- Latest articles
¿Cuántas veces reflexionamos sobre no tener el tiempo suficiente para hacer las cosas que nos gustan? En este año que iniciamos, hagamos una diferencia.
Realmente nunca he sido de esas personas que acostumbran establecer propósitos de año nuevo. Recuerdo esto cuando veo el montón de libros sin leer que se encuentran en mi escritorio acumulando polvo, comprados en años anteriores en un ambicioso intento que fracasó miserablemente. El propósito de “un libro por mes” se convirtió en una pila de intenciones no leídas. Tuve millones de razones por las cuales no fui exitosa en mi propósito, pero la falta de tiempo nunca fue una de ellas.
Mirando en retrospectiva a esos años perdidos con una ligera desaprobación hacia mí, me doy cuenta de que puedo hacer un mejor uso de mi tiempo. ¿Cuántas veces me he quejado de no tener el tiempo suficiente para hacer las cosas que yo quisiera? ¡Ciertamente, más de las que puedo contar!
Hace algunos años, sentada a un lado de mi esposo en el hospital en la víspera de año nuevo, mientras recibía su tratamiento de rutina, algo tocó mi corazón. Observaba su incomodidad mientras tenía colocada su medicación intravenosa, entonces me percaté que tenía sus ojos cerrados, y sus manos estaban entrelazadas en oración. Probablemente sintió mi mirada burlona; él abrió levemente uno de sus ojos y, mientras me miraba, tranquilamente susurró: “y por todos…”.
De alguna manera, él leyó mi mente. Normalmente nosotros pedimos por aquéllos que se encuentran a nuestro alrededor y que percibimos que están sufriendo, o tienen necesidad de oración; pero en ese momento nosotros estábamos solos, y yo estaba tratando de averiguar por quien podría estar orando él. Fue conmovedor e inspirador pensar que él estaba orando por “todos”, y no sólo por aquellos que asumimos que necesitan de nuestra oración debido a lo que refleja su exterior.
“Todos”; todos necesitamos que oren por nosotros. Todos estamos necesitados de la gracia y misericordia de Dios, independientemente de lo que aparentemos ante los demás. Es una realidad, especialmente ahora que hay demasiadas personas sufriendo en silencio la soledad, problemas financieros, e incluso problemas de salud mental que la mayoría de las veces ocultamos.
Nadie conoce la realidad que la otra persona está atravesando, que atravesó, o atravesará en un futuro. ¿Qué tan poderosa sería nuestra oración si cada uno de nosotros oráramos por los demás? Qué tanto podría cambiar la vida o el mundo si lo hiciéramos. Así que este año nuevo he decidido usar mi tiempo de una manera más sabia y reflexiva, orando mientras considero los sufrimientos y las necesidades de los demás, de aquellos que conozco, de aquellos que no conozco, aquellos estuvieron antes que yo, y de aquellos que vendrán mucho después de mí.
Voy a orar por toda la humanidad, confiando que nuestro amado Dios, en su abundante misericordia e inconmensurable amor, nos bendecirá a todos.
'Pregunta: Mis amigos protestantes dicen que los católicos creen que tenemos que ganarnos la salvación. Ellos dicen que la salvación es solo por fe y que no podemos agregar nada a lo que Jesús ya hizo por nosotros en la cruz. Pero, ¿no tenemos que hacer buenas obras para llegar al cielo?
Respuesta: Este es un gran malentendido tanto para protestantes como para católicos. Puede parecer una minucia teológica, pero en realidad tiene una gran consecuencia en nuestra vida espiritual. La verdad es esta: Somos salvados por la fe viva, nuestra creencia en Jesucristo que se vive en nuestras palabras y acciones.
Debemos ser claros: no necesitamos ganar nuestra salvación, como si la salvación fuera un premio que obtendremos solo si alcanzamos cierto nivel de buenas obras. Considera esto: ¿quién fue el primero en ser salvado? Según Jesús, fue el buen ladrón. Mientras estaba siendo justamente crucificado por sus malas acciones, clamó a Jesús por misericordia, y el Señor le prometió: «De cierto te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso.» (Lucas 23,43). Entonces, la salvación consiste en esa fe radical, confianza y entrega a lo que Jesús hizo en la cruz para comprar misericordia.
¿Por qué es importante esto? Porque muchos católicos piensan que todo lo que tenemos que hacer para salvarnos es «ser una buena persona», incluso si la persona no tiene realmente una relación viva con el Señor. No puedo comenzar a decirte cuántas personas me dicen algo como: «Oh, mi tío nunca iba a misa ni rezaba, pero era un buen hombre que hizo muchas cosas buenas en su vida, así que sé que está en el Cielo». Si bien ciertamente esperamos que el tío sea salvado por la misericordia de Dios, no son nuestra bondad o buenas obras las que nos salvan, sino la muerte salvadora de Jesús en la cruz.
¿Qué pasaría si un criminal fuera juzgado por un crimen, pero le dijera al juez: «Su Señoría, cometí el crimen, ¡pero mire todas las otras cosas buenas que hice en mi vida!” ¿Lo dejaría libre el juez? No, aún tendría que pagar por el crimen que cometió. Asimismo, nuestros pecados tenían un costo, y Jesucristo tuvo que pagar por ellos. Este pago de la deuda del pecado se aplica a nuestras almas a través de la fe.
Pero la fe no es solo un ejercicio intelectual. Debe ser vivida. Como escribe Santiago: «La fe sin obras está muerta» (2, 24). No basta con decir: «Bueno, yo creo en Jesús, así que ahora puedo pecar todo lo que quiera». Al contrario, precisamente porque hemos sido perdonados y nos hemos convertido en herederos del Reino, debemos entonces actuar como herederos del Reino, como hijos e hijas del Rey.
Esto es muy diferente a tratar de ganar nuestra salvación. No hacemos buenas obras porque esperamos ser perdonados, sino porque ya estamos perdonados. Nuestras buenas obras son una señal de que su perdón está vivo y activo en nuestras vidas. Después de todo, Jesús nos dice: «Si me amas, guardarás mis mandamientos» (Juan 14, 15). Si un esposo ama a su esposa, buscará formas concretas de bendecirla: regalarle flores, lavar los platos, escribirle una nota de amor. Él nunca diría: «Bueno, estamos casados, y ella sabe que la amo, así que ahora puedo hacer lo que quiera». Asimismo, un alma que ha conocido el amor misericordioso de Jesús naturalmente querrá agradarle.
Entonces, para responder a tu pregunta, ¡católicos y protestantes están realmente mucho más cerca en este tema de lo que creen! Ambos creemos que somos salvados por la fe, por una fe viva que se expresa en una vida de buenas obras, como signo de agradecimiento por el generoso regalo gratuito de la salvación que Cristo ganó para nosotros en la cruz.
'Descubre la belleza de hacer el mejor propósito de año nuevo, este año.
Mientras estamos de pie en la cúspide de un año nuevo, el aire se llena de expectación, de esperanza y de la promesa de una nueva oportunidad. Para muchos esta transición simboliza un cambio para dejar las cargas en el pasado y embarcarse en una aventura de crecimiento y sanación. Yo también he recorrido este camino, navegando la complejidad de la vida, encontrando consuelo, fortaleza y alegría a través de la gracia transformadora de la oración.
Golpe de medianoche
Hace algunos años me encontré luchando con los restos de mi doloroso pasado que aparecía frente a mí como una pesada carga en mi corazón. El miedo a la decepción y las pérdidas habían dejado su marca, dejándome el anhelo de un nuevo comienzo. Esto sucedió en un momento de introspección que me llevó a tomar una decisión; la decisión que me pondría en el camino de la gracia y la sanación.
Mientras escuchaba el tic tac del reloj a la medianoche, tomé la desición de dedicar mi persona al poder transformador de la oración. Esta decisión no surgió de un deseo fugaz de cambiar, sino de una necesidad profundamente arraigada de reparar las piezas rotas de mi alma y de encontrar la alegría que se había escapado de mí por demasiado tiempo.
En los primeros días del nuevo año, la herida familiar de mis dolores pasados hizo que el camino para mantener mis propósitos fuera un desafío. Las distracciones y las dudas intentaron descarrilar mi compromiso, pero me aferré a mi fe y determinación. A través de la oración persistente, comencé a experimentar cambios sutiles dentro de mí: susurros de gracia tocando mi espíritu herido.
A medida que transcurrieron los meses, las gracias se derramaron en mi vida como una suave lluvia, calmando la tierra reseca de mi corazón. Encontré el valor para perdonar a quienes me habían hecho daño y comprendí que el perdón era un regalo que me hacía a mí misma. Fue liberador; una gracia divina que me liberó de las cadenas de la amargura, permitiéndome abrazar el amor y la alegría.
Cíñete a tu resolución
El camino no estuvo exento de espinas, pero la gracia de la oración me infundió la fuerza y la resiliencia para perseverar. Me di cuenta de que este viaje no se trataba simplemente de apegarse a diversos propósitos, sino de abrazar una vida iluminada por la luz radiante de la fe.
La constancia en la oración jugó un papel fundamental en mi viaje de sanación y renovación. A menudo me resultó difícil mantener este nuevo hábito en medio de las luchas y distracciones de la vida. Aquí hay algunos consejos que me ayudaron a mantener el rumbo y mantener vivos mis propósitos:
1. Establecer un tiempo sagrado: Encuentra un momento específico del día que te funcione mejor para orar constantemente. Podría ser por la mañana antes de que comience el caos del día, durante un tranquilo descanso para almorzar o por la noche para reflexionar sobre el día. Este tiempo dedicado a la oración te ayudará a establecer una rutina.
2. Crear un espacio sagrado: designa un lugar especial para la oración, ya sea un rincón acogedor de tu hogar, una iglesia o un lugar natural al aire libre. Tener un espacio dedicado a la oración, te ayudará a crear una sensación de sacralidad y paz.
3. Utilizar ayudas para la oración: incorpora ayudas para la oración, como un diario, un rosario o libros espirituales. Estas herramientas pueden mejorar tu experiencia de oración y mantenerte concentrado, especialmente cuando las distracciones amenazan con alejarte.
4. Buscar responsabilidad: comparte tu propósito de oración con un amigo o familiar de confianza que pueda alentarte en tu viaje y exigirte responsabilidades. Tener a alguien con quien compartir tu progreso y tus luchas puede ser una fuente de motivación.
A través de la tormenta
Hoy, al reflexionar sobre este año crucial y los siguientes, me inunda una profunda sensación de alegría. El dolor que una vez me mantuvo cautivo se ha transformado en una fuente de fortaleza, compasión y una relación más profunda con Dios. Las cicatrices permanecen, pero ahora son un testimonio de la gracia que me ayudó a superar la tormenta.
Mientras nos encontramos en el umbral de un nuevo año, los animo a abrazar el poder de la oración en su vida. Es un faro de esperanza, una fuente de consuelo y un salvavidas durante los tiempos más oscuros. Cualesquiera que sean sus propósitos, ruego para que estén impregnados de oración y alimentados por la fe, sabiendo que la gracia de Dios los guiará en cada paso del camino.
'La cuaresma está a la vuelta de la esquina, ¿te sientes preparado para renunciar a tus cosas favoritas?
Al crecer, solía ser una niña inquieta con una boca muy ruidosa y un profundo amor a la música. Uno de mis primeros recuerdos ha sido la vez que encendí la radio yo solita por primera vez para escuchar la música que emanaba mágicamente de esa cajita. ¡Era como la entrada a un nuevo mundo para mí”
Toda mi familia amaba la música y constantemente cantábamos juntos, tocábamos el piano, rasgábamos la guitarra, escuchábamos música clásica, o nuestras propias composiciones. Recuerdo pensar que la vida sería mucho mejor si constantemente hubiera un soundktrack sonando en el fondo.
Transmití ese amor por la música a mis hijos. Cuando éramos una familia joven teníamos canciones para casi cualquier ocasión, incluidos nuestros momentos de oración. Ahora, todos nosotros dirigimos de alguna manera, ministerios de música. Por mi parte, en la actualidad sirvo en el ministerio de música de dos parroquias. ¡La música es una fuente de vida y alegría!
Un día, de la nada, me di cuenta de que sí estaba muy apegada a la música.
Durante esa cuaresma, dejé de escuchar música en mi vehículo; lo cual fue algo complicado, porque estaba demasiado acostumbrada a escuchar música mientras conducía. Fue un hábito demasiado difícil de romper; era como uno de esos reflejos de la rodilla… cada vez que me subía al coche, mi mano volaba hacia algún CD.
Pero persistí y finalmente logré entrenar mi mano para no tocar ningún botón, y en vez de eso, usarla para persignarme. Comencé a reemplazar el escuchar música con la oración, o con el rezo del rosario. Esto fue hace siete años, y desde entonces no he mirado hacia atrás. Con el paso del tiempo he llegado a apreciar mucho estos momentos de inactividad con Dios.
El tiempo que dedicamos al Señor nos brinda el espacio que todos necesitamos desesperadamente para desconectarnos de las cosas exteriores y conectarnos con nuestra vida interior. Nos ayuda a recuperar la paz; nos ayuda a rendirnos y a escuchar mejor a Dios. Recordemos cómo San Juan Evangelista se recostó sobre el pecho de Jesús en la última cena. Ahora, imagínate a ti mismo rendido, recostando tu cabeza tan cerca que puedas sentir los latidos del corazón de Jesús.
Dios quiere que nos rindamos para crear un espacio en nuestra vida diaria en la cual podamos descansar nuestras cabezas sobre su Sagrado Corazón y aprendamos de Él o simplemente descansemos nuestras almas atribuladas.
Como amante de la música siempre tenía una melodía rondando en mi mente y, muchas veces, esto era una verdadera distracción. Ahora, si tengo una melodía en mi mente, me detengo y le pregunto a Dios si me está comunicando algo a través de ella. Esta mañana, por ejemplo, me desperté con una melodía que no había escuchado en mucho tiempo: “Cantaré las misericordias del Señor para siempre; cantaré, cantaré”.
La música es el lenguaje del corazón. Creo que Dios se deleita cuando le cantamos alabanzas, y que a menudo Él mismo canta sobre nosotros; así que, ¡aún canto al Señor!; sin embargo, me siento particularmente bendecida cuando el canto conduce a un lugar de silencio, o lo que me gusta llamar, un «silencio preñado», un lugar de profunda intimidad con el Señor. Aprecio especialmente este espacio tranquilo justo después de recibir la sagrada comunión.
En nuestras vidas ocupadas, crear tiempo libre con el Señor es a menudo una batalla. Rezar el rosario me ayuda enormemente en esta batalla, lo cual tiene sentido ya que nuestra Santísima Madre es una campeona de la contemplación. “María guardó todas estas cosas, reflexionándolas en su corazón” (Lucas 2, 19).
Jesús mismo nos nos mostró con sus actos la importancia de entrar en el silencio, ya que a menudo se retiraba a un lugar tranquilo para estar a solas con su Padre celestial.
Un día del verano pasado, mientras estaba en una playa llena de gente durante una reunión familiar, me encontré un poco fuera de lugar e inquieta. Anhelaba un tiempo de tranquilidad con el Señor. Mi hija reconoció que yo no era la misma y lo mencionó de manera casual. Decidí aventurarme sola en el lago durante una hora y descubrí que si me sumergía bajo el agua encontraría mi zona de tranquilidad. Esa tarde recé un rosario mientras nadaba y recuperé la paz.
“Cuanto más oramos, más deseamos orar. Como un pez que al principio nada en la superficie del agua, que se sumerge y cada vez nada más profundo, así el alma se sumerge… se sumerge y se pierde en la dulzura de conversar con Dios.” San Juan Vianney.
Espíritu Santo, ayúdanos a encontrar el tiempo de tranquilidad que tanto necesitamos, para que podamos escuchar mejor tu voz y simplemente descansar en tu abrazo.
'Las cargas de la vida pueden agobiarnos, ¡pero anímate! El Buen Samaritano te está esperando.
En los últimos años, he viajado desde Portland, Oregón, hasta Portland, Maine, literalmente atravesando el país, dando conferencias y dirigiendo retiros para mujeres. Amo mi trabajo y a menudo me siento honrada por él. Viajar y encontrar tantas mujeres fieles, de rodillas, buscando el rostro del Señor, es una de las mayores bendiciones de mi vida.
Pero a principios de este año, mi trabajo se detuvo cuando me diagnosticaron cáncer de mama, por segunda vez. Afortunadamente, lo detectamos muy temprano; no se había extendido. Sopesamos nuestras opciones de tratamiento y nos decidimos por una doble mastectomía. Esperábamos que después de esa cirugía no fuera necesario ningún tratamiento adicional. Pero cuando observaron bien el tumor bajo un microscopio, se determinó que mi tasa de recurrencia se reduciría significativamente con algunas rondas de quimioterapia preventiva.
Con el corazón lleno de pavor, imaginándome a mí misma con náuseas y una calva corriendo por mi cabeza, llamé al oncólogo y concerté una cita. En ese momento, mi esposo llegó del trabajo y dijo: “Me acaban de despedir”.
A veces, cuando llueve, caen monzones.
¡Auxilio, auxilio!
Entonces, sin ingresos y con la perspectiva de facturas médicas abrumadoras a punto de asaltar nuestro buzón, nos preparamos para mis tratamientos. Mi esposo envió diligentemente currículums y obtuvo algunas entrevistas. Teníamos esperanzas.
Resultó que para mí la quimioterapia no era demasiado nauseabunda, pero sí terriblemente dolorosa. El dolor en los huesos a veces me hacía llorar y nada lo aliviaba. Estaba agradecida de que mi esposo estuviera en casa para ayudarme y cuidarme. Incluso en los momentos en los que no podía hacer nada, tenerlo cerca era un gran consuelo. Fue una gracia inesperada haber sido despedido. Confiamos en el plan de Dios.
Las semanas siguieron. Mi cabello decidió tomarse unas largas vacaciones; mi energía disminuyó e hice lo poco que pude. No llegaron ofertas de trabajo para mi talentoso esposo. Oramos, ayunamos, confiamos en el Señor y comenzamos a sentir la tensión propia de esos días.
Golpeada en lo más profundo
Este año, mi grupo de oración de mujeres ha estado orando a través de la obra maestra “Intimidad Divina” del Padre Gabriel de Santa María Magdalena. Un domingo, cuando sentí que no podía llevar estas cargas un paso más, su reflexión sobre el buen samaritano me impactó hasta lo más profundo. Recordarás la hermosa parábola de Lucas 10, cuando a un hombre le roban, lo golpean y lo dejan a un lado del camino. Un sacerdote y un levita pasan junto a él sin ofrecerle ayuda. Sólo el samaritano se detiene para atenderlo. El padre Gabriel reflexiona: “Nosotros también nos hemos encontrado con ladrones en el camino. El mundo, el diablo y nuestras pasiones nos han despojado y herido… Con infinito amor [el Buen Samaritano por excelencia] se ha inclinado sobre nuestras llagas abiertas, curándolas con el aceite y el vino de su gracia… Luego nos ha tomado en sus brazos y nos llevó a un lugar seguro”. (Intimidad Divina #273).
¡Cuán intensamente me identifiqué con este pasaje! Mi esposo y yo nos sentimos robados, golpeados y abandonados. Nos despojaron de nuestros ingresos, de nuestro trabajo, de nuestra dignidad. Robaron mis senos, mi salud e incluso mi cabello. Mientras oraba, tuve una fuerte sensación de que el Señor se inclinaba sobre nosotros, nos ungía y sanaba, y luego me tomaba en sus brazos y me cargaba mientras mi esposo caminaba con nosotros, llevándonos a un lugar seguro. Me inundaron lágrimas de alivio y gratitud.
Padre Gabriel continúa diciendo: “Debemos ir a Misa para encontrarnos con Él, con el Buen Samaritano… Cuando Él venga a nosotros en la Sagrada Comunión, sanará abundantemente nuestras heridas; no sólo las exteriores, sino también las interiores, derramando en ellas el dulce aceite y el vino fortalecedor de su gracia”.
Más tarde ese día, fuimos a confesarnos y a misa. Tuvimos la hermosa visita de un sacerdote de África cuya reverencia y gentileza me invadieron de inmediato. Oró por mí en la confesión, pidiéndole al Señor que me concediera los deseos de mi corazón (un trabajo digno para mi esposo) y para que me sanara. Cuando llegó el momento de la Comunión, estaba llorando en el camino hacia el encuentro con el Buen Samaritano, sabiendo que Él nos estaba llevando a un lugar seguro: en Él.
No pases a mi lado sin detenerte
Sé que esto puede significar o no que mi esposo consiga un trabajo o que yo pase la quimioterapia sin demasiado dolor. Pero no hay duda en mi mente, corazón o cuerpo de que conocí al Buen Samaritano en esa Sagrada Eucaristía. No pasaba a mi lado, sino que se estaba deteniendo, me estaba sanando y atendiendo mis heridas. Él fue tan real para mí como siempre lo ha sido, y aunque mi esposo y yo todavía nos sentimos golpeados, doy gracias al Señor por estar tan presente para nosotros como el Buen Samaritano que se detiene, nos atiende, nos sana y luego nos conduce a un lugar seguro.
La seguridad que nos brinda no es la seguridad que da el mundo. Sostenernos en pie, esperando mientras se desarrolla este “ataque”, este robo, es uno de los trabajos espirituales más difíciles a los que he sido invitada a vivir. Ah, pero confío en nuestro Buen Samaritano por excelencia. Él está esperando allí, para llevarme, para recoger a cualquiera que se sienta robado, golpeado y abandonado, y, a través del Santísimo Sacramento, poner su sello de seguridad en nuestros corazones y almas.
'Estaba revisando mi viejo diario de oraciones, donde había escrito mis intenciones de oración. Para mi sorpresa, ¡todas y cada una de ellas fueron respondidas!
Cualquiera que eche un vistazo rápido a las noticias en estos días podría desesperarse, podría preguntarse dónde está Dios, y necesitar esperanza. Yo misma me he visto en esta situación en algunas ocasiones. Nos sentimos impotentes, preguntándonos qué podemos hacer con todas las cosas horribles que vemos. Hoy quiero compartir con ustedes una historia.
Hace unos años, comencé un diario donde escribí las peticiones de oración de las personas o situaciones por las que me encontraba orando en ese momento. A menudo rezaba el Rosario por ellas, tal como lo hago hoy en día. Un día, encontré ese viejo diario que había escrito. Empecé a hojear las páginas escritas por mí hacía mucho tiempo. Estaba asombrada. Cada una de mis oraciones fueron atendidas; quizá no siempre de la forma que yo esperaba, pero lo fueron. Y no eran intenciones pequeñas: “Señor mío, por favor ayuda a mi tía con su alcoholismo; Señor mío, por favor ayuda a mis amigos estériles a tener hijos; Señor mío, por favor sana a mi amiga de cáncer”.
Mientras más avanzaba, más me daba cuenta de cómo todas y cada una de mis oraciones fueron respondidas. Muchas de ellas, de una manera más maravillosa y mejor de lo que yo me imaginaba. Hubo un par de oraciones que, al principio, pensé que no fueron respondidas. Una amiga que necesitaba la sanación de su cáncer, había fallecido; pero entonces recordé que se había confesado y tomado la unción de enfermos antes de morir. Murió pacíficamente en la misericordia de Dios, envuelta en su gracia sanadora. Pero además de esta, la mayoría de las oraciones tuvieron su respuesta en este mundo. Muchas de ellas habrían parecido montañas imposibles, pero se habían movido. La gracia de Dios toma nuestras oraciones y nuestra perseverancia en la oración, y Él mueve todas las cosas hacia el bien. En el silencio de mi oración, escuché un susurro que me decía: “Yo he obrado todas estas cosas a su tiempo. Yo he escrito estas historias. Confía en Mí”.
Creo que estamos en tiempos peligrosos; pero también creo que estamos hechos para estos tiempos. Podrías decirme: “Es genial que tus oraciones e intenciones personales hayan sido respondidas, pero aún hay naciones en guerra”. Y mi respuesta a eso es, una vez más, que nada es imposible estando junto a Dios, ni siquiera detener la guerra a través de la oración. Recuerdo que esto ya sucedió en el pasado. Debemos creer que Dios puede realizar obras así de grandiosas hoy mismo.
Para aquellos demasiado jóvenes para recordarlo, hubo un momento de temor cuando parecía que un baño de sangre se aproximaba; pero, a través del poder del santo Rosario, las cosas cambiaron. Yo estaba a mediados de secundaria, y aún recuerdo escuchar toda la conmoción que ocurría en Filipinas. Ferdinand Marcos era el dictador de aquel país por esos tiempos. Una batalla sangrienta se hacía cada vez más real con algunas personas ya muertas. Un crítico acérrimo de Marcos, llamado Benigno Aquino, fue asesinado; pero al final esa batalla sangrienta no ocurrió. El cardenal Jaime Sin, de Manila, convocó a las personas a rezar; les hicieron frente a los militares rezando el Rosario en voz alta; se mantuvieron firmes justo enfrente de los tanques, rezando. Y luego, algo milagroso ocurrió: Los militares bajaron sus armas. Hasta el medio secular, el Chicago Tribune, reportó como “las armas cayeron frente a los Rosarios”. La revolución había terminado, y la gloria de Dios fue visible.
No dejen de creer en los milagros. Espérenlos. Y recen el Rosario en cada oportunidad que tengan. El Señor sabe que nuestro mundo lo necesita.
'Todavía estoy asombrado por el relato del reverendo Sebastián sobre su milagroso escape del peligro mortal que enfrentó. Seguramente tú también lo estarás, cuando te lo comparta aquí, en sus propias palabras.
Era la noche más fresca de octubre en otoño de 1987, casi a las 3 de la madrugada, cuando me quedaba una hora antes de abordar mi vuelo a Londres. Decidí dirigirme a la sala VIP del aeropuerto y tomar una taza de café caliente, lo que me ayudaría a deshacerme de la somnolencia. Había tomado algunos medicamentos para una fiebre leve, pero el efecto ya estaba pasando. Así que tomé otro y, al abordar el vuelo le pedí a la azafata que se presentó como Anne, me permitiera sentarme donde hubiera una fila libre en el medio para poder descansar un poco durante el largo vuelo. Mi collar sacerdotal debió tocarla porque cuando se apagó la señal de cinturón de seguridad, Anne se acercó a mí y me condujo tres filas hacia atrás, hasta donde cuatro asientos estaban desocupados. Luego arreglé los asientos como si fueran un pequeño sofá y me acomodé.
Noticias inquietantes
Mi cómodo sueño se vio interrumpido por los movimientos erráticos del avión. Mis ojos se abrieron de golpe; la cabina estaba tenuemente iluminada y la mayoría de los pasajeros estaban dormidos o pegados a las pantallas frente a ellos. No pude evitar notar los rápidos movimientos de la tripulación de cabina mientras se apresuraban por los estrechos pasillos entre las filas de asientos.
Suponiendo que alguien estaba enfermo y necesitaba ayuda, pregunté a Anne quien pasaba por mi asiento, qué estaba pasando. «Es sólo turbulencia, padre; todo está bajo control», respondió antes de avanzar rápidamente. Sin embargo, sus ojos de pánico sugerían lo contrario. Sin poder dormir, caminé hacia la parte trasera del avión para pedir una taza de té. Un miembro de la tripulación me ordenó regresar a mi asiento pero prometió traerme el té más tarde. Sentí que algo andaba mal. Mientras esperaba pacientemente mi té, un miembro masculino de la tripulación se me acercó.
«Padre Sebastián, hay un incendio en uno de los motores y aún no hemos podido contenerlo. Tenemos el tanque lleno de combustible y llevamos casi dos horas volando. Si el fuego llega hasta el tanque de combustible, el avión podría explotar en cualquier momento», hizo una pausa antes de mirarme directamente a los ojos. Mi cuerpo se congeló por el shock.
«El capitán tiene una petición especial: ore por las 298 almas a bordo y para que se apague el fuego. Ambos capitanes saben que tenemos un sacerdote a bordo y me han pedido que le transmita este mensaje», finalizó.
Tomando sus manos entre las mías, respondí: «Por favor, díganles a los capitanes que sean valientes, porque Jesús y la Madre María nos protegerán de esta situación peligrosa, así como Jesús salvó a sus discípulos del mar tempestuoso. No hay nada de qué preocuparse, y el Espíritu Santo tomará control de la situación a partir de ahora y serán guiados sabiamente por Él”.
Escuché una voz cansada frente a mí preguntando si el vuelo iba a explotar. Era Sophie, una mujer de avanzada edad a quien había conocido antes en el avión. Ella había escuchado parte de nuestra conversación y se había puesto histérica. Los miembros de la tripulación le advirtieron que no montara una escena; se calmó un poco y se sentó a mi lado, confesándome sus pecados a 30 mil pies de altura.
Aguantando
Sin embargo, tenía mucha fe en la Madre María, quien me había ayudado a superar situaciones similares antes. Tomé mi rosario y comencé a rezar, cerrando los ojos y rezándolo con suma devoción.
En pleno vuelo, me informaron que el capitán estaba intentando realizar un aterrizaje de emergencia en un aeropuerto no concurrido y que teníamos que esperar otros siete minutos. Finalmente, como la situación aún no estaba bajo control, el capitán informó a los pasajeros que se prepararan para un aterrizaje de emergencia. John, el miembro de la tripulación que había hablado conmigo antes, me informó que el fuego había llegado a la puerta 6, dejando solo una puerta más hasta el motor. Seguí orando en silencio por la seguridad de todos en el vuelo. Como la situación seguía sin mejorar, cerré los ojos y seguí orando, encontrando fuerza y valor en mi fe. Cuando abrí los ojos, el avión había aterrizado sano y salvo en el aeropuerto y los pasajeros aplaudían.
¡Finalmente a salvo!
“Mis queridos amigos, ¡este es Rodrigo, su capitán desde cubierta!” Hizo una pausa por un momento y luego continuó. “¡Estuvimos en una situación extremadamente peligrosa en las últimas horas y ahora estamos bien! Un agradecimiento especial a Dios Todopoderoso y al Padre Sebastián. Él estaba orando por todos nosotros y nos dio a todos gran fuerza y coraje para superar esta situación y… ” hizo una nueva pausa, “¡lo hicimos!”
John y Anne caminaron conmigo mientras fuimos recibidos por la tripulación y los dignatarios en la terminal del aeropuerto. Me dijeron que pronto llegaría un avión de reemplazo y que todos los pasajeros serían trasladados al nuevo avión en una hora.
Después de la desgarradora experiencia del vuelo, no pude evitar reflexionar sobre el poder de la oración y la importancia de confiar en Dios en cualquier situación. Recordé las palabras de Marcos 4, 35-41, donde Jesús calmó una tormenta en el mar y preguntó a sus discípulos: «¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?»
Al abordar el nuevo vuelo, sentí un renovado sentimiento de gratitud por el milagroso escape y una fe más fuerte en la protección de Dios.
Desde entonces, el padre Sebastián ha compartido su historia con muchas personas y las ha alentado a confiar en Dios en tiempos difíciles. Les recuerda que con fe y oración, ellos también pueden superar cualquier tormenta y encontrar paz en medio del caos.
'Atrapada en una espiral de drogas y trabajo sexual, me estaba perdiendo, hasta que algo sucedió.
Era de noche. Estaba en el burdel, vestida, lista para «trabajar». Se escuchó un suave golpe en la puerta, no el gran estruendo de la policía, sino un golpe verdaderamente suave. La señora del burdel abrió la puerta y entró mi madre.
Me sentí avergonzada. Estaba vestida para este “trabajo” que había estado haciendo durante meses, ¡y allí en la habitación estaba mi mamá!
Ella simplemente se sentó allí y me dijo: “Cariño, por favor vuelve a casa”.
Ella me mostró amor. Ella no me juzgó. Ella sólo me pidió que volviera.
Me sentí abrumada por la gracia en ese momento. Debería haberme ido a casa entonces, pero las drogas no me dejaron. Sinceramente me sentí avergonzada.
Escribió su número de teléfono en una hoja de papel, la deslizó y me dijo: “Te amo. Puedes llamarme en cualquier momento y vendré”.
A la mañana siguiente, le dije a un amigo mío que quería dejar la heroína. Estaba asustada. A los 24 años, estaba cansada de la vida y sentía que había vivido lo suficiente como para terminar con la vida. Mi amigo conocía a un médico que trataba a drogadictos y pude conseguir una cita en tres días. Llamé a mi mamá, le dije que iría al médico y que quería dejar la heroína.
Estaba llorando por teléfono. Se subió al auto y vino directamente hacia mí. Ella había estado esperando…
Cómo empezó todo
Nuestra familia se mudó a Brisbane cuando mi padre consiguió un trabajo en la Expo 88. Yo tenía 12 años. Estaba matriculada en una escuela privada de niñas de élite, pero simplemente no encajaba. Soñaba con ir a Hollywood y hacer películas, así que necesitaba asistir a una escuela especializada en cine y televisión.
Encontré una escuela reconocida por el cine y la televisión, y mis padres cedieron fácilmente a mi solicitud de cambiar de escuela. Lo que no les dije fue que la escuela también aparecía en los periódicos porque tenían mala fama por las pandillas y las drogas. La escuela me dio muchos amigos creativos y sobresalí en la escuela. Superé muchas de mis clases y gané premios de cine, televisión y drama. Tenía las notas para llegar a la Universidad.
Dos semanas antes de terminar el grado 12, alguien me ofreció marihuana. Dije sí. Al terminar la escuela nos fuimos todos y nuevamente probé otras drogas…
De la niña que estaba concentrada en terminar la escuela, pasé a una espiral descendente. Aún así entré a la universidad, pero en el segundo año terminé en una relación con un tipo que era adicto a la heroína. Recuerdo que todos mis amigos de esa época me decían: “Vas a terminar drogada, adicta a la heroína”. Yo, en cambio, pensé que iba a ser su salvadora.
Pero todo el sexo, las drogas y el rock and roll terminaron dejándome embarazada. Fuimos al médico, mi pareja todavía estaba drogada con heroína. La doctora nos miró e inmediatamente me aconsejó que hiciera un aborto; debió haber sentido que con nosotros, este niño no tendría esperanzas. Tres días después, tuve un aborto.
Me sentí culpable, avergonzada y sola. Veía a mi pareja consumir heroína, quedarse insensible y no verse afectada. Le rogué por un poco de heroína, pero él me repetía: «Te amo, no te daré heroína». Un día necesitaba dinero y logré negociar algo de heroína a cambio. Fue una pequeña cantidad que me enfermó, pero que tampoco me permitió sentir nada. Seguí usándola aumentando la dosis cada vez más.
Finalmente abandoné la universidad y me convertí en una usuaria frecuente.
No tenía idea de cómo iba a pagar los casi cien dólares de heroína que consumía a diario. Empezamos a cultivar marihuana en la casa. Pensamos en venderla y usar el dinero para comprar aún más drogas. Vendimos todo lo que teníamos, nos echaron de mi apartamento y luego, poco a poco, comencé a robarle a mi familia y amigos. Ni siquiera sentí vergüenza. Pronto comencé a robar en el trabajo. Pensé que no lo sabrían, pero al final también me echaron de allí.
Finalmente, lo único que me quedó fue mi cuerpo. Esa primera noche que tuve relaciones sexuales con extraños, quería limpiarme. ¡Pero no pude! No puedes limpiarte de adentro hacia afuera… Pero eso no me impidió volver. De ganar $300 por noche y gastarlo todo en heroína para mi pareja y para mí, pasé a ganar mil dólares por noche. Cada centavo que gané lo destiné para comprar más drogas.
Fue en medio de esta espiral descendente que mi madre entró y me salvó con su amor y misericordia. Pero eso no fue suficiente.
Un agujero en mi alma
El médico me preguntó sobre mi historial de drogas. Mientras repasaba la larga historia, mi madre seguía llorando; estaba asombrada al conocer mi historia completa. El médico me dijo que necesitaba rehabilitación. Le pregunté: «¿No son los drogadictos los que van a rehabilitación?» Se sorprendió y me preguntó: “¿Crees que no eres adicta?”
Luego me miró a los ojos y me dijo: “No creo que las drogas sean tu problema. Tu problema es que tienes un vacío en tu alma que sólo Jesús puede llenar”.
Elegí a propósito un lugar de rehabilitación que estaba segura, no era cristiano. Estaba enferma y empezaba a desintoxicarme lentamente cuando, un día, después de cenar, nos llamaron a todos para una reunión de oración. Estaba enojada, así que me senté en un rincón y traté de bloquearlos: su música, sus cantos y su Jesús… todo. El domingo nos llevaron a la iglesia. Me quedé afuera fumando cigarrillos. Estaba enojada, herida y sola.
Empezar de nuevo
El sexto domingo, 15 de agosto, llovía a cántaros, -en retrospectiva pienso que fue una conspiración del cielo-; no tuve más remedio que entrar al edificio. Me quedé atrás, pensando que Dios no podría verme allí. Había empezado a tomar conciencia de que algunas de mis decisiones en la vida serían consideradas pecados, así que me senté allí, atrás. Al final, sin embargo, el sacerdote dijo: “¿Hay alguien aquí que quisiera entregar su corazón a Jesús hoy?”
Recuerdo al sacerdote de pie frente a mí y escucharlo decir: “¿Quieres entregar tu corazón a Jesús? Él puede perdonar todo tu pasado, darte hoy una nueva vida y esperanza para tu futuro”.
En ese momento había estado limpia de heroína por casi seis semanas. Pero no me había dado cuenta de que había mucha diferencia entre estar limpia y ser libre. Repetí la oración de Salvación con el sacerdote, oración que ni siquiera entendí, pero allí entregué mi corazón a Jesús.
Ese día comencé un viaje de transformación. Pude comenzar de nuevo, recibir la plenitud del amor, la gracia y la bondad de un Dios que me conoció toda mi vida y me salvó de mí misma.
El camino a seguir no estuvo exento de errores. Durante la rehabilitación entré en una relación y volví a quedar embarazada. Pero en lugar de pensar en eso como un castigo por por haber tomado una mala decisión, mi pareja y yo decidimos sentar cabeza. Él me dijo: “Casémonos y hagamos lo mejor que podamos para hacerlo a la manera de Jesús, ahora”. Grace nació un año después, y a través de ella he podido experimentar mucha gracia.
Siempre he tenido la pasión de contar historias; Dios me dio una historia que ha ayudado a transformar vidas. Desde entonces, me ha utilizado de muchas maneras para compartir lo que he vivido: con palabras, por escrito y dando todo de mí a fin de trabajar para y con las mujeres que están atrapadas en una vida similar a la que yo solía llevar.
Hoy soy una mujer cambiada por la gracia. Me encontré con el amor del cielo y ahora quiero vivir la vida de una manera que me permita asociarme con los propósitos del cielo.
'Era julio de 1936; durante el apogeo de la guerra española. El Pelé caminaba por las calles de Barbastro, España, cuando un gran alboroto captó su atención. Mientras corría hacia la fuente, vio soldados arrastrando a un sacerdote por las calles. No podía quedarse al margen y observar; se apresuró a defender al sacerdote. Los soldados no se dejaron intimidar y le gritaron que entregara su arma. Levantó su rosario y les dijo: “Sólo tengo esto”.
Ceferino Giménez Malla, conocido cariñosamente como El Pelé, era romaní; una comunidad a la que a menudo, de manera peyorativa, se les llama gitanos y que en general son despreciados por la sociedad. Pero Pelé era muy estimado no sólo por su propia comunidad, incluso las personas educadas respetaban a este hombre analfabeto por su honestidad y sabiduría.
Cuando fue arrestado y encarcelado en 1936, su esposa había fallecido y él ya era abuelo.
Aún en prisión, continuó aferrándose a su rosario. Todos, incluso su hija, le rogaron que lo abandonara. Sus amigos le dijeron que si dejaba de rezar, su vida podría salvarse. Pero para El Pelé, renunciar a su rosario o dejar de orar, significaba negar su fe.
Entonces, a la edad de 74 años, lo mataron a tiros y lo arrojaron a una fosa común. Este valiente soldado de Cristo murió gritando: «¡Viva Cristo Rey!» todavía sosteniendo un rosario en sus manos.
Sesenta años después, el Beato Ceferino Giménez Malla se convirtió en el primero de la comunidad romaní en ser beatificado, lo que demuestra una vez más que el Salvador está siempre presente para todo aquel que lo invoca, independientemente de su color o credo.
'Siempre tendemos a llenar nuestros calendarios tanto como sea posible, pero ¿qué pasaría si surgiera una oportunidad imprevista?
El año nuevo nos da la impresión de que tenemos una pizarra en blanco ante nosotros. El año que está por comenzar está lleno de posibilidades, y en nosotros abundan los propósitos mientras nos apresuramos a llenar nuestros calendarios recién impresos. Sin embargo, sucede que muchas de esas emocionantes oportunidades y elaboradas metas para el año perfecto, fracasan. A finales de enero, nuestras sonrisas flaquean y los viejos hábitos de años anteriores vuelven a nuestras vidas.
¿Qué pasaría si este año tratáramos este momento, un poco diferente? En lugar de apresurarnos a llenar todos los espacios en blanco de nuestros calendarios, ¿por qué no damos un poco más de tiempo libre a los espacios en blanco, y guardamos algo de tiempo en los espacios donde no tenemos nada programado? Es en estos espacios vacíos donde daremos al Espíritu Santo, mayor espacio para trabajar en nuestras vidas.
Cualquiera que se haya mudado de una casa a otra sabe la sorprendente cantidad de espacio que tiene una habitación vacía. A medida que se retiran los muebles, la habitación parece seguir creciendo. Al ver el cuarto vacío, siempre es un shock pensar que ese espacio suficiente alguna vez fue un problema: ¡mira lo grande que es! Cuanto más llena una habitación de alfombras, muebles, tapices y otras posesiones, el espacio se puede sentir más apretado. Entonces, alguien visita tu casa con un regalo en la mano y te das vuelta y te preguntas: ¿dónde pondremos esto?
Nuestros calendarios pueden funcionar de forma muy parecida. Llenamos cada día con trabajo, práctica, juegos, compromisos, servicio de oración: tantas cosas buenas y, a menudo, aparentemente necesarias. Pero, ¿qué sucede cuando el Espíritu Santo llama a la puerta con una oportunidad que no previmos? ¿Tenemos espacio para Él en nuestro calendario?
Podemos mirar a María como la modelo ideal que nos muestra cómo estar abiertos al Espíritu Santo. María escucha las palabras del ángel y las recibe libremente. Al ofrecer su vida a Dios, demuestra su perfecta disposición a recibir los dones de Dios.
Otra forma de pensar en esto es lo que el obispo Barron ha llamado el «bucle de gracia»: Dios desea darnos en abundancia; cuando nos abrimos a la amorosa generosidad de Dios, reconocemos que todo lo que tenemos es un regalo; así que con alegría retribuimos a Dios en acción de gracias, reiniciando el ciclo.
Dios se acerca a María y ella se ofrece libremente a su voluntad y propósito. Luego recibe a Jesús. Vemos esto nuevamente al final de la vida de Jesús: En total tristeza y en medio de su terrible dolor, María suelta a su precioso Hijo. Ella no se aferra a Él mientras está colgado en la cruz. En ese doloroso momento, todo parece perdido y su maternidad queda vacía. Ella no huye, permanece con su Hijo que ha tenido que dejarla ir. Pero entonces, Jesús le da no sólo un hijo en Juan sino hijos e hijas para la eternidad en su maternidad de la Iglesia. Debido a que María permaneció abierta y receptiva al plan de Dios, incluso en el momento más doloroso, ahora podemos llamarla nuestra Madre.
Conforme avance el año, tal vez querrás tomarte un tiempo para orar por tu agenda. ¿Será que ya llenaste los días de tu calendario más de lo esperado; tal vez, demasiado? Pídele al Espíritu Santo que te inspire a considerar qué actividades son necesarias para sus propósitos y cuáles lo son más para tus deseos y metas personales. Pide al Señor el coraje para reordenar tu agenda, la sabiduría para decir “no” cuando sea necesario, para que puedas decir “¡sí!” con alegría y libertad, cuando Él venga a tocar a tu puerta.
'Se necesita valor para empezar a armar un rompecabezas de 1000 piezas y terminarlo; así sucede con la vida.
La navidad pasada, en el intercambio de regalos de mi trabajo recibí un rompecabezas de 1000 piezas de la imagen de “Los Doce Apóstoles”, de la famosa ruta Great Ocean Road (un espectacular grupo de formaciones rocosas en el suroeste de Victoria, en Australia).
Yo no estaba muy interesada en empezarlo. Había armado tres de ellos con mi hija hacía varios años, así que sabía que esto implicaría un arduo trabajo. Sin embargo, mientras observaba los tres rompecabezas terminados y colgados en casa, a pesar de la inercia que estaba sintiendo, sentí un impulso más profundo de meditar sobre “Los Doce Apóstoles”.
En arenas movedizas
Me preguntaba cómo se sentirían los apóstoles de Jesús cuando Él murió en la cruz y los dejó. Fuentes cristianas primitivas, incluyendo los evangelios, afirman que los discípulos estaban devastados, tan llenos de incredulidad y temor, que se escondieron. Definitivamente no estaban en su mejor momento al final de la vida de Jesús.
De alguna manera, así es como me sentía al iniciar el año: temerosa, inquieta, triste, con el corazón roto e insegura. Aún no me recuperaba del dolor de perder a mi papá y a una amiga cercana. Debo admitir que mi fe estaba sobre arenas movedizas. Parecía que mi energía y mi pasión por la vida habían sido superadas por el letargo, la tibieza y la noche oscura del alma, la cual amenazaba (y aveces lo lograba) con eclipsar mi alegría, energía y deseo de servir al Señor. No podía deshacerme de ello, a pesar de mis grandes esfuerzos.
Pero, si no nos detenemos en ese decepcionante episodio de los discípulos abandonando a su Maestro, podremos ver al final de los evangelios, a estos mismos hombres preparados para enfrentar al mundo, e incluso dispuestos a dar la vida por Cristo. ¿Qué cambió?
Los evangelios narran que los discípulos fueron transformados al contemplar a Cristo Resucitado. El ir a Betania a presenciar su ascensión, pasar tiempo con Él, aprender de Él y recibir sus bendiciones, tuvo un impacto poderoso en ellos. Él no sólo les dio instrucciones, sino también un propósito y una promesa. Ellos no solamente serían mensajeros, sino también sus testigos. Él prometió acompañarlos en su misión y les dio para ello un ayudante poderoso.
Esto es por lo que he estado orando últimamente: un encuentro con Cristo resucitado, una vez más, para que mi vida sea divinamente renovada.
No darse por vencido
Al empezar el rompecabezas, mientras intentaba armar la maravilla escénica de “Los Doce Apóstoles”, reconocí que cada pieza era significativa. Cada persona con la que me encontraré en este año nuevo contribuirá a mi crecimiento y dará color a mi vida. Vendrán en diferentes tonos — algunos fuertes, otros sutiles, algunos en pigmentos brillantes, otros grises, algunos en una mágica combinación de tintes, mientras que otros serán opacos o audaces, pero todos son necesarios para completar la imagen.
Los rompecabezas toman tiempo para armarse; también la vida. Tendremos que pedir mucha paciencia para poder conectarnos unos con otros; y nos sentiremos agradecidos al lograr esa conexión. Y cuando las piezas no encajen, existirá la esperanza de tener el ánimo necesario para no rendirnos.
A veces, tal vez necesitemos tomar un descanso, para luego regresar y volverlo a intentar. El rompecabezas, como la vida, no siempre está lleno de colores brillantes y alegres. Los tonos negros, grises y las sombras oscuras son necesarios para crear un contraste.
Se necesita valor para empezar a armar un rompecabezas, pero más aún para terminarlo. Se necesitará paciencia, perseverancia, tiempo, compromiso, enfoque, sacrificio y devoción. Así sucede cuando comenzamos a seguir a Jesús. ¿Podremos permanecer hasta el final como los apóstoles? ¿Seremos capaces de ver a nuestro Señor cara a cara y escucharlo decir: “Bien hecho, siervo bueno y fiel” (Mateo 25, 25); o como dice San Pablo: “He peleado el buen combate, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe” (2 Timoteo 4,7)?
Este año, quizá también te puedas preguntar: ¿Estás sosteniendo la pieza del rompecabezas que podría hacer mejor la vida de alguien más? ¿Eres tú la pieza faltante?
'