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Ago 09, 2024 86 0 Cecil Kim Esgana
Comprometer

Un regalo para desenvolver

Un regalo al cual puedes tener acceso desde cualquier lugar del mundo, y adivina qué: ¡Es gratis! Y no nada más para ti, sino para todos.

Imagina que estas perdido en un pozo de oscuridad y andas a tientas, sin esperanza. De pronto, ves una gran luz y a alguien acercándose a ti para rescatarte. ¡Qué alivio! La sobrecogedora paz y alegría no puede ser expresada completamente con palabras. La samaritana se sintió así cuando conoció a Jesús en el pozo. Él le dijo: “Si conocieras el don de Dios, y supieras quién es el que te dice ‘dame de beber’, tú le hubieras pedido a Él y Él te habría dado agua viva” (Juan 4, 10). Tan pronto escuchó estas palabras, Jesús se dio cuenta de que ella había estado esperando esto durante toda su vida. “Dame de esta agua, para que nunca más vuelva a tener sed”, imploró (Juan 4,15). Y fue hasta entonces que, en respuesta a su petición y a su sed por el conocimiento del Mesías, que Jesús se le reveló: “Yo soy Él. El que te habla” (Juan 4,16).

Él es el agua viva que sacia toda sed, -la sed de aceptación, la sed de entendimiento, la sed de perdón, la sed de justicia, la sed de felicidad y lo más importante, la sed de amor, el amor de Dios.

Hasta que pidas…

El don de la presencia y misericordia de Cristo está disponible para todos. “Dios demuestra su amor por nosotros en que, aun siendo pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5,8). Él murió por cada pecador para que, por la sangre de Cristo, podamos ser limpiados de nuestro pecado y reconciliados con Dios. Pero, como la samaritana, necesitamos pedirle a Jesús.

Como católicos, podemos hacer esto fácilmente a través del sacramento de la penitencia, confesando nuestros pecados y reconciliándonos con Dios cuando el sacerdote nos absuelve del pecado, usando el poder dado por Dios para actuar in persona Christi (en la persona de Cristo). Me da mucha paz el frecuentar este sacramento, porque entre más lo hago, me vuelvo más receptiva a la acción del Espíritu Santo. Puedo sentirlo hablando a través de mi corazón, ayudándome a discernir entre el bien y el mal, creciendo en virtud a medida que huyo del vicio. 

Entre más frecuentemente me arrepiento de mis pecados y vuelvo mi mirada a Dios, me vuelvo más sensible a la presencia de Jesús en la sagrada eucaristía. Me doy cuenta de su presencia en aquellos que lo han recibido en la sagrada comunión. Siento su calor en mi corazón cuando el sacerdote pasa junto a mí con el copón lleno de hostias consagradas.

Seamos honestos al respecto. Mucha gente se forma para recibir la comunión, pero en cambio muy pocas personas hacen fila para la confesión. Es tan triste que tantas personas se estén perdiendo de tan importante fuente de gracia, tan importante para fortalecernos espiritualmente. Aquí hay algunos aspectos que me ayudan a sacar el máximo provecho de la confesión.

1. Prepárate

Es necesario un minucioso examen de consciencia antes de la confesión. Prepárate repasando los mandamientos, los siete pecados capitales, los pecados de omisión, los pecados contra la pureza, la caridad, etc. Para una sincera confesión, la consciencia de pecado es un requisito previo, así que siempre es útil pedirle a Dios que nos ilumine sobre ciertos pecados que cometimos pero que son desconocidos para nosotros. Pídele al Espíritu Santo que te recuerde los pecados que has olvidado, o que haga de tu conocimiento donde te has equivocado inconscientemente. Algunas veces nos engañamos a nosotros mismos pensando que algo está bien cuando en realidad no lo está. 

Una vez que estemos bien preparados, podemos buscar nuevamente la ayuda del Espíritu Santo para que admitamos con determinación nuestras fallas con un corazón contrito. Incluso si no nos acercamos a la confesión con el corazón perfectamente contrito, esto puede suceder durante la confesión por la misma gracia presente en el sacramento. Independientemente de lo que sientas acerca de ciertos pecados, es bueno confesarlos de todos modos; Dios nos perdona en este sacramento si honestamente admitimos nuestros pecados, reconociendo lo que hemos hecho mal.

2. Sé honesto

Se honesto contigo mismo acerca de tus propias debilidades y fallas. Admitir las luchas y sacarlas de la oscuridad a la luz de Cristo te liberará de la culpa paralizante y te fortalecerá en contra de los pecados que tiendes a cometer repetidamente (como las adicciones). Recuerdo una ocasión, en la confesión, cuando le dije al sacerdote acerca de cierto pecado del cual parecía que no podía salir, el oro por mí, específicamente para recibir la gracia del Espíritu Santo para que me ayudara a vencer ese pecado. La experiencia fue tan liberadora. 

3. Sé humilde

Jesús le dijo a Santa Faustina que: “Un alma no se beneficia como debería del sacramento de la penitencia si no es humilde. El orgullo la mantiene en la oscuridad” (Diario 113). Es humillante arrodillarte frente a otro ser humano y encontrar abiertamente las áreas oscuras de tu vida. Recuerdo que una vez recibí un sermón muy largo al confesar un pecado grave y fui reprendida por confesar el mismo pecado repetidamente. Si puedo aprender a ver estas experiencias como las amorosas correcciones de un Padre que se preocupa tanto por mi alma y me humillo voluntariamente, esas amargas experiencias pueden convertirse en bendiciones.

El perdón de Dios es una poderosa indicación de su amor y fidelidad. Cuando entramos en su abrazo y confesamos lo que hemos hecho, esto restaura nuestra relación con Él como nuestro Padre y nosotros sus hijos.  Esto también restaura nuestra relación con los demás que pertenecen a un solo cuerpo: El cuerpo de Cristo. La mejor parte de recibir el perdón de Dios es el cómo restaura la pureza de nuestra alma, para que cuando nos veamos a nosotros mismos y a los demás, podamos ver a Dios morando en todos.

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Cecil Kim Esgana

Cecil Kim Esgana Vive y trabaja como escritora y pintora de profesión en Manila, Filipinas. Ella comparte su fe cristiana en un portal misionero en línea, tratando de evangelizar a los no-evangelizados e incrementar el número de creyentes con un artículo a la vez.

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