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Feb 06, 2019 1242 0 Carissa Douglas, Canada
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EL ROSTRO QUE ATERRA A LOS DEMONIOS

¡No te metas con este rostro!

El año 2017 marca el centenario de las apariciones de la Santísima Virgen María a tres niños pequeños en Fátima. La más pequeña de las tres, Jacinta de seis años, murió pocos años después de las apariciones, pero pasó lo que le quedó de vida en la tierra ofreciendo sacrificios en reparación de los pecados. El 13 de mayo del 2017, el Papa Francisco canonizó a Jacinta y a su hermano Francisco en Fátima.

Santa Jacinta tenía un espíritu determinado e indomable y un corazón abierto a los pecadores, especialmente para los más alejados del amor de Dios, los que estaban muy cerca de la condenación. Se había horrorizado cuando Nuestra Señora le concedió -a ella y a los demás niños- tener una visión muy real del infierno que resultó totalmente desgarradora, terrorífica y cruel.

Después de esta visión del infierno, Jacinta se sentaba en una piedra o en algún hundimiento del suelo exclamando: “¡Oh, infierno, infierno! ¡Cuánto lamento que esas almas vayan al infierno! ¡Y la gente allá abajo, quemándose vivas como maderos en el fuego!”. Después caía de rodillas y rezaba la oración que Nuestra Señora les había enseñado: “¡Oh, Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno! Lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.”

Durante una aparición privada, María le dijo a Jacinta: “la mayoría de las almas que terminan en el infierno son por los pecados de impureza…si la gente supiera lo que es la eternidad, seguramente harían todo lo que estuviera en su poder para cambiar sus vidas…”

Por esa razón la pequeña Jacinta se decidió a evitar que fueran al infierno tantas almas como fuera posible. Esa podría ser la razón por la cual su fotografía ha demostrado ser un freno para los demonios, como lo atestiguó un exorcista. Los demonios odian que se les recuerde las muchas almas que ella ha ayudado a liberar de su atadura. Me parece que la representación del día que aparece en sus fotografías, sería una clara señal para los demonios de que ella está determinada a seguir trabajando.

Pienso que Jacinta nos exhorta a todos a tomar una postura seria a la hora de hacer nuestros ofrecimientos, a mostrarnos más agradecidos por el don de recibir a Cristo en la Eucaristía, y a utilizar de mejor manera nuestro tiempo y nuestra vida; después de todo, ella pudo ofrecer mucho en el corto tiempo que vivió en la tierra. Por eso me encanta compartir con mis pequeñitos, historias de esta querida Santa.

Una historia que me gusta mucho particularmente, es la relacionada con la Hermana Lucía porque revela la belleza y sabiduría de Santa Jacinta, la santa más pequeña que no sufrió el martirio.

Una mañana Jacinta le rogó a Lucía que la dejara acompañarla a la misa diaria. “No vengas a misa,” le aconsejó Lucía, porque Jacinta estaba muy enferma. “Es demasiado para ti. Además, hoy no es domingo.”

“Eso no importa. Quiero ir en lugar de los pecadores quienes ni siquiera van los domingos…Mira Lucía, tú sabes que Nuestro Señor está muy triste, y Nuestra Señora nos pidió que ya no siguiéramos ofendiéndolo porque ya estaba muy ofendido, pero nadie hace caso de eso y siguen cometiendo los mismos pecados.”

Pero a Jacinta se le había dicho que no estaba lo suficientemente fuerte para asistir a misa, así que Lucía la visitaba casi a diario al salir de misa. Jacinta siempre se sentía feliz de ver a su prima y le preguntaba: “Lucía, hoy recibiste la Comunión?”

“Sí, Jacinta.”

“Entonces ven junto a mi porque tienes al Señor en tu corazón. No sé cómo sucede, pero siento a Nuestro Señor en ti y comprendo lo que Él dice aunque no lo pueda ver o escuchar. ¡Es tan hermoso estar con Él!”

Me encanta el diálogo que tuvieron Jacinta y Lucía, después de que Jacinta había recibido directamente de Nuestra Señora la noticia de su inminente muerte.

“Lucía, Nuestra Señora me dijo que me voy a ir a otro hospital en Lisboa, y que no te volveré a ver a ti ni a mis padres, y que después de sufrir mucho, voy a morir sola. Me dijo que no debo tener miedo porque ella vendrá por mí para llevarme al cielo.” Buscando consuelo en Lucía, extendió sus brazos llorando, “¡no te volveré a ver! Reza mucho por mí porque voy a morir sola.”

Jacinta parecía muy angustiada con la idea de encontrarse sola al final. Un día Lucía la escuchó lamentándose de su suerte mientras abrazaba una imagen de Nuestra Señora, “Mi querida y hermosa Madre: entonces, ¿voy a morir sola?

Lucía le preguntó: “¿Por qué te entristece la idea de morir sola? ¿Qué te preocupa si Nuestra Señora va a venir por ti?”

Esa podría ser la razón por la cual

su fotografía ha demostrado ser

un freno para los demonios,

como lo atestiguó un exorcista.

“Es verdad, no me importa. No sé por qué, pero a veces se me olvida que ella vendrá por mí.” El propio corazón de Lucía estaba lleno de tristeza. “Ánimo, Jacinta. Sólo tienes que esperar un poquito más antes de ir al cielo. En cuanto a mí…” Se sentía muy triste al saber que viviría mucho tiempo en la tierra sin su pequeña prima.

“Pobre de ti. No llores, Lucía. En el cielo rezaré mucho por ti. Vas a quedarte aquí, pero eso es lo que quiere Nuestra Señora.”

“Jacinta, ¿qué vas a hacer en el cielo?”

“Voy a amar mucho a Jesús y al Corazón Inmaculado de María, y voy a rezar mucho por ti, por el Santo Padre, por mis papás, mis hermanos, por los pecadores y por todos los que me pidan oración. Me encanta sufrir por amor a Nuestro Señor y Nuestra Señora. Ellos aman a los que sufren por la conversión de los pecadores.”

¡Qué pequeña alma tan increíble! Al final de su vida, Jacinta tuvo que soportar mucho sufrimiento. Los médicos tuvieron que intervenirla para quitarle dos costillas, en un esfuerzo por salvarle la vida por una infección que le había causado una gran inflamación. Jacinta abiertamente le había dicho al doctor que ella moriría pronto, y que la cirugía no iba a hacer ninguna diferencia; sin embargo, la aceptó porque estaba determinada a ofrecer todo el sufrimiento posible antes de morir. Cuando llegó el momento de la intervención, se encontraba muy débil para la anestesia con gas, por lo que le aplicaron sólo anestesia local que resultó ineficaz. Jacinta sintió todo lo que le hicieron, lo cual le causó una enorme agonía que ella ofreció por los pecadores.

Cuando pienso en sus ofrecimientos, me siento casi avergonzada de pensar en todas las ocasiones que me he quejado de pequeños inconvenientes, de tantas oportunidades perdidas de dar como ella dio, de amar como ella amó. Con todo, Dios es bueno y sé que puedo ofrecerlo ahora, y esperar los problemas del mañana con un espíritu determinado, con alegría y un celo renovado por las almas.

 

Al final, la profecía de Jacinta de que moriría sola se cumplió. Mientras muchos doctores y familiares pensaban que su salud se iba mejorando, no estuvieron con ella la noche en que falleció. Su cuerpo fue exhumado dos veces: en 1935 y en 1951, y encontraron que su cuerpo estaba incorrupto (una entre tantos otros que forman parte de nuestra increíble fe católica). Jacinta está enterrada en la Basílica de Nuestra Señora de Fátima en Portugal, en donde el Papa Francisco con una multitud de fieles que agotaron todas las peregrinaciones, celebraron el Centenario de las apariciones de Nuestra Señora, honrando la vida de los heroicos niños de Fátima.

 

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Carissa Douglas

Carissa Douglas is the author and illustrator of the Catholic children’s book series “Little Douglings,” which promotes the sacraments and the culture of life. She is the mother of 14 children. Be sure to check out her site at littledouglings.com where she blogs about her adventurous life with her big Catholic family and shares the humor and joy in her comic series: Holy HappyMess.

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