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Abr 12, 2023 779 0 Hermana Theresa Joseph Nguyen, O.P.
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UNA TAZA DE TÉ & UNA LECCIÓN DEL MAESTRO

Dios no envía a nadie con las manos vacías, excepto a aquellos que están llenos de sí mismos.

Una vez escuché a un maestro de Taekwondo corregir con mucho tacto a un joven adolescente que buscaba ser su estudiante de artes marciales: “Si quieres aprender artes marciales conmigo”, dijo, “primero debes servir el té en tu taza, y luego traer de vuelta la taza vacía.” Para mí, el significado del maestro fue claro y conciso: no quería un estudiante orgulloso. Una taza llena de té no tiene espacio para más; no importa cuán bueno sea lo que se intente agregar, desbordará la taza. Del mismo modo, ningún estudiante puede aprender incluso del mejor de los maestros si ya está lleno de sí mismo. Mientras mis ojos seguían al joven que se alejaba indignado, me dije a mí misma que nunca caería en esa trampa orgullosa. Sin embargo, unos años más tarde, me encontré trayendo una taza rebosante de té amargo a Dios, mi Maestro.

Lleno hasta el borde

Me asignaron enseñar religión a estudiantes desde prescolar hasta segundo grado, en una pequeña escuela católica de Texas. Recibí ese encargo de mi superior religioso con pesar y desaliento. Para mí, la razón era bastante comprensible: había completado mi Maestría en Teología, porque quería convertirme en profesora universitaria de Sagrada Escritura y, más tarde, en una solicitada oradora. Claramente, esta tarea no cumplía con mis expectativas y requirió mucho menos de mí de lo que pensé que podría dar. Caí postrada en llanto en el suelo de la capilla del convento y me quedé allí durante mucho tiempo. ¿Cómo puedo ir a enseñar a un grupo de niños pequeños?, ¿qué beneficio puedo obtener por trabajar entre niños? De hecho, mi taza de té estaba llena hasta el borde. Pero incluso en mi orgullo, no podía soportar alejarme de mi Maestro. La única salida era rogarle por ayuda.

El Maestro me vio de principio a fin y estaba listo para ayudarme a vaciar mi taza de té, para poder llenarla con un té más sabroso. Irónicamente, eligió usar a los mismos niños que puso a mi cargo para enseñarme humildad y vaciar mi copa de orgullo. Para mi sorpresa, comencé a darme cuenta de que los niños estaban apenas comenzando a formarse; eran como pequeños teólogos. De cuando en cuando, sus preguntas y comentarios me dieron una mayor comprensión y percepción de la naturaleza de Dios.

La pregunta de Andrew, un pequeño de cuatro años me llevó a una respuesta sorprendente: “¿Cómo puede Dios estar dentro de mí?”, preguntó. Mientras organizaba mis pensamientos y preparaba una respuesta teológica sofisticada, la pequeña Lucy respondió sin dudarlo un momento: “Dios es como el aire. Él está en todos lados.» Luego respiró hondo para mostrar cómo Dios podía ser como el aire dentro de ella.

Entrenada por el verdadero Maestro

Dios no solo se valió de los niños para ayudarme a vaciar mi taza, sino también para enseñarme ‘artes marciales’ para mis batallas espirituales. Mientras veía un breve video sobre la historia del fariseo y el recaudador de impuestos, el pequeño Mateo se echó a llorar. Cuando le pregunté el por qué, admitió con humildad: “El otro día me sentí orgulloso de haber compartido mi helado con mi amigo”. Sus palabras me recordaron que debía permanecer en guardia contra el pecado del orgullo. Al final del año, aprendí que mientras yo vaciaba mi taza de té, Dios la llenaba de Sí mismo. Hasta los niños me lo dijeron. Un día, Austin preguntó a escondidas: “Hermana, ¿qué es la Biblia?” Sin esperar respuesta, me señaló: “Tú eres la Biblia”, dijo. Estaba un poco sorprendida y confundida, pero la pequeña Nicole proporcionó la explicación: «Porque en ti todo se trata de Dios», dijo. Fue a través de los niños que Dios vertió té nuevo en mi taza.

Muchos de nosotros acudimos a Dios para pedirle que nos enseñe cómo pelear nuestras batallas espirituales, sin darnos cuenta de que nuestra taza está demasiado llena de orgullo como para dejar espacio a su enseñanza. He aprendido que es más fácil traer una taza vacía y pedirle a nuestro Maestro que la llene con su propia vida y sabiduría. Dejemos que el verdadero Maestro nos entrene y nos dé ejercicios para nuestro viaje de vida y para las batallas que inevitablemente libraremos. Puede que nos sorprenda y se sirva de niños pequeños, o de otras personas que menospreciamos, para enseñarnos; pero recordemos que “Dios escogió a los humildes y despreciados del mundo, a los que nada valen, para reducir a nada a los que son algo, para que ningún ser humano se gloríe delante de Dios” (1 Corintios 1, 28-29).

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Hermana Theresa Joseph Nguyen, O.P.

Hermana Theresa Joseph Nguyen, O.P. is a Dominican Sister of Mary Immaculate Province in Houston, Texas. She is studying sacred Scripture at the Catholic University of America. She has a talent for drawing and an insatiable desire to preach God’s Word.

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