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A veces lo que comienza como un pasatiempo inofensivo puede hacer que tu vida se convierta en un abismo oscuro.
Durante la mayor parte de mi adolescencia, luché por confiar en Dios y de esta falta de confianza surgió mi decisión de confiarme a mí misma y a mi futuro en las manos de poderes que prometían prosperidad, amor y felicidad. Me di cuenta de las creencias de la Nueva Era y pronto me encontré entrelazada con cartas de tarot, psiquicos, horóscopos y magia.
Al principio, interesarme superficialmente en estas cosas me parecía divertido y emocionante. Debido a las prácticas de la Nueva Era, sentí que ya no caminaba ciegamente — claramente vi el camino de mi destino y recibí una guía útil para mi vida. Creí que las cartas y los psíquicos me conocían. Entendían lo que estaba pasando en mi vida personal que no había compartido con nadie, y por esto creí en ellos con toda mi alma. Muy pronto, lo que comenzó como un pasatiempo aparentemente inofensivo se convirtió en una obsesión que me alejó de Dios.
Consultaba constantemente a mis cartas de tarot, desesperada por encontrar respuestas a los problemas de mi vida. Adoré a falsos ídolos – dioses y diosas – suplicandoles una ayuda que nunca vino. Empecé a buscar hechizos que se suponía me ayudarían a salir de situaciones incómodas o a mejorar mi vida. Afortunadamente solo llegué a «mirar hacia», pero estuve muy cerca de lanzar hechizos. Si no fuera por la culpa que sentí mientras investigaba la brujería, probablemente lo habría hecho. Al ver hacia atrás, creo que fue la gracia de Dios que me mantenía alejada de algo que me habría llevado por un camino aún más oscuro.
Mi obsesión impactó mi fe drásticamente. Aunque había crecido católica, ya no me consideraba católica. Sentí que me relacionaba con las creencias de la Nueva Era más que con cualquier otra cosa. Les dije a mis amigos y familiares que no estaba segura si todavía creía en un Dios. Después de todo, si Dios existiera, ¿por qué me sentía tan perdida y sin esperanza? ¿Por qué hizo Dios milagros para los demás, pero no para mí? Nunca me imaginé que regresaría a la fe católica, no después de toda la «verdad» que había aprendido sobre la «iluminación».
Pensé que los cristianos eran los ciegos, los que no podían ver la verdad que estaba delante de ellos, mientras yo podía ver más allá de las mentiras y el engaño del mundo. No sabía que yo era la ciega que caminaba sola por la vida. Estaba desesperada por recibir una guía y pensé que las creencias de la Nueva Era me darían algo en qué esperar.
For weeks, my tarot cards were giving me mixed messages. They no longer made any sense, nor did they apply to what I was asking of them. I felt hopeless, frustrated.
My Tarot cards were my only assurance that things would turn out okay, but even they stopped working. It was like everything was spiraling, and I no longer had any control over my life. But that was just it! I was so obsessed with control that when I lost it, I felt weak and vulnerable.
Durante semanas, mis cartas de tarot me daban mensajes mixtos. Ya no tenían ningún sentido, ni se aplicaban a lo que les estaba pidiendo. Me sentí frustrada y sin esperanza.
Mis cartas del Tarot eran lo único que me aseguraba que las cosas saldrían bien, pero incluso dejaron de funcionar. Era como si todo girara en espiral y yo ya no tenía ningún control sobre mi vida. ¡pero era justamente eso! Estaba tan obsesionada con el control que cuando lo perdí, me sentía débil y vulnerable.
Pronto me di cuenta de que Dios quiere que seamos vulnerables para que podamos aprender a entregarle todo el control y poner toda nuestra fe en Él. Al final, fue Jesús quien me salvó y me devolvió a la verdad que había estado buscando durante tanto tiempo. Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su vida, que no tiene dominio sobre su destino (Jeremías 10:23). Empecé a oír a Dios susurrando en mi corazón y decirme que era hora de que confiara en él. Le abrí la puerta al Señor, y él no dudó en entrar.
Después de años de lanzar un llanto a nadie en particular, recibí una inspiración de Dios. Dios me condujo a la naturaleza donde me sentí más en paz y me abrazó con sus brazos de amor. Mire el cielo y Dios me habló a mí, escondido en las nubes durante esa tarde profética. «Vuelve a mí», dijo, y yo sentí mucho más amor de lo que jamás había sentido en mi vida. «Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. En todos tus caminos, reconocerlo, y él hará tus caminos rectos» (Proverbios 3:5-6).
Solo me tomó un día dejar que la luz del Espíritu Santo llenara esos espacios de mi vida que había dejado en la oscuridad durante varios años. ¡Esta es la belleza de los poderes sanadores de Dios para iluminar incluso a las almas más oscuras! Sin embargo, sabía que tenía que mostrarle al Señor que realmente quería experimentar su gracia. Esa noche, en mi habitación, le derramé todo a Dios. Le dije que lamentaba haber estado tan lejos y me arrepentí de todos los pecados que había cometido. Le dije a Dios que de ahora en adelante le confiaría toda mi vida.
Puse mi destino en las manos de Dios y renuncié a las creencias de la Nueva Era. Caí en los brazos de un Dios que me amaba como Su hija. Una vez que sentí el consuelo de descansar en los brazos misericordiosos de Dios, comencé a ver la fe católica como algo en lo que podía confiar con todo mi corazón, y ya no sentí la necesidad de dirigir mi propio destino. Ya no me obsesiono con las respuestas; ahora confío en el plan del Señor para mí. «Sométanse, pues, a Dios. Resiste al diablo, y él huirá de ti» (Santiago 4:7).
Ashley Fernandes is a passionate writer and an aspiring teacher. She lives in Ontario, Canada.
Cuando Andrea Acutis organizó una peregrinación a Jerusalén, pensó que a su hijo le haría ilusión. A Carlo le gustaba ir a misa todos los días y recitar sus oraciones, así que su respuesta fue una sorpresa: "Prefiero quedarme en Milán... Puesto que Jesús permanece siempre con nosotros en la Hostia consagrada, ¿qué necesidad hay de peregrinar a Jerusalén para visitar los lugares donde vivió hace 2000 años? En cambio, los sagrarios deberían visitarse con la misma devoción". Andrea quedó impresionado por la gran devoción que su hijo sentía por la Eucaristía. Carlo nació en 1991, el año en que se inventó la World Wide Web. El pequeño genio caminaba cuando sólo tenía cuatro meses, y empezó a leer y escribir a los tres años. El mundo habría mirado su intelecto y soñado con un futuro brillante, pero Dios tenía otros planes. Combinando su amor por la Eucaristía y la tecnología, Carlo dejó al mundo un gran legado: un registro de milagros eucarísticos de todo el mundo. Comenzó la recopilación en 2002, cuando sólo tenía 11 años, y la completó un año antes de sucumbir a la leucemia. Este joven informático, a tan corta edad, incluso construyó un sitio web (carloacutis.com), que guarda un registro perdurable, con toda la información recopilada. La exposición eucarística de la que fue pionero se celebró en los cinco continentes. Desde entonces, se han registrado numerosos milagros. En su página web ha escrito la misión duradera de su vida en la tierra: "Cuanta más Eucaristía recibamos, más nos pareceremos a Jesús, para que en esta tierra tengamos un anticipo del cielo". Este adolescente italiano, diseñador y genio de la informática, pronto se convertirá en San Carlo Acutis. Ampliamente conocido como el primer patrón milenario de Internet, el Beato Carlo sigue atrayendo a millones de jóvenes al amor de Jesús en la Eucaristía.
By: Shalom Tidings
MoreUna de las mayores tragedias en el mundo actual es la idea errónea de que la ciencia y la religión tienen que estar en guerra. He pasado la totalidad de mi carrera trabajando en escuelas primarias y secundarias; en escuelas públicas donde la fe y la cultura secular chocan. Durante años escuché la declaración reiterada de que la fe y el mundo real simplemente no pueden coexistir; o que la fe es para las personas a las que les han lavado el cerebro, como los soñadores y aquellos que se niegan a ver la vida por lo que es. La vida de fe se ha vuelto anticuada a los ojos de muchos; como algo que ya no es necesario ahora que tenemos ciencia y filosofía modernas para explicarlo todo. Este choque siempre fue más visible en mis cursos de ciencias; si los maestros no lo declaraban abiertamente, a menudo los estudiantes señalaban que uno no puede creer tanto en Dios como en la ciencia; los dos son, dicho de manera simple: mutuamente excluyentes. Para mí, nada podría estar más lejos de la verdad. A mis ojos, todo en la naturaleza sirve para probar la existencia de Dios. El diseño perfecto de Dios Cuando miramos el mundo natural, todo está perfectamente diseñado: El sol está a la distancia perfecta para sustentar la vida en la tierra; los organismos que habitan en el océano aparentemente sin ningún propósito, en realidad sirven para eliminar el dióxido de carbono de nuestros mares y atmósfera, para mantener la tierra habitable para otras especies; el ciclo de la luna a muchos kilómetros de distancia en el espacio exterior es lo que hace que las mareas cambien justo delante de nosotros; incluso los eventos aparentemente aleatorios en la naturaleza no son tan aleatorios cuando los analizamos. Durante mi tercer año de secundaria, tomé un curso de ciencias ambientales; en mi unidad favorita aprendimos sobre los ciclos de la naturaleza. El ciclo del nitrógeno me impresionó particularmente; el nitrógeno es un nutriente crucial para que las plantas crezcan; sin embargo, en su forma atmosférica no es utilizable para ese propósito. Para que el nitrógeno se transforme en forma utilizable, desde la atmósfera, se necesitan bacterias en el suelo o un rayo; ¡un simple rayo! Algo que parece tan aleatorio y sin importancia sirve a un propósito mucho mayor. Toda la naturaleza está perfectamente entretejida, al igual que el plan de Dios para nuestras vidas; incluso las cosas más pequeñas tienen una cadena de causas y efectos, todo sirviendo a un propósito final que alteraría el destino del mundo si faltara. Sin la luna, los innumerables animales y plantas que dependen del flujo y reflujo de las mareas para alimentarse morirían; sin esos rayos "aleatorios", nuestras plantas tendrían dificultades para crecer a medida que disminuye la fertilidad del suelo. Del mismo modo, cada incidente en nuestras vidas, por confuso o insignificante que parezca, está previsto y se incorpora al plan perfectamente diseñado por Dios para nosotros, cuando alineamos nuestras voluntades con la suya. Si todo en la naturaleza tiene un propósito, todo en nuestras vidas también debe tener un significado mayor. Creador en la Creación Siempre he escuchado que encontramos a Dios en tres cosas: Verdad, belleza y bondad. Un análisis lógico de la función de la naturaleza puede servir como evidencia de la verdad y de cómo Dios encarna esa verdad. Pero Dios no es sólo el emblema de la verdad, sino la esencia misma de la belleza. La naturaleza tampoco es solo un sistema de ciclos y células, sino también una cosa de gran belleza, otra representación de las muchas facetas de Dios. Uno de mis l ares favoritos para orar siempre ha sido en mi tabla de surf en medio del océano; mirar a mi alrededor la belleza de la creación de Dios me acerca mucho más al creador; sentir el poder de las olas y reconocer mi pequeñez entre el vasto mar siempre sirve para recordarme el inmenso poder de Dios. El agua está en todas partes y presente en todo; está dentro de nosotros, dentro del mar, dentro del cielo y dentro de las plantas y animales en la naturaleza. Incluso cuando cambia de forma (sólido, líquido, gas), sigue siendo agua. Esto nos recuerda que Dios está presente como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; todos los seres vivos dependen del agua para sostenerse. No solo necesitamos del agua, sino que nuestros cuerpos también consisten en un gran porcentaje de agua. Dios también es omnipresente, Él es la fuente de toda vida y la clave para sostener la vida, Él está dentro de nosotros y está presente en todo lo que nos rodea. Cuando miro al mundo, veo a su creador; siento el latido del corazón del Señor mientras me acuesto bajo el cálido sol en medio de la suave hierba y las flores; veo cómo pintó perfectamente las flores silvestres, con colores tan vivos como la paleta de un artista, sabiendo que me traerían alegría. La belleza del mundo natural es inconmensurable; los seres humanos se sienten atraídos por la belleza y han tratado de crearla ellos mismos a través del arte y la música. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y su amor por la belleza no podría ser más evidente; lo vemos en todas partes a nuestro alrededor. Por ejemplo, vemos el arte de Dios en el intrincado diseño de una hoja de otoño, y escuchamos su música en el sonido de las olas rompiendo y los pájaros cantando cada mañana. Misterios sin fin El mundo puede tratar de decirnos que seguir a Dios, atender a la antigua sabiduría de la Biblia o centrarse en la fe es un rechazo ignorante de la verdad. “La ciencia es la verdad” -se nos dice-, “y la religión no lo es”. Sin embargo, lo que muchos no ven es que Jesús vino como la encarnación misma de la verdad. Dios y la ciencia no son mutuamente excluyentes; más bien, una creación perfecta es sólo una prueba más de que debe haber un creador perfecto; tanto la tradición religiosa como el descubrimiento científico pueden ser verdaderos y buenos. La fe no se está volviendo obsoleta en nuestros tiempos modernos; nuestros avances científicos solo presentan perspectivas más hermosas sobre los misterios interminables de nuestro Señor.
By: Sarah Barry
MoreP: Mis hijos preadolescentes me están insistiendo por un teléfono celular para poder acceder a las redes sociales, al igual que todos sus amigos. Me siento tan confundido, pues por un lado no quisiera que se quedaran fuera, pero sé lo peligroso que puede ser. ¿Cuál es su opinión? R: Las redes sociales se pueden usar para el bien. Conozco a un niño de doce años que hace breves reflexiones bíblicas en TikTok y obtiene cientos de visitas. Otro joven que conozco tiene una cuenta de Instagram dedicada a publicar sobre los santos. Otros adolescentes que conozco van a Discord u otras salas de chat para debatir con ateos o para alentar a otros jóvenes en su fe. Sin duda, hay buenos usos para las redes sociales en la evangelización y formación de la comunidad cristiana. Y sin embargo... ¿Los beneficios superan los riesgos? Una buena regla en la vida espiritual es: "Confía inmensamente en Dios... ¡Nunca confíes en ti mismo!" ¿Debemos confiar a un joven el acceso sin restricciones a internet? Incluso si comienzan con las mejores intenciones, ¿son lo suficientemente fuertes como para resistir las tentaciones? Las redes sociales pueden ser un pozo negro, no solo tentaciones obvias como la pornografía o glorificar la violencia, sino tentaciones aún más insidiosas como la ideología de género, la intimidación, volverse adicto a la adrenalina de obtener “me gusta” y “vistas”, y sentimientos de insuficiencia cuando los adolescentes comienzan a compararse con otros en las redes sociales. En mi opinión, los riesgos superan los beneficios de permitir que los jóvenes accedan a un mundo secular que tratará de formarlos lejos de la mente de Cristo. Recientemente, una madre de familia y yo estábamos discutiendo el mal comportamiento y actitud de su hija adolescente, que estaba correlacionado con su uso de TikTok y su acceso sin restricciones al internet. La madre dijo con un suspiro de resignación: "Es tan triste que los adolescentes sean tan adictos a sus teléfonos ... Pero ¿qué puede uno hacer?" ¿Qué pueden hacer? ¡Pueden ser padres! Sí, sé que la presión de grupo es tremenda para permitir a sus hijos un teléfono o dispositivo con acceso gratuito sin fin a todo lo peor que la humanidad tiene para ofrecer (también conocido como redes sociales), pero como padre o madre, su trabajo es formar a sus hijos para que sean santos. Sus almas están en sus manos. Debemos ser esa primera línea de defensa contra los peligros del mundo. Nunca les permitiríamos pasar tiempo con un pedófilo; si supiéramos que están siendo intimidados, trataríamos de protegerlos; si algo estuviera dañando su salud, no escatimaríamos gastos para llevarlos al médico. Entonces, ¿por qué les permitiríamos una ventana al pozo negro de la pornografía, odio y basura que están disponibles en internet sin ofrecer una guía cuidadosa? Estudio tras estudio se ha demostrado los efectos negativos del internet en general, en particular las redes sociales, pero aun así nos hacemos de “la vista gorda” y nos preguntamos por qué nuestros hijos e hijas adolescentes batallan con crisis de identidad, depresión, odio a sí mismos, adicciones, comportamiento aberrante, pereza, falta de deseo de santidad. ¡Padres, no abdiquen de su autoridad y de su responsabilidad! Al final de sus vidas, el Señor les preguntará qué tan bien pastorearon estas almas que Él les confió… si las llevaron o no al cielo y si preservaron sus almas del pecado lo mejor que pudieron. No podemos usar la excusa: "Señor, mira los hijos de los demás tienen un celular, ¡así que mi hijo quedaría fuera si no tuviera uno! ¿Tus hijos se enojarán contigo? Tal vez incluso dirán que te odian, si pones restricciones en sus dispositivos; pero su ira será temporal, su gratitud será eterna. Recientemente, otra amiga que viaja por el país hablando sobre los peligros de las redes sociales me dijo que después de su charla siempre se le acercan muchos adultos jóvenes con una de dos reacciones: "En ese momento estaba furiosa con mis padres por quitarme el teléfono, pero ahora estoy agradecida". O "Realmente desearía que mis padres me hubieran protegido de perder tanta inocencia". ¡Nadie ha estado agradecido de que sus padres fueran tan permisivos! Entonces, ¿qué se puede hacer? Primero, no les dé a los adolescentes (o más jóvenes) teléfonos con internet o aplicaciones. Si por alguna razón tiene que darle un teléfono que tenga acceso a internet, imponga restricciones parentales sobre ellos. Instale Covenant Eyes (aplicación que restringe acceso a sitios peligrosos y pornográficos en la red) en los teléfonos de su hijo y en las computadoras de su hogar, casi todas las confesiones que escucho involucran pornografía, que es mortalmente pecaminosa y puede llevar a su hijo a ver a las mujeres como nada más que objetos, lo que tendrá enormes ramificaciones en sus relaciones futuras. No les permita usar sus pantallas en las comidas o mientras están solos en sus habitaciones. Busque el apoyo de otras familias que tienen las mismas políticas. Lo más importante: no trate de ser amigo de su hijo, sino su padre. El amor auténtico requiere límites, disciplina y sacrificio. El bienestar eterno de su hijo vale la pena, así que no diga: "Por desgracia, no puedo hacer nada, mi hijo necesita encajar". ¡Es mejor destacar aquí en la tierra para que podamos encajar en la comunión de los santos!
By: EL PADRE JOSEPH GILL
MorePregunta: ¿Por qué los católicos hacen la Señal de la Cruz? ¿Qué símbolos encontramos detrás de esta señal? Respuesta: Como católicos, hacemos la Señal de la Cruz varias veces al día. ¿Por qué lo hacemos y qué significa? Primero debemos considerar cómo hacemos la Señal de la Cruz. En la Iglesia Occidental, usamos la mano abierta que se usa para la bendición (por eso decimos que nos “bendecimos a nosotros mismos”). En el Este, mantienen tres dedos juntos como signo de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), mientras que los otros dos dedos están unidos como signo de la divinidad y humanidad de Cristo. Las palabras que decimos confiesan el misterio de la Trinidad. Ten en cuenta que decimos: “En el nombre del Padre…” y no “en los nombres del Padre”. Dios es uno, así que decimos que solo tiene un nombre. Y así continuamos nombrando a las tres personas de la Trinidad. Cada vez que comenzamos una oración reconocemos que el núcleo mismo de nuestra fe es que creemos en un Dios que es tres en uno: tanto unidad como trinidad. Cuando proclamamos esta confesión de fe en la Trinidad, ¡sellamos la Señal de la Cruz sobre nosotros mismos! Estamos confesando públicamente quienes somos y ¡a quien pertenecemos! La Señal de la Cruz es nuestro rescate; podríamos decir: nuestra “etiqueta de precio”, para recordarnos que hemos sido comprados a precio de sangre en la cruz de Jesús. Así que cuando Satanás viene a tentarnos, hacemos la Señal de la Cruz para mostrarle que ya estamos marcados. Hay una historia increíble en el libro de Ezequiel, donde un ángel viene a Ezequiel y le anuncia que Dios va a castigar a Israel por su infidelidad; pero todavía quedan algunas personas buenas en Jerusalén, así que el ángel da la vuelta y pone una marca en la frente de aquellos que todavía son fieles a Dios. La marca que les hace es la tau, la última letra del alfabeto hebreo, ¡y se marca como una cruz! Dios tiene misericordia de quienes tienen la marca de la tau, y derriba a quienes no la tienen. De la misma manera, los que estamos marcados con la Cruz seremos preservados de la justicia de Dios, y en su lugar recibiremos su misericordia. En el antiguo Egipto, Dios hizo que los israelitas marcaran sus puertas con sangre de cordero durante la Pascua, para que fueran salvados del ángel de la muerte. Ahora, al hacer la Señal de la Cruz sobre nuestros cuerpos, invocamos la Sangre del Cordero sobre nosotros para salvarnos del poder de la muerte. Pero ¿dónde ponemos la Señal de la Cruz? La ponemos en nuestra frente, nuestro corazón, y en nuestros hombros. ¿Por qué? Porque hemos sido puestos en esta tierra para conocer, amar y servir a Dios; así que le pedimos a Cristo que sea el Rey de nuestras mentes, nuestros corazones, (nuestros deseos y todo lo que amamos), y nuestras acciones. Cada aspecto de nuestra vida lo ponemos bajo la Señal de la Cruz para que podamos conocerle, amarle y servirle. La Señal de la Cruz es una oración increíblemente poderosa. A menudo se usa como preámbulo de una oración, pero tiene un poder inmenso por derecho propio. Durante la persecución de los primeros cristianos, algunos paganos intentaron matar al apóstol San Juan porque su predicación estaba alejando a muchas personas de los dioses paganos, para aceptar el cristianismo. Los paganos invitaron a Juan a cenar y envenenaron su copa; antes de comenzar a comer, Juan dio gracias e hizo la Señal de la Cruz sobre su copa. Inmediatamente una serpiente salió de su copa y Juan pudo escapar sin ser lastimado. Escucha las palabras de San Juan Vianney: “La Señal de la Cruz es el arma más poderosa contra el diablo. Por lo tanto, la Iglesia desea no solo que la tengamos continuamente en nuestra mente, para recordarnos lo que valen nuestras almas y el precio que pagó Jesucristo; sino que también deberíamos hacerla sobre nosotros mismos en cada momento: al acostarnos, al despertar, por la noche, al levantarnos, al empezar cualquier cosa y, sobre todo, cuando seamos tentados.” La Señal de la Cruz es una de las oraciones más poderosas que tenemos: Invoca a la Trinidad, nos sella con la Sangre de la Cruz, manda a volar al maligno, y nos recuerda quienes somos. Hagamos esta señal con cuidado, con devoción y hagámosla con frecuencia a lo largo del día. Es el signo exterior que nos recuerda quiénes somos y a quién pertenecemos.
By: EL PADRE JOSEPH GILL
MoreUna entrevista especial con el Dr. Thomas D. Jones, quien realizó cuatro misiones separadas del transbordador con la NASA. ¡En una de esas misiones, pudo llevar la Eucaristía con él! Cuéntanos cómo fue estar en el espacio mirando las estrellas y de vuelta a la Tierra. ¿Cómo impactó eso en tu fe en Jesús? Para hacer realidad mi sueño profesional de volar en el espacio, que todo astronauta espera, tuve que esperar casi 30 años. Así que mi primer vuelo fue la realización de un sueño de la infancia. Contemplar esta inmensa vista del cosmos que rodea nuestro planeta natal, me dio la oportunidad de pensar por qué estaba allí. Fue una experiencia tan emotiva ver realmente la increíble belleza del universo y nuestro planeta natal en toda su encantadora variedad, realmente impresionante. Me sentí muy agradecido con Dios por la oportunidad de estar allí físicamente, abrumado por Su gracia y Presencia. Eres conocido como uno de los astronautas que fue capaz de llevar la Eucaristía al espacio. Para todos los que somos creyentes, eso es muy inspirador. ¿Podría compartir toda esa experiencia? Sin duda fue increíble para todos los que participamos. Uno no puede ir a ningún lugar tan remoto como el espacio y olvidarse de su vida espiritual. Es la fe lo que me ayudó a tener éxito en la Tierra y esta es la misma fe con la que contaba para ayudarme a tener éxito en el espacio. En mi primer vuelo en 1994, a bordo del transbordador Endeavour, había otros dos astronautas católicos. Cuando nos reunimos para prepararnos para la misión de 11 días, hablamos de lo maravilloso que sería llevar la Eucaristía con nosotros al espacio. Entonces, debido a que Kevin Chilton, nuestro piloto en el vuelo, era un ministro extraordinario de la Sagrada Comunión, pudimos recibir el permiso de nuestro pastor para traer el Santísimo Sacramento con nosotros. Cada momento del vuelo de once días estaba muy programado, pero nuestro comandante católico, Sid Gutiérrez, pudo encontrar un lugar unos siete días después, cuando nos sentíamos cómodos con cómo iba la misión, para un servicio de Comunión de diez minutos. Entonces, ese domingo, nuestro segundo domingo en el espacio, hicimos una pausa de todos los asuntos de la misión para pasar diez minutos a solas en la cabina con el Dios que había hecho todo esto posible, y compartir la Sagrada Comunión con Él. De hecho, fue un reconocimiento de que nunca podríamos haber llegado a ese punto sin Su presencia entre nosotros. Fue realmente satisfactorio traer nuestra vida de fe al espacio y saber que Él estaba allí, físicamente, con nosotros. ¿Alguna vez te ha resultado difícil unir la Ciencia y la Fe? ¿Podría profundizar en la relación entre la ciencia y la fe? A lo largo de mi carrera profesional, he conocido a muchos científicos que son espirituales, y tienen sus propias prácticas de fe. Aquí mismo, en el norte de Virginia, he conocido a varios científicos e ingenieros católicos en mi propia iglesia que comparten una fe fuerte. Ellos creen en la Creación de Dios, y en la inspiración bíblica de cómo entendemos el universo. Creo que la mayoría de las personas tienen algunos elementos espirituales en sus vidas. He conocido astronautas que no son formalmente religiosos, pero todos se sintieron conmovidos por la experiencia espiritual de los viajes espaciales. Así que he descubierto que la mayoría de las personas están abiertas a lo que el universo y el mundo natural que nos rodea revelan en términos de cómo entendemos la Creación. Los científicos son tan curiosos, como todos los humanos, sobre la naturaleza del universo y lo que podemos aprender sobre él. Para mí, esta es una señal de que la ciencia y la espiritualidad van de la mano. Nuestra curiosidad e interés en la naturaleza y cómo funciona, cómo se arma el universo y cómo fue creado, esa curiosidad nos fue dada porque estamos hechos a semejanza de Dios. Eso es parte de Su personalidad impartida a nosotros. Así que creo que esta búsqueda de la verdad sobre el mundo natural es parte de nuestra naturaleza innata como seres humanos. Creo que la búsqueda del conocimiento es algo que le da a Dios mucho placer: ver a las criaturas que Él ha hecho buscando los secretos de cómo ha unido el universo. Eso sí, Él no está tratando de mantenerlo en secreto. Solo quiere que se revele a través de nuestros propios esfuerzos, ingenio y curiosidad. Entonces, para mí, no hay mucho conflicto entre la Ciencia y la Naturaleza y la Espiritualidad. Creo que las personas que intentan separarlos están tratando de dividir la naturaleza humana en una mitad racional y una mitad espiritual. Por supuesto, eso no se puede hacer. Una persona es un ser humano cuya naturaleza no se puede separar. En tus misiones espaciales estabas cumpliendo, en muchos sentidos, el epítome del logro humano. Hacer algo realmente grande, y sin embargo encontrar algo mucho mayor en magnitud: la gloria y la majestuosidad de la creación de Dios... ¿Cómo fue haber logrado tanto, sin dejar de reconocer tu propia pequeñez en comparación con Dios? Para mí todo cristalizó en mi última misión. Estaba ayudando a construir la estación espacial, haciendo tres caminatas espaciales para instalar un laboratorio de ciencias llamado Destiny. Cerca del final de mi última caminata espacial, estaba en la parte delantera de la estación espacial. Como estaba adelantado a nuestro horario de trabajo, el Control de Misión de la NASA me permitió pasar el rato durante unos cinco minutos por ahí. Al aferrarme al frente de la estación espacial con la punta de los dedos, pude girar para poder ver la inmensidad del espacio que me rodeaba. Miré hacia la Tierra, 220 millas directamente más allá de mis botas hasta el azul profundo del Océano Pacífico. Estaba flotando allí mirando hacia el horizonte, a mil millas de distancia, y luego el cielo infinito y negro sobre mi cabeza. A unos 100 pies sobre mí, la estación espacial brillaba como el oro con la luz del sol reflejada por sus paneles solares, mientras caíamos silenciosamente alrededor del mundo juntos. Esta increíble vista era tan increíblemente hermosa que me trajo lágrimas a los ojos. Me sentí abrumado por este sentimiento: 'Aquí estoy, un astronauta altamente entrenado en esta estación espacial, navegando alrededor de la Tierra, sin embargo, soy solo un ser humano insignificante en comparación con este vasto cosmos que existe'. Dios bajó un poco la cortina por mí, dejándome ver esa magnífica inmensidad de una manera personal. Sentí: "Sí, eres muy especial porque estás viendo este punto de vista", pero me recordó lo insignificantes que somos todos en el vasto universo que Dios ha creado. Sentirse importante y ser humillado al mismo tiempo fue un regalo de Dios. Literalmente me trajo lágrimas a los ojos mientras agradecía al Señor, emocionado de compartir este punto de vista con Él. Muy pocos humanos tienen la experiencia y el privilegio de ver la Tierra desde esa perspectiva, y todo fue gracias a Él. Hay mucha confusión en el mundo en este momento ... mucha oscuridad y sufrimiento; pero cuando miras el mundo, ya sea desde ese punto de vista único que tenías en el Espacio, o ahora en tu estado actual de vida, ¿qué te está dando esperanza? Creo que lo que me inspira es que Dios nos ha dado mentes muy curiosas. Tenemos esta curiosidad innata y eso nos ha convertido en solucionadores de problemas y exploradores. Entonces, incluso con todos los desafíos que nos acosan hoy, ya sea una pandemia, o la amenaza de guerra, o alimentar a siete mil millones de personas en todo el mundo, tenemos las habilidades que se nos han dado y estamos llamados a darles un buen uso para resolver estos problemas. Hay un vasto universo ahí fuera, lleno de recursos. Nos desafía, pero si miramos más allá de nuestro mundo natal hacia el sistema solar y el universo, hay muchas cosas de las que podemos hacer uso. Vastos recursos materiales en la Luna y asteroides cercanos pueden complementar los que encontramos en la tierra. Hay un suministro colosal de energía solar que podría cosecharse del espacio y transmitirse al mundo para ayudar a suministrar a todos la energía y la electricidad que necesitan para tener éxito. Tenemos la capacidad de protegernos de los asteroides destructivos que a menudo han golpeado la Tierra, y debido a que tenemos habilidades espaciales y las mentes para desarrollar una forma de defender nuestro planeta, podemos prevenir estos desastres naturales más terribles. Por lo tanto, no tenemos que seguir el camino de los dinosaurios si usamos las habilidades que hemos adquirido y nos ponemos a la tarea. Vivimos en un mundo que nos anima a utilizar nuestra curiosidad e inteligencia para resolver estos problemas. Así que soy muy optimista de que al aplicar nuestras habilidades y la tecnología que desarrollamos, podemos adelantarnos a todos estos desafíos. Miren la vacuna que desarrollamos este año para combatir el virus. Esa es una marca de lo que podemos hacer cuando ponemos nuestras mentes en algo, ya sea poner a un hombre en la Luna o enviar a la primera mujer a Marte. Creo que también estamos en buena forma para el futuro. El artículo se basa en la entrevista especial dada por el Dr. Thomas D. Jones para el programa Shalom World "Gloria a Dios". Para ver el episodio visite: shalomworld.org/episode/an-astronauts-faith-dr-thomas-d-jones
By: Dr. Thomas D Jones
MoreLa conclusión evangélica es la exclamación: "Jesucristo ha resucitado de entre los muertos". Estrechamente vinculado a esa declaración está la convicción de que Jesús es quien dijo ser, que las propias afirmaciones de Jesús de actuar y hablar en la misma persona de Dios están justificadas. Y desde la divinidad de Jesús viene el humanismo radical del cristianismo. Es este tercer principio evangélico que quisiera explorar, aunque brevemente, en este artículo. Los padres de la Iglesia resumieron consistentemente el significado de la Encarnación usando la fórmula "Dios se hizo humano, para que los humanos se convirtieran en Dios". La entrada de Dios en nuestra humanidad, incluso hasta el punto de la unión personal, equivale, y vieron, a la mayor afirmación y elevación posible del ser humano. San Ireneo, el gran teólogo del siglo II, podría expresar la esencia del cristianismo con el adagio conciso "la gloria de Dios es un ser humano plenamente vivo". Ahora me doy cuenta de que gran parte de esto es contraintuitivo. Para muchos, el cristianismo católico es antihumanista, un sistema caracterizado por una serie de leyes que controlan la autoexpresión, especialmente en el ámbito de la sexualidad. De acuerdo con la narración moderna estándar de la historia, el progreso humano equivale a un aumento de la libertad personal, y el enemigo de este progreso (si se permite que surja el sub-texto más oscuro de la narrativa) es el cristianismo quisquilloso y moralizador. ¿Cómo hemos pasamos del exuberante humanismo cristiano de San Ireneo a la sospecha moderna del cristianismo como principal oponente del progreso humano? Mucho depende de cómo construimos la libertad. La visión de la libertad que ha dado forma a nuestra cultura es lo que podríamos llamar la libertad de indiferencia. En esta lectura, la libertad es la capacidad de decir "sí" o "no" simplemente sobre la base de sus propias inclinaciones y de acuerdo con su propia decisión. Aquí, la elección personal es primordial. Podemos ver claramente este privilegio de elección en los ámbitos económicos, políticos y culturales contemporáneos. Pero hay una comprensión más clásica de la libertad, que podría caracterizarse como libertad para la excelencia. En esta lectura, la libertad es la disciplina del deseo para hacer posible el logro del bien, primero posible, y luego sin esfuerzo. Por lo tanto, me vuelvo cada vez más libre en mi uso del idioma inglés cuanto más mi mente y mi voluntad se formen en las reglas y la tradición del inglés. Si estoy completamente moldeado por el mundo del inglés, me convierto en un usuario completamente libre del idioma, capaz de decir lo que quiero, lo que sea que tenga que decirse. De manera similar, me vuelvo más libre en jugar al baloncesto cuanto más se colocan los movimientos del juego, a través del ejercicio y la disciplina, en mi cuerpo. Si estuviera completamente formado por el mundo del baloncesto, podría superar a Michael Jordan, porque sería capaz de hacer, sin esfuerzo, lo que el juego me exigiera. Para la libertad de indiferencia, las reglas objetivas, los órdenes y las disciplinas son problemáticos, ya que se sienten, necesariamente, como limitaciones. Pero para el segundo tipo de libertad, tales leyes son liberadoras, porque hacen posible el logro de un gran bien. San Pablo dijo: "Yo soy el esclavo de Cristo Jesús" y "es por la libertad que Cristo os ha liberado". Para un defensor de la libertad de indiferencia, la comparación de esas dos afirmaciones no tiene sentido. Ser esclavo de cualquiera es, necesariamente, no ser libre de elegir. Pero para el devoto de la libertad para la excelencia, las declaraciones de Pablo son completamente coherentes. Cuanto más me rindo a Cristo Jesús, quien el mayor bien posible, la encarnación de Dios, con más libertad soy quien se supone que soy. Cuanto más Cristo se convierte en el maestro de mi vida, más interiorizo sus demandas morales, más libre soy para ser hijo de Dios, para responder rápidamente al llamado del Padre. Por último, los seres humanos no tienen hambre de elegir; tienen hambre de elegir lo bueno. No quieren la libertad del libertino; quieren la libertad del santo. Y es precisamente esta última libertad la que ofrece la evangelización, porque ofrece a Cristo. Por extraño que sea, uno de los evangelistas más grandes del Nuevo Testamento es Poncio Pilato. Presentando a Jesús azotado a la multitud, dice: "Aquí tienen a su hombre". En la deliciosa ironía del Evangelio de Juan, Pilato llama involuntariamente la atención sobre el hecho de que Jesús, completamente sometido a la voluntad de su Padre, incluso hasta el punto de aceptar la tortura y la muerte, es en realidad "el hombre", la humanidad en su máximo estado y maxima libertad.” El evangelista de hoy hace lo mismo. El sostiene a Cristo, la libertad humana y la verdad divina en perfecta armonía, y dice: "Contemplad a la humanidad; contemplad lo mejor que pueda ser".
By: Obispo Robert Barron
MoreP – Me entristece el corazón ver tanta división en el mundo. Ya sea que se trate de divisiones entre razas, animosidad política e incluso divisiones dentro de la Iglesia, parece que no hay nada más que odio, división e ira en nuestra cultura de hoy. Como católico, ¿Que puedo hacer para traer sanidad a nuestro mundo que está tan dividido? R – Desde Caín y Abel, la división y el odio han sido una herramienta primordial del maligno. Hoy, a través de las redes sociales y con los temas que la gente siente fuertemente, creo que estamos experimentando un tiempo sin precedentes de animosidad dentro de nuestro mundo. ¡Pero nuestra Fe Católica puede mostrarnos un mejor camino! Primero, debemos recordar la verdad fundamental de que todo ser humano está hecho a imagen de Dios, esto incluye a nuestros enemigos. Como dijo una vez la Madre Teresa, "hemos olvidado que nos pertenecemos unos a otros". La persona de una raza diferente o persuasión política, esa persona con la que estamos discutiendo en Facebook o que está de pie en el lado opuesto de la fila, es un hijo amado de Dios por quien Jesús murió. Es fácil para nosotros etiquetar a las personas y despedirlas, decimos, “Oh, es tan ignorante por creer en X” o “es tan malvado por respaldar a tal candidato”, pero esto desestima su gran dignidad. Nuestros oponentes tienen el potencial de convertirse en santos, y son receptores de la misericordia y el amor de Dios, al igual que nosotros. Uno de los grandes errores del mundo moderno es decir que para amar a alguien, siempre debemos estar de acuerdo con ellos. ¡Esto es absolutamente falso! Podemos amar a personas que tienen convicciones políticas, orientaciones sexuales y puntos de vista teológicos diferentes. De hecho, debemos amarlos. Es mucho más importante ganar un alma para Cristo que ganar un argumento, y la única manera de ganar un alma es a través del amor. Como dijo una vez el Papa San Juan Pablo II, "la única respuesta apropiada para un ser humano es el amor". El amor a nuestros oponentes toma muchas formas. Tratamos de hacer obras concretas de misericordia para ellos, así que si los vemos sedientos porque están protestando en un caluroso día de verano, les ofrecemos agua, incluso si no estamos de acuerdo con su mensaje. Nos aseguramos de que nuestro diálogo con ellos sea respetuoso y se adhiera a los problemas, en lugar de implicarse en una sesión de insulto (especialmente cuando les respondemos en internet). Oramos por ellos, por su conversión, por una sanación más profunda, por su santificación y por bendiciones materiales. Realmente tratamos de entender su posición, en lugar de simplemente descartarla. Incluso las personas que tienen creencias erróneas tienen algo en común con nosotros: busquen eso que tienen en común, afirmenlo y construyan sobre él para conducirlos a la verdad. Y a veces ese amor se puede mostrar mejor ofreciéndoles la verdad de Cristo de una manera amorosa. Además, deberíamos ser lo suficientemente humildes como para reconocer que a veces somos los que estamos equivocados y necesitamos que nos enseñen las ideas y la experiencia de los demás. Por último, creo que es importante evitar sitios web y artículos de noticias que son intencionalmente inflamatorios. Muchos medios de comunicación y sitios de redes sociales se ganan la vida provocando indignación e ira. ¡Pero Dios desea que los cristianos se llenen de paz y amor! Así que evite esos sitios web, artículos o autores que simplemente tratan de suscitar controversia por el bien de las calificaciones o los clics en el sitio web. San Pablo, en Romanos 12, nos da una buena amonestación: "No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos, hasta donde dependa de ustedes, hagan cuanto puedan por vivir en paz con todos. Y también: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber. Así harás que le arda la cara de vergüenza.” No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence el mal con el bien. Solo la verdadera caridad cristiana, llevada a cabo con palabras y hechos, sanará las divisiones de nuestra cultura y de nuestro mundo.
By: EL PADRE JOSEPH GILL
MoreP. Esta crisis causada por el virus me ha hecho darme cuenta de cuán corta es la vida, y ahora me estoy empezando a preocupar—me preocupa enfermarme, y tengo miedo a la muerte. ¿Cómo puedo estar en paz cuando no sé si me enfermaré del coronavirus? R.Todos los noticiarios han estado cubriendo la pandemia del coronavirus con regularidad. Es difícil evitar las noticias de esta enfermedad—está literalmente en todas partes. Incluso la Iglesia ha tenido que involucrarse—la nación completa cerró las Misas públicas por varios meses al inicio de este año. ¡Nunca antes había visto una iglesia con desinfectante para manos bendito frente a la fuente de Agua Bendita! Las precauciones son una cosa, pero el pánico es otra. Creo que muchas personas (¡e instituciones!) han caído en este estado de pánico que ni es realista, ni es de ayuda en un tiempo como este. Hay tres cosas que recordar si queremos mantenernos saludables durante este virus: Primero, no tengan miedo. Esta es una de las frases más repetidas en la Biblia. De hecho, se ha dicho que la frase “No tengan miedo” aparece 365 veces en la Biblia—una para cada día del año, porque necesitamos escucharla todos los días. ¿Por qué no deberíamos tener miedo? Porque Dios tiene el control. En nuestra cultura racionalista, basada en la ciencia, tendemos a olvidar esto—creemos que el destino de la raza humana está en nuestras manos. Por el contrario—Dios tiene el control, y su Voluntad siempre prevalece. Si es Su Voluntad que contraigamos esta enfermedad, debemos someter nuestra voluntad a la de Él. Sí, tomar medidas de precaución, pero en nuestro corazón no debemos olvidar que nuestras vidas están en Sus manos. Él es un buen Padre que no abandona a Sus hijos, sino que obra todo para nuestro bien. Sí, “todas las cosas obran bien de aquellos que aman a Dios”—todas las cosas, incluyendo al coronavirus. Segundo, como Cristianos debemos tener en cuenta el hecho de que todos vamos a morir. Dice la Escritura (Romanos 14:8) que “si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor; entonces, si vivimos o morimos, pertenecemos al Señor.” A veces pensamos que podemos evitar la muerte para siempre, pero no podemos. Nuestras vidas no son nuestras para que nos aferremos a ellas – nos las ha dado el Señor en forma de un don, como un préstamo, y tendremos que regresárselas a Jesús de una forma u otra. ¡Qué paz tenemos cuando reconocemos que algún día le regresaremos estos dones al Padre! Como dijo el escritor cristiano John Eldridge, “El hombre más poderoso en la Tierra es aquel que ha hecho las paces con su propia muerte.” En otras palabras, si no le temes a la muerte, entonces eres imparable. De la misma forma, una vez que los cristianos aceptan el hecho de que sus vidas no son suyas, que tendremos que ir ante Dios de una forma u otra, esto nos libera de la necesidad de temerle a la muerte. Nos libera de nuestro apego frenético a la vida, como si esta vida física fuera lo más importante que debemos proteger y preservar. Sí, la vida es un don, y debemos llegar muy lejos para defenderla. Pero el regalo de la vida no es absoluto—debemos regresarle ese don a Dios en algún punto. No importa si es el coronavirus o cáncer, un accidente automovilístico y la vejez, todos debemos morir. Los cristianos debemos mantener nuestra mirada fija en la eternidad, donde la vida nunca termina. Finalmente, debemos recordar nuestro deber hacia los enfermos. Tenemos un deber de no abandonar a los enfermos—incluso si son contagiosos. Como dijo San Carlos Borromeo durante la plaga de 1576, “Estén listos para abandonar esta vida mortal antes que a aquellos que están bajo su cuidado.” Recientemente, celebramos el memorial de Santa Francisca de Roma, quien vivió en la década de 1440, durante un tiempo de gran levantamiento social. Le dedicó su vida a los enfermos. Escucha las palabras de una contemporánea suya: Muchas enfermedades distintas plagaban Roma. Había enfermedades fatales y plagas por todas partes, pero la santa ignoró el riesgo de contagio y demostró las más profundas manifestaciones de bondad hacia los pobres y necesitados. Los buscaba en sus refugios y en los hospitales públicos, y les refrescaba la sed, les estiraba las sábanas, y les vendaba las llagas. Mientras más desagradable y enfermizo era el hedor, con mayor amor y cuidado los trataba. Por treinta años Francisca continuó este servicio hacia los enfermos y los extraños… (“La vida de Santa Francisca en Roma” por Sor María Madgalena Anguillaria). Nosotros también debemos buscar formas de cuidar a las víctimas de esta enfermedad. ¡No abandonemos aquellos a quienes se han infectado! Es nuestro deber cristiano y una de las Obras Corporales de Misericordia. Tomemos precauciones, claro, pero si llegamos a contagiarnos del virus de algún infectado al que estamos sirviendo, es una forma de martirio, de amor en acción. Y finalmente, recordemos que todo esto está en las manos de Dios. Si es Su Voluntad que nos mantengamos sanos, alabémoslo por eso. Si es Su Voluntad que nos enfermemos, entonces debemos sufrir bien por Él. Si es Su Voluntad que muramos por este virus, pongamos nuestras vidas en Sus Manos. Así que sí, tomemos las precauciones, quedémonos en casa si estamos enfermos (¡no estás cometiendo un pecado si no vas a misa porque estás enfermo!), lavémonos las manos frecuentemente e intentemos mantenernos sanos. Y dejémosle el resto a Dios.
By: EL PADRE JOSEPH GILL
MoreCon demasiada frecuencia estamos dispuestos a anotar nuestras resoluciones; pero no las mantenemos. ¿Qué tal si hacemos un cambio esta vez? A la Deriva sin Rumbo Fijo En esta época del año, la sensación de que mi vida estaba a la deriva era algo que se daba anualmente. El final de un año y el comienzo de otro, inevitablemente me llevaba a contemplar los cambios que quería hacer en mi vida y dentro de mí misma. Sin embargo, unas semanas después del año, las resoluciones de año Nuevo tenían menos importancia. La energía que estas intenciones me dieron del 31 de diciembre y hasta enero inevitablemente comenzó a disminuir. Siempre quise seguir adelante en la búsqueda de la santidad y mejorarme a mí misma, pero muy a menudo me quedé atorada. Aunque las buenas intenciones aún estaban presentes, saber cómo llevarlas a cabo y apegarme a ellas, a menudo me eludía. Hablando figurativamente, me sentía como si estuviera inmóvil o a la deriva sin rumbo fijo. Conociendo mi amor por las palabras, Dios tiene una manera de hablar el lenguaje de mi corazón. Una noche hace unos años, cuando la rutina anual de año Nuevo pesaba en mi corazón, un poema parecía fluir de mi corazón como una respuesta a mi oración. Yo, Yo misma y Yo sola Había un barco que se quedó en medio del mar profundo, las únicas almas a bordo eran Yo, Yo misma y Yo sola Nos sentamos y vimos cada puesta de sol con silencio, sin un sonido. pensé que había un susurro Y me levanté para mirar alrededor. Una presencia llenó el aire esa noche. que nadie podía ver. su mensaje estaba dirigido a Yo, Yo misma y Yo sola Mi voz se rompió en la noche Me dije a mí misma “¿Cómo podemos estar sentados aquí? ¡hemos perdido nuestro destino!” Me dije a mí misma que tomara el timón Y fíjara un rumbo. Me apoderé del timón del capitán para guiarnos a través del mar. El barco no hizo ningún movimiento. Me quedé sentada en medio del mar. Teníamos la voluntad de hacer su movimiento, pero no pudimos…. ni yo misma, ni yo. Se escuchó un susurro una vez más, y me dijo estas palabras “llama al viento y pide ayuda, ¡su poder te puede liberar!” Yo, yo sola me tomé de la mano conmigo misma Nos inclinamos sobre rodilla doblada. Le pedimos al Espíritu en el viento "¡Ayúdanos a movernos a través del mar!" Sentimos un cambio, una moción, Nuestro curso, ¿cuál sería?. El Barco giró dentro del viento, Para deslizarse sin esfuerzo No sabíamos la dirección ni lo áspero que sería el mar. tuvimos que confiar en el Espíritu para guiarnos, a mi, yo misma y yo sola A Solo Una Llamada El primer borrador de este poema fluyó de mi pluma tan rápidamente;No podía escribir lo suficientemente rápido como para seguir el ritmo del mensaje que Dios quería que contemplara. Ves, por una gran parte de mi vida yo consideraba a Dios como mi propio y maravilloso plan de seguro. Las decisiones relativas a mi vida eran mías y si algo no salía bien, le pediría que me sacara de un aprieto. Lo llamaría como si fuera un agente de seguros. Siempre supe que estaba allí, pero no me parecía correcto abrumarlo con las decisiones cotidianas mundanas. Era como: Me alegro de que mi agente de seguros está a solo una llamada de distancia, pero no necesito que conduzca conmigo en mi coche todos los días. ¡El mundo me dijo que yo era la capitana de mi propio barco! Creía que yo era la capitana de mi propio barco, pero con cada año que pasaba me di cuenta de que no poseía mi propia brújula. ¡Qué tontería! Además, ni siquiera sabía navegar. ¡No sabía ni lo básico de la navegación o cómo establecer un rumbo a través de las aguas! Fue este tipo de pensamiento equivocado lo que me dejó atrapada o a la deriva durante los primeros meses de cada año nuevo. Dios nunca fue mi plan de seguro. Él conoce el plan para mi vida mejor que yo. ¡Él era y es el plan! Un Nuevo Giro Era importante reconocer la necesidad de mejorar mi vida y desear la santidad, pero no podía hacerlo por mi propia cuenta o por mi propia fuerza. Cuando contemplé las palabras que se desbordaron en el poema, sentí que Dios llamaba a mi corazón para asegurarme que Él estaba allí, esperando que le pidiera que dirigiera mi vida. Quería darme el plan y los medios para hacerlo. Dios nos dice en Proverbios 3:5-8: “Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas. No seas sabio en tu propia opinión.” Como cada resolución fue hecha y olvidada, tomó mucho tiempo para que me diera cuenta de que debía preguntarle a Dios cuál era su plan para mí en el año nuevo. Cuando empecé a alinear mi voluntad con su voluntad, quedó claro que no carecía de fuerza de voluntad. Qué tonta había sido. Cuando alineé mi voluntad con la suya, recibí Su poder a través de mí. San Pablo nos dice en Filipenses 4:13 “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Mis resoluciones de Año Nuevo tienen un nuevo giro en ellos en estos días. En la oración contemplativa le pido a Dios que revele, a Su tiempo, su plan de Año Nuevo para mí. Con humildad, le pido al Espíritu Santo que me guíe y haga que las cosas sucedan de acuerdo con el santo plan de Dios. Pido el don de la fe, para que incluso en las aguas oscuras reconozca su presencia, confíe en que él me está guiando y acepte su Santa voluntad para mi vida. Jeremias 29:11 dice, “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”. ¿no es eso encantador? Para nosotros que tenemos el beneficio de la edad y la experiencia, está claro que hay estaciones y tiempos para todo en la vida. Este puede ser el momento para dejar de desviarse y este puede ser el momento para alinear tus resoluciones de año nuevo con la Santa voluntad de Dios para tu vida. Que Dios Todopoderoso te bendiga y te hable en el lenguaje de tu corazón.
By: Teresa Ann Weider
MoreLea la extraordinaria historia de Cintia, quien fue milagrosamente salvada de las garras del suicidio Labios Gozosos Crecí en una familia de clase media en Brasil. Mi padre era un cirujano pediatra quien le enseñó a los estudiantes antes de convertirse en gerente de salud. Y mi madre es enfermera, así que había bastante dinero para las cosas materiales, buenas escuelas, una casa hermosa, comida deliciosa. Como ese era el segundo matrimonio de mi padre y tenía dos familias que mantener, él trabajaba mucho y mi madre también. En veces yo no la veía en casa por dos o tres días, debido a los horarios en los que trabajaba. Teníamos a alguien que trabajaba en la casa para ocuparse de nosotros y de las tareas domésticas, pero yo de verdad extrañaba a mis padres. Cuando yo tenía 16 años de edad, mi padre traiciono a mi madre con otra mujer y ellos se separaron. Me sentí aún más abandonada y la frustración se hizo sentir dentro de mí, ya que me sentía tan impotente e indefensa. Aunque teníamos todas las cosas materiales, no éramos felices. Aunque mis hermanos y yo habíamos sido bautizados, no habíamos ido a clases de catecismo. Íbamos a Misa dominical ocasionalmente, pero nos parecía aburrida porque no entendíamos lo que ocurría. Creíamos en Dios, pero no teníamos una relación con Él. Nos faltaban la oración regular y el entendimiento de la fe Católica. Mi amiga y yo estábamos lamentando la falta de buenos amigos y sentíamos la necesidad de construir algo mejor en nuestras vidas. Entonces, el amigo de mi hermano dijo, “yo se donde puedes conocer a muchos jóvenes que podrían ser buenos amigos porque siguen a Dios. Son de la Iglesia Católica. Tal vez podrías ir a Misa o a un retiro allí.” A mi amiga y a mi nos gustó la idea, así que fuimos. Fue algo muy diferente a lo que había experimentado: muchos jóvenes estaban cantando y alabando a Dios con música hermosa. Entonces escuché a un joven decir muchas cosas a las que me podía relacionar. Todas las cosas que había guardado dentro, el vacío, la tristeza y la sed por Dios que yo no había entendido. No me había dado cuenta de que era Dios a quien yo realmente buscaba. Cuando asistí a un retiro de cuatro días, fue la primera vez que realmente experimenté a Dios. Pasé cuatro días llorando mucho mientras escuchaba muchos elementos básicos de la fe explicados por primera vez. Por primera vez sentí la presencia de Dios, así que empecé a leer mucho la Biblia y a orar todos los días sola en mi habitación. Un Terreno Dificil Mis padre siempre había puesto énfasis en la importancia de tener una buena profesión para que pudiera obtener un buen trabajo, tener dinero y ser independiente. Lo tomé muy seriamente, pero también me sentía vacía, siempre en busca de algo. Yo no sabía que Dios nos podía ayudar de esa manera. Porque me sentía muy frustrada por la situación de mi familia, cuando un muchacho de la escuela me invitó a ser su novia, me lanze a la oportunidad para salir de mi casa. Porque nadie me había enseñado el camino de Dios y no tenía a nadie que me guiara, pronto me encontré sumergida en una relación muy difícil. Comenzamos a hacer muchas cosas que no eran buenas. El comenzó a controlar todo en mi vida. Al principio él iba conmigo a la iglesia pero lo usaba para manipular mis pensamientos. Utilizaba palabras que escuchaba en la iglesia o en la Biblia para que yo me sometiera a él e hiciera todo lo que él quería. Me faltaba tanto la formación que no me daba cuenta de lo equivocado que él estaba, y comenzó a alejarme de la Iglesia. Lo perdí todo por confiar en él. Me alejó de mi familia y amigos e incluso interrumpió mis estudios universitarios. Después de cuatro años de relación, yo estaba muy mal, me sentía aplastada por la presión. Finalmente, comencé a orar cuando estaba sola. Le dije a Jesús: “hace tres años, yo sentía verdadero amor de parte tuya, pero ahora estoy tan triste. ¿Qué ha pasado?”. Le rogué a Dios que me ayudara con las muchas cosas que me estaban preocupando. Le entregué todo a Jesús otra vez y le prometí que viviría a su manera, no a mi manera. Quería ser libre y confiar en que si Dios murió por mí, me salvaría. No tenía la fuerza para romper esa relación, pero mi novio obtuvo un trabajo en otra ciudad a unas doce horas de distancia. Finalmente, pude romper la relación y él estaba demasiado lejos para venir tras de mí. Fue como un milagro, porque no había sido capaz de hacer eso durante mucho tiempo. Inclinada al Borde Sin embargo, todavía tenía mucho dolor dentro de mi por todo lo que había pasado. Un día, todo me pareció demasiado. No podía soportar más esta angustia. Pensamientos suicidas me torturaron y un día cedí. Fui a la ventana y me preparé para saltar y suicidarme. Quería quitarme la vida, pero afortunadamente, no tuve el valor de saltar. Me incliné más y fui dejando que mi peso me llevara por el borde. De repente, sentí una gran mano en mi pecho empujándome hacia atrás. Me caí hacia atrás y empecé a llorar porque no entendía por qué me sentía así. Dios me había dado una segunda oportunidad. Él me salvó y yo no entendía por qué. Grité, “¿Qué quieres de mí?” Entonces sentí que Él decía, "Enciende la televisión". Cuando encendí la televisión, vi a un sacerdote hablando de por qué no deberíamos renunciar a la vida. Las lágrimas se derramaron en mis ojos mientras sus palabras penetraban profundamente en mi corazón. Escuché atentamente durante una hora mientras él predicaba ardientemente sobre el don de nuestras vidas. Una y otra vez enfatizó: "Tu vida es importante". Finalmente entendí por qué Jesús me salvó y que yo necesitaba ayuda porque no podía hacer nada sola. Mi madre notó mis lágrimas y me preguntó si necesitaba ayuda. Finalmente lo admití. Cuando comencé la terapia, pude volver a mis estudios. Al mismo tiempo, entendí que necesitaba volver a la Iglesia. Necesitaba desesperadamente a Jesús. Debido a que me salvó la vida y me dio una segunda oportunidad, le prometí que confiaría en Él y aprendería a hacer lo que Él quisiera. En el 2009, pasé un año en la comunidad de Palavra Viva en su escuela de evangelización. Dentro de unos meses, Dios reveló mi vocación. Me habló en lo profundo del corazón y me pidió que fuera una mujer consagrada. Me sentía confundida porque esperaba casarme, ya que amo a los niños. Empecé a discernir si este llamado a la vida consagrada era real. Finalmente tuve gente que me podía ayudar y guiar mi discernimiento vocacional. Cuando entendí que mi llamado era a la vida consagrada y que esa era la voluntad de Dios, dije “esta bien, lo haré”, aunque no lo entendía por completo. En 2011 profesé mis primeros votos de pobreza, castidad y obediencia. En 2017 tomé mis votos perpetuos y vine a Tasmania donde hoy vivo mi vocación. Soy sólo un ser humano limitado con muchos, muchos pecados, pero si confío en él todo estará bien.
By: Cintia Ramos Sozinho Amorim
MoreMi verdadera intención era que todos los seminaristas de Winona-Rochester se pusieran de pie por un momento durante mi homilía en la misa de instalación. Había dicho a los fieles, en palabras de Juan Pablo II: “Ecclesia de Eucharistia”, lo que significa que: La Iglesia viene de la Eucaristía; y puesto que la Eucaristía viene de los sacerdotes, se deduce lógicamente que, si no hay sacerdotes, no habrá Iglesia. Por eso buscaba que todos vieran y reconocieran a los jóvenes de nuestra diócesis que están discerniendo activamente un llamado a esta forma de vida indispensable e importante. Durante la ovación, algo me vino como inspiración. No había planeado decirlo, no estaba en mi texto, pero lo solté cuando los aplausos se estaban apagando: "¡Vamos a duplicar el número de seminaristas en los próximos cinco años!" Una confirmación de que esto fue tal vez del Espíritu Santo es que los fieles, en cada visita que he realizado hasta ahora en la diócesis, me han repetido con entusiasmo esas palabras. De hecho, la líder de uno de los grupos de Serra me ha comentado que ella y sus compañeros han decidido aceptar el reto. Tenemos veinte seminaristas, tanto en el nivel universitario como en el de teología principal, lo cual es bastante bueno para una diócesis de nuestro tamaño. Y tenemos una maravillosa cuadrilla de sacerdotes, tanto activos como 'jubilados', que están ocupados sirviendo a nuestras casi cien parroquias. Pero los que están por debajo de la edad de jubilación sólo son alrededor de sesenta, y todos nuestros sacerdotes están al límite. Además, no habrá ordenaciones sacerdotales en Winona-Rochester durante los próximos dos años. Por lo tanto, no hay duda: necesitamos más sacerdotes. Ahora bien, el papel que desempeñan los obispos y los sacerdotes es clave para el fomento de las vocaciones. Lo que atrae a un joven al sacerdocio es, sobre todo, el testimonio de sacerdotes felices y sanos. Hace algunos años, la Universidad de Chicago realizó una encuesta para determinar qué profesiones eran las más felices. Por un margen bastante amplio, los que se consideraron más satisfechos fueron los miembros del clero. Además, una variedad de encuestas ha demostrado que, a pesar de los problemas de los últimos años, los sacerdotes católicos reportaron niveles muy altos de satisfacción personal en sus vidas. Teniendo en cuenta estos datos, una recomendación que haría a mis hermanos sacerdotes es la siguiente: ¡Que la gente lo vea! Hazles saber cuánta alegría sientes al ser sacerdote. Pero pienso que los laicos tienen un papel aún más importante que desempeñar en el cultivo de las vocaciones. Dentro del contexto protestante, a veces el hijo de un gran predicador sigue los pasos de su padre para que un ministro engendre efectivamente a otro. Pero esto, por razones obvias, no puede suceder en un entorno católico. En cambio los sacerdotes, sin excepción, provienen de los laicos; tienen su origen en una familia. La decencia, la oración, la bondad y el aliento de los padres, hermanos, abuelos, tías y tíos marcan una enorme diferencia en el fomento de la vocación al sacerdocio. Uno de los recuerdos más vívidos de mi infancia es el de mi padre, arrodillado en intensa oración después de la comunión un domingo en la parroquia de Santo Tomás Moro en Troy, Michigan. Yo solo tenía cinco o seis años en ese momento, y consideraba a mi padre el hombre más poderoso de la tierra. El hecho de que estuviera arrodillado en súplica ante alguien más poderoso moldeó profundamente mi imaginación religiosa; y, como puedes ver, nunca he olvidado ese momento. Mis padres amaban y respetaban a los sacerdotes y se aseguraban de que los niños tuviéramos un contacto constante con ellos. Créeme, su apertura de espíritu con respecto a los sacerdotes afectó profundamente mi vocación. Y no podemos olvidar a quienes no son miembros de una familia, que también pueden encender la llama de una vocación. Estudio tras estudio se ha demostrado que uno de los factores más importantes para convencer a un joven a entrar en el seminario es que un amigo, colega o anciano de confianza le dijo que sería un buen sacerdote. Sé que hay muchas personas que albergan en sus corazones la convicción de que un joven debe ingresar al seminario, porque han notado sus dones de bondad, oración, inteligencia, etcétera, pero nunca han reunido el coraje ni se han tomado el tiempo para decírselo. Tal vez han asumido que otros ya lo han hecho; pero esto significa que trágicamente se ha perdido una oportunidad. Yo diría simplemente esto: si has observado virtudes en un joven que lo llevarían a ser un buen sacerdote, asume que el Espíritu Santo te ha dado esta visión para que puedas compartirla con ese joven. Créeme, las palabras más sencillas que pronuncies podrían ser semillas que darán fruto al treinta, sesenta y ciento por uno. Por último, si te sientes muy convencido de las vocaciones: ora por ellas. En la Biblia, nada de importancia se logra sin la oración. Dios se deleita cuando cooperamos con su gracia, aunque la obra de salvación es suya al final del día. ¡Así que pregúntale a Él! ¿Podría sugerirte un intercesor especial para estos casos? Santa Teresa de Lisieux, la “Pequeña Flor”; ella dijo que entró en el convento "para salvar almas y especialmente para rezar por los sacerdotes". También dijo que pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra; que le pidiéramos por tanto, su intercesión, mientras pedimos al Señor que duplique el número de nuestros seminaristas en los años por venir.
By: Obispo Robert Barron
More¿Alguna vez has mirado a los ojos de alguien con un asombro interminable, esperando que ese momento nunca pase? “Estén siempre alegres, oren sin cesar, y en todo momento den gracias a Dios” (1 Tes 5, 16-18). La pregunta más importante que la gente se hace es: “¿Cuál es el propósito de la vida?” Con el riesgo de que parezca que simplifico la realidad, lo diré, y muchas veces lo he dicho en el púlpito: “Ésta vida se trata de aprender a orar”. Nosotros venimos de Dios y nuestro destino es regresar a Dios… y cuando oramos iniciamos nuestro camino de regreso a Él. san Pablo nos dice que vayamos aún más lejos; esto es, orar sin cesar. Pero, ¿cómo podemos hacer esto? ¿Qué podemos hacer para orar sin cesar? Entendemos lo que significa orar antes de misa, orar antes de comer, orar antes de ir a dormir, pero ¿cómo puede uno orar sin cesar? El gran clásico espiritual, “El peregrino ruso”, escrito por un campesino desconocido del siglo XIX en Rusia , aborda esa misma cuestión. Este trabajo se centra en la oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” En el rito oriental lo repiten constantemente utilizando una cuerda de oración que es similar a un rosario, pero tiene 100 o 200 nudos, algunos incluso llegan a tener hasta 300 nudos. Una vela encendida Obviamente, no podemos estar constantemente repitiendo esta oración, por ejemplo, cuando estamos hablando con alguien más, en alguna reunión, cuando estamos trabajando… Entonces, ¿cómo funciona esto? El propósito detrás de repetir esta oración constantemente es el de crear un hábito en nuestra alma, una disposición. Comparémoslo con aquéllos que tienen una disposición musical. Aquéllos que han sido bendecidos con el don de la música casi siempre tienen una melodía sonando en su mente, puede ser una canción que escucharon en la radio, o una canción en la que estén trabajando si son músicos. La melodía no está al frente de sus mentes, es como una música de fondo. De la misma manera, orar sin cesar es orar en el fondo de nuestra mente, de manera constante. Una inclinación a orar ha sido desarrollada como el resultado de la constante repetición de ésta oración: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios; ten piedad de mí, soy pecador.” Pero de la misma manera puede ocurrir con aquellos que acostumbran rezar el rosario frecuentemente: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega Señora por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.” Lo que sucede es que eventualmente, las palabras dejan de ser necesarias porque el verdadero significado de lo que expresan viene a habitar y se imprime en nuestro subconsciente, y a pesar de que la mente se encuentre preocupada con cualquier situación, como realizar algún pago o tomar una importante llamada, el alma está orando en el silencio, sin necesidad de palabras, como una vela que permanece encendida. Es en ese momento cuando comenzamos a orar sin cesar; comenzamos con palabras, pero eventualmente, vamos más allá de las palabras. Oración del asombro Existen diferentes tipos de oración: de petición, intercesión, acción de gracias, alabanza, adoración. El tipo de oración más elevado que cada uno de nosotros está llamado a realizar es la oración de adoración. En palabras del P. Gerald Vann, esta es la oración del asombro: “La mirada tranquila y sin palabras de la adoración, es propia del amante. No está hablando, no está ocupado o agitado, no está pidiendo nada: está tranquilo, solamente acompañando, y hay amor y asombro en su corazón”. Este tipo de oración es mucho más difícil de lo que solemos pensar, pues se trata de ponerse frente a la presencia de Dios, en silencio, enfocando toda nuestra atención en Dios. Esto es difícil porque repentinamente somos distraídos por todo tipo de pensamientos, y nuestra atención va de un lado a otro, sin que nos demos cuenta. Pero en el momento que logramos ser conscientes de esto, solo tenemos que volver a enfocar nuestra atención en Dios, habitando en su presencia; pero en menos de un minuto, nuestra mente vuelve a divagar, distrayéndose con infinidad de pensamientos. Es en este momento cuando las pequeñas oraciones se vuelven tan importantes y nos ayudan; como la oración de Jesús, o alguna otra frase de los Salmos, por ejemplo: “Dios ven en mi auxilio, date prisa Señor en socorrerme” (Sal 69, 2), o “en tus manos encomiendo mi espíritu” (Sal 31, 6). Repetir estas pequeñas frases nos ayudará a tranquilizar nuestro interior y a regresar a su presencia. Mediante la constancia, eventualmente seremos capaces de estar en silencio ante la presencia de Dios, incluso por largo tiempo sin distracciones. Y es también un tipo de oración que nos brinda una gran sanación para nuestro subconsciente, pues muchos de los pensamientos que vienen a nuestra mente en esos momentos, son generalmente heridas no sanadas que han estado reprimidas en nuestro subconsciente, y aprender a soltarlas nos da una profunda sanación y paz; porque gran parte de nuestra vida cotidiana está impulsada por estos recuerdos no sanados en el inconsciente, razón por la cual suele haber una gran agitación en la vida interior de los fieles. Una partida en paz Hay dos tipos de personas en este mundo: aquellos quienes creen que esta vida es una preparación para la vida eterna, y aquellos que creen que esta vida es todo lo que hay y que lo que hacemos es sólo una preparación para la vida en este mundo. He visto a una gran cantidad de personas en los hospitales en estos últimos meses, personas que han perdido su movilidad, que tuvieron que pasar meses en una cama de hospital, y muchos que murieron después de un largo tiempo. Para aquellos que no tuvieron una vida espiritual y no cultivaron el hábito de orar a través de su vida, esos últimos meses son con frecuencia muy dolorosos e incómodos; he ahí el por qué la eutanasia se está volviendo tan popular. Pero para aquellos con una fuerte vida espiritual, aquellos que usaron su tiempo en esta vida para preparase para la vida eterna aprendiendo a orar sin cesar, sus meses o años finales, incluso en una cama de hospital, no son para nada insoportables. Visitar a estas personas es inclusive gratificante, porque hay una profunda paz en ellos, y se encuentran agradecidos. Y lo asombroso de ellos es que no están pidiendo la eutanasia. En vez de hacer de su acto final un acto de rebeldía y de muerte, su muerte se convierte en su oración final, un ofrecimiento, un sacrificio de alabanza y agradecimiento por todo lo que recibieron a lo largo de sus vidas.
By: Diácono Doug McManaman
MoreP – No siento la presencia de Dios cuando oro. ¿Estoy progresando en la vida espiritual si no me siento cerca de Él? R – Si te cuesta sentir la presencia de Dios en tu vida de oración ¡no estás solo en esto! La mayoría de los grandes santos pasaron por una época de sequía. La Madre Teresa, por ejemplo, pasó treinta y cinco años sin sentir su presencia. Todos los días, durante años, cuando san Juan de la Cruz anotaba en su diario las percepciones o inspiraciones espirituales que recibía en la oración, escribía solo una palabra: "Nada". Santa Teresa de Lisieux escribió esto sobre su oscuridad: "Mi alegría consiste en estar privada de toda alegría aquí en la tierra. Jesús no me guía abiertamente; ni lo veo ni lo oigo". San Ignacio de Loyola llamó "desolación" a la experiencia de sentir que Dios está lejos, cuando nuestras oraciones se sienten huecas y rebotan en el techo. En la desolación no sentimos deleite en la vida espiritual, y cada actividad espiritual se siente como si fuera una tarea y un trabajo cuesta arriba. Es un sentimiento común en la vida espiritual. Debemos tener claro que la desolación no es lo mismo que la depresión. La depresión es una enfermedad mental que afecta todos los aspectos de la vida. La desolación impacta específicamente la vida espiritual: Una persona que está pasando por desolación, en general disfruta su vida (¡y las cosas pueden ir muy bien!); solo está luchando con su vida espiritual. A veces las dos cosas se juntan, y algunas personas pueden experimentar desolación mientras atraviesan otro tipo de sufrimiento; pero es distinto y no es lo mismo. ¿Por qué ocurre la desolación? La desolación puede tener una de dos causas: A veces, la causa puede ser un pecado no confesado. Si le hemos dado la espalda a Dios, y tal vez no lo estamos reconociendo, Dios puede retirar el sentido de su presencia como un medio para atraernos de regreso a Él. Cuando Él está ausente, ¡podemos tener más sed de Él! Pero muchas veces, la desolación no es causada por el pecado, sino que es una invitación de Dios a buscarlo más puramente. Él quita el caramelo espiritual para que lo busquemos solo a Él y no solo por lo bien que nos hace sentir. Esto ayuda a purificar nuestro amor por Dios, para que lo amemos porque Él es bueno. ¿Qué hacemos en tiempo de desolación? Primero, debemos mirar dentro de nuestra propia vida para ver si necesitamos arrepentirnos de algún pecado oculto. Si no, entonces debemos perseverar en la oración y en el sacrificio con una positiva determinación. Uno nunca debe dejar de orar, especialmente cuando es difícil. Sin embargo, podría ser útil diversificar nuestra vida de oración: si rezamos el rosario todos los días, tal vez deberíamos ir a la adoración o leer las Escrituras en su lugar. He descubierto que una amplia variedad de prácticas de oración puede proporcionar a Dios una diversidad de vías para hablarme y moverme en mi vida. Pero la buena noticia es que ¡la fe no es un sentimiento! Independientemente de lo que 'sintamos' en nuestra relación con Dios, es más importante mantenernos firmes en lo que Él ha revelado. Incluso si sentimos que Él está lejos, recordamos la promesa: "Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20). Si estamos luchando por motivarnos a orar o practicar la virtud, nos mantenemos firmes en la promesa: "ojo no vio, ni oído oyó ni corazón humano concibió lo que Dios ha preparado para los que le aman" (1Corintios 2,9). Cuando luchamos por encontrar la presencia de Dios debido a los sufrimientos que nos han sobrevenido, recordamos la promesa: "Sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán para su bien" (Romanos 8,28), y entendemos que nuestra fe debe estar basada en algo más profundo que el hecho de que sintamos o no su presencia. Por el contrario, sentirnos cerca de Dios no siempre es una garantía de que estemos bajo su gracia. El hecho de que 'sintamos' que una elección es correcta, no la hace correcta si va en contra de la ley de Dios que ha revelado en las Escrituras y la Iglesia. ¡Nuestros sentimientos no son lo mismo que nuestra fe! La desolación es una lucha para cada santo y pecador, que enfrentará a medida que continúe en la vida espiritual. La clave para progresar no son los sentimientos, sino la perseverancia en la oración a través de los desiertos, ¡hasta que lleguemos a la tierra prometida de la presencia permanente de Dios!
By: Padre Joseph Gill
More¿Tiene Dios preferencias y favoritos? Mi padre, un italiano inmigrante de primera generación, tenía una cálida, llena de vida, y acogedora familia. Tú habrías sido bienvenido y recibido con doble beso en su hogar; y también el siempre presente aroma, ya sea de un expreso, ajo, pizza o canelones le habrían dado la bienvenida a tu nariz y estómago. Mi madre, por otro lado, viene de generaciones con profundas raíces multiculturales de Kentucky. Su lado de la familia hacía los mejores pays de manzana sureños, pero tenían comportamientos y afectos más distantes y refinados. Cada lado de la familia tiene su propio set de comportamientos y expectativas de conductas a seguir de acuerdo a su costumbre, y ha sido confuso para mí comprender cuál manera es la correcta. Estas diferencias y la percibida necesidad de escoger entre ambas, ha sido un dilema permanente para mí. Pensándolo bien, me parece que siempre he tratado de entender el mundo buscando la última fuente de la verdad. Haciendo que todo tenga sentido Al paso de los años he tratado de encontrar razonamientos sobre cómo y por qué el mundo y todas sus partes, funcionan juntas. Dios debió saber que estaba destinada a cuestionar las cosas y a ser inquisitiva acerca de su creación, porque Él se aseguró de que estuviera apuntando en la dirección correcta para volverme hacia Él. En la escuela católica básica a la cual asistí, tenía a una maravillosa y joven religiosa como maestra. Ella parecía tener el mismo amor y curiosidad del mundo que Dios me dio a mí. Si ella no tenía todas las respuestas, yo estaba casi segura de que ella sabría quién las tendría. A ambas se nos enseñó que había un solo Dios y que todos habíamos sido hechos a su imagen y semejanza. Cada uno de nosotros es único, y Dios nos ama a todos muchísimo. Dios nos ama tanto que aun antes de que Adan y Eva conocieran las profundas ramificaciones de su pecado, Él ya tenía el misericordioso plan de enviar a Jesús, su Hijo, para salvarnos de ese pecado original. En aquella lección había demasiada enseñanza para que desempacara y entendiera una pequeña niña. Sin embargo, la “imagen y semejanza” era la parte de la lección que necesitaba explorar. Observando mi familia, el salón y comunidad, era obvio que había vastas diferencias en el color de cabello, color de piel y otras características. Si cada uno de nosotros era único, aun si habíamos sido hechos a imgen y semejanza del único Dios verdadero, entonces, ¿cuál era el aspecto de Dios? ¿Tendría el cabello oscuro como yo, o rubio como mi major amiga? ¿Su piel sería apiñonada de tal forma que se oscurecería mucho en el Verano, como nos sucede a mi papa y a mí? ¿O sería de piel clara como la de mi mamá, que se pone roja y se quema fácilmente bajo el ariente sol de Kentucky? Hermosa diversidad Yo crecí en la diversidad, me sentía cómoda en medio de la diversidad y amé la diversidad. Pero me preguntaba: ¿Tendrá Dios alguna preferencia? En el Kentucky de los años sesenta, parecía que aun cuando Dios no tenía preferencias, algunas personas sí las tenían. Eso fue muy difícil de entender para mí. ¿Qué no me había dicho la joven religiosa que Dios nos había hecho a todos? ¿No significaba eso que Él a propósito había echo toda la maravillosa diversidad en este mundo? Así que busqué Ia fuente de la verdad, y alguna vez, al entrar en mis treintas, un profundo anhelo de conocer más sobre Dios me llevó a la oración y a la sagrada escritura. Allí, fui bendecida al aprender que Él también estaba buscándome. El Salmo 51, 6 me habló directo al corazón: “He aquí que Tú amas la verdad en lo más íntimo de mi ser; enséñame, pues, sabiduría en lo secreto de mi corazón”. Conforme fue pasando el tiempo, Dios me mostró que existía una diferencia entre la manera en que Él veía las cosas en comparación con la forma en la que las veía el mundo. Cuanto más leía la biblia, oraba y hacía preguntas, más comprendía que Dios es la fuente de la verdad. “Jesús les dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí»” (Juan 14,6). Qué maravilloso fue entender finalmente que Jesús es la fuente de la verdad. Sin embargo, ¡eso no era todo! Dios era el maestro ahora, y Él quería estar seguro de que yo entendiera la lección. “Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida»” (Juan 8, 12). Tuve que leer nuevamente… “Jesús les dijo: «Yo soy la luz del mundo…»” Mi cerebro comenzó a acelerarse, los engranes embonaron, y las piezas comenzaron a caer en su lugar. Las lecciones de ciencia de mi niñez me enseñaron que la luz era la fuente de todos los colores; por lo tanto, si Jesús es la luz, entonces Él abarca todos los colores, todos los colores de la raza humana. Esa insistente pregunta infantil había sido finalmente respondida. ¿De qué color es Dios? Muy simple: Él es la luz. Nosotros hemos sido hechos a su imagen y semejanza, y Él no tiene preferencia en algún color porque ¡Él es todos los colores! Todos sus colores están en nosotros, y todos nuestros colores están en Él. Todos nosotros somos hijos de Dios y somos llamados a “vivir como hijos de la luz” (Efesios 5,8). Pensemos entonces, ¿por qué el mundo es tan sensible sobre los muchos y maravillosos colores de la piel humana? Dios no prefiere uno u otro color; así que, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros? Dios nos ama y ama toda la diversidad de colores que creó para nosotros. Es muy simple: somos llamados a ser su reflejo; somos llamados a traer su luz al mundo. En otras palabras, somos llamados a traer la presencia de Dios al mundo que no ve las cosas como Dios desea que sean vistas. Él necesita y desea toda nuestra diversidad para completar su imagen. Tratemos de reflejarlo en este mundo siendo la luz de la cual fuimos creados y para la cual fuimos creados. Como sus hijos amados, comencemos a apreciar todas sus imágenes como parte del único Dios que nos hizo.
By: Teresa Ann Weider
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