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Ago 06, 2019 917 0 Alvarado J
Encuentro

¡UNA VIDA TOTALMENTE NUEVA!

El sonido de gritos, acusaciones y maldiciones, me recuerda muchos tipos de sufrimiento. Es un hecho bien conocido, que los traumas se imprimen vívidamente en el cerebro, y el mío no es la excepción. Con frecuencia brinco cuando escucho a alguien abrir una lata de aluminio. Es un triste recuerdo de mi esposo alcohólico y lo que sucedía después de ese primer trago. La mayor parte de mi vida ha estado colmada de experiencias traumáticas que sufrí muchas veces. No había sangre ni maltrato físico cuando sufría abuso verbal, pero las heridas a mi dignidad y sentimientos se volvían una tortura intelectual. Es realmente muy difícil poner en palabras el dolor que experimentaba todos los días.

Hace unos meses me llegó el folleto para el retiro Shalom, y simplemente me registré. Era un tiempo de gran sufrimiento para mí, pero no imaginaba que ese retiro cambiaría mi vida para siempre.

Durante los tres días de retiro, varias personalidades nos impartieron la Palabra viva de Dios, como el Padre Jilto George, CMI (Carmelitas de María Inmaculada), el Padre Will Combs, BBD (Hermanos del Discípulo Amado), y la Hermana Ranis Matthew, MSMI. Todos ellos proclamaron la Palabra del Antiguo y Nuevo Testamentos, los Salmos y el Evangelio, y se cantaron himnos surgidos también de la Palabra de Dios. La gran oportunidad de hacer una buena confesión y escuchar la Palabra de Dios, logró abrirme los ojos a la verdad de que Dios siempre estaba a mi lado,  sin importar cuán traumática era mi vida. Sentí una increíble conexión con Dios, especialmente con el Espíritu Santo. Bendito sea el Señor por todos los dones del Espíritu Santo que Dios tan generosamente derramó sobre mí.

Estoy realmente agradecida por la alabanza y adoración que tuvimos en el retiro Shalom. La abundancia de bendiciones y gracias fue copiosa durante el tercer y último día del retiro. Dios se dignó concedermever mi cruz tan pesada desde una perspectiva nueva. Sentí que el Espíritu Santo me quitaba de los hombros aquella carga tan pesada. Con las oraciones de sanación se limpió mi incredulidad, y el gran pesar que llevaba en el corazón se tornó más ligero.

Las gracias del Espíritu Santo fortalecieron mi fe y me ayudaron a darme cuenta de que Dios jamás nos abandona. El regalo de la presencia de Dios y su ternura le dio gran claridad a mis creencias. Con un sentimiento de seguridad y protección, sentí que el Espíritu Santo se derramaba sobre mí. No podía dejar de llorar cuando el Espíritu Santo llenó mi alma de bondad. Dios me quitó mi oprobio, mi dolor y mi sentimiento de culpa. ¡Hizo de mí una creatura nueva!

En el retiro recibí inmensas gracias, pero jamás esperé tener una sorpresa de regreso a casa. En el segundo día del retiro, la infinita gracia de Dios hizo un milagro en mi esposo alcohólico que estaba en casa. Ese día estaba yo en profunda oración, ofreciendo a mi esposo y poniéndolo en las manos misericordiosas de Dios. Cuando regresé a casa, mi esposo me contó lo que le había pasado. Aquél sábado mientras yo rezaba por él, mi esposo se puso a orar pidiéndole a Dios aliviarlo de su dolor de espalda. Al siguiente día el dolor había desaparecido por completo, y quedó sanado. Le conté que, enese mismo momento en que él pedía la sanación, yo le pedía a Dios que lo sanara y nos acercara más a Él. Mi esposo no creía que mi oración de intercesión hubiera sido parte de su sanación. Ahora sé que su incredulidad se debía a su enfermedad. Dios me había concedido paciencia y aceptación. Seguí orando mucho más por él, creyendo que el poder de la oración podría romper su esclavitud a la adicción del alcohol.
Hasta ese entonces yo había sufrido por las heridas emocionales que mi esposo me había causado y que me habían destrozado el corazón una y otra vez. El dolor es algo muy real para la persona que lo experimenta. Aquellos que no han sentido un dolor semejante, les costará mucho entenderlo. Si bien mis heridas emocionales me han provocado experiencias desconsoladoras, también me han ayudado a comprender mis sufrimientos y el de todos los demás de una forma que jamás me hubiera imaginado antes. A pesar de la tremenda adicción de mi esposo, estaba consciente que, de alguna manera, mis sufrimientos eran mucho más pequeños si los comparaba con los sufrimientos de otras personas. La experiencia que tuve en el retiro Shalom me ayudó a sentir más compasión por los que sufren más que yo, y para mí eso fue un momento crucial.

Confío en que mi testimonio no sólo coadyuve a fortalecer mi propia sanación, sino que sea un punto de apoyo y reflexión para otras personas que también sufren experiencias similares. Quitando el hecho de tener un esposo alcohólico, mi vida ha sido muy bendecida. Aunque sigo sintiendo algo de pánico cuando toma, estoy muy agradecida por el amor y apoyo de mis hijos quienes literalmente se han mantenido firmes a cada paso. No sé cuánto tiempo me lleve encarrilar mi mente y superar las cuestiones mentales asociadas con un esposo alcohólico. Con la ayuda del Espíritu Santo, espero que pronto pueda volver a tener una vida más normal, aunque ya he comenzado a ver mi vida a través de un cristal diferente: un cristal de perdón y
esperanza. El retiro Shalom me acercó más a Nuestra Bendita Madre y a Jesús. He aceptado mis errores y retomado el control de mis emociones mediante la oración, que es sin duda nuestra línea de vida hacia Dios.
¡Gracias a Dios!

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