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May 01, 2024
Encuentro May 01, 2024

Si sientes que has perdido todo valor y propósito en la vida, esto es para ti.

En mis 40 años de sacerdote, los funerales de las personas que se suicidaron han sido los más duros de todos. Y esto no es sólo una afirmación general, ya que recientemente perdí también, en mi propia familia, a un joven de apenas 18 años de edad que se suicidó después de enfrentar diversos acontecimientos desafortunados en su vida.

Ante el aumento de las tasas de suicidio en estos días, las medidas implementadas incluyen medicamentos, remedios psicológicos e incluso terapia de sistemas familiares. Sin embargo, aun cuando se habla mucho de todos estos remedios; hay algo de lo que no se habla lo suficiente: un remedio espiritual. Uno de los principales problemas psicológicos y filosóficos detrás de la depresión, incluso del suicidio, podría ser la falta de un significado espiritual y un propósito en la vida: poder creer que nuestra vida es valiosa y que hay esperanza.

El amor de un padre

El amor de Dios nuestro Padre, el ancla de nuestra vida, nos saca de esos lugares oscuros de soledad. Incluso diría que de todos los dones que Jesucristo nos dio (y Dios mío, hay tantos), el mejor y más valioso es que Jesús hizo a su Padre, nuestro Padre.

Jesús reveló a Dios como un Padre amoroso que ama y cuida profundamente a sus hijos. Este conocimiento nos afirma de tres maneras especiales:

1. Conocimiento de quién eres.

No eres tu trabajo, tu número de seguro social, tu número de licencia de conducir o «solo» un amante rechazado. Eres un hijo de Dios, hecho a imagen y semejanza de Dios. Tú eres verdaderamente su obra. Esa es nuestra identidad, es lo que somos en Dios.

2. Dios nos da un propósito.

En Dios, nos damos cuenta de por qué estamos aquí: hay un plan, un propósito y una estructura en la vida que Dios nos ha dado. Dios nos hizo con un propósito en este mundo: conocerlo, amarlo y servirlo.

3. Tienes un destino.

Estamos destinados, no a estar en este mundo, sino a estar con nuestro Padre para siempre y recibir su amor inagotable. Conocer al Padre como autor del amor nos invita a recibir, respetar y dar la vida que Dios quiere que tengamos. Nos inspira a crecer en el sentido de quienes somos: nuestra bondad, singularidad y belleza.

El amor del Padre es un amor de anclaje: «Este es el amor: no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero y envió a su Hijo como sacrificio expiatorio por nuestros pecados» (1 Juan 4, 10).

El amor de Dios no considera el hecho de que seamos perfectos todos los días, o de que nunca nos deprimamos o desanimemos. El hecho de que Dios nos haya amado y haya enviado a su Hijo como ofrenda por nuestros pecados es un estímulo que puede ayudarnos a contrarrestar la oscuridad de la depresión. En esencia, Dios no es un juez condenatorio, sino un Padre amoroso. Este conocimiento, de que Dios nos ha amado y nos aprecia sin importar lo que hagan los que nos rodean, nos ancla.

Esta es, de hecho, la mayor necesidad humana que tenemos. Todos estamos un poco solos; todos estamos escudriñando y buscando ese algo que este mundo no nos puede dar. Siéntate quieto en la mirada amorosa de nuestro Dios todos los días y solo permite que Él te ame. Imagina que Dios te está abrazando, nutriendo y expulsando tu miedo, ansiedad y preocupación. Que el amor de Dios Padre fluya a través de cada célula, músculo y tejido. Deja que expulse la oscuridad y el miedo en tu vida.

El mundo nunca va a ser un lugar perfecto, así que tenemos que invitar a Dios para que nos llene de su esperanza. Si estás luchando hoy, acércate a un amigo y deja que tu amigo sea las manos y los ojos de Dios, abrazándote y amándote. Ha habido varias ocasiones en mis 72 años en las que me he acercado a amigos que me han sostenido, me han nutrido y me han enseñado.

Siéntate contento en la presencia de Dios como un niño en el regazo de su madre hasta que tu cuerpo aprenda la verdad de que eres un precioso y hermoso hijo de Dios, que tu vida tiene valor, propósito, significado y dirección. Deja que Dios fluya a través de tu vida.

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By: Padre Robert J. Miller

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Mar 05, 2024
Encuentro Mar 05, 2024

Algo sucede ante la presencia de un bebé; si se presenta a un bebé en una habitación llena de gente, todos querrán verlo; las conversaciones se detendrán, las sonrisas se extenderán por los rostros de las personas, los brazos se abrirán para sostener al niño. Incluso el personaje más duro y cascarrabias de la habitación se sentirá atraído hacia el bebé. Las personas que momentos antes habían estado discutiendo entre sí, estarán arrullando y haciendo muecas graciosas al bebé; los bebés traen paz y alegría… es lo que hacen.

El mensaje central y aun realmente desconcertante de la Navidad es que Dios se convirtió en un bebé; el omnipotente creador del universo, el fundamento de la inteligibilidad del mundo, la fuente de la existencia infinita, la razón por la que hay algo en lugar de nada, se convirtió en un niño demasiado débil incluso para levantar la cabeza; un bebé vulnerable que yace indefenso en un pesebre donde comen los animales. Estoy seguro de que todos los que estaban alrededor del pesebre del Niño Jesús —su Madre, San José, los pastores, los reyes magos— hacían lo que la gente siempre hace con los bebés: sonreían, le arrullaban y hacían ruidos raros. El cuidado y la preocupación por el bienestar de ese bebé los tenía a todos reunidos en torno a Él.

En esto vemos la genialidad divina; durante toda la historia de Israel, Dios se esforzaba por atraer a su pueblo elegido hacia sí mismo y por atraerlo a una comunión más profunda con Él. Todo el propósito de la Torá, los diez mandamientos, las leyes dietéticas descritas en el libro de Levítico, la predicación de los profetas, los pactos con Noé, Moisés y David, y los sacrificios ofrecidos en el templo era simplemente fomentar la amistad con Dios y un mayor amor entre su pueblo. Un tema triste pero constante del Antiguo Testamento es que, a pesar de todos estos esfuerzos e instituciones, Israel permaneció alejado de Dios: la Torá ignorada, los pactos rotos, los mandamientos desobedecidos, el templo corrompido.

Así que, en la plenitud de los tiempos, Dios determinó no intimidarnos ni ordenarnos desde lo alto, sino más bien convertirse en un bebé, porque ¿quién puede resistirse a un bebé? En Navidad, la raza humana ya no miraba hacia arriba para ver el rostro de Dios, sino hacia el rostro de un niño pequeño. Una de mis heroínas espirituales, Santa Teresa de Lisieux, era conocida como «Teresa del niño Jesús»; es muy fácil caer en la romantización de esta designación, pero debemos resistir esa tentación. Al identificarse con el niño Jesús, Teresa se esforzaba sutilmente por sacar de sí mismos a todos los que encontraba, para llevarlos a una actitud de amor.

Una vez que comprendemos esta dinámica esencial de la Navidad, la vida espiritual se abre de una manera fresca. ¿Dónde encontramos al Dios que buscamos? Lo hacemos más claramente en los rostros de los vulnerables, los pobres, los indefensos, los niños. Es relativamente fácil resistirse a las demandas de los ricos, exitosos y autosuficientes; de hecho, es probable que sintamos resentimiento hacia ellos. Pero los humildes, los necesitados, los débiles, ¿cómo podemos apartarnos de ellos? Nos sacan —como lo hace un bebé— de nuestra preocupación por nosotros mismos y nos llevan al espacio del amor verdadero; esta es, sin duda, la razón por la que tantos los santos —Francisco de Asís, Isabel de Hungría, Juan Crisóstomo, la Madre Teresa de Calcuta, por nombrar sólo algunos— se sintieron atraídos al servicio de los pobres.

Estoy seguro de que la mayoría de los que lean estas palabras se reunirán con sus familias para la celebración de la Navidad; todos estarán allí: mamá y papá, primos, tíos, tal vez abuelos y bisabuelos, algunos amigos que se encuentran lejos de casa; habrá mucha comida, muchas risas, muchas conversaciones animadas, muy probablemente una o dos discusiones políticas. Los extrovertidos se lo pasarán espléndidamente, a los introvertidos les resultará todo un poco más difícil. Estaría dispuesto a apostar que, en la mayoría de estas reuniones, en algún momento, se traerá un bebé a la habitación: el nuevo hijo, nieto, bisnieto, primo, sobrino, lo que sea; ¿podría instarles este año a que estén particularmente atentos a lo que ese bebé les produce a todos, para que se den cuenta del poder magnético que tiene sobre el grupo variado de personas reunidas? Y luego los invito a recordar que la razón por la que se están reuniendo es para celebrar al bebé que es Dios, y, por último, déjense atraer por el peculiar magnetismo de ese divino niño.

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By: Obispo Robert Barron

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Mar 05, 2024
Encuentro Mar 05, 2024

Cortar la maleza puede ser algo tedioso, ¡pero es un gran ejercicio para alma y cuerpo!

Después de muchas excusas para evitar limpiar mi patio trasero, llegó el momento de enfrentar la realidad de que en verdad ya necesitaba ser despejado. Afortunadamente mi esposo estaba de buen humor para ayudarme; así que juntos, pasamos un día completo de nuestras vacaciones de navidad sacando a nuestros invasores.

Lo que no sabía, era que había un propósito divino en este ejercicio. A medida que comencé a romper el crecimiento de la yaka, con las pocas fuerzas que me quedaron de las reuniones navideñas, me llené de mucha alegría, aunque no fue muy divertido al principio.

Confrontación inevitable

Mientras arrancaba diligentemente a mano las malas hierbas, el entrenamiento me llevó a reflexionar sobre mi salud espiritual. ¿Qué tan saludable espiritualmente he sido?

Experimenté un encuentro con Jesús que me cambió la vida, tuve mi bautismo en el espíritu en el año 2000, he tenido muchos privilegios y oportunidades de humildad para convertirme en una mejor persona, a través de la dirección del Espíritu Santo. Hubo muchos momentos de crecimiento que me desafiaron a trabajar más duro, no tratando de perfeccionarme a mí misma (porque no existe tal cosa como la perfección aquí en la tierra); pero sí, poder acercarme más al camino de la santidad en Dios. Ya era posible hacerlo cada día, siempre y cuando me mantuviera intentándolo. Pero ¿realmente he trabajado duro para lograr este objetivo? La pandemia me había distraído de mi enfoque, ya que me sumergí en el miedo, ansiedad, incertidumbre, el dolor y el duelo por los amigos y la comunidad que perdieron a sus seres queridos, trabajos, propiedades y paz.

Durante la renovación de mi jardín me encontré con hierbas malas de varios tipos. Una maleza es «una planta que causa pérdidas económicas o daños ecológicos, crea problemas de salud para los seres humanos o los animales, o es indeseable en el lugar donde crece».

Uno a uno

Estaba la enredadera de campo, perenne y resistente, a la que se le han dado muchos nombres. Google dice que, lamentablemente, la labranza y el cultivo parecen ayudar a la propagación de la enredadera. El mejor control es la intervención temprana. Las plántulas deben eliminarse antes de que se vuelvan perennes. Después de eso, se forman las plagas y el control exitoso se convierte en una tarea difícil.

“Señor, ¿qué hay en mí que sea como la enredadera? ¿Orgullo, lujuria, mentiras, ofensa, arrogancia o prejuicio?”

Luego está la curandera, una hierba perenne rastrera y persistente que se reproduce por semillas. Sus rizomas largos, articulados y de color pajizo forman una densa estera en el suelo, de la que también pueden surgir nuevos brotes. Se nos recomienda desenterrar esta hierba de rápido crecimiento tan pronto como la veamos en nuestros jardines, asegurándonos de desenterrar toda la planta (incluidas las raíces) y desecharla en nuestro contenedor de basura en lugar de hacerlo en la pila de abono, ya que probablemente ¡seguirá creciendo allí!

“Señor, ¿cuál es mi curandera? ¿Chismes, envidia, malicia, celos, materialismo o pereza?”

La siguiente hierba verdaderamente me disgusta. El cardo canadiense es una maleza perenne agresiva y rastrera de Eurasia. Infesta cultivos, pastos, orillas de zanjas y bordes de carreteras. Si enraíza, los expertos dicen que el mejor control es estresar a la planta obligándola a utilizar los nutrientes almacenados en las raíces. Sin embargo, lo creas o no, ¡esta hierba es comestible!

“Señor, ¿cuál es mi cardo canadiense? ¿Cuáles son los pecados que al final puedo transformar en buenos frutos? ¿Estrés, preocupación, ansiedad, control, exceso de confianza o autosuficiencia?”

Los coquillos son malezas perennes que superficialmente se parecen a los pastos, pero son más gruesas, rígidas y tienen forma de V. La presencia del coquillo a menudo indica que el drenaje del suelo es deficiente o está anegado. Sin embargo, una vez establecido, es muy difícil de controlar.

“Señor, ¿cuáles son mis coquillos?, ¿los hábitos que me muestran que es tiempo de prepararme mejor? ¿La falta de oración, pereza para estudiar tu Palabra, tibieza para compartir la Buena Nueva, falta de compasión y empatía, impaciencia, irritabilidad o falta de gratitud?

Luego, está el plátano alforfón de bajo crecimiento. Con una raíz de pivote larga puede volverse tolerante a la sequía y es difícil de quitar con la mano. Para eliminar esta maleza es necesario arrancar las plantas jóvenes y destruirlas antes de que produzcan semillas. Como último recurso, varios herbicidas son eficaces.

Señor, ¿cuál es mi plátano alforfón, de esos que echan raíces y se niegan a irse cuanto más tiempo se quedan? ¿Conductas adictivas, egoísmo, glotonería, vanidad, endeudamiento o tendencias depresivas y opresivas?

Ah, y éste: ¡no aprendamos a amarlo! —El diente de león con sus cabezas de color amarillo brillante en primavera. Proporcionan una importante fuente de alimento para las abejas a principios de año. Pero con el tiempo, también se apoderarán de tu jardín. Tienen todas las características de la maleza. Quitar los dientes de león tirando a mano o con azadón suele ser inútil a menos que se haga repetidamente durante un largo período de tiempo, debido a su profundo sistema de raíces en forma de pivotes.

“Señor, ¿cuál es mi diente de león?, ¿las raíces entrelazadas que representan los nuevos problemas?, ¿el narcisismo, el pasar demasiado tiempo en las redes sociales, juegos y videos, pensamientos negativos, demasiadas excusas, juegos de culpas, procrastinar o complacer a las personas?”

¿No es doloroso podar?

De hecho, las «malas hierbas» no son intrínsecamente malas. Muchas malezas estabilizan el suelo y agregan materia orgánica. Algunas son comestibles y proporcionan un hábitat y alimento para la vida silvestre. Conocer sobre esto me ha dado mucha esperanza: ahora sé que puedo usar y transformar mis debilidades, malos hábitos, pecaminosidad arraigada y limitaciones, en algo bueno, dándoles un buen uso, pidiendo al Señor su ayuda y sanación, y volverme completamente dependiente de Él para ser podada y usada según su voluntad y para sus propósitos. Sé que el cambio es difícil y que algunos cambios esenciales solo se pueden realizar con la ayuda de Dios.

Si buscamos sinceramente a Dios y pedimos la ayuda del Espíritu Santo que viene a darnos el auxilio prometido, Él conoce las luchas que enfrentamos y nos animará a acudir a Él en busca de la ayuda adicional que necesitamos (Mateo 7,7-8; Hebreos 4,15- 16; 1 Pedro 5,6-7). Dios no hace todo el trabajo por nosotros, pero sí ofrece ayuda para hacernos más eficaces.

Cada día es una oportunidad para comenzar este proceso de regeneración, rejuvenecimiento y renovación. Tomémoslo como un reto y un momento de gratitud. Despojarnos del hombre viejo que pertenece a nuestra antigua manera de vivir y que está corrompido por los deseos engañosos, renovar el espíritu de nuestra mente, y revestirnos del nuevo hombre (Efesios 4,22-22).

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By: Emmanuel

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Mar 05, 2024
Encuentro Mar 05, 2024

P – ¿Por qué Jesucristo tuvo que morir por nosotros? Parece cruel que el Padre requiera la muerte de su único Hijo para salvarnos. ¿No había otra manera?

R – Sabemos que la muerte de Jesús nos alcanzó el perdón por nuestros pecados, pero ¿era esto necesario?, y ¿cómo logró nuestra salvación?

Considera esto: si un estudiante en la escuela golpeara a su compañero de clase, la consecuencia natural sería un cierto castigo, tal vez la detención, o tal vez la suspensión; pero si ese mismo estudiante golpeara a un maestro, el castigo sería más severo, tal vez sería expulsado de la escuela. Y si ese mismo estudiante le diera un puñetazo al presidente, probablemente terminaría en la cárcel. Dependiendo de la dignidad de la persona a quien se ofenda, la consecuencia podría ser mayor.

¿Cuál sería entonces la consecuencia de ofender al Dios santo y amoroso? Aquel que te creó a ti y a las estrellas merece nada menos que la adoración de toda la creación. Cuando lo ofendemos, ¿cuál es la consecuencia natural?: Muerte y destrucción eternas, sufrimiento y alejamiento de Él; por lo tanto, teníamos con Dios una gran deuda, una deuda de muerte; pero no podíamos pagarla porque Él es infinitamente bueno; nuestra transgresión causó un abismo infinito entre nosotros y Él. Necesitábamos a alguien infinito y perfecto, pero también humano (ya que tendría que morir para saldar la deuda).

Solo Jesucristo encaja en esta descripción; al vernos abandonados en una deuda impagable que nos llevaría a la condenación eterna, por su gran amor, se hizo hombre precisamente para poder pagar nuestra deuda. El gran teólogo San Anselmo escribió todo un tratado titulado: ¿Cur Deus Homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?), y concluyó que Dios se hizo hombre para poder pagar la deuda que teníamos pero que no podíamos pagar, para reconciliarnos con Dios en una persona: Él mismo, ya que Cristo es la unión perfecta entre Dios y la humanidad.

Considera esto también: si Dios es la fuente de toda vida, y el pecado significa que le damos la espalda a Dios, entonces ¿qué estamos eligiendo?: La muerte; de hecho, San Pablo dice que «la paga del pecado es la muerte» (Romanos 6, 23). El pecado produce la muerte de toda la persona; podemos observar que la lujuria puede conducir a enfermedades de transmisión sexual y corazones rotos, sabemos que la gula puede conducir a un estilo de vida poco saludable, la envidia conduce a la insatisfacción con los dones que Dios nos ha dado, la codicia puede hacer que trabajemos en exceso y autocomplacernos, y el orgullo puede romper nuestras relaciones interpersonales y con Dios. El pecado, entonces, ¡es verdaderamente mortal!

Se necesita una muerte, entonces, para devolvernos la vida. Una antigua homilía del sábado santo nos esclarece esto desde la perspectiva de Jesús: «Mira la saliva en mi rostro, para restaurarte esa primera inspiración divina en la creación; mira los golpes en mis mejillas, que acepté para remodelar tu forma distorsionada a mi propia imagen; mira la flagelación de mi espalda, que acepté para dispersar la carga de tus pecados que fue puesta sobre tu espalda; mira mis manos clavadas en un árbol, lo hice para ti que extendiste tu mano hacia el árbol por las intrigas de un malvado».

Finalmente, creo que su muerte fue necesaria para mostrarnos las profundidades de su amor; si Él simplemente se hubiera pinchado el dedo y derramado una sola gota de su preciosa sangre (lo que habría sido suficiente para salvarnos), pensaríamos que Él no nos amó tanto; pero, como dijo el Santo Padre Pío: «La prueba del amor es sufrir por quien amas». Cuando contemplamos los increíbles sufrimientos que Jesús soportó por nosotros, no podemos dudar ni por un momento de que Dios nos ama, Dios nos ama tanto que prefirió morir antes que pasar la eternidad sin nosotros.

Además, su sufrimiento nos da consuelo y fortaleza en nuestro sufrimiento; no hay agonía ni dolor que podamos soportar por el que Él no haya pasado ya. ¿Tienes dolor físico? Él también. ¿Tienes dolor de cabeza? Su cabeza estaba coronada de espinas. ¿Te sientes solo y abandonado? Todos sus amigos lo dejaron y lo negaron. ¿Te da vergüenza? Lo desnudaron para que todos se burlaran. ¿Luchas contra la ansiedad y los miedos? Estaba tan ansioso que sudó sangre en el jardín. ¿Has sido tan herido por otros que no puedes perdonar? Le pidió a su padre que perdonara a los hombres que le clavaban los clavos en las manos. ¿Sientes que Dios te ha abandonado? Jesús mismo exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»

Así que nunca podemos decir: «¡Dios, no sabes por lo que estoy pasando!» Porque Él siempre puede responder: «Sí, lo sé, mi amado hijo, he estado allí, y estoy sufriendo contigo en este momento».

Qué consuelo saber que la cruz ha acercado a Dios a los que sufren, que nos ha mostrado las profundidades del amor infinito de Dios por nosotros y los grandes esfuerzos que Él es capaz de hacer para rescatarnos, y que ha pagado la deuda de nuestros pecados para que podamos estar delante de Él ¡perdonados y redimidos!

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By: EL PADRE JOSEPH GILL

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Mar 05, 2024
Encuentro Mar 05, 2024

La vida nos golpea a todos, pero ¿alguna vez te has preguntado cómo es posible que algunas personas  nunca son derrotadas?

Para todos los expatriados que trabajan en Arabia Saudita, las vacaciones anuales son lo más esperado y relevante del año; yo también podría decir que esperaba con ansias mi viaje de regreso a la India, el cual siempre tenía lugar en Navidad.

Quedaban pocas semanas para el viaje cuando recibí un correo electrónico de mi familia; Nancy, una amiga íntima nuestra, les había llamado para decirles que Jesús estaba pidiendo oraciones especiales para mis vacaciones. Por supuesto, lo agregué a mi lista diaria de oración.

No sucedió nada memorable durante la mayor parte de mi estadía, las semanas en casa pasaron rápido; llegó la Navidad y se celebró con el entusiasmo de siempre. Después de un mes y medio de días llenos de diversión, mis días de vacaciones casi habían terminado, no había ocurrido nada extraordinario, y el mensaje quedó en el olvido.

Un duro golpe

Dos días antes de mi viaje de regreso, decidí comenzar a hacer las maletas; el primer objeto de la lista fue mi pasaporte, ¡no pude localizarlo por ningún lado! Entonces recordé que lo había llevado a la agencia de viajes esa mañana para confirmar mi vuelo, y todavía estaba en el bolsillo de los jeans que me había puesto; sin embargo, unos momentos antes, boté los pantalones en el cesto de la ropa sucia sin siquiera revisar los bolsillos.

Corrí a la lavadora y abrí la tapa: los jeans estaban dando vueltas; los saqué lo más rápido que pude y metí la mano en el bolsillo delantero; un sentimiento de pavor se apoderó de mí cuando saqué el pasaporte mojado.

Los sellos oficiales de la mayoría de las páginas interiores estaban dañados, algunos de los sellos de viaje fueron desplazados y, lo más preocupante fue que la tinta del visado de entrada a Arabia Saudíta también estaba corrida. No tenía ninguna idea de qué hacer, la única opción era solicitar un nuevo pasaporte e intentar obtener un nuevo visado de entrada a mi llegada a la capital; sin embargo, no me quedaba suficiente tiempo para esto, mi trabajo estaba en riesgo.

Mi batallón al rescate

Abrí el pasaporte en mi cama y encendí el ventilador de techo, con la esperanza de secarlo; le conté al resto de mi familia lo que había pasado. Como de costumbre, nos reunimos en oración, le confiamos la situación a Jesús y le pedimos que nos guiara. También llamé a Nancy para contarle el percance; ella también comenzó a orar por nosotros; no había nada más que pudiéramos hacer.

Más tarde esa noche, Nancy me llamó para decirme que Jesús le había dicho que ¡un ángel me llevaría a Riad! Dos días después, encontrando fuerzas en la oración, me despedí de mi familia, documenté mi equipaje y abordé mi primer vuelo.

En el aeropuerto de Mumbai donde cambié de vuelo, me uní a la fila para el despacho de inmigración en la terminal internacional. Sintiéndome un poco ansioso, esperé con mi pasaporte abierto; afortunadamente, el oficial apenas miró hacia abajo antes de sellar distraídamente la página y despedirme.

Lleno de la gracia divina, me sentí en paz. Después de que el vuelo aterrizó en Arabia Saudita, seguí orando mientras recogía mi equipaje y me unía a una de las largas filas en el puesto de control de inmigración; la fila se movía lentamente mientras el oficial examinaba cuidadosamente cada pasaporte antes de sellarlo con una visa de entrada; finalmente, me tocó a mí, con mi pasaporte abierto en la página correspondiente, caminé hacia él; en ese mismo momento, otro oficial se acercó y comenzó una conversación con él; mientras estaba inmerso en la discusión, el oficial de inmigración selló mi pasaporte con la visa de entrada, apenas mirando las páginas.

Estaba de vuelta en Riad, gracias a mi ángel de la guarda que me había «guiado a través del fuego» en el momento justo.

Guardián: entonces, ahora y siempre

Sin duda, el viaje impulsó mi relación con mi ángel de la guarda; sin embargo, Jesús subrayó otra lección para mí: estoy siendo guiado por un Dios vivo que prevé cada obstáculo en mi camino; tomado de su mano, escuchando sus instrucciones y obedeciéndolas, puedo sortear cualquier dificultad. «Cuando te vuelvas a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra detrás de ti que dice: «Este es el camino, ve por él»» (Isaías 30, 21).

Si Nancy no hubiera estado escuchando la voz de Dios, y si no hubiéramos estado orando como se me había indicado, mi vida podría haberse desviado del camino; desde entonces, cada Navidad es un cariñoso recordatorio de la providencia y el abrazo protector de Dios.

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By: Zacharias Antony Njavally

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Feb 26, 2024
Encuentro Feb 26, 2024

Puedes ser o no ser un buen bailarín, pero aun así estás llamado a moverte en esta danza de la vida

Era una hermosa mañana; el sol brillaba intensamente y podía sentir su calor quemando mis huesos exhaustos. Por el contrario, mentalmente estaba de muy buen humor, disfrutando del hermoso paisaje de Perth mientras paseaba por la playa de la bahía de Matilda.
Me detuve en la orilla del río para permitir que la belleza natural afinara mis sentidos. La melodía de las olas rompiendo en la orilla, la brisa fresca que paseaba entre los árboles suavemente agitaba mi cabello; el sutil aroma de la sal y los matorrales, el delicado mosaico de diminutas conchas blancas que adornaban la arena… Me sentí bastante conmovido por la experiencia.

La imagen de un baile de salón pasó por mi cabeza. En mi mente, me imaginé a Dios bailando conmigo…

Sincronizando

Cuando comienzas con el baile de salón, hay una fase en la que toda tu atención se centra en tratar de mantenerte sincronizado con tu pareja y evitar errores. Te consume el miedo a tropezar con los pies de la otra persona o a mover el pie equivocado en la dirección equivocada. En consecuencia, este esfuerzo autoconsciente por controlar tus movimientos hace que tu cuerpo esté tenso y rígido, lo que dificulta que tu pareja te guíe en los pasos del baile. Pero si te relajas, fluyes con la música y dejas que tu pareja sea quien guíe, él te guiará en una danza hermosa, encantadora y rítmica.

Si permites que esto suceda, aprenderás rápidamente a bailar tan bien como tu pareja, sintiendo que tus pies se mueven con gracia por el suelo mientras disfrutas del ritmo del baile.

Toma mis manos

Reflexionando sobre esa imagen, sentí como si Dios me dijera: «Tú y yo somos compañeros en esta danza de la vida, pero no podemos bailar bien juntos si no me permites que te guíe. Yo soy el experto; si yo te guío podrás seguir mis pasos, pero no puedo si insistes en mantener el control. Por el contrario, si te entregas y me permites guiarte en esta danza, te mantendré a salvo y bailaremos hermosamente. No tengas miedo de tropezar con mis pies, porque yo sé cómo guiarte. Por eso, encomiéndate a mi abrazo y únete a mí en esta danza juntos. Dondequiera que la música nos lleve, te mostraré el camino»

Mientras reflexionaba sobre estos pensamientos, sentí un profundo sentimiento de gratitud hacia Dios, por estar siempre presente en mi vida guiándome en esta danza. Él conoce cada uno de mis pensamientos y sueños, pues los lleva a cabo de maneras sorprendentes (Salmo 139).

Dios nos acompaña a cada uno de nosotros en esta danza de la vida, siempre dispuesto a tomarnos en sus brazos y guiarnos con destreza. Algunos de nosotros somos principiantes, todavía dando pequeños pasos, mientras que otros son lo suficientemente avanzados como para ayudar al resto; pero ninguno de nosotros está tan avanzado como para permitirnos alejarnos del bailarín principal (Dios).

Más felices, menos ansiosos

Incluso nuestra Madre, la pareja de baile perfecta de Dios, sabe que su experiencia en la danza proviene de seguir cada uno de sus movimientos con perfecta gracia. Desde una edad temprana, María aceptó el abrazo amoroso de Dios, siguiendo sus enseñanzas perfectamente incluso en las cosas más pequeñas. Su oído estaba atento al ritmo de la música celestial para que nunca diera un paso en falso.

María estaba perfectamente en armonía con Dios en mente y corazón. Su voluntad estaba tan en sintonía con Él, que podía pronunciar: «Hágase en mí según tu voluntad» (Lucas 1;38). Lo que Dios quiere es también lo que María quiere.

Si dejamos de lado nuestro deseo de servirnos a nosotros mismos primero y, como María, nos dejamos abrazar por el Señor, nuestras vidas serán más libres, más felices, más significativas y menos ansiosas, estresantes y deprimentes.

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By: Padre Peter Hung Tran

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Feb 17, 2024
Encuentro Feb 17, 2024

Atrapados en la ajetreada y pesada red de la vida cotidiana, ¿será posible mantenernos conectados con Dios?

A veces, parece como si mi fe pasara por las diferentes estaciones del año. En determinadas ocasiones, se abre como las flores del verano bañadas por el sol. Esto suele suceder durante las vacaciones. En otras ocasiones, mi fe se siente como el mundo dormido del invierno: ivernando, sin florecer. Esto es típico durante el año escolar, cuando mi horario no me permite asistir a la adoración diaria, ni tomar mis descansos para orar cada hora; a diferencia de mi itinerario durante el tiempo libre de las vacaciones. Estos meses agitados suelen estar ocupados por clases, quehaceres, actividades y tiempo con familiares y amigos.

Es fácil, en medio del ajetreo y el bullicio, no necesariamente olvidar a Dios, sino dejarlo pasar a un segundo plano. Podemos ir a la iglesia todos los domingos, decir nuestras oraciones e incluso rezar un Rosario diario, pero aún corremos el riesgo de mantener nuestra fe y nuestra vida «normal» separadas. La religión y Dios no deben guardarse estrictamente para los domingos o las vacaciones de verano. La fe no es algo a lo que debamos aferrarnos únicamente en momentos de angustia o a lo que debamos regresar brevemente solo para dar gracias y luego olvidar. Más bien, la fe también debe estar entrelazada con cada área de nuestra vida diaria.

Monotonía diaria

Ya sea que seamos dueños de nuestra propia casa, nos quedemos en una residencia universitaria o vivamos con nuestra familia, hay ciertos trabajos de los que no podemos escapar. Las casas deben estar limpias, la ropa debe lavarse, la comida debe prepararse… Ahora, todas estas tareas parecen necesidades aburridas, cosas que no significan nada, pero aún así tenemos que hacerlas. Incluso ocupan el tiempo que podríamos haber utilizado para entrar a la capilla de adoración durante treinta minutos o asistir a misa diaria. Sin embargo, cuando tenemos niños pequeños en casa que necesitan ropa limpia o padres que regresan a casa después del trabajo y desean encontrar pisos fregados, esta no siempre es una alternativa realista.

Sin embargo, ocupar nuestro tiempo con estas necesidades no tiene por qué convertirse en tiempo quitado a Dios.

Santa Teresa de Lisieux es muy conocida por su “caminito del amor”. Este método se centra en las pequeñas cosas realizadas con inmenso amor e intención. En una de mis historias favoritas de Santa Teresa, ella escribió sobre una olla en la cocina que odiaba lavar (sí, ¡hasta los santos tienen que lavar los platos!). La tarea le resultaba increíblemente desagradable, así que decidió ofrecérsela a Dios. Terminaba la tarea con gran alegría, sabiendo que algo aparentemente sin sentido tenía un propósito al incluir a Dios en la ecuación. Ya sea que estemos lavando platos, doblando la ropa o fregando pisos, cada tarea aburrida puede convertirse en una oración simplemente dedicándola a Dios.

Alegría magnificada

A veces, cuando la sociedad secular mira a la comunidad religiosa, lo hace en el supuesto de que esos dos mundos nunca podrían convivir juntos. Me ha sorprendido saber que tanta gente piensa ¡que no se puede seguir la Biblia y divertirse! Esto no podría estar más lejos de la verdad.

Algunas de mis actividades favoritas incluyen surfear, bailar, cantar y fotografiar; gran parte de mi tiempo lo dedico a hacer cualquiera de ellas. A menudo, bailo música religiosa y creo videos para Instagram combinados con un mensaje de fe en mi pie de foto. He cantado en el coro de la iglesia y me encanta usar mis dones para servir a Dios directamente. Sin embargo, también me encanta actuar en programas como “El mago de Oz”, o fotografiar partidos de fútbol; ​​cosas seculares que me brindan una gran alegría. Este gozo se magnifica aún más cuando ofrezco estas actividades al Señor.

Entre bastidores de un espectáculo, siempre me encontrarás orando antes de mi entrada, ofreciendo la actuación a Dios y pidiéndole que esté conmigo mientras bailo o canto. Simplemente hacer ejercicio para mantenerme en forma es algo que disfruto y valoro para mantener mi salud. Antes de empezar a correr, se lo ofrezco a Dios. A menudo, en medio de esto, pongo mi cansancio en sus manos y le pido fuerza para ayudarme a recorrer el último kilómetro. Una de las formas favoritas de ejercitarme y adorar a Dios es realizar la rigurosa caminata del Rosario, ¡lo que ejercita mi bienestar corporal y espiritual!

En todo, en todas partes

A menudo nos olvidamos de encontrar a Dios en otras personas, ¿no es así? Uno de mis libros favoritos es una biografía de la Madre Teresa. El autor, el padre Leo Maasburg, la conoció personalmente. Él recuerda que una vez la vio sumida en oración mientras un periodista se acercaba tímidamente, temeroso de interrumpir para hacer su pregunta. Curioso por saber cómo reaccionaría, el padre se sorprendió al verla dirigirse al periodista con alegría y amor en su rostro en lugar de irritarse. Él comentó cómo, en su mente, ella simplemente había desviado su atención de Jesús a Jesús.

Jesús nos dice: “En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos más pequeños de mi familia, a mí me lo hicieron”. (Mateo 25,40). Pero Jesús no se encuentra solo en los pobres o los enfermos. Se encuentra en nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros maestros y compañeros de trabajo. Simplemente mostrar amor, bondad y misericordia a aquellos que se cruzan en nuestro camino puede ser otra forma más de dar amor a Dios en nuestras ocupadas vidas. Cuando horneas galletas para el cumpleaños de un amigo o simplemente sales a almorzar con alguien a quien no has visto en mucho tiempo, puedes traer el amor de Dios a sus vidas y cumplir aún más su voluntad.

Donde quiera que estés…

En nuestras propias vidas, pasamos por diferentes etapas a medida que envejecemos y crecemos. Las rutinas diarias de un sacerdote o una religiosa serán muy diferentes a las de un laico fiel con una familia que cuidar. Las rutinas diarias de un estudiante de secundaria también serán diferentes a las rutinas que él mismo tendrá, una vez que haya llegado a la edad adulta. Esto es lo hermoso de Jesús: Él nos encuentra donde estamos. Él no quiere que lo dejemos en el altar. Y de la misma manera, Él tampoco nos deja simplemente porque salimos de la capilla. Entonces, en lugar de sentir que has dejado ir a Dios mientras tu vida se vuelve ocupada, encuentra maneras de invitarlo a todo lo que haces y descubrirás que todo en tu vida será lleno de un más grande amor y propósito.

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By: Sarah Barry

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Feb 17, 2024
Encuentro Feb 17, 2024

¿Cuántas veces reflexionamos sobre no tener el tiempo suficiente para hacer las cosas que nos gustan? En este año que iniciamos, hagamos una diferencia.

Realmente nunca he sido de esas personas que acostumbran establecer propósitos de año nuevo. Recuerdo esto cuando veo el montón de libros sin leer que se encuentran en mi escritorio acumulando polvo, comprados en años anteriores en un ambicioso intento que fracasó miserablemente. El propósito de “un libro por mes” se convirtió en una pila de intenciones no leídas. Tuve millones de razones por las cuales no fui exitosa en mi propósito, pero la falta de tiempo nunca fue una de ellas.

Mirando en retrospectiva a esos años perdidos con una ligera desaprobación hacia mí, me doy cuenta de que puedo hacer un mejor uso de mi tiempo. ¿Cuántas veces me he quejado de no tener el tiempo suficiente para hacer las cosas que yo quisiera? ¡Ciertamente, más de las que puedo contar!

Hace algunos años, sentada a un lado de mi esposo en el hospital en la víspera de año nuevo, mientras recibía su tratamiento de rutina, algo tocó mi corazón. Observaba su incomodidad mientras tenía colocada su medicación intravenosa, entonces me percaté que tenía sus ojos cerrados, y sus manos estaban entrelazadas en oración. Probablemente sintió mi mirada burlona; él abrió levemente uno de sus ojos y, mientras me miraba, tranquilamente susurró: “y por todos…”.

De alguna manera, él leyó mi mente. Normalmente nosotros pedimos por aquéllos que se encuentran a nuestro alrededor y que percibimos que están sufriendo, o tienen necesidad de oración; pero en ese momento nosotros estábamos solos, y yo estaba tratando de averiguar por quien podría estar orando él. Fue conmovedor e inspirador pensar que él estaba orando por “todos”, y no sólo por aquellos que asumimos que necesitan de nuestra oración debido a lo que refleja su exterior.

“Todos”; todos necesitamos que oren por nosotros. Todos estamos necesitados de la gracia y misericordia de Dios, independientemente de lo que aparentemos ante los demás. Es una realidad, especialmente ahora que hay demasiadas personas sufriendo en silencio la soledad, problemas financieros, e incluso problemas de salud mental que la mayoría de las veces ocultamos.

Nadie conoce la realidad que la otra persona está atravesando, que atravesó, o atravesará en un futuro. ¿Qué tan poderosa sería nuestra oración si cada uno de nosotros oráramos por los demás? Qué tanto podría cambiar la vida o el mundo si lo hiciéramos. Así que este año nuevo he decidido usar mi tiempo de una manera más sabia y reflexiva, orando mientras considero los sufrimientos y las necesidades de los demás, de aquellos que conozco, de aquellos que no conozco, aquellos estuvieron antes que yo, y de aquellos que vendrán mucho después de mí.

Voy a orar por toda la humanidad, confiando que nuestro amado Dios, en su abundante misericordia e inconmensurable amor, nos bendecirá a todos.

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By: Mary Therese Emmons

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Feb 12, 2024
Encuentro Feb 12, 2024

Pregunta: Mis amigos protestantes dicen que los católicos creen que tenemos que ganarnos la salvación. Ellos dicen que la salvación es solo por fe y que no podemos agregar nada a lo que Jesús ya hizo por nosotros en la cruz. Pero, ¿no tenemos que hacer buenas obras para llegar al cielo?

Respuesta: Este es un gran malentendido tanto para protestantes como para católicos. Puede parecer una minucia teológica, pero en realidad tiene una gran consecuencia en nuestra vida espiritual. La verdad es esta: Somos salvados por la fe viva, nuestra creencia en Jesucristo que se vive en nuestras palabras y acciones.

Debemos ser claros: no necesitamos ganar nuestra salvación, como si la salvación fuera un premio que obtendremos solo si alcanzamos cierto nivel de buenas obras. Considera esto: ¿quién fue el primero en ser salvado? Según Jesús, fue el buen ladrón. Mientras estaba siendo justamente crucificado por sus malas acciones, clamó a Jesús por misericordia, y el Señor le prometió: «De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso.» (Lucas 23,43). Entonces, la salvación consiste en esa fe radical, confianza y entrega a lo que Jesús hizo en la cruz para comprar misericordia.

¿Por qué es importante esto? Porque muchos católicos piensan que todo lo que tenemos que hacer para salvarnos es «ser una buena persona», incluso si la persona no tiene realmente una relación viva con el Señor. No puedo comenzar a decirte cuántas personas me dicen algo como: «Oh, mi tío nunca iba a misa ni rezaba, pero era un buen hombre que hizo muchas cosas buenas en su vida, así que sé que está en el Cielo». Si bien ciertamente esperamos que el tío sea salvado por la misericordia de Dios, no son nuestra bondad o buenas obras las que nos salvan, sino la muerte salvadora de Jesús en la cruz.

¿Qué pasaría si un criminal fuera juzgado por un crimen, pero le dijera al juez: «Su Señoría, cometí el crimen, ¡pero mire todas las otras cosas buenas que hice en mi vida!” ¿Lo dejaría libre el juez? No, aún tendría que pagar por el crimen que cometió. Asimismo, nuestros pecados tenían un costo, y Jesucristo tuvo que pagar por ellos. Este pago de la deuda del pecado se aplica a nuestras almas a través de la fe.

Pero la fe no es solo un ejercicio intelectual. Debe ser vivida. Como escribe Santiago: «La fe sin obras está muerta» (2, 24). No basta con decir: «Bueno, yo creo en Jesús, así que ahora puedo pecar todo lo que quiera». Al contrario, precisamente porque hemos sido perdonados y nos hemos convertido en herederos del Reino, debemos entonces actuar como herederos del Reino, como hijos e hijas del Rey.

Esto es muy diferente a tratar de ganar nuestra salvación. No hacemos buenas obras porque esperamos ser perdonados, sino porque ya estamos perdonados. Nuestras buenas obras son una señal de que su perdón está vivo y activo en nuestras vidas. Después de todo, Jesús nos dice: «Si me amas, guardarás mis mandamientos» (Juan 14, 15). Si un esposo ama a su esposa, buscará formas concretas de bendecirla: regalarle flores, lavar los platos, escribirle una nota de amor. Él nunca diría: «Bueno, estamos casados, y ella sabe que la amo, así que ahora puedo hacer lo que quiera». Asimismo, un alma que ha conocido el amor misericordioso de Jesús naturalmente querrá agradarle.

Entonces, para responder a tu pregunta, ¡católicos y protestantes están realmente mucho más cerca en este tema de lo que creen! Ambos creemos que somos salvados por la fe, por una fe viva que se expresa en una vida de buenas obras, como signo de agradecimiento por el generoso regalo gratuito de la salvación que Cristo ganó para nosotros en la cruz.

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By: EL PADRE JOSEPH GILL

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Feb 11, 2024
Encuentro Feb 11, 2024

Descubre la belleza de hacer el mejor propósito de año nuevo, este año.

Mientras estamos de pie en la cúspide de un año nuevo, el aire se llena de expectación, de esperanza y de la promesa de una nueva oportunidad. Para muchos esta transición simboliza un cambio para dejar las cargas en el pasado y embarcarse en una aventura de crecimiento y sanación. Yo también he recorrido este camino, navegando la complejidad de la vida, encontrando consuelo, fortaleza y alegría a través de la gracia transformadora de la oración.

Golpe de medianoche

Hace algunos años me encontré luchando con los restos de mi doloroso pasado que aparecía frente a mí como una pesada carga en mi corazón. El miedo a la decepción y las pérdidas habían dejado su marca, dejándome el anhelo de un nuevo comienzo. Esto sucedió en un momento de introspección que me llevó a tomar una decisión; la decisión que me pondría en el camino de la gracia y la sanación.

Mientras escuchaba el tic tac del reloj a la medianoche, tomé la desición de dedicar mi persona al poder transformador de la oración. Esta decisión no surgió de un deseo fugaz de cambiar, sino de una necesidad profundamente arraigada de reparar las piezas rotas de mi alma y de encontrar la alegría que se había escapado de mí por demasiado tiempo.

En los primeros días del nuevo año, la herida familiar de mis dolores pasados ​​hizo que el camino para mantener mis propósitos fuera un desafío. Las distracciones y las dudas intentaron descarrilar mi compromiso, pero me aferré a mi fe y determinación. A través de la oración persistente, comencé a experimentar cambios sutiles dentro de mí: susurros de gracia tocando mi espíritu herido.

A medida que transcurrieron los meses, las gracias se derramaron en mi vida como una suave lluvia, calmando la tierra reseca de mi corazón. Encontré el valor para perdonar a quienes me habían hecho daño y comprendí que el perdón era un regalo que me hacía a mí misma. Fue liberador; una gracia divina que me liberó de las cadenas de la amargura, permitiéndome abrazar el amor y la alegría.

Cíñete a tu resolución

El camino no estuvo exento de espinas, pero la gracia de la oración me infundió la fuerza y ​​la resiliencia para perseverar. Me di cuenta de que este viaje no se trataba simplemente de apegarse a diversos propósitos, sino de abrazar una vida iluminada por la luz radiante de la fe.

La constancia en la oración jugó un papel fundamental en mi viaje de sanación y renovación. A menudo me resultó difícil mantener este nuevo hábito en medio de las luchas y distracciones de la vida. Aquí hay algunos consejos que me ayudaron a mantener el rumbo y mantener vivos mis propósitos:

1. Establecer un tiempo sagrado: Encuentra un momento específico del día que te funcione mejor para orar constantemente. Podría ser por la mañana antes de que comience el caos del día, durante un tranquilo descanso para almorzar o por la noche para reflexionar sobre el día. Este tiempo dedicado a la oración te ayudará a establecer una rutina.

2. Crear un espacio sagrado: designa un lugar especial para la oración, ya sea un rincón acogedor de tu hogar, una iglesia o un lugar natural al aire libre. Tener un espacio dedicado a la oración, te ayudará a crear una sensación de sacralidad y paz.

3. Utilizar ayudas para la oración: incorpora ayudas para la oración, como un diario, un rosario o libros espirituales. Estas herramientas pueden mejorar tu experiencia de oración y mantenerte concentrado, especialmente cuando las distracciones amenazan con alejarte.

4. Buscar responsabilidad: comparte tu propósito de oración con un amigo o familiar de confianza que pueda alentarte en tu viaje y exigirte responsabilidades. Tener a alguien con quien compartir tu progreso y tus luchas puede ser una fuente de motivación.

A través de la tormenta

Hoy, al reflexionar sobre este año crucial y los siguientes, me inunda una profunda sensación de alegría. El dolor que una vez me mantuvo cautivo se ha transformado en una fuente de fortaleza, compasión y una relación más profunda con Dios. Las cicatrices permanecen, pero ahora son un testimonio de la gracia que me ayudó a superar la tormenta.

Mientras nos encontramos en el umbral de un nuevo año, los animo a abrazar el poder de la oración en su vida. Es un faro de esperanza, una fuente de consuelo y un salvavidas durante los tiempos más oscuros. Cualesquiera que sean sus propósitos, ruego para que estén impregnados de oración y alimentados por la fe, sabiendo que la gracia de Dios los guiará en cada paso del camino.

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By: Sharon Justine

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Feb 09, 2024
Encuentro Feb 09, 2024

La cuaresma está a la vuelta de la esquina, ¿te sientes preparado para renunciar a tus cosas favoritas?

Al crecer, solía ser una niña inquieta con una boca muy ruidosa y un profundo amor a la música. Uno de mis primeros recuerdos ha sido la vez que encendí la radio yo solita por primera vez para escuchar la música que emanaba mágicamente de esa cajita. ¡Era como la entrada a un nuevo mundo para mí”

Toda mi familia amaba la música y constantemente cantábamos juntos, tocábamos el piano, rasgábamos la guitarra, escuchábamos música clásica, o nuestras propias composiciones. Recuerdo pensar que la vida sería mucho mejor si constantemente hubiera un soundktrack sonando en el fondo.

Transmití ese amor por la música a mis hijos. Cuando éramos una familia joven teníamos canciones para casi cualquier ocasión, incluidos nuestros momentos de oración. Ahora, todos nosotros dirigimos de alguna manera, ministerios de música. Por mi parte, en la actualidad sirvo en el ministerio de música de dos parroquias. ¡La música es una fuente de vida y alegría!

Un día, de la nada, me di cuenta de que sí estaba muy apegada a la música.

Durante esa cuaresma, dejé de escuchar música en mi vehículo; lo cual fue algo complicado, porque estaba demasiado acostumbrada a escuchar música mientras conducía. Fue un hábito demasiado difícil de romper; era como uno de esos reflejos de la rodilla… cada vez que me subía al coche, mi mano volaba hacia algún CD.

Pero persistí y finalmente logré entrenar mi mano para no tocar ningún botón, y en vez de eso, usarla para persignarme. Comencé a reemplazar el escuchar música con la oración, o con el rezo del rosario. Esto fue hace siete años, y desde entonces no he mirado hacia atrás. Con el paso del tiempo he llegado a apreciar mucho estos momentos de inactividad con Dios.

El tiempo que dedicamos al Señor nos brinda el espacio que todos necesitamos desesperadamente para desconectarnos de las cosas exteriores y conectarnos con nuestra vida interior. Nos ayuda a recuperar la paz; nos ayuda a rendirnos y a escuchar mejor a Dios. Recordemos cómo San Juan Evangelista se recostó sobre el pecho de Jesús en la última cena. Ahora, imagínate a ti mismo rendido, recostando tu cabeza tan cerca que puedas sentir los latidos del corazón de Jesús.

Dios quiere que nos rindamos para crear un espacio en nuestra vida diaria en la cual podamos descansar nuestras cabezas sobre su Sagrado Corazón y aprendamos de Él o simplemente descansemos nuestras almas atribuladas.

Como amante de la música siempre tenía una melodía rondando en mi mente y, muchas veces, esto era una verdadera distracción. Ahora, si tengo una melodía en mi mente, me detengo y le pregunto a Dios si me está comunicando algo a través de ella. Esta mañana, por ejemplo, me desperté con una melodía que no había escuchado en mucho tiempo: “Cantaré las misericordias del Señor para siempre; cantaré, cantaré”.

La música es el lenguaje del corazón. Creo que Dios se deleita cuando le cantamos alabanzas, y que a menudo Él mismo canta sobre nosotros; así que, ¡aún canto al Señor!; sin embargo, me siento particularmente bendecida cuando el canto conduce a un lugar de silencio, o lo que me gusta llamar, un «silencio preñado», un lugar de profunda intimidad con el Señor. Aprecio especialmente este espacio tranquilo justo después de recibir la sagrada comunión.

En nuestras vidas ocupadas, crear tiempo libre con el Señor es a menudo una batalla. Rezar el rosario me ayuda enormemente en esta batalla, lo cual tiene sentido ya que nuestra Santísima Madre es una campeona de la contemplación. “María guardó todas estas cosas, reflexionándolas en su corazón” (Lucas 2, 19).

Jesús mismo nos nos mostró con sus actos la importancia de entrar en el silencio, ya que a menudo se retiraba a un lugar tranquilo para estar a solas con su Padre celestial.

Un día del verano pasado, mientras estaba en una playa llena de gente durante una reunión familiar, me encontré un poco fuera de lugar e inquieta. Anhelaba un tiempo de tranquilidad con el Señor. Mi hija reconoció que yo no era la misma y lo mencionó de manera casual. Decidí aventurarme sola en el lago durante una hora y descubrí que si me sumergía bajo el agua encontraría mi zona de tranquilidad. Esa tarde recé un rosario mientras nadaba y recuperé la paz.

“Cuanto más oramos, más deseamos orar. Como un pez que al principio nada en la superficie del agua, que se sumerge y cada vez nada más profundo, así el alma se sumerge… se sumerge y se pierde en la dulzura de conversar con Dios.” San Juan Vianney.

Espíritu Santo, ayúdanos a encontrar el tiempo de tranquilidad que tanto necesitamos, para que podamos escuchar mejor tu voz y simplemente descansar en tu abrazo.

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By: Denise Jasek

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