Home/Comprometer/Article
Trending Articles
Durante años luché con la gula sin darme cuenta de la causa raíz detrás de comer en exceso.
Ayer, mientras me preparaba para la misa, estaba pensando en mi continua batalla con comer en exceso. Aunque puede que no parezca visiblemente con sobrepeso para la persona promedio, sé que como más de lo que debería. Como incluso cuando no tengo hambre, solo porque la comida está allí y me siento tentada por ella. Como había terminado de vestirme para la misa antes de que mi esposo estuviera listo, decidí abrir un libro de oraciones de Saint Jude que uso todas las noches para orar para ver si también tenía una oración matutina. Mientras hojeaba las páginas, me encontré con una oración por las adicciones que nunca había notado. Mientras decía la oración, le pedí especialmente a Dios que me sanara de mi adicción a la comida. Aunque había tratado de superar el deseo de comer en exceso durante años, mis esfuerzos habían fracasado.
En la Misa, la lectura del Evangelio fue Marcos 1:21–28. Me dije a mí misma: «De la misma manera que Jesús puede expulsar al espíritu maligno de este hombre, Él puede expulsar este espíritu de gula de mí porque así es como el maligno todavía tiene un control sobre mi vida». Sentí que Dios me estaba asegurando que Él podía e iba a expulsar este espíritu de gula de mí. Mis sentimientos se vieron fortalecidos por la homilía del sacerdote.
En su homilía, enumeró muchos tipos de espíritus malignos de los que necesitamos liberación, como la ira, la depresión, las drogas y el alcohol. Con el que más luchó fue con la adicción a la comida. Explicó cómo perdió cuarenta libras, solo para recuperar treinta. Agregó que no importa cuánto haya tratado de detenerse, siempre cede a la tentación de comer en exceso, cometiendo así el pecado de la gula. Todo lo que describió se relacionaba directamente conmigo. Él nos aseguró que Jesús vino y murió para liberarnos, por lo que no podemos renunciar a la esperanza sin importar cuán desesperados nos sintamos, porque la esperanza siempre está ahí. Jesús nos da esperanza porque venció a la muerte y resucitó. Por lo tanto, podemos reclamar la victoria porque Él ha derrotado el poder del pecado en nuestras vidas. Simplemente necesitamos confiar en que Jesús vendrá a nuestro rescate, en Su propio tiempo.
Cuando tardamos en darnos cuenta de que no podemos hacer nada sin Su ayuda, Dios a veces nos permite estar en posiciones en las que nos sentimos impotentes. Esta mañana, durante mi oración matutina, abrí mi libro de reflexiones diarias a una lectura centrada en encontrar la paz. Para encontrar la paz debemos estar de acuerdo con la voluntad de Dios. Cuando estamos de acuerdo con la voluntad de Dios, podemos ayudar más eficazmente a los demás y guiarlos al Señor.
¿Cómo puedo ayudar a otra persona si soy perfecto? ¿Puedo entender las luchas de otra persona si no he luchado? Cuando estoy luchando contra un pecado, como la gula, mi batalla no es en vano. Es por una razón. Dios nos permite experimentar dificultades para que podamos empatizar y ayudar a los demás y darnos cuenta de que no somos mejores que nadie. Todos nos necesitamos unos a otros, y todos necesitamos a Dios.
San Pablo lo demuestra cuando afirma que «se le dio una espina en la carne» para evitar que se volviera «demasiado eufórico» y Cristo le dijo que «el poder se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, él «se alegrará con mucho gusto de mis debilidades, para que el poder de Cristo pueda morar conmigo». (Corintios 12:7–9)
Esta Escritura me enseña que luchar con mi adicción a la comida está destinada a mantenerme humilde. No puedo sentirme superior a nadie porque también lucho por vencer la tentación, como todos los demás, ya sea que crean en Dios o no. Sin embargo, cuando creemos en Dios, las luchas se vuelven más fáciles porque vemos un propósito en continuar la batalla. Muchas personas luchan con adicciones y otros problemas por varias razones, una de las cuales podría deberse a la consecuencia del pecado. Sin embargo, cuando una persona es un creyente de Dios y un verdadero seguidor, él o ella reconoce que sus problemas están destinados para el bien y no como castigo. Romanos 8:28 nos enseña que «todas las cosas obran para bien de los que aman a Dios, que son llamados según Su propósito». Lo más importante es que esta es la realidad para todos los que son llamados al propósito de Dios. Conocer esta verdad hace la diferencia entre ver los problemas, las adicciones y los sufrimientos como castigos, o como bendiciones que funcionarán para nuestro bien a largo plazo. Cuando una persona es llamada por Dios de acuerdo con Su propósito, esa persona es plenamente consciente de este llamado, por lo que acepta lo bueno y lo malo en su vida como la voluntad de Dios.
Mientras reflexionaba, traté de recordar cuándo había comenzado mi adicción a la alimentación. Me di cuenta vergonzosamente de que mi propia adicción a la comida comenzó cuando confronté y condené a uno de mis propios familiares con respecto a su adicción a las drogas y el alcohol.
Ahora puedo reconocer que al mismo tiempo que condenaba airadamente a mi pariente, poco a poco me estaba volviendo adicta a la comida. En última instancia, la censura y la falta de perdón fueron las fuentes de mi adicción. El Señor tuvo que humillarme revelándome, a través de mi propia adicción, que todos somos débiles. Todos enfrentamos adicciones y tentaciones, y luchamos con ellas en muchas formas. En mi orgullo, pensé que era lo suficientemente fuerte como para vencer las tentaciones por mi cuenta, pero al caer presa de mi gula, descubrí que no lo era. Ocho años después, todavía estoy luchando para superar mi adicción a la comida y este pecado de gula.
Dios no puede usarnos si nos sentimos superiores a los demás de alguna manera. Tenemos que ser lo suficientemente humildes como para llegar al nivel de aquellos que nos necesitan, para que podamos ayudarlos donde están. Para evitar juzgar a los demás por sus debilidades, debemos orar por ellos, extender la ayuda y ofrecer nuestras propias luchas por ellos. ¿No es esta la razón por la cual Dios pone a los pecadores y a aquellos que están sufriendo en nuestro camino? Cada vez que nos encontramos con alguien más, tenemos la oportunidad de mostrarle el rostro de Dios, por lo que debemos dejarlo en un mejor estado por haberse cruzado en nuestro camino, no más herido o quebrantado. En Lucas 6:37, Jesús advierte: «Deja de juzgar y no serás juzgado. Deja de condenar y no serás condenado. Perdona y serás perdonado».
Adeline Jean is an Adjunct Professor of English, Biblical Studies, and World Religion. She is the author of the book, “JESUS Speaks To Me: Whispers of Mercy, Whispers of Love.” and presenter of YouTube video series, “Burning Bush Encounters.” Adeline is the Coordinator of Shalom Media Ministry in South Florida.
Como Católicos, hemos escuchado desde que éramos pequeños: “Ofrécelo”. Desde un pequeño dolor de cabeza hasta una herida emocional o física muy grave, se nos animó a “ofrecerlo”. No fue hasta que fui adulta que reflexioné sobre el significado y el propósito de la frase, y la entendí como “sufrimiento redentor”. El sufrimiento redentor es la creencia de que cuando se acepta y se ofrece el sufrimiento humano, en unión con la pasión de Jesús, Él eleva este dolor que sufrimos a un nivel redentor, por los pecados de uno mismo o de otra persona. En esta vida, vamos a sufrir varias pruebas físicas, mentales, emocionales y espirituales menores y mayores. Podemos elegir quejarnos por ello o podemos renunciar a todo y unir nuestro sufrimiento a la pasión de Jesús. Puede ser redentor no solo para nosotros, incluso podemos ayudar a alguien a abrir su corazón para recibir la sanación y el perdón de Jesús. Es posible que en esta vida nunca sepamos cómo, el hecho de ofrecer nuestros sufrimientos, haya ayudado a otra persona a liberarse de las ataduras que lo han mantenido cautivo durante tanto tiempo. A veces, Dios nos permite experimentar el gozo de ver a alguien liberarse de una vida de pecado, porque ofrecimos nuestro sufrimiento por esa persona. Podemos ofrecer nuestros sufrimientos incluso por las pobres almas del purgatorio. Imaginemos que cuando finalmente hayamos llegado al cielo, podremos encontrarnos con aquellas almas por quienes oramos y ofrecimos nuestros sufrimientos, y ellas nos saludarán y agradecerán. El sufrimiento redentor es una de esas áreas que pueden ser difíciles de entender completamente, pero cuando leemos las Escrituras, lo que Jesús enseñó y cómo vivieron sus seguidores, podemos ver que es algo que Dios nos está animando a hacer. “Jesús, ayúdame cada día a ofrecer mis pequeños y grandes sufrimientos, dificultades, molestias, y a unirlos a ti en la cruz”.
By: Connie Beckman
MoreExiste una meditación poética de principios del siglo XX de un novelista griego llamado Nikos Kazantzakis que guardo en mi mesita de noche cuando comienza el Adviento cada año. Presenta a Cristo como un adolescente observando al pueblo de Israel desde la cima de una colina distante, aún sin estar listo para comenzar su ministerio, pero aguda y dolorosamente sensible al anhelo y sufrimiento de su pueblo. El Dios de Israel está allí entre ellos, pero aún no lo saben. El otro día estaba leyendo esto a mis alumnos, como hago todos los años al comienzo del Adviento, y uno de ellos me dijo después de clase: "Apuesto a que así es como Jesús se siente también en estos tiempos". Le pregunté a qué se refería. Él dijo: "sabemos que Jesús está presente en el Sagrario y nosotros simplemente pasamos como si Él ni siquiera estuviera allí"; desde entonces, en mis oraciones de Adviento, he tenido esta nueva imagen de Jesús esperando en el Tabernáculo, mirando a su pueblo, escuchando nuestros gemidos, nuestras súplicas y nuestros clamores. Esperando... De alguna manera, esta es la forma en que Dios elige venir a nosotros. El Nacimiento del Mesías es EL ACONTECIMIENTO CLAVE EN TODA LA HISTORIA HUMANA y, sin embargo, Dios quiso que se llevara a cabo "tan silenciosamente que el mundo siguiera con sus asuntos como si nada hubiera sucedido". Algunos pastores se dieron cuenta de lo que pasaba, también lo hicieron los reyes magos (e incluso podríamos mencionar a Herodes, que se dio cuenta aunque por las razones equivocadas); luego, aparentemente, todo quedó en el olvido… por un tiempo. De algún modo debe haber algo muy provechoso para nosotros en la espera, pues Dios mismo elige que esperemos; Él elige hacernos esperar en Él, y cuando lo meditas bajo esta luz, toda la historia de la salvación se convierte en una historia de espera. Podemos también observar que existe un sentido simultáneo de urgencia en nuestra pronta respuesta al llamado que Dios nos hace, y la necesidad de que Él también nos responda pronto: "Respóndeme, Señor, cuando te llame", dice el salmista, hay algo tan atrevido en este versículo que resulta encantador. Existe un sentido de urgencia en los salmos; pero también existe la sensación de que debemos aprender a ser pacientes y esperar, esperar con gozosa esperanza y encontrar la respuesta de Dios en la espera.
By: Padre Augustine Wetta O.S.B
MoreEl levantamiento de los boxers en China que inició a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, mató a casi 32,000 chinos cristianos y 200 misioneros occidentales. Entre estos cristianos devotos que dieron la vida por su fe, podemos destacar a San Marcos Ji Tianxiang, porque en el momento de su muerte él era un adicto al opio que no había recibido los sacramentos durante 30 largos años. Ji creció en una familia católica devota, estudió hasta convertirse en un médico respetado y una persona generosa y caritativa dentro de su comunidad. Por cuestiones del destino, el opio que tomó para reducir una dolencia estomacal se apoderó de él, y en poco tiempo se volvió adicto a la sustancia. A pesar de que se confesaba con frecuencia, Ji se encontró en las garras de una poderosa adicción de la cual no podía salir por más que quisiera resistirla. Su párroco y confesor finalmente le dijo que no podía seguir repitiendo el mismo pecado en la confesión, pues este sacramento requiere de una resolución consciente de arrepentirse y no pecar más, y este pecado repetido, en el siglo XIX, no se entendía como una enfermedad; a partir de entonces se le prohibió recibir los sacramentos, pero continuó yendo a misa, se mantuvo fiel a los caminos del Señor y permaneció sincero en su fe porque creía en el Padre misericordioso. Muchos asumieron que él sería el primero en negar al Señor cuando se enfrentara a la amenaza de la persecución; pero junto con su hijo, nietos y nueras, perseveró hasta el final. De hecho, Ji proporcionó consuelo espiritual a sus compañeros cristianos mientras estaban encarcelados y esperaban ser ejecutados. Las historias registran que mientras los arrastraban a la cárcel, su nieto, temblando de miedo, le preguntó: "Abuelo, ¿a dónde vamos?", y el gran santo con calma y júbilo respondió: "Nos vamos a casa". Fue a encontrarse con el martirio cantando las letanías de la Santísima Virgen María y fue canonizado por el Papa Juan Pablo II en el año 2000.
By: Shalom Tidings
MoreUna historia sobre cómo un verso de la Biblia cambió la vida de una niña hindú, y su viaje transformador. No dejes de leer… Nací y crecí en una familia hindú, en la India. Crecí en una familia religiosa; siempre me animaron a pasar tiempo en oración. Cuando era niña, nunca fui a la escuela sin un tilak (tilak es una marca, generalmente hecha en la frente de un hindú, que sirve para indicar la afiliación sectaria de una persona). Creía en los dioses y diosas hindús, aunque realmente era una relación muy convencional. Mis oraciones para ellos se limitaban a la semana previa a los exámenes escolares. Irónicamente fui a una escuela católica, donde fui introducida al cristianismo; pero siempre vi al cristianismo como algo que no tenía nada que ver conmigo. A pesar de haber estado doce años en una escuela católica, nunca entendí realmente quién era Jesús ni lo que había hecho por mí. Me gradué de la secundaria satisfactoriamente. Estaba súper contenta porque mis oraciones a los dioses hindús habían sido escuchadas. Aseguré mi admisión a la mejor universidad de la ciudad. Paradójicamente, esta era una universidad dirigida por padres jesuitas. Un absurdo golpe Durante mi primer año de universidad asistí a una clase obligatoria de religión donde la gente hablaba sobre su fe. Me di cuenta de que mientras los estudiantes cristianos tenían mucho que decir sobre Jesús, los hindúes como yo permanecíamos callados cuando se trataba de profesar nuestra fe. No sabía nada sobre el Gita (el Bhagavad Gita es una de las sagradas escrituras del hinduismo); todo lo que sabía era cómo pedirle a Dios para que cumpliera mis deseos. Me sentía avergonzada de llamarme hindú. Entonces un profesor cristiano puso un video sobre Jesús, de la película de La Pasión de Cristo. Vi la manera tan brutal en la que fue azotado y cuánto sufrió cuando fue clavado en la cruz. Tenía lágrimas en mis ojos. A duras penas logré ver la crucifixión. Tristemente, aun entonces, no sabía la verdadera razón del por qué Él había muerto en esa cruz en el Calvario. Pero después de ver el video, comencé a tener interés en saber más sobre Jesús. Visité librerías públicas para buscar una biblia, pero no tuve mucha suerte. Entonces decidí leer la versión de la biblia en PDF. Empecé buscando el libro del Génesis, pero no encontré a Jesús ahí. Entonces, comencé a buscar de manera aleatoria versículos de la biblia en Google. Me encontré con un versículo de Mateo: “Y, ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7,3). Este verso nos enseña a no juzgar a los demás. Unas semanas después tuvimos otra clase de religión, impartida por un profesor diferente. Nos pidió a todos y cada uno que compartiéramos nuestras creencias y pensamientos sobre nuestras respectivas religiones. De la nada, levanté mi mano y hablé sobre el verso de Mateo: ¡Una niña tímida, hindú, compartiendo sus pensamientos sobre un versículo de la Biblia cristiana! Creo que mi valentía en ese momento fue obra del Espíritu Santo. El profesor no tenía idea de que yo era hindú. Le gustó mi explicación y animó a más personas a hablar sobre su religión. Este incidente fue un trampolín en mi conversión a la fe católica. Momentos de la verdad Durante este tiempo, cuando estaba conociendo a Jesús y al cristianismo, a menudo me preguntaba: “¿Por qué me siento con tanta paz siempre que estoy en una iglesia?”. Mi experiencia en los templos hindúes era completamente diferente: Ahí siempre me distraía por los gritos de los vendedores, el ruido de las campanas del templo, los sacerdotes cantando los mantras, y la avalancha de gente empujando a través de grandes multitudes para ver el rostro de los dioses. La paz que encontraba en la iglesia representaba un fuerte contraste. Un día, durante la pandemia del COVID, me encontré con un video de YouTube en el que un sacerdote explicó de una manera lúcida, que sin importar cuántos pecados hubiéramos cometido a lo largo de nuestra vida, todavía podíamos reunirnos con Dios, porque su Hijo pagó el precio por nuestros pecados. Jesucristo, Hijo de Dios, se convirtió en humano, vivió entre nosotros, nos amó, nos sanó, perdonó nuestros pecados, murió en la cruz y resucitó de entre los muertos, y ahora vive con nosotros hasta el final de los tiempos. Conocer el evangelio cambió mi vida. Aprendí que Jesús me conoce y que me amaría incluso como hindú. Antes, veía a Jesús como uno de los muchos dioses que adoraba; pero ahora, me daba cuenta de quién es el verdadero Dios. Ninguno de los dioses hindúes que había conocido, sufrieron y murieron por mis pecados. Mi corazón se llenó de amor por Jesús; y de ese día en adelante, me consideré una seguidora de Jesucristo. Lágrimas de Felicidad El Espíritu Santo me guió para aprender más sobre Jesús. Compré una biblia y la empecé a leer. Me sentía llena de admiración y amor por Jesús. Previamente, mi relación con Dios había sido convencional. El hecho de que Dios me amara justo tal y como soy era un concepto extraño para mí. Aprendí que Jesús quiere hablar conmigo todos los días, y que además desea tener una relación personal conmigo. Él me ama a pesar de ser una pecadora. Él está dispuesto a perdonar todos mis pecados y aceptarme amorosamente en sus brazos. No soy digna de su amor; pero, aun así, Él me ama. Hoy, mi relación personal con Jesús es la cosa más importante en mi vida. Mientras me encontraba en este recorrido de establecer una relación personal con Él, tuve un sueño en el que vi a un hombre vestido con una capa de color rojo pardo, caminando frente a mí en una carretera. El otro lado del camino se encontraba plagado de monstruos. Los monstruos querían hacerme daño y hacían ruidos aterradores. Como sea, estas criaturas comenzaron a perder fuerza a causa del hombre que caminaba frente a mí, porque era muy poderoso; los monstruos no pudieron herirme ni asustarme. Me sentí protegida y segura en su presencia. No entendí de qué se trataba el sueño. Pero mucho más tarde, una monja que conocí de las Misioneras de la Caridad me ayudó a interpretar el sueño. El hombre que caminaba frente a mí era Jesús: Él vino a mí para reforzar mi fe en Él y para protegerme del maligno. Lágrimas de felicidad recorrieron mi rostro al darme cuenta de que el creador del sol, la luna y las estrellas, me conocía y se preocupaba por mí. Me tomó dos años convertirme a la fe católica; pero cuando Dios abre una puerta, ninguna persona puede cerrarla. El Espíritu Santo mandó ángeles disfrazados de hombres y mujeres en mi camino hacia el catolicismo. El 25 de junio del 2022 recibí los sacramentos del bautismo, la santa comunión y la confirmación. Hoy predico a las personas, cómo Jesús murió en la cruz por cada uno de ellos. Veo a Cristo en cada persona con la que me cruzo. Quiero poder seguir compartiendo la alegría del evangelio en cualquier lugar que pueda.
By: Sarina Christina Pradhan
MoreUn sacerdote estaba de visita en Roma y tenía una cita para reunirse con el Papa Juan Pablo II en una audiencia privada. En su camino, visitó una de las muchas basílicas encantadoras. Como de costumbre, los escalones estaban repletos de mendigos, pero uno de ellos captó su interés. "Te conozco. ¿No fuimos juntos al seminario?" El mendigo asintió con la cabeza. "Entonces te hiciste cura, ¿no?", le preguntó el sacerdote. "¡Ya no! Por favor, déjeme en paz", respondió el mendigo enojado. Consciente de la proximidad de su cita con el Santo Padre, el sacerdote se marchó prometiendo: "Rezaré por ti", pero el mendigo se burló: "De nada servirá eso". Por lo general, las audiencias privadas con el Papa son muy breves: se intercambian unas pocas palabras mientras él otorga su bendición y un rosario bendecido. When the priest’s turn came, the encounter with the beggar-priest was still playing on his mind, so he implored His Holiness to pray for his friend, then shared the whole story. The Pope was intrigued and concerned, asking for more details and promising to pray for him. Not only that, he and his beggar-friend received an invitation to dine alone with Pope John Paul II. After dinner, the Holy Father spoke privately with the beggar. Cuando llegó el turno del sacerdote, el encuentro con el mendigo-sacerdote seguía en su mente, así que imploró a Su Santidad que rezara por su amigo, y luego compartió toda la historia. El Papa, intrigado y preocupado, pidió más detalles y prometió rezar por él. No sólo eso, él y su amigo mendigo recibieron una invitación para cenar a solas con el Papa Juan Pablo II. Después de la cena, el Santo Padre habló en privado con el mendigo. El mendigo salió de la habitación llorando. "¿Qué ha pasado ahí dentro?", preguntó el sacerdote. La respuesta más notable e inesperada llegó. "El Papa me pidió que escuchara su confesión", se atragantó el mendigo. Después de recuperar la compostura, continuó: "Le dije: 'Su Santidad, míreme. Soy un mendigo, no un sacerdote'". "El Papa me miró con ternura, diciendo: 'Hijo mío, una vez sacerdote siempre sacerdote, y quién de nosotros no es un mendigo. Yo también me presento ante el Señor como un mendigo pidiendo el perdón de mis pecados'". Hacía tanto tiempo que no escuchaba una confesión que el Papa tuvo que ayudarle con las palabras de la absolución. El sacerdote comentó: "Pero si estuviste mucho tiempo ahí dentro. Seguro que el del Papa no tardó tanto en confesar sus pecados". "No", dijo el mendigo, "pero después de escuchar su confesión, le pedí que escuchara la mía". Antes de partir, el Papa Juan Pablo II invitó a este hijo pródigo a asumir una nueva misión: ir a atender a los indigentes y a los mendigos en los escalones de la misma iglesia donde había estado mendigando.
By: Shalom Tidings
MoreKim A-gi Agatha y su esposo no tenían contacto con el cristianismo ni con la doctrina católica, pues estos practicaban el confucianismo. Un día la hermana mayor de Agatha, una católica devota, llego a visitarlos. Observando los adornos de su fe tradicional, incluido un gran cofre de arroz con tablillas ancestrales, le preguntó a su hermana menor: “¿Por qué te aferras a estas cosas? ¡No son más que superstición! " Esta continuó y proclamó que el único gobernante verdadero del mundo es Jesucristo. "Despierta de tu oscuridad", le dijo a su hermana, "y acepta la luz de la verdad". La insistencia de su hermana despertó un gran anhelo en Agatha. Sabiendo que sería difícil ir en contra de su esposo y la tradición de su familia, no obstante, decidió aceptar a Cristo y sufrir voluntariamente cualquier dificultad que pudiera surgir en su camino. Agatha no era muy inteligente y, por mucho que lo intentara, no podía memorizar las oraciones de la mañana y de la tarde. Con el tiempo, se le conoció como la mujer que no sabía ni conocía más que a "Jesús y María". Debido a su incapacidad para aprender la doctrina y las oraciones, Kim A-gi Agatha no se bautizó inicialmente. En septiembre de 1836, Agatha y otras dos mujeres fueron arrestadas por su fe católica. Cuando la interrogaron, Agatha permaneció firme y valientemente se paró ante sus torturadores diciendo: "No sé nada, solo conozco a Jesús y María. No los rechazaré". Su valiente testimonio la llevó a ser la primera en ser bautizada en prisión durante la persecución. Junto con otros cristianos condenados, Agatha fue atada por los brazos y el cabello a una gran cruz erigida sobre una carroza de bueyes. En la cima de una colina empinada, los guardias obligaron a los bueyes a correr precipitadamente. El camino era brusco, con muchas piedras. Las carrozas tropezaron, causando gran agonía a los valientes prisioneros que colgaban de las cruces. Tras este calvario, al pie de la colina, los verdugos decapitaron violentamente a cada uno de los santos mártires. Agatha y otros ocho mártires recibieron su corona de gloria a la misma hora en que Jesús exhaló su último suspiro: las tres de la tarde. Casi cien años después, Kim A-gi Agatha fue beatificada junto con los otros mártires el 5 de julio de 1925. Fueron canonizados en su Corea natal el 6 de mayo de 1984 por el Papa Juan Pablo II.
By: Shalom Tidings
MoreMi verdadera intención era que todos los seminaristas de Winona-Rochester se pusieran de pie por un momento durante mi homilía en la misa de instalación. Había dicho a los fieles, en palabras de Juan Pablo II: “Ecclesia de Eucharistia”, lo que significa que: La Iglesia viene de la Eucaristía; y puesto que la Eucaristía viene de los sacerdotes, se deduce lógicamente que, si no hay sacerdotes, no habrá Iglesia. Por eso buscaba que todos vieran y reconocieran a los jóvenes de nuestra diócesis que están discerniendo activamente un llamado a esta forma de vida indispensable e importante. Durante la ovación, algo me vino como inspiración. No había planeado decirlo, no estaba en mi texto, pero lo solté cuando los aplausos se estaban apagando: "¡Vamos a duplicar el número de seminaristas en los próximos cinco años!" Una confirmación de que esto fue tal vez del Espíritu Santo es que los fieles, en cada visita que he realizado hasta ahora en la diócesis, me han repetido con entusiasmo esas palabras. De hecho, la líder de uno de los grupos de Serra me ha comentado que ella y sus compañeros han decidido aceptar el reto. Tenemos veinte seminaristas, tanto en el nivel universitario como en el de teología principal, lo cual es bastante bueno para una diócesis de nuestro tamaño. Y tenemos una maravillosa cuadrilla de sacerdotes, tanto activos como 'jubilados', que están ocupados sirviendo a nuestras casi cien parroquias. Pero los que están por debajo de la edad de jubilación sólo son alrededor de sesenta, y todos nuestros sacerdotes están al límite. Además, no habrá ordenaciones sacerdotales en Winona-Rochester durante los próximos dos años. Por lo tanto, no hay duda: necesitamos más sacerdotes. Ahora bien, el papel que desempeñan los obispos y los sacerdotes es clave para el fomento de las vocaciones. Lo que atrae a un joven al sacerdocio es, sobre todo, el testimonio de sacerdotes felices y sanos. Hace algunos años, la Universidad de Chicago realizó una encuesta para determinar qué profesiones eran las más felices. Por un margen bastante amplio, los que se consideraron más satisfechos fueron los miembros del clero. Además, una variedad de encuestas ha demostrado que, a pesar de los problemas de los últimos años, los sacerdotes católicos reportaron niveles muy altos de satisfacción personal en sus vidas. Teniendo en cuenta estos datos, una recomendación que haría a mis hermanos sacerdotes es la siguiente: ¡Que la gente lo vea! Hazles saber cuánta alegría sientes al ser sacerdote. Pero pienso que los laicos tienen un papel aún más importante que desempeñar en el cultivo de las vocaciones. Dentro del contexto protestante, a veces el hijo de un gran predicador sigue los pasos de su padre para que un ministro engendre efectivamente a otro. Pero esto, por razones obvias, no puede suceder en un entorno católico. En cambio los sacerdotes, sin excepción, provienen de los laicos; tienen su origen en una familia. La decencia, la oración, la bondad y el aliento de los padres, hermanos, abuelos, tías y tíos marcan una enorme diferencia en el fomento de la vocación al sacerdocio. Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia es el de mi padre, arrodillado en intensa oración después de la comunión un domingo en la parroquia de Santo Tomás Moro en Troy, Michigan. Yo solo tenía cinco o seis años en ese momento, y consideraba a mi padre el hombre más poderoso de la tierra. El hecho de que estuviera arrodillado en súplica ante alguien más poderoso moldeó profundamente mi imaginación religiosa; y, como puedes ver, nunca he olvidado ese momento. Mis padres amaban y respetaban a los sacerdotes y se aseguraban de que los niños tuviéramos un contacto constante con ellos. Créeme, su apertura de espíritu con respecto a los sacerdotes afectó profundamente mi vocación. Y no podemos olvidar a quienes no son miembros de una familia, que también pueden encender la llama de una vocación. Estudio tras estudio se ha demostrado que uno de los factores más importantes para convencer a un joven a entrar en el seminario es que un amigo, colega o anciano de confianza le dijo que sería un buen sacerdote. Sé que hay muchas personas que albergan en sus corazones la convicción de que un joven debe ingresar al seminario, porque han notado sus dones de bondad, oración, inteligencia, etcétera, pero nunca han reunido el coraje ni se han tomado el tiempo para decírselo. Tal vez han asumido que otros ya lo han hecho; pero esto significa que trágicamente se ha perdido una oportunidad. Yo diría simplemente esto: si has observado virtudes en un joven que lo llevarían a ser un buen sacerdote, asume que el Espíritu Santo te ha dado esta visión para que puedas compartirla con ese joven. Créeme, las palabras más sencillas que pronuncies podrían ser semillas que darán fruto al treinta, sesenta y ciento por uno. Por último, si te sientes muy convencido de las vocaciones: ora por ellas. En la Biblia, nada de importancia se logra sin la oración. Dios se deleita cuando cooperamos con su gracia, aunque la obra de salvación es suya al final del día. ¡Así que pregúntale a Él! ¿Podría sugerirte un intercesor especial para estos casos? Santa Teresa de Lisieux, la “Pequeña Flor”; ella dijo que entró en el convento "para salvar almas y especialmente para rezar por los sacerdotes". También dijo que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra; que le pidiéramos por tanto, su intercesión, mientras pedimos al Señor que duplique el número de nuestros seminaristas en los años por venir.
By: Obispo Robert Barron
More¿Alguna vez has mirado a los ojos de alguien con un asombro interminable, esperando que ese momento nunca pase? “Estén siempre alegres, oren sin cesar, y en todo momento den gracias a Dios” (1 Tes 5, 16-18). La pregunta más importante que la gente se hace es: “¿Cuál es el propósito de la vida?” Con el riesgo de que parezca que simplifico la realidad, lo diré, y muchas veces lo he dicho en el púlpito: “Ésta vida se trata de aprender a orar”. Nosotros venimos de Dios y nuestro destino es regresar a Dios… y cuando oramos iniciamos nuestro camino de regreso a Él. san Pablo nos dice que vayamos aún más lejos; esto es, orar sin cesar. Pero, ¿cómo podemos hacer esto? ¿Qué podemos hacer para orar sin cesar? Entendemos lo que significa orar antes de misa, orar antes de comer, orar antes de ir a dormir, pero ¿cómo puede uno orar sin cesar? El gran clásico espiritual, “El peregrino ruso”, escrito por un campesino desconocido del siglo XIX en Rusia , aborda esa misma cuestión. Este trabajo se centra en la oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” En el rito oriental lo repiten constantemente utilizando una cuerda de oración que es similar a un rosario, pero tiene 100 o 200 nudos, algunos incluso llegan a tener hasta 300 nudos. Una vela encendida Obviamente, no podemos estar constantemente repitiendo esta oración, por ejemplo, cuando estamos hablando con alguien más, en alguna reunión, cuando estamos trabajando… Entonces, ¿cómo funciona esto? El propósito detrás de repetir esta oración constantemente es el de crear un hábito en nuestra alma, una disposición. Comparémoslo con aquéllos que tienen una disposición musical. Aquéllos que han sido bendecidos con el don de la música casi siempre tienen una melodía sonando en su mente, puede ser una canción que escucharon en la radio, o una canción en la que estén trabajando si son músicos. La melodía no está al frente de sus mentes, es como una música de fondo. De la misma manera, orar sin cesar es orar en el fondo de nuestra mente, de manera constante. Una inclinación a orar ha sido desarrollada como el resultado de la constante repetición de ésta oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” Pero de la misma manera puede ocurrir con aquellos que acostumbran rezar el rosario frecuentemente: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega Señora por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.” Lo que sucede es que eventualmente, las palabras dejan de ser necesarias porque el verdadero significado de lo que expresan viene a habitar y se imprime en nuestro subconsciente, y a pesar de que la mente se encuentre preocupada con cualquier situación, como realizar algún pago o tomar una importante llamada, el alma está orando en el silencio, sin necesidad de palabras, como una vela que permanece encendida. Es en ese momento cuando comenzamos a orar sin cesar; comenzamos con palabras, pero eventualmente, vamos más allá de las palabras. Oración del asombro Existen diferentes tipos de oración: de petición, intercesión, acción de gracias, alabanza, adoración. El tipo de oración más elevado que cada uno de nosotros está llamado a realizar es la oración de adoración. En palabras del P. Gerald Vann, esta es la oración del asombro: “La mirada tranquila y sin palabras de la adoración, es propia del amante. No está hablando, no está ocupado o agitado, no está pidiendo nada: está tranquilo, solamente acompañando, y hay amor y asombro en su corazón”. Este tipo de oración es mucho más difícil de lo que solemos pensar, pues se trata de ponerse frente a la presencia de Dios, en silencio, enfocando toda nuestra atención en Dios. Esto es difícil porque repentinamente somos distraídos por todo tipo de pensamientos, y nuestra atención va de un lado a otro, sin que nos demos cuenta. Pero en el momento que logramos ser conscientes de esto, solo tenemos que volver a enfocar nuestra atención en Dios, habitando en su presencia; pero en menos de un minuto, nuestra mente vuelve a divagar, distrayéndose con infinidad de pensamientos. Es en este momento cuando las pequeñas oraciones se vuelven tan importantes y nos ayudan; como la oración de Jesús, o alguna otra frase de los Salmos, por ejemplo: “Dios ven en mi auxilio, date prisa Señor en socorrerme” (Sal 69, 2), o “en tus manos encomiendo mi espíritu” (Sal 31, 6). Repetir estas pequeñas frases nos ayudará a tranquilizar nuestro interior y a regresar a su presencia. Mediante la constancia, eventualmente seremos capaces de estar en silencio ante la presencia de Dios, incluso por largo tiempo sin distracciones. Y es también un tipo de oración que nos brinda una gran sanación para nuestro subconsciente, pues muchos de los pensamientos que vienen a nuestra mente en esos momentos, son generalmente heridas no sanadas que han estado reprimidas en nuestro subconsciente, y aprender a soltarlas nos da una profunda sanación y paz; porque gran parte de nuestra vida cotidiana está impulsada por estos recuerdos no sanados en el inconsciente, razón por la cual suele haber una gran agitación en la vida interior de los fieles. Una partida en paz Hay dos tipos de personas en este mundo: aquellos quienes creen que esta vida es una preparación para la vida eterna, y aquellos que creen que esta vida es todo lo que hay y que lo que hacemos es sólo una preparación para la vida en este mundo. He visto a una gran cantidad de personas en los hospitales en estos últimos meses, personas que han perdido su movilidad, que tuvieron que pasar meses en una cama de hospital, y muchos que murieron después de un largo tiempo. Para aquellos que no tuvieron una vida espiritual y no cultivaron el hábito de orar a través de su vida, esos últimos meses son con frecuencia muy dolorosos e incómodos; he ahí el por qué la eutanasia se está volviendo tan popular. Pero para aquellos con una fuerte vida espiritual, aquellos que usaron su tiempo en esta vida para preparase para la vida eterna aprendiendo a orar sin cesar, sus meses o años finales, incluso en una cama de hospital, no son para nada insoportables. Visitar a estas personas es inclusive gratificante, porque hay una profunda paz en ellos, y se encuentran agradecidos. Y lo asombroso de ellos es que no están pidiendo la eutanasia. En vez de hacer de su acto final un acto de rebeldía y de muerte, su muerte se convierte en su oración final, un ofrecimiento, un sacrificio de alabanza y agradecimiento por todo lo que recibieron a lo largo de sus vidas.
By: Diácono Doug McManaman
MoreP – No siento la presencia de Dios cuando oro. ¿Estoy progresando en la vida espiritual si no me siento cerca de Él? R – Si te cuesta sentir la presencia de Dios en tu vida de oración ¡no estás solo en esto! La mayoría de los grandes santos pasaron por una época de sequía. La Madre Teresa, por ejemplo, pasó treinta y cinco años sin sentir su presencia. Todos los días, durante años, cuando san Juan de la Cruz anotaba en su diario las percepciones o inspiraciones espirituales que recibía en la oración, escribía solo una palabra: "Nada". Santa Teresa de Lisieux escribió esto sobre su oscuridad: "Mi alegría consiste en estar privada de toda alegría aquí en la tierra. Jesús no me guía abiertamente; ni lo veo ni lo oigo". San Ignacio de Loyola llamó "desolación" a la experiencia de sentir que Dios está lejos, cuando nuestras oraciones se sienten huecas y rebotan en el techo. En la desolación no sentimos deleite en la vida espiritual, y cada actividad espiritual se siente como si fuera una tarea y un trabajo cuesta arriba. Es un sentimiento común en la vida espiritual. Debemos tener claro que la desolación no es lo mismo que la depresión. La depresión es una enfermedad mental que afecta todos los aspectos de la vida. La desolación impacta específicamente la vida espiritual: Una persona que está pasando por desolación, en general disfruta su vida (¡y las cosas pueden ir muy bien!); solo está luchando con su vida espiritual. A veces las dos cosas se juntan, y algunas personas pueden experimentar desolación mientras atraviesan otro tipo de sufrimiento; pero es distinto y no es lo mismo. ¿Por qué ocurre la desolación? La desolación puede tener una de dos causas: A veces, la causa puede ser un pecado no confesado. Si le hemos dado la espalda a Dios, y tal vez no lo estamos reconociendo, Dios puede retirar el sentido de su presencia como un medio para atraernos de regreso a Él. Cuando Él está ausente, ¡podemos tener más sed de Él! Pero muchas veces, la desolación no es causada por el pecado, sino que es una invitación de Dios a buscarlo más puramente. Él quita el caramelo espiritual para que lo busquemos solo a Él y no solo por lo bien que nos hace sentir. Esto ayuda a purificar nuestro amor por Dios, para que lo amemos porque Él es bueno. ¿Qué hacemos en tiempo de desolación? Primero, debemos mirar dentro de nuestra propia vida para ver si necesitamos arrepentirnos de algún pecado oculto. Si no, entonces debemos perseverar en la oración y en el sacrificio con una positiva determinación. Uno nunca debe dejar de orar, especialmente cuando es difícil. Sin embargo, podría ser útil diversificar nuestra vida de oración: si rezamos el rosario todos los días, tal vez deberíamos ir a la adoración o leer las Escrituras en su lugar. He descubierto que una amplia variedad de prácticas de oración puede proporcionar a Dios una diversidad de vías para hablarme y moverme en mi vida. Pero la buena noticia es que ¡la fe no es un sentimiento! Independientemente de lo que 'sintamos' en nuestra relación con Dios, es más importante mantenernos firmes en lo que Él ha revelado. Incluso si sentimos que Él está lejos, recordamos la promesa: "Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20). Si estamos luchando por motivarnos a orar o practicar la virtud, nos mantenemos firmes en la promesa: "ojo no vio, ni oído oyó ni corazón humano concibió lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1Corintios 2,9). Cuando luchamos por encontrar la presencia de Dios debido a los sufrimientos que nos han sobrevenido, recordamos la promesa: "Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán para su bien" (Romanos 8,28), y entendemos que nuestra fe debe estar basada en algo más profundo que el hecho de que sintamos o no su presencia. Por el contrario, sentirnos cerca de Dios no siempre es una garantía de que estemos bajo su gracia. El hecho de que 'sintamos' que una elección es correcta, no la hace correcta si va en contra de la ley de Dios que ha revelado en las Escrituras y la Iglesia. ¡Nuestros sentimientos no son lo mismo que nuestra fe! La desolación es una lucha para cada santo y pecador, que enfrentará a medida que continúe en la vida espiritual. La clave para progresar no son los sentimientos, sino la perseverancia en la oración a través de los desiertos, ¡hasta que lleguemos a la tierra prometida de la presencia permanente de Dios!
By: Padre Joseph Gill
More¿Tiene Dios preferencias y favoritos? Mi padre, un italiano inmigrante de primera generación, tenía una cálida, llena de vida, y acogedora familia. Tú habrías sido bienvenido y recibido con doble beso en su hogar; y también el siempre presente aroma, ya sea de un expreso, ajo, pizza o canelones le habrían dado la bienvenida a tu nariz y estómago. Mi madre, por otro lado, viene de generaciones con profundas raíces multiculturales de Kentucky. Su lado de la familia hacía los mejores pays de manzana sureños, pero tenían comportamientos y afectos más distantes y refinados. Cada lado de la familia tiene su propio set de comportamientos y expectativas de conductas a seguir de acuerdo a su costumbre, y ha sido confuso para mí comprender cuál manera es la correcta. Estas diferencias y la percibida necesidad de escoger entre ambas, ha sido un dilema permanente para mí. Pensándolo bien, me parece que siempre he tratado de entender el mundo buscando la última fuente de la verdad. Haciendo que todo tenga sentido Al paso de los años he tratado de encontrar razonamientos sobre cómo y por qué el mundo y todas sus partes, funcionan juntas. Dios debió saber que estaba destinada a cuestionar las cosas y a ser inquisitiva acerca de su creación, porque Él se aseguró de que estuviera apuntando en la dirección correcta para volverme hacia Él. En la escuela católica básica a la cual asistí, tenía a una maravillosa y joven religiosa como maestra. Ella parecía tener el mismo amor y curiosidad del mundo que Dios me dio a mí. Si ella no tenía todas las respuestas, yo estaba casi segura de que ella sabría quién las tendría. A ambas se nos enseñó que había un solo Dios y que todos habíamos sido hechos a su imagen y semejanza. Cada uno de nosotros es único, y Dios nos ama a todos muchísimo. Dios nos ama tanto que aun antes de que Adan y Eva conocieran las profundas ramificaciones de su pecado, Él ya tenía el misericordioso plan de enviar a Jesús, su Hijo, para salvarnos de ese pecado original. En aquella lección había demasiada enseñanza para que desempacara y entendiera una pequeña niña. Sin embargo, la “imagen y semejanza” era la parte de la lección que necesitaba explorar. Observando mi familia, el salón y comunidad, era obvio que había vastas diferencias en el color de cabello, color de piel y otras características. Si cada uno de nosotros era único, aun si habíamos sido hechos a imgen y semejanza del único Dios verdadero, entonces, ¿cuál era el aspecto de Dios? ¿Tendría el cabello oscuro como yo, o rubio como mi major amiga? ¿Su piel sería apiñonada de tal forma que se oscurecería mucho en el Verano, como nos sucede a mi papa y a mí? ¿O sería de piel clara como la de mi mamá, que se pone roja y se quema fácilmente bajo el ariente sol de Kentucky? Hermosa diversidad Yo crecí en la diversidad, me sentía cómoda en medio de la diversidad y amé la diversidad. Pero me preguntaba: ¿Tendrá Dios alguna preferencia? En el Kentucky de los años sesenta, parecía que aun cuando Dios no tenía preferencias, algunas personas sí las tenían. Eso fue muy difícil de entender para mí. ¿Qué no me había dicho la joven religiosa que Dios nos había hecho a todos? ¿No significaba eso que Él a propósito había echo toda la maravillosa diversidad en este mundo? Así que busqué Ia fuente de la verdad, y alguna vez, al entrar en mis treintas, un profundo anhelo de conocer más sobre Dios me llevó a la oración y a la sagrada escritura. Allí, fui bendecida al aprender que Él también estaba buscándome. El Salmo 51, 6 me habló directo al corazón: “He aquí que Tú amas la verdad en lo más íntimo de mi ser; enséñame, pues, sabiduría en lo secreto de mi corazón”. Conforme fue pasando el tiempo, Dios me mostró que existía una diferencia entre la manera en que Él veía las cosas en comparación con la forma en la que las veía el mundo. Cuanto más leía la biblia, oraba y hacía preguntas, más comprendía que Dios es la fuente de la verdad. “Jesús les dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí»” (Juan 14,6). Qué maravilloso fue entender finalmente que Jesús es la fuente de la verdad. Sin embargo, ¡eso no era todo! Dios era el maestro ahora, y Él quería estar seguro de que yo entendiera la lección. “Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida»” (Juan 8, 12). Tuve que leer nuevamente… “Jesús les dijo: «Yo soy la luz del mundo…»” Mi cerebro comenzó a acelerarse, los engranes embonaron, y las piezas comenzaron a caer en su lugar. Las lecciones de ciencia de mi niñez me enseñaron que la luz era la fuente de todos los colores; por lo tanto, si Jesús es la luz, entonces Él abarca todos los colores, todos los colores de la raza humana. Esa insistente pregunta infantil había sido finalmente respondida. ¿De qué color es Dios? Muy simple: Él es la luz. Nosotros hemos sido hechos a su imagen y semejanza, y Él no tiene preferencia en algún color porque ¡Él es todos los colores! Todos sus colores están en nosotros, y todos nuestros colores están en Él. Todos nosotros somos hijos de Dios y somos llamados a “vivir como hijos de la luz” (Efesios 5,8). Pensemos entonces, ¿por qué el mundo es tan sensible sobre los muchos y maravillosos colores de la piel humana? Dios no prefiere uno u otro color; así que, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros? Dios nos ama y ama toda la diversidad de colores que creó para nosotros. Es muy simple: somos llamados a ser su reflejo; somos llamados a traer su luz al mundo. En otras palabras, somos llamados a traer la presencia de Dios al mundo que no ve las cosas como Dios desea que sean vistas. Él necesita y desea toda nuestra diversidad para completar su imagen. Tratemos de reflejarlo en este mundo siendo la luz de la cual fuimos creados y para la cual fuimos creados. Como sus hijos amados, comencemos a apreciar todas sus imágenes como parte del único Dios que nos hizo.
By: Teresa Ann Weider
More