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Ago 06, 2019 802 0 Padre Jilto George CMI
Encuentro

Padre… ¿Jesús me sanaría?

¿Estás buscando una salida a esas adicciones que te amenazan? ¿Te preocupa volver a caer en tus
viejos hábitos? ¡He aquí la respuesta!

Durante la solemne ceremonia de conclusión del retiro Shalom que duró tres días, observaba aquellos rostros felices que regresaban a sus casas con el espíritu renovado, y mi corazón rebozaba de gratitud. En esos momentos escuché una voz atrás de mí que decía: “Padre, ¿Jesús me sanaría?” Me llamó la atención la pregunta, y reconocí al joven de unos veinte años de edad que vino a pararse junto a mí. Se le notaba perplejo. Mientras todos los asistentes estaban listos para salir, este joven parecía tener muchas dudas y una urgente necesidad de respuestas a todas aquellas preguntas que seguían rondando por su mente: “¿Podré llevar una vida de santidad? ¿Volveré a caer en mis viejos hábitos?”

De hecho, desde el primer día del retiro me había enterado de que este joven lo había perdido todo: familia, amigos y relaciones, todo por su adicción a la pornografía que lo había dejado atrapado en una maraña tóxica, una vida de total desorden y devastación que le había hecho perder toda esperanza de recuperación. Su situación era de tal forma tan grave, que era incapaz de mirar a cualquier persona con una buena intención, incluyendo a sus padres. Su vida en todos los aspectos se había tornado inmunda y su mente estaba inmersa en la culpa. Aunque había intentado varias formas de romper con aquella adicción que lo tenía esclavizado, nada le había funcionado; una y otra vez caía en el mismo pecado.

¿Hay algo imposible para Dios?

Como decía San Agustín: “No existe santo sin un pasado, y no hay pecador sin futuro.” El joven recordó que había sido durante la Confesión, que la misericordia del Señor había tocado su corazón ayudándole a tomar profunda consciencia de la importancia de depender de Dios como un niño. Su continua preocupación por el futuro, le reveló su hambre de seguir una vida de santidad. Recordé lo que San Francisco de Sales solía decir: “El Señor se deleita con cada paso pequeño que das en torno a una vida de santidad.” Exhorté al joven a “¡seguir intentando!” La clave para crecer en la conversión es seguir intentando aunque no se vean aparentes resultados, pero Dios mira tus esfuerzos. El que no podamos ver nuestros propios progresos nos ayuda a depender más de Dios.
La conversión se da en un momento, pero se necesita toda una vida para completarla. La Biblia nos ofrece tres pautas importantes para mantenernos en la santidad:

1. Todo comienza con el deseo.

¿Qué es lo que buscas? Así como el combustible nos permite arrancar, el deseo es lo que nos permite actuar. Si buscáramos a una persona en Google, nos revelaría cuáles son los intereses y deseos secretosde esa persona. “En donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mateo 6,21)
En “El poema del Hombre Dios”, de María Valtorta, se narra a un grupo de personas alrededor de Jesúsque le pregunta: “¿Por qué nunca has pecado en tu vida?”. La respuesta de Jesús es simple: “Nunca hedeseado pecar”. El primer paso para ser santo es desear la pureza, porque el deseo conduce al esfuerzo. El Apóstol Pablo atravesó la misma guerra de los deseos: “Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado.” (1 Corintios 9,27) El deseo controla nuestros pasos; necesitamos rechazar y alejar ciertos deseos, al tiempo que vamos deseando y cultivando otros. Muchas veces los deseos insatisfechos nos orillan a las adicciones, y para poder llevar una vida santa, hay que cultivar el deseo de la santidad. Cultivar deseos santos ayuda a que el alma se enfoque en Dios. Como dijo San Agustín: “Toda la vida del buen cristiano es, de hecho, un ejercicio del santo deseo. No se puede ver lo que se anhela, pero el simple hecho de desearlo nos prepara para que, cuando Él venga, podamos ver y estar plenamente satisfechos.”

2. ¿Huir o caer?

Por lo general, somos el resultado del medio ambiente en el que nos desarrollamos. El contexto y las circunstancias ejercen una gran influencia en nuestras adicciones, y cambiar la situación puede hacer una gran diferencia. Vivir bajo una atmósfera y en un contexto de santidad, invariablemente conduce a una vida de santidad.

Todos los seres humanos tenemos la inclinación natural de hacer lo que está prohibido. El Apóstol Pablo lo dice claramente en Romanos 7,23: “Pero advierto en mis miembros otra ley que lucha contra la ley de mi espíritu, y paso a ser esclavo de esa ley del pecado que está en mis miembros." La vida de santidad es una vida de luchas: en todo momento se desatan batallas entre la carne y el alma, y los deseos corruptos de la carne se desarrollan en un contexto propicio para ello.

Santa Bernardita de Siena nos enseña que el mejor de todos los consejos es evitar la ocasión de pecado, y esto ciertamente es la base fundamental de la santidad: “Sean sobrios y estén vigilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar."  (1 Pedro 5,8). El mal llega disfrazado, y muchas veces lo hace en forma de nuestras debilidades. San Felipe dice que, en la lucha contra la impureza, la victoria será para aquel que huya de la ocasión de pecado, y no del que se expone a él dañando su cuerpo y haciéndole imposible resistir los ataques.

3. ¡Ten valor!

Confiar y abandonar todo a la misericordia de Dios es la forma más fácil de avanzar en santidad. Dios noes una figura que estará esperándonos para enjuiciarnos y complicar las cosas. Él es nuestro Padre, rico en misericordia, que espera abrazar a cualquiera que se acerque al trono de la misericordia. Confiar en nosotros mismos apoyándonos sólo en nuestros esfuerzos, es la manera más segura de perderse, pero si confiamos en Dios podemos lograr cualquier cosa. En el camino se interpondrán pequeños obstáculos, pero su único fin será hacernos más humildes. “Yo soy el amor y la Misericordia misma; no existe miseria que pueda medirse con Mi misericordia, ni la miseria la agota, ya que desde el momento en que se da, [mi misericordia] aumenta. El alma que confía en Mi misericordia es la más feliz porque Yo Mismo tengo cuidado de ella.” (Del Diario “La Divina Misericordia en mi alma”, de Santa María Faustina Kowalska, #1273). La misericordia de Jesús nos invita a que nos abandonemos totalmente a su voluntad. Lo que es imposible para el hombre, es posible a través de la misericordia del Señor.

Para muestra, basta un botón

Pedro era un mentiroso, María Magdalena una chica de fiestas, María de Egipto era prostituta, Pablo era un perseguidor, Agustín era un hijo descarriado, ¡y todos ellos fueron Santos porque se aventuraron en el camino de la santidad! Siempre recuerda que la gracia del Señor te será suficiente…y ahora es el momento de que te vuelvas a levantar y continuar. Desea la santidad, y toma la firme decisión de alejarte de todas las ocasiones de pecado. ¡Confía solamente en Su misericordia!

Oración

“Oh Señor, infunde en nuestros corazones el fuerte deseo de la santidad para que, empoderados con el Espíritu Santo, podamos alejarnos del pecado. Con gran confianza nos acercamos a la Fuente de tu misericordia acurrucándonos en tus brazos amorosos. Amén.”

 

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Padre Jilto George CMI

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