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Sep 02, 2020 895 0 Diácono Jim McFadden
Encuentro

Atrévete a llamar a papá

¿Sabías que tienes un padre omnipresente? Continúa leyendo si estás buscando su amor.

Cuando miras atrás

Hace dieciséis años, yo estaba dando una clase de catecismo en la Prisión de Folsom, una cárcel de máxima seguridad en California, para preparar a algunos de los reclusos para su Confirmación. Un recluso llamado Juan comenzó a relatar su historia. Nos compartió que su padre biológico había abandonado a la familia cuando él era un niño y que su padrastro era indiferente y abusivo. Dicho en otras palabras, nos dio a entender que su conexión emocional con cualquier figura paterna estaba irremediablemente dañada. Esa podría ser la razón, nos dijo, por la cual está apegado a la fe de su infancia; aún está buscando a su padre. Yo le dije “Juan, Dios ES tu Padre, y Jesús te invita a que lo llames ‘Abba’.”

“¿Qué significa ‘Abba’?” Me preguntó

“Significa Papá. Jesús te da permiso de que le llames a Dios papá.” Le contesté.

Con lágrimas en los ojos, Juan recitó la oración del Padre Nuestro lenta y reverencialmente. Lo hizo con tanto poder y convicción que parecía como si lo estuviera haciendo por primera vez.

La simplicidad del Padre Nuestro y nuestra propia familiaridad con esta oración pueden enmascarar la joya que esta fue en la historia de nuestra religión. Jesús no llama a Dios “Juez” u “Omnisciente” o “Poder del Cielo” ni ningún otro título que represente la trascendencia de Dios. En vez de eso, Jesús llama a Dios “Padre”, lo cual evoca un sentido de familiaridad, recordándonos cómo un niño se vuelve hacia su padre, con la confianza de saberse amado por él.

Llenando el vacío

Si alguien siente que su padre ha estado ausente, los juzga o es duro, es posible que proyecten estas cualidades en Dios. Si esperan poco de sus padres, puede que esperen muy poco o nada de Dios. Si su padre no se comunicaba con ellos, pueden pensar que Dios es igual. Pero Jesús nos enseñó a llamarle a Dios Abba, que significa “mi padre” y evoca un sentimiento de intimidad, calidez, seguridad y amor.

En el libro de Oseas podemos encontrar a Dios como un padre amoroso, ya que el profeta captura esta íntima relación de padre e hijo a la cual Jesús nos invita:

«Cuando Israel era niño, yo le amé,

y de Egipto llamé a mi hijo.

Cuanto más los llamaba,

más se alejaban de mí:

a los Baales sacrificaban,

y a los ídolos ofrecían incienso.

Yo enseñé a Efraím a caminar,

tomándole por los brazos,

pero ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos.

Con cuerdas humanas los atraía,

con lazos de amor,

y era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me

inclinaba hacia él y le daba de comer.» (Oseas 11: 1-4)

Qué imagen tan tierna la de nuestro Dios como aquel que “alza a un niño contra su mejilla”

Esa es la imagen que derritió el corazón de un prisionero llamado Juan y llenó sus ojos de lágrimas. Muchas personas pasan su vida buscando una figura paterna. Pero Jesús nos dice que tenemos un padre que nos ama más que cualquier padre terrenal podría amarnos. Simplemente tenemos que ir ante él y, con la simplicidad de un niño, decirle “¡Abba!”

Padre del Cielo, me entrego completamente en tus brazos como un niño, y confío en tu Divina Providencia. Cada día, déjame sentir esos lazos de amor invisibles con los cuales me acercas a ti. Amén.

 

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Diácono Jim McFadden

Diácono Jim McFadden ministro en la Iglesia Católica de San Juan Bautista en Folsom, California. Sirve en la formación en la fe de adultos, preparación bautismal y dirección espiritual.

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