vietnam. El Señor me ha llevado a brindar apoyo a un orfanato que dirigen las Hermanas Dominicas. Además de apoyar en la recaudación de fondos, también he llevado feligreses a colaborar en jornadas de misión para ayudar a las hermanas en el cuidado de los huérfanos. La juventud se adentra en el trabajo misionero, alimentándoles, enseñándoles, haciendo lo que sea necesario, y formando relaciones de amistad que continúan más allá del tiempo destinado para nuestras visitas. Nadie regresa a casa sin haber experimentado un cambio profundo en su forma de ver la vida.
Han pasado cerca de 40 años desde mi experiencia en aquella pequeña embarcación, donde hice mi promesa a Dios. Mi relación con Dios fue formada desde mi infancia por mis padres, para llegar a ese punto de rendición. Cuando me enseñaron a rezar el Rosario, pensé que era aburrido. En ese tiempo pude haber dicho a modo de queja: “¿Por qué tenemos que repetir la misma oración una y otra vez? Podríamos rezarla solo una vez y entonces decir: `lo mismo´, `lo mismo´, `lo mismo´, para que yo pueda salir a jugar.” Pero con el tiempo pude apreciar que el Rosario resume toda la Biblia, y repetir las oraciones nos permite meditar en los misterios. Ahora digo a las personas que la biblia contiene la información básica que necesitamos antes de dejar este mundo.
Mis padres me dieron la formación para ser fiel a la promesa que hice en aquella pequeña embarcación, y Dios, en su misericordia, se hizo cargo de mí cuando mis padres no pudieron hacerlo. Ellos continuaron orando por sus hijos, confiándonos a Dios; y para ellos fue una encantadora sorpresa cuando me consagré como sacerdote. Ahora mi trabajo es apoyar a las familias alimentando su fe y dando dirección a cualquiera que venga a mí en busca de consejo: “No tengas miedo de discernir el llamado de Dios; tómate el tiempo para hablar con Dios y permítele hablarte; poco a poco irás comprendiendo lo que Dios quiere que hagas en tu vida.”
Por mi parte continuo orando cada día a Dios para que pueda ser verdaderamente fiel a la promesa que le hice: ser su pequeño por la eternidad.
'Nunca me había dado cuenta del significado real de «yugo» hasta que…
Esta mañana tenía una sensación de pesadez; entendí que era un claro llamado a pasar más tiempo en oración. Sabiendo que la presencia de Dios es el antídoto para todos los males, me acomodé en mi “armario de oración”, que por hoy estaba ubicado en mi porche delantero. Sola, excepto por el canto de los pájaros y una brisa tranquila que se filtraba entre los árboles, descansé con los sonidos de la suave música de adoración que provenía de mi celular. A menudo he experimentado la libertad que proviene de apartar la vista de mí misma, de mis relaciones o de las preocupaciones del mundo. Dirigir mi atención a Dios me recordó el versículo del Salmo 22: “Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel” (3). En efecto, Dios habita en las alabanzas de su pueblo.
Comencé a sentirme centrada una vez más, libre de las cargas que se cernían sobre nuestra nación y el mundo. La paz volvió cuando sentí que mi llamado no era a llevar, sino a abrazar el yugo que Jesús ofrece en el Evangelio de Mateo: “Vengan a mí todos los que están cansados y cargados, y yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas.” (11; 28-29).
El sello de un cristiano
Mis padres crecieron en granjas. Es posible que alguno de ustedes haya visto dos animales conectados por un travesaño de madera sujeto al cuello, pero ese no fue mi caso. Siempre había interpretado ese versículo imaginando a Jesús asociándose con nosotros en la vida: Él, soportando la mayor parte de la carga, y yo caminando a su lado, logrando lo que me correspondía hacer con su ayuda y guía.
Pero recientemente aprendí que un «yugo» era una expresión judía del primer siglo, que significaba algo completamente diferente a la imagen agraria de dos bueyes conectados por sus cuellos.
“Yugo”, como lo usó Jesús, se refiere a la colección de enseñanzas de un rabino. Al elegir seguir las enseñanzas de un rabino en particular, una persona se convierte en su discípulo y elige caminar con él. Jesús, en efecto, está diciendo: “Te estoy mostrando cómo es caminar con Dios”. ¡No es un deber ni una obligación, sino un privilegio y un don! Aunque había experimentado el “yugo” de Jesús como un privilegio y un regalo, los “problemas del mundo” que prometió que experimentaríamos a menudo, lograron empañar el gozo que debería ser en mí el sello distintivo de una cristiana.
Durante la oración de esta mañana, abrí un libro escrito hace casi veinticinco años por un sacerdote franciscano, y pasé a una página que sonaba como si estuviera escrita hoy:
“Cuando la gracia ya no es una realidad experimentada, parece ser que el reino de la libertad se pierde también… Es tan fácil demonizar al otro lado, al que piensa diferente. Así lo podemos ver escrito con letras grandes en las elecciones de este país: Todo lo que cualquiera de las partes sabe hacer es atacar al otro. No tenemos nada positivo que nos lleve a creer, nada que sea iluminador, que nos enriquezca o nos interpele de manera profunda. La identidad negativa, superficial como es, surge más fácilmente que la elección dedicada. Francamente, es mucho más fácil estar en contra que a favor. Incluso en la Iglesia, muchos no tienen una visión positiva de lo que tienen enfrente, por lo que llevan la carga hacia atrás o en contra. Tengamos en cuenta que el concepto de Jesús del «Reino de Dios» es totalmente positivo; no está basado en el miedo ni en contra de algún individuo, grupo, pecado o problema. (“Everything Belongs”, [Todo Pertenece], 1999).
Poco a poco
La pesadez que había estado sintiendo era el resultado no solo de la división en nuestro país, sino también entre los integrantes de mi propio círculo que, como yo, llaman a Jesús “Señor”, pero parecen incapaces de honrar los diferentes llamados y caminos de otras personas. Sabiendo que Jesús restauró la dignidad a aquellos a quienes la sociedad había avergonzado, ¿no es esto lo que nosotros como sus seguidores deberíamos hacer por los demás?: Incluir, no excluir; extender la mano, no alejarla; escuchar, no condenar.
Yo misma luché contra eso. Era difícil entender cómo otros podían ver las cosas de una manera que a mí me parecían contrarias al mensaje cristiano; pero tenían la misma dificultad para mirar desde la lente a través de la cual yo misma podía ver ahora el “yugo” de Jesús. Aprendí hace años el valor de tener un espíritu abierto a ser enseñado. Es fácil para nosotros sentir que tenemos la única verdad; sin embargo, si somos discípulos firmes, expandiremos continuamente nuestra visión no solo a través de la oración, sino también a través de la lectura, la meditación en las Escrituras y escuchando a aquellos que son más sabios que nosotros. Es de suma importancia la elección de las personas a quienes les permitimos tener un lugar de influencia sobre nosotros. Las personas de fe e integridad probadas, que han llevado “vidas dignas de su llamamiento” merecen nuestra atención. Sobre todo, el ejemplo de quienes modelan el amor, buscando el bien de todos, nos ayudará a crecer y cambiar a lo largo de los años. Nuestro carácter será refinado, poco a poco, a medida que seamos “transformados a imagen de Cristo”.
Si nosotros, con toda nuestra iluminación, todavía sentimos que debemos decir la verdad de la manera como la entendemos, aun con el amor con el que hablemos, podremos fácilmente cometer el error de pensar que somos la voz del Espíritu Santo en la vida de alguien más. Solo Dios conoce el corazón, la mente y la obediencia de la persona que vive para Él. La obra de su Espíritu y la respuesta de otro no son nuestras jurisdicciones.
Ciertamente, un buen padre no señalaría con el dedo a un niño pequeño e insistiría en que actúe como un adulto. Un buen padre entiende que se necesitan muchos años, mucha enseñanza y un buen ejemplo para que el niño madure. ¡Afortunadamente, tenemos un Padre muy bueno! El Salmo 22 me vino a la mente de nuevo. El mismo salmo que Jesús citó desde la cruz, en lo más profundo de su dolor y sufrimiento, termina con el recordatorio de que cada generación contará a sus hijos las cosas buenas que el Señor ha hecho. La gracia abunda y le sigue la libertad. Decidí nuevamente ofrecer ambas a aquellos que no entiendo y que no me entienden a mí.
Aquel con quien estoy en “yugo” de por vida, me muestra el camino.
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