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Ago 06, 2019 805 0 Sue Martin
Encuentro

¡INCREÍBLE GRACIA!

¡Cuenta tus bendiciones y sorpréndete de lo que el Señor ha hecho!
Cuando era joven leí la autobiografía de Santa Teresa de Lisieux, “Historia de un alma” y me quedé impactado con sus palabras, pero instalado en la seguridad de la juventud, no comprendí exactamente lo que quiso decir.

En nuestro cuarenta aniversario de casados, el significado de aquellas palabras finalmente me iluminó. Nuestros cuatro hijos y sus respectivos cónyuges, junto con nuestros doce nietos, nos prepararon una fiesta sorpresa. Invitaron a familiares y amigos de todo el país. Por supuesto que decir una sorpresa, es decir lo menos. Nos pusieron ante los reflectores, teniendo que decir un discurso no preparado y no imaginado, ante una nutrida concurrencia de personas que se habían reunido para celebrar con nosotros.

Reflexionando sobre lo que había sido nuestra vida matrimonial, nos sorprendimos de todas las bendiciones que habíamos recibido. Recibimos gracias completamente inmerecidas. Estábamos
conscientes de que allí presentes había amigos y familiares que eran, por mucho, mejores personas que nosotros, y ellos no habían recibido tantas bendiciones como las que nosotros habíamos recibido. Al darme cuenta de eso, empecé a sentirme totalmente abrumado, y me pregunté por qué nos habían llovido tantas y tan hermosas bendiciones y a ellos no.

Lo único que logramos entender es que no merecíamos estas gracias. Habíamos cometido tantos errores y tomado malas decisiones. La mayor parte del tiempo, conforme íbamos tropezando en la vida, nos sentíamos perdedores, un tanto confundidos y muchas veces nos sentíamos muy incompetentes, y por eso orábamos todos los días para encontrar el camino y poder superar las crisis que se nos iban presentando.

Fue cuando comprendí que las oraciones que habíamos hecho habían sido la clave. Hace muchos años participé en un retiro de silencio dirigido por un sacerdote jesuita ya mayor. Me enseñó el principio ignaciano de pedir una gracia espiritual específica con cada meditación diaria. Al principio de nuestro matrimonio, comenzamos muy bien haciendo esto juntos, pero después de un tiempo de estar pidiendo un profundo entendimiento espiritual, eventualmente dimos paso a oraciones como “por favor, ayuda a que el bebé se duerma” o “por favor, ayúdanos a salir de esta enfermedad rápidamente”. Incluso caímos en oraciones como “te pido que proveas pronto el dinero para esta cuenta del dentista, o para las colegiaturas.” Casi siempre lo primero que hacíamos era meditar la Escritura, dependiendo del nivel de cansancio o el grado de conflicto del día.

Años después, estando en una sesión de parejas “Cana” con la comunidad francesa “Chemin Neuf”, se nos pidió hacer las meditaciones bíblicas, mucho tiempo olvidadas, al estilo ignaciano, y volví a escuchar que pidiéramos una gracia específica cada día.

Nos dimos cuenta de que había sido una enorme bendición haber encontrado la clave para recibir las inmerecidas y abundantes gracias de Dios: sólo necesitábamos pedirlas y seguir pidiéndolas. A veces uno
recibe gracias que ni siquiera ha pedido. Haciendo memoria, nos dimos cuenta de que a lo largo de los años, cada pequeña oración que habíamos hecho, especialmente por nuestros hijos, había sido respondida, y casi siempre de forma extravagante y de maneras que jamás hubiéramos podido soñar.

Nuestras oraciones habían sido respondidas, aunque no siempre de la forma en que nosotros queríamos. Seguimos pidiendo algunas gracias que todavía no llegan, pero estamos seguros de que,
eventualmente, serán respondidas por nuestro Dios, Padre siempre amoroso y misericordioso.

A lo largo de los años también hemos aprendido a pedir gracias particulares no sólo para nuestra propia familia y amigos, sino también para otros cuando vemos sus necesidades. En realidad, no importa quién pida la gracia o con qué frecuencia lo haga; si alguien va por el mal camino, o está en medio de una crisis, esa persona casi nunca piensa en pedir la gracia para sí mismo. Eso forma parte del privilegio de ser el Cuerpo de Cristo. Si una parte está necesitada, todos lo estamos.

Con el tiempo también hemos aprendido a pedir no sólo una gracia diariamente, sino tantas gracias como sea posible y para todas las personas que sea posible, porque las necesidades de nuestro mundo son simplemente inmensas.

Gracias Santa Teresita y San Ignacio, por enseñarnos a pedir gracias diariamente, porque como tú lo dijiste hace tantos años, “todo es gracia.”

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Sue Martin

Sue Martin lives with her family in Australia.

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