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El mejor evangelista es por supuesto, el propio Jesús, y no hay mejor presentación de la técnica evangélica de Jesús que la magistral narración de Lucas sobre los discípulos de Emaús.
La historia comienza con dos personas que van en dirección contraria. En el Evangelio de Lucas, Jerusalén es el centro gravitacional de espiritualidad: Es el lugar de la última cena, la cruz, la resurrección y el envío del Espíritu. Es el lugar cargado con un gran peso, donde se desarrolla el drama de la salvación. Por eso, al alejarse de la capital, estos dos antiguos discípulos de Jesús iban a contracorriente.
Jesús se unió a ellos en su viaje -aunque se nos dice que se les impidió reconocerlo- y les preguntó de qué hablaban. A lo largo de su ministerio, Jesús se relacionó con pecadores. Estuvo codo a codo en las turbias aguas del Jordán con aquellos que buscaban el perdón a través del bautismo de Juan; una y otra vez, comió y bebió con tipos de mala reputación, para disgusto de los santurrones; y al final de su vida, fue crucificado entre dos ladrones. Jesús odiaba el pecado, pero simpatizaba con los pecadores y estaba siempre dispuesto a entrar en su mundo, así como a comprometerse con ellos en sus términos.
Incitado por las curiosas preguntas de Jesús, uno de los viajeros de nombre Cleofás, relató todas las «cosas» relativas a Jesús de Nazaret: «Era un profeta poderoso de palabra y de obra ante Dios y ante todo el pueblo; nuestros dirigentes, sin embargo, lo condenaron a muerte; pensábamos que sería el redentor de Israel; esta misma mañana se ha sabido que resucitó de entre los muertos».
Cleofás tenía todos los «hechos» claros; no había una sola cosa que hubiera dicho sobre Jesús que estuviera equivocada. Pero su tristeza y su huida de Jerusalén atestiguaban que no estaba viendo el cuadro completo.
Me encantan las viñetas inteligentes y divertidas de la revista “New Yorker”; aunque de vez en cuando hay alguna que no entiendo; he captado todos los detalles, he visto a los protagonistas y los objetos que los rodean, he entendido el pie de foto; sin embargo, no comprendo por qué es graciosa. Y entonces llega un momento de iluminación: aunque no he visto ningún detalle más, aunque no ha surgido ninguna pieza nueva en el rompecabezas, discierno el patrón que los conecta de una manera significativa. En una palabra, «entiendo» el cómic.
Habiendo escuchado el relato de Cleofás, Jesús les dijo: «¡Oh, qué necios y lentos de corazón son para creer todo lo que dijeron los profetas». Y entonces les recordó las Escrituras, revelándoles los grandes patrones bíblicos que dan sentido a las «cosas» que habían presenciado.
Sin revelarles ningún detalle nuevo sobre sí mismo, Jesús les muestró la forma, el diseño general, el significado, y a través de este proceso empezaron a «entender»: sus corazones ardían en su interior. Esta es la segunda gran lección evangélica. El evangelista de éxito utiliza las Escrituras para revelar los modelos divinos y, en última instancia, el modelo que se hace carne en Jesús.
Sin estas formas esclarecedoras, la vida humana es una mezcolanza, un borrón de acontecimientos, una cadena de sucesos sin sentido. El evangelista eficaz es un hombre de la biblia, porque la Escritura es el medio por el que «obtenemos» a Jesucristo y, a través de Él, nuestras vidas.
Los dos discípulos lo presionaron para que se quedara con ellos mientras se acercaban al pueblo de Emaús. Jesús se sentó con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se los dio; y en ese momento lo reconocieron. Aunque por mediación de la Escritura habían comenzado a ver, todavía no comprendían del todo quién era Él. Pero en el momento eucarístico, al partir el pan, se les abrieron los ojos.
El medio último por el que comprendemos a Jesucristo no es la Escritura, sino la Eucaristía; porque la Eucaristía es Cristo mismo, personal y activamente presente. La encarnación del misterio pascual, la Eucaristía, es el amor de Jesús por el mundo hasta la muerte, su viaje al abandono de Dios para salvar al más desesperado de los pecadores, su corazón desgarrado por la compasión. Y por eso, es a través de la lente de la Eucaristía que Jesús se ve más plena y vívidamente.
Y así vemos la tercera gran lección evangélica. Los evangelistas de éxito son personas de Eucaristía. Están inmersos en los ritmos de la misa; practican la adoración eucarística; atraen a los evangelizados a una participación en el cuerpo y la sangre de Jesús. Saben que al llevar a los pecadores a Jesucristo, el testimonio personal nunca es lo más importante, ni los sermones inspiradores, ni siquiera la exposición de los modelos de la Escritura. Lo verdaderamente importante es ver el corazón roto de Dios a través del pan partido de la Eucaristía.
Así que, futuros evangelizadores, hagan lo que hizo Jesús. Caminen con los pecadores, abran el Libro, partan el Pan.
Obispo Robert Barron is the founder of Word on Fire Catholic Ministries and is the bishop of the Diocese of Winona–Rochester. Bishop Barron is a #1 Amazon bestselling author and has published numerous books, essays, and articles on theology and the spiritual life. ARTICLE originally published at wordonfire.org. Reprinted with permission.
Cuando Andrea Acutis organizó una peregrinación a Jerusalén, pensó que a su hijo le haría ilusión. A Carlo le gustaba ir a misa todos los días y recitar sus oraciones, así que su respuesta fue una sorpresa: "Prefiero quedarme en Milán... Puesto que Jesús permanece siempre con nosotros en la Hostia consagrada, ¿qué necesidad hay de peregrinar a Jerusalén para visitar los lugares donde vivió hace 2000 años? En cambio, los sagrarios deberían visitarse con la misma devoción". Andrea quedó impresionado por la gran devoción que su hijo sentía por la Eucaristía. Carlo nació en 1991, el año en que se inventó la World Wide Web. El pequeño genio caminaba cuando sólo tenía cuatro meses, y empezó a leer y escribir a los tres años. El mundo habría mirado su intelecto y soñado con un futuro brillante, pero Dios tenía otros planes. Combinando su amor por la Eucaristía y la tecnología, Carlo dejó al mundo un gran legado: un registro de milagros eucarísticos de todo el mundo. Comenzó la recopilación en 2002, cuando sólo tenía 11 años, y la completó un año antes de sucumbir a la leucemia. Este joven informático, a tan corta edad, incluso construyó un sitio web (carloacutis.com), que guarda un registro perdurable, con toda la información recopilada. La exposición eucarística de la que fue pionero se celebró en los cinco continentes. Desde entonces, se han registrado numerosos milagros. En su página web ha escrito la misión duradera de su vida en la tierra: "Cuanta más Eucaristía recibamos, más nos pareceremos a Jesús, para que en esta tierra tengamos un anticipo del cielo". Este adolescente italiano, diseñador y genio de la informática, pronto se convertirá en San Carlo Acutis. Ampliamente conocido como el primer patrón milenario de Internet, el Beato Carlo sigue atrayendo a millones de jóvenes al amor de Jesús en la Eucaristía.
By: Shalom Tidings
MoreLa revolución mexicana que comenzó a inicios de 1920, llevó a la persecución de la Iglesia Católica en aquel país. Pedro de Jesús Maldonado-Lucero, era seminarista en aquel tiempo. Una vez que se ordenó sacerdote, a pesar del riesgo que corría, se mantuvo fiel a sus feligreses. Atendió a su rebaño durante una terrible epidemia, fundó nuevos grupos apostólicos, restableció asociaciones y encendió la piedad eucarística entre los fieles. Al descubrir sus actividades pastorales, el gobierno lo deportó, pero consiguió regresar y seguir sirviendo a su rebaño, en la clandestinidad. Un día, tras oír las confesiones de los fieles, una banda de hombres armados irrumpió en su escondite. El padre Maldonado consiguió agarrar un relicario con Hostias consagradas mientras le obligaban a salir. Los hombres le obligaron a caminar descalzo por toda la ciudad, mientras una multitud de fieles le seguía. El alcalde de la ciudad agarró del cabello al padre Maldonado y lo arrastró hacia el ayuntamiento. Lo aventaron al suelo, lo que le provocó una fractura de cráneo que le hizo saltar el ojo izquierdo. Hasta ese momento había conseguido mantener en sus manos el relicario, pero ahora se le había caído al suelo. Uno de los matones cogió algunas Hostias sagradas y, mientras las introducía a la fuerza en la boca del sacerdote, gritó: "Cómete esto a ver si ahora puede salvarte". Poco sabía el soldado que justo la noche anterior, durante la Hora Santa, el padre Maldonado había rezado diciendo que daría felizmente su vida por el fin de la persecución "si tan sólo se le permitiera comulgar antes de morir". Los matones lo dieron por muerto en un charco de su propia sangre. Unas lugareñas lo encontraron aún respirando y lo llevaron a un hospital cercano. El padre Pedro Maldonado nació a la vida eterna al día siguiente, en el 19º aniversario de su ordenación sacerdotal. El Papa Juan Pablo II canonizó a este sacerdote mexicano en el año 2000.
By: Shalom Tidings
MoreCuando ella perdió la movilidad, la vista, la escucha, la voz e incluso el sentido del tacto, ¿qué impulsó a esta joven mujer a describir su vida como “dulce”? La pequeña Benedetta, a los siete años escribió en su diario: “¡El mundo es encantador! Es fantástico estar vivo”. Esta muchacha inteligente y feliz, lamentablemente contrajo polio en su infancia, lo que dejó su cuerpo lisiado, ¡pero nada pudo paralizar su espíritu! Tiempos difíciles en marcha Benedetta Bianchi Porro nació en Forlì, Italia, en 1936. Cuando era adolescente comenzó a quedarse sorda, pero a pesar de ello ingresó a la facultad de medicina, en donde fue muy destacada realizando exámenes orales tan sólo con leer los labios de sus profesores. Tenía un ardiente deseo de convertirse en médica misionera, pero después de cinco años de formación en medicina y a tan sólo un año de obtener el título, se vio obligada a finalizar sus estudios debido al aumento de los síntomas de su enfermedad. Benedetta se diagnosticó a sí misma con neurofibromatosis. Hay varios diagnósticos de esta cruel enfermedad, y en el caso de Benedetta, atacó los centros nerviosos de su cuerpo, formando tumores en ellos y provocando gradualmente sordera total, ceguera y, más tarde, parálisis. A medida que el mundo de Benedetta se hacía cada vez más pequeño, ella demostró un valor y una santidad extraordinarios, y fue visitada por muchos que buscaban su consejo e intercesión. Ella se pudo mantener en comunicación, gracias a que su madre marcaba el alfabeto italiano en su palma izquierda, una de las pocas áreas de su cuerpo que seguía siendo funcional. Su madre marcaba minuciosamente cartas, mensajes y las Santas Escrituras en la palma de Benedetta, y ella respondía verbalmente a pesar de que su voz se había debilitado hasta convertirse en un susurro. “Iban y venían en grupos de diez y quince”, dijo Maria Grazia, una de las confidentes más cercanas de Benedetta. “Con su mamá como intérprete pudo comunicarse con cada uno. Parecía como si pudiera leer nuestras almas con extrema claridad, aunque no podía oírnos ni vernos. Siempre la recordaré con la mano extendida dispuesta a recibir la Palabra de Dios y a sus hermanos” (“Más allá del silencio”, las cartas de la vida diaria de Benedetta Bianchi Porro). No es que Benedetta nunca hubiera experimentado agonía o incluso enojo por esta enfermedad que le estaba quitando la capacidad de convertirse en médico; pero al aceptarla, se convirtió en una doctora de otro tipo, una especie de cirujana del alma. Ella era, en efecto, una doctora espiritual. Al final, Benedetta no fue menos sanadora de lo que alguna vez deseó ser. Su vida se había reducido hasta la palma de su mano; esa palma que no era más grande que una hostia de comunión; sin embargo, en esa pequeñez, la comunión… Cristo, le había concedido un don extraordinario, un don poderoso. Es imposible pasar por alto la correlación entre la vida de Benedetta y Jesús sacramentado, que se encuentra en ese pequeño pan, silencioso, frágil, pero que es Jesús, el amigo siempre presente para nosotros. Hacia el final de su vida, le escribió a un joven que sufría de manera similar: “Por ser sorda y ciega, las cosas se me han complicado... Sin embargo, en mi calvario no me falta la esperanza. Sé que al final del camino Jesús me espera. Primero en mi sillón, y ahora en mi cama donde ahora me encuentro, he encontrado una sabiduría mayor que la de los hombres; he descubierto que Dios existe, que Él es amor, fidelidad, alegría, certeza, hasta el fin de los siglos... Mis días no son fáciles. Son duros. Pero también son días dulces porque Jesús está conmigo en mis sufrimientos, y me da su dulzura en mi soledad y su luz en las tinieblas. Me sonríe y acepta mi servicio”. (“Venerable Benedetta Biancho Porro”, por Dom Antoine Marie, OSB) Un recordatorio convincente Benedetta falleció el 23 de enero de 1964. Tenía 27 años. Fue reconocida como “venerable” el 23 de diciembre de 1993 por el Papa Juan Pablo II y beatificada el 14 de septiembre de 2019 por el Papa Francisco. Uno de los grandes regalos que los santos aportan a la Iglesia es que nos dan una imagen clara de cómo es la virtud, incluso en circunstancias increíblemente difíciles. Necesitamos “vernos a nosotros mismos” en la vida de los santos, a fin de ser fortalecidos para la nuestra. La Beata Benedetta es verdaderamente un modelo de santidad para nuestro tiempo. Ella es un recordatorio convincente de que incluso una vida llena de limitaciones graves puede ser un poderoso catalizador para la esperanza y la conversión en el mundo, y que el Señor conoce y cumple el deseo más profundo de cada corazón, a menudo de manera sorprendente. Una oración a la Beata Benedetta Beata Benedetta, tu mundo se hizo pequeño como una hostia de comunión. Estabas inmovilizada, sorda y ciega y, sin embargo, fuiste un testigo poderoso del amor de Dios y de la Santísima Madre. Jesús en el Santísimo Sacramento está escondido y también es pequeño, silencioso, inmovilizado e incluso débil, y todavía todopoderoso, siempre presente para nosotros. Por favor, ora por mí, Benedetta, para que colabore, como tú, con Jesús, en cualquier forma que Él quiera utilizarme. Que se me conceda la gracia de permitir que el Padre todopoderoso hable también a través de mi pequeñez y soledad, para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Amén.
By: Liz Kelly Stanchina
MoreP - Mis muchos amigos cristianos celebran la "comunión" todos los domingos, y argumentan que la presencia eucarística de Cristo es sólo espiritual. Yo creo que Cristo está presente en la Eucaristía, pero ¿hay algún modo de explicárselos? R - En efecto, es una pretensión increíble decir que, en cada misa, un trocito de pan y un pequeño cáliz de vino se convierten en la misma carne y la misma sangre de Dios. No es un signo o un símbolo, sino verdaderamente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesús. ¿Cómo podemos afirmar esto? Hay tres razones por las que creemos esto. En primer lugar, Jesucristo mismo lo dijo. En el Evangelio de Juan, capítulo 6, Jesús dice: "En verdad, en verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él". Siempre que Jesús dice: "En verdad, en verdad les digo...", es señal de que lo que va a decir es completamente literal. Además, Jesús usa la palabra griega “trogon” que se traduce como "comer" -pero realmente significa "masticar, roer o rasgar con los dientes". Es un verbo muy gráfico que sólo puede usarse literalmente. Además, considera la reacción de sus oyentes… ¡se alejaron! En Juan 6 dice: "Como resultado de esta [enseñanza], muchos de sus discípulos volvieron a su antigua forma de vida y ya no le acompañaron”. ¿Les persigue Jesús?, ¿les dice que han entendido mal? No, les permite que se vayan, ¡porque Él iba en serio con esta enseñanza de que la Eucaristía es verdaderamente su carne y su sangre! En segundo lugar, creemos porque la Iglesia siempre lo ha enseñado desde sus primeros días. Una vez pregunté a un sacerdote por qué no se mencionaba la Eucaristía en el credo que profesamos cada domingo, y me contestó que era porque nadie discutía su presencia real, ¡así que no era necesario definirla oficialmente! Muchos de los padres de la Iglesia escribieron sobre la Eucaristía; por ejemplo, San Justino Mártir, alrededor del año 150 d.C., escribió estas palabras: "Porque no los recibimos como pan y bebida comunes, sino que se nos ha enseñado que el alimento que es bendecido por la oración de su palabra, y del que se nutren nuestra sangre y nuestra carne, es la carne y la sangre de aquel Jesús que se hizo carne". Todos los Padres de la Iglesia están de acuerdo: la Eucaristía es verdaderamente su carne y su sangre. Por último, nuestra fe se ve reforzada por los numerosos milagros eucarísticos de la historia de la Iglesia: más de 150 milagros documentados oficialmente. Tal vez el más famoso ocurrió en Lanciano, Italia, en el año 800, cuando un sacerdote que dudaba de la presencia de Cristo se sorprendió al ver que la Hostia se convertía en carne visible, mientras que el vino se convertía también en sangre visible. Pruebas científicas posteriores descubrieron que la Hostia era carne de corazón de un humano varón, sangre tipo AB (muy común entre los hombres judíos). La carne del corazón había sido muy golpeada y magullada. La sangre se había coagulado en cinco grumos, simbolizando las cinco heridas de Cristo, y milagrosamente ¡el peso de uno de los grumos es igual al peso de los cinco juntos! Los científicos no pueden explicar cómo esta carne y esta sangre han durado mil doscientos años, lo que constituye un milagro inexplicable en sí mismo. Pero, ¿cómo podemos explicar en que forma ocurre esto? Distinguimos entre accidentes (el aspecto de algo, su olor, su sabor, etc.) y sustancia (lo que algo es en realidad). Cuando era pequeño, estaba en casa de una amiga y, cuando salió de la habitación, vi una galleta en un plato. Tenía un aspecto delicioso, olía a vainilla, así que le di un mordisco... ¡y era jabón! Me decepcionó mucho, pero me enseñó que mis sentidos no siempre pueden descifrar lo que algo es en realidad. En la Eucaristía, la sustancia del pan y el vino se transforma en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo (un proceso conocido como transubstanciación), mientras que los accidentes (el sabor, el olor, el aspecto) siguen siendo los mismos. En efecto, se necesita fe para reconocer que Jesús está verdaderamente presente, ya que no puede ser percibido por nuestros sentidos, ni es algo que podamos deducir con nuestra lógica y razón. Pero si Jesucristo es Dios y no puede mentir, estoy dispuesto a creer que no es un signo o un símbolo, sino que está verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento.
By: EL PADRE JOSEPH GILL
MoreAlgo sucede ante la presencia de un bebé; si se presenta a un bebé en una habitación llena de gente, todos querrán verlo; las conversaciones se detendrán, las sonrisas se extenderán por los rostros de las personas, los brazos se abrirán para sostener al niño. Incluso el personaje más duro y cascarrabias de la habitación se sentirá atraído hacia el bebé. Las personas que momentos antes habían estado discutiendo entre sí, estarán arrullando y haciendo muecas graciosas al bebé; los bebés traen paz y alegría… es lo que hacen. El mensaje central y aun realmente desconcertante de la Navidad es que Dios se convirtió en un bebé; el omnipotente creador del universo, el fundamento de la inteligibilidad del mundo, la fuente de la existencia infinita, la razón por la que hay algo en lugar de nada, se convirtió en un niño demasiado débil incluso para levantar la cabeza; un bebé vulnerable que yace indefenso en un pesebre donde comen los animales. Estoy seguro de que todos los que estaban alrededor del pesebre del Niño Jesús —su Madre, San José, los pastores, los reyes magos— hacían lo que la gente siempre hace con los bebés: sonreían, le arrullaban y hacían ruidos raros. El cuidado y la preocupación por el bienestar de ese bebé los tenía a todos reunidos en torno a Él. En esto vemos la genialidad divina; durante toda la historia de Israel, Dios se esforzaba por atraer a su pueblo elegido hacia sí mismo y por atraerlo a una comunión más profunda con Él. Todo el propósito de la Torá, los diez mandamientos, las leyes dietéticas descritas en el libro de Levítico, la predicación de los profetas, los pactos con Noé, Moisés y David, y los sacrificios ofrecidos en el templo era simplemente fomentar la amistad con Dios y un mayor amor entre su pueblo. Un tema triste pero constante del Antiguo Testamento es que, a pesar de todos estos esfuerzos e instituciones, Israel permaneció alejado de Dios: la Torá ignorada, los pactos rotos, los mandamientos desobedecidos, el templo corrompido. Así que, en la plenitud de los tiempos, Dios determinó no intimidarnos ni ordenarnos desde lo alto, sino más bien convertirse en un bebé, porque ¿quién puede resistirse a un bebé? En Navidad, la raza humana ya no miraba hacia arriba para ver el rostro de Dios, sino hacia el rostro de un niño pequeño. Una de mis heroínas espirituales, Santa Teresa de Lisieux, era conocida como "Teresa del niño Jesús"; es muy fácil caer en la romantización de esta designación, pero debemos resistir esa tentación. Al identificarse con el niño Jesús, Teresa se esforzaba sutilmente por sacar de sí mismos a todos los que encontraba, para llevarlos a una actitud de amor. Una vez que comprendemos esta dinámica esencial de la Navidad, la vida espiritual se abre de una manera fresca. ¿Dónde encontramos al Dios que buscamos? Lo hacemos más claramente en los rostros de los vulnerables, los pobres, los indefensos, los niños. Es relativamente fácil resistirse a las demandas de los ricos, exitosos y autosuficientes; de hecho, es probable que sintamos resentimiento hacia ellos. Pero los humildes, los necesitados, los débiles, ¿cómo podemos apartarnos de ellos? Nos sacan —como lo hace un bebé— de nuestra preocupación por nosotros mismos y nos llevan al espacio del amor verdadero; esta es, sin duda, la razón por la que tantos los santos —Francisco de Asís, Isabel de Hungría, Juan Crisóstomo, la Madre Teresa de Calcuta, por nombrar sólo algunos— se sintieron atraídos al servicio de los pobres. Estoy seguro de que la mayoría de los que lean estas palabras se reunirán con sus familias para la celebración de la Navidad; todos estarán allí: mamá y papá, primos, tíos, tal vez abuelos y bisabuelos, algunos amigos que se encuentran lejos de casa; habrá mucha comida, muchas risas, muchas conversaciones animadas, muy probablemente una o dos discusiones políticas. Los extrovertidos se lo pasarán espléndidamente, a los introvertidos les resultará todo un poco más difícil. Estaría dispuesto a apostar que, en la mayoría de estas reuniones, en algún momento, se traerá un bebé a la habitación: el nuevo hijo, nieto, bisnieto, primo, sobrino, lo que sea; ¿podría instarles este año a que estén particularmente atentos a lo que ese bebé les produce a todos, para que se den cuenta del poder magnético que tiene sobre el grupo variado de personas reunidas? Y luego los invito a recordar que la razón por la que se están reuniendo es para celebrar al bebé que es Dios, y, por último, déjense atraer por el peculiar magnetismo de ese divino niño.
By: Obispo Robert Barron
MoreCortar la maleza puede ser algo tedioso, ¡pero es un gran ejercicio para alma y cuerpo! Después de muchas excusas para evitar limpiar mi patio trasero, llegó el momento de enfrentar la realidad de que en verdad ya necesitaba ser despejado. Afortunadamente mi esposo estaba de buen humor para ayudarme; así que juntos, pasamos un día completo de nuestras vacaciones de navidad sacando a nuestros invasores. Lo que no sabía, era que había un propósito divino en este ejercicio. A medida que comencé a romper el crecimiento de la yaka, con las pocas fuerzas que me quedaron de las reuniones navideñas, me llené de mucha alegría, aunque no fue muy divertido al principio. Confrontación inevitable Mientras arrancaba diligentemente a mano las malas hierbas, el entrenamiento me llevó a reflexionar sobre mi salud espiritual. ¿Qué tan saludable espiritualmente he sido? Experimenté un encuentro con Jesús que me cambió la vida, tuve mi bautismo en el espíritu en el año 2000, he tenido muchos privilegios y oportunidades de humildad para convertirme en una mejor persona, a través de la dirección del Espíritu Santo. Hubo muchos momentos de crecimiento que me desafiaron a trabajar más duro, no tratando de perfeccionarme a mí misma (porque no existe tal cosa como la perfección aquí en la tierra); pero sí, poder acercarme más al camino de la santidad en Dios. Ya era posible hacerlo cada día, siempre y cuando me mantuviera intentándolo. Pero ¿realmente he trabajado duro para lograr este objetivo? La pandemia me había distraído de mi enfoque, ya que me sumergí en el miedo, ansiedad, incertidumbre, el dolor y el duelo por los amigos y la comunidad que perdieron a sus seres queridos, trabajos, propiedades y paz. Durante la renovación de mi jardín me encontré con hierbas malas de varios tipos. Una maleza es "una planta que causa pérdidas económicas o daños ecológicos, crea problemas de salud para los seres humanos o los animales, o es indeseable en el lugar donde crece". Uno a uno Estaba la enredadera de campo, perenne y resistente, a la que se le han dado muchos nombres. Google dice que, lamentablemente, la labranza y el cultivo parecen ayudar a la propagación de la enredadera. El mejor control es la intervención temprana. Las plántulas deben eliminarse antes de que se vuelvan perennes. Después de eso, se forman las plagas y el control exitoso se convierte en una tarea difícil. “Señor, ¿qué hay en mí que sea como la enredadera? ¿Orgullo, lujuria, mentiras, ofensa, arrogancia o prejuicio?” Luego está la curandera, una hierba perenne rastrera y persistente que se reproduce por semillas. Sus rizomas largos, articulados y de color pajizo forman una densa estera en el suelo, de la que también pueden surgir nuevos brotes. Se nos recomienda desenterrar esta hierba de rápido crecimiento tan pronto como la veamos en nuestros jardines, asegurándonos de desenterrar toda la planta (incluidas las raíces) y desecharla en nuestro contenedor de basura en lugar de hacerlo en la pila de abono, ya que probablemente ¡seguirá creciendo allí! “Señor, ¿cuál es mi curandera? ¿Chismes, envidia, malicia, celos, materialismo o pereza?” La siguiente hierba verdaderamente me disgusta. El cardo canadiense es una maleza perenne agresiva y rastrera de Eurasia. Infesta cultivos, pastos, orillas de zanjas y bordes de carreteras. Si enraíza, los expertos dicen que el mejor control es estresar a la planta obligándola a utilizar los nutrientes almacenados en las raíces. Sin embargo, lo creas o no, ¡esta hierba es comestible! “Señor, ¿cuál es mi cardo canadiense? ¿Cuáles son los pecados que al final puedo transformar en buenos frutos? ¿Estrés, preocupación, ansiedad, control, exceso de confianza o autosuficiencia?” Los coquillos son malezas perennes que superficialmente se parecen a los pastos, pero son más gruesas, rígidas y tienen forma de V. La presencia del coquillo a menudo indica que el drenaje del suelo es deficiente o está anegado. Sin embargo, una vez establecido, es muy difícil de controlar. “Señor, ¿cuáles son mis coquillos?, ¿los hábitos que me muestran que es tiempo de prepararme mejor? ¿La falta de oración, pereza para estudiar tu Palabra, tibieza para compartir la Buena Nueva, falta de compasión y empatía, impaciencia, irritabilidad o falta de gratitud? Luego, está el plátano alforfón de bajo crecimiento. Con una raíz de pivote larga puede volverse tolerante a la sequía y es difícil de quitar con la mano. Para eliminar esta maleza es necesario arrancar las plantas jóvenes y destruirlas antes de que produzcan semillas. Como último recurso, varios herbicidas son eficaces. Señor, ¿cuál es mi plátano alforfón, de esos que echan raíces y se niegan a irse cuanto más tiempo se quedan? ¿Conductas adictivas, egoísmo, glotonería, vanidad, endeudamiento o tendencias depresivas y opresivas? Ah, y éste: ¡no aprendamos a amarlo! —El diente de león con sus cabezas de color amarillo brillante en primavera. Proporcionan una importante fuente de alimento para las abejas a principios de año. Pero con el tiempo, también se apoderarán de tu jardín. Tienen todas las características de la maleza. Quitar los dientes de león tirando a mano o con azadón suele ser inútil a menos que se haga repetidamente durante un largo período de tiempo, debido a su profundo sistema de raíces en forma de pivotes. “Señor, ¿cuál es mi diente de león?, ¿las raíces entrelazadas que representan los nuevos problemas?, ¿el narcisismo, el pasar demasiado tiempo en las redes sociales, juegos y videos, pensamientos negativos, demasiadas excusas, juegos de culpas, procrastinar o complacer a las personas?” ¿No es doloroso podar? De hecho, las "malas hierbas" no son intrínsecamente malas. Muchas malezas estabilizan el suelo y agregan materia orgánica. Algunas son comestibles y proporcionan un hábitat y alimento para la vida silvestre. Conocer sobre esto me ha dado mucha esperanza: ahora sé que puedo usar y transformar mis debilidades, malos hábitos, pecaminosidad arraigada y limitaciones, en algo bueno, dándoles un buen uso, pidiendo al Señor su ayuda y sanación, y volverme completamente dependiente de Él para ser podada y usada según su voluntad y para sus propósitos. Sé que el cambio es difícil y que algunos cambios esenciales solo se pueden realizar con la ayuda de Dios. Si buscamos sinceramente a Dios y pedimos la ayuda del Espíritu Santo que viene a darnos el auxilio prometido, Él conoce las luchas que enfrentamos y nos animará a acudir a Él en busca de la ayuda adicional que necesitamos (Mateo 7,7-8; Hebreos 4,15- 16; 1 Pedro 5,6-7). Dios no hace todo el trabajo por nosotros, pero sí ofrece ayuda para hacernos más eficaces. Cada día es una oportunidad para comenzar este proceso de regeneración, rejuvenecimiento y renovación. Tomémoslo como un reto y un momento de gratitud. Despojarnos del hombre viejo que pertenece a nuestra antigua manera de vivir y que está corrompido por los deseos engañosos, renovar el espíritu de nuestra mente, y revestirnos del nuevo hombre (Efesios 4,22-22).
By: Emmanuel
MoreEn una tarde abrasadora en las calles de Calcuta, conocí a un chico… La oración es una parte innegable, central y clave en la vida de todo cristiano. Sin embargo, Jesús hizo hincapié en otras dos cosas que iban claramente de la mano de la oración: el ayuno y la limosna (Mateo 6, 1-21). Durante la cuaresma y el adviento, se nos pide específicamente que dediquemos más tiempo y esfuerzo a estas tres prácticas ascéticas. “Más” es la palabra que subrayamos. Cualquiera que sea el tiempo en que nos encontremos, la abnegación y la entrega radicales son una llamada continua para cada creyente bautizado. Hace unos ocho años, Dios me hizo literalmente detenerme a pensar en esto. Encuentro inesperado En 2015, tuve el gran privilegio y la bendición de cumplir el sueño de toda mi vida: estar con y servir a algunos de los hermanos y hermanas más necesitados de todo el mundo, en Calcuta, India, donde los pobres son descritos no solo como pobres, sino como "los más pobres de los pobres". Desde el momento en que llegué, fue como si electricidad corriera por mis venas. Sentí una inmensa gratitud y amor en mi corazón por esta increíble oportunidad de servir a Dios en la orden religiosa de la Santa Madre Teresa, las Misioneras de la Caridad. Los días fueron largos, pero absolutamente llenos de acción y de gracia. Mientras estuve allí, no quise perder ni un momento. Después de empezar cada día a las 5 de la mañana con una hora de oración, seguida de la Santa Misa y el desayuno, salíamos para servir en un hogar para enfermos, indigentes y moribundos adultos. Durante la pausa del almuerzo, después de una comida ligera, muchos de los religiosos con los que me alojaba dormían la siesta para recargar las pilas y estar listos para reemprender la marcha por la tarde y hasta la noche. Un día, en lugar de descansar en casa, decidí dar un paseo en busca de un cibercafé para ponerme en contacto con mi familia por correo electrónico. Al doblar una esquina, me encontré con un niño de unos siete u ocho años. Su rostro expresaba una mezcla de frustración, rabia, tristeza, dolor y cansancio. Parecía que la vida ya había empezado a pasarle factura. Llevaba al hombro la mayor bolsa de plástico transparente y resistente que había visto en mi vida. Estaba llena de botellas y otros objetos de plástico. Se me partió el corazón mientras ambos nos examinábamos en silencio. Mis pensamientos se dirigieron entonces a preguntarme ¿qué podría darle al pequeño? Me llevé la mano al bolsillo y me di cuenta de que sólo llevaba una pequeña cantidad de cambio para pagar el Internet; era menos de una libra inglesa. Cuando se lo di mirándolo a los ojos, todo su ser pareció cambiar. Estaba tan animado y agradecido, mientras su hermosa sonrisa iluminaba su bello rostro. Nos dimos la mano y siguió caminando. Mientras permanecía de pie en aquel callejón de Calcuta, me quedé asombrado al darme cuenta de que Dios Todopoderoso acababa de enseñarme personalmente una lección tan poderosa a través de este encuentro, que cambiaría el resto de mi vida. Cosechando bendiciones Sentí que Dios en ese momento, me había enseñado de una manera maravillosa que lo importante no es el regalo en sí, sino la disposición, la intención y el amor del corazón con los cuales se entrega el regalo. Santa Madre Teresa lo resumió bellamente diciendo: "No todos podemos hacer grandes cosas, pero podemos hacer pequeñas cosas con gran amor". De hecho, San Pablo dijo que aún si damos todo lo que tenemos "pero no tenemos amor", no ganamos nada (1Corintios 13, 3). Jesús describió la belleza del dar, diciendo que “cuando demos... se nos dará una medida buena, apretada, remecida, rebosante, que se nos pondrá en el regazo. Porque la medida que demos será la medida que recibiremos" (Lc 6, 38). San Pablo nos recuerda también que "todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará" (Ga 6,7). No damos para recibir algo a cambio; pero Dios, en su infinita sabiduría y bondad, nos bendice personalmente en esta vida y también en la otra cuando damos pasos en el amor (Juan 4,34-38). Como nos enseñó Jesús, "hay mayor bendición en dar que en recibir" (Hechos 20,35).
By: Sean Booth
MoreObtenga una experiencia práctica sobre cómo Dios puede usar las cosas de la tierra para comunicar las cosas del cielo Cierto día, cuando salí por la puerta de mi casa para traer los botes de basura, me detuve con miedo; había una piel de serpiente fresca sobre la cubierta del desagüe al lado de la casa. Inmediatamente llamé a mi esposo, pues les tengo cierta fobia a las serpientes. Cuando quedó claro que, aun cuando se trataba de una piel de serpiente muerta, no había serpientes vivas cerca, me relajé y pregunté a Dios qué lección estaba tratando de enseñarme ese día. ¿Cuál es el punto? Soy lo que los maestros llaman una aprendiz kinestésica, aprendo mejor moviéndome o interactuando con las cosas. Últimamente he notado que Dios a menudo me muestra su presencia a través de objetos materiales; esta pedagogía divina es incluso aludida en el Catecismo de la Iglesia Católica. "Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas" (CCE 54). Por ejemplo, Dios envió una olla de fuego humeante y una antorcha encendida a Abraham, un ángel de lucha libre a Jacob y una zarza ardiente a Moisés; Dios envió una paloma llevando una rama de olivo y luego un arco iris a Noé, un poco de rocío a Gedeón, y un cuervo con pan y carne a Elías. El Dios de Abraham, de Jacob y Moisés es también nuestro Dios. ¿Por qué el Dios de toda la creación no usaría la materia visible y tangible de la tierra para comunicar realidades invisibles e intangibles del Cielo? El P. Jacques Philippe ha escrito: "Como criaturas de carne y hueso, necesitamos el apoyo de las cosas materiales para alcanzar las realidades espirituales; Dios lo sabe, y es lo que explica todo el misterio de la encarnación" (Tiempo para Dios, p. 58). Dios puede enviarnos mensajes a través de una placa o una calcomanía para el parachoques de un auto. La semana pasada, las palabras en la parte trasera de un camión decían: "sigue moviéndote"; y me resonaron; me recordaron la visión de la homilía que escuché esa misma mañana: que estamos llamados a seguir compartiendo el Evangelio. Dios también puede usar la naturaleza para enseñarnos: mientras recogía cerezas recientemente, recordé cómo la cosecha es abundante, y los trabajadores son pocos; un día tormentoso podría traernos a la mente que "estamos rodeados por una gran nube de testigos" (Hebreos 12, 1); un pájaro hermoso o una cálida puesta de sol podrían ser la manera en que Dios levanta nuestro espíritu caído. Cada vez que estoy particularmente sorprendida por algo, trato de preguntarle a Dios qué lección podría estar enseñándome. La otra noche, por ejemplo, cuando estaba debatiendo sobre levantarme de la cama para ver cómo estaba mi hija, cayó de mi tocador de repente una tarjeta de oración en honor a Santa Mónica, -la santa patrona de las madres-, inmediatamente me levanté a revisarla. También recuerdo aquel momento en que me desperté a altas horas de la madrugada y me sentí llamada a rezar un rosario en nombre de un familiar recientemente fallecido y estaba maravillada al ver la más resplandeciente estrella fugaz en el cielo. A veces Dios envía su mensaje a través de otras personas. ¿Cuántas veces has recibido una tarjeta, una llamada telefónica o un mensaje de texto de alguien, y lo que escuchaste o leíste fue justo el estímulo que necesitabas? Un verano, mientras daba un paseo en bicicleta reflexionando sobre la posibilidad de interrumpir mi estudio bíblico, me encontré con un amigo; de la nada, mencionó el hecho de que planeaba mantener su estudio bíblico porque una vez que detienes algo, es muy difícil volver a ponerlo en marcha. Dios también podría usar objetos concretos para disciplinarnos o ayudarnos a crecer en nuestro discipulado. Una mañana me topé con tres clavos grandes, eran idénticos, pero los había encontrado en tres lugares diferentes: una gasolinera, mi camino de entrada y al final de la calle; al ver el tercer clavo, me detuve y le pregunté a Dios qué estaba tratando de decirme, y me di cuenta de que necesitaba arrepentirme por algo en mi vida. Nunca olvidaré la vez que salí, e instantáneamente una mosca voló hacia mi ojo; te dejaré usar tu imaginación para esa lección aprendida. Estilo de aprendizaje Dios nos enseña todo el tiempo, y nos instruye de acuerdo a las diversas formas de aprendizaje de cada estudiante; lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra. Algunos escucharán a Dios más claramente en la misa, otros en la adoración eucarística, la lectura de la Biblia o durante su oración privada. Sin embargo, Dios siempre está trabajando y continuamente nos enseña a través de nuestros pensamientos, sentimientos, imaginación, pasajes de las Escrituras, personas, palabras de conocimiento, música y cada evento de nuestro día. Personalmente aprecio cuando Dios se comunica a través de objetos físicos, ya que tiendo a recordar mejor la lección de esa manera; tal vez te estés preguntando qué aprendí de la piel de la serpiente… Me trajo a la mente la siguiente escritura: "La gente no pone vino nuevo en odres viejos, de lo contrario, las pieles estallarían, el vino se derramaría y las pieles se arruinarían; más bien, vierten vino nuevo en odres frescos, y ambos se conservan" (Mateo 9, 17). Espíritu Santo, ayúdanos a ser más conscientes de cualquier lección que puedas estar enseñándonos hoy.
By: Denise Jasek
More"Todos andábamos como ovejas errantes, cada cual seguía su propio camino ..." (Isaías 53, 6). Mi auto actual tiene un sistema de advertencia de salida de carril; cada vez que me salgo de mi carril designado mientras conduzco, el automóvil me lanza una señal de advertencia. Esto fue al principio molesto para mí, pero ahora lo agradezco; mi auto viejo no tenía esta tecnología tan avanzada; no me había dado cuenta de la frecuencia con la que me salía de los límites mientras conducía. En los últimos meses, he comenzado a participar en el sacramento de la reconciliación (confesión); práctica que había ignorado, durante años. Sentía que era una pérdida de tiempo; a menudo pensaba: ¿Por qué una persona necesita confesar sus pecados a un sacerdote cuando puede hablar directamente con Dios?; es incómodo examinar la conciencia regularmente. Admitir tus pecados, en voz alta, es humillante; pero la alternativa es aún peor, es como negarse a mirarse en un espejo durante años: puedes tener todo tipo de cosas pegadas en tu cara, pero vas por ahí bajo la falsa impresión de que te ves bien. En estos días trato de ir a la confesión semanalmente, me tomo tiempo para la autorreflexión y el examen de mi conciencia; he notado un cambio dentro de mí. Ahora, mi sistema de alerta interno se ha reactivado; cada vez que me desvío del camino y me voy por otro lado distinto al de la bondad y el amor, mi conciencia me da una señal. Esto me permite volver al “carril” antes de adentrarme demasiado en la zona de peligro. "Pues eran ovejas descarriadas, pero han vuelto al pastor y guardián de sus almas". (1 Pedro 2, 25) El sacramento de la reconciliación es un don que ignoré durante demasiado tiempo; yo era como una oveja que se había alejado, pero ahora he vuelto a mi pastor, al guardián de mi alma. Él revisa mi espíritu cuando me desvío y me redirige al camino de la bondad y la seguridad.
By: Nisha Peters
MoreSi hoy escuchas con claridad lo que Dios quiere de ti… ¡atrévete a hacerlo! “Primero conviértete en monje”. Esas fueron las palabras que recibí de Dios cuando tenía 21 años; 21 años con el tipo de planes e intereses que se esperarían de alguien a esa edad. Tenía planes de graduarme de la universidad en un año más; planes de servir en el ministerio juvenil, mientras trabajaba como doble de acción en Hollywood. Imaginé que tendría que mudarme a las Filipinas algún día, y pasar algún tiempo viviendo entre las tribus de una isla remota; y por supuesto, casarme y tener hijos que fueran muy atractivos. Estas aspiraciones entre otras fueron arrebatadas cuando Dios pronunció esas 4 inequívocas palabras. Algunos cristianos entusiastas me han expresado su admiración cuando les comparto la manera en que Dios hizo su voluntad de manera tan explícita en mi vida. A menudo me dicen: “desearía que Dios me hablara de esa manera”. En respuesta a esto, yo deseo ofrecerles algunas aclaraciones sobre la manera en que Dios nos habla, basado en mi experiencia personal. Dios no nos hablará hasta que estemos preparados para escuchar y recibir lo que Él nos quiere decir. Lo que tiene que decirnos puede determinar el tiempo que nos tomará antes de que podamos estar preparados. Dios simplemente esperará hasta que podamos escuchar y recibir su palabra; y Dios puede esperar tanto tiempo como sea necesario, como nos ilustra en la parábola del hijo pródigo. Y lo más importante: Los que esperan en Él, son muy valorados a lo largo de la Escritura. Debería comenzar el relato de mi llamado a convertirme en monje con detalles sobre cómo empezó realmente mi vocación, cuando era adolescente y comencé a leer a los Padres de la Iglesia, o, con mayor exactitud, cuando empecé a leer la biblia todos los días. Tomando en cuenta estos detalles podemos ver que pasaron siete años de discernimiento, antes de que pudiera recibir estas cuatro simples palabras de Dios. Indagando en los libros Cuando era un niño detestaba leer. Para mí no tenía sentido sentarme en un cuarto lleno de libros durante horas, mientras afuera me esperaba un mundo de aventuras infinitas. Sin embargo, lo imperativo de mi lectura diaria de la Biblia, me presentó un dilema no resuelto. Toda persona de fe sabe que un cristiano que permite que se acumule el polvo sobre la Palabra de Dios, no está siendo muy cristiano. Pero ¿cómo podría estudiar la Sagrada Escritura siendo alguien que odiaba leer? Por la influencia y ejemplo de un joven pastor, apreté los dientes y me di a la tarea de conocer la Palabra de Dios, leyendo un libro a la vez. Cuanto más leía, más surgieron en mí las preguntas; y más preguntas me llevaron a leer más libros para encontrar las respuestas. Los adolescentes son intensos por naturaleza; la sutileza es algo que aprenden más tarde. Fue por eso que los Padres de la Iglesia me dejaron tan enamorado cuando era joven. Ignacio no era sutil, Orígenes no era refinado. Los Padres de la Iglesia fueron radicales en todo sentido, renunciando a los bienes terrenales, habitando en el desierto y a veces sacrificando sus vidas por el Señor. Como un adolescente con inclinaciones hacia lo radical, no pude encontrar rival para los Padres de la Iglesia. Ningún peleador de la MMA podría compararse con Perpetua; ningún surfista ha sido tan experimentado como el Pastor de Hermas. Y, aun así, lo que más les importaba a estos radicales de la Iglesia naciente era imitar el modelo de Cristo que presentaba la Biblia. Es más, todos coincidieron en llevar una vida de celibato y contemplación. La paradoja estaba atrayéndome. La búsqueda de ser radical como los Padres de la Iglesia me dejó ver que mi estilo de vida aparentaba ser más bien mundano. Esto me trajo más preguntas para reflexionar. Respondiendo Con la graduación asomándose por el horizonte, llegaron un par de ofertas de trabajo que determinarían mi afiliación denominacional; así como posibles instituciones para la educación superior después de la universidad. En ese tiempo, mi sacerdote anglicano me aconsejó llevar el asunto a Dios en oración. El cómo podría servirle era finalmente su decisión, no mía; y ¿qué mejor lugar para discernir la voluntad de Dios en oración que en un monasterio? El domingo de Pascua, una mujer que no conocía se acercó a mí en la Abadía de San Andrés y me dijo: “Estoy orando por ti y te amo”; después de preguntar mi nombre, me aconsejó que leyera el primer capítulo de Lucas, y me dijo: “esto te ayudará a determinar tu vocación”. Le agradecí con amabilidad e hice lo que me indicó. Apenas me senté en la capilla a leer sobre el origen de Juan el Bautista, noté varios paralelismos entre nuestras vidas. No me enredaré en los detalles; solo les diré que fue la experiencia más íntima que alguna vez tuve con la Palabra de Dios. Sentí como si el pasaje hubiera sido escrito para mí en ese preciso momento. Continué orando y esperando la dirección de Dios en el pasto verde. ¿Acaso Dios me llevaría a aceptar un puesto de trabajo en Newport Beach?, o ¿volvería a casa en San Pedro? Pasaron las horas mientras permanecía en actitud de paciente escucha. De pronto, una inesperada voz en mi mente me dijo: “Primero conviértete en monje”. Esto fue sorprendente, ya que no era la respuesta que estaba buscando. Entrar al monasterio después de mi graduación era lo último que hubiera pensado. Además, tenía una vibrante y colorida vida por delante. Así que hice la voz de Dios a un lado de manera obstinada, atribuyendo esa idea loca a una salvaje respuesta de mi subconsciente. Y regresé a la oración para escuchar a Dios pidiéndole que hiciera evidente en mí su voluntad. Enseguida una imagen invadió mi mente: tres lechos secos de río. De alguna manera, sabía que uno representaba San Pedro (mi pueblo), otro Newport, pero el lecho de río en el medio significaba convertirme en monje. Contra mi voluntad, el río que estaba en el medio comenzó a desbordarse de agua limpia. Lo que vi fue algo que estaba completamente fuera de mi control; no podía no verlo. En ese punto tuve miedo: O estaba loco, o Dios estaba llamándome para algo inesperado. Innegable La campana sonó mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas; era hora de las vísperas. Entré a la capilla junto con los monjes. Mientras cantábamos los salmos, mi llanto se hizo incontrolable; no pude contenerme más ni seguir con el canto. Recuerdo sentirme avergonzado por lo descompuesto que seguramente me veía. Yo permanecí en la capilla, mientras los religiosos salían uno a uno. Postrado frente al altar, comencé a llorar más de lo que jamás había llorado en toda mi vida. Lo que sentí extraño fue la completa ausencia de emoción que acompañaba el llanto. No hubo pena, ni ira… simplemente sollozos. La única explicación que le podría atribuir a mis lágrimas y moqueo era el toque del Espíritu Santo. Era innegable que Dios me había llamado a la vida monástica. Esa noche me fui a la cama con los ojos hinchados, pero con la paz de que Dios me había mostrado el camino. La mañana siguiente, le prometí a Dios que seguiría su propuesta, buscando convertirme en monje, antes que nada. ¿Soy obra terminada? Aunque en ocasiones Dios es muy puntual, como lo fue con Moisés en el monte Sinaí o con Elías en el Monte Carmelo, por lo general sus palabras no llegan cuando las esperamos. No podemos suponer que, por el hecho de hacer un alto en nuestra vida, Dios se verá forzado a hablarnos. A Dios nadie podrá manipularlo jamás. Por lo tanto, no nos queda más que cargar con nuestras tareas rutinarias hasta casi olvidar que esperamos escucharlo: Y es aquí cuando Él se nos muestra. El joven Samuel escuchó la voz de Dios precisamente cuando atendía sus deberes (mundanos) del día a día; es decir, mientras se aseguraba de que la vela del tabernáculo permanecía encendida. Existen vocaciones dentro de las vocaciones, llamados dentro de los llamados. Por lo tanto, un estudiante puede escuchar claramente la voz de Dios mientras resuelve un problema de álgebra; una madre soltera podrá recibir las palabras de Dios mientras está atorada en el tráfico en medio de la autopista. La clave está en observar y esperar siempre, porque nosotros no sabemos cuándo aparecerá el Maestro. Esto nos lleva a una pregunta: ¿Por qué una palabra de Dios puede ser tan poco frecuente y tan ambigua? Dios nos da justo la claridad que necesitamos para seguirlo; no más. La Madre de Dios recibió una palabra sin muchas explicaciones. Los profetas, que constantemente recibían revelaciones de Dios, a menudo quedaban perplejos. Juan el Bautista, quien fue el primero en reconocer al Mesías, más tarde dudaría si en verdad era el esperado. Aun los discípulos más cercanos a Jesús eran constantemente confundidos con las palabras de nuestro Señor. Aquellos que escuchan a Dios hablar se quedan con más preguntas, no respuestas. Dios me dijo que me convirtiera en monje, pero no me dijo ni cómo ni dónde. Él dejó que yo mismo resolviera gran parte de las decisiones referentes a mi vocación. Me tomó cuatro años antes de que mi llamado se cumpliera; cuatro años (durante los cuales visité dieciocho monasterios) antes de que estuviera completamente seguro de entrar a la Abadía de San Andrés. La confusión, las dudas y las segundas opciones fueron parte del lento proceso de discernimiento. Aun así, Dios no habló al vacío; sus palabras fueron precedidas y seguidas por las palabras de los demás: Un joven pastor, un sacerdote anglicano, un oblato de San Andrés, ellos actuaron como vasallos de Dios. Escuchar sus palabras fue esencial para mí, antes de poder escuchar las palabras de Dios. Mi vocación permanece incompleta; aún está siendo descubierta, sigue siendo comprendida día con día. Hasta este día he sido monje por seis años; precisamente este año profesé mis votos solemnes. Cualquiera podría decir que hice lo que Dios me pidió que hiciera; aún así, Dios no ha terminado su llamado conmigo. Él no dejó de hablar el primer día después de la creación, y no dejará de hacerlo hasta que su obra maestra haya sido completada. ¿Quién puede saber qué dirá después o en qué momento lo hará? Dios tiene un historial lleno de formas de hablar y cosas extrañas que ha dicho. Nuestro trabajo es observar y esperar por lo que sea que tenga reservado para nosotros.
By: Hermano John Baptist Santa Ana, O.S.B.
MoreMi verdadera intención era que todos los seminaristas de Winona-Rochester se pusieran de pie por un momento durante mi homilía en la misa de instalación. Había dicho a los fieles, en palabras de Juan Pablo II: “Ecclesia de Eucharistia”, lo que significa que: La Iglesia viene de la Eucaristía; y puesto que la Eucaristía viene de los sacerdotes, se deduce lógicamente que, si no hay sacerdotes, no habrá Iglesia. Por eso buscaba que todos vieran y reconocieran a los jóvenes de nuestra diócesis que están discerniendo activamente un llamado a esta forma de vida indispensable e importante. Durante la ovación, algo me vino como inspiración. No había planeado decirlo, no estaba en mi texto, pero lo solté cuando los aplausos se estaban apagando: "¡Vamos a duplicar el número de seminaristas en los próximos cinco años!" Una confirmación de que esto fue tal vez del Espíritu Santo es que los fieles, en cada visita que he realizado hasta ahora en la diócesis, me han repetido con entusiasmo esas palabras. De hecho, la líder de uno de los grupos de Serra me ha comentado que ella y sus compañeros han decidido aceptar el reto. Tenemos veinte seminaristas, tanto en el nivel universitario como en el de teología principal, lo cual es bastante bueno para una diócesis de nuestro tamaño. Y tenemos una maravillosa cuadrilla de sacerdotes, tanto activos como 'jubilados', que están ocupados sirviendo a nuestras casi cien parroquias. Pero los que están por debajo de la edad de jubilación sólo son alrededor de sesenta, y todos nuestros sacerdotes están al límite. Además, no habrá ordenaciones sacerdotales en Winona-Rochester durante los próximos dos años. Por lo tanto, no hay duda: necesitamos más sacerdotes. Ahora bien, el papel que desempeñan los obispos y los sacerdotes es clave para el fomento de las vocaciones. Lo que atrae a un joven al sacerdocio es, sobre todo, el testimonio de sacerdotes felices y sanos. Hace algunos años, la Universidad de Chicago realizó una encuesta para determinar qué profesiones eran las más felices. Por un margen bastante amplio, los que se consideraron más satisfechos fueron los miembros del clero. Además, una variedad de encuestas ha demostrado que, a pesar de los problemas de los últimos años, los sacerdotes católicos reportaron niveles muy altos de satisfacción personal en sus vidas. Teniendo en cuenta estos datos, una recomendación que haría a mis hermanos sacerdotes es la siguiente: ¡Que la gente lo vea! Hazles saber cuánta alegría sientes al ser sacerdote. Pero pienso que los laicos tienen un papel aún más importante que desempeñar en el cultivo de las vocaciones. Dentro del contexto protestante, a veces el hijo de un gran predicador sigue los pasos de su padre para que un ministro engendre efectivamente a otro. Pero esto, por razones obvias, no puede suceder en un entorno católico. En cambio los sacerdotes, sin excepción, provienen de los laicos; tienen su origen en una familia. La decencia, la oración, la bondad y el aliento de los padres, hermanos, abuelos, tías y tíos marcan una enorme diferencia en el fomento de la vocación al sacerdocio. Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia es el de mi padre, arrodillado en intensa oración después de la comunión un domingo en la parroquia de Santo Tomás Moro en Troy, Michigan. Yo solo tenía cinco o seis años en ese momento, y consideraba a mi padre el hombre más poderoso de la tierra. El hecho de que estuviera arrodillado en súplica ante alguien más poderoso moldeó profundamente mi imaginación religiosa; y, como puedes ver, nunca he olvidado ese momento. Mis padres amaban y respetaban a los sacerdotes y se aseguraban de que los niños tuviéramos un contacto constante con ellos. Créeme, su apertura de espíritu con respecto a los sacerdotes afectó profundamente mi vocación. Y no podemos olvidar a quienes no son miembros de una familia, que también pueden encender la llama de una vocación. Estudio tras estudio se ha demostrado que uno de los factores más importantes para convencer a un joven a entrar en el seminario es que un amigo, colega o anciano de confianza le dijo que sería un buen sacerdote. Sé que hay muchas personas que albergan en sus corazones la convicción de que un joven debe ingresar al seminario, porque han notado sus dones de bondad, oración, inteligencia, etcétera, pero nunca han reunido el coraje ni se han tomado el tiempo para decírselo. Tal vez han asumido que otros ya lo han hecho; pero esto significa que trágicamente se ha perdido una oportunidad. Yo diría simplemente esto: si has observado virtudes en un joven que lo llevarían a ser un buen sacerdote, asume que el Espíritu Santo te ha dado esta visión para que puedas compartirla con ese joven. Créeme, las palabras más sencillas que pronuncies podrían ser semillas que darán fruto al treinta, sesenta y ciento por uno. Por último, si te sientes muy convencido de las vocaciones: ora por ellas. En la Biblia, nada de importancia se logra sin la oración. Dios se deleita cuando cooperamos con su gracia, aunque la obra de salvación es suya al final del día. ¡Así que pregúntale a Él! ¿Podría sugerirte un intercesor especial para estos casos? Santa Teresa de Lisieux, la “Pequeña Flor”; ella dijo que entró en el convento "para salvar almas y especialmente para rezar por los sacerdotes". También dijo que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra; que le pidiéramos por tanto, su intercesión, mientras pedimos al Señor que duplique el número de nuestros seminaristas en los años por venir.
By: Obispo Robert Barron
More¿Alguna vez has mirado a los ojos de alguien con un asombro interminable, esperando que ese momento nunca pase? “Estén siempre alegres, oren sin cesar, y en todo momento den gracias a Dios” (1 Tes 5, 16-18). La pregunta más importante que la gente se hace es: “¿Cuál es el propósito de la vida?” Con el riesgo de que parezca que simplifico la realidad, lo diré, y muchas veces lo he dicho en el púlpito: “Ésta vida se trata de aprender a orar”. Nosotros venimos de Dios y nuestro destino es regresar a Dios… y cuando oramos iniciamos nuestro camino de regreso a Él. san Pablo nos dice que vayamos aún más lejos; esto es, orar sin cesar. Pero, ¿cómo podemos hacer esto? ¿Qué podemos hacer para orar sin cesar? Entendemos lo que significa orar antes de misa, orar antes de comer, orar antes de ir a dormir, pero ¿cómo puede uno orar sin cesar? El gran clásico espiritual, “El peregrino ruso”, escrito por un campesino desconocido del siglo XIX en Rusia , aborda esa misma cuestión. Este trabajo se centra en la oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” En el rito oriental lo repiten constantemente utilizando una cuerda de oración que es similar a un rosario, pero tiene 100 o 200 nudos, algunos incluso llegan a tener hasta 300 nudos. Una vela encendida Obviamente, no podemos estar constantemente repitiendo esta oración, por ejemplo, cuando estamos hablando con alguien más, en alguna reunión, cuando estamos trabajando… Entonces, ¿cómo funciona esto? El propósito detrás de repetir esta oración constantemente es el de crear un hábito en nuestra alma, una disposición. Comparémoslo con aquéllos que tienen una disposición musical. Aquéllos que han sido bendecidos con el don de la música casi siempre tienen una melodía sonando en su mente, puede ser una canción que escucharon en la radio, o una canción en la que estén trabajando si son músicos. La melodía no está al frente de sus mentes, es como una música de fondo. De la misma manera, orar sin cesar es orar en el fondo de nuestra mente, de manera constante. Una inclinación a orar ha sido desarrollada como el resultado de la constante repetición de ésta oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” Pero de la misma manera puede ocurrir con aquellos que acostumbran rezar el rosario frecuentemente: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega Señora por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.” Lo que sucede es que eventualmente, las palabras dejan de ser necesarias porque el verdadero significado de lo que expresan viene a habitar y se imprime en nuestro subconsciente, y a pesar de que la mente se encuentre preocupada con cualquier situación, como realizar algún pago o tomar una importante llamada, el alma está orando en el silencio, sin necesidad de palabras, como una vela que permanece encendida. Es en ese momento cuando comenzamos a orar sin cesar; comenzamos con palabras, pero eventualmente, vamos más allá de las palabras. Oración del asombro Existen diferentes tipos de oración: de petición, intercesión, acción de gracias, alabanza, adoración. El tipo de oración más elevado que cada uno de nosotros está llamado a realizar es la oración de adoración. En palabras del P. Gerald Vann, esta es la oración del asombro: “La mirada tranquila y sin palabras de la adoración, es propia del amante. No está hablando, no está ocupado o agitado, no está pidiendo nada: está tranquilo, solamente acompañando, y hay amor y asombro en su corazón”. Este tipo de oración es mucho más difícil de lo que solemos pensar, pues se trata de ponerse frente a la presencia de Dios, en silencio, enfocando toda nuestra atención en Dios. Esto es difícil porque repentinamente somos distraídos por todo tipo de pensamientos, y nuestra atención va de un lado a otro, sin que nos demos cuenta. Pero en el momento que logramos ser conscientes de esto, solo tenemos que volver a enfocar nuestra atención en Dios, habitando en su presencia; pero en menos de un minuto, nuestra mente vuelve a divagar, distrayéndose con infinidad de pensamientos. Es en este momento cuando las pequeñas oraciones se vuelven tan importantes y nos ayudan; como la oración de Jesús, o alguna otra frase de los Salmos, por ejemplo: “Dios ven en mi auxilio, date prisa Señor en socorrerme” (Sal 69, 2), o “en tus manos encomiendo mi espíritu” (Sal 31, 6). Repetir estas pequeñas frases nos ayudará a tranquilizar nuestro interior y a regresar a su presencia. Mediante la constancia, eventualmente seremos capaces de estar en silencio ante la presencia de Dios, incluso por largo tiempo sin distracciones. Y es también un tipo de oración que nos brinda una gran sanación para nuestro subconsciente, pues muchos de los pensamientos que vienen a nuestra mente en esos momentos, son generalmente heridas no sanadas que han estado reprimidas en nuestro subconsciente, y aprender a soltarlas nos da una profunda sanación y paz; porque gran parte de nuestra vida cotidiana está impulsada por estos recuerdos no sanados en el inconsciente, razón por la cual suele haber una gran agitación en la vida interior de los fieles. Una partida en paz Hay dos tipos de personas en este mundo: aquellos quienes creen que esta vida es una preparación para la vida eterna, y aquellos que creen que esta vida es todo lo que hay y que lo que hacemos es sólo una preparación para la vida en este mundo. He visto a una gran cantidad de personas en los hospitales en estos últimos meses, personas que han perdido su movilidad, que tuvieron que pasar meses en una cama de hospital, y muchos que murieron después de un largo tiempo. Para aquellos que no tuvieron una vida espiritual y no cultivaron el hábito de orar a través de su vida, esos últimos meses son con frecuencia muy dolorosos e incómodos; he ahí el por qué la eutanasia se está volviendo tan popular. Pero para aquellos con una fuerte vida espiritual, aquellos que usaron su tiempo en esta vida para preparase para la vida eterna aprendiendo a orar sin cesar, sus meses o años finales, incluso en una cama de hospital, no son para nada insoportables. Visitar a estas personas es inclusive gratificante, porque hay una profunda paz en ellos, y se encuentran agradecidos. Y lo asombroso de ellos es que no están pidiendo la eutanasia. En vez de hacer de su acto final un acto de rebeldía y de muerte, su muerte se convierte en su oración final, un ofrecimiento, un sacrificio de alabanza y agradecimiento por todo lo que recibieron a lo largo de sus vidas.
By: Diácono Doug McManaman
MoreP – No siento la presencia de Dios cuando oro. ¿Estoy progresando en la vida espiritual si no me siento cerca de Él? R – Si te cuesta sentir la presencia de Dios en tu vida de oración ¡no estás solo en esto! La mayoría de los grandes santos pasaron por una época de sequía. La Madre Teresa, por ejemplo, pasó treinta y cinco años sin sentir su presencia. Todos los días, durante años, cuando san Juan de la Cruz anotaba en su diario las percepciones o inspiraciones espirituales que recibía en la oración, escribía solo una palabra: "Nada". Santa Teresa de Lisieux escribió esto sobre su oscuridad: "Mi alegría consiste en estar privada de toda alegría aquí en la tierra. Jesús no me guía abiertamente; ni lo veo ni lo oigo". San Ignacio de Loyola llamó "desolación" a la experiencia de sentir que Dios está lejos, cuando nuestras oraciones se sienten huecas y rebotan en el techo. En la desolación no sentimos deleite en la vida espiritual, y cada actividad espiritual se siente como si fuera una tarea y un trabajo cuesta arriba. Es un sentimiento común en la vida espiritual. Debemos tener claro que la desolación no es lo mismo que la depresión. La depresión es una enfermedad mental que afecta todos los aspectos de la vida. La desolación impacta específicamente la vida espiritual: Una persona que está pasando por desolación, en general disfruta su vida (¡y las cosas pueden ir muy bien!); solo está luchando con su vida espiritual. A veces las dos cosas se juntan, y algunas personas pueden experimentar desolación mientras atraviesan otro tipo de sufrimiento; pero es distinto y no es lo mismo. ¿Por qué ocurre la desolación? La desolación puede tener una de dos causas: A veces, la causa puede ser un pecado no confesado. Si le hemos dado la espalda a Dios, y tal vez no lo estamos reconociendo, Dios puede retirar el sentido de su presencia como un medio para atraernos de regreso a Él. Cuando Él está ausente, ¡podemos tener más sed de Él! Pero muchas veces, la desolación no es causada por el pecado, sino que es una invitación de Dios a buscarlo más puramente. Él quita el caramelo espiritual para que lo busquemos solo a Él y no solo por lo bien que nos hace sentir. Esto ayuda a purificar nuestro amor por Dios, para que lo amemos porque Él es bueno. ¿Qué hacemos en tiempo de desolación? Primero, debemos mirar dentro de nuestra propia vida para ver si necesitamos arrepentirnos de algún pecado oculto. Si no, entonces debemos perseverar en la oración y en el sacrificio con una positiva determinación. Uno nunca debe dejar de orar, especialmente cuando es difícil. Sin embargo, podría ser útil diversificar nuestra vida de oración: si rezamos el rosario todos los días, tal vez deberíamos ir a la adoración o leer las Escrituras en su lugar. He descubierto que una amplia variedad de prácticas de oración puede proporcionar a Dios una diversidad de vías para hablarme y moverme en mi vida. Pero la buena noticia es que ¡la fe no es un sentimiento! Independientemente de lo que 'sintamos' en nuestra relación con Dios, es más importante mantenernos firmes en lo que Él ha revelado. Incluso si sentimos que Él está lejos, recordamos la promesa: "Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20). Si estamos luchando por motivarnos a orar o practicar la virtud, nos mantenemos firmes en la promesa: "ojo no vio, ni oído oyó ni corazón humano concibió lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1Corintios 2,9). Cuando luchamos por encontrar la presencia de Dios debido a los sufrimientos que nos han sobrevenido, recordamos la promesa: "Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán para su bien" (Romanos 8,28), y entendemos que nuestra fe debe estar basada en algo más profundo que el hecho de que sintamos o no su presencia. Por el contrario, sentirnos cerca de Dios no siempre es una garantía de que estemos bajo su gracia. El hecho de que 'sintamos' que una elección es correcta, no la hace correcta si va en contra de la ley de Dios que ha revelado en las Escrituras y la Iglesia. ¡Nuestros sentimientos no son lo mismo que nuestra fe! La desolación es una lucha para cada santo y pecador, que enfrentará a medida que continúe en la vida espiritual. La clave para progresar no son los sentimientos, sino la perseverancia en la oración a través de los desiertos, ¡hasta que lleguemos a la tierra prometida de la presencia permanente de Dios!
By: Padre Joseph Gill
More¿Tiene Dios preferencias y favoritos? Mi padre, un italiano inmigrante de primera generación, tenía una cálida, llena de vida, y acogedora familia. Tú habrías sido bienvenido y recibido con doble beso en su hogar; y también el siempre presente aroma, ya sea de un expreso, ajo, pizza o canelones le habrían dado la bienvenida a tu nariz y estómago. Mi madre, por otro lado, viene de generaciones con profundas raíces multiculturales de Kentucky. Su lado de la familia hacía los mejores pays de manzana sureños, pero tenían comportamientos y afectos más distantes y refinados. Cada lado de la familia tiene su propio set de comportamientos y expectativas de conductas a seguir de acuerdo a su costumbre, y ha sido confuso para mí comprender cuál manera es la correcta. Estas diferencias y la percibida necesidad de escoger entre ambas, ha sido un dilema permanente para mí. Pensándolo bien, me parece que siempre he tratado de entender el mundo buscando la última fuente de la verdad. Haciendo que todo tenga sentido Al paso de los años he tratado de encontrar razonamientos sobre cómo y por qué el mundo y todas sus partes, funcionan juntas. Dios debió saber que estaba destinada a cuestionar las cosas y a ser inquisitiva acerca de su creación, porque Él se aseguró de que estuviera apuntando en la dirección correcta para volverme hacia Él. En la escuela católica básica a la cual asistí, tenía a una maravillosa y joven religiosa como maestra. Ella parecía tener el mismo amor y curiosidad del mundo que Dios me dio a mí. Si ella no tenía todas las respuestas, yo estaba casi segura de que ella sabría quién las tendría. A ambas se nos enseñó que había un solo Dios y que todos habíamos sido hechos a su imagen y semejanza. Cada uno de nosotros es único, y Dios nos ama a todos muchísimo. Dios nos ama tanto que aun antes de que Adan y Eva conocieran las profundas ramificaciones de su pecado, Él ya tenía el misericordioso plan de enviar a Jesús, su Hijo, para salvarnos de ese pecado original. En aquella lección había demasiada enseñanza para que desempacara y entendiera una pequeña niña. Sin embargo, la “imagen y semejanza” era la parte de la lección que necesitaba explorar. Observando mi familia, el salón y comunidad, era obvio que había vastas diferencias en el color de cabello, color de piel y otras características. Si cada uno de nosotros era único, aun si habíamos sido hechos a imgen y semejanza del único Dios verdadero, entonces, ¿cuál era el aspecto de Dios? ¿Tendría el cabello oscuro como yo, o rubio como mi major amiga? ¿Su piel sería apiñonada de tal forma que se oscurecería mucho en el Verano, como nos sucede a mi papa y a mí? ¿O sería de piel clara como la de mi mamá, que se pone roja y se quema fácilmente bajo el ariente sol de Kentucky? Hermosa diversidad Yo crecí en la diversidad, me sentía cómoda en medio de la diversidad y amé la diversidad. Pero me preguntaba: ¿Tendrá Dios alguna preferencia? En el Kentucky de los años sesenta, parecía que aun cuando Dios no tenía preferencias, algunas personas sí las tenían. Eso fue muy difícil de entender para mí. ¿Qué no me había dicho la joven religiosa que Dios nos había hecho a todos? ¿No significaba eso que Él a propósito había echo toda la maravillosa diversidad en este mundo? Así que busqué Ia fuente de la verdad, y alguna vez, al entrar en mis treintas, un profundo anhelo de conocer más sobre Dios me llevó a la oración y a la sagrada escritura. Allí, fui bendecida al aprender que Él también estaba buscándome. El Salmo 51, 6 me habló directo al corazón: “He aquí que Tú amas la verdad en lo más íntimo de mi ser; enséñame, pues, sabiduría en lo secreto de mi corazón”. Conforme fue pasando el tiempo, Dios me mostró que existía una diferencia entre la manera en que Él veía las cosas en comparación con la forma en la que las veía el mundo. Cuanto más leía la biblia, oraba y hacía preguntas, más comprendía que Dios es la fuente de la verdad. “Jesús les dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí»” (Juan 14,6). Qué maravilloso fue entender finalmente que Jesús es la fuente de la verdad. Sin embargo, ¡eso no era todo! Dios era el maestro ahora, y Él quería estar seguro de que yo entendiera la lección. “Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida»” (Juan 8, 12). Tuve que leer nuevamente… “Jesús les dijo: «Yo soy la luz del mundo…»” Mi cerebro comenzó a acelerarse, los engranes embonaron, y las piezas comenzaron a caer en su lugar. Las lecciones de ciencia de mi niñez me enseñaron que la luz era la fuente de todos los colores; por lo tanto, si Jesús es la luz, entonces Él abarca todos los colores, todos los colores de la raza humana. Esa insistente pregunta infantil había sido finalmente respondida. ¿De qué color es Dios? Muy simple: Él es la luz. Nosotros hemos sido hechos a su imagen y semejanza, y Él no tiene preferencia en algún color porque ¡Él es todos los colores! Todos sus colores están en nosotros, y todos nuestros colores están en Él. Todos nosotros somos hijos de Dios y somos llamados a “vivir como hijos de la luz” (Efesios 5,8). Pensemos entonces, ¿por qué el mundo es tan sensible sobre los muchos y maravillosos colores de la piel humana? Dios no prefiere uno u otro color; así que, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros? Dios nos ama y ama toda la diversidad de colores que creó para nosotros. Es muy simple: somos llamados a ser su reflejo; somos llamados a traer su luz al mundo. En otras palabras, somos llamados a traer la presencia de Dios al mundo que no ve las cosas como Dios desea que sean vistas. Él necesita y desea toda nuestra diversidad para completar su imagen. Tratemos de reflejarlo en este mundo siendo la luz de la cual fuimos creados y para la cual fuimos creados. Como sus hijos amados, comencemos a apreciar todas sus imágenes como parte del único Dios que nos hizo.
By: Teresa Ann Weider
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