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Sep 02, 2021 2971 0 Shalom Tidings
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Reflexiones santas : «Una vez sacerdote, siempre sacerdote»

Un sacerdote estaba de visita en Roma y tenía una cita para reunirse con el Papa Juan Pablo II en una audiencia privada. En su camino, visitó una de las muchas basílicas encantadoras. Como de costumbre, los escalones estaban repletos de mendigos, pero uno de ellos captó su interés. «Te conozco. ¿No fuimos juntos al seminario?» El mendigo asintió con la cabeza. «Entonces te hiciste cura, ¿no?», le preguntó el sacerdote. «¡Ya no! Por favor, déjeme en paz», respondió el mendigo enojado. Consciente de la proximidad de su cita con el Santo Padre, el sacerdote se marchó prometiendo: «Rezaré por ti», pero el mendigo se burló: «De nada servirá eso».

Por lo general, las audiencias privadas con el Papa son muy breves: se intercambian unas pocas palabras mientras él otorga su bendición y un rosario bendecido. When the priest’s turn came, the encounter with the beggar-priest was still playing on his mind, so he implored His Holiness to pray for his friend, then shared the whole story. The Pope was intrigued and concerned, asking for more details and promising to pray for him. Not only that, he and his beggar-friend received an invitation to dine alone with Pope John Paul II. After dinner, the Holy Father spoke privately with the beggar.

Cuando llegó el turno del sacerdote, el encuentro con el mendigo-sacerdote seguía en su mente, así que imploró a Su Santidad que rezara por su amigo, y luego compartió toda la historia. El Papa, intrigado y preocupado, pidió más detalles y prometió rezar por él. No sólo eso, él y su amigo mendigo recibieron una invitación para cenar a solas con el Papa Juan Pablo II. Después de la cena, el Santo Padre habló en privado con el mendigo.

El mendigo salió de la habitación llorando. «¿Qué ha pasado ahí dentro?», preguntó el sacerdote. La respuesta más notable e inesperada llegó. «El Papa me pidió que escuchara su confesión», se atragantó el mendigo. Después de recuperar la compostura, continuó: «Le dije: ‘Su Santidad, míreme. Soy un mendigo, no un sacerdote'».

«El Papa me miró con ternura, diciendo: ‘Hijo mío, una vez sacerdote siempre sacerdote, y quién de nosotros no es un mendigo. Yo también me presento ante el Señor como un mendigo pidiendo el perdón de mis pecados'». Hacía tanto tiempo que no escuchaba una confesión que el Papa tuvo que ayudarle con las palabras de la absolución. El sacerdote comentó: «Pero si estuviste mucho tiempo ahí dentro. Seguro que el del Papa no tardó tanto en confesar sus pecados».

«No», dijo el mendigo, «pero después de escuchar su confesión, le pedí que escuchara la mía». Antes de partir, el Papa Juan Pablo II invitó a este hijo pródigo a asumir una nueva misión: ir a atender a los indigentes y a los mendigos en los escalones de la misma iglesia donde había estado mendigando.

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