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Ene 06, 2024 105 0 Diácono Jim McFadden
Encuentro

Eres más de lo que tienes

Super rico, sabelotodo, respetado, poderoso influencer… La lista es interminable, pero todo esto no importa cuando se trata de responder a la pregunta: ¿Quién eres?

Durante la etapa temprana de los 60´s, el grupo de folk-rock The Byrds tenía un hit que se llamaba: ¡Turn, Turn, Turn!, (da la vuelta); Que en realidad era una adaptación del tercer capítulo del libro del Eclesiastés. La canción me pareció algo fascinante; me motivó a leer el libro completo, aunque me parecía muy extraño. Era raro porque, a diferencia de la canción, me di cuenta de que el resto, en especial el primer capítulo, es una ´Debbie Downer´ (una persona que habla solo sobre aspectos negativos o deprimentes), un tratamiento implacable de la condición humana.

El autor, Eclesiastés, se describió a sí mismo como un hombre viejo que lo había visto todo, lo había hecho todo y experimentado todo. El había disfrutado todo lo que la vida tenía para ofrecerle: era súper rico, basto en conocimientos, muy respetado por sus compañeros, tenía el poder de navegar por la vida y, en pocas palabras, había disfrutado de todas las comodidades que se le atravesaron en el camino. Pero, aun conociendo todo esto, él llegó a la conclusión de que nada de eso era importante.

¿Por qué no? Creo que se dio cuenta de algo demasiado profundo: quien tu eres, es muchísimo más importante que lo que tú tienes. Este razonamiento es muy lógico: los bienes del mundo siempre pasarán y se desvanecerán porque son efímeros, transitorios y finitos.

Antes de que te lleven

El definir quienes somos es un asunto de nuestra moral y carácter espiritual, un asunto del corazón. En los primeros capítulos del Génesis, se nos muestra que somos hechos a imagen y semejanza de Dios, que fuimos constituidos para participar en el ser mismo de Dios y en la vida eterna. En pocas palabras, somos lo que somos en relación con Dios, no en relación con lo que tenemos. Nosotros somos, hasta la médula de nuestros huesos, seres espirituales y religiosos.

En el evangelio, en la parábola del hombre rico e insensato, Jesús nos dio una enseñanza similar a esta, pero Él va más allá. Jesús efectivamente señaló el gran error del hombre que eligió ser leal a su seguridad y a su riqueza, en la falsa suposición de que las cosas le traerían alegría. El hombre no solo era rico, sino que su riqueza se expandiría dramáticamente porque había tenido una buena cosecha. ¿Y qué hizo el hombre? Decidió derribar sus viejos graneros y construir otros más grandes para almacenar sus riquezas adicionales. El hombre había construido su vida sobre varias consideraciones: (1) Los bienes del mundo son valiosos; (2) se necesitan muchos años de un gran estilo de vida para poder realizar todas las ambiciones; (3) su riqueza proveería, el resto de su vida, una sensación de tranquilidad y un disfrute sin restricciones. Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, no haría falta nada más.

¡Por el contrario, insensato joven rico! La palabra que Dios le dirige anula sus planes: “Necio, esta noche se te exigirá la vida, y las cosas que has preparado, ¿a quién pertenecerán?” (Lucas 12, 20). Lo que Jesús le está diciendo es que Dios no le está exigiendo sus posesiones, sino su propia vida, ¡quién él es! Y esa demanda no se está haciendo en un futuro lejano, sino allí mismo, ahora mismo.

Esta noche, tu alma, tu corazón, tu vida, serán requeridos de ti. “Así pasa -dice Jesús-, con quienes acumulan tesoros para sí mismos, pero no son ricos para Dios”. (Lucas 12, 21.) En lugar del “goce de la vida”; es decir, la acumulación de los bienes del mundo, Jesús le presenta la entrega de su vida. “Busquen su reino, y estas cosas les serán dadas también.” (Lucas 12, 31).

Verdaderamente real

Querido lector, este es el eje, es una lección primordial para todos: ¿Está mi mirada en Dios, o en los bienes del mundo? Si es lo primero, entonces viviremos nuestra verdadera dignidad de ser humanos; amaremos a Dios con todo nuestro corazón, alma y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, porque estamos cimentados en lo que en última instancia es verdaderamente real. Nos relacionaremos de la manera correcta con Dios, con nuestro prójimo y con toda la creación.

Estar atado a los bienes del mundo, no satisfacerá de ninguna manera los deseos del corazón, porque estos no pueden amarnos, y ser amados es el principal deseo del corazón. En lugar de eso, esta obsesión adictiva causa más hambre y da entrada a una mayor sensación de ansiedad. Dicho sin rodeos, si rechazamos lo sagrado y trascendente en nuestra vida, inevitablemente experimentaremos miedo a nuestra propia existencia; una sensación de vacío y alienación con nuestros semejantes, y profundas soledad y culpa.

Pero no tiene que terminar de esta manera. Jesús nos invita a ver las cosas como realmente son; ver la manera en que la riqueza esclaviza nuestros corazones y nos distrae de nuestro verdadero tesoro: el Reino de Dios. Sobre esto mismo, San Pablo nos recuerda en su carta a los colosenses: “Pongan su mirada en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (3, 1-2).
Por eso es importante que examinemos, qué es lo que realmente amamos. El amor que se vive según el evangelio es la fuente de la verdadera felicidad, mientras que la búsqueda exagerada y no correspondida de los bienes materiales y riquezas es a menudo una fuente de inquietud, ansiedad, abuso de los demás, manipulación y dominación.
Las lecturas de Eclesiastés, el evangelio de Lucas y la carta de Pablo nos llevan a hacernos la misma pregunta: “¿Quién soy yo?”, que importa infinitamente más que la pregunta: ¿qué tengo yo? Lo que importa es que eres el hijo amado de Dios, creado para descansar verdaderamente en el amor de Dios.

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Diácono Jim McFadden

Diácono Jim McFadden ministro en la Iglesia Católica de San Juan Bautista en Folsom, California. Sirve en la formación en la fe de adultos, preparación bautismal y dirección espiritual.

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