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Abr 12, 2023 672 0 Padre Hayden Williams OFM Cap
Comprometer

EL MAYOR TESORO

¡El tesoro más grande del mundo está al alcance de cada persona!

La realidad de la presencia de Jesús en la Eucaristía es algo grande y maravilloso. Sé que Jesús está real y verdaderamente presente en la Eucaristía por mi propia experiencia, no solo porque la Iglesia enseña esta verdad.

El primer toque

Una de las experiencias que me ayudaron a crecer en mi fe en el Señor, sucedió después de que fui bautizado en el Espíritu Santo, durante mis primeros días en la Renovación Carismática Católica. En ese momento, todavía no era sacerdote; estaba dirigiendo una reunión de oración en la que orábamos por las personas. Tuvimos la Eucaristía expuesta para la Adoración y luego las personas vinieron una por una para que oráramos por ellas.

Una mujer me pidió que orara por ella, venía con las manos juntas y pensé que ella estaba orando. También me pidió que orara por su esposo, ya que tenía un problema en su pie. Pero mientras oraba, sentí en mi corazón que el Señor quería sanarla. Así que le pregunté si necesitaba algún tipo de sanación física. Ella me dijo: “Mis manos están así porque tengo el hombro congelado”; tenía un problema de movilidad con las manos. Mientras orábamos por su sanación, ella dijo que un gran calor salió de la Eucaristía, descendió sobre su hombro congelado y fue sanada en ese preciso momento.

Ésta fue realmente la primera vez que vi una sanación como ésa, suscitada a través del poder de la Eucaristía. Es exactamente como lo describe el Evangelio: las personas tocaban a Jesús y el poder salía de Él, sanándolos.

Momento inolvidable

También viví otra poderosa experiencia con Jesús Eucaristía en mi vida. Una vez estaba orando con una mujer que estaba involucrada en el ocultismo; ella necesitaba una liberación. Estábamos orando en grupo y había un sacerdote con nosotros. Pero esta mujer que estaba en el suelo no podía ver al sacerdote que estaba llevando la Eucaristía dentro de la iglesia a la sacristía. En el momento exacto en que el sacerdote traía la Eucaristía, salió de su boca una voz masculina y violenta que dijo estas palabras: “¡Retira de ti a Aquél que tienes en tus manos!” Me impactó porque el demonio no se refirió a la Eucaristía como “eso”, un pedazo de pan, sino “Él”. Satanás reconoce la presencia viva de Jesús en la Eucaristía. Nunca olvidaré ese momento de mi vida. Cuando me hice sacerdote más tarde, guardé estas dos vivencias en mi corazón para verdaderamente creer y predicar la Presencia Real de Jesús en la Eucaristía.

Gozo indescriptible

Como sacerdote tuve una experiencia compartida que no olvidaré. Cuando no estoy predicando asisto al ministerio en la prisión. Una vez estaba dando la comunión a una división particular en la cárcel y tenía la Eucaristía conmigo. De pronto sentí en mi corazón la alegría de Jesús al entregarse a los presos. Esto es algo que no puedo explicarte. ¡Si pudieras experimentar y conocer el gozo que siente Jesús Eucaristía al entrar en todos y cada uno de nosotros!

Otra experiencia que tuve con el Santísimo Sacramento fue una sanación personal y emocional para mí. En una ocasión alguien que estaba en la iglesia me hirió mucho con sus palabras. No fue fácil para mí y estaba comenzando a enfadarme. Aunque no soy agresivo por naturaleza, esta herida despertó muchos sentimientos y malos pensamientos contra esta persona. Hui a Jesús en el Santísimo Sacramento y simplemente lloré. En ese momento sentí Su amor por la persona que me hirió, irradiándose desde la Eucaristía y entrando en mi corazón. Jesús en la Eucaristía me sanó, pero más que eso, como sacerdote me ayudó a darme cuenta dónde está la verdadera fuente de amor y sanación en nuestras vidas.

Y no solo para mí como sacerdote, sino para las personas que están casadas y para los jóvenes; ¿quién puede realmente dar el amor que estamos buscando?, ¿dónde podemos encontrar un amor que sea más grande que el pecado y el odio? Está en Él, presente en la Eucaristía. El Señor me dio amor en abundancia para la persona que me causó la herida.

En la víspera del día en que iba a profesar mis primeros votos, una oscuridad repentina entró en mi corazón. Fui directo al tabernáculo en lugar de ir a buscar mi nueva habitación en la comunidad. Entonces, desde lo más profundo de mi corazón, escuché al Señor decirme: “Hayden, vienes aquí por mí”. Y de repente volvió toda la alegría. En la Eucaristía, Jesús me enseñó una cosa muy importante sobre mi vida como sacerdote franciscano: Él me llamó para Él, existo para Él. La Eucaristía nos enseña a cada uno de nosotros que no podemos hacer nada aparte de Jesús; no se trata de nosotros, se trata SOLO DE ÉL. ¡Estamos en la Iglesia para estar con Él!

Como sacerdote, celebrar la Eucaristía es el momento más maravilloso que tengo con el Señor y también me acerca a la comunidad cristiana; Jesús Eucaristía es la fuente de comunión entre nosotros. Como sacerdote, no puedo vivir sin la Eucaristía. Y ¿qué es lo más grande que le podemos pedir a Jesús cuando lo recibimos en nuestro corazón? Es pedirle que nos llene con su Espíritu Santo una vez más. Cuando Jesús resucitó, sopló el Espíritu Santo sobre los apóstoles; cuando recibimos a Jesús en la Eucaristía, Él sopla sobre nosotros una vez más la presencia y el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas. Pídele que te llene con los dones y el poder del Espíritu Santo.

Quebrantado por ti

Una vez que estaba elevando la Hostia y partiéndola, y tuve esta profunda convicción sobre el sacerdocio. Nosotros vemos al pueblo a través de la presencia de Cristo en la Eucaristía, que es en sí mismo un cuerpo quebrantado, partido. Un sacerdote debería ser así. Permitir que su vida sea quebrantada, partida para poder entregarla a la comunidad y al resto del mundo. También se puede descubrir esta belleza en la vida matrimonial. El amor es como la Eucaristía: Es necesario que se rompa para entregarla. La Eucaristía me ha enseñado a vivir una vida célibe, a ser Jesús para la comunidad, entregando toda mi vida por ellos. Lo mismo tiene que suceder en la vida matrimonial.

Finalmente, puedo decirte que cada vez que me he sentido solo o deprimido, simplemente acercarme a Él es suficiente para recibir toda la fuerza que necesito, incluso si estoy cansado o con sueño. No puedo contar la cantidad de veces que he experimentado esto en mis viajes y en mi predicación. El mejor descanso es acercarse a Él. Te puedo asegurar: Él puede renovarnos física, espiritual, mental y emocionalmente. Porque en la Eucaristía Jesús está VIVO: ¡Él está ahí para nosotros!

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