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Jul 19, 2024 9 0 Liz Kelly Stanchina
Evangelizar

Más poder

Cuando ella perdió la movilidad, la vista, la escucha, la voz e incluso el sentido del tacto, ¿qué impulsó a esta joven mujer a describir su vida como “dulce”?

La pequeña Benedetta, a los siete años escribió en su diario: “¡El mundo es encantador! Es fantástico estar vivo”. Esta muchacha inteligente y feliz, lamentablemente contrajo polio en su infancia, lo que dejó su cuerpo lisiado, ¡pero nada pudo paralizar su espíritu!

Tiempos difíciles en marcha

Benedetta Bianchi Porro nació en Forlì, Italia, en 1936. Cuando era adolescente comenzó a quedarse sorda, pero a pesar de ello ingresó a la facultad de medicina, en donde fue muy destacada realizando exámenes orales tan sólo con leer los labios de sus profesores. Tenía un ardiente deseo de convertirse en médica misionera, pero después de cinco años de formación en medicina y a tan sólo un año de obtener el título, se vio obligada a finalizar sus estudios debido al aumento de los síntomas de su enfermedad. Benedetta se diagnosticó a sí misma con neurofibromatosis. Hay varios diagnósticos de esta cruel enfermedad, y en el caso de Benedetta, atacó los centros nerviosos de su cuerpo, formando tumores en ellos y provocando gradualmente sordera total, ceguera y, más tarde, parálisis.

A medida que el mundo de Benedetta se hacía cada vez más pequeño, ella demostró un valor y una santidad extraordinarios, y fue visitada por muchos que buscaban su consejo e intercesión. Ella se pudo mantener en comunicación, gracias a que su madre marcaba el alfabeto italiano en su palma izquierda, una de las pocas áreas de su cuerpo que seguía siendo funcional. Su madre marcaba minuciosamente cartas, mensajes y las Santas Escrituras en la palma de Benedetta, y ella respondía verbalmente a pesar de que su voz se había debilitado hasta convertirse en un susurro.

Iban y venían en grupos de diez y quince”, dijo Maria Grazia, una de las confidentes más cercanas de Benedetta. “Con su mamá como intérprete pudo comunicarse con cada uno. Parecía como si pudiera leer nuestras almas con extrema claridad, aunque no podía oírnos ni vernos. Siempre la recordaré con la mano extendida dispuesta a recibir la Palabra de Dios y a sus hermanos” (“Más allá del silencio”, las cartas de la vida diaria de Benedetta Bianchi Porro).

No es que Benedetta nunca hubiera experimentado agonía o incluso enojo por esta enfermedad que le estaba quitando la capacidad de convertirse en médico; pero al aceptarla, se convirtió en una doctora de otro tipo, una especie de cirujana del alma. Ella era, en efecto, una doctora espiritual. Al final, Benedetta no fue menos sanadora de lo que alguna vez deseó ser. Su vida se había reducido hasta la palma de su mano; esa palma que no era más grande que una hostia de comunión; sin embargo, en esa pequeñez, la comunión… Cristo, le había concedido un don extraordinario, un don poderoso.

Es imposible pasar por alto la correlación entre la vida de Benedetta y Jesús sacramentado, que se encuentra en ese pequeño pan, silencioso, frágil, pero que es Jesús, el amigo siempre presente para nosotros.

Hacia el final de su vida, le escribió a un joven que sufría de manera similar:

“Por ser sorda y ciega, las cosas se me han complicado… Sin embargo, en mi calvario no me falta la esperanza. Sé que al final del camino Jesús me espera. Primero en mi sillón, y ahora en mi cama donde ahora me encuentro, he encontrado una sabiduría mayor que la de los hombres; he descubierto que Dios existe, que Él es amor, fidelidad, alegría, certeza, hasta el fin de los siglos… Mis días no son fáciles. Son duros. Pero también son días dulces porque Jesús está conmigo en mis sufrimientos, y me da su dulzura en mi soledad y su luz en las tinieblas. Me sonríe y acepta mi servicio”. (“Venerable Benedetta Biancho Porro”, por Dom Antoine Marie, OSB)

Un recordatorio convincente

Benedetta falleció el 23 de enero de 1964. Tenía 27 años. Fue reconocida como “venerable” el 23 de diciembre de 1993 por el Papa Juan Pablo II y beatificada el 14 de septiembre de 2019 por el Papa Francisco.

Uno de los grandes regalos que los santos aportan a la Iglesia es que nos dan una imagen clara de cómo es la virtud, incluso en circunstancias increíblemente difíciles. Necesitamos “vernos a nosotros mismos” en la vida de los santos, a fin de ser fortalecidos para la nuestra.

La Beata Benedetta es verdaderamente un modelo de santidad para nuestro tiempo. Ella es un recordatorio convincente de que incluso una vida llena de limitaciones graves puede ser un poderoso catalizador para la esperanza y la conversión en el mundo, y que el Señor conoce y cumple el deseo más profundo de cada corazón, a menudo de manera sorprendente.

Una oración a la Beata Benedetta

Beata Benedetta, tu mundo se hizo pequeño como una hostia de comunión. Estabas inmovilizada, sorda y ciega y, sin embargo, fuiste un testigo poderoso del amor de Dios y de la Santísima Madre. Jesús en el Santísimo Sacramento está escondido y también es pequeño, silencioso, inmovilizado e incluso débil, y todavía todopoderoso, siempre presente para nosotros. Por favor, ora por mí, Benedetta, para que colabore, como tú, con Jesús, en cualquier forma que Él quiera utilizarme. Que se me conceda la gracia de permitir que el Padre todopoderoso hable también a través de mi pequeñez y soledad, para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Amén.

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Liz Kelly Stanchina

Liz Kelly Stanchina es autora de más de diez libros. Es licenciada en Estudios Católicos y Escritura Creativa. Viaja por todo el mundo dando conferencias y dirigiendo retiros.

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