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Subtítulo: ¿Buscas rectificar tu vida? ¿Estás buscando la paz en tu familia? ¡Comienza hoy a caminar con Jesús, y tu vida nunca será la misma!
Alicia, mi mejor amiga, compartió una experiencia que cambió mi vida y me embarcó en una hermosa jornada espiritual.
Desde que nos conocimos como niñas, yo fui impresionada por su amabilidad y gentileza. Ella nunca lastimó a nadie por su propia voluntad. Aun cuando la acusaban injustamente, ella nunca intentó de justificarse, sino que tomaba toda la culpa. Con frecuencia me preguntaba cómo ella podía estar tan llena de gracia, así que un día le pregunté. Ella simplemente me contestó: “me imagino al Sagrado Corazón de Jesús dentro de mi Corazón. Cuando soy tentada a decir o hacer algo malo, siento que Jesús sufriría mucho, y así es como me mantengo alejada del pecado.”
Entonces ella se volteó hacia mí y me preguntó, “Agnes ¿no sabes que Jesús anhela habitar en tu corazón?” Yo anhelaba compartir la imagen de Jesús dentro de mí también, así que decidí orar por eso. Desde ese dia, cada tarde subía a pedirle a Jesús que compartiera una Imagen de Su Sagrado Corazón conmigo. ¡Una noche, tuve un sueño de Verónica limpiando el rostro de Jesús y recibiendo Su imagen en su velo! Finalmente me di cuenta de que limpiar Sus heridas dejaría su imagen impresa en mi corazón.
Ahora mis pensamientos se centraron en encontrar maneras de limpiar Sus heridas. Se me ocurrió otra idea como de un niño. Cada tarde, yo salía a caminar con Jesús. Me imaginaba a mi misma como una pequeña niña que acompañaba a María durante la dolorosa Pasión de Jesús. Desde que era muy pequeña, yo podía acercarme a Él, sin que los soldados me detuvieran, y entonces levantaba mi vista para ver el rostro de Jesús.
Mientras caminaba, yo lentamente recordaba las maneras negativas en las que había reaccionado a la adversidad. Entonces, me imaginaba a Jesús viendome y motivándome a ser mejor. Cada dia, le entregaba mis sufrimientos actuales a Jesús, limpiando de esa manera las manchas que me habían impedido discernir claramente. Se convirtió en un deleite. En mi oración, comencé a imaginarme a mis seres queridos acompañándome en esta jornada diaria, para que ellos también fuera purificados por la preciosa sangre que brotó de Sus llagas. Cuando nos acercabamos a la escena de Su crucifixión, Jesús me recordó imitarlo, perdonando a todos los que me habían lastimado. No podía seguirlo más, hasta que me deshice de todas quejas.
Me mantuve de pie cerca de la cruz, tomada de la mano de Maria. Jesús me mostró cuánto sufría cuando alguien caía en pecado mortal. ¡Cada vez que estrechamos nuestra mano para asistir a esos que se han alejado de Cristo, consolamos en Sagrado Corazón de Jesus! Cada dia que acompañaba a Jesús y a María en el Vía Crucis me revelaba más acerca del misterio de la salvación.
En este tiempo de Cuaresma, te motivo a caminar con Jesús, como un niño pequeño. Que esta jornada te ayude a comparar tu sufrimiento con el sufrimiento que Él soportó, y comparte el peso de los sufrimientos con Él. Al recordar eventos anteriores, podemos darnos cuenta de que aún llevamos cargas innecesarias sin razón alguna. Invitemos a Nuestro Señor a que limpie nuestros corazones de cosas que nos opacan, para que podamos brillar con pureza. Entonces, Su amor radiante brillará en nuestros corazones y nos revelará la presencia de Cristo a nuestro alrededor.
'Hoy en la montaña, ante una gran multitud, proclamaré que no hay otro Dios sino Tú.
Esther Ahn Kim caminó lentamente hacia el santuario en la cima de la montaña, con sus estudiantes siguiéndola en silencio. La joven profesora de música sabía que cuando llegaran a aquel lugar de adoración, serían forzados a tomar una decisión que cambiaría sus vidas. Los japoneses, que habían tomado control de Corea en 1937, estaban obligando a todo el mundo a inclinarse ante el altar de su “dios sol”. El castigo para todo el que se rehusara a hacerlo sería la cárcel, torturas e incluso la muerte.
A pesar de que muchos otros cristianos habían decidido que estaría bien arrodillarse ante el ídolo solo ante la mirada de los japoneses, pero seguir rindiendo culto a Cristo en sus corazones, Esther no podía tomar tal decisión. Oró a Dios en silencio. “Hoy en la montaña, ante esta gran multitud, proclamaré que no hay otro Dios sino Tú” declaró.
Una gran multitud se había reunido, de pie y erguidos en filas, temerosos de moverse ante la mirada cruel de los policías japoneses. El corazón de Esther comenzó a latir fuertemente, aterrada por lo que estaba a punto de hacer. Una sensación de intranquilidad la sobrecogió, y silenciosamente oró el Padre Nuestro, una y otra vez. “Señor” oraba ella, “¡Soy tan débil! Por favor ayúdame a hacer esto, cuídame mientras Te defiendo”
Cuando uno de los oficiales gritó “¡Inclinémonos ante Amaterasu Omikami!” todas aquellas personas se arrodillaron, inclinándose solemnemente ante el santuario. Esther fue la única que se mantuvo de pie, mirando al cielo. El miedo y la incertidumbre que se habían apoderado de ella solo hacía unos minutos se habían desvanecido. La paz había inundado su corazón. Sabía que había hecho lo que Dios quería que ella hiciera.
Su valiente forma de “levantarse” por Cristo le valió seis horrorosos años en las prisiones japonesas. Durante este tiempo, a pesar de que su cuerpo se debilitó con el sufrimiento, su alma brillaba con un amor sobrenatural por sus persecutores y compañeros de prisión.
En medio de una noche helada, Esther escuchó lo que describió como un sonido “misterioso, similar a quejidos.” Fue informada por un carcelero de que se trataba de una prisionera china de 20 años de edad, a la cual iban a ejecutar por asesinar a su esposo. Incapaz de dejar de pensar en aquella mujer, Esther pidió que trajeran a esta peligrosa prisionera a su celda. El carcelero le advirtió a Esther “Esa mujer está loca. Muerde a todo el mundo”. Esther, aun así, insistió en que se la trajeran.
Los siguientes días fueron arduos para Esther, física, emocional y espiritualmente. Le cedió su escasa ración de comida a esta mujer, que estaba sucia y desequilibrada mentalmente. En vez de despreciarla, como todos los demás, Esther oró por ella sin descanso, sacrificando su propia comodidad para alcanzar el corazón de la asesina. Con el tiempo, fue capaz de compartir el amor de Cristo con su nueva amiga. Los demás prisioneros estaban impactados al ver la transformación de aquella mujer.
Cuando esta joven mujer fue llevada a su ejecución, los ojos de Esther se llenaron de lágrimas, cuando la vio caminar hacia su verdugo “… como si estuviera presurosa a encontrarse con Jesucristo”. Como Esther decidió abrazar a esta ‘loca’ y ‘peligrosa’ mujer con un amor que esta nunca antes había conocido, muchos otros han seguido su increíble ejemplo de sufrir valientemente para Cristo. Al abrir sus brazos para recibirla, así como cuando había recibido al mismo Jesucristo, llevó a muchas otras personas hacia el Reino de Dios; individuos que, si no hubiese sido por Esther, jamás habrían escuchado del Evangelio.
¿Estoy yo preparado para sufrir de forma correcta por Jesucristo? En medio de nuestras comodidades, es fácil pensar “Claro, si viniera una persecución yo jamás negaría el nombre de Cristo. Claro, si me encarcelaran, permanecería fiel a mi Fe.”
Debemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿De veras estoy “muriendo a mí mismo” diariamente, como lo hizo Esther? ¿O estoy más preocupado por proteger mis propias comodidades e intereses?
'Nunca es demasiado tarde para empezar a rezar y Dios nunca está demasiado lejos para escuchar.
Pasamos nuestros días ocupados en el hogar o en nuestro lugar de trabajo, distraídos en cosas buenas que nos alejan de la oración. Cuando dejamos de orar, ¡las cosas empiezan a ir mal!
No hay duda que cuando oramos, somos más felices, estamos menos ansiosos y tenemos una paz mental y sentimos paz en nuestro corazón. Cuanto más oramos, más nos entendemos porque llegamos a conocer a Dios más íntimamente y por experiencia sólo nos conocemos, en la medida que conocemos a Dios de una forma personal. Cuanto más oramos, empezamos a ver la mano de Dios en nuestra vida cotidiana, es decir, lo vemos actuar en nuestra vida. Empezamos a ver que él nos ama y eso hace que nuestra vida sea más significativa.
Cultivando el hábito de rezar
Lo más importante es adquirir el hábito de la oración. Sin eso, no tenemos una vida interior, sólo tenemos una vida exterior.
Cuando solamente tenemos una vida exterior, nos ponemos ansiosos, inquietos y eso nos lleva a la codicia y al amor excesivo de tener cosas. Terminamos tratando de asegurar nuestra propia seguridad y reducir nuestra ansiedad y cuando las cosas no salen como las queremos, nos enojamos nos impacientamos, nos irritamos, perdemos la paz que anhelamos. Cuando estamos en ese punto, significa que hemos tomado nuestra vida en nuestras propias manos.
Estamos destinados a ser llevados por Dios de la mano como un bebé es llevado en su asiento de automóvil. Estamos destinados a ser llevados por la divina providencia. Dios está en control, no nosotros y tenemos que rendirnos a su control. Cuando lo hacemos, la vida se vuelve mucho más inspiradora.
Si no rezamos nos abrimos al engaño. Este es un punto tan importante. El engaño diabólico es tan sutil y simplemente no somos lo suficientemente inteligentes para defendernos del sutil engaño del maligno. Un ángel es inconcebible, intelectualmente superior a los seres humanos y a las personas que no tienen costumbre de orar, que éstos están abiertos a todo tipo de engaño. La meta del diablo es sembrar mentiras y engaños en la mente de los seres humanos, crear enemistada y división. Esto lleva a los divorcios, enemistades, desconfianza mutua, rencor en las familias y en la comunidad religiosa.
La única defensa contra esto es la oración ferviente y persistente. Cuando oramos en la presencia de Dios, muchas cosas ocurren. Cuando rezamos entramos en la región más profunda del ser, donde solamente habita Dios. En esa región solamente habita Dios puede y nos espera a ti y a mí individualmente, y es allí donde nos habla en silencio. Cuando entramos en esto, a menudo la vida se nos vuelve más rica, menos ansiosa y mucho más tolerable. El Mundo se ve diferente; comenzamos a ver la belleza del mundo que nos rodea. Comenzamos a ver a las personas desde el punto de vista de Dios. Comenzamos a vernos y a sentirnos mejor con nosotros mismos.
¿Qué pasa si no rezo en absoluto?
Si no adquirimos el hábito de la oración, la vejez será difícil y dolorosa prueba. Si una persona tiene una vida interior entonces la vida se limita a un hospital o un hogar de anciano, lo cual no es una posibilidad horrible, porque la alegría de esa persona proviene de la comunión con Dios en lo más profundo de su alma. Estas almas nunca están solas porque conocen profundamente al Dios que habita en lo profundo de ellos y sienten la presencia de Dios dentro de ellos mismos.
Es como estar en presencia de alguien que amas. Recuerdo haber visitado en el hospital a una feligresa que sufrió un derrame cerebral y cuando entré lentamente a su habitación vi a su esposo sentado allí, mirando al espacio sin decir nada. No tenían que decir nada, ambos disfrutaban de estar en uno compañía de otro. No tenían que mantener una conversación.
Cuando era adolescente a veces levantaba el teléfono y no oía el tono de marcado, tampoco escuchaba hablar. Cría que el teléfono estaba dañado. Me hubiera gustado escuchar a mi mamá con su buena amiga, pero descubrí que no hablaban, sólo estaban en presencia la una de la otra.
Ese es el punto al que tenemos que llegar con Dios. Cuando conocemos su presencia interior como resultado del hábito de la oración, no estamos solos. Estamos vivos, alegres, aunque en el exterior pudiese parecerles a dos demás que estamos aburridos o solitarios.
¿Estás Muerto en Vida?
Si nunca hemos rezado, en nuestra vejez estaremos simultáneamente vivos y muertos. Sufriremos una muerte en vida. Como no tenemos una vida interior, hemos buscado nuestra paz desde el exterior; no podemos viajar o ir de excursión, no podemos ir a nadar o trotar, o hacer lo que solíamos hacer cuando somos jóvenes. Conozco algunas personas mayores que por problemas con sus ojos ya no pueden leer o ver películas, etc. La vida se vuelve intolerable si no tenemos una vida interior.
Cuando tenemos una rica vida interior como resultado de años de oración, todas estas actividades externas son en realidad bastante aburridas y rápidamente “envejecen” junto a las alegrías intensas que provienen de la Oración meditativa.
Si realmente no ha empezado a orar regularmente, y desea saber cómo comenzar, empiece reservando un tiempo determinado todos los días y leyendo un Salmo del Antiguo Testamento; le tomará 5 meses para leer los 150 de ellos. Luego ofrezca una oración y petición y confíe en que Dios le otorgará esa oración, si es por un aumento en la santidad. Entonces reza una oración de intercesión. Dios escucha las oraciones que hacemos por los demás y responde a ellas a su manera y a su propio tiempo, por lo que debemos orar por los demás persistentemente y en un espíritu de confianza, para nuestros hijos, parientes, nuestros enemigos, aquellos que no podemos soportar, aquellos a los que encontramos difíciles de perdonar, pero a quienes necesitamos perdonar.
Debemos recordar orar por los enfermos, por los que sufren y por el país en su conjunto, que como cultura podemos volver a Dios. Luego ofrezca una oración de gracias en silencio.
Eventualmente adquirimos un profundo sentido de Dios en nuestras almas. Después años de eso, estaremos listos para dejar este mundo y no temeremos a la muerte, lo haremos en espera que veamos el rostro de Dios directamente. Eso es la vida eterna y esta vida es una preparación. Todo esto empieza en la decisión de rezar regularmente. Amén.
'Qué tan fuerte es tu relación con nuestro Padre celestial? Tu padre en la tierra está profundamente profundamente preocupado por las dificultades diarias que enfrentas. Tu Padre celestial tiene una preocupación aún mayor porque Él conoce las dificultades que no le revelas a nadie (incluso a ti mismo en veces).
Cada primer viernes del mes, San Francisco de Asís pasaba tiempo solo en el bosque orando, de las seis en punto de la tarde hasta las seis de la mañana. Al observar esta rutina, uno de sus hermanos le preguntó: ¿cómo es que tu te mantienes despierto y orando durante la noche?” San Francisco respondió: “Vete al bosque con una bolsa vacía y otra llena de piedras. Allí rezas el ‘Padre Nuestro.’ Cada vez que repitas la oración, pasas una piedra a la bolsa vacía. ¡Haz esto durante toda la noche, y a medida que se acerca el amanecer, todas las piedras habían sido pasadas a la bolsa vacía, y no tendrás sueño!”
Su hermano estaba muy contento de haber escuchado esto, así que siguió el consejo de San Francisco. A medida que se acerca el amanecer, él había transferido aproximadamente unas trescientas piedras a la bolsa vacía. Cuando llegó la mañana él estaba emocionado de haber orado toda la noche sin tener sueño o cansancio. Corrió en busca de San Francisco para reportarle cuántas veces había repetido la oración del Señor. Sin Embargo, cuando lo encontró, lo que vio tocó su corazón. Hincado a lado del cerco, San Francisco estaba llorando viendo hacia el cielo, con la primera piedra en su mano, aún rezando la primera parte del “Padre Nuestro.” Atemorizado, el hermano se dio cuenta de que la relación de San Francisco con Dios era muy profunda. Él no había necesitado rezar la oración del Señor muchas veces para mantenerse alerta. En su profundo amor por Dios, cada palabra de la oración era incalculablemente fascinante.
Al sonar la campana, San Francisco se dirigió a la Misa sin siquiera haber completado el “Padre Nuestro.” Esto le causó las lágrimas a su hermano. San Francisco lo abrazó diciendo, “lo que necesitamos en nuestra oración y en nuestras vidas Cristianas es un ardiente amor por nuestro padre celestial. Si tu tienes una relación amorosa con tu Padre en el cielo, todo lo demás se acomodará en su lugar.”
'Pregunta: Mi mejor amigo recientemente perdió una terrible batalla contra el cáncer. Fue desgarrador verla sufrir por tanto tiempo, solo para morir al final. Ella era una de las personas más devotas que he conocido. ¿por qué Dios permite que las personas buenas sufran?
Respuesta: Hace miles de años un hombre llamado Job se hizo la misma pregunta. ¿por qué las personas buenas sufren mientras parece que los pecadores se multiplican? Al final del libro de Job, Dios responde a Job rápidamente diciendo “tus caminos, no son mis caminos”.
Pero después Job vino a Jesús y Jesús cambió la naturaleza del sufrimiento.
Cuando Jesús era Dios manifestado en carne, pudo haber evitado todo sufrimiento. Siendo divino, pudo haber evitado todo dolor mental o físico por enfermedad, lesión, rechazo, tortura o muerte, pero eligió sentir esas cosas porque él es Enmanuel, ¡Dios con nosotros! Jesús sabía que el sufrimiento era parte de la condición humana, por lo que decidió convertirse “como nosotros en todas las cosas excepto en el pecado” (Hebreos 4:15)
El sufrimiento no es parte del plan original de Dios. Llegó al mundo por el pecado original. Cuando nuestros primeros padres se apartaron de las bendiciones que Dios había planeado para ellos y quisieron convertirse en dioses, el resultado fue la muerte, la prueba, la tribulación y el dolor; sin embargo, Dios no hizo el sufrimiento como castigo. No es un remedio curativo, porque el sufrimiento nos enseña que el amor cuesta.
Considere esto— cuando una madre se queda despierta cuidando a su hijo enfermo, es una ardua tarea, pero también es un acto de amor. Cuando un padre trabaja duro en un trabajo difícil y estresante, para poner comida en la mesa de su familia, es oneroso, pero también es un acto de amor. Cuando un hermano soporta a su molesta hermana menor, es un desafío, pero también es un acto de amor. No podríamos aprender a amar sino fuera por el sufrimiento.
Cuando su amiga estaba en los tratamientos contra el cáncer, imagino que muchas personas la ayudaron de diversas maneras; cocinaron para ella, la llevaron a citas, la animaron, oraron por ella, y de esta manera, las personas que la rodeaban aprendieron que por medio del sacrificio del amor, podemos imitar a Dios.
Cuando sufrimos podemos reconciliarnos con Cristo. Atravesar por el cáncer nos enseña las virtudes como el coraje, la perseverancia, la humildad… y cuando lo ofrecemos como un sacrificio en unión con Cristo, como un “sacrificio vivo” ( Romanos 12:1), ¡participamos con él en la salvación del Mundo! Cada sufrimiento que soportamos puede ayudarnos a crecer en virtud. Recuerde: nunca estamos tan cerca de Jesús, como cuando estamos colgados en la cruz con él.
Finalmente, Jesús nunca prometió felicidad en este Mundo; mas bien prometió la cruz. Pero, también prometió que nunca nos abandonaría y que para aquellos que lo aman, todas las cosas funcionan para bien. Bajo una perspectiva eterna, el sufrimiento y la muerte de su amigo provocaron su santificación y se le otorgaron innumerables gracias a ella y a muchos otros, gracias que sólo entenderemos cuando nos encontremos con Cristo en la eternidad.
'Probablemente habrán escuchado de la gran inundación que recientemente padeció el pequeño estado de
Kerala, al sur de la India, conocido popularmente como “el país de Dios.” Los corazones de las personas se llenaban de angustia al ver cómo las aguas inundaban tanto los campos verdes como las ciudades. Muchas personas quedaron atrapadas por varios días en los áticos de sus propias casas sin agua potable, comida o electricidad. Los equipos de rescate no pudieron llegar a la
mayoría, debido a los fuertes torrentes de agua. Durante este tiempo tan difícil, los pescadores unieron esfuerzos y se lanzaron activamente en sus botes para ir a rescatar personas a las áreas peligrosamente inundadas a donde los rescatistas no habían podido llegar. La gente de forma unánime compartió el
reporte de una de las mujeres rescatadas.
Como muchos otros, ella y sus hijos se habían refugiado en su departamento, pero nadie llegó a rescatarlos porque se encontraban lejos de la ciudad. Los pescadores viajaron kilómetros para llegar hasta esa localidad que se encontraba sumergida con más de 3 metros de agua. La señora estaba sumamente agradecida y al llegar al campamento de rescate les entregó una buena cantidad de dinero. Para su gran sorpresa, ellos no lo aceptaron. “No lo estábamos haciendo por dinero…sólo queríamos ayudar”, le dijeron
los pescadores.
Estos pescadores viven de lo que ganan diariamente, y la misión de rescate les había implicado hacer grandes sacrificios económicos. Sus botes de pesca también habían sufrido daños por las diversas maniobras que habían tenido que hacer y, sin embargo, ellos lograron recordarnos que hay que ser generosos aun cuando eso signifique sufrir pérdida o daño en tus bienes, o que tú y tu familia se queden sin comer durante varios días. El sacrificio que hicieron demostró que fueron verdaderos discípulos de Jesús.
¿Qué tan generoso serías tú para ayudar a los que están en peligro? ¿En qué momento podrías abrocharte el cinturón por ayudar a los demás? ¿Cuántas obras buenas tienes en tu haber? En este caso, podemos ver a hombres que no tienen grandes niveles de educación, o una holgada situación económica o estilo de vida, ¡pero que supieron acumular tesoros para el cielo! “Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena." (2 Corintios 9,7)
'Durante un retiro de silencio hace varios años, arrodillada en adoración ante mi Señor expuesto en la Eucaristía, y sin pronunciar palabras, sentí un desbordante deseo de abrir mi corazón y entregarle mi alma a Jesús. Las lágrimas comenzaron a brotar sigilosamente, y sentí el impulso de escribir lo que comenzó a
brotar desde lo más profundo de mi corazón:
“Señor, libérame de las cavidades de mi infierno personal. Libérame de la oscuridad que reina en mi alma. Libérame de la esclavitud que me imponen los engaños y trampas del demonio. Libérame, Señor, del temor que se anida en lo más profundo de mi ser y que me impide amarte con total plenitud. Libérame de mi orgullo pecador que embriaga mi ser. Libérame, Señor, de la confianza en mí misma que me mantiene esclavizada a mí. Libérame de mi culpa y vergüenza que me impide quedarme quieta y saber que tú eres Dios. Libérame del odio a mí misma que me impide acoger el amor, la misericordia y el perdón de mi Rey. Libérame, Señor, de las inclinaciones al pecado. Ayúdame, Señor, a permitir que tú seas Dios y que yo sea tu
hija.”
Después de desbordar mi corazón ante mi Señor Jesucristo en la Eucaristía, Él comenzó a hablarme
suavemente en mi corazón con estas palabras tiernas y sanadoras:
“Hija mía: he venido para liberarte de todas tus esclavitudes. Entro en el jardín de tu corazón para
arrancar el pecado del orgullo. Ha sido arrancado de raíz y arrojado al mar. Expulso todo tu temor con mi
amor perfecto. Te baño en mi océano de misericordia y amor que es eterno. Te visto de pureza. Te visto
con la túnica blanca de la salvación. Te llamo a ser mi preciosa hija. Ven y permíteme sostenerte y dejarte
limpia. Tu corazón duro y lleno de pecados lo arrojo a las profundidades del infierno, y te doy un corazón
nuevo. Pongo mi corazón en el tuyo. Eres mi hija y te restauro. Entra al Reino que el Padre ha preparado
para ti. Has quedado limpia, tan blanca como la nieve fresca que cae del cielo. Has quedado limpia por la
Sangre del Cordero. Eres mi hija amada. Eres mi luz para alumbrar al mundo. Camina en mi luz y dirige a
otros hacia mí para que pueda liberarlos.”
"Los rociaré con un agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus inmundos ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne." (Ezequiel 36,25-26).
Que estas palabras te brinden consuelo y paz. No importa lo que estés pasando en estos momentos de tu vida: siempre habrá esperanza y sanación. Permite que Jesús entre en el desorden de tu vida. Él sanará tu corazón. Jesús te está esperando.
'Así como los jugadores de baseball se preparan durante el entrenamiento de primavera para la próxima temporada de juegos, de igual forma me permito sugerir un entrenamiento de primavera pero para algo un tanto diferente: dejarse guiar por el Espíritu Santo.
Al cabo de un año en el que el Diácono Ralph Poyo dirigiera la misión de mi parroquia, me quedó muy claro el mensaje de la necesidad que tenemos de ser un pueblo, y una parroquia, guiada por el Espíritu Santo. Si no le pedimos al Espíritu Santo que nos guíe en todas las cosas, no podremos ser la parroquia viva y acogedora, ni los santos, que queremos y debemos ser.
Por ejemplo, después de la plática que dio el Diácono Ralph durante la segunda velada de la misión sobre la guerra espiritual, yo le comenté que había soñado con demonios, y le pregunté: “¿Esto debe preocuparme?”, y él me contestó: “No deberías preguntarme a mí. ¿A quién deberías preguntarle?” De inmediato le repliqué: “Ah, probablemente debería hablar con mi pastor.” Me dijo: “¡Nop!” Entonces me di cuenta que se refería a Dios, y el Diácono me dijo que tenía que pedirle específicamente al Espíritu Santo. ¡Momento de gran luz!
EL RETO DE DEJARSE GUIAR POR EL ESPÍRITU SANTO
Vivir bajo la guía del Espíritu Santo no es tarea fácil porque normalmente no es así como vivimos. Por lo general pensamos ‘¿qué es lo que quiero ahora y cómo lo obtengo?’ o ‘¿qué es lo que quieren mis hijos y cómo lo consigo?’
Tenemos que abandonar la egoísta forma de vida que se centra en el “yo, yo, yo”, y cambiarla por el “Tú, Tú, Tú,” dirigido al Espíritu Santo, pero eso requiere serio entrenamiento para tener el espíritu en forma.
¿Qué significa dejarse guiar por el Espíritu Santo? Significa pedirle que nos guíe en todos nuestros asuntos, y yo no sé ustedes, pero si a mí se me olvida tirar la botella vacía del shampoo en la basura, ¿me acordaré de pedirle al Espíritu Santo que me guíe en todas las cosas? Eso requiere de práctica, y sin duda de sortear uno que otro obstáculo en el camino.
Si queremos vivir bajo la guía del Espíritu Santo, es necesario hacer de ello un hábito, una práctica constante a tal punto que llegue a formar parte de nuestro “bateo”. Para lograrlo, necesitamos practicar constantemente al menos durante tres semanas para que sea una parte integral y natural de nuestras actividades cotidianas sin que nos represente ningún tipo de esfuerzo. Sin duda, ¡necesitamos practicar! Y no sólo hay que acordarse de PEDIR, sino también darse tiempo para ESCUCHAR los consejos del Espíritu Santo, y después tomar la decisión de ACTUAR. Todos los días le pido a la Santísima Virgen María la gracia de poder discernir mejor la voluntad de Dios en mi vida, la gracia para que realmente QUIERA hacer la voluntad que Dios, y para que tenga el valor de HACERLO.
EJERCICIOS DE ENTRENAMIENTO PARA GUIARSE POR EL ESPÍRITU SANTO
Lo más importante es entregarle a Dios las riendas de nuestra vida y permitir que Él nos guíe. Para lograrlo, me permito darte algunas ideas y sugerencias:
- Asiste a misa tan frecuentemente como puedas, y preséntale a Dios tus dudas.
- Al inicio o final de tu día, dedica tiempo para estar ante el Santísimo Sacramento ofreciendo tus pensamientos al Espíritu Santo.
- En el libro “Walking with Purpose: Seven Priorities That Make Life Work” (Caminando con propósito: siete prioridades para hacer que la vida funcione) por Lisa Brenninkmeyer, la autora sugiere dedicar un tiempo en la mañana para orar y hacer lo siguiente:
- Mediante un diario, escribir una nota a Dios/Espíritu Santo sobre las preocupaciones, dudas o la dirección que necesitas;
- Hacer una lista de las necesidades diarias de oración.
- Leer la Biblia – Leer las lecturas del día o seguir un plan de lectura bíblica como el de “Coming Home Network” (Comunidad Regresando a Casa). Buscar respuestas del Espíritu Santo.
- Antes de involucrarse en discusiones importantes, correos y llamadas telefónicas, hacer una pequeña oración por los involucrados pidiendo que se haga la voluntad de Dios.
- Rezar el Ángelus a medio día – poner una alarma en tu celular y rezar esta breve oración en unión con otras personas del mundo.
- Rezar la Liturgia de las Horas – Puedes bajar la aplicación “Laudate” en tu celular y apartar tiempo para orar a las 6 a.m., 9 a.m., 12 p.m., 3 p.m., 6 p.m. o 9 p.m.
- Rezar diariamente con tu calendario. Ora por las personas con las que te reunirás o hablarás cada día.
- Reflexión/Examen diario de conciencia- El manual “Dynamic Catholic” (Católico dinámico) de Matthew Kelly, ofrece un gran proceso de oración que puedes hacer al finalizar tu día, examinando lo que hiciste o dejaste de hacer según tus posibilidades, si oraste por otros, si agradeciste a Dios por tu día, etc.
- Acudir mensualmente al Sacramento de la Reconciliación para “escuchar” con toda claridad al Espíritu Santo y no opacarlo con los pecados, por pequeños que sean.
- Recibir la Eucaristía tan frecuentemente como sea posible permaneciendo limpio de pecado y poder recibir las gracias de Dios.
- Dedicar tiempo a la lectura espiritual para buscar respuestas del Espíritu Santo.
DESPUÉS DE ESCUCHAR, PRACTICA LO QUE APRENDISTE
Estos ejercicios nos ayudan darnos un tiempo para preguntar y escuchar al Espíritu Santo, pero después sigue el tiempo de ACTUAR, que puede ser la parte más difícil, porque estarás afuera en el campo en frente de todos poniendo en práctica todo lo que has aprendido en el entrenamiento y siguiendo las instrucciones del entrenador (el Espíritu Santo) aun cuando éstas no te agraden.
El Espíritu Santo continuamente me saca de mi zona de confort con lo que me pide, pero poco a poco voy tomando la actitud de que no me importe lo que los demás piensen de mí, sino sólo que Dios piensa. Si soy introvertida y me da temor presentarme ante alguien, o se me figura que la gente podría pensar que soy muy atrevida o extraña, o si comienzo a sentir que la vergüenza y la ansiedad se apoderan de mi interior, me esfuerzo por desechar esos sentimientos.
Tengo que estar en paz sabiendo que estoy intentando hacer lo que Dios me pide y sabiendo que estará complacido conmigo, sin importar lo que los demás piensen, incluso aunque me sienta avergonzada o tonta, y ¡créanme que eso pasa la mayoría de las veces!.
¿Estás listo para dejarte guiar por el Espíritu Santo? Resulta crucial si queremos ser los santos que Dios quiere que seamos. Dejemos que Él nos guíe hacia la tierra prometida, pero antes, ¡comencemos el entrenamiento de verano!
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