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Abr 12, 2023 569 0 Shalom Tidings
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CORAZÓN VALIENTE

Pocos Santos de la Iglesia Católica han capturado la imaginación popular como Juana de Arco. Su historia está representada en pinturas, esculturas y numerosas películas.

Nacida en una familia campesina en 1412, Juana creció analfabeta, pero adquirió de su madre un profundo amor por la Iglesia y una profunda fe en Dios. Como amaba la oración y los sacramentos, sus vecinos decían: “Era tan buena que todo el pueblo la amaba”. Se preocupaba por los enfermos y las personas sin hogar, a menudo incluso dándoles su propia cama.

A la edad de trece años, Juana comenzó a escuchar las voces de Miguel Arcángel, Santa Margarita de Antioquía y Santa Catalina de Alejandría. Le dijeron que debía liberar a Francia y asegurarse de que el heredero francés al trono fuera instalado como el rey legítimo de Francia. Ella se ganó la confianza del heredero al trono, al contarle detalles de su pasado que solo alguien con conocimiento divino podría saber. En ese momento, Francia estaba dominada y gobernada por Inglaterra.

Convencida de que sus “voces” venían de Dios, Juana obedeció heroica y fielmente sus instrucciones, a pesar de los obstáculos y sufrimientos. La oración y la contemplación permanecieron como primordiales en su vida, incluso mientras lideraba batallas durante las cuales nunca levantó la espada contra un enemigo.

Aunque dos años antes una comisión la había “declarado como persona de vida intachable, buena cristiana, poseedora de las virtudes de humildad, honestidad y sencillez”, Juana fue acusada de brujería y herejía después de que los ingleses la capturaron, y ya no recibió el apoyo del mismo Rey que ella había puesto en el trono. En su juicio, Juana manifestó su profunda fe y sabiduría y, a pesar de haber sido condenada injustamente, nunca perdió la fe en Dios ni en la Iglesia. Cuando la quemaron en la hoguera, proclamó el Nombre de Jesús mientras sostenía un crucifijo contra su corazón, lo que provocó que un observador dijera: «Hemos quemado a una santa».

Su muerte aumentó su fama y popularidad. Veinte años después, un nuevo juicio la declaró inocente de todos los presuntos delitos. Después de que su reputación creciera a lo largo de los siglos hasta alcanzar proporciones épicas, Juana fue beatificada en 1910 por el Papa Pío X y canonizada once años después por el Papa Benedicto XV. Ahora es la Santa Patrona de Francia y una de las santas más amadas de la Iglesia.

La obediencia de Juana a Dios aseguró que Francia mantuviera la fe católica durante la Reforma protestante, mientras que Inglaterra la abandonó. Francia siguió siendo un sólido centro del catolicismo, desde el cual se extendió la fe católica hacia el norte de Europa.

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